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004.- En el monte Gerizim
“He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición... Pondrás la
bendición sobre el monte Gerizim ”. Dt. 11:26,29
Moisés, recapitulando las bendiciones que Yahweh deseaba otorgar al pueblo hebreo, antes
de que éste tomara posesión de la tierra prometida, “tierra que fluye leche y miel” Ex.3:8;
Dt.26:9, exhorta al pueblo, a cada familia a que le sean obedientes. No da la opción de que
tengan que depender de personas para que, puedan recibir las bendiciones que el Yahweh el
Dios del Universo, estaba dispuesto a derramar sobre su pueblo. Unas bendiciones
condicionadas siempre a la actitud del hombre para con él. A la actitud entre la criatura y el
Creador. El ser humano para que pueda apropiarse de las bendiciones que Yahweh
derrama, debe estar en armonía con su ley. Cuán agradecidos debiéramos de estar, porque
aún transgrediendo parte de esa ley, aunque somos considerados transgresores de toda ella,
“porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace
culpable de todos” St. 2:10, seguimos viendo la manifestación de su carácter reflejado en
la misma creación.
Yahweh, el Dios Creador, todavía se complace en mostrar su amor y misericordia a un
pueblo apóstata y a un mundo rebelde a su santa ley. Aún así, “Yahweh se manifestó a
mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te
prolongué mi misericordia” Jer. 31:3. Y ahora viene la pregunta que debiera de hacernos
reflexionar. Si Yahweh a través del profeta Jeremías dice que por amor, fruto de su
carácter, porque “Yahweh es amor” 1 Jn. 4:8, prolonga su misericordia, ¿seguirá para
siempre siendo misericordioso? Si habla de una prolongación es porque debe de haber un
final a esa misericordia y la historia hebrea nos dice que así fue. Los contemporáneos del
profeta habían abusado de esta misericordia que Yahweh prolongaba por ver si “su pueblo”
procedía a un arrepentimiento y volvía su corazón a El. Esa era la finalidad de prolongar su
misericordia. Ese era el motivo mediante el cual, Yahweh usaba a sus profetas para
amonestar siempre al pueblo. Pero, al igual que antaño, somos “duros de cerviz” Ex.32:9;
33:3; Dt.10:16; Hch.7:51 son algunas de las citas que se mencionan en las Sagradas
Escrituras, señal de que el ser humano siempre ha sido rebelde a los consejos Divinos.
Hemos llegado a ser tan autosuficientes y a confiar tanto en los demás, que hemos hecho,
generalizando, como los hebreos en la época de Samuel “constitúyenos ahora un rey que
nos juzgue, como tienen todas las demás naciones” 1 Sam. 8:5 En lugar de depender de
Yahweh para ser monoteístas, nos gusta más depender de las opiniones de los hombres, de
las tradiciones de la iglesia, de lo que diga el pastor “X”, antes que ver, que es lo que dice
la Palabra de Yahweh. Se confía más en ciertos personajes que en estudiar y ver qué dice
“la voz de la autoridad”, la voz de Yahweh nuestro Dios y cómo yo la puedo entender.
Porque cada uno individualmente tendremos que dar razón de nuestra fe y si dependemos
de los pastores, de las tradiciones de la iglesia, en lugar de “escudriñar las Escrituras” Jn.
5:39 como dijo el mismo Yahshua, estaremos confiando más en el hombre y la maldición
va a recaer sin mezcla de misericordia: “Maldito el varón que confía en el hombre y
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pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová” Jer. 17:5. La confianza en
el hombre por encima de la de Yahweh, convierte a tal persona en un ser idólatra, y la
maldición por ello, recae hasta la “tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”
Ex 20: 5
La misericordia de Yahweh se prolonga pero, un día esa misma misericordia se tornará en
“el vino de su ira, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado
con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero” Ap. 14:10
Por lo tanto, teniendo siempre en mente que el amor y la misericordia de Dios están
condicionadas a nuestra actitud con él, por amor a su pueblo, por amor a los que le aman
guardando sus mandamientos, él tiene que hacer “su extraña obra” Is. 28:21. Eliminar de
la tierra a cuantos han rehusado su amor y misericordia. Eliminar de la tierra a los que han
persistido en pecar, abandonando la gracia y la misericordia que él ofrece al pecador para
que éste se arrepienta y vuelva su corazón a El, para poder vivir la vida inmaculada que
vivieron Adán y Eva antes de la entrada del pecado en el Jardín del Edén. Vivir la vida que
vivió el Modelo que nos fue dado: Yahshua, el enviado, el Mesías, el Ungido. “Pues para
esto fuisteis llamados; porque también Yahshua padeció por nosotros, dejándonos
ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su
boca” 1Pe. 2:21,22.
“Yahshua no disminuye las exigencias de la ley. En un lenguaje inconfundible, presenta la
obediencia a ella como la condición de la vida eterna: la misma condición que se requería a
Adán antes de su caída. El Padre celestial no espera menos del alma ahora que lo que
esperó del hombre en el paraíso: perfecta obediencia, justicia inmaculada. El requisito que
se ha de llenar bajo el pacto de la gracia es tan amplio como el que se exigía en el Edén: la
armonía con la ley de Dios, que es santa, justa y buena” PVGM 322,323
Hoy, su misericordia se traduce en que como Dios es amor, no puede castigar al transgresor
porque va en contra de sus propios principios. Otros dicen que la ley moral fue abolida en
la cruz. Que el hombre no puede guardarla y por tal motivo no puede haber castigo para el
transgresor, confiando así, con la misericordia Divina, olvidando entonces que la misma
misericordia, se convertirá en “el vino de la ira de Dios...” cuando el transgresor de su ley
reciba la sentencia por haber violado lo que dice que fue abolido en la cruz o que el hombre
no puede guardar.
La gracia, el amor, la misericordia de Dios es una combinación de poder que recibe el
hombre para ser precisamente obediente, a lo que antes desobedecía. La gracia, es el don
inmerecido que recibe el transgresor de la ley moral de Dios, cuando se da cuenta de que su
pecado ocasionó la muerte del Hijo de Dios y se arrepiente de su pecado, lo confiesa, se
aparta de él, y entonces, la gracia, la sangre de Yahshua le cubre su pecado arrepentido,
confesado y abandonado para pasar a ser un hijo obediente a esa misma ley que antes
violaba, pisoteaba y vulneraba. “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia
abunde?” y la respuesta de Pablo es contundente, “En ninguna manera. Porque los que
hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” Ro. 6:1,2 (ver 6:15; 5:20...) a
pesar de que algunos malinterpretan estos escritos de Pablo y otros los sacan de su contexto
como dice Pedro en su 2 epístola 3:16.
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El amor es la prueba de lealtad hacia alguien. Así como las parejas que se aman
demuestran su lealtad, siendo fieles mutuamente, el amor a Yahweh debe revelarse a través
de la obediencia a su Santa Ley, “Si me amáis guardad mis mandamientos” Jn. 14:15 “El
que dice: Yo le conozco y no guarda sus mandamientos el tal es un mentiroso y la
verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor
de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que
permanece en él, debe andar como él anduvo” 1 Jn. 2:4-6
La misericordia siempre va unida a la verdad. La bendición, la protección va siempre unida
con la verdad, de igual modo que sucede en la tierra con el infractor de las leyes del país, de
la misma manera, la misericordia de Dios, nuestra lealtad a El va unida con la verdad, con
nuestra obediencia. Dejamos de ser rebeldes, dejamos de ser duros de cerviz, “vosotros
que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro
tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”
1 Pe. 2:10, y como dice el apóstol, ahora, en esa condición, podemos llegar a ser pueblo de
Dios.
Por lo tanto, la combinación de estas tres virtudes, gracia, amor y misericordia deben de
hacer en el transgresor de la ley, en mí, el cambio que el Señor desea para que pueda
pertenecer a su pueblo, cosa que en mis pecados no podía ser, porque “no había alcanzado
misericordia” precisamente por mi misma rebelión hacia su santa ley.
Moisés transmite al pueblo lo que recibe de Dios precisamente antes de que el pueblo
tomara posesión de “la tierra que fluye leche y miel” y él mismo tuviera que deponer su
armadura como guerrero.
La orden que le dio el mismo Dios era para que el pueblo tuviera siempre en mente la
importancia de guardar los “mandamientos, estatutos y decretos que Yahweh vuestro
Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual
pasáis vosotros para tomarla... Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu
corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando
por el camino y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu
mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa,
y en tus puertas” Dt. 6:1-9
El fruto de la obediencia es consecuencia de estar constantemente escuchando, leyendo,
meditando la Palabra de Yahweh. Es el temor reverente a él lo que debe producir en
nosotros tal deseo, que él quiso implantar en los corazones de su pueblo antes de que estos
se convirtieran en apóstatas y desleales y finalmente tuvieran que pagar las consecuencias
de su apostasía y deslealtad, siendo sometidos por los pueblos de alrededor, llevados como
cautivos, y finalmente errantes por el mundo por haber rechazado la gracia, el amor y la
misericordia Divina.
Si somos conscientes de que tanto el V.T. como el N.T. “para nuestra enseñanza se
escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos
esperanza” Ro. 15:4, la historia del pueblo hebreo debe ser tenida en consideración no
siendo que nosotros hagamos lo mismo que ellos, y finalmente recibamos el mismo castigo
que ellos, y seamos abandonados del Dios de gracia, de amor y de misericordia, y
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finalmente fruto de nuestras decisiones equivocadas, seamos consumidos en el “lago de
fuego y azufre” Ap. 20:10 que es el castigo que recibirán todos los “cobardes e
incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y
todos los mentirosos, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la
segunda muerte". Ap. 21:8
Si para que el pueblo fuera obediente, Dios aconsejó a Moisés que cada familia tuviera
siempre visible, “sus mandamientos, estatutos y decretos” y transmitirlo constantemente
a los hijos. Si comprendemos que la Palabra de Dios fue escrita para nosotros, “a quienes
los fines de los siglos han alcanzado” 1 Cor. 10:11, ¿somos rebeldes a Dios o
transmitimos a todo momento a nuestros hijos el pacto que Dios hizo con su pueblo para
que a nosotros no nos suceda lo mismo que a ellos?
Seamos receptivos al consejo Divino y pongamos en nuestras mentes, en nuestras casas de
una manera bien visible una transcripción de lo que Yahweh quiere de cada uno de
nosotros, para que al recordar y obedecer esos mandamientos, estatutos y decretos,
podamos recibir la bendición de Dios que es la mezcla de la gracia, el amor y su
misericordia.
"Y cuando el Eterno tu Dios te introduzca en la tierra que vas a poseer, pondrás la
bendición sobre el monte Gerizim, y la maldición sobre el monte Ebal.” Dt. 11:29
Dios quería hacer un pacto con su antiguo pueblo. Por la desobediencia de éste, fue
desechado y su lugar, fue dado a la iglesia primitiva cristiana. Hoy, cercano el evento más
esperado por los fieles hijos de Dios “la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y
Salvador Yahshua” Tito 2:13, el mismo Señor desea hacer un nuevo pacto en ti y en mí
como lo quiso hacer con el antiguo pueblo israelita. De nuestra decisión personal depende
que aceptemos ese nuevo pacto que Dios desea hacer en cada uno de nosotros, o hagamos
como los hebreos y finalmente seamos consumidos en la “muerte segunda”.
El nuevo pacto que Dios desea hacer en nosotros, es el pacto de la gracia, del amor y de la
misericordia revelado en las buenas obras, en las obras de obediencia, que es el fruto de
estas 3 combinaciones.
“Por lo cual este es el pacto que haré con la casa de Israel. Después de aquellos días,
dice el Señor; pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y
seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo” Hb. 8:10; y añade: “Y nunca
más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos,
no hay más ofrenda por el pecado” Hb. 10:18
Este es el pacto que Dios desea hacer en nosotros, en ti y en mí. Poner sus leyes en
nuestras mentes, escribirlas en nuestros corazones, para que él sea nuestro Dios y nosotros
su pueblo. Entonces, seremos obedientes a sus leyes. Seremos obedientes a sus
mandamientos, estatutos y decretos.
No hará falta más remisión de pecados, porque no habrá más necesidad de ofrenda por
ellos. No hará falta más la intercesión del Salvador por nuestros pecados, porque
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“vosotros (tú y yo) que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois hijos de
Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis
alcanzado misericordia”1Pe.2:10, estaremos guardando por la fe en el Señor, sus
mandamientos, “aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos
de Dios y la fe de Jesús” Ap. 14:12.
Precisamente, Dios manifestó toda su gloria que el ser humano pudiera soportar en el
monte Sinaí. “Vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte y sonido
de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento...
Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego.
Todo el monte se estremecía en gran manera... Moisés hablaba y Dios le respondía con
voz tronante” Ex. 19:16-19
Toda esta manifestación del poder del Creador tenía un objetivo. La gloria de Yahweh
nuestro Dios fue revelada en el Sinaí para impresionar en los corazones de aquella
numerosa gente que estaba al pie del monte y pudieran ver el poder, la gloria, la santidad en
la que Dios proclamó su santa ley y estatutos, para que ellos y posteriormente nosotros,
sintiéramos el deseo reverente de servirle, de ser fieles, de temer transgredir esas leyes que
él terminaba de darles para su propio beneficio terrenal y eterno. “Y Moisés respondió al
pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante
de vosotros, para que no pequéis” Ex. 20:20
Ese era y sigue siendo el plan de Yahweh. Que ni tú ni yo, continuemos transgrediendo esa
santa ley que nos fue recordada en el Sinaí con aterradora grandeza.
Dios quiere restaurar en ti y en mí, la imagen que se perdió en el Edén como consecuencia
de la entrada del pecado en nuestros primeros padres. Y esta obra es posible, mientras
Yahshua, nuestro Salvador, todavía intercede en el Santuario celestial. Cuando él deje de
hacerlo, “el que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo
todavía; ...” No habrá entonces posibilidad alguna para que el pecador pueda arrepentirse,
dejar sus pecados y alcanzar la gracia, el amor y la misericordia divina, porque habrá
terminado la intercesión del Salvador en el Santuario Celestial.
Pero, para los obedientes, para aquellos que hoy estén clamando y gimiendo por nuestros
pecados y los que se cometen en la iglesia y en el mundo, (Ez. 9:4) y acudimos al lugar
Santísimo para recibir el perdón y el poder para obtener la victoria final, estaremos en el
camino de alcanzar ese ideal y esa recompensa “el que es justo, practique la justicia
todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” Ap. 22:11
Que el reposo prometido para los obedientes, sea una realidad en tu vida y en mi vida. “Por
lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les
anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, otra vez determina
un día: HOY, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si
oyereis HOY su voz, no endurezcáis vuestros corazones...” Hb. 4
Que el monte Gerizim esté en tu hogar como en el mío y que las bendiciones fruto de
nuestra obediencia a esas leyes de Dios produzcan en nosotros esa transformación, esa
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santidad, para que podamos alcanzar misericordia y ser parte del pueblo remanente que él
viene a buscar para llevarlos a vivir junto a él por toda la eternidad.
Ernesto Farga Gadea