Post on 26-Jan-2017
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Nicolás Jiménez Iguarán
Maestría en Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente
Trabajo colaborativo: tratamiento de aguas residuales
Momento de aporte individual –Trabajo Colaborativo
Aspectos socio-políticos del tratamiento de las aguas residuales
En el núcleo de la solución del mercado a la contaminación está la
suposición de que el agua existe en cantidad ilimitada. La idea de
que los mercados pueden mitigar la contaminación facilitando una
mayor asignación no tiene en cuenta que la desviación de agua
para un área produce la escasez de agua en otros lugares
Vandana Shiva
Resumen:
Como afirman Maude Barlow y Tony Clarke (2004: 17), “no existe una «solución»
tecnológica para un planeta que haya agotado el agua”. En esta perspectiva, la
problemática del recurso hídrico, particularmente lo relativo al tratamiento de aguas
residuales, debe considerarse como un componente fundamental, pero no suficiente, para
solucionar las problemáticas más urgentes relacionados con este elemento. Esto supone
romper con el mito tecnocrático y avanzar en transformaciones más profundas bajo criterios
de sustentabilidad que no se reduzcan a la eficiencia económica. En otras palabras, deben
haber medidas técnicas eficientes que permitan reducir la presencia de contaminantes en
aguas residuales pero, así mismo, debe haber un gran esfuerzo, quizá mayor, en reducir
las actividades que conlleven a la generación cada vez más alta de aguas contaminadas
que reducen su calidad y afectan la estabilidad eco-sistémica así como la salud humana.
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Introducción
El abordaje técnico y/o teórico sobre el tratamiento de aguas residuales exige la
participación de disciplinas distintas (Ramalho, 1996: 2). Es necesario identificar los
factores sociales, económicos, técnicos, culturales, ecológicos, políticos y legislativos, no
solo para entender y fortalecer la eficiencia de los procesos de tratamiento, sino para
comprender las causas de la contaminación hídrica y avanzar en procesos que permitan
reducir su intensidad. El metabolismo social1, indican que los procesos domésticos,
urbanos, agrícolas e industriales, están presionando los ecosistemas más allá de su
capacidad de carga. Es necesario un proyecto colectivo de sustentabilidad ambiental que
frene el acelerado deterioro ambiental y en particular, la crisis mundial del agua, tanto en
materia de escasez como de contaminación (Barlow y Clarke, 2004: 93). Los impactos
ecológicos del modelo económico imperante son cada vez más fuertes y complejos, sus
soluciones no pueden limitarse a los aspectos técnicos. Esto implica politizar la discusión
sobre el tratamiento de aguas residuales, en tanto su función técnica también está insertada
en problemáticas políticas, conflictos socio-económicos, valores ambientales e intereses en
disputa.
Cómo señala Barlow, es necesario construir otra narrativa sobre el agua (Barlow, 2009).
Más allá de los aspectos técnicos, concretos o coyunturales, a los cuales, por supuesto,
hay que darles soluciones efectivas. Sin embargo, es necesario que vayamos más allá de
ellos ¿Por qué cada vez contaminamos más el agua? ¿Por qué los conflictos por el agua
son cada vez más frecuentes? ¿Quiénes se benefician de su contaminación? ¿Quiénes
están controlando su gestión y con qué interés?
La contaminación del agua es el resultado de procesos sociales en los cuales el recurso
hídrico se ve afectado en su composición y calidad. Ahora bien, la intensidad y la escala
con se contamina responde a las formas en que se desarrolla al metabolismo social
históricamente determinado. Cuando la economía no respeta los límites bio-físicos de la
naturaleza, se producen desfases ecosistémicos que afectan su funcionamiento. Hoy en
día el metabolismo social es una herramienta muy útil para identificar los impactos
ecosistémicos de la sociedad. La forma en que ésta produce y reproduce sus condiciones
materiales de vida, responde a las formaciones sociales, políticas y económicas que tienen
1 De acuerdo con Víctor Toledo, “el metabolismo social comienza cuando los seres humanos socialmente agrupados se apropian materiales y energías de la naturaleza (input) y finaliza cuando depositan desechos, emanaciones o residuos en los espacios naturales (output)” (Toledo 2013, 47)
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lugar en un momento particular de la historia. Hoy en día el metabolismo tecno-industrial,
motivado por una explotación ilimitada de los recursos naturales, ha incrementado la
presión ejercida a los ecosistemas por encima de su capacidad de carga, produciendo
procesos de degradación ambiental cada vez más preocupantes: nuestros sistemas
productivos son altamente rentables pero fuertemente entrópicos2. Para entrar en el caso
concreto de las aguas residuales, empecemos analizando algunas de sus principales
fuentes.
Fuentes de aguas residuales
A continuación analizaremos algunas fuentes de aguas residuales para ubicar el contexto
en el que se sitúan los proyectos que buscan mejorar su calidad luego de haber sufrido
alteraciones antropogénicas. En clave de metabolismo social, podríamos decir que se trata
de identificar las formas en que la sociedad se apropia del recurso hídrico, lo utiliza para
procesos domésticos, urbanos, agrícolas e industriales, principalmente, y que luego es
expelido ya con alteraciones significativas que afectan su calidad. Esto nos va a permitir
entender este proceso no sólo en su función técnica, sino también política, en la medida en
que el agua se ha convertido en un factor de poder social y político que produce conflictos,
guerras y miserias (Iglesias, 2005; Barlow y Clarke, 2004; Leff, 2008).
a) Aguas domésticas o urbanas:
El metabolismo urbano representa hoy uno de los mayores desafíos para la sustentabilidad
ambiental. El 52% de la población mundial vive en áreas urbanas y es posible que para el
año 2050, el porcentaje incremente en un 69% (Delgado-Ramos, 2015). El diseño de los
asentamientos urbanos y el intercambio de materia y energía que tienen con los
ecosistemas, es una de las principales causas del deterioro ambiental. Hay un choque entre
los sistemas humanos urbanos y los sistemas naturales, de los cuales hace parte. Las
ciudades consumen la mayor parte de energía y materia disponible en el mundo, siendo el
agua el recurso que mayor flujo metabólico tiene en términos de volumen.
Ahora bien, el metabolismo social responde a las condiciones sociales, políticas y
económicas en que se desarrollan las ciudades, unas más productivas que otras, pero
siempre con una elevada carga ecosistémica. La siguiente definición de metabolismo
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urbano nos puede servir de basa para comprender mejor este proceso: “el metabolismo
urbano es la suma total de los procesos técnicos y socioeconómicos que ocurren en las
ciudades, resultando en crecimiento, producción de energía y eliminación de desechos”
(Kennedy, Cuddihy y Engel–Yan, 2007: 44). En este sentido, el agua residual en
asentamientos urbanos pasa por una cantidad muy elevada de procesos humanos que
alteran su calidad.
Los factores físicos, químicos y biológicos de cada ciudad, así como los factores socio-
económicos, el modo de desarrollo, la industria y los niveles de consumo, son
determinantes para medir el metabolismo y los niveles de contaminación hídrica que
produce (Díaz, 2014). ¿Podemos reducir el impacto que nuestro metabolismo actual genera
en el recurso hídrico? Justamente el metabolismo urbano nos permite identificar los
cambios que debemos hacer para armonizar, ecológicamente, el intercambio entre la
sociedad y la naturaleza. Sin embargo, es necesario tomar las aguas residuales y
someterlas a un tratamiento que permita mejorar su calidad.
b) Aguas residuales industriales:
Los niveles de desarrollo industrial están generando procesos de contaminación muy
elevados. De acuerdo con Barlow y Clarke (2004: 29), “la industria reclama la siguiente
porción del pastel de las reservas de agua dulce del mundo, el 20 o 25 %, y sus demandas
crecen a un ritmo endiablado”. La demanda que implica la acelerada expansión industrial
está generando graves desequilibrios ecosistémicos en todo el mundo. También en clave
de metabolismo, la contaminación que se produce en el agua, cuando las industrias
extractivas toman el recurso, lo usan y lo desechan, es alarmante. La minería, la industria
petrolera y petroquímica, las agro-industrias, entre otras, utilizan el agua alterando su
calidad y afectando a poblaciones humanas y a otros animales. La contaminación hídrica
producida por estas actividades es extremadamente alta. El sector industrial toma más de
lo que debe y desecha más de lo que la naturaleza puede absorber. En un tiempo muy corto
pasamos de un metabolismo relativamente orgánico a un metabolismo tecno-industrial que
hasta nuestros días continúa impactando negativamente la biosfera (Hamilton y Grinevald,
2015). Un metabolismo violento, excluyente y expoliador que asalta los bienes comunes,
con la complicidad de gobiernos e instituciones que impulsan una economía violenta bajo
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el disfraz de la «economía verde» como fundamento de un supuesto desarrollo sustentable
basado en el crecimiento económico.
c) Aguas de uso agrícola:
La agricultura, sobre todo cuando ya ha sido sistematizada por la tecno-ciencia y se ha
convertido en una megaindustria, tiene una demanda muy alta de agua dulce. Según la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, 1997), el
sector agrícola es el principal factor de degradación del agua en el mundo. La erosión y la
escorrentía química están generando altos niveles de contaminación en las aguas tanto
superficiales como subterráneas. La contaminación de ríos, lagos y acuíferos por
actividades agrícolas, principalmente ganaderas, es cada días más intensa.
En general, podríamos decir que la forma en que está organizada la producción, la
economía, la industria y los asentamientos urbanos, está desbordando las capacidades
ecosistémicas del planeta, afectando, intensivamente, los recursos hídricos. El vertimiento
de pesticidas, herbicidas, fertilizantes, bacterias, residuos médicos, productos químicos y
radioactivos, es una de las mayores amenazas que afronta nuestra civilización (Barlow y
Clarke, 2004: 57). Por eso es insuficiente confiar el futuro en las medidas paliativas
ofrecidas por la tecnología. Si la contaminación es el resultado de decisiones políticas y de
valores culturales en relación con el manejo, control y gestión de los recursos naturales, así
mismo tendrán que llegar sus soluciones.
El tratamiento de aguas residuales: ¿quién lo hace y cómo lo hace?
Si la contaminación de los recursos hídricos es el resultado de ciertas formaciones sociales,
culturales, políticas y económicas, sus soluciones deben también deberán operar en estos
niveles. El agua como fuente de vida, pero también de poder político y económico, de
conflicto y de disputa, es un factor clave en nuestra sociedad. Como señala Enrique Leff, el
“uso racional” y la “gestión eficiente” del agua responden a una forma particular de control
que busca legitimar su privatización (Leff, 2008: 101). Sin embargo, los cambios ocurridos
en la economía han ido progresivamente convirtiendo al planeta tierra en una terra
económica, donde la naturaleza esta siempre disponible pare ser sistematizada bajo
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criterios de rentabilidad financiera. El agua ya no se concibe como un bien común, sino
como un bien económico.
El neo-liberalización de las instituciones generó impactos muy fuertes para la gestión del
recurso hídrico. Hoy el agua es considerada como un bien económico. Desde la ecología
política, la construcción que se ha hecho de este recurso natural, vital para la vida, está
asociada a los procesos de mercantilización, acumulación y privatización. Esto ha
restringido el acceso a este recurso en muchos lugares del mundo, subordinando su acceso
a las leyes del mercado. De acuerdo con el último informe publicado por Oxfam “Una
economía al servicio del 1%”, la desigualdad en el mundo está llegando a niveles
insostenibles. Según el informe, “el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza
que el 99% restante de las personas del planeta” (Hardoon et al., 2016: 2). Si el acceso a
la riqueza es limitada, de manera ya insostenible y ética y socialmente reprobable, el acceso
a este recurso también se encuentra fuertemente limitado. Instituciones como la
Organización Mundial del Comercio ha sido funcional a la construcción del agua como un
bien económico.
El Consenso de Washington con el cual se impulsa un proceso de mundialización de la
economía capitalista y de la ideología neoliberal, se construye bajo la convicción, ya
promulgada en los años 80 del siglo XX por Margaret Thatcher, de que el modelo capitalista
es el único modelo posible para todo el mundo. Uno de los puntos de este consenso tiene
que ver, justamente, con la comercialización de los bienes comunes. De acuerdo con, en
su libro, Oro Azul: Las multinacionales y el robo organizado de agua en el mundo,
Todo está a la venta, incluso aquellas áreas de la vida que, como los servicios sociales y los
recursos naturales, fueron considerados en su día legado común de la humanidad. En el
mundo son muchos los gobiernos que, abdicando de su responsabilidad de proteger los
recursos naturales con que cuentan, renuncian a su autoridad en favor de empresas privadas
que se enriquecen explotando esos recursos
De esto resulta una gestión privada del agua y, en consecuencia, la privatización de un
derecho fundamental donde se excluyen formas de gestión social y comunitaria. Esto tiene
como consecuencia la construcción de “nuevas instituciones en el campo económico y de
regulación ambiental que dan sustento a la estrategia de privatización” (Ávila-García, 2015:
21). Para Patricia Ávila-García, el problema no está asociado, principalmente, a la
desregulación en el sector del agua, sino a la re-regulación del mercado del agua Aquí está,
justamente, la clave para entender las dinámicas emergentes de poder social:
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En este proceso, numerosos actores involucrados en formas diferentes de gestión del agua
se ven significativamente afectados y dan lugar a una nueva geometría del poder social (Ávila-
García, 2015: 21).
Esta nueva “geometría del poder social” es un detonante de nuevas formas de resistencias
y de procesos políticos orientados a contener las dinámicas destructivas del capitalismo.
WaterAid, en su informe, El agua: ¿A qué precio?, Estado mundial del agua 2016, señala
que “en 16 países, más del 40 por ciento de la población carece de acceso incluso a la
fuente de agua más elemental, como por ejemplo un pozo de agua protegido” (WaterAid,
2016: 2). Esta situación, que resulta de un modelo económico desigual e injusto, produce
conflictos relacionados con la distribución en el acceso al agua y contribuye a afectar la
calidad de vida derivada de un uso irresponsable de este recurso (como en la minería y la
ganadería). El agua, para sectores de la población empobrecidos, tiene costos muy altos.
Desde los años 80 del siglo XX, organizaciones como el Banco Mundial o el Fondo
Monetario Internacional, han impulsado la privatización del agua condicionando los créditos
otorgados a varios países, principalmente en América Latina, Asia y África, al acceso
privado del recurso hídrico facilitando un mayor control del agua por parte de empresas
transnacionales. Todo esto promueve ajustes institucionales a nivel local, funcionales al
proyecto de desarrollo capitalista, engranados en las políticas económicas internacionales.
La implicación práctica de esta conceptualización de la naturaleza, no sólo está relacionada
con la degradación sino también con la pauperización de la vida (humana y no-humana), a
través de procesos de despojo territorial. Los bienes comunes, como los ríos, los lagos, los
mares y los acuíferos están siendo sometidos a procesos de privatización extremadamente
violentos. Estamos viviendo la tragedia de los comunes, como resultado de economías
extractivas que amenazan al conjunto de la naturaleza como resultado de prácticas
egoístas funcionales a interés particulares. Como señala Barry Schwarts (2009),
Nos enfrentamos ahora a la tragedia de los comunes globales. Hay una Tierra, una atmósfera,
una fuente de agua y seis mil millones de personas compartiéndolas. Deficientemente. Los
ricos están sobreconsumiendo y los pobres esperan impacientes a unírseles.
Ahora bien, cuando se producen problemáticas como la crisis del agua que estamos
viviendo, la solución parece incluir las mismas herramientas que hicieron surgir esa
problemática. En ese sentido tendríamos que adoptar nuevas herramientas. Albert Einstein,
señala Maude Barlow a propósito de la crisis global del agua, “dijo que ninguna crisis
puede resolverse con las mismas herramientas conceptuales que le dieronorigen”
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(Barlow, 2009: 31). Para esta mujer, ganadora del Premio Nobel Alternativo en 2005, es
imposible construir otras herramientas en el marco del modelo económico dominante. Y sus
prevenciones no son infundadas. No es una casualidad que el sector privado este
apoderándose del agua, no sólo de sus reservas, sino de la propia gestión del recurso.
Como afirma Vandana Shiva
En el núcleo de la solución del mercado a la contaminación está la suposición de que el agua
existe en cantidad ilimitada. La idea de que los mercados pueden mitigar la contaminación
facilitando una mayor asignación no tiene en cuenta que la desviación de agua para un área
produce la escasez de agua en otros lugares (Díaz, 2014).
Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo tiene inversiones en el sector hídrico,
justamente en una planta de tratamiento de aguas residuales (Publimetro, 2016). La
Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés),
calculó, en 1992, que se necesitaban 137.1 billones de dólares para el tratamiento de aguas
residuales durante los próximos 20 años en ese país (Stiefel, 1994). Hoy en día las llamadas
guerras del agua se producen justamente por el acceso al control, gestión y uso de este
sagrado elemento. (Shiva, 2016), produciendo conflictos entre quienes defienden su
privatización y quienes se oponen a ella. En términos generales, las soluciones propuestas
por están enmarcadas en la discusión que introducimos más arriba sobre soluciones
técnicas o soluciones políticas: Shiva lo plantea de la siguiente manera:
En contraste con las teorías de las empresas que promueven una solución de mercado para
la contaminación, las organizaciones de base reclaman soluciones políticas y ecológicas
(Díaz, 2014).
Ahora bien, esto no quiere decir que las soluciones técnicas o tecnológicas no tengan
ninguna relevancia, pero no pueden enmarcarse en la misma lógica que ha producido
aquello que se quiere mitigar. Según Barlow (2009: 29),
Quizás sea imposibleimplantar una nuevanarrativade los ámbitoscomunes de agua en
el marco delmodeloeconómico mundial predominante.Un sistema comandado por los
imperativos de la expansión del mercado, lacompetencia en las exportaciones, el crecimiento
ilimitado yel poder corporativo empresarial no seadaptará fácilmente a una definicióndel
agua como Bien Común. Para abrazar verdaderamente lanoción de agua como Bien Común
es imprescindible cuestionarladoctrinadela globalización económica y adoptar unnuevo
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conjunto de presupuestos básicos, valoresy modelos de comercio, intercambio, desarrollo y
producción.
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A manera de conclusión
Desafortunadamente la matriz epistémica de «sostenibilidad ambiental» con el “uso
racional” y la “gestión eficiente”, está embebida en estos imperativos. La transferencia de
recursos del sector privado a la construcción, gestión y administración de plantas de
tratamiento de agua residual está justificada por una supuesta capacidad que tienen las
empresas de mejorar los estándares de calidad del tratamiento. El problema es que esto
no hace sino acentuar las causas, sociales, políticas y económicas de las crisis hídricas.
La gestión global del agua, que incluye el tratamiento de aguas residuales, es una forma de
apropiación que opera bajo los principios del mercado. No podemos seguir tratando un bien
común a partir de instrumentos privados que manejan el proceso y los precios a su gusto,
sobre todo cuando las leyes ambientales son tan laxas.
Resulta urgente, entonces, des-mercantilizar el agua y democratizar su acceso, protegiendo
la soberanía territorial y haciendo un uso justo y razonable bajo un criterio de sustentabilidad
no mediado por la rentabilidad económica.
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