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DERECHO Y LITERATURA:
DERECHO, PODER Y DINERO EN
LA NOVELA PATRIA O MUERTE DE ALBERTO BARRERA TYSZKA: Aproximación a una didáctica jurídica a través de la literatura.
Luis Manuel Marcano Salazar
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Más vale prender una vela que maldecir la oscuridad Confucio
A manera de introducción
En las páginas que siguen realizaremos un breve recorrido por la idea central
que desarrolla Alberto Barrera en su novela “Patria o Muerte” ganadora del premio
de novela “tusquets 2015”, e intentaremos explicar la realidad social a partir de la
identificación de los fenómenos jurídicos desde tres perspectivas: ontológica,
respecto al significado del ser del Derecho como institución ordenadora de una
sociedad; axiológica en cuanto a los valores jurídicos presentes y soslayados; y
epistemológica, en virtud del conocimiento que puede ser instrumento de
enseñanza del sistema de valores jurídicos que regula la vida de una comunidad
regida por el imperio de la Ley.
Como bien lo apunta Frederic Bastiac1, “la Ley es el sustituto de la legítima
defensa del ciudadano”, pero cuando una colectividad jurídica no cuenta con un
cuerpo normativo que le ampare, nos encontramos frente a un estado de
disolución social y entropía jurídica del sistema socio-normativo2.
Los personajes y las situaciones, serán vislumbradas como actores y hechos
jurídicos presentes con su correlativa carga valorativa observada a partir las
múltiples realidades que trastocan el deber ser del Derecho como instrumento de
regulación social.
1 Buchanan, James M., Los límites de la libertad. Entre la anarquía y el Leviatán (The Limits of Liberty: Between Anarchy and Leviathan, 1975), tr. de Verónica Sardón, Katz, Madrid, 2009. pp 17-26, 30-32, 49-51, 241-245,253-256, 260-261. 2 Nozick, Robert, Anarquía, estado y utopía (Anarchy, State, and Utopia,Basic Books, Estados Unidos de América, 1978), tr. de Rolando Tamayo, Fondo de Cultura Económica, México, 1988, Prefacio; pp. 153-157.
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Observaremos como la idea del pacto social desaparece frente a la imagen del
“hombre fuerte” o del “jefe” que atraviesa su tránsito a la inmortalidad religiosa en
un colectivo cuya bandera política es el desatino y la chabacanería. Son así en
efecto los seguidores del caudillo como los describe Barrera, útiles piezas del
desmontaje que vive una sociedad que, aunque imperfecta, sabía identificar a sus
pares a la luz de la igualdad constitucional que estuvo sembrada en el imaginario
social del venezolano pre-chavista.
La novela se convierte en un espejo que refleja nuestros peores males como
sociedad dislocada, con una diáspora ciudadana lanzada fuera de las fronteras en
busca del bien común, la justicia y la seguridad jurídica extraviada entre vítores y
consignas como “Patria, Muerte, Hasta la victoria siempre, Comandante eterno”.
Luego, realizaremos un intento de aproximación epistemológico a la obra de
Barrera a partir de tres variables: el Derecho, el poder y el dinero-mercado, con su
respetiva antonimia reflejada en una realidad que le ha dado la espalda a la
justicia y a la libertad en sus diversas expresiones: individual, espiritual y colectiva.
Patria o Muerte parece ser un tubo de ensayo que nos permite ver el
experimento venezolano de la decadencia social, jurídica y política; y en el
microscopio, un nombre que teñiría de tristeza y desasosiego las primeras dos
décadas del siglo XXI venezolano.
“Patria o Muerte” nos divide aún más. Pone de manifiesto las profundas
desigualdades que siempre han existido y la consecuencia fatalista de nuestro
porvenir en la boca de dos niños que se preguntan: “- ¿qué vamos a hacer?
¿Adónde vamos a ir?
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La novela nos permitirá repensarnos como sociedad, confrontarnos como
ciudadanos y despreciarnos como estadistas. Lejos de aquel contenido axiológico
que nos enseñan en las escuelas de leyes sobre los tres grandes fines del
Derecho: justicia, bien común y seguridad jurídica, nos enfrenta a una realidad
dislocada por la inexistencia del Derecho, la ausencia de un bien común sometido
al bienestar de pocos y en las aguas turbulentas y tempestuosas de la inseguridad
jurídica y social.
En la segunda parte del ensayo, intentaremos teorizar, tarea difícil, sobre el
contenido literario de su obra, discurriremos los primeros derroteros de nuestros
estudios de leyes, advirtiendo que la realidad no se parece en lo más mínimo a la
peor de las aberraciones jurídicas que podíamos imaginarnos en los postreros
días del sistema populista de conciliación de élites, cuando un Presidente sumido
en desgracia supo obedecer al Derecho y a la Constitución a pesar de haber
deseado otro tipo de muerte.
La vida y la muerte son personajes omniscientes del relato de Barrera. Van
insertos en los diálogos, en los temores, en las intrigas y se expresan en un
dislocado sistema de valores jurídicos correlacionado con una imagen de pueblo
inerte, hipnotizado, en contra y a favor de un líder moribundo. Llena de lágrimas
nuestros ojos, cuando una profesional de la llamada clase media, regularmente
asociada con las esferas del poder en las naciones democráticas dice “. solo con
un tiro en la frente hubiésemos acabado con esto hace años.” Así, constatamos
como una profesional, esposa de Sanabria, onco-psicólogo, fue nivelada en
“Patria o Muerte” a las esferas oscuras de un sicario.
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“Patria o Muerte” nos enseña lo que nunca debió haber pasado en Venezuela.
¿El desatino de la política?, ¿El error de los estadistas?, ¿La ineficacia del
Derecho? O el espejo para ver dónde residen nuestros males.
I-¿De qué va “Patria o Muerte” en el contexto jurídico nacional?
Patria o muerte es una novela que dibuja muchas realidades en el imaginario
social venezolano, tocando aristas importantes de la cotidianidad en la cual se
resaltan significativos datos que dicen sobre el contexto jurídico y político que vive
la ciudadanía en un constante estado de indefensión lejana de los dos principios
esbozados, hoy, por la sala constitucional del Tribunal Supremo de Justicia: la
confianza legítima del justiciable y el debido proceso.
La narrativa muestra situaciones y personajes cuyo vínculo principal es la
dinámica política venezolana que se desarrolla en la coyuntura nacional producida
por la enfermedad del presidente, seguida de un monumental secreto y adobado
por intrigas mediáticas, palaciegas y citadinas. Los personajes se parecen al
lector, son en realidad un espejo-reflejo de una realidad que invade las mentes y
los corazones de cada venezolano por más alejado que pueda vislumbrarse de la
política. Manifiesta una eternidad que se presiente en la eventual desaparición
física de quien convirtió a la política populista, en una religión bajo la égida de su
imagen. En efecto el autor nos dibuja una circunferencia de situaciones disímiles
con un lugar común: la crisis jurídico-política que se expresa en la tricotomía de
una relación conflictiva entre el Derecho, o los derechos ciudadanos, la política de
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alto y bajo nivel y el dinero observado como mercado, institución necesaria para el
desarrollo de una nación, pero a veces despiadada.
Barrera se apropia de convencionalismos que son expresión de un chauvinismo
político muy acentuado en elementos que dibujan la realidad social: la violencia
urbana, la diatriba política, el venezolano que emigra y regresa como
consecuencia de un milagro americano que simplemente era una ilusión, lo que
nos hace pensar que más allá de una novela pretende hacer una crónica de la
decadencia social del Venezolano en medio de un profunda crisis de valores,
económica y política que tiene su máxima expresión en la conculcación de los
derechos fundamentales de los ciudadanos.
El autor se constituye en un demiurgo que tiene la facultad de crear una
infinidad de tránsitos vitales expresados en la vida turbulenta de personajes
diversos, como vampiro y mariposa que son niños atrapados en la vorágine que
representa una situación jurídica indefinida, la zozobra de la inseguridad social
que vivió ella cuando mataron a su madre y la inoperancia de un Estado cuya
sociedad se le va de las manos.
La obra literaria trasciende los simples diálogos que surgen acerca de una
situación o acontecimiento político determinado, e implica la posibilidad de
aproximarse a los personajes desde otras realidades: la sociología jurídica, como
producto de una relación intensa entre un sistema jurídico y una sociedad
descarriada y la deontología jurídica que plasma la relación interdependiente entre
la realidad jurídica y el impacto de la aplicación de la justicia desde una óptica
apegada a la teoría de la complejidad cuyo contenido se preocupa por los
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procesos y no por los resultados; el paradigma trialista del Derecho, o
tridemensional del derecho de Godlsmith, que estudia los fenómenos jurídicos a
partir de las normas, las conductas y los valores de una sociedad, y la
personalidad que el escritor le atribuye a cada personaje, su relación espacio-
temporal y su dinámica existencial, que trascendería el simple diálogo que surge
entre los personajes. Eso es lo que hace grande a la novela de Barrera. Párrafos
construidos con palabras sencillas y diálogos que parecen inocuos, pero, cuya
profundidad van más allá de una simple obra literaria, dibujando la realidad
integral de un país en proceso de disolución social y jurídica.
La novela se inicia con una noche rasgada por el sonido del teléfono. La noche
simboliza la justicia destrozada, atropellada por el sonido de las bayonetas que se
levantaron el 4 de febrero, momento en el cual todo empezó. El personaje
Sanabria, oncopsicólogo, recibe una llamada de Vladimir, su sobrino, quien funge
como funcionario del gobierno de Chávez. Sanabria sentía que “Venezuela era
una mierda [sic], un derrumbe que ni siquiera llegaba a ser país” (Barrera; 2015:
14).
Vladimir, quien forma parte del equipo cercano a la Presidencia, tenía una
información importante para su tío Miguel Sanabria, vinculada con la enfermedad
del presidente Chávez. La novela muestra una interdependencia entre los
personajes, pues es el mismo Wadimir quien, llevado por las veleidades de la
pasión, termina enamorado de la periodista estadounidense que viajo a Caracas
para hacer un reportaje sobre la gravedad de Chávez. Esto nos dice que la lectura
de esta novela, amena y llevadera, no terminan siendo lo sencilla que aparenta,
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toda vez que el lector deberá regresar en el tiempo que marcan los capítulos para
entender el desenlace.
“Necesito esconder una caja” (Barrera; 2015: 19). Fueron las palabras de
Wladimir que representan parte del gran secreto presidencial. En su contenido un
teléfono, el mismo que Vampiro tomará en su huida intempestiva con mariposa
Vladimir iniciará la intriga que gobierna la trama al entregar a Miguel una caja
contentiva de una supuesta grabación antes de la intervención quirúrgica del
presidente Chávez, que fue grabada a través de un teléfono celular de uno de los
guardias personales del presidente.
Aquella situación desencadenará una línea de tensión que unirá el inicio del
relato con su conclusión, a la vez de dejarnos comprender lo que significaba el
término “hombre fuerte” “caudillo” “jefe”, tan presente en las naciones
latinoamericanas que han sido azotadas por procesos tiránicos populistas como
Panamá y República Dominicana. Tal vez aquel guardia personal que tomó el
video no lo hizo por amor al “prócer revolucionario”, ni por odio, ni otro sentimiento
parecido al temor, tal vez aquel video era consecuencias de lo que había
arrebatado las entrañas de su gobierno alejado de todo valor por la adulación al
dinero y al poder. Era solo un mercader.
La novela muestra un mercadeo político legitimado por el secreto, la intriga y la
desconfianza. Sanabria experimenta temor ante la presencia de un individuo alto
con acento cubano, quien lo solicitaba por sus funciones como presidente de la
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junta de condominio. El cubano era un hombre alto, bien vestido, de modales
correctos, voz serena. Sólo estaba buscando información (Barrera; 2015: 215).
Así exclamó el extraño: “Es un asunto de procedimiento. Este ciudadano se
casó con una compañera, voluntaria cooperante, y estamos haciendo las
investigaciones de rutina” (Barrera; 2015: 215).
Miguel Sanabria, sorprendido, y ante la posibilidad de que se tratase de un
funcionario de inteligencia, guarda el celular en el bolso de Rodrigo, el hijo del
periodista Fredy Lecuna, quien temporalmente está alojado en el apartamento de
Sanabria mientras se resuelve la situación de la invasión del apartamento familiar
alquilado por los padres del niño; el niño (vampiro) se fuga del apartamento a
encontrarse con María (mariposa), su amiga a quien conoció por la red, y se lleva
el teléfono en su bolso.
Otro de los personajes es Andreína Mijares, quien se encuentra en Miami y se
comunica con Sanabria, presidente de la junta de condominio, y a quien manifiesta
su inquietud de comunicarse con los inquilinos del apartamento 34, representados
en Fredy Lecuna, su esposa y su hijo.
Andreína Mijares es la expresión de una venezolana que emigra en la
búsqueda del sueño americano al considerar que “Venezuela era una mierda”,
como enfatiza el médico Miguel Sanabria (Barrera; 2015:14); no obstante, el
milagro americano se transforma en una pesadilla venezolana.
“Las cosas lamentablemente no han resultado como esperaba y ahora estoy
planeando volver a Venezuela” (Barrera; 2015: 21), expone.
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Fredy Lecuna, periodista, e inquilino del apartamento 34 propiedad de Andreína
Mijares, desempleado, acude a una entrevista con Gisela Vásquez, quien trabaja
en la gerencia de una editorial importante y le propone a Lecuna la posibilidad de
escribir un libro en nombre de una ex miss Venezuela; sin embargo, no le
convence la idea, y en una especie de iluminación divina surge la idea:
¿Y la enfermedad del presidente? ¿Por qué no escribir un libro sobre Chávez?
(Barrera; 2015: 31). Más allá de las simpatías o desagrados que podamos sentir
por el ex presidente fallecido, el solo hecho que su muerte eventual fuese
inspiración movida por el dinero y que la cubana que se casa con Lecuna, también
lo hace por dinero, nos coloca frente a otra de las variables jurídico-económicas de
la novela: el mercado.
Así trascurre la novela, Lecuna es presionado para terminar el libro sobre el
presidente Chávez; sin embargo, la información que tenía era insuficiente, y entra
en contacto con Aylin Hernández, quien trabaja en las misiones de salud que
desarrollaban los cubanos en Venezuela, la invita a almorzar, y existe la
posibilidad de su intermediación para obtener alguna información acerca de la
enfermedad del presidente Chávez. Ambos actúan gobernados no por los valores,
si no por el dinero.
Aylin tiene aparentemente información proveniente de un contacto en La
Habana; sin embargo, era necesario un acuerdo.
“Necesito que te cases conmigo” (Barrera; 2015: 91).
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Lecuna informa a su esposa que tenía un contacto en Cuba y decide viajar de
emergencia, y el viaje, cuya finalidad era contraer nupcias como parte del acuerdo
con Aylin Hernández, es aprovechado por Andreína Hernández según
recomendación de un funcionario oficial para invadir el apartamento ocupado por
la esposa de Lecuna y su hijo Rodrigo.
—¡Y entonces? ¿Qué puedo hacer?, pregunta Andreina movida por sus
legítimas ambiciones.
—La única salida es que usted entre por la fuerza. Usted tiene que invadir su
propia casa (Barrera; 2015: 42 ) Máxima expresión de la indefensión jurídica, tener
que invadir su propio inmueble por la inexistencia de instituciones e fragilidad
normativa frente a los actores sociales.
Barrera se apropia de convencionalismos que son expresión de la chabacanería
política muy acentuado en cada página de “Patria o Muerte”, con una especie de
estética que sería expresión de esa ordinariez, fundamentado no necesariamente
en lo simbólico, que incluiría el uso de un determinado tipo de color o consignas,
sino en el fenotipo que identifica a los personajes.
Así lo expresa Barrera:
1-Llevaba un pantalón de licra de color azul, pegado hasta la cintura, y una
camisa sin manga, estrecha y breve, que a duras penas arropaba sus senos,
dejando al aire una barriga oronda, generosa (Barrera; 2015: 145).
2-Son tres negritas simpatiquísimas, había dicho el funcionario (Barrera; 1015:
145).
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La estrategia de Lecuna para obtener información se transmuta en desencanto
debido a tener que soportar a esa nueva familia de utilería en la isla de Cuba.
Lo peor de todo era fingir una vida de pareja recién casada, llena de expresiva
felicidad, delante de la familia, delante de los vecinos, delante de la cuadra,
delante del barrio, delante de la revolución (Barrera; 2015. 170). Es ahí cuando las
ambiciones por dinero se hacen escandalosas.
“Veía cómo las horas se iban pudriendo junto a sus dedos, y no podía hacer
nada, no lograba todavía dar con la primera frase del libro” (Barrera; 20125. 172).
La situación en el hogar de Lecuna era de incertidumbre posterior a la invasión
propiciada por Andreína, y Rodrigo, el hijo de Lecuna, no comprendía la
complejidad de esa dinámica bizarra que entremezclaba el caos, el desorden y la
incertidumbre.
Lecuna a su regreso de Cuba es detenido, y uno de los policías le informa que
encontraron cocaína en su equipaje.
“Uno de los policías acaba de decirme que encontraron cocaína en tu equipaje”
(Barrera; 2015: 236).
A Fredy Lecuna le ofrecen cien mil dólares para que escriba un libro en defensa
del presidente fallecido.
Pusieron a la orden cualquier tipo de información e insistieron que el libro debía
parecer un esfuerzo autónomo, un ejercicio de investigación imparcial de un
periodista (Barrera; 20915: 236).
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Lecuna entrega la carpeta con los datos del libro que estaba escribiendo, y a
cambio recibe una serie de reportes médicos, así como un adelanto de treinta mil
dólares. La aceptación del encargo es la claudicación de los principios frente a la
necesidad por sobrevivir.
María, [Mariposa] de nueve años, tiene una historia que se vincula con la
violencia citadita. La madre de María, temerosa ante el incremento de la violencia
urbana, decide retirarla de la escuela como consecuencia de una muerte
producida cerca de la institución educativa, y la niña es sometida a una especie de
enclaustramiento hogareño.
“Su madre no sabía qué hacer con el miedo. Lo único que lograba era
contagiarlo” (Barrera; 2015: 37).
Cecilia, la madrina de María, influye para instalar una conexión de Internet y no
aislar a la niña del mundo exterior.
“Y así María comenzó a relacionarse con el mundo a través de la red” (Barrera;
2015: 39).
María es la expresión de una nueva generación de niños, en una sociedad cuya
presencia en los espacios públicos es más restringida por causas reales, pero
también por un miedo transmutado en paranoia colectiva, que convierten en
presidiarios a los citadinos dentro de su propio espacio, y como consecuencia de
la imposibilidad de amistades en un entorno restringido, que imposibilita un vínculo
con el “otro”; María considera que una alternativa es la posibilidad de establecer
relaciones de amistad a través de la red.
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“Patria o Muerte” nos muestra un sistema jurídico venezolano dislocado, tal vez
dentro del sistema de negociación societal que representó el pacto político, la
ruptura se expresaba más en el ámbito del Derecho, convirtiendo normas con
fuerza y exigibilidad e inclusive a la misma constitución en minusquanperfectae,
María es llevada al dentista y de regreso su madre es abordada por dos
motorizados.
“El arma crujió”: [apunta Barrera]
“—Vieja puta —dijo el muchacho que todavía intentaba jalar el bolso”.
Luego sonaron dos disparos (Barrera; 2015: 68).
María, posterior a la muerte de su madre, no informa de lo ocurrido a su familia
en San Cristóbal ni a su madrina Cecilia, y asume sus propias responsabilidades,
es expresión de un sociedad abandonada en el tiempo como consecuencia de la
gran tragedia que se había sembrado en Venezuela desde hacía muchos años.
No le costó nada falsificar la firma de su madre. Su primera salida fue al
pequeño supermercado que quedaba en la planta baja del edificio de la esquina
(Barrera; 2015: 149). ¿Autosuficiencia? ¿Autarquía?, ¿Anarquía?, ¿hasta qué
punto una norma desprovista de sociedad puede considerarse anárquica.?
María confiesa a Rodrigo, a través de la red, que su madre falleció; no obstante,
fue imposible mantener el engaño por un tiempo más prolongado.
“En dos días vendrían a buscarla para llevársela a vivir con ellas en San
Cristóbal” (Barrera; 2015: 205).
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La situación para Rodrigo o Vampiro también era compleja debido a la ausencia
de su padre, el periodista Fredy Lecuna, y la invasión del apartamento donde
habitaba por su propietaria.
“Esa noche, Rodrigo y María decidieron fugarse juntos” (Barrera; 2015: 205).
María y Rodrigo asisten al funeral del presidente Chávez.
“Cargaban sendos morrales” (Barrera; 2015: 241).
“Nunca antes habían visto de cerca a tantas personas juntas. Había de todo.
Mujeres vestidas de rojo, lloviendo; jóvenes y viejos, soldados, policías;
funcionarios” (Barrera; 20915: 240).
Patria o Muerte, La pérdida del celular con un video revelador, de los últimos
días del presidente, y una periodista norteamericana quien contacta a Miguel
Sanabria para la solicitud de información importante, convergen al final de la
novela.
La novela finaliza en un diálogo entre María y Rodrigo:
“—¿Cómo te sientes?
—No lo sé. Todo es raro.
—¿Quieres regresar?
—Ya no podemos.
—Y entonces, ¿qué vamos a hacer? ¿Adónde vamos a ir?” (Barrera, 2015:
246).
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Patria o muerte nos muestra a una nación sin rumbo como estaban María y
Rodrigo, sin normas claras que obedecer, ceñida a una mentira que se pretendía
construir como verdad.
II-Epistemología de Derecho y el poder en “Patria o Muerte”
La igualdad es una utopía. Eso nos enseña “Patria o Muerte”.
El hombre consciente de su dimensión en el cosmos ha justificado la existencia
de la igualdad ante Dios y sus semejantes a partir de normas que establecen
parámetros que nivelen el cuerpo social diferenciado y turbulento, en uno
homogéneo e identificable con diversas finalidades: religiosas, políticas,
económicas y culturales.
Esta consideración no suprime en lo absoluto la existencia de un Derecho
Natural, por el contrario, le otorga valor moral a una realidad que urge de la
asistencia de estructuras axiológicas comunes a la sociedad para salvarla de la
profunda entropía de la cual adolecen los grupos en proceso de desmontaje,
desmoronamiento o dislocación que sólo han podido orientarse por utopías y no
por realidades en pugna, aunque reconciliables, tal y como se vislumbra en la
novela Patria o Muerte.
Partimos de la visión y revisión de los papeles de trabajo del académico
venezolano, Tulio Alberto Álvarez titulados: “la Ley Natural como Patrón del orden
justo” y “Ratio Iuris: entre lo ideal y el Mito”, para aproximarnos a una idea central
que pueda sustentar una justificación que legitime la desigualdad presente en la
novela como producto de una realidad social turbulenta y cambiante, frente a la
anomia jurídica que se palpa.
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Si bien es cierto el Derecho se constituye en pivote del orden social, el dinero le
da movimiento a la sociedad en sus diferentes niveles de organización y que le
otorga especificidad a la movilidad de clases en su dinámica tumultuosa de
competencia. Los supuestos valorativos que nacen del orden natural, del derecho
de todos los seres humanos a ser considerados en niveles de igualdad frente a
diversos órdenes, son herramientas que la propia sociedad construye para
establecer parámetros de equidistancia entre las profundas diferencias humanas
con el objetivo de garantizar la paz y armonía entre la sociedad. Sin embargo, la
desigualdad es una realidad que hormiguea en el tejido social y a la que los
estadistas deben atender no sobre la base de una construcción populista de
establecer puentes chauvinistas entre unos y otros, sino para explicar que es la
competencia, en una sociedad ruidosa, la que hace prevalecer a unos sobre otros
y que debe dignificar el mérito personal sobre cualquier otro incentivo de
regulación societal.
La sustentación lógica que procura racionalizar una serie de valores que
representan el bien general en su eterna lucha contra el mal, solo pueden
considerarse estipulaciones de carácter valorativo que pueden dar forma al cuerpo
de ideas que van a dimensionar la estructura organizativa de las políticas públicas
cuyo objetivo es la planificación de las acciones del poder para generar bienestar
colectivo. El pragmatismo en el cual son concebidas solo puede vestirse de
colores cuando las ideas han moldeado las acciones y han generado cierto
resultado beneficioso para la colectividad. Por lo tanto, “procurar la paz y el
bienestar” sobre la base de ideas, solo puede cobrar forma cuando el Poder, como
hegemonía social, se encarga de la programación de las acciones que irán
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orientadas a dar solución a ciertos problemas que viven en el tejido social. De tal
manera que el Derecho Natural como patrón se constituye en la brújula que los
hacedores de políticas pueden utilizar para planificar las decisiones sobre la base
normativa que le otorgue legitimidad.
Sin embargo, la realidad en la turbulenta dinámica de unos contra otros, no se
detiene a repensar La Ley natural ni los valores si éstos no se constituyen en la
base racional que le otorga homogeneidad axiológica a una comunidad
diferenciada.
Existe sin duda una pugnacidad entre Derecho y Valores, entre Valores y
Mercado y entre Derecho, Poder y Mercado que llena de complejidad toda
dinámica que debe preocuparse no por el resultado de ciertas medidas sino por
los procesos que en una relación interdependiente, chocan unos con otros,
invocando la esencia de los valores que le otorgan existencia.
Derecho y Valores.
El Derecho como orden existe con un valor intrínseco: procurar el bien y
sancionar la infracción. Si no existe en la ecuación social una conducta, una
norma que lo regula y una sanción a su desobediencia, no puede hablarse de
sistema jurídico que, desde el punto de vista de la interdependencia entre los
actores y sujetos que lo componen, otorgan legitimad a las acciones y procuran el
resarcimiento a las infracciones cometidas en el cuerpo social. Es en la existencia
de valores comunes, dentro de las variables planteadas por Alvarez que
responden a cierta conciencia universal, cuando el Derecho se encargaría de
ordenar dichos principios en disposiciones, normas y leyes que puedan buscar
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alcanzar ese mismo nivel universal. Observándola desde la perspectiva del
positivismo sociológico, el orden que facilita el camino a la paz, está dotado de un
valor intrínseco que responde al carácter ampliamente valorativo del bien. Frente a
un bien absoluto, en el cual las conductas se adecuan a los preceptos y principios
no habría espacio para la existencia del mal. Éste se presenta cuando, en la
disposición humana y realista de perseguir el bien individual sobre el colectivo, las
normas dejan de cumplir parcialmente su finalidad abriendo un espacio amplio
para la prevalencia de antivalores e infracciones en el orden social. Los valores
comunes que nacen de la razón, son capaces de discernir la relación “acción y
pena” [actio ad poenam], que no es otra cosa que la relación que procura el bien
contra el mal en la turbulencia de la conducta, frente a las debilidades humanas
que despiertan cuando los valores no han llenado una vida. Tal y como lo apunta
Álvarez, “…el mal carece de entidad, es la ausencia del bien.”
En la interdependencia y pugna: Derecho y valores que se plantea en Patria o
Muerte en cada uno de sus capítulos, cobra vida en el mundo material la
inexistencia del Derecho frente a la sanción y la riqueza de los valores frente a la
construcción normativa del orden. Si este orden no está dotado de principios que
moldean las conductas humanas en arquetipos sociales, las normas dejarían de
regular conforme al bien común y los valores se convertirían en dogmas. Por ello
hablar de Derecho implica la luz en la oscuridad y los valores son el motor que le
otorga movilidad al cuerpo normativo como un sistema. Ambos fusionados en uno
constituyen la acción que sobre la base de la movilidad que implica la dinámica
jurídica de regulación, lucha contra todo lo que es inti-jurídico, que representa un
anti-valor y que se constituye en un mal ulterior.
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Valores, Dinero y Poder
Weber no se equivocó al aproximarse a uno de los grandes dilemas de la
prosperidad basados en la fuerza de trabajo. Esto se construía sobre la base de
valores cristianos, en donde la libre competencia es el arquetipo de la libertad y
que en función del trabajo por el capital se podía "…determinar la influencia de
ciertos ideales religiosos en la formación de una mentalidad económica de un
ethos económico, fijándonos en el caso concreto de las conexiones de la ética
económica moderna con la ética racional del protestantismo sobrio…”.
La Economía se constituye en parte del Bien Común que no puede divorciarse
de los valores de Libertad, Justicia, Verdad y Solidaridad, en un contexto societal
de trabajo, no por amor a la riqueza sino al mérito individual que en sí mismo es
una alabanza a Dios por la existencia humana.
Esto asemejaría al mérito personal como una bisagra entre el trabajo individual
y la construcción de sociedad a la cual van dirigidos los esfuerzos del trabajo. Los
Estados y los gobiernos, poco tendrían que hacer en la tarea de construir una
sociedad, su rol fundamental sería ordenar los canales dentro de los cuales fluiría
el agua que da vida a la estructura social. Si tomamos el ejemplo de Rockefeller,
Carnegie, Caterpillar, entre otros hacedores de sociedad, su trabajo que les
produjo grandes dividendos, estuvo orientado al bien común de la sociedad
estadounidenses a principios del siglo XX. Por ello la riqueza debe responder a un
bien social, sin que esto se constituya en una idea populista ni manipuladora de
las estructuras sociales y sin que provenga de picardías alejadas del trabajo
honesto y decoroso del que escribía Weber.
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El Nuevo pacto de Roosevelt luego de la gran depresión, vio en el trabajo del
hombre y en el mérito personal un instrumento para el desarrollo individual,
revertido hacia la consolidación de un cuerpo social desarrollado, aunque con
grandes diferencias.
La desigualdad como objeto de estudio.
No hay nada más complejo de ser estudiado, comprendido y analizado que la
actividad del hombre y su interdependencia societal. La simple vida humana
implica un conjunto de relaciones que, aunque no exista movilidad social,
presupone una conexión con los diferentes espacios que se congregan en la
totalidad de la existencia civilizatoria. Hasta el más aislado de los seres humanos
tiene de manera involuntaria cierta interdependencia con su contexto por la
existencia de necesidades que deberá satisfacer y del cumplimiento del orden
normativo que implican tales acciones. La historia nos muestra el proceso de
formación de las ideas de orden, norma y Derecho en las sociedades antiguas y
primitivas, desde los Hititas hasta las civilizaciones Amerindias, entendemos que
el fenómeno social nacía del impulso humano de satisfacer las necesidades vitales
dentro de un contexto de poder y de reglas de conducta. Por esta circunstancia
existe el cuestionamiento sobre qué institución apareció en primer lugar en las
civilizaciones: el orden normativo, apegado a preceptos místicos, religiosos y
divinos o el orden político determinado por el interés de las elites de mando para
desarrollar alianzas y engendrar más poder.
Para algunos estudiosos, la actividad social es generadora de Derecho y
Política, hasta en las etapas más antiguas de la historia de la humanidad, aspecto
éste que ha producido inquietudes entorno a qué se originó primero en el cuerpo
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social como fenómeno tangible: la política o el Derecho. Por una parte,
consideramos que la sola existencia de intereses, poder y necesidades implica la
existencia del hecho político, sin embargo, la simple ordenación, sea cual esta sea
de grupos humanos invita a pensar en la existencia del Derecho. Por lo tanto, no
creemos que sea un debate que coloque a una u otra disciplina como primera en
el momento de aparición social, por el contrario, consideramos que surgieron al
unísono, en el mismo momento de la aparición del homo sapiens en la tierra, pues
la presunción de vida y razonamiento, implicaría la existencia del orden normativo,
sea cual fuese, y del poder real que desarrollaron para protegerse y sobrevivir.
El Derecho como realidad objetiva y necesaria sin el cual la raza humana no
hubiese logrado sobrevivir, necesitó desde sus inicios del mercado para justificar
los primeros indicios de propiedad. De ahí que el trueque y otras formas
rudimentarias de comercio desde diversos aspectos: el lógico, el ontológico y el
axiológico genere la misma relación de intercambio que existe entre los actores en
una relación jurídica. Sin embargo, esta labor se realiza de la mano de dos
acciones o disciplinas: la ciencia y la filosofía que no son otra cosa que
expresiones del conocimiento. Estos elementos invocados, producto de nuestra
reflexión las cotejamos con la realidad entrópica, que desde el punto de vista de la
sociología del Derecho se hace presente en cada personaje, que como
individualidades muestra lo complejo de una realidad en desmontaje.
En este sentido, todo cuanto nos rodea, posibilita que el ser humano en un
indefinido contacto con las cosas, interprete su realidad, otorgándole valor y
concepto a todo lo que le ha tocado identificar como algo cierto y tangible. Ese
conocimiento es un producto, una consecuencia de algo que se enseña y se
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aprende. El proceso de enseñanza aprendizaje puede ser sistematizado, a partir
de la ubicación de temas en un constructo que se ha definido como objeto o, por
medio de los sentidos, que posibilita que la experiencia y los actos de la vida se
constituyan en los instrumentos de la didáctica de la enseñanza. El Conocimiento
se constituye en un producto final y una relación que existe y permanece entre un
sujeto que conoce y un objeto que será conocido en donde el sujeto que conoce
se trasforma. De ahí el poder transformador del conocimiento a partir de la
sistematización de la enseñanza o por medio de situaciones empíricas, no de
menor importancia. La filosofía y la ciencia son instrumentos para adquirir y
desarrollar este conocimiento desde el cual la sociedad pueda aprender a vivir con
sus desigualdades y a respetar los espacios naturales entre unos y otros sin que
ello produzca conflictos entre los actores del grupo social. Este el el gran vacío
presente en Patria o Muerte, una sociedad abandonada como vampiro ay
mariposa que al no tener rumbo se pregunta y ahora ¿qué vamos a hacer?
De ahí que el trabajo de la educación social para la democracia y la libertad, se
constituye en una necesidad inmediata para que las generaciones que crezcan,
puedan aprender a respetar las diferencias, a competir con honestidad, pero con
todas las fuerzas de sus capacidades pues el mérito no debe castigarse sino
premiarse, por jerarquía e importancia en un mercado que privilegiará la
excelencia, otorgándole potencia al mérito individual. Esto pudieran generar un
estado de comprensión sobre las diferencias naturales que nacen de la relación
social disímil y necesaria en la dialéctica de reconocernos no como iguales, sino
como miembros de una misma comunidad jurídica necesariamente diferentes.
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Nuestras breves conclusiones.
Quizás, la mejor de las conclusiones en un llanto prolongado y sincero. “Patria o
Muerte” nos marcó y aunque expresó lo que todos conocíamos, nos ha permitido
repensarnos como sociedad, identificarnos como ciudadanos disímiles y perdonar
a nuestros estadistas. Sin menoscabo alguno, advertimos que la Literatura,
prevenida de un conocimiento autentico que provee un escritor a un público
diverso en formación y costumbres, es sin lugar a dudas un instrumento de
formación jurídica, entendiendo como formación jurídica aquella que va orientada
al sistema general y social del orden normativo para la educación en democracia y
en deberes y derechos. No se equivocaron otrora nuestros maestros Tulio Álvarez
Allan Randolph Brewer-Carías y Salcedo Bastardo cuando en sus lecciones de
Política, Derecho e historia invocaban la preeminencia del orden social y valorativo
sobre el sistema normativo.
Queda en las manos de un porvenir oscuro, las luces que se encienden en la
educación, en la discusión diaria, nunca inútil, siempre fértil, de los grandes
problemas que avizora la literatura como posibles insumos para el Derecho y la
Política, como atalayas que vislumbran tempestades cuando los sentidos
humanos y empíricos no las sienten, no las pueden sentir, son terremotos de la
piel que estallan cuando el hambre y la miseria no sabe de normas, tierra
productiva para déspotas y tiranos, huracanes que se levantan sobre lagos de
felicidad pasajera cuando los valores y el derecho no han hecho nido en el
corazón de los hombres.
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Finalizamos estas breves conclusiones con las palabras de nuestro gran
maestro de historia Manuel Caballero, quien durante la crisis vivida por los
venezolanos en los años 1985-1987, expresó a sus pupilos3 de Historia
Contemporánea de Venezuela de la Escuela de Historia de la Universidad Central
de Venezuela, que la peor de las crisis que deberíamos vivir como consecuencia
de nuestra idiosincrasia ciudadana se encontraba hoy (1986-1987) formándose en
las academias militares venezolanas bajo el amparo de la Constitución que algún
día desconocerán. Esa era, -según fatalizó-, el destino de una mala formación
democrática-ciudadana.
3 Se encontraba el suscrito de este papel de trabajo en el semestre octubre-1986, marzo 1987. Fuente: grabaciones de clases- archivo personal Marcano-.Salazar. Mimeo entre los cursantes del semestre.