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El Dinosaurio
Antología del minicuento
Selección y prólogo de Homero Carvalho Oliva
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En memoria de Augusto Monterroso,
hacedor de fábulas.
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Prólogo
“Los escritores que hacen cuentos breves
tienen que ser especialmente audaces. Lo
apuestan todo a un golpe de inventiva”
Irving Howe
Esto del cuento es un cuento de nunca acabar. Uno camina por la calle y se encuentra en
situaciones que le recuerdan que bien pueden ser las de un cuento, entonces abre un libro y
allí aparece ese cuento. Sin embargo nada iguala la sensación de leer un cuento escrito
como una totalidad, completo y autosuficiente. Una unidad cuya estructura cerrada está
determinada por la limpieza de lo superficial, la brevedad y la manifiesta intencionalidad de
lo narrado que va más allá de las palabras iluminando, como un rayo, nuestra vida por un
instante.
En un buen cuento, que no es otra cosa que un acto de arte, existe una alquimia secreta que
solamente puede ser sentida pero nunca explicada a cabalidad por el eventual lector, una
alquimia que para Edgar Alan Poe significaba que ―durante el lapso de la lectura, el alma
del lector está bajo el control del escritor.‖
Hablé de un buen cuento y la pregunta surge de inmediato: ¿Que diferencia un buen cuento
de uno malo?, pues yo creo que la magia del cuentista, que no es otra cosa que el talento
transfigurado en la intensidad que resulta de la condensación con la que el autor ha
concebido, quizás de manera intuitiva, su narración.
Existen muchas definiciones sobre el cuento y todavía existirán muchas más. Sin embargo,
nadie, ni los cuentistas ni los críticos, menos los teóricos del cuento, dudan de su naturaleza
insular y de su origen matemático, pues al llevar la cuenta de algo (cuento viene del latín
computus) se debe cuidar una rigurosidad lógica porque de lo contrario los resultados no
cuadran.
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Una de las definiciones más precisas es la de Jorge Luis Borges (Magíster dixit) que nunca
escribió una novela pero que a cambio, y para deleite nuestro, nos dejó inolvidables
ejemplos de cuentos. El autor de "Sur" dice: "El cuento debe ser escrito de un modo que el
lector espere algo continuamente, que haya expectativa, que se resuelva luego de un modo
que pueda ser asombroso, en todo caso, que pueda parecer extraño y nunca capricho del
autor, sino algo inevitable. Si puede ser asombroso e inevitable mejor". A esto le
agregamos que un buen cuento, si breve dos veces bueno, es un poema.
Los cuentos breves también se esconden entre novelas, sonríen irónicamente desde poemas
y epigramas, espían desde ampulosos ensayos, se mimetizan en misteriosos tratados
filosóficos y se manifiestan, ni duda cabe, en todo su esplendor, en una página virgen
seducida para recibir sus palabras precisas, como si fuera un cuenta perfecta.
Los que saben informan que el origen de los cuentos brevísimos se remonta al Japón o a la
China, deducción a la que han llegado amparados en la ancestral técnica literaria
minimalista de estas culturas. Recordemos los haikus japoneses o el popular poema chino
que cuenta una pequeña historia en cuatro versos, en los que el primer verso contiene el
motivo inicial, el segundo prolonga el mismo; el tercero aparentemente no tiene nada que
ver con los anteriores e introduce uno nuevo que con el cuarto completa o cierra la historia.
Para muestra transcribo una tradicional copla japonesa escrita bajo esta norma poética,
citado por Paúl Reps en ―101 historias Zen‖:
Un mercante en sedas, de Kyoto tiene dos hijas.
La mayor, veinte años; la menor dieciocho.
Un guerrero puede matar con su espada
Pero esas dos niñas matan con sus ojos.
Si el poema se lee de corrido tendremos una pequeña historia en prosa poética que se ajusta
a los cánones del cuento corto. Veamos: “Un mercante en sedas, de Kyoto tiene dos hijas.
La mayor, veinte años; la menor dieciocho. Un guerrero puede matar con su espada. Pero
esas dos niñas matan con sus ojos.”
Edmundo Valadés, escritor mexicano y fundador de la inolvidable revista ―El cuento‖, que
publicó microcuentos por más de un cuarto de siglo, cita a Laurián Puerta, un escritor
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colombiano, que en la revista ―Zona‖ de Barranquilla, Colombia, publicó un curioso
―Manifiesto‖ que entre cosas señala que ―concebido entre un híbrido, un cruce entre el
relato y el poema, el minicuento ha ido formando su propia estructura. Apoyándose en
pistas certeras se ha ido despojando de las expansiones, las catálisis, creando su propia
unidad lógica, amenazada continuamente por lo insólito que lleva guardado en su seno. La
economía del lenguaje es su principal recurso, que revela la sorpresa o el asombro. Su
estructura se parece a la del poema. (…) Narrado en lenguaje poético siempre tiene un final
de puñalada. Es como pisarle la cola a un alacrán para conocer su exacta dimensión (…) El
cuento clásico a sido domesticado, convertido en una sucesión de palabras sin
encantamientos. El minicuento está llamado a liberar a las palabras de toda atadura. Y a
devolverle su poder mágico, ese poder de escandalizarnos (…) Diariamente hay que estar
inventándolo. No posee fórmulas o reglas y por eso permanece silvestre o indomable. No se
deja dominar ni encasillar y por eso tiende su puente hacia la poesía cuando le intentan
aplicar normas académicas‖.
Otra interesante definición y relación de escritores que practican este, casi desconocido,
género de la ficción hiperbreve le pertenece al académico Juan Armando Epple, que en su
ensayo ―Brevísima relación sobre el cuento brevísimo‖ apunta que ―Lo que ha dado en
llamarse "cuento brevísimo", "micro-cuento" o "mini-cuento" no es simplemente una
afición secundaria, apta para la nota humorística, el ingenio verbal o la relación anecdótica,
si bien muchos de sus cultores aficionados no superan estos niveles. Escritores de
reconocido talento como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Cristina Peri Rossi, Eduardo
Galeano, Luisa Valenzuela y otros, han renovado las opciones expresivas de la ficción
breve. Y autores como Alfonso Alcalde, Alfredo Armas Alfonzo, Enrique Anderson-
Imbert, Juan José Arreola, René Avilés Fabila, Marco Denevi, Andrés Gallardo, Hernán
Lavín Cerda, Augusto Monterroso, han canalizado su creatividad fundamentalmente en esta
modalidad narrativa de variada filiación cultural, cuyo rasgo común (aspecto que no
constituye, de por sí, una diferenciación canónica) es su notoria concisión discursiva.‖
Citada por Lauro Zabala, en su ensayo ―El cuento ultracorto: hacia un nuevo canon
Literario‖, Irene Zahava afirma sobre los cuentos muy cortos: ―son las historias que alguien
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puede relatar en lo que sorbe apresuradamente una taza de café, en lo que dura una moneda
en una caseta telefónica, o en el espacio que alguien tiene al escribir una tarjeta postal
desde un lugar remoto y con muchas cosas por contar.‖
El minicuento contemporáneo echa mano de todo lo que puede. Aprovecha las leyendas,
los mitos, los clásicos de la literatura, del teatro, del cine, la religión, todo le sirve para
comprometer al lector en una lectura intertextual. Incluso el título es parte substancial del
texto, llegando a redondear la historia contada. En el minicuento no interesa tanto lo que se
escribe como lo que no se escribe, importa mucho más lo que se deja de decir, lo que se
sugiere, porque allí esta el verdadero universo narrativo. Aníbal Crespo, poeta boliviano,
me pasó esta pulcra definición de Luis Mateo Díez:‖ El microrelato es un género extremo
que se resuelve en la sugerencia: lo poco, en su medida exacta, abre como un a llave
diminuta un mundo, conmueve, perturba, sorprende.‖
Nuevamente cito a Lauro Zavala para reforzar la anterior aseveración: ―La fuerza de
evocación que tienen los minitextos está ligada a su naturaleza propiamente artística,
apoyada a su vez en dos elementos esenciales: la ambigüedad semántica y la
intertextualidad literaria o extraliteraria.”
Es necesario aclarar que si bien el cuento mínimo juega magistralmente con el humor, con
la ironía y el sarcasmo, existe una marcada diferencia con el chiste corriente y la distinción
estriba en la factura del trabajo, cercano a un epigrama, a una epifanía, a un haiku, no hay
como equivocarse cuando ante la presencia de una pequeña historia, de un cuento
liliputiense.
El poeta chileno Eduardo Llanos Melussa define estos rasgos de la siguiente manera:
―1) Los mejores microcuentos abren una suerte de pasadizo inesperado entre los
compartimentos estancos de planos discontinuos, borrando de una plumada los límites entre
realidad y sueño, vida y muerte, el yo y el otro, este mundo y el más allá, nuestra vida
actual y otras posibles (previas, futuras o paralelas).
2) Muchas minificciones son tan fronterizas, que uno se pregunta en qué difieren de un
apólogo, de una fábula, de una anécdota o un chascarro e incluso de un poema, un aforismo
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o un refrán. Varios textos de esta índole tienen un aire irónico y hasta insinúan ciertas
moralejas. En suma, si por una parte estos microrrelatos desbaratan las visiones
compartimentalizadas, por otro lado –y de modo correlativo– borran las fronteras habituales
entre los diversos géneros.‖
Llanos completa su idea: ―Alguna vez Cortázar calificó al cuento como hermano secreto de
la poesía. Pues bien, la consanguinidad entre poema y microcuento es tal, que ambos
parecen más bien hermanos siameses. Por otro lado, de ser correcta aquella otra fórmula de
Cortázar, según la cual una novela gana por puntos, mientras que un cuento lo hace por
knock out, podríamos agregar que el microcuento vence mediante acupuntura verbal. Y eso
es algo que un lector no sólo desea: también lo necesita.‖
María Isabel Larrea en “Estrategias lectoras en el microcuento‖, de manera clara y concisa
dice: ―La brevedad entendida como signo definitorio del microcuento incide en las
estrategias del emisor, cuya opción estética es el montaje fragmentario y la disgregación de
la unidad narrativa. La recepción de la brevedad y del fragmentarismo impone la relectura,
la recomposición y la búsqueda de la totalidad. El destino del lector es ir completando, casi
lúdicamente, los vacíos; interpretar desde los intersticios, comprender en la densidad, en los
silencios, en la síntesis, en las sugerencias, en la esmerada selección del vocabulario, el
cierre que se completa en la interpretación.”
En la muestra que he seleccionado el lector se encontrará con vastísimas tendencias y
originales temas, con propuestas iconoclastas como la de Sergio Golwarz que en la palabra
―Dios‖ resume el mayor de los cuentos inventados por los seres humanos; así como
―cultas‖ e irónicas variaciones de “El Dinosaurio‖, el famoso y polémico cuento de
Augusto Monterroso. O la pasmosa actualidad de los diálogos de Babieca y Rocinante, el
enigmático relato de Arturo Borda sobre un hombre que no sabe en que día está. El clásico
cuento de la mariposa junto a los cronopios de Cortázar y el maravilloso poema-cuento que
todos hubiésemos querido escribir sobre Matilde Urbach del maestro Jorge Luis Borges.
Sin olvidar por supuesto el texto ―A Circe‖ de Julio Torri que los mexicanos consideran fue
le primer cuento en ese país que para los amantes de las letras liliputienses como nosotros
es la patria de los cuentos pequeños. Del colombiano Umberto Senegal incluí su texto sobre
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Monterroso y Basho, esencial para comprender los alcances, significados, metalecturas y
sugerencias sobre dos autores que cultivaron el arte de las pocas palabras.
Los autores de esta antología son muchos y, tal vez, he cometido excesos al incluir a
desconocidos junto a consagrados. Así como tampoco he considerado siquiera aclarar los
países de origen de cada autor. Creo que no importa tanto, porque la idea es la de compartir
la lectura de estos cuentos cortísimos y que maravillen como yo lo hice cuando los leí. Es
conveniente aclarar que, en ésta búsqueda, no he querido abusar de esa referencia mayor
que es Cuentos breves y extraordinarios de Jorge Luis Borges y su amigo Adolfo Bioy
Casares. He Preferido escarbar en otros libros, en suplementos y revistas literarias, en la
Web, he molestado a amigos, hasta dar con esta muestra que es una propuesta personal, un
breve canon en cuya selección se lucen algunos ciudadanos de la República de las Letras,
esa patria soñada que nos une por encima de las mezquinas nacionalidades.
En diciembre del año 2007 en Montevideo, Uruguay, una radio y una empresa de teléfonos
celulares llamaron a un concurso de microcuentos, denominado ―tcq‖ (te cuento que), que
tenían que ser escritos como si fueran mensajes de texto, SMS, es decir no debían pasar de
160 caracteres y se presentaron 40.000 de ellos. ¡Menos mal que no cuesta leerlos!
En Bolivia el microcuento -minificción, cuento instantáneo, cuento súbito, artificio
narrativo o cuento telegráfico como lo define el periodista Javier Méndez- cuenta con
devotos hacedores que cuentan universos en pocas líneas, llegando incluso a organizar
concursos por todos el territorio nacional.
En esta muestra antológica he atendido el juicio de a Enrique Anderson Imbert de que ―lo
instantáneo en un cuento sea la intuición poética, que es como un éxtasis: el cuentista
descubra una intriga singular, estéticamente valiosa y salte en una forma expresiva que
termina en un desenlace imprevisto.‖ Por eso he querido cerrar esta muestra con el cuento
―El perdón‖ del boliviano Adolfo Cáceres porque creo que es una narración perfecta,
redonda, con un final sorprendente cuyo momento culminante es justamente la frase final.
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A propósito de los lectores de microcuentos anoto una muy pertinente como halagadora
explicación del escritor José María Merino que afirma ―que aunque se requiera poco tiempo
para leer, lo que sí necesita detrás es un lector formado. Es como el poema, porque si fuera
por tiempo todo el mundo tendría que leer poesía, pero no es así. Yo defiendo que en el
sistema educativo la formación literaria debería jugar con el cuento. Ése es un gran camino
para formar el gusto literario.‖
No he querido insertar la nacionalidad de los autores ni sus biobibliografías porque quiero,
malintencionadamente, que este libro sea leído para disfrutar de cada uno de los textos. Es
un volumen para gozar de la lectura, que otros, si acaso, se ocupen de la investigación. No
tiene ninguna otra pretensión que rendir culto a esta invención literaria de la que ya existen
obras magníficas y logradas. Tal vez los une la ironía, el cinismo, el humor, tal vez….
Homero Carvalho Oliva
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El primer cuento
En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra, todo era confusión y no había nada
en la tierra.
Autor anónimo, Génesis, La Biblia.
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Dios
Dios
Sergio Golwarz
12
Dudosa creación
Dios creó el mundo por medio de la palabra. Un día por descuido se atraganta y tose: en ese
momento apareció el hombre.
Jaime Valdivieso
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La verdad
Hoy, desperté como manzana, crujiente y tentadora, repté la verja y entré a gozar del
paraíso
Gigia Talarico
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El Dinosaurio
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Augusto Monterroso
15
La culta dama
Le pregunté a la culta dama si conocía el cuento de Augusto Monterroso titulado ―El
dinosaurio‖.
-Ah, es una delicia –me respondió-, estoy leyéndolo.
José de la Colina
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Resaca
Cuando despertó, la esposa todavía estaba allí.
Antonio Villavicencio
17
Monterroso y Basho
El dinosaurio miró a la rana: estaban solos. Entonces, por su lado pasó una mariposa
Umberto Senegal
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El Invisible
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.
Gabriel Jiménez Emán
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Ritual
Trasladamos durante una hora el cadáver por el río. Al llegar a la aldea, lo entregamos a su
tribu. Cuando nos dispusimos a regresar, los lamentos de la madre, en su lengua nativa,
estremecieron el agua. El río, conmovido, devolvió la vida al indígena. Aquella mujer,
agradecida, cambió sus extraños gemidos por cantos. No comprendimos que dijo en unos y
otros. No tuvimos tiempo de averiguar porque, cuando el hombre se incorporó, murió el río
y con él quienes lo navegábamos.
Leidy Bibiana Bernal
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Mitómano
Siempre vivió de la mentira. Un día falleció y no le creyeron.
Alfonso Osorio Carvajal
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Lo fugaz
Llegó. Fue fácil reconocerla por su andar lascivo. Recordó el sabor de su boca, el olor de
su piel, el placer dentro de ella. Pero eran tantos años después y ella, de otro. Se midieron la
vida con los ojos. Fue fugaz. Pasó. Pasó fugaz.
Gaby Vallejo
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¿Diálogo moderno?
Babieca: Metafísico estáis.
Rocinante: Es que no como
El Quijote, Miguel de Cervantes
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Pequeño diálogo
Muerte: Ven conmigo
Vida: Ni muerta
Lilian Elphick
24
El jugador
Un hombre, en Montecarlo, va al Casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida.
Antón Chejov
25
Estatuas desveladas
Hay hombres que tienen, bien merecidos, sus monumentos. Las palomas, esos tiernos
símbolos de la paz, nos vengan de todos sus agravios.
Homero Carvalho Oliva
26
El Mundo
Morimos, se dice. No; es que el mundo dura poco.
Macedonio Fernández
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Sola y su alma
Una mujer está sentada sola en su casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los
otros seres han muerto. Golpean a la puerta.
Thomas Bayley
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El crimen perfecto
Oprimió entonces el gatillo y la bala cruzó la boca, callada ya para siempre: nada, nadie
–ni siquiera el asesino- podía delatar los hechos.
Giovanna Rivero Santa Cruz
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En los maizales
Nunca pude alcanzar al amor de mi vida.
¡Cómo corría la condenada!
David Acebey
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De Historias de Cronopios y de Famas
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar
del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.
Julio Cortázar
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La prueba
Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que
había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces qué?
S.T. Coleridge
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Sueño de la mariposa
Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado
que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.
Herbert Allen Giles
33
Le regret D'Héraclite
Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde
Urbach.
Jorge Luis Borges
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La novela
¿Has leído su última novela? -le preguntan, refiriéndose a un autor famoso- ¡Qué
musicalidad, qué ritmo, qué riqueza de voces! ¡Es un verdadero oratorio!
-Que la cante- responde Luder.
Julio Ramón Ribeyro
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Exorcismo
Efigenio Alcántara, después de larga lucha con demonios que devoraron su tiempo, tomó la
decisión de decapitarlos a todos simultáneamente. Para conseguir esto, decapitó a Dios y,
en el mismo instante todos los demonios se esfumaron para siempre.
Carlos Saavedra Weise
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Despierto
Conozco un hombre que dormía con sus brazos. Un día se los amputaron y quedó despierto
para siempre.
César Vallejo
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La pasión de Cristo
Se llamaba Magdalena
Adolfo Cárdenas
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El rescate
En su funeral la gente murmuraba que sólo al delincuente Ramiro Osinaga Bermúdez se le
podía ocurrir, enfermo de muerte, el secuestro de la virgen de Cotoca para pedirle a Dios,
como rescate, un milagro.
Oscar Barbery Suárez.
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El testamento
Un hombre rico deja en su testamento su casa a una pareja pobre. Esta se muda ahí;
encuentran un sirviente sombrío que el testamento les prohíbe echar. Este los atormenta; se
descubre, al fin, que es el hombre que les ha legado la casa.
Nathaniel Hawthorne
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Yossi
El vacío lo acogió, arremolinándose alrededor de su cuerpo. "No hubiera
sabido llegar a viejo", pensó mientras caía.
Ericka Bruzonic
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El indeseable
Allá viene.
Marcos Sainz
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Clemencia
Y luego había un niño de nueve años que mató a sus padres y le pidió al juez clemencia
porque él era un huérfano.
Carlos Monsiváis
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Consecuencia
El perro del hortelano aprendió a comer verduras y vive feliz
Oswaldo Ramos Astibena
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Despiértese
Despiértese que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño. Despiértese usted,
que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy obstinado sigue soñando.
Ana María Shua
45
La Bella durmiente
La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al Príncipe. Y cuando lo
oye acercarse simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho pero ella lo sabe.
Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos.
Marco Denevi
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La tristeza del niño
De pequeño creía que para estar triste había que trigar en un trigal, y además ser tigre, y
encima estar con otros dos tigres. ¡Qué triste es ser niño!
Rubén Gutiérrez
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Fabula de un animal invisible
El hecho -particular y sin importancia- de que no lo veas, no significa que no exista, o que
no esté aquí, acechándote desde algún lugar de la página en blanco, preparado y ansioso de
saltar sobre tu ceguera.
Wilfredo Machado
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Llorar
Fue en la selva, en la amazonia ecuatoriana. Los indios shuar estaban llorando a una abuela
moribunda. Lloraban sentados, a la orilla de su agonía. Un testigo, venido de otros mundos,
preguntó.
-¿Por qué lloran delante de ella, si todavía está viva?
-Para que sepa que la queremos mucho
Eduardo Galeano
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Tabú
El ángel de la guarda le susurra a Fabián, por detrás del hombro:
-¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.
-¿Zangolotino? -pregunta Fabián azorado. Y muere.
Enrique Anderson Imbert
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Pobreza
Los senos de aquella mujer, que sobrepasaban pródigamente a los de una Jane Mansfield, le
hacían pensar en la pobreza de tener únicamente dos manos.
Edmundo Valadés
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Cuento de horror
La mujer que amé se ha convertido en un fantasma: Yo soy el lugar de sus apariciones.
Juan José Arreola
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Convenciones
Esa mujer le quedó grande
Pero no pasó mucho tiempo hasta que ella se encogiera voluntariamente y para siempre.
Así él se sentiría seguro y satisfecho.
Claudia Peña
Motivo literario
Le escribió tantos versos, cuentos, canciones y hasta novelas que una noche, al buscar con
ardor su cuerpo tibio, no encontró más que una hoja de papel entre las sábanas.
Mónica Lavín
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Cotidiana
Tras una discusión, coloqué a mi mujer sobre la mesa, la planché y me la vestí. No me
sorprendió que resultara muy parecida a un hábito.
Miguel Gómez
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Los demonios
Anoche no soñé. Despierto, comprendí que estaba en el infierno y ustedes eran los
demonios.
José Emilio Pacheco
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Ejercicios de la profesora de red-acción
Dejó caer una moneda de escaso valor: nadie la cogió. Dejó caer una insinuación: nadie la
cogió. Dejó caer una prenda interior: nadie la cogió.
Eduardo Llanos Melussa
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For sale
Vendo: Zapatos de bebé sin uso
Ernest Hemingway
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La calumnia
Cuando vio que Zutano escribía sobre una pared la frase FULANO ASESINO, Fulano,
indignado, se lanzó contra Zutano y lo estranguló.
Fernando Sorrentino
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Entrada por salida
Se disponía a decir:"Vengo de parte de Fulano", pero vió una cara de tan pocos amigos que,
antes de tomar asiento, se incorporó, se puso el sombrero y dijo, dando la espalda:
-Me voy de parte de Fulano.
Jules Renard
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De fantasmas
Al caer la tarde, dos desconocidos se encuentran en los obscuros corredores de una galería
de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
-Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
-Yo no - respondió el otro- ¿Y usted?
-Yo sí - dijo el primero y desapareció.
George Loring Frost
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Temor
Siempre estuve acosado por el temor a los fantasmas, hasta que distraídamente pasé de una
habitación a otra sin utilizar los medios comunes.
René Avilés Fabila
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Aquella muerta
Aquella muerta me dijo:
—¿No me conoces?... Pues me debías conocer… has besado mi pelo en las trenzas postizas
de la otra.
Ramón Gómez de la Serna
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El Loco
Voy a tomar mi almuerzo. En la fonda me sorprende ver la fecha 18 de junio. El mozo me
dice: - Se ha perdido usted, señor. Por toda respuesta lo miré sin comprender nada. Al salir
lo primero que hice fue preguntar a los transeúntes la fecha en que nos hallábamos. Todos
confirmaron la fecha del menú. ¿Resulta que he dormido dos meses? Es curioso: Yo
apostaría a que no he dormido más de ocho horas.
Arturo Borda
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El príncipe encantado
La princesa desató con calma la maraña de nudos del corsé. La luz de la luna entraba por la
ventana del palacio y rebotaba en el hombro desnudo de la princesa, como cuando el agua
por una cuchara. Al fin, la princesa estaba desnuda como una campana. El príncipe quedó
encantado.
Javier Zamora Michel
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Una pareja
El día que cumplían treintaydos años de casados, él dijo:
-Voy a comprar una televisión.
-Para qué -dijo ella.
-Para que los silencios no se noten tanto.
Y a ella le pareció una excelente razón.
Edmundo Paz Soldán
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Había una vez
Un apuesto joven llama a la puerta y le pide que se calce la más hermosa de las zapatillas.
En cuánto observa que ésta se ajusta al pie perfectamente, la toma del brazo al mismo
tiempo que le dice:
-Queda usted arrestada, ésta zapatilla fue hallada en la escena del crimen.
Javier Quiroga G.
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A Circe
¡Circe, diosa venerable! He seguido puntualmente tus avisos. Más no me hice amarrar al
mástil cuando divisamos la isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderme. En medio del
mar silencioso estaba la pradera fatal. Parecía un cargamento de violetas errante por las
aguas.
¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a
perderme, las sirenas no cantaron para mí.
Julio Torri
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El reverso del anverso
Cuando Mister Hyde, Esq., se transformó en Dr. Jekill, M.D., frente a la mirada atónita de
los transeúntes que presenciaban su metamorfosis, todos huyeron en desbandada pues no
podían soportar la visión horrífica de un hombre sin garras ni uñas afiladas ni pelos en la
cara ni ojos desorbitados ni orejas larguísimas y puntiagudas.
Harry Belevan
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El corrector
Cuando enmendó, la herrata todavía estaba allí.
Jaime Muñoz Vargas
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Cálculos renales
¡Cuánto sufrí para poder arrojar la primera piedra!
Agustín Monsreal
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Promesa cumplida
Prometió amarla hasta la tumba para sellar sus labios con un beso, le puso un aro en el dedo
del corazón y cerró el féretro para que el cotejo fúnebre llegara lo antes posible al
camposanto.
Esa noche, él tenía un entierro.
Ernesto Calisaya
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El gladiador
En su casa era un hombre humilde, delicado, respetuoso, poco osado, cobarde, no
improvisaba, calcula bastante y siempre estaba a la defensiva; pero todos los días al
levantarse abría su closet y de allí sacaba su auto último modelo, su mujer ex "miss", el
colegio privado de sus hijos, su casa de dos plantas con amplios jardines alrededor, su título
universitario y su P.H.D., las condecoraciones y el libro de la historia familiar ilustrado con
el frondoso árbol genealógico. Se colocaba todo aquello encima y se transformaba en un
gladiador; sólo entonces se animaba a salir a la calle a luchar por la vida.
Paz Padilla Osinaga
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La serpiente cristiana
Una víbora de cascabel regresó a su casa, donde estaban sus crías, y dijo:
-Hijos míos reuníos para recibir la última bendición de vuestro padre y ver como muere un
cristiano.
-¿Qué ocurre, padre?- Preguntaron las viboritas.
-Me ha mordido el editor de un pasquín partidario- Fue la respuesta, seguida por el ominoso
cascabeleo de la muerte.
Ambroce Bierce
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Un huevo
Un viajero encuentra en el campo a un personaje con una cabeza completamente lisa como
un huevo, sin un sólo rasgo. Aterrorizado sube a una carreta y le pide al campesino que
arree el caballo de inmediato.
-¿Qué pasa? -le pregunta el campesino.
-Fue que ví a un hombre que tenía el rostro liso como un huevo.
-Entonces -respondió el campesino volviéndose-, ¿tenía el mismo rostro que yo?
Anónimo japonés
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Justa Condena
Un juez asesinó a su mujer, según me contaron, en un arranque de locura y por un asunto de
infidelidad. Luego de analizar la situación cuidadosamente y descubrir que fue un crimen
con saña, premeditación y alevosía, el magistrado decidió condenarse a sí mismo a la pena
de muerte y contrató a un sicario. Pero como hombre justo y apegadísimo a las leyes, se
aplicó una segunda condena, esta vez por complicidad en su propio asesinato.
Javier Sandoval
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Un chin de amor
Juvenal Agüero aspiraba parsimoniosamente el perfume de su mujer. Lo interrumpía,
encandilándolo más aún, el resplandor que emergía de aquel mar tan moreno.
--¡Qué bonita es la vida, por la crica de la madre!, decía para sus adentros
Recordaba que no esperó a que Isabel se deshiciera de su bien entallado sastre pantalón.
Lino azul claro que le ceñía el toto como si éste fuera un bien estudiado mohín, la osada
travesura de unos labios ávidos y carnosos. Allí mismo, en el taxi que los conducía al hotel
del peruano, palpó concienzudamente ese lino y --en silencio y con todo detalle-- le dijo a
los ojos muy abiertos de la morena lo que les esperaba a ambos en toda aquella vasta
noche.
Pedro Granados
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Yo no soy yo
Yo no soy yo./ Soy este que va a mi lado sin yo verlo:/ que, a veces, voy a ver,/ y que, a
veces, olvido./ El que calla, sereno, cuando hablo,/ el que perdona, dulce, cuando odio,/ el
que pasea por donde no estoy,/ el que quedará en pie cuando yo muera./
Juan Ramón Jiménez
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Una pequeña fábula
¡Ay! — dijo el ratón— el mundo se hace cada día más pequeño. Al principio era tan grande
que le tenía miedo. Corría y corría y por cierto que me alegraba ver esos muros, a diestra y
siniestra, en la distancia. Pero esas paredes se estrechan tan rápido que me encuentro en el
último cuarto y ahí en el rincón está la trampa sobre la cual debo pasar. —Todo lo que
debes hacer es cambiar de rumbo —dijo el gato... y se lo comió.
Franz Kafka
78
Sunday Bloody Sunday
Nos habíamos amado, mas una vacía botella de Glenfiddich hacía eco al viento en el
pasadizo exterior. Allí explotó. No te vayas. Me voy. Terminé caído en el primer piso,
con las dos piernas rotas. Traté de asirme a un árbol sin lograrlo. Miré hacia arriba.
Estabas en el balcón extendiendo los brazos. Grité. Y volaste. Contemplé tus blancas alas
de mariposa desnuda. Y tu oscuro pubis se derramó como un velo negro sobre mi alma.
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
79
Defensa civil
Tal vez fue un repentino ataque de demencia senil. O tal vez había guardado en su
discutible inteligencia información confidencial que no todos poseían. Lo cierto es que
cuando el San Bernardo rescató al comisario del pueblo de montaña, sepultado por un alud,
lo saboreó total y prolijamente, y luego juntó sus huesos, no del todo blancos, los trasladó
hasta la tienda de campaña, los depositó frente a su dueño y esperó los terrones de azúcar.
María Cristina Ramos
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Desconfianza
Mamá nos hablaba de un blanco bosque de Rusia: ―… y hacíamos hombrecitos de nieve y
les poníamos sombreros que robábamos al bisabuelo…‖
Yo la miraba con desconfianza. ¿Qué era la nieve? ¿Para qué hacían hombrecitos? Y ante
todo ¿qué significa un bisabuelo?
Alejandra Pizarnik
81
Traslación
Érase un carnicero que odiaba tanto a su mujer, que todos los días la acuchillaba y la vendía
por kilos.
Constanza Roca
82
Hábitos
El parlamentario despertó cuando ya había pasado el periodo legislativo.
Alfonso Osorio Carvajal
83
Realidad
Un hombre imaginario discute con su vecino imaginario quien, a su vez, discute con él
imaginariamente. El primero le tira la puerta al segundo e imagina que éste se entra
enojado, porque imagina que su vecino enojado le tira la puerta. La discusión termina.
Ambos tiran la puerta y se entran enojados.
Leidy Bernal
84
Sucede al poner los discos
Sucede al poner los discos que un disco determinado en vez de echar música hacia afuera
comienza a chuparse los sonidos circundantes el pim pam pum de tu corazón el brooooom
de las motos en la calle el clui clui clui de los pajaritos en el árbol que se ve por la ventana.
Ahora con terror salta hacia el aparato no sea una raya en el disco que se ha apoderado de
tu momento no sea que una raya te condene a perpetuarte en el cielo en este instante no sea
que una ra no sea que una ra no sea que una ra no sea que una ra no sea que una ra no sea
que una ra no sea que una ra no sea que una ra no sea.
Luis Britto García
85
Justo castigo
Los demonios me contaron que hay un infierno para todos los sentimentales y los pedantes.
Ahí los abandonan en un interminable palacio, más vacío que lleno, y sin ventanas. Los
condenados lo recorren como si buscaran algo y, ya se sabe, al rato empiezan a decir que el
mayor tormento consiste en no participar de la visión de Dios, que el dolor moral es más
vivo que el físico, etcétera. Entonces los demonios los echan al mar de fuego, de donde
nadie los sacará nunca.
Adolfo Bioy Casares
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Temor de la cólera
En una de sus guerras, Alí derribó a un hombre y se arrodilló sobre su pecho para
decapitarlo. El hombre lo escupió en la cara. Alí se incorporó y lo dejó. Cuando le
preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
—Me escupió en la cara y temí matarlo estando yo enojado. Sólo quiero matar a mis
enemigos estando puro ante Dios.
Ah’med el Qalyubi, Nanadir
87
Todo pasa
Dos seres se aman, pero no hablan el mismo idioma. Uno de ellos habla los dos, pero el
segundo idioma muy imperfectamente. Eso basta para que se amen recíprocamente. Pero el
que conoce los dos idiomas muere, y dice sus últimas palabras en su lengua nativa, que el
otro es incapaz de comprender: Y éste busca, busca…
Albert Camus
88
El Paraíso
El Paraíso puede ser la imaginación de lo que no tenemos o la apoteosis de lo que tenemos.
Aldous Huxley
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Delito
Yo era un tenaz fumador. Una noche quedé dormido con un tabaco en la boca. Desperté
con miedo de despertar. Parece que lo sabía: me había nacido un ala de murciélago. Con
repugnancia, en la oscuridad busqué mi cuchillo mayor. Me la corté. Caída, a la luz del día,
era una mujer morena y yo decía que la amaba. Me llevaron a prisión.
Antonio Di Benedetto
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Un viaje
Quisiera escribir la siguiente historia de ciencia-ficción: doce personas que no creen en la
astrología son invitadas a hacer un viaje interplanetario en un cohete espacial. Al principio,
sus diversas características son imperceptibles. Pero a medida que se acercan a cada
planeta, el rasgo característico de ese planeta les afecta y se hace evidentísimo que uno es
Libra, otro Júpiter, otro Neptuno, otro Saturno y así sucesivamente.
Anaïs Nin
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Sueño del fraile
Transitaba por un corredor y al cruzar una puerta volvía a transitar el mismo corredor con
algunos breves detalles que lo hacían distinto. Pensaba que el corredor anterior lo había
soñado y que éste sí era real. Volvía a trasponer una puerta y entraba a otro corredor con
nuevos detalles que lo distinguían del anterior y entonces pensaba que aquel también era
soñado y éste era real. Así sucesivamente cruzaba nuevas puertas que lo llevaban a
corredores, cada uno de los cuales era para él, en el momento de transitarlo, el único
existente. Ascendió brevemente a la vigilia y pensó: ―También ésta puede ser una forma de
rezar el rosario‖.
Álvaro Mutis
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Salvación por el azar
Víctima yo de tanta angustia que no sabía cómo quitarme de encima, llaman a la puerta.
Abro. Era una señora de cierta edad que no esperaba en absoluto. Durante tres horas me
martirizó con tales necedades que mi angustia se transformó en cólera. Estaba salvado.
EM Cioran
93
Falso extranjero
Alguien se jura vivir en su propio país disfrazado de forastero hasta que le reconozcan.
Muere, profundamente amargado como forastero.
Elías Canetti
94
Tierra Lunar
Según los cálculos de H. Gerstenkorn, desarrollados por H. Alfevn, los continentes
terrestres no serían sino fragmentos de la Luna caídos en nuestro planeta. La luna en su
origen habría sido, también, un planeta que gravitaba alrededor del Sol, hasta el momento
en que la vecindad de la Tierra la hizo descarrilar de su órbita. Capturada por la gravitación
terrestre, la Luna se arrimó cada vez más, ciñendo su órbita en torno a nosotros. En cierto
momento la recíproca atracción empezó a deformar la superficie de los dos cuerpos
celestes, levantando olas altísimas de las que se desprendían fragmentos que se
arremolinaban en el espacio entre Tierra y Luna, sobre todo fragmentos de materia lunar
que terminaban por caer sobre la Tierra. Después, por influjo de nuestras mareas, la Luna
fue impelida a alejarse de nuevo hasta alcanzar su órbita actual. Pero una parte de la masa
lunar, quizá la mitad, había quedado en la Tierra formando los continentes.
Italo Calvino
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El misógino
—¿No me reconoces? Soy aquella a la que amaste tanto, decía la mendiga.
Me compadecí de la infortunada, la vestí, le di de comer. ¡Ah! Con cuanta autoridad
dominaba al día siguiente a los de casa; vigilaba mis lecturas, se quejaba del olor del
tabaco. Un día, expulsó a mi legítima esposa.
—¿No me reconoces? Soy tu esposa legítima…
—¡Ah, no, una vez es suficiente!
Max Jacob
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El maestro
Le recomendaba como un padre sabio, instrucciones precisas, él escuchaba en silencio y
movía la cabeza descubriendo feliz cada explicación y cada palabra: Ya sabes, ser rápido y
después invisible. ¿Y cómo me vuelvo invisible? ¡Carajo!, si no te haces invisible no
comerás ni serás un buen ratero.
Gonzalo Llanos
97
La Araña
He pensado que algún día me llevarías a un lugar habitado por una araña del tamaño de un
hombre y que pasaríamos toda la vida mirándola, aterrados.
Fiódor Dostoievski
98
Máquina de la memoria
José Arcadio Buendía decidió entonces construir la máquina de la memoria que una vez
había deseado para acordarse de los maravillosos inventos de los gitanos. El artefacto se
fundaba en la posibilidad de repasar todas las mañanas, y desde el principio hasta el fin, la
totalidad de los conocimientos adquiridos en la vida. Lo imaginaba como un diccionario
giratorio que un individuo situado en el eje pudiera operar mediante una manivela, de modo
que en pocas horas pasaron frente a sus ojos las nociones más necesarias para vivir.
Gabriel García Márquez
99
El distraído
Había una vez un hombre en el reino de Chil que tenía sed de oro. Una mañana se vistió
con elegancia y fue a la plaza. Nada más llegó ante el puesto del comerciante, se apoderó
de una pieza y escabullose.
El oficial que lo detuvo le preguntó: —¿Por qué robó el dinero en presencia de la gente?
—Cuando tomé el oro –contestó—, no vi a nadie, no vi más que el oro.
Lie Dsi
100
El perdón
Entre brumas, totalmente vestido de negro –terno, camisa, calzados, medias y corbata--,
emerge el anciano a la luz del farol de la plazuela que da al cementerio. Aguarda que abran
el amplio portón. Ese día madrugó más que el anterior. Le era imposible dormir desde la
noche en que su mujer cerró los ojos para siempre, sin despedirse ni perdonarlo. A diario
visita su tumba, esperando oír su perdón, y así concluya la fatiga de sus últimos años. Tan
pronto llegan las floristas, se ríen y le alcanzan el consabido ramo que él paga sin esperar el
vuelto. Siempre es el primero en cruzar la avenida que lo lleva al ámbito de los muertos.
Arrastra los pies hasta la tumba de su compañera, cambia el agua y las flores y le pide
perdón. Perdón por haberle engañado toda la vida, desde cuando eran novios, con su
hermana, sus amigas y con cuanta mujer pudo seducir. Perdón, perdón, repite junto a la
plegaria que cuelga de sus labios. Perdón y nada más, para dejarla descansar en paz.
Adolfo Cáceres Romero
101
ÍNDICE
-El primer cuento Autor anónimo, Génesis, La Biblia. -Dios Sergio Golwarz -Dudosa creación Jaime Valdivieso -La verdad Gigia Talarico -El Dinosaurio Augusto Monterroso -La culta dama José de la Colina -Resaca Antonio Villavicencio -Monterroso y Basho Umberto Senegal -El Invisible Gabriel Jiménez Emán -Ritual Leidy Bibiana Bernal -Lo fugaz Gaby Vallejo -¿Diálogo moderno? El Quijote, Miguel de Cervantes -Pequeño diálogo Lilian Elphick -El jugador Antón Chejov
102
-Estatuas desveladas Homero Carvalho Oliva -El Mundo Macedonio Fernández -Sola y su alma Thomas Bayley -El crimen perfecto Giovanna Rivero -En los maizales David Acebey -De Historias de Cronopios y de Famas Julio Cortázar -La prueba S.T. Coleridge -Sueño de la mariposa Herbert Allen Giles, Chuang Tzu -Le regret D'Héraclite Jorge Luis Borges -La novela Julio Ramón Ribeyro -Exorcismo Carlos Saavedra Weise -Despierto César Vallejo -La pasión de Cristo Adolfo Cárdenas -El rescate Oscar Barbery Suárez. -El testamento Nathaniel Hawthorne
103
-Yossi Ericka Bruzonic -El indeseable Marcos Sainz -Clemencia Carlos Monsiváis -Consecuencia Oswaldo Ramos Astibena -Despiértese Ana María Shua -La Bella durmiente Marco Denevi -La tristeza del niño Rubén Gutiérrez -Fabula de un animal invisible Wilfredo Machado -Llorar Eduardo Galeano -Tabú Enrique Anderson Imbert -Pobreza Edmundo Valadés -Cuento de horror Juan José Arreola -Convenciones Claudia Peña -Motivo literario Mónica Lavín -Cotidiana Miguel Gómez -Los demonios
104
José Emilio Pacheco -Ejercicios de la profesora de red-acción Eduardo Llanos Melussa -For sale Ernest Hemingway -La calumnia Fernando Sorrentino -Entrada por salida Jules Renard -De fantasmas George Loring Frost -Temor René Avilés Fabila -Aquella muerta Ramón Gómez de la Serna -El Loco Arturo Borda -El príncipe encantado Javier Zamora Michel -Una pareja Edmundo Paz Soldán -Había una vez Javier Quiroga G. -A Circe Julio Torri -El reverso del anverso Harry Belevan -El corrector Jaime Muñoz Vargas -Cálculos renales Agustín Monsreal
105
-Promesa cumplida Ernesto Calisaya -El gladiador Paz Padilla Osinaga -La serpiente cristiana Ambroce Bierce -Un huevo Anónimo japonés -Justa Condena Javier Sandoval -Un chin de amor Pedro Granados -Yo no soy yo Juan Ramón Jiménez -Una pequeña fábula Franz Kafka -Sunday Bloody Sunday Claudio Ferrufino-Coqueugniot -Defensa civil María Cristina Ramos -Desconfianza Alejandra Pizarnik -Traslación Constanza Roca -Hábitos Alfonso Osorio Carvajal -Realidad Leidy Bernal -Sucede al poner los discos Luis Britto García
106
-Justo castigo Adolfo Bioy Casares -Temor de la cólera Ah’med el Qalyubi, Nanadir -Todo pasa Albert Camus -El Paraíso Aldous Huxley -Delito Antonio Di Benedetto -Un viaje Anaïs Nin -Sueño del fraile Álvaro Mutis -Salvación por el azar E.M. Cioran -Falso extranjero Elías Canetti -Tierra Lunar Italo Calvino -El misógino Max Jacob - El maestro Gonzalo Llanos -La Araña Fiódor Dostoievski -Máquina de la memoria Gabriel García Márquez -El distraído Lie Dsi -El perdón
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Adolfo Cáceres Romero
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Contratapa
Homero Carvalho Oliva, Beni, Bolivia, 1957, escritor y poeta, ha obtenido varios premios
de cuento a nivel nacional e internacional, dos veces el Premio Nacional de Novela con
Memoria de los espejos y La maquinaria de los secretos. Su obra literaria ha sido publicada
en otros países y ha sido traducida a varios idiomas y figura en más de treinta antologías
nacionales e internacionales de cuento como Antología del cuento boliviano
contemporáneo, The fatman from La Paz e internacionales, como El nuevo cuento
latinoamericano de Julio Ortega, México; Profundidad de la memoria de Monte Ávila,
Venezuela; Antología del microrelato, España y Se habla español, México; en poesía está
incluido en Nueva Poesía Hispanoamericana, España; Memoria del XX Festival
Internacional de Poesía de Medellín, Colombia y en la del Festival de Poesía de Lima,
Perú; así como en la antología Poetas del Oriente boliviano de Pedro Shimose. Entre sus
poemarios se destacan Los Reinos Dorados y El cazador de sueños. El año 2012 obtuvo el
Premio Nacional de Poesía con Inventario Nocturno y el 2013 publicó la Antología de
Poesía Amazónica de Bolivia y de la Antología Bolivia que reúne a 55 autores, entre ellos a
3 Premios Nobel de Literatura hablando de nuestro país. De su obra microcuentística Ramón Rocha Monroy ha dicho que “Homero es probablemente el más grande orfebre del cuento breve en Bolivia. Tiene una influencia evidente pero muy bien asimilada de escritores como Augusto Monterroso o Juan José Arreola,…”