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7/26/2019 Cuadernillo Curso de Ingreso 2016
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INSTITUTO SUPERIOR DEL
PROFESORADO
DR. JOAQUIN V. GONZALEZ
PROFESORADO DE
HISTORIA
CURSO DE INGRESO
2016
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P i e r r e V i l a r
I n i c i a c i n a l
VOCABULARIO DEL
ANLISIS HISTRICO
Traduccin castellana deM. DOLORS FOLCH
C r t i c a
B a r c e l o n a
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Pierre Vilar
Iniciacin al vocabulario de anlisis histrico, Crtica, 1999
Cap. 1: Historia
Las siguientes preguntas tienen como objetivo guiar la lectura del texto sealando los
problemas que plantea, ordenando su exposicin y diferenciando sus conceptos. No
pretendemos que estas preguntas sean respondidas copiando y pegando fragmentos textuales.
Ms bien, buscamos que luego de una primer leda del material, las preguntas operen como
disparadores para una indagacin ms profunda, que permita achicar la brecha entre nuestra
interpretacin y las ideas del texto.
1. Por qu el concepto deHistoria es problemtico?
2. Si el objeto que trabaja el historiador es el pasado, por lo tanto lo que no est
presente, cmo puede el historiador fundamentar sus explicaciones?
3. Qu relacin establece Vilar entre Historia y poltica?
4. En qu se diferencian las dos posiciones acerca del quehacer histrico que
contrapone Vilar?
5. Cul es el objetivo de la Historia segn Vilar?
6. Vilar presenta tres concepciones sobre el objeto de la historia. Segn la idea que
se tenga sobre el objeto, cmo vara la forma de conocerlo?
7. La combinacin de qu elementos segn Vilar hace posible la reconstruccin
histrica? sobre qu se asienta esa reconstruccin?
8. Utilidad y lmite de la historia literaria
9. Cules han sido los aportes de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX a la
transformacin de la historia en ciencia?, Qu relacin hay entre esta
transformacin y las condiciones histricas? Qu dice Vilar que ha sucedido
con el problema de la sntesis?
10. Cul es el objeto de la ciencia histrica y cmo est constituido?
11. Qu relacin hay entre las categoras desarrollo de las fuerzas productivas yrelaciones de produccin?
12. Cul es la importancia social de la categora medios de produccin?
13. Qu diferencia al concepto de modo de produccin del deformacin social?
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Quizs el peligro ms grave, en la utilizacin del trminohistoria, sea el de su doble contenido: historia designaa la vez el conocimiento de una materia y la materia de esteconocimiento.
Cuando decimos historia de Francia, la entendemoscomo el conjunto de hechos pasados referentes al grupo hu-mano organizado que lleva actualmente este nombre; pero
tambin entendemos por tal nuestros manuales escolares co-rrientes. Dado que el pasado es pasado, es decir, no renovable
-por definicin, se confunde para nosotros con lo que nos hasido transmitido. El conocimiento se confunde, as, con lamateria.
Asi, cuando algmen escribe, como en la fbula: Ld his-toria nos ensea...y se expresa como si el pasado hablara
por s mismo. De hecho, invoca una tradicin.Sin embargo, la historia as entendida es una construccinde los que la han escrito en un grado mucho mayor a aquelen que la fsica es una construccin de los fsicos, puesto quetoda afirmacin de stos puede experimentarse, mientras queen historia, en el mejor de los casos cuando existe docu-mentacin , se puede verificar un hecho, no una interpre-
tacin. La historia no se repite. El fsico puede decir, enpresente condicional: si hiciera esto, sucedera aquello, ypuede verificar de inmediato la validez de su hiptesis. Por
Los DIVERSOS CONTENIDOS DEL TRMINO H IS T O R IA
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el contrario, si el historiador dice (en pasado condicional):si se hubiera hecho esto, hubiera sucedido aquello, nada
le permite probarlo. Como norma general se le aconseja abs-tenerse de ello.Pero, entonces, no est condenado a constatar} Tiene,
pues, prohibido razonar} Esta cuestin le preocupa legtima-mente, puesto que constatar no es un oficio enaltecedor, mien-tras que s lo es el de entender, explicar, con el fin de poderactuar. El problema se plantea, pues, en estos trminos: dequ manera razonar sobre una materia en la que no se puedeintervenir experimentalmente} Falta por saber a qu llama-mos intervenir, a qu llamamos experiencia, y cul esesta materia.
Para abordar este problema, reflexionemos sobre otrafrmula familiar: la historia juzgar..., se oye a menudo.
Dejemos aparte el caso en el que se trata tan slo delaldabonazo final de un cartel electoral. Por otra parte, inclu-
so as, el prestigio equvoco del trmino historia incita aalgunas reflexiones, Pero enfrentmonos con un documentoimportante de nuestro tiempo: Fidel Castro titul la defensaque l mismo pronunci ante el tribunal encargado de juz-garle por el intento de asalto al cuartel Moneada: La his-toria me absolver. A primera vista, este ttulo parece adop-tar el sentido clsico, es decir, banal, de la frmula que da
a la historia el papel de tribunal de apelacin en asuntos pol-ticos. Pero, pensndolo bien, incluso este sentido puede im-plicar otros contenidos.
En efecto, la historia me absolver puede significar enprimer trmino; el tribunal va a condenarme, pero el recuer-do colectivo que se conservar del hecho acabar sindomefavorable. Y esta nocin de recuerdo colectivo es otro as-pecto del trmino historia. Sin embargo, cae dentro de lamisma crtica que hemos dirigido a la historia-tradicin. Eljuicio moral del recuerdo colectivo corre el riesgo de no ser
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en la realidad ms que el de la historiografa dominante. Aho-ra bien, todo juicio moral tiene a su vez implicaciones pol-ticas, que surgen a su vez de las luchas concretas, en especialde las luchas de clases. Por ello, la mayor parte de las accio-nes y de los hombres que han desempeado un papel impor-tante han originado dos corrientes histricas opuestas, ad-versa una y favorable la otra, Y no debe excluirse que unacausa triunfante llegue a eliminar toda la historiografa ad-versa. As es como la tradicin democrtica burguesa, enFrancia, ha exaltado 1789 y condenado a Robespierre, casi
sin contradiccin hasta Mathiez, Si Fidel Castro, poco tiempodespus del fracaso de Moneada, no hubiera hecho triunfarla revolucin cubana, su condena hubiera sido probablementerevisada, pero cundo? Y por parte de quin? Sobre estono caben sino hiptesis.
Slo tenemos una certidumbre-, la revolucin cubana seha producido. La revisin del juicio no ha dependido, pues,
nicamente, de los hombres que escriben la historia. Ha de-pendido tambin de los que la hacen. Han sido las cosas,como suele decirse, las que han actuado a favor de laprevisin contenida en la frmula. Lo que nos lleva a descu-brir, en la historia me absolver, una nueva acepcin msde la voz historia. De hecho, el alegato que lleva este nom-bre consista menos en demostrar que la rebelin de los acu-
sados era moralmente justa (aunque esto sea tambin im-portante), que en demostrar que era justa polticamente,a saber, en el sentido intelectual de la palabra.
Frente a un sistema socio-poltico ya absurdo, la rebelinse presentaba como necesaria, y por tanto como necesaria-mente victoriosa a ms o menos largo plazo. Con ello el pro-blema se plantea en los trminos de la posibilidad de unaprevisin inteligente de los hechos a partir de un anlisis co-rrecto de sus factores. La historia invocada no es ya enton-ces la historiografa escrita que juzga moralmente un acto
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O un hombre, sino la historia-materia, la historia-objeto que,con su dinmica propia, zanja un debate a la vez terico yprctico, dando la razn, con los hechos, a quien ha sido capazdel mejor anlisis.
Me objetaris que la historia as entendida es el mecanis-mo de los hechos sociales, no slo pasados, sino presentes yfuturos, lo que en materia de conocimientos constituye eltema de la sociologa, y en materia de accin, el tema de lapoltica. Pero qu otra cosa se propone la historia que nosea, en el mejor de los casos, edificar una sociologa del pa-
sado, y de forma frecuente durante mucho tiempo la msfrecuente , reconstituir una poltica} En ambos casos estclaro que la materia de la historia es la misma que la quetratan los socilogos, y que la que manejan los polticos, pordesgracia casi siempre de manera emprica.
Hay entonces dos posiciones posibles: una consiste enencerrar al historiador precisamente en este terreno de lo
emprico y lo incierto que por experiencia se atribuye a lasdecisiones y a los acontecimientos polticos. La otra consisteen empujarle, al contrario, hacia un anlisis sociolgico conla penetracin suficiente para eliminar la apariencia de incer-tidumbre de la mayor parte posible de hechos sociales.
La primera posicin ha sido durante largo tiempo la delos historiadores positivistas, preocupados exclusivamente enhacer un relato exacto de los acontecimientos
(polticos, mili-tares y diplomticos principalmente).Para algunos tericos o sedicentes tericos la historia
es todava esto. Pienso en Raymond Aron, publicista interna-cional, socilogo vulgar, en el sentido en que Marx hablaba,en el siglo pasado, de economistas vulgares, es decir, mspreocupados por la propaganda ideolgica que por la ciencia,pero cuya carrera se inaugur en 1938 con una Introduccin
a la filosofa de la historia, todava hoy recomendada a vecescomo una obra fundamental. De hecho, no se trata de una
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obra demasiado original puesto que resume las posiciones dela sociologa alemana del medio siglo anterior, y da con ellouna definicin de la historia corriente hacia 1880. Citar, sinembargo, sus axiomas principales brillantes, por otra par-te , puesto que constituyen una excelente sntesis de todauna corriente de pensamiento,
Para hacer revivir el pasado lo que necesitamos noes una ciencia, sino documentos y nuestra experiencia.
La funcin de la historia es restituir al pasado huma-
no los caracteres de la realidad poltica vivida actualmente;para esta tarea positiva bastan juicios probables y relati-vos, El sentido de la investigacin causal del historiadorconsiste menos en dibujar los grandes rasgos del relievehistrico que en devolver al pasado la incertidumbre delfuturo.
La ciencia histrica, resurreccin de la poltica, se hacecontempornea de sus hroes.
El historiador es un experto, no un fsico. No buscala causa de la explosin en la fuerza expansiva de los gases,sino en la cerilla del fumador.
Desde esta perspectiva, aunque se utilice el trmino cien-cia histrica es evidente que se trata de una ciencia muyextraa, puesto que su funcin sera restituir una incerti-
dumbre.Ms bien nos sugiere una disciplina literaria que, graciasa la habilidad en descubrir documentos y al talento para tras-poner experiencias humanas, reanimara el pasado, resuci-tara la poltica, a la vez que se abstendra de dibujar losgrandes rasgos y de medir las fuerzas profundas, cindoseel historiador, por su oficio, a las causas inmediatas, a sa-ber, al atentado de Sarajevo como causa de la guerra de
1914, o a la masacre del bulevar de Capucines como causade la revolucin de 1848.
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No juzgo, de momento, esta posicin que, obviamente,no es la ma. Me limito a sealarla como una de las concep-ciones de la historia y del oficio de historiador que ha gozadodurante mucho tiempo de aceptacin y que a veces todavagoza de ella.
El inters de los axiomas de Aron es otro. Basta con vol-verlos exactamente del revs para definir de la mejor maneraposible otra concepcin de la historia, progresivamente sepa-rada de las concepciones primitivas y de las limitaciones posi-tivistas, anunciada por numerosos precursores pero netamente
definida por vez primera por Marx y Engels, y convertida hoyno sin resistencias, imperfecciones y contradicciones enun campo cientfico que se empieza a cultivar. Al invertir lasfrmulas de Raymond Aron no lo hago slo por juego sinoporque me parece instructivo buscar asf la expresin msclara de una actividad del historiador en vas de afirmarsecomo actividad cientfica.
All donde Raymond Aron afirma:
Para hacer revivir el pasado, lo que necesitamos no esuna ciencia, sino documentos y nuestra experiencia... La fun-cin de la historia es restituir al pasado humano los carac-teres de la realidad poltica vivida actualmente; para estatarea positiva bastan juicios probables y relativos....
yo propongo que se diga:
El objetivo de la historia no es hacer revivir el pa-sado, sino comprenderlo. Para esto hay que desconfiar delos documentos brutos, de las supuestas experiencias vivi-das, de los juicios probables y relativos. Para hacer un tra-bajo de historiador no basta con hacer revivir una realidad
poltica, sino que debe someterse un momento y una so-ciedad a un anlisis de tipo cientfico.
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En lugar de decir, como lo hace Raymond Aron,
El sentido de la investigacin causal del historiador con-siste menos en dibujar los grandes rasgos del relieve hist-rico que en devolver al pasado la incertidumbre del futu-ro... La ciencia histrica, resurreccin de la poltica, se vuel-ve contempornea de sus hroes,
me gustara decir:
El sentido esencial de la investigacin causal del histo-riador consiste en dibujar los grandes rasgos del relievehistrico, gracias a los cuales la incertidumbre aparente delos acontecimientos particulares se desvanece ante la infor-macin global de la que carecan sus contemporneos, y quenosotros podemos tener...
Finalmente, en lugar de la sorprendente frmula:
El historiador es un experto, no un fsico. No busca lacausa de la explosin en la fuerza expansiva de los gases,sino en la cerilla del fumador.
yo afirmara contundentemente:
El historiador es un fsico, no un experto. Busca la cau-sa de la explosin en la fuerza expansiva de los gases, noen la cerilla del fumador.
El anlisis causal de la explosin de 1914 se centra en elimperialismo, no en el atentado de Sarajevo.
Henos aqu ante dos concepciones diametralmente opues-tas tanto de la historia-materia como de la historia-conoci-miento. Para unos, la historia-materia es esencialmente elmundo de las decisiones polticas; para otros, es el conjunto
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de los mecanismos de la sociedad. Para unos, la historia-cono-cimiento es la explicacin del hecho por el hecho; para otros,es la explicacin del mayor nmero posible de hechos a tra-vs del estudio del juego recproco de las relaciones entre loshechos de todo tipo.
Es obvio que la existencia misma de concepciones tanopuestas, el doble sentido de la palabra historia historia-materia e historia-conocimiento , la forma equvoca y vagacon que se emplean frecuentemente uno y otro de estos sen-tidos, son motivos de peso para suscitar una cierta descon-
fianza.He recordado que Louis Althusser, epistemlogo marxista,
y que, por tanto, admite el materialismo histrico como cien-cia posible, nos previene, sin embargo, contra la imprecisindel concepto de historia.
l mismo aunque quiz lo haga para subrayar estaimprecisin utiliza en una misma frase la voz historia
en varios sentidos (tres como mnimo).Al preguntarse si debe considerarse la obra de Marx como
un todo, o bien considerar sus obras de juventud como etapasno caractersticas de su pensamiento, Althusser defiende estasegunda actitud escribiendo:
Como si nos arriesgramos a perder a Marx entero, aban-donando, como l, su juventud a la historia, como si nosarriesgramos a perder a Marx entero sometiendo su propiajuventud a la crtica radical de la historia, no de la historiainmediata sino de la historia pensada, sobre la que l mismonos dio en su madurez no la verdad en el sentido hegelianosino los principios de una inteligencia cientfica.
Al principio de esta larga frase, en la que la palabrahistoria aparece cuatro veces, la expresin abandonar algoa la historia parece significar: considerar este algo comosuperado, como desprovisto de inters para el futuro; y por
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fuerza reconocemos aqu el eco de las frmulas corrientesdejemos esto para la historia, esto tiene nicamente uninters histrico, frmulas que relegan espontneamente laspreocupaciones del historiador al almacn de las curiosidadesy que hacen de la historia el dominio de las cosas muertas,aunque sean cosas gloriosas (frases histricas, monu-mentos histricos, actitudes pasadas a la historia).
Sin embargo, en la frase de Althusser, estas acepcionesbanales de la voz historia vienen inmediatamente seguidas,y contradichas, por un empleo ms raro y ms marxista
de la nocin, en el que se trata de someter un hecho eneste caso la juventud de Marx a la crtica radical de lahistoria. Ahora bien, como se aade: no de la historiaque iba a vivir, sino de la historia que viva, es evidente quese trata aqu del conjunto de hechos que condicionan una vidahumana, y, por consiguiente, de la historia-materia, de lahistoria-objeto, considerada como algo que ejerce por s mis-
mo una crtica sobre esta vida.Pero Althusser ha sealado en otra parte el peligro cier-tamente serio en muchos escritos marxistas que supondraconsiderar la historia en s misma, la Historia con H mayscu-la, como una especie de personaje mtico emitiendo sus propiosjuicios, con lo que se podra prescindir de todo tipo de an-lisis. En un tercer momento Althusser invoca tambin la
necesidad de una historia-conocimiento, no inmediata sinopensada, la misma sobre la que Marx habra dado no laverdad absoluta sino los principios de la inteligencia cien-tfica. En esto coincide con el pensamiento del economistaJoseph Schumpeter, que atribua a Marx, como principalmrito, el de haber sentado los principios de una historiarazonada.
Si ahora clasificamos los sentidos que hemos visto atri-
buir a la voz historia, sucesiva o simultneamente, pode-mos, en lneas generales, distinguir tres grandes concepciones
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de la historia-objeto, a las que corresponden naturalmentetres grandes concepciones de la historia-conocimiento:
1) . Para muchos, la materia de la historia es cualquier
cosa pasada, y saber historia, para algunos eruditos y paralos juegos televisivos, consiste en memorizar el mayor nmeroposible de estos hechos dispares. Lucien Febvre evoc lairritacin del historiador que se oye decir por unas vocescndidas y cordiales: usted que es historiador debe de saberesto... Cul es la fecha de la muerte del papa Anacleto?Y la del sultn Mahmud?.
2) Para otros, la materia histrica queda un poco mejordefinida. Zs el terreno de los hechos destacados, conserva-dos por la tradicin, el recuerdo colectivo, los relatosoficiales, debidamente controlados por los documentos y au-reolados por el prestigio y el testimonio de los monumentos yde los textos, de las artes y las letras, como se deca antao.Conocimiento ya ms elaborado, ni omisible ni despreciable,
pero fundado en una eleccin de los hechos que no tienenada de cientfica, y asaltado inconscientemente por los prejui-cios morales, sociales, polticos o religiosos, capaz en el mejorde los casos de proponer un placer esttico a unas minorasy, en el terreno de los acontecimientos, de hacernos reviviruna incertidumbre.
3) Para otros, finalmente, la materia de la historia es tam-bin el conjunto de los hechos pasados, pero no slo de loshechos curiosos o destacados, puesto que, si bien se mira,los grandes rasgos de la evolucin humana han dependidosobre todo del resultado estadstico de los hechos annimos-.de aquellos cuya repeticin determina los movimientos depoblacin, la capacidad de la produccin, la aparicin de lasinstituciones, las luchas secretas o violentas entre las clasessociales hechos de masas todos ellos que tienen su propia
dinmica, de entre los que no se deben eliminar, pero s resi-tuar, los hechos ms clsicamente llamados histricos: inci-
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dentes polticos, guerras, diplomacia, rebeliones, revoluciones.Este enorme conjunto es susceptible de anlisis cientficocomo cualquier otro proceso natural, a la vez que presenta
unos rasgos especficos debido a la intervencin humana. Lahistoria-conocimiento se convierte en ciencia en la medidaen que descubre procedimientos de anlisis originales adecua-dos a esta materia particular. Es ya una ciencia? Los hadescubierto ya}
L a s e t a p a s d e l a h i s t o r i a c o m o m o d oDE CONOCIMIENTO
Las incoherencias que hemos constatado en la utiliza-cin del trmino historia son desalentadoras a este res-pecto?
Merece la pena recordar que todas las ciencias se han
elaborado a partir de interrogantes dispares, a los que sefue dando sucesivamente respuestas cada vez ms cientficas,con puntos de partida, saltos hacia adelante y retrocesos,pero nunca, como se dice hoy en da con demasiada frecuen-cia bajo la influencia difusa de Bachelard y Foucault, concortes absolutos entre las respuestas no cientficas y lasrespuestas cientficas.
Con mayor acierto, el filsofo Paul Ricoeur ha observadoque no existe diferencia sustancial entre, por una parte, lasrectificaciones sucesivas que han transformado las cosmo-logas primitivas en la fsica actual y, por otra, las rectifica-ciones que han convertido las tradiciones primitivas en laciencia histrica tal y como la conocemos actualmente.
Es cierto que las ciencias humanas, precisamente porquetratan del hombre, de sus intereses, de sus instituciones, de
sus grupos, y porque dependen de la conciencia tan a me-nudo falsa que los hombres tienen de ellos mismos, llevan
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un retraso respecto a las ciencias de la naturaleza. Es una ba-nalidad recordarlo. Pero limitmonos a evocar la fsica delsiglo XVIII con sus falsos conceptos y sus curiosidades pue-
riles, y el retraso de la historia nos parecer menos cruel.Intentemos, pues, ver de qu forma el modo de conoci-
miento histrico ha progresado, progresa y puede progresarhacia la categora de ciencia. Hoy nadie niega el inters dela historia de las ciencias. La historia de la historia enten-dida de forma ms amplia que algunas historias de la histo-riografa, interesantes pero limitadas sera quizs el ejer-
cicio histrico ms fructfero que pudiera uno proponerse.Me limitar a hacer algunas observaciones y a trazar unbreve esquema.
1. Primera observacin
La necesidad de un conocimiento histrico-sociolgico estan antigua y tan universal como la necesidad de un conoci-miento de la naturaleza. Una humanidad global o par-cial que no tuviera ninguna conciencia de su pasado seratan anormal como un individuo amnsico. Existe, pues, uncampo de conocimiento por otra parte con una funcinprctica al que debe arrancarse de su estado primitivo. Laexistencia de formas de historia no cientficas no autoriza apensar que sea imposible o intil llegar a un conocimientoy a una interpretacin justa de las sociedades pasadas. Alcontrario, en la medida en que el pasado humano es mal co-nocido, mal interpretado, los hombres, y los grupos de hom-bres, tienen una visin incorrecta de su presente y de sufuturo. Y, como es natural, esto tiene tambin un alcanceprctico.
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2. Segunda observacin
De hecho, tanto en el caso de los grupos como en el delas personas, la memoria no registra, sino que construye. Lasformas primitivas de la historia son el mito, que tiene sulgica interna, y la crnica, que relata los acontecimientosdesde el punto de vista de intereses especficos.
a) Los mitos constituyen actualmente uno de los estu-dios favoritos de los etnlogos y psiclogos, como bsqueda
de una lgica de las formas, reveladora de rasgos comunesen las estructuras, de comunicacin. Esta investigacin nodebera desestimar el contenido histrico de algunos mitos,cuando no el de todos. Es sabido que la arqueologa ha ve-rificado algunos datos bblicos u homricos considerados du-rante mucho tiempo como imaginarios. Nos encontramos anteun campo comn a los etnlogos, socilogos, psiclogos, his-
toriadores, siempre y cuando estas disciplinas colaboren, sinimponer ni excluir.b) Las crnicas consignan los acontecimientos relevantes
(generalmente polticos y militares) de una poca (general-mente de un reinado). Son.a menudo los primeros testimo-nios escritos del pasado y, por tanto, los primeros documen-tos de la historia propiamente dicha, dado que los tiemposanteriores a la escritura se clasifican por definicin dentrode la prehistoria.
A pesar de todo, una historia annima, basada en fragmen-tos de cermica y en niveles arqueolgicos, no nos satisfaceen absoluto.
Lo que hace posible la historia es la coexistencia y lacombinacin del testimonio subjetivo que nos cuenta lo quepretendan hacer los actores de la historia poltica, con el
documento objetivo (no slo restos y objetos, sino cifras con-servadas, escritos redactados por razones prcticas y no para
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ilustrar a una minora dirigente). Puesto que a travs de estacombinacin podemos aspirar a confrontar los acomecimien-tos y las intenciones la historia externa, aparente a
los hechos de masas historia interna de las sociedades,mundo de las necesidades subyacentes .
Sin embargo, este doble registro de las fuentes de la his-toria se descuida a menudo. Crnicas y memorias relatosde acontecimientos y testimonios subjetivos han constitui-do durante largo tiempo el fondo del saber histrico, Y escierto que para los siglos oscuros las crnicas son a menudo
el nico medio disponible para trazar el marco indispensablea toda historia: una slida cronologa.
3, Tercera observacin: sobre la historia como gneroliterario
La evocacin literaria ha respondido tambin, al margende toda regla cientfica, a la necesidad instintiva de conoci-miento del pasado que ya hemos sealado. Esto mismo hafavorecido los embellecimientos, las invenciones, la retrica,el moralismo y las apologas religiosas, polticas y nacionales.La literatura histrica corriente ha constituido, a lo largo delos siglos, un galimatas peligroso. Todava hoy lo es en elcaso de . ms de un best-seller. Las crnicas y las memorias,que tienen valor de fuente y cuyas vinculaciones nos son co-nocidas, son siempre preferibles, como lectura, a las recons-trucciones mediocres,
Puede decirse que la historia como gnero literariono ha aportado nada interesante al modo de conocimientohistrico? No. Porque ha habido historiadores geniales. Seha observado a menudo que, incluso en medicina, las des-
cripciones sin base cientfica, pero llevadas a trmino genial-mente, haban sido tiles durante largo tiempo para la prc-
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tica mdica. De la misma manera, en historia hay grandesobras evocadoras que todava dominan con provecho nues-tra visin del pasado. H. L Marrou escribe con acierto:
Hoy da, para conocer a Tiberio, a Claudio y a Nerntenemos muchos caminos aparte de las Historias y de losAnales, y, sin embargo, releemos a Tcito, en tanto quehistoriadores se entiende.
En tanto que historiadores significa: con provecho, in-
cluso para nuestras exigencias modernas.Tambin los mejores historiadores antiguos, sin respon-
der exactamente a estas exigencias, han intentado, no obs-tante, esbozar a su manera sistemas de explicacin: Tucdidesse esfuerza en enlazar entre ellos los acontecimientos, enconfrontar las decisiones con las posibilidades; Polibio in-tenta anlisis casi sociolgicos de las instituciones. En estos
primeros ensayos resulta, pues, interesante ver nacer el esp-ritu del anlisis histrico.Pero son demasiados los filsofos (Raymond Aron, Fran-
ois Chtelet) que tienden a fundar en estos inicios lejanossu nocin de la historia en general, como si nada hubiesepasado despus de Tucdides. Tambin hay lingistas Bar-thes, Greimas que intentan definir las estructuras particu-lares del discurso histrico a partir de los historiadoresclsicos, es decir, literarios. Este mtodo puede efectiva-mente esclarecer la forma espontnea con que el espritu hu-mano aborda los problemas del conocimiento del pasado, yayudar con ello a definir mejor la historia. Pero es evidenteque no resuelve los problemas cientficos complejos que seplantea el historiador actual.
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4. Cuarto grupo de observaciones: la aparicin de exigenciascientficas en la definicin y en la prctica de la historia:
el siglo XVI.
No conviene dar una importancia excesiva a los precur-sores: siempre se descubren nuevos. Y es cierto que, a doso tres siglos de distancia, la modificacin de las estructurasmentales y del sentido de las palabras hace difcil las confron-taciones. Una vez hechas estas reservas, resulta instructivo
seguir la aparicin, a menudo ms precoz de lo que se ima-gina, del deseo de rigor y de profundizacin en la definiciny el tratamiento de la materia histrica. Cuando Abenjaldn,sabio musulmn, nacido en Tnez, escribe en 1375, en losprolegmenos de una Historia Universal:
La historia, sepmoslo, tiene como verdadero objetivo
el hacernos comprender el estado social del hombre y elde instruirnos acerca de todos los cambios que la natura-leza de las cosas puede aportar a la naturaleza de la so-ciedad,
poco nos falta para suscribir esta definicin, lo que no equi-vale a decir que la Historia de Abenjaldn responda, en laprctica, a nuestras exigencias. Pero no olvidemos que en
Francia, en aquel mismo momento, Froissart se proponacomo objetivo en el prlogo de su Crnica relatar hechosmilitares importantes y grandes maravillas. Singular dis-tancia entre dos contemporneos, cuyas obras, sin embargo,se califican por igual como histricas.
Para el Occidente europeo la preocupacin cientfica encuestin de historia nace, como muchas otras manifestaciones
del espritu moderno, con el Humanismo, la Reforma y elRenacimiento, es decir, entre el ltimo cuarto del siglo xv
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y el ltimo cuarto del siglo xvi. Esta preocupacin se expre-sa bajo dos formas complementarias que inicialmente conver-gen slo de forma ocasional, que divergen con demasiadafrecuencia, y cuya conjuncin condiciona, sin embargo, eldesarrollo cientfico de la historia:
1) La preocupacin crtica, que consiste en no aceptarla existencia de un hecho, la autenticidad de un texto, hastadespus de verificaciones minuciosas.
2) La preocupacin constructiva, que consiste en elegirdeterminado tipo de hechos, en confrontarlos y en buscar las
correlaciones, con el fin de resolver un problema planteadopor el pasado humano (problema econmico, problema social,problema institucional, problema espiritual, o toda combi-nacin compleja de estos problemas).
La preocupacin critica se manifiesta, a finales del si-glo XV y durante el xvi, tanto en el descubrimiento de textosy de monumentos de la antigedad como en el deseo de una
reforma en el campo religioso; la importancia, en este terre-no, de los textos sagrados arrastra a los espritus reformado-res a la critica de textos\ critica que no basta para fundaruna ciencia histrica, pero que es una condicin necesaria-, esimposible razonar de forma vlida a partir de documentos ma-terialmente falsos o mal conocidos en su forma original.
La preocupacin constructiva se manifiesta cuando los
sabios, los filsofos y los juristas aplican las investigacioneseruditas a la solucin de un problema, incluso cuando esteproblema es todava secundario y parcial. As, cuando elhumanista Guillaume Bud se propone estudiar, en De Asse,la moneda romana, no se limita a describir; intenta hacer com-paraciones a largo plazo entre el poder adquisitivo de lasmonedas antiguas y modernas; y para esto consulta con supanadero para saber qu cantidad de grano se requiere paratal cantidad de pan, qu cantidad de trigo produce la tierraalrededor de Pars, qu cantidad de metal contem'an las mo-
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nedas antiguas, etc. Hasta el punto de que se ha podido es-cribir: Si la ciencia puede definirse como el conocimientometdico de las cosas, fue el instinto de un verdadero sabio
el que dio a Guillaume Bud la ambicin de escribir De Asse.Lo mismo puede decirse, y por las mismas razones, de la
Rponse a M. de Malestroict sobre el asunto de las mone-das, de Jean Bodin, que, en 1568, resuelve, con una serie deobservaciones eruditas y crticas sobre las monedas y los pre-cios, y con una serie de razonamientos generales, el problemaconcreto: el alza brutal del coste de la vida en el siglo xvi
se debe a las devaluaciones sucesivas de la libra, monedanominal francesa, o bien a la desvalorizacin progresiva delmetal de plata debida a los grandes descubrimientos?
Se me objetar que en ambos casos se trata ms de eco-noma que de historia clsica, pero es que la economa, alexigir datos en cifras, es el primer campo en que el razo-namiento y la hiptesis son susceptibles de verificaciones con-
cretas. Aadamos a esto que la cuestin de las consecuenciasde los descubrimientos era, en el siglo xvi, un problema prc-tico, que afectaba a la vida cotidiana; y que todava hoy pre-side todo un sector de la historia general: primer paso en laexplotacin del mundo por los europeos, creacin de un pri-mer mercado mundial, principios de la acumulacin del capi-tal comercial, etc. El hecho de que se hayan intentado ensayosde conocimiento metdico de estas cuestiones, desde unaperspectiva histrica, en el mismo momento en que se pro-ducan, hace remontar a bastante atrs la aparicin de unespritu cientfico en historia.
Tampoco en este caso, como en el de Abenjaldn, signi-fica que Guillaume Bud o Jean Bodin tuvieran a su dispo-sicin todo el instrumental mental expresin predilectade Lucien Febvre necesario para una verdadera ciencia.
An hoy no lo tenemos... Sepamos que la conciencia de unhombre del siglo xvi segua dominada por toda una herencia
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intelectual y espiritual que no puede por menos que sorpren-dernos, y en la que entramos con dificultad. Bodin, autor delos Seis libros de la Repblica y de un Mtodo de la historia,
yuxtapone en sus escritos unas preocupaciones casi modernasy una curiosidad apasionada por la demonologa y la astro-logia, por no hablar de las tradicionales consideraciones mo-rales y religiosas y del galimatas erudito. Seamos, pues, pru-dentes en nuestra busqueda de los orgenes. Pero no seramoshistoriadores si nos olvidramos de anotar, evitando a la vezcuidadosamente todo anacronismo, cada paso adelante del
conocimiento.
5, El siglo XVII. Francia y la erudicin. Inglaterray la aritmtica poltica
No nos sorprendamos si la constitucin de la historia en
ciencia pasa por retrasos, avances parciales, desarrollos desi-guales.No nos sorprendamos tampoco al constatar que las con-
troversias ideolgicas y los intereses prcticos no han sido,en determinadas circunstancias, extraos a esta constitucin.
De este modo, las acusaciones de los protestantes contrala credulidad de los catlicos ante las leyendas incitaron aalgunos medios catlicos a una hipercrtica de las tradiciones:los jesutas de Amberes, con Joseph Bolland al editar lasActa sanctorum, llegaron a negar toda validez a cualquiertipo de documento de la poca merovingia o carolingia.
Pero esta desconfianza pona en discusin los derechosde las comunidades religiosas ms antiguas, derechos que sebasaban en documentos de estos perodos. sta fue la ocasinpara que dom Mabillon (1632-1707) creara en la De re di-
plomatica (1681) la diplomtica, ciencia del documento, ca-paz de demostrar, a partir de indicios materiales, la auten-
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ticidad o falsedad de un acta. La tarea, continuada por lacongregacin de Saint-Maur, ha aportado las condiciones paraun conocimiento seguro de la Edad media.
De momento se trata tan slo de una crtica erudita, con-dicin necesaria pero no suficiente para una ciencia histrica.
En la Francia del siglo xvii, contemporneamente a domMabillon, comprobamos en las concepciones de la historiams corrientes, ms oficiales, un retroceso muy claro sobrelos progresos del siglo xvi: Luis XIV se hace acompaar porhistorigrafos oficiales (entre los cuales Racine); y Bossuet,
en su Discurso sobre la historia universal, persigue tan slodesvelar los juicios secretos de Dios, para hacer temblara toda criatura.
En compensacin, hay que tomar conciencia, respecto aeste mismo perodo (1680-1710), de una etapa importantepara el futuro del pensamiento histrico. Se produce en Ingla-terra: con Graunt nacen los primeros ensayos de demografa
histrica, mediante la observacin del nmero de nacimien-tos y de muertes registrados en las parroquias de Londres;con Gregory King los primeros ensayos para evaluar lo quehoy llamamos el producto nacional de diversos pases (Ingla-terra, Francia); con William Petty los primeros ensayos delo que l denomin la aritmtica poltica (inducciones ydeducciones a partir de las estadsticas de estado).
Constatamos que, igual que en el siglo xvi, las innovacio-nes ms originales se producen en el terreno econmico. Perose trata de hechos observados durante un perodo de tiempoy con una preocupacin poltica (como demuestra el ttuloelegido por William Petty). Sabemos hoy que este tipo deinvestigaciones los hechos masivos, sometidos a un clcu-lo de probabilidades y estadsticamente observables consti-tuyen, si no toda la materia histrica, cuando menos sus ba-
ses, sus fundamentos.
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6. La aportacin del siglo XV III. Principios de anlisis,aspiracin a las sntesis
^La primera mitad del siglo xviii ve nacer la aspiracinterica con el italiano Gianbattista Vico que busca una cien-cia nueva a travs de la reflexin sobre el aspecto cclicodel desarrollo de los grupos humanos, y con Montesquieu,ms socilogo que historiador, pero quien afirma: En pri-mer lugar he examinado a los hombres y he credo que en
esta infinita diversidad de leyes y de costumbres no los guia-ba nicamente su fantasa (prefacio a El Espritu de lasleyes).
Pero es Voltaire, en sus Nuevas consideraciones sobre lahistoria {11A A), el primero en comparar la evolucin posiblede la historia con la de las ciencias fsicas: quiz sucedapronto en la forma de escribir la historia lo que ha sucedido
en la fsica. Los nuevos descubrimientos han proscrito lossistemas antiguos....Era este (por otra parte para las dos ciencias) un opti-
mismo prematuro, pero justo a largo plazo.De hecho, lo ms interesante en la actitud manifestada
por Voltaire hacia la historia es el cambio en el tipo de cu-riosidades del historiador. Con su habitual irona denuncia
no slo las fbulas aceptadas todava por los hombres de sutiempo, sino tambin el gusto por las ancdotas histricas,por las bagatelas ilustres que constituyen los relatos de lacorte, tan poco interesantes como las murmuraciones de laspequeas ciudades, a las que son aficionadas las mujeres deprovincias. Finalmente, condena tambin despus de haberledo, segn dice, cuatro mil descripciones de batallas y algu-nos centenares de tratados, la historia diplomtica y militarpura: En el fondo me quedaba igual que antes... slo meenteraba de acontecimientos.
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Traza entonces un cuadro de lo que querra saber (y queraramente se le dice): cules son las fuerzas de un pasantes de una guerra? Y dicha guerra las ha aumentado o
disminuido? Espaa ha sido ms rica o ms pobre despusde sus lejanas conquistas? Por qu Amsterdam pas en200 aos de 20.000 a 240.000 habitantes?
En resumen: se trata de cambiar la materia habitual y laproblemtica de la historia.
Esta tendencia culmina a finales de siglo con Condorcet,en su Esbozo de un cuadro histrico de los progresos del es-
pritu humano (1794), donde sienta el principio de la posi-bilidad de un conocimiento cientfico de los hechos humanos,sociales, y de su previsibilidad, siempre que no se atribuyaa las conjeturas sociolgicas una certidumbre superior a laque resulta del nmero, de la constancia, de la certidumbrede las observaciones.
Constatamos en ello unas exigencias aqu todava pre-
maturas de sntesis acerca de la historia humana.Pero el mismo Condorcet ha abierto vas muy nuevaspara el anlisis-, fue el primero en intentar descubrir culsera el procedimiento matemtico que permitira estimar larepresentatividad de un hombre o de una opinin a travsde un procedimiento de eleccin, lo que coincide con los es-fuerzos actuales de la matemtica sociolgica.
Finalmente, el siglo xviii ha proseguido algunas inves-tigaciones, cuyo principio se haba descubierto, como hemosvisto, a finales del siglo xvii en Inglaterra: Voltaire se feli-cita de que un holands haya establecido la proporcin quepermite relacionar el nmero de nacimientos con el nmerode habitantes; es una alusin a los progresos sensibles de lademografa realizados por el prusiano Sssmilch y los fran-ceses Moheau y Messange.
Tambin la historia econmica nace en el siglo xviii, enEspaa y en Polonia: hemos coordinado ima historia eco-
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nmica, escribe el cataln Capmany. Y los creadores de laeconoma clsica, como Adam Smith, se muestran historiado-res de buen grado, y plantean los problemas de las grandesunidades cuantitativas que es necesario conocer para hacerla historia de las naciones (producto nacional, poblacinactiva, etc.). Voltaire seala que son estos conocimientos eco-nmicos los que le han faltado a Montesquieu para estableceruna verdadera ciencia de las sociedades.
Cabe sealar que esta vigorosa ofensiva del espritu his-trico coincide con el carcter dinmico y revolucionario del
siglo XVIII, cuando la burguesa no duda ni en criticar la for-ma de escribir la historia del Antiguo Rgimen, ni en espe-rar escribir un da la historia cientficamente.
7. El siglo XIX. Auge y desviacin de la investigacin hist-rica: aparicin de una teora general, y posterior divorcio
entre disciplinas sociolgicas
En un senddo, el siglo xix se presenta como el del triun-. a Marrou habla, a este respecto, de una
inflacin de los valores histricos, debida al impresionantedesarrollo de las tcnicas histricas, arqueolgicas, filolgicas(prehistoria, egiptologa, desciframiento de las lenguas orien-
tales antiguas, excavaciones micnicas, etc.), a la publicacinde las grandes recopilaciones de fuentes (Niebuhr, Momm-.sen, para la antigedad. Monumenta Germaniae histrica parala Edad Media...), y finalmente a la aparicin de las grandeshistorias nacionales: Ranke, Macaulay, Michelet...
E l historiador era entonces el rey escribe H. I. Mar-rou ; toda la cultura estaba pendiente de sus dictmenes-a el le tocaba decir cmo deba leerse la Ilada, qu era unnacin, ... si Jess era Dios...
Hegel haba propuesto presentar el contenido mismo
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de la Historia Universal a travs de los progresos de laIdea. Los historiadores alemanes ponan de relieve las origi-nalidades germnicas; los historiadores franceses, la luchaentre la nobleza y el tercer estado (Guizot, Thierry) o bien elpapel del pueblo (Michelet, Mignet). De hecho, la historia,a pesar de reclamarse de las excavaciones y de los archivos,segua siendo a la vez literatura e ideologa.
Entre 1847 y 1867, las grandes obras de Marx y Engelsproponen, por el contrario, en la lnea de algunos plantea-mientos del siglo xviii, una teora general de las sociedades
en movimiento, cuya originalidad consiste en aunar, mediantela observacin y el razonamiento, 1) el anlisis econmico,2) el anlisis sociolgico, 3) el anlisis de las formas jurdi-cas, polticas, religiosas, artsticas, filosficas, en resumen delas formas ideolgicas a travs de las cuales los hombres to-man conciencia de sus conflictos y los llevan hasta el final....
Las constataciones, al menos en el terreno de las condi-
ciones de la produccin econmica, deben hacerse con elespritu de rigor de las ciencias naturales, y es posible ha-cerlas as debido a que la historia se desarrolla hasta nues-tros das como un proceso de la naturaleza (Engels, 1890).
No es que el hombre no intervenga: los hombres hacensu propia historia. Pero el resultado, estadstico o combi-natorio, de sus acciones y decisiones conjugadas se les escapay se convierte en un fenmeno objetivo. Queda por sabersi desde hace un siglo se ha intentado realmente la consoli-dacin cientfica de la historia as legitimada. Aqu cabe dis-tinguir:
Lo seguidores originales de Marx deben buscarse entresus discpulos hombres de accin. Porque Marx haba preci-sado que el objetivo de su obra terica no era interpretarel mundo, sino cambiarlo, es decir, hacer servir el anlisis
histrico para entender profundamente el hecho social e in-fluir sobre sus modificaciones. Esto fue lo que intentaron los
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revolucionarios y constructores del socialismo que se decanmarxistas.
La investigacin erudita sobre el conjunto del pasado,desde los aos 1870-80 hasta los aos 1920-30, se beneficipoco, por el contrario, de la aportacin terica de Marx, some-tida como estaba a la reaccin espontnea de la ideologadominante. El pensamiento econmico gir en torno a lateora abstracta, subjetivista, individualista de la utilidadmarginal y del equilibrio (Walras, Pareto); la sociologa,en torno al estudio de las formas sociales (Max Weber, Durk-
heim); y la historia centr su pundonor en limitarse a esta-blecer pequeos hechos verdaderos (monografas econmi-cas alemanas, historia poltica fctica francesa). Hacia 1900,esta historia positivista triunfaba en todas partes y la sepa-racin tajante y casi absoluta entre economa, sociologa ehistoria pona en peligro la esperanza de una sntesis globalsobre el pasado de las sociedades.
8. Adquisiciones recientes en el terreno de los principiosy de las tcnicas de la investigacin histrica
a) En Francia, a partir de los aos 1900-1910, algunasgrandes obras de historiadores (Paul Mantoux, Lucien Febvre)
y una escuela de gegrafos (Vidal de la Blache) prepararonun retorno a la sntesis histrica, que se afianz despus dela guerra de 1914, la revolucin de 1917 y la crisis de 1929,acontecimientos que hicieron tambalear la tranquila certezade los economistas.
b) Lucien Febvre, Henri Berr, Marc Bloch {Revue desynthse, Annales dhistoire conomique et sociale) difun-dieron los siguientes principios: 1) hay una sola historia; noexisten compartimentos estancos entre una historia econ-mica, una historia poltica, una historia de las ideas, etc.; 2) el
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historiador avanza por medio de problemas: los documen-tos slo contestan cuando se les pregunta siguiendo hiptesisde trabajo; la historia, en todos los terrenos (material, espi-ritual, ideolgico...), lo es de los hechos de masas, no delos simples acontecimientos; 3) existe una jerarqua y un
juego recproco entre economas, sociedades, civiliza-ciones, juego que constituye el tema mismo de la cienciahistrica.
c) En el curso de los aos 1930-40, cuando la crisis de1929 haba llamado la atencin sobre la funcin histrica de
las coyunturas econmicas, el socilogo Franois Simiand sen-t los principios de la investigacin estadstica en historia:definicin del documento objetivo involuntario, reglaspara la explotacin de las fuentes cuantitativas, importanciade las variaciones de los precios, los salarios, la moneda. Er-nest Labrousse llev la aplicacin de estas reglas al estudiode las rentas especificas de las clases sociales, de sus contra-
dicciones y de las consecuencias polticas de estas contradic-ciones (revolucin de 1789). La nocin de teora experi-mental de la economa (Simiand) a travs de la investiga-cin histrica se transformaba en teora experimental dela historia global, lo que tenda a converger con Marx.
d) En los ltimos veinte aos, debido a las grandes ex-periencias sociales en curso, al progreso de las matemticas
sociales, del clculo econmico, del aparato y del tratamientoestadstico, al de la informtica para la utilizacin de las fuen-tes masivas, el historiador se ha visto obligado a mantenerseal corriente de los progresos y de las tcnicas en las disci-plinas vecinas. Al hacerlo debe conservar la conciencia de laoriginalidad de la historia, ciencia del todo social, y no detal o tal parte, ciencia del fondo de los problemas sociales yno de sus formas, ciencia del tiempo y no del instante o de lasola actualidad.
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I n t e n t o d e d e f i n i c i n d e l a m a t e r i a
Y DE LA INVESTIGACIN HISTRICAS
El objeto de la ciencia histrica es la dinmica de lassociedades humanas. La materia histrica la constituyen lostipos de hechos que es necesario estudiar para dominar cien-tficamente este objeto. Clasifiqumoslos rpidamente:
1) Los hechos de masas: masa de los hombres (demo-grafa), masa de los bienes (economa), masa de los pensa-mientos y de las creencias (fenmenos de mentalidades,lentos y pesados; fenomenos de opinin, ms fugaces).
2) Los hechos institucionales, ms superficiales pero msrgidos, que tienden a fijar las relaciones humanas dentro delos marcos existentes: derecho civil, constituciones polticas,tratados internacionales, etc.; hechos importantes pero noeternos, sometidos al desgaste y al ataque de las contradic-
ciones sociales internas.3) Los acontecimientos: aparicin y desaparicin de per-
sonajes, de grupos (econmicos, polticos), que toman medi-das, decisiones, desencadenan acciones, movimientos de opi-nin, que ocasionan hechos precisos: modificaciones de losgobiernos, la diplomacia, cambios pacficos o violentos, pro-fundos o superficiales.
La historia no puede ser un simple retablo de las institu-ciones, ni un simple relato de los acontecimientos, pero nopuede desinteresarse de estos hechos que vinculan la vidacotidiana de los hombres a la dinmica de las sociedades delas que forman parte.
Ante esta compleja materia histrica, el historiador plan-tea cuestiones, resuelve problemas: cundo, por qu, cmo,
en qu medida... se modifican, debido a una continua inter-accin, los elementos de las economas (hombres, bienes), delas sociedades (relaciones sociales ms o menos cristalizadas
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en instituciones), y de las civilizaciones (conjunto de las acti-tudes mentales, intelectuales, estticas...). El historiador ha-br de distinguir muy pronto entre los hechos de evolucinmuy lenta (estructuras geogrficas, mentalidades religiosas,grupos lingsticos), los ritmos espontneos (ciclos coyun-turales de la economa), y los simples acontecimientos, cuyaimportancia deber valorar.
Estas distinciones justifican diversas tcnicas-, anlisis es-tructural, anlisis coyuntural, anlisis de contenido detextos y de expresiones verbales o estticas, eleccin de las
fuentes, crtica de su validez.Pero estas tcnicas slo adquieren su sentido dentro del
marco de una teora global que permita pasar del anlisis eco-nmico-estadstico a la historia razonada, conquista queSchumpeter atribuye justamente a Marx.
Recordemos algunas de sus proposiciones cruciales:1) En los orgenes de cualquier desarrollo histrico du-
radero se sita un desarrollo de las fuerzas de produccin, loque nos incita a observar:a) en un grupo dado y por un tiempo dado, el nmero
de hombres y su divisin en sexos, edades, ocupaciones, etc.;b) para el mismo grupo y durante el mismo perodo de
tiempo, las modificaciones ocurridas en las tcnicas de pro-duccin (agricultura, industria, transportes) y, de manera es-
pecial, las de la fuerza productiva del trabajo, que segn Marxdepende de la habilidad media de los trabajadores, del desa-rrollo de la ciencia y de sus aplicaciones tecnolgicas, de lascombinaciones sociales de la produccin, de la extensin yde la eficacia de los medios de produccin y finalmente delas condiciones naturales.
Toda investigacin sobre una sociedad debera incluir,para cada instante del desarrollo estudiado, los captulos agru-
pados bajo estos diversos ttulos.2) Sin embargo, estas fuerzas productivas entran en
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funcionamiento en una sociedad que se caracteriza, de formams profunda, por las relaciones sociales y humanas creadas
alrededor de estos medios de producir (relaciones socialesde produccin).Las tierras, los instrumentos de irrigacin, los bosques y
los terrenos de paso, las fuentes de energa, los medios detransporte, las fbricas, las mquinas, etc., son los mediosde produccin que utiliza la fuerza de trabajo de los hom-bres.
Quin posee estos medios de produccin? Y cul es elsentido exacto de la palabra posee? Quin maneja pro-ductivamente estos medios? Quin, a travs de esta doblerelacin, es el dominador? Y el dominado? Quin se apro-vecha? Quin consume? Quin acumula? Quin se em-pobrece? Qu relaciones jurdicas, cotidianas, moralesse han establecido entre las clases sociales as consideradas?Qu conciencia tienen de estas relaciones los hombres que
constituyen estas clases? A qu contradicciones, a qu lu-chas dan lugar estas relaciones? Con qu resultados? Estasrelaciones favorecen o entorpecen (en cada momento) el de-sarrollo de las fuerzas productivas definidas anteriormente?He aqu una serie de preguntas a las que es importante con-testar.
3) Para hacerlo correctamente es necesario guiarse por
el conocimiento terico del modo de produccin dominanteen la poca observada, y entendemos por ello el conocimientode la lgica del funcionamiento social, que expresa la totali-dad de las relaciones sociales observadas en su interdepen-dencia.
Merece la pena disponer de un modelo terico que ex-prese esta lgica de funcionamiento, aunque slo sea paraver hasta qu punto refleja el mayor nmero de hechos obser-vados.
Es intil decir que nunca la observacin emprica de una
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sociedad en un momento de su existencia dar unos resul-tados absolutamente acordes con este modelo, puesto que,en toda formacin social concreta, quedan siempre secue-las de modos de produccin anteriores al modo de produc-cin dominante, y se insinan ya los grmenes de un modode produccin futuro.
Pero el inters de la investigacin histrica reside precismente en la confrontacin entre estos casos y los diversostipos de sociedad que han dominado sucesivamente en elcurso de la historia, y que an hoy coexisten de forma evi-
dente.No podemos menospreciar algunos peligros inherentes a
la utilizacin de los modelos tericos:1) No hay que confundir modelo econmico con modelo
social. La sociedad es ms compleja que la economa, y esen lo social donde germina la destruccin del modelo econ-mico aparentemente armonioso.
2) Todo modelo implica unas hiptesis: debe tenerse encuenta que estas hiptesis expresan justamente la naturalezadel sistema observado y no una verdad eterna: la propiedadprivada, la libre competencia, la libertad de empresa, porejemplo, se dan por supuestas en el modelo econmico delcapitalismo clsico; pero el modelo no las justifica.
3) Todo modelo expresa en primer trmino el anlisis
de un equilibrio, de una estabilidad, mientras que la fina-lidad de la historia es el estudio de los cambios.4) Incluso estos modelos de cambio pueden aplicarse
slo con prudencia; por el hecho de que el capitalismo hayasucedido al feudalismo en Europa occidental a travs de pro-cesos clsicos conocidos no debe inferirse que todo el mundodeba pasar necesariamente por 'etapas parecidas.
Sobre todos estos extremos existe hoy en da un gran
desarrollo de las tcnicas de informacin y del tratamientocientfico de los datos.
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Merece, pues, la pena insistir, en el momento en que seafirman, en los estudios universitarios, las posibles colabo-raciones interdisciplinarias, en que la preparacin para el ofi-cio de historiador, sin desechar las viejas reglas de conoci-miento y crtica de los textos, de consulta de las fuentesdirectas y, por lo tanto, de los archivos, comporta igualmenteunas iniciaciones slidas: 1) en la demografa-, 2) en la estads-tica-, 3) en el clculo econmico-. A) en los fundamentos mate-mticos del anlisis sociolgico (probabilidades, sondeos, et-cetera); 5) en la informacin (para la utilizacin de las fuen-
tes masivas: documentos fiscales, notariales, prensa, etc.).Una vez dicho esto no hay que confundir estas tcnicas
de informacin con los fines propios de la historia.A stos los definira de buen grado de la forma siguiente,
que como es obvio queda abierta a la discusin:La investigacin histrica es el estudio de los mecanismos
que vinculan la dinmica de las estructuras es decir, las
modificaciones espontneas de los hechos sociales de masasa la sucesin de los acontecimientos en los que intervienenlos individuos y el azar, pero con una eficacia que dependesiempre, a ms o menos largo plazo, de la adecuacin entreestos impactos discontinuos y las tendencias de los hechosde masas.
La conquista cientfica del mtodo as definido est toda-va en vas de elaboracin. Pero esta misma elaboracin abrela posibilidad y es su nica garanta de una actitud ra-cional del espritu y, por tanto, de una prctica eficaz delhombre ante la sociedad.
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ERIC HOBSBAWM
Sobre la Historia
Cap. 3 - Qu puededecirnos la Historia
sobre la sociedadcontempornea?
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Eric Hobsbawm
Sobre la Historia, Crtica, 1998
Cap. 3: Qu puede decirnos la Historia sobre la sociedad contempornea?
Las siguientes preguntas tienen como objetivo guiar la lectura del texto sealando los
problemas que plantea, ordenando su exposicin y diferenciando sus conceptos. No
pretendemos que estas preguntas sean respondidas copiando y pegando fragmentos textuales.
Ms bien, buscamos que luego de una primer leda del material, las preguntas operen como
disparadores para una indagacin ms profunda, que permita achicar la brecha entre nuestra
interpretacin y las ideas del texto.
1. Qu importancia atribuye Hobsbawm al concepto de experiencia?
2. Cul fue la primera utilidad que tuvo el pasado para la humanidad?
3. Por qu la historia de los Estados nacin representa una interpretacin
necesariamente equivocada?
4. Qu puede aportar la Historia frente a este tipo de interpretaciones?
5. Qu circunstancias llevaron al abandono de la experiencia histrica? con que
se ha reemplazado el saber que brindaba la Historia?
6. Qu puede ofrecer la Historia al conocimiento del presente si ste se muestra
radicalmente diferente al pasado?
7. En el estudio de qu proceso puede basarse el historiador para comprender la
dinmica de transformacin de la sociedad?
8. Qu importancia le atribuye Hobsbawm al aporte de Marx a la ciencia
histrica?
9. Qu consecuencias sociales han trado las transformaciones en el proceso
productivo en la segunda mitad del siglo XX?
10. A la luz de estos cambios, qu puede decirnos y qu no puede decirnos la
Historia?
11. Qu papel atribuye Hobsbawm a los historiadores y a la enseanza de la
historia?
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3. QU PUEDE DECIRNOS LA HISTORIA SOBRE LA SOCIEDAD
CONTEMPORNEA?
Eric HobsbawmOriginariamente, el presente captulo fue una conferencia que di en la Universidad de California
(campus de Davis) con ocasin del setenta y cinco aniversario de la institucin. El texto ha
permanecido indito hasta la fecha. He cambiado los tiempos verbales de presente por otros de
pasado all donde lo he credo necesario y he eliminado todos aquellos pasajes que hacen referencia
a temas que se tratan en otros captulos del libro .
Qu puede decimos la historia sobre la sociedad contempornea? Al formular dicha
pregunta, no pretendo embarcarme en el tpica defensa de aquellos acadmicos que
ocupan su tiempo en estudiar una serie de materias interesantes pero en apariencia
intiles como el griego y el latn, la crtica literaria o la filosofa, sobre todo cuando, para
seguir hacindolo, tratan de recaudar fondos de unas personas que creen que el dinero
slo est bien invertido cuando se destina a sufragar actividades que producen
resultados prcticos evidentes, como fabricar armas nucleares ms sofisticadas o ganar
unos cuantos millones de dlares. Lo que hago es plantear una pregunta que todo el
mundo se hace; una pregunta que los seres humanos nos venimos haciendo por lo
menos desde que existen testimonios escritos.
Porque la posicin que ocupamos respecto al pasado y las relaciones que existen
entre el pasado, el presente y el futuro no son slo asuntos de vital inters para todos
nosotros: no podemos prescindir de ellas. No podemos dejar de situamos dentro del
continuo de nuestras vidas, de la familia y del grupo al que pertenecemos. No podemos
evitar comparar el pasado y el presente: esa es la funcin de los lbumes de fotos y de
las pelculas caseras. No podemos evitar aprender de todo ello, porque ese es
precisamente el signicado de la palabra experiencia. Es posible que aprendamoscosas equivocadas y para decirlo sin rodeos, eso es lo que solemos hacer, pero si no
aprendemos, o si no hemos tenido oportunidad de aprender o nos hemos negado a
aprender de cualquier pasado que fuera vlido para nuestros propsitos, es que, en
ltimo extremo, padecemos alguna anomala psquica. Dice un antiguo proverbio ingls
que el nio que se quema los dedos no vuelve a acercarlos al fuego; en otras palabras:
conamos que la experiencia le ayude a aprender. Los historiadores son el banco de
memoria de la experiencia. En teora, el pasado todo el pasado, desde el hecho ms
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insignicante hasta la totalidad de lo ocurrido hasta la fecha constituye la materia
prima de la historia. Una gran parte del mismo no es competencia de los historiadores,
pero otra buena parte s lo es. Y mientras sean ellos los encargados de recopilar y darforma a la memoria colectiva del pasado, todos aquellos que integran la sociedad
contempornea tendrn que depositar en ellos su conanza.
El problema no radica en si lo hacen o no, sino en lo que realmente esperan
obtener del pasado, y, en tal caso, en si es eso lo que los historiadores deben o no
proporcionarles. Pensemos en un ejemplo concreto, en una manera de utilizar el pasado
que sea difcil de denir pero que todo el mundo considere importante. Una institucin
pongamos por caso la universidad- celebra su setenta y cinco aniversario. Por qu
exactamente? Qu ganamos con celebrar un momento cronolgico arbitrario de la
historia de una institucin, aparte, claro est, del sentimiento de orgullo que tal hecho
nos produce, una excusa para pasar un buen rato o alguna que otra ventaja adicional?
Aun sin saber bien por qu, necesitamos y utilizamos la historia.
Pero qu es lo que puede decimos la historia sobre la sociedad contempornea?
Durante la mayor parte del pasado de la humanidad de hecho, incluso en Europa
occidental la idea prevaleci hasta el siglo XVIII se dio por sentado que poda indicar
cmo deba funcionar la sociedad, cualquiera que sta fuese. El pasado era el modelo de
referencia del presente y del futuro. En la vida cotidiana representaba la clave que
permita descifrar el cdigo gentico mediante el cual cada generacin reproduca a sus
sucesores y ordenaba sus relaciones. De ah la importancia que tenan los ancianos, que
no slo simbolizaban la sabidura en trminos de una prolongada experiencia, sino que
tambin lo eran en el sentido de que en ellos se conservaba la memoria de cmo eran y
se hacan las cosas en pocas anteriores y, en consecuencia, de cmo deban de hacerse
en el futuro. El hecho de que a la cmara alta del Congreso de los Estados Unidos y de
los parlamentos de otros pases se la denomine senado da buena prueba de ello. Enalgunos casos todava sigue siendo as, como demuestra la vigencia del concepto de
precedente en los sistemas legales basados en el derecho consuetudinario (es decir,
fundamentado en la costumbre, o sea, en la tradicin). Pero, si en nuestros das, el
precedente es ante todo algo que es necesario reinterpretar o burlar para poder as
adaptarse a unas circunstancias que evidentemente no se corresponden con las de
tiempos pasados, es porque hubo una poca en que fue y de vez en cuando an sigue
siendo- vinculante, en el sentido literal del trmino. S de una comunidad india que
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habita en los Andes centrales de Per que lleva litigando con las haciendas
(cooperativas, desde 1969) de las proximidades por la propiedad de unas tierras desde
nales del siglo XVI. Generacin tras generacin, los hombres adultos del grupo, que nosaban leer ni escribir, llevaban a los nios, tambin analfabetos, a las altas praderas de
la puna por cuya posesin luchaban y les mostraban las lindes de las tierras comunales
que haban perdido. En este caso, la historia se convierte literalmente en la ley por la que
se rige el presente.
Este ejemplo nos conduce a otra de las funciones de la historia ya que, cuando el
presente era poco graticante en uno u otro sentido, el pasado proporcionaba el modelo
para reconstruirlo de un modo satisfactorio. Entonces, para referirse a pocas pasadas,
se sola hablar an se hace de los viejos tiempos y de que la sociedad deba volver
a ellos. Se trata de un enfoque que contina vigente en la actualidad: en todo el mundo
surgen personas y movimientos polticos que definen la utopa como nostalgia: cmo la
recuperacin de la vieja moralidad cuya excelencia se alaba, de la religin entendida
como en otros tiempos, de los valores de aquella Norteamrica pueblerina de comienzos
de siglo, de la conveniencia de observar al pie de la letra dos documentos antiguos como
son la Biblia o el Corn, y as sucesivamente. Pero, naturalmente, hoy da existen
algunas situaciones en que es, o incluso parece, literalmente posible regresar al pasado.
La vuelta al pasado es, o bien el retomo a algo tan remoto que su reconstruccin se hace
insoslayable, un resucitar o renacer de la Antigedad clsica tras muchos siglos de
haber permanecido en el olvido segn la concepcin que entonces tenan del hecho los
intelectuales de los siglos xv y xvi o, ms probablemente, el regreso a algo que nunca
existi pero que ha sido inventado con un propsito concreto. No hay la menor
posibilidad de que el sionismo, y en realidad cualquier nacionalismo moderno, se
plantee jams como una vuelta al pasado, por la sencilla razn de que los estados-
nacin, tal como entonces se los conceba, con unas fronteras y una organizacin internamuy concretas, no existan antes del siglo xix. Tena que ser una innovacin
revolucionaria disfrazada de restauracin. De hecho, tena que inventar la historia que,
segn armaba, iba a llevar a su punto culminante. Como Emest Renan deca hace un
siglo: para ser una nacin, uno de los elementos esenciales es interpretar la historia de
un modo equivocado. Una de las tareas de las que deben ocuparse los historiadores
profesionales es precisamente la de desmantelar dichas mitologas, a menos que se
contenten como creo que les ocurre a menudo a los historiadores nacionalistas- con
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ser esclavos de los idelogos. Esta es una contribucin importante, si bien negativa, de la
historia a nuestra visin de la sociedad contempornea. Los polticos no suelen
mostrarse demasiado agradecidos con los historiadores por hacerla.Ahora bien, en general, ha dejado de tener importancia la idea de que todo ese
cmulo de experiencia coagulada es una especie de leccin que debemos extraer de la
historia. Salta a la vista que el presente no es, ni puede ser nunca, un simple calco del
pasado; como tampoco es posible reducir los diferentes aspectos de su funcionamiento a
una mera imitacin de los modelos de otras pocas. Desde que comenz el proceso de
industrializacin, destaca mucho ms el carcter novedoso de las aportaciones
realizadas por cada una de las diferentes generaciones que el parecido que aqullas
hayan podido tener con todo lo sucedido anteriormente. Sin embargo, en lo que respecta
a una gran parte del mundo y de las vivencias humanas, el pasado sigue conservando la
misma autoridad de siempre y, por tanto, la historia o la experiencia, en el sentido
autntico que hoy est anticuado, contina funcionando en dichos mbitos del mismo
modo que lo haca en tiempos de nuestros antepasados. Y, antes de entrar en temas ms
complejos, esto es algo que creo que debo recordarles.
Permtanme que les ponga un ejemplo concreto y de una total actualidad: el
Lbano. En 150 aos, no slo no han cambiado bsicamente las circunstancias, y los
protagonistas siguen siendo un grupo de minoras religiosas armadas que actan en el
interior y los alrededores de cierto territorio montaoso e inhspito, sino que incluso se
han mantenido invariables los detalles ms nimios de sus enfoques polticos. Un tal
Jumblatt era el jefe de los drusos cuando stos exterminaron a los maronitas en 1860, y,
si uno se molesta en poner nombres a las fotografas que desde entonces se han venido
haciendo a los mximos dirigentes libaneses, descubrir que se trata de los mismos
apellidos con diferentes cargos y atuendos. Hace unos aos se tradujo al hebreo un libro
sobre el Lbano cuyo autor era un ruso que haba vivido a mediados del siglo pasado yun militar israel coment al respecto: Si hubiramos podido leer antes esa obra, no
habramos cometido tantos errores en el Lbano. Lo que quera decir era: tendramos
que haber sabido antes cmo era el Lbano. Un poco de historia elemental les habra
ayudado a descubrirlo. No obstante, debo aadir que la historia no a el nico medio de
lograrlo, aunque s uno de los ms fciles. Los profesores de universidad tendemos a
culpar a la ignorancia de casi todo. Me imagino que habra mucha gente en Jerusaln, en
Washington y en los alrededores de ambas que estaba en condiciones de proporcionar
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como estoy seguro de que as lo hicieron informacin bien documentada acerca del
Lbano. Lo que dijeron no encajaba con lo que Begin, Sharon, el presidente Reagan y el
secretario de Estado Shultz (o quienquiera que tomara las decisiones) deseaban or. Paraaprender de la historia o de cualquier otra cosa, son necesarias dos personas: una, para
suministrar la informacin y la otra, para escucharla.
El caso del Lbano se sale de lo normal, ya que, despus de todo, existen muy
pocos pases en los que los libros que se escribieron hace un siglo sirvan todava como
guas de su vida poltica actual, o incluso de sus lderes polticos. Por otro lado, no es
necesario recurrir siempre a la teora, ya que la experiencia de la historia nos explica por
s sola muchas cosas sobre la sociedad contempornea. Ello se debe en parte a que los
seres humanos no experimentamos demasiados cambios y las situaciones en que nos
vemos envueltas las personas se repiten de vez en cuando. Tomando como punto de
partida los documentos acumulados a lo largo de numerosas generaciones, los
historiadores, como los ancianos, tambin pueden comentan aquello de esto ya lo he
visto yo antes. Se trata de un hecho de considerable importancia.
El motivo es que la ciencia social moderna, la formulacin de las estrategias
polticas y la planicacin han seguido un modelo caracterizado por el cienticismo y la
manipulacin tecnolgica que, de una forma sistemtica y deliberada, ha dejado de lado
la experiencia humana y, sobre todo, la experiencia histrica. El modelo de anlisis y
prediccin que ahora est de moda consiste en introducir todos los datos disponibles en
algn tipo de superordenador terico o real y esperar a que nos proporcione las
respuestas. La experiencia y el entendimiento humanos no bastan por s solos al
menos por ahora no, o slo para cumplir una funcin ultraespecializada para
conseguirlo. Y, a menudo, unos clculos tan ahistricos o incluso antihistricos como
estos no son conscientes de su propia falta de perspectiva y de su inferioridad incluso
con respecto al enfoque carente de mtodo de aquellos que s la tienen. Permtanmeponerles dos ejemplos que poseen cierta importancia prctica.
El primero es econmico. Desde la dcada de los veinte en realidad
aproximadamente desde principios del presente siglo algunos observadores se han
admirado de que el mundo de la economa estuviera marcado por una pauta secular en
la que los perodos de expansin y prosperidad, de unos veinte a treinta aos de
duracin, alternaran con perodos de dicultades econmicas de aproximadamente la
misma extensin temporal. Estas pautas reciben el nombre de ondas largas de
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Kondratiev. Nadie ha conseguido explicarlos ni analizarlos de forma satisfactoria e
incluso su misma existencia ha sido puesta en entredicho por los estadsticos y otros
especialistas. Y, sin embargo, es uno de los escasos ejemplos en que la historia muestracierta tendencia a repetir un determinado comportamiento a intervalos regulares y
permite que se realicen predicciones. As se predijo la crisis del decenio de los setenta,
que yo mismo me arriesgu a anunciar en 1968. Y cuando la crisis se produjo, los
historiadores volvimos a echar mano de la experiencia de Kondratiev para rechazar los
anlisis efectuados por economistas y polticos, quienes haban predicho que a partir de
1973 la economa experimentara un crecimiento anual. Y acertamos. Es ms, y
partiendo siempre de la misma base, la primera vez que di esta conferencia all por
1984, estaba dispuesto a jugarme el cuello y predecir que hasta nales de la dcada de
los ochenta o principios de los noventa era sumamente improbable que entrramos en
un nuevo perodo de auge econmico a escala mundial. No tena ninguna justificacin
terica para armar tal cosa: nicamente la observacin histrica de que se trataba de un
tipo de pauta que parece haberse repetido, con las lgicas alteraciones introducidas por
los grandes conictos blicos, por lo menos desde el decenio de 1780 a 1790. A ello
querra aadir una cosa ms: cada una de las ondas de Kondratiev del pasado no slo
constitua un perodo en s mismo desde un punto de vista estrictamente econmico,
sino que tambin como es natura1 posea una serie de caractersticas polticas que lo
diferenciaban con claridad del anterior y del posterior tanto en lo que se reere a la
poltica internacional como a las polticas internas de diversos pases y regiones del
mundo, algo que probablemente seguir ocurriendo en el futuro.
El segundo ejemplo que quera poner es mucho ms concreto. Durante la guerra
fra hubo un momento en el que el instrumental de precisin del gobierno de los Estados
Unidos detect el lanzamiento de misiles nucleares rusos con destino a Amrica del
Norte. Lo ms seguro es que algn general se mostrara partidario de entrarinmediatamente en accin mientras se esperaba que otros instrumentos de precisin
efectuaran una revisin automtica de aquellos datos a una velocidad relmpago para
comprobar si se trataba de un fallo de las mquinas o si se haba producido una
interpretacin equivocada de unas seales que no entraaban peligro alguno: en
resumidas cuentas, si la tercera guerra mundial haba empezado o no. Llegaron a la
conclusin de que todo estaba en orden ya que, forzosamente, la totalidad del proceso se
ejecut con la nica ayuda de los instrumentos. La misma programacin tena que partir
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del supuesto de que lo peor poda suceder en cualquier momento, ya que si tal cosa
ocurra, no habra tiempo material para tomar las oportunas contramedidas. Pero,
independientemente de lo que dijeran los instrumentos, es tan seguro como podra serlocualquier cosa que, en junio de 1980, cuando se produjo este incidente, nadie haba
pulsado el botn nuclear de un modo deliberado. Simplemente, dadas las
circunstancias, tal cosa no pareca probable. Yo, y espero que todos nosotros, habra
efectuado la misma deduccin lgica, no sobre la base de un razonamiento terico ya
que el lanzamiento por sorpresa de misiles nucleares era posible desde el punto de vista
de la teora, sino slo porque, a diferencia de otros instrumentos, el ordenador que
todos tenemos en la cabeza lleva incorporados, o podra llevarlos, los datos aportados
por la experiencia histrica.
Dejemos ya lo que denominaramos el uso anticuado y experiencial de la historia,
el que Tucdides y Maquiavelo habran considerado legtimo y habran practicado.
Ahora, si me permiten, quisiera decirles unas palabras sobre la cuestin, mucho ms
complicada, de lo que la historia puede decirnos acerca de las sociedades
contemporneas, cuando son totalmente distintas a las del pasado y carecen de
precedentes. No estoy pensando en simples diferencias. La historia, incluso cuando
consigue generalizar de un modo ecaz y, en mi opinin, no vale gran cosa si no lo
hace, es siempre consciente de la disimilitud. Lo primero que aprende un historiador
profesional es a tener cuidado con los anacronismos y con las diferencias que existen
entre cosas que a primera vista parecen iguales, como la monarqua britnica de 1797 y
la de 1997. En cualquier caso, los escritos histricos tradicionalmente son el producto de
la investigacin de vidas y hechos nicos e irrepetibles. No, a lo que me reero es a las
transformaciones histricas que, con toda claridad, hacen del pasado una gua
totalmente inadecuada para entender el presente. Aunque la historia de Japn en
tiempos del shogunato Tokugawa guarda relacin con el Japn actual, lo mismo que ladinasta Tang respecto a la China de 1997, de nada sirve ngir que es posible
concebirlos como meras prolongaciones de unos pasados en los que slo se han operado
una serie de pequeos cambios. Las transformaciones rpidas, profundas, drsticas y
continuas a las que haca referencia antes vienen producindose en el mundo desde
nales del siglo XVIll y sobre todo desde mediados del siglo xx.
En nuestros das, el proceso de cambio es tan generalizado y evidente que se da
por sentado que siempre ha ocurrido lo mismo, especialmente en sociedades que, como
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la estadounidense, cuenta con una historia que coincide con una poca de constantes
transformaciones revolucionarias. Esto es particularmente cierto en el caso de los
jvenes de dichas sociedades para quienes en diversos momentos de su desarrollo-todo se convierte, de hecho, en un nuevo descubrimiento. En este sentido puede decirse
que, a lo largo del proceso de crecimiento, todos somos una especie de Colones. Una de
las tareas secundarias de los historiadores es sealar que el cambio no es ni puede ser
totalmente universal. Ningn historiador daa el menor crdito a la armacin de que
en la actualidad existe alguien que se las ha arreglado para descubrir un modo
totalmente nuevo de disfrutar del sexo, un supuesto punto G que la humanidad
desconoca hasta el momento. Teniendo en cuenta el limitado nmero de cosas que
pueden poner en prctica los amantes del tipo que sea, el perodo de tiempo y el nmero
de personas que las han estado practicando en todo el mundo y el profundo inters que
muestran los seres humanos por profundizar en el tema, creemos que podemos suponer
sin temor a equivocarnos que hablar de novedades en el asunto que nos ocupa est
fuera de lugar. Como es lgico, las prcticas sexuales y las actitudes relacionadas con
ellas cambian con el tiempo, lo mismo que la indumentaria y la escenografa del
dormitorio, convertido a menudo en una especie de teatro privado de gran simbolismo
social y biogrfico. Por razones obvias, el sadomasoquismo con cazadora de cuero no
poda formar parte de l durante la poca victoriana. Lo ms probable es que en el
terreno sexual las modas cambien ms deprisa actualmente de lo que lo hacan en el
pasado. Pero la historia resulta de gran utilidad como seal de aviso, ya que nos
advierte que no hay que confundir la moda con el progreso.
Sin embargo, qu puede decirnos la historia sobre lo que carece de precedentes?
En el fondo, esta es una pregunta acerca de la direccin y la mecnica de la evolucin
humana. Porque, nos guste o no y hay un gran nmero de historiadores a quienes no
les gusta, se trata de una cuestin histrica fundamental que no es posible soslayar,aunque slo sea porque todos queremos conocer la respuesta. A saber: cmo se las ha
arreglado la humanidad para pasar de las cavernas a la exploracin del espacio, del
tiempo en que nos aterrorizaban los tigres de dientes de sable a un momento en que
nuestro mayor temor son las explosiones nucleares?, es decir, como hemos pasado de
asustarnos de los peligros naturales a sentir miedo de los que nosotros mismos hemos
creado? Lo que la convierte en una pregunta esencialmente histrica es el hecho de que,
a pesar del aumento de peso y estatura que hemos venido experimentando desde una
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poca relativamente cercana, desde un punto de vista biolgico, los seres humanos
somos idnticos a como ramos a comienzos de la etapa histrica, que, en realidad, no es
demasiado extensa: desde la construccin de la primera ciudad han transcurrido tal vezunos 12.000 aos y algo ms desde la invencin de la agricultura. Casi con toda
seguridad no somos ms inteligentes que los habitantes de la antigua China o
Mesopotamia. Y, a pesar de ello, el modo en que las sociedades humanas viven y actan
ha sufrido una transformacin radical. Lo que por otra parte explica que los supuestos
de la sociobiologa no puedan aplicarse en este caso. Y, con ciertas dudas, tambin dira
lo mismo de una determinada clase de antropologa social, interesada en estudiar lo que
distintos tipos de sociedades humanas tienen en comn, como los esquimales y los
japoneses. Porque, si centramos nuestra atencin en lo que es permanente, no podemos
explicar lo que ha experimentado una evidente transformacin, a menos que creamos
que no es posible el cambio histrico, sino slo la mezcla y la variacin.
Permtanme expresarme con total claridad. Si se analiza la evolucin histrica de
la humanidad no es para predecir el futuro, aunque el conocimiento y la comprensin
histrica le resulten esenciales a cualquiera que desee basar sus acciones y planes en
algo mejor que la clarividencia, la astrologa o el simple voluntarismo. En el caso de una
carrera de caballos, el nico resultado que podra decirnos un historiador con absoluta
conanza sera el de una que ya se hubiese corrido. An menos se encuentra entre los
propsitos de dicho anlisis el de descubrir o idear posibles formas de justificar las
esperanzas o miedos que alberguemos con respecto al destino humano. La historia
no es una escatologa secular, al margen de que consideremos o no que su n es un
progreso universal interminable o una sociedad comunista o lo que fuere. Vemos en ella
cosas que no nos puede proporcionar. Lo que s puede hacer es mostrarnos las pautas y
mecanismos del cambio histrico en general, y ms concretamente los relativos a las
transformaciones sufridas por las sociedades humanas durantes los ltimos siglos en losque los cambios se han generalizado y han aumentado de una manera espectacular.
Esto, ms que cualquier posible prediccin o esperanza, es lo que tiene una relacin ms
directa con la sociedad contempornea y con su porvenir.
Ahora bien, un proyecto as requiere un marco conceptual que permita el anlisis
de la historia. Dicho marco debe basarse en el nico elemento de cambio direccional en
el mbito de la experiencia humana que resulta observable y objetivo, con
independencia de los deseos y juicios de valor subjetivos o propios de la poca que
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podamos tener, a saber: la constante y creciente capacidad de la especie humana para
controlar las fuerzas de la naturaleza por medio del esfuerzo fsico y mental, la
tecnologa y la organizacin de la produccin. El aumento de la poblacin mundial a lolargo de la historia,