Post on 01-Feb-2016
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Poéticas de lo cotidiano: la escritura de Efraín Bartolomé.
La biografía.
Poeta vivo, nacido en plena mitad del siglo XX, en el lado del mar, exactamente en
Ocosingo, Chiapas. Sobre el constructo de su imaginación, Juan Domingo Argüelles
afirma: “actualmente ejerce la psicoterapia como una forma de práctica poética, ya que, él
mismo afirma, su vida ha sido puesta, por vocación y elección, al servicio de la poesía. En
otras palabras, ha asumido el oficio poético como un sacerdocio” (Argüelles)1. Algunos de
sus poemarios más sobresalientes son Ojo de jaguar (1982), Música solar (1984), poemario
merecedor del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, Cuadernos contra el ángel
(1987)
Cantos para la joven concubina y otros poemas dispersos, Mínima anomalia, ambos
poemarios publicados en 1991 y, por supuesto, La ciudad bajo el relámpago (1983). Es
miembro del Sistema Nacional de creadores, del The Internancional Academy Latino Arts
y del Pen club entre otros. Imparte talleres de poesía en distintas instituciones culturales y
es común encontrarlo en encuentros de poesía, vestido siempre de blanco, al lado de su
esposa.
Ha sido galardonado con una serie de premios entre los cuales se destacan el Premio
Tuchtlán de Chiapas,el Premio Internacional de Poesía “Jaime Sabines”, el Premio
Nacional de Poesía “Carlos Pellicer”, el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen, el
Premio Internacional LatinoArts 2001 y otros más2
Poéticas de lo cotidiano en Ciudad bajo el relámpago.
Poemario dividido en tres partes:
I. Vivir la ciudad.
Que, a su vez, se divide en “Eje Central” y “Visión superficial de los escombros”.
II. Ciudad bajo el relámpago.
Compuesto de “Ciudad bajo el relámpago”, “Círculo de calma” y “Fin de fiesta”. Esta
parte, además, está dedicada a Adelaida Villela, asistente al taller literario que Bartolomé 1Véase: www.horizonte.unam .mx/cuadernos/efrain/efrain2.html (revisado el 27 de enero de 2015).2 Véase: www.elem.mx/autor/datos/1862. (Revisado el 27 de enero de 2015).
daba en la UNAM entre 1981 y 19823y justo después dos epígrafes, uno de Leopoldo
Lugones que resulta ser una metáfora para enunciar el relámpago:
Sobre el bosque de hierro vibra en llamas un sable
que divide a lo lejos el firmamento en dos.
(Bartolomé, 1983)
El segundo epígrafe es de Manuél José Othón y corresponde a la isotopía de lo subyugado,
de aquello que está soportando un peso que no es el suyo:
Y allí estamos nosotros, oprimidos
por la angustia de todas las pasiones,
bajo el peso de todos los olvidos.
(Bartolomé, 1983)
Con estos últimos dos paratextos, el poeta hace hincapié en las palabras elementales que
importan a Ciudad bajo el relámpago. Nótese la falta de artículo determinativo en el
primer sustantivo y su presencia en el segundo. Eso se puede interpretar de la siguiente
manera: no es la ciudad protagonista del poema, sino la acción transitiva del verbo, que a su
vez es ejecutada por el segundo sustantivo que si está acompañado de su artículo
determinativo. Ciudad esclava, sometida al fuego del relámpago. Sobre esta presencia del
rayo, Juan Domingo Argüelles explica: “Como se lo ha propuesto a lo largo de todos sus
libros y todo su ejercicio poético, que, en poco más de una década, ya se erigió en una
verdadera obra,, [...]Efraín Bartolomé toca “la fuente del rayo” (Argüelles).
De esta manera, se presenta el poemario, metaforizando al relámpago y ese estar bajo
presión que irá in crechendo a lo largo del poemario, mediante estas dos citas.
Gracias a estos paratextos, la dedicatoria y los epígrafes, podemos apreciar atención y
emoción para con el poemario de parte de su autor; éstos son los ritos preparacionales del
poemario. Bartolomé nos guía por las piedras estructurales de la obra.
3 Véase: http://circulodepoesia.com/2008/08/elpoetatienesuarcoenelorigenyprendeunaflechadesangresobrelaplayadelfuturo2/
III. Los rostros de la llama. Parte dedicada a Marco Antonio Campos y Óscar Wong.
Contiene, además un epígrafe de Fray Luis de León que presenta la idea de la
imposibilidad de decir “aunque se vuelvan lenguas mis cabellos”( Bartolomé, 1983:
33). Esta última parte presenta instantáneas cotidianas de la ciudad, sus habitantes y
sus artificios:
Los altos edificios
sostenían la tarde
(Bartolomé, 1983:41)
La ciudad se licúa
y escurre
hacia la coladera
(Bartolomé, 1983: 38)
Los solos
los que apagan el miedo en las cantinas
(Bartolomé,1983: 36)
Ya desde el poema inicial, mismo que da nombre al poemario, hay una manifestación de lo
que llamaremos poética de lo cotidiano, la cual se identifica mediante estos
poemas/testimonio que abren la experiencia poética cuando encontramos al yo lírico
preguntándose por aquellas cosas que constituyen lo que conocemos por cotidiano:
Qué les pasa a los cuadros
Qué les pasa a los libros a la casa
(Bartolomé,1983:21)
Es el yo poético quien se detiene a contemplar instantes de lo cotidiano y nos los entrega en
imágenes que van construyendo la poética a la que este documento hace referencia. Lo que
nos llega de esa experiencia suya es el poema:
Quedaron gotas en el vidrio
Ruedan
A veces
uno piensa
que también a los cristales
se les pone la carne de gallina.
(Bartolomé, 1983:23)
Este mecanismo implica un reconocimiento inmediato ente el lector y los asuntos del
poema . Cada texto que conforma Ciudad bajo el relámpago explica con ojo testigo el
extrañamiento encarnado en la alteración de los símbolos de lo cotidiano y que es
percibida por el sujeto poético, es él quien nos transmite la otra historia del mundo:
Una rosa de fuego escupe el hombre de la esquina
La mañana se incendia
(Bartolomé, 1983: 35)
Una cierta violencia...
Cabe hacer mención de cierta violencia seductora que ve la luz en un par de poemas.
Ambos forman parte de “Los rostros de la llama”. El primer fragmento se localiza en la
página 36:
Los que mueren de frío en largas noches
en que una loca se arranca los cabellos
con un aullido colgando de cada mano
(Bartolomé, 1983:36)
En este caso, sorprende la construcción delirante de la imagen poética, pues genera esa
sensación que otorga el relámpago cuando, al estar siendo, su luz puede dejarnos percibir
momentos exactos de acontecimientos como el que se describe en la imagen anterior. Qué
maravilloso sería el poemario de Bartolomé si consiguiera este efecto en cada poema, lo
cual, supongo, es su intención. En esta imagen lo que seduce es el delirio de su estampa.
Incluso, se puede decir que en este fragmento hay un aumento de la intensidad plástica del
lenguaje poético, una consumada evocación de la materia. Ut pictura pöiesis, en palabras
de Horacio. Aquí se habla de intensidad plástica cuando una imagen poética se finge visual,
aclaro que utilizo el verbo fingir en el sentido pessoaniano, y esto se debe a la constitución
de las palabras que encuentran en el poema su sitio, así como cuando los objetos se
configuran en el espacio de la foto o el cuadro. Es decir, cada una de estas imágenes
poéticas tiene la facultad de evocar la materia de cada uno de los elementos constitutivos
del cuadro poético: la loca y sus cabellos, los aullidos y los que mueren en el caso de la
primera imagen aquí analizada.
Otro ejemplo de esta cierta violencia seductora se encuentra en el poema-estampa de la
página 46:
La multitud
hinchada de deseo
te dice cosas al oído
Un día te violará
en jadeantes
zaguanes
Bartolomé, 1983: 46)
A diferencia de la primera , en esta imagen lo que seduce es el deseo, pero también guarda
correspondencia con la intensidad plástica de la imagen poética anterior, pues ambas
presentan instantáneas auspiciadas por la luz del rayo en una ciudad-selva. La evocación de
materias promueve las estampas visuales en las que momentáneamente se convierten ambas
imágenes.
Constituyentes retóricos.
Obviamente estamos ante el dominio del verso libre. Hay una métrica desordenada en la
que se mezclan desde versos alejandrinos y endecasílabos hasta bisílabos y trisílabos. Esta
variada configuración de versos en el poema enfatiza la atmósfera fragmentaria que la
misma calle a la que se hace referencia ofrece diariamente a los transeúntes.
Aunque fragmentada, la armósfera poética también se construye por isotopías que sitúan al
silencio como morador de tan inminente calle; la frase El ruido se acalla a sí mismo
encuentea acentuado su significado con la frase del siguiente verso en la que leemos esta
comunión de silencios.
Lo anterior encuentra su correspondiente lógico en un tiempo precisó que delimita al
poema: Llovió. Verbo que , conjugado en pasado, incrementa la idea de silencio.
En cuanto las estrofas, también son irregulares; no tienen rima, aunque son estas estructuras
las que contienen los versos más largos del poema:
Las siete la noche y no soy yo
son mis pasos sin orden los que cargan mi cuerpo
sobre el asfalto fresco de la avenida
San Juan de Letrán
(Bartolomé, 1983:11)
En la primera estrofa se identifica una analogía entre partes de la ciudad aunados a
características propias de espacios naturales. Así, el yo lírico nombra un asfalto fresco de la
Avenida y esta idea se encuentra reafirmada en la segunda estrofa, pues hay una aclaración
de que, después de la lluvia, el asfalto huele bien, como la tierra húmeda.
La tercera estrofa revitaliza la noción de frescura que el yo poético ha construido desde la
primera estrofa:
La tarde respiró un aliento fresco
que suavizó la luz multicolor
(Bartolomé, 1983::11)
De hecho, el verso final de la tercera estrofa introduce el tono de la siguiente construcción
poética del texto: la del silencio. La palabra “suavizó” en el verso final de esta estrofa
permea la isotopía del silencio y la quietud que se verán expresadas en la cuarta estrofa:
El ruido se acalla a sí mismo
para escuchar mejor el rumor de estos pasos
que avanzan sin concierto en esta comunión
de silencios
(Bartolomé,1983:11)
En cuanto a los versos sueltos restantes, éstos, su acomodo en el espacio en blanco y su
brevedad, anuncian el caos inmediato y hay una voz que ya no es la del yo lírico que se
alterna con instantáneas breves de la ciudad:
Y dice rutinaria
---¿No vas güero?
Anuncios luminosos:
dientes en la sonrisa de la noche
(Bartolomé, 1983:12)
De esta manera, queda alterado el silencio inmediato y suave que queda después día lluvia
para abrir el espectro de un lado de la ciudad que es más perturbador. Se sabe que en en
Distrito Federal todos son güero o güera, son las formas comunes con las que se interpela a
los transeúntes. La pregunta ---¿No vas güero? Funciona como elemento perturbador y ante
tal cambio de atmósfera, el yo poético anhela el retorno a su propio cosmos: la casa:
Quiero irme a casa.
(Bartolomé, 1983:13)
Conclusión.
“Eje Central” es un poema que juega a decirse entre el silencio, lo fragmentario y giros
inmediatos que, introducidos por una voz ajena, originan una vuelta de tuerca en la
percepción de la ciudad. Es este giro, originado por una pregunta que se repite dos veces
dentro del poema, el que genera un cambio de disposición en el yo lírico y del cual somos
testigos.
Si bien, el mérito de Bartolomé es evidente y se demuestra en sus imágenes trabajadas con
disciplina, desde mi punto de vista hay algo que falta en su poesía. La encuentro rígida, un
tanto acartonada; presiento que es un tipo de escritura que si bien llega a lograr imágenes
vibrantes, puede caer también en un estatismo lírico que la hace perder intensidad emotiva.