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DIPLOMADO“PROMOCIÓN DEL BUEN TRATO Y PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA”
MÓDULO lBASES CONCEPTUALES DEL PROGRAMA
Clase 1: MARCO TEORICO
Docente:
Ana María Arón S.
Contenidos
Sistemas abusivos
Modelo ecológico
Cultura patriarcal
Jerarquías de dominio y jerarquías de actualización
Creencias que legitiman la violencia
Estrategias que invisibilizan, silencian y perpetúan la violencia
El enfoque de competencias en el campo de la Salud Mental
Módulo 1 / Clase 1 1
Introducción
Los marcos teóricos son sistematizaciones que nos ayudan a ordenar la información que nos
llega de la realidad y que muchas veces nos abruma. En efecto, los modelos teóricos
cumplen con la función de permitirnos tomar distancia emocional y ordenar esa información,
estableciendo relaciones explicativas entre los distintos fenómenos observados para poder
abordarlos y trabajar con ellos. Esto permite darle algún sentido a lo que estamos
observando, ponerle nombre, conceptualizarlo y, a partir de estas explicaciones e hipótesis,
diseñar estrategias para modificar los contextos en los que se presentan los problemas que
queremos modificar. En ese sentido, los modelos teóricos en ciencias sociales, más allá de
su veracidad, son herramientas prácticas muy útiles para el operador social.
A continuación se presentarán algunos de los modelos teóricos en los que se apoya este
Diplomado. La lógica en la que se inscriben la mayoría de los modelos descritos es el
paradigma sistémico, esa perspectiva teórica que conceptualiza y explica los
comportamientos y los problemas de las personas no sólo a partir de la descripción de sus
características individuales, sino que a partir de las relaciones que establecen con sus
unidades sociales más próximas y con sus contextos. Se incluyen además los conceptos de
Humberto Maturana1, en relación a que el observador es siempre parte de lo observado y,
en ese sentido, las creencias y marcos teóricos del operador social que observa deben ser
1 Maturana, H. (1984). El árbol del conocimiento. Santiago de Chile: Editorial Universitaria..
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tomadas también en consideración al momento de describir la realidad y de plantear
hipótesis para modificarla.
Los modelos conceptuales que sirven de marco general a este Diplomado se refieren a los
sistemas abusivos, al modelo ecológico de comprensión de la violencia, a la
consideración del contexto sociocultural en el cual este fenómeno se inserta y a los
enfoques de salud mental basados en un modelo de competencias. En los módulos
posteriores se entregarán otros marcos conceptuales complementarios.
1. LA VIOLENCIA COMO FENÓMENO SOCIAL: MODELOS COMPRENSIVOS
1.1. Sistemas abusivos
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Aunque el tema de este Diplomado es el Buen Trato, es importante partir por entender cómo
es que se da el maltrato, la violencia y el abuso por parte de unas personas hacia otras.
Hablamos de violencia cada vez que alguien que está en una posición de poder en relación a
otra, abusa de esa posición para obligar a quien depende de él a hacer cosas que no haría
por su propia voluntad, o lo obliga a hacer algo que no tiene que ver con sus propias
necesidades, sino con las necesidades del abusador, como por ejemplo en el caso de los
abusos sexuales. Esta forma de visualizar el abuso nos permite entender el maltrato hacia la
mujer, el abuso sexual, el acoso sexual, el abuso institucional, los abusos políticos y los
abusos internacionales.
Quien está en la posición de más fuerza no sólo obliga al otro a hacer cosas que no haría por
su propia voluntad, sino que además le prohíbe hablar acerca de ello, es decir, le impone la
ley del silencio. Este silenciamiento se instaura a través de amenazas y amedrentamiento,
o bien induciendo una sensación de complicidad en la víctima, que la hace sentirse culpable
y avergonzada de lo que está ocurriendo.
Una forma de conceptualizar los sistemas abusivos es pensarlos conformados por tres tipos
de actores: el abusador, la víctima y los terceros. En la misma línea, los sistemas abusivos
pueden ser visualizados como un triángulo (ver Figura N°1) cuyos vértices son:
Figura N°1: Vértices del triángulo o sistema abusivo
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• El abusador, que es una persona que está en posición de poder en relación a otra
(puede ser el padre, una madre, un profesor, un instructor, un abuelo, un educador, un
jefe, etc.).
• La víctima, que es una persona que se encuentra en una situación de dependencia en
relación a la persona jerárquicamente superior, y además silenciada en relación a lo que
está ocurriendo.
• Los terceros, que son todas aquellas personas que forman parte del círculo del abusador
y de la víctima y que saben, o están en posición de saber que está ocurriendo una
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situación abusiva. Los terceros pueden ser familiares, vecinos o cualquier operador social
de la comunidad, que por su posición puede enterarse de lo que está ocurriendo.
La ley del silencio es lo que mantiene funcionando los sistemas abusivos; mientras no se
rompa, seguirán operando. El abusador jamás romperá la ley del silencio porque su
impunidad se basa en que nadie hable acerca de lo que está ocurriendo. La víctima tampoco
puede hablar porque está amedrentada o avergonzada. Los terceros son los únicos que
pueden desafiar la ley del silencio, romperla e interrumpir los circuitos abusivos. Sin embargo
es importante considerar que ellos también pueden estar bajo el poder del abusador, como
en el caso de los familiares, que pueden estar siendo víctimas también de otros abusos
(maltrato físico, económico, etc.). Cuando los terceros no son parte de la familia, también
están expuestos al abuso de poder del abusador, como por ejemplo cuando éste ocupa una
posición jerárquica en la institución a la cual el tercero pertenece, o cuando ocupa una
posición destacada en la comunidad. En ese sentido, el tercero debe considerar que si
rompe la ley del silencio, o apoya a otros para que la rompan, se expone a las represalias del
abusador. Esto es lo que explica la complicidad callada de muchas personas que, sabiendo
de situaciones de abuso, no se atreven a denunciarla. Una forma de fortalecerse frente al
abusador, por parte de los terceros, es buscar apoyo en las redes sociales, de modo de
equiparar el poder que pueda tener el abusador (ver figura N°2).
Figura N°2: Asociación con redes de apoyo y fortalecimiento de los Terceros
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Lo que es interesante de esta forma de conceptualizar los sistemas abusivos, es que
en ellos la neutralidad no existe; quien sabe de una situación abusiva y se calla,
necesariamente está apoyando al abusador, nunca a la víctima.
1.2. Modelo ecológico de la violencia
Los sistemas abusivos no existen en el vacío, sino que se dan dentro de sistemas sociales
más amplios que los albergan y permiten que esto ocurra. Muchos de los modelos que
explican la violencia desde una perspectiva puramente individual o familiar no dan cuenta
cabal del problema al no considerar el contexto social más amplio en el cual estas conductas
violentas se dan y se sufren. El modelo ecológico (ver figura N°3), propuesto por Urie
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Bronfenbrenner (1987)2 permite considerar distintos niveles de análisis al aproximarse al
fenómeno de la violencia:
Figura N°3: Modelo Ecológico
• Perspectiva Individual
Se refiere a todas las variables y procesos psicológicos individuales que se relacionan con el
fenómeno de la violencia. Como por ejemplo, la propia historia de experiencias violentas, ya
sea como víctima o como testigo, que puede implicar un factor de riesgo en relación a ser
víctima de nuevos actos de violencia o maltrato hacia otros.
• Perspectiva Microsistémica
Se refiere a las redes sociales primarias, las más próximas, como la familia, el grupo de
2 Bronfenbrenner, U. (1987). La ecología del desarrollo humano. Barcelona: Editorial Paidós.
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amigos, la vecindad. Las dinámicas que se dan en estos microgrupos, especialmente en la
familia, pueden dar cuenta de sistemas más o menos abusivos.
• Perspectiva Exosistémica
Se refiere a la comunidad más amplia y a las instituciones que median entre el sistema
cultural y las familias e individuos. Al exosistema pertenecen el sistema escolar, el sistema
legal, el sistema de salud, el sistema judicial. Muchos de ellos pueden jugar un papel
importante en la mantención de los sistemas violentos o en la interrupción de los mismos.
Por ejemplo, el sistema judicial puede ser responsable de la interrupción de circuitos de
maltrato al aplicar la ley de violencia contra menores. El sistema escolar y preescolar puede
contribuir a romper los circuitos de transmisión transgeneracional de patrones de violencia a
través de la educación en esos tópicos y la alerta frente a situaciones de abuso.
• Perspectiva Macrosistémica
Se refiere a los sistemas de creencias y valores del contexto cultural en que estamos
insertos. Este es quizás el nivel más difícil de modificar, porque a pesar de su fuerte
influencia sobre los comportamientos de las personas y de la sociedad, no tiene visibilidad
evidente. Al contexto macrosocial corresponden las creencias que una cultura tiene con
respecto a las relaciones de poder, a las relaciones entre hombres y mujeres y a las
relaciones entre adultos y niños.
Ninguno de estos niveles por sí solo da cuenta del fenómeno de la violencia y del maltrato y
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abuso hacia los niños, sin embargo todos aportan tanto a nivel de la comprensión y
conceptualización del fenómeno, como a la posibilidad de diseñar estrategias de intervención
en la línea de la educación y prevención, así como al desarrollo de actitudes que contribuyan
a una cultura de la noviolencia.
1.3. Contexto sociocultural de la violencia: La cultura patriarcal
Los sistemas de creencias y valores que le han dado su identidad a nuestra cultura desde
siglos la han conceptualizado como una cultura patriarcal, relacionándola con la presencia
de relaciones de dominiosumisión. En ésta prevalece el estilo de resolución de conflictos
por la fuerza y predomina el concepto de jerarquía de dominación, de acuerdo al cual
quien está en una posición jerárquica superior se siente con derecho a forzar a quienes
están en otras posiciones a hacer cosas que no harían por su propia voluntad. Utilizan para
ello estrategias de amenaza y coerción implícita o explícita.
Las conductas violentas aparecen en las jerarquías de dominación cuando los niveles
jerárquicos superiores se sienten amenazados y reflejan un intento de mantener el
desequilibrio y el control a través de la fuerza. Esto puede ocurrir en la relación entre
hombres y mujeres y especialmente en la relación entre adultos y niños. Barudy3 se refiere a
3 Barudy, J. (1999). Maltrato infantil. Santiago de Chile: Editorial Galdoc.
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nuestra cultura como una cultura adultista, en que predomina la visión de los adultos y
puede llegar a “cosificarse” a los niños, cuando estos desafían el poder de sus mayores.
Cosificar a alguien equivale a tratarlo no como un semejante, como un ser humano, sino
como a algo que es preciso someter, y que no tienen los mismos sentimientos que
nosotros. Esta cosificación es lo que permite causar dolor a otro sin que su sufrimiento nos
afecte.
La proposición para cambiar esta situación es evolucionar hacia sistemas sociales basados
en la cooperación y en la asociación, más que en el control y la competencia. Esto implica
avanzar hacia un tipo de organización en que el respeto no implique verticalidad y
obediencia, sino reconocimiento de la dignidad del otro (Eisler, 19874; Maturana, op. cit.).
Una de las consecuencias del sistema de creencias que circula en la cultura patriarcal ha
sido la invisibilización de la violencia. Como dice Ravazzolla (1997)5 “no vemos que no
vemos lo que no vemos”, haciendo mención a cómo los operadores sociales (educadores,
médicos, abogados, psicólogos) no registramos el malestar que produce la visualización de
4 Eisler, R. (1987). El placer sagrado. Vol. 1. Santiago de Chile: Editorial Cuatro Vientos.5 Ravazzola, C. (1997). Historias infames: Los maltratos en las relaciones. Buenos Aires: Editorial Paidós.
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actos de violencia, y por lo tanto no los percibimos y no nos damos cuenta que no los
percibimos. Es como si nuestra cultura nos hubiera enseñado a tomar distancia emocional y
a no perturbarnos con el sufrimiento de otros. Este fenómeno es especialmente grave si se
piensa que los operadores sociales son los únicos que están en posición de intervenir para
romper el ciclo de la violencia y permitir que las víctimas activen sus recursos para salir de
él. En ese sentido es importante trabajar con los profesionales que eventualmente están en
contacto con víctimas de abuso, a fin de desanestesiarlos y permitirles registrar los
malestares que se relacionan con el maltrato, como primer paso para poder interrumpir los
circuitos de la violencia.
1.4. Jerarquías de dominio y jerarquías de actualización
Tal como se mencionó al principio de esta clase, las diferencias jerárquicas son el punto
de partida para que se dé un sistema abusivo; sin embargo, esto no significa que todos
los sistemas jerárquicos sean abusivos.
Los sistemas complejos, con altos niveles de diferenciación de sus funciones requieren
de una organización jerárquica, de un ordenamiento para funcionar mejor. Sin embargo,
esta necesidad muchas veces ha llevado a que los sistemas caigan en organizaciones
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jerárquicas caracterizadas por abuso del poder. Es por esto que resulta importante
establecer las diferencias entre los sistemas que tienen jerarquías de dominio y aquellos
que tienen jerarquías de actualización, tal como lo plantea Riane Eisler (op. cit.). Las
jerarquías de dominio están respaldadas por la fuerza o por la amenaza de la fuerza, son
más rígidas, autoritarias y tienden a generar altos niveles de violencia social, y en sus
formas más extremas favorecen, legitiman y encubren los abusos de poder.
En contraste, las jerarquías de actualización se basan en una organización solidaria, más
flexible y que favorece la vinculación entre las personas y disminuye la rigidización de los
roles. La función de este tipo de jerarquías es maximizar la actualización del potencial de
cada uno de los integrantes del sistema y del producto final de la organización. Estas
jerarquías son, además, transitorias, duran hasta que todos los miembros de la
organización han actualizado sus potenciales. Como por ejemplo, la jerarquía entre padre
e hijos, que dura como tal mientras los hijos son pequeños, pero no permanece cuando
los hijos llegan a la edad adulta. Lo mismo ocurre entre estudiantes y maestros. Las
jerarquías de dominio, en cambio, tienden a perpetuarse.
2. HACIA UNA CULTURA DEL BUEN TRATO: SISTEMA DE CREENCIAS Y VALORES
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La tarea de prevenir la violencia en el contexto educativo y promover una Cultura del Buen
Trato parte por conocer las creencias y valores que legitiman la violencia, así como
reconocer dichas creencias en cada uno de nosotros. Junto con ello es fundamental
identificar las estrategias sociales que perpetúan la violencia, reconociendo nuevamente si
nos hacemos parte o no de dichas estrategias. Sólo a partir de acá es posible reconocer que
existen formas no violentas de relacionarse con los otros y crear contextos propicios para la
ocurrencia del Buen Trato en nuestras organizaciones.
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Entonces, podemos decir que crear una cultura del Buen Trato dentro de una institución
educativa, supone una serie de estrategias por parte de los adultos que las componen. Estas
acciones se relacionan con:
1. Conocer las creencias y valores que legitiman la violencia.
2. Registrar en cada uno la existencia de esas creencias.
3. Conocer y registrar las propias estrategias que pueden contribuir a invisibilizar,
silenciar o perpetuar la violencia.
2.1. Creencias y valores que legitiman la violencia
• Naturalización de la violencia: “Los seres humanos son violentos por naturaleza”, “los
hombres son violentos por naturaleza”.
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• Aceptación de las jerarquías de dominio: “El que está en una posición de poder tiene
derecho a hacer lo que quiera con quienes manda”, “siempre debe haber alguien que
mande (a diferencia de “alguien que lidere”).
• Naturalización y cronificación de diferencias jerárquicas transitorias, es decir
considerar como natural y permanente una jerarquía que está en función de las
necesidades transitorias de los miembros de la relación o de una situación (como
los padres, los profesores, los jefes, los dirigentes): “Los padres siempre saben
más y tienen derechos sobre los hijos, aunque los hijos sean adultos”.
• Naturalización de diferencias jerárquicas de género: “Los hombres son superiores a
las mujeres, son más capaces, más inteligentes, más morales, más
responsables”, “las mujeres son sumisas por naturaleza”, “es natural que sean
los hombres quienes ocupan las posiciones de poder”.
• Naturalización y cronificación de diferencias jerárquicas entre grupos dominantes y no
dominantes: “Los pobres son flojos”, “los pueblos indígenas no tienen afán de
superación”, “los blancos son superiores a los negros, a los orientales, a los
indígenas”.
• Atribución de características positivas y negativas según posiciones jerárquicas: “Quien
está al mando es más inteligente, más capaz, más ético, que quienes están por
debajo de él”, “los que están en una situación de poder siempre son bien
intencionados y protegen a quienes están bajo su mando”.
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• Visualización de la naturaleza del niño o de la niña como portadora de características
negativas y estigmas necesarios de corregir y enmendar: “Los niños mienten”, “las
niñas son manipuladoras”, “a los niños hay que enderezarlos desde chicos”.
• Sobrevaloración de conceptos como:
- La obediencia (obediencia ciega, sin derecho a expresar el desacuerdo).
- La ausencia de conflicto (“Las familias funcionales o bien constituídas no tienen
conflictos”, “es importante no ser conflictivo”).
- La no queja frente a los excesos (“Hay que saber aguantar para mantener la
armonía”).
- La censura “protectora” sin derecho a discutir (“Te prohíbo esto libros, amigos,
películas porque sí, porque yo sé lo que es bueno para ti”).
- La alegría permanente, sin dar espacio a emociones tales como el miedo, rabia, tristeza
(“Arriba los corazones”, “al mal tiempo buena cara, siempre”).
- La crítica con intención educativa (“La mejor forma de aprender es que alguien nos
señale permanentemente nuestros errores”).
2.2. Estrategias que invisibilizan, silencian y perpetúan la violencia
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• Minimización de los conflictos y situaciones dolorosas: “No es para tanto”, “ya va a
pasar, no le demos tanta importancia”.
• Temor a los conflictos y a las crisis: “Los conflictos son peligrosos y siempre
representan una amenaza”, “es mejor acallar los conflictos porque pueden
llevar a una crisis mayor y a la destrucción del grupo; de la pareja; de la
familia; de la organización”, “los conflictos son sinónimo de falta de amor”.
• Amenazas veladas y explícitas a aquellos que cuestionan la jerarquía dominante de
poder: “Al que no le gusta se va”, “la puerta es ancha...”, “hay una fila de
personas esperando para ocupar este puesto, para ser mi pareja; para ser mi
discípulo”, “hasta ahora he sido paciente...pero se me puede acabar la
paciencia”.
• Disociación: evitación del contacto con las emociones negativas que provoca el
sufrimiento de otros y el propio: “No me gustan las personas quejosas o
alharacas”.
• Distancia emocional: cerrar espacios de reflexión acerca de las situaciones que
provocan dolor y sufrimiento.
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• Represión, dictaminar el olvido, no permitir el recuerdo de experiencias y emociones
negativas: “Borrón y cuenta nueva”, “demos vuelta la página”.
• Invalidación de las percepciones y de las emociones del que está en una posición
vulnerable: “Tú no te das cuenta pero no es eso lo que te pasa”, “no es para
tanto”, “los niños no sufren”, “los niños no se dan cuenta” “los niños se
olvidan rápido”.
• Exaltación de las ventajas del sufrimiento, sacralización del dolor: “El sufrimiento
purifica”, “el dolor hace más fuertes a las personas”.
• Desconocimiento de las necesidades de las personas que ocupan posiciones
jerárquicas inferiores: niños, mujeres, empleados, minorías: “Las mujeres son más
resistentes, no necesitan descansar”, “los pobres están acostumbrados al frío
y al hambre, no sienten igual que uno…”
• Discriminación en relación a los espacios, visibilización y voz de personas que
ocupan un lugar jerárquicamente inferior.
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• Externalización de las responsabilidades, es decir poner la responsabilidad en otros
en situaciones de las cuales uno es responsable. Por ejemplo, culpabilizar a la
víctima de la violencia que ha recibido: “Si le pegaron por algo será”, “hace
tiempo que se andaba buscando un coscacho”, “finalmente consiguió que la
echaran”.
• Ausencia de lenguaje para nombrar los fenómenos descritos anteriormente, en el
entendido que lo que no se nombra, no se ve y lo que no se ve, no existe.
Las creencias y estrategias que se han descrito anteriormente están a la base de los
sistemas que avalan y perpetúan la violencia. Los cambios culturales necesariamente
implican cambios en los sistemas de creencias, los cuales parten por reconocer cuáles son
esas creencias, reconocerlas como tales y la convicción de la necesidad de cambiarlas.
Este cambio supone una serie de actitudes y estilos de relación en el contexto educativo que
permiten promover por parte de los educadores y educadoras los climas de Buen Trato.
Lograr estos objetivos supone el desarrollo de ciertas habilidades por parte del educador que
muchas veces desafían los estilos tradicionales de la situación educativa. La creación de una
Cultura del Buen Trato supone los siguientes objetivos transversales, que deben cruzar
todas las interacciones y todas las actividades que se lleven a cabo en la institucional
educativa, ya sea entre adultos y niños, entre pares, entre educadores y apoderados, entre
otros.
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• Perturbar los sistemas de creencias que avalan la violencia
• Crear contextos que permitan el surgimiento y articulación de ideas distintas en
las relaciones interpersonales.
• Evitar actitudes que invisibilizan y silencian la violencia
• Promover jerarquías de actualización: sistemas noabusivos de relación
• Promover estilos de relación colaborativa al interior del Jardín Infantil
• Crear contextos fortalecedores y activadores de los recursos propios de los
educadores y funcionarios
• Visualizar la educación y la promoción del bienestar psicosocial a partir de un
modelo de competencias y no desde un modelo centrado en los déficit.
3. MODELO DE COMPETENCIAS
El Modelo de Competencias se inserta en un modelo de Salud Mental o de Bienestar
Psicosocial distinto de las modalidades tradicionales propuestas por la Psiquiatría clásica y
representa un cambio en relación a los “modelos de experto”. En efecto, en las últimas
décadas se ha evolucionado desde modelos más tradicionales de salud mental, muy ligados
a un modelo médico, hacia modelos alternativos de salud y bienestar. Estos modelos,
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llamados también modelos de Bienestar Psicosocial o Modelos de Competencias6,
proponen un concepto de salud mental que va más allá de la ausencia de enfermedad y que
incluye el desarrollo de las propias potencialidades en una relación de equidad con el eco
sistema social.
En tanto, la orientación más tradicional en Salud Mental ha sido llamada también enfoque
centrado en los déficits7, en el cual el foco está en los problemas o desórdenes y la
principal tarea de los especialistas es "remediar" los problemas existentes. En general el
momento de intervención es tardío, cuando el problema ya se ha instalado, y el foco de
intervención es el individuo, considerándose rara vez a las unidades sociales más amplias.
En el enfoque de competencias, en cambio, se trabaja con unidades sociales más amplias y
se tiende a la realización de intervenciones tempranas.
3.1. ¿Salud Mental o Bienestar Psicosocial?
El concepto de Salud Mental no se refiere solamente a la ausencia de enfermedad sino a un
completo bienestar en los dominios físico, mental y social. Implica la capacidad de los
individuos para interactuar entre sí, de modo de promover el bienestar subjetivo, el
6 Arón, A. (2001). Violencia en la familia. Santiago: Galdoc.7 Heller, K. & Monahan, J. (1977). Psychology and community change. Ontario: The Dorsey Press.
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desarrollo de las propias potencialidades y aquellas de la comunidad.8
En ese sentido parece más adecuado hablar de Bienestar Psicosocial que de Salud
Mental. Este concepto incluye el estado de salud física o ausencia de enfermedad, como
indicador de desarrollo y bienestar, pero no se agota allí. Supone también la satisfacción de
las necesidades y el desarrollo de las potencialidades personales. El bienestar psicosocial
de un individuo puede definirse como un estado de satisfacción de sus necesidades y
desarrollo de sus potencialidades, respetando los principios de equidad en relación a los
otros miembros de la comunidad y respetando también su entorno.
3.2. Enfoque de competencias v/s Enfoque de Déficit: Principales cambios
Los cambios más importantes que se producen entre un modelo y otro son:
• El foco de análisis
Se produce un cambio en el foco de las conceptualizaciones: de una orientación
centrada en los déficit y los problemas, a una orientación centrada en las
competencias y los recursos que las personas tienen para resolver los problemas.
• El nivel ecológico de la intervención
8 Pemjean, A. (1989). Elevar el nivel de bienestar psicosocial de los chilenos. Santiago: Subcomisión de Salud Mental, Concertación de Partidos por la Democracia.
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Cuando el foco de análisis está en los problemas y los conflictos intrapsíquicos, el
foco de intervención necesariamente se pone en el individuo, que es quién presenta
el problema. Los modelos de competencias amplían este foco para incluir, además
del individuo, a las unidades sociales más amplias a las que pertenece, incluyendo a
la familia, las redes sociales personales, los niveles organizacionales y comunitarios.
• El momento de la intervención
En los modelos tradicionales de salud mental las intervenciones se realizan cuando
los problemas aparecen o ya están instalados. El modelo de Bienestar Psicosocial
propone intervenciones tempranas cuyo objetivo es desarrollar las condiciones y los
recursos que pueden prevenir la aparición de los problemas.
En este cambio de perspectiva se enmarca el concepto resiliencia. Este concepto, que
revisaremos en mayor detalle en el Módulo II, se refiere a la capacidad de los individuos y
los grupos para recuperarse luego que han sido sometidos a situaciones adversas9. El
concepto de resiliencia enfatiza el desarrollo de los factores protectores, más que centrarse
exclusivamente en los factores de riesgo, considerando que eso es más seguro que tratar de
controlar la ocurrencia de factores adversos o traumáticos
El supuesto básico con que opera este modelo de Salud Mental es el de confianza en los
recursos del individuo y de la comunidad para resolver sus propios problemas. Esto no
equivale a abandonar al individuo a su propia suerte, pero sí significa que quién debe
9 Rutter, M. (1990). Psychological resilience and protective mechanisms. En Rolf, J.; Masten, A:S:; Cichetti, D.; Neuchterlein, K.H. & Weintraub (Eds.). Risk and protective factors in development of psychopathology. New York: University Press.
Módulo 1 / Clase 1 24
hacerse cargo y resolver su problema es quien lo tiene. El papel del especialista es ayudarle
a descubrir sus propios recursos, a activarlos y a recobrar su confianza en ellos.
A continuación, la Tabla N°1 resume las principales diferencias existentes entre el modelo
de déficit y el modelo de competencias en el campo de la salud mental.
Tabla N°1: Diferencias entre el Modelo de Déficit y el Modelo de Competencias
MODELOS DE
DEFICIT
MODELOS DE
COMPETENCIAS
FOCO DE
ANALISIS
Problemas y déficit de las
personas
Recursos y competencias
de las personas
MOMENTO DE LA
INTERVENCION
Tardío
Cuando el problema está
instalado
Precoz
Antes de la instalación del
problema. Enfasis en la prevención
NIVEL ECOLOGICO
DE LA
INTERVENCION
El individuo, quién es portador
del problema o déficit
El individuo y sus unidades sociales
más amplias. Familia,
organizaciones comunidad
Módulo 1 / Clase 1 25
TIPO DE
INTERVENCION
Tratamientos con
medicamentos, internaciones,
psicoterapias
Programas de Prevención,
Desarrollo de habilidades y
competencias, Programas
psicoeducativos
ROL DEL
ESPECIALISTA
Experto. Quién conoce la
solución de los problemas, se
hace cargo de ellos y los
resueve
Reconoce los recursos personales y
de la comunidad, activa y facilita el
desarrollo de recursos y
competencias
ESTILO DE LAS
INTERVENCIONES
Asistencialista, énfasis en dar
ayuda
Fomenta la pasivización y la
infantilización del consultante
Enfasis en la activación de recursos
Fortalecimiento
Fomenta el desarrollo y crecimiento
3.3. El especialista como activador de recursos
Como ya señalábamos, el estilo de trabajo característico de los modelos de competencias
con las personas deja de ser el de expertos, y pasa a ser el de fortalecimiento de los
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recursos personales de quien solicita ayuda, y el de activación de sus redes de apoyo
social. Este estilo de trabajo en la relación de ayuda es distinto del que se observa en las
relaciones de ayuda más tradicionales, en que el operador de salud mental es el experto y
por lo tanto debe manejar toda la información y ser capaz de dar soluciones a los problemas
planteados por quienes acuden a pedir ayuda. Es frecuente observar que quienes acuden a
consultar o solicitar asistencia están pasando por situaciones de crisis en las que no se
sienten con capacidades para enfrentarla. Por lo mismo, la tarea consiste en brindarles un
acompañamiento que les permita fortalecer o recuperar la confianza en los propios recursos.
En las relaciones de ayuda enmarcadas en los modelos más tradicionales, al asumir el
experto el control de la situación y de las posibles soluciones a los problemas presentados,
ya sea a través de diagnósticos o de indicación de tratamientos, es posible que debilite la
confianza en sí mismo del o de la consultante, confirmándole su autopercepción de
incapacidad y de falta de eficacia10. Este estilo de relación puede contribuir a resolver
puntualmente los problemas que han ocasionado la crisis, sin embargo crea una alta
dependencia e inseguriza al consultante, obligándolo a depender de la ayuda de expertos
cada vez que se enfrente a situaciones críticas.
Por el contrario, una intervención que fortalezca la confianza en los propios recursos para
enfrentar la situación, que ayude a activar las fuentes de apoyo, que normalice las
reacciones emocionales desagradables para la persona, como parte de una reacción
esperada frente a situaciones difíciles, le permitirá restablecer su equilibrio y superar las
10 Caplan, G. (1993). Psicología orientada a la población: Teoría y Práctica. En: Navarro, Fuertes y Bustamante (Eds.). Ensayos y conferencias sobre prevención e intervención en salud mental (1057). Salamanca: Junta de Castilla y León.
Módulo 1 / Clase 1 27
distintas etapas acompañado por el especialista. En este caso el especialista ayuda a
reformular, reencuadrar, normalizar, recuperar la confianza en los propios recursos,
orientarse hacia las fuentes de apoyo, pero no se apropia del problema del consultante, y le
permite encontrar sus propios caminos para salir adelante.
Este estilo de relación de ayuda, que busca el fortalecimiento de quien consulta, no sólo es
más eficiente en restablecer el equilibrio y superar las crisis vitales de quien las sufre sino
que además, presenta ventajas para los operadores sociales. Una es que no se sobrecargan
asumiendo responsabilidades que no les corresponde asumir y a la vez, los protege del
desgaste profesional al sentir que comparten con el consultante la responsabilidad de
resolver los problemas, pero sin involucrarse en decisiones que corresponden a otros. Junto
con ello, perciben que están ayudando efectivamente a quien solicita la ayuda, lo que
constituye un factor protector importante frente al desgaste profesional.
3.4. El Modelo de Competencias en la Educación
Aplicado al ámbito de la Educación, el Modelo de Competencias define un marco relacional
que se caracteriza por reconocer activamente las fortalezas y promover la actualización de
los recursos de todos quienes forman parte de la comunidad educativa, sean estos adultos o
niños, colegas o estudiantes. En este sentido, el modelo de competencias se relaciona con
un estilo de relación educativa que tiende a establecer relaciones respetuosas, dentro de
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jerarquías de actualización y que genera climas sociales nutritivos que permiten que lo
mejor de cada uno aflore en la relación.
Así, dentro de esta concepción, podríamos decir que los supuestos básicos del modelo son:
• La confianza en los recursos de las personas para resolver sus dificultades
• La convicción respecto de que estos recursos se activan en contextos sociales
protectores y nutritivos y se bloquean en climas sociales tóxicos y
maltratadores
• El reconocimiento de que hay contextos que hacen aflorar lo mejor de nosotros
• El reconocimiento de que hay contextos que bloquean nuestros recursos y
hacen aflorar lo peor de nosotros
Conclusiones
En esta primera clase a distancia hemos compartido los fundamentos teóricos en los que se
enmarca nuestro Diplomado. Al recorrer estas páginas, hemos visto que todos nosotros –
educadores, abogados, psicólogos – como operadores sociales ocupamos, querámoslo o no,
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el rol de terceros dentro del sistema abusivo. El reconocimiento de este hecho nos ayuda a
tener en cuenta que nuestras acciones y actitudes pueden contribuir a legitimar o mantener
situaciones violentas, o bien a denunciarlas e interrumpirlas. Esta última alternativa, sin duda
pasa por revisar en nosotros mismos, cuáles o cuántas de las creencias propias de la cultura
patriarcal en la cual nos desenvolvemos, se han instalado en nuestra manera de ver el
mundo y habitarlo. La construcción de una cultura de la noviolencia parte por cuestionar las
afirmaciones o preconceptos que de manera explícita o implícita validan el abuso de poder
como forma de relacionarnos entre los seres humanos. Lejos de considerarnos una especie
violenta, en este Diplomado hacemos la apuesta por un ser humano bientratante, por una
especie que si bien está constituida por personas que cometen excesos y abusos, también
está constituida por una mayoría de personas que anhelan relaciones basadas en el respeto
y reconocimiento de cada una y cada uno. Ese es nuestro desafío, los invitamos a unirse a
él.
Referencias Bibliograficas
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