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EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN por Luis Rubio
Morán
Form. perm 1996-
2002 núm. 5
PRESENTACIÓN
Estos MATERIALES sobre el perdón y la reconciliación se encuadran dentro del
tema de nuestra formación permanente en el año escolar que comienza. Perdón y
reconciliación constituyen el punto de partida y a la vez son aspectos fundamentales
en la reflexión sobre la Eucaristía, que no en vano comienza su celebración con el
“rito penitencial”, obedeciendo sin duda a la indicación de Jesús de que “si al
ofrecer tu ofrenda te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra tí, ve a
reconciliarte primero con tu hermano” (Mt 5, 23-24).
Los “materiales” no son más que una selección de textos. Seguramente no son
los mejores pero sí suficientes para provocar una reflexión que ilumine tanto nuestro
situamos personal ante el perdón y la reconciliación como nuestra acción ministerial
en cuanto presbíteros operarios encargados de animar y presidir la celebración de la
reconciliación y del perdón en las comunidades en que ejercemos el ministerio
presbiteral. Los propios operarios, según los lugares en que se encuentren, podrán
ampliarlos, enriquecerlos o encontrar otros más incisivos, más adecuados acaso a
sus propias situaciones.
Me atrevo también a proponer al final algunas “sugerencias” para presbíteros
operarios, con el buen deseo de que nuestras reflexiones no se queden solo en un
nivel nocional, sino que nos lleven a encontrar y comprometemos en acciones
concretas personales e institucionales que hagan posible una “Hermandad nueva”
con operarios nuevos, reconciliados y reconciliadores, en este comienzo del Tercer
milenio.
I
EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN,
ELEMENTO FUNDAMENTAL DEL JUBILEO
Una primera línea de reflexión nos la ofrece el sentido mismo del Jubileo, uno de
cuyos contenidos primordiales era la condonación de las deudas como primer paso y
condición para iniciar una etapa nueva en la existencia y convivencia del pueblo de
Dios.
1. El “jubileo bíblico”
“El segundo milenio del cumpleaños de Jesús de Nazaret podría celebrarse de
varios modos. Si escogemos el Jubileo, el “año de gracia” no podemos menos de ir
hasta el fondo del sentido de dicha elección, llegando a un viejo sueño del Padre
propuesto de nuevo por Cristo: la “utopía de Dios”.
Es sabido que decir Jubileo es decir “sonido del cuerno” que invita al pueblo de
Israel a restablecer relaciones verdaderas, nuevas, con la tierra, con la propiedad,
con los propios hermanos. El mensaje del jubileo es simple en sí mismo. Tiene
resonancias de los orígenes, de vuelta a la creación apenas salida de las manos de
Dios. Reclama un pueblo que quiere vivir en la justicia y en la fraternidad, precisa-
mente en esa tierra que Dios le ha dado. La tierra es de todos -canta el cuerno-
porque la tierra es de Dios y Él la ha dado para todos sus hijos. Cada hombre, rico o
pobre, inocente o culpable, tiene derecho a vivir y por tanto a recuperar su propia
tierra, su propia casa si por desgracia tuvo que enajenarla. La institución del año
sabático y sobre todo del Jubileo al final de siete semanas de años, es como un gesto
de recreación, de creatividad, y, por lo mismo, de amor hacia una tierra empobrecida
y un hombre explotado. Con Jesús ha llegado el tiempo nuevo (cf. Le 4, 16ss). La
fiesta jubilar -que es el momento en el que la historia de los hombres dominada por
la violencia y la necesidad se libera de sus atroces leyes- se convierte en año nunca
concluido de gracia, en el que el ciego es llamado a ver y el prisionero siente potente
el reclamo de la libertad.
Aquí está la utopía de Dios: suprimir el infierno en que se convierte la tierra
cuando la voluntad de poder prevalece, llevar el planeta amado por El a lugar de
vida plena para todo hombre. No es del todo claro cuántos de nosotros, creyendo en
esta utopía, la consideramos realizable. ¿Nos disponemos por lo mismo a celebrar el
jubileo así porque sí? ¿O defendemos poder proponer para el tercer milenio no el
“signo” de un turismo sagrado de “proporciones bíblicas” -como irónicamente se ha
dicho- antes, al contrario, una propuesta fuerte para un nuevo proyecto mundial que
conjugue el respeto de la naturaleza con el final de la explotación sistemática del
hombre por el hombre?. Celebrar el Jubileo en una perspectiva bíblica no es nada
fácil. Acaso se trata de “salir” del Occidente. Se trata al menos de distanciarse de
una así llamada cultura occidental que de cristiano -hoy nos hemos dado buena
cuenta de ello- sólo tiene el nombre y osar lo nuevo por la fe. En la Tertio Millennio
Adveniente el Papa habla de un Jubileo bíblico. Pero no es bíblico reducir el Jubileo
al gesto -aunque sea hermoso- de la gracia que condona las penas del purgatorio. No
es bíblico reducirlo a “peregrinación” como simple cambio de lugar desde la propia
casa a Roma, Belén o a la catedral. Mucho menos es bíblico movilizar masas sin
preparación en oceánicas manifestaciones religiosas, movidos más por la exigencia
de cubrir los costos del viaje que del fruto probable de los peregrinos”. 1
“Una trompeta (jubal) rasgaba el silencio. Anunciaba el Jubileo. Apagado su eco
se entraba en la “gran pacificación”. El jubileo indicaba la dimensión sabática
constitutiva del hombre, hecho a imagen de Dios. El “séptimo día” era el reposo de
Dios; era la experiencia de Dios, reposo del hombre. Siempre despiertos para la paz
se esperaba también el “séptimo año”. El Deuteronomio anuncia además del sábado,
día del Eterno, el año sabático. “Cada siete años perdonarás las deudas”. La
“sabaticidad “se hacía acontecimiento social, comunitario. La paz interior debía
hacerse don, gesto concreto de reconciliación (cf. Dt 15, 7-8). La “sabaticidad”
comporta “corazón y mano”, interioridad y justicia. En efecto, la pobreza que hay en
el mundo es el reflejo de la injusticia de los corazones, que se hacen duros.
En la Biblia existía además el “siete por siete”. Declarar santo el año
quincuagésimo y proclamar la liberación para todos los habitantes de nuestra tierra.
Este año lleva el nombre de Jubileo (cf. Lev 25, 8-11). En el jubileo
veterotestamentario emergen estos elementos: descanso-reposo, cambio de dones
para suprimir necesidades, liberación para todos.
Jesús ha dicho que en El se inaugura el “Jubileo definitivo”. La Escritura
proclamada (Le 4, 16-19) revelaba que el Mesías, el enviado del Padre, era
consagrado y enviado para predicar el Jubileo del Señor, el “año de gracia”. En El,
el jubileo no es una fecha que llega, sino el “hoy” cumplido en el que el hombre
debe entrar. La espera no es proyección sino acogida. El tiempo, en Jesús, ya no es
cronología sino epifanía. Ha sido redimido en su caducidad, en su devenir. En la
precariedad del tiempo y en la inquietud del hombre está el flujo irrumpiente y
continuo del venir de Dios. El Jubileo es el venir de Dios, en Jesús, que rompe la
opacidad de la historia, la pone en crisis y la abre a la verdad. El futuro del mundo
es, por esto, el hoy que es Cristo.
Aceptar el Jubileo es convertirse. Fuera de esto el Jubileo es “desfile”. Como por
desgracia sucede debido a la concupiscencia y a la desviación del hombre también
este suceso, gran suceso, interiorización de un siglo y de un milenio, puede quedar
vacío.
Para algunos es ocasión de “bussiness”. Mueve organizaciones, estructuras,
aparatos que pueden desnaturalizarlo en sus postulados más genuinos. Debemos huir
de la tentación de perder el silencio donde escuchar en lo íntimo la palabra de Dios,
dejarse juzgar por ella, que es la “espada del Espíritu” (Ef 6, 17). El Jubileo debe
hacemos comprender que “lo que nos hace ricos es la bendición del Señor” (Prov
10, 22) y debe ponemos a todos, en una peregrinación del corazón, a ir hacia los
otros para reconciliamos verdaderamente y sentimos todos “perdonados” por el
Señor.
El Jubileo es una propuesta para todos y una reconciliación de todos y entre
todos. Los presbíteros no son solamente pregoneros del mismo, deben ser los
primeros a que se aprovechen de él. ¿Cómo va a ser posible tocar la trompeta sin
sentir su sonido? El sordo que quiere hacer tocar una trompeta puede resultar
desentonado” 2.
2. El “perdón - reconciliación” en la convocatoria del Jubileo
2000
Este aspecto fundamental del Jubileo se recoge en los Documentos de
proclamación y convocación de los años santos. Así el del año 1975, a los 10
años del Vaticano II, Pablo VI señala como tema y objetivo la “renovación y
la reconciliación” (Apostolorum limina, 23- V-1974), y en la Bula de
convocatoria lo titula precisamente la “reconciliación” dentro de la Iglesia
(8-XII-1974, Paterna cum benevolentia).
Juan Pablo II lo recoge y repite al convocar el Año Jubilar de 1985 con
motivo de los 1950 años de la redención y fue el tema del Sínodo de 1984 y
del documento posterior sobre la Reconciliación y la Penitencia.
En la Tertio Millennio Adveniente encontramos estos textos:
“Es preciso subrayar siempre lo que Isaías expresa con las palabras:
“proclamar un año de gracia del Señor”. El jubileo, para la iglesia, es
verdaderamente este “año de gracia”, año de perdón de los pecados y de las
penas por los pecados, año de reconciliación entre los adversarios, año de
múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental"
(TMA 14.)
“El gozo de un jubileo es siempre de un modo particular el gozo por la
remisión de las culpas, la alegría de la conversión. Parece por ello oportuno
poner nuevamente en primer plano el tema del Sínodo de obispos de 1984,
es decir, la penitencia y la reconciliación. Este sínodo fue un hecho muy
significativo en la historia de la iglesia posconciliar. Retoma la cuestión
siempre actual de la conversión (metanoia) que es la condición preliminar
para la reconciliación con Dios tanto de las personas como de las
comunidades” (TMA 32).
“Así es justo que mientras el segundo milenio del cristianismo llega a su
fin, la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos
recordando todas las circunstancias en las que a lo largo de la historia se han
alejado del Espíritu de Cristo y de su evangelio ofreciendo al mundo en vez
del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de
modos de pensar y de actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y
de escándalo. La Iglesia, aun siendo santa por su incorporación a Cristo, no
se cansa de hacer penitencia: ella reconoce siempre como suyos delante de
Dios y de los hombres, a los hijos pecadores (cf.LG 8)... (La Iglesia) no
puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a
purificarse, en el arrepentimiento, de errores, infidelidades, incoherencias y
lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y valentía
que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para
afrontar las tentaciones y dificultades de hoy” (TMA 33).
“Cada año jubilar es una especie de invitación a una fiesta nupcial... Que
el aniversario bimilenario del misterio central de la fe cristiana sea vivido
como camino de reconciliación y como señal de genuino esperanza para
todos los que elevan sus ojos a Cristo y a su Iglesia “sacramento de la íntima
unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” 3
“El sacramento de la penitencia ofrece al pecador “una nueva posibilidad
de convertirse y reencontrar la gracia de la justificación” obtenida por el
sacrificio de Cristo. Queda así inserto nuevamente en la vida de Dios y con
plena participación en la vida de la iglesia. Confesando sus pecados el
creyente recibe verdaderamente el perdón y puede participar de nuevo en la
Eucaristía como señal de la comunión recuperada con el Padre y con su
Iglesia. La Iglesia, sin embargo, siempre, desde la antigüedad, ha estado
profundamente convencida de que el perdón concedido gratuitamente por
Dios implica como consecuencia un verdadero cambio de vida, una
eliminación progresiva del mal interior, una renovación de la propia
existencia. El acto sacramental debía ir acompañado por un acto existencial,
con una purificación auténtica de la culpa, que se llama precisamente
penitencia. Perdón no significa que este proceso existencial se vuelva
superfluo sino que adquiere un sentido, que es acepto y agradable a Dios... “
4.
3. La confesión del pecado como “purificación de la memoria”
Entre las señales que forman parte de la tradición jubilar el Papa señala
como especialmente relevantes en este próximo año “la purificación de la
memoria”. Esto exige de todos un acto de valentía y de humildad para
reconocer las faltas cometidas por cuantos tuvieron y tienen el nombre de
cristianos.
“El Año santo es por su naturaleza un tiempo de llamada a la conversión
(cf. Me 1, 15). Este imperativo de Cristo procede de la toma de conciencia
de que “el tiempo se ha cumplido”. El completarse del tiempo de Dios se
traduce en llamada a la conversión. Sin embargo esta es primariamente fruto
de la gracia. El Espíritu es el que empuja a cada uno a “caer en sí” y a sentir
la necesidad de volver a la casa del Padre” (cf. Le 15, 17-20). El examen de
conciencia constituye por lo mismo uno de los momentos más genuinos de la
existencia personal. Por él, en efecto, cada persona es confrontada con la
propia verdad; y descubre así la distancia que separa sus acciones del ideal
que se había propuesto. Hay que reconocer que la historia registra también
numerosos episodios que constituyen un contratestimonio para el
cristianismo. También nosotros, hijos de la iglesia, pecamos, habiendo
impedido a la esposa de Cristo el resplandecer con toda su belleza de su
rostro. Nuestro pecado ha entorpecido la acción del Espíritu en el corazón de
muchas personas. Nuestra poca fe hace caer en la indiferencia y apartó a
muchos de un auténtico encuentro con Cristo.
“Como sucesor de Pedro pido que la iglesia en este año de misericordia,
fortalecida por la santidad que recibe de su Señor, se arrodille delante de
Dios e implore el perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos.
Todos pecaron y ninguno puede declararse justo delante de Dios (cf. 1 Re
8,46). Repítase sin temor: hemos pecado (Jer 3, 25), pero manteniendo viva
la certeza de que “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Rom 5,
20). En este año jubilar ninguno quiera excluirse del abrazo del Padre.
Ninguno se porte como el hermano más viejo de la parábola evangélica que
se niega a entrar en casa para la fiesta (cf. Le 15, 25-30). La alegría del
perdón sea más fuerte y mayor que cualquier resentimiento. El Padre
misericordioso no toma en cuenta nuestros pecados de los que estamos
verdaderamente arrepentidos (cf. Is 38, 17). El realiza aquí algo nuevo pues
en el amor que perdona anticipa los nuevos cielos y la nueva tierra. ” (IM11)
Pistas para el trabajo personal
o ¿Cuál es mi actitud ante la celebración del Jubileo? ¿Qué contenidos
le doy y cuáles me preocupan como presbítero?
o ¿En qué medida y en qué aspectos entra en mi consideración del Año
Jubilar la confesión del pecado, la conversión personal, el perdón y el
perdonar, la reconciliación?
o Desde la convicción de que la Iglesia es también “comunión de
pecadores” ¿cuáles son los pecados de los cristianos de este milenio y
de este siglo que considero más míos, que yo también hubiera
cometido de haber estado en aquellas circunstancias?. ¿Cuáles me
parece que han dañado más el Cuerpo de Cristo y dificultado más el
establecimiento del Reino de Dios en el mundo?
o ¿Cuál es habitualmente mi preocupación por “confrontarme con la
propia verdad de mí mismo”(“caer en mí”- examen de conciencia) y
cuándo y cómo la practico?
o ¿Cuáles son “las distancias de mí mismo” más frecuentes y graves
que se dan en mí y que más pueden haber influido en “entorpecer la
acción del Espíritu” en los otros?
II
LA EUCARISTIA, MEMORIAL DE
NUESTRA RECONCILIACIÓN
La relación entre Eucaristía y perdón o reconciliación apenas ha obtenido
otra consideración que la genérica cuando se habla de que “todos los
sacramentos renuevan el misterio de la pascua de Cristo”, o la particular y
moralizante de la necesidad de la confesión para la participación en la
comunión sacramental. 5
1. Algunas afirmaciones genéricas.
“Puesto que (los sacramentos) conmemoran y renuevan el misterio de la
pascua de Cristo, todos los sacramentos son fuente de vida para la iglesia y,
en sus manos, son instrumentos de conversión a Dios y de reconciliación de
los hombres” 6
“La definición que S. Agustín da de la Eucaristía como sacramen- tum
pietatis, signum unitatis, vinculum caritatis, pone claramente de relieve los
efectos de santificación personal (pietas) y de reconciliación comunitaria
(unitas et caritas) que derivan de la esencia misma del misterio eucarístico,
como renovación incruenta del sacrificio de la cruz, fuente de salvación y
reconciliación para todos los hombres” 7.
“La comunión de la vida divina y la unidad del pueblo de Dios, por las
que subsiste la Iglesia, los significa debidamente la Eucaristía y los realiza
maravillosamente (LG 11). En ella tenemos el culmen de la acción por la que
Dios santifica al mundo en Cristo... y su celebración contribuye en sumo
grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el
misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. 8
“Propóngase la Eucaristía a los fieles también como remedio que nos
libra de las culpas de cada día y nos preserva de los pecados mortales e
indíqueseles el modo conveniente de aprovecharse de las partes penitenciales
de la liturgia de la misa”. 9
“Puesto que nuestra reconciliación deriva del sacrificio de Cristo
voluntariamente muerto por nosotros, sea colocada la cruz como “mástil en
la iglesia para guiarla en su navegación por el mundo”, la inspiradora de
nuestras recíprocas relaciones para que todas sean verdaderamente
cristianas”. 10
2. Formulaciones litúrgicas explícitas.
Desde la convicción teológica de la “lex orandi” como “lex credendi” un
recorrido por las formulaciones litúrgicas es iluminadora sobre la Eucaristía
como memorial del perdón de los pecados y sobre su estímulo y acción
reconciliadora.
a) Las fórmulas del “rito penitencial”
“Reconozcamos nuestros pecados...; que somos pecadores...; que estamos
necesitados de la misericordia del Padre para morir al pecado...” (Formulario
Io).
“Al comenzar esta celebración pidamos a Dios que nos conceda la
conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se
acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos”.
“Reconozcámonos pecadores y perdonémonos los unos a los otros desde
lo más íntimo de nuestro corazón”; acerquémonos al Dios justo y pidámosle
que tenga piedad de nosotros, que también nos reconocemos pecadores”
(Formulario 2o).
“Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia con el Padre.
Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento para acercamos a la mesa
del Señor...;
“Reconozcámonos pecadores y perdonémonos los unos a los otros desde
lo más íntimo de nuestro corazón”. (Formulario 3o).
En las invocaciones para la tercera fórmula, además de la respuesta “ten
piedad”, encontramos las siguientes “confesiones de fe” o títulos referidos a
Cristo:
“Tú que no has venido a condenar sino a perdonar...; Tú que has dicho
que hay gran fiesta en el cielo por un pecador que se arrepiente...; Tú que
perdonas mucho a quien mucho ama...” (Tiempo ordinario III).
“Tú que has venido a buscar al que estaba perdido...; Tú que has querido
dar la vida en rescate por todos...(Ibíd. IV).
“Tú que ofreciste el perdón a Pedro arrepentido...; Tú que perdonas a
todo hombre que confía en tu misericordia..(Ibíd V). Tú...esperanza de los
pecadores...” (Ibíd. VI).
“Luz del mundo que vienes a iluminar a los que viven en las tinieblas del
pecado” (Tiempo de Adviento, III).
“Tú que borras nuestras culpas...” (Tiempo de cuaresma, II).
“Tu que cargado con nuestros pecados subiste al leño para que nosotros,
muertos al pecado, vivamos en la justicia” (Ibíd. III).
“Tú que has destruido el pecado y la muerte con tu resurrección"
(Cincuentena pascual I); “Tú, el vencedor del pecado y de la muerte (Ibíd,
II).
En el rito de la bendición del agua para la Aspersión:
“Bendice esta agua que vamos a usar con fe para implorar el perdón de
nuestros pecados”. “Pidamos al Señor que el agua que vamos a bendecir y
derramar sobre nosotros reavive nuestro bautismo y el perdón que aquel día
se nos otorgó” (Ibíd. Tiempo pascual).
b) Las “Proclamaciones cristológicas del gloria”
Repetimos varias veces títulos e invocaciones sobre el perdón: Cordero
de Dios, Tú que quitas el pecado del mundo,., ten piedad de nosotros,
atiende nuestra súplica...
c) La liturgia de la Palabra
“Purifica mi corazón y mis labios... para que anuncie dignamente tu
Evangelio” (Súplica antes de la proclamación del evangelio). ”Las palabras
del evangelio borren nuestros pecados” (Súplica después de la lectura del
evangelio).
d) Las ofrendas
“Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde”
(Súplica después del ofertorio); “Lava del todo mi delito y limpia mi
pecado” ( Súplica al lavar las manos).
e) Las plegarias ecucarísticas
En los Prefacios:
“Donde había crecido el pecado se ha desbordado tu misericordia en
Cristo nuestro señor” (Pref. IV Adviento).
“El Eterno, engendrado antes del tiempo, comparte nuestra vida temporal
para asumir en sí todo lo creado, para reconstruir lo que estaba caído y
restaurar de este modo el universo, para llamar de nuevo al reino de los
cielos al hombre sumergido en el pecado” (Pref. II Navidad).
“El es el verdadero cordero que quitó el pecado del mundo” (Pref.
pascual I).
“En él fue demolida nuestra antigua miseria, reconstruido cuanto estaba
derrumbado y renovada en plenitud la salvación” (Pref. pascual IV).
“Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte”
(Pref. Ascensión I).
“Por su misterio pascual realizó la obra maravillosa de llamamos del
pecado y de la muerte...” (Pref. dominical I).
“Con su muerte destruyó nuestro pecado”( Dom. IV).
“Has querido reunir de nuevo por la sangre de tu Hijo y la fuerza del
Espíritu a los hijos dispersos por el pecado... (Dom. VIII).
“Por su sangre derramada en la cruz puso en paz todas las cosas” (Pref.
común I).
“Por amor creaste al hombre, y aunque condenado justamente, con tu
misericordia lo redimiste” (Pref. común II).
“Tú,...has enviado a tu Hijo... para redimimos del pecado y de la muerte;
y has derramado el Espíritu para hacer de todas las naciones un solo pueblo
nuevo”( Pref. común VII).
“Tú eres el Dios vivo y verdadero., y le das (al hombre) tu Espíritu para
que sea artífice de justicia y de paz, en Cristo, el hombre nuevo” (Pref.
común IX)
“Su sangre derramada por nosotros es bebida que nos puri- fica”(Pref. I
Eucaristía); “Con este sacramento alimentas y santificas a tus fieles para que
una misma fe y un mismo amor congregue a todos los hombres que habitan
un mismo mundo” (Pref. de la Eucaristía, II).
“Al hombre náufrago a causa del pecado con el sacramento de la
reconciliación le abres el puerto de la misericordia y la paz en Cristo muerto
y resucitado” (Pref. de la penitencia).
“Habiendo muerto por el pecado, hemos sido redimidos por la victoria de
tu Hijo” (Pref. difuntos V).
En las Anáforas:
En todas ellas, la fórmula de consagración del vino, que recoge la
expresión bíblica de la “sangre derramada ...para el perdón de los pecados”.
“Por ellos, y por todos los suyos, por el perdón de sus pecados... te
ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio vivo y santo (Anáfora I,
conmemoración de los vivos).
“Te pedimos que esta víctima de reconciliación traiga la paz y la
salvación al mundo entero” (Anáfora III).
“Celebramos ahora el memorial de nuestra reconciliación” (Anáfora V/a,
V/b, V/c, V/d).
“Que la Iglesia sea en medio de nuestro mundo dividido por las guerras y
las discordias, instrumento de unidad, de concordia y de paz” (V/d).
Anáforas sobre la Reconciliación:
A partir del Sínodo del 84, sobre la reconciliación y la penitencia, se
hace más profunda la conciencia de la Iglesia sobre la unión entre Eucaristía
y la reconciliación, conciencia que se hace expresa en las dos nuevas
Anáforas sobre la Reconciliación, con sus respectivos prefacios:
Prefacio y Anáfora I: “Tú...ofreces siempre tu perdón...tú en vez de
abandonamos has sellado de nuevo con la familia humana por medio de
Jesucristo tu Hijo un pacto tan sólido que ya nada lo podrá romper. Y ahora
mientras ofreces a tu pueblo un tiempo de gracia y reconciliación...”.
“Después de haber cenado, sabiendo que iba a reconciliar todas las cosas
en sí mismo por su sangre derramada en la cruz...”.
“Así, pues, al hacer el memorial de Jesucristo, nuestra Pascua y nuestra
paz definitiva... Mira con amor... a quienes llamas a unirse a ti, y concédeles
que ...formen un solo cuerpo, en el que no haya ninguna división”.
Prefacio y Anáfora II: “En una humanidad dividida por las enemistades y
las discordias tú diriges las voluntades para que se dispongan a la
reconciliación. Tu Espíritu mueve los corazones para que los enemigos
vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano y los pueblos busquen
la unión. Con tu acción eficaz consigues que las luchas se apacigüen y crezca
el deseo de la paz; que el perdón venza al odio y la indulgencia a la
venganza...”.
“Dios, Padre nuestro, nos habíamos apartado de Ti y nos has
reconciliado por tu Hijo... Por eso, celebrando este misterio de
reconciliación, te rogamos... Te ofrecemos lo mismo que tú nos entregaste:
el sacrificio de la reconciliación perfecta... Concédenos tu Espíritu para que
desaparezca todo obstáculo en el camino de la concordia y la Iglesia
resplandezca en medio de los hombres como signo de la unidad e
instrumento de tu paz...”.
f) Rito de la comunón
“Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de
reconciliación y vínculo de unión fraterna... (Fórmula de introducción al
Padre nuestro).
“Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que
nos ofenden” (Peticiones del Padrenuestro).
“Daos fraternalmente la paz”; “daos la paz como signo de
reconciliación” (Fórmula introductoria al saludo de paz).
“Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo...” (Triple
invocación).
3. Para mejor comprender el sentido y contenidos de la relación
entre Eucaristía y perdón-reconciliación
“La acción litúrgica evoca e invoca a la vez; es signo y memorial tanto
para Dios como para el hombre. A Dios se le recuerdan sus promesas de
salvación por medio de la vida y de la muerte de Jesús. El hombre, a su vez,
es invitado a recordar la salvación pasada reactualizada. Pues a la alianza
entre Dios y su pueblo como donación y pertenencia recíproca corresponden
también el mutuo recuerdo. Dios dirá a su pueblo: recuerda que yo te he
rescatado, te salvo y te libero. Y el pueblo responderá a su Dios: recuerda tú
que nos has liberado y rescatado: sálvanos.
Un memorial para Dios. Esta expresión es, naturalmente,
antropomórfica. ... El no necesita de nuestros dones, de la presentación de
nuestros sacrificios o de nuestra ofrenda para acordarse de nosotros y
otorgamos su gracia. En realidad, “la memoria viva del Padre es la persona
misma de Jesús cuya presencia y cuya acción es el misterio mismo de la
salvación interiorizado en la vida de Dios”(Durrwell). De aquí que el
memorial pueda entenderse como una presentación ante los ojos de Dios de
la vida sacrificial de Jesús pero no como una presión ejercida sobre la
divinidad para recabar u obtener de ella unos dones. Con lo que se demuestra
que las diversas dimensiones de la eucaristía: la impetratoria o de petición, la
eucarística o de alabanza y de acción de gracias y la propiciatoria (ordenada
a la obtención del perdón) no constituyen más que diversas formas de
expresar una única realidad: el memorial, que las engloba a todas. Dios se
“acuerda” de nosotros por Cristo y en El, pues la memoria o el recuerdo de
Dios no es un acto puntual aislado o esporádico, sino que es la persona
misma del Hijo Jesucristo en donde se plasma la alianza (y por ello la
“memoria”) nueva y eterna de Dios para con nosotros, recuerdo permanente
indeleble que es el mismo Jesús.
Un memorial para los hombres. Por tanto el memorial para Dios lo es en
cuanto es a la vez memorial para nosotros. Dado que la salvación coincide
con la realidad misma del Cristo como “recordatorio” vivo de la humanidad
interiorizado en el seno del Padre, esta interiorización nuestra en Dios - por
Cristo, con él y en él- es indisociable de la interiorización paralela -
"memorial”- en nuestra propia vida de aquel diálogo y oblación constante, de
aquella acción de gracias y comunión existentes entre el Hijo y el Padre:
misterio de alianza que debe tomar carne en nosotros.
Así el memorial es expresión del sacrificio del Cristo total: del sacrificio
de la Cabeza al que se incorpora, por la celebración, el de su cuerpo eclesial.
Es también la forma humana, consciente, por la que -en la fe, la esperanza y
el amor- la Iglesia, esposa, pone en manos de Cristo, esposo, su propia vida
como oblación. De este modo, en la acción memorial de la Iglesia, se funden
en una la oblación del resucitado como sumo sacerdote y la de la
comunidad” 11.
Pistas para el trabajo personal
o ¿Cuáles son las fórmulas que expresan perdón y/o reconciliación que
más me satisfacen? ¿Cuáles uso con más frecuencia en las
celebraciones que presido? ¿Cuáles podrían enriquecer más y facilitar
la conciencia y participación activa y fructuosa de los fíeles en dichas
celebraciones?
o A la luz de esas diferentes fórmulas, ¿cuál es el sentido y los
contenidos fundamentales del perdón y de la reconciliación? ¿Cuáles
las exigencias?
o Hacer un recorrido por otros elementos de la celebración litúrgica -
oraciones, preces, algunas lecturas- y recoger y explicitar el sentido y
contenido del perdón y la reconciliación que en ellos se manifiesta.
III
CONTENIDOS Y PROCESOS DEL
PERDON Y DE LA RECONCILIACION
1. Un acercamiento bíblico
En el lenguaje teológico y pastoral actual, perdón y reconciliación
prácticamente se confunden y se identifican. Se habla de sacramento del
perdón y de la reconciliación, de “celebración del perdón y de la
reconciliación”. Por otra parte, cuando se habla de reconciliación
habitualmente se refiere a las celebraciones rituales, individuales o
comunitarias.
En la perspectiva bíblica, en cambio, perdón y reconciliación expresan
realidades diferentes y aluden también a procesos distintos. Y en ambos
casos se trata de realidades existenciales más que de gestos rituales 12.
Para una mejor comprensión pueden advertirse los siguientes elementos:
13
o El vocabulario del “perdón-perdonar” es muy abundante
especialmente en los evangelios, sobre todo en los sinópticos. El de
“reconciliar” es poco frecuente y exclusivo de S. Pablo (con la única
excepción del texto de Mateo). Por lo mismo, la categoría
“reconciliación” es anterior, al menos en los textos escritos, a la del
perdón.
o Ambos lenguajes expresan el aspecto esencial y central del mensaje
de Cristo y de su acción durante su vida y especialmente en su
muerte - resurrección.
o En ambos lenguajes se trata de la relación interpersonal: de Dios con
los hombres y de los hombres entre sí. En el perdón, de suprimir el
obstáculo que la destruye, el pecado, la ofensa, la transgresión, la
culpa, el muro. La reconciliación, en cambio, se centra en la
reanudación de la relación, en la readmisión del pecador en una
nueva relación.
o Tanto el perdón como la reconciliación acontecen por iniciativa de
Dios, por su acción previa, incondicional. Como consecuencia de ella
y como expresión de la situación creada por el perdón y la
reconciliación de Dios, el creyente se hace capaz en el Espíritu de
quitar también el obstáculo que impide la relación con los demás,
ofreciendo su propio perdón a los otros, incluso a los enemigos, y
aun de reanudar una relación con ellos.
o El lenguaje de la reconciliación, tomado del ámbito sociopolítico y
de las relaciones interpersonales (la “reconciliación” indicaba
fundamentalmente el acto de readmitir a una esposa infiel en la
relación matrimonial, cf. 1 Cor 7, 11) sugiere un medio, un camino y
aun un proceso que corrige y supera las perspectivas cultuales-
rituales (sacrificio, expiación, propiciación) y aun las jurídicas
(redención - rescate - liberación - justificación), centrándolo en
perspectivas antropológicas. El pecado, la ofensa, se suprime y
supera no actuando sobre el pecador, o sobre el objeto del pecado,
sino desde el “ofendido”, por la transformación que en él se realiza o
que él deja que se realice desde dentro (conversión - penitencia), por
su “buen querer”, por su amor. La reconciliación es siempre “gracia”.
La relación se reanuda por la “buena voluntad”, la benevolencia, de
aquel que readmite, que decide dejarse transformar y abrir de nuevo
el corazón al ofensor.
o Desde aquí se comprende que la nueva situación creada por la
reconciliación sea definida como “paz”. Perdón, reconciliación, paz
serían las etapas de todo el proceso, que se hace y manifiesta y
desemboca en comunión, en koinonía (la misma sucesión que en la
celebración eucarística).
o La reconciliación puede entenderse y ha de ampliarse a horizontes no
sólo interpersonales sino también sociales de judíos y griegos, de
hombre y mujer, de esclavo y libre ( cf.. Ef
o 14-18) y aun cósmicos -“con este carácter integral de la comprensión
de la paz y de la reconciliación el autor de Efesios interpretó
genialmente la tradición paulina”. 14 En el trasfondo de este
enunciado se halla “el sentimiento, difundido por todo el mundo
helenístico, de vivir en un mundo que se resquebraja, en el que la
lucha de todos contra todos caracteriza a la naturaleza entera” 15.
o El ámbito de experiencia y de realización y transmisión del perdón y
de la reconciliación es la comunidad cristiana, la iglesia. Toda ella es
significante, receptora y transmisora de la acción reconciliadora de
Cristo. Este “ministerio de reconciliación” no es primariamente un
servicio cultual (el “sacramento”) sino una acción en la cotidianeidad
de la vida, con manifestaciones y concreciones en la predicación y,
posteriormente, también en la celebración del “memorial de la
reconciliación”, en el signo sacramental del perdón.
2. Un acercamiento antropológico: dinámica y etapas del perdón
y de la reconciliación
La realidad teológico - espiritual del perdón y de la reconciliación se ha
visto enriquecida en los últimos tiempos por una amplia y profunda reflexión
interdisciplinar que incorpora datos y experiencias desde la sociología y la
política, desde la convicción fruto de la experiencia traumática, sobre todo
del último siglo, de que los conflictos y luchas entre clases sociales y
naciones no tienen salida si no es por el perdón y el diálogo reconciliador;
desde la psicología y la antropología, desde las que se descubre la carga de
sombra y pecado que configura la existencia del hombre y la experiencia
terapéutica de que sin perdón a sí mismo no hay vida humana sana y de que
reconciliarse consigo mismo, con la propia sombra, es camino de sanación-
salvación personal y condición de convivencia; desde el anhelo de justicia y
de paz y de convivencia global que los hombres experimentan hoy en todas
partes y en su ser más hondo.
Los materiales aquí recogidos pueden ayudar a reflexionar sobre el cómo
perdonar. Porque se nos acusa a los pastores, sin duda no sin razón, de que
indicamos lo que hay que hacer, pero pocas veces ayudamos a cómo hacer.
Y así nos seguimos moviendo en el “moralismo”. Conocer los mecanismos
del perdón y ejercitamos en ellos será sin duda una hermosa preparación para
el ejercicio del “ministerio del perdón y de la reconciliación” 16.
a) Las falsas concepciones del perdón
Perdonar es olvidar. “Cuántas veces hemos oído frases como éstas: “no
puedo perdonarle, porque no puedo olvidar” o también: “olvídalo
todo”...Esta manera de hablar y de actuar es un callejón sin salida por una
sencilla razón: aunque fuera posible olvidar el suceso desgraciado, ello nos
impediría perdonar porque no sabríamos qué perdonábamos... El proceso del
perdón exige una buena memoria y una consciencia lúcida de la ofensa; si no
es posible la cirugía del corazón que el perdón requiere.
Es un error pensar que la prueba del perdón es el olvido; todo lo
contrario: el perdón ayuda a la memoria a sanar; con él el recuerdo de la
herida pierde virulencia... Las personas que afirman: “perdono, pero no
olvido” demuestran una buena salud mental; han comprendido que el perdón
no exige amnesia” (p. 29).
Perdonar sería negar la ofensa: “Cuando se recibe un golpe duro, una de
las reacciones más frecuentes es acorazarse contra el sufrimiento y contra la
emergencia de emociones. Esta reacción defensiva a menudo adquiere forma
de una negación de la ofensa. Si persiste el reflejo de defensa, la reacción
puede llegar a ser patológica... la alquimia del perdón no podrá producir
efecto mientras esa persona se niegue a reconocer la ofensa con su secuela
de sufrimiento. Pues bien, para mi sorpresa he encontrado “maestros
espirituales” que no consideran la negación como un obstáculo fundamental
para el perdón, sino que, por el contrario, buscan en ella la única vía hacia el
mismo... ¿No se trata de un enfoque del perdón demasiado espiritualizante,
que no tiene en cuenta el papel de la emotividad? (p. 30).
Perdonar es un simple acto de la voluntad; para perdonar basta quererlo:
“El error (en la pedagogía, cuando se aconseja o exige “pedir perdón”
después de cualquier falta o error) consiste en hacer del perdón un simple
acto de voluntad en lugar del resultado de aprendizaje. Y el proceso es más o
menos largo en función de la herida, las reacciones del ofensor y los recursos
del ofendido. Por supuesto, la voluntad ha de representar un papel
importante, pero no realiza el trabajo del perdón por sí sola. Para el perdón
se movilizan todas las facultades: la sensibilidad, el corazón, la inteligencia,
el juicio, la imaginación, la fe...” (p. 32).
Perdonar es una obligación: “el perdón o es libre o no existe”. Pero hay
algunos predicadores que sienten la gran tentación de obligar a la gente a
perdonar libremente...Reducir el perdón, como cualquier otra práctica
espiritual, a una obligación moral es contraproducente, porque, al hacerlo, el
perdón pierde su carácter gratuito, espontaneo. Sin embargo es lo que
atestigua una determinada práctica cristiana. Una prueba de las más
flagrantes es que los cristianos y cristianas recitan cada día el Padrenuestro,
pero no siempre son conscientes de que dar una falsa interpretación al
“perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos
ofenden” asimila el perdón a un acto de justicia exigida. Creen que deben
necesariamente hacer un gesto de perdón antes de ser perdonados por Dios,
olvidando que el perdón de Dios no está condicionado por los pobres
perdones humanos. ¡Qué imagen tan mediocre tienen de Dios! La de ser un
calculador y un mercachifle sometido a la ley del toma y daca” (p. 33).
Perdonar supone sentirse igual que antes de la ofensa: “Con frecuencia
confundimos perdón y reconciliación, como si el acto de perdonar
consistiese en restablecer unas relaciones idénticas a las que teníamos antes
de la ofensa. En las relaciones íntimas de parentesco, de vida común y de
trabajo, la reconciliación debería ser la consecuencia normal del perdón.
Pero el perdón en sí mismo no es sinónimo de reconciliación, porque puede
tener su razón de ser sin que ésta exista. Por ejemplo, podemos perdonar a
una persona ausente o muerta o incluso desconocida. Es evidente que en
estos casos la reconciliación es imposible...” (p. 34).
Perdonar consiste en renunciar a exigir los propios derechos: “Para
algunas personas perdonar significaría renunciar a sus derechos y a que se
haga justicia y por tanto sería incitar a los ofensores y a los tiranos a
perpetuar sus injusticias. ¿No decía Bemard Shaw del perdón que era “el
refugio de los truhanes?” En ocasiones los cristianos se hacen candidatos al
mismo reproche al asimilar el perdón a una forma de dimisión ante las
exigencias de la justicia, sobre todo cuando tienen tendencia a presentar con
demasiada facilidad “la otra mejilla”... El perdón que no combate la
injusticia lejos de ser un signo de fuerza y de valor lo es de debilidad y de
falsa tolerancia, lo que incita a la perpetuación del crimen” (p. 35-36).
Perdonar consiste en disculpar: “Perdonar no equivale a disculpar al otro,
a descargarle de cualquier responsabilidad moral. No faltan los pretextos
para justificar esta postura: la influencia de la herencia, de la educación, de
la cultura ambiente...”(p. 36).
Perdonar es una demostración de superioridad moral: “algunos
perdones humillan más que liberan... El perdón puede transformarse en un
gesto sutil de superioridad moral, de “suprema arrogancia”... La tentación de
perdonar para deslumbrar a la galería es grande... El verdadero perdón de
corazón tiene lugar en la humildad y abre el camino a una verdadera
reconciliación. El falso perdón, por el contrario, sólo sirve para mantener una
relación dominante - dominado” (este tipo de perdón ) “lo practican tres
tipos de “perdonadores profesionales”: el compulsivo, que aporrea con su
perdón por el menor pecadillo; el husmeador de culpabilidad, que agrava la
situación por el placer de mostrarse clemente y agobiar con su perdón; la
“perpetua víctima”...” (p. 37-38).
Perdonar es traspasarle la responsabilidad a Dios: “el perdón depende a
la vez de la acción humana y de la acción divina. Dios, en el ámbito del
perdón -como en cualquier otro ámbito- no hace por nosotros lo que
corresponde a la iniciativa humana” (p. 38-39).
b) La aventura humana y espiritual del perdón: componentes
del perdón y proceso del perdonar
El perdón comienza por la decisión de no vengarse, de “no tomar la
revancha’’: “La venganza en cierto modo es una justicia instintiva que
proviene de los dioses primitivos del inconsciente y que tiende a restablecer
una igualdad basada en el sufrimiento infligido de modo mutuo... El instinto
de venganza ciega al que sucumbe a él... Intentar pagar al ofensor con la
misma moneda hace entrar a la víctima y al verdugo en una dialéctica
repetitiva... la obsesión de revancha encierra en la espiral de la violencia.
Sólo el perdón puede romper el ciclo infernal de la venganza y crear nuevas
formas de relaciones humanas”(p. 22).
“Moisés resumía toda la ley en el precepto del talión... Es la regla de la
proporcionalidad entre la ofensa y su reparación o retribución. Esta regla
viene a limitar la agresividad natural. Pero Jesús va más lejos: exige la
supresión de toda venganza. De este modo lo que hace es cambiar el sentido
de la ley. La ley determinaba los límites de la venganza y de este modo la
consagraba. Jesús pone unos límites tales que la venganza desaparece.
Cambia la organización social. En lo sucesivo, la nueva sociedad estará
fundada en el principio del perdón. La ley de Jesús es el perdón. Pues bien,
por medio del perdón, el sujeto humano se vuelve completamente libre: se
independiza de la necesidad de venganza. Queda libre de toda vinculación
interior. Es libre ante el que le ha ofendido. El que ofende permanece
prisionero de la ofensa que le impone un papel: el papel de ofensor, de
transgresor. El que perdona no está obligado a nada. Conquista la libertad”
(J. Comblin, Cristianos rumbo al siglo XXI. Nuevo camino de liberación.
San Pablo Madrid 1996, p. 71).
El perdón requiere introspección para reconocer la herida sufrida y la
propia pobreza: “Como una patada a un hormiguero la ofensa provoca
confusión y pánico. La apacible armonía de la persona herida se ve
trastornada; su tranquilidad perturbada; su integridad interior, amenazada...
Ante esta confusión la persona se siente impotente y humillada... Entonces
se siente una gran tentación de negarse a tomar conciencia de la propia
pobreza interior y aceptarla...El perdón pasa necesariamente por la toma de
conciencia de uno mismo y por el descubrimiento de la propia pobreza
interior, que implica vergüenza, sentimiento de rechazo, agresividad,
venganza, deseo de acabar de una vez...El perdón al otro ha de pasar necesa-
riamente por el perdón a uno mismo” (Monbourquette, p 43-44).
Compartir la herida con alguien, si es posible con el mismo ofensor:
“Entre la reacción defensiva de la persona que se aísla y la de la víctima que
se hace el mártir hay una opción más sana y con más posibilidades de
curación: compartir el sufrimiento con alguien que sabe escuchar, sin
moralizar, sin agobiar con sus consejos y sin intentar siquiera aliviar el
dolor, por preocupante que sea. El éxito de la fase emocional del perdón
dependerá en gran medida de tu apertura sincera a un interlocutor atento” (p.
87). “La falta confesada está medio perdonada” (p. 89). “Hablar con tu
ofensor después de haber preparado tu intervención del modo siguiente:
decidir comunicarle lo que sientes, con la ayuda de mensajes en primera
persona, escuchar su versión y llegar hasta el fondo de la cuestión” (P- 92).
Aceptar la cólera y el deseo de venganza: “Es frecuente que la palabra
“cólera” evoque escenas de extrema violencia. En consecuencia se tiene gran
miedo a experimentar esta emoción. A algunos maestros espirituales les
resulta extremadamente difícil ver en la cólera y en el deseo de venganza
realidades psicológicas en sí mismas sanas. En virtud de una concepción del
amor mutilada consideran que hay que reprimir cualquier impulso
agresivo...La cólera no es el odio ni el resentimiento, que pretende hacer
daño al otro o destruirlo, es el estado de irritabilidad interior provocado por
una contrariedad, un insulto o una injusticia... Frecuentemente aparecen
predicadores, maestros espirituales o defensores de la New Age que
contraponen el perdón y la cólera. Según ellos, para lograr perdonar es
preciso reprimir cualquier impulso colérico...fomentan la represión de
cualquier sentimiento considerado “negativo” (p. 100- 101).
El perdón a la búsqueda de una nueva visión de las relaciones humanas:
“El perdón no es el olvido del pasado sino la posibilidad de futuro distinto
del impuesto por el pasado o por la memoria (C. Duquoc). Liberado de sus
dolorosos vínculos con el pasado el perdonador puede permitirse vivir
plenamente el presente y prever nuevas relaciones con su ofensor en el
futuro. En ese momento habrá aprendido a dejar de mirar con los “malos
ojos” del resentimiento y comenzará a ver con ojos nuevos. En psicoterapia
esto se llama “reenfoque”... ver el suceso infortunado en un marco más
amplio. Hasta ese momento se estaba aferrado a la herida, incapaz de ver
otra cosa, con el corazón lleno de resentimiento. Y ahora se levanta la cabeza
para juzgarlo desde una perspectiva más justa y más amplia... (p. 44-45).
El perdón apuesta por el valor del ofensor: “Para lograr perdonar es
indispensable seguir creyendo en la dignidad de aquel o aquella que nos ha
herido, oprimido o traicionado... Detrás del monstruo descubriremos un ser
frágil y débil como nosotros mismos, un ser capaz de cambiar y
evolucionar... Perdonar es un gesto de confianza hacia un ser humano.
“Perdonar es un acto de amor hacia el pecador a quien queremos liberar de
su infortunio personal y al que no queremos cerrar definitivamente el futuro”
(J. Sobrino)” (p. 45-46).
Encontrarle un sentido a la ofensa: “Te pido que descubras los posibles
efectos positivos que la ofensa haya producido en tu vida. ¿Cómo vas a
beneficiarte de ese fracaso? Los efectos nocivos del fracaso sólo perduran
para los que deciden quedarse en el camino y compadecerse de sí mismos.
En lugar de ceder a esa tentación hay que recordar que no hay error o fracaso
que no lleve aparejados elementos de crecimiento... (Para ello hay que)
preguntarse: qué has aprendido de esa experiencia? ¿cómo te ha hecho crecer
esa prueba? ¿hasta qué punto tu vida ha tomado un nuevo rumbo?
(p.133.134.136).
El perdón, reflejo de la misericordia divina: “Hay que evitar dos errores:
reducirlo a un comportamiento pura y simplemente humano, motivado por el
miedo o la piedad...; considerar el perdón una prerrogativa exclusiva de
Dios, con lo que se deja poco espacio para la iniciativa humana... El perdón
se sitúa en el punto de conjunción de lo humano y lo espiritual... El arco iris
entre Dios y los hombres es el perdón. “Perdonar”, como indica su
etimología, significa “dar en plenitud” (per-donar). El perdón implica esta
idea de plenitud porque expresa una forma de amor llevada hasta el extremo,
amar a pesar de la ofensa sufrida. Lo que para realizarse requiere fuerzas
espirituales que superan las fuerzas humanas” (p. 47-48).
c) El proceso de la reconciliación
“La reconciliación es un proceso de desbloqueo de una relación dañada y
dolorosa, es una verdadera liberación mutua. El ofensor ha de ser liberado de
su culpa y de sus dañinas consecuencias; el ofendido ha de ser liberado al
menos del daño personal de sentirse enemigo del ofensor, ofendido o
humillado por él...Este proceso puede ser difícil: el ofensor teme reconocer
su culpa, bien porque en lo hondo siente que esto le deshonra, bien porque
teme la reacción del ofendido. Este, a su vez, teme admitir el perdón: su
orgullo le encastilla en su posición de ofendido, en la que se siente superior
al otro; o teme tal vez aparecer débil y vulnerable de nuevo ante el ofensor o
ante la opinión general. ...
Hay que tener claro que, en rigor, no es posible simplemente recuperar la
relación originaria. No es posible hacer que la culpa o el mal no hayan
existido. Pero sí es posible asumir estos conscientemente y pasar a una
situación de mejor relación mutua en la que el ofensor vive del gozo y el
agradecimiento de haber sido perdonado y el ofendido vive del gozo de
haberse liberado del odio y rencor contra el ofensor. Al final la
reconciliación es posible siempre sólo en el amor. Ofensor y ofendido al
perdonarse se afirman en el amor y confianza del uno para con el otro. La
reconciliación será prácticamente imposible mientras el amor no venga a
secar las fuentes de la desconfianza mutua. Por eso en el cristianismo la
reconciliación está tan íntimamente ligada al mandamiento primero del
amor.
La reconciliación incluye siempre la confesión de la culpa. No basta con
reparar los daños hechos si no hay confesión, porque lo peor de una relación
negativa no son los daños externos que haya producido sino el extrañamiento
personal, las desconfianzas, odios y rencores que ha producido. Estos daños
sólo se reparan con un acto personal explícito de confesión y con un acto
personal explícito de perdón. Para reconstruir el amor hay que expresarlo. El
énfasis de una reconciliación hay que ponerlo, más que en la reparación -a
menudo imposible- en la disponibilidad a caminar de nuevo juntos con un
amor que no será exactamente como antes, pero que sí puede ser
verdaderamente nuevo y mejor...
Hemos estado hablando de reconciliación entre “ofensor” y “ofendido”.
Pero en la mayoría de los casos resulta bien problemático hacer esta
distinción de roles... Por eso de ordinario la reconciliación no tendrá lugar en
la forma simple de un proceso en el que uno, reconociendo su falta, es
perdonado, mientras que otro otorga el perdón. Lo más común será que
ambas partes tengan que llegar a reconocer que son cómplices en el
extrañamiento mutuo y que por ello han de llegar a ponerse a la vez en
actitud de perdonar y de ser perdonados. La obstinación de una de las partes
en pensar que ella es totalmente inocente y que sólo la otra es culpable es
una de las causas más frecuentes de fracaso en los intentos conciliadores”.
La reconciliación no sólo es necesaria a nivel personal. Hay faltas y
errores que pueden afectar a grupos más o menos amplios y que se sienten
como ofensas a través de varias generaciones... En estos casos la
reconciliación puede ser muy ardua, porque es muy difícil provocar cambios
en la conciencia de grupo. Pero es absolutamente necesario que se intente...
De lo contrario se irá alimentando permanentemente la espiral del rencor que
no hará sino bloquear cada vez más la posibilidad de relaciones libres entre
los grupos con empobrecimiento y debilitamiento de unos y de otros. Lo
vemos todos los días en los conflictos étnicos, religiosos, nacionalistas, etc.:
los grupos separados por culpas antiguas, al empecinarse en no abrirse a la
reconciliación, se encaminan a la autodestrucción por la violencia”. 17
d) Suplicar, acoger y celebrar el perdón y la reconciliación
“Perdonar es el fruto de un largo proceso de maduración en el hombre, de
no pocos esfuerzos... Al final de todos nuestros esfuerzos llegamos a un
punto a partir del cual no nos es posible progresar por nuestros propios
medios...Se trata de hallar la buena corriente que nos lleve a la orilla; como
el aeronauta que procura aprovechar las altas corrientes que eleven su globo.
Así ocurre con el perdón. Es más don que prestación, más un flotar que un
nadar. Más obra de Dios que obra humana. Porque el perdón debe proceder
del corazón y el corazón no se deja constreñir: debe ser “tocado”, “puesto en
movimiento”.
“¿Qué quiere decir esto? Que después de todos los esfuerzos para
perdonar, hay que entrar en otro mundo, el de la humilde apertura a un
“más”, a algo totalmente nuevo. Se trata de enraizarse pacientemente en una
esfera totalmente diferente en la que la tensión ascética del esfuerzo deja
paso al abandono a la corriente del amor divino. Dócilmente y con gratitud.
Es preciso descubrir que el perdón es la corona del amor, la obra maestra del
amor divino. En una palabra: efectuar la difícil transición del “hacer uno
mismo” al “dejarse hacer”.
“Perdonar sólo es posible a quien observa en su pasado momentos
repetidos en los que personalmente ha experimentado el perdón. El que
nunca ha conocido el perdón difícilmente puede otorgarlo... Sólo el recuerdo
de momentos de perdón recibido puede llevamos a no considerar el gesto del
perdón como algo extraño, sutil, amargo, obligado.
“Ser perdonado produce un sentimiento indecible. Un sentimiento como
ningún otro: el de ser amado como no se es en ningún otro lugar. Es un gozo
que no se conoce ni en el amor-pasión, ni en el reconocimiento, ni en las
felicitaciones con ocasión de cualquier triunfo, ni en el encuentro con un
amigo... En el perdón se es amado hasta lo más íntimo de sí mismo, hasta ese
punto en el que no se merece ya más el ser amado. Esta impresión es única...
Se es aceptado no por lo que se posee o por lo que se es, sino precisamente
incluso en aquello que no se posee y en aquello en que no se es. Al propio
tiempo se tiene el sentimiento de que nunca más faltará este amor.
Permanecerá siempre porque nunca habrá menos razones para ser amado que
las que había ahora.
Un amor así no se compra, no se merece. En verdad, sólo Dios es capaz
de amar así, de perdonar: la misericordia es su privilegio. Nosotros
únicamente podemos tratar de imitarle, pero sólo en la medida en que nos
revistamos de su misericordia. “Sed misericordiosos como vuestro Padre es
misericordioso”, dice Jesús ( Lc 6, 36).
“No vayamos a creer que nosotros podríamos imitar a Dios simplemente
levantando nuestros ojos hacia El copiando su manera de actuar. No. Todo lo
que podemos hacer es instalamos en su misericordia. Como bajo la lluvia.
Los evangelios están llenos de tales experiencias sorprendentes, de perdones
recibidos gratuitamente. Y la sorpresa suscita siempre una explosión de
gozo. El evangelio de Lucas lo atestigua: después de cada perdón de pecados
hay un gozo desbordante provocado por la buena noticia de que Dios se ha
empeñado en quitar el pecado...
“El ritual del perdón”. “Perdonar es un proceso largo, una “peregrinación
del corazón”. Cada etapa, llegada a su término, se cierra normalmente con
algún tipo de ritual: se quiere “festejar la llegada”. En cierta manera hay que
poner un punto final. Tal ritual es factor de equilibrio: da consistencia,
reposo y paz.
“Los psicólogos conocen este tipo de rituales de reconciliación - verbales
o no verbales- : una palabra de acercamiento hacia el ofensor, una carta, un
gesto simbólico... Es innegable que en la mayoría de los casos existe un
deseo real tanto de parte del culpable como de la de las víctimas. Y que
ambos se encuentran bien por ello...
¿Pero qué hacer cuando esto no es posible?...Siempre tenemos a nuestra
disposición un ritual: la oración. No solamente porque la oración por el
culpable es provechosa para él y es lo que Jesús ha hecho por sus verdugos.
También porque dicha oración nos hace mejores a nosotros mismos. Ella nos
enraíza en la manera como Dios ve las cosas; nos asegura imaginación y
sutileza para descubrir lo que es posible. Nos ayuda sobre todo a instalamos
en la misericordia divina que se desliza a través de nosotros a la búsqueda de
aquellos que acaso nos hayan podido hacer mal. Este aprendizaje es el único
que nos conducirá un día a hacer por los demás lo que El ha hecho por
nosotros (cf.. Mt 5, 44ss).
“Existe además un ritual que Dios mismo ha puesto en nuestras manos:
la confesión. Toda la “peregrinación del corazón” que constituye el proceso
del perdón se halla perfectamente reflejado en ella y encuentra en ella su
conclusión. Se halla allí todo lo que aquí se ha expuesto...” 18.
Pistas para el trabajo personal
o Hacer una lectura de los textos bíblicos sobre el perdón y la
reconciliación y desentrañar el contenido de ambas experiencias.
o Qué elementos del perdón y de su proceso me han enriquecido en mi
comprensión del mismo.
o Recordar y analizar algunas de las experiencias de perdonar y de ser
perdonado vividas y tratar de descubrir el proceso seguido, los
sentimientos experimentados, los resultados obtenidos.
o Dificultades que experimento en la restauración de relaciones con
personas ofendidas o que me han ofendido. Cómo las he superado.
o Cómo es mi estima y mi práxis de la “celebración del perdón” y
cómo realizo el “ministerio de la reconciliación” para con los fíeles.
IV
ALGUNAS SUGERENCIAS SOBRE EL
PERDON Y LA RECONCILIACION EN LA
VIDA Y EN EL MINISTERIO DE LOS
OPERARIOS.
La celebración del Jubileo es ocasión propicia no sólo para la reflexión
sobre el perdón y la reconciliación sino también para la concreción en
ámbitos y en gestos-actos concretos de perdón y reconciliación mutua entre
los creyentes como personas, entre los grupos sociales y eclesiales.
En todos los jubileos se han indicado algunas. Así, en Reconcilia- tio et
Paenitentia se sugiere: el diálogo entre las diversas corrientes de la Iglesia,
entre las diferentes confesiones cristianas, entre los obispos y presbíteros en
cada iglesia particular, entre las grupos sociales y naciones en conflicto (cf.
24-25); la vitalización y frecuencia de la celebración del perdón-
reconciliación sacramental y de las llamadas “celebraciones penitenciales”.
La Exhortación Paterna cum benevolentia (III) recuerda de nuevo las
divisiones internas en la Iglesia y el ecumenismo. Apostolorum limina, del
año santo de 1975, indica: la solidaridad con los países en vías de desarrollo,
indultos a prisioneros, el ecumenismo (VII).
En la Tertio Millennio Adveniente y en lncarnationis mysterium Juan
Pablo II señala algunas especialmente llamativas: la confesión de las culpas
sociales de los cristianos, la reconciliación de los cristianos (TMA 34), el
pedir perdón por los métodos de intolerancia y de violencia usados para
imponer la verdad (TMA 35; IM 11), por la colaboración en las formas de
injusticia y marginación social (TMA 36), el perdón de la deuda externa a
los países pobres (12), el compromiso con la ecología como reconciliación
con la tierra (12).
En la Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America se
recogen también la confesión de los sacerdotes y obispos y la dedicación al
ministerio sacramental de la penitencia (32), la reconciliación entre los
diversos grupos que configuran la realidad social de América (Ibid), la
comunión con las Iglesias orientales y con las otras confesiones cristianas
(38.49), con la comunidad judía (50), el perdón de la deuda externa (59).
En esta misma línea, y a título de ejemplo, se ofrecen aquí algunas
sugerencias para nosotros, los operarios. Algunas se refieren a nuestro vivir
el perdón y la reconciliación; otras, al ejercicio del ministerio pastoral.
Los “gestos” son necesarios como señal de la fe y de la misión
reconciliadora de la Iglesia y de los cristianos. “El testimonio de paz,
concordia, las iniciativas de reconciliación... son “como sacramentos de la
reconciliación” actuada por Dios en Cristo. Si hombres violentos,
enemistados... realizan gestos de reconciliación, se manifiesta que están
reconciliados, que es posible la reconciliación; y que ella es hoy el nombre
adecuado de la salvación 19.
1. La reconciliación con nosotros mismos
“Solo será ministro de la reconciliación quien tiene misericordia consigo
mismo... La misericordia es la actitud esencial de los terapeutas y pastores.
Pero el terapeuta -pastor- tiene también que aprender a ser misericordioso
consigo mismo, a “reconciliarse consigo mismo, con las propias sombras”.
“Reconciliarse consigo mismo es la tarea más difícil que nos espera en la
vida. Reconciliarse consigo mismo significa hacer las paces consigo,
conciliar la pelea entre los distintos pensamientos y deseos enfrentados entre
sí, tranquilizar el alma dividida, besar todo lo que hay dentro de cada uno...
Reconciliarse consigo mismo es reconciliarse con la propia historia vital.
Decir sí a la vida tal como ha transcurrido. Decir sí a mis padres, a mi
educación, a mi carácter, tal como me ha sido dado...Muchos viven sin
reconciliarse consigo mismos, interiormente divididos, descontentos de sí y
de todos, en continua protesta contra los hombres que les depararon este
destino... No paran de soñar cómo les gustaría ser...Reconciliarse consigo
mismo es acabar con todas las comparaciones. Mucha gente es incapaz de
sentirse a sí misma, sólo se siente cuando se compara con alguien...
Reconciliarse consigo mismo es reconciliarse con las heridas del pasado. El
que evita esta reconciliación está condenado a trasladar las heridas que ha
recibido a los demás o a herirse a sí mismo una y otra vez... No podemos
reconciliamos si reprimimos las heridas. Tenemos que hacemos amigos de
ellas, “besarlas”, portamos bien con ellas y entonces podemos convertirlas
en fuentes de nueva vida 20.
o El medio fundamental que poseemos es la “confesión sacramental”.
“¿Por qué no hacer este año “una gran revisión general de toda
mi vida? Una “confesión general”, como se llamaba antes... Nos hace
bien volver a ver el gran film de nuestra vida, ciertamente lleno de
gracias y de fallos; sería volver a visitar nuestro pasado no solos sino
con Dios: tener la osadía de invitar a Jesús a ver este film y verlo con
él y con sus ojos. Ver de nuevo todo, gracia y pecado (luces y
sombras) con ojos de misericordia, para sacar provecho de todo, para
descubrir que “el amor es más fuerte que la muerte”, que “donde
abundó el pecado sobreabundó la gracia” 21.
Este gesto tendría que ser continuado en un programa serio,
efectivo, de “confesión sacramental” personal, habitual, dialogal.
2. Reconocimiento y “confesión ” de los “pecados presbiterales -
de operarios” que hemos cometido en la historia (cf. TMA 33-
35; IncaMyst. 11)
“Los líderes del futuro... deben ser personas dispuestas siempre a
confesar su fragilidad y a pedir perdón a los que ofrecen sus servicios
ministeriales. La confesión y el perdón son las formas concretas por las que
nosotros, pecadores, nos amamos mutuamente. A menudo tengo la
impresión de que los sacerdotes... forman parte del grupo de cristianos que
menos se confiesa...¿Cómo pueden los sacerdotes... sentirse realmente
amados y cuidados cuando ocultan sus propios pecados y faltas a las
personas con las que se relacionan ministerialmente...” (Nouwenn, En el
nombre de Jesús, pp. 51-52).
o Se trataría, en la línea de TMA (33-35) e IncMys (11), de pedir
perdón a la comunidad cristiana a la que servimos, a las Iglesias
particulares en las que como Hermandad hemos prestado nuestro
servicio, y aun a la misma sociedad, de nuestros errores y pecados
como personas y como Institución. Y esto no de una manera
genérica, sino “confesando públicamente” aquellos que nos parecen
ser los pecados más significativos como grupo eclesial.
o en un acto oficial por medio de nuestros representantes oficiales en
los niveles de equipos, de Delegaciones, de Dirección General.
3.Celebración de la reconciliación entre los operarios
“No basta con afirmar la importancia del perdón, ser artífices de la
reconciliación desde fuera, para con otros. Es preciso querer vivirlo ante
todo entre nosotros, en el presbyterium, en nuestros equipos...Este aspecto es
capital... Seríamos poco creíbles en nuestras palabras sobre la comunión o la
reconciliación si no somos capaces de vivirla primeramente entre nosotros...
Nosotros conocemos bien los riesgos y los desastres de la división interna,
de la sospecha, de la envidia, de la crítica rápida, del juicio radical y sin
apelación, de la maledicencia o de la calumnia... Nuestro ministerio de
reconciliación no será comprendido en cuanto tal más que si esta reconcilia-
ción la hacemos posible y visible” 22.
o Se podrían aprovechar los encuentros de ejercicios o de formación
permanente para un acto colectivo de reconciliación.
o Aprovechar el año jubilar para incorporar a nuestros equipos algunas
de las técnicas o métodos de “revisión de vida” o de “corrección
fraterna” que existen y se practican en los grupos eclesiales y aun
sociales más dinámicos y serios.
4.Vitalizar los “ritos penitenciales”: el de la Eucaristía y las
celebraciones comunitarias de la reconciliación
“La misa católica es una obra de arte de equilibrio para nuestra vida
cultural. Si tuviéramos el coraje de mirar en profundidad, la misa está llena
de cosas oscuras: incestos, traiciones, torturas, muerte (se refiere a las
lecturas bíblicas...). Todo esto conduce a una revelación, pero no sin haber
antes presentado el lado oscuro (las sombras) con toda la crudeza posible. Si
participáramos en la Misa en un estado de plena conciencia temblaríamos
con el temor que ella provoca pero a la vez saldríamos redimidos con el
efecto equilibrante que realiza. La Misa perdió mucho de su aspecto eficaz
cuando fue modernizada y adaptada para servir al proceso cultural (cuando
se convirtió en “rito sagrado”, sin vida). Somos llevados o deberíamos ser
llevados a palidecer de terror ante la Misa... Desde que su efecto sublime
equilibrante ya no es tan eficaz como solía ser en los primeros tiempos,
dependemos hoy de medios menos eficaces de equilibrio: filmes de terror,
epopeyas “de padrinos”, violencia, titulares de prensa o telediarios... todo
como compensación ... Pero todo ello son elementos bien pobres si los
comparamos con el excelente arte trabajado por las antiguas culturas 23.
o Llenar de vida, de gestos auténticos, de “confesiones” verdaderas, de
alguna manera públicas, de “penitencias reales”, públicas también,
sociales, como en la antigua praxis penitencial, adaptadas a hoy, de
abrazos sinceros acompañados de palabra confesante (rito de la paz),
de encuentros humanos entre los enemistados, de reconciliaciones
efectivas “antes de presentar la ofrenda en el altar”.
5. Crear estructuras ministeriales para la reconciliación, para la
resolución de conflictos
Especialmente se podría estimular y colaborar en “escuelas de ministerios
para la reconciliación” de familias y matrimonios; prepararse y preparar
agentes para terapias de perdón.
6.Programar espacios y tiempos “cálidos” de celebración del sacramento
de la reconciliación: dedicar lugares adecuados, ofrecer tiempos y personas
para atender personalmente a los fieles
“No será inútil invitar, a este respecto, a la calidad de las celebraciones
penitenciales o de la reconciliación. El alcance de un rito depende de la
manera como se celebra. Tomar el tiempo necesario es indispensable
siempre que sea posible. Este sacramento merece una densidad litúrgica que
valore suficientemente sus diferentes partes. En ningún caso debe darse la
impresión de ser marginado si quiere evitarse el que los lugares de confesión
no sean considerados como cavernas de culpabilidad cuando, en realidad,
son nuevas fuentes bautismales de donde nuestra vida resurge
permanentemente luminosa y liberada”. 24
GUÍAS PARA EL ENCUENTRO DE GRUPO
A. (Para un encuentro centrado en los capítulos I y II del folleto)
o Oración
o Comunicación en grupo de algunos aspectos del trabajo personal
sobre estos dos capítulos:
o los aspectos que subrayaría
o los descubrimientos que he hecho
o los sentimientos que ha experimentado
o los estímulos recibidos.
o De los pecados de los cristianos que se destacan en el milenio que
concluye: ¿cuáles creo que han dañado más la figura de la iglesia?
¿cuáles me afectan más personalmente o nos afectan más como grupo
concreto de operarios?
o ¿Qué actitudes y exigencias, como creyentes y como ministros, nos
está demandando la celebración de la Eucaristía en el año jubilar con
relación a este aspecto estudiado?
o En cuanto grupo, ¿podríamos adquirir algún pequeño compromiso
para este mes, como concreción de esas actitudes y exigencias?
o Determinación del tema, lugar, fecha, horario y servicios del próximo
encuentro.
o Celebración.
o “Mesa compartida”
B. (Para un encuentro centrado en los capítulos III y IV del
folleto)
o Oración.
o Comunicación en grupo de algunos aspectos del trabajo personal
sobre estos dos capítulos:
o los aspectos que subrayaría
o los descubrimientos que ha hecho
o los sentimientos que ha experimentado
o los estímulos recibidos.
o Parecer sobre las sugerencias indicadas y exposición de las que a
cada uno se le hayan ocurrido más adecuadas a la propia situación del
equipo o grupo.
o Selección de aquellas que parezcan más adecuadas dentro del trabajo
o situación del equipo o grupo y programación de las mismas.
Compromiso.
o Determinación de las que parezcan más convenientes en el nivel de la
Delegación o de toda la Hermandad y breve discusión sobre el modo
de realizarlas, con comunicación de este punto a la Dirección General
de la Hermandad o al Delegado respectivo.
o Concreción del tema, lugar, fecha, horario y servicios del próximo
encuentro.
o Celebración.
o “Mesa compartida”.
C. (Para un encuentro centrado en el contenido de todo el
folleto)
o Oración (puede usarse alguna de las que se ofrecen en este mismo
folleto).
o Comunicación del trabajo individual. Cada uno expone lo que más le
ha llamado la atención en el trabajo personal de estos materiales:
o los aspectos que subrayaría
o los descubrimientos que ha hecho
o los sentimientos que ha experimentado
o los estímulos recibidos.
o Parecer sobre las sugerencias indicadas y exposición de las que a
cada uno se le hayan ocurrido más adecuadas a la propia situación del
equipo o grupo.
o Selección de aquellas que parezcan más adecuadas dentro del trabajo
o situación del equipo o grupo y programación de las mismas.
Compromiso.
o Determinación de las que parezcan más convenientes en el nivel de la
Delegación o de toda la Hermandad y breve discusión sobre el modo
de realizarlas, con comunicación de este punto a la Dirección General
de la Hermandad o al Delegado respectivo.
o Concreción del tema, lugar, fecha, horario y servicios del próximo
encuentro.
o Celebración.
o “Mesa compartida”.
ORIENTACIONES PARA LA CELEBRACIÓN (Eucaristía,
Hora santa...)
o Elegir alguno de los textos bíblicos sugeridos para las lecturas.
o Preparar un “rito penitencial” vivo, participado, explícito.
o Escoger alguno de los textos-comentario que se ofrecen.
o Incorporar algún gesto de paz.
o En la Eucaristía, elegir una de las Anáforas sobre la Reconciliación
(también se podría leer-comentar en la Hora Santa).
o
PLEGARIAS
Compasión por sí mismo
Quiero perdonarme
por buscar la estrella inaccesible,
ser frágil,
avergonzarme de mi dolor, acusarme de mi desdicha,
mantener el deseo de una perfección inalcanzable,
haberme hecho cómplice de mi perseguidor,
haber prescindido de mi corazón,
haber rumiado acusaciones que me herían,
no haber sido capaz de preverlo todo,
odiarme sin compasión,
sentirme incapaz de perdonar.
En suma, quiero perdonarme por ser humano.
Perdona nuestras ofensas Señor, perdona nuestras ofensas.
No en función de nuestros propios perdones No como solemos perdonar
No a ejemplo de nuestros perdones mercenarios y calculadores.
Sino
para que descubramos “tu dulce piedad”,
para que sintamos tu “conmovedora ternura”,
para que también nosotros aprendamos a perdonar,
para que perdonemos a quienes comparten el pan con nosotros,
para que no caigamos en la desesperación de la vergüenza,
para que renunciemos al deseo orgulloso de perdonar,
para que desenmascaremos nuestras falsas rectitudes e indignaciones,
para que podamos perdonamos a nosotros mismos, para que nuestros
perdones sean reflejo del tuyo.
Señor, perdona nuestras ofensas.
BIBLIOGRAFÍA
Las “fuentes” fundamentales para la reflexión sobre el perdón son las
Exhortaciones citadas de Pablo VI, Apostolorum limina, 23-V- 74, Paterna
cum benevolentia, 8-XII-74; y de Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia,
2-XII-84, Tertio Millennnio Adveniente e Incarnationis mysterium, de 21-V-
98, 10-XI-94.
A continuación señalo los títulos que más han guiado la elaboración de
estos materiales.
J. MOMBOURQUETTE, Cómo perdonar. Perdonar para sanar. Sanar para
perdonar. Sal terrae, Santander 1997.
Id. Reconciliarse con la propia sombra. El lado oscuro de la persona. Sal
terrae, Santander 1999. Card. G. DANNEELS, Pardonner, effort de l’homme-don de Dieu. Carta
pastoral para la Pascua. Arzobispado.
A. DUPLEIX, Dieu nous a confié le ministère de la réconciliation, Prêtres
diocésains, marzo-abril 1993, pp. 161-182.
J. VIVES, La reconciliación, gracia de Dios para fraternizamos, Sal Terrae
85 (1997)787-796.
M. JOSEFA GARCIA CALLADO. Raíces del conflicto interpersonal y
grupa!. Vías de reconciliación. Sal Terrae 85 (1997) 797-805.
E. LOPEZ AZPITARTE. Reconciliación con la creación, resquebrajada
por la avidez de los ricos, Sal Terrae 85 (1997)807-818.
A. TORNOS, Reconciliación y antropología. Pliego en Vida Nueva 17 julio
1999, n. 2194.
O. D. SANTAGADA. El sacerdote, hombre rconciliado y penitente.
Seminarios n. 96 (1985) 165-187.
A. GRÜN, Portarse bien con uno mismo. Sígueme, Salamanca 1997.
ASAMBLEA ECUMENICA DE GRAZ (Suiza). La reconciliación.
P. RICOEUR, El perdón, ¿puede sanar? Mater Clementissima 1996, 71-77
(traducido de Esprit 210 (1995) 77-82).
A.CENCINI. Vivir en paz. Perdonados y reconciliados. Mensajero. Bilbao
1997.
Card. C. M. MARTINI. Camino de reconciliación. Reflexiones sobre el
salmo 50. Paulinas, Bogotá 1992.
ÍNDICE
Presentación
I. EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN, ELEMENTO
FUNDAMENTAL DEL JUBILEO
71. El “jubileo bíblico”
72. El “perdón-reconciliación” en la convocatoria del Jubileo 2000
73. La confesión del pecado como “purificación de la memoria”
Pistas para el trabajo personal
II. LA EUCARISTÍA, MEMORIAL DE NUESTRA RECONCILIACIÓN
74. Algunas afirmaciones genéricas
75. Formulaciones litúrgicas explícitas
76. Las formulaciones del “rito penitencial”
77. Las “proclamaciones cristológicas del gloria”
78. La liturgia de la palabra
79. Las ofrendas
80. Las plegarias eucarísticas
81. Rito de la comunión
82. Para mejor comprender el sentido y los contenidos de la relación
entre Eucaristía y perdón-reconciliación
Pistas para el trabajo personal
III. CONTENIDOS Y PROCESOS DEL PERDÓN DE LA
RECONCILIACIÓN
83. Un acercamiento bíblico
84. Un acercamiento antropológico: dinámica y etapas del perdón y de la
reconciliación
85. Las falsas concepciones del perdón
86. La aventura humana y espiritual del perdón: componentes del perdón
y proceso del perdonar
87. El proceso de la reconciliación
88. Suplicar, acoger y celebrar el perdón y la reconciliación
89. Pistas para el trabajo individual
IV. ALGUNAS SUGERENCIAS SOBRE EL PERDÓN Y LA
RECONCILIACIÓN EN LA VIDA Y EN EL MINISTERIO DE LOS
OPERARIOS
90. La Reconciliación con nosotros mismos
91. Reconocimiento y “confesión” de los “pecados presbiterales de
operarios” que hemos cometido en la historia (cf.TMA 33-35;
IncaMyst. 11).
92. Concelebración de la reconciliación entre los operarios
93. Vitalizar los “ritos penitenciales”: el de la Eucaristía y las
celebraciones comunitarias de la reconciliación
94. Crear estructuras ministeriales para la reconciliación, para la
resolución de conflictos
95. Programar espacios y tiempos “cálidos” de celebración del
sacramento de la reconciliación: dedicar lugares adecuados, ofrecer
tiempos y personas para atender personalmente a los fíeles....
Guías para el encuentro de grupo
o (Para un encuentro centrado en los capítulos I y II del folleto)
o (Para un encuentro centrado en los capítulos III y IV del folleto)
o (Para un encuentro centrado en el contenido de todo el folleto)
Orientaciones para la celebración
Plegarias
Bibliografía
Notas
1 F. SCALIA. Le relazioni nella Chiesa. Per una comunità a più voci.
Ancora, Milano 1998, Cap. VII, pp. 71-82.
2 Id.Ibid. Cap VIII, pp.83-85.
3 (LG 1,) (lncarnationis mysterium, n. 4).
4 (Ibid. n. 9.)
5 Cf. Eucharisticum mysterium 35
6 Reconciliatio et paenitentia, 11.
7 Ibid. N. 27
8 SC 2.41
9 EucMyst. 35
10 Paterna cum benevolentia, VI 14
11 M. Gesteira, La eucaristía, misterio de comunión, p.447-449
12 Algunos textos fundamentales sobre el perdón y el perdonar
(Evangelios): Me 2, 1-12; 10, 41-45; ; Mt 5, 38-48; Mt,18, 15-35; 26,26-28;
Le 7, 36-50; Le 15, 1-32; 19, l-10;Lc 24, 36-48; Jn 3, 16-21; Jn 20,19-22;
Hech 2, 37- 41.
Textos sobre la reconciliación (lista completa). Mt 5, 21-26; 2 Cor 5, 11 a 6,
2, Rom 5, 6-11; Col 1, 15-23; Ef 2, 4-22.
13 Cf. Diccionario exegético del NT, vol. I, 544-549 (afiemi:perdón-
perdonar); 2230-2238 (katallasso-katallagé: reconciliar-reconciliación).
14 Schweiser DENT, 2237
15 Ibíd. 2236
16 Los textos que siguen son o literales o resúmenes fieles del hermoso libro
de J. Monbourquette, Cómo perdonar. Perdonar para sanar. Sanar para
perdonar. Sal Terrae. Santander (los números remiten a las páginas de la 2a
ed.1997)
17 J. Vives, La reconciliación, gracia de Dios para fraternizamos, Sal
Terrae 85 (1997)792-794 34
18 Card. G. Danneels, Pardonner, effort de Vhomme-don de Dieu. Carta
pastoral, pp. 26-29.37-41.
19A. Dupleix, Dieu nous a confié le ministère de la réconciliation, p. 173 40
20 A. Grün, Portarse bien con uno mismo, pp. 74.80-82
21 Vasco Pinto de Magalhaes, Reconciliagao. Um segredo para 1999:
desejar mudar e mudar mesmo, Ecclesia (Lisboa) 3-II-99, p.8 42
22 A. Dupleix, o.c., p. 174
23 R. A. Johnson, Asseguremos aposse da sombra que nos pertence, p. 8.
24 A. Dupleix, o.c., p. 179