Post on 06-Aug-2015
EN LA PLAZA DE CABANA
Por: Enrique Vásquez Sifuentes
Quienes hemos vivido por buen tiempo en Cabana y
ahora nos encontramos lejos de ella, supimos admirar
y respetas a varios personajes cuyas actitudes nos
llamaron de alguna manera la atención.
Ellos habitaron tanto en los barrios de San jerónimo,
Huayumaca, Pacchamaca y Trujillo. Con el correr del
tiempo aún los tenemos presentes. Vamos a dar cuenta
de ellos.
Ahora, vísperas de Año Nuevo, nos encontramos en la
plaza del pueblo. En la esquina de las calles Porvenir y
San Jerónimo tenía su tienda don César Loli, un
próspero ganadero, convertido luego en comerciante.
En este ambiente, se reunían hasta muy entrada la
noche numerosos jugadores de rocambor y de póker en
cuyas apuestas corría abundante dinero.
Al otro lado, destacaba la tienda del panadero Pedro
Oré, cuyos panes, cachitos y rosquitas eran las delicias
de la población; así como sus riquísimas melcochas
que apetecían a los colegiales de la Pre vocacional
291, de la escuela “Mixta” y del Colegio Pallasca.
En el otro extremo, junto a la subprefectura, encontramos la tienda de Severo Rosales. Esta era un
refugio especial. Al mediodía, allí, se conglomeraban empleados públicos, maestros, policías y
parroquianos en general para brindar un rebosante vaso de cerveza negra, primero, antes de ir a
almorzar. En este lugar se hizo famoso el popular “ceveraso” que al más experto bebedor lo dejaba
embriagado, comenzando por su propietario. Es que el dueño se servía un vaso repleto de cerveza, no
una sino las veces que le tocaba brindar.
Caminamos luego en dirección a la calle Trujillo. A una puerta del panadero vemos la tienda de doña
Esperanza y de don Pedro Vargas que se abre esporádicamente durante el año. Ahí se vende licor,
gaseosas, algunos víveres. Mayormente, sus dueños le dan vida en la fiesta grande del pueblo. Muchos
campesinos se congregan, más para tomarse unos cuantos gros. Salimos y al costado nos topamos con el
Bar Calidad de Guillermo Vivar quien por entonces innovó la atención a sus clientes. Mesas redondas
con sombrillas, limpieza excelente, buenos potajes y refrescos distinguen a este “snack bar”, la novedad
del momento.
Una puerta a la derecha nos sorprende la casa
comercial de mauro Azaña en cuyos andamios y
vitrinas exhibía productos obsoletos y raros que
solo lo adquirían compradores venidos de las
estancias cercanas y de los distritos vecinos.
Jáquimas, monturas, estribos, pellonetas, falsa
riendas, alforjas de cuero se exhibían por doquier.
Con su carácter alegre y de buen hablador, don
Mauro, siempre convencía a sus clientes para que
le compren alguito. Nadie se despedía de él sin
llevarse una mercadería.
Abandonamos esta fonda y nuestra mirada se detiene para admirar y aquilatar una impresionante casona.
Entramos en ella y encontramos a su propietario don Roberto Chavarri. Un hombre tranquilo, de
mediana estatura, tez blanca, pelo rubio, ojos zarcos y de bigote tupido. Nos atiende con mucha
amabilidad y nos cuenta que se desempeñó por varios años como Secretario de la Municipalidad y luego
como Secretario del Colegio Pallasca. Nos hace conocer la casona. Al centro hay un enorme patio
empedrado. A los costados habitaciones que la ocupan don César Loli y su esposa Corina más sus hijos
Juan, Carmen y Lorenza. Al fondo una espaciosa sala para reuniones sociales y deportivas. Al interior
una cocina y un traspatio para guardar las acémilas. En el segundo nivel varias habitaciones para el
reposo cotidiano con un amplísimo balcón que da la plaza principal. En él, durante la Fiesta del Apóstol
Santiago sus familiares, sus amigos o visitante lo ocupan para contemplar la carrera de caballos, la
procesión del Santo patrón y en el reto del año para admirar muchos acontecimientos pueblerinos.
Nos despedimos y proseguimos nuestra ruta. Ya en la esquina de la calle Libertad se ubica la Casa Cano,
la mejor de la época. Bien surtida, con varios “dependientes”, siempre repleta de clientes que entran y
salen por dos puertas laterales. La administra don Jacinto Cano, poco después que lo hizo su hermano
Gustavo. Ambos ciudadanos probos y desprendidos para obras del bien común.
Seguimos con nuestros recuerdos y subiendo a Huayumaca aparece en la puerta de su tienda Renán
Reyes, administrador de la Casa Reyes, otrora importante ganadero y comerciante a la vez. Es una
tienda muy surtida de productos lácteos especialmente. Al frente de esta casa comercial, cada sábado por
las tardes nos juntábamos los niños de los cuatro barrios para jugar el rayuelo y la cholla especialmente,
hasta que nos daba casi la noche.
Al finalizar esta cuadra, sobresalía una modesta casa, en la cual la tía María Vega y su esposo don
Custodio expendían la sabrosísima chica de jora guardada en botellas. Además, ricos panes y bizcochos
horneados con leña de eucaliptos. También rocotos y alfalfa en abundancia para la cría de los cuyes.
Compramos dos botellas de chicha, las ponemos en nuestro morral y proseguimos nuestro recorrido.
Al comenzar la calle Siete Caídas destacaba una pequeña
tienda, cuya propietaria era doña Juana, cariñosamente
conocida con el apelativo de “Rocota”. Allí expendía todo tipo
de verduras, chicha, alfalfa, algunas golosina y la rica
“Cocabanita”.
Al frente, sobresale hasta ahora, el Hotel Comercio que
administraba doña Luz Hidalgo. Esfuerzo, organización y
coraje distinguieron a esta madre cabanista. La tienda en el
primer piso y la inmensa sala en el segundo; así como las
habitaciones del tercer nivel guardan las historias de muchos
personajes que lo visitaron.
Estamos, ahora, junto al Chorro. Distinguimos el Palacio
Municipal. En la primera planta apreciamos la Botica Gloria,
administrada por don Francisco Romero. Hasta allí acudían
diariamente las personas para mitigar sus dolencias y
enfermedades. Aquí mismo funcionaba Radio Gloria que
desde las siete de la mañana daba a conocer las noticias del
Perú y una que otra vez, los acontecimientos de Cabana. Así
mismo, se propalaba la música del momento, especialmente la criolla. Vals como “Nunca Podrán”,
“Vida”, “Alma, corazón y vida”, hasta ahora resuenan en nuestros oídos.
En el ambiente contiguo, atendía el inigualable Eleuterio o “Llute” para sus amigos y conocidos. Era
experto en la cocina. Sus churrascos encebollados eran el plato favorita de sus comensales.
Finalmente, en la esquina de la calle Lima un señor de piel blanca, ojos celestes, muy alegre, hablador
hasta por los codos y de hábitos comerciales, atendía en una tienda repleta de mercaderías traídas desde
el Ecuador, así lo afirmaba. Era don Salatiel Alvarado, don “Shala”, un “Shilico” que asentó sus reales
en la tierra de los Pashas. Perdió la vida en un asalto ocurrido en Chimbote cuando realizaba sus
negocios.
En la parte sur de la plaza se levantaba una construcción para la policía nacional. Tenía varias oficinas,
un pasadizo que conducía al interior. A la izquierda quedaba “la chirona”, en donde más de un cabanista
fue a dar con sus huesos. A la derecha se ingresaba a un enorme patio con varias divisiones. Allí los
recluyeron a los movilizables que los llevaron al Batallón Pucará 37 de Trujillo para cumplir con el
Servicio Militar Obligatorio. La puerta central daba paso a la carceleta en la cual pagaban su culpas
personas que habían cometido diversos delitos. Muchos abigeos pasaron buen tiempo encerrados ahí.
Otra parte de esta construcción era para la
Subprefectura. Una oficina principal para
el Subprefecto y la otra contigua para el
Secretario. A este lugar llegaba gente de
toda la provincia y de las haciendas lejanas
para ponerse al día en sus obligaciones.
También ciudadanos del pueblo para
buscar la solución a sus problemas.
Muchos subprefectos supieron llegar al
pueblo. Algunos de conducta intachable;
otros dejaron mucho que decir por su
proceder. El pueblo los supo apreciar u
olvidar.
He caminado por todo el perímetro de este
recordado espacio público. Al centro tiene
una hermosa Glorieta hexagonal. Ha sido
y será el lugar para muchos
acontecimientos, sociales, religiosos,
costumbristas, culturales, cívicos,
deportivos, políticos y hasta
gastronómicos.
Cabana seguirá en nuestro recuerdo.
Del Libro: “Imágenes de la Tierra de Los Pashas”.
De: Enrique Vásquez Sifuentes