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8/16/2019 3 (Capitulo 3) El Valor Formativo y La Enseñanza de La Historia
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SEGUNDA PARTE
E L V A L O R F O R M A T IV O
DE L A HI S T O R IA
8/16/2019 3 (Capitulo 3) El Valor Formativo y La Enseñanza de La Historia
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CAPÍTULO
in
EL CARÁCTER EDUCATIVO DE LA HISTORIA
EN LA FORMACIÓN HUMANA
1.
INTRODUCCION
El papel de la ciencia histórica en la formación de la persona resulta
fundamental. Como ya hemos indicado en otra ocasión —García y Jiménez,
1998— el abandono de la Historia, de la Geografía, de las Humanidades y
de las Ciencias Sociales, nos puede conducir a la orfandad ética e intelec-
tual y a la barbarie cultural. Sin el referente histórico, geográfico, social, cul-
tural, etc. Sin el norte, los conocimientos, la formación y los valores –de or-
den superior— que nos aportan estas disciplinas no es posible la identidad
personal, la libertad, la creatividad, la participación, la integración en la so-
ciedad, la armonía con la naturaleza, la comprensión del mundo, la solidari-
dad, la tolerancia, la paz, el desarrollo humano, y tantas otras metas funda-
mentales que hoy nos plantea la educación.
Podemos afirmar, por tanto, que la Geografía, la Historia y las Ciencias
Sociales presentan una función estructurante y convergente para el conjunto
de la formación humana, para la educación; contituyen el núcleo vertebrador
de todo el aprendizaje escolar. Educar es preparar al individuo para vivir en
sociedad; nuestras disciplinas estudian a la persona, en todas sus dimensio-
nes, y a las sociedades, presentes y pasadas en todas sus manifestaciones.
Los programas y los temas estudiados por otras disciplinas giran en torno a
la órbita de la persona y la sociedad, y , por tanto, en torno a la órbita de las
materias de Humanidades y Sociales.
2.
Los
VALORES DE LA CIENCIA HISTORICA
Sobre los valores de la Historia gravitan una serie de opiniones que van
desde aquellas que, con un marcado carácter negativo, describen su inutili-
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dad como conocimiento aplicable para la vida del ser humano (es tachada
de aburrida y de no tener interés alguno para la sociedad actual), a aquellas
que utilizan la Historia como instrumento ideológico para el mantenimiento
de un determinado orden social, lo que también la ha llevado a que aumente
la oposición hacia ella, o aquellas otras que le reconocen un innegable atrac-
tivo para el gran público por la variedad de temas que ofrece y la practicidad
aplicativa a su mundo vivencial, pues el objeto de la Historia se sitúa en el
corazón de la vida, formada por la trama de problemas intrincadamente mez-
clados y que pueden revestir multitud de aspectos diversos y contradictorios.
Pero, a pesar de ello, los valores de la ciencia histórica universalmente
más aceptados son:
—La función de la Historia es dar una explicación posible y profunda
de los hechos. Si los explica de manera satisfactoria para nuestra ra-
zón, entonces la teoría con la que se presenta dicha explicación es
válida.
—La Historia ofrece un sistema único que descifre la realidad que tam-
bién es única. No hay dos realidades, por lo que no puede haber dos
explicaciones válidas de la realidad. La ciencia histórica es una por-
que la realidad es una, por lo que su función es sólo cognoscitiva, al
aspirar a conocer la realidad.
—La Historia es una creación del hombre y en ella, su principal valor
radica en el descubrimiento de las armonías del pensamiento, que pue-
den coincidir o no con la armonía de la realidad. Muchos historiado-
res vieron en sus investigaciones como un juego de ajedrez, donde el
pensamiento dicta las leyes a las que luego se somete. La función de
la ciencia histórica, entendida así, es ante todo, estética.
—Hay quienes le reconocen a la Historia su función práctica, al consi-
derarla un instrumento muy válido para dominar la realidad.
Para combatir estas visiones variadas y hasta opuestas sobre la Historia,
hay que aceptar que los contenidos históricos no pueden ser reducidos a sim-
ples anécdotas e historias entretenidas, poco susceptibles de facilitar puntos
de encuentro. Por ello es necesario volver a legitimar su principal función, aque-
lla con la que fue creada por los autores griegos, el carácter formativo de la
Historia para el ser humano y el instrumento fundamental para comprenderse
a sí mismo y a la sociedad que lo rodea. No hay pues una historia unilateral,
sino que es mucho más compleja, como la propia persona humana que consti-
tuye para aquella una abstracción, pues no es que solamente, como dice
Treitschke «los hombres hagan la Historia, sino que la Historia también hace
a los hombres y modela su destino» (citado por Braudel, 1990: 26).
Los valores que el estudio de la Historia nos proporciona desde su
cientificidad y su dimensión educativa son plurales (ver cuadro núm. 3), lo
cual hace necesaria su presencia en cualquier plan de estudios, puesto que
cuenta a su favor con el privilegio de ser la que mayores servicios puede
ofrecer en la formación de los alumnos y al desarrollo de su capacidad re-
flexiva, al tratarse del saber científico más próximo a en la vida cotidiana y
el único que abarca lo humano en su totalidad. Por ello ha de reconocérsele:
Cuadro núm. 3 Valores de la ciencia historica
DESCRIPTIVO
.
COMPRENSIVO
EXPLICATIVO
SOCIAL.
PRACTICO PROSPECTIVO
Identificar y co-
municar las
relaciones
Conocimiento y
aproximación
empatica y/o
Interpretar la di,
versidad
complejidad y
Conocer los
rasgos
generales de la
Desarrollar
habilidades
y destrezas
Desarrollar
capacidades y
procesos de
funcionales que
solidaria de los
originalidad de
sociedad actual
propias de la
comprensión del
se dan en los
componentes de
los hechos
y dar respuesta
historia.
presente que
hechos
los hechos
históricos
históricos
a los problemas
reales
proyecten hacia
un futuro
previsible.
Fuente: Elaboración propia
2.1,
Valor descriptivo e informativo de los hechos
La ciencia histórica como tal debe limitarse a darnos una descripción
clara y rigurosa de los hechos positivos, Mach en su libro
Análisis de las
sensaciones
(1945), sostiene que la ciencia tiene que observar un solo cam-
po y trabajar en él. Exista o no un mundo exterior, la ciencia tiene que limi-
tarse a su descripción y a descubrir las múltiples relaciones funcionales que
en él existen y que nos permitirán prever que sucederá, pero nada más.
No es necesario hablar de causas ni de fuerzas misteriosas, sólo debe-
mos decir sucede esto, luego esto otro, etc, Y es que la Historia trabaja habi-
lidades y destrezas cognitivas (método de investigación científica) relativas
al ámbito de la información, es decir, recoger, analizar, inferir, interpretar y
comunicar, que desarrollan el manejo de las fuentes de información y a que
se sepa distinguir críticamente entre lo que es un dato objetivo, un juicio de
valor o una opinión. Por ejemplo, acrecienta habilidades relativas a la com-
prensión del tiempo histórico y sus diversas formas de manifestación y re-
presentación, al reconocimiento e identificación de materiales y restos his-
tóricos en general, y todo lo referente a indagación e investigación sobre he-
chos históricos.
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2.2.
Valor de comprensión del mundo
En efecto, la Historia aporta a la persona el conocimiento y la compre-
sión de la situación actual del mundo, presente y pasado, próximo y lejano, en
la medida que el conocimiento de la realidad en la que vive y la distinción de
los componentes esenciales de esa realidad, le permite extrapolarlos a otras
situaciones y así poder conocer de manera crítica su herencia cultural y los
valores de su comunidad fomentando la comprensión y el relativismo cultural.
El conocimiento de los grandes problemas del mundo actual, como el
subdesarrollo por la colonización, el nuevo orden de Europa o la destruc-
ción del medio ambiente, permite crear ciudadanos comprometidos. Se com-
prenderá, mediante el conocimiento de la Historia, el funcionamiento de la
economía y los sistemas que la regulan, se sabrá que la economía rige en el
mundo actual y predomina sobre la ideología y los valores éticos o morales,
con excepciones tristemente puntuales que influyen poco en el resto de la
humanidad. Conocerá el fenómeno de la globalización por la adopción ge-
neralizada de economías liberales, que erosionan las barreras físicas impuestas
en las transacciones internacionales y que las multinacionales y grandes mag-
nates, que poseen los medios de producción y obtienen abundantes benefi-
cios, toman decisiones que, con frecuencia, están por encima de las decisio-
nes de los propios gobiernos.
Ello despertará una aproximación empática y/o solidaria hacia otras ci-
vilizaciones y culturas contemporáneas o históricas, próximas o lejanas en es-
pacio. En este sentido proporciona una perspectiva histórico-geográfica sufi-
ciente para poder comprender los rasgos fundamentales y los problemas de
las civilizaciones actuales y considerarlos en su globalidad y el deseo de co-
nocer a otros formando un grado de autocomprensión a la par que desarrolla
una conciencia social.
2.3.
Valor explicativo de las relaciones humanas
A. Einstein (1879-1955) comparaba la construcción del discurso histó-
rico con una novela policial. Se trata de un misterio no resuelto, del cual no
podemos estar seguros que tenga solución. El libro viene a ser la naturaleza,
todo lo que existe. A medida que lo leemos vamos conociendo más acerca
de sus personajes, nos emocionamos, descubrimos pistas, etc. Pero a pesar
de que leamos mucho estamos lejos de la solución y no sabemos con seguri-
dad si ésta existe. Podemos explicar ciertos datos de manera coherente pero
luego aparecen otros que nos hacen cambiar de parecer. En las novelas
policiales llega un momento en el que se disponen de todos ellos, pero en la
Historia nunca se disponen de todos los datos. Tampoco se puede ir a la últi-
ma página del libro a ver la solución. El historiador tiene que buscar los da-
tos ordenarlos coherentemente, pues no cuenta con un crimen ya cometido,
como sucede en la novela, sino que tiene que cometerlo él (planteamiento
de hipótesis), para luego investigarlo.
En efecto, el historiador en el ámbito de la información, ha de recoger,
tratar, interpretar y comunicar datos, fuentes, información, documentos, etc. y
aprehender cada proceso histórico en toda su complejidad y originalidad, sin
desdeñar la búsqueda de regularidades y leyes; su discurso ha de ofrecer una
adecuación permanente entre los esquemas aprehendidos en el entorno próxi-
mo y las nuevas necesidades de ajuste con los problemas que ha de afrontar,
toda vez, que en todo momento ha de asumir el papel de interprete de la diver-
sidad. Esta misión del historiador debe ser trasladada al plano educativo con
el fin de que los estudiantes asuman la lógica de las diferentes formas de in-
vestigación histórica y sus métodos para contribuir a la formación del alumno.
Hay quienes sostienen que la ciencia en general no tiene que dar una ex-
plicación posible de los hechos, sino la explicación. Sin embargo, la Historia
es la herramienta principal para lograr que el ser humano asuma reflexivamente
las formas de vida y organización social, proporcionándole una visión crítica
de la sociedad. Se trata, pues, de hacer de la Historia un instrumento de expli-
cación y crítica de los hechos humanos. Si el ser humano olvidara este valor
de la ciencia histórica se vería privado de una serie de conocimientos intelec-
tuales y morales que dan sentido y riqueza a su vida. A pesar de los ataques y
del desinterés general hacia la Historia presente en muchos esferas sociales,
hay que seguir trabajando en la elaboración de una ciencia que, desafiando los
ataques, reafirme ante todo su carácter explicativo y ayude al individuo a des-
embarazarse del peso de unas interpretaciones del pasado que actúan de lastre
y dificulta su capacidad de comprensión del presente.
2.4.
Valor social de la Historia
Si partimos de que el ser humano es un ser social y que la Historia in-
vestigaba al ser humano en sociedad, la Historia sería el conocimiento de
los seres humanos en el tiempo. Constatamos la importancia de esta disci-
plina en la formación de la persona y en la aparición de una actitud crítica y
la capacidad de razonar por sí sola. La Historia debe convertirse en un ins-
trumento que permita la comprensión y crítica de los sucesos por parte del
alumno para que juzgue y elija el camino que él considere más coherente.
Gracias a la Historia el alumno puede conocer el pasado y proveerse de una
base que le proporcione unos moldes de pensamiento y de acción adecuados
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para su vida presente. Con su estudio y análisis le proporciona una serie de
valores, ideas y reflexiones con los que se puede llegar a ser un ciudadano
consciente de su propio contexto individual y colectivo, y comprometido con
su mundo vivencial.
En la Historia también se puede buscar respuesta a los problemas socia-
les y medioambientales que son interdependientes y cuyo origen es la des-
igual distribución de recursos y riqueza en el mundo, el uso inadecuado que
se hace de ellos y las agresiones que cometen contra las personas y el medio
ambiente. Muestra al alumno que el crecimiento económico es parcial y des-
igual, y que la gran mayoría de los conflictos sociales derivan de ello. Para
cambiar esto es necesario cambiar el paradigma filosófico y ético y los órde-
nes económicos y sociales más justos; por ello, es muy necesario presentarle
conceptos tan vitales como el de desarrollo sostenible que consiste en satisfa-
cer las necesidades de nuestra generación sin comprometer las de generacio-
nes futuras, o que occidente tenga un quinto de la población mundial y gaste
el 70 de la energía global, el 75 de sus metales y el 85 de la madera, a
fin de generar en el alumno, al menos eso es lo deseable, un conflicto interno
que haga de él una persona más comprometida con su mundo.
También el conocimiento histórico conlleva la formación integral de la
persona y el respeto a los derechos y deberes de los ciudadanos. El DCB del
MEC para la ESO resalta como aspiraciones esenciales inculcar en los ado-
lescentes la tolerancia, solidaridad y responsabilidad en la conservación del
medio ambiente, su valoración como hecho cultural, y un sentido crítico y
de participación en los asuntos colectivos.
Ya hemos visto lo que aporta su estudio en el ámbito cognitivo y en lo
actitudinal, aludiendo la influencia de estas dimensiones en la persona del
adolescente. Sirve para que conformen unos valores humanos y sociales; ofre-
ce una perspectiva general de los cambios sociales y humanos, mostrándo-
les que son un producto histórico; es útil también para que aprecien qué es
progreso y qué es regresión en las actitudes humanas y para el desarrollo de
la imaginación y capacidad reflexiva (actúa a modo de combustible de la cal-
dera mental, pues cuanto más conozcan el discurso histórico más podrán ima-
ginar, nutrir y estimular la facultad reflexiva del individuo, ya que enfrenta
sus concepciones políticas, sociales y éticas ante los problemas reales y con
la visión del pasado que ayuda a relativizarlos).
2.5.
Valor práctico de la Historia
Una interpretación, tan actual como equivocada, le atribuye a la ciencia
un simple valor instrumental, al establecer que una teoría científica sólo tie-
ne el sentido que le dan las consecuencias prácticas que resultan de ellas y
las leyes científicas son simplemente normas de acción. En el siglo XIX se
veía a la ciencia histórica como el único conocimiento universalmente co-
municable y el único justificable porque no se funda en la experiencia priva-
da, y en consecuencia, el único posible de lograr salvación de la humanidad
y la unidad de los hombres, a los que libraría de toda estrechez subjetiva.
Pero el valor práctico de la Historia es mucho más amplio, pues aporta
principalmente un punto de partida, una base de la que partimos a la hora de
integrarnos en la sociedad. Es necesario que si tratamos de comprender, de
una manera lógica, la sociedad y el mundo en el que estamos inmersos debe-
mos conocer sus rasgos generales. L. Febvre dejaba claro en uno de sus diálo-
gos: «Papá ¿para qué sirve la Historia? Para saber leer un periódico» (1970:
35). Tan simple como eso.
En efecto, desarrolla habilidades y destrezas propias del área de cono-
cimiento y que podemos agruparlas en seis conjuntos diferenciados referi-
dos al: tratamiento de documentos y medios de comunicación; a la cartogra-
fía y representación gráfica de magnitudes y su interpretación; al tiempo his-
tórico y sus diversas formas de manifestación, representación y comprensión;
al reconocimiento y valoración del patrimonio histórico-artístico en general;
al manejo y empleo de útiles e instrumentos que complementan el conoci-
miento práctico de la Historia; y correspondiente al propio método científi-
co de indagación o investigación histórica.
3. SU FUNCION EDUCATIVA
Mas allá de plantear el debate obsoleto de la importancia de las Cien-
cias Sociales como un área de conocimiento útil para la formación del
alumnado de la Educación Secundaría, proponemos aquí reflexionar sobre
su función educativa, eso sí, centrándonos en la disciplina histórica, en su
caracterización y presencia dentro del currículum, dado que sus contenidos
dependen en gran medida de la función que se le atribuye.
Para ello, hemos de tener presente lo establecido por la Legislación Edu-
cativa, desde lo contemplado en el Decreto 166/1992, de 9 de junio, hasta el
Diseño Curricular Base, propuesto por la Administración Central, así como
lo establecido en las leyes de educación (LOGSE y LOE). A tenor de ella,
es conocido que en el área de Ciencias Sociales, la Historia reciben un ma-
yor protagonismo a la hora de confeccionar currículums, pues se trata de una
materia tradicional que tuvo una mayor extensión de contenidos y, al esta-
blecerse los nuevos programas de estudios sociales, siguió siendo mencio-
nada en primer término, debido al gran valor de su contenido social. Por ello,
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los conceptos estructurantes (la idea de temporalidad, es decir, aque-
llo que queda en la conciencia colectiva del pasado histórico; la/idea
de intencionalidad, es decir, los motivos que llevaron a un determina-
do acontecimiento histórico; la idea de causalidad, etc.) que obliga-
rán a los alumnos a la reflexión y a la construcción de su propio co-
nocimiento y aprendizaje, a la comprensión de las diferentes realida-
des del mundo actual.
2.° El desarrollo de las capacidades de comprensión y de asunción de
conceptos generales y abstractos de la realidad mundial.
3.° El aprender a trabajar en grupo, generando un espíritu de solidari-
dad y cooperación.
Así pues, la enseñanza de la Historia adquiere toda su relevancia cuan-
do se reconoce la necesidad de formar alumnos conscientes de que la reali-
dad inmediata sólo puede entenderse desde una visión completa de los he-
chos y acontecimientos históricos, perspectiva que, además de integrar re-
flexivamente pasado y el presente, proporciona las claves para poder explo-
rar la evolución futura de nuestra sociedad. Es necesario considerar pues,
que la enseñanza de la Historia debe crear en el alumno una conciencia del
pasado que le permita comprender el presente y lo prepare para su proyec-
ción hacia el futuro.
Reiteramos que es fundamental la interacción entre el pasado y el pre-
sente, para que de esta forma los alumnos sean capaces de dimensionar la
importancia de la Historia, como respuesta a sus preguntas sobre el pre-
sente en el cual viven, pues de lo contrario, ¿cómo explicarles la realidad
de los problemas actuales que perciben diariamente tras las pantallas de te-
levisión y/o demás medios de comunicación? La clave está en plantear pro-
blemáticas del presente cuyas respuestas nos de la historia al recrear nuestro
pasado, de esa forma los alumnos comprenderán la importancia de la cien-
cia histórica como reconstructora de procesos que dan respuestas a las de-
mandas sociales del presente. Estos procesos deben ser recreados con la pro-
fundidad, la diversidad y la complejidad que la vida humana implica y que
la Historia sabe captar en su entera dimensión como disciplina científica y
que, como tal, debe enseñarse a los alumnos.
Sin embargo, y a pesar de todo, dilucidar el papel educativo de la His-
toria es, sin duda, una cuestión difícil, sujeta a opiniones diversas poco sus-
ceptibles de facilitar puntos de acuerdo. Desgraciadamente la historiografía
académica adolece de un importante déficit de reflexión sobre este aspecto,
remitiéndonos la mayor parte de ella al componente epistemológico como
materia escolar. Inciden en ello tangencialmente las aportaciones de Fonta-
na (1982), Lozano (1987), Wilkins (1983) y Valdeón (1988). Por tanto, la
primera cuestión que los docentes hemos de afrontar ha de ser establecer los
criterios generales que
proporcionan un marco de referencia respecto al ca-
rácter integrador de la Historia en el proceso formativo de la persona.
En esta situación una serie de interrogantes se nos ofrecen al respecto:
¿existen razones de peso que justifiquen la enseñanza de la H istoria?, ¿tienen
los adolescentes de hoy necesidades formativas a las que la educación históri-
ca pueda dar satisfacción adecuada?. Las respuestas hasta hace poco tiempo
sólo ofrecían lecturas de índole retórica «enriquecimiento cultural» para unos,
«razones de patriotismo» para otros), pues el profesor, ante el binomio asigna-
tura-alumnos prestaba mayor atención al primer componente: enseñar Histo-
ria; su utilidad formativa o el interés que los alum nos pudieran m ostrar hacia
ella quedaba en precario.
Hoy día esta situación ha experimentado cambios sustanciales institucio-
nales como la generalización de la enseñanza obligatoria o programáticos
como la progresiva integración de la Historia en las ciencias sociales) que con-
secuentemente han p osibilitado cuestionar el papel que la Historia venía ejer-
ciendo como materia aislada en los antiguos planes de estudio sin menosca-
bo alguno de su propia naturaleza científica.
En efecto a la Historia como disciplina tiene por finalidad informar de la
unidad y diversidad de los estados, concebidos como un con junto de naciona-
lidades y regiones que constituyen el acervo común constitucional, fomentan-
do la pluralidad, convivencia y solidaridad entre los pueblos; ubicar al alumno
en su contexto nacional y más allá de las fronteras estatales en un contexto
europeo y mundial; revalorizar el patrimonio tanto natural, como cultural e his-
tórico fuente de disfrute y recurso para el desarrollo individual y colectivo, así
como para la con tribución de su conservación hacia generaciones futuras; pro-
porcionar una capacidad crítica respecto a los problemas sociales
actuales, así
como a participar de forma individual y cooperativamente en la solución de
estos problemas; y valorar la diversidad tanto cultural como lingüística así como
derecho de los pueblos e individuos a su identidad. La Historia, por tanto, per-
mite una reflexión acerca de los derechos y libertades de las personas, mani-
festando actitudes de solidaridad, compromiso con la paz y rechazo de las dis-
criminaciones existentes.
Es por ello que el profesor debe reorientar sus estrategias de enseñanza;
debe, en primer lugar, concienciarse de la utilidad y de la importancia de la
disciplina a la que dedica su labor profesional, creer en la Historia, (de no
ser así sería preferible que abandonara su trabajo como docente y se dedica-
ra a otra tarea profesional, en beneficio de sí mismo y de sus alumnos), pues
solo de este modo conseguirá transmitir a sus alumnos la idea de que la asig-
natura que estudia le es y le será útil en su vida personal, a nivel individual
y social, en su desarrollo integral como persona, en su desarrollo socio-pro-
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res imprescindibles para que adopten una actitud ética y comprometida, den-
tro de una sociedad plural y solidaria».
A nuestro juicio entendemos que, en la medida que la Historia reflexiona
sobre el conjunto de la sociedad en tiempos pasados y pretende enseñar a com-
prender cuales son las claves que están detrás de los hechos, de los fenómenos
históricos y de los acontecimientos, los temas que deban estudiarse serán los
que mejor permitan visualizar estos fenómenos, sean de aquí o de la China. Y
es que la Historia tiene, por sí misma, un alto poder formativo para los futuros
ciudadanos, en cuanto a que no nos enseña cuáles son las causas de los pro-
blemas actuales, pero sí sus antecedentes. Es un inmejorable laboratorio esco-
lar de análisis social. La Historia como ejercicio de análisis de problemas de
las sociedades de otros tiempos, ayuda a comprender la complejidad de cual-
quier acontecimiento, de cualquier fenómeno social, político, etc. y de cual-
quier proceso. Aquí radica, entendemos, sus mejores posibilidades formativas.
En dichos Decretos se establecen como finalidades educativas propias
del área y materia de conocimiento, el contribuir a que los alumnos adquie-
ran las siguiedies capacidades:
1.° Identificar, analizar y explicar acontecimientos, cambios y perma-
nencias relevantes en la Historia, situándolos adecuadamente en el
espacio y el tiempo, valorando su repercusión en el proceso históri-
co de los diversos pueblos.
2.° Entender las grandes cuestiones nacionales (económicas, políticas
y culturales) que plantea la Historia buscando sus raíces y su inci-
dencia o pervivencia en la situación actual.
3.° Elaborar una síntesis de la evolución histórica de los pueblos euro-
peos en relación con el proceso histórico del mundo, utilizando al-
gún tipo de representación.
4.
Desarrollar procedimientos y hábitos de trabajo propios de las cien-
cias sociales empleando con propiedad la terminología básica y uti-
lizando adecuadamente fuentes de información diversas.
5.° Argumentar las propias ideas, revisándolas ante las nuevas informa-
ciones, entendiendo el análisis histórico como proceso en reelabo-
ración continua desde los valores básicos de una ciudadanía diversa
y realmente democrática.
6.° Apreciar y reivindicar valores de libertad solidaria y de igualdad en
la diversidad como fundamento del proyecto social de futuro, en un
país y en un mundo con grupos bastante diferenciados.
Parece claro que la sociedad actual lo que requiere del nuevo sistema
educativo es que los alumnos:
—Reconozcan y expliquen acontecimientos históricos relevantes.
—Identifiquen las raíces históricas de los grandes temas actuales.
—Comprendan que la Historia española está relacionada con un con-
texto espacial más amplio.
—Conozcan y empleen la terminología y los procedimientos de una dis-
ciplina científica: la Historia.
—Adopten una actitud crítica ante la información.
—Desarrollen valores democráticos como la solidaridad, la paz y la li-
bertad.
Llegados a este punto, también podemos preguntamos: ¿coinciden, en tér-
minos generales, con los fines y los valores establecidos para la enseñanza de
otros ámbitos y/o disciplinas científicas?, ¿se consideran idóneos y/o se ajus-
tan a los determinados para la enseñanza de la Historia? Creemos que sí. Si
acudimos a los no demasiado numerosos estudios que se han efectuado sobre
el tema, comprobaremos que siempre se le-adjudican a la Historia papeles se-
mejantes. Algunos de ellos son los siguientes:
a)
La Historia debe proporcionar a los alumnos y a las alumnas un mejor
conocimiento de la realidad que les ha tocado vivir, ayudándoles a situarse en
el mundo en el que viven y a superar su óptica muchas veces «localista»
y
«presentista».
Estaremos de acuerdo en que este punto es ampliamente asumible por
todos, tanto por los profesionales de la enseñanza de la Historia como por
aquéllos que no lo son. De hecho se ha convertido en un «lugar común» afir-
mar que la Historia, a través de unos procesos de enseñanza-aprendizaje, ayu-
da a los alumnos a comprender mejor el presente a través del conocimiento
del pasado, ayudándoles a programar su futuro individual y colectivo.
Pasado, presente y futuro se hayan así íntimamente entrelazados: el pre-
sente no se podría entender, en toda su complejidad y riqueza, sin conocer
el pasado y, a la vez, la comprensión del pasado y del presente aporta las
herramientas necesarias para transformar el presente y preparar el futuro.
La enseñanza de la Historia se convierte así en un instrumento de reflexión
crítica que ayuda al estudiante a comprender mejor la sociedad en la que vive.
b)
La Historia, en cualquier sistema educativo, cumple siempre un pa-
pel de conformación de la identidad nacional. Los conocimientos que se tie-
nen sobre la realidad histórica nacional y sobre su pasado, son transmitidos
así de una generación a otra.
«Ser es, esencialmente, ser memoria», se ha llegado a afirmar. En este
sentido, la Historia, como memoria colectiva, se muestra imprescindible para
la subsistencia de cualquier colectividad y para la formación política, ideo-
lógica y cultural de la sociedad.
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Este hecho explica que ante los mismos acontecimientos, nos encontre-
mos con versiones muy diferentes, a consecuencia de los distintos trasfon-
dos ideológicos; manifiesta, asimismo, el resurgir de la Historia adaptada al
marco de las nacionalidades o de las Comunidades Autónomas; y justifica
finalmente que, en ocasiones de triste recuerdo, la clase de Historia se haya
convertido en una herramienta para el adoctrinamiento ideológico, o que haya
sido utilizada por unos grupos sociales para estructurarla en su favor y, por
otros, para convertirla en un arma, en un medio para conseguir el cambio
social o político.
c)
La Historia permite a los jóvenes enriquecer su conocimiento y com-
prensión de la naturaleza social e individual del ser humano. Aunque existen
otras disciplinas capaces de atender este fin, la Historia se considera como
la disciplina que proporciona una perspectiva más global y más rica en ma-
tices sobre la experiencia colectiva. El hombre es un ser social, pero la so-
ciedad se compone de individuos, de entes individuales que piensan, viven,
y actúan de manera personal. Lo individual y lo colectivo se encuentran, pues,
íntimamente imbricados.
La Historia es quizás la única ciencia donde se contempla de manera
global dicha imbricación; la única construcción capaz de articular un discur-
so «donde tienen cabida lo abstracto y lo concreto, los grandes movimientos
y fluctuaciones con la experiencia individual de las gentes, lo que equivale a
hablar de hombres y mujeres, de capas sociales dominantes y dominadas;
un discurso capaz de coordinar lo público y lo privado, prestando especial
atención a este último ámbito como elemento clave en la estructuración y
desestructuración de las relaciones sociales, de los grupos sociales y de la
conciencia que de sí tienen esos grupos» (Ramos, 1995).
d)
La Historia tiene un papel educador de primer orden, al considerarse
esta disciplina un medio adecuado para adquirir ciertas habilidades cognitivas
en el manejo de las fuentes informativas (especialmente las habilidades de
análisis, inferencia, interpretación crítica, síntesis, juicio valorativo, etc.).
En nuestros días, expresiones como «aprender a aprender», «aprender a
pensar», o «enseñar a pensar», son de uso frecuente, hasta el punto de que
parecen haberse convertido en indicadores de las exigencias y de las deman-
das de la sociedad actual.
e)
La enseñanza de la Historia es un medio idóneo para desarrollar actitu-
des, tanto desde el punto de vista individual como social. Entre ellas destacan la
solidaridad, la tolerancia y el aprecio de los valores democráticos. La institución
escolar tiene encomendada la formación de los futuros ciudadanos, y éstos, en
una sociedad democrática, deben ser instruidos en las actitudes y los valores que
le son propios. Entre ellos, la tolerancia, la solidaridad, el respeto a las opinio-
nes ajenas, la igualdad entre los sexos, la educación para la paz, y un largo etcé-
tera, constituyen valores ineludibles. Y la Historia puede, y debe, aportar mucho
a esa formación ineludible en los valores de nuestro tiempo.
5.2.
Según nuestra propuesta curricular
A partir de lo expuesto hasta ahora podemos extraer una primer conclu-
sión importante: la Historia no es, ni puede ser, aséptica en los nuevos Dise-
ños curriculares, antes bien ofrece unas potencialidades educativas que han
de fomentarse y concretarse en el entorno social, pues debe ayudar a ense-
ñar a las nuevas generaciones aquellos conceptos, procedimientos y actitu-
des que se consideran socialmente relevantes.
El carácter formativo de la Historia se formula en términos de capaci-
dades y no como comportamientos concretos evaluables. Si se coteja la es-
tructura de los ejes del área y su articulación con los bloques de contenidos
en el Diseño Curricular Base del MEC para la Educación Secundaria Obli-
gatoria, se resaltan como aspiraciones esenciales a inculcar en los adoles-
centes, la tolerancia, solidaridad y responsabilidad en la conservación del
medio ambiente, su valoración como hecho cultural, y un sentido crítico y
de participación en los asuntos colectivos. Pero consideramos que desde una
perspectiva genérica, son muchas más las capacidades formativas de la His-
toria y que por ser complejas no resultan ser siempre fáciles de explicar (ver
cuadro núm. 4). En todo caso, dichas aspiraciones inciden indistintamente
en el ámbito cognitivo, afectivo, de relación interpersonal y de actuación e
inserción social del alumno. Pero además, en cualquiera de los casos, se pre-
tende proporcionar directrices educativas más orientadoras y cercanas a la
vida real.
5.2.1.
Dimensión científico-disciplinar
La argumentación teórica de justificar la enseñanza de la Historia afir-
mando que su
conocimiento es necesario al alumno para comprender el mun-
do presente
conocer sus claves y poder actuar en consecuencia, se ha conver-
tido en un tópico, pero como tal, puede bastar simplemente para justificar su
enseñanza y figurar como objetivo prioritario en esa declaración de buenas in-
tenciones que suponen las primeras páginas de toda programación o planifica-
ción educativa (es bien cierto que, hoy día, la Historia ya no es para muchos
jóvenes curiosidad o nostalgia del pasado, sino deseo de un conocimiento ex-
plicativo útil para comprender el presente). Pero, decir simplemente que la His-
toria ayuda al alumno a comprender mejor su presente, sin otras implicaciones
disciplinares y sin una selección y priodización de los contenidos y activida-
8/16/2019 3 (Capitulo 3) El Valor Formativo y La Enseñanza de La Historia
11/15
1o8
L V A L O R FO R M A T I V O Y L A E N S E Ñ A N Z A D E L A H I S T O R I A L VALOR FORMATIVO DE LA HISTORIA
09
Cuadro núm 4 Ámbitos formativos de la Historia
A M B I T O C I E N T I F IC O A M B I T O Y S O C I O -
AFECTIVO
A M B I T O P E R S O N A L
—Seleccionar e interpretar
— Comprender las distintas — Desarrollar la
la in-formación.
sociedades resultados de
imaginación.
— Representar secuencias complejos procesos sociales y
— E stimular la memoria.
temporales.
humanos.
— Desarrollar la
— A nalizar y comparar
— Reconocer la personalidad
capacidad reflexiva.
fuentes históricas.
de un pueblo y/o cultura.
— F ormar en la l ibertad.
— Interpretarlas — Tolerancia hacia formas
— Trasmitir contenidos
considerando el contexto
general de su época.
de vida y valores distintos de
los propios.
actitudinales de tolerancia,
respeto y solidaridad.
— Distinguir entre — Respeto a sus costumbres
— Desarrollo de una
circunstancias generales y
y tradiciones e interés por
actitud crítica y de
motivos personales. mantenerlas y/o recuperarlas.
compromiso personal.
— Identificar y analizar — Valorac ión y respeto a las
— Competencia personal
procesos de evolución y
costumbres y forma de vida
para reflexionar sobre su
cambio de distinta de sus antepasados.
mundo vivencial.
duración.
— Considerar los objetos
— C ompromiso personal
— Realizar análisis cotidianos como portadores de
para participar en la
compara tivos y de información histórica.
mejora de las relaciones
valoración de las di-
— Conservar los restos
sociales.
ferencias culturales. histórico-artísticos como
— Responsabilidad,
— Planificar y realizar fuentes de información de sus
respeto valoración y
trabajos de síntesis. antepasados.
compromiso en la defensa
— Intervenciones en
— V alorar la acción humana
del patrimonio
sencillas investigaciones en la conformación de la
neohistórico.
utilizando fuentes historia.
— Reflexión crítica a los
primarias y secundarias. — Responsabilidad en el uso
aspectos diversos de su
— O bservación directa y y consulta de documentos entorno.
conocimiento del
históricos.
— Integración en su
patrimonio próximo.
mundo vivencial.
Fuente: Elaboración propia
des es un argumento que sirve de bien poco como meta educativa toda vez
que limita y empobrece las posibilidades formativas de la Historia. Por ello se
hace necesario al respecto matizar mucho más esta afirmación.
La acción educativa que se asigna a la H istoria y la necesidad de una edu-
cación histórica está estrechamente vinculada al problema de la generaliza-
ción. En efecto por el conducto de la generalización tratamos de aprender de
la Historia y de aplicar la lección deducida de un conjunto a otro conjunto de
acontecimientos; pero las lecciones continuas de la Historia vienen subraya-
das por mu ltitud de hechos observables, y no de exigencias más corrientes que
ésta pues es intrínseco a la enseñanza histórica estimular una más profunda
comprensión tanto del pasado como del presente
para así poder establecer una
comparación recíproca. «La Historia que leemos —dice Barraclough— aun-
que basada en los hechos, no es en puridad, en absoluto fáctica, sino más bien
una serie de juicios emitidos» (1955: 14).
En la misma línea Lee afirma que: «puesto que la Historia es simple-
mente la investigación racional del pasado y puesto que no podemos escapar
del pasado, debemos ambicionar el mejor conocimiento que sobre éste sea po-
sible obtener... Si nuestro conocimiento del mundo actual es instantáneo y no
conlleva concepción substantiva del pasado, ser históricamente ignorante, es
simplemente ser ignorante» (1976: 35). Pero conocer el pasado supone dedi-
carse a definir los factores sociales, sus interacciones, sus relaciones de fuer-
za, y descubrir los impulsos que dictaron sus actos. Todo detalle del pasado es
imprescindible para el existir del presente. Ninguno de los momentos por los
que atraviesa es mejor ni peor que cualquier otro; en cada uno de ellos los
hombres se enfrentaron a una situación única que dio origen a un problema
único o al eterno problema de una forma única; cada período con el que nos
familiarizamos aparece como algo luminoso, inteligentemente racional y por
tanto admirable; le condicionaron unos problemas y dispuso de unos medios
adecuados para afrontarlos y darles mejor solución.
La Historia despierta, pues, en el hombre el
sentido de lo posible antes
que el sentido de lo probable y le facilita elegir entre las alternativas racio-
nales de su tiempo. La Historia no puede ofrecer ninguna ley fija, ni postu-
lado, ni solución inevitable que sirva de base para resolver entre dichas al-
ternativas. Y es que los acontecimientos históricos no pueden explicarse en
función de una causalidad simple, es decir de una relación de causa y efecto
único, sino que el estudio de lo pasado nos revela un patrón dominante de
causalidad múltiple.
Por otra parte, al afirmar que la Historia proporciona al alumno un me-
jor conocimiento de la realidad
en que vive debemos distinguir los compo-
nentes esenciales de esa realidad, los rasgos y problemas fundamentales de
nuestro mundo internacional contemporáneo y los rasgos principales de la
trayectoria histórica de su comunidad nacional. Quizá uno de los valores esen-
ciales de la Historia sea su carácter de realidad que perteneciendo ya al pa-
sado, nos rodea aún con su presencia y no pocas veces influye en nuestra
vida. En este sentido H. Freyer expresa que «la figura fundamental del acon-
tecimiento histórico, abstracción hecha de todo vínculo con un orden supe-
rior, consiste en que una generación haga suya la situación en que se en-
cuentra, bien sea por que se adapte a ella para perdurar, bien porque la do-
mine y la transforme, bien porque la convierta en trampolín para saltar más
allá.
Una situación conceptual y abstracta es un escenario rodeado de basti-
dores; sólo al asumirla se convierte en mi situación. En este sentido la His-
8/16/2019 3 (Capitulo 3) El Valor Formativo y La Enseñanza de La Historia
12/15
I 10
L VALOR FORMATIVO Y LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA
L VALOR FORMATIVO DE LA HISTORIA
I I
toria consta de momentos presentes que se forman sucesivamente como ma-
teria prima del futuro»(1958: 225). Si sólo redujésemos la Historia a unos
cuantos sucesos, esta supervivencia sería más difícil captar, pero puesto que
la Historia trata también de momentos en los modos de vivir, de pensar y
trabajar, etc., es decir, de todo cuanto forma el tejido de la vida humana, es
preciso reconocer que tales realidades sobreviven en general a sus creadores
y que, más o menos transformadas, siguen viviendo incluso en las cosas que
las han sustituido. Es así, cómo el estudio de la Historia sirve al individuo
para situarse conscientemente en las coordenadas espacio-temporales, para
poder conocer de manera crítica su herencia personal y colectiva y para po-
der también comprender las actitudes y valores de su comunidad. Pero una
comprensión de este presente histórico nacional o internacional no podrá en
modo alguno lograrse mientras no relativicemos y descentremos la visión
que actualmente se mantiene en la enseñanza histórica, pues con estudiar sólo
nuestros antecedentes históricos no son suficientes; hemos de introducirles
en el conocimiento de otras sociedades muy diferentes para proporcionarles
una perspectiva más rica y contrastada del mundo en que vive.
Otro aspecto del carácter formativo de la Historia en este ámbito es el
papel educador que posee para adquirir
ciertas habilidades cognitivas
(análi-
sis, inferencia, interpretación crítica, síntesis, juicio evaluativo, etc.) en el ma-
nejo de las fuentes informativas y desarrollar actitudes intelectuales y social-
mente tolerantes. El primer aspecto es uno de los objetivos educativos de la
enseñanza histórica que hoy día se está consolidando en todo diseño curricular,
pues está vinculado estrechamente con el desarrollo creciente de la comunica-
ción y de nuestras sociedades democráticas. Si bien es claro que otras muchas
disciplinas pueden contribuir a este fin, lo cierto es que la Historia está parti-
cularmente más pertrechada, ya que el conocimiento histórico tiene su funda-
mento en el tratamiento de las fuentes de información. Por tanto, enseñar los
métodos de investigación histórica equivale a enseñar el manejo de la infor-
mación, a distinguir críticamente entre dato objetivo, juicio de valor, opinión
y prejuicio, a extraer nuevas informaciones por deducción, a sintetizar los da-
tos recogidos y a emitir juicios ponderados sobre cuestiones discutibles.
5.2.2.
Dimensión socio-afectiva
El carácter formativo de la enseñanza de la Historia en este ámbito se ma-
nifiesta en que se constituye como medio útil para que los adolescentes se for-
men en una serie de valores humanos y sociales importantes en la conforma-
ción de futuros ciudadanos. En efecto, la Historia permite enriquecer el
cono-
cimiento y comprensión de la naturaleza social e individual del ser humano.
Ni qué decir tiene que existen otras materias del Plan de Estudios que se
adecuan a este fin, pero la Historia es la que proporciona una perspectiva
más global y rica en matices, en cuanto que analiza la experiencia social y
colectiva a través del tiempo, su estudio debería servir mejor para entender
las fuerzas generadoras de los procesos de cambio y evolución en las socie-
dades humanas.
Es vital en la formación del adolescente que adquiera experiencia en el tra-
tamiento de los complejos procesos sociales y humanos en general, y que en-
tienda también que las distintas sociedades no son producto de cálculos raciona-
les sino resultado de procesos históricos. Como dice D. Shemilt: « Es importan-
te que, los alumnos puedan confrontar ejemplos de regresión y de progreso en
los asÑntos humanos y comprender cómo y por qué las cosas han cambiado tan
a menudo a menos» (1980: 17). Es necesario que se enfrente con la «tragedia de
buenas intenciones» y se den cuenta que muchos de los problemas que hoy nos
acosan no provienen de la avaricia, la estupidez o la depravación de nuestros
predecesores, sino de intentos visionarios y heroicos de hacer las cosas bien.
Si la clase de Historia no aporta al alumno una aproximación al intrin-
cado complejo de circunstancias (estructurales y coyunturales), intereses y
posiciones ideológicas de los grupos, acciones individuales que intervienen
en todo proceso de cambio social, habría que cuestionarse el valor formati-
vo de la enseñanza histórica.
Ya en los niveles superiores de Bachillerato, con una cierta formación
histórica, existen adolescentes capaces de ir más allá de la mera descripción
de los fenómenos sociales que le rodean y comienzan a proponer tentativas
de
explicación causal de otros hechos
elaborando un primer esbozo de hi-
pótesis que incide en la comprensión de las relaciones causales y en la im-
portancia de las distintas variables que interactúan en un proceso social. Igual-
mente observamos una nueva actitud plenamente comprensiva, solidaria y
tolerante hacia la diversidad (opiniones, formas de vida, creencias, etc.) de
sociedades y culturas distintas, superando así su dimensión egocéntrica.
Es evidente que la Historia les ha influenciado fuertemente, pues al ana-
lizar aspectos del pasado en los que intervienen personas distintas cuyas pers-
pectivas sobre un mismo tema suelen diferir, el alumno debe entender los
distintos puntos de vista que confluyen en el momento dado para compren-
der los procesos sociales. A partir de entonces, estará en disposición de en-
frentarse a los problemas sociales pasados y presentes y de reflexionar acer-
ca de la confrontación de fuerzas y pareceres que se producen.
Por último también la Historia enseña que no solamente debemos eva-
luar la personalidad de un pueblo sólo por las manifestaciones de fuerza y
valor, sino tomando en cuenta por igual las muestras de ingenio y los frutos
de su espíritu. Consecuentemente, el precio de la felicidad, de la grandeza y
8/16/2019 3 (Capitulo 3) El Valor Formativo y La Enseñanza de La Historia
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EL VALOR FORMATIVO Y LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA
I I 2
a sido siempre el mismo en todos los ámbitos de las civiliza-
del poder no h
ciones históricas, sino que, en última instancia, lo que hace volver los ojos
para contemplarlas no son tanto los triunfos del bienestar material y de la
fuerza, sino mucho más los de la inteligencia y cultivo del espíritu humano,
y de la satisfacción y felicidad de sus habitantes.
5.2.3.
Dimensión psicoevolutiva del alumno
a)
Desarrollo de sus facultades mentales y de la relación interpersonal
La ciencia histórica posee profundidad y latitud y ofrece la posibilidad
de vivir con grandeza, ya que posibilita el conocimiento de la mentalidad y
el carácter de los personajes insignes del pasado y nos pone en un contacto
con ellos más íntimo que el alcanzable en nuestro tiempo con las personas
de nuestra propia sociedad. Pero además de ello, como ya he dicho anterior-
mente, nos dota de una serie de actitudes y habilidades tendentes a activar el
interés y curiosidad por el conocimiento histórico, a desarrollar el pensamien-
to creativo, la comprensión conceptual y la habilidad intelectual por resol-
ver problemas.
Por ello, la Historia es una vía muy válida para
desarrollar la imagina-
ción
pues nos arroja luz sobre los datos más impersonales y monótonos, so-
bre las decisiones de todos aquellos agentes históricos que estuvieron carga-
dos de incertidumbres, y nos aporta la esperanza y el valor suficiente para
desvelar las propias decisiones. Pero, ni qué decir tiene, que somos cons-
cientes de la dificultad que entraña llevar a su realización experimentos re-
trospectivos de comprobación histórica, toda vez que, aunque se pudieran.
dirigir dichos métodos, nos seguiría acuciando el problema del saber histó-
rico y nos veríamos atenazados por la evidencia de los testimonios escritos,
como así se manifiesta también H. Stuart (1967).
La Historia sirve igualmente para
estimular la memoria
del individuo, toda
vez que amplía sus horizontes intelectuales, da hondura a su comprensión, les
inculca preceptos morales, les recuerda que el tiempo es inconmensurable, que
su propia vida es transitoria (cada una de las generaciones pasadas se considera
a sí misma como el fin y propósito único de la Historia) y que todos los proble-
mas y asuntos que en un momento dado les oscurecen el horizonte, ni siquiera
podrán distinguirse después en el otro horizonte más grande de la Historia. Pre-
cisamente porque la Historia amplía su perspectiva y contrarresta su provincia-
lismo innato espacio-temporal que se mani
fi
esta en sus actitudes sociales, polí-
ticas y morales ante los problemas reales de la propia existencia, por ello tam-
bién nutre y
estimula la facultad reflexiva;
nunca se ve más ocupada ésta que
EL VALOR FORMATIVO DE LA HISTORIA
13
cuando se dedica a descubrir la causalidad de la ciencia histórica. En efecto, son
muchos, hoy día los estudiantes que ya no les satisface al estudiar la materia
comprobar el simple relato de los acontecimientos acaecidos, sino que busca jus-
tificaciones de por qué sucedió así. Como afirma Bolingbroke: «la Historia es
una filosofía que enseña por ejemplos»(citado por Commager, 1967: 108).
Pero si la capacidad para tratar la información es una meta educativa en
la enseñanza histórica, también la formación en la libertad
y
en la adquisi-
ción de actitudes de tolerancia
tanto social como cultural, dentro del ámbito
de la relación interpersonal no lo es menos. En efecto, su experiencia direc-
ta suele ser muy limitada, y la que puede adquirir a través de los medios de
comunicación se presenta en la mayoría de los casos, muy mediatizada, cuan-
do no manipulada. La ciencia histórica puede contribuir de manera directa
en la consecución de dicho cometido, pues ofrece al alumno una gran varie-
dad de experiencias individuales que enriquecen su limitada experiencia per-
sonal, habida cuenta de la necesidad objetiva que siente el adolescente de mo-
delos y ejemplos de actuación humana en el desarrollo de su propia personali-
dad. Así, el estudio de épocas históricas pasadas nos brinda la oportunidad de
considerar las formas de vida, creencias, hábitos y actitudes colectivas de una
sociedad muy distinta a la suya; a explicar dicho período, comprometiéndo-
nos a un esfuerzo de comprensión por considerar los hechos no con presentismo
histórico, sino a raíz de las informaciones documentales; a ser tolerantes con
quienes luchan por intereses contrarios a los nuestros y por ideas que a veces
nos parecen abominables, instruyéndonos en la necesidad que tenemos de li-
bertad (para investigar, para aceptar o disentir de la heterodoxia), pues nos
muestra con toda claridad que el único camino para evitar el error ha sido el
de la libertad, y que el hombre no está sujeto a leyes férreas ni es víctima de
la suerte ni del caso, que no ha de seguir un cauce determinado, ni ha de
resignarse a la idea del viento voluble de la Historia, ya que ésta nos de-
muestra que si los hombres no son los arquitectos de su destino, tampoco
son sus víctimas (Croce, 1968).
Pocas disciplinas como la Historia pueden ofrecernos, sobre hechos pa-
sados, interpretaciones semejantes o dispares racionalmente defendibles. Se
trata, pues, de una materia especialmente indicada para enseñar que el cono-
cimiento científico es antidogmático, provisional y discutible sin dejar por
ello de ser riguroso. Así se combate la actitud, inherente a la naturaleza hu-
mana, de incomprensión hacia creencias y formas de vida ajenas y que con
frecuencia se tornan en paternalismos trasnochados y despreciativos ante so-
ciedades tecnológicamente menos avanzadas.
La estrategia de actuación en este punto consiste en el manejo práctico
de las fuentes (por medio de investigaciones primarias sobre aspectos de un
conjunto temático, o bien sobre una selección documental realizada por el
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14/15
I
1
4
L VALOR FORMATIVO Y LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA
r, o ponerle frente a distintas interpretaciones históricas sobre un
profeso )
mismo acontecimiento del pasado, y así incitarle al esfuerzo de comprender
asado,
la «lógica humana» de aquellas creencias y actitudes del pasado, bien dis-
tintas a la «lógica individual». Sin embargo, iniciar al alumno en la com-
prensión de los complejos procesos del cambio social, y enriquecer su expe-
riencia personal mediante el conocimiento de casos individuales es algo que
inicialmente se halla reñido con las programaciones enciclopédicas y a su
vez superficiales, vigentes hoy día en los Planes de Estudios, pero es un reto
que los profesionales hemos de afrontar trabajando en la elaboración de una
ciencia que le sirva como instrumento de comprensión y de crítica. Así tam-
bién se manifiesta K. Mannheim (1958) al presentarlo como una necesidad
educativa y de aprendizaje significativo en cualquier nivel de programación.
b)
Fomento del espíritu crítico y participativo
Hoy por hoy, en el marco de una auténtica revolución metodológica, que
trata de aproximar el saber científico con las vivencias experimentales, el
papel de la Historia y del profesor ha pasado de ser una materia y un inte-
lectual no comprometido, a ser una
ciencia de compromiso y a desarrollar
una actitud crítica
convirtiéndose en vehículo que enseña las formas sobre
las que cabe esperar la convivencia y el entendimiento mutuo entre los hom-
bres, rompiendo a tal fin los hilos secuenciales del tiempo para enlazar con
las experiencias del pasado, con las actuaciones del presente y se preocupa
por la configuración del futuro (Le Goff y Nora, 1973).
or ello la Historia entendemos no debe estudiarse desde el pasado sino
simultáneamente desde el presente y el pasado, a tenor de los intereses ma-
nifiestos de los alumnos, respondiendo así a una concepción significativa-
mente diferente de la visión tradicional. En efecto, el nuevo discurso históri-
co intenta preparar a los adolescentes para la vida y dotarles de unos instru-
mentos y conocimientos indispensables para autovalerse o bien desarrollar
sus capacidades y ayudarles a descubrir sus aptitudes y habilidades para in-
terpretar la realidad, en tanto que es resultado de un proceso histórico.
Situados pues en condiciones de historicidad, se necesita conocer el dis-
curso histórico de la generación precedente, para adoptar una actitud crítica
ante él, y dominar una metodología de investigación que nos permita
reformularlo, pues de lo contrario no se avanzaría más allá del nivel explica-
tivo o repetitivo del conocimiento histórico. En este sentido la Historia es
maestray educadora, no considerándose como un fin en sí misma, sino como
pretexto para fomentar aprendizajes espontáneos y significativos que posibi-
liten indagar en el pasado y comprometan en la realidad presente, dejando
EL VALOR FORMATIVO DE LA HISTORIA
pues de ser proceso continuo que une diversas etapas para convertirse en una
dinámica social que cambia las estructuras de esta sociedad en núcleos tem-
porales de mayor creatividad.
En esta situación, el discurso histórico no es más que un mensaje que
recibimos todos y nos sirve para
reflexionar sobre nuestros destinos colecti-
vos y para tomar decisiones al participar en ellos;
nos ayuda a no desorbi-
tar el presente de cada día o dejarnos devorar por él, porque nos da una idea
del equilibrio en el tiempo, de la justa medida de las cosas; nos hace valorar
la larga marcha de la humanidad, y nos impele a no evadir responsabilida-
des en la situación histórica que vivimos, sino a enfrentarnos a ella libres de
prejuicios, con la lucidez que da saber de donde venimos y a donde quere-
mos ir. «La Historia —afirma Collingwood— sirve para que los hombres se
conozcan a sí mismos... Conocerse a sí mismo no significa conocer sólo sus
peculiaridades personales, esto es, aquello que lo diferencia de otros hom-
bres... Significa en primer término, conocer qué es ser hombre; en segundo
lugar, conocer lo que supone ser el tipo de hombre que se es; y por último,
qué presupone ser el hombre que uno es y no otro... Significa, pues, lo que
se puede hacer... La utilidad de la Historia radica en esto: que nos enseñe lo
que el hombre ha hecho y, en ese sentido, lo que el hombre es y puede ha-
cer» (1988: 95).
c)
Desarrollo de la responsabilidad y compromiso ante su entorno geohistórico
habitual
Otro gran valor del carácter formativo de la Historia corresponde a la
facultad que posee de despertar en el individuo la responsabilidad de respe-
to, valoración y compromiso en la defensa del patrimonio neohistórico, ar-
tístico y cultural. Si es evidente que las facultades mentales se desarrollan a
través del aprendizaje y las decisiones de conocimiento están fundamenta-
das en valores, es necesario establecer una fluida comunicación dialéctica
entre el proceso de enseñanza-aprendizaje y las variables paradigmáticas del
entorno en sus coordenadas espacio-temporales (Luc, 1981). Identificar, co-
nocer, comprender, relacionar, explicar y valorar la multiplicidad de los ele-
mentos del entorno ayuda a generar un auténtico mosaico de contenidos de
aprendizaje, al mismo tiempo que le incardina al medio socio-cultural, labo-
ratorio de aprendizaje para la Geografía y la Historia, como ciudadano res-
ponsable. En efecto, es a través de estas vivencias donde obtiene y desarro-
lla una serie de capacidades para conocer y valorar críticamente el conjunto
de comportamientos colectivos y saberes organizados; es a través del entor-
no como puede fomentarse una actitud social de responsabilidad, crítica y
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116
EL VALOR FORMATIVO Y LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA
de compromiso en poder modificar la realidad de su entorno habitacional.
iso ante el entorno socio-
Esta dimensión de la responsabilidad y comprom
cultural es un reto que hemos de asumir todos los historiadores a tenor del
reconocido carácter formativo asignado a nuestra área de conocimiento en
la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo y las siguientes
subsidiarias de ella.
Es, en este ámbito de conocimientos, donde la Historia puede
propor-
cionar los recursos conceptuales y los instrumentos de reflexión crítica
que
permitan al individuo abordar de forma rigurosa y sistemática el análisis tem-
poral y espacial de los rasgos económicos, sociopolíticos y culturales que
identifican a su comunidad con el conjunto de pueblos y culturas naciona-
les, toda vez que el concepto de sucesión, cambio y continuidad implícitos
ble
en el tiempo histórico, comportan una induda
omplejidad y un elevado
nivel de abstracción, y la Historia facilita determinadas construcciones cien-
tíficas o esquemas formales que permite abordar el conocimiento de la reali-
dad sociocultural, superando así esquemas propios del pensamiento concre-
to. Ya en otros trabajos anteriores se han afrontado estos aspectos con mayor
profundidad como resultado de aproximaciones empíricas y/o experimenta-
les (Jiménez, 1988 y 1989).
No es infrecuente observar, al paso por cualquier itinerario rural o ur-
bano, edificios o trazados urbanísticos vestigios de un pasado histórico; como
tampoco es extraño advertir que muchos conjuntos urbanos histórico-artísti
-
cos han sido considerados como ruinas despreciables que entorpecen el pro-
greso. Los resultados a esta actitud han sido bien conocidos. La acción edu-
cativa que se asigna a la Historia se asienta en el deseo institucional de
inte-
grar al ciudadano en su entorno neohistórico
ofreciéndosele la posibilidad
de servir de manera clara a enmendar esta actitud colectiva, pues intrínseca-
mente le incita a que aprecie y disfrute de los vestigios del pasado y a que
profundice en su conocimiento, ya que ha de verlos como restos de nuestros
clarecedores de una vida cotidiana y de unos anhelos.antepasados es
Hoy día, esta meta educativa va adquiriendo denodada resonancia, toda
vez que se va evolucionando en el mundo actual hacia unas formas de vida
donde los hora-
ríos
en que el tiempo libre se incrementa de manera constante, y
a-
rios reducidos, las vacaciones prolongadas y las jubilaciones anticipadas ase-
guran muchas horas de ocio forzoso. En esta situación, sería inadmisible que,
frente a los requerimientos de una sociedad tecnificada e informatizada, sub-
sista la necesidad de dotar a sus individuos de una sensibilidad histórico-
social que dé cumplida respuesta a los múltiples problemas y perspectivas
de futuro que ofrece el mundo de hoy nos ofrece.
C A P Í T U L O I V
L A H I S T O R I A C O M O D I S C I PL I N A A C A D É M I C A
1. INTRODUCCIÓN
Frente a las consideraciones demoledoras de Nietzsche en su estudio so-
bre
De la utilidad y desventaja de la Historia para la vida
(1873), donde se
aparta de la manera de entender y de reconstruir el pasado que se venía practi-
cando en la segunda mitad del siglo XIX, la Historia hoy se encuentra ante
retos exultantes, sin duda, porque siempre ha defendido en su ser respuestas
rigurosas y seguras, y si ellas son inadecuadas obedecen sólo al peso de nues-
tra reflexión, de nuestro trabajo o de nuestras experiencias vividas, «ya que el
objeto de la Historia se sitúa en el corazón de la vida y se nos presenta como
un espectáculo fugaz formado por la trama de problemas intrincadamente mez-
clados y que pueden revestir multitud de aspectos diversos y contradictorios»
(Lowith, 1973: 49 y ss.). No hay, pues, una historia unilateral, sino que es mu-
cho más compleja como la propia persona humana.
Pero, tres son los problemas que actualmente se plantean en la ense-
ñanza de la Historia:
—Qué Historia hay que enseñar;
—Para qué hay que enseñarla y
—Cómo hay que enseñarla.
Es decir, qué contenidos han de constituir la materia histórica, para qué
se han seleccionado y secuenciado dichos contenidos y qué estrategias
didácticas se deben utilizar para su transmisión y el logro de los objetivos
propuestos.
Parece claro que la determinación del campo histórico y la selección de
sus contenidos es, sin duda, uno de los factores esenciales de toda propuesta
educativa, por lo que el profesor ha de ser competente en su materia me-