Adios a la arquitectura como arte

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ADIOS A LA ARQUITECTURA COMO ARTE

ORLANDO ENRIQUE JIMENEZ GONZALEZ

UNIVERSIDAD DEL ATLANTICO FACULTAD DE ARQUITECTURA

BARRANQUILLA, 2008

ADIOS A LA ARQUITECTURA COMO ARTE1

La arquitectura es el arte de erigir y de decorar los edificios construidos por el hombre, cualquiera que sea su destino, en forma tal que su aspecto incida sobre la salud, sobre la fuerza y sobre el placer del espíritu.

John Ruskin. "Las siete lámparas de la arqui-tectura".

La arquitectura históricamente se ha asociado con el arte pero entendiendo

a éste no como lo entendieran los griegos de la antigüedad clásica (facultad de hacer orientada por la razón), sino como cosa bella y estéticamente agradable lo cual, en el momento presente, no deja de ser inconsistente, no sólo porque no to-da la arquitectura es bella, sino también porque el significado de la palabra arqui-tectura ha cambiado con el tiempo y ha sufrido variaciones en cuanto a lo que con ella se quiere significar.

El palabra arquitectura ha sufrido tantas variaciones en cuanto a su signifi-cado, que se usa para designar tanto la estructura o forma de algo, como lo cons-truido, el proceso de concepción del objeto arquitectónico y también los estudios que conducen a la formación de los arquitectos.

Como significante de la estructura de los objetos; se utiliza en la Ingeniería Electrónica en alusión directa a los aparatos productos de esta técnica, muy es-pecialmente a los computadores. Ya es familiar la expresión “la arquitectura del computador” utilizada para referirse a la organización interna del hardware.

Como significante de proceso se está utilizando cuando se dice: “La arqui-tectura es el arte de proyectar y construir edificios ...”

Se utiliza como significante de lo construido cuando se aplica a los espacios delimitados y construidos para el desarrollo de las actividades económicas, socia-les, culturales, religiosas, educativas y políticas por mencionar sólo algunas.

1Trabajo elaborado por Orlando E. Jiménez González. Profesor de Tiempo Completo de la Facultad de Arqui-tectura de la Universidad del Atlántico. orjigon59@yahoo.com

Esta variedad de aplicaciones del término arquitectura nos motiva a presen-tar y ofrecer elementos de juicio que permitan usar, en el quehacer arquitectural, la palabra arquitectura con la acepción que contemporáneamente tiene.

Para comenzar diremos que originalmente la palabra arquitectura fue utili-zada por los griegos para hacer alusión al arte de construir en piedra y madera los edificios de su época. Expresión en la que se entiende, claramente, que el término arte no se refiere a cosa bella o bien hecha, sino a una facultad o habilidad para hacer algo; que en el caso que nos ocupa, el hacer, es la construcción en piedra y madera. El siguiente texto, tomado de Aristóteles, nos sirve para aclarar la cues-tión:

" Pero como existe un arte (tomemos por ejemplo el arte especial de la arquitectura) y este arte es el resultado de una facultad de produc-ción de cierto género, ilustrada por la razón; y como además no hay arte que no sea una producción auxiliada por la razón, así como en nuestra inteligencia no hay facultad productiva que no sea también un arte, se sigue de aquí que el arte se confunde en nosotros con la facultad que produce las cosas exteriormente, auxiliada por la verda-dera razón. Todo arte, cualquiera que él sea, tiende a producir; sus esfuerzos y sus especulaciones sólo tienen un objeto, que es hacer nacer alguna de estas cosas que pueden indiferentemente existir o no existir y cuyo principio está únicamente en el que hace la cosa, y no en la cosa hecha. Así el arte no se refiere a las cosas que existen necesariamente o que se producen necesariamente, ni tampoco a las cosas que la naturaleza rige por si sola; porque todas las cosas de este orden tienen en si mismas el principio de su existencia".2

Según Etíenne Souríau, “(…) arte es el conjunto de búsquedas, orientadas y motivadas, que tienden expresamente a conducir un ser, desde la nada, o desde un caos inicial, hasta la existencia completa, singular concreta, de la que da fe su presencia indiscutible. (...) el arte no es únicamente lo que produce la obra; es lo que la guía y orienta3". A partir de este concepto y el anterior, se puede concluir que los efectos, formas, texturas, proporciones, etcétera; que se aprecian en las obras de arte, son más el resultado de una búsqueda intencional antes que el en-cuentro fortuito de una solución acerca de la cual, quien la presenta como suya, tiene la convicción de que eso es lo que andaba buscando, y es la mejor solución. En este sentido, se entiende entonces, que arte no es el objeto o producto que 2ARISTOTELES, Moral a Nicómaco. Espasa-Calpe. Madrid 1981 3 SOURIAU Etíenne. La correspondencia de las artes. p.34. Fondo de Cultura Económica. México.

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sale de las manos o mente del sujeto creador, sino los actos o acciones del sujeto que conducen a darle existencia al mismo.

Hoy el término arte no se utiliza para significar la facultad o habilidad para hacer algo ni la palabra arquitectura se usa para significar al " arte de.". Arte hoy es sinónimo de cosa hecha con estética, buen gusto, buena forma y cualidades; que en general satisfacen positivamente los sentidos de quien observa la cosa hecha. Por otra parte la palabra arquitectura hace referencia a los objetos cuyas características fundamentales son las de presentar una forma que se adapta a unas funciones determinadas, estos son los objetos llamados arquitectónicos los cuales pueden ser o no construidos en piedra y madera.

Entonces la palabra arquitectura no significa más " el arte de..."; si no todos los espacios cerrados, delimitados mediante el uso de ciertos materiales, que se utilizan para el desarrollo de las actividades individuales y grupales. Bajo el térmi-no arquitectura se encierran las viviendas, los hoteles, escuelas, locales comercia-les, fábricas, escenarios deportivos, aeropuertos, iglesias, etcétera.

Ahora bien, cuando decimos arquitectura japonesa, nos referimos al conjun-to de los objetos arquitectónicos construidos en ese país y que tienen unas carac-terísticas formales que los distinguen de otros de su misma naturaleza, pero de distinto lugar geográfico. Entonces, en estos momentos, no se dice arquitectura japonesa; para referirnos al arte de proyectar y construir edificios en el Japón; si no para significar todos los edificios construidos en ese país.

Dado que el arte hoy en día está relacionado con la idea de lo bello, y por-que no toda producción arquitectónica presenta características o elementos de belleza, una definición de arquitectura no puede, en este momento, relacionar este objeto con el arte.

Por otra parte la definición de la arquitectura como: "el arte de proyectar y construir en piedra y madera" hace alusión a un hacer, más no al objeto o produc-to del hacer. Entonces no se puede confundir el hacer con el producto. La arqui-tectura es un producto. Como hemos dicho antes con la expresión arquitectura hoy se significa a todos los objetos construidos en piedra o madera cuya caracte-rística principal es la de servir al desarrollo de las actividades relacionadas con el habitar, la producción, el intercambio, la gestión, es decir las actividades sociales. Por otra parte construcciones hay de muchos materiales y además no necesaria-mente se debe proyectar y construir para obtener un objeto arquitectónico. A los

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objetos arquitectónicos se puede llegar siguiendo solamente la vía de la construc-ción, no importando si el resultado es bello o no. Cosa que tampoco garantiza el acto de proyectar primero y luego construir.

Mirando hacia los orígenes y desarrollo de la arquitectura encontramos que ésta ha seguido caminos bien distintos a los que han transitado las producciones de las bellas artes, con algunas de las cuales se la relaciona. No hay argumentos para decir que la arquitectura construida por las comunidades primitivas; antes que cumplir la función de contenedor de actividades asociadas a los procesos de producción, almacenamiento y protección; tuviese una finalidad ritual, como si es evidente en las pinturas encontradas en las cuevas de Altamira. Otra cosa es que en el interior de la arquitectura se desarrollasen ritos o ceremonias. Precisamente la arquitectura se construye para que sirva o satisfaga las actividades sociales o individuales en su desarrollo; incluidas la magia, las prácticas religiosas y las ce-remonias que no se emparentan con la magia ni la religión.

Tal vez en donde se puedan emparentar las producciones artísticas y la ar-quitectura es en su cualificación o perfeccionamiento. Similar más no igual proce-so de desarrollo siguieron por ejemplo el hacha y el edificio. De la rudimentaria hacha de piedra, mediante un proceso de perfeccionamiento cada vez mayor, se llegó a las herramientas del siglo XXI accionadas mediante complejos circuitos electrónicos. Del dolmen, primera expresión arquitectónica, se llegó a los edificios contemporáneos de cientos de metros de altura y que abrigan en su interior múlti-ples funciones.

En la pintura, por ejemplo, el arte o la artisticidad no está en los materiales (lienzo, óleo, acuarela, etc.), ni en lo representado, sino en las actividades o es-fuerzo desplegado por el artista para entregarnos su versión o idea de la realidad o de ciertos aspectos de la misma.

El arquitecto no intenta, con su trabajo, presentarnos su idea o interpreta-ción de la realidad, sino que nos está dando a conocer una nueva realidad, (hospi-tal, vivienda, aeropuerto, etcétera.), que no existía antes que el la proyectara.

Los atributos formales de la pintura, que se desprenden de los materiales empleados en su elaboración, en nada inciden ni cambian la interpretación que el artista hace de la realidad. Igual efecto tendrá si se hace en acuarela, óleo, acrílico o collage. El contenido permanece intacto. Si bien los atributos formales de la pin-tura impresionan a los sentidos, el objeto de la impresión es la razón de quien ob-

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serva lo representado. Los atributos formales de la arquitectura, que se desprenden de los mate-

riales empleados en su elaboración, afectan a los sentidos de quien observa o usa el objeto arquitectónico pero nunca a su razón, por no tratarse de una interpreta-ción de la realidad como lo venimos sosteniendo.

Finalmente, la belleza del objeto arquitectónico que es lo que, a nuestro modo de ver, hace pensar que la arquitectura es arte; en la mayoría de los casos no es producto de una búsqueda intencional, sino más bien un encuentro acciden-tal, la mayoría de las veces, de quien observa el objeto y no de quien lo proyecta y lo construye.

BIBLIOGRAFÍA RUSKIN, John. Las siete lámparas de la arquitectura ARISTOTELES, Moral a Nicómaco. Espasa-Calpe. Madrid 1981 SOURIAU Etíenne. La correspondencia de las artes. p.34. Fondo de Cultura Eco-nómica. México.

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