Dom ord 26 b

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Hoy vemos en el evangelio cómo Jesús iba adoctrinando a sus discípulos aprovechando las diferentes circunstancias del momento presente.

Hoy nos trae varios consejos o consignas de Jesús para poder llegar a ser verdaderos discípulos suyos, si seguimos sus criterios de vida.

La palabra “escándalo” significa una piedra de tropiezo, en la que podemos caer nosotros o podemos hacer caer a otros. Por eso es un aviso o, más bien, tres avisos.

Hoy tenemos

varias consignas, al parecer sin unión; pero hay

una palabra importante

que les une: el

escándalo.

Podemos ver en el evangelio de hoy tres clases de escándalos: el que supone la división en la Iglesia, entre diversos grupos. Luego está el que podemos provocar a otros con nuestro mal ejemplo. Y por fin el que puede provocar en nosotros mismos la tentación surgida de nuestras pasiones.

Veamos lo que nos dice el evangelio: (Mc 9, 38-43.45.47-48).

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros." Jesús respondió: "No se lo impidáis, porque uno que hace mila-gros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga."

La primera enseñanza nos da Jesús, cuando se le acerca san Juan, que todavía no era santo, sino principiante en la formación, para hacerle una queja de algo que había contemplado y no le parecía bien.

San Juan, que era impetuoso, por eso Jesús le llamaba “hijo del trueno”, y era celoso, aunque deficiente, de la gloria de Jesús y de su “grupo”, se lo prohibió a aquel

hombre de buena voluntad.

Resulta que uno, que no era del grupo de los apóstoles, pero que seguía a Jesús con buena voluntad, estaba haciendo curaciones y otras obras buenas (eso era echar demonios), invocando el nombre de Jesús.

Así se lo cuenta Juan a Jesús. Pero a Jesús no le gustó esa acción y le da, y nos da a todos, una enseñanza.

Jesús les dice, no sólo a Juan, sino a todos los demás: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí.” Este es un requerimiento para apreciar lo que hay fuera de nuestros grupos, sea en política o en religión, etc.

Debemos saber respetar las cosas buenas de los otros, aunque no sean de nuestro “grupo”.

A veces hasta dentro de la misma Iglesia Católica formamos grupos o bandos, nos despreciamos o no sabemos valorar lo del otro grupo. A veces se insiste

demasiado en la diferencia entre integristas y modernistas, porque unos buscan seguir más lo antiguo y otros

pretenden cambiarlo todo.

Es un escándalo para el mundo la división entre las iglesias y de los grupos dentro de la misma iglesia. ¡Cuánto nos cuesta apreciar el bien del otro grupo! Debemos ver el bien que existe por doquier y debemos aprender a apreciarlo. Y bendecir a Dios por ello.

Querer excluir al otro es ponerle un obstáculo para el acceso a Dios. Por ello es necesario fomentar la tolerancia y recordar siempre las palabras de Jesús, con las que termina esta gran enseñanza:

“El que no está contra nosotros está a favor nuestro.”

La vida sería diferente, y también la esperanza de la eternidad, si construyéramos puentes espirituales que nos puedan unir a unos y otros.

Y si está a favor, quiere decir que somos hermanos. En la vida ponemos demasiadas barreras entre unos y otros.

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que ayuden a la paz.

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Hay un ejemplo muy hermoso en el Antiguo Testamento que ilustra esta parte del evangelio.

Nos lo cuenta la 1ª lectura.

Números 11, 25-29

En aquellos días, el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos. Al posarse sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar enseguida. Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados Eldad y Medad. Aunque estaban en la lista, no habían acudido a la tienda. Pero el espíritu se posó sobre ellos, y se pusieron a profetizar en el campamento. Un muchacho corrió a contárselo a Moisés: "Eldad y Medad están profetizando en el campamento." Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino: "Señor mío, Moisés, prohíbeselo." Moisés le respondió: "¿Estás celoso de mí?"? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!"

Moisés era el hombre manso y bondadoso, fraguado así su espíritu con la ayuda del Señor, ya que de joven no era así. Y profetizaba, en el sentido de proferir alabanzas a Dios.

Un día quiere que los 70 ancianos que le ayudan también profeticen. Y les llama a una reunión.

Hay dos que no asisten a la reunión; pero el espíritu se posó sobre ellos, y donde se encuentraban, en su campamento, se pusieron a profetizar.

Alguien viene corriendo, lo cuenta, y Josué, el ayudante de Moisés, que es joven impetuoso como el apóstol Juan, le dice a Moisés que se lo prohíba.

Pero Moisés, que tiene un corazón grande y que no tiene envidia ni busca su propia gloria sino la gloria de Dios, le da esa grandiosa respuesta, que es ejemplo para nosotros:

“Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”.

Hay personas que no vivían la fe, pero se han entregado a Cristo y profetizan (profieren alabanzas), de palabra o de hechos, mejor que muchos cristianos “viejos”. Bendito sea el Señor por ello.

Tenemos que aprender a ensanchar el corazón. A veces hay mucha envidia entre los mismos cristianos y entre los católicos.

Y cuántos milagros se hacen en el nombre de Jesús, fuera de nuestro ámbito: milagros de generosidad, de altruismo, de sensibilidad hacia los demás, como lo hizo Jesucristo.

Tenemos que aplaudir las cosas buenas que se hacen, vengan de donde vengan.

Ninguno de nosotros debe caer en la tentación de creernos poseedores exclusivos de Jesús y de su Evangelio o de tener el monopolio del cristianismo. Esto suele pasar con algunos principiantes de movimientos apostólicos, teniendo a los demás como cristianos de 2ª.

Lo peor es cuando entra la envidia. A veces dentro de los mismos grupos apostólicos, uno se cree más importante porque lleva más tiempo o por otra razón y se cree mejor que otro escogido. En la religión no debieran valer las razones de lo material.

¡Ojalá que todos hablaran mejor que yo de la gloria del Señor! Dios sería más bendecido.

Lo que decimos de religión lo podemos decir, por ejemplo, sobre la política. Si la política es un arte y un empeño por mejorar, por medio de un gobierno, un pueblo o una nación, se debe aplaudir y tener en cuenta las buenas ideas que pueda tener un partido opuesto.

Muchas veces el pertenecer a un grupo nos hace ciegos para poder ver la verdad y el bien en el

adversario.

La doctrina y el ejemplo de Jesús nos llama a alegrarnos del bien de los demás y a pensar que el que no está contra nosotros puede ser sostén en nuestro caminar, como nosotros del suyo.

Todos vamos en el mismo barco.

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Todos vamos en el mismo barco. Todos somos del mismo barro.

Lo gozoso y lo triste del mundo llega a todos más tarde o temprano.

Haz que todos nos sintamos uno:

Todos vamos en el mismo barco.

Todos vamos…

…en el mismo barco.

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Hay muchas cosas buenas por las que podemos estar unidos en todos los grupos y religiones,

como es el dar un vaso de agua a quien lo necesite.

Dice Jesús que Dios nos lo va a recompensar.

No dice Jesús que para darnos Dios esa recompensa tengamos que pertenecer a un grupo o religión determinada.

Y ahora habla Jesús con palabras muy fuertes de algo muy malo: cuando uno influye para que otro

cometa una acción mala.

Por eso…

Con esas frases radicales, Jesús nos quiere decir que para ser sus discípulos no debemos conformarnos con la

mediocridad, sino que debemos ser auténticos o radicales, que quiere decir que el pensamiento de Jesús

no influya sólo en algo exterior, sino que nos llegue hasta lo más hondo de nuestro ser.

Alguno dirá: ¿Y qué puede haber tan importante o más que las manos, los pies o los ojos? Pueden ser las riquezas. Hoy el apóstol Santiago en la 2ª lectura pone en guardia a los ricos porque quien tiene riquezas es muy fácil apegarse a ellas y cometer injusticias grandes.

Santiago 5, 1-6

Ahora, vosotros, los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado. Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados, y

esa herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego. ¡Habéis amontonado riqueza, precisamente ahora, en el

tiempo final! El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando

contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos.

Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el día de la matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste.

No es que Dios condene a un rico por el hecho de ser rico, sino por las injusticias que suele haber por causa de las riquezas.

Y esto se aplica a los individuos, como a las naciones ricas con respecto a las pobres.

Sobre todo con el problema de la emigración, muchos no tienen más remedio para subsistir que trabajar con un sueldo ridículo.

El apóstol se fija especialmente cuando se defrauda en el jornal a los obreros.

Este problema se acentúa con respecto a los niños. Muchos, en vez de aprovechar su infancia para crecer en todos los sentidos humanos, son aprovechados o esclavizados. Y tienen que trabajar porque no tienen más remedio.

Jesús, cuando recita las bienaventuranzas, no es que condene al rico como tal, sino al apego al dinero. Y precisamente por ese apego se dan todas esas injusticias en el mundo.

Recordamos al joven rico. Jesús le quería hacer apóstol, pero el apego a las riquezas le apartó del gran camino.

Terminamos diciendo a éstos y a todos nosotros que “las cosas de la tierra son como el viento que pasa”, y que sólo hay una cosa importante: estar con el Señor y seguirle a Él.

Todas las cosas de nuestra tierra

son como el viento que va veloz.

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Todo termina, nada perdura,

Todo el dinero en nuestras manos dura un instante,

vivir tan sólo las

apariencias dura un instante.

La vida pasa y nuestro tiempo

Por esto solo vivir contigo

La vida pasa y nuestro

tiempo dura un instante,

Señor.

Que María nos enseñe a ser sencillos, como ella, buscando a Dios en todas las cosas.

AMÉN