Transcript of El primer círculo de aleksandr solzhenitsyn r1.0
- 1. En una oscura tarde del invierno de 1949, un funcionario del
Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS llama a la embajada
norteamericana para revelarles un peligroso y aparentemente
descabellado proyecto atmico que afecta al corazn mismo de Estados
Unidos. Pero la voz del funcionario quedaba grabada por los
servicios secretos del Ministerio de Seguridad, cuyos largos
tentculos alcanzan tambin la Prisin Especial n. 1, donde cumplen
condena los cientficos rusos ms brillantes, vctimas de las
siniestras purgas estalinistas, y donde son obligados a investigar
para sus propios verdugos. A esa prisin de lujo, que es en realidad
el primer crculo del Infierno dantesco, donde la lucha por la
supervivencia alterna con la delacin y las trampas ideolgicas, le
llega la misin de acelerar el perfeccionamiento de nuevas tcnicas
de espionaje con el fin de identificar lo antes posible la
misteriosa voz del traidor
- 2. Aleksandr Solzhenitsyn El primer crculo ePub r1.0 bigbang951
09.10.14
- 3. Ttulo original: Aleksandr Solzhenitsyn, 1968 Traduccin:
Josep Maria Gell Editor digital: bigbang951 ePub base r1.1
- 4. Dedicada a mi compaeros de sharashka
- 5. Tal es el destino de los libros rusos actuales: aunque
salgan a flote, pierden sus plumas. As sucedi no hace mucho con El
maestro y Margarita de Bulgkov: el agua trajo luego sus plumas. Y
lo mismo con esta novela ma: para darle por lo menos una dbil vida,
para atreverme a mostrarla y a llevarla a la redaccin, yo mismo la
condens y deform o, ms exactamente, la desmont y volv a montarla de
nuevo, y fue conocida bajo un determinado aspecto. Y, aunque ahora
ya no hay modo de recuperarla ni corregirla, es autntica. Por lo
dems, al restaurarla, he perfeccionado algunas cosas: tngase en
cuenta que entonces tena yo cuarenta aos y ahora cuento cincuenta.
Escrita: 1955-1958 Deformada: 1964 Restaurada: 1968
- 6. 1 Las agujas de encaje marcaban las cuatro y cinco. En aquel
encalmado da de diciembre, el bronce del reloj, sobre el estante,
era completamente oscuro. Los cristales del alto ventanal empezaban
a ras de suelo. A travs de ellos se divisaba abajo, en Kuznetski la
apresurada agitacin de la calle y el obstinado ir y venir de los
porteros que barran, bajo los pies de los transentes, la nieve
recin cada, pero pesada ya y de color marrn sucio. Viendo y sin ver
realmente todo esto, Innokenti Volodin, consejero de Estado de
segunda, permaneca apoyado en el marco de la ventana silbando una
tonadilla lnguida y prolongada. Con la punta de los dedos pasaba
las coloridas y brillantes pginas de una revista extranjera. Pero
no se enteraba de lo que haba en ella. Volodin, consejero de Estado
de segunda categora, lo que equivala a teniente coronel del
servicio diplomtico, era alto y estrecho de hombros, no llevaba
uniforme sino un traje de tela sedosa, y ms bien pareca un joven
ocioso y de fortuna que un responsable funcionario del Ministerio
de Asuntos Exteriores. Era hora de encender la luz en el despacho,
y no la encenda; o de irse a casa, y no se marchaba. Las cuatro y
pico no significaban el fin de la jornada laboral, sino slo el fin
de su parte diurna, de su parte ms breve. Ahora se iran todos a
casa, a comer y a dormir, pero a las diez de la noche volveran a
iluminarse las miles y miles de ventanas de los cuarenta y cinco
ministerios de la Unin y de los veinte de las repblicas. Tras una
docena de muros, en una fortaleza, haba un hombre, slo uno, que no
poda dormir por las noches y que haba acostumbrado al funcionariado
de Mosc a permanecer en vela con l hasta las tres o las cuatro de
la madrugada. Conociendo las costumbres nocturnas del jefe, seis
decenas de ministros velaban como escolares a la espera de ser
llamados. Para que no les venciera el sueo, convocaban a sus
secretarios, los cuales fastidiaban a los jefes de negociado. Los
archiveros revolvan los archivos encaramados en sus escalerillas,
los escribientes volaban por los pasillos, las taqugrafas afilaban
sus lpices. Incluso hoy, vspera de la Navidad occidental (desde
haca dos das todas las embajadas occidentales parecan silenciosas,
no telefoneaban), su Ministerio pasara, pese a todo, la noche en
blanco. Los dems tendran dos semanas de vacaciones. Inocentes.
Asnos orejudos! Los dedos nerviosos del joven hojeaban la revista
con rapidez, maquinalmente. En su interior, una sensacin de miedo
ora le dominaba y enardeca, ora se retiraba dejndole cierta
frialdad. Innokenti arroj la revista y pase por la estancia con los
hombros encogidos. Telefonear o no telefonear? Enseguida? Sin
falta? Sera all demasiado tarde? Mejor el jueves o el viernes? Sera
demasiado tarde Quedaba tan poco tiempo para meditarlo! Y nadie,
absolutamente nadie, a quien consultarlo! Existira un medio para
identificar a alguien que llamara desde un telfono pblico? Y si slo
hablara en ruso? Y si no se demoraba y se marchaba rpidamente?
Reconoceran por telfono su voz ahogada? Tcnicamente, era imposible.
Dentro de tres o cuatro das volara hacia all en persona. Lo ms
lgico era esperar. Lo ms sensato, esperar. Pero sera demasiado
tarde. Oh, diablos! Un escalofro recorri sus hombros, poco
acostumbrados a soportar cargas. Habra sido mejor no enterarse. No
saberlo. No estar al tanto Recogi cuanto haba sobre la mesa y lo
llev a la caja fuerte. Su inquietud iba en aumento. Innokenti apoy
la cabeza sobre la caja, de hierro y pintada de color pardo, y
descans con los ojos cerrados. De pronto, como si hubiera
malgastado los ltimos instantes disponibles, Innokenti se puso en
movimiento. No telefone pidiendo el coche, no tap los tinteros.
Cerr la puerta, y al final del pasillo entreg la llave al ordenanza
de servicio. Descendi por la escalera casi corriendo, adelantndose
al personal de plantilla, con sus bordados de oro y sus galones.
Abajo se puso el abrigo de cualquier manera, se encasquet el
sombrero y entr corriendo en el hmedo crepsculo. La rapidez de sus
movimientos fue un alivio. Sus zapatos franceses, y sin chanclos,
como dictaba la moda, se hundieron en la nieve sucia y deshelada.
Al pasar junto a la estatua de Vorovski, en el patio casi cerrado
del Ministerio, Innokenti levant los ojos y se estremeci. Descubri
un nuevo sentido al reciente edificio de la Gran Lubianka, la
prisin que daba a la calle Furkassovskaya. Aquella mancha
gris-negra de nueve pisos era un acorazado, y las dieciocho
pilastras colgaban de su borda derecha como dieciocho torres
encaonadas. La solitaria y frgil lancha de Innokenti se sinti
atrada hacia la proa del rpido y pesado navo. No, el acorazado no
atraa a la lancha, era esta la que iba hacia l como un torpedo! Eso
no poda ser! Para esquivarlo, torci a la derecha, y amarr en
Kuznetski. Un taxi se dispona a abandonar la acera, Innokenti lo
tom y lo mand calle abajo, y luego le orden torcer a la izquierda,
hacia los faroles de la calle Petrovka, los primeros que se
encendan. Dudaba an, no saba desde dnde llamar para que no le
agobiaran, para que no le apremiaran ni espiaran a travs de la
puerta. Pero si buscaba una cabina aislada y tranquila se notara
ms. No sera mejor llamar rodeado de una multitud ms densa, siempre
que la cabina fuera hermtica, de obra? Qu estupidez ir en taxi y
tener al chfer por testigo. Revolvi una vez ms el bolsillo buscando
los quince cpeks con la esperanza de no hallarlos. En
- 7. ese caso, como es natural, lo aplazara. En el semforo de
Ojotn y Riad sus dedos tentaron y extrajeron a la vez dos monedas
de quince cpeks. O sea, haba que hacerlo. Pareci tranquilizarse.
Peligrosa o no, era la nica decisin que poda tomar. Acaso es de
hombres andar siempre temeroso? Sin que Innokenti lo hubiera
decidido, estaba pasando por Mojovaya, precisamente ante la
embajada. Era el destino. Se peg al cristal doblando el cuello,
quera ver qu ventanas estaban iluminadas. No tuvo tiempo. Dejaron
atrs la universidad. Con una sea, Innokenti indic hacia la derecha.
Pareca dar un giro a su torpedo para colocarlo en mejor posicin.
Irrumpieron en Arbat. Innokenti entreg dos billetes y sigui a pie
por la plaza procurando mantener un paso mesurado. Tena la garganta
y la boca secas, con esa sequedad que ninguna bebida puede aliviar.
Arbat estaba ya completamente iluminado. Ante el Artstico haba una
densa cola para ver Amor de bailarina. Una ligera neblina azulada
envolva la M roja del metro. Una mujer morena, una meridional,
venda pequeas flores amarillas. En este momento, el condenado a
muerte no vea el acorazado, pero una brillante desesperacin
dilataba su pecho. Deba recordarlo: ni una palabra en ingls. Y
mucho menos en francs. No deba dejar a los sabuesos ni una pluma ni
una cola. Innokenti caminaba muy erguido, ahora sin ningn
apresuramiento. Una muchacha levant los ojos al cruzarse con l. Y
otra. Muy bonita. Desame salir bien librado. Qu ancho es el mundo y
cuntas posibilidades ofrece! Pero a ti no te queda nada fuera de
este desfiladero. Una de las cabinas exteriores de madera se
encontraba vaca, pero al parecer tena el cristal roto. Innokenti
sigui adelante, hacia el metro. All, las cuatro cabinas incrustadas
en la pared estaban ocupadas. En la de la izquierda, sin embargo,
un tipo de aspecto vulgar, algo achispado, terminaba de hablar y
colgaba ya el auricular. El tipo sonri a Innokenti y quiso decirle
algo. Innokenti le sustituy en la cabina. Con una mano tir
cuidadosamente de la gruesa puerta vidriada y la mantuvo cerrada;
con la otra, temblorosa, enguantada, dej caer la moneda y marc el
nmero. Despus de largas seales, levantaron el auricular. El
secretariado? pregunt alterando la voz. S. Le ruego que me ponga
urgentemente con el embajador. Al embajador no se le puede molestar
le respondieron en un ruso impecable. De qu se trata? En este caso,
pngame con el encargado de negocios. O con el agregado militar! No
se demore, se lo ruego! En el otro extremo reflexionaban. Innokenti
se prometi que, si rehusaban ponerle, dejara as la cosa, no lo
intentara por segunda vez. Est bien, le pongo con el agregado.
Establecieron la conexin. Tras los cristales, ms all de las
cabinas, pasaban los transentes, se apresuraban, se adelantaban
unos a otros. Alguien se aproxim y se puso a esperar ante la cabina
de Innokenti dando muestras de impaciencia. Con fuerte acento
extranjero, una voz satisfecha, indolente, dijo por el auricular:
Diga. Qu desea? El seor agregado militar? pregunt bruscamente
Innokenti. Yes, aviation solt la voz desde el otro extremo. Qu poda
hacer? Innokenti puso la mano como pantalla y argument en voz baja
pero decidida: Seor agregado de aviacin! Le ruego que tome nota y
se la pase urgentemente al embajador Espere un momento le
respondieron sin prisas. Voy a llamar al intrprete. No puedo
esperar! se enardeci Innokenti. (Ni siquiera se contena lo
suficiente para alterar la voz!). No hablar con ningn sovitico! No
cuelgue! Se trata del destino de su pas! Y no slo de su pas!
Escuche: uno de estos das, el agente sovitico Gueorgui Koval, de
Nueva York, recibir, en una tienda de piezas de radio situada en Le
comprendo mal replic tranquilamente el agregado. Cmo no, estaba
sentado en un blando sof y nadie le persegua. Se oa una animada
charla femenina al fondo de la habitacin. Llame in el consulado of
Canad, all comprenden muy bien el ruso. El suelo de la cabina arda
bajo los pies de Innokenti, el negro auricular, con su pesada
cadena de acero, se funda en sus manos. Pero una sola palabra
extranjera poda perderle! Oiga! Oiga! exclam desesperado. Dentro de
unos das, un empleado de la embajada sovitica, llamado Koval,
recibir en una tienda de aparatos de radio importantes piezas para
fabricar una bomba atmica Cmo? En qu avenida? se sorprendi el
agregado, y empez a reflexionar. Y cmo s que usted decir verdad? No
comprende a lo que me expongo? restall Innokenti. Al parecer, a su
espalda golpeaban el cristal. El agregado callaba, quiz daba una
chupada al cigarrillo. Una bomba atmica? repiti incrdulo. Quin es
usted? Deme su nombre. Se oy un chasquido sordo en el auricular,
seguido de un silencio de algodn, sin susurros ni tintineos. Haban
cortado la lnea.
- 8. 2 En ciertas entidades uno tropieza en la puerta con un
letrerito luminoso, oscuro y purpreo: Privado. O, al estilo
moderno, con una grave tablilla de cristal: Queda rigurosamente
prohibida la entrada a toda persona ajena a la empresa. O bien con
un imponente cancerbero que, sentado tras una mesita, controla los
pases. Y tras aquella puerta inaccesible, como en todo lo
prohibido, uno imagina vyase a saber qu. Y no obstante, lo que hay
es el mismo pasillo de antes, quiz ms limpio. Discurre por su
centro el flujo de una alfombra de esa tela roja de la
administracin. El parquet aparece razonablemente raspado. Y
razonablemente distribuidas las escupideras. Pero est desierto.
Nadie va de una puerta a otra. Y las puertas estn forradas con piel
negra hinchada por el relleno, con ribetes blancos y un acristalado
valo con un nmero. Los que trabajan en una de estas oficinas
conocen menos los acontecimientos de la oficina contigua que las
novedades que corren por el mercado de la isla de Madagascar. En
este mismo anochecer de diciembre, algo sombro y tibio, dos
tenientes estaban de guardia en la Central Telefnica de Mosc, en
uno de esos pasillos reservados, en una de esas estancias
inaccesibles, la conocida con el n. 194 por el jefe de la casa, y
con el nombre de Puesto A-1 por la XI Seccin del VI Departamento
del MGB[1]. Los dos tenientes, claro est, no iban de uniforme sino
de paisano: era ms adecuado para entrar y salir del edificio de la
Central Telefnica. Una de las paredes estaba cubierta de tableros y
paneles de seales luminosas, donde destacaba el negro del plstico y
el brillo metlico de los equipos de escucha telefnicos. De otra
pared colgaba un papel gris con unas instrucciones detalladas.
Estas instrucciones contemplaban y prevenan todos los casos
posibles de infraccin e incumplimiento en el cometido de escuchar y
anotar las conversaciones de la embajada norteamericana y, a tenor
de las mismas, all deban trabajar dos hombres: uno de ellos debera
escuchar continuamente, sin quitarse los auriculares; el segundo no
abandonara la habitacin como no fuera para ir al lavabo, y
reemplazara a su compaero cada media hora. Trabajando con estas
instrucciones era imposible equivocarse. Pero la trgica
contradiccin entre la perfeccin ideal de los organismos estatales y
la msera imperfeccin humana hizo que esta vez las instrucciones
fueran infringidas. No porque los tenientes de guardia fueran
novatos, sino precisamente porque tenan experiencia y saban que
nunca sucede nada especial. Y menos la vspera de la Navidad
occidental. Uno de ellos, el teniente Tiukin, que ostentaba una
gran nariz, tena clase de poltica el lunes, y no dejaran de
preguntarle quines son los amigos del pueblo y cmo luchan contra
los socialdemcratas, por qu en el Segundo Congreso haba que
distanciarse de ellos, cosa muy acertada, en el Quinto Congreso ir
a la unificacin, lo que de nuevo resultaba acertado, y en el Sexto
Congreso cada uno por su lado, decisin acertada una vez ms. Por
nada del mundo Tiukin se hubiera puesto a estudiar en sbado, pues
desconfiaba recordar lo ledo; el domingo se haba comprometido a
empinar el codo con el marido de su hermana despus del servicio, y
el lunes esas frusleras an le entraran menos en la cabeza con la
resaca. El responsable del partido se lo haba advertido y amenazaba
con citarle ante el Comit. Sin embargo, lo principal no era la
respuesta oral sino la presentacin de un resumen escrito. Tiukin no
haba encontrado tiempo para hacer este resumen en toda la semana, y
hoy lo haba estado aplazando todo el da. Ahora, sin embargo, haba
pedido a su compaero que de momento trabajara sin sustituciones e,
instalado en un rincn junto a la lmpara de sobremesa, iba copiando
en su cuaderno ora un prrafo ora otro del Curso abreviado. An no
haban encendido la luz del techo. Una lmpara iluminaba los
magnetfonos. El teniente Kuleshov, de cabello rizado y rechoncho
mentn, permaneca en el asiento escuchando con los auriculares. Por
la maana, los norteamericanos haban encargado unas compras, pero
despus de la comida la embajada pareca dormida, ni una sola
llamada. Despus de largo rato en est posicin, a Kuleshov se le
ocurri echar una mirada a los abscesos de su pierna izquierda. Por
causas desconocidas, le salan continuamente nuevos granos y, aunque
se los untaba con mercromina, zinc o estreptomicina, los granos no
cicatrizaban, sino que se agrandaban bajo la costra. El dolor
empezaba a molestarle al andar. En la clnica del MGB le haban
inscrito en la consulta de un especialista. Kuleshov haba obtenido
recientemente una nueva vivienda, y su esposa esperaba un hijo,
pero los fornculos envenenaban una vida tan bien arreglada.
Kuleshov se quit los opresivos auriculares y se traslad a un sitio
ms cmodo, bajo la luz. Se remang la pernera izquierda del pantaln y
de los calzoncillos largos, y empez a tantear con cuidado las
costras y a romper sus bordes. Si las oprima, rezumaban un icor
pardo. El dolor era tan grande que repercuta en la cabeza y se
apoderaba de su atencin. Por primera vez se le ocurri la idea de
que aquello no eran fornculos sino sino Le vino a la memoria una
terrible palabra que oyera en otro tiempo en alguna parte:
gangrena? y tambin otro nombre Por eso tard en advertir que las
bobinas del magnetfono giraban silenciosamente, conectadas por el
automtico. Sin sacar la pierna desnuda de su punto de apoyo,
Kuleshov alcanz los auriculares, se acerc uno a la oreja y oy: Y
cmo s que usted decir verdad? No comprende a lo que me expongo? Una
bomba atmica? Quin es usted? Deme su nombre. UNA BOMBA ATOMICA!!
Cediendo a un impulso tan inconsciente como el de agarrarse, cuando
uno va a caerse, Kuleshov arranc la clavija del panel de
conmutaciones desconectando los telfonos. Slo entonces cay en la
cuenta de que, infringiendo las instrucciones, no haba localizado
el nmero del abonado. Su primer movimiento fue volver la cabeza.
Tiukin pergeaba a toda prisa su resumen y no haba visto nada.
Tiukin era un amigo, pero Kuleshov tena la obligacin de controlar a
Tiukin, y por lo tanto este tena la obligacin de controlarlo a
l.
- 9. Con dedos temblorosos, Kuleshov rebobin la cinta no sin
conectar el magnetfono de emergencia a la red de la embajada.
Primero pens borrar la grabacin y ocultar su fallo, pero acto
seguido record que las grabaciones del puesto se duplicaban con una
grabacin automtica en otro lugar, el jefe lo haba dicho ms de una
vez, por lo que abandon su absurda idea. Se duplicaba,
naturalmente, y por ocultar semejante conversacin le fusilaban a
uno. La cinta estaba rebobinada. Conect la reproduccin. El criminal
tena mucha prisa, estaba inquieto. Desde dnde poda hablar?
Naturalmente, no sera desde una casa particular. Y difcilmente
desde su lugar de trabajo. Para llamar a las embajadas siempre
procuran hacerlo desde una cabina. Kuleshov despleg la lista de las
cabinas pblicas y llam apresuradamente a un nmero de telfono, el de
la escalera de la estacin de metro Sokolniki. Guenka! Guenka! llam
con voz ronca bajndose la pernera del pantaln. Emergencia! Llama a
la Seccin Operativa! Quizs an puedan agarrarlo!
- 10. 3 Nuevos! Han llegado presos nuevos! De dnde vens,
camaradas? Amigos, de dnde vens? Qu llevis en el pecho y en la
gorra? Qu son esas manchas? Ah estaban nuestros nmeros. Y tambin en
la espalda, y en la rodilla. Cuando nos sacaron del campo de
concentracin nos los arrancaron. Qu quiere decir eso de nmeros?
Seores, por favor, en qu siglo vivimos! Nmeros en las personas? Lev
Grigrich, permtame preguntarle si esto es signo de progreso. No
generalice, Valentulia, mejor vyase a cenar. Cmo voy a cenar si hay
lugares donde la gente lleva nmeros en la frente! Amigos! La
segunda quincena de diciembre darn nueve paquetes de Bielomor por
cabeza. Es una oportunidad. Al ataque! Es Bielomor Yava o Bielomor
Dukat? Mitad y mitad. Qu canallas, nos inundan de Dukat. Me quejar
al ministro, lo juro. Y qu monos son esos? Por qu parecis todos
paracaidistas? Han impuesto ese uniforme. Antes nos daban vestidos
de lana y abrigos de pao, pero ahora nos aprietan las clavijas,
esos perros. Fijaos, presos nuevos! Han llegado presos nuevos. Eh!
Guapos! No habis visto nunca presidiarios de carne y hueso? Llenan
todo el pasillo! Bah! A quin estoy viendo! Dof-Donski! Pero dnde
has estado, Dof? En el 45 te estuve buscando por toda Viena, por
toda Viena te estuve buscando! Y van andrajosos, sin afeitar. De qu
campo de concentracin vens, amigos? De diferentes campos. De
Rechlag de Dubrovlag Hace nueve aos que estoy preso y no creo haber
odo hablar de tales campos. Son nuevos, son los osoblag[2].
Aparecieron despus de 1948. A m me pescaron a la salida del Prater
de Viena, me pillaron y al cuervo Espera Mitiok, deja que
escuchemos a los nuevos A pasear! A pasear! Al aire libre! Lev
interrogar a los nuevos, no te preocupes. Segundo turno! A cenar!
Oziorlag, Luglag, Steplag, Kamyshlag Cabe suponer que en el MVD[3]
hay un poeta incomprendido. Le falta cuerda para un poema y no se
decide a versificar, pero da nombres poticos a los campos de
concentracin. Ja, ja, ja! Qu gracioso, seores, qu gracioso! En qu
siglo vivimos? Silencio, Valentulia, silencio! Dispense, cmo se
llama usted? Lev Grigrich. Tambin es ingeniero? No, soy fillogo.
Fillogo? Tienen aqu hasta fillogos? Pregunte usted a quin no tienen
aqu. Hay matemticos, fsicos, qumicos, ingenieros en radio,
ingenieros en telefona, constructores, pintores, traductores,
encuadernadores, e incluso trajeron a un gelogo por equivocacin. Y
qu hace el gelogo? No lo pasa mal, se ha buscado trabajo en el
laboratorio fotogrfico. Incluso hay un arquitecto. Y qu arquitecto!
El arquitecto particular del propio Stalin. Le ha construido todas
sus dachas. Ahora est preso con nosotros. Lev! Te haces pasar por
materialista, pero atiborras a la gente de alimento espiritual.
Atencin, amigos! Cuando os lleven al comedor veris las tres decenas
de platos que hemos apartado para vosotros en la ltima mesa de la
ventana. Saciad la panza pero no reventis! Muchsimas gracias, pero
por qu os privis de ellos? No nos cuesta nada. Quin comera ahora
salazones de Mezen y gachas de mijo! Bazofia. Qu ha dicho? Que las
gachas de mijo son bazofia? Pues yo hace cinco aos que no veo
gachas de mijo! Quiz no sean de mijo. No sern de magar?
- 11. Est usted loco. De magar! Que intenten darnos magar! Les Qu
tal se come ahora en las prisiones de trnsito? En la prisin de
Cheliabinsk En Cheliabinsk-nuevo o en Cheliabinsk-antiguo? Por la
pregunta veo que es un experto. En el nuevo Continan economizando
los retretes y obligando a los presos a defecar en una parashka, y
luego, con la cubeta a cuestas, tienen que bajar desde la segunda
planta? Todo sigue igual. Ha dicho usted sharashka. Qu significa
sharashka? Qu cantidad de pan dan aqu? Quin no ha cenado todava?
Segundo turno! Cuatrocientos gramos de pan blanco, y el negro est
en las mesas. Perdone, qu quiere decir en las mesas? Pues eso, en
las mesas, cortado. Si quieres lo tomas, si no, lo dejas. Disculpe,
esto qu es? Europa? Europa dice? En las mesas de Europa hay pan
blanco y no negro. S, pero a cambio de esta mantequilla y de este
Bielomor doblamos el espinazo doce y hasta catorce horas al da.
Do-bla-mos el espinazo? En un escritorio no se dobla nada! Dobla el
espinazo aquel que maneja el zapapico. Qu diablos, estamos en esta
sharashka como empantanados, apartados de la vida. Habis odo,
seores? Dicen que ahora se persigue la delincuencia y que ni en
Krasnaya Presnaya se hace la calle. A los profesores les dan
cuarenta gramos de mantequilla, a los ingenieros veinte. Cada uno
da segn sus facultades, a cada uno se le da segn las posibilidades.
As que usted trabaj en Dneprostroi? S, trabaj con Winter. Y por
culpa de esta central hidroelctrica me encuentro aqu. Cmo es eso?
Pues ver, se la vend a los alemanes. La central elctrica? Pero si
la volaron! Y qu, que la volaran? Incluso volada, se la vend.
Palabra de honor, es como una bocanada de aire fresco! Los
traslados! Las etapas! Los campos de concentracin! El movimiento!
Ah, si pudiera llegar hasta el Pacfico! Y volver, Valentulia, y
volver! S! Y volver cuanto antes, naturalmente! Sabe usted, Lev
Grigrich, este aflujo de impresiones, este cambio de ambiente, hace
que la cabeza me d vueltas. He vivido cincuenta y dos aos, he
sanado de una enfermedad mortal, me he casado dos veces con mujeres
hermosas, he tenido hijos, he publicado obras en siete idiomas, me
han concedido premios acadmicos, pero nunca me sent tan
beatficamente feliz como hoy! Dnde he venido a parar? Maana no me
harn marchar sobre agua helada! Cuarenta gramos de mantequilla! Pan
negro en las mesas! Los libros no estn prohibidos! Puedo afeitarme
yo mismo! Los carceleros no pegan a los presos! Qu gran da es ese?
Qu cumbre luminosa es esa? Me habr muerto? Lo estar soando? Se me
antoja que estoy en el paraso! No, respetable amigo, contina
estando en el infierno, pero ha ascendido a su mejor y ms alto
crculo, al primer crculo. Me preguntaba qu era la sharashka? La
sharashka, si quiere usted, la invent Dante. Se devanaba los sesos
pensando dnde colocar a los antiguos sabios. Su deber de cristiano
le ordenaba arrojar a esos paganos al infierno. Pero la conciencia
de un renacentista no poda aceptar que tan ilustres varones se
mezclaran con los dems pecadores y fueran sometidos a castigos
corporales. Y Dante ide para ellos un lugar especial en el
infierno. Permtame suena aproximadamente as: Surgi ante m un alto
castillo ved qu bvedas tan antiguas! Rodeado siete veces por
magnficas murallas Por siete puertas conduce el sendero al interior
entraste en un cuervo, por eso no viste las puertas Haba hombres de
cara imponente, De mirada pausada y tranquila De rasgos ni alegres
ni severos Y pude ver que una respetable E ilustre muchedumbre se
mantena aparte Dime, quines son esos hombres venerables Diferentes
de la turba que les rodea?
- 12. Eh, eh, Lev Grigrich, yo le explicar de un modo muchsimo ms
accesible a Herr Professor lo que es la sharashka. Hay que leer los
editoriales del Pravda: Est demostrado que la alta produccin de
lana depende de cmo se alimente y se cuide a la oveja.
- 13. 4 Tenan un rbol de Navidad: una rama de pino clavada en la
raja de un taburete. Una guirnalda de coloridas bombillas de bajo
voltaje lo rodeaba dos veces y enviaba hacia abajo sus cables
lechosos de cloruro de vinilo hasta un acumulador que haba en el
suelo. El taburete estaba colocado en el paso entre dos literas de
dos pisos, en un extremo de la estancia, y uno de los colchones
superiores daba sombra a todo el rincn, y al diminuto abeto,
protegindolo de la viva luz de las lmparas del techo. Seis hombres
vestidos con gruesos monos de paracaidista permanecan de pie ante
el abeto con la cabeza inclinada escuchando a uno de ellos, al
brioso Max Adam, que rezaba una oracin de la Navidad protestante.
En la gran sala, estrechamente ocupada por esas literas dobles, de
pies soldados, no haba nadie ms: despus de la cena y de la hora de
paseo, todos se haban marchado a su trabajo nocturno. Max termin la
oracin y los seis hombres se sentaron. Cinco de ellos se sentan
invadidos por la agridulce sensacin de la patria, de su pas slido y
bien organizado, de su dulce Alemania bajo cuyos techos de tejas
resultaba tan emocionante y luminosa esta fiesta principal del ao.
El sexto, un hombre corpulento de ancha y negra barba, era judo y
comunista. Las ramas de la paz y los ltigos de la guerra haban
unido el destino de Lev Rubin a Alemania. En tiempos de paz haba
sido fillogo germanista. Hablaba un irreprochable y moderno
hoch-Deutsch, y en caso de necesidad recurra al habla alemana
media, antigua o superior. Recordaba sin esfuerzo, como a amigos
personales, a cuantos alemanes hubieran aparecido algn da en la
prensa. Hablaba de las pequeas ciudades del Rin como si hubiera
recorrido ms de una vez sus pulcras y sombreadas callejuelas. Pero
haba estado slo en Prusia, y adems en el frente. Era comandante de
la seccin de desmoralizacin de las tropas enemigas. Iba a los
campos de prisioneros y pescaba a los alemanes que no queran
permanecer tras el alambre de espino y aceptaban colaborar con l.
Los sacaba de all y les proporcionaba ciertas comodidades en una
escuela especial. A unos los enviaba al otro lado del frente
provistos de trinitrotolueno, marcos falsos, cartillas militares
falsas y permisos falsos. Podan dinamitar puentes o podan volverse
a casa y pasear en libertad hasta que los capturaran. A otros les
hablaba de Goethe y de Schiller, discuta con ellos los textos ms
convincentes para los camiones de propaganda con el fin de que sus
hermanos combatientes volvieran las armas contra Hitler. A los
ayudantes ms capacitados ideolgicamente, a los que mejor podan
asimilar el paso del nazismo al comunismo, los traspasaba a
diferentes comits de liberacin alemanes, donde se preparaban para
la futura Alemania socialista. A los ms simples, a los ms soldados,
Rubin se los llev con l un par de veces, en las postrimeras de la
guerra: atravesaron la descompuesta lnea del frente y ocuparon
algunos puntos fortificados utilizando slo la persuasin, y
ahorrando as el esfuerzo a los batallones soviticos. No obstante,
habra sido imposible convencer a los alemanes sin injertarse en
ellos, sin amarlos, y cuando Alemania estuvo vencida sin
compadecerlos. Por esta razn Rubin fue a parar a la crcel: los
enemigos que tena en la Direccin le acusaron de hacer campaa despus
de la ofensiva de enero de 1945 contra el eslogan ojo por ojo,
diente por diente. Algo haba de esto, y Rubin no lo negaba, pero
todo era inconmensurablemente ms complejo de cmo habra podido
publicarse en la prensa o de lo que figuraba en el acta de
acusacin. Juntaron dos mesitas de noche ante el taburete donde
resplandeca la rama de pino y formaron una especie de mesa. Empez
el festn: conservas de pescado (haba quien compraba para los presos
en las tiendas de la capital a cuenta de sus peculios personales),
un caf que se estaba enfriando y una tarta casera. Se entabl una
comedida conversacin. Max la encauz hacia temas pacficos: los
antiguos usos populares, las tiernas historias de la noche de
Navidad. El estudiante viens Alfred no termin la carrera de fsica,
que llevaba gafas, pronunciaba graciosamente las palabras al modo
austraco. El joven Gustav, de cara redonda y orejas transparentes
como las de un lechn, miembro de las Juventudes Hitlerianas (hecho
prisionero una semana despus de terminar la guerra), casi no se
atreva a intervenir en la conversacin de los mayores y miraba con
ojos desorbitados las bombillitas navideas. Y, pese a todo, la
conversacin descarril. Alguien record la Navidad del 44, cinco aos
atrs, cuando la ofensiva de las Ardenas, de la que los alemanes se
sentan unnimemente orgullosos como de una gesta de la Antigedad:
los vencidos perseguan a los vencedores. Y recordaron que aquella
Nochebuena Alemania haba escuchado a Goebbels. Mesndose un mechn de
su dura barba negra, Rubin asinti. Recordaba el discurso. Fue un
xito. Goebbels habl con toda la fuerza de su alma, como si cargara
sobre s todas las penalidades que haban cado sobre Alemania.
Probablemente, presenta ya su fin. El Obersturmbahnfuhrer de las
SS, Reinhold Simmel, cuya larga figura apenas caba entre las
mesitas de noche y las literas, no apreci la fina cortesa de Rubin.
Le resultaba insoportable la idea misma de que aquel judo se
atreviera a opinar sobre Goebbels. Nunca se habra rebajado a
sentarse a la misma mesa de haber tenido el valor de renunciar a la
velada de Navidad con sus compatriotas. Pero los dems alemanes
queran que Rubin estuviera con ellos. Para la pequea colonia
alemana, metida en la jaula de oro de la sharashka, perdida en el
corazn del salvaje desorden de la Moscovia, el nico amigo, el nico
hombre a quien podan comprender, era aquel comandante del ejrcito
enemigo que durante toda la guerra haba estado sembrando entre
ellos la discordia y la ruina. Slo l poda explicarles los usos y
costumbres de las gentes de aqu, aconsejarles cmo actuar, o
traducirles del ruso noticias internacionales frescas. Con la
evidente intencin de expresarse del modo ms hiriente para Rubin,
Simmel dijo que en el Reich haba centenares de oradores
deslumbrantes. Por qu los bolcheviques haban determinado preparar
los textos por anticipado, y leer los discursos sin levantar los
ojos del papel? El reproche era tan ofensivo como justo. Y Rubin no
iba a explicarle a un enemigo, a un asesino, que la elocuencia
exista en nuestro pas, y qu
- 14. elocuencia!, pero que la haban exterminado los comits del
partido. A Rubin Simmel le repugnaba, pero nada ms. Lo recordaba de
cuando era un recin llegado a la sharashka despus de muchos aos de
encierro en Butyrki: una crujiente chaqueta de piel en cuya manga
se adivinaban los galones arrancados de miembro civil de las SS, la
peor especie de SS. Ni la crcel haba podido dulcificar la expresin
de arraigada crueldad en la cara de Simmel. Si a Rubin le resultaba
desagradable asistir a esta cena de hoy era por Simmel. Pero los
dems se lo haban pedido muy encarecidamente, y Rubin senta lstima
de ellos, solitarios y perdidos en aquel lugar, de modo que no poda
amargarles la fiesta con su negativa. Ahogando el deseo de
estallar, Rubin tradujo el consejo de Pushkin: no juzgar a nadie
por encima de sus botas. El pragmtico Max se apresur a cortar la
creciente discusin: l, Max, bajo la direccin de Lev, ya empezaba a
deletrear a Pushkin en ruso. Por qu Reinhold se haba servido tarta
sin nata? Dnde haba estado Lev aquella lejana Nochebuena? Reinhold
tom tambin nata. Lev record que haba pasado el mencionado da en el
campo de operaciones de Narev, cerca de Rozhan, en su refugio. Y
del mismo modo que los cinco alemanes recordaban hoy su Alemania
destrozada y pisoteada, adornndola con los mejores colores del
espritu, tambin renacieron en Rubin los recuerdos, primero del
campo de operaciones de Narev y luego de los hmedos bosques de
Ilmen. Las bombillitas de colores se reflejaban en los emocionados
ojos de los hombres. Tambin hoy preguntaron a Rubin qu noticias
haba. Pero a este le incomodaba dar una panormica de lo sucedido en
diciembre. En realidad, no poda permitirse informar como un hombre
ajeno al partido, renunciar a la esperanza de reeducar a aquellas
personas. Tampoco poda persuadirles de que nuestro complicado siglo
exiga que la verdad del socialismo a veces se abriera paso por
caminos deformes que daban rodeos. Por eso deba elegir para ellos,
y para la Historia (como inconscientemente los elega tambin para s
mismo), slo aquellos sucesos que confirmaban el anunciado camino
real, y despreciar aquellos otros que torcan poco menos que a la
marisma. Pero en diciembre, precisamente, no pareca haber sucedido
nada positivo fuera de las conversaciones chino-soviticas, por lo
dems muy dilatadas, y del septuagsimo cumpleaos del Amo. Hablar a
los alemanes del proceso de Traicho Kostov, donde tan burdamente se
haba montado la comedia judicial, y donde a los corresponsales de
prensa se les haba entregado con retraso una falsa retractacin
escrita, segn decan, por Kostov en la celda de los condenados,
habra sido vergonzoso y no habra servido a sus fines educativos.
Por esta razn, Rubin se detuvo hoy sobre todo en la victoria
histrico-universal de los comunistas chinos. El benvolo Max
escuchaba a Rubin y asenta con movimientos de cabeza. Sus ojos
tenan un aire inocente. Senta afecto por Rubin, pero durante el
sitio de Berln empez a no creerle demasiado. Adems (Rubin no lo
saba), arriesgando la cabeza, en ratos perdidos empez a fabricarse
un aparato de radio en su laboratorio de ondas decimtricas, una
miniatura que no tena parecido alguno con un aparato de radio.
Ahora escuchaba la BBC en alemn desde Colonia y haba odo hablar no
slo de Kostov y de cmo haba negado en pleno juicio las
autoacusaciones que le arrancaran durante la investigacin, sino
tambin de la estrecha unin de los pases atlnticos y del
florecimiento de Alemania Occidental. Como es natural, lo haba
comunicado a los dems alemanes, y todos vivan con la sola esperanza
de que Adenauer los sacara de all. Pero, ante Rubin, asentan con la
cabeza. Por lo dems, haca rato que Rubin tena que ausentarse, pues
a l no le haban dispensado del trabajo nocturno de la jornada.
Rubin elogi la tarta (el cerrajero Hildemut se inclin halagado) y
pidi disculpas a los reunidos. Los invitados lo retuvieron un poco,
le agradecieron la compaa y l se la agradeci a ellos. Luego, los
alemanes se dispusieron a cantar villancicos a media voz. Rubin
sali al pasillo tal como iba, llevando en la mano un diccionario
mogol-fins y un pequeo tomo de Hemingway en ingls. El pasillo era
amplio, con el suelo de madera basta, sin pintar, careca de
ventanas, la luz elctrica brillaba da y noche. Era el mismo pasillo
donde una hora antes, durante el animado descanso de la cena, Rubin
y otros amantes de las novedades haban interrogado a los nuevos
presos llegados de los campos de concentracin. Una de las puertas
de este pasillo conduca a la escalera interior de la crcel; las
otras, a las correspondientes habitaciones- celda. Eran
habitaciones porque en la puerta no haba cerrojos, pero eran tambin
celdas porque en las hojas de las puertas se haban practicado unas
mirillas, unas ventanitas vidriadas. Estas mirillas, que nunca eran
usadas por los celadores del lugar, se haban copiado de las crceles
autnticas a tenor del reglamento, pues, sobre el papel, la
sharashka llevaba el nombre de Prisin Especial n. 1 del MGB. A
travs de una mirilla de esas poda verse ahora, en una de las
habitaciones, la Nochebuena de la colonia letona, que tambin haba
pedido permiso. Los dems presos estaban en el trabajo y Rubin tema
que lo detuvieran a la salida y lo llevaran ante el oper a escribir
una justificacin. Ambos extremos del pasillo terminaban en una
puerta que abarcaba toda su anchura: una de ellas, bajo un arco de
medio punto, era de madera, tetravalva, y daba al presbiterio de lo
que fuera la iglesia del seminario, hoy da tambin habitacin-celda;
la otra, de dos hojas, cerrada y blindada hasta arriba, conduca al
trabajo (los presos la llamaban la puerta santa). Rubin se acerc a
la puerta de hierro y llam a la ventanilla. La cara del celador se
arrim al cristal por la parte opuesta. La llave gir
silenciosamente. El celador era de los indiferentes. Rubin sali a
la escalera principal del antiguo edificio, de doble tramo, y
atraves el descansillo de mrmol ante dos afiligranados faroles
antiguos que ya no se encendan. Entr luego en el pasillo de los
laboratorios, en ese mismo primer piso, y empuj una puerta con el
rtulo: LABORATORIO DE ACUSTICA.
- 15. 5 El laboratorio de acstica ocupaba una estancia de techo
alto, espaciosa, con varias ventanas, desordenada y llena de
muebles: aparatos de fsica sobre estantes de madera y montantes de
aluminio vivamente blanco; bancos de trabajo; mesas y armarios de
chapa nuevos, de fabricacin moscovita; confortables escritorios que
haban vivido ya lo suyo en el edificio de la firma berlinesa de
Lorenz-Radio. Grandes bombillas en globos esmerilados
proporcionaban desde lo alto una luz difusa, agradable y clara. En
un alejado rincn de la estancia se elevaba, sin llegar al techo,
una cabina acstica insonorizada. Por su forro exterior de simple
arpillera atiborrada de paja, pareca a medio construir. La puerta,
de setenta centmetros de grueso vaca por dentro como las pesas de
los payasos de circo estaba ahora abierta con la cortina de lana
echada encima para dejar que se aireara la cabina. Cerca de esta,
la laca negra del panel-conmutador central mostraba el brillo
bronceado de sus hileras de clavijas. De espaldas a la cabina, una
muchacha frgil, muy pequea, de cara severa y exange, estaba sentada
ante un escritorio con sus estrechos hombros arropados en un chal
de lana de angora. Las restantes personas de la sala, que llegaran
a la decena, eran del sexo masculino y vestan monos azules
idnticos. Iluminados por la luz del techo y por las manchas
luminosas de las lmparas flexibles de sobremesa, tradas tambin de
Alemania, estos hombres manipulaban, caminaban, golpeaban,
soldaban, o permanecan sentados ante los bancos de trabajo o ante
los escritorios. Tres aparatos de radio de confeccin casera, sin
caja, montados de cualquier manera sobre paneles de aluminio de
ocasin, difundan por la estancia, de forma discordante, msica de
jazz, de piano, y canciones de los pases de la Europa del Este.
Rubin camin lentamente por el laboratorio hacia su mesa de trabajo,
con el diccionario mogol-fins y el Hemingway en la mano cada.
Pequeas migas de tarta haban quedado atrapadas en su rizada barba
negra. Aunque a los presos les haban dado unos monos tallados del
mismo patrn, cada cual lo llevaba a su manera. El de Rubin tena un
botn arrancado, la cintura floja, y un exceso de tejido colgando
sobre el vientre. En su camino, un joven preso llevaba el mismo
mono azul y pareca elegante: el cinturn de tela azul cea con las
hebillas su fino talle, y en el pecho, en el escote del mono, poda
verse una camisa de seda azul celeste, aunque descolorida por los
muchos lavados, pero cerrada con una corbata de colores vivos. El
joven ocupaba toda la anchura del pasillo lateral al que se diriga
Rubin. Con la mano derecha agitaba levemente el soldador, conectado
y ardiente; el pie izquierdo se apoyaba en una silla. El joven,
acodado en su rodilla, observaba atentamente el esquema de radio de
una revista inglesa abierta sobre la mesa. Al mismo tiempo
canturreaba: Boogie-woogie, boogie-woogie. Samba! Samba! Rubin no
poda pasar y permaneci un minuto inmvil con rostro de afectada
dulzura. El joven no pareci advertir su presencia. No podra recoger
un poco su pata posterior, Valentulia? Sin levantar la cabeza del
esquema, Valentulia respondi machacando enrgicamente las frases:
Lev Grigrich! Desaparezca! Esconda las uas! Por qu anda por ah de
noche? Qu vienen a hacer aqu? y levant hacia Rubin unos ojos claros
e infantiles muy asombrados. Para qu necesitamos aqu a un fillogo?
Ja, ja, ja! pronunci espaciadamente. Usted no es ingeniero, qu
vergenza! Estirando graciosamente sus carnosos labios en forma de
tubo, como hacen los nios, Rubin cece: Hijito mo! Pero si hay
ingenieros que estn vendiendo agua mineral. Ese no es mi estilo!
Soy un ingeniero de primera clase. Tenlo en cuenta, muchachito!
cort bruscamente Valentulia. Deposit el soldador sobre su soporte
de alambre y se enderez echando para atrs sus cabellos, mviles,
flexibles, del mismo color que el pedazo de colofonia que
descansaba sobre la mesa. Valentulia tena el frescor de la
juventud, la piel de su rostro no estaba marcada por las huellas de
la vida y sus movimientos eran infantiles. Era imposible creer que
hubiera terminado la carrera antes de la guerra, hubiera soportado
el cautiverio alemn, hubiera estado en Europa y llevara ya cinco
aos de prisin en su patria. Rubin suspir: Sin un informe legalizado
de su boss belga, nuestra administracin no puede De qu informe me
est hablando? Valentn fingi una indignacin muy convincente. Est
sencillamente atontado! Pinselo usted mismo: me gustan locamente
las mujeres! La pequea muchacha severa no pudo contener una
sonrisa. Cerca de la ventana, hacia donde deba abrirse paso Rubin,
otro preso haba abandonado el trabajo y escuchaba a Valentn con
aire alentador. Al parecer, slo tericamente respondi Rubin con el
movimiento de quien mastica por aburrimiento. Y adems me gusta
locamente despilfarrar el dinero! Pinselo: para amar a las mujeres,
y siempre a mujeres diferentes!, se necesita mucho dinero. Y para
tener mucho dinero hay que ganar mucho! Y para ganar mucho, si uno
es ingeniero, hay que dominar brillantemente su especialidad! Ja,
ja! Se pone plido!
- 16. La cara provocadora de Valentulia se levant burlonamente
hacia Rubin. Ah! exclam el preso de la ventana, cuyo escritorio
estaba adosado frente por frente a la mesa de la pequea muchacha.
Mira, Liovka, ahora s he captado la voz de Valentulia. La tiene
campanuda! Lo anoto as, eh? Una voz como esa se puede reconocer en
cualquier telfono. Y con las interferencias que sea. Despleg una
gran hoja de papel en la que haba unas columnas de nombres, una
distribucin en casilleros y una clasificacin en forma de rbol. Ah,
qu disparate! se desentendi Valentulia cogiendo el soldador y
haciendo salir humo de la colofonia. El paso qued libre. Rubin,
camino de su silln, se inclin tambin sobre la clasificacin de las
voces. Los dos la examinaban en silencio. Hemos avanzado
considerablemente, Glebka dijo Rubin. Eso, en unin del habla
visible, nos proporciona una buena arma. T y yo no tardaremos en
comprender de qu depende una voz por telfono Qu estn
retransmitiendo? Lo que sonaba ms fuerte en la estancia era el
jazz, pero all, en el antepecho de la ventana, dominaba un receptor
de confeccin casera que emita una gil msica de piano. En esta msica
haba una meloda que emerga obstinadamente, desapareca y de nuevo
sala a la superficie. Gleb respondi: La sonata nmero diecisiete de
Beethoven. No s por qu, nunca he Escucha. Ambos se inclinaron hacia
el receptor, pero el jazz no les dejaba or bien. Valentain! dijo
Gleb. Ceda por una vez. D muestras de generosidad! Ya las he dado
gru aquel. Os he montado el receptor. Os voy a desoldar la bobina y
no la encontraris ms. La pequea muchacha arque sus severas cejas e
intervino: Valentn Martnych! La verdad, resulta imposible escuchar
tres receptores a la vez. Desconecte el suyo, ya ve que se lo estn
pidiendo. (El receptor de Valentn estaba emitiendo precisamente un
fox lento, y a la muchacha le gustaba mucho). Serafima Vitalievna!
Es monstruoso! Valentn tropez con una silla vaca, la agarr al vuelo
y empez a gesticular como si se hallara en una tribuna: Cmo puede
no gustarle el brioso y enrgico jazz a una persona sana y normal?
La estn estropeando a usted con toda clase de antiguallas! Ser
posible que no haya bailado nunca el Tango Azul? Que no haya visto
nunca el nmero de variedades de Arkadi Raikin? Pero si usted no ha
estado ni en Europa! Dnde habr podido aprender a vivir? Se lo
aconsejo muy de veras: necesita amar a alguien! peror por encima
del respaldo de la silla sin observar la arruga amarga en los
labios de la muchacha. A alguien, ga depend! El resplandor de las
luces nocturnas! El frufr de los vestidos! Ya le viene nuevamente
el desfase! dijo Rubin inquieto. Hay que hacer uso de la autoridad!
Y l mismo, por la espalda de Valentulia, desconect el jazz. Este se
volvi como si le hubieran pinchado: Lev Grigrich! Quin le ha dado
el derecho a? Frunci el ceo y quiso poner cara amenazadora. Una vez
liberada, la gil meloda de la sonata nmero 17 fluy en toda su
pureza compitiendo ahora solamente con la burda cancioncilla que
llegaba del lejano rincn. La figura de Rubin apareca relajada, su
cara eran sus condescendientes ojos castaos y su barba con migas de
tarta. Ingeniero Prianchikov! Recuerda todava la Carta del
Atlntico? Ha hecho testamento? A quin ha dejado sus zapatillas de
noche? La cara de Prianchikov se puso seria. Mir lmpidamente a los
ojos de Rubin y pregunt en voz baja: Oiga, qu diablos es eso? Ni en
la crcel puede un hombre tener libertad? Dnde, pues, podr tenerla?
Le llam uno de los montadores y se march muy abatido. Rubin se dej
caer silenciosamente en su silln, espalda contra espalda con Gleb,
y se dispuso a escuchar. La emergente y sedante meloda, sin
embargo, se cort inesperadamente como un discurso interrumpido en
mitad de una palabra: era el modesto y sencillo fin de la sonata
nmero 17. Rubin solt un grosero taco slo audible para Gleb.
Deletramelo, que no lo oigo replic este, siempre de espaldas a
Rubin. Deca que nunca tengo suerte respondi roncamente Rubin sin
volverse tampoco. Ya ves, me he perdido la sonata Porque eres un
desorganizado, cuntas veces hay que repetrtelo! refunfu el amigo.
Pero la sonata es muy, muy buena. Has observado el final? Ni
estruendo ni murmullo. Se ha cortado y basta. Como la vida Dnde has
estado? Con los alemanes. Celebrando la Navidad sonri Rubin. As
solan charlar, sin verse, con la nuca de uno casi sobre el hombro
del otro. Magnfico Gleb reflexion. Me gusta tu relacin con ellos.
Te pasas horas ensendole el ruso a Max. Y en realidad tendras
motivos para odiarlos. Odiarlos? No. Pero se ha ensombrecido mi
antiguo amor por ellos. Incluso ese dulce Max, que no es nazi, no
comparte cierta responsabilidad con los verdugos? En realidad no se
opuso, verdad? Bueno, como t y yo no nos oponemos a un Abakumov ni
a un Shishkin-Mishkin Escucha, Gleb, a fin de cuentas no soy ms
judo que ruso, verdad? Y no soy ms ruso que ciudadano del mundo, o
no? Lo has dicho muy bien. Ciudadano del mundo! Suena sin rabia,
con pureza. Es decir, cosmopolita. Hicieron bien en meternos en la
crcel. Claro que hicieron bien. Aunque continuamente intentas
demostrar lo contrario ante el Tribunal Supremo. Desde el antepecho
de la ventana el locutor prometi para dentro de medio minuto las
efemrides de la emulacin socialista. Durante este medio minuto,
Gleb fue extendiendo la mano con calculada lentitud hacia el
receptor. Luego, sin dejar que el locutor chistara una sola
palabra, dio vuelta al botn del interruptor como si le retorciera
el cuello. Prianchikov estaba absorto en un nuevo problema.
Mientras consideraba qu tipo de amplificador deba colocar,
canturreaba despreocupadamente en voz alta:
- 17. Boogie-woogie, boogie-woogie. Samba! Samba!
- 18. 6 Gleb Nerzhin, aunque de la misma edad de Prianchikov,
pareca mayor. Sus cabellos rubios, cados hacia los lados, eran
espesos, pero en sus ojos y en sus labios figuraban ya abanicos de
arrugas, as como prolongados surcos en la frente. La piel del
rostro, sensible a la falta de aire fresco, tena un matiz marchito.
Le envejeca especialmente el ahorro de movimientos, este prudente
ahorro de que se sirve la naturaleza para conservar las fuerzas de
los presos, agotadas en el campo de concentracin. Ciertamente, en
las condiciones libres de la sharashka, con dieta de carne y sin el
agotador trabajo muscular, no haba necesidad de ahorrar
movimientos, pero Nerzhin, consciente del perodo de reclusin a que
haba sido condenado, procuraba asimilar este gasto calculado de sus
movimientos y habituarse a l para siempre. En aquel momento, sobre
la gran mesa de Nerzhin los libros y carpetas formaban una
barricada, y el espacio libre que quedaba en medio estaba ocupado
igualmente por carpetas, textos mecanografiados, libros y revistas
rusos y extranjeros colocados en posicin abierta. Cualquier persona
poco suspicaz que se acercara a la mesa vera en ella la instantnea
del huracn del pensamiento investigador. Y sin embargo, todo
aquello era un bluff, Nerzhin montaba una desinformacin por las
noches, para el caso de una visita de los jefes. En realidad, sus
ojos no distinguan lo que tena delante. Haba descorrido la cortina
de seda clara y contemplaba los cristales de la negra ventana. En
las profundidades del espacio nocturno empezaban a distinguirse las
dispersas e intensas luces de Mosc, y toda la ciudad, invisible
tras la colina, iluminaba el cielo con una inabarcable columna de
difusa luz blancuzca que daba a este un matiz pardo oscuro. La
silla especial de Nerzhin, cuyo flexible respaldo se acomodaba a
cualquier movimiento de la espalda, su mesa tambin especial, con
plisadas cortinillas colgantes como no se fabrican aqu, y el cmodo
lugar que ocupaba frente a la ventana meridional, habran delatado a
Nerzhin a toda persona que conociera la historia de esta institucin
como uno de los fundadores de la sharashka de Marfino. Se puso a la
sharashka el nombre de Marfino por el pueblo de Marfino, que antao
estuvo all pero que ya se encontraba dentro del permetro de la
ciudad desde haca mucho tiempo. La fundacin de la sharashka tuvo
lugar unos tres aos atrs, una tarde de julio. Una decena y media de
presos, sacados de los campos de concentracin, fueron llevados al
antiguo edificio de un seminario de los arrabales de Mosc
previamente rodeado de alambre de espino. Aquellos tiempos, que hoy
la sharashka mencionaba con el nombre de tiempos de Krylov, el
clebre fabulista, eran recordados como una poca buclica. Se poda
poner la BBC a todo volumen en los dormitorios de la crcel (todava
no saban interferira); por las tardes se poda pasear a voluntad por
la zona, tenderse en el roco de una hierba que nadie segaba a pesar
del reglamento (la hierba deba segarse a ras de tierra para que los
presos no se arrastraran hasta el alambre de espino); y se poda
contemplar, en fin, el espectculo de las imperecederas estrellas, o
bien el del perecedero y sudoroso brigada del MVD, Zhvakun, cuando
durante la guardia nocturna robaba las vigas destinadas a la
reparacin del edificio y se las llevaba a casa para lea pasndolas
por debajo del alambre de espino. Entonces, la sharashka no saba an
lo que deba investigar cientficamente. Se ocupaba de desembalar las
innumerables cajas tradas de Alemania en tres convoyes
ferroviarios; se apoderaba de cmodas mesas y sillas alemanas;
clasificaba materiales de radio de ondas decimtricas, de acstica,
anticuados y entregados con desperfectos; y descubra que los
alemanes haban conseguido llevarse o destruir los mejores equipos y
la documentacin ms nueva. Mientras, un capitn del MVD que saba
mucho de muebles y poco de radio y de idioma alemn, y al que haban
enviado a Alemania para cambiar el emplazamiento de la firma
Lorenz-Radio buscaba por los alrededores de Berln unos muebles para
los pisos moscovitas de sus jefes y para el suyo propio. Ahora,
haca tiempo que se segaba la hierba y se abra la puerta del paseo
slo al sonar el timbre. La sharashka pas de los dominios de Beria a
los de Abakumov, y la obligaron a trabajar en la telefona secreta.
Esperaban agotar el tema en un ao, pero haca dos que se iba
alargando, ensanchando, enmaraando, abarcando ms y ms cuestiones
limtrofes, y en las mesas de Nerzhin y de Rubin la cosa haba
llegado al reconocimiento de voces por telfono y al estudio de la
voz humana y de la causa que la individualiza. Al parecer, nadie se
haba ocupado antes de semejantes temas. En todo caso, no pudieron
encontrar ninguna bibliografa anterior. Les dieron ao y medio de
plazo, luego medio ao ms, pero no haban avanzado mucho y ahora los
plazos les caan encima. Bajo la sensacin de tan desagradable presin
en el trabajo, Rubin se lament, siempre por encima del hombro: Creo
que hoy no tengo humor para el trabajo Impresionante rezong
Nerzhin. Segn creo, slo estuviste cuatro aos combatiendo y apenas
llevas cinco aos completos entre rejas. Ya te has cansado? Intenta
conseguir unas vacaciones en Crimea. Hicieron una pausa. Ests
trabajando en lo tuyo? pregunt Rubin en voz baja. Aj. Y quin se
ocupar de las voces? Debo confesar que contaba contigo. Qu
coincidencia. Yo contaba contigo. No tienes conciencia. Cunta
literatura has retirado de la Biblioteca Lenin con este pretexto!
Discursos de famosos abogados. Las memorias de Koni, Trabajo del
actor sobre s mismo. Y finalmente, perdiendo ya todo vestigio de
vergenza, una investigacin sobre la princesa Turandot! Qu
- 19. otro preso de todo el Gulag podra vanagloriarse de
semejante coleccin de libros? Rubin alarg sus gruesos labios en
forma de tubo, con lo que su cara, como cada vez, adquiri un
aspecto entre gracioso y estpido. Qu curioso. Con quin he ledo en
horas de trabajo todos estos libros, incluido el de la princesa
Turandot? No sera contigo? Yo hara ese trabajo. Hoy trabajara
abnegadamente. Pero hay dos circunstancias que me sacan de mis
carriles laborales. En primer lugar, me atormenta la cuestin del
suelo de madera. De qu suelo? En el puesto de Kaluga, la casa del
MVD es semicircular, con una torre. Nuestro campo particip en su
construccin, en el 45, y yo trabaj de ayudante del parquetista. Hoy
me he enterado de que Reutmann vive en esa casa. Y me est
atormentando la conciencia, bueno, la simple conciencia de creador,
o si quieres es una cuestin de prestigio: crujen mis suelos o no
crujen? Porque si crujen significara que se puso la madera de un
modo chapucero. Y soy impotente para corregirlo! S, eso es un
drama, Propio del realismo socialista. Y en segundo lugar: no es
una canallada trabajar el sbado por la tarde sabiendo que el
domingo slo ser fiesta para los que estn libres? Rubin suspir: A
esta hora, los libres ya se han dispersado por los lugares de
diversin. Naturalmente, es una marranada bastante evidente. Pero
eligen los lugares de diversin convenientes? Sacan ms satisfaccin
de la vida que nosotros? Esa es otra cuestin. Siguiendo la obligada
costumbre de los presos, hablaban en voz baja, de modo que incluso
Serafima Vitalievna, sentada frente a Nerzhin, no deba orles. Ambos
se haban ladeado ahora un poco: de espaldas a todo lo dems que haba
en la estancia, de cara a la ventana, a los faroles de la zona, a
la torre de vigilancia que se adivinaba en la oscuridad, a las
aisladas luces de los lejanos invernaderos y a la nebulosa y
blancuzca columna de luz que llegaba al cielo procedente de Mosc.
Aunque matemtico, Nerzhin no era ajeno a la lingstica. Por ello, a
partir del da en que el sonido del habla rusa se convirti en
trabajo material del instituto de investigacin cientfica de
Marfino, emparejaron continuamente a Nerzhin con Rubin, el nico
fillogo que haba all. Haca ya dos aos que se sentaban espalda
contra espalda doce horas al da. Desde el primer instante
descubrieron que ambos haban estado en el frente; que ambos
estuvieron juntos en el Frente Noroeste y juntos tambin en el
Bielorruso; que ambos posean el mnimo de condecoraciones que
requiere un caballero; que ambos haban sido arrestados el mismo
mes, por la misma Smersh[4] y a tenor del mismo flexible punto
dcimo[5]; que ambos fueron condenados a la decena (por lo dems,
todos haban sido condenados a esa misma cantidad). Entre sus edades
haba una diferencia de slo seis aos, y entre sus grados militares
de slo una unidad: Nerzhin era slo capitn. La buena predisposicin
de Rubin hacia Nerzhin se deba tambin a que este no se encontraba
en la crcel por haber sido prisionero de guerra de los alemanes, y
por lo tanto no estaba contaminado por el espritu antisovitico del
extranjero: Nerzhin era un hombre nuestro, sovitico, que se haba
pasado la juventud tragando libros hasta el embrutecimiento, y que
a travs de estos libros haba llegado al descubrimiento de que, al
parecer, Stalin deformaba el leninismo. Apenas tuvo tiempo de
escribir esta conclusin en un pedazo de papel y ya lo haban
arrestado. Destrozado por la crcel y por el campo de concentracin,
Nerzhin, sin embargo, continu siendo fundamentalmente nuestro, y
por ello Rubin tena la paciencia de escuchar sus enmaraados y
absurdos pensamientos efmeros. Continuaban mirando en la misma
direccin, hacia la oscuridad. Rubin solt un chasquido con los
labios: De todos modos, eres mentalmente pobre. Eso me preocupa. No
tengo pretensiones a este respecto: en este mundo hay mucha
inteligencia pero poca cosa buena. Toma, aqu tienes un buen libro,
lelo. Trata tambin de pobres toros atormentados? No. De leones
perseguidos, pues? Tampoco! Escucha, si no puedo entender a las
personas, de qu me sirven los toros? Debes leerlo! Yo no debo nada
a nadie, recurdalo! He pagado a todos mis deudas, como dice
Spiridn. Me das lstima! Es uno de los mejores libros del siglo XX!
Me descubrir realmente lo que todos debemos comprender? Aquello en
lo que la gente suele equivocarse? Es un escritor inteligente,
bueno, infinitamente honesto, un soldado, un cazador, un pescador,
un borracho y un mujeriego que tranquila y abiertamente desprecia
toda falsedad, que reclama la sencillez, muy humano, genialmente
ingenuo Vete al diablo se ech a rer Nerzhin. Atiborras todas las
orejas con tu jerga. He vivido treinta aos sin Hemingway y an vivir
algunos ms. Ya me han amargado bastante la vida. Deja que me
limite! Deja que vaya a alguna parte Y se volvi hacia su mesa.
Rubin suspir. Continuaba sin encontrar en s mismo las ganas de
trabajar. Empez a contemplar el mapa de China, apoyado en un
estante de su escritorio. En cierta ocasin haba recortado aquel
mapa de un peridico y lo haba pegado en un cartn; el ao pasado
estuvo coloreando con un lpiz rojo los avances de las tropas
comunistas, y ahora, despus de la victoria total, lo haba dejado de
pie ante l para que en los momentos de desnimo y de cansancio le
elevara la moral. Hoy, sin embargo, una insistente tristeza oprima
el corazn de Rubin y ni siquiera el denso rojo de la victoriosa
China poda con ella. Por su parte, Nerzhin, pensativo, chupaba de
vez en cuando el mango de plstico de su estilogrfica e iba
escribiendo con diminuta caligrafa que no pareca salida de una
pluma sino de la punta de una aguja. En una hojita perdida en medio
del camuflaje del trabajo oficial, anot: Para un matemtico, la
historia del ao 17 no contiene nada inesperado. Ya se sabe que a
los 90 grados una tangente se eleva hacia el infinito para
- 20. caer acto seguido en el abismo del menos infinito. As
tambin Rusia, despus de elevarse hasta una libertad inaudita, se ha
convertido ahora en la peor de las tiranas. Esto nadie lo consigue
a la primera. La gran sala del laboratorio acstico viva su pacfica
vida cotidiana. Zumbaba el motorcito de la fresa elctrica. Se oan
rdenes: Conecta!, Desconecta!. Por radio transmitan la pegajosa
meloda sentimental de turno. Alguien peda en voz alta una lmpara
6-K-7. Aprovechando un momento en que nadie la vea, Serafima
Vitalievna contemplaba atentamente a Nerzhin, que continuaba
llenando el pedazo de papel con su escritura de aguja. El oper, el
comandante Shikin, le haba encargado que vigilara a aquellos
presos.
- 21. 7 Tan menuda que resultaba difcil no llamarla por el
diminutivo de Smochka, Serafima Vitalievna, teniente del MGB,
llevaba una blusa anaranjada y se envolva en un pauelo de lana. En
aquel edificio, todos los colaboradores externos eran oficiales del
MGB. De acuerdo con la Constitucin, los colaboradores externos
gozaban de los ms diversos derechos, incluido el derecho al
trabajo. Sin embargo, este derecho tena el lmite de ocho horas
diarias y no era trabajo de produccin, sino que se reduca a la
vigilancia de los presos. Por su parte, los presos, privados de
todos los dems derechos, tenan en cambio un derecho ms amplio al
trabajo: doce horas al da. Los colaboradores externos de cada
laboratorio deban cubrir esta diferencia horaria de las seis de la
tarde hasta las once de la noche, incluyendo el descanso de la cena
vigilando por turno el trabajo de los presos. Hoy era el turno de
Smochka. La pequea muchacha, que pareca un pajarillo, era en este
momento el nico poder y la nica autoridad en el laboratorio de
acstica. Segn las instrucciones, deba vigilar que los presos
trabajaran y no estuvieran ociosos, que no utilizaran el local de
trabajo para fabricar armas o instrumentos de zapa, o que,
aprovechando la abundancia de piezas de radio, no fabricaran
transmisores de onda corta. A las once menos diez minutos deba
guardar en una gran caja de caudales toda la documentacin secreta
de que disponan los presos y sellar la puerta del laboratorio. No
haca siquiera medio ao que Smochka terminara la carrera en el
Instituto de Ingenieros de Transmisiones y fuera destinada, debido
a su cristalino expediente, a este instituto de investigacin
cientfica codificado y especialmente secreto que los presos
llamaban sharashka en su lenguaje simple e insolente. Los externos
admitidos reciban al instante el grado de oficial, cobraban un
salario doble en comparacin con los ingenieros normales (por el
grado, por el uniforme, por el equipo), y se les exiga fidelidad y
vigilancia. Slo en segundo trmino, conocimientos y prctica. Esto a
Smochka le vena como anillo al dedo. No slo a ella, sino a muchas
de sus amigas haban salido del Instituto sin sacar demasiados
conocimientos de l. Los motivos eran muchos. Las chicas llegaban de
la escuela sin saber matemticas ni fsica (en las clases superiores
haba llegado hasta ellas un rumor: en el Consejo Escolar, el
director reprenda a los profesores por los suspensos que ponan. De
modo que, aunque no estudiaran en absoluto, les daran el ttulo). Y
en el Instituto, cuando haba tiempo y se ponan a estudiar, las
chicas se abran paso en las matemticas y en la radiotecnia como en
un incomprensible e impenetrable bosque, ajeno a sus almas. Cada
otoo enviaban a los estudiantes a recoger patatas en los koljs
durante un mes y an ms, por lo que deban pasarse el ao asistiendo a
clase ocho y hasta diez horas al da, y luego no quedaba tiempo para
estudiar los apuntes. Los lunes haba clase de poltica, durante la
semana caa necesariamente alguna reunin, y en ocasiones era preciso
hacer obras sociales, editar el peridico mural, dar conciertos con
fines benficos; adems, deban ayudar tambin en las tareas de la
casa, ir de compras, lavarse, vestirse. Y el cine? Y el teatro? Y
el club? Si en la poca estudiantil no podan divertirse, ir a
bailar, cundo lo haran despus? No se nos da la juventud para
devanarnos los sesos! Y, en los exmenes, Smochka y sus compaeras
copiaban de gran cantidad de chuletas que escondan en lugares del
vestido femenino inaccesibles a los varones, sacaban durante el
examen la chuleta necesaria y una vez alisada la hacan pasar por un
guin previo. Naturalmente, los examinadores habran podido conocer
fcilmente la inconsistencia de los conocimientos de sus alumnas
mediante preguntas complementarias, pero ellos tambin estaban
sobrecargados hasta el lmite por las reuniones, las asambleas, los
diversos planes y sistemas de informes al decanato y al rectorado,
y les resultaba fatigosa una repeticin de los exmenes. Adems, les
amonestaban con motivo del fracaso escolar, como en la industria
por las piezas defectuosas, apoyndose en una cita, al parecer de
Krupskaya[6], en el sentido de que no hay malos estudiantes sino
slo malos maestros. Por esta razn, los examinadores no se
esforzaban en buscar los fallos de los estudiantes; por el
contrario, procuraban que el examen se desarrollara del modo menos
complicado y rpido. En los cursos superiores, Smochka y sus amigas
comprendieron abatidas que no les gustaba su especialidad y que
incluso les fastidiaba, pero ya era tarde. Y Smochka estaba
inquieta: qu le pasara en el mundo profesional? Mas he aqu que fue
a parar a Marfino. Lo primero que le encant fue que no le
encargaran ningn trabajo independiente. Resultaba sobrecogedor,
incluso para quien no fuera una chiquilla como ella, atravesar la
zona de aquel aislado castillo de los alrededores de Mosc, donde
una guardia escogida y un cuerpo de celadores vigilaban a
destacados criminales de Estado. Las instruyeron a todas juntas, a
las diez muchachas que haban terminado sus estudios en el Instituto
de Transmisiones. Les explicaron que haban ido a parar a un lugar
peor que la guerra: aquello era el foso de las serpientes, donde un
solo movimiento imprudente amenazaba con su perdicin. Les contaron
que all se encontraran con la escoria del gnero humano, con gente
indigna del idioma ruso que, por desgracia, dominaban. Les
previnieron de que esa gente era especialmente peligrosa porque no
mostraba abiertamente sus dientes de lobo y llevaba siempre la
mscara falsa de la amabilidad y la buena educacin; si se les
interrogaba sobre sus crmenes (lo que estaba rigurosamente
prohibido!), soltaban mentiras astutamente urdidas para hacerse
pasar por vctimas inocentes. Indicaron a las muchachas que tampoco
ellas deban descargar todo su odio sobre aquellos canallas, sino
que, a su vez, deban mostrar una amabilidad superficial, aunque sin
entablar conversaciones al margen de las oficiales ni aceptar de
ellos ningn encargo para el exterior. A la primera infraccin,
sospecha de infraccin o posibilidad de sospecha de infraccin, deban
acudir corriendo al oper, el comandante Shikin. El comandante
Shikin, un hombre bajito de aire grave, con el pelo canoso en forma
de cepillo sobre su gran cabeza y unos pequeos pies calzados con
zapatos de la medida de un adolescente, manifest a este respecto el
siguiente pensamiento: aunque l y otros hombres curtidos vean con
perfecta claridad el interior viperino de aquellos malvados, entre
unas chicas inexpertas como las recin llegadas podra encontrarse
una cuyo humano corazn
- 22. vacilara y se permitiera alguna infraccin, por ejemplo
proporcionar un libro de una biblioteca exterior (no dijo echar una
carta, pues una carta, aunque fuera dirigida a cualquier Mara
Ivnovna, inevitablemente tendra por destino el centro
norteamericano de espionaje). El comandante Shikin se mostr
edificante al rogar a las muchachas que, si vean la cada de una
amiga, prestaran a la chica su ayuda de camarada, es decir,
comunicaran sinceramente al comandante Shikin lo sucedido. Al final
de la charla, el comandante no les ocult que toda relacin con los
presos se castigaba por el Cdigo Penal, y que este cdigo, como se
sabe, era muy amplio e inclua penas de incluso veinticinco aos de
trabajos forzados. Era imposible imaginar sin estremecerse el
lgubre futuro que les esperaba. A algunas muchachas incluso les
brotaron lgrimas en los ojos. Pero entre ellas ya se haba sembrado
la desconfianza. Y al salir de estas instrucciones ya no hablaron
de lo que haban odo, sino de otras cosas. Ms muerta que viva,
Smochka sigui al comandante Reutmann y entr en el laboratorio de
acstica, e incluso en los primeros momentos sinti deseos de fruncir
el ceo. Haba pasado medio ao desde entonces y Smochka haba sufrido
una extraa transformacin. No, las negras artimaas del imperialismo
no haban hecho vacilar sus convicciones. Continuaba admitiendo
fcilmente que todos los presos que trabajaban en las dems salas
eran sanguinarios malvados. Pero cada da, al encontrarse con la
docena de presos del laboratorio acstico lgubremente indiferentes
ante la libertad, ante su destino, ante sus sentencias de diez aos
y de cuarto de siglo, al encontrarse con el licenciado en ciencias,
con los ingenieros y montadores, diariamente preocupados slo por su
trabajo, un trabajo ajeno que no necesitaban, que no les reportara
ni un cntimo de salario, ni un granito de gloria, en vano se
esforzaba en ver en estos hombres a los encarnizados bandidos
internacionales que tan fcilmente descubra el espectador en el cine
y que tan hbilmente cazaba nuestro contraespionaje. Smochka no
experimentaba terror ante ellos. No poda encontrar en s misma ningn
odio hacia ellos. Aquella gente slo despertaba en ella un respeto
incondicional por sus amplios conocimientos, por su firmeza para
soportar las adversidades. Y aunque su deber de komsomol[7] se lo
indicaba a gritos, y aunque su amor a la patria la llamaba a
denunciar al oper todas las infracciones y actos de los presos,
eso, inexplicablemente, empezaba a parecerle a Smochka ruin e
imposible. Tanto ms imposible an en el caso de su vecino y
colaborador ms prximo, Gleb Nerzhin, que se sentaba frente a ella
separado por dos mesas. Durante todo el tiempo transcurrido,
Smochka haba trabajado estrechamente con l, pues la haban puesto
bajo su mando para llevar a cabo experimentos sobre la articulacin.
En la sharashka de Marfino era preciso evaluar continuamente la
calidad de la audicin de diversos circuitos telefnicos. Pese a la
perfeccin de los aparatos, todava no se haba inventado uno que
sealara con una aguja esa calidad. Slo la voz de un locutor leyendo
slabas, palabras o frases sueltas, y los odos de quien escuchaba y
captaba el texto al final del circuito sometido a prueba, podan dar
una valoracin, y salvando un cierto porcentaje de errores. Estos
eran los experimentos que llevaban el nombre de articulacin.
Nerzhin se ocupaba o deba ocuparse, segn el proyecto de la
superioridad en la formulacin matemtica ptima de dichos
experimentos. Estos se desarrollaban con xito, y Nerzhin incluso
haba dedicado una monografa en tres tomos a su metodologa. Cuando a
Smochka y a l se les acumulaba mucho trabajo, Nerzhin determinaba
con precisin el orden consecutivo de las acciones aplazables e
inaplazables, tomaba disposiciones con seguridad, y al hacerlo su
rostro se rejuveneca, y Smochka, que imaginaba la guerra por lo que
haba visto en el cine, vea en aquellos momentos a Nerzhin con
uniforme de capitn en medio del humo de las explosiones, con sus
rubios cabellos ondeando al viento, gritando a la batera: Fuego!,
(la secuencia ms repetida en las pelculas). Sin embargo, Nerzhin
necesitaba de esa rapidez para, una vez realizado el trabajo, poder
abandonarse por ms tiempo a la inactividad. As se lo dijo una vez a
Smochka: Soy activo porque odio la actividad. Y qu le gusta a
usted?, pregunt la muchacha tmidamente. Meditar, respondi l. Y
efectivamente, cuando disminua la racha de trabajo, permaneca
sentado durante horas casi sin cambiar de posicin, la piel de su
rostro se tornaba griscea, envejeca, mostraba los surcos de las
arrugas. Dnde estaba su aplomo? Se tornaba lento e indeciso.
Pensaba largo rato antes de escribir algunas frases en sus notas de
letra diminuta y aguda que Smochka haba visto claramente sobre su
mesa, tambin hoy, entre un alud de manuales tcnicos y de artculos.
Advirti incluso que las meta en alguna parte del compartimento
izquierdo de su mesa, pero no pareca meterlas en el cajn. Smochka
se mora de curiosidad por saber qu escriba y para quin. Sin
saberlo, Nerzhin se haba convertido para ella en el hombre que
concentraba toda su compasin y su admiracin. La vida sentimental de
Smochka se haba desarrollado hasta entonces con muy poca fortuna.
No era hermosa: estropeaba su cara una nariz excesivamente larga,
sus cabellos no eran espesos, crecan mal, y se reunan en la nuca en
un msero moo. La estatura de Smochka no era simplemente baja, sino
desmedidamente pequea, y su silueta era ms propia de una pequea
colegiala que de una mujer adulta. Adems, la muchacha era muy
seria, poco dispuesta a las bromas y al juego frvolo, y esto
tampoco atraa a los jvenes. De modo que a los veintitrs aos nadie
la haba cortejado todava, nadie la haba abrazado ni besado.
Recientemente, haca aproximadamente un mes, algo no funcionaba en
el micrfono de la cabina y Nerzhin llam a Sima para que le ayudara
a repararlo. La joven entr con el destornillador en la mano; en la
estrechez sofocante e insonora de la cabina, donde apenas caban dos
personas, se inclin sobre el micrfono, que Nerzhin estaba
examinando, y al hacerlo, sin darse cuenta, roz la mejilla de l con
la suya. La roz y qued paralizada de horror: qu iba a suceder
ahora? Habra debido apartarse, pero continuaba examinando
estpidamente el micrfono. Aquel terrible minuto de su vida fue
alargndose ms y ms, sus mejillas unidas ardan, l no se mova! Luego,
rode de pronto la cabeza de la joven y la bes en los labios. Una
gozosa languidez inund todo el cuerpo de Smochka. En aquel
instante, la muchacha no dijo nada ni del komsomol ni de la patria,
slo: La puerta no est cerrada! Una fina y ondeante cortina azul los
separaba del ruidoso da, de las personas que transitaban y
charlaban por all y que podan entrar y apartar la cortina. El preso
Nerzhin no arriesgaba nada, a lo sumo diez das de calabozo. La
joven arriesgaba su hoja de servicios, su carrera y posiblemente
incluso su libertad, pero careca de fuerzas para separarse de los
brazos que echaban hacia atrs su cabeza. Un hombre la besaba por
primera vez en su vida! As, la cadena de acero forjada con la
astucia de la serpiente se rompa por el eslabn fabricado con un
corazn femenino.
- 23. 8 De quin es esta calva que me roza por detrs? Hijo mo,
estoy de un humor lrico, pese a todo. Anda, charlemos un poco. En
realidad, estoy ocupado. Vaya, ya est bien, ocupado! Yo estoy
destemplado, Glebka. Estuve ante este improvisado rbol de Navidad
alemn, habl un poco de mi refugio en el campo de operaciones del
Pultusk septentrional y, toma, de pronto, se present el frente, y
tan vivamente, tan dulcemente Escucha, la guerra tiene, pese a
todo, mucho de bueno, verdad? Antes de que lo dijeras lo haba ledo
en las revistas de los soldados alemanes, a veces caan en nuestras
manos: purificacin de las almas, soldatentreue Bribn. Pero si
quieres, hay en ello, con todo, un grano de verdad Es algo que uno
no puede permitirse. La tica taosta dice: Un arma es un instrumento
de desgracia y no de nobleza. El hombre sensato vence a disgusto.
Qu estoy oyendo? T, tan escptico, te has convertido al taosmo?
Todava no est decidido. Primero he recordado a mis dos mejores
alemanes. Juntos componamos los pies de las vietas de las
octavillas: una madre abrazando a sus hijos, y tambin una llorosa y
rubia Gretchen, que fue nuestra octavilla cumbre, con su texto
potico. La recuerdo, recog una. Y entonces todo afluy de golpe No
te he hablado nunca de Milka? Era una estudiante del Instituto de
Lenguas Extranjeras, termin la carrera en el 41 y la mandaron de
intrprete a nuestra seccin. Algo chatita, de movimientos vivos.
Espera, es la que vino contigo a recibir la capitulacin de
Graudenz? Aj! Era una nia sorprendentemente vanidosa, le gustaba
mucho que elogiaran su trabajo (y Dios nos libre de reirla) y que
la propusieran para una condecoracin. Recuerdas un bosque en el
Frente Noroeste, ms all del Lobat, yendo de Rajlits a
Novo-Svinujovo, al sur de Podtsepochie? All hay muchos bosques. A
este lado del Redya o al otro lado? A este lado. S, lo recuerdo.
Pues pas un da entero vagando por ese bosque con ella. Estbamos en
primavera No era primavera, sino marzo: chapotebamos en el agua,
bamos por los charcos con botas de cuero artificial y la cabeza
cubierta con una gorra de pieles hmeda de calor. Y adems, sabes,
aquel aroma!, aquel aire! Vagbamos como en un primer amor, como
recin casados. Por qu cuando una mujer es nueva para ti vuelves a
vivirlo todo con ella desde el principio, te esponjas como un joven
y eh? Era un bosque interminable! Raramente apareca el dbil humo de
un refugio, o una batera del 76 en el calvero. Los rehuamos. Y as
vagamos hasta el anochecer, hmedo, rosado. La joven me haba tenido
en vilo todo el da. Y entonces, un Rama empez a dar vueltas sobre
nuestras posiciones. Y Milka tuvo este antojo: No quiero que lo
derriben, no lo odio. Si no lo derriban, de acuerdo, pasaremos la
noche en el bosque. Era como entregarse! Dnde se ha visto que
nuestros antiareos acertaran a un Rama! S, todos los antiareos que
haba a este lado del Lobat, y tambin al otro lado, estuvieron una
hora entera disparando sin acertar. As pues Encontramos un pequeo
refugio vaco En la superficie? Lo recuerdas? Exacto. En un ao se
haban construido muchos refugios como aquel, como madrigueras para
animales. La tierra era all tan hmeda que no se poda excavar.
Claro. El interior estaba cubierto de pinaza, ola a troncos
resinosos y a humo de fogatas anteriores, no haba hornillo, se
encenda el fuego sobre el suelo. En el techo haba un agujero. Y,
naturalmente, ninguna luz Mientras arda la hoguera, las sombras
paseaban por las vigas Glebka! Qu vida, eh? He observado una cosa
en los relatos que se cuentan en la crcel: cuando sale una
doncella, todos los oyentes, yo mismo entre ellos, desean
ardientemente que al final de la historia la doncella deje de
serlo. Para los presos, este es el principal inters de la narracin.
Hay en eso una bsqueda de la justicia universal? No te parece? A
travs de los que ven, el ciego tiene que cerciorarse de que el
cielo contina siendo azul y la hierba verde. El preso tiene que
creer que en el mundo, tericamente, quedan an bonitas mujeres vivas
que se entregan a los afortunados. Vaya hombre, qu noche te ha dado
por recordar! Con una amante, en un refugio oliendo a resina, y
encima en momentos de calma en el frente. Te has reconstruido una
buena guerra! Y tu esposa aquella noche haba cambiado los vales de
azcar por un dulce sacaroso, pegajoso, aplastado, mezclado con el
papel, y calculaba cmo dividir aquello entre sus hijas y en
raciones de treinta das. Est bien, reprchamelo, reprchamelo Un
hombre, Glebka, no puede conocer a una sola mujer, significara no
conocer en absoluto a las mujeres. Empobrecera nuestro espritu.
Ahora incluso el espritu? Alguien dijo: Si has conocido bien a una
sola mujer. Tonteras.
- 24. Y si son dos? Con dos tampoco se consigue nada. Slo a travs
de muchas comparaciones se puede llegar a comprender algo. No es un
vicio nuestro, ni un pecado, es un designio de la naturaleza.
Volvamos a la guerra! En Butyrki, en la celda nmero setenta y tres
la del primer piso, en el pasillo estrecho Exacto! El joven
moscovita Razvodovski, profesor de historia, recin ingresado en
prisin (naturalmente nunca haba estado en el frente), intentaba
ardorosa y persuasivamente demostrar con argumentos sociales,
histricos y ticos que en la guerra hay tambin cosas buenas. En la
celda haba unos diez hombres, exsoldados nuestros y de Vlsov[8],
temerarios, cabezas calientes que haban combatido en todas partes,
y se enfurecieron hasta el punto que por poco se comen vivo al
profesor: en la guerra no hay pizca de bueno! Yo escuchaba y
callaba. Razvodovski tena argumentos poderosos, haba momentos en
que me pareca que tena razn, mis recuerdos tambin me sugeran cosas
buenas a veces, pero no me atreva a discutir con los soldados:
algunas de las cosas en las que quera estar de acuerdo con el
profesor civil eran aquellas que constituan la diferencia entre un
artillero de caones pesados, como yo, y unos soldados de infantera
como ellos. Comprndelo, Lev, en el frente t fuiste (excepto en la
toma de aquella fortaleza) un verdadero enchufado, ya que no
tuviste que seguir las normas del combate, esas que no se pueden
infringir si no es bajo pena de muerte. Y yo fui tambin en parte un
enchufado, pues no ataqu personalmente ni hice levantar a mis
hombres para atacar. Lo que pasa es que las cosas horribles se
hunden en nuestra falaz memoria Pero si yo no digo que y lo
agradable emerge a la superficie. Pero un da como aquel, en que los
Junkers en picado por poco me hacen pedazos cerca de Oriol, no
puede por descontado recrear en m ninguna satisfaccin. No, Liovka,
la guerra dista mucho de ser buena! Yo no digo que sea buena, pero
se recuerda con gusto. As, tambin un da recordaremos con gusto los
campos de concentracin. Y los traslados. Las crceles de trnsito? La
de Gorki? La de Krov? Vamos Lo dices porque all la administracin te
rob la maleta, por eso no quieres ser imparcial. Pero si alguno fue
all un personaje importante (almacenero o encargado de baos) y vivi
maritalmente con una de la sharashka, contar a todo el mundo que no
hay lugar mejor que una crcel de trnsito. Ya sabes que, en general,
el concepto de felicidad es un convencionalismo, una invencin.
Verdaderamente, la sabia etimologa imprimi en el concepto un
carcter de transitoriedad y de irrealidad. La palabra schastie,
felicidad, procede de es-chas, es decir, esta hora, este instante!
No, maestro, disculpe usted! Consulte el diccionario Dahl. Schastie
procede de sochastie, es decir, a cada uno su parte, la parte que
le ha tocado, a cada uno la parte que ha arrancado de la vida. La
sabia etimologa nos da una interpretacin muy pobre de la felicidad.
Espera, mi explicacin tambin procede de Dahl. Me asombra. La ma
tambin. Hay que investigarlo en todos los idiomas. Me lo anotar!
Manaco! Zoquete quien lo dice! Vamos a ocuparnos un poco de
lingstica comparada. La de que todo procede de la palabra mano? La
Tesis de Marr? Vete al cuerno. Escucha, has ledo la segunda parte
de Fausto? Pregunta ms bien si he ledo la primera. Todo el mundo
dice que es genial, pero nadie lo ha ledo. O lo estudian leyendo a
Gounod. No, la primera parte es accesible. Qu me vas a decir! Nada
tengo que decir de soles y mundos, veo slo los sufrimientos del
hombre Eso s que lo comprendo! O bien: Lo que necesitamos es algo
que no sabemos, lo que sabemos es algo que no necesitamos.
Magnfico! La segunda parte, la verdad, es un poco pesada. Pero, en
cambio, qu idea tan profunda! Ya conoces el pacto de Fausto con
Mefistfeles: este se apoderara del alma de Fausto slo cuando Fausto
exclamara: Detnte, instante, eres maravilloso!. Pero todo cuanto
Mefistfeles pone a los pies de Fausto (el regreso a la juventud, el
amor de Margarita, la fcil victoria sobre su rival, las ilimitadas
riquezas, el conocimiento de los misterios de la existencia) no
arranca del pecho de Fausto la famosa exclamacin. Pasan largos aos,
y a Mefistfeles ya le fastidia vagar tras aquel ser insaciable, ya
ve que es imposible hacer felices a los hombres, quiere abandonar
aquel proyecto infructuoso. Viejo por segunda vez y ciego, Fausto
manda llamar a miles de obreros para excavar unos canales que
secaran las marismas. En su cerebro, doblemente caduco (ofuscado y
atontado segn el cnico Mefistfeles) haba brillado una gran idea:
hacer feliz a la humanidad. A una sea de Mefistfeles aparecen los
servidores del infierno, los lemures, que empiezan a excavar la
tumba de Fausto. Mefistfeles slo quiere enterrarlo para quitrselo
de encima, sin ninguna esperanza ya de poseer su alma. Fausto oye
el ruido de muchas palas. Qu es eso?, pregunta. Mefistfeles es fiel
a su espritu burln. Pinta a Fausto el falso cuadro de los pantanos,
que se estn secando. A nuestra crtica le gusta de interpretar este
momento en un sentido socialmente optimista: al advertir que
proporcionaba un beneficio a la humanidad y al encontrar en ello el
gozo supremo, Fausto exclama: Detnte, instante, eres maravilloso!
Pero, estudindolo bien, no se estara burlando Goethe de la
felicidad humana? Porque, en realidad, aquello no aportaba ningn
beneficio a
- 25. ninguna humanidad. No pronunciaba Fausto la largamente
esperada frase sacramental a un paso de la tumba, engaado y quiz
verdaderamente loco? Los lemures lo arrojaron inmediatamente a la
fosa. Qu es esto, un himno a la felicidad o una burla de ella? Ah,
Livuchka, as me gustas, slo as, cuando razonas con el corazn,
cuando hablas sensatamente, en lugar de poner etiquetas
insultantes. Msero epgono de Pirrn! Ya saba que te dara gusto.
Escucha algo ms. Sobre este fragmento de Fausto. En una de mis
conferencias de antes de la guerra, y eran endiabladamente
temerarias!, desarroll la elegiaca idea de que la felicidad no
exista, de que era inalcanzable o ilusoria Y de pronto me
entregaron una nota arrancada de un diminuto cuaderno en pequea
cuadrcula: Pues yo estoy enamorada y soy feliz! Qu dice usted a
eso?. Qu le dijiste? Qu se puede decir a eso?
- 26. 9 Estaban tan absortos que no oan ni el ruido del
laboratorio ni la machacona radio del lejano rincn. Nerzhin daba de
nuevo la espalda al laboratorio en su silla giratoria; Rubin estaba
ladeado, con la barba apoyada sobre los brazos, cruzados sobre el
respaldo del silln. Nerzhin hablaba como suelen hacerlo quienes
comunican pensamientos largo tiempo acariciados. Antes, en
libertad, cuando lea en los libros lo que los sabios pensaban sobre
el sentido de la vida o sobre la felicidad, comprenda poco esos
pasajes. Les conceda el mrito debido: a los sabios, por oficio, les
corresponde pensar. Pero el sentido de la vida? Vivimos, y ese es
su sentido. La felicidad? Cuando te sientes bien, pero que muy
bien, eso es la felicidad, todo el mundo lo sabe Bendita sea la
crcel! Ella me permiti reflexionar. Para comprender la naturaleza
de la felicidad empecemos por estudiar la naturaleza de la
saciedad. Recuerda la Lubian-ka o el contraespionaje. Recuerda
aquel pur de cebada o de avena tan claro, casi acuoso, sin un solo
lunar de grasa. Te lo tragabas? Te lo comas? Comulgabas con l! Te
comunicabas con l con religiosa palpitacin, como si fuera el Prana
de los yogas! Lo comas lentamente, lo comas de la punta de la
cuchara de madera, lo comas absorto en el proceso de la ingestin,
en el pensamiento de la comida, y esta se difunda por todo tu
cuerpo como un nctar, y te estremecas con la delicia que descubras
en aquellos granitos cocidos y en la turbia humedad que los una. Y
he aqu que alimentndote en esencia con nada vivas seis meses, doce
meses. Puede compararse con esto la grosera consumicin de unas
chuletas? A Rubin no le gustaba, ni era capaz, de escuchar mucho
rato. Comprenda toda conversacin (y as ocurra la mayora de las
veces) como un acto en el que l, precisamente l, esparca ante los
amigos la presa espiritual que haba cazado su perceptibilidad.
Tambin ahora intentaba interrumpir, pero Nerzhin haba clavado los
cinco dedos en la pechera de su mono de trabajo, le sacuda y no le
dejaba hablar: De modo que gracias a nuestra pobre piel, y a
nuestros desgraciados compaeros, averiguamos la naturaleza de la
saciedad. La saciedad no depende en absoluto de la cantidad que
comemos, sino de cmo lo comemos! Lo mismo que la felicidad,
Livuchka, lo mismo que la felicidad, que no depende en absoluto del
volumen de bienes materiales que hayamos arrancado de la vida.
Depende slo de nuestra actitud hacia esos bienes! Lo dice tambin la
tica taosta: El que sepa utilizar las cosas estar siempre
satisfecho. Rubin sonri: Eres un eclctico. Arrancas una pluma de
colores de aqu y otra de all y te las vas poniendo en la cola.
Nerzhin mene bruscamente la cabeza y la mano. Los cabellos le
cayeron sobre la frente. Encontraba muy interesante discutir,
pareca un chico de dieciocho aos. No confundas las cosas, Liovka,
no es as ni mucho menos! No saco conclusiones de filosofas ledas,
sino de biografas de personas contadas en el interior de las
crceles. Y luego, cuando necesito formular mis conclusiones, para
qu descubrir otra vez las Amricas? En el planeta de la filosofa
hace tiempo que se descubrieron todos los continentes! Hojeo los
libros de los sabios antiguos y encuentro all mis ideas ms nuevas.
No me interrumpas! Quisiera poner un ejemplo: en el campo de
concentracin, y an ms en la sharashka, cuando se produce un
milagro, un encalmado domingo sin trabajo en el que el alma