Post on 12-Mar-2016
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El conductismo: historia de un fallido proyecto cientificista
"El conductista pregunta: ¿Por qué no hacer de lo que podemos observar el verdadero campo de la psicología? Limitémonos a lo
observable, y formulemos leyes sólo relativas a estas cosas. Ahora bien: ¿qué es lo que podemos observar? Podemos observar la conducta."
J. B. Watson
Mg. Dante Bobadilla Ramírez
Universidad de San Martín de Porres Lima – Perú
Resumen
Al conductismo se le ha reconocido -casi por la fuerza- como una escuela psicológica, pero en
realidad fue un producto cultural norteamericano que provocó una grave crisis en la psicología.
Surgió en los EEUU a inicios del siglo XX, poco tiempo después de instalarse la psicología (1886)
sobre la base del naturalismo inglés, por lo que los primeros psicólogos americanos se entregaron a la experimentación con animales como tarea central. Para entonces EEUU carecía
de una tradición psicológica y los temas básicos de la psicología europea le eran extraños. Veinte
años después de trabajo experimental, los noveles psicólogos americanos iniciaron una especie de rebelión tecnocrática que buscaba validar su ocupación como un oficio en sí mismo, sin
mayores compromisos con las exigencias teóricas de la psicología, en especial con la conciencia,
cuestión que les resultaba imposible de estudiar en sus animales. Esto los llevó a fundar una disciplina distinta cuyo único objetivo era el control de la conducta animal, pues no conocían otra
tarea ni concebían otra meta. El problema fue que en lugar de hacer del conductismo una
disciplina diferente, ya que lo era, decidieron imponerlo como una "nueva psicología", una "psicología científica", para lo cual iniciaron una insólita guerra en contra de la psicología y la
conciencia. A decir verdad se trató de una antipsicología que tan solo tenía la praxis de un
método. Al carecer de fundamentos epistémicos, asumieron el modelo causa-efecto, propio de la física, en la versión estímulo-respuesta, para usarla como todo fundamento explicativo de la
conducta.
En realidad el conductismo fue producto de una mala implantación de la psicología en Norteamérica, basada en el formato experimental de la biología inglesa, lo que condujo a una
psicología mal concebida y a una praxis equivocada. Asumió el modelo de un movimiento
gremial que buscaba validar su trabajo ofreciendo servicios directos a la sociedad. Se caracterizó por una retórica abundante y pretenciosa y por un agresivo antimentalismo. Buscaron imponer
su modelo sobre un cientificismo militante, un tecnologismo efectista y un pragmatismo
utilitarista e inmediatista, sin conceder espacios a la reflexión filosófica ni teórica. Recusaron a la filosofía por inútil. Concebían todo en términos simples, preocupados tan solo por una aplicación
directa e inmediata de su técnica en la vida cotidiana, lo cual era asumido como el fin supremo.
El conductismo nunca fue realmente ni psicología ni ciencia sino una mera técnica de control de conducta animal, que se llenó de falacias argumentativas en busca de convencer de que se
trataba de una ciencia y una nueva psicología; peor aún, de una "psicología científica" debido a
su empleo del método naturalista. Bajo su retórica y, sobre todo, de sus espectaculares
exhibiciones de amaestramiento animal, nuestra cultura se fue llenando de una cantidad enorme de mitos alrededor del conductismo, los que se esparcieron rápidamente por occidente cuando
EEUU asumió el liderazgo mundial después de la posguerra, pero especialmente en
Latinoamérica gracias al fenómeno de la alienación cultural ante los EEUU. La mayor parte de lo que se publica hoy sobre el conductismo se basa en conceptos errados y mitos ya consagrados.
En el aspecto teórico el conductismo nunca ha pasado de ser una maraña de falacias
conceptuales sostenidas precariamente gracias al malabarismo retórico de diversos autores.
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Concretamente, el conductismo no fue más que un error cultural de los norteamericanos, sobre
el cual se edificó un gran mito. Su cosmovisión y limitaciones no les permitieron advertir el
absurdo. Su mayor error fue confrontarse con la psicología pretendiendo sustituirla. El conductismo se erigió como la corriente enemiga de la psicología, dando inicio a una furibunda
prédica antipsicológica caracterizada por sus errores conceptuales en torno a la conciencia. Su
apogeo llegó al éxtasis durante los años 1950s y 1960s, gracias al fulgor mediático alcanzado por B. F. Skinner. A partir de 1970 el conductismo empezó a declinar irremediablemente cuando
se comprobó que sus técnicas no podían ser aplicadas a los humanos y cuando las críticas en el
entorno científico se multiplicaron. Los intentos por lograr versiones aplicables a la realidad humana hicieron que el conductismo empezara a diluirse, pues se hizo necesario incorporar
factores internos en su modelo, es decir, propios de la psicología real, con lo que se transitó al
formato conocido como cognitivo-conductual, que fue la primera versión realmente útil, pero ya
no puramente conductual. Enseguida la psicología real volvió a recuperar plenamente su sitial en el escenario científico de los EEUU probando que el conductismo no fue ningún avance científico
sino un penoso desvarío. En el último medio siglo se han intentado diversas formas de rescatar
al conductismo de su irremediable naufragio, tratando incluso de presentarla como una filosofía. Peor aún: como una "filosofía de la psicología". ¿Cómo podría serlo una disciplina que rechazó a
la psicología desde su origen? ¿Y cómo podría pretender tal cosa una disciplina que es
fundamentalmente una tecnología de control conductual? Los intentos por salvar al conductismo han derivado en numerosas expresiones cada vez más confusas y aberrantes.
Advertencia
A continuación haré un detallado estudio histórico y cultural del fenómeno del conductismo
americano, analizando epistemológicamente algunos de sus conceptos básicos. Mi propósito es, primero, desmitificar el conductismo y corregir varias ideas equivocadas que se repiten sobre él
en artículos y libros. Para esto me basaré en los hechos históricos documentados y en fuentes
primarias y directas. De este modo eludiré la historia oficial del conductismo, ya que está
plagada de errores, mitos y falacias. En segundo lugar, deseo responder a varias afirmaciones que suelen hacer los conductistas respecto de la psicología y la conciencia. En tercer lugar,
demostrar que los conceptos básicos del conductismo son precarios y que nunca ha sido ni
puede ser una disciplina epistémica, es decir, una ciencia. Por último, intento demostrar que el conductismo no es psicología ni ciencia, y que no está en condiciones de debatir con la psicología
por tener objetivos y campos distintos. Cualquier confrontación teórica sólo podría tener sentido
en el plano filosófico de la ciencia, pero de ningún modo en el terreno de la psicología al cual el conductismo es ajeno. Mi mayor interés es responder las afirmaciones conductistas sobre la
psicología, pues nunca se les ha dado respuesta. Usualmente los psicólogos hemos
permanecidos ajenos a los gratuitos embates conductistas, pero me parece que ya se han acumulado demasiadas falacias y es preciso aclarar sus conceptos, especialmente ahora que la
mitología del conductismo ha empezado a regarse por toda la web.
Antes de iniciar quisiera explicar por qué considero al conductismo como un cientificismo. Es
simple. A diferencia de la psicología y otras ciencias que se desprenden naturalmente de la filosofía, donde se halla el germen de sus nociones básicas tratadas durante siglos, desde la
época de los griegos hasta la aparición formal de la ciencia, el conductismo en cambio es un
producto improvisado y equivocado desde su esencia, pues surge de un error de montaje de la psicología en los EEUU y se fundamenta en las concepciones culturales que sobre la ciencia ya
constituida existían a fines del siglo XIX. El conductismo nace bajo la influencia directa de la
biología (experimentalismo animal) y de la física (operacionismo y teorías de campo), y se supedita al método experimental del naturalismo. En consecuencia, lo que generan es una
disciplina netamente cientificista cuyos conceptos dependen por completo de lo que su método
consagrado permite. Es decir, colocan la carreta delante de los bueyes. Todo su universo conceptual giraba en torno a las posibilidades del método y no de la realidad ni de los problemas
milenarios de la psicología. Hacen a un lado a la psicología y profanan su nombre para montar
un negocio de servicios directos a la sociedad.
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Introducción al tema
La aparición del conductismo alteró muchos conceptos, afectando incluso la definición de la
psicología, que fue declarada "una ciencia natural perteneciente a la biología, ocupada de estudiar la conducta de los animales". Pero la psicología nunca fue eso. Por ello resulta
indispensable iniciar este estudio haciendo ciertas precisiones básicas, para luego ubicarnos en
los escenarios históricos en los que estudiaremos los hechos.
La psicología es la ciencia que se ocupa de estudiar el aspecto más reciente y complejo de la
evolución: los fenómenos subjetivos, llamados también fenómenos mentales, correspondientes a
las estructuras y procesos propios de la porción más compleja del sistema nervioso: el cerebro. El amplio escenario de la psicología implica procesos humanos tales como la percepción, la
conciencia de la realidad y la construcción cognitiva de la misma, es decir, del pensamiento en
sus procesos conscientes e inconscientes; la memoria y el razonamiento, entendido este como
un procesamiento arbitrario de información; así como otros procesos cognitivos específicos como el aprendizaje. Por ejemplo, la psicología es la ciencia responsable de explicar el fenómeno del
conocimiento. El campo de la psicología llega hasta la racionalidad cultural y los sistemas
cognitivos sociales, así como el estudio de la cultura, asumida como una red cognitiva social sostenida por una gran variedad de sistemas de comunicación simbólicos. Es solo a partir de
este escenario complejo que podemos ofrecer una explicación científica de la conducta humana.
Tales son los escenarios de la psicología como ciencia, y los fenómenos que determinan la forma particular de existencia de los seres humanos. De manera que podemos decir que la psicología
es la ciencia encargada de explicar el fenómeno humano en toda su extensión, para lo cual
permanece en íntima comunicación con todas las ciencias que estudian al ser humano, desde las neurociencias hasta la antropología. Desde luego, se trata de la última frontera de la ciencia,
pues su campo es la expresión última y más compleja de la evolución y de la realidad de la que
formamos parte. Por ello la psicología está además en contacto con la filosofía, pues su campo involucra nuestra misma noción de conocimiento y de realidad. Uno de los temas más intensos
de la filosofía moderna es justamente la filosofía de la mente. Casi todas las ciencias derivan de
la filosofía y van hacia ella, pero la psicología es la que mantiene los vínculos más estrechos.
Además, no se puede hacer ciencia sin filosofía porque es ella la que nos orienta en la actividad científica, es como la brújula del navegante que va en busca de la realidad y de la verdad.
En resumen, la psicología es la última etapa en el proceso de investigación científica de la
realidad, empresa humana que empezó estudiando el cosmos y los elementos fundamentales de la materia, para seguir con sus procesos de transformación hasta llegar a la vida, y
posteriormente comprender todo el proceso evolutivo de la vida hasta llegar al hombre y,
finalmente, su mayor prodigio: el cerebro humano con sus procesos mentales, incluyendo sus desarrollos culturales. Estos últimos son los ambientes naturales en donde la psicología hace sus
estudios. Y así fue desde la época de los griegos. Se inicia formalmente con la publicación de "De
Anima" por Aristóteles en el año 300 AC. Aristóteles define al hombre como un "animal racional", y establece a la "psyche" como el motor o ánima que mueve a los humanos. Por tanto, la
"psyche" se refiere al ánima o motor del ser humano (su intelecto) y no al "alma" del
cristianismo, como erróneamente fue traducido. La psyche es el aspecto cognitivo humano, tal
como lo estableció Aristóteles. De modo que la psicología es el estudio del aspecto cognitivo de los humanos y no del "alma" como se difundió. Al igual que todas las ciencias, la psicología tuvo
que transitar un largo proceso de maduración durante milenios, clarificando sus nociones
mediante intensos debates filosóficos, antes de poder constituirse como ciencia real a mediados del siglo XIX. Luego tuvo que iniciar el proceso de investigación natural de su campo para
establecer sus conocimientos científicos, construir sus teorías explicativas, confrontarlas, etc.,
antes de poder ofrecer algún servicio concreto a la sociedad. Obviamente sufrió además los embates de la religión durante varios siglos, y hasta el ataque del cientificismo americano,
además del manoseo de sus conceptos por el público. Pero todo esto tuvo que ser superado. El
avance científico en diversos campos conexos como las neurociencias y la informática, la antropología y la paleontología, nutrieron a la psicología a lo largo del siglo XX. Es sólo a partir
de un cierto nivel de maduración epistémica, cuando el núcleo central de una ciencia empieza a
rodearse de disciplinas tecnológicas periféricas, orientadas a ofrecer aplicaciones concretas en la
sociedad. Este grado de desarrollo lo alcanzó la psicología recién a finales del siglo XX.
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Los inicios de la psicología como ciencia formal, empiezan quizá en
la época de Descartes, con su teoría del reflejo y su posterior
tratado de la relación cerebro-mente. Pero entonces aquello se consideraba filosofía. Este desarrollo se prolongó a lo largo de los
siglos XVII al XVIII, hasta llegar a Kant (1781) y su magnífica
obra, en la que aborda los procesos subjetivos implicados en el conocimiento, iniciando lo que luego sería la epistemología y,
mucho más tarde, la psicología cognitiva y hasta las neurociencias
(Seki, 1993). Es a partir de la formidable obra de Kant que Alemania se convertiría en la cuna de la psicología científica. Desde
principios del siglo XIX se establecen los primeros estudios
científicos de la percepción, las sensaciones y la visión del color.
Hay una larguísima lista de científicos comprometidos con los estudios de los procesos mentales más evidentes, inmediatos y
simples. Mencionemos, por ejemplo, a Charles Bell (1774-1842), Thomas Brown (1778-
1820), Johann Friedrich Herbart (1776-1841), Jan Evangelista Purkyne (1787-1869), Ernst Heinrich Weber (1795-1878), Johannes Müller (1801-1858), Gustav Theodor Fechner (1801-
1887) y Wilhelm Wundt (1832-1920). Muchos fueron realmente los que iniciaron el estudio
científico de la mente, a partir de sus fenómenos más simples y accesibles. Aunque la primera ley científica de la psicología, la Ley de Weber-Fechner, se publicó en 1860, la historia oficial ha
establecido el inicio de la psicología científica cuando W. Wundt abre su laboratorio de psicología
experimental en Leipzig durante 1879. Debido a esto, el nacimiento de la psicología como ciencia fue siempre considerado un parto natural de la filosofía. Fue este laboratorio, montado
en una pequeña habitación del Konvict Building de la Universidad de Zurich, que le sirvió de
cuna, y desde donde se emitirían los primeros reportes oficiales de investigación psicológica, hasta la jubilación de Wundt en 1917, quien además nos legaría una magistral obra sobre la
mente y la cultura, que ya desde entonces empezaron a ser vistas en íntima relación (hoy se
consideran un mismo fenómeno).
Para dar inicio a la investigación científica de la conciencia, Wundt empleó un método al que denominó "introspección". Era lo que la época permitía, pues aún no existía tecnología que
permitiera otro tipo de métodos de indagación de la actividad consciente. Lo importante es dejar
en claro que este método introspectivo no era una cuestión fundamental para la edificación de la psicología. De hecho surgirían otros métodos más tarde. Lo que debemos entender es que
ningún método en particular es fundamental para edificar una ciencia. El método no determina a
la ciencia. Los métodos surgen a partir de una necesidad concreta de investigación y dependen del interés y creatividad del científico. De modo que los métodos se sujetan a las necesidades de
la ciencia y no al revés, como lo entendieron los conductistas, según veremos. Pero más allá de
esta cuestión metodológica estaban los logros de la psicología alemana durante un siglo de investigación y experimentación. Para inicios del siglo XX, la psicología alemana florecía con la
escuela de la Gestalt, y sus estudios sobre la percepción de las formas, anunciando la teoría
sobre el fenómeno phi y un conjunto de leyes científicas. De modo que no se puede negar que
había un franco proceso de desarrollo de la psicología, el que lamentablemente sería suspendido por las dos consecutivas guerras mundiales que devastaron Europa y especialmente Alemania,
con lo cual los norteamericanos tuvieron la oportunidad de generar y publicitar su "nueva
psicología", centrada en la conducta de los animales.
Luego de la Teoría de la Evolución, la ciencia naturalista experimentó un tremendo avance,
iniciando la investigación en torno a lo que esta teoría proponía. Como producto de estos
esfuerzos, desarrollaron una serie de experimentos con animales, poblaciones de insectos, generaciones de plantas y bacterias, iniciándose también el estudio de la genética. Todo esto los
llevó a desarrollar técnicas específicas para el manejo de abundantes datos. El resultado fue la
aparición de técnicas estadísticas y de un modelo experimental orientado a esta clase de problemas, los cuales eran muy distintos a los que indagaba la psicología en Alemania. Pero fue
esta ciencia naturalista la que llegó a Norteamérica en la década de 1880, siendo presentada
como el modelo de ciencia a seguir, y de la cual surgiría más tarde el conductismo. En
Norteamérica acogieron este modelo, con el método de la biología, elaborado bajo el enfoque y para los problemas de la biología, y lo usaron en la enseñanza de psicología, llevando a los
estudiantes al dilema de tener que estudiar la conciencia en experimentos con animales. La
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idolatría generada en torno al modelo de ciencia naturalista y por el método experimental
transformó la tarea de investigación en una parodia mecánica realizada exclusivamente en el
laboratorio, bajo condiciones escrupulosamente controladas, y siguiendo las manipulaciones del "Dios experimentador". A diferencia del naturalismo inglés que estudiaba procesos naturales
reales en laboratorio, el conductismo americano estudiaba situaciones artificiales y
forzadas. Hasta entonces "el método" no había sido más que un concepto filosófico gaseoso, vinculado al proceder heurístico de observación, razonamiento y pruebas de hipótesis, pero de
pronto quedó convertido por el cientificismo americano en un proceder experimental-estadístico
que poseía insospechados poderes para producir conocimiento científico de manera casi mágica. No hacía falta más que ir cosechando los datos para hacer ciencia.
Luego de la Teoría de la Evolución, la ciencia naturalista experimentó un tremendo avance,
iniciando la investigación en torno a lo que esta teoría proponía. Como producto de estos
esfuerzos, desarrollaron una serie de experimentos con animales, poblaciones de insectos, generaciones de plantas y bacterias, iniciándose también el estudio de la genética. Todo esto los
llevó a desarrollar técnicas específicas para el manejo de abundantes datos. El resultado fue la
aparición de técnicas estadísticas y de un modelo experimental orientado a esta clase de problemas, los cuales eran muy distintos a los que indagaba la psicología en Alemania. Pero fue
esta ciencia naturalista la que llegó a Norteamérica en la década de 1880, siendo presentada
como el modelo de ciencia a seguir, y de la cual surgiría más tarde el conductismo. En Norteamérica acogieron este modelo, con el método de la biología, elaborado bajo el enfoque y
para los problemas de la biología, y lo usaron en la enseñanza de psicología, llevando a los
estudiantes al dilema de tener que estudiar la conciencia en experimentos con animales. La idolatría generada en torno al modelo de ciencia naturalista y por el método experimental
transformó la tarea de investigación en una parodia mecánica realizada exclusivamente en el
laboratorio, bajo condiciones escrupulosamente controladas, y siguiendo las manipulaciones del "Dios experimentador". A diferencia del naturalismo inglés que estudiaba procesos naturales
reales en laboratorio, el conductismo americano estudiaba situaciones artificiales y
forzadas. Hasta entonces "el método" no había sido más que un concepto filosófico gaseoso,
vinculado al proceder heurístico de observación, razonamiento y pruebas de hipótesis, pero de pronto quedó convertido por el cientificismo americano en un proceder experimental-estadístico
que poseía insospechados poderes para producir conocimiento científico de manera casi mágica.
No hacía falta más que ir cosechando los datos para hacer ciencia.
El ambiente predominante en los EEUU a principios del siglo XX era el de
una ciencia novata y una psicología bisoña que recién iniciaba a instalarse como proyecto científico. Para entonces, la psicología americana tenía un
solo representante, William James, y su única producción: "Principios de
Psicología". Eso era prácticamente todo lo que había en la psicología norteamericana, según los propios historiadores americanos antes de la
instalación de los primeros laboratorios a mediados de la década de 1880.
En buena cuenta, no existían antecedentes importantes en la psicología de
Norteamérica. Lo que hubo fue una especie de psicología folclórica y teológica a cargo de predicadores puritanos que se ocupaban de temas
como la moral, la voluntad y la naturaleza humana. Nada ni remotamente
semejante a la psicología científica que ya se practicaba en Alemania desde hacía un siglo. En Norteamérica se manejaba todavía el concepto
del alma inmortal e inmaterial, que fue asumida equivocadamente como "conciencia" cuando se
implementó la cátedra de psicología alrededor de 1886. Incluso W. James, "el padre de la psicología americana", confundía el alma con la conciencia en un lamentable artículo publicado
en 1904 titulado "¿Existe la conciencia?", artículo que hoy es considerado como el inicio de la
expulsión de la conciencia de la psicología americana. Pero esta confusión sería todavía más patente en Watson, como veremos más adelante. La psicología moderna de los EEUU fue una
importación cultural completa, que empezó luego de la instalación de laboratorios y la adopción
de la metodología experimental del naturalismo inglés. El trasfondo cultural americano fue
siempre religioso, con sus ideales propios del Movimiento por el Progreso que predicaba llevar a la acción todas las ideas. Fue este escenario cultural el que determinó la manera particular que
tuvieron los norteamericanos para hacer y entender su psicología.
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El fundador de la psicología moderna en América, Granville Stanley Hall,
después de instalar el primer laboratorio de psicología, fundó la APA y luego la primera revista de psicología en 1886. A continuación concluyó sus
estudios de teología y recibió el grado de "Bachelor of Divinity".
Posteriormente, ya en pleno siglo XX, fundó la "Revista de Psicología Teológica" en 1904. Años antes, W. James había publicado "Las variedades
de la experiencia religiosa", que lo convirtió en padre de la "Psicología
Religiosa". No hace falta pues recalcar el fuerte predominio de la religión en la cultura norteamericana, y lo cercana que estuvo de su psicología.
Debemos mencionar además que muchos clérigos fueron llamados a
enseñar psicología en las últimas dos décadas del siglo XIX en las nuevas
cátedras, pues no tenían más alternativas. Fueron estos clérigos quienes tuvieron a su cargo la formación de las primeras generaciones de psicólogos, entre ellos J. B.
Watson. Así que se puede decir que lo único científico que tenía esa psicología eran sus
laboratorios, pero no sus conceptos. A todo esto debemos sumarle el profundo carácter pragmático de la idiosincrasia americana, que los llevó a asumir la ciencia como un insumo más
para su tecnología de transformaciones sociales. Todos los historiadores del conductismo suelen
pasar por alto estas condiciones culturales y materiales de la psicología norteamericana, y presentan al conductismo como una creación original y una novedosa y revolucionaria
concepción, pero nada de eso es cierto. La verdad es que el conductismo fue la consecuencia
natural de varias limitaciones y errores culturales propios de los norteamericanos.
Además de todo lo anterior, en los EEUU hubo siempre una
fuerte inclinación hacía la tecnología, tal vez como herencia de la cultura británica de la que procedían. Esto les permitió
también desarrollar su agricultura desde fines del siglo
XVIII, con una gran variedad de innovaciones tecnológicas
propias. La tecnología ha sido siempre una pasión muy grande de los norteamericanos, al extremo en que desarrollaron
inventos fundamentales, como el aeroplano, el fonógrafo, el
automóvil, el uso de la energía eléctrica, etc. Los logros tecnológicos de los EEUU le permitieron ganar su primer
Premio Nobel de Física en 1907, aunque no por nuevas teorías sino gracias a la invención de
instrumentos ópticos de gran precisión que permitieron medir la velocidad de la luz. Pero las creaciones tecnológicas no se limitaban a ingenios mecánicos sino incluso al perfeccionamiento
de los procesos fabriles, como los que diseñó F. W. Taylor, predecesor de la tecnología aplicada
a la conducta humana en el ámbito laboral. Y lo que podría sorprendernos hoy, es que todo ese tremendo escenario tecnológico se dio sin necesidad de ninguna ciencia, sino apenas con la
habilidad de ingenieros y simples curiosos como Tomas Alva Edison, George Westinghouse y
hasta humildes mecánicos como los hermanos Wright. También aquí ocurrió que los inventos
precedieron con mucha anticipación a la ciencia norteamericana, que florecería tardíamente, impulsada por los apremios de la guerra mundial y la llegada de genios europeos. Para principios
del siglo XX, con la llegada de la ciencia naturalista y el impulso de las ciencias sociales en las
universidades, empezó a florecer un nuevo cientificismo, propiamente norteamericano, que puede definirse como una ciencia mal entendida, pues la concibieron como una herramienta
para lograr la transformación de la sociedad mediante la generación de tecnologías de
control, guiados por su idiosincrasia pragmática y utilitarista, y por el trasfondo religioso de su educación que marcaba sus pautas sociales, a lo que cabe añadir su inclinación a los negocios.
También la escasa filosofía americana apuntaba hacia un pragmatismo utilitario e inmediato,
como lo prueba la obra de William James: "Pragmatismo" (1907), donde proclama que todas las ideas deben terminar convertidas en hechos, y que deberían evitarse las discusiones teóricas y
"metafísicas". Esta inclinación pragmática los llevaría a concebir la ciencia como el simple
empleo riguroso y virtuoso de un método, por lo que todas sus ciencias tuvieron un fuerte
carácter metodologista, que fue el rasgo principal del cientificismo americano.
Con todo esto acabamos de describir el terreno cultural en el que floreció el conductismo como
algo muy natural, pero fue una afloración natural en todas las disciplinas científicas sociales
norteamericanas y no sólo en la psicología. Por lo tanto, es equivocado considerar al
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conductismo como un producto psicológico. Lo correcto es considerarlo como un producto
cultural, típicamente norteamericano, que tuvo también repercusiones en la psicología,
llevándola a su mayor crisis histórica y a su postergación científica por más de medio siglo.
Aparición del conductismo
Para decirlo de una manera rápida, simple y clara, el conductismo se originó como una consecuencia natural del escenario tormentoso de la
psicología americana. Los psicólogos estaban consagrados al empleo
del método experimental del naturalismo inglés, y entregados al estudio de animales. Sin embargo, como psicólogos tenían la obligación
teórica de explicar procesos mentales y hablar de la conciencia. Vivían
pues en medio de un gran dilema entre la teoría y la práctica. El mismo
Watson expuso este panorama en su artículo titulado "Estudiando la mente de los animales", publicado en 1907 y donde aparece aún muy
convencido de esta posibilidad. Pero como tal cosa no es factible, poco
a poco se fue gestando una reacción tendiente a rechazar el estudio de la conciencia, pues resultaba una situación muy enojosa y difícil de
solventar con animales. Así surgió la creciente opinión de limitarse al
estudio de la conducta animal tal cual, sin tener que ir más allá, argumentando que los datos experimentales obtenidos por simple observación ya eran
perfectamente útiles. Al mismo tiempo se originó una corriente pragmática que empezó a
sembrar dudas sobre la existencia de la conciencia, a la cual confundían con el alma en consonancia con su propia psicología folclórica. Además, desde la perspectiva del estudio de
animales, no se entendía la necesidad de buscar explicaciones basadas en la conciencia cuando
los mecanismos biológicos parecían ser más que suficientes para explicar la conducta animal. Como consecuencia de todo esto, acabaron rechazando la conciencia y la introspección,
sobrestimaron el poder del método experimental naturalista y decidieron supeditarse a lo que
este ofrecía. Además se conformaron con la estimación de los datos experimentales sin llegar a
una teorización. Bajo esta postura, era suficiente con poder usar los datos en alguna aplicación útil. El interés científico por hallar una explicación teórica carecía de sentido y de interés
práctico, por lo que llegó a considerarse innecesaria y fatua. Por ello, si en Alemania la psicología
científica fue el parto natural de la filosofía bajo el interés de entender y explicar la conciencia humana, el conductismo americano fue el parto forzado de un cientificismo que idolatraba un
modelo de ciencia y se rindió ante la supremacía del método naturalista de la biología,
estableciendo la experimentación animal y el empleo de datos como todo fundamento de su accionar. De este modo los americanos inventaron su novedoso e insólito concepto de "ciencia
descriptiva". Hay que dejar en claro que esta situación ya era patente desde principios del siglo
XX pero solo se hizo pública y "formal" con John B. Watson en 1913 cuando publica "La Psicología tal como la ve un conductista". De modo que vamos a ocuparnos un poco de él.
Este artículo expone toda la tragedia y amargura de los psicólogos americanos, y expresa por
primera vez el rechazo a la psicología clásica de una manera frontal, planteando su reemplazo por el conductismo, es decir, por el estudio de la conducta animal tal cual. Se queja de la
situación incómoda en la que se hallan los psicólogos americanos, pues se enfrentaban a una
verdadera paradoja: tenían por un lado una práctica experimental centrada en animales, y por otro, la teoría les exigía manejar conceptos como "conciencia". De modo que estaban en medio
de un dilema entre el método experimental naturalista empleado con sus animales y la
introspección, que era vista como el único camino a la conciencia. Con toda razón, Watson se queja de que a menudo no sabía qué hacer con los datos de sus experimentos, pues no le
servían para deducir los estados de conciencia de sus animales. Una queja muy válida,
ciertamente, ya que el método experimental del naturalismo no sirve para ese propósito, y es un tanto difícil pedirle introspección a una rata. De modo tal que la amargura y frustración de
Watson están plenamente justificadas. Entonces decide rechazar esta situación y exige que los
datos experimentales se valoren como están, abandonando la necesidad de ir hacia estados de
conciencia. Aunque esto parecía muy razonable, Watson va más allá y propone hacer de eso la "nueva psicología", afirmando que esa era la única manera en que la psicología podía ser una
ciencia al estilo de una ciencia natural. Este punto de vista "conductista" se origina en la forma
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en que los norteamericanos aprendieron psicología. Una prueba de ello es la tesis de Watson
titulada "Un estudio experimental sobre el crecimiento físico de la rata blanca, correlacionada
con el desarrollo de su sistema nervioso". Evidentemente una tesis de biología en toda su extensión. Me atrevería a afirmar que los primeros psicólogos americanos nunca hicieron
realmente psicología.
En su famoso artículo, Watson expone un falso conflicto entre el método experimental
naturalista y la introspección, como si se tratara de una cuestión fundamental para determinar el
carácter científico de una disciplina. Se trataba de un enfoque errado. Bajo su perspectiva, uno ofrecía datos y el otro exigía conceptos. En realidad ambos exigían conceptos, pues no hay
ciencia sin teorías, como lo demostró el propio Darwin; pero el plano teórico de la psicología se
hallaba en torno a la conciencia y no al comportamiento animal. Lo cierto es que Watson no
quería hacer teorías sino negocios, y para ello intentaba usar sus datos, convencido de que estos revelaban relaciones de causalidad entre estímulos y respuestas, y que a partir de ello podría
conseguirse un control sobre la conducta animal y, consecuentemente, hacer de eso un oficio
rentable. Como sus datos salían de la observación de animales plantea que los psicólogos se ocupen sólo de lo que observan, y asume que lo que se observa es conducta. Luego propone, sin
mayor reflexión, que en adelante sea la conducta y no la conciencia el objeto de estudio de la
psicología. Obviamente es el punto de vista de quien vive estudiando animales. Otra es la idea que surge cuando se estudian seres humanos que se comunican con un lenguaje y poseen un
mundo propio. Pero el conductismo se fabricó a partir de la estrecha perspectiva que ofrecían los
animales y se asumió, gratuitamente, que toda conducta era el resultado de "causas" y que estas sólo podían estar fuera del organismo. Era la lógica causa-efecto de la física. Más tarde
Watson propondría que la psicología imite a la física en su forma de explicar la conducta.
Plantear que la psicología abandone la conciencia era como sugerir que la astronomía dejara los
astros para ocuparse de otra cosa. De hecho Watson no era consciente del disparate que
planteaba. Es necesario advertir que Watson no era ningún genio. Se trataba de un sujeto
audaz, aventurero, eficiente en tareas prácticas, pero sumamente limitado en el campo teórico y con una formación académica muy concreta. Al final fue expulsado de la Universidad por sus
escándalos sexuales y acabaría sus últimos 25 años dedicado a la actividad comercial en la
compañía Thompson. Así que no pensemos que Watson estaba en condiciones de producir una revolución científica, sino todo lo contrario: lo que causó fue un desastre. Desastre que no pudo
ser advertido en los EEUU, obviamente, y que luego sería heredada y sostenida por una sociedad
confusa y alienada en la posguerra. Lo cierto es que la aparición del conductismo nunca tuvo nada de esas imágenes megalomaníacas con que fue recubierta después por sus seguidores. En
buena cuenta, podríamos afirmar que el "manifiesto conductista" de Watson, antes que una
propuesta científica, fue una propuesta laboral y una declinación a la tarea de hacer ciencia psicológica.
En apoyo de su propuesta, Watson expresa el malestar de los psicólogos americanos porque
todo su trabajo no tenía ninguna utilidad en la vida cotidiana de las personas, lo cual era visto prácticamente como un pecado. Menciona su desprecio por la psicología confesando que no la
entiende. Finalmente plantea un ultimátum bastante absurdo: o la psicología abandona la
conciencia, o los conductistas la rechazarán para fundar una nueva disciplina dedicada a la conducta animal. Desde luego, ocurrió esto último. Watson añade que la época en que el
hombre era el principal interés de la ciencia ya pasó, desde que Darwin esclareció su origen
animal. Entonces asegura que no existe ya ninguna necesidad de estudiar al hombre de una manera especial. Luego anuncia que aplicará a los humanos los mismos métodos que emplea en
sus animales, sin otorgarles ninguna prerrogativa especial. Afirma que este es el único método
científico y que no se puede ir más allá de lo que él ofrece. Así se confronta con los que llama "psicólogos humanos". Este es en resumen su famoso "manifiesto conductista". A partir de allí
empezaría su prédica antipsicológica y antihumana, tratando de imponer su modelo animalista.
Desde luego, Watson tenía todo el derecho a fundar su propia disciplina, ocuparse de la
conducta animal, incluir a los humanos en sus métodos, vender sus datos, etc., pero no tenía ningún derecho a llamar psicología a eso. Lo absurdo de su propuesta sólo revela,
evidentemente, su falta de conocimiento de la psicología y el alto grado de confusión existente
en ese ambiente americano sumido en la experimentación animal.
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Antes de terminar, Watson explica, a manera de justificación, que se ha pasado toda su vida
experimentando con animales, y que esto lo lleva a asumir una posición acorde con esta
realidad. Lo que en verdad hizo fue crear una disciplina alrededor del método experimental naturalista y supeditarse a sus alcances, declarando que todo aquello que no pudiera ser
manejado por el "método científico" no cabía dentro de su ciencia. Pero tenía un serio
inconveniente: la ciencia alrededor de este método era la biología. Por tanto, apeló a una treta retórica para diferenciarse: anunció que su objeto de estudio no sería el animal sino tan solo su
"conducta observable". Así fue como se creó el ilusionismo general en torno a la conducta como
si se tratara de algo diferente y separado o separable del animal. Obviamente Watson no tenía la menor idea del frankeinstein epistémico que estaba creando. Acababa de inventar un fantasma
retórico que sería asumido más tarde como "objeto" de una pretendida ciencia, cuando en
realidad sólo se trataba de crear una ocupación experimental en busca de datos
comercializables, es decir, una profesión técnica. De hecho, las ciencias no se improvisan. Ninguna ciencia nace de un discurso o de una proclama; pero tampoco se las aniquila con
retórica. Además de anunciar su nuevo objeto de estudio y su sometimiento al método
naturalista, Watson hizo del desprestigio de la psicología la ocupación más abyecta que se haya visto jamás en la ciencia. Una tarea muy delicada, pues no se puede atacar a una disciplina
milenaria sin contar con un saber muy amplio y sólido; de lo contrario, solo queda hacer gala de
una penosa ignorancia. Watson había confesado no entender la psicología, por ello sus ataques nunca fueron a la psicología real que él ignoraba, sino a una lamentable caricatura extraída de
su propio trasfondo cultural. En su proclama se tomó el trabajo de anunciar una serie de
predicciones nefastas respecto de la psicología, todas las cuales fallaron. Y desde luego, tampoco pudieron cumplirse los ofrecimientos grandiosos que anunció que sería capaz de proporcionar el
conductismo. Todo eso fracasó.
En resumen, el conductismo nació como producto de:
Los antecedentes culturales de Norteamérica en donde no hubo ninguna psicología
científica sino una psicología teológica y folklórica, una predilección por la tecnología y
los negocios, junto a una filosofía del pragmatismo que alentaba eludir las discusiones teóricas y metafísicas para ir a ofrecer servicios directos a la sociedad.
El montaje equivocado de la psicología confinada a laboratorios de biología y al empleo
del método experimental del naturalismo inglés sobre el estudio de animales. Desde sus inicios, la psicología en los EEUU asumió un claro formato biologicista. (Vease la tesis de
Watson).
La concepción equivocada de los conceptos básicos de la psicología, especialmente el de conciencia, erróneamente vinculada al alma, de acuerdo a la psicología primigenia
americana. Nunca hubo en Norteamérica discusión filosófica alguna sobre la conciencia,
sino hasta fines del siglo XX.
La concepción de la ciencia y, por consiguiente, de la psicología, como una actividad destinada a dar servicios directos a la sociedad. El objetivo de la ciencia en Norteamérica
era crear tecnología y generar ganancias.
Leamos la proclama de Watson, describiendo claramente lo que era la psicología en Norteamérica.
"La psicología, tal como los conductistas la consideran, es una rama puramente experimental de la ciencia natural. Su meta teórica es la predicción y control de la conducta. La introspección no
forma parte esencial de sus métodos, ni el valor científico de sus datos depende de la prontitud
con que se prestan a interpretación en términos de conciencia. El conductista, en sus esfuerzos por establecer un esquema unitario de respuesta animal, no reconoce ninguna diferencia entre el
hombre y el animal". (Watson, 1913).
Esta sola frase ratifica la idea de que Watson desconocía la psicología. No es que planteara otra
forma de psicología. De hecho, no se puede plantear otra forma de psicología, como no se puede plantear otra forma de biología o de física. Las ciencias son una sola. Pueden ganar mayores
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perspectivas pero no se convierten en otra cosa. Por todo esto, la frase de Watson resulta
abiertamente absurda en todos sus extremos. Lo mejor que podemos decir en favor de Watson,
es que realmente ignoraba lo que era la psicología, pues esta nunca fue "una rama puramente experimental de la ciencia natural". En eso devino lamentablemente al llegar a Norteamérica y
eso fue lo que Watson conoció. Los objetivos de la psicología nunca tuvieron nada que ver con la
conducta de los animales sino con las capacidades superiores humanas. Ninguna ciencia tiene por objetivo el control sino el conocimiento y la formulación de teorías explicativas. El control no
es una "meta teórica". En suma, la frase de Watson era un sinsentido total. Lo cierto es que
desde el punto de vista de un conductista, nunca se vio la psicología. Pero así fue como empezó el gran engaño conductista sobre una supuesta "psicología científica" que en realidad era
cualquier cosa menos psicología. El conductismo fue siempre una antipsicología y se constituyó
como la negación de la psicología en todos sus aspectos.
El primer gran exponente de la psicología americana, tal como estos la concibieron, fue Edward Thorndike, quien
trabajó con una gran variedad de animales y estableció lo que
luego serían las bases reales y únicas del conductismo, más allá de Watson y su manifiesto, que sólo fueron ruido. Lo
cierto es que en más de medio siglo, el conductismo no pudo
ir mucho más allá de lo que Thorndike hizo, incluyendo a Skinner, con toda la frondosa publicidad que recibió. En
conclusión, el conductismo no nació de nuevas concepciones
revolucionarias que derivaron en modernas teorías, tal que permitieran un salto cualitativo de la psicología. Nada de eso.
Peor aún: todo lo contrario. El conductismo significó el retraso de la psicología en Norteamérica
por casi medio siglo. Luego de Thorndike, nunca hubo ninguna perspectiva teórica de fondo sino una práctica experimental concreta sobre animales, con un deseo imperioso de formalizar esta
actividad como psicología y dar servicios directos a la sociedad a través del control conductual.
Por tanto, resulta equivocado hablar del conductismo como un "cambio paradigmático" en la
psicológica. Nunca hubo ningún nuevo paradigma. Ni los errores conceptuales, ni las limitaciones culturales, ni los intereses profesionales o comerciales constituyen paradigmas científicos.
Las consecuencias de la aparición del conductismo para la psicología en América fueron las
siguientes:
En primer lugar falsearon la psicología convirtiéndola en otra cosa muy distinta. Ganaron
aceptación por el error generalizado existente en Norteamérica sobre la psicología, y porque le dieron a su disciplina una utilidad social que la psicología original no tenía.
Se justificaron como ciencia apelando al mito del "método científico", con lo cual lograron
imponer el método experimental del naturalismo como fundamento del accionar
psicológico, quedando reducidos a simples recolectores de datos.
Convirtieron a la psicología en una ciencia natural al estilo de la física y la biología. Es
decir, se acomodaron a los esquemas epistémicos y metodológicos de dichas ciencias.
No crearon nada nuevo sino que falsearon su psicología disfrazándola con ropajes extraños llevados por un marcado cientificismo que los hacía proclamarse
insistentemente en todos sus escritos como "nueva ciencia", como la única "psicología
científica", como una "ciencia de la conducta", etc.
Crearon sin mayor sustento teórico un nuevo objeto de estudio llamado "conducta", el
cual fue asumido como un evento paralelo y exterior al organismo, susceptible de ser
estudiado por sí mismo, sin tener que involucrarse con el organismo.
Al imponer la idea de "causa de la conducta" fuera del organismo, trasladaron el foco de
interés de su psicología al ambiente y acabaron estudiando la nada.
Establecieron la relación causa-efecto o estímulo-respuesta como todo principio
explicativo, sin vislumbrar la necesidad de ir más allá en los seres humanos.
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Colocaron a la modificación de la conducta como el objetivo final y el sentido de su
"ciencia". Asumieron pues un formato de amaestradores de animales con manejo de
datos.
Se confrontaron abiertamente con la psicología original tratando de deslegitimarla y
reemplazarla. En este empeño consagraron diversos mitos cientificistas como el
objetivismo.
Asumieron el perfil de practicantes libres del método experimental como rasgo central,
por lo que generaron una gran dispersión de modelos debido a que carecían de una
epistemología básica, pero además porque extraviaron todo el horizonte teórico de la
psicología original.
Finalmente propiciaron el inicio de la gran crisis de la psicología en el siglo XX.
El conductismo y la psicología
Hay que destacar las diferencias enormes entre la psicología y el conductismo. En primer lugar,
la psicología es una ciencia estructurada alrededor del interés por el hombre y, en particular, por
sus facultades superiores. Por el contrario, el conductismo se estructura alrededor de los animales y todo su interés es diseñar técnicas de control conductual. Aunque pretende aplicar
sus técnicas a los humanos, lo hace rebajándolos a la condición animal para acomodarlos a su
perspectiva. Este solo detalle delata que no se trata de una ciencia. En consecuencia, la psicología y el conductismo tienen perspectivas e intereses diferentes y hasta divergentes, y
parten de supuestos epistémicos completamente opuestos. La psicología es una ciencia
interesada, principalmente, en formular teorías explicativas; mientras que el conductismo es una
técnica interesada en el control de la conducta animal. No tienen ni siquiera puntos de contacto. Para convencernos de que el hombre no era ningún ser superior, que esa idea junto con la
conciencia no eran más que supercherías religiosas, los conductistas se dedicaron a difundir una
variada serie de embustes y falacias pseudocientíficas en contra de la conciencia, la psicología y del mismísimo ser humano. Nunca antes una disciplina había tratado de sustentarse en la
aniquilación del "adversario" y en el rechazo de conceptos que no entendían y que no usaban.
Otra diferencia fundamental es que la psicología -como cualquier otra ciencia- procura entender
y explicar su campo, que es el ser humano como organismo superior, especialmente sus
capacidades cognitivas y culturales; el objeto de estudio de la psicología es un existente real: el hombre como organismo complejo y sus procesos internos de nivel psicológico. En cambio, el
conductismo se ocupa de un mero concepto llamado "conducta" del cual no intenta ninguna
explicación sino tan solo su "predicción y control", aunque el término "predicción" es solo parte
de la retórica conductista y se refiere más bien a reacciones que a conductas. En todo caso, el objetivo de control es propio de una tecnología. Pero como el conductismo siempre ha
confundido la tecnología con la ciencia, desarrollaron todas sus técnicas creyendo que hacían
ciencia. Lo peor de todo es que para hacer viable su proyecto, el conductismo no solo rebajó al ser humano al mismo nivel de los demás animales, sino que también les quitó la libertad, la
autonomía y el libre albedrío, pues eran características muy incómodas para sus intenciones de
control. Introducir el factor de la autonomía de los organismos era como pinchar el enorme globo del conductismo con un simple alfiler. ¿Cómo controlar un organismo que tiene la
capacidad de decidir sus acciones con autonomía? La solución a este enojoso problema fue
simple: negar la autonomía. Lo que además los exoneraba de tener que estudiar los procesos internos, que también fueron negados o rechazados por no ser observables ni prestarse a los
alcances del método naturalista. El conductismo se limitó a negar retóricamente todo lo que
contradecía sus intenciones, eliminó todas las cualidades humanas para que su ciencia pudiera transitar libremente. Además de predicar en contra de la psicología y la conciencia, sus ataques
apuntaron también al hombre, quien, según ellos, ya no era el centro del universo. Había que
estudiarlo como a cualquier otro animal Este fue el sello más distintivo del conductismo: se abrió
camino derribando a sus oponentes y acomodando la realidad a su propia perspectiva. Todo fue redefinido de acuerdo a sus visiones e intereses, inventaron sus propios conceptos y sus propias
verdades. Así fue como adquirió su perfil de secta pseudocientífica.
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La "conducta" como aparente objeto de estudio es una pura elaboración conceptual y lingüística
sobre la cual no se pueden establecer principios. El término "conducta" jamás pudo alcanzar la
categoría de concepto científico, pues se trata de un atributo y no de un objeto o fenómeno real. Todo organismo vivo tiene como propiedad fundamental su movilidad. La acción, movimiento o
"conducta" de un organismo vivo no es algo diferente del mismo organismo, no se trata de una
emanación o radiación que pueda estudiarse por separado. De modo que concebir a la conducta como un objeto particular e independiente de estudio es una impostura epistémica. En otros
términos: un disparate. Es tan vago el término que varios autores han notado que la mayoría de
las ciencias sociales podrían invocarla como su campo de estudio, por ejemplo, la Economía, la Historia, el Derecho, etc. Todas ellas estudian, a su modo, la conducta humana. Aunque el
conductismo afirma que son la "ciencia de la conducta de los organismos". Es decir, estudiarían
la conducta de cualquier especie, y aun la de los seres humanos, con la misma técnica,
ignorando las diferencias evidentes que gobiernan la conducta de los humanos. Y aunque esto fuera factible, sería totalmente irrelevante si al final son incapaces de explicar cómo es que tales
organismos controlan sus acciones. Para entender y explicar las acciones de un organismo, como
las de un robot -y hasta las de una muñeca que camina- lo que necesitamos es conocer sus mecanismos internos de control. Esa es la única posibilidad que tiene la ciencia para explicar el
fenómeno del accionar de los organismos. Y en el caso de los humanos, estos mecanismos
pasan por procesos de tipo cognitivo. El problema del conductismo era que no podía hablar de los mecanismos internos de control del organismo y a la vez pretender controlarlo desde afuera.
Estaban dispuestos a vender su técnica de control y esto los llevó a falsificar la realidad del
organismo inventando una doctrina basada en falacias.
El conductismo en América
Dos años después de su proclama, Watson sería nombrado Presidente de la APA, con lo cual ganó autoridad y tuvo la oportunidad de predicar su doctrina abiertamente. Sin embargo, no se
puede decir que Watson haya creado una escuela. Si bien es cierto que otros autores
desarrollaron también alguna forma de conductismo, no lo hicieron siguiendo a Watson sino por
la inercia de practicar la misma rutina experimental de la psicología americana. El conductismo siguió practicándose en los EEUU tal como había ocurrido desde principios del siglo, o desde la
instalación de sus laboratorios. Algunos de estos practicantes nunca sintieron la necesidad de
renegar de la conciencia, como fue el caso de Tolman, por ejemplo. Al final, lo que se llamó "conductismo" fue en realidad un conjunto variado de prácticas y practicantes del método
experimental naturalista, tratando penosamente de hacer alguna forma de psicología en medio
de la orfandad y la heterodoxia, pues carecían de una guía teórica y de un sustento filosófico de su actividad.
El conductismo fue, en buena cuenta, el esfuerzo norteamericano por hacer psicología desde la
nada, empleando tan solo el método naturalista de la biología inglesa, que fue lo que les instalaron en sus universidades con la etiqueta de "ciencia". Podríamos aplicar aquí el dicho:
quien tiene un martillo ve todo como un clavo. Por eso el conductismo veía todo desde la
perspectiva del naturalismo y del estudio de animales. En consecuencia, el conductismo no fue
una creación de nadie en particular. Fue simplemente la consecuencia lógica de un error de montaje y del trasfondo cultural en el que se instaló la psicología en Norteamérica. Lo que hizo
Watson fue otorgarle validez formal a la actividad experimental sobre animales, eludiendo los
compromisos científicos con la conciencia para tomar el camino corto de convertirse en una simple disciplina ocupacional, extendiendo su método hasta los humanos con la intención de
venderle datos a las demás disciplinas. Todo el andamiaje teórico que se levantó luego en torno
a estas prácticas fue el resultado de las mil y una formas a las que se apeló para entenderlo e interpretarlo como "psicología".
En suma, el manifiesto de Watson no fue ninguna pieza científica magistral, sino esencialmente
un reclamo profesional en busca de solucionar el problema de los psicólogos en su trabajo experimental con animales. Lo malo fue que lejos de rechazar esta actividad por insulsa, la
consagró, impidiendo así que la psicología pudiera desarrollarse apropiadamente. Si bien la
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psicología americana, aun con todos sus defectos de instalación, andaba en camino de
consolidarse como ciencia, con la validación del conductismo ese proyecto quedó trunco, y
derivó hacia una simple técnica animalista llena de pretensiones absurdas. El empleo del método naturalista les sirvió como pretexto para mostrarse como una ciencia; pero aunque contaban con
un método, carecían de una epistemología. Obviamente, las ciencias no se improvisan. El
conductismo aparecía como una "ciencia hueca" que había tomado prestado el método del naturalismo, pero no tenían ninguna teoría de fondo. Ninguna filosofía en toda la historia de la
humanidad se había ocupado jamás de algo llamado "conducta". Debido a esto el conductismo
se llenó de una exuberante retórica pseudocientífica en busca de sustentar sus postulados.
Esta retórica se caracterizó primero, por sus ataques a la psicología y a la conciencia desde
concepciones equivocadas; segundo, por sus extravagantes afirmaciones respecto del ser
humano, muy categóricas pero sin fundamento alguno; y tercero, por sus alardes
megalomaníacos de su condición científica, basadas únicamente en su método. Toda esa retórica asumió el formato de un dogma doctrinal que sería repetido como un credo en cada texto
conductista. Adicionalmente, aparecieron abundantes mitos en torno al conductismo, al punto
que la gran mayoría de artículos y libros sobre conductismo están plagados de esos mitos. Por ejemplo nos presentan al conductismo como la verdadera ciencia psicológica, afirmando que fue
una creación de Watson, que Watson creó el término "conductismo", que se basó en los estudios
de Pavlov, en la filosofía de Mach, en la teoría de Darwin, en Bacon, etc., y que el conductismo hizo de la psicología una ciencia, que permitió comprender el aprendizaje humano, entre muchas
otras falacias absurdas. En suma, la mitología del conductismo junto a sus falacias doctrinales
han sido el producto más emblemático de la psicología norteamericana durante el siglo XX. Y lo peor fue que toda esa aberración pseudocientífica se publicaba en los libros y se enseñaba así, lo
que produjo en el ambiente académico la aparición de una secta de fanáticos del conteo de
respuestas, engañados por el discurso conductista sobre la objetividad, el "método científico", y la lucha antimentalista.
Pavlov y el conductismo
Uno de los mitos más generalizados en torno al conductismo es que se fundamenta en la obra de Pavlov. Esta falacia se inventó con la
intención de otorgar legitimidad científica al proyecto conductista y
sugerir que se trata de un estado superior a la obra del científico ruso, pues Skinner empleó el mismo término de "condicionamiento".
Lo cierto es que el conductismo, en cualquiera de sus formas, no es
ni una sombra pálida del trabajo de Pavlov. Para confirmar esto, el mismo Pavlov les dedicó un artículo a los conductistas. Se titula
"Respuesta de un fisiólogo a los psicólogos", publicado
en Psychological Review, vol. 37, nro. 5, 1930. Primero hay que decir que en este artículo Pavlov ni siquiera se ocupa de Watson. En la
primera parte da cuenta de E. Guthrie, y en la segunda se ocupa de
K. S. Lashley. En general demuestra el error del conductismo en su
labor de estudio de ratas en laberintos y sus interpretaciones. Incluso se toma el trabajo de explicar el mecanismo del amaestramiento de animales poniendo por
ejemplo cómo aprende un perro a dar la mano. A decir verdad, Pavlov dicta una cátedra
magistral a los conductistas, mostrando sus falencias como experimentadores y demostrando que no se puede explicar la conducta sin entender la complejidad del sistema nervioso en su
conjunto, como sistema. Muchos autores sostienen que el conductismo quedó sin piso cuando
Chomsky desbarató una tesis de Skinner; pero se debe a que este artículo de Pavlov se mantuvo oculto y fue ignorado. En realidad el conductismo nació sin piso, y este documento científico es
la prueba de ello. Después de haberles mostrado sus falencias a los conductistas y ofrecido una
gran lección de ciencia, Pavlov concluye de esta categórica manera:
"Me parece superfluo detenerme por más tiempo en los argumentos que el autor esgrime contra
la importancia de la estructura en el sistema nervioso. En general, no presta ninguna atención a
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cuanto se sabe sobre la complejidad de esta estructura y todavía menos a lo que se supone
sobre la misma: la simplifica continuamente, reduciéndola, con manifiesto partidismo, al más
sumario trazo esquemático para explicar la relación directa entre excitación y reacción. ¿Qué propone nuestro autor en lugar de la teoría de los reflejos? Nada." (Pavlov, 1930).
Luego de esta crítica pasaron 20 años hasta que el conductismo volviera a sonar con Skinner.
Pero estoy convencido de que si Pavlov hubiese leído los estudios y conclusiones de Skinner, tampoco hubiera tardado mucho en demostrar la precariedad y falencia de sus enunciados, pues
eran exactamente los mismos que ya había criticado veinte años antes. De modo que no existe
ninguna justificación para considerar a Pavlov como un antecedente del conductismo, puesto que son dos cosas totalmente diferentes. Pavlov era un científico que estudiaba el cerebro humano y
tenía una clara convicción de que faltaba mucho por conocer acerca del ser humano, y de que se
trataba de un escenario muy particular, diferente, amplio y misterioso. Nos dejó sus pautas para
seguir en su estudio y, a la vez, nos dio una magistral explicación sobre lo que significa hacer ciencia, realmente.
"El hombre es un sistema, y está sometido -como cualquier otro sistema de la naturaleza- a
leyes naturales. Se trata de un sistema que, dentro de los límites de nuestros conocimientos, se nos presenta como incomparable por su facultad de autorregulación. El estudio del hombre-
sistema es el mismo que el de cualquier otro sistema: descomposición en sus partes
constituyentes, estudio de la importancia de cada una de estas partes, estudio de las correlaciones con el medio ambiente y luego, tomando como base lo anterior, explicación de su
funcionamiento. Nuestro sistema -autorregulador en su más elevada expresión- es capaz por sí
mismo, de mantenerse, reintegrarse, repararse, incluso perfeccionarse. La impresión más fuerte y duradera que nos proporciona el estudio de la actividad nerviosa superior, es la extrema
plasticidad de su actividad y sus inmensas posibilidades: nada está inmóvil, nada es inflexible,
cualquier cosa siempre puede ser alcanzada y mejorada, siempre que se cumplan ciertas condiciones necesarias. [...] Desde el punto de vista de la evolución ¿no es el hombre la suma
culminación de la naturaleza, la encarnación más elevada de los infinitos recursos de la materia,
la realización de potentes leyes naturales todavía inexploradas?" (Pavlov, 1930).
Como queda en evidencia, Pavlov no puede ser de ningún modo un antecedente del conductismo. Creo que es justo liberar a Pavlov de semejante responsabilidad. También queda
muy claro que el conductismo, lejos de ser una fase superior, fue un retroceso absoluto del nivel
que ya Pavlov había señalado como siguiente meta de la ciencia. Esta meta fue comprendida por la psicología rusa, pero no por la americana que cayó en el más puro animalismo simplista y en
un mecaniscismo externalista, sin entender las peculiaridades especiales del ser humano y sin
querer saber nada del organismo que tenían en frente. Si los conductistas consideraban que Pavlov era su padre biológico, es obvio que en realidad eran huérfanos. Incluso se quedarían sin
su padre putativo, ya que Watson terminó sus últimos 25 años dedicado a la actividad comercial
en una empresa privada, en donde amasó una respetable fortuna. Por ello es otra falacia típica referirse a "la obra de Watson", ya que no dejó ninguna obra sino un desastre en la psicología y
un mito pseudocientífico. Todo el valor del conductismo reposa en una variedad de técnicas muy
específicas, pero carece de cualquier valor como disciplina epistémica, es decir, como ciencia.
El resultado final del proyecto conductista
Al igual que las personas, las culturas también cometen errores. En especial cuando se trata de
emplear productos culturales, importados de otra realidad muy distinta, y peor aún, más avanzada. Los americanos importaron la psicología alemana y la biología inglesa, y trataron de
hacer psicología en laboratorios de biología. Por desgracia los errores culturales son imposibles
de ser percibidos por quienes viven inmersos en ella, y son difíciles de subsanar. Pueden quedar rezagados o adoptar formas novedosas y hasta aberrantes, pero nunca desaparecen porque
siempre quedará un segmento de creyentes que mantiene vivo el credo. Suelen reaparecer de
tiempo en tiempo renovados con nuevas justificaciones y recursos. El túmulo cultural del conductismo siguió creciendo desordenadamente con cada practicante del método, que en el
afán de subsistir producía esforzados argumentos y complejos modelos, además de recurrir a
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múltiples falacias teóricas para refutar a la psicología. Como una conclusión final, habría que
reconocer que Watson provocó una seria crisis en la psicología, similar al Gran Cisma del
cristianismo, ya que teníamos una psicología científica en Europa estudiando la conciencia (Gestalt), y otra en Norteamérica negando su existencia. Evidentemente, ambos no podían tener
la razón. El conductismo en América llegó a su cenit con Skinner, a mediados del siglo, luego de
lo cual empezó a declinar rápidamente al hacerse evidente sus limitaciones como ciencia. El consenso científico rechazó las tesis conductistas y la psicología original recobró su sitial. Esto no
impidió que aparecieran nuevos segmentos empeñados en sostener el credo conductista
recurriendo a viejas y olvidadas teorías (y completamente diferentes) como la de J. R. Kantor.
La mayoría de psicólogos norteamericanos, en medio de la barahúnda que era el escenario de la
psicología norteamericana, decidieron seguir sus propios criterios. Ese fue el caso de E. C.
Tolman, quien luego diría:
“Tal vez mi teoría no se encuadre con ninguno de los cánones finales del proceder científico,
pero me tiene sin cuidado. He preferido pensar en la psicología de la manera en que he probado
que se me acomoda. Desde que todas las ciencias, y especialmente la psicología, están todavía inmersas en un tremendo escenario de incertidumbre y desconocimiento, lo mejor que puede
hacer un científico, en especial un psicólogo, parece ser, es seguir su propia luz y su propia
curva, aunque pueda resultar inadecuado. Y creo que así lo hice. Al final, el único criterio seguro es divertirse, y yo me he divertido”.
Kurt Danziger (1979) explica así la situación creada por la proclama de Watson:
"La razón de que su mensaje encontrara una resonancia masiva e inmediata fue que la mayoría
de los psicólogos americanos ya aceptaban la premisa de que el negocio de su disciplina era producir datos para ser utilizados 'de manera práctica' por educadores, hombres de negocios y
así sucesivamente, y de producirlos rápidamente. Dada esta premisa, la propuesta de Watson,
despojada de unas cuantas exageraciones polémicas, estaba, obviamente, en la línea correcta."
"Lo que Watson había hecho, era colocar el sello retórico final, en el establecimiento de la
psicología como una ciencia administrativa, como una tecnología a ser manejada por los
gestores de la sociedad con la finalidad de dirigir las acciones de aquellos a su cargo hacia los canales deseados."
Otro historiador de la psicología, Daniel M. Robinson (1982) ha resumido lo que ocurrió con esta frase:
"…Ahora bien, lo que había ocurrido era la adopción de una posición metafísica no sobre la
naturaleza de la 'verdad' sino sobre la naturaleza de la 'psicología'. Se tomó la decisión de que la psicología no era más que una cierta clase de método, un método 'experimental', y que sólo
aquellas partidas tratables mediante este método constituirían la materia sobre la que versaría.".
Bernard Baars (1989), ha resumido su opinión del conductismo así:
―Si uno tuviera que ser un crítico del conductismo, no lo sería acerca de lo que ellos trataron de
conseguir, sino por aquello que creyeron necesario negar. Fundamentalmente, negaron la
necesidad de las teorías, porque se limitaron al registro de los estímulos y respuestas observables. Negaron todo el sentido común. Negaron los constructos más elementales sin los
cuales ninguno de nosotros podría permanecer en el mundo: la experiencia consciente, el
pensamiento, el conocimiento, las imágenes mentales, los sentimientos, los deseos y todo lo demás. De hecho, rechazaron todo el sentido común sólo por ser simple, en lugar de
comprobarlo y trascenderlo como lo hicieron todas las ciencias.‖.
La "conducta" como objeto
El apuro por la prestación de servicios y por convertirse en una
"ciencia útil", indujo al conductismo a pasar por alto todos los
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problemas teóricos y filosóficos de la psicología clásica, e incluso los de cualquier ciencia
respetable, proclamando simplemente que estos no importaban o, por último, asegurando
incluso que no existían. Se llegó al extremo de acusar a la filosofía de ser una pérdida de tiempo y una fuente de confusión. Se sacralizaron conceptos como objetividad y empirismo, los que
pasaron a formar parte de los fetiches ideológicos de esta nueva psicología, que en realidad no
era más que una simple técnica de análisis conductual en busca de programas de control de la conducta animal. Me atrevería a decir incluso que las viejas técnicas de amaestramiento de
animales trataron de meterse al club de las ciencias encubiertas con un disfraz de psicología y
con un carnet de tecnociencia. La mayor parte de los anuncios de esta novedosa "ciencia conductual", tales como el papel de los premios y castigos en el comportamiento, eran
conocimientos populares y cotidianos, tan viejos como la humanidad, pero expresados en un
novedoso lenguaje tecnicista. Su único valor agregado era la técnica experimental y de
observación sistemática, en busca de programas de reforzamiento o extinción de conductas. Al fin y al cabo, a eso se reducía todo el conductismo, aunque habría que añadirle su encendido
discurso antimentalista para completar su escenario. Lo más curioso y contradictorio de esta
supuesta "psicología científica", es que se propuso no saber nada acerca de los mecanismos internos de control del organismo, y limitarse dogmáticamente a lo observable desde afuera.
Una determinación que carece de sentido científico y hasta de sentido común. Y este empeño en
la ignorancia de los factores internos sería la parte fundamental de su doctrina. Fue la primera vez que una disciplina incorporaba a la ignorancia como su fundamento epistémico. De hecho,
tal posición insólita aisló al conductismo dejándolo como una disciplina autista, sin comunicación
con otras ciencias, sumido en su propio mundo, con sus propios conceptos y sus propias verdades. Lo que llevó al conductismo a asumir su forma peculiar de secta pseudocientífica.
El conductismo se presentaba como una psicología sin mente y sin organismo. Había que tener
mucha imaginación para adivinar lo que estudiaban. Y es que en verdad, no estudiaba nada, primero porque el conocimiento no formaba parte de sus intereses sino tan sólo la producción de
técnicas de control conductual; y segundo porque era obvio que la conducta no podía ser
"objeto" de ninguna ciencia. Únicamente sirvió de pretexto para vender una técnica como una
falsa nueva ciencia. Toda la retórica conductista nunca pasó de ser una falacia pseudocientífica. Por ejemplo, la intención de ocuparse tan sólo de lo observable, carece de todo sentido. Hasta
llega a ser ridículo hoy. La condición de ser observable nunca ha sido un criterio científico para
definir un objeto de estudio. De hecho, la ciencia se ocupa de muchas cosas que no son observables, y ni siquiera perceptibles, como la presión atmosférica. En la ciencia hay muchos
objetos de estudio que no son observables y que incluso permanecen desconocidos, como la
gravedad o los agujeros negros, pero cuya existencia es obvia por los efectos que produce. Por eso hoy la física habla de partículas virtuales y ha incorporado a la incertidumbre como parte del
conocimiento científico, debido a que la realidad tiene límites naturales que nos impiden
conocerla de manera observable y medible. En el ser humano también hay evidencia de fenómenos como la memoria y el procesamiento de información. Hay evidencia de una realidad
virtual que sólo existe en la conciencia humana, y a partir de lo cual el hombre programa sus
acciones sobre el mundo real transformándolo.
La conducta no es más que una construcción conceptual, propia de un observador. Todo observador goza de la capacidad de determinar lo que observa y otorgarle un atributo a lo
observado. La conducta es uno de esos atributos empleados cuando se observa un organismo
vivo. Hay otros como movilidad, actividad, habilidad, dinamismo, coincidencia, inteligencia, etc. De modo que el concepto conducta es propio de un observador, pero no es un existente real
sobre el que puedan establecerse propiedades y principios universales. En otras palabras, la
conducta no es un "algo" que se desprenda del animal para ser tratada aisladamente, tal como una emanación o radiación. Todo lo que hay es un organismo en acción, que es como todo
organismo vive. Vale decir, que lo único que hay "realmente" es un organismo vivo. Lo único
que tenemos para estudiar es a un organismo. Y todo lo que "es" un organismo está en el interior del cuerpo que observamos y no fuera de él. Su relación con el mundo que le rodea no
es una relación de causa-efecto como la que se concibe en el campo de la física entre objetos,
pues los organismos gozan de mecanismos internos que les otorgan cierta autonomía a sus
movimientos, por consiguiente el enfoque de la física es inadecuado, no les son aplicables. Las respuestas a las interrogantes que nos plantea nuestra observación del movimiento de los
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organismos están, por tanto, dentro de ese cuerpo observado. El escenario que rodea al
organismo es tan solo un marco de referencia; no es lo determinante.
Muchas ciencias se ocupan de estudiar a los organismos debido a que en ellos ocurren diversos procesos: físicos, químicos, fisiológicos, mecánicos, biológicos, etc. Y también psicológicos,
cuando se trata de seres humanos, que son los organismos más complejos que hay. Toda la
gama de ciencias que estudia a los organismos lo hacen coordinadamente para darle un mismo sentido coherente a la realidad del organismo. Por lo tanto, la psicología como parte de esas
disciplinas, toma los conocimientos de las demás disciplinas así como también reporta sus
hallazgos y se confrontan. Así es como funciona la ciencia. No existen las ciencias aisladas y autistas, con campo y credo propio, y sin comunicación con las demás, como ha sido siempre el
conductismo. Eso es lo característico de las pseudociencias.
Cuando vemos abrirse a una flor: no podemos separar este
hecho de la propia flor. No se puede decir: "no me interesa la flor sino tan sólo su acción observable de abrirse". No se
puede pretender crear una "ciencia" dedicada a lo observable
en la flor e ignorando lo que ocurre en la planta. Si esto nos parece absurdo ¿por qué no el conductismo, que pretende
exactamente lo mismo del animal? El conductista podría ir
más allá y ocuparse incluso del movimiento de las olas del mar, sin abordar nunca el fenómeno en sí, estableciendo tan
sólo la recurrencia del movimiento; pero para saber porqué
golpean las olas, porqué se abre una flor y porqué canta el ruiseñor, hay que indagar en sus interiores y entender el sistema que conforman. Saber que si le proporcionamos aire, agua y sol
a una planta, eventualmente se abrirá una flor, es lograr un saber utilitario, pragmático, pero no
constituye ciencia, por más útil que sea. Tampoco se puede pretender una "ciencia" de lo observable en el animal. Lo que observamos en un animal no es "conducta" sino el despliegue
de un organismo en tanto ser vivo. Lo único que observamos "realmente" es un organismo, y
eso es lo que tenemos para estudiar: un organismo. Un observador puede decir que observa la
"personalidad", otro podrá decir que observa la "inteligencia", otros pueden decir lo que quieran; un conductista dirá que observa la "conducta", pero todos estos términos son apenas conceptos
extraídos de la imaginación de un observador. Lo único real es que al frente solo hay un
organismo. Cualquier cosa que se pretenda estudiar tiene que ser parte intrínseca de ese organismo, y debe ser asumido como parte integrante de su sistema en su integración con
sistemas mayores, como el medio ambiente, la cultura o la sociedad, sin inventar entidades
especiales ni conceptos ad hoc, como hacen las pseudociencias.
Todo esto significa que no se puede estudiar la conducta por sí misma, sino asumiéndola como
el despliegue de un organismo, que es el verdadero objeto de estudio, pues no se trata de dos
fenómenos distintos sino de uno solo. Quiero ser reiterativo en esto: tratar de separar la conducta y el organismo es un disparate ontológico. En consecuencia, la conducta resulta ser
más fantástica que la propia mente, pues no existe más que en la mente. No se puede pues
hacer una "ciencia de la conducta" por la misma razón que no podemos hacer una "ciencia del
amanecer". No son fenómenos reales independientes sino percepciones y nociones de un observador. Lo único que hay realmente es un organismo vivo, ergo, lo único que puede ser
objeto de una ciencia es el mismo organismo. Debemos pues involucrarnos con este organismo
si queremos hacer ciencia. Debemos ir a desarmar su estructura, descubrir sus elementos, mecanismos o procesos internos, conocer los principios de tales procesos y mecanismos, etc. Así
es como procede la ciencia.
En tanto tecnología de la conducta, el conductismo estaba irremediablemente condenado al inmediatismo de un organismo en particular y, por tanto, sin probabilidades de poder generalizar
y enunciar leyes universales de la conducta, ya que toda conducta observada está referida a la
circunstancialidad de un contexto particular. El concepto "moderno" de interconducta es todavía peor, pues las interrelaciones de las personas se dan en un contexto social, que es un escenario
eminentemente caótico y azaroso, donde nunca se va a encontrar regularidad alguna. La teoría
del "campo interconductual" solo tiene sentido sobre el papel pero no en la realidad. Es por eso
que demanda tantos esfuerzos teóricos para hacerla viable.
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Sólo confiando en la repetición de todas las condiciones sociales podríamos esperar la
regularidad de una conducta, lo que en el contexto histórico y cultural del ser humano se hace
imposible, pues nunca se repiten las mismas condiciones: las personas crecemos, envejecemos, aprendemos, las sociedades se transforman, el azar de la existencia social nos garantiza
dinamismo constante. El modelo conductista se inspiró en un contexto experimental de
laboratorio bajo condiciones controladas. Pero el mundo real y la vida humana están lejos de ese modelo. Por tanto, su utilidad como técnica de control conductual queda relegada, en el mejor
de los casos, a sujetos individuales y a conductas sumamente restringidas, casi reactivas. No
puede ir más allá y no han podido ir más allá. Por eso mismo, el conductismo jamás ha podido enunciar conocimientos científicos universales, principios o "leyes de la conducta humana", como
lo anunció el cientificismo del siglo XIX. Todo lo que han hecho es patentar técnicas específicas
de control para situaciones específicas. Nadie duda de su utilidad y valor, pero eso no es lo que
estamos discutiendo acá. Esto deja en evidencia su falencia epistémica, pues no pueden constituirse en cuerpo de conocimientos universales de la nada. Por ello mismo siempre fue una
isla o disciplina autista, ajena a la confrontación y verificación de sus enunciados y sin conexión
con otras disciplinas. En su ansiedad por sobrevivir, no han dudado en abrazar otra propuesta cientificista, aunque se trate de algo diferente como la interconducta. Ahora han tenido que
refugiarse en la meditación filosófica para saber lo que son o lo que pueden ser. Pero eso no los
hace una filosofía, lamentablemente, por mucho que se sientan así.
Si bien durante el siglo XVIII la psicología escolástica separó cuerpo y mente, el conductismo no
fue muy diferente, pues acabaron separando cuerpo y conducta, convencidos de que
tenían sustento científico debido a que "la conducta es observable". Por ello, el conductismo hizo de la observación su principal fetiche metodológico. La vista se elevó así a la categoría de
órgano rector en la edificación de la ciencia conductista, pues postulaban que la realidad -y
hasta el conocimiento- llegaba desde afuera ya estructurado y simplemente impactaba en un cerebro pasivo. Debido a esto rechazaban las teorías y procuraban centrarse en los hechos
experimentales puros, yendo al revés de la ciencia. En la ciencia, primero se hace una teoría
observando la realidad natural, y luego se la somete a pruebas y confrontaciones con otros
enfoques. En el conductismo solo se hacían experimentos controlados en laboratorio, y con eso les bastaba para enunciar sus afirmaciones, llenándose de especulaciones respecto de lo que
sería la conducta humana.
Por otro lado, no se puede hablar propiamente de "conducta humana" si no apelamos a una interpretación adecuada de lo observado en una persona o sociedad, considerándolas dentro de
su circunstancia individual y cultural. Sólo así podríamos hablar de una cierta clase de
"conducta". Este es el enfoque de las ciencias sociales, humanas y culturales, cuya epistemología empezó a ser definida por Dilthey (1910) y Windelband (1924), entre muchos
otros. Pero el conductismo se definió rápidamente como un naturalismo positivista y recusó la
interpretación como mecanismo científico. Su enfoque fisicalista orientado hacia animales es, pues, opuesto, siendo requisito de la doctrina la "objetividad" absoluta (lo observable), sin
repercusiones hacia el organismo, de modo que en realidad se refieren a movimientos físicos.
Otro absurdo contracientífico era asumir que el hombre es igual que los demás animales, cuando
todas las evidencias a la vista demuestran todo lo contrario. Esta pretensión implicaba desconocer el proceso evolutivo e histórico del ser humano, e incluso desconocer el desarrollo de
su cerebro. Así pues, como se puede apreciar, el conductismo adolecía de graves deficiencias
epistémicas de forma y de fondo. Nunca fue pues una ciencia. No podía serlo.
¿Qué era realmente el conductismo? ¿Una psicología sin mente? ¿Un
naturalismo sin organismo? ¿Una física de movimientos animales? ¿Qué era? ¡Nadie lo sabía! Si fuera una ciencia, ¿qué clase de ciencia
sería? ¿A qué nivel de la realidad y de la evolución dirigía su atención?
¿Con qué otras disciplinas científicas intercambiaba información y qué clase de información? ¿Con qué objeto trataba realmente? Por
supuesto, todas estas inquietudes se reflejaban tan sólo al nivel de la
filosofía de la ciencia, ya que los hechos socioculturales simplemente
se dan como se dan, con todos sus errores, y las acciones humanas solo siguen acumulando material para configurar un túmulo cultural. Y el conductismo era
netamente un producto sociocultural, movido por inquietudes socioculturales de moda. El
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conductismo fue un evidente error cultural norteamericano en la concepción e implantación de la
psicología en moldes tomados de la biología inglesa, que luego adoptó formas retóricas
cientificistas en busca de asumir la imagen de una profesión socialmente útil, convirtiéndose finalmente en una de las estafas intelectuales más grande de la historia de la humanidad, fuera
del terreno religioso, claro está.
La objetividad conductista
Watson creía ingenuamente que bastaba con resignarse a lo observable para ser científico. De
este modo hizo de la observación su principal fetiche metodológico, aunque nunca supo cómo es
que llegaba a observar. Basados en el solo mito de la observación, los conductistas se han
pasado la vida ufanándose de su "objetividad", pero esto se debe a un error de concepto respecto de lo que es la objetividad. El conductismo siempre ha confundido la objetividad con "lo
observable y medible", una noción propia del siglo XIX. Aunque esta noción se mantuvo durante
las primeras décadas del siglo pasado, sufrió un cambio definitivo en los años 30, gracias a los avances de la física que descubrió varias partículas y eventos que no son observables ni
medibles. Y no por "limitaciones tecnológicas" como han dicho algunos conductistas sino por la
naturaleza misma de la realidad a escala subatómica. De otro lado, Einstein cambió la ciencia física con su Teoría de la Relatividad, formulada sin hacer experimentos de ningún tipo y
apelando tan sólo a la imaginación, es decir, sobre un escenario subjetivo de la realidad. Si se
puede estudiar la curvatura del espaciotiempo no veo por qué no se podría estudiar la lógica del razonamiento. Todo esto transformó las viejas concepciones sobre el conocimiento científico,
pero no llegaron a afectar al conductismo ya constituido. Por ello el conductismo ha permanecido
hasta hoy creyendo en la fantasía de su objetividad por ocuparse de lo "observable y medible". Vamos a demostrar que ninguno de esos conceptos tiene sentido hoy.
Pongamos un simple ejemplo: la visión del color. Los colores sólo existen en la mente del ser
humano, no existen en la "realidad objetiva exterior". Pero a pesar de que no existen en la "realidad objetiva exterior", los colores son observables. Entonces, ¿los colores existen o no
existen? Si son observables, el conductismo supone que existen en la realidad física, lo cual es
falso. Los colores sólo existen como fenómeno mental y forman parte de la construcción cognitiva de la realidad humana. Ahora pongamos otro caso: la psicología, al igual que el
conductismo, ha recogido conceptos de la calle, es decir, del vulgo. Al igual que el término
"conducta", la psicología también recogió el término "personalidad" e "inteligencia", entre otros. Ambos son sólo conceptos. No son existentes reales. No hay nada en el mundo que sea una
"personalidad" ni una "inteligencia". Sin embargo... ¡se miden! Y como las mediciones no son
más que representaciones mentales de ciertas propiedades vinculadas a una escala, la conducta pasa también a ser el conteo de ciertas acciones visibles. ¿Y en dónde está finalmente la
"conducta"? Pues sólo en la mente de un observador que mide.
Como vemos, ni lo observable ni lo medible son condiciones que puedan asegurarnos una objetividad. Ya es hora de que los conductistas superen esta noción equivocada. La objetividad
tiene dos sentidos: uno es ontológico y el otro es epistémico. En el primer caso, quiere decir que
lo que se tiene por objeto de estudio es un existente real, bien sea como entidad o como fenómeno; mientras que en el segundo caso, se entiende que el conocimiento logrado, no
depende de creencias culturales. Pues bien, en ambos casos, el conductismo falla. Primero
porque la conducta no es un existente real sino una noción de quien observa un organismo vivo, que es el existente real; y segundo, porque su saber es fabricado en base a las nociones
culturales del cientificismo, del utilitarismo y del tecnologismo. Por el contrario, la psicología sí
posee ambas objetividades, ya que los fenómenos mentales son reales, existen gracias a la actividad cerebral superior, siendo fenómenos propios de cualquier ser humano. Además porque
su conocimiento está libre de influencias culturales. El conocimiento de cómo se perciben los
colores, no responde a ningún condicionamiento cultural. Es, por tanto, un conocimiento objetivo
de un fenómeno subjetivo. En adición, cabe agregar que en la psicología no existen doctrinas ni dogmas que seguir ni proclamar; su saber está permanentemente confrontado y validado por
diversas disciplinas conexas, como las neurociencias. Así pues, como vemos, la psicología clásica
es sumamente objetiva, en todos los sentidos. Mientras que el conductismo sólo tiene la ilusión de su objetividad fundada en sus mediciones y conteos.
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El antimentalismo conductista
El primer producto netamente conductista no fue una teoría de la conducta, como cabría
esperar, sino una rabiosa doctrina antimentalista. Fundada, por supuesto, en la confusión conceptual reinante en la cultura norteamericana respecto de la psicología y sus términos
científicos. A pesar de declararse una ciencia, la conducta de los conductistas no resultaba tan
científica, pues se dedicaron al desprestigio de la psicología clásica. Esto es algo que nunca ha ocurrido en la ciencia. Es una conducta más bien típica de sectas políticas y religiosas. Los
conductistas confundieron a la psicología con esa "psicología teológica" que prevaleció en
Norteamérica como antecedente inmediato, y cuyas nociones siguieron vivas. Luchaban contra unas concepciones muy distantes y distintas de los conceptos científicos manejados en Alemania
o Rusia. Nunca tuvieron una idea clara de lo que era la psicología real, sus conceptos y
problemas. A causa de toda esta confusión, el conductismo rechazó a la psicología, y se dedicó
al desprestigio de la conciencia, tratando de imponer a la conducta, convencidos de que esta era observable y aquella no. Debido a sus falencias epistémicas y sus apuros utilitaristas, cayeron
víctimas de una ilusión. Pese a todo, siempre hubo un halo de misterio en torno de la posición
final del conductismo frente a la mente, pues unos la admitían y otros la negaban, mientras que otros, como Skinner, proponían su "reinterpretación" en términos de conducta observable. Es
decir, trasladar cualquier concepto que hiciera referencia a un proceso interno, a términos de
una conducta observable. Un recurso que provenía directamente del operacionalismo, pero que más allá de las ventajas metodológicas que ofrecía dentro de un experimento concreto, carecía
de todo sentido y valor epistemológico.
Para entender el origen del antimentalismo conductista leamos a Watson hablando de la psicología clásica y de la conciencia:
"Habiendo recibido una formación experimentalista, el conductista entiende, además, que la
creencia de que existe la conciencia se remonta a los antiguos días de la superstición y la magia. No obstante su progreso, la gran masa del pueblo ni aún hoy se ha distanciado mucho de la
barbarie: quiere creer en la magia... Es increíble hasta qué punto la mayoría de nosotros está
influida por un fondo salvaje. Pocos se libran de esa influencia. Estos conceptos —herencia de un
temeroso pasado salvaje— han entorpecido enormemente el nacimiento y desarrollo de la psicología científica." (Watson, 1930).
―Tal dogma se encuentra en la psicología humana desde la más remota antigüedad. Nadie ha
palpado nunca un alma, o la ha visto en un tubo de ensayo, o ha entrado de alguna manera en relación con ella, como puede hacerlo con los otros objetos de su experiencia diaria. A pesar de
esto, dudar de su existencia involucra convertirse en hereje… Con el desarrollo de las ciencias
físicas que sobrevino con el Renacimiento, esa asfixiante nebulosa del alma pudo disiparse en cierta medida. Era posible pensar en la astronomía, en los cuerpos celestes y sus movimientos,
en la gravitación y fenómenos similares, sin aplicar el alma. Aunque los primeros hombres de
ciencia fueron por lo general devotos cristianos, en sus tubos de ensayo empezaron a prescindir de ella. Empero, la psicología y la filosofía, ocupándose de objetos que consideraban
inmateriales, encontraron muy difícil eludir el lenguaje de la Iglesia; de ahí que el concepto de
mente o alma, como algo diverso del cuerpo, llegase en lo esencial casi intacto hasta las
postrimerías del siglo diecinueve. Es indiscutible que, en 1879, Wundt, el verdadero padre de la psicología experimental, quería una psicología científica. Se desenvolvió en medio de una
filosofía dualista del tipo más pronunciado. No pudo discriminar con claridad el camino de la
solución del problema mente–cuerpo. Su psicología, que ha regido soberana hasta nuestros días, es necesariamente de transacción. Sustituyó el término alma por el de conciencia.‖(Watson,
1930).
Como se aprecia en estas dos citas, queda en evidencia que Watson no tenía la más mínima idea
de lo que es la conciencia. En todos sus textos confunde la conciencia con el alma. Incluso se da
el lujo de acusar a Wundt de haber sustituido el concepto de alma por el de conciencia, fundado tan sólo en una inexcusable ignorancia. Está claro que Watson nunca supo lo que era la
psicología ni de dónde procedía su carácter científico. Su lucha real era contra aquellas nociones
religiosas de la psicología teológica norteamericana. Lo peor de todo es que esta sería luego la
principal argumentación de los seguidores del conductismo, entregados hasta hoy a una fanática
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guerra antimentalista. Muchos aun permanecen negando los procesos internos. El conductismo
nunca pudo tener una posición sólida y clara en contra de la conciencia. Los conductistas más
modernos, conscientes del error cometido por Watson, dejaron de luchar contra el alma y se apoyaron en las tesis de Ryle para combatir el dualismo cartesiano, como si este aun fuera
vigente. Hoy el dualismo es una tesis válida en la ciencia, pero no tiene nada que ver con las
tesis de Descartes. Todo esto ha hecho que la comunicación con el conductismo resulte imposible, y que el conductismo siga sumido en sus dogmas antimentalistas y en su predilección
por "lo observable".
Lo cierto es que la conciencia fue causa de controversia aún entre los propios conductistas. Pese al obstinado discurso antimentalista de Watson y Skinner, muchos tuvieron en cuenta los
procesos mentales, como fue el caso de E. Tolman (1886-1959). Algunos conductistas ya no
rechazan considerar el aspecto "mental" en sus modelos, aunque lo hagan con cierto sentimiento
de aprehensión y usando cuidadosamente otro vocabulario, como si temieran caer en el pecado. Siempre escriben "conciencia" entre comillas, como si se pusieran guantes para manipular la
palabra. Ahora se refieren a "hechos internos", aunque sólo sea para considerarlos como nuevas
variables dentro de su mismo esquema metodológico. Tampoco podemos esperar más de ellos. De todos modos, no es nada raro encontrar aun en estos días, textos conductistas que siguen
despotricando en contra de la mente y de la "psicología mentalista", a la cual consideran
precientífica y pecadora. Por supuesto, siguen repitiendo los mismos desfasados argumentos de principios del siglo pasado, y hasta con la cita infaltable de Ryle. Lamentable porque toda esa
discusión inútil no los ha conducido a ningún lado ni los ayuda de ningún modo para hacer más
consistente sus propias tesis. Sin duda, "la mente" es un concepto muy útil del lenguaje, pues hace referencia a un elemento de la realidad subjetiva humana, al igual que muchas otras
palabras, por ejemplo, "la música". No hay nada en el "mundo objetivo", físico y exterior, es
decir, en el "mundo real", que pueda llamarse "música". Sin embargo nadie ha puesto en tela de juicio la existencia de la música. ¿Por qué entonces el de "la mente"? ¿Si la música no existe en
el "mundo real", dónde es que sí existe? Y no es sólo la música, son los colores, las voces, el
calendario, la patria, etc. Hay un "lugar" en donde todos estos elementos existen plenamente
para los seres humanos, y que no es el "mundo real" y objetivo. Así pues, las palabras no sólo designan cosas del "mundo real" sino también elementos que se configuran en la conciencia
humana, y que son los mismos en todos los cerebros humanos, por lo que coincidimos en su
designación. Lo que prueba que los elementos que forman parte del mundo de los humanos, y que afectan obviamente su conducta, no son siempre observables. Precisamente esa es la
característica primordial de esta especie humana. Quiere decir que para los humanos, lo "real"
no es exactamente lo que hay en el mundo objetivo exterior, pues incluso tales señales han sido transformadas por su cerebro. Lo que desea la psicología es ser una ciencia que explique de qué
manera tales señales se transforman en el cerebro, y qué otros elementos subjetivos surgen en
la conciencia humana para darle la noción de una realidad humana. En consecuencia, la psicología, a diferencia de la física (y del conductismo), no pretende descubrir la realidad del
mundo exterior sino la realidad humana, aquella que se configura en su conciencia y a la cual
responde como especie particular.
Desde luego, sería ridículo ignorar o negar tales elementos sólo porque no se observan, pero sí se experimentan y se confirman mediante la comunicación, aunque también puede decirse que
se observan o se deducen desde sus construcciones y estructuras socioculturales. Por ejemplo,
este texto se observa y se lee, y su interpretación puede producir adhesión o rechazo. Casi toda la realidad humana es ya una realidad subjetiva que no podemos entender ni estudiar a la
manera de una ciencia física. Además ¿qué valor supremo tiene la observación por encima de la
experiencia? ¿No es acaso la observación, una experiencia más? ¿Acaso lo observado no cobra significado y valor en la conciencia? Hay, por tanto, una transformación interna de lo observado,
evidente para cualquiera como experiencia. De modo que la experiencia va más allá de lo
observado y, en consecuencia, adquiere mayor valor epistémico. Pero tratándose de una conducta ajena, la observación se halla todavía en obvia desventaja con respecto de la propia
experiencia. Lo que se observa en un organismo vivo es como la punta de un iceberg. (Aunque
un conductista, apelando siempre a la retórica, ha dicho como respuesta que lo que no se
observa de un iceberg es más iceberg. Así es como defienden su doctrina: retóricamente). El nivel de lo observable en un organismo puede bastar para hacer una técnica de adiestramiento
animal pero no para hacer ciencia. La ciencia tiene que ir, necesariamente, más allá de lo
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observable, buscando maneras de hacer evidente lo que, aún cuando no sea observable, resulta
obvio. Lamentablemente el conductismo edificó su doctrina sobre el método experimental y
observando animales, tratando luego de encajar a los humanos en sus esquemas, ignorando obstinadamente toda diferencia. Lo que podrían decir los conductistas es que nada de lo mental
tiene sentido en su técnica, algo que sería muy comprensible. Pero han ido más allá, rechazando
a la psicología y negando los procesos internos, como si siguieran una consigna y como si su sobrevivencia y credibilidad dependiera de esa negación.
Resulta paradójico además que por un lado los conductistas se empeñen tanto en una fanática
negación de la mente, mientras que por otro, no hayan tenido ningún empacho para congeniar con ciertos conceptos tan burdos y huecos como el de "personalidad". Se han tomado incluso la
molestia de abordar este nebuloso concepto del que nadie sabe qué es, ni en qué consiste, ni
para qué sirve, ni dónde está. Peor aún, ni siquiera usaron su antimentalismo para refutar esa
entelequia llamada "inteligencia". Tanto la personalidad como la inteligencia son constructos hipotéticos propios de la psicología pre científica del siglo XIX, que ingresaron intactos al siglo
XX, y a los que luego se les sumó el gran mito de la "conducta". Un defecto de la psicología de
fines del siglo XIX y principios del XX, fue dar cabida a diversos conceptos tomados del lenguaje cotidiano y hacerlos objeto de estudio. De este modo se generaron cantidades enormes de
teorías de la personalidad y de la inteligencia, sin que nunca hayamos estado ni más cerca ni
más lejos de saber lo que son. En contraste con esto, el conductismo apeló al concepto de "conducta" pero jamás elaboró una sola teoría. En el empeño por sostener alguna estructura
teórica, los conductistas han generado nuevos conceptos ad hoc tales como "disposiciones" e
"historia interconductual". ¿Qué cosa es una disposición concretamente? ¿Son emociones, intereses, tendencias, gustos? ¿Dónde están? ¿Qué forma tienen? ¿Cómo actúan? ¿Cómo se
almacena la historia interconductual? ¿Es memoria? ¿Qué clase de memoria? ¿Cómo hace
patente su influencia? La manera más fácil de reconocer a las pseudociencias es por su tendencia a generar conceptos ad hoc, que sólo sirven para sostener su doctrina, que también
es una doctrina ad hoc, desarrollada sobre un objeto ad hoc. Otra característica de las
pseudociencias es emplear nombres especiales para conceptos cotidianos. Por ejemplo, la
"historia interconductual" es tan sólo un término tecnicista que se refiere a lo que todo el mundo conoce como "experiencia". Así de simple. Los conductistas tampoco se han ocupado seriamente
del concepto de "conducta", pues nunca estuvo claro qué era eso. Para Watson era todo lo que
hace una persona, incluyendo pensar; para Skinner era todo lo que uno ve que el otro hace (fantasía del observador); para otros eran acciones medibles y específicas de acuerdo a los
ajustes del método (Bayés, 1978), para otros son las relaciones físicas de objetos físicos (ya no
cuerpos ni organismos) (Roca i Balach, 2004). A esto hay que sumarle ahora el nuevo concepto de "interconducta". Como se ve, se trata de una maraña de conceptos ad hoc inventados
esforzadamente para sostener un castillo teórico, o mejor dicho: retórico.
La aparición de Skinner
Si bien la primera revolución científica estuvo a cargo de la biología, a fines del siglo XIX, tras la
publicación de la Teoría de la Evolución y la consagración del naturalismo y sus métodos, la
segunda revolución científica estuvo a cargo de la física durante el primer cuarto del siglo XX. Sus descubrimientos transformaron todas las nociones establecidas hasta entonces sobre la
ciencia y el conocimiento científico. Los escenarios de la física moderna se ubicaron más allá de
los cuerpos observables, de las posibilidades experimentales y de las mediciones exactas. Guiados únicamente por la reflexión teórica sobre representaciones subjetivas de la realidad, sin
depender de principios metodológicos, la física moderna construyó una nueva estructura
epistémica para la ciencia. Paralelamente la tecnología también logró construir ingenios programables que se conducían con aparente autonomía, siguiendo programas en su memoria, y
empezó a discutirse sobre la posibilidad de generar inteligencia artificial, es decir, construir
máquinas que pudiesen aprender. Sin embargo las modernas concepciones del conocimiento científico del siglo XX nunca llegaron a afectar al conductismo que permaneció anclada como una
doctrina del siglo XIX, sumido en sus nociones propias del naturalismo y en su dependencia
absoluta del método experimental sobre animales. Algunos alcanzaron a incorporar ciertos
enfoques iniciales de la física, como las teorías de campo. Así fue como Kurt Lewin y J. R. Kantor
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elaboraron sus propias teorías de campo. Si bien Kantor publicó su tesis del "campo
interconductual" en 1927, sus ideas puede leerse ya en sus primeras publicaciones desde 1919.
Pero por ahora hablemos de Skinner.
Skinner es un caso muy curioso de mito pseudocientífico generado por una cultura alienada.
Fabricó toda una ciencia alrededor de un sólo concepto: el refuerzo. Fundó su éxito en la
exhibición de sus habilidades como domador de ratas y palomas. Si su teoría era pobre, su modelo experimental era sumamente simple. Sin embargo poseía grandes dotes para
comunicarse con eficacia en la nueva era de los medios. Por ello su éxito no se debió a sus
aportes científicos ni la aceptación de sus tesis por parte de la comunidad científica, sino por el encantamiento de las masas y el interés de los medios en sus artilugios. Sus curiosos aparatos
deleitaron a la multitud. ¡Hasta tenía palomas que jugaban pin-pon! Cuando Skinner saltó a la
fama y presentó su modelo naturalista del siglo XIX, el mundo ya estaba a la mitad del siglo XX
y la ciencia había cambiado casi todos sus conceptos. Luego las neurociencias probarían que el condicionamiento operante de Skinner se basaba exactamente en los mismos principios de la
asociación nerviosa descrita por Pavlov medio siglo atrás. El conductismo de Skinner fue
edificado completamente sobre los andamiajes del cientificismo del siglo XIX, ajeno a todos los cambios que había sufrido la ciencia y la filosofía de la ciencia en la primera mitad del siglo XX.
Por ello, los conductistas nunca se enteraron de la gran diferencia que hay entre estudiar un
hecho natural y un hecho humano, entre estudiar animales en un ambiente artificial de laboratorio y estudiar personas en medio de una cultura, entre estudiar un mero concepto y
estudiar organismos y sus procesos reales, y entre asumir estímulos como entrada y asumir
información. Todo el conductismo de Skinner permaneció anclado en las concepciones del naturalismo del siglo XIX.
El conductismo realmente no fue nada hasta que saltó a la
fama B. F. Skinner. (Incluso podríamos afirmar hoy que el conductismo nunca fue nada más allá de lo que significó
Skinner). Esto ocurrió recién en el año 1945, cuando la
revista femenina Ladies's Home Journal se ocupó de un
invento de Skinner conocido como "la cuna de aire". Para entonces Skinner ya había publicado en 1938 su libro "La
conducta de los organismos". Un título exagerado si
consideramos que sólo había trabajado con ratas durante su primer año de empleo. (Recordemos que Darwin estudió
diversas especies por todo el mundo y luego se tomó más de veinte años de reflexión antes de
publicar su teoría). Skinner se había incorporado como investigador al laboratorio de la Universidad de Harvard en 1936 y de inmediato produjo su primer libro. El título pretencioso de
este libro ya anticipaba lo que sería el estilo retórico de Skinner a lo largo de su carrera. Aunque
este libro pasó totalmente inadvertido en el mundo académico, años más tarde los seguidores de Skinner lo rescatarían del olvido para elevarlo a la categoría de Biblia. De hecho, Skinner solo
empezó a hacerse conocido con la publicidad que recibió su "cuna de aire". A partir de entonces
no dejaría de llamar la atención de los medios con sus curiosos artefactos y sus animales
amaestrados. En esos días había terminado su primera novela titulada "Walden Dos", pero no encontró quién quisiera publicarla hasta 1948, ya en plena posguerra. El mundo estaba en
ruinas: casi toda Europa, Rusia y el Japón estaban destruidos, y con su actividad académica y
científica suspendida o dispersada. EEUU era el único país del mundo civilizado que estaba intacto, donde aun había actividad científica y literaria, y contaba con la única industria editorial
en pleno funcionamiento. Allí es justo cuando aparece Skinner. A esto hay que añadirle el
ambiente de euforia que vivían los norteamericanos luego de ganar la Segunda Guerra Mundial con sus bombas atómicas. La valoración de los norteamericanos
por sí mismos y por sus producciones tecnológicas se elevó a
niveles superlativos, reforzando aun más su interés y aprecio por la tecnología y por todo lo que se pareciera a la ciencia. Fue el
renacer de un nuevo cientificismo. En aquel entonces, EEUU era el
único país del mundo donde se hacía ciencia, tecnología y
publicaciones. No tenía competencia. Esto incrementó su poder y, sobre todo, su influencia directa en Latinoamérica. Fue el
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momento justo para regar el conductismo.
Finalmente fue la novela "Walden Dos" la que le abrió a Skinner las puertas del éxito editorial y
de la fama, pues llamó mucho la atención de un público amante de la libertad, frente a lo que significaba su propuesta de una sociedad controlada científicamente, justo cuando su nación
acababa de derrotar a los nazis, y se enfrentaba al modelo de controlismo estatal del comunismo
soviético. Debido a esto Skinner generó un gran interés y preocupación. Por tanto, como una continuación de su novela, Skinner escribió otro libro en el que trataba de explicar mejor sus
ideas acerca de la ciencia y su papel en el control de la conducta y de la sociedad. Esta vez se
llamó "Ciencia y conducta humana" (1951). Aunque a decir verdad, no tenía nada de ciencia, pues no pasaba de ser una interesante colección de audaces
afirmaciones sin ningún sustento científico. El título, una vez más, era
puro merchandizing. Lo que había hecho era proclamar una serie de
especulaciones seudocientíficas que sirvieron para formar una secta de creyentes fanáticos, los que empezaron a seguirlo con admiración y a
edificar el gran mito de Skinner. Si Watson generó una secta
antimentalista, Skinner la reforzó con una secta cientificista. Su imagen de científico vinculado a un laboratorio repleto de artilugios, y
sus logros sobre la conducta de sus animales, fueron la clave de su
éxito. La espectacularidad de su propuesta sobre una sociedad controlada por la ciencia, narrada en su novela y descrita luego como
una doctrina en su segundo libro, desató una ola de entusiasmo
cientificista. El toque de suerte fue que apareció en el momento justo, cuando la sociedad norteamericana estaba impactada por el papel que
la ciencia y la tecnología jugaron en la Segunda Guerra Mundial, y que
tenían en sus vidas en esos mismos días de la posguerra. Nunca una doctrina coincidió tanto con el momento histórico de su sociedad, y por ello los americanos la sintieron tan real y cercana,
pese a sus descabelladas ideas.
Aquí es donde se abre la brecha entre la cultura y la ciencia. El peso de la cultura constituida
como un conjunto de creencias que no solo orienta las concepciones científicas sino que trata de imponerse a la ciencia y reemplazarla, se inicia con el conductismo de Skinner. Sus ideas
alimentaron un cientificismo militante que desembocó en un gran club de fans. Sus apariciones
públicas con exhibiciones espectaculares de sus logros sobre el comportamiento de ratas y palomas, confundieron el arte del amaestramiento animal con la psicología y con la ciencia. La
imaginación del público y de los estudiantes se desbordó: creyeron que todas esas proezas de
Skinner sobre los animales eran pruebas palpables de que la conducta se podía controlar "científicamente". La fama de Skinner creció como la espuma y llegó a hacerse tan famoso como
una estrella de cine, apareciendo incluso en la televisión. Como la mega estrella mediática que
era, Skinner desató una verdadera fiebre experimental con animales en los psicólogos americanos, al punto en que casi todos se dedicaron a amaestrar animales. Los congresos de la
APA se parecían a un circo donde todos iban a mostrar los nuevos trucos que habían aprendido
sus animales (Cronbach, 1957). Así de irracional era la "psicología científica" norteamericana en
las décadas de los 50 y 60 del siglo XX. Para colmo, al frente tenían el circo del humanismo, en donde también se cobijaron toda clase de malabaristas y sanadores (Yalom, 1980).
Entre las más categóricas y discutidas afirmaciones de Skinner estaba, por ejemplo, que el
hombre carecía de libre albedrío y que su conducta estaba totalmente condicionada por el medio. La necesidad de Skinner para hacer esta afirmación tan radical provenía de su enfoque
mecánico de la conducta, pues su técnica se fundaba en la manipulación del ambiente para
conseguir conductas deseadas, lo cual sólo podría concebirse si se considera a la conducta como totalmente determinada desde afuera, y asumiendo que dentro del animal no ocurre nada (salvo
el refuerzo). Tal posición era en realidad un condicionamiento de su propio modelo, ya que este
se basaba exclusivamente en la observación de factores externos y nada más que en eso. Incluso podríamos admitir que este es el enfoque natural de cualquier amaestrador de animales.
Por tanto, era una autolimitación absurda que Skinner se había impuesto a sí mismo como un
principio para su modelo. Esta posición caprichosa y totalmente arbitraria se volvió la base
fundamental del credo conductista, a pesar de no tener ningún sustento científico. Así se generó una doctrina dogmática a partir de un simple capricho. Querían trabajar así y declararon que la
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realidad era así. Pero obviamente la realidad no es así: los organismos no
son piedras reactivas, son pequeños universos donde ocurren muchas
cosas. Todavía no entendemos por qué Skinner tuvo que asumir una limitación tan absurda y tan abiertamente irracional. La única explicación
es que estuviera copiando el modelo explicativo de la física (sugerido por
Watson y desarrollado teóricamente por Kantor), es decir, la relación causa-efecto de los cuerpos inertes, sin interesarse en lo absoluto por las
implicancias epistémicas de emplearlo en la explicación del accionar de los
organismos, pues tratándose de sistemas autónomos, se hace lógicamente imposible formular "leyes universales de la conducta", basados
únicamente en el establecimiento de una relación de causa-efecto, en
virtud de la observación exclusiva de condiciones externas. Definitivamente hay un claro error
epistémico en esa pretensión.
El simple establecimiento de una relación causa-efecto no implica necesariamente una
argumentación científica, se tiene que ir más allá, hacia la explicación final de esta relación, para
lo cual se debe incursionar dentro del organismo o de las propiedades del cuerpo o elementos implicados en dicha relación. La relación causa-efecto fue también la base de la superstición, es
decir, la vinculación de una circunstancia con lo que le pasa a uno. El cientificismo conductista se
montó sobre la creencia de que el "método científico" llevaba a descubrir la relación causa-efecto, que luego permitiría enunciar una "ley universal" que, a su vez, facilitaría "predecir y
controlar" la conducta humana. Todo esto, obviamente, fundado en la creencia de que la
realidad es homogénea, repetitiva y constante, que los seres humanos son mecanismos iguales siguiendo vidas idénticas en un mundo estable, sin ninguna posibilidad de razonamiento propio
ni autonomía ni libertad, al igual que las vacas en una dehesa.
Si bien la técnica de Skinner, aun con todos sus defectos epistémicos, podía funcionar relativamente bien con ratas y palomas, la mayor parte del tiempo y en tareas muy concretas,
era sumamente iluso pensar que ese mismo modelo podía proyectarse a los seres humanos, en
toda la magnitud de su comportamiento social. Los hombres podemos decidir mediante el juicio,
que es un procesamiento de información, un evento interno mucho más complejo que el simple manejo de estímulos externos. Pero esto era incomprensible en el escenario simplista en el que
se movía el enfoque conductista, basado en la sola observación de dos variables, mágicamente
aisladas y sin vinculación con el resto del universo. Aunque Skinner había experimentado únicamente con ratas y palomas, en experimentos muy concretos, no tenía ningún reparo en
hablar de la conducta humana en general, sintiéndose una autoridad en el tema. No sabemos
qué le daba tal autoridad. Simplemente se empeñó en extender su pequeño descubrimiento del condicionamiento operante a todo el universo de los seres vivos, incluyendo humanos, sin
ninguna distinción, edificando una biblia de creencias seudocientíficas. Ni siquiera cuando se
aventuró a explicar la conducta verbal de los humanos, o su conducta guiada por reglas, pudo desprenderse de aquel esquema elemental de estímulo y reforzamiento que era todo su universo
conceptual. Cualquier cosa era convenientemente acomodado a ese esquema. Es decir, la
cuestión para Skinner no era ir a descubrir la verdad sino cómo explicar los hechos empleando
su modelo. Era la formulita con que lo explicaba todo, absolutamente todo. Incluso propuso su condicionamiento operante como la explicación que le faltaba a la teoría de la evolución de las
especies. Algo que fue rápidamente desmentido por la ciencia, pues los animales no tienen tanto
tiempo en sus vidas para obtener sus conductas por reforzamiento, tampoco es posible lograr refuerzos parciales y aproximativos hacia conductas exitosas, etc. (Dennett, 1969). Es decir,
bajo un análisis científico el enfoque de Skinner simplemente se desmoronaba como un castillo
de naipes.
Skinner estaba convencido de que ya había descubierto la clave que abría todos los misterios de
la conducta animal, a cualquier escala, y llenaba libros enteros con sus creencias. Hay que
reconocer que tenía una gran elocuencia, y además sus lectores ya estaban predispuestos a aceptarlo todo, y esperaban aun más de él. Eso hizo que su radicalismo se reforzara. Ya no
estaba dispuesto a aprender sino a imponerle al mundo sus creencias. Era un sujeto arrogante y
testarudo que se sentía por encima de toda crítica. No respondía a sus críticos y afirmaba que
todos ellos simplemente no habían entendido nada del conductismo, pese a la talla intelectual que tenían. Aseguraba que la ciencia era siempre mal entendida. Esa fue su trinchera defensiva.
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Semejante ambiente provocó duras críticas a toda la psicología en general, pues toda ella se vio
injustamente afectada, aunque las opiniones más negativas se dirigieron al conductismo de
Skinner en particular (Chomski, 1959; Taylor, 1964; Dennett, 1969; etc.). Afortunadamente, este extravío de la racionalidad y el panorama de crisis general de la psicología, no se vivió en
otros lugares como Rusia, en donde la psicología nunca fue improvisada ni tuvo los apremios
comerciales de EEUU. La psicología supo mantenerse firme ante los embates del naturalismo promovidos por verdaderos científicos de la talla de Pavlov, Setchenov y Luria. La psicología
rusa, representada en los años 30 por Vygotski, tenía claro que los retos de la psicología estaban
en los campos de la conciencia, el subconsciente y los procesos cognitivos, tanto individuales como socioculturales. Así lo ratificarían luego las macizas obras de Leontiev y Rubinstein,
justamente en la misma época del apogeo conductista en Norteamérica. Adicionalmente, una
nueva legión de autores europeos asentados en los EEUU por causas de la Segunda Guerra
Mundial, y que habían sido formados en la fenomenología y en la novedosa filosofía existencial, pronto dieron cuenta del conductismo al mostrar la verdadera naturaleza del ser humano,
descartando definitivamente las afirmaciones de Skinner basadas en un primitivo naturalismo
animalista y en un mecanicismo extremo. Lentamente se reconstruyeron las nociones de lo que debía entenderse por "ser humano" como fenómeno vital distintivo, trascendental y único. Así
fue como se inició la recuperación de la psicología en los EEUU, pero al mismo tiempo fue el
inicio de las actividades de un conductismo militante. El conductismo adoptó las formas de una secta fanática empeñada en salvar a toda costa su credo. Para ello difundieron toda clase de
embustes y falacias contra la conciencia y la psicología, edificaron un andamiaje de retórica
pseudocientífica, y la cultura occidental se llenó de mitos alrededor del ocnductsmo. Mitos y falacias que todavía se publican hoy.
Para enfrentar la creciente ola de críticas y condenas que recibió su ciencia animalista y
mecánica, Skinner se vio obligado a publicar sus últimos libros tan sólo para defender sus postulados tercamente. Así salió a la luz "Más allá de la libertad y la dignidad" (1971) y "Sobre el
conductismo" (1974). Fueron sus últimos libros, aunque luego se publicarían sus notas, artículos
y otras cosas relacionadas a él. Lo cierto es que ni en esos libros pudo responder a las diversas
críticas que se le hacían a su modelo y a sus desaforadas ideas. En el primer libro se defendió de los humanistas proponiendo su técnica como una herramienta para moldear culturas más
humanas. Pensaba que la misma técnica con que amaestraba a sus ratas, podía ser usada para
moldear toda una cultura. En su último libro tuvo la osadía de plantear el conductismo como una filosofía. Esta filosofía intentaría dilucidar si una "ciencia de la conducta" era viable. Plantea
como cuestión fundamental revelar el porqué las personas hacen lo que hacen. Difícilmente la
ciencia podría ocuparse de esto, ya que las personas hacemos muchas cosas en diversas circunstancias y por distintas razones. Tampoco es una cuestión que le interese a ninguna
filosofía. Además ya era tarde para todo eso pues el mito del conductismo había sido generado y
ya había una secta de fanáticos predicando la doctrina. Pese a todo, los nuevos conductistas hicieron algo más fácil que generar una filosofía: se fueron en busca de Kantor para hacer de su
complicada teoría la nueva filosofía conductista. De este modo acabaron con el modelo de
Skinner en una mano y el de Kantor en la otra, sin saber qué doctrina seguir. La solución al
dilema fue nuevamente salomónico: se declararon una filosofía. Hay que tener mucha amplitud mental para admitir lo que los conductistas pretender ser hoy, pues se presentan como una
"corriente de pensamiento" armada de una curiosa estructura que incluye técnicas y doctrinas
de la conducta. Es decir, una amalgama de todo lo que hay alrededor del concepto de conducta. Desde mi punto de vista, el conductismo (o interconductsmo, como quieren llamarse ahora) es
un producto sociocultural de mucho interés como objeto de estudio para la antropología cultural.
Es una curiosidad histórica, una paradoja de la humanidad.
Finalmente la imagen de Skinner quedaría vinculada para siempre
a una caja con una rata adentro. Esa fue la lamentable imagen de
la "psicología científica" norteamericana. Unos años después, poco antes de morir, en su último artículo Skinner se preguntaba
amargamente por la causa de su fracaso, convencido aun de que
estaba a la altura de Darwin y de que el condicionamiento operante
era la clave del universo.
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"Por ello es difícil entender por qué el condicionamiento operante no
ha atraído una mayor atención… El análisis del comportamiento es la
más reciente de las tres ciencias (la teoría de la selección natural, la evolución de las especies y el análisis del comportamiento) pero la
inmadurez no explica por qué ha sido desdeñada tan a menudo. Una
explicación mejor podría ser que su campo había sido ocupado durante mucho tiempo por esa extraordinariamente intrigante teoría de una
mente o de un sí mismo de origen interno." (Skinner, 1989)
Durante décadas, Skinner estuvo dedicado a la fabricación de ingeniosos artilugios, con el propósito de realizar una y otra vez sus
experimentos destinados a demostrar por todas las formas posibles, la
validez de su esquema condición-estímulo-conducta-contingencia-refuerzo. Parece que Skinner
mismo resultó condicionado con el éxito de sus experimentos. El caso de Skinner demuestra perfectamente la falsedad del mito en torno al empirismo, al objetivismo y al metodologismo, ya
que los experimentos surgen de las creencias o de los prejuicios que pretenden someterse a "la
prueba objetiva empírica". Los óptimos resultados refuerzan la creencia y sugieren malas teorías. Con el mito del empirismo podemos ingresar al círculo vicioso de un falso saber
científico que se refuerza por sí sólo. El proceder conductista era inverso al de la ciencia. Las
teorías científicas surgen a partir de un profundo estudio de la realidad tal cual, analizando las evidencias directas sin prejuicios, y luego algunos postulados de la teoría se someten a crítica y
prueba. Solo mucho tiempo después de haber superado las críticas y las pruebas factibles, es
que una teoría científica se admite como tal. Skinner y los conductistas montaban experimentos con animales, completamente artificiales y escrupulosamente controlados, y luego pretendían
extraer conclusiones válidas incluso para los humanos. El éxito del empirismo naturalista inglés
del siglo XIX se debió a que estudiaban proceso naturales reales dentro del laboratorio, no montaban experimentos artificiales de procesos que no existen en la realidad. No podemos
fundar un conocimiento científico en procesos artificiales, creados por uno mismo para probar lo
que queremos probar. Tampoco hace falta apelar a experimentos artificiales si podemos
observar directamente la realidad. Así fue como se hizo la ciencia naturalista. Así fue como Darwin llegó a sus conclusiones acertadas. Muchos campos del escenario de la psicología, al
igual que los de la física y de las ciencias naturales, escapan de las posibilidades experimentales,
en especial, la vida humana.
Cuando el conductismo abrazó el empirismo junto al método naturalista, dejó en claro cuál era
su limitación; cuando proclamó su objetivismo, señaló que se conformaba tan sólo con una
porción de la verdad; cuando asumió una ideología de base, no pudo evitar caer en el sectarismo, sujetando su accionar y razonar a las creencias dogmáticas establecidas por sus
profetas. Aferrados a su objetivismo absoluto, acabaron siendo los ilusionistas de la verdad.
Entregados a su proceder metodológico fueron víctimas de su propio modelo, al quedar reducidos a un intrascendente espacio de acción. Por último, abrazados dogmáticamente a sus
doctrinas, quedaron de espaldas a las demás ciencias y hasta despreciaron el avance general de
la ciencia. Con ese magro perfil, el conductismo estaba realmente incapacitado para hacer
ciencia y psicología, e impedido de abordar los escenarios complejos del ser humano, sus facultades exclusivas, sus sociedades y su cultura, por lo que no pudo hacer más que llenarse de
afirmaciones extravagantes y seudocientíficas.
Al estudiar la historia de la psicología norteamericana, Gary Hatfield (2002) escribe lo siguiente: "Although behaviorism became strong or even dominant in the period 1920-1960, it by
no means was able to stamp out the study of cognition and perception in American
psychology". Los formatos conductistas realmente útiles, tuvieron que desarrollarse después, y estuvieron muy alejados de las concepciones del conductismo de Skinner. Más aun, los
psicólogos de los 70 voltearon la tortilla conductista y concibieron la conducta como un producto
exclusivo de factores internos. Si bien siguieron empleando el término "conducta" porque era el concepto cultural de moda, estos psicólogos "neoconductistas" dejaron atrás los dogmas del
conductismo: objetivismo, fisicalismo, determinismo externalista, empirismo animalista, etc. Así
fue como paulatinamente empezó a desaparecer el conductismo primitivo, y la psicología
norteamericana empezó a ingresar en la era de la psicología real, es decir, en una psicología ocupada de los problemas milenarios que habían sido definidos por los griegos, 2500 años antes.
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Sin embargo, cabe añadir que lo peor del conductismo primitivo no fue que se desviara de los
problemas reales de la psicología, sino que nació para servir al mercado, y esa es la tarea más
envilecedora que ha existido jamás sobre la faz de la Tierra. Al revisar la historia de la psicología norteamericana, Sigmund Koch (1963) plasmaría una frase categórica:
"La esperanza de una psicología científica se confundió con el hecho de proclamar una
psicología científica. En adelante, todo lo que siguió puede ser visto como una tarea ritualista en busca de emular las formas de la ciencia, tan sólo para obtener la ilusión
de que ya era una ciencia".
Consecuencias del conductismo
A partir del mal ejemplo conductista, cualquier cosa habría de ser factible como psicología en el
escenario de los EEUU. Era inútil esperar, ya no digamos cultura y formación epistémica, sino apenas coherencia lógica y racionalidad en las propuestas. Aparecieron muchos fundando su
propia psicología, incluyendo, desde luego, otras psicologías científicas. Probablemente el último
de estos extravagantes casos sea el del Sr. Rubén Feldman-González y su psicología holokinética, fundada supuestamente sobre la física cuántica (?). Así que Watson no fue más que
el primer personaje folklórico en inventar su propia psicología, porque luego la lista sería
enorme. Se desató un verdadero delirio de propuestas de nuevas psicologías, las que empezaron a crecer como hongos en el prado, todas ellas escudadas en la ciencia y la técnica, pero
interesadas más en los negocios que en el saber. Las diversas especies "psicológicas" en
aparecer, irían desde el Análisis Transaccional hasta la Programación Neurolingüística, orientadas todas al análisis de la conducta y las técnicas de control, rodeadas siempre de
fabulosas promesas de efectividad. Por desgracia para estos proyectos, ninguno tuvo un autor
tan mediático como Skinner, y las nuevas circunstancias históricas tampoco los favorecieron. Pero ya era la época del "hágalo usted mismo", y muchos aprovecharon esto. De este modo se
inició el interminable negocio de las "psicoterapias", ya sean conductuales, mentales,
espirituales, sociales, etc. Varios iluminados fundaron su propia psicología personal, con su
propia doctrina y su grey de seguidores fanáticos proclamando la verdad de su ciencia. Las doctrinas se fundaban en las mismas creencias cientificistas o de otros tipos como el filosófico-
oriental, espiritualista-ocultista, interaccionista, bioenergético, comunicante, emocional,
socioefectivo y muchísimas otras cosas. Además de la "ciencia útil", se predicó también a favor de la "ciencia fácil", al alcance de todos. La psicología norteamericana se convirtió en un
verdadero mercadillo de ofertas psicológicas disputándose el tratamiento de los problemas de la
gente. Luego se sumaría el interminable alud de textos de autoayuda, convencimiento y potenciación del pensamiento, empleadas por vendedores, publicistas y hombres de negocio. En
todo ese mercado persa de las psicoterapias, el conductismo trató de sacar ventajas de dos
maneras: primero, adueñándose del rótulo "psicología científica"; y segundo, mostrando sus cifras de efectividad. Ya nadie sabía lo que era la psicología, pues hasta su definición se había
trastocado en los textos, y se inició la discusión sobre su objeto de estudio. Para la gran
mayoría, la psicología era una práctica de ayuda al prójimo. Así se impuso la lógica de "si
funciona, vale".
Por otro lado, una gran cantidad de psicólogos norteamericanos adscritos al enfoque conductista,
dieron inicio a una gran época de investigaciones en torno al aprendizaje y la conducta, fundados en el enfoque empirista y animalista propuesto como paradigma. Al cabo de medio
siglo de fatigoso trabajo, nadie pudo formular una sola ley universal del aprendizaje humano. Lo
único que lograron fue acumular una incalculable cantidad de datos que no podían ser interpretados de manera coherente, y una gran cantidad de escritos que nunca dejaron de estar
afectadas por un halo de vaguedad y circularidad. Ese tipo de investigación fue duramente
recusada por la filosofía de la ciencia y corrió a cargo, principalmente, de Toulmin (1960) y de Kaplan (1964). Uno de los últimos libros críticos y ampliamente analíticos del conductismo es el
de John A. Mill (2000) "Control: A History of Behavioral Psychology".
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La consecuencia más funesta de todo lo acontecido, fue que este desastre de la psicología
norteamericana, acabó reflejado exactamente igual en las universidades latinoamericanas, y de otros lugares hasta donde llega la influencia de la cultura norteamericana, provocando varias
generaciones de psicólogos confusos, que terminaron divagando con una mezcolanza atroz de
psicoanálisis, conductismo, psicometría y varias corrientes humanistas, pues todo eso estaba -y aun está- incorporado en el currículo académico de la psicología. Es decir, ya ni en las
universidades sabían qué era la psicología, y acabaron enseñando de todo, por las dudas. El
caos se había generalizado e institucionalizado. Los supuestos epistemólogos de la psicología, se limitaron a declarar que la psicología era un "campo multiparadigmático". Eufemismo elegido
para convalidar el caos teórico.
Desarrollos posteriores
Después de la resonante irrupción mediática de Skinner en el escenario de la psicología
norteamericana, la siguiente etapa del conductismo se desarrolló a mediados de los 60. En esta
época varios personajes intentaron aplicar los principios del conductismo en la vida real, es decir, en el tratamiento de personas. Como ya hemos señalado, el ambiente cultural estaba
dominado por una reñida competencia de modelos terapéuticos. A diferencia de la psicología que
se desarrolló en otros lugares del mundo, como Alemania y Rusia, en donde la preocupación estaba centrada en el descubrimiento de los fenómenos psicológicos y su explicación científica,
la psicología norteamericana se desarrollaba netamente en el escenario del mercado terapéutico.
Sus intereses, por tanto, eran otros. La nueva generación de autores, intentó poner en práctica el conductismo, y se vio en la necesidad de desarrollar formas adecuadas para el tratamiento de
pacientes. Desde luego, este escenario era completamente diferente al laboratorio de Skinner,
con sus ratas y palomas. Es entonces cuando el conductismo inicia su inevitable viaje a la
extinción, pues la complejidad del escenario humano era inmanejable con la doctrina definida por Skinner. Los mejores intentos por adecuar un enfoque conductista en el tratamiento de
pacientes acabaron desarrollando nuevos modelos. Este fue el caso de Arthur W. Staats (1963),
por ejemplo, quien desarrolló lo que se conoce ahora como Análisis de la Conducta, en un esfuerzo por ampliar la descripción operacional y acumulativa de Skinner.
La propuesta teórica de Staats, orientada a seres humanos, se conoció como "conductismo
social" y fue un verdadero avance, pues convirtió los formatos animales de Skinner en una propuesta que ya tenía un aspecto mucho más psicológico; razón por la cual, su propuesta es
conocida también como "conductismo psicológico". Sólo en este nivel podría admitirse que tal
conductismo pudiera ser una forma de psicología, pero no antes. Esta nueva generación de psicólogos enfocados en los seres humanos, se dio cuenta de que, a diferencia de lo que podría
ocurrir con las ratas de Skinner, las personas no son influenciadas directamente por el ambiente
sino por la conciencia de una situación que define su circunstancia particular. (Cosa que tal vez
ocurra incluso con las ratas a un nivel menos significativo). El nuevo formato conductista amplió los conceptos integrando elementos propios de procesos internos. De este modo, los siguientes
autores que usaron este modelo, como fue el caso de Albert Bandura (1974), no tuvieron ningún
inconveniente en introducir nociones como atención, memoria, juicio, etc., además de incorporar al ambiente cultural como un importante factor. Estos modelos de los 70, aunque todavía
giraban en torno al concepto limitante de "conducta", pues era el concepto cultural que aun se
empleaba, mostraron un enfoque radicalmente distinto. Por ejemplo, las nociones pasaron de considerar el simple "ambiente natural" a interesarse por un moderno y complejo "ambiente
cultural", de la perspectiva simplista de una respuesta a un estímulo se pasó a un intercambio
productivo con el medio y a la modificación activa del entorno, de los simples estímulos físicos y directos se progresó a estímulos complejos culturales, generados por ideas y creencias, etc.
Como consecuencia de todos estos nuevos conceptos, poco a poco, la doctrina conductista se fue
diluyendo hasta desaparecer disimuladamente, a medida que los nuevos enfoques prestaban mayor atención a los procesos internos y a los factores culturales. Finalmente a este modelo se
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le llamó cognitivo-conductual para identificar un claro período de transición,
pero lo cierto es que tales propuestas tuvieron muy poco de aquel
conductismo animalista, externalista y objetivista de la primera mitad del siglo. Al final de los 80 sólo quedó una psicología cognitiva, como una
consecuencia inevitable y natural del avance del conocimiento y de los
cambios culturales. Así fue como, finalmente, la psicología norteamericana recuperó el camino perdido medio siglo antes y volvió a los escenarios
cognitivos definidos por los griegos en el siglo IV A.C., cuando Protágoras
sentenció que el hombre es la medida de todas las cosas. Aunque, lamentablemente, quedaron siempre rezagos y núcleos de conductistas
puristas, clásicos y nostálgicos, predicando los viejos enfoques que habían
sido claramente superados y dejados atrás. Todavía hoy podemos apreciar
pequeños núcleos de fanáticos predicando el conductismo anacrónico de Skinner y tratando de resucitar a Kantor, todo lo cual abona a favor de la tesis de que el conductismo fue un producto
cultural, basado en una ideología social que, como toda ideología, generó núcleos de creyentes
que, más allá de los intereses de una ciencia que busca avanzar en el saber, procuran seguir una doctrina y mantenerla viva.
En la historia del conductismo habría que señalar una prehistoria, donde se ubica Thorndike, el
primer autor americano derivado de la experimentación en animales. No debemos mencionar a Pavlov porque este señor no tuvo ninguna responsabilidad en la aparición del conductismo
americano. La fundación formal del conductismo le pertenece por derecho propio a Watson,
aunque este tampoco lo inventó. Tan sólo le corresponde el coraje de haber rechazado a la psicología para defender el conductismo que ya era una triste realidad en Norteamerica. La
primera etapa propiamente conductista se inicia en los años 20, llegando hasta fines de los 50.
Es la época de Kantor, Tolman, Hull y Skinner, en ese orden de aparición. La siguiente etapa es todavía más amplia y abigarrada, se inicia a mediados de los 60 y se van diluyendo lentamente
hasta fines de los 70, debido básicamente a que los postulados del conductismo perdieron todo
su sentido en el escenario de la realidad humana, y los nuevos modelos fueron incursionando
cada vez más en aspectos cognitivos, individuales y sociales, contrarios a la doctrina conductista. Aun así, los seguidores del conductismo proclaman como "conductistas" a varios
autores que desarrollaron propuestas sumamente amplias y muy alejadas de las tesis
conductistas, tales como Albert Ellis y Arnold Lazarus, que francamente no tienen nada de conductistas, tal como se entiende hoy este término. En buena cuenta, lo cierto es que los
estrechos cauces originales del conductismo se rompieron para dar lugar a una gran variedad de
enfoques, muchos de los cuales tenían apenas una débil reminiscencia de conductismo, ya que eran fundamentalmente cognitivos o de otra índole. Tal es el caso de Albert Ellis (1913-2007),
formado en el psicoanálisis y generador de una amplísima producción literaria que no calza con
los postulados del conductismo; al contrario: endereza los conceptos conductistas por los senderos de la racionalidad y los sentimientos.
Por el lado terapéutico, los enfoques centrados en la simple modificación de la conducta,
también empezaron a ser dejados de lado, porque era obvio que modificar una conducta no es lo
mismo que curar. De otro lado, quedó claro que una cosa es la psicología como ciencia, y otra, muy diferente, son las técnicas de tratamiento terapéutico. Por último, a la luz del panorama
psicoterapéutico en general, parecía evidente que los seres humanos pueden aliviarse con una
gran variedad de formas curativas, de modo que resultaba inapropiado apelar a la efectividad terapéutica para sustentar su condición de psicología, y mucho menos, la de ciencia. El
desarrollo epistémico de una ciencia no empieza con las disciplinas técnicas sino que acaba en
ellas.
Rezagos del conductismo
Nos interesa ahora evaluar los efectos históricos del conductismo. El auge del conductismo de Skinner duró desde 1950 hasta mediados
de los 60, aproximadamente. Chomsky (1959) le dio la estocada
mortal al conductismo con su lapidaria crítica al libro de Skinner
"Conducta Verbal". Luego de este episodio, los años 60 marcarían el
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irremediable proceso de revisión y conversión del modelo conductista, hasta ser relegado y
reemplazado por la psicología, aunque se le otorgó el título redundante de "psicología cognitiva".
Redundante porque no hay otra forma de psicología, salvo las ramificaciones antropológicas y evolutivas que persiguen finalmente el origen de las facultades cognitivas humanas. A principios
de los 70, Skinner estuvo todavía muy ocupado en una angustiosa defensa de sus concepciones,
tratando de hacer viable su doctrina en el escenario humano, y apelando a la filosofía como último recurso. Pese a todos sus esfuerzos, su elemental esquema conductual, naufragó como
una balsa de juncos en el océano de la complejidad humana. El conductismo de Skinner,
conocido como "conductismo radical", inició su acelerada caída hacia el desprestigio y el desuso, ya que no ofrecía ninguna proyección y quedó encasillada en su propia jaula doctrinal. Luego
Skinner se convirtió en celoso guardián de los nuevos desarrollos teóricos, y nunca dejó de
criticarlos considerándolos desviaciones de la doctrina.
Resultaba obvio que el escenario de la psicología era muchísimo más amplio y diferente del que concibió Skinner en su laboratorio, ante la vista de sus ratas y palomas, basado en un esquema
científico del siglo XIX. Lo cierto es que la mayor parte de los psicólogos norteamericanos, pese
a incursionar en el conductismo de moda, no cayeron en la absurda ingenuidad que proponía la doctrina de Skinner. La mayor parte de los psicólogos modernos nunca apoyó su anacrónico
modelo físico-mecánico, externalista y objetivista, y no dudaron en considerar los factores
internos como los predominantes. Aquellas variantes conductistas se desarrollaron incluso de forma paralela a la ruidosa actividad de Skinner, logrando además mejores y más valiosas
producciones, como las teorías del aprendizaje de E. Tolman, confrontadas por C. Hull. En este
interesante debate, Skinner sólo pudo intervenir con un irracional artículo titulado "¿Son necesarias las teorías del aprendizaje?", en el cual define el aprendizaje como un simple cambio
en la probabilidad de la respuesta, lo que prueba que Skinner nunca vio más allá de sus tablas
de registros.
La expresión del conductismo puro, antimentalista y animalista, guiado aun por el esquema
causa-efecto, que reposa en el poder del refuerzo contingente, restringido a factores externos,
obsesionado con la objetividad más pura como el fin de su ciencia, y entendiendo aun a la
psicología como ciencia naturalista experimental, todavía existe. No parecen enterados de los cambios en los últimos 60 años, y hasta se sienten orgullosos de haber sobrevivido a numerosos
anuncios de muerte. De hecho, como ocurre con cualquier otra expresión cultural no científica,
como el nazismo o el comunismo, nunca dejará de haber un segmento de creyentes en esas propuestas. Aunque ciertamente tales conductistas se mantienen reducidos a sus propios
guetos. Pese a que en los mismos EEUU, este conductismo es sólo un mal recuerdo, lo
lamentable para la psicología latinoamericana, es que aún quedan muchos psicólogos formados en la época gloriosa del conductismo radical, en posiciones de poder dentro de las universidades,
orientando la formación psicológica de las nuevas generaciones por esos anacrónicos preceptos
cientificistas del siglo XIX. Todavía se exhiben en blogs, que parecen copiados unos de otros como clones o fotocopias, repitiendo exactamente el mismo credo dogmático. Esto convierte a la
psicología en la única ciencia en la que conviven núcleos periféricos de creyentes y practicantes
de doctrinas que han sido ampliamente superadas y descartadas por el consenso científico al
interior del núcleo central epistémico. Ni siquiera es posible debatir con estos segmentos porque no conciben más argumentos que los que les señala su propia doctrina. Lejos de buscar la
verdad, ellos la proclaman, lejos de aprender de la realidad, pretenden "reimterpretarla" según
su modelo.
Luego de la debacle de Skinner y del conductismo en general, y
mientras las nuevas versiones que aun mencionaban la "conducta",
conservaban cada vez menos doctrina conductista para dar paso a la psicología cognitiva, Emilio Ribes decidió resucitar a Kantor como la
salvación del conductismo. Ya anciano, Kantor fue despertado de su
letargo y sacado de su retiro a los 90 años de edad, para ser llevado a las aulas y demostrar que el conductismo seguía vivo y que además...
¡progresaba!. El "nuevo" modelo, desempolvado y modificado, fue
presentado como un avance del conductismo. Incluso lo llamaron
"conductismo de tercera generación", cuando es muy anterior a Skinner. En la búsqueda de sustento, no solo han apelado a toda clase
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de autores que por cualquier circunstancia hayan mencionado el término "conducta" para
incluirlos en su vitrina, sino que fueron al rescate de una doctrina anacrónica que estuvo
publicada desde 1927 sin que nadie le prestara mayor atención. Atribulado por los mitos antimentalistas, Kantor desarrolló una novedosa concepción puramente teórica de lo que sería
una psicología articulada en torno de un aparente "campo interconductual", una noción que sacó
ya no del naturalismo sino de las teorías de campo que enunciaba la física. En este campo se ocupa de una serie de factores, sin enfocarse demasiado en el organismo que no es más que
otro factor dentro del campo. En consecuencia, cae inevitablemente en el vacío externalista pese
a incluir la noción de "historia personal", la cual termina en el limbo. Si bien la física se ocupa de la interacción, lo hace porque trabaja con cuerpos inertes; pero emplear este mismo enfoque
con organismos vivos es otra manifiesta impostura epistémica. Se insiste en ignorar lo único
que le confiere sentido a la psicología: el entendimiento de los mecanismos internos de control
de un organismo que posee facultades cognitivas como su característica primordial. Todo lo demás es física pura.
Con esto, los conductistas han cruzado su propio umbral, pues el interconductismo de Kantor ya ni siquiera es conductismo, sino algo muy distinto. Es obvio que lo que buscan es sobrevivir de
cualquier forma. Así que si antes no se sabía lo que era el conductismo, ahora ya ni siquiera se
sabe lo que pretenden ser. Hoy se definen como una "corriente de pensamiento", aunque reposa en dos ejes que giran inversamente, pues una proviene de la biología y la otra de la física. De
esta manera hemos hecho el recorrido histórico para llegar a comprender este rezago cultural
surgido a partir de un error histórico.
Conclusiones
El conductismo fue el producto natural de una psicología mal instalada, mal concebida y mal
practicada en los EEUU. Desde su llegada, a fines de la década de 1880, la psicología en
Norteamérica se practicó bajo el formato experimental de la biología, tomando como modelo de ciencia el naturalismo inglés. Dicha labor estaba totalmente divorciada de los requerimientos
teóricos de la psicología. Además todos los conceptos manejados por los norteamericanos
procedían de su propia psicología teológica. Fue así como confundieron la conciencia con el alma y la rechazaron, usando esto como pretexto para rechazar a la psicología. Concibieron la
experimentación como el único "método científico", argumentando que sólo este proceder haría
de la psicología una ciencia y que no se podía ir más allá. Finalmente los norteamericanos acabaron prefiriendo su modelo práctico y efectista, es decir, técnico, siguiendo la idiosincrasia
norteamericana en la búsqueda aplicaciones directas e inmediatas para la sociedad.
El conductismo no fue un avance científico para la psicología, sino motivo de su postergación y crisis por más de medio siglo. Se extendió por Latinoamérica por el predominio de la cultura
norteamericana. Al no contar con un núcleo central epistémico que proporcionara alguna guía
teórica, el conductismo se desarrolló en una gran variedad de formas, de acuerdo a la práctica concreta de cada autor, por lo que adquirió el aspecto fragmentario que se le conoce, sin que
sea posible establecer ninguna estructura coherente que la distinga.
Actualmente es una amalgama de residuos variados que se define como una "corriente de
pensamiento" en la que se incorpora prácticamente todo lo que hay, desde las originales
técnicas de análisis y control conductual hasta las resucitadas teorías de Kantor que proponen un nuevo evangelio psicológico. Todo eso ha sido recubierto con una envoltura de retórica
pretenciosa que intenta mostrarse como una "filosofía conductual".
A pesar de las claras divergencias con la psicología, el conductismo todavía persiste en su
empeño de ser una psicología. Para ello, no han cambiado en nada su clásico estilo de definirlo
todo de acuerdo a sus particulares intereses. Insisten en ser una reinterpretación de la
psicología, y una reinterpretación de la vida mental. Finalmente es un universo particular en donde los términos y los conceptos adquieren novedosos significados. Se trata de un fenómeno
cultural cuyo proceso aun no ha terminado.
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Lima, 30 de junio del 2011