Post on 08-Jan-2016
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Pensamientos
sobre la Santísima
Trinidad
por la Sierva de
Dios
Madre Mercedes
de Jesús, Monja
Concepcionista de
Alcázar de San
Juan.Avance automático
Dios nos creó para la santidad porque de santidad,
de perfecciones está constituido su Ser divino,
del que nos hizo partícipes en nuestra creación.
El Padre, siempre que piensa en nosotros, y piensa siempre, nos recuerda cómo nos
creó, por eso nos dio a su Hijo y en su Hijo su gracia redentora y su amor santificador,
para que podamos volver a ser lo que somos en su mismidad divina.
Fue su hálito de eternidad quien nos dio la existencia comprometiendo en ello toda su Personalidad divina, su
Ser íntegro, Uno y Trino.
Hizo entrar la plenitud desbordante de su Ser Padre, que es ser Causa y Origen de
cuanto existe, capaz de engendrar en Sí mismo su propia imagen, que es su Hijo,
“Dios de Dios”, en el cual se agota de Amor, que es su
Espíritu Santo.
Así como la madre que lleva en su seno al Hijo, son dos seres distintos pero no
separados, así estamos en Dios, que aunque nos creó y somos personas que viven su propia vida, no hemos salido de Él,
de su Seno divino. Allí estamos formando con Él un solo ser
siempre.
¡Dios nos contiene! ¡Somos prolongación de Dios,
de su Ser divino que participamos tan felizmente, que,
al amarle a Él, nos amamos a nosotros mismos!
¡Dios es nuestro!
¡Es nuestra herencia!
¡Es nuestro Padre!
¡Es nuestro Principio!
¡Es nuestra existencia,
nuestra única posibilidad de
existir! ¡Es nuestro
cielo, nuestra vida
bienaventurada!
¡Somos hijos del Amor Santo de Dios y de su misma Vida! Dios mismo creándonos, quiso
hacerse a Sí mismo más feliz, y se hizo, porque el Bien, que es Él, tiende a
expandirse.
Nacimos de sus mismas entrañas, de su Ser Vida y Amor.
¿Cómo es posible que la materia y los afanes desmedidos del mundo nos borre de la mente
esta verdad suprema de nuestro ser?
En la Persona del Padre celebramos
el triunfo de su proyecto como
Creador nuestro, salvado por Cristo.En la Persona del Hijo, el triunfo de
su redención, lograda en la
multitud incontable de salvados.
Y en la persona del Espíritu Santo, el
triunfo de su acción
santificadora, primero en María
Inmaculada y después, en tantos
santos…
Por la práctica fiel de sus mandatos, de su Palabra, entramos en el conocimiento de su inteligencia divina que es el seno de la santidad de Dios.
Cumplir los mandamientos de Dios es asumir en el corazón y en el
comportamiento el mismo modo de ser de Dios.
Su modo de pensar, de amar y de
obrar.
Es conocerle.
Por aquí podemos entender y conocer también cómo Dios es Amor, porque
todos sus mandatos son expresión de su Amor y Bondad hacia nosotros.
Es experiencia de Dios lo que Él nos ofrece en el cumplimiento de sus
mandatos, de su doctrina.Veámoslo…
Cuando somos pacientes con los
demás en tantas
ocasiones que podríamos dar
paso a la ira, estamos teniendo
experiencia del modo de ser del
Dios que es paciente y
misericordioso y no nos trata
como merecen nuestros pecados
(Sal 102, 8-10)
Cuando servimos con humildad y dulzura, con abnegación y entrega generosa sin esperar recompensa, estamos teniendo
experiencia del Dios que se hizo hombre no para que le sirvan sino para servir Él…
(Mt. 20, 28)
¿Veis cómo vivir el amor es tener experiencia de Dios y es crecer con vigor en el convencimiento
de que el verdadero valor de nuestra vida es estar en Dios,
hacer lo que vemos que hizo el Padre por medio
de su Hijo, dejarle que Él haga sus
obras en nosotros, que es recibir el espíritu de santidad y el
Amor que Él derrama en
nuestros corazones por su Espíritu Santo?
Ésta es la senda que se nos abre para glorificar a Dios
con nuestra vida y acercar a la humanidad a su amor y conocimiento.
Dios está escondido siempre detrás del amor, en el amor. Buscadle ahí siempre con vuestro comportamiento y lo encontraréis…