El árbol era muy amigo de un niño. Había una vez un árbol.

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El árbol era muy amigo de un niño.

Había una vez un árbol.

El niño solía visitarlo y llevarse muchas hojas coloridas del árbol.

Le gustaba hacer una corona con las hojas y jugar a que era un Rey.

El niño solía subir al árbol y disfrutaba hamacándose en las ramas.

El árbol y el niño jugaban a las escondidas. Cuando estaba cansado, se recostaba bajo la sombra de su amigo el árbol.

El niño amaba mucho al árbol…y el árbol era FELIZ.

Los años pasaron y el niño se convirtió en muchacho…

Y el árbol comenzó a estar cada vez más solo…

Un día el niño regresó y el árbol estaba muy FELIZ.

“¡Muchacho! ¡Bienvenido! ¡Ven, sube a mis ramas, come de mis frutos, juega, descansa en mi sombra y se FELIZ!”

“Estoy demasiado grande para treparme y jugar” –respondió el muchacho– “Quiero comprar muchas cosas. Necesito dinero. ¿Acaso tú puedes darme dinero?”

“Discúlpame” –dijo el árbol– “No tengo dinero, tengo sólo ramas, hojas y frutos. ¿Por qué no te llevas algunos frutos y los vendes? ¡Así obtendrás dinero y serás FELIZ!”

Entonces el muchacho trepó al árbol, se llevó muchos frutos y los vendió…y el árbol estaba muy FELIZ.

El muchacho no volvió por mucho tiempo. Hasta que un día regresó convertido en un hombre y el árbol se puso muy FELIZ.

“¡Ven, sube a mis ramas, come de mis frutos, juega y descansa en mi sombra y se FELIZ!” –dijo el árbol–

“Estoy demasiado ocupado para subir a tus ramas. Quiero una casa, esposa e hijos. ¿Acaso tu puedes darme una casa?”

“Discúlpame, no puedo darte una casa. El bosque es mi casa. Pero puedes llevarte mis ramas y construir una casa! ¡Entonces serás FELIZ!” –contestó el árbol–.

Y el hombre cortó todas las ramas y construyó una casa.

Y el árbol estaba FELIZ.

El hombre no volvió por mucho tiempo. Cuando regresó, el árbol estaba tan FELIZ que casi no podía hablar, entonces susurró: “Ven, juega…”

“Estoy demasiado viejo para jugar, necesito un bote para irme de aquí. ¿Acaso tu puedes darme un bote?”

Y el árbol contestó: “Corta mi tronco y construye una barca, entonces podrás navegar y serás FELIZ”.

El hombre cortó el tronco, construyó una barca y navegó lejos…

Y el árbol estaba FELIZ.

El hombre, ya anciano, regresó después de mucho tiempo…“Perdóname amigo” –dijo el árbol– “No tengo hojas para que juegues, ni frutos para que comas, ni ramas para que trepes…”

“Mis dientes están muy viejos para comer frutos. Y mi cuerpo muy débil y cansado para trepar” –contestó el anciano–.

“¡Perdóname amigo!” –dijo el árbol– “Me encantaría poder ayudarte pero ya no tengo nada para ofrecerte soy tan solo un pedazo de tronco.”

El anciano se sentó y descansó…

“Gracias, pero no necesito nada más. Tan sólo un rincón pacífico donde sentarme…estoy tan cansado…”

“¡Mira!” –dijo el árbol– “¡¡Mi pedazo de tronco es perfecto para eso!! ¡Ven siéntate y descansa en mí!”

Y el árbol estaba muy FELIZ.

FIN