Post on 18-Aug-2020
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El canastillo
de fresas
Zarzuela moderna en dos actos
Texto original de GUILLERMO y RAFAEL FERNÁNDEZ SHAW
Música de JACINTO GUERRERO
PERSONAJES Y REPARTO
CLARA .................................................. PILAR LORENGAR
MARÍA CRUZ .......................................... DOLORES PÉREZ
CONDESA DE ALBERDIALES .................. CONCHA BAÑULS
CANDELAS ............................................ CHARITO LEONÍS
PAULITA ............................................. MARIBEL ESCRICH
MARQUESA DE SOTOHERMOSO .... MANOLITA RODRÍGUEZ
ISABEL .......................................................... ANITA LUNA
UNA DONCELLA ............................................ SRTA. LÓPEZ
SEÑORA DE EDAD ......................................... SRA. NOGUÉS
ANDRÉS ...................................................... PEDRO TEROL
BAUTISTA .............................. LORENZO SÁNCHEZ-CANO
TINOCO ....................................................... LUIS BELLIDO
DON GREGORIO ....................................... CARLOS OLLER
EVARISTO ................................................... JUAN CATALÁ
VOZ DE ALFONSO XII ................................ JOAQUÍN DEUS
UNA CHULA ............................................ DOLORES PÉREZ
VOZ DE M.ª DE LAS MERCEDES ............ PILAR LORENGAR
DUQUE DE GUISANDO ...................... JOSÉ LUIS BARCELÓ
BARÓN DE CASALLER ................................... LUIS FULLÓS
MARQUÉS DE VALLEFRÍO ................. RAMÓN CONTRERAS
CONDE DE LAS VEGAS ............... ANTONIO CONCOSTRINA
ESTUDIANTE 1.º ............................................. SR. NÁJERA
ESTUDIANTE 2.º ................................................ SR. MIRAS
GUARDA 1.º ................................................. SR. BARCELÓ
GUARDA 2.º ......................................... SR. CONCOSTRINA
GUARDA 3.º ............................................. SR. CONTRERAS
GUARDA 4.º ..................................................... SR. FULLÓS .
Estrenada el 16 de noviembre de 1951 en el Teatro Albéniz de Madrid.
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ACTO PRIMERO «EL SANTO DE LA CONDESA».– La acción en Aranjuez, en 1878. Galería alegre y
soleada de la residencia de la Condesa viuda de Alberdiales. Discuten en escena
Candelas, la hija de la Condesa, y Tinoco, el mayordomo de Palacio. Tinoco critica las
andanzas y la mala vida Bautista, el hermano mayor de ella, un crápula que está
gastando en el juego el poco dinero que le queda a la familia, cuando son interrumpidos
por la llegada a la casa de la hermana y del padre de Tinoco –María Cruz y Evaristo–
que vienen a felicitar a la Condesa en el día de su santo.
MARÍA CRUZ Este canastillo,
señora Condesa,
es nuestro presente
mejor del bancal;
porque los primeros
botones de fresa
son anuncio y promesa
de un año cabal.
LOS DEMÁS Este canastillo,
campestre y sencillo,
que por nuestras manos
quisimos tejer,
es el anticipo
de una dicha cierta
¡al saber la huerta
que va a florecer!
MARÍA CRUZ Que el sol, lanzando a la tierra
su beso primaveral,
le da, con dulces caricias,
temblor de fecundidad.
LOS DEMÁS ¡Le da, con dulces caricias,
temblor de fecundidad!
MARÍA CRUZ Este canastillo,
nacido en la vega
que, tranquilo, riega
del Tajo el amor,
guarda la ventura
de un pueblo hortelano
que se siente ufano
de ser labrador.
LOS DEMÁS Este canastillo,
campestre y sencillo,
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que por nuestras manos
quisimos tejer,
es el anticipo
de una dicha cierta
¡al saber la huerta
que va a florecer!
MARÍA CRUZ Que el sol, lanzando a la tierra
su beso primaveral,
le da, con dulces caricias,
temblor de fecundidad.
«OROS DE LA RESTAURACIÓN».– Salón de la Condesa de Alberdiales, elegantemente
amueblado. Sobre la chimenea de mármol, el canastillo regalado por María Cruz. Se
hallan en escena –en plena fiesta de la Condesa– sus familiares y amistades preferidas:
Candelas y Bautista, Don Gregorio Berdial, administrador del Real Patrimonio, su hija
Clara, la Marquesa de Sotohermoso y sus hijas Paula e Isabel, entre otros. Todos
aplauden a Don Gregorio, que acaba de leer unos versos, y al que se sigue elogiando
entre el azaro de su hija Clara y la irrisión de todos, en especial de Bautista, que departe
enfadadamente en un rincón con su novia Paula. Cuando se disponen a continuar
lecturas y canciones, llega muy oportunamente a la casa el señorito Andrés, que es
anunciado por Tinoco.
ANDRÉS Con este vestido
de viejo estudiante,
que es símbolo errante
de nuestro país;
con este vestido
de rústica lana,
pasado mañana
me voy a París.
Nos llama la dulce
deidad parisina;
la reina latina
que es novia del sol.
Y a su llamamiento,
que ciega y fascina,
¡va la estudiantina
de garbo español!
TODOS Si lo español de veras
vive arraigado en ti,
¡los aires de la Patria
difunde por ahí!
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ANDRÉS Guitarras, cascabeles,
la gaita y el tambor...
¡Yo quiero que nos oigan
la jota de Aragón!
«A vuestra Virgen francesa
trajimos para su altar,
las mismas rosas de fuego
de la Virgen del Pilar».
Porque para el hombre
que sufre y que llora,
¡Reina en todas partes
es Nuestra Señora!
TODOS Porque para el hombre
que sufre y que llora,
¡Reina en todas partes
es Nuestra Señora!
ANDRÉS «Con flor y fresa de España
quiero formarte un collar;
que con las gotas de sangre,
¿qué joyas se han de igualar?»
TODOS Joyas deslumbrantes
de sangre española,
¡con que más de veinte
naciones se adornan!
ANDRÉS Joyas deslumbrantes
de sangre española,
¡con que más de veinte
naciones se adornan!
Andrés es hijo de una sirvienta de la condesa, y está estudiando gracias a la generosidad
de la señora. Éste explica el porqué de su atuendo de estudiante, con el que unos cuantos
amigos han decidido ir a la Exposición Universal de París. La Condesa, en un aparte, le
requiere para que le oiga a solas; y cuando han conseguido que la reunión se disuelva,
ella se le echa a llorar lamentando la conducta de su hijo Bautista, que les está llevando
a la ruina, y cuya única solución para salvar la fortuna es su boda con Paulia –la hija de
la Marquesa de Sotohermoso–, a la que parece ser no está demasiado inclinado. Quiere
que Andrés aproveche cualquier ocasión para tener una conversación con su hijo para
que éste ponga fin a sus andanzas, siente la cabeza y asuma sus obligaciones. Tinoco, el
mayordomo, interrumpe el coloquio; al marcharse la Condesa, abraza a su compañero de
juegos y fatigas que ascendió hasta ser Perito Electricista y futuro Ingeniero Industrial,
mientras –habiendo sido los dos hijos de humildes servidores de la casa– él sigue de burro
de carga. Tinoco llega para avisarle que la señorita Clara se ha dejado olvidado el abanico
en el salón, y que ésta le ha encargado que vaya a buscárselo. Pero como él comprende
que hay amores por medio... decide que sea ella la que vaya a recogerlo; y como ya se
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oyen sus pasos, los deja solos. Clara, que no le ha quitado el ojo a Andrés desde su
llegada, pone en juego toda su coquetería de mujer al querer justificar que –casualmente–
se ha tropezado con él porque anda en busca de su abanico, que no sabe dónde lo pudo
perder.
CLARA ¡Ay, por Dios! Estaba usted...
Solitario esto creí...
ANDRÉS No sé cómo me quedé;
pero reconozco que
me he quedado solo aquí.
CLARA Luego, entonces, volveré.
ANDRÉS ¿Se ha asustado usted de mí?
CLARA ¿Asustarme? No. ¿Por qué?
Lo que pasa es que no sé
si estaremos bien así.
ANDRÉS ¿Queréis que me vaya?
CLARA ¡Oh, no! Os lo suplico...
No sé dónde pude
perder mi abanico.
Buscándolo iba
de aquí para allá.
ANDRÉS ¿Es éste, Clarita?
CLARA ¡Qué casualidad!
ANDRÉS Este abanico de mujer
podrá decir, con su lenguaje,
los mil secretos que, quizás,
se esconden en su varillaje.
CLARA Este abanico de marfil
no fue jamás un arca santa.
Sólo mi pecho es el guardián
que pone freno a mi garganta.
ANDRÉS ¡Terribles secretos!
CLARA ¿Terribles?... ¡Quién sabe!
ANDRÉS ¡Quién hoy poseyera
del arca la llave,
y el negro futuro
pudiera leer!
CLARA ¡No todo sería
tan triste de ver!
ANDRÉS ¡Un abanico de mujer
un mundo nuevo me enseñó!
CLARA Por su lenguaje comprendí
lo que ignoraba acaso yo.
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LOS DOS ¡Un abanico de mujer
es un amigo universal
porque nos suele descubrir
un panorama sin igual!
Clara, toda azarada, no sabe cómo disimular su atolondrado amor ante Andrés, quien al
despedirse de ella la dice que esa noche irá con su estudiantina a cantar bajo los balcones
de la Condesa, pero que como debajo de ellos están las ventanas de la habitación de
Clara, espera ser escuchado también por ésta. Bautista llega abrazado a dos estudiantes
que resultan ser viejos amigos suyos de francachela. Andrés recrimina a Bautista el estar
bebido algo más de la cuenta y le pide, en nombre de su madre, más seriedad en sus
amores con Paulita, a lo que Andrés contesta quitándole preocupaciones, y asegurándole
que precisamente esa noche ha quedado de acuerdo para anunciar su compromiso con la
hija de la Marquesa. Andrés comunica a la Condesa –que ha llegado acompañada de sus
invitados – tan grata nueva, ante la duda de la Condesa, que no por eso deja de sentirse
feliz al ver el nuevo y grato panorama. Al anunciar Andrés su próxima marcha a París,
la Condesa le entrega el canastillo de mimbre que tiene sobre la chimenea, y le dice que
vaya con sus amigos los estudiantes a su finca de «Huertas Grandes» para que Evaristo
y María Cruz se lo llenen de fresas para el viaje.
«SERENATA ESPAÑOLA».– Fachada de la casa de la Condesa. Es de noche y la luna luce
en todo su esplendor. Antes de marcharse, los estudiantes hacen una serenata para la
Condesa, pero Andrés se la dedica a Clara, de quien ya se ha enamorado.
ANDRÉS En una noche
de luna, luna,
de luna clara,
la estudiantina
lanza a los aires
su serenata,
porque desea
que sus canciones
estén benditas
por estos cielos
maravillosos
de nuestra España.
Mujer que tras los encajes
con que vistes tu balcón,
estás siempre de viaje
al país de la ilusión:
¡sueña!,
¡mujer!
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ESTUDIANTES ¡Sueña!,
¡mujer!
ANDRÉS ¡Que la voz del estudiante
logra siempre en un instante
transportarte a su mansión!
ESTUDIANTES No te despiertes...
Sigue soñando
entre el arrullo
de mis canciones.
ANDRÉS La luz se enciende
de esa ventana.
¡Hay en mi pecho
nueva ilusión!
¡Mírame, mírame,
mírame tú!
¡Mírame, niña!
¡Óyeme, moza!
¡Quiéreme, reina!
¡Mírame tú!
Si me dices: «mírame,
mírame, mírame tú»,
yo te digo: «¡quiéreme,
quiéreme, quiéreme tú».
ESTUDIANTES ¡Mírame, niña!
¡Óyeme, moza!
etc.
ANDRÉS Si me dices, tímida,
tímida, tímida: «no»;
yo te digo, rápido,
rápido, rápido: «¡voy!»
ESTUDIANTES «¡Mírame, mírame,
mírame tú!»
ANDRÉS «¡Mírame, mírame,
mírame tú!»
ESTUDIANTES ¡Mírame, niña!
¡Óyeme, moza!
etc.
ANDRÉS Si me dices mírame,
etc.
«¡Mírame, mírame,
mírame tú!»
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«LAS FRESAS DE HUERTAS GRANDES».– Finca alegre y soleada en los alrededores de
Aranjuez. Entre los bancales, varias mozas realizan faenas campestres mientras María
Cruz y Bautista están sentados a la acogedora sombra de una parra en el soportal de la
casa.
BAUTISTA ¡Padre Tajo! ¡Padre Tajo!...
Yo te admiro, yo te quiero,
¡te consagro mi canción!
Porque en ti contemplo al novio
de las tierras por que cruzas:
¡de las tierras que palpitan
con tus besos de pasión!
¡Padre Tajo! ¡Padre Tajo!
Yo te quiero, yo te admiro,
¡yo proclamo tu verdad!
Porque pasas derrochando
tu caudal de amor y vida,
que es, en tierras generosas,
canto de fecundidad.
Al ritmo con que, alegres,
tus aguas van al mar,
mis ansias amorosas
buscando puerto van.
Inútil que les pongan
barreras de temor...
¡Al mar van tus espejos!
¡Mis ansias, al amor!
¡Padre Tajo! ¡Padre Tajo!
Yo te admiro, yo te quiero,
¡yo consagro tu canción;
Porque en ti contemplo al novio
de las tierras por que cruzas:
¡de las tierras que palpitan
con tus besos de pasión!
En este ambiente seductor,
todo nos habla de promesas:
promesa firme, nuestro amor;
y esos rosales, y esas fresas.
Promesa, el pájaro sencillo
que rasga el claro firmamento;
promesa, el tímido arbolillo
que cabecea bajo el viento...
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Promesa dulce, tu mirada,
de nueva luz interrogante,
¡y la amorosa llamarada
que colorea tu semblante!
MARÍA CRUZ En este ambiente
que me desconcierta,
todo me arrastra,
por amor, a ti;
pero del fondo
de la alegre huerta
oigo una voz
que me retiene aquí.
BAUTISTA De las prudencias
de esa voz, defiende
alma y sentidos
que engañados son;
y, si deseas
ser feliz, atiende
las voces sólo
de tu corazón.
_____
MOZAS Cuando de fresa visten
los campos de Aranjuez,
tiene su mejor manto
la Virgen de Alpagés.
Las fresas son sus joyas,
sus hilos borda el sol;
¡las gotas de rocío
puros diamantes son!
Cuando Andrés llega a la finca de «Huertas Grandes» para recoger el canastillo, se
encuentra con Bautista, que está jurándole amor a María Cruz. Andrés le pide
explicaciones, pero Bautista le responde que no le reproche nada pues no admite
lecciones de un lacayo. Ya no bastan las palabras de concordia y todo acaba en pelea.
Andrés, humillado, regresa a Madrid.
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ACTO SEGUNDO «A LA VERA DEL SUEÑO».– Interior del pequeño zaguán de la casa de Evaristo –el
guarda – en «Huertas Grandes». Sentada en una silla baja, María Cruz tiene a su lado
una cuna en la que mece a su hijo recién nacido; y entre la vergüenza y el dolor que está
sufriendo, contempla el fruto de su amor traicionado con la ternura de que sólo es capaz
una madre.
MARÍA CRUZ A la vera, vera
del Tajo
no te quedes, hijo,
sin dormir;
que la brisa, brisa
del río
es una caricia
para ti.
Canciones de los vientos,
coloquios de las aves,
monólogo del agua,
balidos del redil...
Dijérase que todos
los aires de la huerta
conciertan sus lenguajes
pensando sólo en ti.
A la vera, vera
del sueño
no te apartes, hijo,
de su afán;
que la vida, vida
sonríe
al que nunca deja
de soñar.
¡A la vera, vera
del sueño,
duerme, que tu madre
velará! Como los amores de Bautista han tenido consecuencias, a esa consecuencia hay que
ponerle un nombre y bautizarla, por lo que Evaristo exige a Tinoco que sea él, que es
más hombre y más bruto, quien vaya a la Condesa y, ante los hechos, el niño y el dolor
de María Cruz, le pida que el señorito Bautista cumpla como debe, casándose con la
desgraciada María Cruz. Así lo comprende el animal de Tinoco, que sale decidido a ser
la salvación de la familia.
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«ORO Y MARFIL».– Plazoleta de la Espina en el Jardín de la Isla, de Aranjuez. Aparecen
sentadas la Condesa y dos señoras. Dos guardias pasean vigilando y, por el fondo,
pasean varias parejas de damas y caballeros, entrando luego Paulita, Bautista y Candelas.
La gente joven pide permiso a las señoras para jugar a las prendas en su presencia.
CONDESA ¡Jesús, qué sofoco!
¡Jesús, qué calor!
¿Usted no lo siente?
MARQUESA Condesa, yo no.
CONDESA Yo estoy sofocada.
¡Lorenzo! ¡Ramón!
¿No notan ustedes
que es mucho el calor?
GUARDAS Allí, junto al río,
se pasa mejor.
SEÑORAS ¡Jesús, qué sofoco!
¡Jesús, qué calor!
CONDESA Las tardes de agosto
¡qué malas que son!
¿No siente usté angustia?
MARQUESA Condesa, yo no.
CONDESA ¿Y qué es de esos chicos?
¡Lorenzo! ¡Ramón!
¿Atisban ustedes?
¡Cuidado, por Dios!
GUARDAS Tranquilos pasean;
no tengan temor.
CONDESA Y SRAS. ¡Jesús, qué sofoco!
¡Jesús, qué calor!
BAUTISTA En la plaza de la Espina
se ha perdido un corazón;
el galán que se lo encuentre
tendrá su compensación.
CABALLEROS Con la venia de las damas
de respetabilidad,
jugaremos a las prendas
que de tanta moda están.
LAS TRES SRAS. ¡Cuidadito, cuidadito,
con los juegos de salón!...
BAUTISTA Y CABS. Todo juego es admisible
con mesura y discreción.
DAMAS Y CABS. ¡Es el juego de las prendas
prototipo del candor!
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BAUTISTA ¡Con la letra «cé»!
TODOS ¡De la Habana ha venido un barco
cargado de!...!
CABALLERO 1.º ¡Celindas!
TODOS ¡De la Habana ha venido un barco
cargado de!...
CANDELAS ¡Cuchillos!
TODOS ¡De la Habana ha venido un barco
cargado de!...
CABALLERO 2.º ¡Canciones!
TODOS ¡De la Habana ha venido un barco
cargado de!...
¡Cariño!
BAUTISTA En el juego del amor
siempre llega un tesoro
escondido en un barco habanero.
En el juego del amor
es muy fácil meter
contrabando de amor bandolero.
DAMAS Y CABS. En el ir y en el venir
del pañuelo volante
siempre queda una estela en el viento.
CANDELAS En el ir y en el venir
¡qué agradable es saber
que el pañuelo va y viene contento!
BAUTISTA ¡Te adoro!
PAULITA ¡Que quiero!
BAUTISTA ¡Qué bonitos los juegos de amor!
Clarita llega imponiendo silencio por el luto de la Corte con motivo de la muerte de la
Reina Mercedes, la esposa de Alfonso XIII. La Condesa descubre que Clarita está en
relaciones con su protegido Andrés, que acaba de regresar de Francia; y Clara le confiesa
a su vez que se encuentra en esos momentos en que la ilusión desborda a un corazón
enamorado.
CLARA ¡Si el mundo entero supiera
la ilusión de mi cariño
el mundo entero diría
que no hay otro como el mío!:
¡mi cariño!
Mi cariño es aroma
que se deslíe
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en dulzuras y goces
de mil matices.
Mi cariño es muy tierno
y al par bravío;
mi cariño es muy grande,
y al par feliz
porque va hasta su pecho
¡y es sólo mío!...
¡y duerme allí!
¡Mi cariño!
Su cariño me llega
como la brisa,
retozando y riendo,
al alma misma.
Su cariño es muy suave,
como el arrullo;
porque viene a mi pecho
¡y es todo amor!
¡Dios bendiga su aroma,
Dios bendiga su brisa,
Dios bendiga en los cielos
la bondad de este amor!
Mi cariño es bravío
como un torrente...
Mi cariño es muy dulce
¡porque es amor!
Y llega también Andrés –«la soga tras el caldero»– a quien la Condesa obliga a saludar
a Bautista, organizándose un paseo por parejas, acompañados por las señoras de edad.
Cuando la Condesa va a salir es llamada su atención por su lacayo Tinoco, que quiere
hablar a solas con ella. Tino le hace saber que el hijo de María Cruz es hijo también de
Bautista. El escándalo, aunque en voz baja, es fenomenal, y se hace más grave aún,
cuando Tinoco exige a la condesa que su hijo repare la falta casándose con María Cruz.
La condesa no da crédito a lo que está oyendo, sobre todo por lo que supondría ver a su
familia emparentada con la de su mayordomo; pero, convencida al fin, promete a Tinoco
que su hijo sabrá cumplir con su obligación de hombre de bien. Los guardas, que han
oído el ofrecimiento de la Condesa, se ríen del «nuevo rico» ¡Don Tinoco!, cosa que le
deja maravillado y envanecido.
GUARDAS ¡Enhorabuena!
¡Enhorabuena!
TINOCO ¿Habéis oído?
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GUARDAS Lo principal:
Que subes pronto,
que llegas alto,
¡que tienes alas
para volar!
TINOCO Yo todavía
no me lo creo.
Parece engaño...
GUARDAS Pues es verdad.
TINOCO Si fuera cierto
¡qué temporadas
las que iba a darme
de descansar!
GUARDAS Pariente de no sé cuales;
cuñado de no sé quién...
¡De qué título te vales...
te vales para ascender!...
TINOCO Pariente de Sus Mercedes;
cuñado de Su Merced...
¡Lo haré, con perdón de ustedes,
mejor de lo que se creen!
«Excelentísimo señor:
ésta no es más para decir
que goce usté de la salú
que yo deseo para mí».
«La fresa hogaño pinta bien
y los espárragos tal cual;
la burra tuvo un jumentín
y el cerdo empieza ya a engordar».
GUARDAS La suerte de Don Tinoco
de coro ya me la sé:
pariente de no sé cuáles,
cuñado de no sé quién.
TINOCO La suerte de Don Tinoco
ha sido la del vagón:
que no se mueve de un sitio
si no le dan un tirón.
TODOS Con reverencias por aquí
y con saludos por allá.
«¡Excelentísimo señor!»
en todas partes me/te dirán.
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«TIERRA DE GRATITUD».– Salón de la Condesa. Es por la tarde, ya anochecido. Sobre
la chimenea está el canastillo de mimbre. Andrés ha regresado de Madrid. La Condesa
le cuenta que su preocupación por la mala acción de su hijo Bautista la tiene abrumada.
Andrés, bueno y agradecido a quien todo se lo debe, procura consolarla. Bautista no es
malo... pero si deshace la boda con la hija de la Marquesa, no hay quien contenga la
ruina de la familia. Ante la negativa de un ofrecimiento económico por parte de la
familia de Tinoco, la Condesa, casi sin atreverse a decírselo –pero dándoselo a
entender–, recuerda a Andrés que todo cuanto ha llegado a ser se lo debe a ella,
trayendo a su memoria que hizo del hijo de su humilde lavandera la persona con carrera
que hoy ha llegado a ser; así le ruega que asuma la responsabilidad y sea él quien repare
la falta de su hijo casándose con María Cruz.
ANDRÉS ¿Qué ha querido decirme?
«¡Sálvame tú!»
¿Hasta dónde me obliga
la gratitud?
¿Qué deber es el mío
tan opresor
que de tal modo mata
mi corazón?
¡Adiós, esperanzas de un día!
¡Adiós, ilusión de volar!
El pájaro queda sin alas
en medio de su libertad.
Afanes de nobles empeños,
quimeras de un mundo mejor...
¡Los sueños quedaron en sueños
y sólo es verdad el dolor!
¿Qué ha querido decirme?
¿Qué debo hacer?
¿Cómo cierro los ojos
a mi deber?
Cuanto soy yo les debo...
¡Pobre de mí!
Volveré a ser la sombra
de lo que fui.
¡Adiós, las veladas audaces!
¡Adiós, la atrevida ambición!
Yo mismo fabrico mi jaula
que guarda cautivo mi amor.
Mujer adorada y sagrada:
perdón por mi gran sinrazón;
que muero de amor por tu vida,
¡y a un tiempo la muerte te doy!
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16
¿Qué debo hacer?
¿Dónde voy yo?
¡Otra vez a luchar!
¡Y tener que morir
de amor!
Andrés, que se siente en deuda con la Condesa, acepta la propuesta con sumisión y
respeto. Decidido, hace que Tinoco llame a toda la familia y a los amigos de la casa y
les dice que al día siguiente se casará con María Cruz, ya que él es el padre de su hijo;
pide perdón a Clara por el daño que la haya podido hacer, y Clara, que ha comprendido
el rasgo de hombría de Andrés, cae llorando en los brazos de su padre.