Post on 29-Dec-2015
Fijación Y Arraigamiento Del Carácter EzquizoideFIJACIÓN Y ARRAIGAMIENTO DEL CARÁCTER EZQUIZOIDE
* El carácter esquizoide se estructura y queda fijado en la primera fase de la evolución
madurativa del organismo. Esta fase que denominamos pre-oral, comprende los tres
primeros meses de vida extrauterina, y durante la misma se deben desarrollar las
condiciones necesarias para un buen arraigamiento del Sentimiento Básico de
Confianza en la Existencia.
En la fijación y arraigamiento del carácter esquizoide, resulta determinante la
circunstancia de que el nuevo ser viene a la existencia fenomenológica en este mundo
en un momento en el que la madre tiene congelada su capacidad de contacto tierno,
su capacidad amorosa; sus afectos con frecuencia han quedado congelados en un
sentimiento de odio. El sentimiento de hostilidad en el que se ve inmerso el bebé al
nacer puede ser sólo circunstancial y no estar necesariamente dirigido a él, o bien
puede estarlo. Más, sea como fuere, el sentimiento de odio se encuentra presente en
el momento del nacimiento, en las primeras semanas de vida extrauterina, y
probablemente durante todo el embarazo.
Estados depresivos de moderada intensidad, pero con sentimientos y pensamiento de
muerte –aunque no propiamente ideación suicida- pueden ser la causa que origine
este tipo de relación entre madre e hijo. Y ello es así, a consecuencia de la
incapacidad que una madre en estado depresivo siente para poder atender
satisfactoriamente a su hijo, y del sentimiento de estorbo con el que, desde esa
posición depresiva, se llega a vivir al bebé.
Cuando los afectos están congelados por el odio, y aunque originalmente no vaya
dirigido hacia el hijo, las características propias de este dañino sentimiento hacen que
aquél lo perciba de forma directa, sin filtros: como una amenaza a su existencia. Esta
será la sensación que experimente el bebé cuando la madre se acerque a satisfacer
sus necesidades básicas, tanto más si intenta igualmente colmar sus necesidades de
contacto tierno de manera voluntariosas.
Cualquier bebé es capaz de percibir sentimientos debido a que, en esta época, aún
mantiene plenamente abiertos sus canales intuitivos de percepción sensitiva, siendo
receptivo a las sensaciones de placidez, tranquilidad y, por tanto, confianza que le
transmiten algunas personas; así como a las de displacer, intranquilidad y
desconfianza que le transmiten otras. Estas últimas sensaciones serán
experimentadas como amenazantes, cuando sean lo suficiente intensas y
prolongadas.
El odio es un estado emocional, a la vez que un sentimiento cuyo impulso energético
está integrado en los componentes hostiles del subimpulso agresivo. Es el sentimiento
hostil más dañino de todos.
La madre del futuro esquizoide está congelada en el odio dirigido hacia la destrucción
del objeto determinado del que se esperaba satisfacción (puede ser el bebé o no), sin
embargo este sentimiento se expande y generaliza hacia los demás objetos que
entren en la esfera afectiva de la madre.
El hijo ocupa el lugar de ese objeto porque es el objeto de la madre en el momento en
que ella le está atendiendo, aun cuando originalmente el odio no vaya dirigido hacia él.
Por eso cuando el bebé manifiesta su necesidad y con las capacidades intuitivas de la
percepción sensitiva muy sensibles y eficaces, percibe, simultáneamente, toda la
destructividad de ese odio -de manera directa e intensa- tanto a nivel sensorial como
sensitivo.
Es decir: al tiempo que satisface una necesidad básica, percibe cómo su vivencia de
existir se ve interrumpida, quedándose fijado, no en dicha experiencia de satisfacción
sino en la del displacer. Por esta razón el núcleo de la estructura del carácter
esquizoide se sitúa en este hecho: el que la experiencia sensitiva del bebé que va
ligada a la demanda de satisfacción de sus necesidades implica paralelamente una
intuición sensitiva de amenaza a su existencia.
El bebé futuro esquizoide y el posterior adulto esquizoide, necesitará bloquear el
subimpulso tierno para no llegar a percibirse o, al menos, para percibir lo menos
posible las sensaciones relacionadas con su necesidad, con la pulsación de sus
necesidades. Como consecuencia de ello también quedan parcialmente bloqueadas
las manifestaciones externas que reclaman satisfacción. Es decir, también queda
parcialmente bloqueado el origen del subimpulso agresivo en cuanto a su función de
ponernos en contacto con el mundo exterior, con el evidente propósito de obtener
satisfacción del mismo.
La disposición defensiva antitética del subimpulso agresivo con respecto del tierno
contamina la naturaleza intrínseca de este último mediante sus componentes hostiles
porque toda frustración origina espontáneamente una respuesta reactiva hostil. Esta
contaminación ocasiona una distorsión en la percepción que hace posible que la
vivencia de las pulsaciones de las necesidades propias continuen siendo percibidas y
procesadas distorsionadamente como displacenteras y amenazantes, La energía
contenida y contenedora de ambos subimpulsos pasa a ser una energía estática,
generadora de las pulsaciones displacenteras que serán procesadas como angustia.
Sin embargo, -en un primer movimiento defensivo energético- sólo parte del
subimpulso tierno se dispone en función defensiva antitético de sí mismo, quedando
su naturaleza libre de la contaminación agresiva hostil. Por esta razón en la mayoría
de las personas esquizoides puede percibirse un sentimiento emocional profundo y
muy tierno; aunque ellos mismos no lo perciban como tal, y que se manifiesta
espontáneamente cuando adquieren la suficiente confianza como para establecer
relaciones afectivas. Este sentimiento de ternura se pone de manifiesto habitualmente
en su relación con los niños pequeños, si bien su expresión va desapareciendo a
medida que estos crecen. También se exterioriza con mucha facilidad en relación con
los animales y las plantas.
Resumiendo, el primer movimiento defensivo es el bloqueo de la percepción de la
necesidad -bloqueo del subimpulso tierno-; después se va a bloquear la expresión de
la demanda -bloqueo del subimpulso agresivo- energéticamente en función antitética
defensiva para contener y bloquear la mayor parte de la energía del subimpulso
tierno.
* Los desórdenes de la personalidad esquizoide tienen algunas de sus raíces en una
inocente aflicción infantil por una gran severidad. Cuando la mente consciente se da
cuenta de la cantidad de dolor que existe en el mundo, muchas veces sin una culpa
aparente que lo justifique, viene el cuestionamiento de la bondad y aún de la
existencia de un Dios que permite que esto ocurra.
Fairbairn considera que el origen de la posición esquizoide está en la temprana fase
oral del desarrollo, dentro de los primeros seis meses de vida. El lactante a poco de
nacer, busca a la persona materna. Cuando este deseo es frustrado, el interés y la
ansiedad se focalizan en la relación de parte-objeto: boca-pecho. Conjeturando que el
lactante “piensa” con la boca, digamos que él se defiende de la pena por la falta de la
madre con una fantasía de la posesión del pecho. Ya sea en su aspecto de dador-de-
vida o en su aspecto negador-de-vida, el pecho es vivenciado como “tragado” o
“incorporado”. Si es un “mal-pecho”, puede ser rechazado oralmente por nauseas o
vómitos, o rechazado analmente por diarrea. Así, la boca y el tracto digestivo pasan a
ser los órganos de expresión para un lenguaje de fantasía que realmente concierne a
la verdadera relación del lactante con la madre. Nuestra práctica con pacientes
reviviendo sus propias experiencia s a esa edad, nos lleva a tratar de cambiar el
énfasis hacia la madre como un todo: su rostro, ojos, voz, su aspecto, su actitud en el
seno familiar como una “gestalt”, una imagen total, intuitivamente buscada y finalmente
reconocida. La búsqueda tiene que desembocar en un encuentro cara a cara. La
relación boca-pecho tiene que ver con el bienestar y sustento del ego más que con su
existencia. La tensión esquizoide tiene que ver con la desesperación y el temor de la
existencia misma.
Guntrip sostiene que el apartamiento esquizoide instala un sistema interno cerrado
que se caracteriza por el odio del débil, pasivo, “incondicionalmente malo”, niño. Este
siente que tiene que haber habido la intención en la madre de llevarlo lo más cerca
posible de la muerte. El identificarse con esta intención puede hacer al paciente
acercarse lo más posible al suicidio. Esta actividad auto-destructiva puede ser
motivada por un intenso deseo de retornar al punto donde la unión con la madre fue
rota. Dado que esto ocurrió en un momento de infinito dolor, el intento de retornar - y
así le parece a la mente regresiva - debe transitar a lo largo del mismo camino
doloroso. En efecto, existe algo reconfortante en la actividad misma, por destructiva
que parezca. La alternativa sería una más angustiosa y desintegrante pasividad. El
impulso básico detrás de las condiciones psicopatológicas es la necesidad de llegar a
ser una persona por derecho propio en el más estrecho sentido, o sea la lucha por
preservar un ego.
Para mantener relaciones personales satisfactorias es fundamental la salud de los
orígenes psicodinámicos. El total quiebre esquizoide en la relación de dependencia y
de confianza con la madre o su subrogante, aunque tan temible como para producir un
deseo de perpetuar el quiebre, no puede ser mantenido por el niño. Sería la muerte. Él
debe instalar un “sistema de falso ser” para guardar las apariencias. Esto lo provee de
una máscara de aparente confianza, pero realmente de secreto no-compromiso,
detrás de la cual el ego puede retirarse a lamer sus heridas. Aquí él disfruta los
pálidos
placeres de una fantaseada afirmación de su ser mantenida gracias al narcisismo.
Puede también regresar a los bien recordados Campos Elíseos de las satisfacciones
intra-uterinas. De nuevo dentro del fantaseado útero, el ego regresivo se siente a salvo
y sano.
Cuando el infante, en total inocencia, sufre esta atroz aflicción a las manos de su
madre, que lo hace caer en el desamparo de la posición esquizoide, toma para sí la
actitud “que debió haber sido” la de la madre. Se condena perpetuamente al aparente
veredicto materno: “este ser no vale nada, olvídenlo, apártense de él”. Debe
contemplarse a sí mismo como deficiente, digno sólo de ser rechazado, inaceptable
para las otras personas. El auto-desprecio es inseparable de la posición esquizoide.
* La típica infancia del esquizoide está marcada por la experiencia de una excesiva o
demasiado poca conexión humana. Demasiadas referencias a falta de calor y de
conexión y una sensación de abandono emocional; demasiadas alusiones al
intrusismo parental, que arrasa emocionalmente las capacidades del niño o joven y
además producen su aislamiento o disociación para sobrevivir. Algunas veces se
alternan el abandono y la invasión. Dado que conocemos la importancia de la
flexibilidad del movimiento entre conexión y separación para el crecimiento y bienestar
del individuo, es fácil entender como la experiencia infantil típica del paciente
esquizoide le deja profundamente enraizado, a menudo sentimientos inconscientes de
hambre de conexión, por un lado, y simultáneamente, temor de ser engullido y
asfixiado, por otro. Esto conlleva temores gemelos universales que son fundamentales
en el proceso esquizoide: el pánico o terror al contacto de ser absorbido o devorado, y
el pánico o terror al aislamiento. Estos son particularmente intensos y fuertes para el
esquizoide, que los experimenta a un nivel existencial de supervivencia o muerte.
Debido a que el esquizoide desdobla conexión y desconexión de esta manera,
perdiendo fácilmente el movimiento entre ambos, está orientado a la amenaza de
llegar a estar atascado en un polo u otro. De todos modos, el esquizoide piensa por lo
general sobre las relaciones en términos de una trampa potencial, ahogo y esclavitud.
Ellos no confían en que no devorarán al otro significativo o que serán devorados. No
creen que tendrá lugar la separación cuando lo necesiten, y así no se sienten seguros
para sentirse íntimamente conectados. Naturalmente, el peligro de ser atrapados
proviene en gran parte de su propia necesidad de identidad y temor al abandono.
Desarrollo saludable
El self solo puede experimentarse a sí mismo en el acción de experimentar otra cosa-
y siendo experimentado. La formación de uno mismo cohesiva y saludable depende
del contacto con la persona maternal que ni sea demasiado ni excesiva.
Desde el nacimiento los niños están equipados para estar tanto separados como
conectados con los demás. La investigación de Stern (1985) confirmó que desde el
principio los niños se conocen a si mismos y conectan con el ambiente humano. Para
desarrollar su potencial de maduración, los niños deben ser bienvenidos en el mundo y
apoyados en ser ellos mismos y estar conectados. Este apoyo comienza cuando la
madre restablece el contacto roto en el parto. El niño necesita que se le haga sentir
que pertenece al mundo de la gente. A través de una relación formal madre e hijo, el
niño aprende que no está solo emocionalmente en el mundo incluso cuando está
separado físicamente. Este apoyo para estar conectado y separado es necesitado a
través de la infancia y la adolescencia. Idealmente, el niño aprende que puede estar
solo en la presencia de la madre y así en íntima relación con otros. De esta manera los
niños aprenden que pueden tener privacidad y estar en posesión de si mismos sin
perder a los demás, que pueden estar físicamente separados o tener sus propios
sentimientos y pensamientos en presencia de los padres y todavía sentirse conectado
y que están conectados con ellos cuando tiene necesidades y sentimientos. El niño
puede estar sólo en una realidad externa porque no está solo en una realidad interna.
El desarrollo de estas capacidades depende de la experiencia parental temprana, el
desarrollo de la constancia del objeto, y así sucesivamente.
Desarrollo esquizoide.
Desafortunadamente, la trayectoria justo descrita es bastante distinta de la experiencia
temprana del esquizoide, cuya infancia tiende a estar marcada alternativamente por
experiencias de invasión y ser desbordado por un lado, y de sentirse vacío y solo en el
universo por otro lado:. El esquizoide entonces suele preocuparse, fantasear y aislarse
para protegerse contra esas experiencias. Aunque la naturaleza y la madre despiertan
unas poderosas necesidades emocionales en el niño, si hay bien insuficiente afecto,
respuesta amorosa, o bien un exceso de intrusismo, respuestas arrolladoras, la
necesidad solamente aumenta, y el niño experimenta una privación dolorosa o
sentimientos inseguros tales como ansiedad ante la separación y/o conexión. Un
hambre profunda hambre de intimidad crece en el niño. Las tempranas experiencias
del esquizoide son que la madre no es confiable, normalmente porque ella alterna
entre la invasión y el abandono. La madre no solo no puede tolerar, contener y guiar
los afectos del niño (por ejemplo, necesidad, ira, euforia, hasta amor), ella los
encuentra amenazadores y arrolladores y los trata como algo malo. Estas madres
suelen llegar a estar desbordadas debido a su propia depresión, situación en la vida, o
asuntos caracterológicos; con frecuencia no tienen el apoyo necesario para satisfacer
al niño en los intensivos estados afectivos y permanecer con él hasta que el afecto
haya pasado. Claramente, el problema está en la madre, no en el niño. De todos
modos, la experiencia del niño es que sus fuerzas vitales y su energía parecen matar a
la madre- o al menos la conexión con y la relación con la madre. Si un niño pequeño
tiene una rabieta y su madre lo castiga a su habitación durante tres días, la realidad
del niño es que él ha matado emocionalmente a su madre. Y, naturalmente, matar a la
madre haría imposible la vida del niño ya que no puede vivir sin un padre.
El legado para el niño es que su fuerza vital amenaza a la madre, lo cual equivale para
el niño a "mi vida amenaza mi vida". Cualquier cosa de su interior, hasta algo bueno,
se vuelve mala y destructiva al ser manifiesto. La única esperanza es guardarlo todo
dentro y de este modo hacerlo invisible. El niño debe, a toda costa, evitar provocar el
abandono emocional total o la invasión y el contraataque aniquilador de la madre.
Además, el niño sufre su propio aislamiento para evitar una mayor y devastadora
privación- la pérdida de la madre y su relación con ella. Desafortunadamente, esto
deja en el niño una enorme hambre que no puede satisfacer, un hambre que es
proyectada sobre la madre, quien es vista como devoradora. Y una madre que
realmente devora hace que esto sea aún más real y terrorífico.
* Lo más llamativo con respecto a la forma de deprivación amorosa del eneatipo V es
su temprana aparición, de modo que el niño nunca tuvo oportunidad de establecer un
lazo profundo con su madre.
A diferencia del eneatipo IV, cuya reacción emocional representa un duelo por una
pérdida, el eneatipo V siente un vacío sin saber lo que está echando de menos. “El
síndrome del hospitalismo” descrito por Spitz –según el cual los niños a los que se
provee de alimento, pero no de cuidado materno, languidecen hasta morir- resulta
emblemático de lo que sucede de un modo más sutil con el adulto de actitud distante
que sufre de apatía y depresión, sin tristeza aparente.
La situación de deprivación maternal (literal o psicológica) puede complicarse con la
falta de relaciones alternativas cuando se trata de hijos únicos, o bien si el padre es
una figura distante o la madre interfiere celosamente en la relación del hijo con él. La
falta de relación con los demás en tales casos proviene de la ausencia de una
profunda experiencia de relación en el hogar.
Otro elemento que se encuentra a menudo en la infancia del eneatipo V es el de una
madre “devodadora”, “invasiva”, o “excesivamente manipuladora”. Con una madre
semejante, el niño protege su vida interior a base de retraerse y aprende así a ser
reservado.
Estas y otras experiencias contribuyen al desarrollo del individuo perteneciente al
eneatipo V, en el sentido de que es mejor arreglárselas solo en la vida, de que la gente
no es amorosa, y que es un “mal negocio” relacionarse con otros, pues el amor que
pueden ofrecerle es manipulativo y conlleva la expectativa de no recibir demasiado a
cambio. Así. La vida se organiza sobre la base de no necesitar a los demás y de
ahorrar los propios recursos.
Las personas esquizoides tienen a menudo un padre o una madre esquizoide. Se de
una mujer en cuyo caso ambos padres eran esquizoides. No es menos común, sin
embargo, el antecedente de un padre o madre del eneatipo VI.
BIBLIOGRAFÍA:
“Ternura y Agresividad” Juan José Albert
“Carácter y Neurosis” Claudio Naranjo
“Psicoterapia del Proceso Esquizoide” Gary Yontef
“La Personalidad Esquizoide” Frank Lake