Cuando aquella viejecita murió en una pequeña clínica cerca de Dundee, Escocia, todos estaban...

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Cuando aquella viejecita murió en una

pequeña clínica cerca de Dundee, Escocia, todos estaban convencidos de

que no había dejado nada de valor.

Luego, cuando las enfermeras revisaron sus míseras pertenencias, encontraron un poema. Su calidad y

contenido les impresionaron tanto que todas quisieron guardar una copia.

Una de ellas se llevó su copia a Irlanda del Norte. La única herencia que

aquella viejecita había dejado se hizo pública en Navidad a través de una

emisora de televisión. El poema, sencillo pero elocuente, se presentó

con diapositivas.

La viejecita escocesa, sin bienes materiales que legarle al mundo, fue la autora de este poema “anónimo” que

circula por Internet.

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¿Qué veis, queridas hermanas?¿Qué teneis ante los ojos?Un revoltijo de canascoronando mis despojos.

Veis una vieja arrugadacon la mirada distante,veis un cerebro menguante,veis una vida acabada…

Veis una mente perdida,una pobre anciana ausenteque ya no tiene ni un diente,y que escupe la comida.

No le hableis, está dormida y no se entera de nada. Si despierta, está callada.No le interesa la vida.

Sin oponer resistenciase deja manipular,solo espera ver llegarel final de su existencia

¿Es eso lo que pensaisal verme por las mañanas?Pues yo no soy esa, hermanas.¡Juro que os equivocais!

No podeis adivinar,viendo esta figura ajada,lo que esconde mi miraday no supísteis notar.

Soy apenas una niñacon padre, madre y hermanos. Nos queremos, nos besamosy a veces tenemos riñas.

Soy joven, soy quinceañerarebosante de alegríay siento muy cerca el díaen que un muchacho me quiera.

Soy una novia radiantecon un corazón gloriosocuando prometo a mi espososer para siempre su amante.

Soy madre y esposa a un tiempocon hijos fuertes y sanos,y un hogar que, con mis manos,conservo limpio y contento.

A mis treinta sigo siendola madre comprometidaen crear lazos de por vidamientras ellos van creciendo.

Cuando cumplo los cincuentamis hijos ya se han marchado.Mi esposo sigue a mi ladobuscando verme contenta.

A los sesenta me veonuevamente acompañada,me siento feliz y amadapor los nietos que más quiero.

Me cubre una nube oscura:mi marido ha fallecido.Mi gran amor se me ha idoy me invade la amargura.

Me quedan hijos y nietos,pero me van olvidando…Los veo de cuando en cuando,pero cada vez mas lejos.

Ahora soy solo una viejagruñona, malhumorada,solitaria y olvidada.¡Qué cruel la naturaleza!

Ya mi cuerpo se marchita,mi fuerza desaparece.Mi corazón permanece,pero ya apenas palpita.

Sin embargo, en este cuerpoaun vive una pequeñuela.Ella me alivia y consuelamientras llega mi momento.

Mis días felices recuerdo,los tristes voy olvidando.Mi corazón sigue amandoy lentamente muriendo.

Pienso en todos esos añosque a tan poco me supieron,que a toda prisa se fuerondejándome tantos daños.

Por eso, hermanas, os pido:¡Miradme bien a la cara!¿Vieja yo y malhumorada?¡No! Una niña en el olvido…

Recuerda este poema la próxima vez que te encuentres

con una persona mayor a la que tal vez esquivessin darte cuenta de que su alma es siempre

joven.

Todos estaremos algún Todos estaremos algún día en su lugar.día en su lugar.

 

¡Nunca desprecies a los viejos malhumorados!

 

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