Contacto: Sierra de Comechingones – Base Marambio

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Contacto: Sierra de Comechingones – Base Marambio

Por Juan C. Benavente, desde la Base Marambio Fotografías: Miguel Mei - Base Marambio

El pasado sábado 23 de noviembre, desde la cima del cerro Filo de la cadena de los Comechingones, en Córdoba, un grupo de veteranos radio operadores antárticos hizo contacto radial con las bases Orcadas y Marambio, de nuestra Antártida. Un evento tan emotivo como inusual que preserva el espíritu de la experimentación, la aventura y los desafíos por las comunicaciones distantes mediante la radio. Un docente de la UNQ participó de la experiencia.

¡Y abrase la frecuencia! Y la frecuencia se abrió, exactamente a las 13 hs… Como Dios manda.

Parafraseando el famoso pasaje bíblico, luego de más de media hora de infructuosos intentos de comunicación desde la base Marambio, de pronto la señal de la sierra cordobesa llegó con claridad.

“Expedición al Filo, aquí LU4ZS Base Marambio, Antártida…” Así se inició una emotiva comunicación que se extendió por treinta intensos minutos entre aquellos veteranos antárticos, dos miembros de la flamante dotación XLV de la Base Marambio (entre ellos el autor, docente de la UNQ) y un integrante de la Dirección Nacional del Antártico (DNA) de la base.

Con motivo de la celebración de la Semana de la Soberanía, la Expedición al Filo fue organizada por un equipo formado por ex radio operadores y veteranos antárticos, que prestaron servicio en nuestras bases en los años `50 y `60 cuando la Antártida era un territorio escasamente explorado que exigía un sacrificio superlativo y heroico de aquellos pioneros que se aventuraban a “invernar” en condiciones muy precarias.

Como si lo realizado en la Antártica no fuera suficiente, estos intrépidos exploradores, algunos ya octogenarios, decidieron continuar las andanzas y se propusieron “unir, usando la radio, el corazón del país con nuestro territorio antártico en la Semana de la Soberanía”. Los expedicionarios hicieron la travesía a la cima del cerro Filo “para evocar el espíritu aventurero de recorrer en grupo un paisaje natural que además tiene un profundo significado histórico”, según explicaron.

La magia de la radio En la cresta de ese cerro de la cadena de Comechingones, los expedicionarios instalaron equipos de radio y antenas móviles “con los mismos recursos técnicos y equipos equivalentes” a los que usaban durante el largo invierno antártico. En aquellos tiempos, sesenta años atrás y aún décadas después, los integrantes de las bases tenían como único nexo de comunicación con sus familiares e instituciones de pertenencia a la radio, quedando aislados por fuera de esa tecnología. Internet ni siquiera existía en la ciencia ficción y la televisión y los satélites apenas estaban en la edad del bronce, dando sus primeros y elocuentes pasos. Un QSO1 motivador

El contacto efectuado el 23 de noviembre con las bases antárticas será sin duda un suceso motivador que impulsará a radioaficionados y radio operadores antárticos a realizar actividades de esa naturaleza. Ello no sólo con el propósito estratégico de mantener la presencia argentina también en el espectro radioeléctrico, sino además por mantener encendido el espíritu que desde hace décadas mueve a la actividad de los radialistas y radioaficionados atraídos no sólo por la pasión técnica y la aventura de la comunicación humana, sino también por el bien social que constituye la actividad (catástrofes, comunicaciones de emergencia en entornos marginales, etc.).

“Al Filo” fue coordinada por el ingeniero Pablo “Fatiga” Justo, radiotécnico del destacamento naval Decepción en 1965. Participaron Antonio “Zorro” Sedano, compañero de invernada de Justo en 1965 y tripulante de los buques antárticos Bahía Aguirre, del primer rompehielos que tuvo nuestro país, el Gral. San Martín y del aviso Irigoyen; el veterano radiotelegrafista Hugo “el turco” Abraham que vivió en total diez, de sus actuales 86 años, en la Antártica; los radioaficionados Juan C. Alonso y Alfredo Rikkers; colaboraron con ellos Rubén “gurú” Morales, un docente de la Universidad del Salvador interesado en temas antárticos, y su hijo Walter.

Por Marambio intervinieron el Lic. Juan C. Benavente, del Servicio Técnico de la base y docente de la Universidad Nacional de Quilmes; Héctor D. Díaz, del Servicio de Comunicaciones, (ambos miembros de la Dotación XLV) y Francisco Carpitella, encargado del Pabellón Científico de la DNA.

Las actividades vinculadas a la radio, en cualquiera de sus variantes, que el autor desarrolla en la Antártica son auspiciadas, promovidas y apoyadas por la Licenciatura en Comunicación Social y áreas del Departamento de Ciencias Sociales de la UNQ, constituyendo esto una singular experiencia no sólo personal sino institucional que se compartirá con la comunidad de la universidad.

Durante el comunicado Filo-Marambio, y movidos por la emoción presente en ambos grupos, se intercambiaron experiencias, recuerdos, anécdotas y comentarios de color.

Una vez más, aquello de “la magia de la radio” volvió a brillar y a generar entusiasmo y pasión. Una vez más, con las dificultades y el desafío que implican las comunicaciones a distancia (DX en el lenguaje de los radioaficionados) y con los ingredientes de este particular enlace con la Antártida (ascenso a un cerro con equipos alimentados a baterías, antenas de campaña, condiciones de propagación de ondas limitadas, recursos similares a los usados en la década del `60, etc.) el espíritu movilizador de la radio tendió un puente de más de 4.000 entre la comunicación, la técnica, el fervor, la aventura y el tiempo.

1 El código Q utilizado en las comunicaciones radiotelegráficas primero y de telefonía después, fue desarrollado por los británicos en la primera década del siglo XX para economizar caracteres y agilizar los contactos. En esta codificación, cuya primera letra siempre es la Q seguida de dos letras más, QSO significa “contacto” o “establecimiento de comunicado”.