Post on 15-Jul-2015
ENCUENTRO CIUDADANO LAGUNERO
ARTÍCULOS DE OPINIÓN PUBLICADOS POR FRANCISCO VALDÉS
PEREZGASGA EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y REDES SOCIALES
EL RÍO SAN RODRIGO
15-02-2015
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/Rio-San-
Rodrigo_18_464533613.html
Francisco Valdés Perezgasga
Quiero hablarle del Río San Rodrigo, un admirable río de desierto, ubicado al
norte de Coahuila y que desemboca al Río Bravo llamado también Río Grande
dependiendo de donde se pare uno. En 1851 Emil Langberg,nacido en 1810 en
Copenhague llegó como coronel del ejército mexicano a reconocer sus parajes.
Encontró un río tan normal y tan extraordinario como cualquier río de desierto.
Un lagunero de hoy que viajara a ese pasado, reconocería sus sauces, sus
álamos y sus ahuehuetes. Los mismos que vio Langberg. Los nogales nativos y
los sicomoros quizá le hubieran parecido un tanto exóticos. Sus castores y
nutrias habrían sido maravillas sin par. La presencia de bandas de indios
nómadas saciando su sed en sus aguas transparentes o pescando matalotes le
darían la clave que aquella era otra época.
Si el mismo lagunero, o cualquier coahuilense, pongamos por ejemplo Rubén
Moreira, volviera hoy y se parara en el sitio arqueológico de Monclova Viejo, las
ruinas del viejo presidio desde donde Langberg lo describió, no hubiera
reconocido nada. El Río San Rodrigo es hoy un río moribundo. Lo estrangula la
presa de la Fragua, una obra inútil que sólo sirve para evaporar ingentes
cantidades de agua, privando a Coahuila de un bien precioso en forma de
nubes fugitivas. Vería que varios kilómetros aguas arriba y aguas abajo de la
presa se desarrollan actividades dantescas por enormes conglomerados
mineros dedicados a la extracción de piedra. Esos sitios son lunares. No por
que sean pequeñas manchas en la faz de Coahuila, sino porque asemejan
paisajes de la Luna aunque en la Luna no hay tolvaneras.
Enormes maquinarias destrozan el río y su vegetación día y noche. Roban un
recurso -la piedra- mientras arruinan otros dos -el agua y el aire- enfermando a
los pobladores. Triturados de Piedras Negras, Materiales Ballesteros y Mateco,
roban piedra 24/7 sin permiso, mientras destrozan aquel paraje idílico que
sobrevivió a Langberg hasta hace pocos años y lo llenan de polvo, de ruido y
de muerte.
A pesar de incontables denuncias a la CNA y a Profepa, el robo descarado a la
nación continúa y la devastación de aquella maravilla que nos narró el danés y
mexicano -y que aún existía hace veinte años- muere una muerte horrible y
lenta a manos de empresarios y funcionarios. Para vergüenza de Coahuila y
para ruina de sus pobladores.
HUMEDALES, HUMEDADES
08/02/2015
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/Humedales-
humedades_18_460933904.html
Francisco Valdés Perezgasga
El pasado 2 de febrero, Día Mundial de los Humedales, sucedieron dos cosas.
Una, que llovió. Mucho, lo que en el antiguo sistema de numeración maya se le
llamaba un madral. Ningún día de febrero de los últimos 45 años había llovido
tanto. De hecho, el promedio de lluvia para todo el mes de febrero, de 1971 a
2014, es de 3.5 milímetros o lo que es lo mismo, tres litros y medio por metro
cuadrado. El Día de los Humedales el observatorio de Torreón midió una
precipitación de 50.8 milímetros. Llovió, en un sólo día, quince veces más de lo
que le tocaba al mes entero. En Gómez Palacio la lluvia fue aún más: 62
milímetros en tan sólo quince horas. En resumen, con la lluvia de ese día, el de
2015 es ya el febrero más lluvioso de los últimos 45 años. Una lluvia sin
huracán de por medio, en invierno, una lluvia inverosímil.
Pues bien, ese día, Ruedas del Desierto decidió hacer un paseo en bici por el
Parque Estatal Cañón de Fernández para celebrar su día. Recordemos que el
Cañón de Fernández es un Humedal de Importancia Internacional, designado
como tal por la Convención Ramsar en 2008.
El paseo fue agradable y divertido como cualquier cosa que se comparte con
treinta y un personas con el mismo amor por la bici y por nuestra naturaleza.
Pero fue sobre todo inolvidable por la lluvia, fuerte e incesante. Y los charcos. Y
el lodo. Los charcos y el lodo que, junto con la bici, hacen que el reloj
existencial de cualquiera se devuelva a la infancia alocada, feliz y
despreocupada. Con la mejor compañía y haciendo lo que más nos gusta, el
frío y el agua pasan a segundo plano.
Yo vi el Cañón de Fernández de otra manera. O no lo vi porque las nubes bajas
ocultaban sus cerros majestuosos. Los arenales que cualquier día seco te
obligan a desmontar y a caminar estaban duros, como pavimento. Los caminos
que más que de tierra suelen parecer de talco eran unos zoquetales
resbalosos, impasables. Si desmontabas, al hundir tus pies, el lodo quería
quedarse con tus zapatos. La fauna callada y mustia por la lluvia y el frío aún
nos mostró tres grupos de patos monjita.
Fue una jornada memorable, feliz, única. Como debe de ser el día en que
honramos algo tan bello y bueno para todos los laguneros como el Cañón de
Fernández.
2 DE FEBRERO
01-02-2015
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/febrero_18_45673
4344.html
Francisco Valdés Perezgasga
El 2 de febrero es una fecha especial para quienes, en todo el planeta, sentimos una conexión especial con los ríos, los lagos, los esteros y las lagunas. Es especial porque celebramos el Día Mundial de los Humedales, esos sitios únicos por los ensambles biológicos que albergan y por los servicios
y bienes que entregan a la humanidad.
La Convención Ramsar designa a los humedales de importancia internacional y
el 2 de febrero anuncia los nuevos humedales que entran a formar parte de los denominados Sitios Ramsar. En 2008, el Parque Estatal Cañón de Fernández fue inducido como el Sitio Ramsar 1747, un logro enorme de un modelo de
cooperación entre la ciudadanía y el gobierno.
Un modelo que ya había probado su éxito con la declaratoria del Cañón de
Fernández como Parque Estatal en 2004 ante las solicitudes de Prodefensa del Nazas, organización que agrupa a los ambientalistas más comprometidos de la comarca. En 2005 la alianza se reforzó con la instauración de una
administración conjunta del área.
La protección del Cañón de Fernández será exitosa en la medida que los
laguneros nos involucremos en su conservación y en la medida que las cuatro instancias de gobierno -ejidal, municipal, estatal y federal- se aporten al cuidado de sus comunidades humanas y biológicas.
El Cañón de Fernández enfrenta riesgos importantes. La intención de los desarrolladores inmobiliarios de poblarlo de ranchettes, la caza furtiva, la
amenaza de contaminación y sobreexplotación de sus mantos acuíferos -que amenazan al propio ecosistema ripario, la sobrepoblación ganadera -estabulada o no- son algunas de las presiones que deben ser enfrentadas con
decisión y con la ley en la mano. Aunque también el Cañón y sus pobladores han visto avances importantes en su desarrollo y su conservación gracias a la
acción de la administración del parque, del gobierno de Durango, del gobierno federal y de los miembros de Prodefensa del Nazas.
Te animo a que visites el Parque Estatal Cañón de Fernández. Maravíllate con
su bosque de galería y sus noas. Atiende al espectáculo de un águila pescadora sumergiéndose en las aguas del Nazas o admira la gracia -simple e
infinita- contenida en el arco dibujado por el pájaro carpintero al volar. Y únete ya a las mujeres y los hombres que queremos conservar este sitio único para las generaciones futuras.
PRESAS
18-01-2015
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/Presas_18_44833
5166.html
Francisco Valdés Perezgasga
Recientemente, la organización International Rivers difundió una reseña de Peter Bosshard sobre las doce presas que cambiaron al mundo. Las presas,
sin duda, son la expresión concreta de la arrogancia humana. Son estructuras que han cambiado la cara del planeta: generan un sexto de la electricidad e
irrigan un séptimo de sus cultivos. Han inundado tierras del tamaño de California, desplazado una población como la de Alemania y convertido reservas de agua pura, como nuestros ríos y acuíferos laguneros, en
ecosistemas amenazados. Han redistribuido el peso planetario al grado de alterar perceptiblemente la duración del día.
Bosshard pasa revista a presas eminentes como la Hoover, que hizo posible el paraíso artificial de Las Vegas y destruyó al otro gran río de Norteamérica: el Colorado. Hoy, el cambio climático está afectando gravemente su capacidad de
almacenar agua y de generar electricidad. En su artículo, no se olvida de otras presas como la de Kariba en el río Zambezi en Sudáfrica que expulsó de sus
hogares a 57,000 personas que quedaron condenadas a la pobreza. O la presa Chixoy en Guatemala que fue rechazada por las comunidades que se verían inundadas por su construcción. Siendo 1982 y siendo Guatemala, el gobierno
intentó dar solución al conflicto asesinando a más de cuatrocientos hombres, mujeres y niños indígenas. Apenas en 2014 estas comunidades firmaron con el
gobierno acuerdos de indemnización por $154 millones de dólares.
Otra tragedia fue la presa Banqiao, en China. Cuando se hace una presa, se interviene de manera radical un sistema biólogico, orográfico, climático y
geólogico único y complejo. Se afecta con la arrogancia y la ignorancia del humano, una combinación que muchas veces ha resultado letal. Cuando la
presa Bangiao falló, en 1975, mató a 171,000 personas. En tiempos más recientes, se encontró que el sismo de Sichuan en el sur de China en 2008, el año de las Olimpiadas de Pequín y que causó ochenta mil víctimas fatales,
pudo haber sido provocado por la represa Zipingpu.
Yacyretá en el río Paraná, entre la provincia de Corrientes en Argentina y la
ciudad paraguaya de Ayolas. es otra de las presas reseñadas. La falta de controles democráticos en una sociedad autoritaria gobernada por militares
favorece la corrupción. En promedio, las grandes presas muestran sobrecostos del 96% y no son redituables económicamente. El costo de esta presa pasó de dos mil quinientos millones de dólares a más de quince mil y terminó por ser un
monumento a la corrupción.
Hay grandes presas, en proyecto o construidas, que han jugado un papel
central en las rebeliones populares como la de Nagymaros en Hungría, cuya oposición marcó el fortalecimiento de la revuelta contra el autoritarismo, revuelta que desembocó, junto a muchos otros movimientos de descontento
popular, con la caída del bloque soviético. Otras que han provocado problemas sociales y ambientales gigantescos, como la de las Tres Gargantas en China
que ha destrozado el rico ecosistema del Río Yangtze.
La de GlinesCanyon en Estados Unidos es notable por ser la presa de mayor altura jamás desmantelada. Su cortina de 64 metros de altura fue retirada en
2014 pasando a engrosar la lista de las más de 1,150 presas que se han quitado en nuestro país vecino de 1930 a acá.
Pero de la lista de Bosshard, las que más me entusiasman son las cinco enormes presas que no se construyeron en el sur de Chile. La Patagonia es una región de una riqueza biólogica y escénica sin par. Ante una oposición
popular sin precedentes en el Chile democrático, el gobierno decidió el año pasado detener el proyecto y así salvar al Río Baker y a otros ríos y lagos del
extremo austral de nuestro continente.
Para cada uno de nosotros no hay sitio más importante sobre el planeta que el rincón en el que vivimos. Por eso, las presas que más nos deben preocupar
son las de aquí. Los laguneros hemos empezado a cuestionar los efectos de las presas del Nazas y del Aguanaval. Se construyeron como parte de un
proyecto fallido de nación. La agricultura lagunera nunca se repuso de este error.
Con estas presas terminamos con las lagunas que nos dieron nombre e
identidad. Mayrán, Viesca, Tlahualilo, el Caimán son nombres enmudecidos que hoy, lo poco que evocan es la desolación, el atraso y la sed. Estos días se
empieza a hablar de nuevo de construir la inútil presa del Cañón de la Cabeza. Quien mueve los hilos es el mismo oscuro personaje de la política local que fue también uno de los responsables del sinsentido de la Presa del Tigre, cerca de
San Juan de Guadalupe. Una presa que iba a costar cuarenta millones y terminó costando ciento cuarenta. Sin terminar. Ciento cuarenta millones que
nunca cumplieron las demagógicas promesas que cruelmente le hicieron a una población desesperada por la miseria.
AMENAZAS EN EL NAZAS
26-10-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/Amenazas-Nazas_18_397940209.html
Francisco Valdés Perezgasga
Hace diez años y meses el gobierno de Durango decretó la creación del Parque Estatal Cañón de Fernández, la primera área natural estatal. Dos años después instaló su administración al amparo de un convenio de colaboración entre el gobierno estatal y Prodefensa del Nazas, A.C., la organización de la
sociedad civil que cabildeó, desde el año 2000, la protección y restauración de los ecosistemas del Río Nazas, desde la Sierra Madre Occidental, hasta la
Laguna de Mayrán. Los esfuerzos de este grupo ciudadano fueron el origen de la acción del gobierno estatal que mandó hacer un estudio técnico que concluyó que el Cañón de Fernández debería ser protegido. Con estos
antecedentes -y con la anuencia de los propietarios de las tierras ubicadas dentro del polígono del parque- el Congreso de Durango decretó el parque
estatal en 2004 y su administración en 2006.
El 2 de febrero de 2008, en una solemne ceremonia en Mazatlán, en el marco del Día Mundial de los Humedales, se indujo al Cañón de Fernández como
Humedal de Importancia Internacional o sitio Ramsar número 1747. Con esta inducción el cañón queda bajo la protección de un tratado internacional. Como
sitio Ramsar, el Cañón de Fernández quedó también bajo la tutela de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Dicho de otra forma, el Parque Estatal Cañón de Fernández es hoy un área natural protegida por el
Estado de Durango, el Gobierno Federal y la comunidad internacional. Un verdadero orgullo para los laguneros y las lagunas, dueños finales de este
patrimonio nacional.
Los humedales están formados por la franja de tierra comprendida entre un cuerpo de agua y la tierra firme. En el caso del Cañón de Fernández, esto se
localiza en la zona federal administrada por la CONAGUA y que son terrenos propiedad de la nación -suyos, míos, de todos- pero que pueden ser
concesionados para su aprovechamiento con las limitantes que la Ley de Aguas Nacionales precisa. Estas limitantes se aplican al uso de estos terrenos sea que se ubiquen o no dentro de un área natural protegida.
¿Por qué el Cañón de Fernández es un espacio tan protegido? Por una parte por que alberga una inusual biodiversidad que, al día de hoy, llega a más de
751 especies conocidas de flora y fauna silvestre. Pero también, este sitio de 17,000 hectáreas tiene una inusual riqueza escénica que atrae el interés de la población por conocerla o de aprovecharla con fines de esparcimiento. Pero el
parque estatal también fue dotado de todas estas protecciones por las amenazas que enfrenta y para que el plan de manejo y las diversas
disposiciones legales vigentes las minimicen o eliminen.
Lamentablemente, ha surgido un caso en el que un concesionario decidió violar
todas las normas y reglas para construir un complejo habitacional que incluye un palacete, una alberca de grandes dimensiones, una enorme estupa budista
y un área con animales exóticos enjaulados. Con estas construcciones ilegales, este concesionario ha violado los términos de su concesión federal y ha violado la Ley de Aguas Nacionales, la Ley General del Equilibrio Ecológico y
Protección al Ambiente y diversas leyes y disposiciones estatales tal como la Ley Estatal del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente y el Programa de
Ordenamiento Ecológico del Estado de Durango. Estas violaciones e irregularidades han sido señaladas por los responsables de la administración del Parque Estatal Cañón de Fernández y por Prodefensa del Nazas, A.C. a la
Presidencia de la República, a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente y la Comisión Nacional del Agua. Estas tres instancias han hecho
caso omiso a las denuncias lo que resalta el grave clima de impunidad y debilidad institucional que vive nuestro país. Especialmente grave es que la Comisión Nacional del Agua, que primero le negó el permiso al concesionario
para levantar construcción alguna, haya realizado diversas visitas de inspección pero sin ser capaz de mover un dedo para hacer que la ley se
cumpla. El Cañón de Fernández es el último tramo del Nazas que conserva sus valores ecológicos y su belleza escénica, que proporciona a los laguneros servicios ambientales tan importantes como la recarga del acuífero y la
purificación natural del agua. Este atentado a su integridad debe ser denunciada enérgicamente. Los habitantes de La Laguna tenemos que
defender nuestro patrimonio natural y no debemos permitir que entre nosotros se instale la impunidad que está desangrando a nuestro amado México.
AL FONDO DE LAS COSAS
31-08-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/fondo-cosas_18_364343585.html
Francisco Valdés Perezgasga
Se ha repetido hasta la saciedad: La Laguna enfrenta una crisis de agua. Una crisis grave, muy grave. Según datos oficiales, del subsuelo se extrae casi el
doble del agua que ingresa. El total del caudal del Nazas y del Aguanaval se extrae para actividades productivas destruyendo desde hace décadas
ecosistemas únicos e irrebatibles y extinguiendo especies que sólo aquí viven. Las Lagunas de Viesca y Mayrán y sus ricos y exuberantes deltas desaparecieron antes de que pudiéramos preguntarnos qué eran, qué tenían,
cómo funcionaban. El mal uso del agua nos ha puesto en este camino, un camino claramente insustentable. Un camino que sólo puede tener un destino,
la tragedia. Se habla del declive de nuestra comarca. Se diagnostica y se pontifica. Pero la verdad es que no se llega al fondo de las cosas. En la manera actual que tienen las sociedades para organizarse, la economía ocupa un lugar
basal. Todo gira en torno a ella. Ojo, no es la única forma en que un grupo
humano puede funcionar y hay montones de ejemplos de ello. Pero bueno, lo
que hoy rifa es la economía. Y por lo tanto, el dinero. Dime cuánto tienes, te diré cuánto vales. Pero se nos olvida que la economía descansa sobre el medio
natural. Sin suelo, sin aire y sin agua no hay economía que funcione. De ahí que establecer un conflicto entre ecología y economía es una falsedad tan grande como una catedral. Debemos entonces cuidar el medio natural, pero sin
descuidar el bienestar de la sociedad. Si lográramos estas dos cosas estaríamos frente al santo grial del desarrollo sustentable: que todos tengamos
lo suficiente, siempre. Pero aquí y ahora, esto no es así. Extraer del subsuelo el doble del agua que le entra, nos borra la palabra siempre y la palabra suficiente. Visto cómo se reparte el uso del agua en La Laguna también
podríamos borrar la tercera palabra: todos. Hoy, en esta tierra, pocos tienen todo por un rato. La antítesis de lo que como sociedad, lo que como humanidad
deberíamos estar buscando. En sociedades hidráulicas como la lagunera, la divisa es el agua. Dime cuánta agua tienes y te diré cuánto vales. Aquí, como en pocos sitios del planeta lo que rifa es el agua. Karl Wittfogel, el sociólogo
alemán que definió y estudió estas sociedades hidráulicas de la antigüedad encontraría en La Laguna su feliz día de campo. Si nuestro modelo de progreso
económico no es sustentable -y no lo es principalmente por el mal uso del agua- entonces La Laguna se dirige hacia un colapso ambiental, económico y social. Un colapso cuyas primeras señas empiezan a advertirse en este declive
-lento ahora pero que se acelerará- que dura ya demasiados años. El estado, supuesto garante del bienestar social, parece paralizado por la magnitud del
problema. Advierte las consecuencias de su inacción pero no actúa. Se encuentra congelado como el conejito en medio de la autopista, viendo fijamente las luces del tráiler que raudo se abalanza sobre él. En lugar de echar
mano de las múltiples armas a su alcance, apenas alcanza a tomar medidas que intentan cubrir las apariencias. El presidente de la república podría
cancelar concesiones por razones de utilidad pública. La ley lo faculta para ello. La salud de millón y medio de personas y la economía que les da sustento son clarísimos ejemplos de utilidad pública. Podría Conagua meter en cintura a los
productores que se roban un bien de la nación extrayendo más agua de la que legalmente les corresponde. En un pacto social, podríamos reservar una
fracción del caudal de los ríos para conservar y para restaurar ecosistemas únicos, para rellenar los saqueados acuíferos y para frenar la ola de arsénico que ya llegó a nuestros pozos de las ciudades. Pero a lo más que llega el
estado mexicano es a prometer filtros que remuevan el arsénico del agua que bebemos. Filtros a pie de pozo o megapotabilizadoras. Una solución cara y de
pilón tan insustentable como el problema que no resuelve. No lo resuelve porque el arsénico en el agua no es sino un síntoma del mal mayor que es la sobreexplotación del agua tanto del subsuelo como de los ríos. Desde
Encuentro Ciudadano Lagunero, la coalición de organizaciones ciudadanas en defensa del agua, no nos oponemos a que el arsénico se quite del agua que
bebemos. De hecho exigimos el cese de este envenenamiento masivo. Pero lo exigimos junto a la demanda de un orden en la extracción del agua que nos lleve a su uso sustentable. La aplicación de la tecnología anti-arsénico debe ser
una medida temporal y puntual que debe ser aplicada de la manera más eficiente posible. Pero siempre acompañada de medidas de fondo. Quitar sólo
el arsénico del agua, sin hacer frente al gran problema que lo causó, equivale a tratar una enfermedad terminal -un cáncer avanzado, digamos- con un poquito
de maquillaje. Estos tiempos requieren de medidas drásticas y a fondo. Claro,
si de verdad nos importa el futuro de esta tierra y de quienes vivimos y de quienes vivirán en ella.
LA VIDA
03-08-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/vida_18_3475452
50.html
Francisco Valdés Perezgasga
Quienes hacemos el esfuerzo de divulgar la maravilla y el milagro que es la vida y su evolución en la Tierra fallamos a menudo. Fallamos al dar la
impresión que la vida es algo que pasa en otra parte. En una reserva natural, en una lejana sierra, en el vasto océano. Fallamos porque la vida ocurre no
sólo en nuestro rededor sino en nosotros mismos. Somos ejemplo y producto de la evolución de la vida. Una ramita tan pequeña y tan importante del inmenso árbol de la vida como otras ramitas: la del rinoceronte, la del más
diminuto asquel, la del ahuahuete, la de la mosca, la del olivo. Somos y alojamos vida.
Nuestra relación como espectadores ante la divulgación biológica también falla.
Seguido creemos que la vida ocurre en la pantalla de la televisión. O, por lo menos, en algún sitio inaccesible traído hasta la comodidad de nuestro hogar por National Geographic. Esfuerzos más próximos como los de este diario (lea
los reportajes de Agustín del Castillo en Milenio Jalisco) o los de la Revista Nomádica ayudan pero no resuelven del todo esta lejanía artificial entre el
espectáculo y el espectador.
Tomar una visión amplia de lo que significa hoy ser parte de esa compleja tela -hoy tan deshilachada por nuestra inconsciencia- es fundamental para el futuro de la vida, es decir, para nuestro futuro. Por ello es imperativo dejar esta
distancia, este desapego. Un posible primer remedio es salir y andar el monte. El Cañón de las Canoas, Jimulco, Bilbao, los cerros de Tomás Garrido o el
Cañón de Fernández son puntos excelentes para dejar de darle la espalda a nuestro desierto y a nuestros ríos. Pero no es suficiente.
Quizá un mejor consejo es intentar quitarnos el velo que nos impide ver la vida en nuestro rededor. Es entonces cuando el pavimento, nuestros
edificios y aeropuertos se disuelven y aparecen esas florecitas azules de pistilos amarillos que llamamos pollo. Es entonces cuando, por encima del
ruido del tráfico de la Calle Cobián, se eleva el inquieto canto del pequeño verdín que brinca en las ramas del huizache pescando insectos o el llamado del halcón peregrino posado en la antena de la televisora. Es entonces cuando
además de los corredores y caminantes en las amplias banquetas del Boulevard Río Nazas aparecen los mezquites chilenos que te maravillan y te
alarman por lo rápido que crecen y por lo invasivos que son.
Pero además de encontrarla así, además de ver la vida en toda su anchura,
conviene también echarle una mirada larga. ¿De dónde viene? ¿Cómo surgió? ¿Sólo existe en este planeta? Preguntas que nos llevan muy atrás,
hasta la noche de los tiempos en que el universo aún no era. La vida que conocemos se origina en la Tierra hace miles de millones de años. Un organismo sencillo, casi tan sólo un saco de protoplasma, capaz de
reproducirse e interactuar con su medio inició todo. Un organismo surgido en las aguas primordiales de un mar antiguo donde persistió y floreció pero donde
también se transformó y se adaptó y, transformado, empezó a aprovecharse de cuantas oportunidades le brindaba el planeta virgen.
La diversidad de condiciones en el agua, en el aire, en las montañas, en los
polos, etc. aunada a la plasticidad aleatoria de los primeros seres unicelulares fue la combinación ganadora que hoy nos entrega esta alucinante diversidad de organismos vivos. Parece increíble, pero no fue sino hasta la segunda mitad
del siglo XIX que Darwin descifró esta ley fundamental que tanto nos ayuda a entender el mundo, la evolución por selección natural.
Nosotros, los humanos, estos changos lampiños, somos apenas una ramita del
árbol de la vida cuyo tronco es aquella bolsita de protoplasma de hace 3,500 millones de años. Todo ese árbol portentoso del que formaron parte trilobitas y dinosaurios está hecho del material forjado en el crisol de las estrellas.
Toda la materia que hoy forma todo lo que vemos, palpamos, olemos y somos, fue hidrógeno y luego helio y luego litio y luego… hasta crear todo aquello que
hoy vemos en la tabla periódica de los elementos. Pero usted y yo y todo lo vivo tenemos carbono, sin carbono no seríamos. No en balde la química de la vida es llamada la química del carbono. Le confieso que sentí raro cuando
me di cuenta que no soy -que no somos- más que depósitos temporales de átomos de carbono creados en un sol lejano hace miles de millones de años.
Átomos que fueron y serán uvas, alas de mosca, nueces, hojas, lagartijas.
Una reflexión más en torno a la vida. De todas las células que contenemos y portamos, tan sólo una de cada diez son humanas, más del 90% son bacterias, hongos y levaduras sin las cuáles no podríamos funcionar o ser. Cada uno de
nosotros, cada una de nosotras, es un ecosistema más que un individuo. Eso debería unir nuestro ser con el de otros ecosistemas, con las selvas y los
desiertos, con las montañas y con los mares. Finalmente la vida es un continuo maravilloso del cual somos una parte. Única, especial, temporal y maravillosa, pero tan sólo una parte más.
LAS COSAS POR SU NOMBRE
25-07-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/cosas-nombre_18_343345670.html
Francisco Valdés Perezgasga
Llamamos eufemismo a una palabra o una expresión aceptable, políticamente
correcta, usada en lugar de una palabra que pueda inquietar u ofender a la persona o al público al que nos dirigimos. El eufemismo es siempre evasión.
Buscamos no ofender, no confrontar, no molestar, una actitud muy mexicana que percibí el verano pasado de visita en Oaxaca. Allá, pareciera que la palabra “no” fuera considerada ofensiva. Claro, no hay eufemismo posible para
la palabra no. No es no. “No” es, a todas luces, una palabra absoluta, arrinconada. Pero la evasión de los oaxaqueños para emplearla nos llevó
siempre a innumerables confusiones a un par de norteños como Patricia y yo.
Desde que empezamos a pronunciar la palabra misma ya sabemos que el eufemismo es bueno. Me explico. Etimológicamente, la partícula eu- denota
algo bueno. Eugenio es el bien nacido. Eutimio de buen ánimo. Eunice la buena victoria (la marca de zapatos deportivos Nike se refieren a la victoria,
igual que la ciudad de Niza o Nice en francés). Eucariota, el buen núcleo, como se llama a las células con núcleo, más modernas que las procariotas, literalmente “antes del núcleo”. Eufemismo, el buen hablar, por cierto, es lo
opuesto a la blasfemia, el hablar hiriente.
Los eufemismos cambian. Pueden pasar de políticamente correctos a
francamente insultantes. Ahora mismo vivimos una transición en la que “gordito”, “negrito”, “cieguito”, “tontito”, “indito” o loquito son palabras a las que muchos les hacemos el feo.
Pero vuelvo al inicio. México es un país de eufemismos. Aquí no respiramos venenos sino tóxicos. No hay terremotos, sino temblores y movimientos
telúricos. El Popocatépetl y el Volcán de Fuego en Colima no hacen erupción sino que experimentan exhalaciones. No seremos todos oaxaqueños pero aún así usamos el lenguaje con pincitas.
Creemos que en el lenguaje de la técnica y de la ciencia no hay lugar para los eufemismos. Que se trata de un lenguaje exacto, preciso, aséptico, sin
influencia cultural ni emotiva. ¿Porqué? Pues porque creemos -erróneamente- que la técnica y la ciencia son materias exactas, precisas, asépticas, al margen de la política, la emotividad o cualquier influencia cultural. Que la técnica y la
ciencia son moralmente neutras que sólo se tuercen cuando se usan para mal o bien se reivindican cuando se usan para bien. Nada más equivocado. Quizá
solo el lenguaje matemático, es decir, el lenguaje de las ecuaciones y los teoremas, es ejemplo de un lenguaje realmente neutro, preciso y aséptico.
Estoy leyendo la biografía de Raquel Carson, una escritora de pluma elegante
y bella que escribió uno de los pocos libros que podemos decir cambiaron el rumbo de la historia: “Primavera Silenciosa”. Cuando “Primavera Silenciosa” se
publicó, en 1962, era quizá una de las escritoras más leídas y admiradas de su época. Bióloga e investigadora, Carson desde niña quiso ser escritora. Sus obras “El mar que nos rodea” y “La orilla del mar” son monumentos a la
literatura pero también a la divulgación científica.
Primavera Silenciosa”, publicado en 1962, es un devastador análisis de las
consecuencias de los plaguicidas sobre la salud del planeta y sobre la salud humana. Se publicó cuando los plaguicidas se aplicaban sin freno en amplias
áreas del planeta, cuando ya había temores bien fundados sobre los efectos de
las pruebas nucleares atmosféricas y la consecuente dispersión de material radioactivo. Temores poéticamente retratados ese mismo año de 1962 por Bob
Dylan en su aterradoramente y bella canción “A hardrain’’s a gonnafall” (Una fuerte lluvia va a caer).
Me detengo. Me paro en seco. ¿Percibió el eufemismo colarse en el lenguaje
técnico en el párrafo anterior? Búsquelo. La palabra “plaguicidas” es un eufemismo del tamaño de una catedral. Igual que insecticidas”, “rodenticidas” o
“herbicidas”. Se supone que denota a una familia de sustancias que matan a las plagas -o a los insectos, o a los roedores o a las hierbas- cuando en realidad son venenos capaces de envenenarlo todo, de matarlo todo. Si hemos
de prescindir del eufemismo, deberíamos llamarlos a todos “biocidas”, sustancias capaces de extinguir la vida.
En el centro de estos eufemismos está la creencia generalizada de que los humanos no formamos parte del resto de la vida. Que no creamos relaciones y dependencias con el resto de los seres vivos ni con la tierra misma. Que a los
humanos nos bordaron a mano. Que a los humanos nos parió Zeus. Que los humanos nos cocemos aparte. Como si no comiéramos o como si no
respiráramos como lo hace un chapulín o un rinoceronte.
Esta disociación cultural, de innegables y profundas raíces judeocristianas, es la barrera más alta que nos impide aceptar que somos un hilito más de la
deshilachada trama que es la tela de la vida. Que nos impide ver más allá de nuestras narices y tomar la decisión de vivir de otra manera, de vivir honrando
el milagro que es la vida y mientras vivimos -y comemos y producimos y nos transportamos, hacer lo conducente para que la vida siga floreciendo y no como ahora, que pareciéramos empeñados en extinguirla aunque en el camino
estemos acabando con nosotros mismos.
¿CÓMO FUNCIONA UN ÁREA NATURAL PROTEGIDA?
20-07-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/funciona-area-
natural-protegida_18_339146084.html
Francisco Valdés Perezgasga
Las áreas naturales protegidas son sitios para los que se ha establecido un
determinado estatus de protección legal. Dicha protección se les ha dado para
conservar sus valores naturales -biológicos, escénicos- pero también, cuando
así lo amerita, sus valores culturales, o históricos. Por ejemplo, a finales del
mes pasado la “Antigua Ciudad Maya y Bosques Tropicales Protegidos de
Calakmul”, fueron inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO) como bien mixto, reconociendo plenamente su Valor Universal
Excepcional. Ya en 2002, las tres mil hectáreas de la zona arqueológica se
habían inscrito como Patrimonio de la Humanidad, pero ahora se fusionó con la
Reserva de la Biósfera de Calakmul para formar un bien mixto de más de
300,000 hectáreas que así, ahora, cuenta con una doble protección, la de las
leyes mexicanas y las del tratado internacional respectivo.México es un país
megadiverso. Contiene una variedad de ecosistemas y climas como pocos
países en el mundo. Esto trae consigo una enorme diversidad biológica con
una gran cantidad de endemismos. Esto es, una gran cantidad de organismos
que solamente se encuentran en el territorio mexicano y en sus aguas
territoriales. Es por ello que cuenta con un conjunto de espacios naturales
amplio y diverso. A nivel federal existen 176 áreas naturales protegidas
administradas por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas
(CONANP). Estas áreas protegen más de veinticinco millones de hectáreas, lo
que representa casi el 13 % del territorio nacional. A esto hay que sumarle las
áreas naturales protegidas de competencia estatal, las áreas municipales y las
comunitarias o voluntarias. En nuestra región contamos con la Reserva de la
Biósfera de Mapimí (federal), el Parque Estatal Cañón de Fernández (estatal,
Durango) la Reserva Ecológica Municipal Sierra y Cañón de Jimulco
(municipal, Torreón) y las recientemente decretadas áreas naturales protegidas
voluntarias en las Dunas de Bilbao y en la Sierra de Tomás Garrido (estatales,
Coahuila). El lento proceso para decretar otra área natural protegida estatal en
el Cañón de Las Canoas y la Sierra del Sarnoso sigue atorado en Durango.El
objetivo de un área natural protegida, repito, es conservar los valores biológicos
y paisajísticos de la zona. Una área decretada tiene que contar con un
programa de manejo que zonifica el sitio y declara las actividades que pueden
desarrollarse en cada una de sus zonas, a saber, las zonas núcleo, las zonas
de amortiguamiento y, por último, las zonas de influencia.Las zonas núcleo son
las porciones del territorio con un grado mayor de conservación. Ahí existen
ecosistemas u ocurren fenómenos naturales importantes o viven especies de
flora y fauna que, por su rareza o el peligro en el que se encuentran, requieren
de una protección total para propósitos científicos o de regulación ambiental. La
zona núcleo debe dar una protección a largo plazo a los paisajes, ecosistemas
y especies que alberga. Debe ser suficientemente grande para cumplir sus
objetivos. Una misma área natural protegida puede tener varios núcleos y así
representar adecuadamente todos los sistemas ecológicos clave que se deban
proteger. Por lo general, en una zona núcleo no se realizan actividades
humanas salvo la investigación y la conservación. Las zonas de
amortiguamiento son los sitios que rodean y protegen a las zonas núcleo donde
se dan condiciones favorables para las actividades productivas, educativas,
recreativas, de investigación aplicada y de capacitación bajo un esquema de
sustentabilidad. Por último, las zonas de influencia se encuentran alrededor del
área natural protegida, y sirven como zonas de transición para mitigar los
efectos adversos que pudieran tener sobre ésta las modificaciones
ambientales de su entorno.De esta zonificación se derivan objetivos,
regulaciones y trabajos que pueden incluir la preservación de regiones
biogeográficas y ecológicas, la salvaguarda de la biodiversidad genética, el
aprovechamiento y la preservación de los ecosistemas, la investigación
científica, la educación, la generación de conocimientos y tecnologías para el
aprovechamiento y conservación de los recursos naturales, la protección de
zonas geológicas, y en lo posible, proporcionar las condiciones para la
recreación, el ecoturismo y la generación de servicios ambientales. Sin
embargo, estas actividades se realizan o no en función de la zonificación. En
las zonas núcleo es donde estas actividades se restringen más.La importancia
de resaltar estas reglas, a menudo áridas, reside en la necesidad de
comprensión de lo que es un área natural protegida, su vocación y los
mecanismos que la hacen cumplir su función. En el centro de estos
mecanismos, está su zonificación y su programa de manejo los cuales le
permiten lograr los objetivos de protección y de conservación.
TODA LA LUZ QUE NO PODEMOS VER
15-06-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/Toda-luz-
podemos-ver_18_318148184.html
Francisco Valdés Perezgasga
Aún recuerdo cuanto me sorprendió la furia con la que aquel contertulio en un
programa de radio reaccionó a mi queja del bajo nivel de cultura natural que
hay en nuestro país. Por cultura natural me refería al conocimiento vulgar de
los elementos naturales que nos rodean. Mucha gente podrá, con cierta
dificultad, reconocer al chilero. Casi nadie podría nombrar una planta de salvia
en las laderas de Jimulco o enunciar las diferencias entre un nopal rastrero y
un nopal cegador. O declamar las cuatro especies de tórtolas que habitan
nuestras ciudades laguneras. He constatado, con cierto grado de horror, que
mis alumnos no tienen idea de cuánto llueve en promedio en La Laguna. Ni
cuánta agua se evapora. Todos unos universitarios y no saben acotar la
temporada de lluvias en el alto altiplano mexicano. Para mi contertulio -escritor,
por cierto- el mismo concepto de cultura natural era una blasfemia. Según él la
cultura era lo opuesto a la naturaleza. La cultura es aquello que nos permite
combatir y sojuzgar al mundo natural. Sus objeciones las enunció varios
decibeles por encima de lo necesario en aquella apretada cabina, y con una
entonación de verdadero odio acompañada de una cara encendidamente roja
con algunas venas cerca de estallar. Ya no hubo manera de entrar a temas
más sutiles y elevados como el de la literatura natural, es decir, la literatura
cuyo eje es la naturaleza. Hubiera querido referirme a la ausencia en nuestra
lengua de escritores como los que uno se encuentra en la lengua inglesa:
Gilbert White, Ralph Waldo Emerson, Darwin, Thoreau, Mary Austin, Aldo
Leopold, Raquel Carson, Edward Abbey, Melville, Peter Matthiessen, Wendell
Berry, John McPhee, Barry Lopez, David Quammen o Terry Tempest Williams.
Le espeto esta larga lista pues aquí estoy a mis anchas, no como entonces, en
aquella pequeña cabina, cuando fui el blanco de la furia del culto contertulio
que no me permitió ni enunciar el primer nombre. A esta literatura se le da en
llamar “literatura de lugar”. No es una moda o un fenómeno nuevo, como puede
atestiguar la larga lista líneas arriba, que empieza con autores del siglo
dieciocho.Otra manera de ver a esta literatura de lugar es como una tradición
literaria que reconoce que una noción de lugar, una noción del sitio donde uno
es y uno está, está ligado íntimamente a una noción de moralidad y de
identidad. Esa tradición literaria no tiene fronteras definidas. Podrá contar con
escritores tan distinguidos como E.O. Wilson o Stephen JayGould, profesores
de biología en Harvard, pero también podemos clasificar ahí a Faulkner o
Steinbeck, premios Nobel de literatura o a Thomas Merton, monje de la Orden
del Císter, muerto en 1968, conocido como poeta místico pero que también
nos regaló ensayos como “La lluvia y el rinoceronte”. Todo esto lo menciono
pues me encuentro leyendo a Anthony Doerr, escritor usamericano nacido en
1973, cuyo lenguaje deslumbrante, definición de personajes, generación de
drama y creación de atmósferas enmarcan cuentos y novelas magistrales. En
las obras de Doerr la naturaleza brinca donde menos la espera uno. Su última
novela, Toda la luz que no podemos ver, trenza la vida de una muchachita que
quedó ciega, su padre conserje del Museo de Historia Natural de París y un
joven huérfano alemán con un inusual talento para la electrónica atrapados en
el remolino de la segunda guerra mundial. Buena parte de la novela transcurre
en Saint Malo, la ciudad amurallada en la costa bretona. En una escena que
retrata la destrucción total de la ciudad a fuerza de los cañonazos
usamericanos, se le escapa a Doerr una frase sobre las golondrinas que
confundidas buscan sus nidos sepultados bajo las ruinas. Este no sólo es un
apunte documental, sino una imagen que, como una bofetada, nos recuerda
que la devastación de la guerra llega mucho más lejos que la tragedia
puramente humana. Otro punto sobrecogedor es el relato de las visitas que
Marie Laure, la chica ciega, hace a las antiguas perreras medievales, donde las
autoridades de la ciudad solían guardar fieros mastines que cada noche
patrullaban las playas y destrozaban a quien osara desembarcar
subrepticiamente al amparo de la oscuridad. Las perreras abandonadas,
inundadas por la marea, albergaban una gran cantidad de moluscos y
cangrejos que con sus movimientos y texturas llenaban de maravilla y
reminiscencias a Marie Laure. Otro pincelazo que llena una escena cruenta con
un apunte incongruentemente bello es la descripción de los altos girasoles que
parecen inclinar sus cabezas ante el paso sigiloso de los soldados alemanes
que acuden a emboscar a unos guerrilleros soviéticos.Creo que así como hay
una tradición en las letras inglesas de permitir a la naturaleza tomar su sitio, la
debería haber también en nuestras letras y en nuestras vidas. Deberíamos
poder encontrar la puerta que nos dé acceso a ese mundo mayor y antiguo
pero que también permita que ese mundo entre, nos inunde y nos invada.
KORENFELD EN LA LAGUNA
01-06-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/Korenfeld-
Laguna_18_309149148.html
Francisco Valdés Perezgasga
El pasado miércoles visitó la Comarca Lagunera David Korenfeld, director de la Comisión Nacional del Agua. Era, al parecer, una visita sorpresiva.
Nominalmente venía a revisar diversos aspectos del funcionamiento del organismo de cuenca local, el de Cuencas Centrales del Norte. Sólo gracias a
que, de alguna forma, la prensa local se enteró de su presencia, los habitantes de esta región pudimos saber de su visita. Pudimos enterarnos, a toro pasado, que también vino a entrevistarse con los dueños del agua lagunera. El agua,
claro, le pertenece a la nación. No al gobierno. A la nación. A usted y a mí. Pero para todo efecto práctico le pertenece a unos cuantos grandes, grandes empresarios
Esta última aseveración merece una explicación. Ellos no tienen un título de propiedad. Nadie se las vendió, regaló o transfirió. Ellos se la tomaron, por la
vía de los hechos, usando la noria, el billete y la influencia. En su visita, la sobreexplotación del acuífero fue reconocida por el director de Conagua, pero no dijo lo que hará para detenerla. Vino, en una palabra, a reconocer
públicamente el expolio del que somos y hemos sido objeto y a callar sobre lo que la Comisión Nacional del Agua va a hacer al respecto.
Los dueños del agua le presentaron su plan. Un plan que no contempla sanciones a los responsables de este atraco pero que sí exige -faltaba más- que el gobierno desembolse miles de millones de pesos en subsidios. Para
ellos. Los responsables del desastre. La llamada tecnificación del riego es el gran arenque rojo. Ya se intentó una vez. Cuando el agricultor se dio cuenta
que podía regar la misma superficie con la mitad del agua, duplicó la superficie cultivada. Resultado: un nulo ahorro de agua. Millones de pesos tirados al drenaje. ¿Quién nos garantiza que no sucederá de nuevo? ¿En cuánto tiempo
empezará a recuperarse el acuífero? ¿Es la llamada tecnificación del riego la única medida válida? ¿La más eficaz?
En una región con el grave problema de hidroarsenicismo que tenemos estas son preguntas de vida o muerte. Preguntas en las que bascula el futuro de nuestra tierra y de nuestra gente. No se puede ser demasiado dramático
cuando se palpa lo que está en juego. ¿Tiene usted un amigo, un conocido o un ser querido con cáncer? Entonces sabe usted de lo que le hablo.
La agenda de Korenfeld en la región fue calculada. Calculada para no decir nada y para no resolver nada. Para reunirse a escuchar a los amos y señores del agua. No vino a leerles la cartilla. No vino a informarles que se acabó su
macabra fiesta. No vino a decirles que la ilegalidad ya terminó. Parecería que
vino a recibir instrucciones. En el colmo de la burla, el director general no se reunió siquiera con su propio Consejo de Cuenca, la instancia oficial para la
interacción entre Conagua y la sociedad. Menos quiso reunirse con los miembros del Encuentro Ciudadano Lagunero, una coalición formada para defender nuestros ríos y nuestro acuífero, es decir, para defender nuestra agua
y nuestro futuro. Evadió reunirse con los ciudadanos de a pie preocupados y estudiosos del problema con propuestas claras y contundentes.
El Encuentro Ciudadano Lagunero exige agua en cantidad y calidad para todas las personas, un derecho garantizado por nuestra constitución. Si para esto se ha de echar mano de la tecnología, exigimos que se haga de manera eficiente,
transparente, puntual y temporal para que nadie, absolutamente nadie, siga envenenándose al saciar su sed. El Encuentro Ciudadano Lagunero exige
también que cese la sobreexplotación del acuífero para acabar de raíz con el problema del hidroarsenicismo. Esto implica operar las presas del Nazas y del Aguanaval bajo otros criterios que los estrictamente económicos. Que el agua
fluya por el cauce de los ríos para restablecer los procesos ecosistémicos interrumpidos y para que se filtre a los acuíferos alejando de la mancha urbana
el veneno del arsénico.
Propuestas lógicas, sencillas y realizables si los ciudadanos ejercemos el poder que quizá ni sabemos que tenemos. Propuestas probadas en otros sitios.
Propuestas mucho más baratas y equitativas que las tecnificaciones y las potabilizadoras.
Lo que en La Laguna hemos visto ya demasiado tiempo es insostenible. Urge ya enderezar el rumbo. Esperpentos como la visita de David Korenfeld son ya patéticamente excedente. Porque a lo que vino en realidad el director general
de la Conagua fue a intentar consolidar el status quo y se le agradece. Porque con su visita, David Korenfeld ha dejado bien claro que ni usted ni yo
importamos. Que no contamos. Que somos desechables. Pero con su visita también abre la enorme posibilidad de que por fin nos desengañemos. Que por fin podamos demostrarle a él -y a los dueños del agua- que somos más,
muchísimos más y que podemos más, muchísimo más.
EL PULITZER EN LA LAGUNA
11-05-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/Pulitzer-
Laguna_18_296550411.html
Francisco Valdés Perezgasga
No sé cuándo oí hablar, por primera vez, de los premios Pulitzer. Desde niño me ha gustado -en temporadas me ha obsesionado- la lectura de los diarios. Seguro que fue en una de esas eras tempranas que supe del Pulitzer, pero no
sé cuándo. Este premio se otorga anualmente, en los Estados Unidos, en dos
vastas categorías: el periodismo y las artes. Es, sin duda, uno de los máximos
galardones periodísticos y literarios que puedan otorgarse en aquel país. Por cierto, el año pasado, el premio para la categoría de fotografía noticiosa lo ganó
Narciso Contreras, mexicano, por la foto de dos insurgentes sirios disparando desde el agujero de una pared. Una imagen que revela, con gran esteticismo, el horror de aquella lucha fraticida.
En 1999 conocí por primera -y única- vez a una ganadora del Pulitzer: Julia Preston, quien lo ganó en 1998, vino a reportar para el New York Times las
afectaciones a la salud pública por la contaminación por plomo. Como otros corresponsales que vinieron a Torreón en esas fechas (James F. Smith de Los Angeles Times, Harris Whitbeck de CNN), Julia era una periodista que había
hecho la tarea. Seguramente no tendría más de un par de días de haber estudiado el caso, pero sus preguntas eran certeras, sorprendentes, al punto.
Hace años que tengo la costumbre de revisar la lista anual del Pulitzer. Aunque me interesan todos, me enfoco en la sección de artes, en particular el premio al mejor libro de ensayo o no-ficción. Siempre he sido un lector más de ensayo
que de novela y me gusta leer en inglés, de manera que ver esta lista es una forma de encontrar, quizá, lecturas interesantes.
Gracias a esta búsqueda -o maña, según se vea- es que me he encontrado libros excepcionales como Annals of a former world (Anales de un mundo anterior) de John McPhee, ganador en 1999. Este libro es una vasta
exploración de la historia geológica de los Estados Unidos que le llevó a McPhee veinte años completar. Lo mismo puedo decirle de otro libro, ganador
en 2011, traducido ya al español, “El emperador de todos los males, una biografía del cáncer” de Siddhartha Mukherjee, oncólogo de pluma elegante, compasiva y precisa.
Este año, el ganador fue Toms River de Dan Fagin donde se relata un caso de contaminación química que produjo en los noventas cientos de casos de
cáncer en los habitantes de Toms River, Nueva Jersey. En el centro de este caso se ubicaba una fábrica de colorantes y plásticos de Ciba-Geigy a la sazón el gigante químico suizo. No sólo es una investigación de un caso puntual de
contaminación sino que Fagin trenza con esta historia una historia de la toxicología ambiental y de la industria química con gran habilidad narrativa. En
este libro me enteré que las áes de CIBA, AGFA y BASF vienen de la palabra “anilinas” los colorantes artificiales que son tan tóxicos de usar como de producir. Para producir un kilo de estos colorantes se generan cerca de veinte
kilos de desperdicios tóxicos, cancerígenos y/o explosivos. Ciba-Geigy, con gran diligencia, esparcía estos desechos en sus terrenos arenosos -
asegurándose que migrarían al acuífero- o los vertía directamente al río. Cuando estas prácticas fueron denunciadas, empezaron a verterlas al Océano Atlántico. Una planta tratadora les reducirían sus sacrosantas ganancias.
De hecho, la empresa suiza pasó sus operaciones de Cincinatti, una urbe con ciudadanos e instituciones propios de una población urbana, instruida y con
alternativas de empleo a TomsRiver, una localidad cuasi-rural en donde la llegada de una gran fábrica con cientos de empleos bien remunerados fue vista como una bendición. La actitud de los ejecutivos de Ciba-Geigy ante los
problemas que causaban a la población osciló en todo momento entre la desvergüenza y el autoengaño. Era esta ciertamente una posición insostenible
que vino a terminar de la peor manera con el súbito cierre de la empresa, gastos enormes de remediación y compensación y el sufrimiento sin orilla de
miles de habitantes de TomsRiver.
De poco sirve lo que aprendamos si no lo usamos para entender mejor nuestra realidad. En La Laguna veo yo a un grupo de empresas, lidereadas por una
gran corporación local, cuya actividad económica está causando un daño enorme a nuestra comunidad, que esparce enfermedad. La débil defensa de estas empresas es que ellas no poseen pozos, ni vacas, ni hectáreas de alfalfa.
Estrictamente es cierto. Las empresas no, pero sus dueños, socios y proveedores sí. Tienen pozos, extraen más agua de la que la nación les ha
concesionado y dejan detrás la ponzoña del arsénico, un potente cancerígeno. Como algún día fueron los suizos en Toms River, Nueva Jersey, los dueños de estas empresas son hoy héroes, personajes del año, capitanes de la industria,
sonrientes golfistas, proveedores de empleos. Pero con todas veces que esta historia se ha repetido -y se ha relatado- deberían saber ya que esto va a
acabar mal. Para ellos y para todos.
DIEZ AÑOS
04-05-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/anos_18_2923508
19.html
Francisco Valdés Perezgasga
El Cañón de Fernández me ha acompañado toda mi vida. En mi niñez fueron muchos los domingos que pasé en grandes comidas familiares en el rancho de
mi tío abuelo Agustín Anaya por el rumbo de la Posta. En mi juventud preparatoriana, los días de campo por esos rumbos fueron pocos, quizá no pasaron de una docena. En 1984, al poco tiempo de haber vuelto tras nueve
años en el Distrito Federal, empecé a ir ocasionalmente al Cañón de Fernández ya con un interés por descubrir sus aves. Mis visitas se
suspendieron por una ausencia de cuatro años de La Laguna. Volví de Inglaterra en 1990 y entonces mis visitas empezaron a ser más frecuentes. En 1999 el alcalde de Lerdo, Gerardo Katsicas, convocó a todo aquel y a toda
aquella que tuviera preocupación por el estado de los ecosistemas del Nazas, a reunirse en la biblioteca municipal para establecer un diagnóstico y esbozar
acciones para detener el deterioro severo que ya había terminado con Raymundo, con Las Piedras y con Villa Juárez y amenazaba con terminar con lo que quedaba de la gran cinta verde que acompaña al Nazas desde las
lejanas montañas de la Sierra Madre Occidental. Una víbora verde que llegaba hasta San Pedro pero que ahora no pasaba de los Puentes Cuates.
Eran juntas largas y catárticas. Cada mes aquello era un listado de nuevas afectaciones al bosque y al río que recién alguien detectaba. Llegamos a un punto, en el año 2000, en el que nos quedó claro que hacía falta darle
continuidad a lo que el alcalde Katsicas había puesto en movimiento y darle una estructura formal a aquel grupo de individuos que, al margen de lo que
pudiéramos representar, compartíamos una preocupación por el estado del río y una convicción de que éramos quienes deberíamos iniciar su rescate. Así nació, en 2001, Prodefensa del Nazas, A.C.
Basados en un estudio realizado por Biodesert, A.C. denominado “Factores
que inciden en el deterioro ecológico y social de la parte baja del Río Nazas” empezamos a solicitar al gobernador de Durango, Ángel Sergio Guerrero Mier,
un estatus de protección para los ecosistemas del río comprendidos entre la presa de las Tórtolas y la presa de San Fernando, en Raymundo. Cartas, editoriales, notas periodísticas, peticiones a pie de banqueta, todo lo
intentamos. Finalmente el gobierno mandó hacer un estudio técnico para ver si nuestra solicitud tenía sustento. Dicho estudio encontró que el Cañón de
Fernández tenía un estado de conservación alto y que, por lo tanto, era el sitio a conservar. El resto del área reivindicada por Prodenazas como zona de amortiguamiento y restauración fue desechado. Fue en el gobierno de Ismael
Hernández Deras que se decretó finalmente la protección de esa parte del Nazas bajo la figura de Parque Estatal Cañón de Fernández. El decreto se
publicó el 25 de abril de 2004. Este logro sería nada si no se traducía en la instalación de una administración del parque que velara por el progreso social de sus habitantes y la
conservación de los valores biológicos y paisajísticos del sitio, de modo que empezamos a cabildear para que esto se diera a la brevedad y el Parque
Estatal Cañón de Fernández no se convirtiera en un parque de papel, sólo existente en el periódico oficial. En 2005 el gobernador propuso que el parque lo administraran, en conjunto, su gobierno y Prodefensa del Nazas. Vimos de
inmediato ventajas en esta propuesta y en noviembre se firmó el convenio correspondiente. Una propuesta novedosa que sólo puede ser realidad robusta
si la determinación forjada por un sentimiento de responsabilidad compartida no falla en ninguna de las dos partes. Este pasado 25 de abril el Parque Estatal Cañón de Fernández, patrimonio de
todos los laguneros cumple pues sus primeros diez años de vida. Diez años en que se ha avanzado en el progreso social de sus pobladores y en la
conservación de sus valores biológicos y paisajísticos. Diez años que tienen como protagonistas a las dos admirables mujeres que forman la plantilla completa que cuida de diecisiete mil hectáreas: Gladys Aguirre y Sandra
Ramos, acompañadas por el resto de los miembros de Prodefensa del Nazas, A.C., por los funcionarios federales, municipales y estatales que se han
preocupado por apoyar esta labor y por las empresas que han colaborado de diversas maneras con su protección. Se dice fácil, pero han sido diez años de empeño, sustos, disgustos y
malentendidos. Pero sobre todo, diez años de logros, de triunfos y de satisfacciones en que el Parque fue distinguido como Humedal de Importancia
Internacional o Sitio Ramsar en 2008. Este verano de 2014 espero poder registrar al Cucú de Pico Amarillo anidando en uno de sus sauces. Esta ave es un indicador de la calidad del hábitat que
ocupa. Si el cucú cumple su promesa de volver un año más de su invierno en Sudamérica es porque los laguneros y las laguneras le cumplimos la promesa
de que le cuidaríamos ese hábitat. Una labor cada vez más difícil en un mundo indiferente que cada día se torna más caliente.
REVERENCIA POR MIS MAYORES
17-03-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/Reverencia-
mayores_18_263553651.html
Francisco Valdés Perezgasga
Así como nos ve, todos y todas andamos por el mundo metidos en una esfera. Es etérea, inmaterial y virtual. Es la esfera moral. Contiene, entre muchas cosas aquello que amamos, todo lo que defendemos. Hay personas cuya
esfera moral es bien chiquita, ocupada toda por su propio ego. Casi todos profesamos incluir en esa esfera a nuestros padres -o su memoria- y a
nuestras familias por supuesto. Hay quien deja que la ideología les llene la esfera moral con conceptos y objetos cuya importancia no resiste el primer análisis, como la patria, la bandera, el partido político o el himno nacional.
Aquellos a quienes les preocupa el estado del ambiente han ensanchado esa esfera para que quepa el paisaje. Por eso nos indigna y nos duele tanto que lo
dañen. Por qué hemos llegado a entender que el paisaje define, si lo dejamos, quienes somos y que sin él somos menos. En la niñez se nos enseña que debemos honrar a nuestros mayores. Cuando
amplías esa esfera moral, los mayores son seres que viven desde tiempo inmemorial sobre la faz de la Tierra. Las sequoias de
California, los pinos de conos erizos de Utah y Nevada, los estromatolitos de Cuatrociénegas o la gobernadora conocida como el “Rey Clon” del Desierto de Mojave. Nuestros mayores a los que debemos respeto y reverencia.
En el Parque Estatal “Cañón de Fernández” hay ahuehuetes de más de mil doscientos años de edad. Verdaderos abuelos de todo lo que vive y de todo lo
que respira en La Laguna. Patriarcas vegetales de nuestras comunidades. A esos ahuehuetes centenarios les debemos no menos respeto y reverencia que el que desplegamos por otros ahuehuetes como el Árbol del Tule en Oaxaca, el
árbol de la Noche Triste en Tacuba o el Sargento en Chapultepec. Usted sabe, por supuesto, que Ahuehuete es un nahuatlismo. Que su
significado es “viejo en el agua” (atl, agua; huéhuetl, viejo). La palabra misma, ahuehuete, debería movernos a la admiración por las lenguas originarias de México y a los pueblos que aún conservan esta herencia milenaria. La
plasticidad del Náhuatl permite que se puedan crear nuevos vocablos a partir de vocablos ya conocidos y eso pone el terreno fértil para sustantivos, adjetivos
y adverbios cargados de hermosas metáforas. Viejo en el agua nos informa la ecología del ahuehuete, un árbol que sólo puede concebirse en las orillas de un río o de un lago. Los ahuehuetes milenarios del Cañón de Fernández son un
tesoro que nos han legado los siglos y que nos ha legado el Río Nazas. El río que llamamos nuestro padre pero al que hemos tratado de manera infame.
Escribo estas líneas el 14 de marzo, Día Mundial de la Defensa de los Ríos. Las escribo con toda la admiración y el amor que me inspiran el Nazas y el Aguanaval y quienes dedican sus esfuerzos por defenderlos y conservarlos.
Las escribo también con el desprecio hacia todos aquellos -dejo el masculino, todos son hombres- que los quieren seguir dañando y abusando, a pesar de
que hoy sepamos lo que sabemos. Nuestros ríos han sido dañados por dos razones: por la extracción desmedida de sus aguas y por la construcción de presas que interrumpen su curso y destruyen todos los procesos bióticos que
dependen de él. Esta semana se publicó un artículo científico en la revista Energy Policy de un
equipo de investigadores de la Universidad de Oxford. Estudiaron el costo y el
desempeño de las grandes presas construidas entre 1934 y 2007 para las que se contaba con cifras confiables de costos y de beneficios. En promedio las
presas costaron casi el doble de lo que se presupuestó y su construcción llevó 44% más tiempo del calculado. Los investigadores concluyen que las grandes presas que hoy estamos proyectando no tienen ningún sentido económico.
Esto cuando CFE pretende cargarse al Río San Pedro con la presa de Las Cruces y destruir así todos los ecosistemas que alimenta, incluyendo las
Marismas Nacionales, un sitio clave para las migraciones continentales de aves acuáticas.
POTABILIZADORA INÚTIL Y DAÑINA
09-02-2014
http://www.milenio.com/firmas/francisco_valdes_perezgasga/Potabilizadora-inutil-danina_18_242555745.html
Francisco Valdés Perezgasga
Los proponentes del oscuro proyecto de construir una potabilizadora en el Nazas siguen tocando puertas, buscando incautos a quienes sumar a una obra que significará el hundimiento final de nuestra región. Enarbolan la necesidad
de dar agua de calidad a la población ante la crisis del arsénico, una crisis, huelga decirlo, que se origina del manejo criminal del agua que se hace en La
Laguna. La troupe que va de puerta en puerta por Coahuila la conforma una extraña aunque predecible mezcla de ex-funcionarios, constructores y algún autodenominado experto en cuestiones del agua.
En La Laguna ciertamente tenemos una crisis por el arsénico presente en nuestra agua de bebida. Es una crisis de salud pública que afecta a cientos de
miles de laguneras y de laguneros. Que nos afecta a usted, a mí y a todos los que usted y yo queremos en esta tierra. El arsénico es un tóxico ligado a enfermedades crónicas como el cáncer y la diabetes, dos enfermedades que
abundan entre nosotros. Es inadmisible que una sola persona -ya no digamos cientos de miles- se envenene al beber agua. Por eso el programa de filtros
desplegado por las autoridades de Torreón es un paso -a medias- en la dirección correcta. Adolece claro, del un pequeño detalle: 95% del agua que se limpia se desperdicia, es decir, no se usa para detener la intoxicación masiva
de sus habitantes. Pero la potabilizadora es otra cosa. Es una obra que se nos vende como la
solución al problema del agua en La Laguna cuando en realidad es la solución al 2% del problema del agua en La Laguna. Encima de ser una obra inútil, su escala es tal que pagarla habrá de lastrarnos con una deuda de muy largo
plazo. La solución al problema del abasto y de la calidad del agua en La Laguna no es
una megaobra que, como toda megaobra, viene acompañada de un cortejo de corrupción, ineficiencia y sobrecostos. La solución está en meter orden, en hacer cumplir la ley, en obrar con sentido común usando la base sólida de la
ciencia. En la Universidad Nacional Autónoma de México se ha estudiado el
origen del arsénico en nuestro acuífero. El arsénico siempre estuvo en el acuífero debajo de la Laguna de Mayrán. Este veneno se mantuvo arrinconado
por las avenidas regulares del Nazas que, de pasada, rellenaban nuestro acuífero con agua nueva, que apenas semanas antes había llovido en las altas montañas de Durango.
Nuestros problemas empezaron en la década de los cuarenta. Desde entonces, las avenidas ya no llegan a Mayrán. El agua queda detenida en la presa del
Palmito. Al mismo tiempo los pozos profundos empezaron a proliferar merced de los motores, de diesel primero y eléctricos después. El nivel relativo entre nuestro acuífero y el de Mayrán se invirtió. El nivel del agua que la tierra guarda
bajo nuestros pies ya no fue más alto que el nivel del acuífero de Mayrán. Lo que fue aguas abajo ahora quedó arriba. El agua emponzoñada de Mayrán
empezó a migrar hacia el suroeste a llenar el vacío que las norias y el río seco iban dejando. La ciencia con su diagnóstico pareciera estar cantándonos la solución al
problema del agua en La Laguna. Debemos dejar de extraer tanta agua del subsuelo y debemos permitir que el río corra de nuevo por su cauce para
rellenar con agua limpia a nuestro acuífero. Pero todas las decisiones, por racionales e inspiradas en la ciencia que sean, se aplican en un contexto social dado. Es decir, hacer lo que se debe implica modificar nuestros anhelos y
expectativas, redefinir nuestra idea de progreso. Esto se traduce en cambiar el modelo de desarrollo que hoy seguimos, claramente insustentable y
demencial. Pero este proyecto es también un proyecto malvado en los detalles. Su construcción habrá de destruir al Parque Estatal Cañón de Fernández, ese
magnífico, bello y admirable refugio de lo que alguna vez fue el Nazas. Habrá de destruir la maravilla de sus ahuehuetes milenarios. Hará callar a la tángara
roja y al cucú de pico amarillo. Expulsará a la aguililla gris y a la chara verde. Volverá árido páramo lo que hoy es sombreado verdor. Planean construir la potabilizadora en el límite mismo del parque sin proveer de un mínimo respiro
en forma de una zona de amortiguamiento. La lógica diría que, si la planta se construye en el bajo valle, dentro de nuestras
ciudades, y el agua que la alimente se conduce por el cauce del río, el acuífero se rellenará poco a poco y la planta sería mucho más pequeña y más barata. Pero a quienes proponen megaproyectos, no les gusta la modestia. Piensan en
grande. Entre más grande, mejor. Obra grande, presupuesto grande, mayor ganancia y mayor oportunidad de arañar mordidas y comisiones.
Por ello seguirán insistiendo y tocando puertas para hacer avanzar su proyecto. No se detienen en usar las mentiras más gordas para engañar incautos, para embetunar y endulzar lo que es en el fondo una execrable pila de corrupta
suciedad.
ESPERANDO MALAS NOTICIAS
01-09-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9190359
Francisco Valdés Perezgasga
Con toda probabilidad será a finales de septiembre que se publique la primera
parte del quinto informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático.
Los cuatro reportes anteriores. Este panel, conocido por sus siglas en inglés
como IPCC, es el principal organismo mundial para evaluar el cambio climático.
Fue creado en 1988 a instancias del Programa de Naciones Unidas para el
Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial, también
de las ONU. Su objetivo es darnos una idea científicamente clara del estado
actual del conocimiento sobre el cambio climático y sus posibles impactos
socioeconómicos y ambientales. Su acto de creación fue avalado por la
asamblea general de la ONU.
A menudo se confunden las cosas y se cree que el IPCC es un grupo
ambientalista. Nada más alejado de la realidad. El IPCC está formado por los
gobiernos del mundo. Es un cuerpo científico que revisa y evalúa la información
científica, técnica, social y económica más reciente y relevante para la
comprensión del cambio climático. El IPCC no hace investigación ni mide
variables climáticas.
La autoridad que tiene el IPCC se basa en que está formado por expertos de
gran prestigio de 195 países. Por eso los negacionistas del cambio climático -
muchos de ellos conectados o financiados por la industria de los combustibles
fósiles- han buscado descalificar los reportes de este cuerpo. En 2007, con
motivo de la emisión del cuarto reporte, se filtraron una serie de correos
electrónicos y se presentaron como evidencia de una manipulación de la
información científica. Se realizó una investigación exhaustiva que no encontró
adulteración alguna. Hace unos días se filtró ya un borrador de la primera parte
del quinto reporte que ha sido blanco de las críticas de los negacionistas a
pesar de que se trata, por definición, de un documento no acabado.
Una de las cosas que se espera que el quinto reporte del IPCC explique es la
pausa en el calentamiento que al parecer se observa desde 1998. Ya antes
hubo una pausa, entre 1940 y 1970, en el que el calentamiento del planeta se
desaceleró. Abundan las posibles explicaciones sobre este fenómeno: que si el
efecto albedo de las estelas que dejan los aviones que vuelan a gran altura,
que si la absorción de calor en el océano profundo, que si un ciclo en el que fue
más fuerte la Niña que el Niño. Que si un ciclo solar débil.
Sea como fuere, una pausa no debe hacernos quitar la vista del balón. El
mundo se está calentando. Se calienta por las actividades humanas como la
quema de combustibles fósiles y la desforestación. Algunas zonas sufrirán más
que otras, entre ellas el norte de México y el suroeste de Estados Unidos
donde las temperaturas aumentarán, lloverá menos y los eventos
meteorológicos extremos serán cada vez más intensos, como ya lo hemos
estado viendo: con heladas, inundaciones, sequías, granizadas.
Pero hay datos que van apareciendo y que no debemos olvidar. En 2013, por
primera vez en la historia de la especie humana, la concentración de CO2 en la
atmósfera llegó a las 400 partes por millón o ppm. Para considerar que nuestro
planeta está lejos de un cambio catastrófico, se estima que esta concentración
nunca debió pasar de 350 ppm.
En la Cumbre sobre Cambio Climático en Copenhague los gobiernos del
mundo llegaron a un acuerdo por el cual el aumento de temperatura global no
debería de llegar a los 2º C. Mas allá de este umbral está el desbocamiento del
clima, su inestabilidad y la destrucción de las condiciones que permitieron que
nuestra civilización apareciera y se mantuviera.
Dos grados centígrados. Según la ciencia, alcanzaremos ese umbral si, al
seguir quemando combustibles fósiles, emitimos 565 gigatoneladas de bióxido
de carbono más. Quinientas sesenta y cinco gigatoneladas. Lo que es
realmente escalofriante es que, en las entrañas de la Tierra, están esperando
para ser sacados y quemados, suficientes combustibles fósiles para emitir 2795
gigatoneladas extras de gases de efecto invernadero. Las cuentas no le salen
al planeta.
Pero que las cuentas no le salgan al planeta no incomoda a nuestra sociedad.
Vea el debate suicida en torno a la reforma energética del presidente Peña
Nieto. El pleito es por quien saca y quien vende y quien quema nuestro gas y
nuestro petróleo cuando la situación es tal que deberíamos estar decididos a
no extraerlo y dejarlo donde ha estado millones de años. La energía que
México necesita -y la más barata- está en cada embotellamiento, en cada boiler
de gas bajo el sol, en cada edificio sobrerefrigerado, en cada coche parado con
el motor andando y en cada foco o arbotante prendido en pleno día. Pero nadie
parece notarlo, enfrascado como está el país en un debate tan polarizado como
inútil.
PARADOJAS Y CONTRADICCIONES
28-07-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9187345
Francisco Valdés Perezgasga
En 1969 Elisabeth Kübler-Ross estableció un modelo que describe como
enfrentamos la pérdida o la muerte. Su libro, “Sobre la muerte y el morir”
significó una revolución en la manera en que los médicos tratan a los enfermos
terminales. Su lista de etapas sucesivas no pretende ser un conjunto cerrado.
De hecho, Kübler-Ross acepta que la reacción de cada individuo es tan única
como el individuo mismo. Más tarde, este modelo fue ampliado no sólo para la
muerte, sino para cualquier evento traumático extremo que amenace con
alterar nuestras vidas.
Las cinco etapas son: la negación (estoy bien, esto no está pasando); la rabia
(¿Porqué a mí? ¿A quien puedo culpar?); la negociación (haría cualquier cosa
por tener unos meses / años más, daría todo lo que tengo por...); la depresión
(¿Ya para qué hago esto? ¿Para qué le sigo?) y, finalmente, la aceptación (el
cambio es inevitable, mejor me preparo). No es raro que esta última etapa sea
alcanzada primero por el enfermo terminal que por otros.
A pesar del optimismo desbordado de los promotores del Estado de La Laguna,
nuestra comarca está enfrentando una amenaza terminal: el agotamiento del
agua. Un evento paradójico sin duda, habida cuenta que contamos con
muchísima más agua que muchas zonas metropolitanas del norte de México.
Hermosillo, Ciudad Juárez, Chihuahua, Saltillo, Monterrey, Durango y
Zacatecas no cuentan con dos grandes ríos como el Nazas y el Aguanaval.
Quizá sólo la Zona Metropolitana de Delicias-Meoqui-Saucillo-Rosales tiene
una poderosa razón para no envidiarnos: el Río Conchos. El gran problema de
La Laguna -pero quizá no de Delicias- es que esa agua en abundancia que nos
escurre cada año desde la Sierra Madre Occidental -y la que en milenios
pasados se infiltró en el subsuelo- la usamos muy mal, en cultivos inapropiados
para nuestro clima. Me refiero a los forrajes, en especial la alfalfa.
Desperdiciar el agua de esa manera es exhibir a los ojos del mundo el
desprecio por un recurso que debería sernos precioso. Se exhibe así un
desprecio por el futuro. En 2007 el entonces secretario de salud, José Ángel
Córdova Villalobos, señaló, en el marco de la LXXXVI Reunión Nacional
Extraordinaria de la Asociación Mexicana de Facultades y Escuelas de
Medicina que el arsénico en el agua en La Laguna era ya un foco rojo que
requería de una acción urgente. Los estudios del IMTA, la Conagua y la UNAM
apuntan de manera unánime a la sobreexplotación del acuífero como la causa
de la aparición de este tóxico metaloide en el agua que bebemos. Y una
sociedad envenenada, sin agua, no tiene futuro.
Vivimos entonces en la paradoja de ser una población sedienta y enferma en
una situación hidrológica privilegiada. Una paradoja que debemos resolver con
inteligencia y equidad. Una paradoja que no se resuelve volteando a las
cuencas vecinas a ver de donde podemos traer más agua para continuar en el
mismo tenor. Una paradoja que sólo se resuelve frenando el abuso ilegal de
extraer del subsuelo y de los ríos más agua de la que los concesionarios tienen
derecho.
La alarma de Córdova Villalobos de 2007 resuena hoy con la que del Ing. José
Armando García Triana, de la Conagua, quien hace unos días, en estas
páginas, anunciaba la desecación de 700 pozos como ejemplo del agotamiento
del acuífero. Declaraba: “No hay nadie, ni ambientalistas, ni no-ambientalistas,
ni agricultores, ni ganaderos que no estén conscientes de la necesidad de
hacer algo respecto al acuífero”. La realidad tardó horas en desmentirlo.
El Consejo Ciudadano por el Agua, que cada día más parece ser la voz de la
mayor empresa lechera y de los constructores, rápidamente declaró que el
titular del Organismo de Cuenca Cuencas Centrales del Norte, era un
alarmista. Que no era cierto que se hubieran secado 700 pozos, que tan sólo
habían sido reubicados por “colapsos de ademes, incrustaciones en ranurados,
incremento de tramos, reubicaciones y clausura por caducidad”. Eufemismos
para evadir decir que se secaron. Que se incrementan los tramos porque se
desploma el nivel del acuífero, que se reubican porque ya no rinden, que
caducan pues porque ya no dan.
Los dueños del agua en La Laguna parecieran estar experimentando
simultáneamente las primeras tres etapas del modelo Kübler-Ross: la negación
(es una exageración), la rabia (los ataques velados y no tanto a sus críticos en
los medios) y la negociación (si nos dan ocho mil millones de pesos
prometemos usar 450 millones de metros cúbicos de agua menos). Esperemos
que no duren mucho en la depresión y que no tarden mucho en llegar a la
aceptación. Porque solo desde la aceptación se resuelven los problemas. Es lo
que necesitamos todos y lo necesitamos ya.
SUSTENTABLE
21-07-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9186722
Francisco Valdés Perezgasga
Ante la crisis del agua en La Laguna, los actores principales, lecheros y autoridades, no parecen exhibir ningún sistema o coherencia en sus
propuestas. Son la imagen misma del proverbial pollo descabezado. Corren tras buscapiés como el alucinado Plan MEVA. Hablan de explotar más a un Nazas que no aguantaría una megaplanta potabilizadora. Peor, al mismo
tiempo, nadie sabe cuanta agua se saca del subsuelo, cuantos pozos -legales o ilegales- existen o como evoluciona el grave problema del arsénico. Mientras
esta tragicomedia se desenvuelve ante nuestros atónitos ojos, el problema avanza y se agrava.
El del agua es un problema cuyo conocimiento, diagnóstico y solución data de la década de los cuarenta del siglo pasado, pero que en un irresponsable y
dilatado juego de la gallina ciega, sigue sin ponérsele remedio. La solución inútil de moda es la eficiencia del riego. Los lecheros claman por un regalo de
miles de millones de pesos para eficientar el uso del agua, ahorrar y así solucionar el problema. Salvo lo de los miles de millones de pesos, no sabemos nada. Nadie ha ofrecido cifras del hipotético ahorro de estas medidas. Peor
aún, en gran parte de su superficie agrícola, la Comarca Lagunera ya es
ejemplo de riego eficiente sin que esto haya aminorado l siquiera a tasa con que el agua se agota. Cuando se ha eficientado el riego, viene detrás el
aumento de las superficies irrigadas. Si un agricultor puede cultivar lo mismo con la mitad del agua, pues entonces inevitablemente duplicará la superficie. Cero ahorro, doble ganancia. Eso ha sucedido ya y eso volverá a suceder. A
final de cuentas ¿No es la historia de la agricultura en La Laguna una historia de hacer eficiente el uso del agua? La eficiencia implica restricciones, y el
ahorro, sacrificio. Dos conceptos incompatibles con la avaricia.
El resultado de esta historia es una sociedad destrozada ejemplificada por el poblado rural de Palo Blanco, en Gómez Palacio. Ahí, una comunidad
empobrecida y azotada por el crimen, sin trabajo ni ingreso, está paradójicamente rodeada de inmensos campos de verdes forrajes propiedad de una sola persona. Un multimillonario local, no un extraterrestre. No es ET
pero se le parece.
El sustrato de esta miseria es el acaparamiento del agua y, a través de él, de la tierra. El acaparamiento del capital natural en unas pocas manos que no se
tientan el corazón para agotarlo, para cambiar el agua por dinero sin importarles el destino ineludible de los pueblos mineros. El agua, explotada a un ritmo muchísimo más alto que el de su recuperación, es aquí la veta, la
mina, la que impulsa la explotación frenética de estos mineros de nuevo cuño. El desarreglo social que afloró agudamente en La Laguna hace seis años es la
consecuencia natural del desarreglo económico y ambiental que proviene de décadas atrás.
Los políticos se llenan la boca con frases como “el uso sustentable del agua” sin que den indicios de entender de qué están hablando. Este choteo dialéctico
desgasta los conceptos y vacía de significado a las palabras. Por ello vale la pena repasar. La sustentabilidad -el desarrollo sustentable- puede resumirse en
una frase: “tener lo suficiente, siempre, todos”. La sustentabilidad en La Laguna está lejana y, por ello, el futuro de nuestra comunidad está en entredicho. Aquí hay empresarios con cientos de pozos que extraen cientos de millones de
metros cúbicos de agua al año. Pozos que no paran, día y noche, mientras los habitantes de las colonias populares de la zona metropolitana viven en el
estrés permanente del tandeo y el riesgo constante del cáncer y otras enfermedades crónicas como la diabetes y las comunidades rurales dependen de las pipas que manda el gobierno para saciar su sed.
Antes de los humanos había en La Laguna ríos, humedales, bosques, pájaros.
Se desarrollaban los complicados procesos interrelacionados que llevan a un ecosistema al equilibrio. La apropiación descuidada de esa riqueza, de ese
capital natural, nos llevó al deterioro, es decir, al callejón sin salida que es la insustentabilidad. Para saber si hemos aprendido la lección, si de verdad estamos volviendo al camino correcto, tendremos que poner atención a las
condiciones sociales y de bienestar de todas y de todos en La Laguna, en especial de quienes viven en comunidades como Palo Blanco. Pero también
tendremos que volver la vista a nuestros ecosistemas deteriorados y aún perdidos.
La pregunta que tenemos que hacernos, todas y todos, si de verdad nos
importa nuestra tierra y nuestra gente es ¿cómo logramos prosperar, florecer y ser felices a la vez que conservamos y restauramos los humedales que nos
dieron identidad, rellenamos los acuíferos, restablecemos la salud de este entorno desecado y enfermo y volvemos a caminar de Rodeo a San Pedro de las Colonias, bajo la fresca sombra de álamos, sauces y ahuehuetes? Es una
tarea grande, una visión magnífica. Es una lucha que bien vale que emprendamos ya. Todos y todas.
VALORES Y NÚMEROS
16-06-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9183616
Francisco Valdés Perezgasga
Mucho se habla de la responsabilidad social de las empresas. Para bien y para
mal. Hay quien piensa que este sello es una argucia mercadotécnica. Parecer y
no ser. Imagen sin sustancia. Los escépticos no somos solamente los
ambientalistas de espuma en la boca. Uno de los más feroces críticos de la
responsabilidad social empresarial fue Milton Friedman, economista, premio
Nobel, adalid del liberalismo e ideólogo en asuntos económicos de Pinochet.
Decía Friedman que los empresarios que hablan de responsabilidad social o
son ideólogos del socialismo o “son marionetas de las fuerzas intelectuales que
han minado las bases de la sociedad libre durante las últimas décadas”.
Friedman no se andaba por las ramas: quienes hablan de responsabilidad
social corporativa o son socialistas o son títeres de los socialistas. Es decir, del
enemigo. Decía Friedman que las personas tienen responsabilidades, las
corporaciones no. La única responsabilidad de la empresa, bajo la óptica de
Friedman, es producir ganancias para sus accionistas.
Sin embargo, las corporaciones son personas (personas morales les llamamos
en nuestra lengua) y como tales han adquirido derechos diseñados
originalmente para las personas. De hecho, la película “La Corporación” -en la
que aparece Friedman hablando del tema- realiza un análisis de la persona
moral, de la persona corporativa. De manera genial concluye que, si la
corporación es una persona, su personalidad corresponde a la de un sicópata
tal y como lo define la Organización Mundial de la Salud. Este diagnóstico no
debe sorprendernos ni escandalizarnos.
Repasemos la lista diagnóstica de la sicopatía diseñada por el Dr. Robert Hare
-otra estrella de la película La Corporación- y usada hoy por el FBI y la OMS.
Insensibilidad ante el sufrimiento de otros. Incapacidad de establecer
relaciones duraderas. Indiferencia temeraria por la seguridad de otros. Uso
sistemático de mentiras para obtener ganancias. Incapacidad de sentirse
culpable. Incapaz de mantener un comportamiento conforme a las normas
sociales o a las disposiciones legales. A un lado de esta lista podríamos alinear
los logos de muchas grandes empresas, incuyendo algunas con el sello de
empresa socialmente responsable.
Vale preguntarse ¿Que hay detrás de la corporación sicópata? ¿Ejecutivos
sicópatas? Si bien los debe haber, la mayoría han de ser buenas personas.
Gente que va a la iglesia, dona dinero y tiempo para causas caritativas, que
aman a sus familias, tratan bien a sus mascotas, son simpáticos, etc. Pero
como lo expresa Noam Chomsky, el linguista norteamericano que también sale
en la película, también había gente buena entre los guardias de los campos
nazis de concentración.
¿Donde está entonces la desconexión entre los valores de los empresarios y
los valores de las empresas que dirigen? ¿Porqué aparece esta desconexión?
No creo que UnionCarbide, por ejemplo, se haya planteado matar a 20,000
personas envenenadas en la India, afectar gravemente a 150,000 o dañar a
medio millón más. Pero está claro que la manera de hacer negocios de
UnionCarbide llevó ineludiblemente a esa fatídica noche de diciembre de 1984
en que sucedió aquel desastre. Insensibilidad ante el sufrimiento de otros.
Incapacidad de establecer relaciones duraderas. Indiferencia temeraria por la
seguridad de otros. Uso sistemático de mentiras para obtener ganancias.
Incapacidad de sentirse culpable. Incapaz de mantener un comportamiento
conforme a las normas sociales o a las disposiciones legales.
William McDonough y Michael Braungart, en su más reciente libro
“TheUpcycle” apuntan a una posible razón de la desconexión: la colocación de
los números antes de los valores. Según McDonough y Braungart la
corporación inicia por poner metas y límites a toda empresa: cuanto podemos
gastar, cuanto queremos ganar. Al último de su lista de guías están sus
valores: la justicia, la dignidad, la sustentabilidad. De esa manera, los números
se vuelven todo y el último ítem de la lista, los valores, nunca es considerados.
Se pierde.
Así las cosas, siguen estos originales pensadores del diseño y la
sustentabilidad, una de las tareas urgentes es voltear la lista. Que lo primero
sean los valores y que sean ellos los que rijan el proceso. Un proceso que,
siendo la empresa lo que es, derive en ganancias, sí, pero también mejore al
mundo, lo convierta un sitio más justo, más digno, más limpio, más bello y más
viable de lo que es ahora.
Un mundo corporativo como el que McDonough y Braungart están ayudando a
forjar es uno en el que el empresario sueña lo que quiere y luego trabaja para
que salgan los números. Afortunadamente los ejemplos de que esto puede ser
existen ya. Pocas compañías aún por supuesto, pero abriendo un camino
necesario para que el resto transite si quieren sobrevivir y que el nuestra
civilización perdure.
TECNIFICACIÓN DEL RIEGO
31-05-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9182325
Francisco Valdés Perezgasga
A estas alturas no creo que quede alguien que ignore que La Laguna tiene un
grave problema de agua. Aunque, para ser preciso, el nuestro no es un problema de agua. El problema es su uso indebido y, en demasiados casos,
ilegal. Dos grandes ríos, los más grandes de México que no desaguan al mar, el Nazas y el Aguanaval, conducen la abundancia desde la Sierra Madre hasta acá y así originaron la vasta zona de humedales que nos dio identidad.
Antes, a finales del Pleistoceno, hace doce, quince mil años, La Laguna era eso: un gran lago. Este antiguo, enorme lago cubría buena parte del territorio
de los actuales municipios de San Pedro, Madero y Viesca. Las dunas que vemos en Bilbao, en La Cuchilla y en Acatita son testigos, remanentes, de aquel gran cuerpo de agua. Hace quince mil años, con el planeta más fresco y
estos cielos más húmedos, al final de la última glaciación, las orillas de ese lago eran vastos bosques de pinos y de táscates o juníperos. Un terreno
surcado por enormes mamíferos ya extinguidos: mastodontes, camellos, perezosos gigantes, osos chatos, enormes lobos, leones y tigres dientes de sable. La llegada de tiempos más calientes y más secos encogieron el lago,
extinguieron a los gigantes junto con el arribo de los primeros humanos al continente e hicieron que los pinos y los táscates corrieran a refugiarse a las
alturas frescas de Jimulco.
Con todo, cuando empezó el desarrollo moderno de La Laguna, en el siglo diecinueve, aún quedaban los restos de aquel gran lago: las lagunas de Viesca
y de Mayrán. Para entonces los bosques ya no eran y la megafauna había pasado al olvido dejando para recordar a esos gigantes desaparecidos sólo a
las plantas que coevolucionaron con ellos. Lo que aquí había cuando llegó la agricultura moderna no sólo eran esas lagunas -y la de Tlahualilo- sino también los húmedas vegas a los lados del canal principal de nuestros ríos, el cerrado y
vasto mezquital y los humedales de La Posta que a principios del siglo veinte aún sobrevivían visitados por las hoy rarísimas grullas blancas. Ahí, y en
muchos otros parajes de nuestros ríos, los castores eran comunes.
Lo que vino después, mediando el diecinueve, significó un cambio radical y acelerado. La Laguna fue poblada por fuereños. Desplazamos a los nativos de
su hogar de milenios. Donald John Hall recordaba a los antiguos habitantes del Río Colorado como podríamos recordar a las docenas de pueblos que
habitaron nuestra región: “Nadie sino indios vivieron en este país, y sólo existieron como parte de él. Nunca intentaron imponerse, crecieron en él como crecen los árboles. El paisaje era su comida, su bebida, su religión y su vida,
Sus cantos y rezos eran de la tierra, del cielo y de la lluvia. Nunca lucharon
contra este país, lo usaron como una parte de ellos mismos. Pasaron por él en
silencio, dejando tan poca huella como la luz cuando pasa por el viento”.
Los fuereños llegamos con una fe religiosa, con la misión obsesiva de vencer al
desierto. Con lluvia tan escasa, esto significó frenar y desviar ríos. Más tarde, cuando eso no fue suficiente para nuestra avaricia, el furor nos llevó a poner grandes presas y extraer el agua de los depósitos subterráneos, antiguos y
finitos. La actitud ciega que nos trajo hasta el desastre actual.
Quienes deciden hoy nuestro futuro –los lecheros y Conagua- quieren
vendernos una salida que no es: que el gobierno regale ocho mil millones de pesos para tecnificar el riego. Siendo más cuidadosos con el agua, ahorraremos y saldremos de este atolladero, dicen. Como si el problema fuera
tecnológico y no social. Como si sólo se tratara de una crisis hidráulica y no de una profunda crisis civilizatoria.
Un consejo sabio, aplicable también aquí y ahora, es dudar de las soluciones fáciles ante problemas complejos. Dudar. Cuestionar. ¿No son las grandes presas y los canales encementados parte fundamental del problema que
tenemos? ¿No son estas estructuras, junto a los pozos agrícolas, los pilares mismos de la tecnificación del riego, del uso eficiente del agua? La tecnificación
siempre ha servido para ampliar la frontera agrícola, nunca para ahorrar agua.
La tecnificación que hoy se pide será otra vez una herramienta para que siga la destrucción. Una distracción cuando tenemos que pensar como virar rumbo
hacia un camino con futuro. Más que ver de que forma esparcimos el agua sobre la tierra, urge poner coto a nuestra avaricia. Ver lo que esta tierra tiene -
que no es poco- y lo que tendrá -que será menos merced del calentamiento global- y entonces, hecho el inventario, decidir la forma de prosperar y ser felices todos con los límites que la naturaleza nos ha dado. Dejar de ser
fuereños. Empezar a ver que esta tierra seca y bella es nuestro hogar. Que estos ríos grandes, frescos y sombreados son nuestra fortuna. Sentir por fin que hemos llegado a casa. Volvernos nativos.
RESPONSABILIDAD SOCIAL
28-04-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9179039
Francisco Valdés Perezgasga
De un tiempo acá se habla de la responsabilidad social corporativa. Al declararse socialmente responsable, una empresa aspira a ser vista como
buena para la sociedad y para el ambiente, no sólo para sus accionistas. Pero la responsabilidad social corporativa se viene usando con demasiada laxitud. De laxo, el concepto se va desgastando hasta ir perdiendo significado. O peor
aún, transmutándose en una especie de ecocinismo o greenwashing. Una manita de pintura verde para parecer ser lo que no se es.
La economía humana lleva demasiado tiempo funcionando contra la lógica de
la economía natural con sistemas lineales que van de la extracción a la
transformación, al comercio, a la obsolescencia y a la basura. Sistemas que generan más desperdicios que lo que producen. Sistemas que agotan el agua,
contaminan el aire, desmontan las selvas y arruinan a las comunidades. El mundo siempre ha funcionado en sistemas cerrados, donde un ciclo empieza donde otro acaba. Donde el desperdicio de uno se vuelve el insumo del otro. La
disparidad entre las economías humana y natural, acelerada por el capitalismo desbocado de los últimos días, es lo que subyace a la gran crisis ambiental que
estamos enfrentando. O que no estamos enfrentando. Por todo ello desespera el abuso de la “responsabilidad social”. La responsabilidad social se muestra ante la sociedad. De muros para afuera.
Impactando benéficamente no sólo a través de empleos dignos y bien remunerados, sino a través de la filantropía y el cuidado del bienestar social y
del medio ambiente. No conozco una empresa que ostente el sello de “Empresa Socialmente Responsable” que cumpla cabalmente con estos puntos. Podría argumentarse que nunca habrá una empresa, sujeta a las
intensas presiones del comercio, capaz de cumplir con las exigencias de un ambientalista irredento. Pero no es así.
Interface es la fabricante de alfombras modulares más grande del mundo. Tiene ventas anuales por mil millones de dólares. Desde 1996, cuando su fundador y director, Ray Anderson, decidió apuntar el desarrollo de la empresa
hacia la sustentabilidad, sus logros han sido impresionantes. Ha reducido en 80 % la generación de desechos. Ha reducido el uso de agua en un 80 %. Ha
reducido el uso de energía en un 43 %. Tomando en cuenta el uso de energías renovables esta reducción llega al 60 %. Aplicando medidas compensatorias por las emisiones que aún tienen, resulta que su producción de gases de efecto
invernadero ha bajado un 94 %. El 36 % en peso de su materia prima es reciclada o son materiales biológicos. El 100 % de la electricidad que usan sus
fábricas europeas proviene de fuentes renovables, así como el 89 % a nivel global. En 2003 introdujo sus alfombras que no incrementan el calentamiento global “CoolCarpet” y ha producido ya más de 100 millones de metros
cuadrados de ellas. Han reciclado 100 millones de toneladas de alfombras y han reducido en un 60 % su huella ecológica. Los detalles de como ha logrado
todo esto, al mismo tiempo que su actividad y sus ingresos se han incrementado, no son celosamente guardados por sus ejecutivos. Al contrario, son una empresa abierta para que sus principios y métodos sean copiados por
quien quiera. La existencia de Interface nos da todo el derecho de exigir a quien se ponga el
escudo de Empresa Socialmente Responsable a que de verdad lo sea. No valen los pretextos. No vale apelar a las realidades del mundo real. Interface se ha embarcado en una transformación de la empresa destructora que era a la
empresa restauradora que hoy es. Si ellos pueden, otros también. La Comarca Lagunera enfrenta una crisis de dimensiones tales que no queda
clara la viabilidad misma de nuestras comunidades. En el centro de esa crisis está el agua. No es que no tengamos agua, la tenemos pero la usamos mal. Despilfarramos el tesoro. Más del 90 % del agua que se usa en La Laguna la
usa la agricultura. La mayor parte de esa agua se emplea en sembrar forrajes para alimentar las vacas para producir la leche. De nuestro Acuífero Principal
se extrae el doble del agua que le entra. La mayor parte de ese desbalance es agua que se extrae fuera de las concesiones. Fuera de la ley. Es agua robada.
Las empresas lecheras que actúan en La Laguna alegan que ese no es su
problema pues ellas no poseen pozos ni vacas. Es cierto. Pero los dueños de la empresa lechera más grande del país sí tienen pozos y sí tienen vacas. Y
todas estas empresas compran leche producida con agua mal habida. ¿Es demasiado pedirles, como se los ha pedido Encuentro Ciudadano Lagunero, que extiendan sus valores, la responsabilidad social que profesan, a su cadena
de proveedores? ¿Pedir a quienes les venden leche una prueba de no estarla produciendo sobre la base de sobreexplotar el acuífero? Se va acercando el
momento de demostrar que la responsabilidad social no es una frase hueca, un recurso de marketing, sino un compromiso auténtico con la sociedad, con el planeta, con las generaciones aún por nacer.
NO LE SALEN LAS CUENTAS AL PLANETA TIERRA
19-05-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9180997
Francisco Valdés Perezgasga
Bill McKibben admite que el nunca se planteó ser un activista. En la década de
los ochenta, cuando se dio cuenta del grave peligro que corría el planeta por el
calentamiento global, pensó que sería suficiente escribir un libro sobre el tema
para el gran público y ya. Su libro sería leído, la gente se alarmaría, los
políticos reaccionarían, los empresarios también y todo se arreglaría. A tiempo.
Huelga decir que la película no resultó ser como él pensaba. Bill McKibben se
volvió activista. Fundó 350.org, un movimiento ciudadano global para enfrentar
esta amenaza, la más grave con la que se haya topado la humanidad. Para
alguien que no se planteaba volverse activista, el vigor y la extensión de
350.org es un logro monumental.
Los científicos han calculado que, para que nuestro planeta siga funcionando
como lo ha hecho durante los diez o doce mil años que ha durado nuestra
civilización, los niveles de bióxido de carbono en la atmósfera no debe de pasar
de 350 partes por millón. El 9 de mayo de este año, alcanzamos, por primera
vez en la historia no de nuestra civilización, sino de nuestra especie, las 400
partes por millón. Michael Mann, climatólogo afirma que: “la última vez que el
CO2 tuvo estos niveles fue hace diez millones de años, a la mitad del Mioceno.
En ese entonces las temperaturas globales eran más altas que hoy y
prácticamente no había hielo en nuestro planeta”. Estamos llevando al planeta
a un estado que no se conocía desde que nuestros ancestros aún no bajaban
de los árboles.
Los investigadores creen que los cambios climáticos que estamos provocando
hoy no podrán revertirse en mil años, aún cuando dejáramos de emitir más
gases de efecto invernadero el día de hoy. Las niñas y los niños que están
naciendo serán quizá la primera generación en toda la historia de nuestra
especie que vivirán en un planeta sin hielo. Dice McKibben que es imperativo
que reconozcamos que nos tardamos demasiado, que se nos pasó el tren, que
los cambios masivos no solo son inevitables sino que ya están sucediendo.
Nuestro viejo planeta ya no es lo que era. Se está derritiendo, secando,
acidificando, inundando y quemando de maneras que ningún humano había
visto. Hemos creado, en poquísimo tiempo, un planeta nuevo. Un planeta que
se parece al antiguo, pero que ya es fundamentalmente diferente. Podríamos,
con toda razón, cambiarle el nombre. El planeta Tieerra.
En la cumbre climática de Copenhague de 2009, los gobiernos del mundo
llegaron a un acuerdo débil y timorato. Sin embargo, en ese acuerdo, todos los
gobiernos, izquierdistas y derechistas, rurales y urbanos, capitalistas y
socialistas, con y sin petróleo, ricos y pobres, declararon: “el incremento de la
temperatura global debe mantenerse por debajo de los dos grados Celsius...
Estamos de acuerdo que para ello se requieren cortes profundos en las
emisiones globales... que mantengan el incremento de la temperatura global
por debajo de los dos grados Celsius”.
Para lograr eso, se calcula que no podemos emitir más allá de 565 mil millones
de toneladas (565 gigatoneladas) de CO2. Al ritmo que hoy estamos emitiendo
gases de efecto invernadero, llegaremos a esa meta en quince años. Peor aún,
bajo tierra, aún hay tales cantidades de combustibles fósiles -gas, petróleo,
carbón- que si las quemamos, significarían la emisión de 2,795 gigatoneladas
de CO2, cinco veces más que el tope máximo que debemos imponernos para
evitar cambios climáticos de tal envergadura que signifiquen el fin de nuestra
civilización.
Tal es la terrible matemática del cambio climático. Esta realidad es la que
inspira a Bill McKibben, a 350.org y a los millones de activistas climáticos a
presionar en todos los frentes para evitar el cambio catastrófico. Concedo que
no es onda estar desayunando este fin de semana con estos números. Pero,
creáme, usted y los suyos deben apurarse. Todos debemos cambiar. Los
mexicanos debemos empezar a ver a Pemex no como la gallina de los huevos
de oro, sino como la pistola que apunta directo al corazón de la nación. Pero
igual debemos cambiar la óptica con la que vemos a los coches, al consumo
desaforado de alimentos de origen animal y los viajes en avión. Igualmente
deberíamos oponernos a la mera exploración de gas de pizarra en Coahuila.
Las noticias no son bonitas. Son alarmantes. Hasta surge la tentación de verlas
como deprimentes. Si el planeta ya está cambiando de manera irreversible
¿Qué caso tiene hacer algo? Mi única respuesta es que la acción siempre será
mejor que el desánimo. Como dijo el poeta: blande la ira contra la muerte de la
luz. Pero si yo necesitara otra respuesta sobre actuar o no, la encuentro en las
miradas de Bernardo, de Luisa y de Elí, los miembros más jóvenes de mi
familia.
WALLACE Y TÚ
14-04-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9177699
Francisco Valdés Perezgasga
Muchos hemos oído hablar de la teoría del origen de las especies, de la
evolución, pero pocos hemos oído hablar de Alfred Russell Wallace. Este 2013 en el mundo entero se celebra el año de Wallace al cumplirse cien años de su
muerte. ¿Por qué se le celebra? Por ser autor de una de las ideas que transformaron radicalmente la manera en que vemos el mundo y la manera en que nos vemos a nosotros mismos. Me refiero, claro, a la teoría del origen de
las especies, a la teoría de la evolución formulada, por vez primera y de manera simultánea por Alfred Russell Wallace y por Charles Darwin.
La teoría de la evolución explica la infinita biodiversidad que hoy estamos poniendo en peligro. Explica de donde venimos y de donde viene todo lo vivo. Quienes fueron nuestros ancestros. Cuál es la historia natural de nuestra
especie y de todas las especies. Una verdadera revolución intelectual que, además, no requería de una presencia divina.
Darwin la pasó mal. Sus achaques estomacales se cree que se producían por los nervios de saberse autor de una idea que resultaría chocante y ofensiva para la sociedad victoriana. Más aún, chocante para la clase dominante de la
que él mismo era producto y miembro. Quizá por eso pasaron diez años y Darwin nunca publicó su teoría. Hasta que le llegó una carta del archipiélago
malayo. Se la escribía un galés de treinta y cinco años, de origen humilde, sin educación formal. En dicha carta Alfred Russell Wallace le pedía a Darwin -el naturalista más eminente del Reino Unido- su opinión sobre una teoría que
había articulado en sus largos meses por Brasil y por el archipiélago malayo: la teoría de la evolución.
En 1858 tanto la carta de Wallace como un escrito preparado a toda prisa por Darwin, fueron presentados simultáneamente en la Royal Society, la asociación científica más antigua del planeta. Hoy, más de siglo y medio después, Darwin
es reconocido universalmente por la autoría de la teoría de la evolución y casi nadie se acuerda de que Wallace la descubrió de manera simultánea. Esta
disparidad pudiera deberse a la clase social de uno y de otro, a los catorce años que Darwin le llevaba a Wallace, a la diferencia en la educación formal y a la diferencia en las redes y conexiones sociales tan dispares.
2013 pues, es el año de Wallace. Ruedas del Desierto organizó el sábado pasado un paseo para honrar su memoria y rescatarla del injusto olvido.
Planteamos las bases de la teoría de la evolución, hablamos del genio de Wallace. Luego, para ver la teoría de la evolución en acción, visitamos a bordo de nuestras bicis plantas con flores, plantas con frutos, un ahuehuete, una
restaurante de comida rápida, dos hospitales y la dirección del Instituto Tecnológico de La Laguna. En todos estos sitios encontramos claves
cotidianas y visibles de la evolución de las especies. No deja de maravillarme que más de ciento cincuenta años después, la teoría
de Wallace y Darwin -una teoría tan poderosa como sencilla- aún nos eluda.
Dígalo si no la nota vista recientemente en estas páginas en la que un médico hablaba de la intolerancia a la lactosa como un mal, como un problema, como
un padecimiento. Algo que debería preocupar a los laguneros. Los mamíferos hemos vivido toda la vida bebiendo un sólo tipo de leche: (la materna) durante un corto período de tiempo (la lactancia). La adaptación
darwiniana (o wallaciana) a esta secuencia alimenticia -primero leche, luego nunca- hace que nazcamos con la capacidad de digerir la lactosa gracias a que
producimos la enzima pertinente, la lactasa. Terminada la lactancia, perdemos la capacidad de asimilar la leche. Nos volvemos intolerantes. La leche nos provoca indigestión, gases, náuseas y otros problemas. A base de forzarnos a
beber leche más allá de lo que es natural se ha venido presentando otra adaptación wallaciana (o darwiniana): una pequeña porción de la población
empieza a tolerar la lactosa. Esa porción de tolerantes es mayor en el norte de Europa donde históricamente la leche ha servido de alimento durante más tiempo, permitiendo que, selección natural mediante, hoy sólo del 0 al 15% de
la población sean intolerantes a la leche. En el lejano oriente, en el sur de África y en el extremo sur de Ámerica, del 80 al 100% de las personas
experimentan problemas por la ingesta de leche. No beber leche es lo normal, es lo natural, es lo de siempre. Beberla pasada la lactancia y beberla de otra especie es artificial, con fuertes condicionantes
culturales, como la influencia de la propaganda y la mercadotecnia. Miles de millones de personas nunca bebemos leche de vaca y de ello derivamos
beneficios a la salud y, por supuesto, a la salud del planeta. Entender mejor la ciencia ayuda siempre a entender mejor el mundo y, por lo tanto nos ayuda a vivir mejor.
EL AGUA Y LOS ALIMENTOS
17-03-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9175203
Francisco Valdés Perezgasga
Como usted sabe, el 22 de marzo es el Día Mundial del Agua. De hecho este
año se cumplen veinte años de la instauración de esta fecha. Para celebrar ese
aniversario, la organización FoodTank publicó un grupo de estrategias para
reducir la huella hídrica de la producción de alimentos. La fecha debe servirnos
para celebrar, por supuesto, pero también para hacer una reflexión sobre el uso
y el abuso de este recurso en el mundo y en nuestra comarca. A nivel mundial,
el 70% del agua se emplea en la agricultura. En la comarca este número se
eleva por encima del 90%. Por eso, hablar del agua y los alimentos es más que
pertinente.
La Tierra tiene 1,400 millones de kilómetros cúbicos de agua, pero solamente
una milésima parte del uno por ciento de esa agua es accesible para el
consumo de los humanos. La sequía -severa e intermitente- que venimos
experimentando en La Laguna desde 1992 tiene su eco en la resequedad de
las tierras usamericanas en 2012: según el Departamento de Agricultura de
aquel país se trata de la sequía más severa en más de un cuarto de siglo,
afectando al 80% de las tierras agrícolas de los Estados Unidos. Junte eso con
la feroz sequía que acogota al Sahel, abajito del Sahara, y verá que hoy, como
nunca, es urgente cuidar el agua. Si queremos producir la comida que
requieren 7 mil millones de humanos -y los que faltan- en un mundo que se
calienta y se reseca habrá que reducir el desperdicio de agua. Las estrategias
que presenta Danielle Nierenberg de Foodtank son:
1. Comer menos alimentos de origen animal. De acuerdo con Sandra Postel,
del Proyecto de Políticas Globales sobre el Agua, se requieren tres mil litros de
agua para producir la comida de una persona. En números gruesos, un litro por
caloría. Para producir un kilo de carne roja se requiere de 13,000 a 43,000 litros
de agua (37,000 en México). Un litro de leche requiere mil litros de agua (2,400
en México). Un kilo de carne de pollo necesita 3,500 litros de agua (5 mil en
México). Un kilo de carne de cerdo 6,000 litros (En México 6,500). Comer más
seguido comidas sin carne ni lácteos ayudaría a conservar el agua.
2. Mezclar cultivos, practicar la agroforestería y plantar cosechas de cobertura.
La salud del suelo es capital para ahorrar agua. Una diversificación que incluya
cosechas de cobertura, plantar árboles y una mezcla de cultivos ayuda a
mantener la humedad y los nutrientes del suelo, protege a las plantas de la
sequía y asegura que se aproveche al máximo tanto la lluvia como el riego.
3. Microirrigación. Aproximadamente el 60% del agua que se usa en la
irrigación se desperdicia. Los sistemas de riego por goteo representan una
inversión grande pero reportan un aumento en la eficiencia entre 33 y 40%. al
conducir el agua y los fertilizantes hasta la raíz de los cultivos.
4. Mejorar la cosecha de lluvia. Desde los años ochenta, de acuerdo al
International FoodPolicyResearchInstitute, los campesinos de Burkina Faso
han modificado sus fosos de plantado (conocidos como zai) para hacerlos más
anchos y más profundos. También los rellenan con materiales orgánicos. De
esa forma los fosos retienen el agua de lluvia más tiempo aumentando la
productividad de los predios aún en años secos.
5. Plantar cosechas perennes. Las cosechas perennes protegen el suelo
durante más tiempo que las plantas anuales pudiendo ayudar a reducir
pérdidas de agua. De acuerdo a un reporte del LandInstitute, “los granos
anuales pueden perder cinco veces más agua y 35 veces más nitrato que las
cosechas perennes.”
6. Conservar el suelo. Las técnicas de conservación de suelo incluyendo la
agricultura sin arar puede ayudar a los agricultores a usar mejor su agua. De
acuerdo con estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) estas técnicas mejoran la capacidad del
suelo para retener la humedad y propicia el uso eficiente del agua.
Ciertamente estrategias y recomendaciones para valorar y para aplicar.
Aunque en La Laguna, digámoslo, el primer paso para ahorrar agua en la
agricultura es parar la sobreexplotación. Detener el escándalo que significa que
más de un litro de agua de cada tres que se aplican en las tierras laguneras es
agua robada a la nación. Es decir a usted y a mí y a las laguneras y laguneros
del futuro, los que aún están creciendo y los que aún no nacen.
LA LAGUNA Y LA AGRICULTURA
03-03-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9173931
Francisco Valdés Perezgasga
Si bien el origen -el pasado- de La Laguna se ancla en la agricultura de
irrigación es hoy en día la agricultura de irrigación la que pone en tela de juicio
su viabilidad, su futuro, su existencia. Recientemente un vocero de los
ganaderos de La Laguna reclamaba en la prensa escrita millonarias ayudas
para enfrentar la sequía que según Conagua ya no existe. Para dramatizar la
solicitud de miles de millones de pesos al gobierno, se atrevió a decir que sin la
agricultura La Laguna no tiene futuro. La realidad lo corrige: sin agricultura La
Laguna no tiene pasado. Con la agricultura depredadora e insensata que hoy
se practica aquí es impensable pensar que nuestra región llegue a su segundo
centenario.
La sequía en el norte árido de México no tiene nada de extraordinario. Es un
hecho siempre presente. Lo que define a nuestros desiertos son los ciclos de
escasez y de abundancia. De lluvia y de sequía. Lo que no hemos aprendido
como sociedad es moldear nuestra economía -limitar nuestros anhelos- a lo
que estos bellos paisajes nos ofrecen. Una adaptación que, ante el cambio
climático que se nos viene encima, pasó de urgente a indispensable.
Si una lección debía haber aprendido ya la humanidad, no digamos los
laguneros, es que no hay tierra que aguante a la avaricia. Esto es
especialmente cierto en sitios tan frágiles como los desiertos. Casi la única
opción para la actividad agrícola en tierras de secano es la irrigación.
Trágicamente esto quiere decir el desvío de los ríos, la construcción de presas,
la sobreexplotación de los acuíferos. Una historia triste por la estela de
destrucción que va dejando: ecosistemas únicos y preciosos, tan antiguos
como la vida misma, devastados; aguas subterráneas envenenadas; suelos
salinizados y estériles; comunidades arruinadas y enfermas. Desde la primera
gran civilización en las tierras de Mesopotamia el ciclo de expansión y fracaso
ha sido la herencia constante de la agricultura de irrigación.
Desespera ver que, con lo que hoy sabemos, con lo que hoy hemos aprendido,
sigamos por el camino de la destrucción y la ruina. Pidiendo que el gobierno
nos abra las arcas cuando las cosas se ponen difíciles. Cuando deberíamos
estar usando todos nuestros recursos intelectuales y materiales en dar una
posibilidad de futuro a nuestra especie.
Los analistas y los medios están muy pendientes de la energía. El petróleo, el
gas, las energías alternativas. Es así porque la energía es hoy una parte
indispensable de nuestras vidas. Sin energía nuestras vidas, ya no digamos
nuestra economía, se vería seriamente amenazadas. El agua, como la energía
es también indispensable para nuestras actividades. Se requiere para producir
alimentos y fibras, sí, pero también para hacer chips y coches y, por supuesto,
para beber. Sin embargo, queda claro que los problemas con el agua son más
preocupantes que los problemas con la energía. Para empezar, el agua es la
base de toda la vida. Quítale el agua a una persona, a un animal o a una planta
y muere.
Es por ello que cada decisión que tomemos alrededor del agua es una decisión
profundamente ética. Al decidir como la manejamos, la movemos o la usamos,
es decir, cuando decidimos como la desviamos para nuestro beneficio,
estamos tomado decisiones de vida y de muerte. A menudo esto querrá decir la
vida o la muerte de ecosistemas y de paisajes, pero a menudo también se
traduce en decisiones sobre la vida o la muerte de personas y de comunidades.
Ante la escasez o los inconvenientes de la energía derivada de los
combustibles fósiles la humanidad busca una transición hacia energías como la
eólica y la solar. Preocupantemente se resucita la idea de la energía nuclear a
pesar de las tragedias de la Isla de las Tres Millas, Chernobyl y Fukushima.
Pero para el agua no hay sustituto. No hay transición posible. No hay más agua
que la que hay y que siempre ha habido.
El problema del agua en La Laguna es la expresión aguda y próxima de un
mundo amontonado que día a día se calienta. Es un problema en busca de
muchas soluciones, cada una adaptada a las condiciones de cada paisaje y de
cada sociedad. Un problema que pide a gritos toda nuestra inventiva. Un
problema que no se arregla continuando por la misma senda, pensando del
mismo modo. Pidiendo que el gobierno -es decir que todos- abramos la cartera
para el rescate de una industria que ya demostró sobradamente su inviabilidad,
al menos sobre las bases en las que se asienta.
SEQUÍAS
24-02-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9173297
Francisco Valdés Perezgasga
En la década pasada, Australia sufrió la peor sequía de su historia. En 2002 por
primera vez su principal río, el Murray, no tuvo agua para llegar al mar. Hubo
megaincendios y grandes terregales. La mitad de sus ovejas o murieron o
tuvieron que ser sacrificadas. Durante varios años las cosechas de algodón y
arroz fueron grandes fracasos. Decenas de miles de agricultores lo perdieron
todo. Estas sequías terminaron en 2010, con tormentas, lluvias torrenciales e
inundaciones. Esta sequía se le llamó la Sequía del Milenio.
Los australianos se preguntan si el cambio climático tiene algo que ver. Y se lo
preguntan porque, de 1950 a la fecha, la precipitación anual ha bajado quince
por ciento mientras las temperaturas promedio en el sureste del continente
subieron entre 0.3 y 0.6 grados centígrados. Cuando baja la precipitación y
aumenta la evaporación por las temperaturas más altas se presenta un
problema más: el suelo pierde humedad y las corrientes de arroyos, riachuelos
y ríos se reducen y las sequías se vuelven más intensas y más frecuentes. Es
por ello que hoy se pronostica que el agua disponible en la cuenca de los ríos
Murray y Darling bajará más de setenta por ciento en la desembocadura del
Murray para el año 2030.
Ante esta situación el gobierno australiano diseñó un gran plan para enfrentar
este futuro seco. Su plan de reforma del sector agua es vasto, profundo y, creo
yo, racional. Este plan proclama que logrará tener ríos sanos, comunidades
fuertes y una producción sustentable de alimentos y fibras. Esto lo dice el
gobierno desde su página en la web del Departamento para la Sustentabilidad,
el Ambiente, el Agua, la Población y las Comunidades. El nombre mismo de
este departamento -el equivalente a una Secretaría de Estado en México-
revela la intención de transversalizar el agua poniéndolo en el centro de lo
social, lo ambiental y la perdurabilidad.
Esta reforma del sector agua, iniciada en medio de la sequía del milenio,
incluyen medidas económicas, tecnológicas, legislativas y educativas. Los
organismos operadores de agua potable y saneamiento están ahora obligados
a desplegar políticas que ahorren agua y aumentar las fuentes no
convencionales de abastecimiento. Se están subsidiando excusados de doble
acción, se promueven sistemas para el reuso de aguas grises, cisternas para
cosechar agua de lluvia, se impulsa el tratamiento y reuso de aguas negras y
hay campañas -permanentes e intensas- para ahorrar agua. Entre 2002 y 2008
el uso urbano de agua per cápita se redujo un 37 por ciento.
Adicionalmente Australia decidió, en medio de la gran sequía, restaurar sus
ríos y sus humedales bajando las extracciones en la cuenca de los ríos Murray
y Darling casi un treinta por ciento. Está empleando tres mil millones de dólares
para comprar derechos de agua de agricultores para ya no usar esa agua en la
agricultura de irrigación sino aplicarla en la restauración de sus ecosistemas de
agua dulce.
La historia reciente de Australia tiene gran relevancia para los mexicanos del
norte árido, en especial para los laguneros. Nos muestra la dinámica de una
sociedad y de un gobierno ante problemas de una gran gravedad que van a
suceder de manera más intensa. Los laguneros estamos inmersos en una
sequía terrible que, a juzgar por los pronósticos del Pánel Intergubernamental
para el Cambio Climático (IPCC) y el Instituto Nacional de Ecología (INE) será
un fenómeno recurrente y cada vez más intenso. No estamos como Australia
pero para allá vamos. Podríamos, si quisiéramos, avanzar con un programa
racional como el australiano, que dé certeza al futuro de nuestras
comunidades.
Conservar lo que nos queda de los humedales que nos dieron vida y que nos
dieron identidad y nombre. No sólo tecnificar el riego y además hacerlo de una
manera justa y equitativa. Retirar agua de la agricultura mediante la compra de
derechos para restaurar nuestros ecosistemas de agua dulce. Potabilizar el
agua y quitarle el arsénico de una manera económica y racional. Arreglar las
fugas que los organismos operadores -en su negligencia- han dejado crecer.
Intensificar la educación sobre el agua con mecanismos formales y no
formales.
Son estos pincelazos de una agenda que no nos va a llegar de los cielos ni de
la oficina del flamante director del organismo de cuenca, sino de la negociación
seria, horizontal, franca y urgente entre los diversos sectores involucrados,
incluyendo al gobierno, a los productores y a quienes defendemos el ambiente.
El presente de La Laguna es oscuro. El futuro pinta negro. En nosotros está
corregir el rumbo y darnos una oportunidad para seguir viviendo y seguir
prosperando en este rincón del Desierto Chihuahuense.
RÍOS
10-02-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9172027
Francisco Valdés Perezgasga
En el municipio de Lerdo, entre Sapioriz y la presa de Las Tórtolas se
encuentra el Cañón de Fernández. Si usted me ha leído u oído antes habrá
oído mis referencias a esta área natural protegida estatal. Con diecisiete mil
hectáreas, combina tanto la vegetación propia del desierto, como la de las
orillas de los ríos: el fresco bosque ripario. Es precisamente en los desiertos
calientes como el nuestro donde el milagro del agua -el milagro de los ríos, el
milagro de la sombra, el milagro del frescor- se manifiesta en toda su gloria.
Las montañas no sólo le dan una espectacularidad escénica al cañón sino que
lo dotan de un microclima especial, muy diferente al clima de la región
circundante. Estas dos variables, ponen la mesa para que el Cañón tenga una
flora y una fauna especial, rara, única. De hecho los ríos del desierto forman
verdaderas islas biológicas que permiten la evolución de especies nuevas. Las
Galápagos serán antiguos volcanes rodeados del vasto Pacífico, pero los ríos -
nuestros ríos- del norte mexicano y del suroeste usamericano son islas verdes
y húmedas separadas por vastos desiertos.
Esta peculiaridad biológica es la que le da a los humedales continentales su
inusual riqueza biológica. A pesar de cubrir sólo el 0.8% de la superficie del
planeta, los ecosistemas de agua dulce albergan al 2.4% de las especies
conocidas. Dicho de manera llana, un ecosistema de agua dulce es tres veces
más biodiverso que el resto de la Tierra. Sin embargo, muchas de estas
especies son únicas. El aislamiento y el confinamiento de sus corrientes hace
que en los ecosistemas de agua dulce haya una elevada cantidad de especies
endémicas, esto es, especies que no se encuentran sino en ese río en
particular. El Nazas, antes de la construcción de las grandes presas del Palmito
y Las Tórtolas, y la introducción de peces exóticos, tenía una variedad
asombrosa de peces únicos. Peces que habían empezado a surgir con los
grandes cambios geológicos que crearon la antigua cuenca del Nazas, hace
aproximadamente cuatro millones de años, durante el Plioceno.
La inusitada riqueza biológica de los ecosistemas de agua dulce hace que
nuestras perturbaciones causen ahí un gran daño. La construcción de grandes
presas, la diversión de sus aguas, el trasvase a otras cuencas, la degradación
de la calidad del agua por las actividades agrícolas e industriales, las
actividades recreativas agresivas como el motocross erosionan en mayor o
menor medida esa riqueza biológica. Estas grandes y pequeñas agresiones
nos han traído hasta este punto crítico.
En Norteamérica, el 40 % de las especies de peces de agua dulce se han
extinguido o están en camino de extinguirse. Lo mismo sucede con 70 % de los
bivalvos de agua dulce y el 50 % de los crustáceos. Para comparar estos
números le informo que las tasas de extinción para las aves, los mamíferos y
los reptiles de Norteamérica oscilan entre 15 % y 18 %. Es decir, aquellos
organismos que requieren del agua para vivir la están pasando muy, muy mal.
La pérdida de diversidad biológica no sólo es una pena en sí, una agresión al
tejido maravilloso que es la vida, sino también una pérdida más inmediata y
contable para nuestra sociedad. Los ecosistemas de agua dulce nos proveen
de servicios ambientales por 6.6 billones de dólares americanos (6.6 millones
de millones o USD$ 6 600 000 000 000) anuales, un promedio de veinte mil
dólares por hectárea por año. Estos servicios son por concepto de suministro
de agua, suministro de alimentos, suministro de materiales, purificación del
agua y tratamiento de desechos, mitigación de inundaciones y de sequías,
provisión de hábitat, manutención de la fertilidad del suelo, circulación de
nutrientes y regulación de la salinidad en las zonas costeras, provisión de
belleza y de otros valores que enriquecen nuestras vidas, oportunidades para
la recreación y conservación de la biodiversidad. Muchos de estos servicios ya
no los tenemos y eso nos tiene inventando soluciones carísimas para reponer
lo perdido, como las potabilizadoras.
Una y otra vez se ha demostrado que la solución más barata, más sencilla y
más justa para recuperar lo que hemos perdido con la destrucción de los
ecosistemas de agua dulce es la conservación y la restauración. Conservar y
restaurar es también la alternativa moral. Nuestros ríos, el Nazas y el
Aguanaval necesitan hoy más que nunca de nosotros. Que los conozcamos,
los apreciemos y los defendamos. Nadie sobra porque de ellos depende el
bienestar y la felicidad de todos y de todas.
HUMEDALES
03-02-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9171395
Francisco Valdés Perezgasga
Cada dos de febrero se celebra en el mundo el Día de los Humedales como un
ejercicio colectivo de celebración y reflexión sobre estos ecosistemas a los que
debemos nuestra existencia y bienestar. El lema de la celebración en 2013 es
“los humedales cuidan el agua”. En verdad, gracias a los humedales los
humanos hemos contado con fuentes de agua de calidad y con otros -
numerosos e importantes- productos y servicios para los humanos.
Como habitantes de esta región creo que tenemos mucho que celebrar. El
Parque Estatal Cañón de Fernández, con sus tángaras rojas, sus aguilillas
grises, sus charas verdes y sus ahuehuetes milenarios, por ejemplo. Es
inconcebible que al tiempo que un humedal como el Cañón de Fernández nos
angustie al mismo tiempo que nos hace felices. Nos angustia porque su futuro
está en entredicho con el plan “Agua Futura para La Laguna” que pretende
entubarlo y así darle fin.
Como laguneros creo que localmente también debería de servirnos el Día de
los Humedales para recordar como era Viesca, como era Mayrán y como era
Tlahualilo antes de la erección de dos grandes presas y otras obras hidráulicas
en el Nazas y en el Aguanaval. Recordar que en La Posta, hace cien años
apenas, invernaban las grullas blancas, hoy una de las aves más raras del
planeta y que el área de los puentes cuates era dominio de nutrias y castores.
Recordar, sobre todo, como era el agua que salía de nuestros grifos cuando
aún contábamos con humedales sanos. Hoy somos laguneros huérfanos de
lagunas.
El otro caso para celebrar, angustiar y llorar al mismo tiempo es
Cuatrociénegas. Es un ecosistema único e irrepetible. Me maravilla que
nuestros políticos no hayan sido capaces de interiorizar el poder de estos dos
conceptos. Único. Irrepetible. En cincuenta años, según cálculos del personal
de la Comisión de Áreas Naturales Protegidas se ha perdido el noventa y dos
porciento de Cuatrociénegas. Sólo nos queda ocho por ciento de un
ecosistema único e irrepetible. No es posible esconder la magnitud de esta
tragedia.
Cuatrociénegas está ahora peor que nunca. Las obras que anunció Felipe
Calderón al inicio de su sexenio para salvarla no se hicieron ni siquiera a
medias y se hicieron mal. Hoy, las obras para ganar agua para los humedales
están sirviendo para lo contrario, acelerando su destrucción. Sacando más
agua del valle que antes ¿Quienes son los responsables de esta estupidez? En
primer lugar, Exebio García, ex-investigador del Colegio de Posgraduados,
destituido como tal desde 2011 por peculado pues desvió, junto con otros, 23
millones de pesos de cuentas bancarias del colegio a cuentas bancarias
personales. A pesar de este historial delictivo, y de haber sido cesado como
funcionario público, Conagua lo mantuvo al frente de este proyecto fallido y
groseramente inflado. Destaca también como responsable José Guillermo
Barrios, un vendedor de computadoras puesto a cargo del agua de una de las
áreas naturales más importantes del mundo. Barrios no terminó su período
como delegado en Coahuila de Conagua al ser suspendido por la Secretaría de
la Función Pública. Hoy, José Guillermo Barrios, denunciado en la PGR y
calificado por la Dra. Valeria Souza como “rata inmunda” pretende ser el
próximo alcalde de Monclova.
Ayer la celebración nacional del Día de los Humedales se iba a realizar en
Cuatrociénegas. Este solo hecho cargaba la ceremonia con grandes
significados. Acudirían el nuevo secretario de Semarnat y el nuevo director
general de Conagua. Los ejidatarios de Cuatrociénegas tendrían una
oportunidad de oro para encontrar avenidas de desarrollo para su comunidad.
Inexplicablemente, lo que hubo fue una agitación dirigida contra la celebración
y contra los altos funcionarios.
La oportunidad perdida ayer debe movernos a redoblar nuestros esfuerzos
contra la oscuridad que pretende acabar con nuestros humedales, tanto en el
Nazas como en Cuatrociénegas. Exigir una investigación a fondo sobre lo que
en el sexenio pasado se hizo en Cuatrociénegas. Aclarar quien estuvo detrás
de los bochornosos actos de estos últimos días.
Contra nuestros humedales conspiran la voracidad, la corrupción y la ineptitud.
Pero estoy convencido que los laguneros, los coahuilenses, los duranguenses
y los mexicanos buenos que amamos nuestra región, nuestro estado y nuestra
patria somos muchos más -y tenemos más poder- que quienes pretenden
destruir nuestros humedales en nombre de los intereses más mezquinos.
ETIQUETAS
27-01-2013
http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9170758
Cada semestre le pregunto a mis estudiantes si leen las etiquetas de lo que
compran en el súper, las etiquetas de lo que comen. La respuesta siempre es
no. Es inconcebible el descuido que mostramos en un acto tan íntimo y
existencial como comer. Sin embargo, este no es un problema exclusivo de los
hogares de mis estudiantes sino, creo, un problema generalizado. Si nadie -o
casi nadie- lee las etiquetas es obvio que las etiquetas no están cumpliendo su
papel de ayudar al consumidor a tomar una decisión. Pero la inutilidad de las
etiquetas quizá sea una consecuencia deliberada de su diseño. Es decir, las
etiquetas se hicieron para que no se entiendan, para que no provoquen interés,
para que no surjan dudas. Desde la perspectiva de los intereses comerciales
detrás de la comida procesada, mejor que la decisión del consumidor se base
en la publicidad, no en la educación.
Tome como ejemplo el agua embotellada. Lea su etiqueta. Cero grasas. Cero
calorías. Cero colesterol. Cero azúcar. ¿De verdad? ¡Claro! estamos hablando
de agua que tiene moléculas formadas por dos átomos de hidrógeno y uno de
oxígeno, bióxido de carbono disuelto y trazas de sales. ¿Nos informa la
etiqueta sobre los niveles de tóxicos presentes en ella como el arsénico, los
metales pesados o los nitritos? ¿Acaso manifiesta la cantidad de bacterias de
origen fecal? Claro que no, esa información no es relevante para la
mercadotecnia aunque lo sea para la salud. Lo que sí es relevante es
proclamar timos como el del agua que es “ligera” o sea que no engorda.
Mark Bittman, columnista sobre comida en el New York Times, ideó -junto a un
despacho de diseñadores- una etiqueta sencilla y útil para que la población
pueda alimentarse sanamente. Para empezar, su diseño sigue el principio del
semáforo: si la etiqueta es verde, su consumo es altamente recomendable; si
es amarilla, hay que detenerse a considerar; si es roja, aquello no alimenta ni
nutre, enferma. El color se daría de acuerdo a un puntaje que va del cero al
quince. Está claro que el fabricante de refrescos, de papitas o de yogures
azucarados se opondrían con todo su poder contra una iniciativa como la de
Bittman, pero es indudable -y hay estudios que lo confirman- que un sistema de
semáforo ayudaría a atemperar la epidemia de obesidad que hoy padecemos.
En el ejercicio -o fantasía- de Bittman, el color de la etiqueta se definiría con
base en una puntuación del cero al quince. Los quince puntos se adjudicarían
en tres categorías de cinco puntos cada una. Los primeros cinco puntos se
darían de acuerdo a las características nutriticionales del producto, a la
presencia de grasas trans, micronutrientes, azúcar o fibra. El brócoli congelado
se ganaría un cinco. Una botella de refresco un cero. Fruta, cinco. Frutilups,
cero.
La segunda categoría sería lo “comidoso” del producto. Que tan cerca está de
la comida real. El pan de caja, con sus treinta y tantos ingredientes, obtendría
un cero o un uno. Cero una lata de refresco. Una barra de granola, que pocos
puntos habría ganado en el apartado anterior de nutrición, podría sacar un tres
o un cuatro en el apartado de “comidosidad”. El brócoli congelado quizá sacaría
un cuatro.
La tercera categoría, los últimos cinco puntos, se otorgarían bajo criterios de
bienestar. Al producir este alimento ¿Se maltrataron a los trabajadores que lo
produjeron? ¿A los animales? ¿Al planeta? Si hay condiciones laborales
decentes, los animales se producen y son tratados con decencia, compasión y
de acuerdo a su naturaleza y si se producen pocos desechos o estos son
reciclados, el producto obtendría un puntaje alto. Así, los pollos, los huevos, la
leche y las chuletas que hoy producimos y consumimos en La Laguna,
obtendrían un cero.
Además del color de la etiqueta, de los puntos obtenidos globalmente y en
cada una de las tres categorías, hay en la etiqueta de Bittman una caja que
indica si el producto contiene transgénicos. Bittman concede que lograr un
mecanismo para puntuar estas tres categorías sería difícil pero no imposible.
Concede también que pueda haber una forma más sencilla y mejor, pero lo que
no podemos hacer, dice, es no empezar. La salud pública y la salud del
ambiente, que son dos caras de lo mismo, están de por medio.
AGUA FUTURA
20-01-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9170110
Francisco Valdés Perezgasga
Desde hace unas semanas se habla en la ciudad de Durango de un plan
llamado “Agua Futura para La Laguna”. Un nombre que llama a la maravilla.
Veamos. La Laguna está en un desierto. En el mayor desierto de Norteamérica:
el Desierto Chihuahuense. De hecho nuestra comarca está en la parte más
árida y calurosa de esta vasta aridez. Peor, en un mundo que se calienta, el
futuro se nos anuncia aún más caliente y más seco.
Nuestras comunidades laguneras pudieron establecerse aquí gracias a la
bendición de dos grandes ríos: el Nazas y el Aguanaval que puntualmente
traen el agua que se recoge en dos vastas cuencas que inician en el
parteaguas de la Sierra Madre Occidental. Estas lluvias lejanas formaron las
grandes lagunas que nos dieron nombre y de las que sólo queda un débil
recuerdo. En otros sitios de la cuenca baja, como en el paraje de la Posta, en
Lerdo, se formaban grandes humedales que en estas fechas albergaban al
gran espectáculo continental de la migración de grandes grupos de gansos,
grullas y patos. En su curso desde las sierras de Durango y Zacatecas -y
gracias a los caprichos de la geología- las corrientes de estos ríos fueron
llenando vastos depósitos de aguas subterráneas.
Pero hoy la situación es diferente. El Aguanaval y el Nazas están represados
hasta la saciedad. Sus ritmos naturales y milenarios de inundación y sequía se
perdieron para siempre y con ellos muchos de los seres que se habían
adaptado a esos ritmos. Las lagunas que fueron nuestra identidad son hoy
páramos secos, inmensos comales blancos de arena y salitre. Los gansos se
refugiaron en el Palmito. Las grullas nadie sabe donde quedaron. Los acuíferos
milenarios están tan agotados que lo que se saca de ellos, con gran esfuerzo y
gasto energético, es veneno.
Por si hiciera falta, alzando la vista de este desastre, nos encontramos los
estudios del Pánel Intergubernamental para el Cambio Climático (el IPCC por
sus siglas en inglés), validados por el Instituto Nacional de Ecología, que
predicen también un futuro más caliente, más seco y más impredecible para el
norte de México lo que supondrá menos agua en las sierras, menos flujos en
los ríos. En una palabra menos agua para una Comarca Lagunera cada día
más sedienta y más acalorada.
Por eso es que el plan “Agua Futura para La Laguna” no puede sino provocar
un rascado de cabeza, una cara de “juat”, una sonrisa amarga. Pretender que
con una inversión de muchos miles de millones de pesos en ladrillos y tubos
vamos a exprimir agua de donde no la hay ni la habrá sería una broma
sangrienta si no fuera porque detrás tiene, al parecer, toda la fuerza de la clase
política y del lobby constructor.
La escasez que tenemos de agua no es natural, es inducida. El Aguanaval y el
Nazas son un privilegio que no tiene ninguna otra zona urbana del norte de
México a excepción quizá de Delicias con su Conchos. Pero nunca fuimos
capaces de reconocer a tiempo los límites de esta abundancia, quizá porque
nunca fuimos capaces de ponerle riendas a la avaricia. Así, como si
estuviéramos locos, nos embarcamos en un proyecto económico insustentable,
es decir inviable, que nos ha traído al predicamento en el que hoy nos
encontramos. El agua de los ríos y los acuíferos ha sido dilapidada sin
misericordia con el fin de tener hoy la mayor cuenca lechera de México
asentada en nuestro seco desierto. Teníamos mucha agua pero ésta nunca
alcanzaría para producir la alfalfa, la vid, el algodón y la nuez que producimos y
que hemos producido.
Creo que el camino al futuro lo podemos encontrar en el pasado. Volver la vista
a aquel paraíso de ríos caudalosos, lagunas interiores, bandas de gansos y
grullas, abundantes humedales y acuíferos plenos. No volver por nostalgia sino
con la razón pragmática de averiguar donde fue que nos fuimos chueco. No
hablo pues de volver a un pasado idílico e irrepetible. Hablo de limitar nuestro
uso de agua por debajo de lo que la naturaleza nos entrega. Hablo de adaptar
los pulsos de nuestra sociedad -sobre todo de nuestra agricultura- a los pulsos
de nuestros ríos. Hablo de un manejo más ilustrado de las presas sin descartar
la remoción de las más inseguras e ineficientes, como hoy se hace en otros
países como los Estados Unidos.
Todo esto significa, a fin de cuentas, reconocer de una vez por todas el sitio en
el que vivimos para poder imaginar el sitio -el mundo- en el que queremos vivir.
Vivir inteligentemente y con compasión hacia el resto de las comunidades
humanas y no humanas dándole todo su valor al concepto que reza que el
agua es vida. Ser por fin dignos nativos de esta tierra. Llegar por fin a nuestro
hogar. Si nuestros políticos de verdad se preocupan por el agua y por el futuro
deben sumarse con todo su poder pero también con toda su humildad, a este
esfuerzo regional, nacional y mundial por la perdurabilidad y la justicia
ambiental e hídrica.
SÓLO CON LOS RÍOS
23-12-2012
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9167912
Francisco Valdés Perezgasga
Los humanos somos curiosos. Nos encanta compartamentalizar todo. Dividir lo
indivisible. Construimos cajitas y le ponemos etiquetas. Armados de cajas y
etiquetas construimos feudos. Pequeños reinos. En el mundo académico esto
es especialmente agudo, donde cada quien pontifica desde su torre de marfil.
No siempre fue así. En la antigua Grecia, donde el conocimiento sistematizado
inició, nunca hubo físicos de la materia condensada. No hubo químicos
organometálicos. No había ingenieros mecatrónicos ni filósofos del
deconstructivismo. En la antigua Grecia hubo filósofos que igual escudriñaban
la trascendencia del ser que la migración de las aves o la densidad de los
metales. La filosofía era el amor por el saber. En la academia de hoy, la
filosofía es otra caja llena de cajitas. De su significado original sólo queda un
débil eco en la denominación de los doctorados en ciencias e ingeniería en los
países de habla inglesa donde se llaman “doctor de filosofía”.
La misma división se da en las labores de gobierno. Se compartamentaliza lo
indivisible. ¿Quién debe abordar, desde el gobierno, los retos del cambio
climático? Según el organigrama, la Semarnat. Según la realidad, todas y cada
una de las dependencias. Los problemas de nuestras ciudades se abordan
como si la zona urbana fuera una abstracción, desconectada del mundo mayor.
¿Podemos plantearnos el desarrollo urbano de La Laguna sin considerar el
agua? Hasta la pregunta ofende. Nuestras ciudades nacieron en este rincón
árido y caliente precisamente por la existencia de dos grandes ríos. Sin ellos
seríamos un bello y reseco páramo. El cuento de que los laguneros vencimos
al desierto lo desarmó aquel amigo capitalino que ante la sacada de pecho
lagunero contestó: “con dos riyotes quien no”.
Pero los laguneros no respetamos a esos dos ríos que nos han dado todo.
Empezamos a represarlos cuando nuestra soberbia era mucho más grande
que nuestra sabiduría. A encementar canales. A desviar sus cauces. La bomba
de diesel -luego eléctrica- nos hizo abalanzarnos sobre los depósitos de agua
que los ríos nos fueron guardando durante milenios. Al principio todo fue coser
y cantar. Miel sobre hojuelas. Empezamos a transitar el trágico camino de
innumerables civilizaciones fallidas (Mesopotamia, Egipto, China, los Anasazi,
quizá los Mayas) y aquí estamos, en el mismo camino, ya muy cerca de la
ruina: envenenados por el arsénico, con presas medio vacías, con superficies
agrícolas encogidas.
En vísperas del desastre, el gobierno ofrece su solución: “Agua futura para La
Laguna”. Un plan que recuerda al mago de capa y chistera que, como parte de
su rutina distractora, meneaba sus manos frente a nuestras miradas mientras
decía: “nada por aquí, nada por acá”. ¿Que agua futura puede haber cuando
nuestro presente está marcado por el agotamiento de nuestros ríos y nuestros
acuíferos? ¿De donde va a salir? Lo que el gobierno nos ofrece hoy es el
status quo. Que todo siga igual. Que la banda siga tocando mientras el Titanic
se hunde.
No puede haber agua futura donde ya no hay agua. Hay el agua que siempre
ha habido. Quizá ahora menos en un mundo que se calienta y en el que el
tiempo se vuelve aún más extremoso. Un agua mal distribuida, acaparada por
unos cuantos, utilizada en cultivos dispendiosos, como la alfalfa, propia de las
tierras de monzón. El agua del pasado, la real -no la ficticia, inexistente, del
futuro- ahí está. Baja año con año, entre abril y octubre de las montañas de
Durango y de Zacatecas. Esa es el agua en la que debemos estar pensando.
El agua acaparada, abusada y mal usada.
El agua que nos cae del cielo y la que nos llega del Nazas y del Aguanaval es
nuestro límite. Nuestra línea base. Un límite generoso, que da para construir
comunidades más grandes, más pujantes, más prósperas, mejores. Siempre
que decidamos aplicar el sentido común y la justicia para quienes hoy
habitamos esta tierra y para quienes la habitarán en el futuro. Para ello
tenemos que plantearnos otros anhelos y otras visiones.
Lo que no podemos hacer es distraernos con los cantos de sirena que nos
llevan al naufragio. El “Agua Futura para La Laguna” implica, ni más ni menos,
la destrucción de nuestro último girón de Nazas vivo. De la sustitución del
prodigioso dominio de ahuehuetes milenarios, tángaras rojas y águilas
pescadoras por la gris y chata estampa de tubos y ladrillos.
Quizá el mayor fracaso de nuestra imaginación colectiva es no haber sido
capaces de saber que el destino de nuestras ciudades depende de nuestros
espacios naturales circundantes. Espacios que hoy vemos como bucólicos
sitios concedidos a los vociferantes ambientalistas. Cuando en verdad esos
espacios, esos ríos, el Cañón de Fernández y Jimulco, son nuestra línea de
vida hacia el futuro. Por los ríos nació nuestra región y sin los ríos morirá.
“Agua futura para La Laguna” es un peligro real y presente para todos nosotros
y para las generaciones futuras.
MISTERIOS Y GLORIA DEL AGUA
02-12-2012
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9166041
Francisco Valdés Perezgasga
El ciclo del agua es uno de estos temas que siempre se nos explica en vastos brochazos. El agua cambia de estado y de lugar en todo momento. El agua
pasa de líquido a vapor, de líquido a sólido, de vapor a líquido, de sólido a vapor, de vapor a sólido. Las nieves de las cumbres se derriten. El agua viaja, sube, cae, se mueve. Un arroyo se une a otro, forman un río desaguando una
gran área geográfica, una cuenca. Llega al mar donde el río dulce, al entrar al mar salado, crea condiciones únicas y, por tanto, ecosistemas únicos, que son
de lo más productivo en términos de biomasa, de oxígeno y de secuestro de carbono. El agua en la Tierra nunca está quieta, se mueve y se reubica y, ojo, nunca, nunca se desperdicia. El ciclo del agua viene desarrollándose desde el
inicio de los tiempos y la vida del planeta se ha adaptado perfectamente a sus vaivenes.
El agua se evapora en el Atlántico frente a las costas de África, forma nubes,
los vientos alisios mueven esas nubes de este a oeste. A su paso sobre aguas cálidas a las nubes se les agregan más nubes, aparece un centro de baja presión atmosférica que estructura a las nubes en un gran remolino que poco a
poco, y a medida que pasa por más agua cálida, va tomando fuerzas hasta llegar a las islas del Caribe o a las costas de Sudamérica, al Golfo de México, a
la Florida o a la costa este de los Estados Unidos en forma de grandes tormentas o huracanes.
Algunos sistemas de baja presión brincan el istmo centroamericano o panameño y continúan su viaje en el Pacífico que, durante esos días, será todo
menos pacífico. En ocasiones el huracán se mueve hacia el norte y hace su devastadora entrada a Tierra en Oaxaca, en Guerrero, en Michoacán o en
cualquier otro punto del litoral occidental de México. Al entrar con fuerza, parte de las nubes logran brincar el muro de la Sierra Madre Occidental y descargan sobre el altiplano Mexicano. Por ello la temporada de lluvias en León, en la
Ciudad de México, en Durango, en Chihuahua o en La Laguna, coinciden con la temporada de huracanes. Gruesamente, de mayo a octubre.
Pero esos son trazos gruesos, de brocha gorda. Si miramos con más detalle
vamos encontrándonos sorpresas. Un tronco que cae sobre un arroyo crea una sombra y por lo tanto un punto de mayor frescor y menos luz. Eso será aprovechado por ciertas especies de plantas o de animales a quienes estas
condiciones les favorecen. Si el tronco se hunde en el agua, otros organismos aprovecharán para descomponerlo y reciclarlo. Si se lo lleva la corriente ese
tronco, en el mar, dará otras condiciones favorables para otros organismos de agua salada. Cuando por las lluvias un río se desborda, crea efímeras y someras lagunas donde proliferarán los mosquitos. En esas aguas algunos
peces desovarán para asegurar que, durante sus primeros días o semanas,
sus crías no puedan ser comidos por peces más grandes (que no pueden
moverse en estas planicies inundadas) y que tendrán abundante comida en la forma de larvas de mosquito.
Refine la lupa, cambie de sitio y en cada lugar y en cada instante donde haya
agua será usted testigo de la afirmación de la maravilla y la gloria que es la vida. Es fácil entender, por ejemplo, el papel tan importante que en los
ecosistemas acuáticos jugaban -juegan aún en escasos sitios- los castores. Pero no es tan obvio, de hecho recién lo he aprendido, el papel vital que jugaban los bisontes americanos y los perritos de las praderas en la recarga de
los acuíferos. Las interacciones y las dependencias de la vida, el agua y la geología se dan de las maneras más sorprendentes e inesperadas. Por eso
ofende a la inteligencia ver gente que sólo ve en el río un canal por donde se mueve el agua. Un canal cuyo estado deseable sería recubierto de cemento o entubado. Por eso ofende igual ver al agua como un mero activo económico, o
peor, político. Por eso no se acaba de entender la obsesión del gobierno de Durango y del lobby constructor para destruir lo último y poquito que nos queda
de un Nazas vivo. Su obsesión por entubar el río y construir una gran planta potabilizadora que no resolverá el problema del agua en La Laguna pero eso sí, nos va a lastrar por generaciones con una deuda impagable de miles de
millones de pesos. Como si a estas alturas del partido no hubiera quedado claro que la solución a nuestros problemas de agua pasan por un trabajo
inteligente y colaborativo entre las comunidades y sus ecosistemas. Un trabajo arduo, requisitoso de paciencia y esfuerzo, pero nunca desprovisto de amor y de compasión. A estas alturas proponer el espejismo de que todo va a estar
bien si seguimos con la destrucción, con más tubos y con más ladrillos es, por decir lo menos, inaceptable.
DESARROLLO PARA LA VIDA
11-11-2012
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9164098
Francisco Valdés Perezgasga
A menudo habrá usted oído -o leído aquí mismo- la frase “desarrollo
sustentable”. Es un término de moda que repiten no sólo los ambientalistas
sino también cada vez más los medios y los políticos. A menudo se habla de
desarrollo sustentable sin saber su significado y sus consecuencias. En 1987,
la ONU formó una comisión, encabezada por la doctora Gro Harlem Brundtland
para que redactara un informe socio-económico de prospectiva global. Este
reporte, llamado Nuestro Futuro Común usó por primera vez el término
desarrollo sustentable, o sostenible. En ese reporte se define a este desarrollo
como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las
necesidades de las generaciones futuras. Es un término que engloba el
cuidado del ambiente y por ende de los recursos naturales, pero conlleva
también consideraciones económicas y sociales. Hay que desarrollarnos sin
agotar a la naturaleza pero cuidando que sea un desarrollo cuyos beneficios se
repartan equitativamente.
El ámbito del desarrollo sustentable, repito, se divide en tres: el ámbito
ecológico, el ámbito económico y el ámbito social. Es decir, es un desarrollo
que logra equilibrar el bienestar, con la conservación de la naturaleza y el
progreso económico.
En el centro del concepto del desarrollo sustentable está la idea de
perdurabilidad. Sólo un desarrollo así puede garantizar nuestra permanencia.
El desarrollo actual, por otra parte, garantiza nuestra perdición. La mejor
definición que he oído de desarrollo sustentable, que engloba lo hasta aquí
dicho es “tener lo suficiente, siempre, todos”. Tener lo suficiente, siempre,
todos. Una frase que conviene grabarse para contrastarla con aquello que nos
quieran colar como desarrollo sustentable.
Otra manera de ver el desarrollo sustentable es como un desarrollo que
protege y fomenta la vida. Que nunca la destruye. Un desarrollo que da
oportunidad que la naturaleza se reponga de nuestras afectaciones. Un
desarrollo que cuida que el uso que hagamos de la naturaleza sea a una tasa
menor a su tasa de recuperación. Por eso es que siempre me ha generado
dudas el concepto de minería sustentable pues la extracción de recursos no
renovables -sean estos petróleo, gas u oro- no puede ser sustentable pues lo
que se extrae, a fin de cuentas, se va a agotar. Como tampoco puede ser
sustentable la explotación de un recurso nominalmente renovable pero extraído
a tasas superiores a su reposición natural.
Sacar más agua del acuífero de la que le entra es un caso inmediato, claro y
familiar de insustentabilidad. En La Laguna, bajo la engañosa etiqueta de
agricultura, lo que en realidad se practica es la minería del agua. Encima, esta
extracción es ilegal. Un robo, como lo definió un director de Conagua. Un robo
a la nación que no es otra cosa que un robo a usted y a mí.
Nuestro modelo de desarrollo es contrario a la vida. Ha terminado con un
conjunto único e irrepetible de humedales de desierto. Ha extinguido a una
docena larga de especies de peces del Nazas y el Aguanaval, especies de un
linaje que durante millones de años sobrevivieron a cataclismos increíbles:
colisiones de cometas, nacimientos de cordilleras, enfriamientos y
calentamientos del planeta pero que fueron incapaces de sobrevivir a nuestra
miope y torpe avaricia. No en balde nuestro modelo de desarrollo ha hecho que
el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente nos incluya en los
cien sitios de desastre ambiental mundial por el uso insustentable del agua.
En un mundo que se calienta no nos queda mucho tiempo para enderezar el
rumbo. Nuestra conversación colectiva, ahora mismo, debería ser sobre como
tomar el camino de la sustentabilidad. Como alejarnos de este camino de
muerte y enfermedad. Como hacerle para perdurar. Como construir un mundo,
un México, una Comarca Lagunera donde la vida, el progreso y la justicia
quepan. Una Comarca Lagunera donde quepan los hijos y los nietos de todos y
también sus hijos y sus nietos. Una conversación colectiva en la que todos
caben siempre que compartamos un sentido de responsabilidad colectiva y un
mínimo de respeto y de amor por esta tierra.
AGUA PARA EL RESTO DE NOSOTROS
04-11-2012
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9163468
Francisco Valdés Perezgasga
Una vez más somos testigos del estira y afloja por el agua del Nazas. Los
agricultores exigen a Conagua que entregue más agua de la que tiene
programada. Ante las expresiones locales del cambio climático, Conagua se
resiste. La sequía de los últimos años es una probadita de lo que le depara a
nuestro rincón de un mundo que se calienta. Ha llegado a tal grado el
desencuentro que los agricultores anuncian marchas y bloqueos si Conagua no
cede a sus demandas.
Este estira y afloja es un caso clásico de la miopía que como sociedad nos
ataca cuando hablamos del agua. La miopía -o ceguera, si usted prefiere- que
decreta que el agua tiene una sola dimensión, la de ser un insumo para la
agricultura.
El agua tiene muchos valores, muchas caras, muchas dimensiones. El agua es
parte inseparable del funcionamiento de los ecosistemas terrestres y ya no
digamos marinos. El ciclo del agua, en nuestro planeta, es el responsable del
milagro que es la vida misma. Somos el único sitio del universo conocido en el
que el agua está en eterna transformación y translocación. El agua se hace
nube. El agua llueve, crea ríos, rellena acuíferos, altera la física y la química del
mar. El agua se congela y se deshiela. El agua cambia de lugar. Un charco de
lluvia en una calle de Gómez Palacio días antes fue una nube frente a las
costas de África.
Por eso es indecente la presión de los agricultores para acaparar aún más
agua. Un agandalle que priva a nuestros acuíferos de más de quinientos
millones de metros cúbicos de agua al año. Que hace caer sus niveles metros
por año. Un agandalle que hace que cada día más gente beba más arsénico
provocando un riesgo mayúsculo en la salud de la población y produciendo
más casos de enfermedades crónicas como el cáncer y la diabetes.
¿Quienes son los que ejercen estas presiones a una autoridad que no parece
saber como salir de su marasmo indolente? Planteemos la pregunta de otra
manera ¿Quienes detentan los derechos de agua del Nazas en la Comarca
Lagunera? Cambio la pregunta pues me queda claro que son unos los que
aparecen en los medios anunciando marchas y bloqueos y son otros quienes
se han apropiado del agua de nuestros ríos y de nuestros acuíferos a golpe de
chequera? El llamado “sector social” ha desaparecido del agro lagunero para
ser sustituido por los modernos terratenientes quienes al controlar el agua
controlan todo. Esta situación, aún más intensa que la prevaleciente en
vísperas de la revolución de 1910 no es una teoría, es una realidad conocida
por todos.
Las alteraciones del ciclo del agua están detrás del empobrecimiento de la
biodiversidad planetaria. La deforestación, la construcción de presas, la
contaminación de los cuerpos de agua, la desviación de los ríos, los transvases
y la sobreexplotación de los acuíferos son parte de estas alteraciones que se
suman ahora a la disrupción climática severa que la Tierra experimenta. Al
afectar la biodiversidad se erosionan los ecosistemas. La consecuencia fatal es
también el sufrimiento de las sociedades humanas. Todos vamos en el mismo
barco. Todos somos parte del mismo tejido. Todos estamos conectados. A los
humanos no nos parió Zeus. Somos producto del milagro de la evolución.
Somos producto y parte de la naturaleza.
Por esta razón es que debemos de reivindicar todos los valores del agua, no
sólo su valor económico. Aunque haya generado tanta riqueza en La Laguna,
el agua no es oro ni nuestros ríos y acuíferos son minas. El agua es un bien
precioso básico para la vida, la salud y el bienestar nuestro y de todas las
comunidades no humanas que habitan nuestra región, nuestro país y nuestro
planeta. Por ello al agua la debemos cuidar y atesorar, nunca desperdiciar
como lo hacemos hoy produciendo leche en un desierto cada vez más caliente
y más seco. Por esta visión tan estrecha, insolidaria y avariciosa es que hoy
somos una sociedad pobre y enferma.
Por eso lo invito a usted querido lector, querida lectora, a que alce la voz para
que Conagua destine ya agua de las presas para los acuíferos de donde usted
y yo bebemos y para el correcto funcionamiento de los ecosistemas. Que
alcemos la voz juntos para que haya también agua suficiente y limpia para el
resto de los mortales y no sólo para el reducido grupo de laguneros que se han
apropiado de ella. Que aunque a ellos les incomode, repitamos la divisa del
Encuentro Ciudadano Lagunero: Agua para siempre, agua para todos.
ECONOMÍA ECOLOGÍA
09-09-2012
http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9158284
Francisco Valdés Perezgasga
Es en secundaria, si no es que en la escuela primaria, que aprendemos que
ecología es el estudio de la casa, del hogar. Economía, la administración del
hogar. En su sentido más amplio, en ambos casos, el concepto de hogar
abarca a todo el planeta. Desde su etimología ambos términos están ligados.
Así tiene que ser pues todo aquello que ubicamos en la esfera económica tiene
sus bases en los sistemas naturales, en la esfera ecológica. Nuestros
alimentos, por ejemplo, provienen de los esfuerzos de la agricultura y la
ganadería que no son otra cosa que el intento de forzar a los sistemas
naturales a que cumplan nuestros caprichos.
Hasta hace muy poco se empezó a contabilizar la aportación de la naturaleza a
la economía. Tanto en el campo de la economía como de la ecología esta
contabilidad resultó revolucionaria. Si perdemos el aire limpio enfermamos.
Enfermarnos nos cuesta. Si conservamos el aire limpio nos ahorramos los
gastos hospitalarios, de medicamentos, etc. ergo la naturaleza, con el aire
limpio, nos provee de un servicio ambiental que aporta dinero constante y
sonante a la economía general por la vía del ahorro.
Un ejemplo más personal se lo puedo dar. Tengo como afición observar aves.
Cuando me inicié en ese extraño pasatiempo, no tenía que ir más allá que las
afueras de Lerdo, al Parque Raymundo, para observar toda la variedad de aves
del ecosistema ripario del Nazas: águilas pescadoras, colibríes, tángaras,
martines pescadores, chipes. En unos cuantos años aquello terminó. Su fin
había iniciado desde la construcción de las presas en el río, sobre todo la de
Las Tórtolas, en 1968. Luego, la sobreexplotación de los acuíferos aledaños al
Nazas aceleraron el fin de Raymundo. Fue entonces que tuve que migrar a las
orillas del río en Villa Juárez y luego a los Puentes Cuates. Hoy, para poder
hacer lo que a principios de los ochenta hacía en Raymundo, tengo que ir al
Cañón de Fernández. Cada día gasto más tiempo, dinero y esfuerzo por culpa
de la destrucción imparable de los ecosistemas milenarios del Nazas. Si esos
ecosistemas se hubieran conservado yo tendría más dinero en el bolsillo.
Así como la salud y la calidad del aire, igual que con la observación de aves y
los ecosistemas, podríamos contabilizar otros servicios y bienes que la
naturaleza nos da: la provisión de agua, la filtración y saneamiento del agua en
los humedales, las fibras naturales, los materiales de construcción, el
esparcimiento en los espacios naturales, la pesca, la polinización de los
cultivos comerciales, etc. Si perdemos estos servicios, tenemos que intentar
suplantarlos con nuestra tecnología. Algo que rara vez tiene éxito aunque
invirtamos en ello enormes cantidades de dinero.
Según las cifras del gobierno mexicano -la fuente es el INEGI- en 2011, la
destrucción del ambiente y el agotamiento de los recursos le cuestan a nuestro
país noventa mil millones de dólares al año, lo que representa el 8% del
producto interno bruto o PIB. Esto se le atribuye a la globalización de los
mercados, a la existencia de políticas débiles, erradas o mal instrumentadas
para evitar esa destrucción o a la no aplicación de las leyes que existen en
nuestro país. Una pérdida anual de ocho puntos porcentuales del PIB
representa un empobrecimiento brutal.
Por otra parte, autores como Bezaury Creel y Pabón Zamora calculan que las
áreas protegidas naturales federales contribuyen al menos tres mil quinientos
millones de dólares al año a la economía de México. Esto representa un
retorno de cincuenta y siete pesos por cada peso invertido en su conservación.
A menudo se intenta oponer la conservación y la protección de la naturaleza al
progreso económico. Dicho esto por el triputado Ulises Adame, nos
preocupamos por los “pajaritos” y no por la “gente que sufre”. Pero queda claro
que al luchar por el ambiente se lucha por el avance de la sociedad, incluso de
la economía. Sin esta visión amplia no podrá lograrse el anhelo del desarrollo
sustentable que es tener lo suficiente, siempre, todos. Y dicho sea de paso, la
preocupación de Ulises Adame por la “gente que sufre” nos dejó una presa
inútil -la del Arroyo del Tigre- cuyo costo se elevó en menos de dos años de los
40 millones de pesos iniciales al estratosférico precio de 140 millones y que no
logra irrigar más de unas cuantas hectáreas. Por ello debemos estar atentos a
refutar a quienes falsamente oponen a la ecología y a la economía. Blindarnos
contra los cantos de sirena de los demagogos de siempre.
CALOR Y DESASTRES
12-08-2012 http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9155751
Francisco Valdés Perezgasga
El calor extremo que hemos experimentado en los últimos años parece que se
va volviendo la norma. Recordemos que el récord de temperaturas máximas se
ha roto o igualado en La Laguna en 2010, 2011 y 2012. Esta nueva normalidad
se está imponiendo no sólo en La Laguna, sino en todo el mundo. En 2011 se
experimentó un calor extremo en Tejas y Oklahoma y en 2010 en Moscú.
James Hansen, climatólogo de la NASA acaba de publicar un estudio que
demuestra que estos eventos son hoy mucho más frecuentes que hace treinta
años. La causa más probable: el calentamiento global.
Siempre se ha dicho que lo que hoy experimentamos es el tiempo pero lo que
ha pasado en décadas es el clima. Pues bien, el estudio de Jansen demuestra
que estas olas de calor (el tiempo) está determinado por las tendencias al alza
de los últimos siglos (el clima). Su hallazgo central es que, entre 1951 y 1980,
solo el 0.2 por ciento de la superficie terrestre experimentaba veranos como
estos. Hoy en día esa superficie se ha multiplicado por cincuenta: diez por
ciento de la superficie terrestre tiene veranos inusualmente calientes.
Dicen Jansen y sus colegas en el estudio publicado en las Memorias de la
Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos: “podemos arfirmar, con
un alto grado de confianza, que anormalidades extremas como las vistas en
Tejas y Oklahoma en 2011 y en Moscú en 2010 fueron consecuencia del
calentamiento global porque su ocurrencia, de no existir el calentamiento
global, es excesivamente pequeña”. En una columna esta semana en el
Washington Post, Jansen lo puso más claro: “El futuro está aquí y está
caliente”.
El estudio de Jansen y sus colaboradores es un análisis estadístico de las
tendencias de las temperaturas terrestres observadas. En el pasado, siempre
se dijo que es imposible ligar un evento extremo particular -llámese huracán,
tornado u ola de calor- al calentamiento global. Que el evento extremo es el
tiempo mientras el calentamiento global el clima. Sin embargo, Jansen usó
métodos desarrollados recientemente para encontrar el eslabón entre el cabio
climático y los cambios en la frecuencia e intensidad de los eventos extremos.
El resultado que encontraron es que el calentamiento global está aumentando
la probabilidad de que se presenten estos eventos. Este resultado concuerda
con otro reporte reciente del Panel Intergubernamental de Cambio Climático
que encontró evidencias de que el cambio climático está incrementando la
frecuencia de las sequías y de las olas de calor así como la intensidad de las
lluvias advirtiendo a los gobiernos del mundo que tienen que cambiar sus
estrategias para enfrentar los desastres naturales.
Ante esta información, eventos como las crecidas del Nazas de 2008 y 2010,
las trombas en Lerdo en 2011 y en Villa Juárez hace unas semanas, los
tornados de Piedras Negras, las heladas de 2011, los récords de calor los
últimos tres años y una larga lista de portentos que nos visitan con mayor
frecuencia deben verse bajo la luz de los descubrimientos de Jansen. Por lo
pronto, la pregunta que siempre nos hacemos ante uno de estos fenómenos -
¿Es por el calentamiento global?- es una pregunta que deberíamos ya archivar
por ociosa. El mundo se está calentando y ese clima está provocando el tiempo
tan alocado que estamos viendo. Aquí y en China. Literalmente.
Descubrimientos como el de Jansen no sólo debe hacernos ver lo que pasa a
nuestro alrededor de otra manera. Debería hacernos actuar de otra manera.
Diariamente vemos coches con el motor andando, revolucionado y moviéndose
a cero kilómetros por hora. Quemando gasolina y calentando al planeta sólo
para que su ocupante -casi siempre uno sólo- no sude una sola gota. Esta
conducta irracional desplegada por aquellas y aquellos que luego se quejan de
lo que llaman “gasolinazo” es una parte -y una parte importante- de lo que le
está pasando al planeta. No me refiero solamente a los tornados y las trombas
sino a la ola de extinciones que está experimentando la vida en la Tierra
incapaz de adaptarse a un cambio tan súbito. En cada lagunera y cada
lagunero de las docenas que veo a diario usando el coche de manera tan
irresponsable veo un futuro ominoso y terrible para ellos y para todos, humanos
y no humanos, que compartimos este planeta único y pequeño.
NATIVOS ,NATURALEZA
05-08-2012
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9155094
Francisco Valdés Perezgasga
El agua soporta toda la vida en la Tierra. Lo define todo. El nivel de los mares.
La ubicación y la evolución de las especies. La sensación de calor. El agua es
el útero de la vida, de la única vida que conocemos. La conquista de la seca
tierra se pudo dar hasta que se hubiese resuelto el problema de como cargar
con nuestro propio mar interno. No en balde el suero de nuestra sangre, el
líquido extra- e intracelular y las lágrimas son mayormente agua salada. Salada
mayormente con cloruro de sodio, como los océanos. El primer vertebrado que
asaltó tierra firme puede verse -laxamente- como un mar con patas a la
conquista de nuevos territorios.
Esta importancia ubicua, vital del agua la ha hecho sagrada en todas las
culturas. Los antiguos mexicanos creían en la existencia de una especie de
entes supranaturales chocarreros que habitan junto a los cuerpos de agua. Los
chaneques -también llamados chanes- gustan de hacer travesuras. Usted
sabe: romper cosas, voltear hamacas, jalarle la cola a los perros. En ocasiones
sus “travesuras” pueden llegar hasta robarle el espíritu a la gente,
enfermándolos y hasta matándolos. Un buen amigo, racional, científico,
profesor de universidad usamericana, me cuenta de un picnic durante su niñez
a un lado de un río en Oaxaca. Su tío se durmió una siesta de la que no lo
pudieron despertar. Gritos, sombrerazos y sacudidas fueron inútiles.
Finalmente se llegó a la conclusión que aquello era obra de los chaneques y
hubo que llamar al brujo del pueblo para despertarlo, cosa que al fin sucedió.
Esta creencia sobrevive entre muchos habitantes de Torreón. En las avenidas
del Nazas en 1991 y 1992, cuando hubo una cantidad impresionante de
ahogados, muchas personas le atribuían esas desgracias a las travesuras de
los chaneques. Ya para 2008 y 2010, quizá porque no hubo tantos ahogados,
no se escucharon esas historias de los chaneques robándole el espíritu a la
gente de La Laguna.
Los chaneques son también criaturas tutelares de las plantas y de los
animales. Algunos cazadores en Veracruz les temen al grado de colgarse una
cabeza de ajo al cuello para espantarlos. En otras partes de México se asegura
que basta con usar la ropa al revés para evitar su furia cuando se daña a un
animal o a una planta. No dudo que su asociación al agua provenga de que
para cuidar a las plantas y a los animales es preciso cuidar el agua. La
biodiversidad depende del agua.
Muchos estudiosos de las creencias populares como Tim Flanagan, mastólogo
y divulgador australiano, creen que hay creencias y tabúes cuyo fin último es la
conservación de la biodiversidad o de los recursos. Esos tabúes quizá
evolucionaron tras un agotamiento peligroso de un recurso o de un animal o de
una planta.
Los aborígenes australianos, con sus 60 mil años de historia cultural y natural
ininterrumpida en ese continente árido dan muchos ejemplos puntuales. En su
larga historia -más larga que la de ningún otro grupo humano en el planeta- los
diferentes grupos aborígenes debieron haberse metido en más de un
predicamento por sobreexplotar algún recurso. El territorio de Australia es hoy
territorio sagrado para sus habitantes originales. Australia está cruzado por
miles de “líneas de canto”, largos trayectos en los que se debe cantar. El canto
habla de gestas heroicas en el tiempo de los dioses y los héroes viajaron por
esas líneas, en el tiempo del sueño. Si el canto habla de un dios con forma de
lagartija se advertirá cerca una cordillera con silueta de lagartija, de modo que
el canto, desplazándose por su línea va describiendo un paisaje trenzado con
sus dioses y sus actos. Si los cantos se dejan de cantar, la tierra muere.
Nuestra tierra lagunera es una tierra sin cantos. Una tierra a la que llegamos
hace siglos con el corazón negro del conquistador a imponerle nuestras
condiciones. A arrancarle sus frutos. A vencer al desierto. Siglos en esta tierra
no nos han hecho nativos. El lagunero de hoy sigue siendo un conquistador en
un territorio vacío de referencias sagradas. Los marmoleros y los pedreros
arruinan el paisaje y la calidad de un aire otrora prístino. Los agricultores
desecan ríos y acuíferos en su carrera desaforada y demente por la mayor
ganancia en el menor tiempo. Un oasis de lagunas y humedales desecados sin
la menor consideración para el resto de las personas, de los animales y de las
plantas que antes eran soportados por ese oasis. Así las cosas, no es de
sorprender que los chaneques, criaturas tutelares de las plantas y los animales,
que nos roban el espíritu y nos matan, anden sueltos por toda nuestra
geografía.equeños actos demenciales, irracionales y egoístas que realizamos
día con día.
TAN ESCONDIDO Y TAN A LA VISTA
15-07-2012 http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9153179
Francisco Valdés Perezgasga
De pocos meses para acá, muchas personas se me han acercado para
platicarme que en su jardín, en su calle o en su parque hay pájaros carpinteros.
Me gusta oír estos reportes pues detrás de cada uno de ellos está una persona
que empieza a interesarse por lo que pasa a su alrededor. Una persona que se
permitió darse un respiro y poner atención en ese mundo mucho mayor a
nuestra particular telenovela diaria.
Aún recuerdo cuando vi mi primer pájaro carpintero. Fue en el bosque de
álamos contiguo a Villa Juárez. Un sitio increíble que desapareció porque le
faltaron suficientes personas que le pusieran atención. El régimen de las
presas del Nazas, que destrozó el pulso milenario del río, la falta de renovación
de los álamos, el muérdago sobre los árboles viejos y la planta termoeléctrica
de la Comisión Federal de Electricidad, inaugurada a mediados de los ochenta,
se alinearon para crear el desastre perfecto y acabar así con una sucesión de
parajes increíbles que nos daban frescor y sombra desde La Isla hasta
Raymundo.
Pájaros carpinteros siempre ha habido, en el Nazas y en nuestras ciudades. El
carpintero cheje -llamado querreque en el archifamoso son huasteco- es
conocido por la ciencia como Melanerpesaurifrons y es el más urbano de los
cinco carpinteros que habitan nuestra comarca. Bueno, para ser fieles a la
verdad, se trata de tres carpinteros verdaderos y dos chupasavias. Es un
pájaro mediano, de pecho gris pálido, alas y espalda negras con rayas blancas,
pico negro, un intenso color amarillo-naranja en la nuca y tras el pico. El macho
tiene una corona roja y la hembra la cabeza gris pálido. En el monte gusta de
los mezquitales, los encinares y los bosques de río. En la ciudad hace nido en
casi todo tipo de árbol: lilas, fresnos, palmas y pingüicos. Llega también a
construir su nido en postes telefónicos o postes de la luz. En el monte busca
ramas huecas para tamborilear con su pico, produciendo un ruido que advierte
a otros carpinteros que aquel es su territorio. En la ciudad el carpintero cheje ya
aprendió que, si tamborilea en un objeto metálico hueco o plano, como un
ducto de refrigeración o la cubierta de una farola, su tamborileo tendrá mayor
volumen y llegará más lejos.
Cualquier sitio con árboles de regular tamaño en nuestras ciudades tiene
carpinteros. Una vez que se aprende su llamado no se olvida y se reconoce de
inmediato. Es un misterio como un pájaro tan numeroso, común y conspicuo
pasa inadvertido para tantos ciudadanos. Como se puede estar tan escondido
estando tan a la vista. Si lo desea, puede ver fotos de carpinteros en
tinyurl.com/carpinteros
El carpintero pica la madera de un árbol para excavar su nido. El nido es
reconocible de inmediato por la entrada perfectamente circular de unos diez
centímetros de diámetro, excavado usando su pico como cincel y su cuello y
cabeza como martillo. A diferencia de muchos otros carpinteros, el cheje no
pica la madera para comer. Su dieta consiste de insectos y frutas: chapulines,
escarabajos, hormigas, granos, moras, pingüicas y nueces. Esta dieta debe ser
una adaptación reciente de esta especie pues el carpintero cheje tiene todo el
equipo necesario para buscarse la comida bajo la corteza de los árboles, como
tantos otros carpinteros.
Este modo especializado de alimentarse de otros carpinteros consiste en
picotear la madera hasta encontrar el camino que va dejando la larva del
insecto que va comiendo la madera tierna. El carpintero mete su lengua
especializada por ese túnel hasta alcanzar a su presa y engancharla con una
larguísima lengua equipada de unos apéndices que le dan tracción y cubierta
con una saliva espesa y pegajosa. La lengua del cheje -y la de otros
carpinteros- se proyecta del pico a una distancia equivalente a tres picos.
Cuando no la está usando la guarda en un canal que le da la vuelta a todo el
cráneo. Además, la lengua del carpintero tiene huesos que le dan una mayor
firmeza y un exquisito sentido del tacto en la punta, indispensable para
discernir cuando ha llegado a una presa que no puede ver.
Anímese a salir un momento de casa, póngase cerca de un árbol o poste. No
tardará en escuchar la socarrona carcajada de su llamado. Y no tardará en ver
una de estas aves, tan escondida y tan a la vista.
GARRAFONES
08-07-2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9152530
Francisco Valdés Perezgasga
El Encuentro Ciudadano Lagunero, al cual pertenezco, es una coalición de
organizaciones ciudadanas de derechos humanos, derechos políticos y
protección al ambiente. Nos une la preocupación común por el grave problema
del agua en La Laguna. Nos une la desesperación de estar inmersos en un
problema que nunca debió haber aparecido.
La Laguna tiene agua, pero el mal uso que hemos hecho de ella nos tiene
bebiendo agua envenenada y con un suministro en tandas para la población
urbana. Quizá ya se nos olvidó la razón detrás de nuestro nombre de
laguneros. Nos queda el atavismo de llamar irreflexivamente a esta tierra
Comarca Lagunera. Digo atavismo porque parece habérsenos olvidado que
nuestras ciudades eran atravesadas por dos grandes ríos: el Aguanaval y el
Nazas, los mayores ríos de México que nunca llegan al mar. Parece
habérsenos olvidado que nuestro gentilicio y el nombre de esta tierra es un
nombre que habla de ríos y de humedales, de lagunas y de frescas vegas.
El Encuentro Ciudadano Lagunero es pues un grupo amplio y diverso de
ciudadanas y ciudadanos sin liga ni financiamiento de ninguna corporación, de
ninguna firma de relaciones públicas, de ningún partido político o de ninguna
iglesia. En nuestro seno tienen cabida todas y todos quienes se preocupen por
este tema en el que bascula nada menos que el futuro y el bienestar de nuestra
región, de nuestras comunidades, de nuestros amigos y de nuestros seres más
queridos. El Encuentro Ciudadano Lagunero tiene como lema “Agua para
siempre, agua para todos” como divisa de una aspiración de permanencia y de
justicia.
Entendemos que nuestra salud colectiva, hoy minada, está trenzada con la
salud de nuestros humedales, ríos y acuíferos. Por ello nuestro programa
aborda el problema del arsénico pero también el de la sobreexplotación.
Pugnamos por la conservación de nuestros ríos pero también por su
restauración. Demandamos y cooperamos para que se reforeste la cuenca alta
-la fábrica del agua- pero también demandamos y exigimos un castigo justo y
ejemplar para los ladrones que extraen más agua de la que legalmente tienen
derecho. ¿Qué lógica tiene cuidar los bosques de la sierra mientras el agua
que de allá llega es dilapidada irracionalmente acá en cultivos totalmente
inapropiados para esta geografía?
Hemos hecho señalamientos puntuales para ayudar a que las autoridades
tomen las decisiones más justas, económicas y ambientales en torno a la
administración del agua pues nos interesa la sustentabilidad de ese recurso y
de toda nuestra región. Hemos señalado en diversos foros y en las calles
mismas que la tecnología debe usarse de manera juiciosa y puntual para aliviar
el inmenso problema del envenenamiento masivo por arsénico que
padecemos. Hemos señalado la irracionalidad de invertir millones de pesos en
limpiar el agua para luego inyectarla a una red que tiene más de un cincuenta
por ciento de fugas. La irracionalidad del desperdicio de esa mitad del agua
limpia que será desperdiciada en los hogares torreonenses al ser usada, en
más de un 90%, en excusados, jardines y macetas y en otras labores de aseo.
La irracionalidad de invertir millones de pesos para limpiar el agua y luego tirar
el 95% en fugas y usos para los que no hacía falta quitar el arsénico.
Por eso desde un principio hemos dicho que esa agua ya limpia debemos
considerarla más valiosa que el oro, embotellarla y distribuirla gratuitamente o a
un costo subsidiado, entre la población general dando prioridad a los sectores
más vulnerables. Esta propuesta no es un salto al vacío. En Gómez Palacio,
desde hace un año ya se está haciendo, distribuyendo los garrafones de agua
limpia a tres pesos en las comunidades rurales del municipio. Recientemente
las autoridades de Torreón anunciaron que embotellarán parte del agua limpia
y la distribuirán en garrafones a siete pesos entre los sectores más vulnerables
de la ciudad. Desde Encuentro Ciudadano Lagunero reconocemos este gesto
pero demandamos que se implemente con más énfasis para aliviar pronto el
flagelo del arsénico de un mayor número de niñas, niños, mujeres y hombres
de Torreón. Claro, mientras se continúan los actos de autoridad que terminen
con el robo del agua que está detrás del arsénico y que, no olvidemos, es un
bien nacional.
PUNTADAS
24-06-2012
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9151257
Francisco Valdés Perezgasga
Recientemente, una universidad privada anunció en la prensa local un plan que
desarrolle “un sistema que complemente al ya muy conocido Plan Meva de
traer agua desde las sierras de Durango, pero ahora la idea es desarrollar la
tecnología para traer agua del mar, cubrir las presas de Sinaloa, Sonora,
Chihuahua y Durango y obviamente a la Comarca Lagunera”.
Al menos yo tuve que leer este párrafo más de una vez, aplicando fuertes
frotamientos a mis ojos entre lectura y lectura, incrédulo de lo que leía. Traer
agua del mar. Desalarla y distribuirla por todo el norte de México.
Traer agua de la cresta de la Sierra Madre Occidental -el plan Meva- demostró
ya ser incosteable por la infraestructura necesaria en la forma de canales,
túneles y estaciones de bombeo. La idea del trasvase de agua entre cuencas -
el meollo del plan Meva- no sólo ha causado vastos desastres ahí donde se ha
intentado sino que es una idea vieja. Se ha hecho para abastecer de agua a
Los Ángeles, San Diego, Tucson-Phoenix y Las Vegas sobre la base de
destruir al otrora indomable Río Colorado. Su delta, que desaguaba en el alto
Golfo de California pasó, en unas cuantas décadas, de ser la cerrada selva con
jaguares donde abundaban los patos y los peces y que tanto maravilló a Aldo
Leopold en 1922, al páramo estéril y salinizado que es desde los años
cincuenta.
Pero los trasvases no sólo son desastres ambientales de gran envergadura.
Generan también, como todo desastre ambiental, problemas sociales de gran
calado. Hoy mismo se desarrolla un proyecto de trasvase en Hermosillo para
llevar el agua desde Obregón y Navojoa.
Pero este proyecto, llamado Sonora SI, está entrampado en juicios, demandas
y la justa furia de los habitantes de la cuenca a la que se pretende quitar su
agua. En el pasado reciente pudimos ver como un vasto programa de
trasvases para potenciar el desarrollo inmobiliario de su costa mediterránea, el
Plan Hidrológico Nacional, movilizó en España a millones de españolas y
españoles, lo que finalmente hizo que el gobierno de Aznar lo abandonara,
propiciando luego su caída en las urnas.
Pero el proyecto de la UVM va mucho más allá. El trasvase es desde el mar
hasta el altiplano. No quiero ni imaginar el costo de transportar una sustancia
pesada como el agua desde el nivel del mar hasta los 1,440 metros de altura
que tiene Chihuahua, los 1,250 de Jiménez, los 1,600 de Saltillo, o los 1,100 de
La Laguna. Haga el ejercicio mental: cuanta energía se requiere para levantar
un metro cúbico de agua desde la costa hasta La Laguna.
Imagine levantar una tonelada a más de un kilómetro de altura. Si tomamos en
cuenta que hay que saltar los dos mil o tres mil metros del espinazo de la sierra
este cálculo se vuelve ridículo.
Quitarle la sal al agua de mar es perfectamente factible, pero a un costo
enorme. Las desalinizadoras de tecnología de punta lo hacen a precios de siete
pesos por metro cúbico a pie de tubo. Pero estos son costos de operación a los
que hay que agregar el enorme costo de capital.
Desalinizar el agua requiere también grandes cantidades de energía. Un
proyecto -hoy suspendido- para surtir de agua desalinizada al sur de California
incluía la construcción de una planta nuclear sólo para suministrar la
electricidad que necesitaban las desaladoras.
Aún siendo ingeniero, me sigue maravillando ver los extremos a los que es
capaz de llegar la megalomanía de otro ingeniero pretendendiendo resolver
con su técnica un problemas que no es técnico.
El problema de nuestra comarca no es la falta de agua -ahí están el Nazas y el
Aguanaval que no me dejarán mentir- sino el mal uso que hacemos de ella
cegados por la avaricia y el desprecio por nuestros semejantes.
Más que acueductos, desaladoras, túneles y bombeadoras lo que nos hace
falta es una pizca de sentido común en nuestra sociedad, una pizca de
decencia en nuestros agricultores y, de parte del gobierno, una pizca de
responsabilidad en su obligación de aplicar la ley y proteger la salud de la
población.
AFERRADOS A UN NOMBRE
03-06-2012
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9149310
Francisco Valdés Perezgasga El año pasado Pedro Arrojo, catedrático de la Universidad de Zaragoza, vino a
La Laguna por segunda vez. Durante su plática confesó que, en su primera vez
en nuestra tierra, había preguntado por las lagunas que nos dan nombre.
Grande fue su sorpresa al saber que llevamos ya más de seis décadas
huérfanos de lagunas. Fue entonces que se enteró que hasta la mitad del siglo
veinte hubo aquí humedales grandes y únicos. Aún siendo especialista en el
uso y el abuso del agua -en su Ebro y en el mundo- nuestra circunstancia le
pareció especialmente dramática: una Comarca Lagunera sin lagunas. Hasta
entonces se enteró que los humedales que daban nombre a esta región
clavada en el árido y caliente corazón del vasto Desierto Chihuahuense tenían
sesenta y más años desaparecidos.
Durante milenios, desde la última glaciación, éste fue un desierto
periódicamente inundado por los dos ríos más grandes de México que nunca
llegan al mar: el Nazas y el Aguanaval. La Laguna de Mayrán, La Vega de San
Pedro, La Laguna de Viesca, La Laguna del Caimán, Tlahualilo -que en
Náhuatl significa tierra inundada- o la Vega de Marrufo son hoy paisajes
largamente olvidados, nombres casi borrados de nuestra memoria colectiva. A
finales de los cuarenta un Okavango norteamericano desapareció frente a
nuestros ojos. Después de más de sesenta años de presas, represas,
diversiones, canales forrados de cemento y un feroz y despiadado ataque a los
acuíferos se acabaron las lagunas y las vegas. Aún tenemos dos ríos que de
repente reviven y también tenemos -es un decir- un acuífero que se llena de
arsénico, fluor y otros venenos a medida que se encoge. Tras sesenta años de
mal uso del agua estamos bebiendo lo que llovió hace milenios en las distantes
sierras del oeste de Durango.
El origen de nuestro predicamento no tiene misterio. La Laguna es el hogar del
emporio lácteo más grande de México que hoy es también -merced de
adquisiciones y fusiones- el segundo emporio lácteo más grande de los
Estados Unidos. Somos un desierto que exporta agua en la forma de leche, de
queso, de mantequilla y de yogurt. Somos una comunidad de mineros del agua
que escarbamos buscando riquezas pero que en el trayecto nos acercamos a
nuestra propia destrucción. Mineros del agua para regar la alfalfa para
alimentar a las vacas que nos dan la leche.
Pero poco a poco nos vamos dando cuenta que fue el agua lo que nos convocó
a este rincón desértico y caliente. Que sin agua no permaneceremos. Poco a
poco algunos nos damos cuenta que aún tenemos los ríos y algunos
humedales encogidos y admirables donde hacen su hogar las aguilillas de cola
roja, los capiturrines y los patos mexicanos. Como en el Parque Estatal Cañón
de Fernández, un sitio Ramsar en el cercano Nazas, donde hay agua todo el
año, lo que explica el maravilloso bosque de ahuehuetes milenarios que
amacizan sus orillas. Un diminuto listón de frescor y de verde en medio de una
aridez vasta y alta capaz de soportar también pequeñas poblaciones de raras
aguilillas grises, patos del bosque y charas verdes. Un listón de frescor y verde
en medio de un mar gris y café que funciona como un imán migratorio y aloja
cada invierno a chipes, águilas pescadoras y monjitas.
Vivimos en La Laguna donde ya no hay lagunas y donde el agua desaparece
por arte de la avaricia. ¿Que caso tiene seguir llamándonos lo que no somos?
Quizá ningún caso, pero muchas laguneras y muchos laguneros vemos las
maravillas del Nazas -y las del Aguanaval- y nos aferramos con amor y orgullo
a nuestro gentilicio como quien se aferra a una verde y fresca esperanza. La
esperanza de que nuestros ríos y nuestras lagunas vuelvan. La esperanza de
que nuestro acuífero se rellene y vuelva a ser potable. La esperanza de saber
que aquí nacerán, aquí crecerán y aquí progresarán los nietos de las nietas de
nuestros nietos.
¿CRISIS GANADERA?
18-05-2012
http://www.facebook.com/notes/francisco-valdes-perezgasga/crisis-
ganadera/10150801554656790
Francisco Valdés Perezgasga
En los últimos meses se viene hablando mucho de la crisis de la ganadería. En
la mengambrea dialéctica que brinca de las páginas de los diarios y de las
bocinas de radios y televisores se trenzan hechos y dichos contradictorios que
dan una imagen que no corresponde a la realidad. Le propongo que tratemos
de desenredar la madeja.
La sequía ciertamente ha creado problemas para la ganadería extensiva de
carne. La expresión mediática de esta crisis es la canónica foto de los huesos
blanqueados de la res muerta en un campo yermo. Se trata de la ganadería de
unas cuantas vacas sueltas en el monte sobreviviendo de la escasa materia
vegetal que el desierto va produciendo. Esta es una ganadería al filo de la
navaja. Tradicionalmente, el ganadero pone más vacas por hectárea que la de
nuestro desierto puede soportar. Escasean las lluvias, falta la comida, las
vacas mueren. En la parte del mundo en la que vivimos las lluvias suelen ser
escasas y además erráticas. En el desierto siempre se han sucedido los ciclos
de sequía a los ciclos de abundancia. Así es esta tierra. Esta ganadería
requiere de apoyos. No de los apoyos que el gobierno les da tras cada sequía,
sino de apoyos para reformarse y convertirse en una actividad sintonizada con
las condiciones del terreno donde se ejerce.
En contraste tenemos la otra ganadería de carne: la intensiva, la del corral de
engorda. Aquí las vacas están confinadas, hacinadas y el alimento se les trae
de la parte del mundo de la que haga falta. El alimento no son cactos ni ralos
pastos sino granos, mayormente maíz. Una comida que, dicho sea de paso, las
enferma y obliga al uso de antibióticos que luego produce bacterias resistentes
que acaban por enfermarnos -y hasta matarnos- a los consumidores. Es una
ganadería industrial, que requiere de grandes inversiones para ser posible. Es
practicada no por pequeños ganaderos sino por corporaciones poderosas,
diversificadas y robustas. ¿Necesita ayudas urgentes esta ganadería? La
respuesta es no.
La ganadería lechera está en crisis, pero no toda. La crisis la sufre el pequeño
lechero, el del establo de treinta, cuarenta vacas. Aunque esta ganadería era la
dominante hace cincuenta años, hoy es francamente minoritaria y prevalece en
lo que se da en llamar el sector social, es decir, en el ejido. Estos ganaderos la
están pasando mal por la pequeña escala de su negocio y la concomitante
vulnerabilidad al alza de precios en los insumos. ¿Merecen un apoyo especial
estos lecheros? Sin duda. Apoyos que les permitan crear nichos de mercado
como el de los quesos o los dulces artesanales.
Hoy en día la lechería en La Laguna está dominada por establos de cinco mil,
diez mil y hasta veinte mil vacas. Enormes ciudades vacunas. Ahí encontramos
instalaciones altamente tecnificadas y vacas confinadas, hacinadas y
alimentadas con lo que haga falta alimentarlas. Por la escala a la que trabajan
y por el tamaño del capital acumulado por sus dueños, esta ganadería no está
en riesgo inminente. Se han reducido los márgenes de ganancia de estos
ganaderos, cierto, pero no a niveles que ponga en peligro sus operaciones.
Lo que hoy vemos y oímos en los medios es una mescolanza de todos estos
cuatro tipos de ganadería como si se tratara de una sola actividad con un único
conjunto de problemas. Tras los pequeños ganaderos, para los que la sequía y
la carestía de forrajes son un verdadero drama se esconden los otros
ganaderos, pudientes, de Escalade y Hummer, buscando la ventaja indebida y
el incremento de sus millonarias ganancias. La ganadería industrial, la del
corral de engorda y el establo gigantesco, no necesita ayudas ni subsidios. Al
contrario. Necesita jugar bajo las reglas de toda empresa capitalista. Las reglas
que dictan que no sólo no te robes sino que pagues por tus insumos, como el
agua. Que remedies tus impactos ambientales. Que controles tus residuos
infecciosos. Les hace falta un trato normal y justo. Un trato como el que se
dispensa al resto de los mexicanos. Esa masa que hasta ahora ha subsidiado
con sus impuestos, su agua y su futuro sus fabulosas ganancias.
ACABAR LO ESENCIAL
06-05-2012
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9146639
Francisco Valdés Perezgasga
La peor tragedia que enfrenta nuestro planeta hoy es la manera en que
estamos acabando con lo esencial para producir lo superfluo. Los ejemplos
abundan. El desmonte de la selva amazónica para cultivar soya para dar de
comer al ganado. La pérdida de los infinitamente biodiversos bosques de
Borneo para producir aceite de palma para las frituras que nos engordan. El
deshielo de los casquetes polares en nombre del sacrosanto derecho de tener
un coche y abusar de su uso. La caída, ladrillo a ladrillo, de la salud colectiva
por la forma malsana e industrial de producir los alimentos, sobre todo los de
origen animal.
Acabar con lo esencial para producir lo superfluo. Una frase lapidaria que
concentra en ocho palabras la tragedia que nos asalta hoy por todos los
rincones del planeta. Peor. Que nos asalta aquí mismo, a la vuelta de la
esquina, en La Laguna.
En 2011 se agravó el ciclo de sequía que venimos padeciendo -casi sin respiro-
desde 1992. Las reses agonizan. Las granjas cierran. Los campesinos migran.
El campo muere. Pero no tenía porqué ser así. Uno de los principales servicios
ambientales que nos prestan los ríos es la provisión de agua cuando las lluvias
escasean. Claro, si las lluvias se ausentan, los ríos se secan. Pero mientras
hubo lluvias, los ríos rellenan grandes depósitos subterráneos. Los acuíferos
debieran ser nuestro seguro contra la sequía. Nuestra red protectora. Nuestra
reserva estratégica para ser usada juiciosamente cuando faltaran las lluvias.
Pero en La Laguna -y a lo largo y ancho de la Norteamérica árida- la historia se
repite: la avaricia nos ha llevado a usar los ríos más allá de su límite y a
terminar con los depósitos subterráneos. Es la lógica del minero aplicada al
agua, Si el agua es riqueza, si el agua es oro, hay que tratarla como al oro:
buscarla, encontrarla y sacarla donde esté, sin importar las consecuencias, sin
importar el futuro.
Desde que La Laguna entró en la lógica de la producción industrial de
alimentos nos hemos empeñado en acabar con lo esencial para producir lo
superfluo. La culpable no es la sequía, los culpables somos nosotros que
destruimos los acuíferos y anulamos la posibilidad de aliviar lo que hoy nos
agobia.
Si usted cambia la óptica, si ve al agua como el soporte de la vida, verá que
eso es lo esencial, no la riqueza que pueda producir el agua durante un breve
tiempo para tan sólo unos cuantos. Al reconocer ese papel fundamental del
agua, la tragedia lagunera se vuelve más amarga aún. No sólo hemos
dinamitado el presente y nos encontramos atenazados por la sequía implacable
sino que estamos terminando con el futuro. Estamos decretando, desde hoy, la
miseria y la muerte del mañana. Estamos matando al mañana.
Los blancos huesos de la res que murió de sed, una imagen repetida hasta la
saciedad por los medios, son un mensaje claro que nos empeñamos en no
escuchar. Nuestro desierto no está hecho para una ganadería del tamaño que
la tenemos. La materia vegetal es escasa y metemos más reses por hectárea
de la que el desierto es capaz de soportar. Por ello, a la primera falta de lluvias,
las reses mueren por miles. Pero los blancos huesos bajo el sol implacable son
otro mensaje que tampoco queremos escuchar: al agotar los acuíferos, al
agotar lo que era nuestra red protectora, hemos hecho que nuestra economía
sufra mucho más de lo que debió haber sufrido.
Por ello indigna también oír a los otros ganaderos, a los pudientes, a los de
establos con miles de reses lecheras, a los responsables de esta tragedia,
pedir más apoyos, más subsidios, más apapachos del gobierno. ¿Para qué?
Para seguir destruyendo lo esencial y seguir produciendo lo superfluo.
FILTROS Y ECOSISTEMAS
01-04-2012
http://impreso.milenio.com/node/9139284
Francisco Valdés Perezgasga
Como cualquier lagunero medianamente informado, usted sabrá que la salud
de los habitantes de esta región está comprometida por el simple hecho de
beber agua de la llave. Todos los pozos que llevan agua a nuestros hogares, a
nuestros trabajos, a nuestros campos y a nuestras escuelas tienen arsénico.
Todos. El arsénico es un elemento tóxico, cuya ingesta se asocia a diversas
enfermedades crónicas como las enfermedades vasculares, el cáncer y la
diabetes. El arsénico que se ingiere no afecta a todas las personas que lo
toman. Afecta más a quien ingiere más. Afecta más a quien es más suceptible
a sus tóxicos efectos. Entre mayor concentración de arsénico en el agua que
bebe una población, mayor será el número de afectados. Según la Sociedad
Americana de Pediatría, el nivel deseable de arsénico en el agua es cero. Que
la norma usamericana sea de diez microgramos por litro y la mexicana sea de
veinticinco no significa que, debajo de esos niveles el arsénico no haga daño.
Lo que señala son los niveles a los cuales las sociedades usamericana y
mexicana están dispuestas a reducir esos niveles. Señalan, a fin de cuentas, el
grado de protección que están dispuesto a darle a la salud de sus habitantes.
Por todas esas razones los gobiernos de Durango y de Coahuila señalaron su
intención de remover el arsénico del agua que bebemos los laguneros y las
laguneras. Extrañamente los dos gobiernos optaron por métodos diferentes.
Coahuila se decantó por tratar el agua a pie de pozo, Durango por hacerlo en el
punto de bebida, es decir, en el hogar.
Encuentro Ciudadano Lagunero, una coalición de organizaciones
independientes laguneras en la que participo, se ha pronunciado repetidas
veces sobre lo inadecuado de ambas propuestas. Decenas de miles de filtros
intradomiciliarios en La Laguna de Durango tienen el potencial de convertirse al
cabo de unos meses en un problema de contaminación difusa que pudiera re-
exponer a los usuarios de esos filtros al riesgo del arsénico. Los elementos
filtrantes gastados serán un concentrado tóxico capaz de afectar a quien lo
maneje inadecuadamente o capaz de afectar a terceros si se dispone de esos
elementos filtrantes gastados de manera inadecuada. Además, la supervisión
del correcto funcionamiento de decenas de miles de filtros, será un ejercicio
endemoniadamente complicado cuando no imposible.
La estrategia coahuilense adolece también de graves fallas. Limpiar el agua de
arsénico a un costo elevado para luego re-inyectarla a la red no tiene ningún
sentido. De entrada, cincuenta por ciento de esa agua se perderá en fugas. Se
irá a remojar el subsuelo. Más aún, de cada cien litros de agua tratada que sí
llegue a los hogares, noventa serán usados en el excusado, la regadera, la
manguera y la tina del trapeador. Sólo cinco litros de cien que se hayan tratado
serán bebidos o utilizados en la cocina que es donde hacen falta. Si, en
cambio, esa agua tratada a pie de pozo y limpia de arsénico se embotella y
distribuye gratuitamente a la población puede aumentarse dramáticamente la
cobertura de agua limpia. Se podría atender a un número mucho mayor de
laguneras y laguneros. La rentabilidad de la inversión se amplificaría docenas
de veces.
Aunque algunas autoridades, entre ellas el alcalde de Torreón, han manifestado que filtrar el agua no incide en la raíz del problema, prácticamente nadie habla a la solución de largo alcance, y por tanto sustentable, del agua en
La Laguna: la conservación y la restauración de los ecosistemas de agua dulce que nos dieron identidad y apelativo y que pusieron la mesa para que esta
sociedad se estableciera y progresara en este rincón del norte de México. Quizá esto se deba a que ya hemos olvidado que nuestro origen y nuestra suerte van de la mano con el destino y con la suerte de la naturaleza que nos
rodea.
¿UNA POTABILIZADORA? ¿DE VERDAD?
23-03-2012
http://www.facebook.com/notes/francisco-valdes-perezgasga/una-
potabilizadora-de-verdad/10150609905456790
Francisco Valdés Perezgasga
En el reducido círculo de los altos funcionarios de Durango cobra fuerza un
extraño proyecto: construir una megapotabilizadora en las orillas del Nazas. La
cabeza visible de este proyecto es la de Miguel Calderón, largamente
funcionario de Conagua que hoy encabeza la Comisión de Aguas del Estado
de Durango. Con esta megaobra dice Calderón que dará solución al problema
del agua en La Laguna por la módica cantidad de cuatro mil millones de pesos.
Diversas voces han dicho que este costo está groseramente subestimado y
que este proyecto pudiera terminar costando diez veces más. Sin embargo,
aún suponiendo que el monto sea cuatro mil millones y no cuarenta mil
millones, las cuentas no salen.
El agua que consumen los hogares laguneros deba andar por un cinco por
ciento de toda el agua que se consume en La Laguna. El agua potable que
requerimos los laguneros y las laguneras para beber y para cocinar -el agua
potable- difícilmente alcanza el uno por ciento del volumen de agua que La
Laguna requiere anualmente. Los cuatro mil, o cuarenta mil, millones de pesos
con los que Miguel Calderón quiere endeudar a los laguneros no resolverá el
problema del agua. Resolverá poco menos del uno por ciento del problema del
agua. El restante noventa y nueve por ciento, el agua que requerimos para
bañarnos, asear nuestras casas, regar nuestros parques y para generar
empleo y producir riqueza -el agua que requerimos más allá de la necesaria
para beber, seguirá agotándose por nuestro afán minero de extraer el agua de
ríos y acuíferos para volverla dinero. ¿Qué será de La Laguna con una deuda
de cuatro mil, o cuarenta mil, millones y sin agua para generar riqueza? La
respuesta nos la da la tragedia de Real de Catorce o Mapimí, pueblos mineros
que agotaron la veta del metal fuente de su riqueza. Pueblos mineros que, si
bien se fueron a la ruina, no quedaron además lastrados por una gigantesca
deuda.
El problema del agua en La Laguna es vasto y es complejo. Tiene facetas
sociales, económicas, políticas y aún, diría yo, psicopáticas. Es un problema
que no se resuelve con una maquinita, así sea de cuatro mil, o de cuarenta mil,
millones de pesos. El plan de Miguel Calderón, director de la Comisión de
Aguas del Estado de Durango, no son sino malas noticias para las laguneras y
los laguneros de hoy y del futuro.
Cabe preguntarle también a Miguel Calderón, director de la Comisión de Aguas
del Estado de Durango si el problema del agua potable -para beber y para
cocinar- no se resuelve con los filtros intradomiciliarios que en breve -o en largo
tiempo, ya no se sabe- se van a instalar en las ciudades y en las comunidades
laguneras de Durango. ¿Por qué se invierte dos veces en intentar dar solución
a un sólo problema?
El problema del agua en La Laguna se resolverá cuando aprendamos a usar
juiciosamente el agua que nuestra cuenca tiene y que es agua suficiente para
permanecer y progresar. Restaurando la salud de nuestros ecosistemas de
agua dulce -ríos y acuíferos. Cesando la sobreexplotación criminal del agua
subterránea y superficial. Eligiendo juiciosamente el tamaño y la calidad de
nuestra actividad agropecuaria a un nivel que pueda soportar indefinidamente
este árido rincón del norte de México. Lo que hoy nos quiere imponer Miguel
Calderón es una locura sin sentido a la que los laguneros y las laguneras
tenemos que oponernos con toda nuestra capacidad y con todas nuestras
fuerzas pues en ello se juega el futuro de nuestra querida comarca.
RETOMAR EL CAMINO
11-03-2012
http://impreso.milenio.com/node/9127267
Francisco Valdés Perezgasga
Los motivos del presidente Cárdenas pueden estar a años luz de los motivos
de los empresarios que hoy continúan su labor destructora.
Podrán tener millones en el banco, pero chata y pobre es la vida de aquel o
aquella que a todo le ve signo de pesos. Aquella o aquel para quienes la
naturaleza, el paisaje, es un desperdicio. El que sólo ve bloques de mármol en
nuestras magníficas montañas, habitadas por plantas y animales que resumen
la sabiduría evolutiva de milenios. O el mármol mismo que cuenta la increíble
historia de millones de años de ese pedazo de la corteza terrestre. Una
montaña que un día fue fondo de un mar somero, y ahora cima a mil
doscientos metros verticales de las olas de los océanos de hoy.
Esta visión miope y limitada es la que un día imaginó un futuro alfalfar en la
tierra santa de Cuatrociénegas o un potrero en la desaparecida selva
chiapaneca. Es la visión que va acabando con el planeta, metro cuadrado a
metro cuadrado. Una visión que es toda ansia de poder y nada de reverencia.
Violencia sin introspección.
En nuestro norte árido, el ecosistema más dañado por esta visión es, sin duda,
el de los humedales de agua dulce, los milagrosos ríos de desierto. Quienes
acabaron con el mar de Aral para desviar ríos para cultivar algodón, en el Asia
Central, son hermanos gemelos de quienes desecaron la Laguna de Mayrán, la
de Tlahualilo, la de Viesca, desviando ríos, para sembrar algodón. Por ser sitios
con agua en medio de un desierto los ríos del norte de México, y sus
humedales asociados, tienen una dinámica de islas. Islas alargadas de agua
rodeadas de desierto. El aislamiento estimula la evolución. En las islas, en los
bosques aislados de las montañas del norte y en los ríos de desierto, florecen
nuevas especies, nuevos experimentos de los que se vale la vida para
asegurar su permanencia en un planeta impredecible.
La erección de las presas del Palmito y las Tórtolas no se dio solo por la
ignorancia que en su día se tenía de los daños ambientales. Se dio por el afán
de trastocar el agua en dinero. Los motivos del presidente Cárdenas pueden
estar a años luz de los motivos de los empresarios que hoy continúan su labor
destructora, pero el ansia de poder, económico hoy, de un proyecto político
entonces, los hermana. Esa hermandad termina por dar los mismos resultados:
la destrucción sin orilla del Aguanaval y del Nazas. En la raíz del problema no
descansa un determinado sistema económico. Las tragedias gemelas del Aral y
Mayrán suceden en el mismo horizonte histórico pero en dos sistemas
económicos opuestos. Insisto, es la visión miope que nos ve separados de la
naturaleza y del resto de la vida. La visión forjada en la cultura moderna y en la
religión que ve a la humanidad como singular, especial, parida por Zeus,
bordada a mano.
¿Por donde retomar el camino que perdimos? Creo que cultivando la
reverencia, la más olvidada de las virtudes. La reverencia que nos mueve a la
maravilla hacia el mundo que nos rodea, más antiguo que nuestra especie.
También creo que podemos retomar el camino de la cordura apreciando las
cosmogonías y las filosofías de los grupos de cazadores y recolectores o,
incluso, de los primeros agricultores. No hablo de idealizar lo indígena sino de
buscar el secreto que le ha permitido a nuestras culturas originales sobrevivir a
pesar de siglos de un combate implacable y descarnado. Paremos un
momento. Aprovechemos la jornada de este 14 de marzo, Día mundial en
defensa de los ríos y contra las presas, e intentemos devolver sus múltiples
valores al agua y a través de ella al resto de la naturaleza. Veamos con otros
ojos el paisaje. Hagámoslo desde una Comarca Lagunera sin lagunas, con dos
ríos empobrecidos y con un acuífero y una sociedad envenenados.
CAPITAL NATURAL
04-03-2012
http://impreso.milenio.com/node/9123508
Francisco Valdés Perezgasga Los ecosistemas de agua dulce nos dan agua, peces y materiales de
construcción. Purifican el agua que pasa por ellos.
El capital natural es la extensión de la noción económica del capital para incluir
a los bienes y servicios que nos provee la naturaleza. El capital natural está
contenido en los ecosistemas y produce un flujo constante de esos bienes y
servicios ahora y en el futuro.
Si esos bienes se aprovechan a un ritmo menor al ritmo en que se reemplazan,
los bienes y los servicios producidos por el capital natural serán inagotables. Su
aprovechamiento será sustentable.
Por poner un ejemplo, los ecosistemas de agua dulce nos dan agua, peces y
materiales de construcción. Purifican el agua que pasa por ellos. Nos dan
oportunidades infinitas para la recreación. Nos brindan protección contra las
inundaciones. Son reservorios de biodiversidad. Nos proveen de identidad y de
bienes intangibles que ensanchan y mejoran nuestras vidas.
El suministro de todos esos bienes y servicios requiere que los ecosistemas
funcionen como sistemas completos, diversos y estructurados. Una o algunas
de sus partes en aislamiento sólo serán su pálida sombra. Nuestra contabilidad
tradicional no contabiliza este capital, aún cuando sobre él se base todo
nuestro bienestar.
Sin insectos no habría polinización. La agricultura sería un 25% menos
productiva. Hambruna generalizada. Sin murciélagos no habría mezcal. Sin
Nazas, Aguanaval y acuíferos no habría Comarca Lagunera. Las
consecuencias del deterioro del capital natural son desastrosas. Como en una
empresa desastroso sería el deterioro o la desaparición de su capital.
Inexplicablmente no parece servirnos de mucho nuestro poder de analogía
para entender el problema en el que nos estamos metiendo por no apreciar,
cuidar y conservar el capital natural. La economía empieza a balbucear
remedios a estos inexplicables huecos analíticos. Pero entre tanto, seguimos
devorando naturaleza como si de insumos se tratara, destruyendo su
capacidad generadora.
En este contexto, la iniciativa de Miguel Calderón, director de la Comisión de
Aguas del Estado de Durango, de construir una planta potabilizadora para
paliar el problema del arsenicismo es más que una pésima idea. Al
hidroarsenicismo nos llevó la miopía que no aprecia lo que la naturaleza nos
da. No vamos a salir de él con la misma visión, con las mismas herramientas.
La potabilizadora terminará con lo que nos queda del Nazas. Es la visión -brutal
y miope- del burócrata hidráulico sin conocimientos ni sensibilidad. Es la
sentencia de muerte no para un ecosistema único y precioso de río del
desierto, sino la sentencia de muerte para nuestra querida comarca. Me
pregunto si las laguneras y los laguneros seremos capaces de frenar este
demencial proyecto.
LA HISTORIA NATURAL
26-02-2012
http://impreso.milenio.com/node/9119457
Francisco Valdés Perezgasga A quienes nos interesa la historia natural, nos apasiona la historia.
El concepto de historia natural es un concepto complejo. La historia natural es
el estudio de las plantas y animales, en su contexto, a partir de la observación
más que de la experimentación. Herman incluye en el estudio de la historia
natural los componentes estéticos. Fleischner define a la historia natural de una
manera más amplia: “es la práctica de poner atención de manera enfocada e
intencional en el mundo más allá de lo humano, y se guía por la honestidad y la
exactitud”. Mi definición favorita es la que aporta Barry Lopez quien dice que la
historia natural es el interrogatorio paciente del paisaje. La historia natural
incluye elementos antropológicos, geológicos, paleontológicos y astronómicos,
además de los botánicos y zoológicos. Incluye los componentes naturales y
culturales del mundo.
A quienes nos interesa la historia natural, nos apasiona la historia. Al interrogar
al paisaje lagunero ineludiblemente hemos de echar mano de la inquisición
histórica. El relato de un militar usamericano en la Hacienda de Hornos, entre
Matamoros y Viesca, da cuenta de una incursión de búfalos e indios del norte a
sus cercanías. Su lectura nos da elementos para conocer un poco de las
relaciones entre México y los Estados Unidos, de la organización económica
del campo lagunero y de un paisaje en donde los pastizales aún no eran
avasallados del todo por los desiertos. El paraje de la Cuchilla hoy puede estar
poblada de trailers y carricoches, pero no hace mucho era un pastizal donde
esporádicamente llegaban las grandes manadas de bisontes americanos y sus
perseguidores a caballo. Ese relato en particular, tan fascinante, me fue
revelado en un artículo del Dr. Sergio Corona Páez, cronista de Torreón. Ahora
expreso aquí el agradecimiento por su labor que ha expandido el horizonte de
los naturalistas laguneros.
Es indispensable aquilatar la valiosa contribución del Dr. Corona Páez al
conocimiento de quienes fuimos y, por tanto, de quienes somos. Su
participación hace años en Biodiversa encantó a un público nominalmente
interesado en el ambiente pero que entendió que la historia de La Laguna es
una pieza fundamental para entender sus transformaciones naturales en el
tiempo. Las palabras del Dr. Corona Páez sirvieron para continuar la paciente
interrogación del paisaje.
Hoy, el Dr. Corona Páez es blanco de ataques de una bajeza sin orilla por parte
de personajes menores en el escenario lagunero. Gente intrigosa y chueca que
también, por desgracia, se han cruzado en mi camino y que hoy han tenido la
habilidad de engañar y hacer partícipes de sus maniobras al Alcalde, al
Secretario del Ayuntamiento y al pleno del Cabildo. Mi reconocimiento y mi
solidaridad para el Dr. Sergio Corona Páez. Que la infamia cubra a quienes hoy
injustamente lo atacan, movidos por la envidia y armados con la intriga.
ENTREVISTA
19-02-2012
http://impreso.milenio.com/node/9115443
Francisco Valdés Perezgasga
Para mí, se trata de una persona inteligente, amable, culta y empática en el
trato directo.
El pasado lunes escuché con atención un nuevo programa de entrevistas en la
radio local. Se trata de un programa que intenta descubrir a la persona detrás
de la figura. Preguntas que tienen que ver con sus gustos, sus aficiones, sus
temores, sus fobias y sus filias. El primer entrevistado fue Eduardo Tricio Haro,
presidente del Grupo Lala. Para mí fue una sorpresa pues Eduardo Tricio es
una de nuestras figuras públicas más privadas. Aún cuando la empresa que
dirige, la fundación asociada a ella y él mismo se involucran en una amplia
gama de asuntos públicos, no se le reconoce gusto por los reflectores, los
micrófonos o las controversias.
El programa me reafirmó la imagen que ya tenía de Eduardo Tricio. Una
imagen formada tras dos entrevistas más o menos largas y dos o tres
encuentros breves, el más reciente el pasado diciembre. Para mí, se trata de
una persona inteligente, amable, culta y empática en el trato directo. Una
persona decente. Pero la impresión que sobre él tengo como persona no
modifica un ápice lo que pienso del papel que juega la actividad a la que él se
dedica sobre el agua y la salud pública. Nunca me ha parecido que deba uno
sucumbir a la tentación de mezclar a priori los rasgos de una persona con los
rasgos de lo que esa persona representa. Si ambas cosas se mezclan, el
entendimiento puede enturbiarse.
Creo que los entrevistadores, Marcela Pámanes y Javier Garza, cumplieron
magistralmente su cometido. Le mostraron al público radioescucha quien es y
como es Eduardo Tricio, más allá de su carácter de presidente del Grupo Lala.
Santista, aficionado a la paella y a los antojitos mexicanos, orgulloso de -y
preocupado por- su familia. Preocupado por la inseguridad, por el agua y por el
futuro de las siguientes generaciones. Una persona, como tanta gente buena
de La Laguna.
Sin embargo, hubo una pregunta que a mí me hubiera gustado hacerle a
Eduardo Tricio. Una. Habiendo oído de su voz lo que le preocupa, lo que le
desagrada y lo que le motiva, sabiendo que el Grupo Lala bajo su dirección se
preocupa por ser visto como socialmente responsable, es decir, como una
corporación con moral, ¿Porqué no introducir un criterio sencillo a la hora de
adquirir la leche que envasan y procesan? Una cláusula que prohiba la compra
de leche a aquel productor que se haya beneficiado de la sobreexplotación del
acuífero. Extraer más agua de la que ampara una concesión es un robo. De
echarse a andar esta modesta y sencilla propuesta se reforzaría la
responsabilidad social de la empresa, se resolvería una buena parte del
problema del agua en La Laguna y cesaría la adquisición de bienes mal
habidos, un trafique que está afectando a la sociedad lagunera en su conjunto.
AVARICIA Y DEJADEZ
05-02-2012
http://impreso.milenio.com/node/9107430
Francisco Valdés Perezgasga
La autoridad debería de proteger el bien de todos que es el agua sirviendo de
freno a la avaricia de los pocos.
Para que ocurra la tragedia que ocurre en Cuatrociénegas se requiere que
confluyan varias calamidades. Hace falta, digo, es un decir, la proverbial
dejadez de la autoridad, en especial de la Comisión Nacional del Agua. Esta
entidad parece ocupada en dejar hacer a quienes agotan nuestros acuíferos y
secan nuestros ríos y, en lugar de cumplir con su misión de controlar, vigilar y
sancionar, se ocupa de proveer de coartadas a los abusones que terminan con
el agua.
Pero para que ocurra la tragedia en tiempo real que ocurre en Cuatrociénegas,
también hace falta que se exprese en toda su brutalidad la avaricia que hace
verle al agua una sola de sus muchas caras: la de recurso para la producción.
El agua nos mantiene. Su abundancia o escasez determina la evolución de la
vida en la Tierra. Su eterna transmutación de estado y de lugar mantiene a
nuestro planeta vivo. Con ella acompañamos algunos de nuestros más
sagrados ritos.
La autoridad debería de proteger el bien de todos que es el agua sirviendo de
freno a la avaricia de los pocos. Pero el actuar cómplice que despliega la
Conagua les da alas, amplifica la avaricia de esos pocos.
Estos dos factores no sólo confluyen en Cuatrociénegas. El agua es un
desastre a lo largo y ancho del país. Por la dejadez de la autoridad y la avaricia
de los agricultores usted, yo y cientos de miles de laguneras y laguneros
bebemos agua con arsénico exponiéndonos a la aparición de graves
enfermedades crónicas como la diabetes y el cáncer. Por la dejadez y la
avaricia aniquilamos un sistema de humedales maravillosos en las Lagunas de
Mayrán, de Viesca y de Tlahualilo. Por la dejadez y la avaricia le pusimos
bordos a nuestros ríos y desecamos las magníficas planicies de inundación de
Sapioriz donde cada invierno se reunían miles de gansos, de patos y de
grullas.
Por esa misma dejadez y esa misma avaricia ahora mismo, cuando escribo
esto -y todavía cuando usted lo lea- afanosos bulldozers desmontan grandes
extensiones de vegetación nativa en el Valle de Espíritu Santo, a espaldas de
la Presa Francisco Zarco destrozando lo que a la naturaleza le llevó miles de
años. Lo hacen de manera ilegal, violando las leyes ambientales de México.
Unas toneladas de alfalfa y unos miles de pesos nunca justificarán esta grosera
e innecesaria ampliación de la frontera agrícola.
Si esta repetición de lo que hace diez años sucedió en el Hundido no se para,
las consecuencias para el río y para los niveles de la presa serán
devastadores. El agua que las norias extraigan de ese valle será una
extracción directa del Nazas y afectará gravemente al Parque Estatal Cañón de
Fernández, otro precioso y único humedal de desierto. Otro sitio Ramsar como
Cuatrociénegas. Las laguneras y los laguneros no podemos permitir otro
crimen de lesa ecología.
AGUA ERES
29-01-2012
http://impreso.milenio.com/node/9103461
Francisco Valdés Perezgasga
La mancha verde de la muerte que es la alfalfa se extiende ya de Pedriceña a
Espíritu Santo y de ahí a Santa Teresa.
Cuenta el Génesis que, cuando Dios maldijo a Adán, lanzándolo del paraíso, le
dijo: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra,
porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”. De ahí en
delante citamos este pasaje de muchas maneras, desde la alegoría funeral
hasta la gastada frase del borracho: no somos nada.
Propongo el uso de una contrapartida. El uso de una bendición y exaltación de
lo que somos y de como nuestra constitución nos relaciona con el mundo
grande. Agua eres y al agua volverás. No suena mal. Además, se dice una
gran verdad porque buena parte de lo que somos es agua como es el caso de
tantos animales terrestres obligados a cargar su propio mar para poder
conquistar la tierra.
Siempre me ha maravillado como podemos mostrar nuestros peores defectos,
miserias y carencias al tratar con el agua, siendo absolutamente vital para
nosotros y para el resto de las vida en la Tierra. La acaparamos, la
desperdiciamos, la contaminamos, la sacamos del subsuelo cuando ahí
enterrada debería ser nuestro seguro de vida contra las sequías. Decía Mark
Twain que el whiskey era para beberse y el agua para pelearse.
En nuestro mundo y en nuestra época, sólo vemos el valor económico del
agua. Ignoramos su valor como donadora y condicionante de la vida.
Despreciamos incluso sus valores culturales y espirituales. El rito del bautismo
es un gesto vacío mientras no honremos a nuestros ríos como Jesús y los
suyos honraron al Jordán. Somos laguneros sin lagunas que habitamos las
orillas de un río seco, deprimente, sucio. Somos habitantes del desierto que
saciamos nuestra sed con pequeñas dosis de muerte.
Cuando se viven situaciones tan dramáticas como las del aquí y del ahora la
reflexión es indispensable. Cuatrociénegas, nuestra ventana al pasado que dio
origen al milagro de la vida en la Tierra muere por la avaricia insaciable de los
lecheros laguneros. Esa misma avaricia -y esos mismos avariciosos- están hoy
mismo repitiendo el mismo drama en los valles aledaños al Nazas medio. La
mancha verde de la muerte que es la alfalfa se extiende ya de Pedriceña a
Espíritu Santo y de ahí a Santa Teresa. La buena gente de Nazas está
alarmada por la llegada de “las gentes de Torreón”. Dicen que ahí no los
quieren, que se vayan. Esta nueva y escandalosa ampliación de la frontera
agrícola es una amenaza directa a los ecosistemas aún bien conservados de la
cuenca media del Nazas y una daga que apunta al corazón del Cañón de
Fernández, un sitio Ramsar lo que equivale a decir un sitio importante para el
mundo.
El próximo jueves es el Día Mundial de los Humedales. Hagámoslo un día de
reflexión, de compromiso y de acción. Rebelémonos contra aquellos que
quisieran que fuera una jornada funeraria. Celebremos la gloria que es el agua,
el misterio que es Cuatrociénegas, el gozo que es el Cañón de Fernández.
Rebelémonos contra la sombra de la muerte que nos tienen preparada aquellos
que, teniéndolo todo, no parecen tener fondo.
ANTE NUESTROS ATÓNITOS OJOS
22-01-2012
http://impreso.milenio.com/node/9099248
Francisco Valdés Perezgasga
Desde hace diez años que se han alzado diversas voces señalando los riesgos
que corre Cuatrociénegas. Para entonces ya pasaba mucho en esa joya
natural. En los 70s una compañía lagunera, Ampuero, cultivaba alfalfa en el
Valle de Ocampo, al norte, y había secado el potente manantial que durante
siglos alimentó al pueblo de Cuatrociénegas. Como consecuencia de esto, los
viñedos, las nogaleras y las huertas de este bello pueblo se vinieron abajo.
Nadie escuchó las quejas de los cieneguenses.
Luego, en 2001, aparecieron grandes desmontes en el Valle del Hundido, al
sur. Los desmontes los hacían ganaderos de Torreón que proveen de leche a
Lala y a Nestlé. Los hicieron por encima de la ley. Fueron denunciados. La
autoridad actuó y vinieron multas y clausuras. La coartada para abrir al cultivo
miles de hectáreas en el Hundido las había dado Conagua, con el infame
estudio Lesser, que usó mapas geológicos falsos para demostrar que lo que se
hiciera en el Hundido no afectaba a Cuatrociénegas. La escandalosa
falsificación fue demostrada por geólogos de la UNAM en una reunión en el
Instituto Nacional de Ecología frente a la furiosa mirada de José Sarukhán.
Más tarde el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) realizó otro
estudio para reafirmar que no existe conexión entre el Hundido y
Cuatrociénegas lo que contrasta con otros hallazgos de investigadores de la
Universidad de Texas y de Valeria Souza, de la UNAM. Los estudios que
demuestran la conexión entre los acuíferos han pasado por el potente filtro
validador de la ciencia: la revisión de pares. El estudio del IMTA nunca ha sido
sometido al escrutinio de una revista científica internacional mientras que las
evidencias de la conexión del Hundido y Cuatrociénegas han aparecido en seis
revistas diferentes. Seis a cero es un marcador que sugiere de qué lado está la
razón.
En los últimos meses el daño a los humedales cieneguenses se ha acelerado y
vuelto más que evidente. Lagunas enteras se han secado. Las pozas han
reducido su nivel. En 2007 el presidente Calderón prometió el rescate de
Cuatrociénegas y se lo encargó a Conagua. Casi nada ha sucedido desde
entonces, cinco años ya. El año pasado Conagua presentó un proyecto para la
modernización del riego en el Valle de Cuatrociénegas, la Semarnat le dió luz
verde siempre que cumpliera con una veintena de condicionantes. A pesar de
tener la obligación de reportar el cumplimiento o el avance de estas
condicionantes hace cuatro meses, Conagua no ha entregado nada. Pareciera
que sufriera un repentino ataque de indolencia, jugando al cambio de sexenio y
a la amnesia del próximo presidente. En cualquier caso el actuar de Conagua
en Cuatrociénegas es hoy, junto a la sobreexplotación de sus aguas y las de
los valles vecinos, uno de los factores que alimentan esta tragedia infinita que
ocurre frente a nuestros atónitos ojos.
UNA JOYA INAPRECIADA
15-01-2012
http://impreso.milenio.com/node/9095162
Francisco Valdés Perezgasga
En la Comarca Lagunera tenemos una joya que no acabamos de apreciar: el
Cañón de Fernández. Decretado parque estatal en 2004 gracias a los
esfuerzos de un grupo singular de laguneras y laguneros, fue designado
humedal de importancia mundial, o sitio Ramsar, en 2008. Estos dos títulos
resaltan los valores biológicos del cañón y obligan al gobierno de Durango y al
gobierno federal a dar prioridad a su conservación otorgando el soporte
institucional y financiero que requiere. El parque y el sitio Ramsar son dos
títulos que también deberían movernos a los laguneros a apreciar al Cañón de
Fernández así como a todos sus valores ambientales y los servicios que presta
a nuestras comunidades y a nuestra economía.
La sombra y el frescor que ahí encontramos deben ser motivo de veneración
para los habitantes de un desierto tan seco y caliente como el nuestro. El
llamado lastimero del aguililla de pecho rojo en invierno y el no menos triste y
evocador del aguililla gris en el invierno. El alegre canto de la tángara roja y el
apurado llamado de los chivirines. La majestuosa presencia de sus ahuehuetes
de 1,400 años de edad. La luz del sol reflejada por los miles de trémulos
espejos verdes que son las hojas de un álamo. El clandestino y nocturno
discurrir de los zorrillos, los mapaches y los gatos monteses. La impetuosa
corriente del Nazas cuando la presa abre sus compuertas y el plácido espejo
donde reposan cientos de patos cuando no. El pausado y lento caminar de una
garza por la orilla de un remanso con la mirada fija en el pez que inadvertido se
le acerca.
Es deplorable que visitemos el Cañón de Fernández sin la reverencia debida,
esa virtud que hemos olvidado y que tanta falta le hace a un planeta que se
calienta y a una naturaleza que se empobrece día a día. Hacemos fogatas,
dejamos basura, ahuyentamos la paz con nuestros ruidos. No me deja de
maravillar aquel que desea poseer un pedazo de ese paraíso de verdor y calma
pero lo hace construyendo una quinta, introduciendo la electricidad y termina
perdiendo aquello que en su ignorancia y arrogancia pretendió poseer. Con una
quinta que es un pedazo del infierno de cemento y ruido que es la ciudad.
Aunque obligados por sus propias leyes y tratados, los gobiernos de Durango y
de México siguen sin dar al Cañón de Fernández la importancia que merece.
Esta debilidad institucional que en tantos otros campos de la vida se hace
evidente, debería por lo menos estar acompañada de nuestro amor, de nuestro
aprecio por un sitio emblemático de La Laguna. Yo lo invito a que se acerque,
con respeto, a pie y en silencio. Que toque, huela, oiga, vea y saboree la gloria
que es el Cañón de Fernández. Y junto a usted invito a los gobernadores de
Durango y de Coahuila. A nuestros alcaldes. Al presidente y al comisionado
nacional de las áreas naturales protegidas. El Cañón de Fernández nos
necesita a todos. Ahora. Ya.
SE ACABÓ EL TIEMPO
11-12-2011
http://impreso.milenio.com/node/9077489
Francisco Valdés Perezgasga
Desde hace siete u ocho años que la advertencia fue hecha: se nos agota el
tiempo para impedir un calentamiento global desbocado que nos lleve a la
catástrofe. Desde entonces, los gobiernos del mundo no han hecho sino
arrastrar los pies y hacerse patos. Fuera de las pequeñas naciones isleñas y de
la Unión Europea, el resto de los grandes emisores de gases de efecto
invernadero, hacen como que el asunto no es con ellos. Los Estados Unidos,
China, India y Brasil son en buena parte quienes han impedido el gran acuerdo
mundial que ya nos urgía hace siete u ocho años. Hoy mismo son los que
buscan retrasar ese acuerdo -que ya urgía hace siete u ocho años- para 2015 o
2020.
En la 17 Conferencia de las Partes o COP 17, que se desarrolla en Durban,
Sudáfrica, se ha hablado fuerte y claro sobre lo que nos aguarda a la especie
humana de seguir como vamos. Los descubrimientos científicos más recientes
sugieren que las negociaciones en Durban avanzan con demasiada lentitud y
no tendrán un efecto significativo sobre el calentamiento global y, de continuar
así, no podrán evitar un cambio climático catastrófico. Para poder alcanzar la
meta de no calentar al planeta más allá de dos grados centígrados -una meta
ya cuestionada por la ciencia como insuficiente- deberíamos de estar bajando
nuestras emisiones ya. La realidad es que esas emisiones están aumentando.
La emisión de los gases que calientan nuestro planeta subieron en 2010 como
nunca en la historia. Vamos en sentido contrario alejándonos de la salvación
del planeta.
El embajador Dessima Williams de Granada, país caribeño que encabeza la
alianza de las pequeñas naciones isleñas declaró: “Después de un año (2010)
de emisiones nunca antes vistas y de experimentar las temperaturas más altas
de las que se tenga registro, el cabildeo de los grandes contaminadores para
retrasar aún más cualquier acuerdo, contradice a las evidencias abrumadoras
que exigen acciones inmediatas. Esto es una traición no sólo a los pequeños
paises isleños, muchos de los cuales están destinados a desaparecer, sino que
es una traición a toda la humanidad”.
Pero aclaremos que la lucha contra el calentamiento global no es sólo una
lucha que les toque dar a los gobiernos del mundo en Durban o en Qatar donde
se desarrollará la COP 18. Es una lucha que nos involucra a todos pues
estamos jugando con el futuro del planeta. El calentamiento global -y la
catástrofe que se nos avecina- debe estar en la mente de todos nosotros todos
los días. En la mente del consumidor que compra salmón de Chile o vinos
australianos. En la mente de quien es incapaz de moverse de otra manera que
no sea en coche. En la mente del que deja un foco prendido en un cuarto
donde no hay nadie. En la mente de quien deja el motor andando de su coche
estático para calentar el motor en invierno o para refrescar a los pasajeros en
verano. En la mente de quien prende una serie de focos de Navidad. En la
mente de quien usa vasos y platos desechables. En la mente de tantas y tantos
desperdiciadores de recursos, de energía y de dinero. Se acabó el tiempo, la
hora de actuar es hoy.