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Elementos conceptuales para el análisis del proceso de desarrollo argentino
Juan M. Graña1,2
Resumen
Partiendo del análisis de las determinaciones más generales del modo de producción capitalista, desarrolladas por primera vez de manera más completa por Marx, se avanzará sobre las características más concretas del proceso de desarrollo económico argentino.
En este camino, el reconocimiento del rol de las condiciones de competencia, la diferenciación del capital y las formas de compensación de tal rezago productivo (la renta de la tierra, la venta de la fuerza de trabajo por debajo del valor y el endeudamiento externo) serán elementos centrales para entender Argentina y sus tendencias.
En particular, utilizaremos el devenir y características del sector industrial en la Argentina desde la década de 1930 para ejemplificar como esos procesos han dado forma a lo que es nuestro país. En este sentido, podremos analizar si su evolución positiva durante la Industrialización Sustitutiva implicaba que ese sector estaba en condiciones de conducir tal proceso desarrollo o si, como contracara, su desmantelamiento durante el “neoliberalismo” vino a desbaratar un proceso de desarrollo económico. El análisis del proceso actual sintetiza ambas trayectorias, es una nueva ISI, una continuidad del noventa o una nueva etapa dentro de la unidad histórica que es nuestro país.
Para todo ello, incluiremos referencias a Estados Unidos como punto de comparación de las potencialidades y límites que enfrentó en ambas etapas este sector en nuestro país y cuáles son sus perspectivas.
1 Investigador del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) y del Centro de Investigaciones en
Economía Política del Desarrollo, la Producción y el Empleo (CEINEP). juan.m.grana@gmail.com
2 Este trabajo resume una porción de los hallazgos de la Tesis Doctoral “Las condiciones productivas de las empresas
como causa de la evolución de las condiciones de empleo. La Industria Manufacturera en Argentina desde mediados del
siglo pasado”, Facultad de Ciencias Económicas, UBA (Graña, 2012), el cual ya fue presentado para las IV Jornadas de
Historia de la Industria y los Servicios a realizarse en agosto 2013.
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1. Introducción
El trabajo intenta discutir las condiciones que deben cumplir las empresas para lograr un
proceso de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. En particular, analizamos el
caso de la industria manufacturera en Argentina desde 1935. Siguiendo su evolución positiva
durante la Industrialización Sustitutiva podremos discutir si el sector industrial argentino estaba
en condiciones de conducir tal proceso de desarrollo. Y, como contracara, si su efectivo
desmantelamiento durante el “neoliberalismo” vino a impedir la consecución de tal objetivo.
Para todo ello, en los próximos dos apartados realizaremos un desarrollo teórico –basado
en la Economía Política y su Crítica- que nos conducirá, rápidamente dado el espacio, por el
reconocimiento de los mecanismos que permiten a los capitales individuales sobrevivir en la
competencia. Luego analizaremos -en el apartado 4- las condiciones en la que se desenvolvió la
industria argentina desde 1935 y cuáles fueron sus consecuencias. Para ello compararemos con
la evolución del mismo sector en Estados Unidos. Las conclusiones y perspectivas futuras, las
retomaremos en el apartado final.
2. Marco teórico
2.1. Tendencia general al crecimiento del tamaño de las empresas
Siguiendo los desarrollos de Marx, reconocemos que el capital total de la sociedad
enfrenta la necesidad constante de producir plusvalía. Para tal fin, la forma más potente, en
tanto no posee ningún límite natural o social, es la que se transita disminuyendo la porción de
la jornada en la que el trabajador produce el valor necesario para su reproducción; esto es, la
generación de plusvalía relativa. Dado su contenido, requiere de un incremento en la capacidad
productiva del trabajo en las ramas que producen valores de uso que forman parte -directa o
indirectamente- de la canasta de consumo de los asalariados. Esto lleva a una caída en el valor
de la fuerza de trabajo sin afectar su capacidad de consumo. En ese sentido, el resultado es la
liberación de crecientes porciones de la jornada para que el trabajador genere valor
gratuitamente para el capital (Marx, 2002)3,4.
Los diferentes mecanismos para lograr plusvalía extraordinaria requieren, en general, un
incremento de la escala de producción. Sea incrementando la productividad laboral por medio
3 Este proceso, sin embargo, no se realiza directamente como tal sino por medio de la búsqueda de ganancias
extraordinarias por parte del capitalista individual.
4 Esto puede traer aparejado, a través de las transformaciones en el proceso de trabajo, una modificación en la
cantidad de trabajadores y sus atributos productivos. A pesar de la relevancia de esta discusión en sí misma, dado el
restringido espacio la dejaremos de lado. Para ello, ver Graña (2012).
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de la cooperación de asalariados, una mayor división del trabajo, la introducción de maquinaria
o utilizando de manera más eficiente los medios de producción e insumos; para todos ellos se
requiere generalmente un crecimiento del capital de cada empresa individual. Es decir, la
concentración de la producción en empresas de creciente tamaño5. Entonces, como la
competencia6 fuerza a todas las empresas por ese camino, podemos decir que el capitalismo
tiene una tendencia general a la concentración de la producción para producir plusvalía relativa7
(Chandler, 1994; Iñigo Carrera, 2004, Marx, 2002; Sylos Labini, 1966).
En ese proceso las empresas se enfrentan a un límite externo a ellas: la magnitud de la
demanda solvente, el “mercado”. En otras palabras, para apropiar la tasa general de ganancia,
ese mayor volumen de valores de uso que produce cada empresa debe encontrar una demanda
acorde que los realice a sus precios de producción.
Aunque el mismo proceso conlleva la caída del valor individual de cada mercancía, lo que
ampliaría su demanda puede que esta no crezca al ritmo necesario para absorber el incremento
de la producción en todas las empresas al mismo tiempo. En este caso, el mercado, a la nueva
escala media o normal, no puede cobijar a todas las empresas que competían originalmente.
Esta limitación a la ampliación genera la diferenciación de las empresas entre aquellas que
logran concentrarse (normales) y las que no (rezagadas).
Ahora bien, aunque este factor impide que todas las empresas se concentren, también
abre la posibilidad de supervivencia de otras más pequeñas en virtud –justamente- de su menor
escala. Esto se debe a que las empresas que se concentraron tienen una unidad técnica, una
escala de producción, que es la que les permite apropiar la tasa media de ganancia. Sin
embargo, nada garantiza que la suma de las producciones de esas empresas abastezca el
mercado de manera completa por lo cual empresas de magnitud más pequeña pueden, sin
enfrentar una competencia directa con las medias la cual es imposible de sobrellevar por sus
mayores costos, continuar en producción abasteciéndola. 5 Es importante notar la concentración a la que nos referimos no tiene que ver con la porción del mercado que abastece
cada empresa, a lo que normalmente se alude como concentración económica, sino con su escala de producción.
6 Con “competencia” intentamos caracterizar una situación donde los capitales de todas las ramas al mismo tiempo, y
no circunscripto a un mercado definido arbitrariamente, se disputan la realización de sus mercancías frente a la
demanda solvente. Ese proceso dinámico por el cual los capitales tienden constantemente a realizar sus mercancías en
torno al precio de producción el cual nunca se realiza, más que aleatoria y circunstancialmente. Es el mecanismo de
ajuste a la norma y comprende un conjunto de estrategias concretas que a este momento del desarrollo no interesa
analizar (Sylos Labini, 1966; Shaikh, 2006).
7 Debemos, en cualquier caso, reconocer que -aunque estas ventajas derivadas de la escala son generales a la
producción y distribución- no todo capital productivo las “disfruta” en igual magnitud. Son las formas técnicas de cada
sector, en cada momento del tiempo, las que determinan el incremento de la productividad laboral y la magnitud del
ahorro en costos derivados del aumento de la escala, pudiendo ser en algunos casos pequeños y en otros considerables
(Gold, 1981; Chandler, 1994). En términos globales, a esa tendencia a la concentración se le opone la creación de
nuevos sectores que inicialmente tendrán menor escala y luego seguirán similar camino.
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2.2. Dinámica de la diferenciación
Ahora bien, con esa diferenciación ya presente se ponen en movimiento otros
mecanismos que aseguran que las empresas “líderes” mantengan su posición y tiendan a
separarse crecientemente de las otras. En otras palabras, que la diferenciación tiene, en
realidad, un carácter permanente y creciente (Chandler, 1994).
A los efectos de la competencia, el principal factor a analizar es la menor dinámica en la
productividad del trabajo que ponen en movimiento las empresas rezagadas. Esto surge debido
a su menor escala que conlleva menor cooperación, división del trabajo y maquinización, todo
lo cual redunda en mayores costos. Por razones de espacio no podemos explayarnos en cada
uno de los demás factores que poseen efectos diferenciales, simplemente los mencionaremos8.
Uno de ellos, a pesar de estar desvinculado del propio proceso de trabajo, es el acceso al
crédito y una red comercial desarrollada, cuyos efectos diferenciales sobre la capacidad de
valorización son evidentes (Hilferding, 1910[1985]; Iñigo Carrera, 2004).
El segundo es el carácter diferencial que presenta la innovación. En este caso debemos
considerar dos factores que tornan más capaz a la empresa de mayor magnitud para innovar.
La primera es la magnitud del capital necesario para invertir en tales actividades y las
economías de escala que posee tal actividad (Levin, 1997)9. El segundo es la capacidad real de
disfrutar de los beneficios de que las innovaciones sean propias o de terceros. En este caso,
dado el carácter acumulativo de la innovación y los costos asociados a proteger los resultados,
son las empresas grandes ya innovativas las que mejores réditos obtienen (Dosi, 1988).
Estas son algunas de las razones, sin tomar en cuenta las prácticas anticompetitivas y
demás abusos que pueden utilizar que son formas de esta diferenciación, por las cuales las
empresas de escala normal apropian una mayor tasa de ganancia al vender al mismo precio
que las rezagadas. En conjunto provocarían que las crecientes diferencias de productividad
lleven a apropiar a éstas últimas una tasa de ganancia decreciente que, eventualmente, se
volvería negativa, lo que desembocaría en su eliminación por no poder reproducir siquiera el
capital invertido10. Sin embargo, la experiencia muestra que las empresas rezagadas
permanecen en el proceso productivo a pesar de apropiar una tasa de ganancia menor.
8 Para un desarrollo más extenso, ver Graña (2012).
9 A tal punto que la “hipótesis schumpeteriana” vincula positivamente el tamaño de empresa con la innovación,
siguiendo al “tardío” Schumpeter (1971) que había abandonado su posición plasmada en su “Teoría del
desenvolvimiento económico” de que los liderazgos eran temporales.
10 En este proceso no es sólo importante considerar la tasa de ganancia sino también su masa. Esto se debe a que una
menor tasa de ganancia se proyecta, a su vez, sobre un capital invertido más pequeño lo que genera una brecha
absoluta en la capacidad de acumulación que tiende a crecer exponencialmente. Normalmente esas diferencias se
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La razón de tal permanencia se encuentra en el rol cualitativamente diferente que
cumplen las empresas medias y las rezagadas (Iñigo Carrera, 2004). Como la determinación del
valor de las mercancías se vincula con el tiempo de trabajo necesario en condiciones normales
o medias –para ese momento histórico- y que únicamente los capitales medios o normales
ponen en movimiento esa productividad, sólo ellos están habilitados a valorizarse a la tasa
media de ganancia en relación al capital que ponen en movimiento (Iñigo Carrera, 2004; Marx,
2006; Shaikh, 2006).
Por defecto, la valorización de aquellas empresas que se van rezagando pasa a estar
regida -como cualquier otra masa de dinero que circula- por la tasa de interés. Esto es por
simple reflejo entre su forma de existencia dineraria que iguala en las apariencias a la masa de
valor que circula como simple dinero con aquella que circula como capital (Iñigo Carrera, 2004;
Shaikh, 2006). Entonces, como expresión de dos determinaciones de valorización diferentes es
que en términos relativos se observan tasas de ganancia mayores (capitales medios) y menores
(capitales rezagados) y, por ende, la permanencia de estas últimas en producción a pesar de
todo.
A partir de reconocer esta determinación podemos preguntarnos sobre el límite de
supervivencia de esas empresas. Como vimos, en su forma más concreta, dado que es una
masa de dinero que se invierte para obtener una ganancia, cuando exista una opción más
rentable para la misma, la empresa será liquidada. Lo más sencillo sería convertir el dinero
invertido en capital prestado a interés.
Sin embargo, la capacidad para continuar en producción no se encuentra portada en la
evolución de estos capitales pequeños sino en los normales. Éstos son los que, en su búsqueda
de obtener una ganancia extraordinaria, producen, como resultado, plusvalía relativa. De este
modo, los capitales normales portan en sus manos la condición de posibilidad de que los
rezagados sigan existiendo, en función del incremento que logren en su capacidad productiva.
Si las empresas medias desarrollan su productividad y logran impulsar el precio de producción
de la rama por debajo del que les rinde a los pequeños capitales una ganancia superior a la
tasa de interés, esas empresas tenderán a liquidarse o directamente quebrar (Iñigo Carrera,
2004).
Entonces, como la tendencia a la concentración y centralización es la norma en la
competencia –que, ahora podemos precisar, se realiza particularmente entre los capitales
medios- se amplía constantemente el número de empresas rezagadas. Algunas, las más
atrasadas, son finalmente expulsadas mientras que otras se incorporan a ese “club” al quedar
recientemente rezagadas.
presentan con toda su crudeza en las crisis. Mientras que en el auge todas las empresas parecen ser sumamente
rentables, al arribar la crisis las empresas muestran su capacidad competitiva real (Schumpeter, 1967).
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2.3. Consecuencias de la diferenciación
Es posible, sin embargo, que el rezago productivo no implique grandes diferencias entre
los costos de los capitales medios y los pequeños. Ello se vincularía a cuestiones técnicas de
cada rama, sea que el incremento del rendimiento de la fuerza de trabajo o reducción de costos
en función de las economías de escala no sean tan relevantes, sea que la tecnología se
encuentre estancada, o el volumen del mercado crezca lentamente (lo cual se encuentra, en
parte, vinculado a las dos primeras dado que ellas implican un valor individual de las
mercancías que no cae rápidamente). De este modo, y dado que la determinación específica no
necesariamente implica que esa compensación entre mayores costos y la tasa de interés se
ubique al nivel del precio de producción de los capitales medios, ¿no podría ser posible que el
precio de venta de esos capitales rezagados se ubique por debajo de ese nivel? Bajo esas
condiciones técnicas, efectivamente es posible.
En caso de ubicarse por debajo, los pequeños capitales podrían eliminar de la
competencia a los medios en tanto podrían vender más barato. En esas condiciones, el capital
medio se retiraría hacia otros sectores dado que posee una magnitud de capital con el que
podría valorizarse en ellos a la tasa media (Iñigo Carrera, 2004)11.
Al ser pequeños capitales los que quedan produciendo en la rama, enfrentan la
posibilidad de ingreso de otras tantas empresas en similares condiciones. Nuevamente, el
estancamiento del mercado y las formas técnicas que permitieron la eliminación de los medios
posibilitan, ahora, la proliferación de competidores. Debido a la exacerbada competencia en
esos sectores el precio tiende constantemente hacia su límite inferior, es decir, al determinado
por la tasa de interés (Hilferding, 1910[1985]; Iñigo Carrera, 2004).
Entonces, en una rama de pequeños capitales el precio de mercado tiende a ser
constantemente inferior al de producción, quedando disponible la masa de valor resultante de
la diferencia entre el precio que surge de la valorización específica del pequeño capital y el de
los medios. Luego es captada por los capitales medios que le compran o venden mercancías
directamente, o indirectamente a través del abaratamiento de la fuerza de trabajo.
En conjunto, entonces los capitales rezagados permiten, a través de esta redistribución
de plusvalía hacia los medios, una capacidad de acumulación superior justamente a los
capitales que se encuentran en las mejores condiciones para potenciar la innovación, el
crecimiento de la productividad, etc. Sin embargo, esto se realiza al costo de impedir el
desarrollo de las fuerzas productivas de los pequeños capitales, de las ramas donde operan
11 Estamos ejemplificando con la transformación completa de una rama de capitales normales a pequeños, pero ésta
puede surgir directamente como una de pequeños capitales. Eso ocurre cuando una empresa media desconcentra parte
de su producción en una contratista creada por si misma.
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únicamente éstos (Starosta, 2010) y, ya veremos, de los países en que se desarrollan éstos. A
lo largo del tiempo, éstos por esa misma razón, tenderán a quebrar.
3. Fuentes y mecanismos de compensación del rezago
A pesar de su condición de empresas rezagadas, es decir de estar en peores condiciones
productivas, existen algunas que parecen acumular capital de manera normal o, por lo menos,
perduran más allá de lo esperable en virtud de su brecha con los capitales medios. Para ello,
deben estar percibiendo, bajo algún mecanismo, compensaciones para su menor productividad.
Siendo extremadamente sintéticos, nos encontramos en términos generales con tres
fuentes de compensación: el endeudamiento externo, la renta de la tierra y el pago de la fuerza
de trabajo por debajo del valor. La primera surge de la posibilidad de obtener riqueza adicional
desde el exterior, posibilidad habilitada por analizar una forma nacional particular, pero dado su
carácter restringido en el tiempo y en la magnitud nos concentraremos en las otras dos que son
generales al capitalismo.
3.1. La renta de la tierra
El desarrollo teórico sobre la génesis de la renta es sumamente conocido y por ello
alcanza con señalar que surge de las diferencias de productividad del trabajo dependiendo de
las condiciones naturales no reproducibles en las explotaciones agropecuarias, pesqueras,
forestales y mineras (Marx, 2006)12.
Dado su origen -ganancia extraordinaria creada por una mayor productividad provocada
por condiciones naturales no reproducibles- la renta de la tierra llega constantemente a los
terratenientes sin necesidad alguna de formar parte nuevamente de la acumulación de capital.
Esto se debe a que los capitales que producen tales mercancías ya apropian, por fuera de ella,
la ganancia media. Sin embargo, la renta de la tierra es plusvalía y, por tanto, podría potenciar
la acumulación si fuera puesta en circulación como capital adicional. En ese marco, dado que la
renta se encuentra portada en el precio de las mercancías de esos sectores, el Estado nacional
puede redirigirla directamente modificándolos en relación a los que imperan en el mercado
mundial. A priori, su consecuencia sería únicamente reducir el consumo de los terratenientes.
Esa redistribución puede lograrse de diversas formas (Iñigo Carrera, 2007).
La primera forma es la aplicación de impuestos específicos a la exportación de tales
mercancías. Dado que es el capital industrial el que realiza la exportación, y no el terrateniente,
12 Para un desarrollo más extenso de la renta ver Iñigo Carrera (2007).
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la aplicación del impuesto implica que se reduce el precio que recibe en la operación. En
función de la reducción del precio de venta que recibe la empresa tendería a disminuir el
alquiler que puede abonar por la tierra que pone en producción, de esa manera el impuesto es
finalmente traspasado hasta el terrateniente. En este contexto, la porción de la renta apropiada
por el Estado puede ser redigirida bajo diferentes instrumentos fiscales.
Una segunda forma es la fijación del tipo de cambio respecto a la moneda mundial por
fuera de la relación que expresaría directamente su contenido, una idéntica capacidad de
representar valor al interior y al exterior. La principal posibilidad es que se encuentre
sobrevaluado respecto a esa paridad. En ese caso, las exportaciones de las mercancías que
portan renta reciben un precio en moneda nacional menor al que rige en el mercado mundial;
sin embargo la porción que pierden no pasa al Estado. Los primeros beneficiarios son los
importadores que ven abaratadas sus mercancías y los que convierten moneda local en divisa
para invertirla en el extranjero. En segundo lugar, y al tratarse de un espacio nacional
particular, otros beneficiados son aquellos que remiten su capital al exterior, la conocida “fuga
de capitales” o también como remisión de utilidades. El Estado podría recaudar parte de ese
valor si, al mismo tiempo, impone impuestos a la importación de manera de neutralizar el
abaratamiento de las mercancías extranjeras13.
Por último, el Estado puede regular los precios internos de tales mercancías ya sea
mediante cupos a la exportación o participando directamente mediante sus empresa en la
circulación de tales mercancías.
Debemos considerar, sin embargo, que el intento de apropiación por parte del Estado de
una porción de la renta puede tener como efecto secundario el retiro de ciertas tierras de la
producción. Esto es el resultado de que particularmente en ellas la productividad del trabajo es
igual o superior a la que impera en el mercado mundial pero, ante instrumentos que no
permiten apropiar exclusivamente renta como pueden ser las retenciones o sobrevaluación, el
precio de producción en esas tierras termina ubicándose por encima del nuevo precio nacional –
reducido por tales instrumentos- impidiendo la realización de la ganancia media.
A su vez, tanto la sobrevaluación como las retenciones, modifican también el precio de
circulación interno de la porción de esas mismas mercancías que se destinan al mercado
interno. Al proyectarse el precio en moneda nacional reducido por esos instrumentos sobre las
que circulan internamente, éstas reducen su precio generando un subsidio, en este caso no
mediado directamente por el Estado, hacia las empresas que los adquieren como insumos.
13 En el caso de subvaluar la moneda nacional los exportadores recibirían un precio de producción mayor al que rige en
el mercado mundial que se convertiría en renta de la tierra. Este mayor valor surgiría de la plusvalía que perderían los
capitales industriales nacionales por comprar insumos importados y fuerza de trabajo a un precio encarecido. Por ello,
la capacidad de mantener subvaluada la moneda durante un período extenso es más reducida.
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En el mismo sentido, abaratan -sin afectar sus condiciones de vida- a la fuerza de trabajo
reduciendo los costos de todas las empresas al interior del país.
Sin embargo, las consecuencias de la sobrevaluación y las retenciones sobre el capital
que produce mercancías que no portan renta son diferentes. La primera directamente impide
participar del mercado mundial. Esto se debe a que, a pesar de poder adquirir insumos y fuerza
de trabajo abaratadas, estos gastos sólo representan una porción del precio final de la
mercancía mientras que la sobrevaluación se aplica sobre el valor total de ella, por lo cual
siempre más que compensa tal efecto. A su vez, en ausencia de impuestos a la importación que
la neutralicen se verían incluso imposibilitado de apropiar la ganancia media en el mercado
interno por la competencia externa. En el caso de las retenciones, la renta de la tierra se
convierte en un subsidio neto para el capital que produce al interior.
Sea que la renta es dirigida por el Estado a las empresas -a través de incentivos fiscales,
crediticios, etc.- o es apropiada por las empresas directamente -mediante el abaratamiento de
los elementos en los que invierte su capital: fuerza de trabajo, insumos o maquinaria- ésta se
convierte en una mayor tasa de ganancia de los capitales que realizan su acumulación en ese
país. En el caso de ser medios o normales, la impulsa por sobre la tasa media mundial, en el
caso de los pequeños podría erigirse en fuente de compensación del rezago productivo.
3.2. La venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor
La venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor implica sencillamente comprarla
por un salario que no alcanza para adquirir los valores de uso necesarios para la reproducción
de los atributos productivos del trabajador y su familia. Claro que esto reconoce grados, desde
el salario que no alcanza apenas para adquirir todos los valores de uso necesarios hasta el que
priva de los alimentos básicos para reproducir la indispensable capacidad física.
En ese sentido, todas las condiciones que hacen al valor de la fuerza de trabajo pueden
ser modificadas. Desde la extensión de la jornada sin aumento del salario o pago de horas extra
a un incremento de la intensidad, velocidad, etc. Entendiendo el valor de la fuerza de trabajo
como lo presenta Marx, es decir no vinculado exclusivamente a la subsistencia física (Marx,
2002), su compra por debajo del valor también puede lograrse a través de lo que normalmente
conocemos como precarización laboral, o sea, el no pago de aportes y contribuciones, siendo
irrelevante el carácter legal o no de esa maniobra. En el mismo sentido, entran en juego las
inversiones que el empresario debe realizar para asegurar que la jornada laboral se realice en
condiciones de seguridad e higiene normales14.
14 Por último, la venta de fuerza de trabajo por debajo de su valor puede surgir sin estar vinculada directamente al
salario del trabajador. Puede que lo que el empresario se “ahorra” al evadir impuestos de carácter general también
resienta la capacidad de reproducción de la fuerza de trabajo. Esto se debe a que, de manera corriente, el Estado utiliza
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En todos los casos implica que el trabajador no puede reproducirse en condiciones
normales y, por lo tanto, ello tendrá consecuencias sobre sus atributos productivos o los de sus
descendientes. La continuidad a lo largo del tiempo de esa situación conlleva a condiciones de
pobreza e indigencia. Antes de llegar a ese nivel, dado que típicamente los indicadores de
pobreza se construyen sin considerar los requisitos propios de la complejidad de cada
trabajador y representan el consumo mínimo indispensable, la caída del salario por debajo del
valor de ciertas categorías específicas de ellos puede llevar a que no se reproduzcan en el
tiempo esas capacidades, generando problemas en la oferta de esas calificaciones.
Vinculado con su rol como fuente de compensación, ésta implica transformar una porción
de lo que sería el capital variable directamente en plusvalía, o de manera más precisa, parte de
lo que debería ser precio de costo en ganancia.
La condición de existencia de la venta de la fuerza de trabajo por debajo del valor se
vincula a que el conjunto mayoritario de empresas al interior de un país se vea imposibilitada
de competir en condiciones normales, o sea, deben presentar -en promedio- un rezago
productivo importante. Dicho rezago debe ser de tal magnitud como para que, inclusive en el
límite de su valorización específica como pequeños capitales y recibiendo otras fuentes de
compensación, éstos tiendan a verse excluidos de la producción. Por esa razón, los puestos de
trabajo sólo pueden crearse –de manera general- a condición de que se paguen por debajo del
valor, es decir, como resultado de un rezago productivo general de las empresas de un país que
impida la acumulación de capital en términos normales y condene a la mayoría de la fuerza de
trabajo a condiciones de empleo que no reproduzcan sus atributos productivos.
Ahora bien, dado que la imposibilidad de competir en condiciones normales -el rezago
productivo- se expresa en la competencia y de manera particularmente aguda en el mercado
mundial, las consecuencias tienden a presentarse -analíticamente- primero en el sector
transable. Pero dado que la transformación de parte del valor de la fuerza de trabajo en
ganancia depende de una determinación general del país en cuestión, ese rezago debe existir
también en los sectores no transables de manera de abarcar en ese rol al conjunto del mercado
laboral. Efectivamente, las deficiencias productivas presentes en el sector transable se reflejan
en similares problemáticas en la acumulación de las empresas del sector no transable en virtud
de la desconexión que sufre éste respecto de una demanda solvente alimentada por la venta de
la fuerza de trabajo a su valor. Si debe ser el salario el que asuma el lugar de compensación
(ante la ausencia o insuficiencia de las otras), el rezago productivo del sector transable
impactaría en la acumulación del sector no transable a través de las limitaciones que le impone
los impuestos para financiar la provisión de valores de uso a la población general de manera más económica, en
función de la escala en la que lo realiza. Si no lo hiciera, esos valores de uso, que forman parte del valor de
reproducción de la fuerza de trabajo, deberían estar incluidos en el salario. Pero en esta situación no los abonaría en el
salario ni bajo los impuestos, restringiendo el nivel de esa reproducción.
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al poder de compra de los trabajadores y sus escalas de funcionamiento. Lo cual, a su vez,
implicaría que el propio sector no transable –para continuar operando- debe replicar el mismo
comportamiento respecto al salario como fuente de compensación. Entonces, ambos sectores
condenan a la fuerza de trabajo a venderse por debajo del valor.
Hasta aquí, pareciera que esta fuente de compensación implicaría que todos los
trabajadores venden su fuerza de trabajo por debajo de su valor pero debemos reconocer que
la necesidad de tal compensación es diferente entre empresas y, en segundo lugar, que la
posibilidad de evitar la caída de sus remuneraciones por debajo del valor no es idéntica entre
todos los trabajadores.
La necesidad de compensaciones por vía salarial tienden a ser mayores mientras más
grande es el rezago productivo. En este sentido, normalmente se señala que las empresas más
grandes tienden a abonar mayores salarios y emplear en mejores condiciones que las
pequeñas. Esto no implica necesariamente que los pequeños capitales contraten fuerzas de
trabajo de menor valor, es decir, de menor calificación (lo cual podría suceder por ejemplo dado
su menor tecnología) sino que reducen sus costos mediante la evasión de sus responsabilidades
frente a la seguridad social, eludiendo las condiciones medio ambientales de trabajo y/o
directamente abonando menores salarios directos. De allí la necesidad de reconocer a la
segmentación laboral –esto es que dos trabajadores de similares características posean dos
salarios diferentes simplemente por trabajar en empresas diferentes- como una forma de la
venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor y, por ende, como vía de compensación.
Sólo en base a esta necesidad de compensación por parte de las empresas rezagadas pueden
comprenderse las marcadas diferencias de poder adquisitivo de los salarios entre empresas
pequeñas y grandes que la literatura, particularmente la estructuralista (PREALC, 1978),
ampliamente reconoce15. Ahora bien, por fuera de la generalidad de pequeños capitales,
pueden existir capitales medios en el país en cuestión, aquellos que efectivamente pueden
pagar el valor íntegro de la fuerza de trabajo. Si ese fuera el caso, ellos perciben ese salario
inferior al valor de sus trabajadores como un incremento de ganancia.
En cuanto al segundo aspecto, sobre qué porciones de la clase obrera cargan con esta
fuente, debemos reconocer que se encuentra vinculado a las diferentes porciones de la clase
trabajadora de idéntica manera al proceso de regulación del salario al valor de la fuerza de
trabajo (Marx, 2002). Esta regulación se realiza a través de la capacidad organizativa de las
diferentes porciones de la clase trabajadora vis a vis la magnitud del ejército industrial en
condiciones de competir por esos puestos de trabajo, por lo cual no puede ser idéntica para
todas las porciones de trabajadores, sufriendo algunas una competencia mayor que otras. Las
diferencias entre ellos según su complejidad en conjunto con esta determinación como fuente
de compensación, llevarán a que el mercado laboral profundice su fragmentación que surge, 15 Para un desarrollo más extenso de esto ver Graña (2012).
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primero, de esas diferencias de complejidad y, ahora, en función de si cumple (o no) un rol
como compensador.
En primer lugar, vemos que aquéllos que se encargan de representar a los capitalistas en
la gestión directa del capital no pueden verse afectados. Al ser la personificación del capital que
recurre a salarios reducidos para mantenerse en producción, si su salario también fuera
vehículo de compensación no podría considerarse por fuera de la clase trabajadora y, por ende,
no podría realizar su trabajo. En segundo lugar, el resto de los trabajadores complejos, en
virtud de la necesidad de su formación extensa, si sufrieran un descuento relevante tenderían a
desaparecer los incentivos que, a nivel individual, le aparecen al trabajador que encara esa
formación. Pero, en términos más generales, ambas porciones de los trabajadores complejos no
sólo enfrentan una menor competencia en el mercado laboral nacional, que es la forma por la
cual el capital logra poner en movimiento esta fuente, sino que además tienen la posibilidad –
en función de su formación relativamente más universal- de trasladarse a otros espacios
nacionales donde este descuento no se produzca. De esta manera, es la porción más simple de
la fuerza de trabajo nacional la que carga en su reproducción, de manera casi exclusiva, con la
compensación16.
Encontramos, en síntesis, que, cuando la diferenciación del capital toma la forma de un
rezago generalizado en un país, el valor de la fuerza de trabajo puede convertirse en fuente de
compensación. Particularmente, tal proceso afecta a los trabajadores más simples –a los que se
suman las porciones más discriminadas de la fuerza laboral (mujeres, jóvenes, inmigrantes,
etc.)- debido a que son los más expuestos a la competencia y con menos herramientas para
evadir esa necesidad17.
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Como breve resumen, podríamos señalar que en función de la tendencia constante a la
concentración de la producción y a la diferenciación de las empresas, el número y evolución de
16 Es en este proceso de diferenciación de las condiciones de reproducción de los trabajadores como necesidad de
compensar el rezago productivo, que toda diferencia individual puede ser utilizada para “justificar” la diferencia salarial
entre trabajadores similares. De este modo, entran en escena los factores “no económicos”, como la discriminación de
género, racial, etc. que suele estar asociada a las personas que sufren ese menor salario. Sin embargo, esos factores
“no económicos” determinan qué porción de la clase trabajadora queda condenada a tales empleos de baja
remuneración y calidad, pero no la existencia misma de tales puestos. Con esto no negamos que estas cuestiones sean
causantes de segmentación laboral inclusive sin ser expresión de la necesidad de compensación. Pero en estos casos la
acción política de la clase trabajadora y el Estado pueden ir resolviéndolo sin enfrentar los límites de su existencia como
compensación.
17 Estos procesos aunque sumamente relevantes, los dejaremos de lado dado el foco de este trabajo. Para un análisis al
respecto ver Graña (2012)
- 13 -
empresas rezagadas dependerá de la magnitud del rezago productivo y de la disponibilidad de
fuentes de compensación.
Si tanto la renta de la tierra como el endeudamiento externo son insuficientes y no
pueden acceder a comprar la fuerza de trabajo por debajo del valor –determinación que excede
a la empresa individual- las empresas más rezagadas se liquidarán. Sin embargo, si
colectivamente al interior de un país comparten esa característica avanzarán sobre la fuerza de
trabajo. Si ni siquiera con ella alcanzan a sobrevivir finalmente quebrarán y se detendrá la
acumulación de capital en esa economía.
4. Rasgos de la industrialización argentina en el espejo internacional
En esta sección encararemos el estudio del devenir de la industria argentina. En función
del planteo teórico realizaremos primero un análisis de las características del sector en nuestro
país, en comparación con Estados Unidos a manera de captar el rezago respecto a las
condiciones medias de producción mundial y cómo eso afectó la evolución industrial nacional.
Luego estudiaremos cómo fue compensado el rezago productivo a lo largo del siglo XX,
particularmente en función de la evolución de la renta de la tierra y la incorporación de la
compensación salarial en las últimas décadas.
4.1. Características diferenciales de la industria argentina
En función de lo señalado más arriba, una de las claves de la posibilidad de competir en
condiciones normales, es decir sin compensaciones, se vincula con la escala a la cual operan las
empresas.
Si analizamos el Gráfico 1, veremos que los establecimientos industriales argentinos
ocupan –entre 1895 y 2003, último dato disponible- un promedio relativamente estable de 10
ocupados, con un peso de los microestablecimientos de 1 a 10 ocupados del orden del 80%,
mientras que en Estados Unidos ese número alcanza a los 48 ocupados -entre 1889 y 2007- y
el peso de los microestablecimientos es cercano al 50% (Gráfico 2).
- 14 -
Gráfico 1. Tamaño de establecimiento promedio del total y los mayores a 10
empleados (izquierda), porcentaje de establecimientos menores a 10 ocupados
(derecha). Industria. Argentina. 1895-2003.
Fuente: Graña (2012)
Gráfico 2. Tamaño de establecimiento promedio del total y los mayores a 10
empleados (izquierda), porcentaje de establecimientos menores a 10 ocupados
(derecha). Industria Manufacturera. Estados Unidos. 1899-2007.
Fuente: Graña (2012)
Gráfico 3. Tamaño promedio de ocupados por establecimiento según rama de
actividad. Industria Manufacturera. Argentina y Estados Unidos. 1947-200718.
18 En los Censos Económicos de 1947 y 1954 de Argentina, no es posible distinguir entre las ramas de Maquinaria y
0
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1909
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1937
1939
1947
1950
1951
1952
1953
1954
1955
1958
1963
1967
1972
1977
1982
1987
1992
1997
2002
2007
Tamaño Prom Tamaño 10 y + % Estab. con hasta 10 ocup.
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70
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0
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1895 1908 1914 1923 1935 1937 1939 1943 1946 1948 1950 1957 1964 1973 1984 1993 2003
Tamaño Promedio Tamaño Promedio "+ de 10" % Estab. con hasta 10 ocup.
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200
225
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275
300
325
350
- 15 -
Fuente: Graña (2012)
Esta diferencia de tamaño se reproduce en el conjunto de las subramas industriales como
se puede observar en el Gráfico 3, con especial énfasis en la producción de automotores
(incluido en la subraya “Producción de maquinaria y equipo”). Si, en cambio, analizamos el
Gráfico 4, veremos que Argentina alcanza recién en 1985 la potencia instalada por
establecimiento que Estados Unidos mostraba en 1914.
Gráfico 4. Capacidad promedio por establecimiento medida en caballos de fuerza.
Argentina y Estados Unidos. 1899-1985.
Fuente: Vitelli (2012)
Equipo y la de Material de Transporte por lo que reproducimos el mismo valor en ambos.
0
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1899 1914 1935 1939 1947 1954 1964 1974 1985
Argentina Estados Unidos
- 16 -
En síntesis, nos enfrentamos a un sector industrial caracterizado por pequeñas empresas
lo que debería, según nuestro esquema conceptual, provocar que la productividad de la
industria argentina progrese lentamente.
Gráfico 5. Evolución de la productividad laboral en la industria. Argentina y Estados
Unidos. 1935 =100.
Fuente: Elaboración propia en base a Graña y Kennedy (2008)
Como podemos ver en el Gráfico 5, la productividad industrial argentina efectivamente ha
evolucionado muy por debajo de la estadounidense; entre 1935 y 2010, en nuestro país creció
un 253% mientras que la de Estados Unidos un 1028%.
Gráfico 6. Productividad industrial relativa Argentina / Estados Unidos. 1935-2010.
En porcentaje.
Fuente: Elaboración propia en base a Graña y Kennedy (2008), Iñigo Carrera (2007) y PADI-
CEPAL, ENGE – INDEC.
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1975
1980
1985
1990
1995
2000
2005
2010
Iñigo Carrera
PADI - CEPAL
CEPED
CEPED - Grandes Empresas
- 17 -
Esto, a su vez, ha llevado a la ampliación de la brecha de productividad ya importante,
como se observa en el Gráfico 6 que, en las estimaciones más optimistas alcanza al 40% de la
estadounidense y entre las que son menos apenas un 20%. Si analizamos únicamente a las
empresas más grandes del país la brecha también sería importante19.
Como vemos entonces, lejos de reducirse, el rezago productivo se ha ampliado desde la
década del 1930, lo cual pone en movimiento la necesidad de compensaciones para continuar
en producción las que, a su vez, condicionarán el ritmo y forma de su desarrollo.
4.2. Características particulares del proceso de acumulación
En términos bien generales, la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI)
fue un esquema donde se redistribuye el ingreso agropecuario hacia el sector industrial
mientras se fortalece y protege el mercado interno al que se volcaba esa producción. En
nuestros términos, entonces, la principal fuente de compensación es la renta de la tierra que es
redirigida al sector industrial mediante un conjunto de mecanismos entre los cuales los
principales fueron la modificación de los precios internos de realización de las materias primas,
sea mediante la aplicación de impuestos a la exportación, el monopolio de venta por parte del
Estado, o la sobrevaluación del tipo de cambio, que reducen el precio de los insumos y de la
fuerza de trabajo –al abaratar su canasta de consumo- (Iñigo Carrera, 2007). A su vez, los
ingresos fiscales que se obtenían se aplicaban para reducir los precios de los servicios públicos
(energía, transporte, etc.). A su vez, se reservaba el mercado interno para la producción
nacional con elevadas tarifas.
Todo este amplio abanico de instrumentos permitía que las empresas -a pesar de operar
muy lejos de los estándares internacionales (Gráfico 6)- no requirieran de pagar la fuerza de
trabajo por debajo de su valor. Es más, ese esquema sustitutivo sólo es consistente si el salario
no es fuente de compensación, ya que sino no existiría un mercado interno de ciertas
dimensiones al cual venderle mercancías industriales. Esto es reforzado, al mismo tiempo, por
la porción de la renta que no es redirigida al sector industrial ya que permite que ciertos
segmentos productivos enfrenten una demanda interna ampliada con un poder adquisitivo
similar a los del resto del mundo, lo cual genera que avance aparentemente sin problemas a
escala nacional20.
19 La extensa y muy reconocida bibliografía sobre la industria en Argentina es coincidente en este punto. Ver, por
ejemplo, Camilo et al (1973), Goetz (1976), Schvarzer (1996).
20 Esto es, en otros términos, lo que normalmente se conoce como “imitación de las pautas de consumo”. Lo cual puede
a los efectos de la ISI ser negativo, por el alto contenido de importaciones que implica, o positivo si se logra producir
bienes en ese segmento.
- 18 -
Gráfico 7. Evolución del salario real promedio industrial, Argentina y Estados Unidos.
1935 =100.
Fuente: Elaboración propia en base a Graña y Kennedy (2008)
En ese marco, Argentina desarrolló su industria constituyendo en el proceso un mercado
laboral con elevados salarios, reducida desigualdad y casi nula segmentación hasta los años
setenta (Altimir, 2001; Beccaria, 2007). En este sentido, como vemos en el Gráfico 7, hasta esa
década las remuneraciones industriales en Argentina mantienen un ritmo de crecimiento
relativamente similar al de las estadounidenses. Sin embargo, la brecha salarial inicial implica
que no se hayan igualado las condiciones de vida en ambos países (Gráfico 8).
Gráfico 8. Salario real relativo Argentina / Estados Unidos. En porcentaje.
Fuente: Elaboración propia en base a Graña y Kennedy (2008) e Iñigo Carrera (2007)
Ahora bien, luego de la crisis del petróleo -que implicó una renta ampliada
coyunturalmente- la capacidad de compensar al sector industrial en Argentina se redujo
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1935
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1945
1950
1955
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1975
1980
1985
1990
1995
2000
2005
2010
Iñigo Carrera
CEPED
CEPED - Grandes Empresas
- 19 -
notablemente. A su vez, la necesidad de éstas crecía al ritmo del crecimiento horizontal del
sector industrial argentino y de la brecha individual de cada empresa respecto al mundo. En ese
contexto, la Argentina entra en una crisis económica profunda que, sumada a la apertura
comercial y financiera y la sobrevaluación cambiaria decretada por la dictadura militar,
comienza a desmantelar el sector industrial. Cualquier reactivación económica en una economía
de capitales rezagados requiere del crecimiento de la magnitud de compensaciones disponibles,
lo cual marca el comienzo de la necesidad de la venta de la fuerza de trabajo por debajo del
valor. Su primera aparición se encuentra vinculada a la represión brutal de las organizaciones
obreras y la reducción de salarios nominales encarada por la dictadura militar. Pero esa
necesidad, como vimos, no es compatible con la industrialización sustitutiva ya que cuestionaba
directamente el rol de salario como fuente de demanda –rol que cumplía en la etapa anterior- y
lo convierte en un costo directamente vinculado al logro de competitividad externa.
Competitividad que, vale la pena remarcar, no estaba ni remotamente asegurada dadas las
condiciones de tecnología, escala o especialización que presentaba la economía argentina.
A su vez, lo que internamente comenzaba a transformarse se vinculaba a un proceso
general del capitalismo, que iría cerrando crecientemente la posibilidad de retomar el camino
industrializador. A comienzos de la década del setenta, la acumulación de capital a nivel
mundial comienza a experimentar transformaciones vinculadas a la deslocalización productiva
habilitada por la revolución de las telecomunicaciones (Fröbel et al, 1980). En ese marco, ¿qué
podía ofrecer nuestro país en la era de la deslocalización y robotización? En primer lugar, no
poseía un mercado interno extenso, que justificara mantener la producción de la generalidad de
mercancías en su interior. En segundo lugar, tampoco podía proveer fuerza de trabajo barata a
los efectos de convertirse en plataforma de exportación, tanto por los elevados salarios en
términos internacionales que se pagaban como por la relativamente escasa población sobrante
que permitiría eventualmente reducirlos y mantenerlos a ese nivel. En tercer lugar, tampoco
operaban al interior capitales que se encontraran desarrollando ni aplicando las últimas
tecnologías, lo cual impedía convertirse en un espacio articulador de tales procesos.
Todo ello llevo a que una crisis económica potencialmente coyuntural por insuficiencia de
fuentes de compensación se convierta en una crisis estructural donde las condiciones de vida
de la población se ven crecientemente deterioradas. A tal punto que inclusive recurriendo a la
compensación salarial la economía argentina fue achicándose porque gran parte de las
empresas no pudieron continuar compitiendo (Iñigo Carrera, 2007; Kennedy, 2012).
Como puede verse en el Gráfico 7, el salario real industrial cae entre su pico de 1974 y
2010 un 32%, y un 50% si consideramos el pozo de la última crisis en 2003. Por esa razón,
inclusive en un período no muy favorable para los trabajadores en Estados Unidos, el salario
industrial relativo se reduce marcadamente. Aunque aquí no nos concentraremos en ellas, las
consecuencias han sido la creciente segmentación laboral y la pobreza ya que estos procesos
no afectan a todos los trabajadores por igual (Arakaki, 2012; Graña, 2012).
- 20 -
5. Algunas líneas de debate sobre el futuro
Es claro que el último cuarto del siglo pasado no fue bueno para los trabajadores en
Argentina. Sin embargo, la discusión sobre el por qué eso fue así presenta muchísimas aristas.
Aquí nos gustaría realzar la que venimos desarrollando –el rezago productivo y su forma de
compensación- ya que en tanto sigue actuando hoy se presenta como más importante y
urgente reconocerla y transformarla.
Como muestra el Gráfico 6, la productividad relativa del sector industrial argentino es
apenas entre un 20% y un 40% del estadounidense21; inclusive si tomamos únicamente a las
empresas más grandes del país estamos lejos de esos niveles. Como tal, la necesidad de
compensaciones es permanente. Uno podría pensar que si la renta de la tierra fluyera
permanentemente y en cantidades suficientes no habría problema, sin embargo eso no puede
asegurarse. Por ende, los trabajadores seguirán sosteniendo de manera extraordinaria, es decir
más allá de los niveles normales y poniendo en juego sus condiciones de vida, la acumulación
de capital en Argentina.
En la discusión sobre el desarrollo económico el sector industrial se encuentra
indisolublemente vinculado a él debido a que este cuenta con ciertas características técnicas
que lo colocan como el mejor candidato: su transabilidad le confiere rendimientos a escala, el
acceso a una demanda internacional, encadenamientos productivos relevantes y la generación
de empleo. Sin embargo, lo central es qué características tienen las empresas que impulsamos.
Si no nos concentramos en desarrollar empresas medias que compitan en condiciones normales
en el mercado mundial, las compensaciones seguirán siendo necesarias y las consecuencias
seguirán siendo las mismas. Pero este argumento no es nuevo, ya Presbich (1986 [1949]))
alertaba contra la constitución de empresas industriales de pequeña escala, ya que traería
aparejados mayores problemas que soluciones a las economías latinoamericanas.
Es decir, no alcanza con plantear que necesitamos desarrollar la industria sino
fundamentalmente qué características tendrá esa industria. En otras palabras, si logramos que
los capitales medios que desarrollemos se encuentren en el sector industrial, dado que por sus
características técnicas posee rendimientos a escala, transabilidad, eslabonamientos y empleo,
mejor.
Para clarificar la importancia que tiene la necesidad de transformar las características
productivas de las empresas que operan en Argentina, en otro lado (Kennedy y Graña, 2010),
21 Si este no fuera el sector industrial más avanzado, la comparación daría como resultado un panorama aún más
ignominioso.
- 21 -
estudiamos la importancia del sector industrial en varias economías (Argentina, España, Estados
Unidos, Francia, Italia y Japón) y en todas se presenta un proceso de desindustrialización de
iguales proporciones tanto en términos del empleo como del producto, pero en términos
generales ninguna debacle social como la Argentina ha sucedido. Eso se debe a que esas
tendencias similares encierran procesos diferentes, mientras que en estos últimos países son
expresión de la subcontratación y complejización de los procesos productivos (Fajnzylber,
1983), en nuestro país expresa la imposibilidad de competir y la desarticulación completa del
sector (Nochteff, 1991).
En términos históricos podríamos decir que la necesidad de desarrollar capitales medios
se pasó por alto ya que la ISI intentó promover una Industrialización Sustitutiva bajo un
esquema Fordista sin reconocer que la escala, sólo alcanzable produciendo para el mercado
mundial, era la base de su potencia (Lipietz, 1992)22, mientras que en la última etapa hemos
asistido a un proceso de individualización y precarización de la relación laboral -sacralizando la
polivalencia y flexibilidad- como si ello alcanzara para crear las condiciones competitivas de las
empresas japonesas enmarcadas en el Ohnismo (Coriat, 1994).
Sólo a partir de la comprensión de las características de las empresas industriales que
compiten en el mercado mundial es que podemos obtener algunas pautas de los procesos
exitosos de otros países. Por ejemplo, en el sudeste asiático se conjugó la industrialización con
la constitución de capitales medios a nivel mundial (Fajnzylber, 1983). Con esto no intentamos
afirmar que dichos procesos sean idílicos: ¡claro que allí se compensó –y en algunos casos se
continua compensando- el rezago productivo de sus capitales en base a miserables condiciones
de vida de la población trabajadora! La diferencia reside en la inutilidad -y particularmente en la
magnitud creciente e infinita duración- del esfuerzo que se deposita en las espaldas de la clase
obrera latinoamericana para compensar capitales que no tienen ni la más mínima posibilidad de
alguna vez superar tal situación y a los cuales no se les impone la más mínima planificación ni
condicionalidad para acceder a esos beneficios extraordinarios.
Mientras no reconozcamos la centralidad de esas condiciones productivas para la
constitución de un mercado laboral que asegure calidad y salarios dignos, seguiremos viviendo
al ritmo de la renta y sus crisis que hunden las condiciones de vida de los trabajadores.
6. Bibliografía
22 Esto se vincula también a la posibilidad concreta que brinda la renta de la tierra de cerrar la economía e impulsar un
proceso industrializador internamente. Lo cual no era posible en el sudeste asiático, de allí su necesidad de vincularse al
mercado mundial no solo por capital prestable sino por demanda para esa producción que los salarios internos no podía
realizar.
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