Post on 20-Mar-2016
description
FORJANDO
MARIANO J. ARAMBUROVIRGINIA MACCHIMERCEDES LÓPEZ CANTERAOSCAR H. AELO
JOSÉ MARCILESEMARIANA POZZONIMARCELA fERRARINIDIA BURSTEIN
SANTIAGO ROTMANCARLOS VARETTOCARLA CARRIZOCECILIA GALVáN
ESCRIBEN
Año 01 - Número 02REVISTA CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES ARTURO JAURETCHE
ISS
N 2
313
-90
21
Forjando
AÑO 01 - NÚMERO 02DICIEMBRE DE 2012
Dirección: Mauro Amorosino
Secretarios de Redacción:Juan Manuel RomeroLucía Paolucci
Diseño Gráfico:Nicolás Henrichsen
Ilustraciones: Diana Park
Banco de la Provincia de Buenos Aires
Presidente: Lic. Gustavo Marangoni
Vicepresidente: Dr. José Pampuro
Director Secretario: Lic. Daniel Tillard
Director: Sra. Marta Helguero
Director: Dr. Rafael Perelmiter
Director: Lic. Carlos Fernández
Director: Dr. Diego Rodrigo
Director: Cdor. Omar Galdurralde
Director: Dr. Javier Mouriño
Forjando es una publicación del Banco de la Provincia de Buenos Aires. San Martin 137 /C1004AAG / Ciudad de Buenos Aires / Argentina.
Si nos quiere contactar, escríbanos a: centrodeestudiosjauretche@bpba.com.arLas notas publicadas no representan necesariamente el criterio del Editor.
RNPI Exp. 5038860ISSN 2313-9021
PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN PARCIAL O TOTAL POR CUALQUIER MEDIO SIN PERMISO DEL CENTRO.
Nº02
Partidos Políticos en la Provincia de Buenos Aires.
Camino a la Revolución. El Partido Comunista de la Argentina en la provincia de Buenos Aires. 1930-1943.
28
El Partido Peronista en la provincia de Buenos Aires. 1947-1955.
38
Conflictos, prácticas políticas y organización partidaria en el peronismo de Bahía Blanca. 1945-1960.
48
La apertura electoral en la provincia de Buenos Aires y la gravitación juvenil en el gobierno de Oscar Bidegain. 1972- 1974.
60
El radicalismo bonaerense en la reconstrucción democrática: de la ilusión al desencanto de las mayorías, 1983-1987.
Partidos, federalismo y práctica electoral: la provincialización de la política local en las elecciones de 2011.
ÍNDICEFORJANDO
EditorialGustavo Marangoni
10
Partidos y facciones en la primera mitad del siglo XIX en Buenos Aires.Mariano José Aramburo y Virginia Macchi
16
Camino a la Revolución. El Partido Comunista de la Argentina en la provincia de Buenos Aires. 1930-1943.
Mercedes F. López Cantera
El Partido Peronista en la provincia de Buenos Aires. 1947-1955.
Oscar H. Aelo
Conflictos, prácticas políticas y organización partidaria en el peronismo de Bahía Blanca. 1945-1960.
José Marcilese
La apertura electoral en la provincia de Buenos Aires y la gravitación juvenil en el gobierno de Oscar Bidegain. 1972- 1974.
Mariana Pozzoni
El radicalismo bonaerense en la reconstrucción democrática: de la ilusión al desencanto de las mayorías, 1983-1987.
Marcela Ferrari
70
De alianzas y circunstancias. La política bahiense entre 2003 y 2007.Nidia Burstein
80
Las tres vidas del sistema de partidos bonaerenseSantiago Rotman y Carlos Varetto
92
Partidos, federalismo y práctica electoral: la provincialización de la política local en las elecciones de 2011.
Carla Carrizo y Cecilia Galván
106
FORJANDOEDITORIAL 10
La política y sus instituciones no son inmunes a los cambios que la sociedad
ha experimentado en los últimos años. Como un deportista maduro que se
empecina en seguirles el ritmo a los competidores más jóvenes, la política, si
pretende mantener la legitimidad de su representación, no puede perderle
pisada a las mutaciones que día a día se van sucediendo.
Como lo marca el artículo 22 de la Constitución, cuyas palabras recorren el
corazón que ilustra la tapa de este número, nuestro sistema político adopta
para gobernar la forma representativa, es decir, el pueblo sólo puede
gobernar mediante individuos elegidos democráticamente, nunca lo podrá
hacer de forma directa. Bajo esta premisa, los canales de representación por
excelencia han sido históricamente los partidos políticos, fuerzas en las que
se organizan y defienden ideas y principios que entrarán en competencia
para ocupar temporalmente determinados puestos de gobierno.
En nuestra historia, los partidos tuvieron un rol protagónico, fueron las
primas donnas del sistema. Así, hemos tenido grandes organizaciones
cuyas ramificaciones fueron nacionales, como el Partido Radical y el
Justicialista, y otras que tuvieron una vida más acotada, tanto espacial
como temporalmente, es sólo cuestión de repasar lo que fueron ayer y lo
que son hoy el Partido Socialista, el Comunista o la UCD, por nombrar sólo
algunos ejemplos.
En la Argentina, la pregunta por los partidos estuvo habitualmente
inspirada por debates acerca de la inestabilidad del sistema. Mientras
ciertos investigadores los entendían como expresión de los intereses de las
clases sociales, otros se preocuparon en cambio por la vida interna de estas
instituciones y el modo en que sus características influyeron en la forma
en que se desempeñaron en la escena pública. La renovación y expansión
de los estudios en las Ciencias Sociales que tuvo lugar en los últimos años,
amplió notablemente la variedad de enfoques posibles: los discursos y las
ideologías partidarias, sus relaciones con la prensa, los procedimientos con
los que se seleccionan elencos dirigentes y la creación de carreras políticas,
la lógica de los conflictos partidarios internos, las características de la
inserción regional de los partidos, son algunos de los problemas estudiados
por los investigadores.
EDITORIALpor Gustavo Marangoni
FORJANDO EDITORIAL11
Ahora bien, en el presente los partidos políticos están muy lejos de ser lo que
fueron antaño: estructuras monolíticas con enormes aparatos electorales y
miles de afiliados que pagaban sus cuotas religiosamente y defendían las
bases ideológicas recusando a todo aquel que osara moverse un ápice de
sus principios.
Hoy, las organizaciones son más bien laxas, la presencia territorial basada
en las unidades básicas o comités dista de ser uniforme y las fronteras
ideológicas son difusas. Todo esto da como resultado partidos que son
meros sellos electorales, legalmente imprescindibles para presentarse a
elecciones, pero de un significado real más bien vacío.
¿Esto ha matado al sistema representativo? No, lo ha transformado. Las
identidades y lealtades líquidas crearon una crisis en la representación
que ha dado lugar a un cambio en la misma. Hemos pasado de un sistema
representativo a uno de audiencias.
¿Cuáles son las bases de esta democracia de audiencias? Principalmente
que las figuras políticas ya no son complejos armados partidarios sino
individuos cuyos liderazgos se sostienen en la imagen pública. Los partidos
ya no son más los exclusivos articuladores de las demandas de la sociedad
(por lo menos no en su mayoría), ahora lo son personas, caras, apellidos
y sonrisas en afiches propagandísticos con poca o nula estructura detrás.
En este segundo número de Forjando tratamos de abarcar todos los
momentos de la vida partidaria: sus comienzos, sus luchas, su cenit y su
actualidad, subsumida en más preguntas que respuestas. Pero, como
es habitual ya, siempre partiremos de un enfoque cerrado al acontecer
de la Provincia de Buenos Aires. Como en el primer número, dedicado
a la participación popular en la vida política de la Provincia, los artículos
que componen esta revista se articulan en torno de un marco temático
unificado. Los autores que escriben en esta oportunidad centraron sus
análisis en diversos aspectos del sistema político, teniendo como principal
referencia a los partidos. Se trata sin dudas de un tema fundamental para
quienes intentan explicar las particularidades de la vida política del país.
Nuevamente, nuestra intención es contribuir a la reflexión y el debate.
Estamos convencidos de que conocer mejor el pasado permite imaginar
futuros mejores.
La cuestión de los partidos en la Provincia de Buenos Aires se vio enriquecida,
tanto por la renovación de las preguntas y las metodologías utilizadas para
el estudio de la política, como por el avance sobre la cuestión regional y
local. Los estudios de caso han mostrado lo problemático que puede
ser atribuirle a un partido determinadas características, sin atender a las
diferencias que se manifiestan en las distintas provincias o localidades en las
FORJANDOEDITORIAL 12
que éste se inserta. Por las mismas características de la Provincia, que resulta
el bastión clave para la mayoría de los partidos de alcance nacional, esta
dimensión local tiene un gran interés. Si bien es mucho lo que todavía nos
falta aprender sobre ella, consideramos que los ensayos que presentamos
aquí constituyen una contribución importante para la comprensión de ese
problema. Muchos de ellos, hay que decirlo, provienen de investigaciones
producidas en el marco de los diversos centros de estudio con los que
cuentan las Universidades que funcionan en Buenos Aires.
Por último, el lugar de la Provincia en la política nacional también está siendo
revisado con interés. Ocupa, sin dudas, un lugar especial, y su estudio permite
comprender mejor a la Argentina. Desde tiempos coloniales, el control del
puerto convirtió a la ciudad de Buenos Aires y a su campaña en una pieza
clave en la región. Luego de la independencia, y durante las guerras civiles
que atravesaron el siglo XIX, esa disposición de los recursos (sumada a la
capacidad de emitir moneda), aseguró la superioridad militar de Buenos
Aires, y por lo tanto su hegemonía respecto del resto de las provincias.
Cuando a finales de ese siglo comenzó a fortalecerse el Estado Nacional,
luego de un proceso en el que Buenos Aires tuvo un rol fundamental, este
nuevo poder pretendió doblegar a los poderes provinciales. Buenos Aires
fue derrotada en 1880, y luego, en medio de un importante debate, se
federalizó su capital, la Ciudad de Buenos Aires. La situación estructural de
la Provincia (la más rica y la más poblada del país), ha condicionado de ese
modo su relación con la política nacional, de formas que perduran hasta
nuestros días. Se trata sin dudas de una realidad muy compleja, en la que
intervienen fenómenos de índole diversa. Confiamos en que este número de
Forjando ayudará a comprender mejor estos problemas.
LOs CONTENIDOs DE EsTE NúmERO
Los historiadores Virginia Macchi y Mariano José Aramburo abren la revista
con un artículo en el que se ofrece una mirada panorámica del rol de los
partidos en el territorio bonaerense a lo largo del siglo XIX. Ese cuadro
permite interrogar los cambios en los modos de agrupación política que
tuvieron lugar en el período. ¿Cuáles eran sus características antes de la
formación de esas instituciones modernas a las que llamamos “partidos”?
El recorrido se nutre entonces de la aparición los clubes políticos y logias
en tiempos de la independencia, de los conflictos que cruzaron luego
a “unitarios” y “federales”, y de la organización finalmente de algunos
“partidos” en la década de 1850. Esos cambios aparecen así como un
muestrario de las características más relevantes de la política bonaerense
del período.
Ya con la mirada en el siglo XX, Mercedes López Cantera recupera una
experiencia importante y que es aún poco conocida: la del Partido
Comunista Argentino en los años previos a la aparición del peronismo.
FORJANDO EDITORIAL13
Como sabemos, el período iniciado con el golpe militar de 1930 estuvo
marcado por un retorno del conservadorismo al poder y por importantes
transformaciones económicas. A pesar de la sostenida represión estatal, los
comunistas argentinos implementaron una exitosa estrategia de inserción
en el mundo del trabajo. Las migraciones internas y el crecimiento del sector
industrial fueron el telón de fondo para un período en el que el movimiento
obrero cobró un protagonismo inédito. El conurbano bonaerense fue uno
de los espacios estratégicos en los que se desarrolló el comunismo, como
revela el estudio de la autora, que incluye además argumentos sobre la
experiencia del partido en Mar del Plata.
Las dos contribuciones siguientes trabajan en profundidad distintos
aspectos de la participación del Partido Peronista en la Provincia de Buenos
Aires, durante los primeros gobiernos peronistas. El primero de ellos, Oscar
Aelo elige una perspectiva a nivel provincial que destaca las características
de la organización partidaria local. El historiador resalta allí las complejas
lógicas que operaron en el proceso de construcción del Partido Peronista
bonaerense. Lejos de las habituales imágenes estereotipadas, el cuadro
que propone señala la existencia de importantes conflictos internos,
diferentes líneas internas que se disputaban la conducción, y aún diferentes
concepciones y modelos de organización.
Por su parte, José Marcilese aborda la cuestión analizando el recorrido del
partido en una localidad de la Provincia: Bahía Blanca. Allí, a los grupos
conservadores, sindicales y del radicalismo que confluyeron en las primeras
alianzas partidarias, se le agregó una activa célula proveniente de FORJA, lo
que constituye una de las singularidades del caso bahiense. La construcción
de liderazgos locales, y el delicado equilibrio de fuerzas entre las distintas
líneas partidarias, reflejan a la vez la complejidad de los vínculos entre la
política municipal y la provincial. Finalmente, la situación del partido se
vio además afectada por los procesos nacionales más resonantes, y debió
modificar sus estrategias a partir de la Revolución Libertadora, cuando la
dictadura comenzó a implementar políticas de desperonización.
Otros aportes avanzan en atractivos análisis de la historia reciente.
Publicamos aquí un artículo de la historiadora Mariana Pozzoni, acerca de la
experiencia política del peronismo provincial durante los años de gobierno
de Oscar Bidegain. En el contexto de apertura electoral que supuso el fin de
la proscripción de la fuerza mayoritaria, el FREJULI impuso su fórmula en la
provincia. Como los artículos anteriores sobre el peronismo, el de Pozzoni
revela la compleja vida interna del movimiento en una coyuntura marcada
por la emergencia de nuevos grupos, y la disputa por el control institucional.
También aquí, esos procesos de la política provincial aparecen influidos
directamente por aquellas otras tendencias de la política nacional.
Marcela Ferrari nos presenta un trabajo sobre el radicalismo bonaerense en
FORJANDOEDITORIAL 14
los años ochenta, a partir de la recuperación de la democracia. En esos años,
la UCR consiguió victorias electorales en la Nación y en algunos distritos
importantes, entre los que se destaca la gobernación de la Provincia de
Buenos Aires. El ensayo de la historiadora propone un análisis minucioso de
la trayectoria de las diversas líneas internas que confluyeron en las alianzas
de los años ochenta. Esa perspectiva pone de relieve los distintos conflictos
internos del partido, algunos ideológicos y otros generacionales. Hacia fines
del período, tanto los problemas del gobierno nacional, como el delicado
equilibrio de fuerzas dentro del partido provincial llevaron al radicalismo a
la derrota electoral.
Una zona diferenciada de nuestro número es la que se compone de artículos
dedicados a la reflexión acerca de la provincia y el sistema político en la
actualidad. El trabajo de Nilda Burstein abre esa sección con un análisis de
la política bahiense entre dos años clave, 2003 y 2007. El estudio de un
caso singular le permite a la autora avanzar algunas hipótesis acerca del
funcionamiento del campo político a nivel local.
Santiago Rotman y Carlos Varetto proponen también algunas hipótesis
dirigidas a explicar importantes aspectos del sistema político provincial, en
los últimos años. Su trabajo aborda así diferentes dimensiones del sistema de
partidos bonaerense, y las vincula especialmente con el diseño institucional
de la Provincia. La mirada en perspectiva destaca, además, la notable
estabilidad de dicho sistema en el período que va desde la recuperación
democrática hasta nuestros días.
También en esta línea se ubica nuestro último artículo. Carla Carrizo y Cecilia
Galván analizan las características del sistema electoral de la Provincia. Las
elecciones del 2007 y del 2011 son el punto de partida para una reflexión
sobre aspectos estructurales del sistema político y las articulaciones entre
la política provincial y la política local.
FORJANDO EDITORIAL15
FORJANDODOSSIER
16
Mariano José Aramburo es profesor y licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Es becario doctoral en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Facultad de Filosofía y Letras, UBA y docente de la cátedra Historia Argentina I (1776-1862) de la misma facultad. Ha publicado artículos sobre historia política argentina del siglo XIX en revistas nacionales e internacionales.
Virginia Macchi es profesora de Historia por la Universidad de Buenos Aires y magister en Historia por la Universitat Jaume I, España. Es becaria doctoral en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Facultad de Filosofía y Letras, UBA y docente de la cátedra Historia Argentina I (1776-1862) de la misma facultad. Ha publicado artículos sobre historia política argentina del siglo XIX en revistas nacionales e internacionales.
PARTIDOs y FACCIONEs EN LA PRImERA mITAD DEL sIgLO XIX EN BuENOs AIREs
por Mariano José Aramburo y Virginia Macchi
FORJANDODOSSIER
17
REsumEN
El artículo se propone ofrecer una mirada de conjunto sobre las característi-
cas de la cultura política bonaerense en la primera mitad del siglo XIX. Para
eso, se pregunta por el lugar del “partido” en la política de la época, analiza
los cambios de esa idea y las distintas modalidades de agrupamiento en
relación con algunas coyunturas clave del período.
INTRODuCCIóN
Una de las más importantes consecuencias del proceso de independencia
en el Río de la Plata fue la certeza de que el sistema político y su legitimidad
sólo podían lograrse bajo un sistema representativo. Efecto de lo anterior
fue que en Buenos Aires existieron elecciones regulares durante toda la pri-
mera mitad del siglo XIX.
Laxas agrupaciones políticas se crearon articulando y relacionando a los
notables de la época, con redes clientelares más amplias que entraban en
acción procurando el triunfo de una elección. Sin embargo, esto no significó
FORJANDO 18
la existencia de una idea de sociedad pluralista donde convivían opiniones
contrapuestas. Por el contrario, la cultura política de la época privilegiaba la
idea de unidad. Fue así que el término Partido se asoció con conceptos que
tenían un sentido negativo tales como facción, secta, logia, club, los cuales
eran considerados como contrarios a la unidad. Sin embargo, el principio
representativo y la práctica electoral supusieron la existencia de divisiones
políticas en Buenos Aires. Las páginas siguientes tienen el objetivo de expli-
car a estos partidos durante la primera mitad del XIX.
LOs PRImEROs AñOs DE LA REvOLuCIóN
Con la Revolución de Mayo en 1810, al interior de la Junta de Gobierno se
formaron dos partidos o facciones: una liderada por el presidente de la
Junta, Cornelio Saavedra; y la segunda, comandada por Mariano Moreno.
Estos primeros partidos surgieron, entonces, al interior del mismo gobierno.
Estos grupos diferían en el rumbo que tenía que tomar la Revolución, para
los primeros debía ser más moderado, y más radical para los segundos.
Los saavedristas buscaban que los diputados del interior, invitados desde
Buenos Aires a incorporarse a la causa revolucionaria, se agregaran a
la Junta de Gobierno. Para Mariano Moreno, los miembros debían ser
diputados de un Congreso que debía dictar una constitución y decidir la
forma de gobierno. La posición del partido de Saavedra fue la que triunfó y
el 18 de diciembre de 1810 se constituyó la Junta Grande.
Luego de la muerte de Moreno en marzo de 1811, los morenistas crearon el
primer club político que sesionaba en el café de Marco. Los integrantes de
este grupo político se opusieron sistemáticamente al gobierno de Saavedra
al que tildaban de moderado, generando fuertes tensiones con el gobierno.
Esta hostilidad entre ambas facciones desembocó en una asonada de ca-
rácter popular liderada por hombres de Saavedra los días 5 y 6 de abril de
1811. La petición de los levantados incluía la expulsión de los vocales more-
nistas y su destierro. Luego de este hecho, los morenistas fueron purgados
del gobierno, y se debieron marchar de Buenos Aires. Además se instaló un
tribunal de vigilancia que controlaba la lealtad política, y Manuel Belgrano
–asociado a esa facción- fue enviado a juicio por sus acciones militares en
la campaña del Paraguay. Muchos morenistas debieron exiliarse de la ciu-
dad frente a la persecución de los saavedristas. Sin embargo, el ascendiente
de Saavedra duró poco, pues luego de la derrota del ejército del norte en
Huaqui en julio de 1811, partió rumbo al Alto Perú para intentar recomponer
el ejército y sus enemigos aprovecharon su ausencia para tomar el poder,
formando el primer Triunvirato.
El club de los morenistas luego devino en una nueva asociación conocida
como Sociedad Patriótica, liderada por Bernardo de Monteagudo, quienes
FORJANDO19
se opusieron al gobierno del Triunvirato por calificarlo de moderado y de no
querer declarar la independencia y dictar una constitución. De esta forma,
surgieron nuevos centros de control político por fuera del aparato del es-
tado. Primero, Monteagudo como portavoz de esta facción cuestionaba al
gobierno desde el periódico oficial La Gaceta y que era respondido desde El
Censor, pero ambos fueron suprimidos el 25 de marzo de 1812. Entonces, los
miembros de la sociedad comenzarán a agitar la discusión desde las páginas
de un periódico fundado por Monteagudo, Mártir o Libre, donde explaya-
ba sus principios políticos. Desde este periódico, cuestionará la política del
Triunvirato, a la que calificaba de tibia. De esta forma, el espíritu de facción o
de partido de los primeros años de la Revolución se llevó a cabo en asocia-
ciones, es decir, grupos de individuos, en este caso de la elite, con intereses
comunes, referidos a la política revolucionaria, que se reunían en sociedades
para discutir y debatir. Los intercambios de estas asociaciones se plasmaban
en la prensa periódica del organismo, de fuerte contenido político.
Para octubre de 1812, la dirigencia de la Sociedad Patriótica, más otros pa-
triotas llegados desde la península, como José de San Martín y Carlos María
de Alvear, conformaron una nueva sociedad política -esta vez de carácter
secreto- llamada la Logia Lautaro, la cual reprodujo el sistema organizati-
vo de las logias masónicas. Los objetivos de este grupo eran organizar un
ejército libertador y declarar la independencia. La oposición a la política del
Triunvirato se fortaleció. Este grupo, el 8 de octubre de 1812, llevó a cabo una
asonada militar que depuso al Triunvirato y lo reemplazó por uno nuevo. El
ascenso al poder de esta facción más radical, se vio reflejado en la convo-
catoria a una Asamblea Constituyente en enero de 1813. Empero ésta no
declaró la independencia ni dictó texto constitucional alguno.
Para el año 1814, las luchas facciosas se agudizaron. Los partidarios de la
Logia asumieron el control político gracias a la influencia de Alvear, quien
propuso llevar a cabo una concentración de poder instituyendo el cargo de
Director Supremo. Pero sus políticas fueron impopulares y tras un breve go-
bierno fue desplazado por una sublevación militar en Fontezuela. Asimismo,
Alvear tuvo que enfrentarse con el movimiento federal, iniciado en la Banda
Oriental por Gervasio Artigas, que cada vez se hacía más fuerte en las pro-
vincias del Litoral. Finalmente, Alvear fue desterrado y la Asamblea disuelta.
Con el gobierno de Juan Martín de Pueyrredón (1816-1819), considerado por
muchos sectores como “moderado” en referencia a su política contra los ar-
tiguistas, se constituyó un grupo de oposición conocido como la “oposición
popular”, formado mayormente por militares y publicistas. Sus principales
líderes fueron Miguel Soler, Vicente Pagola y Manuel Dorrego, quienes ade-
más tenían un fuerte ascendiente sobre la plebe. Eran líderes carismáticos,
quienes lograban su influencia sobre los sectores populares, en buena me-
FORJANDO 20
dida, por su rol dentro del ejército. Sin embargo, esta oposición todavía no
podrá ser considerada como un “partido”, sino que será un antecedente de
la oposición que en la siguiente década ejercerá Dorrego.
LA DéCADA DEL 20
Con la caída del poder central en 1820, las provincias –entendidas como
estados soberanos autónomos- debieron establecer autoridades legítimas
para que gobernasen las ciudades y sus hinterlands. En la provincia de Bue-
nos Aires, sus dirigentes dejaron de lado sus pretensiones hegemónicas
sobre el resto del territorio y se volcaron a la construcción interna de la
misma. La lucha facciosa dio paso, luego de una depuración de la elite que
se había forjado con la Revolución y que estaba muy vinculada al ejército, a
la formación de un grupo dirigente que se volcó a reorganizar la provincia.
La elite bonaerense apoyó entonces al nuevo gobernador, Martín Rodríguez,
y sus ministros Bernardino Rivadavia y Manuel García, conformándose el
Partido del Orden. Este partido estaba compuesto por una clase política
alistada de los notables urbanos, y contaba con el apoyo de los grandes
propietarios rurales y comerciantes, todos nucleados bajo la figura de Ri-
vadavia. Entre sus miembros más destacados se encontraban, además de
Rivadavia, Valentín Gómez, Julián Segundo de Agüero, Ignacio Núñez, entre
otros. La intención de este grupo era llevar a cabo una modernización de
la administración y de otros aspectos como la economía, la sociedad, la
cultura y la política.
La vida política bonaerense se rigió por una nueva ley electoral dictada en
1821. Esta establecía el sufragio amplio el voto activo a todos los hombres
mayores de 20 años. Si las restricciones para el voto activo eran mínimas,
no fue así en el caso del voto pasivo, el electo debía ser ciudadano mayor
de 25 años que contara con alguna propiedad. A través del voto se elegían
los diputados para la Sala de Representantes, organismo representativo de
la provincia, doce representantes para la ciudad y once para la campaña. A
su vez, la Sala era la encargada de elegir al Gobernador.
Las elecciones se manifestaron en la explosión de la prensa periódica, edi-
tada por los miembros de la elite, donde se informaban los resultados y se
publicaban las listas de candidatos. Esto era un cambio con respecto a la
política facciosa de la primera década revolucionaria, donde el debate se
daba al interior de grupos secretos o logias. Si bien existieron elecciones en
la década anterior, la nueva ley otorgaba un nuevo carácter a las mismas.
¿Cómo se elaboraban las listas de candidatos? El sistema distaba de ser
como el que se implementará posteriormente, en una estructura partidaria
moderna. Tampoco era una disputa entre grupos de “unitarios” y grupos
FORJANDO21
de “federales”. Este régimen representativo se basó en un grupo reducido
de notables, quienes se alternaban los cargos durante esta década. A esta
forma de elección se la conoció como la “práctica de las candidaturas”: la
elite debía confeccionar listas de candidatos para cada elección. Pero las
listas no estaban formadas por diferentes nombres, sino que eran una com-
binación de candidatos, que se cruzaban y repetían en las listas. Bajo esta
práctica la lucha facciosa disminuyó y el Partido del orden gobernó la pro-
vincia con tranquilidad. Si bien contaba con grupos de oposición, como los
miembros del partido popular, dirigidos por Manuel Dorrego, quien contaba
con un fuerte ascendiente en el ejército.
Sin embargo, esta situación cambió cuando surgieron propuestas para lle-
var a cabo un Congreso Constituyente para reorganizar a las provincias en
un estado central. En este congreso, las disputas entre federales y unitarios
–facciones que contaban en ambos casos con personas de Buenos Aires
y el interior- fueron cada vez más profundas, fundamentalmente por la in-
divisibilidad o no de la soberanía y por la forma de gobierno (centralista o
confederal). El partido unitario, pretendía imponer una forma de gobierno
centralizada y de unidad, y los federales propugnaban el respeto por la so-
beranía de las provincias.
Estas disputas en el marco del Congreso se trasladaron a la vida política bo-
naerense. El Partido del Orden -atravesado por las combates entre unitarios
y federales- se dividió entre quienes apoyaban a Rivadavia y su política uni-
taria, y quienes se opusieron a ella bajo el liderazgo de Gregorio Las Heras.
Estos últimos se organizaron debido a la Ley de Capitalización, que nacio-
nalizaba la ciudad y escindía la provincia de Buenos Aires en dos, separando
a la zona portuaria de la agroganadera. Asimismo, al Partido del Orden se
le opuso el grupo opositor liderado por Manuel Dorrego y Manuel Moreno,
el Partido Popular, identificado con los “federales”. La reyerta entre ambos
partidos tuvo su punto álgido con la guerra con el Brasil, pues mientras el
Partido del Orden buscaba mantener una política prudente con respecto
a la Banda Oriental, los “populares” se inclinaron por una posición más be-
licista; postura que definitivamente se impuso. Finalmente, los intentos de
recrear un poder central fracasaron, y las provincias volvieron a convertirse
en estados autónomos y soberanos.
Así, a mediados de la década del 20, las divisiones facciosas entre unitarios
y federales –que coincidió con la reunión del Congreso Nacional de 1824- se
hicieron tangibles y la disputa por las candidaturas se tornó más encarni-
zada. Luego de la fallida experiencia presidencial de Rivadavia, el Partido
Popular, ahora federal, se hizo con el control de la provincia de la mano de
Manuel Dorrego. Este grupo logró el apoyo de los propietarios de la cam-
paña y los comerciantes, quienes se alejaron del Partido del Orden luego
FORJANDO 22
del intento de implementar la Ley de Capitalización. La prensa periódica
se hizo eco de estas disputas facciosas, y la radicalización del conflicto fue
total. A estas disputas se sumaron los descontentos de los oficiales que
habían combatido en la Guerra contra el Brasil, quienes estaban furiosos
por el tratado de paz firmado que no reflejaba el éxito de las acciones mi-
litares. A estos oficiales se aglutinaron con miembros unitarios del Partido
del Orden que todavía quedaban. El punto más álgido del conflicto político
fue el derrocamiento de Dorrego el 1º de diciembre de 1828 y su posterior
fusilamiento en manos de Juan Lavalle.
Muerto Dorrego, Juan Manuel de Rosas -importante hacendado bonaeren-
se y nuevo líder federal-, buscó llegar a un acuerdo con Lavalle, y entre
ambos acordaron nombrar a Juan José Viamonte -un federal moderado-,
como nuevo gobernador de la provincia. Para principios de 1829, la Sala de
Representantes nombró por unanimidad gobernador de Buenos Aires a Ro-
sas. El Gobernador se presentó como el defensor de las instituciones man-
cilladas por los unitarios y el único capaz de lograr el orden de la provincia.
Para ello, comenzó una política de persecución a todos los participantes del
movimiento “decembrista”, se implementó el uso de la divisa punzó –símbo-
lo federal por excelencia- y limitó la libertad de prensa. Con estas medidas,
se intentó demostrar la hegemonía del Partido Federal. Hegemonía que era
real, en tanto el partido unitario se encontraba vencido, con la mayoría de
sus miembros exiliados o en el ostracismo. Sin embargo, las divisiones se
empezaron a vislumbrar al interior mismo del Partido Federal. Uno de los
puntos conflictivos fue la cesión de las facultades extraordinarias a Rosas,
que no todos los federales veían con buenos ojos. Cuando terminó el man-
dato de Rosas, este fue reelecto pero sin estas extraordinarias atribuciones,
motivo por el cual, renunció. La Sala de Representantes aceptó su renuncia
y fue nombrado en su lugar, Juan Ramón Balcarce, federal opositor a Rosas.
El alejamiento de Rosas del poder y la llegada a la gobernación de Juan
Ramón Balcarce, lejos de apaciguar el clima de finales de la década del 20,
provocó su recrudecimiento.
El interregno que comprendido entre 1827 y 1835, fue una etapa de tránsito
en la política bonaerense, signada por altos niveles de violencia. Durante
este período, el nivel de conflictividad de la elite se incrementó, consecuen-
cia de la fragmentación interna de la elite dirigente.
EL ROsIsmO y EL sIsTEmA uNANImIsTA
A la inestabilidad política producto de las disputas entre unitarios y federa-
les, que todavía proseguían en el interior del país, se había sumado el con-
flicto interno entre los propios federales bonaerenses: los cismáticos que
apoyaban a Balcarce y apostólicos que apoyaban a Rosas. Durante el breve
FORJANDO23
gobierno del primero, entre diciembre de 1832 y noviembre de 1833, los
conflictos entre las dos tendencias -que escondían a su vez una disputa
personal entre Balcarce y Rosas- se acrecentaron. Acusaciones cruzadas e
insultos publicados en la prensa entre las dos facciones del partido federal
provocaron el acontecimiento que determinaría la derrota de los cismáticos
y que permitiría el retorno de Rosas al poder: la “Revolución de los Restau-
radores”. El sistema electoral se mostró incapaz de solucionar las disputas
políticas. Alejados del gobierno la facción balcarcista fue perdiendo peso.
El gobierno de Viamonte quien se había mantenido alejado de las disputas
entre ambos bandos −así como su sucesor Maza− no pudo apaciguar las
aguas políticas de una provincia turbulenta.
Con el asesinato de Facundo Quiroga, a comienzos de 1835, Rosas y los
apostólicos pudieron hacerse nuevamente con el poder. Existía un consenso
en que la gravedad de la situación requería de la férrea mano del “Restau-
rador”. En este contexto de crisis el retorno al gobierno de la provincia de
Juan Manuel de Rosas supuso cambios en la forma de concebir la política, el
sistema electoral y, por ende, los partidos. Al otorgamiento de las facultades
extraordinarias y de la suma del poder público, hay que añadir la puesta en
práctica de una forma de entender el mundo político que, si bien no era
nueva, se plasmó de allí en más.
El cambio estuvo determinado por la consideración sobre el origen del de-
sorden político. Para Rosas y sus partidarios era la existencia de partidos en
el seno de la sociedad lo que provocaba la inestabilidad del sistema político.
De allí en más la denominación de partido federal sólo cabría para los ro-
sistas. Este segundo período abierto en 1835 se caracterizó, entonces, por
la supresión de la competencia electoral entre partidos. En su reemplazo se
buscó uniformar la opinión y se estableció lo que la historiografía ha deno-
minado “unanimismo”. Aunque las elecciones continuaron siendo el modo
de legitimación político para el gobierno –se realizaron todos los años mien-
tras estuvo Rosas en el poder- lo cierto es que la disputa entre partidos en
aquella instancia desapareció. De allí en más fue el poder ejecutivo quien
se encargó de confeccionar una única lista de candidatos para la Sala de
Representantes que era refrendada por los votantes. Por otro lado, el “una-
nimismo” significó en el plano práctico la muestra de que en Buenos Aires
existía una única opinión.
CAsEROs y LA RENOvACIóN DE LA vIDA PúBLICA
La batalla de Caseros significó un cambio muy importante para Buenos Ai-
res. No sólo por la reticencia que durante 10 años tuvo en incorporarse al
proyecto constitucional inaugurado por Justo José Urquiza sino también
porque experimentó una profunda renovación de su vida pública. La dé-
PARA sEguIR
LEyENDO
Goldman, Noemí (Ed.) Lenguaje
y revolución: conceptos políticos
clave en el Río de la Plata, 1780-1850.
Buenos Aires, Prometeo, 2008.
González Bernaldo de Queirós, Pilar.
Civilidad y política en los orígenes de
la Nación Argentina. Las sociabilidades
en Buenos Aires 1829-1862,
Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2000.
Ternavasio, Marcela La revolución
del voto. Política y elecciones en
Buenos Aires, 1810-1852,
Buenos Aires, siglo XXI editores, 2002
FORJANDO 24
cada de 1850 ha sido caracterizada por la explosión del asociacionismo,
el renacer de la prensa periódica y la consolidación de una activa opinión
pública. En este contexto el rol de las elecciones como acto legitimador del
poder político continuó vigente y, junto con él, la idea y rol de partido.
Fue Bartolomé Mitre quien en este contexto de fuertes cambios puso en el
centro de la escena la figura del partido. Si bien carecían de una instituciona-
lización tal como conocemos a los partidos modernos la presentación que
hizo del “Partido de la Libertad” es sugestiva. El partido era representante
de valores superiores que encarnaban en el conjunto de la sociedad y que,
por ende, lo convertían en superior a cualquier rival. Por cierto, en esta defi-
nición el partido se constituía en la principal referencia política, incluso por
sobre el Estado o los líderes políticos partidarios. En este contexto la bús-
queda de un pasado para el partido fue otro elemento central de la época.
Esta operación sobre el pasado tuvo un doble carácter. Por un lado Mitre
buscó un pasado para su propio partido y un pasado para la propia provin-
cia de Buenos Aires que sea menos censurable que el rosismo. La respuesta
que alcanzó entonces fue una línea que comenzaba en mayo de 1810, pa-
sando luego por el partido unitario y la experiencia rivadaviana.
La concepción esbozada por Mitre de partido no hacía referencia a los
miembros del mismo. En este sentido el análisis debe centrarse en algu-
nos de los cambios operados en Buenos Aires a partir de 1852: el sistema
electoral y la movilización de votantes. A diferencia de lo sostenido por la
historiografía más tradicional sobre la existencia de un sufragio restringido,
fraudulento y que mantenía alejado de las urnas al “pueblo”; en los últimos
años se ha modificado esta visión. Si bien los datos refieren a que, efecti-
vamente, la participación en las urnas constituía un bajo porcentaje de la
población autorizada para hacerlo −recordemos que la ley electoral no im-
ponía limitaciones de riqueza o capacidad para los hombres adultos− esto
no significó en absoluto una restricción. Lo que ocurrió es que el voto era un
mecanismo más de participación política que convivía junto con otros que
parecían, a los ojos de los contemporáneos, más efectivos para hacer oír
sus demandas. Efectivamente, el desarrollo de una esfera pública en Buenos
Aires provocó la multiplicación de diferente tipo de asociaciones que iban
desde Sociedades de ayuda mutua, logias masónicas, asociaciones cultura-
les, de inmigrantes, etc. Las mismas parecen haber constituido canales de
expresión más efectivos para la sociedad en su conjunto. Por otro lado ese
bajo porcentaje de votantes no eran miembros de la élite sino sectores de
jornaleros, trabajadores y empleados públicos quienes eran movilizados por
redes y clientelas políticas organizadas a partir de dirigentes que tenían un
diverso posicionamiento social. Por cierto, la caracterización de elecciones
violentas también ha sido matizada en tanto parecen corresponder a un
juego de fuerzas controladas y ritualizada en el acto comicial.
FORJANDO25
En relación a lo anterior es menester señalar el progresivo debilitamiento -lo
que no significó su desaparición- de ciertos lazos comunitarios que influían
de manera determinante en las elecciones. Efectivamente, los distritos elec-
torales se establecían en relación a las parroquias de la ciudad. Estos “clu-
bes parroquiales” eran importantes en las elecciones en tanto tenían como
objetivo seleccionar a los candidatos para las elecciones. Sin embargo, su
carácter comunal y tradicional los hacía presa fácil de las decisiones de los
personajes más influyentes de las mismas: curas, jueces de paz, vecinos pro-
minentes, etc. Quienes no estaban conformes con las decisiones de estas
autoridades tradicionales debieron buscar caminos alternativos para hacer
oír su voz en el sistema electoral. Se crearon entonces organizaciones ba-
sadas no ya en el territorio sino en la opinión, los llamados “clubes de opi-
nión”. Creados por quienes se encontraban al margen de las decisiones en
los “clubes parroquiales” los “clubes de opinión” provocaron una ruptura en
tanto, al suponer la opinión como fundamento de la asociación, admitía la
existencia de un ciudadano moderno. Si bien no corresponde compararlos
con los partidos modernos lo cierto es que fueron estos quienes permitieron
la movilización de las clientelas para los actos electorales.
Por otro lado no significaba esto una democratización ni una igualación de
la todavía difusa figura de la ciudadanía. Tanto los “clubes de opinión” como
los “clubes parroquiales” constituyeron instancias previas a las elecciones
donde los notables acordaban la nómina de candidatos para luego, en una
segunda instancia, hacer participar a otros sectores sociales del proceso
electoral. Fue entonces gracias a estos “clubes” que las clientelas electorales
se movilizaban el día de la elección, en un “combate” regulado y controlado
de antemano. En este sentido, al elegirse los candidatos en una instancia
previa al día de la elección los diferentes mecanismos aplicados no implica-
ban una impugnación al sistema electoral sino parte constitutiva del mismo.
CONCLusIóN
Durante la primera mitad del siglo XIX, es difícil hablar de “partidos polí-
ticos” en el sentido moderno. Con la Revolución se dio inicio a una serie
de disputas facciosas entre miembros de la elite bonaerense, que si bien
en muchos casos tenía un asidero ideológico, mayormente reflejaba otras
lógicas vinculadas con el desarrollo de la vida política en un momento de
constante cambio. De esta forma, en los primeros cinco años de la Revolu-
ción, las facciones se expresaban en asociaciones, clubes o logias secretas
y entraban en constante conflicto con el grupo gobernante de turno. Estas
facciones estaban compuestas por miembros de la elite y rara vez otros
grupos sociales tomaban parte de estas disputas. Esta lógica comenzó a
cambiar con la aparición de líderes “populares” como Soler o Dorrego que
FORJANDO 26
aprovechando su carisma y su rol como oficiales del ejército, acercaron a
otros sectores de la sociedad a la lucha facciosa.
Con el derrumbe del poder central en 1820, las disputas políticas al interior
de la provincia de Buenos Aires tomaron otro cariz. El Partido del Orden, al
mando de Rivadavia, se hizo con el control del gobierno e implementó una
serie de reformas en diferentes ámbitos que renovaron a la provincia. Esta
estabilidad política se reflejó en las elecciones, que más que mostrar una
disputa entre facciones eran una sucesión de los mismos notables en los
distintos cargos. Este equilibrio terminó en 1824, con la convocatoria a un
Congreso Constituyente, donde la división entre unitarios y federales se hizo
más marcada. Al interior de la provincia de Buenos Aires, estas facciones se
replicaron en la vida política local, fragmentando al Partido del Orden –que
mantuvo un ala unitaria- y consolidando un Partido Federal, compuesto por
miembros disidentes del rivadavianismo y con los miembros del grupo “po-
pular”. Luego de la fallida experiencia centralista, las disputas entre estos
grupos fue cada vez más álgida, llegando a su punto máximo con el ase-
sinato de Dorrego. Esto llevó a un nuevo momento político, iniciado con el
primer gobierno de Rosas, que eliminó a los unitarios de la provincia, pero
dio paso a las luchas entre los mismos federales. Finalmente, Rosas logró
controlar la situación, imponiendo una unanimidad y homogeneidad federal
en toda la provincia, hasta su caída en 1852.
Derrocado Rosas la provincia inició un período de renacer político. Allí, como
lo demostró Mitre, la idea de partido se convirtió en fundamental tanto por
la disputa que la provincia tenía con la Confederación Urquicista como tam-
bién para la construcción de un orden estatal interno en la provincia. En me-
dio de esta nueva centralidad dada al partido que convivió igualmente con
otras formas de participación política se produjeron cambios que abrirían el
camino para la aparición de partidos políticos modernos. El desarrollo de los
“clubes de opinión” llevaba consigo la idea de un ciudadano moderno que
se agrupaba según su libre opinión. Cambio trascendental que conduciría
-no sin conflictos, esfuerzos y contradicciones- a la Argentina moderna.
FORJANDO27
Di Meglio, G., ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la polí-
tica entre la Revolución de Mayo y el rosismo, Buenos Aires, Prometeo, 2007.
Halperín Donghi, Tulio. Una Nación para el desierto. Buenos Aires, Centro
Editor de América Latina, 1982.
Halperín Donghi, Tulio, Revolución y Guerra, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972
Sábato, Hilda (Coord.) Ciudadanía política y formación de las naciones: pers-
pectivas históricas de América Latina. México, El Colegio de México. Fideico-
miso Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica, 1999.
Sábato, Hilda. La política en las calles: entre el voto y la movilización. Buenos
Aires, 1862-1880. Buenos Aires, Sudamericana, 1998.
Souto, Nora “Partido/Facción” en Fernández Sebastián, Javier (Dir.) Diccio-
nario político y social del mundo iberoamericano, vol. II. Madrid, Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, en prensa.
Ternavasio, M., “Nuevo régimen representativo y expansión de la frontera
política. Las elecciones en el Estado de Buenos Aires: 1820-1840”, en Anto-
nio A. (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, Siglo XIX, Buenos
Aires, FCE, 1995.
Bibliografía
FORJANDODOSSIER
28
REsumEN
Este artículo pretende ilustrar sobre los aspectos más importantes de la
vida del Partido Comunista de la Argentina (PCA) entre los años 1930-
1943 en la provincia de Buenos Aires. Para ello, presentamos las estrategias
desarrolladas por el mismo con el fin de influir en la actividad sindical de las
localidades industriales bonaerenses más relevantes. Asimismo, se detalla
en breve la relación entre los gobiernos de la provincia de esos años y el
PCA, señalando las prácticas represivas y los mecanismos de negociación
en el marco de la lucha emprendida por el movimiento obrero.
EL PARTIDO COMUNISTA DE LA ARGENTINA EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES. 1930-1943 por Mercedes F. López Cantera
Mercedes F. López Cantera es egresada de la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y docente del Ciclo Básico Común y de la Facultad de Ciencias Económicas de la misma universidad. Participó en la publicación de Buenos Aires-Moscú, Moscú-Buenos Aires (Centro Cultural de la Cooperación, 2007) sobre la historia de las relaciones entre el comunismo argentino y la III° Internacional en los años ‘20. Actualmente está realizando su tesis doctoral sobre el anticomunismo en la Argentina de entreguerras.
CAmINO A LA REvOLuCIóN
FORJANDODOSSIER
29
Trasmitir la vida de un partido político lleva a adentrarnos en una historia
de ideas e ideales, de personas y acciones, de estrategias y escenarios.
En el caso del Partido Comunista de la Argentina, esos elementos cobran
características especiales de acuerdo a los años en que ubiquemos
su actividad política. Desde 1930 hasta el golpe de Estado de 1943, el
comunismo argentino formó parte activa de las transformaciones que
nuestro país sufrió a todo nivel y en los que la provincia de Buenos Aires
tuvo un papel significativo.
Por otra parte, la etapa elegida fue acompañada por una gran convulsión
política. La misma se abre con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen en
septiembre de 1930 y el inicio de la cruenta dictadura de J. F. Uriburu
(1930-1932) de corte fascista-corporativo. A su vez, los gobiernos que le
sucedieron llegaron al poder a través de elecciones fraudulentas. Tanto el
de A. P. Justo (1932-1938) como el de Ortiz – Castillo (1938-1943) marcaron
lo que se consideró como la “restauración conservadora”.
En esos años, la política estatal en la provincia de Buenos Aires fue
FORJANDO 30
hegemonizada por esa última corriente. El uso del fraude en elecciones llegó
a niveles bochornosos, y en sucesivas oportunidades el gobierno provincial
fue intervenido por el federal. Las gobernaciones de Federico Martínez de
Hoz (1932-1936) y de Manuel Fresco (1936-1940) ofrecieron una posición
de intransigencia contra la protesta obrera de izquierda, en particular la
segunda gestión, que no escatimó en represión sobre todo contra obreros
comunistas. La llamada “década infame” no sólo fue la década del retorno
conservador, del fraude, sino también la década del anticomunismo.
ORgANIzANDO A LA CLAsE OBRERA: EsTRATEgIA vs. REPREsIóN
1930 fue un punto de inflexión en la vida económica del país. El estallido
financiero de EEUU de 1929 generó como consecuencia una crisis en el
modelo argentino de exportación de materias primas. El fin de la hegemonía
del conocido “modelo agroexportador” dio lugar al desarrollo de industrias
para el consumo del mercado interno como solución a la crítica situación
que atravesaba la economía del país.
Estas nuevas actividades se arraigaron en algunas ya desarrolladas en la
década del ‘20 y promovieron transformaciones en el espacio urbano y en la
vida del movimiento obrero. Nuevas fuentes de trabajo atrajeron población
del interior hacia las principales ciudades (Buenos Aires, Córdoba, Rosario).
Así, zonas aledañas como el conurbano ubicado en la provincia de Buenos
Aires, los centros frigoríficos de Zárate o Berisso, o la región pesquera
del sudeste bonaerense, crecieron en materia de estructura productiva y
población.
En esos escenarios, el comunismo argentino desplegó sus estrategias para
movilizar a la clase obrera hacia la lucha política. Heredero del legado de
la Revolución Rusa de 1917, el objetivo primordial del PCA fue combinar la
actividad sindical con la política partidaria. Esta postura fue una de las bases
de la fundación del Partido Socialista Internacional en 1918, llamado PCA a
partir de 1920. En clara línea con los procesos de Rusia, se vinculó desde
un principio con la Internacional Comunista o III° Internacional. Esta fue la
organización que nucleó a los partidos de línea comunista a nivel mundial y
los conectó con la URSS.
La III° Internacional no sólo apoyó a esas organizaciones sino que además
delineó estrategias, también llamadas “líneas”, que planteaban medidas
para organizar la lucha obrera frente al capitalismo. Desde 1928 hasta
1935 el PCA desarrolló la estrategia de clase contra clase. Consistía en la
intransigencia revolucionaria: no asociarse ni pactar con ninguna otra
izquierda (anarquistas, socialistas, sindicalistas), mostrando a las masas
obreras que la única solución frente a la explotación capitalista era optar
FORJANDO31
por una tendencia revolucionaria.
Si bien ello se llevó a cabo con algunos desaciertos, también le permitió
al partido hacerse un lugar entre los trabajadores. Para principios de
1930, el movimiento obrero estaba dirigido por sindicalistas y socialistas
concentrados en la CGT, creada en 1930. El PCA criticó la postura tibia de
esa central frente a la represión de Uriburu, lo que le permitió ganar adeptos
que se oponían tanto a la dictadura como luego al gobierno de Justo. Este
discurso se centró por lo tanto en marcar las diferencias con lo que ofrecían
los socialistas o los sindicalistas en materia de lucha política.
Un ejemplo de ello fue el acercamiento del partido a los trabajadores de la
industria de la carne. El comunismo argentino se presentó como el defensor
de los legítimos reclamos, marcando diferencias con los anarquistas y los
socialistas. Su acción tuvo relevancia en los frigoríficos de las localidades de
Berisso, Avellaneda y Zárate. En esta última localidad fueron protagonistas,
desde fines de los años ‘20 hasta principios de la dictadura uriburista,
en las luchas que encabezó el frigorífico River Plate (exAnglo). El mismo
año del golpe, el PCA dirigió una dura resistencia contra el cierre de ese
establecimiento en base a tácticas clandestinas que venía desarrollando
dado el contexto de la dictadura. Si bien el cierre del frigorífico tuvo
lugar poco tiempo después y el partido fue perdiendo centralidad entre
los obreros zarateños, siguió manteniendo contacto con el Sindicato de
Obreros de los Frigoríficos y Afines de Zárate, el más importante de la zona.
La clandestinidad fue también una herramienta clave para la organización
que inició el PCA en Berisso y Avellaneda. Ello fue combinado a partir
desde 1932 con trabajo de base: los comunistas recorrieron los barrios
obreros de esas localidades, identificaron a los trabajadores y dialogaron
con cada uno. El acercamiento por fuera del ámbito laboral les permitía
mayor libertad de acción que en los establecimientos productivos, donde
la vigilancia a las actividades políticas de los trabajadores era constante. En
función de ello, organizaron grupos de militantes por fábricas conocidos
como células (metodología que ya empleaban desde mediados de 1920)
y tomaron los reclamos “concretos” como las consignas de lucha que el
partido enarbolaba.
En el caso de Berisso, tanto en el frigorífico Armour como en el Swift se
había introducido el sistema estándar que implicaba la organización de
la producción en tareas desmenuzadas y repetitivas con el fin de reducir
tiempos muertos en la producción. Esta aplicación del fordismo fue una
importante presión sobre las condiciones laborales. Los comunistas,
por lo tanto, apelaron a los trabajadores de esa y otras localidades a ser
conscientes de sus derechos y deberes dentro del trabajo, ya que eso
FORJANDO 32
implicaba defender sus condiciones laborales y la estabilidad de sus
empleos. Estas ideas de lucha se promovieron en los establecimientos de
Berisso a través de publicaciones impresas por los sindicatos; aquí podemos
citar El joven proletariado y La voz de la fábrica, periódicos del Swift y el
Armour respectivamente.
Gerónimo Arnedo Álvarez y José Peter fueron dos representantes de la
militancia comunista en este rubro. Estos habían participado en las huelgas
de Zárate y luego se trasladaron a la zona sur de la provincia. Fue en
Avellaneda donde a través de la clandestinidad organizaron a los obreros
de los frigoríficos de la zona. En los años de Uriburu, estos protagonistas y
otros militantes sufrieron detenciones y torturas en el marco de la represión
que esa dictadura aplicó sobre el movimiento obrero. Ya libres en el
gobierno de Justo, Arnedo Álvarez y José Peter impulsaron desde el PCA,
junto a otras organizaciones, la Federación de Obreros de la Industria de la
Carne (FOIC), creada en 1932. La FOIC elevó denuncias en 1936 al Congreso
Nacional contra el sistema estándar, las condiciones de trabajo y exigió el
reconocimiento de las organizaciones sindicales. La Federación tuvo una
activa presencia en el poder legislativo a través de la presentación de
proyectos de ley para la mejora en las condiciones de trabajo o jubilaciones.
Como hemos desarrollado, la actividad sindical de la clase obrera argentina
de esos años tuvo que abrirse camino frente al control y la represión del
poder estatal. El comunismo, como la izquierda en general, significó una
ideología rival a los intereses del Estado conservador de ese entonces. Ello,
sumado a la transformación económica que agudizó la protesta social,
generó que la respuesta de los gobiernos del período fuera en un principio
la represión. Luego de Uriburu, los gobiernos conservadores (cuyas filas
estaban compuestas por la clase terrateniente y los nuevos industriales)
continuaron con la maquinaria represiva aplicada al activismo obrero. De
hecho, la complejizaron.
En este punto fue crucial el empleo de la Policía Federal. En 1931 se creó la
Sección Especial de Represión contra el Comunismo (SERCC). Las acciones
de la SERCC tuvieron repercusión desde 1933, cuando diarios como Crítica
(dirigido por Natalio Botana) y el Socorro Rojo Internacional (organización
dedicada a la defensa de presos políticos vinculada a la III° Internacional)
comenzaron a denunciar en publicaciones y ante la Justicia los abusos
de la fuerza policial. En efecto, la SERCC realizó tareas de inteligencia,
detenciones y aplicó, de forma sistemática y organizada, la tortura.
Los conservadores bonaerenses fueron un buen ejemplo de esa persecución.
Durante el gobierno de Martínez de Hoz, fueron frecuentes los despidos por
“actividades comunistas” en los frigoríficos de las zonas citadas. El mismo
FORJANDO33
gobernador alentó decretos que limitaban el derecho a reunión y aplicó
medidas que perjudicaban la situación salarial de los obreros. Ello no evitó
que la actividad militante se replegara, por el contrario. En esos años adquirió
relevancia la militancia estudiantil de los comunistas. En 1932, la agrupación
Insurrexit (creada por Héctor Agosti) resultó elegida para dirigir el Partido
Universitario de Izquierda de la Universidad Nacional de La Plata, conducido
hasta ese momento por anarquistas. La estrategia que se desplegó en el
ámbito estudiantil fue la de Frente Único, es decir, promover la alianza
entre las líneas de izquierda. Si bien el PCA no promovía esa tendencia
en el mundo del trabajo, ésta fue clave para fortalecer la presencia de las
izquierdas en la vida universitaria dominada por conservadores y radicales.
Para mediados de la década, la coyuntura económica encontró su cauce
y con ello tanto el Estado como el sector productivo y los trabajadores
pudieron reubicar sus papeles como actores. En el nuevo escenario de
expansión industrial, el comunismo argentino apuntó a aquellas actividades
estratégicas que le permitieran un lugar de ascendencia en el movimiento
obrero. Ya puestas las bases para ello, la segunda mitad de los años ‘30
encontró a un PCA decidido a fortalecer su presencia.
FRENTE POPuLAR, LuChA y NEgOCIACIóN
En 1935 la estrategia de clase y contra clase fue reemplazada por la de
Frente Popular. El ascenso del fascismo en Europa y el estallido de la
Guerra Civil española (hecho de gran incidencia en la sociedad argentina)
llevó a que la Internacional Comunista planteara la guerra contra el
autoritarismo del fascismo y de las democracias afines al mismo. A pesar
de lo desplegado en la etapa anterior, esta línea propuso que para llevar
a cabo ese enfrentamiento debían cerrarse alianzas con otras corrientes
de izquierda. Ello fue la formación de los llamados Frentes Populares. Al
PCA esa estrategia le permitió establecer alianzas con el socialismo. Ambos
participaron de la CGT Independencia, una fracción de la central que se
separó en 1935 de otra dirigida por sindicalistas.
Esta segunda etapa del PCA de la “década infame” se inicia además con
un hito del comunismo argentino. Nos referimos a la huelga general de
enero de 1936, promovida por los trabajadores de la construcción. Desde
octubre de 1935, ante el crecimiento de la rama en esos años, sus sindicatos
decretaron el paro de actividades con el fin de reclamar mejoras salariales y
el reconocimiento de sus organizaciones gremiales. Esta protesta fue dirigida
por la Federación Obrera de los Sindicatos de la Construcción (FOSC), cuya
mayoría estaba representada por el Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento
Armado y Anexos, dirigido por comunistas. Sindicalistas y algunos gremios
anarquistas se solidarizaron con la huelga a partir de diciembre 1935.
FORJANDO 34
En enero de 1936, el Comité de Solidaridad declaró la huelga general. A
ese comité -compuesto por sindicatos vinculados a la construcción y
a las actividades marítima, textil y madera- se sumaron sesenta y ocho
organizaciones más. La huelga comprometió a toda la ciudad de Buenos
Aires, el conurbano y La Plata. Esta protesta se convirtió en la más
importante del año y tuvo implicancias relevantes. En primer lugar, el Estado
debió intervenir reconociendo a los organismos sindicales de la protesta.
En segundo lugar, el PCA logró consolidarse como fuerza política dentro
del movimiento obrero, y junto con la línea de Frente Popular, avanzó sobre
estructuras sindicales clave.
Esta presencia generó dos reacciones. Por un lado, la acción política de
los trabajadores había demostrado con la huelga un grado de organización
que no se veía desde hacía años. Ello despertó inquietudes en los gobiernos
conservadores, lo que los llevó a promover en algunas oportunidades la
negociación como herramienta para hacer frente a la lucha obrera. Los
comunistas no estuvieron ajenos a ello.
Sin embargo, por otro lado, la represión no concluyó con esa tendencia. Con
posterioridad a la huelga tuvo lugar la presentación del proyecto de Ley de
Represión al Comunismo, el cual proponía proscribir tanto al PCA como
a toda expresión vinculada a la ideología comunista (publicaciones, actos,
etc). Si bien el proyecto fue vetado ya que atentaba contra la libertad de
expresión, numerosos sindicatos obreros -comunistas o no- se manifestaron
contra el mismo por ser “un mecanismo para controlar a la clase obrera”.
Mientras tanto, en el mismo año de la huelga de la construcción, Manuel
Fresco fue envestido como gobernador de la provincia de Buenos Aires. De
origen conservador y con tendencias filofascistas, al poco tiempo de asumir
declaró ilegal al PCA y a la difusión de su propaganda y de toda referencia a
la III° Internacional y sus ideas. Ello fue acompañado por la restauración del
voto cantado, la continuación del fraude, la violencia política y los abusos
de la fuerza policial. Fresco promovió una intervención social a fin de captar
la adhesión obrera y ganarle terreno a las corrientes del Frente Popular.
Para esto último también recurrió al apoyo de rompehuelgas y del uso de la
fuerza, al punto de “militarizar” a la Policía provincial.
Esa represión no detuvo el activismo sindical del comunismo argentino. Para
ese entonces, desde la CGT Independencia y sus sindicatos afines, el partido
desplegó un tipo de organización de base que continuó la desarrollada
por las viejas células de fábrica: las comisiones internas. En este punto es
relevante lo ocurrido en dos importantes textiles de Berazategui-Quilmes y
Ramos Mejía, las empresas DUCILO y Danubio respectivamente. En ellas se
conformaron estas comisiones desde las cuales el PCA recibía informes sobre
FORJANDO35
la situación obrera. Las comisiones internas de esas empresas bonaerenses
estaban vinculadas a la Unión Obrera Textil, de origen socialista y a la que
el comunismo se unió en 1936. En el caso de la fábrica DUCILO (rama de la
seda) las comisiones internas fueron centrales para la organización obrera y
en los conflictos que protagonizó en 1939 en la provincia. En 1940 y 1941, las
comisiones de Danubio también fueron voz de diferentes reivindicaciones
que generaron presiones de la patronal y la policía sobre aquellos obreros
que participaban en ellas.
Entre 1940 a 1942 la provincia fue intervenida. Esa situación fue propicia para
la negociación estatal frente a situaciones de conflicto sindical protagonizada
por tendencias de izquierda. Más adelante, la llegada de Rodolfo Moreno
a la gobernación de Buenos Aires en 1942 continuó con esa postura. Al
margen del origen conservador de ese gobernador, el comunismo tomó su
elección como un “respiro” en comparación a la experiencia vivida durante
la gobernación de Fresco.
La apelación a la intervención del Estado y la firma de convenios laborales
fueron incorporadas como estrategias por los sindicatos comunistas. Para
ello el PCA se vinculó a nivel nacional con el Departamento Nacional de
Trabajo y a nivel bonaerense con el Departamento Provincial de Trabajo.
Si bien la firma de convenios y la participación del Estado en los conflictos
obreros fueron un avance, no siempre tuvieron resultados exitosos. Un
ejemplo de esto último fue el convenio entre el Departamento Provincial, la
empresa DUCILO y el comité de huelga del personal firmado en 1940, que
si bien reincorporó a trabajadores despedidos (razón de la protesta), no
reconoció al sindicato de la empresa.
Caso diferente fue la situación del PCA en Mar del Plata. A lo largo de la
década del ‘30, la famosa ciudad de la costa bonaerense experimentó un
crecimiento edilicio e industrial importante, producto de las consecuencias
de la crisis, como por ejemplo el auge turístico. Allí los comunistas lideraban
los gremios adheridos a la Federación Obrera Nacional de la Construcción
(construcción y canteras, por ejemplo). Eran una fuerza relevante frente a la
sindicalista y a la anarquista, de mayor trayectoria en la ciudad.
En 1942 tuvo lugar una huelga dirigida por los trabajadores del pescado en
Mar del Plata, agremiados a la Unión Obrera Local. El PCA, desde el sindicato
de la construcción, no se solidarizó con los huelguistas por considerar que
las instancias de negociación no habían sido agotadas. En paralelo, los
comunistas habían estado discutiendo la firma de un convenio colectivo
de trabajo, que finalmente fue firmado con el Departamento Provincial
de Trabajo, razón por la cual se alejó de la intransigencia obrera de otras
organizaciones. El acuerdo estableció, entre otros puntos, la jornada de
PARA sEguIR
LEyENDO
Camarero, Hernán. A la conquista de
la clase obrera. Los comunistas y el
mundo del trabajo en la Argentina
1920-1935, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2007.
Ceruso, Diego. Comisiones internas
de fábrica. Desde la huelga de la
construcción hasta el golpe de estado
de 1943, Buenos Aires, PIMSA-
Dialectik, 2010.
Béjar, María Dolores. El régimen
fraudulento. La política en
la provincia de Buenos Aires 1930-
1943, Siglo XXI Editores, 2005.
FORJANDO 36
ocho horas, la eliminación del trabajo a destajo y el pago de horas extras. El
convenio incluyó tanto el compromiso de los empresarios firmantes como
el control del cumplimiento del acuerdo por parte de los trabajadores.
Los comienzos de los años ‘40 encontraron al comunismo argentino al frente
de los sindicatos más importantes. Su tarea revolucionaria y la negociación
con el Estado no se consideraban contradictorias, por lo que ambas siguieron
marcando su discurso y sus prácticas políticas, manteniéndolo como un
partido de influencia decisiva en el mundo obrero hasta el año 1943.
En junio de 1943 un conjunto de oficiales nacionalistas del Ejército dio
el golpe de Estado que terminaría con la hegemonía conservadora. La
impopularidad del fraude y la represión de los años anteriores generó que la
mayor parte de la población tomara con indiferencia este hecho.
Hasta 1943, la vida del movimiento obrero había sido signada por la
presencia de las izquierdas, en las que las estrategias del comunismo local
dieron forma a un tipo específico de militancia sindical. Por otro lado, el
Estado puso las bases para una nueva economía y organizó herramientas
como la intervención, la represión y la negociación sindical. La provincia de
Buenos Aires fue central en esta expansión, constituyendo su historia como
representativa de los cambios de la Argentina de esos años.
Los tres años que continuaron a ese golpe y la llegada del peronismo en
1946 iniciaron una nueva etapa también signada por características del
ciclo que se dejaba atrás. En ella, el PCA fue perdiendo su impronta como
aquél partido que supo en su momento interpelar a la clase trabajadora y
organizarla.
FORJANDO37
Béjar María Dolores. El régimen fraudulento. La política en la provincia de
Buenos Aires 1930-1943, Siglo XXI Editores, 2005.
Camarero, Hernán. A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el
mundo del trabajo en la Argentina 1920-1935, Buenos Aires, Siglo XXI
Editores, 2007.
Caruso Diego. Comisiones internas de fábrica. Desde la huelga de la
construcción hasta el golpe de estado de 1943, Buenos Aires, PIMSA-
Dialectik, 2010.
Bibliografía
FORJANDODOSSIER
38
EL PARTIDO PERONIsTA EN LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs
por Oscar H. Aelo
Oscar H. Aelo (1961), es Licenciado en Historia por la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, y Doctor en Historia Social por el Instituto de Filosofía y Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. Docente-investigador en la Universidad Nacional de Mar del Plata, en los Departamentos de Historia y de Sociología. Director del Grupo de Estudios Socio-Históricos y Políticos. Ha compilado el volumen colectivo Las configuraciones provinciales del peronismo. Actores y prácticas políticas, 1945-1955 (La Plata, 2010). Es autor de El peronismo en la provincia de Buenos Aires, 1946-1955 (Caseros, 2012). Es miembro de la Red de Estudios sobre el Peronismo.
1947-1955
FORJANDODOSSIER
39
REsumEN
El trabajo analiza la trayectoria inicial del Partido Peronista en la provincia
de Buenos Aires, observando en conjunto las normas estatutarias y las
acciones de los integrantes del partido. Se sostiene que entre 1947 y 1955
el partido tuvo dos modelos organizativos diferentes, defendiendo que el
pasaje de uno a otro modelo fue la resultante de una disputa entre grupos
dirigentes rivales dentro del peronismo.
INTRODuCCIóN
¿Existió el Partido Peronista? Para un lector no académico, la pregunta
probablemente sea un sinsentido. ¿Cómo no existiría un partido que, desde
su emergencia hasta hoy, ha estado en el centro de la política argentina?
Y, sin embargo, hasta hace muy poco tiempo, la investigación histórica
FORJANDO 40
sobre el primer peronismo creía que ese partido no había existido; o, apenas
matizando el asunto, consideraba que el peronismo nunca había constituido
un “verdadero” partido. Aproximaciones de este tenor eran derivaciones de
una poderosa imagen que presentaba al peronismo como un movimiento
político articulado exclusivamente en la relación directa entre Perón y las
masas populares. Sin embargo, desde mediados de la década del noventa
una serie de estudios realizados por una nueva “camada” de historiadores de
la política han comprobado una y otra vez que el peronismo tuvo su partido;
y que ese partido se mostró como una herramienta electoral formidable, al
punto de ganar con amplitud cada una de las elecciones desarrolladas entre
1948 y 1954.
Pero, avanzando un paso más, sería posible plantear otro interrogante: ¿Qué
tipo de partido constituyó el peronismo entre 1946 y 1955? Esta cuestión ya
es menos fácil de responder. No estoy pensando aquí en ubicar al peronismo
en alguno de los “tipos” de partido que los especialistas en ciencia política
se han esforzado por establecer especialmente porque ni aún ellos mismos
se ponen de acuerdo en los elementos que definirían el “tipo”. Para el análisis
histórico, más importante que una definición específica resulta indagar en
torno a la trayectoria de una fuerza política o, dicho en otras palabras, en las
acciones de los hombres que iniciaron, constituyeron, y consolidaron una
fuerza política. En cualquier caso, el “tipo” de partido será una resultante de
esas acciones, y no un punto de partida.
En lo que sigue, intentaré mostrar la trayectoria del Partido Peronista en
sus años iniciales, en el espacio político-administrativo de la Provincia de
Buenos Aires. La idea principal que se intenta defender es la siguiente: en
este espacio provincial, el peronismo indudablemente construyó un partido.
Pero ese partido tuvo dos modelos organizativos diferentes, establecidos
tanto al nivel de los estatutos partidarios como al de las prácticas reales
de los actores (esto es: dirigentes y militantes): y que el paso de uno a otro
modelo organizativo fue una resultante, o consecuencia, de una aguda
lucha por el poder entre grupos dirigentes rivales.
LOs mODELOs
El peronismo, como movimiento político, reconoce su origen en la vasta
movilización popular del 17 de octubre de 1945. En las semanas y meses
siguientes, se formaron dos fuerzas políticas de alcance nacional, el Partido
Laborista y la Junta Renovadora, que conformaron una coalición de hecho
respaldando la candidatura presidencial de Juan Perón. En la Provincia de
Buenos Aires, ambos partidos, acompañados por dos partidos menores sin
mayor relieve, se lanzaron a la campaña electoral que desembocaría en el
acto comicial del 24 de febrero de 1946. Tras una penosa negociación, los
FORJANDO41
laboristas consiguieron el apoyo renovador para su candidato al Ejecutivo
provincial -el Coronel Domingo Mercante-, pero las estridentes diferencias
entre ambas fuerzas impidieron la conformación de listas unificadas para
cargos legislativos, tanto nacionales como provinciales. Esas diferencias
no impidieron que el peronismo obtuviera una contundente victoria en las
urnas, consiguiendo en la provincia el 53% de los votos. Sin embargo, el
triunfo electoral de los peronistas no acalló las disensiones entre los partidos
de la coalición sino que las amplificó. En un marco que parecía preanunciar
la ruptura del frente peronista, el presidente electo Perón ordenó, en una
famosa proclama leída por radio el 23 de mayo de 1946, la disolución de
las fuerzas peronistas y su integración en una nueva, denominada Partido
Único de la Revolución. La “orden” de Perón forzaba la unificación de las
fuerzas que lo apoyaban; sin embargo, acaso previsiblemente, no resolvía
sus discordias sino que las trasladaba al interior del nuevo partido. La
búsqueda de una dirección orgánica en el peronismo estuvo plagada de
alianzas y enfrentamientos de diversas características entre sus dirigentes,
al punto de que el prácticamente nonato Partido Único avanzó sin rumbo
y culminó en un abierto fracaso. La reconstitución partidaria, entre fines de
1946 y principios de 1947, ahora como Partido Peronista, intentaría desde
su máximo organismo -el Consejo Superior- dotar al nuevo partido de una
mecánica orgánica, trabajando para ello en lo que sería su principal objetivo:
la convocatoria a un Congreso Constituyente partidario, con delegados
electos por los afiliados peronistas.
En el arduo proceso de organización unificada del Partido Peronista se
destacan entonces, por su importancia intrínseca, las elecciones internas
llevadas a cabo el 21 de setiembre de 1947. Estas se caracterizaron en el
espacio bonaerense por una inmensa movilización partidaria, cuyos
componentes pluralistas y participativos probablemente no tuvieran
parangón con lo sucedido en el conjunto de las provincias argentinas. En
principio, la elección interna definía los delegados al Congreso Nacional
Partidario (que se realizó el 1 de diciembre de 1947). Pero simultáneamente
el formato organizativo de la elección en Buenos Aires presentó una radical
novedad que avanzaba hacia una estructura representativa en la conducción
partidaria. En efecto, los peronistas bonaerenses elegían también las
autoridades de 120 Consejos Directivos locales, es decir que en cada uno de
los municipios en que se dividía administrativamente la provincia emergería
una conducción política electa por los afiliados. Las situaciones locales no
fueron homogéneas; así, los electores debieron optar por concurrir a votar
una lista única, o bien a elegir entre varios candidatos. De todos modos,
la concurrencia fue imponente: en total participaron alrededor de ciento
cuarenta mil personas.
En esta primigenia “organización”, el Partido Peronista en la Provincia de
FORJANDO 42
Buenos Aires se estructuraba en base a los Consejos Directivos electos
en cada municipio; por debajo de ellos, en una multitud de “unidades
básicas” escasamente formalizadas; y por encima, hasta entonces sólo el
Consejo Superior (nacional). La experimental organización parece haber
sido observada con particular interés por los dirigentes peronistas de todo
el país al momento de establecer las reglas formales del partido; eso es
lo que puede deducirse del articulado de la Carta Orgánica partidaria,
sancionada en el Congreso del Partido Peronista reunido en diciembre de
1947. En ella, el diseño organizativo, que el Partido se otorgaba, se basaba
en la elección de autoridades partidarias en cada “distrito” (bonaerense) o
“departamento” (en las demás provincias), y delegados de esas localidades
para un Congreso partidario provincial, el cual tendría a su cargo tanto la
elección del Consejo Directivo Provincial (la autoridad ejecutiva partidaria
en cada provincia) como la designación de los candidatos a cargos
públicos. Diversas interpretaciones han realzado el carácter personalista de
aquella carta orgánica, en función de las atribuciones otorgadas a Perón,
suponiéndose que toda autoridad partidaria iba de “arriba hacia abajo”.
Pero tan, si no más importante, es su reverso: el margen de participación
que se otorgaba al afiliado y la elección de un conjunto de autoridades
que iban, sin duda, de “abajo hacia arriba”. Que el método escogido para la
elección de autoridades superiores al nivel local fuera indirecto no invalida el
punto: la cuestión es que Perón no elegía (de acuerdo a la Carta Orgánica)
a los dirigentes partidarios, sino que lo hacían los afiliados.
Estas disposiciones, que tendencialmente apuntaban a conformar
autoridades deliberativas y ejecutivas a partir del voto de los integrantes
del partido, no quedaron apenas en el papel, por lo menos en la Provincia
de Buenos Aires. Dos años después, en diciembre de 1949, un volumen
aún mayor de afiliados peronistas (calculado en doscientas mil personas)
concurrió a una nueva ronda de elecciones internas y reeligieron autoridades
partidarias locales y delegados del Congreso provincial. Una vez concluido
el comicio interno, y renovadas las autoridades de los Consejos Directivos
locales, el Congreso partidario provincial inició sus deliberaciones con
vista a tres objetivos principales; sancionó, en primer lugar, la plataforma
que el partido levantaría en las siguientes elecciones generales de marzo
de 1950; designó, en segundo lugar, los candidatos a cargos públicos que
integrarían las listas partidarias; y en tercer lugar, estableció la integración
del Consejo Directivo provincial. Es preciso remarcar este último hecho,
ya que hasta entonces todas las provincias, incluida Buenos Aires, habían
estado conducidas por un Interventor partidario designado por el Consejo
Superior (me refiero a la vida interna del peronismo, no a los gobiernos
provinciales). Asimismo, la composición humana de este Consejo Provincial
era una muestra de la hegemonía que en el ámbito territorial bonaerense
ejercía el grupo dirigente que tenía como referente al Gobernador Mercante.
FORJANDO43
De este modo, la construcción partidaria emprendida por los peronistas en
la Provincia de Buenos Aires parecía haber llegado, hacia 1950, a una relativa
estabilidad. Las normas y procedimientos adoptados por sus dirigentes y
practicados consecuentemente indican que, en el principal distrito electoral
del país, el Partido Peronista era una auténtica organización política de
masas, cuya estructura interna de autoridades ejecutivas y deliberativas se
basaba en la consulta al cuerpo de afiliados. Del mismo modo, los candidatos
a cargos públicos eran designados por el órgano competente, y no por
alguna decisión autoritaria de Perón o sus adláteres, como frecuentemente
se ha sostenido. Cabría señalar, como indicador del mínimo grado de
aleatoriedad con que el Congreso provincial designaba sus candidatos,
que para las elecciones de 1950 el 76% de los mismos habían resultado
triunfadores de la elección interna en sus respectivos municipios.
Este modelo partidario no resistió una aguda crisis política intraperonista
que se desarrolló impetuosamente durante 1951. En ella, o por ella, la cúpula
nacional del Partido Peronista avanzó decididamente sobre la experiencia
partidaria bonaerense. Los mandatos de los congresales partidarios y del
Consejo Directivo provincial fueron cancelados y se nombró un Interventor
partidario en la provincia que, a su vez, designó delegados (interventores
de hecho) en cada uno de los Consejos Directivos municipales. El efecto
final de las sucesivas caducidades de las direcciones partidarias electas por
los afiliados fue la forma de designación de los candidatos peronistas para
cargos públicos. El Consejo Superior del partido, por su cuenta, nombró a
todos los candidatos, desde gobernador hasta el último concejal, para las
elecciones generales que se desarrollaron el 11 de noviembre de 1951.
Esta impronta vertical y autoritaria que descendía desde la cúpula
nacional del partido, si pretendía durar, debía partir de -o ser acompañada
por- la modificación de las reglas partidarias. Y esto fue lo que sucedió.
Acallados los ecos de la victoria electoral, el Consejo Superior se mantuvo
enfrascado en una ardua, y tal vez penosa, tentativa de reconstrucción
partidaria. Suprimidos los canales representativos que hasta entonces
estuvieron vigentes -consejos locales, consejo y congreso provincial- un
nuevo organigrama fue dado a conocer a finales de 1952. El documento,
denominado “Directivas básicas del Consejo Superior”, establecía una
dependencia directa, en cascada, de agencias partidarias. En primer lugar,
se decretaba como “Jefe Supremo” a Perón, quien designaba los integrantes
del Consejo Superior. Este organismo, a su vez, designaba los componentes
de los Consejos Directivos provinciales, quienes tenían a su cargo escoger
los integrantes de los Consejos Directivos locales y (aparentemente) los
nuevos Consejos de Unidades Básicas. El Consejo Superior se arrogaba la
facultad de elegirlos candidatos a cargos públicos nacionales y la de indicar
–o delegar a los consejos provinciales– las candidaturas públicas de orden
FORJANDO 44
provincial y municipal. Esta serie de disposiciones sería formalizada tiempo
después en una nueva Carta Orgánica partidaria, sancionada en 1954 por el
máximo organismo del partido, sin mediar congreso alguno.
Las nuevas disposiciones tendían claramente a establecer el “control” como
la suprema norma partidaria. Los mecanismos para designar autoridades
cambiaban de rumbo; si antes iban de “abajo hacia arriba”, ahora se trataba
de una tendencia inversa. Estas disposiciones, al igual que las anteriores, no
quedaron simplemente en el papel sino que determinaron las prácticas de
los actores partidarios. En la Provincia de Buenos Aires, desde comienzos
de 1953, el Interventor partidario fue dando a conocer, paulatinamente, los
nombres de los integrantes de los Consejos de Distrito y de los Consejos de
Unidades Básicas. Luego de la sanción de la reformada Carta Orgánica, a
comienzos de 1954, el Interventor junto al Consejo Superior nacional dieron
a conocer los candidatos que el partido postularía para las elecciones que
se desarrollaron en abril de ese año. Y una vez “reorganizado” el partido bajo
estos presupuestos, el interventor bonaerense normalizó el funcionamiento
del Consejo Directivo Provincial y designó a sus integrantes. Como puede
observarse, las elecciones internas y los congresos partidarios habían
quedado en el olvido.
ALguNAs REFLEXIONEs
Indicadas las características principales de los formatos partidarios
que estuvieron vigentes en el peronismo bonaerense entre 1947 y 1955,
intentaré una sumaria comparación. No cabe duda que entre una y otra
de las Cartas Orgánicas los mecanismos básicos para elegir autoridades
partidarias y candidatos a cargos públicos mostraron notables diferencias.
Sin embargo, entre ambas normativas se registran también evidentes
continuidades. La primera de ellas, casi podría decirse obviamente, fue la
referencia básica a Perón como centro aglutinante. En este sentido, ambos
estatutos sancionan un tipo de organización partidaria, al que usualmente se
denomina carismático, donde el líder aparece como “el creador e intérprete
indiscutido” de la doctrina y los objetivos partidarios. Un segundo elemento
de continuidad se revela en el formato “federal” de organización partidaria.
En la medida que las provincias eran el ámbito básico para la elección de
autoridades legislativas o ejecutivas nacionales, al mismo tiempo que elegían
sus propios representantes políticos, la inserción de los principios federales
en la normativa partidaria no hacía más que reproducir los lineamientos
generales del sistema político argentino. De este modo, en la Carta de 1947
los órganos máximos de poder partidario eran el Congreso y el Consejo
Directivo provincial, que decidían sobre las cuestiones partidarias de niveles
menores (distritales o de unidades básicas). En la Carta de 1954, eliminados
los órganos deliberativos, el Consejo provincial fue, nuevamente, la máxima
FORJANDO45
autoridad partidaria en cada provincia.
Las similitudes o continuidades acaban aquí. Una discontinuidad manifiesta
precisa ser establecida, dado que sobre ella circula una permanente
confusión. Me refiero a la supuestamente eterna organización tripartita
del “movimiento” peronista, de acuerdo al lenguaje de sus integrantes.
En el ámbito académico, se considera generalmente que hacia 1950
tal organización movimientista estaba, si no consolidada, por lo menos
claramente diseñada. Esta evaluación no aparece confirmada en el material
empírico. En la Carta de 1947 no se definía al Partido Peronista como
parte de algo mayor; por el contrario, era la organización política que se
daba el “movimiento” (esto puede resultar algo confuso, pero deriva del
lenguaje utilizado por los peronistas). Pero desde 1952, con las “Directivas”
mencionadas previamente, se definía terminantemente al peronismo como
un movimiento organizado en tres ramas: el Partido (masculino), el Partido
Peronista Femenino y la CGT; cuyos organismos directivos se denominaban
“comandos” o “subcomandos”, estratégicos y tácticos.
Finalmente, las profundas diferencias en torno a la relevancia otorgada a
la participación del afiliado de base en ambos modelos de partido obligan
a preguntar: ¿Cuáles fueron las razones que fundamentaron el paso de
una organización partidaria inclusiva y participativa a otra restrictiva?
¿Cómo explicar el pasaje de un mecanismo de selección de candidatos
descentralizado e inclusivo, a otro antagónico? Un primer elemento para
ser considerado es la coyuntura crítica de 1951/1952 donde se registra la
transición entre diseños partidarios. Los datos asequibles indican con
razonable grado de certeza que hubo una dura lucha por el control del Partido
Peronista entablada entre “sublíderes”. En este punto, es preciso subrayar el
predominio del Consejo Superior nacional del partido por parte de Domingo
Mercante y sus seguidores hacia 1949. Durante 1951, en un marco de agudas
disputas entre peronistas y opositores rumbo a las elecciones generales en
las que Perón iría por su reelección, y entre dirigentes peronistas por las
candidaturas relevantes, el dominio mercantista del Consejo Superior fue
revertido, y otro estamento de dirigentes -que reconocía en Alberto Teisaire
su principal figura- hegemonizó la conducción partidaria. La lógica que
subtendía esta disputa intraperonista anudaba la lucha por el control de
los puestos directivos del Partido con las prácticas organizativas diferentes
que esos grupos expresaban: dicho en términos simples, representativas
versus verticales, democráticas versus autoritarias. Asimismo, esta disputa
entre colectivos dirigenciales expresaba, de modo oblicuo, un problema
presente en toda organización carismática, al cual el peronismo no fue
ajeno: la potencial, y acaso amenazante, aparición de liderazgos alternativos
al mismo Perón. La persistencia de normas representativas en la selección
de autoridades partidarias, podría -eventualmente- permitir el surgimiento
PARA sEguIR
LEyENDO
Aelo, Oscar H.
El peronismo en
la provincia de
Buenos Aires,
1946-1955, Caseros,
Eduntref, 2012.
Mackinnon,
Moira .Los años
formativos del
Partido Peronista,
Buenos Aires, Siglo
XXI/Instituto Di
Tella, 2002.
Panella, Claudio.
(comp.), El
Gobierno de
Domingo A.
Mercante en
Buenos Aires
(1946-1952). Un
caso de peronismo
provincial, La Plata,
Instituto Cultural
de la provincia de
Buenos Aires, 2005.
FORJANDO 46
de dirigentes ampliamente reconocidos. Esencialmente, este era el caso del
propio gobernador de Buenos Aires, quien para 1950 era indudablemente
un líder nacional del peronismo. Mecanismos verticales de selección
de autoridades y candidatos evitaban esta amenaza, convirtiendo a la
cooptación (en lugar de la representación) en el método básico de ascenso
partidario. Unas palabras de Perón, a comienzos de 1952, permiten pensar
que fue el propio líder quien “inclinó la balanza” en esa disputa entre grupos
dirigentes rivales (o acaso, simplemente sancionó con su autoridad el hecho
consumado):
“Este respeto al sistema federal, lleva involucrado el germen del
“caudillismo”, verdadero cáncer de nuestra política, por lo que resulta
indispensable instituir una forma de conducción y dirección que concilie
estas circunstancias contrapuestas. Es decir, debemos mantener el sentido
regional y a la vez eliminar el caudillo. La solución puede ser la de formar
“comandos” que reemplacen a los “comandantes”, germen de caudillos en
política” (Plan Político Orgánico 1952-1958, s/e, s/f.)
La forma dubitativa en la cual Perón apuntaba una probable solución al
“caudillismo” (término que en ese contexto específico refería a liderazgos
secundarios del peronismo) es indicativa de la fluidez con que los peronistas
trataban las opciones de organización partidaria que tenían ante sí. El
Consejo Superior del partido adoptó estas sugerencias de Perón y las
plasmó efectivamente, como pudo verse previamente.
La pesada maquinaria partidaria implantada desde 1952 se mostró, acaso
obviamente, incapaz de enfrentar los vertiginosos acontecimientos que
precedieron el derrumbe del gobierno de Perón. En un contexto de extrema
polarización azuzada por la movilización católica, hacia junio/julio de 1955,
hubo bruscos reacomodamientos en la cúpula directiva del Partido Peronista.
Un grupo distinto de dirigentes encabezados por Alejandro Leloir, entre los
que se contaban varios de los desplazados hacia 1951, se hicieron cargo del
partido, e intentaron revivir las formas participativas y representativas de
acción partidaria. Pero las palabras que anunciaban ese nuevo rumbo no
tuvieron tiempo de plasmarse en la práctica, y ciertamente no hubo entre
julio y septiembre de 1955 ningún cambio apreciable en la estructura del
Partido Peronista bonaerense. Tras el vendaval antiperonista, en la derrota
y la prohibición, diversos grupos dirigentes peronistas reconocerían,
tardíamente, que “lo mejor que tenemos es el pueblo” y apostarían a
sostener e impulsar, desde el llano, el núcleo duro que había dado origen al
peronismo: la tumultuosa, desbordante, e inorgánica participación popular.
Quedaría para el futuro la tarea de reestructuración e institucionalización
del Partido Peronista.
FORJANDO47
“Carta Orgánica Nacional del Partido Peronista” [1947], en Doctrina
Peronista, Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, Buenos
Aires, 1951, pp. XXVII-XLII.
Partido Peronista, Directivas básicas del Consejo Superior, Buenos Aires,
1952.
“Carta Orgánica del Partido Peronista”, en Partido Peronista, Consejo
Superior, Manual del Peronista, Buenos Aires, 1954, pp. 326-416.
Aelo, Oscar H. (comp.), Las configuraciones provinciales del peronismo.
Actores y prácticas políticas 1945-1955, La Plata, Instituto Cultural de la
provincia de Buenos Aires, 2010.
Aelo, Oscar H. y Quiroga, Nicolás, “Modelos en conflicto. El Partido Peronista
en la provincia de Buenos Aires”, Estudios Sociales, Nº 30, Santa Fe, 2006.
Alberto Ciria, Política y cultura popular: la Argentina peronista, 1946-1955,
Buenos Aires, De la Flor, 1983.
Luna, Félix, El 45, Buenos Aires, Sudamericana, 1972.
Panebianco, Angelo, Modelos de partido, Madrid, Alianza, 1990.
Torre, Juan C. (dir.), Los años peronistas (1943-1955), Buenos Aires,
Sudamericana, 2002.
Torre, Juan C., La vieja guardia sindical y Perón, Buenos Aires, Sudamericana,
1990.
Bibliografía
FORJANDODOSSIER
48
REsumEN
El presente trabajo se propone reconstruir el accionar del peronismo de
Bahía Blanca desde la perspectiva de su funcionamiento como partido
político, teniendo como marco temporal el período que se extiende desde
las elecciones generales de febrero de 1946 hasta los comicios de marzo
de de 1962, donde el peronismo nuevamente vuelve a participar de un acto
electoral con candidatos propios.
CONFLICTOs, PRáCTICAs POLíTICAs y ORgANIzACIóN PARTIDARIA EN EL PERONIsmO DE BAhíA BLANCA
por José Marcilese
Doctor en Historia, egresado de la Universidad Nacional del Sur, actualmente es in-vestigador asistente del CONICET y profesor adjunto en la Universidad Provincial del Sudoeste (UPSO). Es autor de capítulos de libros, trabajos en actas de congreso y artículos en revistas nacionales y extranjeras.
1945-1960
FORJANDODOSSIER
49
Los objetivos principales son estudiar los diversos procesos internos que
se generaron y enfrentaron a las diversas facciones del peronismo local y el
papel que detentaron las autoridades partidarias en dicho proceso. Para ello
se tendrán en cuenta las características de cada una de las agrupaciones
internas en lo que respecta a su conformación, particularidades, intereses
y prácticas.
En relación a la periodización elegida la misma contempla tres etapas
principales, una inicial representada por el peronismo clásico de la etapa
1945-1955, un segundo momento representado por la resistencia peronista
del período 1955-1958 y un último período caracterizado por los primeros
intentos del peronismo por dejar la clandestinidad y comenzar un nuevo
proceso de institucionalización. La escala de análisis contempla en forma
específica a los procesos políticos ocurridos en Bahía Blanca y de manera
secundaria el contexto bonaerense.
FORJANDO 50
EL PROCEsO FORmATIvO DEL PARTIDO PERONIsTA EN BAhíA
BLANCA, 1946-1947
Luego de los sucesos de octubre de 1945, la candidatura a la presidencia de
Juan Perón originó un reordenamiento de las fuerzas políticas preexistentes.
Fue así como en los diversos distritos del territorio bonaerense convergieron,
en torno a la propuesta política del militar, un heterogéneo conjunto de
militantes y dirigentes provenientes de fuerzas partidarias preexistentes
conjuntamente con líderes de diversas organizaciones obreras, en su
mayoría de reciente formación, al igual que simpatizantes sin antecedentes
partidarios. Las organizaciones políticas que formalizaron este proceso
fueron el Partido Laborista y la UCR- Junta Renovadora, dos fuerzas
constituidas en las postrimerías de 1945 a modo de encausar al conjunto de
electores que simpatizaban con la proyecto de Perón.
En Bahía Blanca esas fuerzas aglutinaron mayoritariamente a representantes
del radicalismo y en menor proporción, del conservadorismo, quienes junto con
referentes sindicales conformaron los equipos políticos locales. Para el caso
bahiense, el rasgo diferenciado estuvo representado por la incorporación de
una activa célula del grupo nacionalista FORJA, que alcanzó un protagonismo
inusual en relación a lo ocurrido en otros distritos bonaerenses.
Luego que la coalición peronista se impusiese en las elecciones del 24 de
febrero de 1946, permitiendo el acceso de Perón a la presidencia de la
nación y de Domingo Mercante a la gobernación bonaerense, se inicio un
proceso de reorganización de la heterogénea coalición de actores políticos
y sindicales con el objetivo de generar una única unidad partidaria.
La aplicación de esta resolución se inició en mayo de 1946 con la
conformación del Partido Único de la Revolución y culminó en marzo de
1947, cuando aquel se transformó en Partido Peronista. A partir de entonces
se inició la organización partidaria, a través de la apertura de locales y de
sucesivas instancias de afiliación, poniéndose de manifiesto la compleja
trama de alianzas que subyacía dentro del emergente peronismo, que en
su interior alienaba a dirigentes con orígenes ideológicos y tradiciones
políticas diferenciadas. Esta diversidad colaboró tanto en Bahía Blanca
como en otros distritos, con la formación de facciones internas, interesadas
en disputar la dirección de la subunidades locales del peronismo
Fueron dos las líneas internas principales que se formaron en Bahía Blanca.
Por un lado, un grupo de ex militantes conservadores junto a un sector
mayoritario de la dirigencia sindical de la ciudad en torno al liderazgo del
gremialista de Luz y Fuerza, Eduardo Forteza; por otro, se aglutinó un conjunto
de dirigentes de origen radical forjista, junto con algunos representantes
FORJANDO51
obreros y del radicalismo renovador, reconociendo como referentes a dos
jóvenes abogados Julio César Avanza y Miguel López Francés. Esta línea, se
encontraba estrechamente vinculada al mercantismo, línea interna que por
entonces comenzaba a conformarse en derredor del gobernador distrital.
LAs DIvERsAs FACCIONEs PARTIDARIAs FRENTE A LOs COmICIOs INTERNOs
Luego de culminado el proceso de afiliación, las autoridades partidarias
provinciales decidieron convocar a elecciones internas para el 21 de
septiembre de 1947, con el objetivo de constituir los consejos directivos
locales de nivel municipal y seleccionar los delegados al congreso
constituyente del partido, que tendría lugar el 1 de diciembre de ese año.
De esta forma, se daría un paso fundamental en la normalización del
funcionamiento partidario atenuando así, las disputas que aquejaban al
partido desde su origen ya que finalmente cada distrito contaría con una
conducción legítimamente elegida por el voto de los afiliados, mediante un
proceso interno, donde las diversas núcleos disputarían la conducción. En
especial, porque según estipulaba la Carta Orgánica, el sistema contemplaba
que la lista vencedora monopolizaba la totalidad de los cargos en juego,
una modalidad que si bien resulta funcional para la consolidación de un
grupo, bloqueaba las pretensiones de los sectores perdedores de obtener
incentivos personales o colectivos inherentes a las posiciones partidarias.
Partiendo de esta situación, en Bahía Blanca se conformaron tres agrupaciones,
dos de las cuales -que presentaban un mayor caudal de adherentes- respondían,
con algunas excepciones, a las principales líneas internas que convergieron en
la génesis del peronismo local: laboristas y forjistas. Como era de esperarse, el
proceso electivo promovió una intensa actividad proselitista, que consistió en
la apertura de numerosos locales partidarios en la totalidad de los barrios de la
ciudad y la realización de actos. Finalmente, el resultado de los comicios dejó
al Centro Cívico Peronista “24 de febrero”, conducido por Eduardo Forteza,
como agrupación vencedora quedando en segundo lugar a la Agrupación
Revolucionaria Peronista (con los ex forjistas Miguel López Francés y Julio
César Avanza al frente), seguida de la Agrupación Peronistas Plan Quinquenal
de trabajadores manuales e intelectuales (liderada por el radical renovador
Roberto Volpe). La diferencia obtenida por la lista vencedora demostró el
peso electoral de los grupos sindicales dentro del peronismo local, por sobre
el caudal de votos conseguidos por los núcleos de ascendencia radical, tanto
forjistas como renovadoras.
LAs FACCIONEs PARTIDARIAs y sus EsTRATEgIAs ANTE LOs COmICIOs muNICIPALEs
A pesar de que los comicios internos establecieron qué sector del peronismo
FORJANDO 52
detentaría la conducción partidaria en las diversas comunas bonaerenses, no
determinaron de manera directa las candidaturas municipales ni legislativas,
nacionales y provinciales, que debían renovarse a fines de 1948. Esta función
estuvo a cargo de una convención provincial, conformada por delegados
partidarios seccionales, aunque influida por la opinión del gobernador y su
entorno, al igual que por legisladores y funcionarios.
Terminado el proceso de selección, Julio C. Avanza fue designado candidato
a senador provincial y Eduardo Forteza a diputado nacional. Mientras que la
convención eligió como candidato a intendente a Rafael Laplaza, un joven
abogado de origen radical, que había ocupado previamente el cargo de
comisionado y secretario del municipio. Si bien Laplaza no era una figura con
ascendiente dentro del peronismo bahiense, era un profesional y docente
respetado dentro de la comunidad municipal. Fue así como la combinación
de reconocimiento social con experiencia administrativa se asociaron para
legitimar su candidatura; en un momento en el que dirigentes con esas
condiciones no abundaban dentro del peronismo local, especialmente
dentro de las filas del fortecismo, sector que reunía mayormente a dirigentes
de extracción sindical. Un perfil diferente presentó el grupo de militantes
que integró la nómina de candidatos a concejales, donde los gremialistas
locales obtuvieron un lugar preponderante. Este hecho revela el grado de
inserción que los representantes obreros habían logrado para entonces en
la totalidad de las líneas internas del peronismo bahiense, lo que constituyó
uno de los rasgos más renovadores de la cultura política peronista.
La elección general se realizó en forma desdoblada el 7 y 14 de marzo de
1948, obteniendo el peronismo un claro triunfo que le permitió reafirmar su
condición de fuerza hegemónica, tanto en el medio bahiense como a escala
provincial. Esta tendencia determinó que, en la composición del Concejo
Deliberante local, el peronismo obtuviera once concejales frente a cinco del
radicalismo y sólo dos por el socialismo.
A pesar del proceso electoral interno que determinó una dirección local, el
Partido Peronista bahiense siguió funcionando como una fuerza sumamente
dividida y enfrentada, donde las tendencias centrífugas eran un obstáculo
para el funcionamiento orgánico que el Consejo Superior promovía. Esta
tendencia se manifestó en el cuerpo deliberativo local donde el bloque
peronista funcionó en ocasiones de forma desagregada de acuerdo a los
intereses de las facciones internas, actitud que también se apreciaba en la
dinámica partidaria, donde los actos faccionales competían en importancia
con las acciones promovidas desde la dirección partidaria distrital. Una
situación que revela la pervivencia de los conflictos de la etapa formativa y
un escaso acatamiento de las directivas partidarias.
FORJANDO53
LA CONsOLIDACIóN DEL FORTECIsmO EN EL sEguNDO PROCEsO DE INTERNAs
En este contexto, el interventor provincial del Partido dispuso un llamado
a elecciones internas para el 18 de diciembre de 1949, iniciándose así una
nueva carrera electoral por alcanzar la conducción partidaria del peronismo
bahiense. Frente a esta elección se conformaron cinco líneas internas, dos
más que las que participaron en los comicios del 21 de septiembre de 1947,
un dato que revela un activa dinámica partidaria, marcada por divergencias
intestinas al mismo tiempo que por la existencia de un amplio conjunto de
dirigentes y militantes interesados por participar de los juegos de poder
internos. La elección concluyó nuevamente con la victoria del fortecismo,
la única facción que salió indemne del proceso atomizador que fragmentó
el capital electoral de sus competidores. En esta ocasión, el número de
afiliados que concurrió a votar superó al de 1947, posiblemente como
resultado de una acción proselitista más intensa gracias a la formación de
nuevas agrupaciones.
El predominio electoral que mantuvo en ambas elecciones internas la
facción liderada por Forteza frente a los grupos de extracción forjista
ligados a la gestión Mercante, reveló no solo un mejor manejo preelectoral
por parte del vencedor sino también la existencia de una cierta
independencia por parte de cada distrito partidario de los intereses e
imposiciones provenientes del Consejo Partidario Provincial o incluso del
propio gobernador. De otra manera, difícilmente un sector que tenía como
referentes directos a dos de los ministros del gabinete provincial (Avanza
y López Francés), hubiera podido ser derrotada en los comicios internos
correspondientes a su distrito de origen.
En la determinación de las candidaturas correspondientes a Bahía Blanca,
el Congreso Provincial del Partido Peronista fue equitativo entre las dos
facciones mayoritarias, al momento de confeccionar las listas legislativas.
En la nominación de las cargos locales -intendente y concejales- la posición
que primó fue la del diputado Forteza, quien distribuyó entre su entorno las
totalidad de los lugares en juego. Esta resolución causó un fuerte malestar
entre los referentes de las demás facciones en juego y dejó en claro la
influencia de Forteza en la convención partidaria provincial que había
acordado las candidaturas.
El resultado de la elección del 12 de marzo de 1950 marcó la continuidad
del la supremacía electoral del peronismo, que obtuvo seis de las nueve
bancas que se renovaban. Los nuevos concejales eran en su totalidad
militantes peronistas miembros del Centro 24 de febrero, la agrupación que
representaba localmente al fortecismo. Luego de esta renovación parcial
FORJANDO 54
del Concejo Deliberante, la bancada oficialista alcanzó un total de doce
representantes, una amplia mayoría ante los cinco representantes radicales
y al único edil socialista.
En tanto que como intendente resultó electo Norberto Arecco, un ingeniero
vinculado al conservadorismo aunque sin trayectoria en el peronismo, pero
reconocido en la ciudad por su participación en diversas entidades de la
sociedad civil. Determinación que pone de manifiesto como la “notabilidad”
fue unos de criterios principales al momento de seleccionar a los dirigentes
que detentarían una fuerte exposición pública.
Asimismo, otra medida fundamental que resolvió la convención partidaria
peronista, reunida en diciembre de 1949 y compuesta por los delegados de
los 112 distritos comunales, fue la elección de una conducción orgánica, de
manera que la dirección distrital del partido dejaría de estar en manos de
interventores designados por el Consejo Superior para recaer en dirigentes
bonaerenses nombrados por el conjunto de los representantes distritales.
Entre los cuales fue designado para ocupar una vocalía el propio Eduardo
Forteza, junto a un conjunto de legisladores nacionales y provinciales.
El predominio alcanzado por el fortecismo en las sucesivas instancias
electorales, aceptado y respetado tanto por la dirección partidaria
provincial como por el gobernadora Mercante, se acentuó a partir de 1952.
La desarticulación del mercantismo abrió una nueva etapa en el peronismo
bahiense ya que los sectores internos que competían con Forteza por la
dirección del movimiento en el orden local al mismo tiempo formaban parte
de los equipos de gobierno del ex gobernador.
Diversas investigaciones se han concentrado en los últimos años en las
circunstancias que rodearon el abrupto final de la carrera política del
gobernador Domingo Mercante y del equipo que lo acompañó en su
gestión. Entre ellas se destacan, por su profundidad interpretativa, las
efectuadas por Oscar Aelo, quien sostiene que más allá de las posibles
aspiraciones personales del mandatario bonaerense, es preciso señalar que,
la causa de su caída hay que buscarlas en el propio estilo de gestión que
Mercante imprimió al funcionamiento político de su distrito; caracterizado
por la consolidación de una dinámica partidaria democrática y participativa,
diferente a la existente en otros distritos provinciales. Aelo destaca, también,
cómo las aspiraciones de sectores marginados de la conducción provincial
por el mercantismo, resultaron funcionales para su remoción y aseguraron
un rápido reemplazo de los cuadros políticos desplazados.
La ruptura se afianzó a partir de la asunción del mayor Carlos Aloé como
gobernador de Buenos Aires, luego de lo cual un importante número
FORJANDO55
de funcionarios ligados al mercantismo fueron expulsados del Partido
Peronista, conjuntamente con el ex primer mandatario bonaerense. Este
hecho selló el destino de la facción del peronismo bahiense liderada por
los ex ministros Miguel López Francés y Julio C. Avanza, a quienes se inició
sendos procesos judiciales que los llevarían luego a la cárcel.
Esta situación consolidó la posición del diputado Eduardo Forteza, quien
a partir de ese momento se instituyó como el principal referente del
peronismo local, cumpliendo el rol de interventor partidario entre junio de
1951 y junio de 1953, cuando la conducción provincial decidió reinstaurar los
consejos locales. Sin embargo, en esa oportunidad y ante la inexistencia
de nuevas elecciones internas, estos se conformaron con un criterio
discrecional a partir de lo dispuesto por la intervención provincial. En Bahía
Blanca fueron dirigentes y militantes del fortecismo quienes acapararon los
cargos, al igual que la mayoría de los secretariados de las Unidades Básicas,
cuya organización tuvo lugar el 17 de mayo de 1953 también por disposición
de la autoridad provincial.
Esta situación se mantuvo hasta 1954 cuando la intervención provincial
dispuso intervenir nuevamente el peronismo del distrito Bahía Blanca. Esta
medida, afectó el liderazgo de Eduardo Forteza que debió compartir con
sus tradicionales opositores de origen radical la conducción local de la
fuerza y el reparto de los espacios de poder aunque sólo por espacio de
unos meses debido a que el levantamiento cívico-militar de septiembre de
1955 culminó con la década peronista.
EL gOLPE mILITAR DE sEPTIEmBRE DE 1955, LA DEsARTICuLACIóN
DEL PARTIDO PERONIsTA y EL INICIO DE LA REsIsTENCIA
Luego del golpe militar de septiembre de 1955, un período de proscripción y
persecución afecto a tanto a los equipos de gobierno como a los dirigentes
políticos y sindicales que habían tenido relación con el peronismo. A
partir de entonces, la fuerza política proscripta generó estrategias de
acción acordes a su nueva condición, que fluctuaron entre la oposición
representada por la “resistencia” del sindicalismo combativo y los militantes
de base, y la integración propuesta por algunas fuerzas políticas y sectores
gremiales, designados por los investigadores con la denominación genérica
de neoperonistas
Las restricciones impuestas por el gobierno de la “Revolución Libertadora”
al accionar del movimiento peronista y sus dirigentes, activaron un conjunto
de acciones clandestinas de parte de los proscriptos. Estas se extendieron
con diverso éxito e intensidad a la totalidad de los espacios provinciales,
siendo el levantamiento del general Valle en junio de 1956 la acción de
PARA sEguIR
LEyENDO
Acha, Omar y Quiroga, Nicolás, El hecho maldito.
Conversaciones para la historia del
peronismo, Rosario, Prohistoria, 2012.
Aelo, Oscar, El peronismo en
la provincia de Buenos Aires 1946-1955, Buenos Aires,
EDUTRES, 2012.
Melón Pirro, Julio César, El peronismo
después del pero-nismo. Resistencia, sindicalismo y po-lítica luego del 55,
Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2009.
Tcach, César, De la Revolución Liberta-dora al Cordobazo, Buenos Aires, Siglo
XXI, 2012
FORJANDO 56
mayor trascendencia, y al mismo tiempo, el ejemplo más claro del rigor que
mostraron las acciones represivas.
En ese contexto, en Bahía Blanca comenzaron a articularse vinculaciones
clandestinas entre diversos grupos peronistas con el fin de establecer
una trama organizativa que asegurase la supervivencia del movimiento
frente al proceso de desperonización que el gobierno militar promovía con
total determinación. Por entonces, las militantes peronistas asumieron un
rol organizativo que solo en casos excepcionales habían tenido antes de
septiembre de 1955. Este cambio se hizo evidente en los sucesivos equipos
políticos, clandestinos o no, que el peronismo bahiense mantuvo en la etapa
1955-1958, en los que las mujeres y los militantes de base tuvieron a su cargo
la coordinación de acciones políticas y de difusión antes reservadas a los
principales dirigentes.
Esta tendencia se evidenció en la conformación del primer comando
peronista de Bahía Blanca, organismo encargado de coordinar las acciones
políticas en el medio local y al mismo tiempo de responder a su equivalente
en el orden nacional mediante el envío de delegados. En su conformación
participaron tanto representantes sindicales de los gremios intervenidos
como de los “recuperados”, conjuntamente con miembros de la rama
masculina y femenina del peronismo.
LA REINsTITuCIONALIzACIóN DEL PERONIsmO: LA FORmACIóN DEL PARTIDO JusTICIALIsTA
Una atenuación de las restricciones políticas a partir de la asunción
de Arturo Frondizi permitieron al peronismo comenzar un proceso de
reinstitucionalización, a partir de la formación del Partido Justicialista. Su
proceso formativo comenzó en el medio bonaerense el 6 de diciembre de
1958, mediante una asamblea de dirigentes y militantes peronistas realizada
en La Plata, se decidió formar la organización en la provincia y al mismo
tiempo, se nombró una Junta Promotora para que ejerza la conducción
provisoria. A la reunión constitutiva asistieron referentes tanto del Gran
Buenos Aires como de del interior provincial, dato que permite suponer la
existencia de una instancia previa de negociación.
En términos organizativos la formación de la Junta Promotora fue consumada
por un grupo de referentes bonaerenses, en base a la determinación del
Consejo Coordinador y Supervisor del Movimiento Peronista (CCSMP) que
bregaba por el establecimiento de centros promotores en los diversos
espacios provinciales; para de ese modo acelerar la reinstitucionalización de
el peronismo, mediante la oficialización del PJ en todo el país.
FORJANDO57
Entre sus disposiciones iniciales los asistentes al acto asambleario
dispusieron la conformación de una comisión que dirigiese el proceso
organizador, cuya presidencia fue ocupada por sindicalista Federico Durruty.
Lo secundaron en esa labor un heterogéneo grupo de dirigentes, en el
que convivían referentes seccionales, que había desempeñado funciones
políticas o sindicales de cierta importancia durante el período previo a 1955,
conjuntamente con ignotos militantes, y entre estos últimos, un importante
número de mujeres, rasgo innovador de este período.
Una vez superado el ordenamiento inicial la Junta Promotora progresó
en las instancias formales inherentes al proceso formativo de un partido
político: dispuso una carta orgánica junto a una declaración de principios,
delineó una plataforma electoral y comenzó las gestiones necesarias para
obtener le personería electoral ante la justicia provincial y nacional.
En Bahía Blanca la Junta Electoral del Partido Justicialista se constituyó en
febrero de 1959 y como ya se señaló, a diferencia de lo ocurrido en los años
del peronismo clásico, varias mujeres ocuparon posiciones centrales en la
organización. El resto de los participantes fueron ex miembros de unidades
básicas, dirigentes estudiantiles y referentes sindicales, todos ellos con roles
secundarios en los equipos políticos peronistas que habían participado en
la etapa previa.
Poco después de conformarse, la Junta Promotora bonaerense promovió
la constitución de centros de acción justicialista en los diversos partidos
del distrito, con el fin de reorganizar al movimiento en los niveles de base,
en lo que se suponía sería un proceso de reinstitucionalización previo a la
reinserción electoral. Sin embargo, el esfuerzo organizativo que el peronismo
bonaerense dispuso para constituir el Partido Justicialista en el distrito
finalmente resultó en vano, debido a que Arturo Frondizi dispuso quitar
la personaría jurídica de la organización e impidió su participación en los
comicios de marzo de 1960. De esa manera, se cerraba una nueva instancia
en la historia partidaria del peronismo, tanto de Bahía Blanca como de la
provincia de Buenos Aires, que volverá a aglutinarse dentro de un formato
partidario en 1962, cuando ingresen masivamente al Partido Unión Popular,
la fuerza política que se impondrá exitosamente en la elección de ese año,
anuladas poco después debido a la presión militar.
FORJANDO 58
BibliografíaAmaral, Samuel y Ben Plotkin, Mariano (Comp.), Perón del exilio al poder,
Buenos Aires, EDUNTREF, 2004.
Da Orden, María y Melón Pirro, Julio César, Organización política y estado en
tiempos del peronismo, Rosario, Prohistoria, 2012
Levitsky, Steven, La transformación del justicialismo. Del partido sindical al
partido clientelista, 1983-1999, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.
Mackinnon, Moira Los años formativos del Partido Peronista, Buenos Aires,
Siglo XXI Editores, 2002
Macor, Dario y Tcach, César (edit.), La invención del peronismo en el interior
del país, Santa Fe, UNL, 2003
Marcilese, José, “El proceso formativo y consolidación del peronismo en
Bahía Blanca” en Julio Melón Pirro y Nicolás Quiroga (comp.), El peronismo
bonaerense. Partidos y prácticas políticas, 1946-1955, Mar del Plata, Ediciones
Suarez, 2006
Marcilese, José, “La sociedad civil de Bahía Blanca frente al primer
peronismo” en Actas de las IX Jornadas Interescuelas/Departamentos de
Historia, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 2003
Quiroga, Nicolás, “El Partido Peronista en Mar del Plata: articulación
horizontal y articulación vertical, 1946-1955, en Actas de las X Jornadas
Interescuelas y Departamentos de Historia, Córdoba , UNC, 2003 (edición
digital)
Rein, Rannan, “El primer peronismo sin Perón: la Unión Popular durante
la Revolución Libertadora” Disponible en historiapolitica.com, http://
historiapolitica.com/datos/biblioteca/Rein.pdf [último acceso: 8/11/2011].
Rosanvallon, Pierre, Por una historia conceptual de lo político, México,
Fondo de Cultura Económica, 2002.
Smulovitz, Catalina, “Crónica de un final anunciado: las elecciones de marzo
de 1962” en Desarrollo Económico, vol. 28, Nº109, 1988.
FORJANDO59
FORJANDODOSSIER
60
por Mariana Pozzoni
Profesora en Historia (UNMdP) y becaria doctoral del CONICET. Su tema de investigación comprende los proyectos, ideas, prácticas políticas y disidencias en la Tendencia Revolucionaria del peronismo en la provincia de Buenos Aires entre c. 1970 y 1976. Algunos de sus trabajos más recientes son: “Una mirada sobre la militancia en los primeros años ’70 a través de la revista ENVIDO (1970- 1973)”. En Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Cuestiones del tiempo presente, 2012, [En línea], Puesto en línea el 30 enero 2012. URL : http://nuevomundo.revues.org/62672. ISSN: 1626-0252; y Recuerdo de la muerte de Miguel Bonasso: entre la denuncia y la autocrítica. Una mirada exílica”, en Malas Artes. Revista de Teoría y Crítica de la Cultura, Nº 1, junio de 2012. pp. 25-35. ISSN: 2250- 8678
LA APERTuRA ELECTORAL EN LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs y LA gRAvITACIóN JuvENIL EN EL gOBIERNO DE OsCAR BIDEgAIN
REsumEN
Este artículo propone realizar un recorrido por el contexto de apertura
electoral de principios de los 70, poniendo especial énfasis en las
características que el proceso adquirió en la provincia de Buenos
Aires, la cual se convirtió en una experiencia piloto del “trasvasamiento
generacional” propiciado por Juan D. Perón. En este sentido, se realizará
una aproximación a los objetivos del gobernador Oscar Bidegain y a la
gravitación que los jóvenes de la Tendencia Revolucionaria (TR), partidarios
de la “patria socialista”, tuvieron en el gobierno provincial hasta su paulatino
desplazamiento en enero de 1974.
1972-1974
FORJANDODOSSIER
61
hACIA uNA APERTuRA ELECTORAL
El 11 de noviembre de 1970, las principales figuras de los partidos peronista
y radical, junto con autoridades de otros partidos menores, se reunieron
en un encuentro multipartidario conocido como La Hora del Pueblo,
para exigir al gobierno dictatorial la rehabilitación de la actividad política
y la convocatoria a elecciones sin proscripciones. Este pedido, sumado
a la escalada de violencia y de radicalización política y social, llevaron al
presidente Alejandro A. Lanusse a lanzar el Gran Acuerdo Nacional (GAN) a
mediados de 1971. Se trataba de una estrategia de la dictadura militar para
restablecer las reglas del juego electoral con las distintas fuerzas políticas.
Lanusse creía que, una vez incorporado a las negociaciones, Perón dejaría
sin sustento ideológico a las organizaciones revolucionarias (FAP, FAR,
Descamisados, Montoneros) que invocaban su nombre, y pretendía erigirse
como el nuevo presidente constitucional de la transición, neutralizando la
candidatura del líder peronista.
La intención continuista del régimen no escapó a Perón y a los diferentes
sectores del peronismo, que percibieron al GAN como una falsa salida
FORJANDO 62
o “trampa electoral”. Las dudas generalizadas sobre las intenciones del
gobierno militar respecto a una concreta institucionalización de la vida
política determinaron que el líder no sólo se rehusara a condenar a las
organizaciones armadas que actuaban en su nombre, sino que, bajo el rótulo
de “formaciones especiales”, las alentó para ejercer presión sobre Lanusse.
Al percibir su pérdida de gravitación en el proceso, el 7 de julio de 1972,
Lanusse renunció a la estrategia acuerdista y decidió declararse prescindente
en cuanto a su candidatura. Por otro lado, impuso la exclusión de Perón
mediante una cláusula legal que expresaba que quien aspirase a un cargo
electivo en el próximo gobierno constitucional debía estar presente en el
país antes del 25 de agosto de ese año y residir permanentemente en el
territorio nacional hasta la asunción del poder. Tras este fracaso del GAN, el
Poder Ejecutivo convocó a elecciones generales para el 11 de marzo de 1973.
En este marco, el 17 de noviembre de 1972 Perón retornó por primera vez al
país e inició una serie de negociaciones que culminaron en la constitución
del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI). El Frente, que integraban el
Justicialismo, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) dirigido por
el ex presidente Arturo Frondizi, el Partido Conservador Popular de Vicente
Solano Lima, el Partido Popular Cristiano de José Allende, y otros partidos
menores, presentó la fórmula Héctor Cámpora - Vicente Solano Lima, como
candidatos a presidente y vicepresidente.
LA DEFINICIóN DE LA FóRmuLA FRENTIsTA y LAs ELECCIONEs EN LA
PROvINCIA DE BuENOs AIREs
El proceso nacional del justicialismo que se inició con la apertura política
planteada por la dictadura y resultó en la preeminencia del sector juvenil,
tuvo su reflejo en la provincia de Buenos Aires. En agosto de 1971, durante
la gestión de Jorge D. Paladino como delegado personal de Perón, se
conformó la Junta Promotora Provincial, bajo la conducción de Héctor A.
Sáinz -estrechamente vinculado a Paladino-, con el objetivo de llevar a cabo
la campaña de afiliación y la organización partidaria en la provincia. Poco
tiempo después, la crisis paladinista, basada en las sospechas de la excelente
relación mantenida con Lanusse por parte del delegado, en los problemas
que tuvo para disciplinar a la Juventud Peronista y en el enfrentamiento con
la Rama Femenina y las 62 Organizaciones, provocó el alejamiento de Sáinz,
quien no pudo distanciar su imagen de la de Paladino y fue reemplazado
por Oscar Bidegain.
Este último, peronista de la primera hora y vinculado a la rama política, tenía
una extensa trayectoria en el Movimiento Peronista que lo colocaba entre
los principales candidatos para encabezar la fórmula del FREJULI en la
provincia de Buenos Aires. Sus antecedentes políticos se remontan a 1945
FORJANDO63
cuando se incorporó al Partido Laborista, propiciando la candidatura de
Perón a la primera magistratura. Más tarde ocupó un rol fundamental en
el Partido Peronista de Azul, su ciudad natal. Fue electo Diputado Nacional
por la provincia de Buenos Aires en los dos primeros gobiernos peronistas,
alcanzando la presidencia del Bloque de Diputados Nacionales del Partido
Peronista en 1955. Luego de la Revolución Libertadora permaneció
encarcelado hasta 1957, y con posterioridad participó activamente de la
Resistencia como integrante del Comando Táctico Nacional Peronista,
creado por Perón para la conducción del movimiento durante el exilio. En
1970 fue confirmado como Delegado Representante de la Provincia de
Buenos Aires en el Congreso Nacional del Partido Justicialista (PJ). Un año
después, fue designado para actuar en varios cargos partidarios: Secretario
Delegado para la Reorganización del PJ en la Provincia de Buenos Aires,
Congresal Nacional del PJ, Miembro del Consejo Nacional del PJ; y en
1972, organizador del PJ de la Provincia de Buenos Aires, controlando las
afiliaciones.
El 16 de diciembre de 1972, durante el Congreso Provincial de Avellaneda
desarrollado en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), debió
enfrentar en la interna del partido al estanciero Manuel de Anchorena,
conductor del Movimiento Federal. Conformado hacia fines de los ’60
a partir de desprendimientos de Tacuara y de la Guardia Restauradora
Nacionalista –vinculadas al nacionalismo católico y al anticomunismo- se
fue incorporado en la estructura del justicialismo a mediados de 1970. En el
congreso, los sectores vandoristas bonaerenses, aliados con los integrantes
del Movimiento Federal, pretendían imponer la fórmula integrada por Manuel
de Anchorena y el sindicalista metalúrgico Luis Guerrero. Para ello impidieron
el ingreso del delegado electoral del Consejo Superior en la Provincia de
Buenos Aires, Alejandro Díaz Bialet y desalojaron violentamente del recinto
al secretario general del Movimiento Nacional Justicialista (MNJ), Juan
Manuel Abal Medina, quien había sido formado en el nacionalismo católico,
pero estaba estrechamente vinculado con la juventud radicalizada a través
de su hermano Fernando, miembro de uno de los grupos fundadores de de
Montoneros.
Ante la actitud de quienes intentaban copar el congreso, Abal Medina
dispuso su nulidad y la expulsión de Anchorena. Ambas medidas fueron
respaldadas por el Consejo Superior del MNJ y la disputa fue resuelta por
Perón, quien manifestó su conformidad con la designación de Bidegain.
Por otra parte, Victorio Calabró, tesorero de la UOM nacional, abandonó
al grupo de Guerrero y se puso a disposición de Cámpora, hecho que le
permitió permanecer en la escena política del principal distrito electoral de
la República -la provincia de Buenos Aires- y que la Conducción del MNJ
aceptara designarlo como a candidato a vicegobernador.
FORJANDO 64
De este modo, la dupla Oscar Bidegain - Victorio Calabró se constituyó en la
fórmula del Frente para competir electoralmente por el ejecutivo provincial.
Su lanzamiento se llevó a cabo el 26 de enero de 1973, en un acto en Vicente
López. A diferencia de su compañero de fórmula, quien recibía el apoyo
del sector sindical, Bidegain no contaba con una importante capacidad de
movilización. Esta situación, sumada a la recomendación de Perón, lo llevó a
vincularse con los sectores juveniles de la izquierda peronista, nucleados en
torno a la TR (hegemonizada por Montoneros hacia 1973), convirtiéndose
en los principales elementos dinamizadores de la campaña electoral del
FREJULI en la provincia.
Las actividades de la juventud correspondieron especialmente a la
concurrencia a los actos y los eventos realizados en los diferentes distritos,
la pegatina de carteles, las pintadas y el reparto de panfletos. Más allá de
la efervescencia que rodeó la campaña, su derrotero en la provincia de
Buenos Aires estuvo caracterizado también, por constantes tensiones y
negociaciones entre los jóvenes de la TR y la “burocracia sindical”, seguidoras
de uno u otro de los candidatos de la fórmula frentista. Los primeros
debieron llegar a un acuerdo respecto de cada expresión pública en los
actos, para evitar cualquier reacción de los sindicalistas, al tiempo que éstos
formaron la Juventud Sindical para darle cuerpo a sus cuadros juveniles
y evitar que la juventud del partido quedara identificada exclusivamente
con la de la TR. En medio de este clima, en el que ninguno de los bandos
descartaba el uso de las armas como medio de presión, se realizaron los
comicios, el 11 de marzo de 1973.
Las elecciones estuvieron atravesadas por enormes expectativas tanto
por la posibilidad del ejercicio del voto tras siete años de interrupción
institucional iniciados con el golpe de estado de 1966, como por retorno del
peronismo al juego político tras casi 18 años de proscripción, con matices si
se tiene en cuenta la participación de los partidos neoperonistas.
Además de la fórmula del FREJULI en la provincia de Buenos Aires se
presentaron otras 8 candidaturas que abarcaban un amplio espectro
ideológico. Dentro de la izquierda se encontraban el Partido Socialista de
los Trabajadores de tendencia trotskista (Jorge Mara - Adela Mayor) y el
Frente de Izquierda Popular, expresión de la izquierda nacional (Blas Alberti-
L. Alberto Abeldaño); entre las fuerzas de centroizquierda, el Partido
Intransigente (Marcelo Arabolaza - Eduardo Pinentel) y el Partido Socialista
Democrático (J. Félix Martella - Martín Ibáñez); en el centro, la Unión Cívica
Radical (César García Puente - Raúl Vaccarezza); y cercanos a la derecha, el
Partido Renovador (Luis Herrera - Eduardo Deluca); la Unión Conservadora
(Víctor Carrique-J. Carlos Fonrouge) y Nueva Fuerza (Nicolás Ruiz Guiñazú-
Felipe Castro).
FORJANDO65
En un clima caracterizado por el temor ante la posibilidad de irregularidades
en los comicios, cerca de cuatro millones y medio de ciudadanos
bonaerenses concurrieron a votar. Tras un lento escrutinio, que duró casi
veinte días, se conocieron los resultados definitivos de la elección provincial
que consagraron triunfante a la fórmula del FREJULI en las 7 secciones
electorales de la provincia, descartando la posibilidad de ballotage (50,94 %).
La UCR se ubicó en segundo lugar muy alejada del frente ganador con el 19,71%
de los votos, y el tercer puesto se dividió entre el Partido Intransigente y el
Partido Renovador.
El FREJULI concentró un apoyo indiscutido, muy superior a cualquiera
de las fuerzas políticas restantes en toda la provincia de Buenos Aires. De
las 43 bancas de senadores provinciales a cubrir obtuvo 30 y de las 92
correspondientes a diputados, 57.
BIDEgAIN y LA PRImAvERA JuvENILIsTA
El triunfo electoral del FREJULI y el acceso de Oscar Bidegain al gobierno
de la provincia de Buenos Aires el 25 de mayo de 1973 marcaron el momento
cúlmine de los sectores de izquierda del peronismo. Los ocho meses
transcurridos hasta la renuncia del gobernador, el 22 de enero de 1974, y
su reemplazo por el vicegobernador Victorio Calabró, pueden identificarse
inicialmente como la primavera política de los grupos vinculados a la TR,
que lograron acceder a bancas legislativas y a posiciones jerárquicas
dentro de los ministerios, secretarías y equipos de gobierno dependientes
del poder ejecutivo provincial. Muy poco tiempo después este sector
perdería gravitación, en consonancia con el endurecimiento de la posición
de Perón hacia los sectores radicalizados de la izquierda peronista , sucesivo
a la renuncia de Héctor Cámpora el 13 de julio de 1973.
En el mensaje inaugural a la Asamblea Legislativa, Bidegain expuso
detalladamente los objetivos de su gobierno. Manifestó la voluntad de
impulsar la pacificación, de acuerdo con el llamamiento de Perón, expuesto
el 21 de noviembre de 1972 en la asamblea multipartidaria, afirmó las tres
banderas justicialistas de libertad, soberanía y justicia social, y anunció la
puesta en marcha de la provincia “hacia la Liberación”. En lo que respecta
a las diferentes áreas de gobierno, las propuestas apuntaban, en general, a
corregir los vicios del gobierno de facto precedente. En materia económica
y financiera proyectaba rectificar el déficit presupuestario provincial, la
evasión impositiva y planteaba la necesidad de realizar un ordenamiento del
comercio e impulsar la promoción de un desarrollo industrial equilibrado.
En el área de educación y cultura, proponía resolver el elevado índice de
deserción escolar y efectuar una reforma de los planes de estudio para
adecuarlos a la “realidad y la cultura nacionales”, en consonancia con los
FORJANDO 66
principios “humanistas y cristianos” y como paso previo para la consolidación
del “socialismo nacional”. En cuanto a la salud pública, observaba la carencia
de una política sanitaria orientada a servir las necesidades de todos los
habitantes, independientemente de sus posibilidades individuales, por lo que
sostenía, entre otras medidas, la creación de consejos técnicos y comisiones
de hospital, la ampliación de la capacidad hospitalaria, la normalización
de los establecimientos asistenciales comunales y la descentralización de
la salud mental. Finalmente, en el área agropecuaria, los objetivos eran
aumentar la productividad y lograr la ocupación plena de la mano de obra,
en un marco de respeto a la propiedad privada siempre que ésta mantuviera
su función social (Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 25/5/1973,
pp. 13- 20).
A la luz de las metas propuestas y del conjunto de leyes sancionadas
por la Legislatura provincial en los ocho meses que duró el mandato de
Bidegain, es posible advertir que su gestión sólo pudo dar respuestas
parciales a sus aspiraciones. Estas estuvieron orientadas principalmente
a enmendar la situación de los presos políticos de la dictadura (leyes de
indulto y amnistía; reparación económica del Estado provincial a todo
condenado erróneamente) y a reforzar el sentimiento nacional y la unidad
latinoamericana entre la población, especialmente a través de la política
educativa (inclusión de la Semana de América Latina en los establecimientos
de enseñanza primaria y secundaria; prohibición de la utilización de nombres
y denominaciones en idioma extranjero para las escuelas privadas; creación
de la Semana de la Soberanía Nacional en el calendario escolar; derogación
de la ley 139 y reconocimiento al brigadier J. M. de Rosas por su obra de
“reconstrucción nacional, defensa de la soberanía, reparación económica
y espíritu americanista”). Entre otros proyectos, quedaron truncos los de
prevención y represión de la delincuencia mediante la reconstrucción de las
instituciones a las que se consideraba corrompidas por el régimen dictatorial,
la promoción de cooperativas villeras de trabajo y vivienda, la modificación
del régimen previsional bonaerense para devolverle la autonomía al Instituto
de Previsión Social. Muchas de esas medidas fueron continuadas por su
sucesor, Victorio Calabró.
Por otra parte, a comienzos de su gestión, Bidegain designó a los funcionarios
provinciales, rodeándose de una serie de colaboradores controvertidos por
su filiación “izquierdista” y fuertemente cuestionados por el vicegobernador
Calabró y el ala más de derecha del movimiento. Entre ellos se encontraban,
Floreal Ferrara (Ministro de Bienestar Social); Ricardo Mariátegui (Ministro
de Gobierno); Rolando García (titular de la Asesoría Provincial); Guillermo
Gallo Mendoza (titular de Asuntos Agrarios), Alberto González (titular de
Obras Públicas) y Julio Troxler (subjefe de Policía), quienes se rodearon, a
su vez, de militantes pertenecientes a la TR.
FORJANDO67
Desde distintos espacios de gobierno y partidarios, los jóvenes de este
sector realizaron un conjunto de acciones en la provincia, imprimiéndole
características propias al proceso. Su presencia fue destacable en el ámbito
universitario, donde buscaron impulsar un contenido “nacional y popular”
en los planes de estudio, a la vez que apuntaron a la resolución práctica
de algunos problemas sociales, al brindar, por ejemplo, apoyatura legal y
colaborar en el diseño de escuelas, hospitales y dispensarios médicos en
los barrios.
En este contexto, en abril de 1973 lanzaron oficialmente los Equipos
Político Técnicos (EPT) que venían trabajando desde 1972, en diferentes
áreas como salud, educación y vivienda, los cuales estaban destinados a
integrar la ciencia, el arte y la técnica como herramientas de lucha política.
También participaron en las Juntas Vecinales de Consumidores (JUVECO),
conformadas en junio por decreto de Bidegain, para colaborar en el
cumplimiento de las normas de comercialización, precios y ordenamiento
comercial y económico, en virtud de las exigencias impuestas por el Pacto
Social, acuerdo tripartito entre trabajadores, empresarios y el Estado para
controlar precios y salarios y mejorar la participación de los asalariados en la
distribución del producto bruto interno. Por último, en octubre, participaron
conjuntamente con el Ejército Argentino en el plan de recuperación de
las zonas afectadas por las inundaciones acaecidas en varios distritos
bonarenses conocido como “Operativo Dorrego”, que fue lanzado por el
gobernador.
Sin embargo, pese a este protagonismo inicial, las tensiones internas en
el movimiento peronista, que iban in crescendo desde el acto de retorno
definitivo de Perón al país en Ezeiza, el 20 de junio de 1973, terminaron
provocando el declive de la TR. En esa oportunidad, Perón se despojó de las
ambigüedades discursivas que caracterizaron el período previo y comenzó
a respaldarse en los sectores sindicales a los que calificó como la “columna
vertebral del movimiento”.
A mODO DE CIERRE
El paulatino desplazamiento institucional de los jóvenes vinculados a la TR
en la provincia de Buenos Aires comenzó en agosto de 1973 cuando varios
funcionarios cercanos a la misma fueron reemplazados ante las denuncias
recurrentes de “infiltración” por parte de Calabró, quien no dudó en hacer
públicas sus diferencias con el Gobernador.
En octubre del mismo año, poco después del asesinato de José I. Rucci,
secretario general de la Confederación General de Trabajadores (CGT) por
parte de Montoneros, Perón impulsó una reunión con los gobernadores
PARA sEguIR
LEyENDO
Calveiro, Pilar,
Política y/ o
violencia. Una
aproximación a
la guerrilla de los
’70. Buenos Aires,
Norma, 2005.
De Riz, Liliana.
La política en
suspenso. Buenos
Aires, Paidós, 2000.
Pucciarelli, Alfredo
(edit.). La primacía
de la política.
Lanusse, Perón y
la Nueva Izquierda
en tiempos del
GAN. Buenos Aires,
Eudeba, 1999.
FORJANDO 68
para impartir un conjunto de directivas para la lucha contra la “infiltración
marxista” en las provincias. Estos lineamientos fueron reunidos por el
Consejo Superior Peronista en el “Documento Reservado”.
En el ámbito bonaerense, los cuestionamientos del líder se agravaron como
consecuencia del ataque al regimiento militar de Azul protagonizado por
el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el 19 de enero de 1974. En esa
oportunidad, Perón sostuvo que “No es por casualidad que estas acciones
se produzcan en determinadas jurisdicciones (…) Ha pasado la hora de
gritar Perón, ha llegado la hora de defenderlo” (El Día, La Plata, 21/1/74,
pp. 1), en clara alusión al primer mandatario provincial, quien presentó su
renuncia para evitar ser sometido a juicio político.
Producido el alejamiento de Bidegain, el ejecutivo quedó a cargo de Calabró.
La sucesión, constitucional por cierto, puso de manifiesto el giro político del
Partido Justicialista en la provincia, como correlato de lo que sucedía en el
orden nacional.
FORJANDO69
Anzorena, Oscar. Tiempo de violencia y utopía. Del golpe de Onganía (1966)
al golpe de Videla (1976). Eds. del pensamiento nacional, Buenos Aires, 1998.
Baschetti, Roberto. “Cronología comentada de un patriota: Oscar Raúl
Bidegain”, Buenos Aires, 2004.
En: www.eldescamisado.org.
----------------------. De la guerrilla peronista al gobierno popular. 1970-
1973. Ed. de la Campana, Buenos Aires, 1995.
Bonasso, Miguel. El presidente que no fue. Los archivos ocultos del
peronismo. Planeta, Buenos Aires, 2002.
Fernández Pardo, Carlos y Frenkel, Leopoldo. La unidad nacional entre el
conflicto y la reconstrucción (1971- 1974). Ediciones del Copista, Córdoba,
2004.
Pozzoni, Mariana. “La Tendencia Revolucionaria del peronismo en la
apertura política. Provincia de Buenos Aires, 1971- 1974”. Estudios Sociales,
Revista Universitaria Semestral, año XIX, Nº 36, Santa Fe, Argentina, Primer
semestre, 2009, pp. 173- 202.
Pucciarelli, Alfredo (edit), La primacía de la política. Lanusse, Perón y la
Nueva Izquierda en tiempos del GAN. Eudeba, Buenos Aires, 1999.
Bibliografía
FORJANDODOSSIER
70
EL RADICALIsmO BONAERENsE EN LA RECONsTRuCCIóN DEmOCRáTICA:
por Marcela Ferrari
Historiadora. Profesora del Área Argentina, Departamento de Historia, de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Investigadora de CONICET, especializada en historia política argentina del siglo XX. Directora de PolHis, Boletín bibliográfico electrónico del Programa Buenos Aires de Historia Política. Ha publicado Los políticos en la República radical. Prácticas política y construcción de poder (2008), Resultados electorales y sistemas políticos en la provincia de Buenos Aires (2010), como también compilaciones, artículos en revistas académicas y capítulos de libros.
REsumEN
En 1983 la Unión Cívica Radical triunfó en las elecciones y obtuvo el gobier-
no de la provincia de Buenos Aires. Cuatro años después fue desplazada
de esa posición. Los motivos del cambio son complejos y exceden a la crí-
tica situación política y socio-económica nacional. En este artículo se colo-
ca el énfasis de la explicación en la interna partidaria provincial, atravesada
por constantes fraccionamientos y acuerdos preelectorales que sumieron
al partido en comportamientos autorreferenciales, a costa de enajenarle la
voluntad de las mayorías.
DE LA ILUSIÓN AL DESENCANTO DE LAS MAYORíAS1983-1987
FORJANDODOSSIER
71
Con el retorno de la democracia, la Provincia de Buenos Aires fue testigo
del ascenso del radicalismo al gobierno. La fórmula Alejandro Armendáriz-
Elva Roulet se impuso sobre sus rivales peronistas, por primera vez, en elec-
ciones libres de toda proscripción. Cuatro años más tarde la Unión Cívica
Radical (UCR) era desplazada del ejecutivo provincial para ya no volver a
ejercerlo hasta la actualidad.
La reversión de la tendencia electoral es inescindible de la suerte del gobier-
no nacional jaqueado por las altas tasas de interés internacionales, los bajos
precios de las exportaciones y la imposibilidad de controlar la inflación. Un
gobierno hostigado, además, por las reivindicaciones sindicales traducidas
en un plan de huelgas generales y por las presiones militares que derivaron
en la sanción de la Ley de Punto Final, el levantamiento de Semana Santa de
1987 y la Ley de Obediencia Debida. Las respuestas ofrecidas al movimien-
to obrero, la manera de resolver la crisis castrense -que no conformó a los
militares, a la derecha, ni a los sectores identificados con la defensa de los
Derechos Humanos- se sumaron a las dificultades económicas y restaron
FORJANDO 72
votos al oficialismo, que en 1987 sólo logró conservar dos gobernaciones.
El gobierno radical bonaerense sumó a ello sus propias dificultades. Si bien
reivindicó el respeto a la moralidad en la función pública, la normalización
administrativa y la jerarquización de los municipios, poco pudo hacer para
reactivar la producción, ofrecer soluciones suficientes al déficit habitacional
y contribuir a resolver el crónico problema de las inundaciones en el interior
de la provincia. En especial, fue criticado por la cesión de puntos de copar-
ticipación federal.
Ciertamente, la situación general arrastró hacia un consenso de desilusión
con el radicalismo. Ahora bien, hubo otros factores inherentes a la organi-
zación partidaria de la UCR, y en particular de la UCR bonaerense (UCRB),
que contribuyeron a esos resultados. Mientras el peronismo asumió la de-
rrota y protagonizó un proceso de recambio de dirigentes que derivó en el
desplazamiento de los sectores más afines al sindicalismo de derecha (“los
mariscales de la derrota” de 1983) por los autodenominados renovadores
que llevaron a Antonio Cafiero a la candidatura de gobierno, el radicalismo
mantuvo en las primeras líneas a los mismos dirigentes que en 1983 y se su-
mergió en un proceso de enfrentamientos internos y acuerdos coyunturales
que, sumados a la situación general atravesada por el país y la provincia, le
enajenó la voluntad de las mayorías.
CAmINO AL PODER
El sector del radicalismo bonaerense que hegemonizó el poder en 1983 pro-
venía de dos vertientes formadas a fines de los sesenta y comienzos de los
setenta. Una de ellas era la de los jóvenes que después del golpe de 1966 ra-
dicalizaron su discurso a la vez que sostenían la defensa de las instituciones
republicanas. Desde adentro del partido, estos acusaron de “quedantista” al
oficialismo liderado por Ricardo Balbín y organizaron dos agrupaciones: la
Unión Nacional Reformista Franja Morada (1967), brazo universitario de la
juventud radical, y la Comisión Coordinadora Nacional de Jóvenes Radicales
(1968), más conocida como Junta Coordinadora Radical (JCN). Los coor-
dinadores, que se autodefinían como la izquierda del radicalismo, coparon
la Franja Morada y en 1971 promulgaron su documento emblemático, “La
contradicción fundamental”. En él realizaban un diagnóstico de la situación
nacional en términos dicotómicos (democracia/dictadura, justicia social/
mayorías privilegiadas, liberación/dependencia, pueblo/antipueblo), que
compartía un clima de época proclive a los movimientos nacionales y po-
pulares, aun cuando optaban por la democracia de partidos y rechazaban
la violencia política.
La otra vertiente era el Movimiento de Renovación y Cambio (MRyC), for-
FORJANDO73
mado en 1972 bajo la conducción de Raúl Alfonsín, dirigente bonaerense
nacido en Chascomús. El MRyC fue gestado por la llamada generación in-
termedia, también perturbada por la percepción de inmovilidad del partido
ante la dictadura. Tras conocer la participación del radical balbinista Artu-
ro Mor Roig en el gabinete del gobierno militar, se aproximaron a Franja
Morada y la Junta Coordinadora Nacional, pronunciándose a favor de la
democracia representativa, de la estabilidad institucional y de una política
económica que permitiera una mejor distribución del ingreso, a la vez que
se comprometían con la causa de la liberación. Al levantarse la veda política
en 1972, los renovadores se presentaron a elecciones internas en la provincia
de Buenos Aires. Entre ellos se encontraba un militante oriundo de Saladillo,
Alejandro Armendáriz. Fueron derrotados, pero lograron la minoría y Alfon-
sín asumió como delegado en el Comité Nacional. El MRyC se constituyó
formalmente en 1972 y compitió por la candidatura a presidente y vicepre-
sidente de la Nación. Si bien la fórmula Raúl Alfonsín-Conrado Storani fue
derrotada por la de los oficialistas de partido, Ricardo Balbín-Eduardo Ga-
mond, se logró dar estructura nacional al MRyC.
Durante el tercer gobierno peronista fueron minoritarios dentro de la mi-
noría radical. Pasada la dictadura, la posición del MRyC había cambiado.
Balbín y otros dirigentes tradicionales habían muerto y si bien la conducción
partidaria permanecía en manos de ese sector, el recambio biológico facilitó
el ascenso de la “generación intermedia” alfonsinista. No era sólo eso. Tras la
derrota en la guerra de Malvinas, iniciada la apertura democrática, Alfonsín
aparecía como el rostro visible que el partido necesitaba. Contaba con un
enorme prestigio: participaba en la Asamblea Permanente de Derechos Hu-
manos desde 1975, fue uno de los pocos dirigentes que no apoyó la guerra
con su presencia en el archipiélago y comprendía, como pocos, el ánimo
propicio a la defensa de la paz democrática que reclamaba la ciudadanía
después de la más cruenta dictadura militar de la Argentina. Además, te-
nía una larga trayectoria partidaria y varias veces había sido presidente del
Comité provincial. Con él, el MRyC triunfó en las internas nacionales y su
prestigio se derramó sobre los renovadores radicales que pretendían llegar
al gobierno de la mano de Alfonsín -según rezaba el cántico de campaña-.
En vísperas de la recuperación democrática, la Provincia de Buenos Aires
era epicentro del MRyC por ser el distrito de origen de su referente. Sus
principales integrantes eran los “históricos” que en 1972 se habían escindido
del tronco balbinista –Alejandro Armendáriz, Edison Otero-, a los que des-
pués se sumaron Leopoldo Moreau y Juan Manuel Casella. Posteriormente
adhirió a ellos la Línea Popular, liderada por Horacio Domingorena, con pre-
sencia en el oeste y el norte del Gran Buenos Aires. Militaban en él también
los ex coordinadores que por razones de edad en 1981 dejaron la Juventud
partidaria y se incorporaron a las filas del partido. En sentido institucional
FORJANDO 74
estricto, la JCN dejó de existir en 1984 al formarse el Comité Nacional de la
Juventud de la UCR. Pero los fundadores y su entorno político, que provenía
en gran medida de la Franja Morada, conservaron esa identidad. Su referen-
te en la provincia era Federico Storani, de origen cordobés, de probada mi-
litancia y conducción en los círculos universitarios desde los primeros años
70 en La Plata, donde cursó su carrera de Derecho.
A la derecha del MRyC se encontraba Línea Nacional. Conducida por César
García Puente -ex candidato a gobernador, presidente del comité provin-
cial y delegado al Comité Nacional en 1973-, recogía las banderas del bal-
binismo, reclamaba una actitud independiente del partido y rechazaba las
coaliciones, aun la Multipartidaria de 1981. De Línea Nacional se desprendió
el Balbinismo Auténtico cuyos referentes eran Juan Carlos Pugliese, pre-
sidente del Comité Provincial en 1982, y Antonio Tróccoli, quien asumiría
como ministro del Interior en 1983. También a la derecha se encontraba el
Movimiento Nacional de Desarrollo (MONADE), escisión del MID encabeza-
da por Alfredo Allende y Melchor Posse, Intendente de San Isidro por ese
partido en 1958.
Un acuerdo entre los históricos del MRyC y el Balbinismo Auténtico contra-
rrestó el impulso de los coordinadores. Las internas se realizaron en etapas.
En la primera, destinada a normalizar cargos partidarios, aquella coalición
se impuso en 119 de los 125 partidos de la provincia y designó los cuatro de-
legados al Comité Nacional. Línea Nacional no alcanzó el 25% indispensable
para presentar precandidatos a la gobernación ni al parlamento, pero sí a
la legislatura y a cargos municipales. Esa instancia fue seguida por la reu-
nión de la convención provincial que aprobó la plataforma electoral; allí se
incluían cuestiones caras a la tradición radical, como cambios en las formas
de propiedad y tenencia de la tierra y disposiciones favorables a las auto-
nomías municipales. El alfonsinismo impuso los candidatos a gobernador
y vice, Alejandro Armendáriz-Elva Roulet, y los senadores nacionales. La
lista de candidatos a diputados nacionales fue confeccionada tras arduas
negociaciones. El balbinista auténtico J. C. Pugliese obtuvo el primer lu-
gar y su línea también obtuvo el sexto, mientras los renovadores reservaron
del segundo al quinto lugar para Juan Manuel Casella (Avellaneda), Balbino
Zubiri (Azul), Osvaldo Bissiotti (Lobería) y Federico Storani (La Plata) res-
pectivamente. Las candidaturas de legisladores provinciales y autoridades
comunales se dirimieron a fines de agosto de 1983.
En vistas de las elecciones generales del 30 de octubre, la UCR bonaerense
se lanzó a la campaña electoral opacada por la gravitación del candidato
presidencial, Raúl Alfonsín. Los esfuerzos organizativos y de movilización
recayeron sobre la JCN. La rápida reorganización del radicalismo y el humor
colectivo favorable a las propuestas del partido facilitaron el triunfo radical
FORJANDO75
en la provincia, con el 51,98% de los sufragios, frente a un peronismo que
remontó su reorganización con más dificultades y que postuló como can-
didato a gobernador a Herminio Iglesias cuyo perfil fue rechazado por la
mayoría de un electorado que lo identificaba con el matonismo sindical, con
los años de gobierno de Victorio Calabró, el desgobierno y la violencia polí-
tica experimentados durante el tercer gobierno peronista y con algunos re-
ferentes de la dictadura. Armendáriz, el gobernador electo, un dirigente de
muy bajo perfil, atribuyó su triunfo a la intensa campaña electoral realizada,
las visitas a las villas de emergencia o a las fábricas y al “caminar” distintas
ciudades. Pero sin duda, como afirmó un militante radical entrevistado, “la
boleta de Alfonsín hizo ganar a personas que jamás hubieran pensado que
podrían ganar una elección”.
LA uCR, PARTIDO DE gOBIERNO
En paralelo a la euforia derivada del triunfo, el radicalismo atravesó nume-
rosas tensiones. Algunas provenían de la imposibilidad de que Armendáriz
consolidara su liderazgo en el distrito donde Alfonsín era la figura indiscu-
tida. Si bien el gobernador era un buen referente, algunos militantes consi-
deraban que era opacado aun por Roulet, quien tenía mejor y más cercana
relación con la juventud partidaria.
Otras derivaron de las divisiones internas en que se sumió el partido. Los
coordinadores bonaerenses consolidaron un perfil “programático” a la iz-
quierda de sus pares “pragmáticos”, alfonsinistas, de Capital Federal. Su au-
torrepresentación como el componente más dinámico del partido, reasegu-
ro de los principios de libertad, ética y solidaridad, agudizó las tensiones con
los “históricos” del MRyC, que a comienzos de 1985 señalaban la necesidad
de que las minorías de raíz universitaria entendieran que “la UCR es un par-
tido del pueblo y que por lo tanto no puede ser manejado por jóvenes que
desconozcan el sentir y las angustias diarias del trabajador” porque en ello
se jugaban el destino del partido y del país. Fuera del MRyC, el Balbinismo
Auténtico conducido por Pugliese se convirtió en Movimiento Integrador
Nacional (MIN), mientras la Línea Nacional y el MAY conservaron su presen-
cia minoritaria.
Ante las elecciones legislativas de 1985 las tensiones fueron superadas por
un acuerdo que derivó en la formación de listas únicas para cubrir cargos
partidarios en el Comité Provincial y designar candidatos a diputados nacio-
nales. La UCR triunfó en buena medida gracias al éxito del Plan Austral para
controlar la inflación y, en otro orden, al resultado de los juicios a las Juntas
Militares de ese año.
Pasadas las elecciones legislativas retornaron los conflictos. Los históricos
FORJANDO 76
denunciaban el desviacionismo de los coordinadores, mientras Storani po-
nía en evidencia el divorcio del partido de la voluntad popular y mostraba
la falta de movilización y de debate con los militantes. Esas ideas fueron
plasmadas en un documento elaborado en un encuentro realizado en City
Bell. La respuesta de los históricos fue la Declaración de San Miguel, en la
que este sector realizó una relectura del controvertido discurso de Parque
Norte de diciembre de 19851, según la cual interpretaban que Alfonsín, en
calidad de máxima autoridad partidaria, había manifestado su voluntad de
constituir un tercer movimiento histórico. Así, para legitimarse, convocaron
a todos los sectores del radicalismo a reunirse “con humildad y sin soberbia
ideológica” para instrumentar la propuesta movimientista expresada por el
presidente, sin “divisionismos” ni “cosas extrañas” porque “el MRyC es nuestro”.
1986 era decisivo para definir las candidaturas de quienes competirían al año
siguiente. En esa coyuntura la escisión interna del sector hegemónico partida-
rio resultaba preocupante. El MIN y Línea Nacional propusieron volver a uni-
ficar el balbinismo para contrabalancear el enfrentamiento interno del MRyC.
Formaron el MIN-Línea Nacional, aunque el sector que respondía a García
Puente postergó su decisión con el argumento de consultar a las bases.
El conflicto del MRyC se resolvió por acuerdo interno del “triunvirato de la
verdad”: Juan Manuel Casella, Leopoldo Moreau y Federico Storani, renova-
dores de distinto perfil y adscripción. El primero provenía de Avellaneda, 3ª
sección electoral, quien por entonces ya había sido diputado nacional y Minis-
tro de Trabajo y nucleaba a su alrededor algunos equipos de técnicos e inte-
lectuales. Moreau, fundador de la Coordinadora que tempranamente adhirió
al MRyC, se caracterizaba por operar entre las bases del partido, mientras
Storani, líder coordinador, reclutaba más adhesiones entre los sectores uni-
versitarios. En sus declaraciones estos dirigentes aludieron a la necesidad de
marchar unidos para ganar la provincia y consolidar la democracia.
Como resultado, renovadores, coordinadores, partidarios del MIN y de Línea
Nacional confluyeron en un nuevo acuerdo acerca de las candidaturas a
gobernador y vice, el senador y las listas de diputados nacionales a renovar
y, en el orden partidario, la titularidad del Comité Provincial y las listas de
convencionales y de delegados al Comité Nacional. La fórmula de gobierno
recayó en el renovador Juan Manuel Casella, presidente del Comité Provin-
cial, secundado por el coordinador Osvaldo Pozzio. La lista de diputados
nacionales quedó encabezada por J. C. Pugliese (MIN-Línea Nacional), F.
Storani (JCB) y José Gabriel Dumon (histórico). Dos renovadores, Edison
Otero y Leopoldo Moreau, fueron electos candidato a senador nacional y
candidato a presidente del Comité Provincial, respectivamente. Era eviden-
te la primacía del MRyC sobre el resto. Las elecciones internas del 30 de
noviembre, en las que participó alrededor del 40% de los afiliados, confir-
1. Según otras lecturas, Alfonsín criticó en esa oportunidad la tendencia hegemónica que suponían los movimientos históricos. Cf. G. Aboy Carlés, “Parque Norte o la doble ruptura alfonsinista”, en M. Novaro y V. Palermo (comps.), La historia reciente. Argentina en democracia. Buenos Aires, Edhasa, 2004.
FORJANDO77
Novaro, Marcos. Historia de
la Argentina. 1955-2010.
Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores,
2010.
Ollier, María Matilde. Atrapada sin salida.
Buenos Aires en la política nacional
(1916 - 2007). Buenos Aires,
UNSAM Edita, 2010.
Persello, Ana Virginia. Historia del radicalismo.
Buenos Aires, Edhasa, 2007.
PARA sEguIR
LEyENDO
maron los acuerdos alcanzados. Sirvieron para legitimar la lista concertada
por las cúpulas y permitieron dirimir la composición de las candidaturas a
legisladores provinciales, intendentes, concejales y consejeros. Los coordi-
nadores prevalecieron en las secciones 4ª y 8ª y los históricos en el resto.
Es decir, mientras el gobierno provincial sufría la imposibilidad de respon-
der a una serie de dificultades -ya mencionada- generadas en buena me-
dida por el escaso éxito del gobierno nacional para controlar las variables
macroeconómicas y las presiones corporativas, la UCR provincial se frag-
mentaba para competir por la primacía interna y se unía por acuerdo ante
las coyunturas electorales, sin nunca producir un verdadero recambio de
dirigentes. Privilegiaba el mantenimiento del equilibrio entre fracciones, por
frágil que fuera, a riesgo de enajenarse la voluntad del electorado que no
veía que los mismos dirigentes pudieran ofrecer una solución a los proble-
mas que los afectaban.
EPíLOgO
El “internismo exagerado” al que aludían los medios de prensa fue uno de
los motivos que llevaron a la derrota de la UCRB en 1987. Su performance
electoral descendió del 51, 98% de los votos en 1983 a 39,66%. El peronis-
mo, considerado como la alternativa a un gobierno que atravesaba serias
dificultades, había hecho grandes esfuerzos para presentarse como una
opción válida. Además de cambiar sus dirigentes volvió a su tradición fren-
tista y como punta de lanza del Frente Justicialista Renovador triunfó con
el 46,48% de los sufragios.
La experiencia no fue suficiente para que el radicalismo rompiera prácticas
de largo plazo. Las candidaturas siguieron distribuyéndose de acuerdo a la
gravitación de cada línea interna. En 1989 de los 21 candidatos a diputados
nacionales por el radicalismo bonaerense, 8 respondían a Moreau, 7 a Stora-
ni, 4 a Casella y 2 a Juan Carlos Pugliese.
La derrota en las elecciones nacionales de ese año introdujo un nuevo reali-
neamiento: alfonsinistas y antialfonsinistas. Pero los protagonistas no cam-
biaban. En la provincia el referente alfonsinista era Moreau, presidente del
Comité Provincial en 1990, acompañado por el MIN de J. C. Pugliese. Los
antialfonsinistas se dividían en conservadores y progresistas. Los conser-
vadores, cuyo referente nacional era el cordobés Eduardo Angeloz, se nu-
cleaban en torno a Troccoli, primer ministro del interior en 1983, y a Melchor
Posse, Intendente de San Isidro que encabezaba por entonces la Corriente
de Recuperación Radical. Entre los progresistas, F. Storani se alejó de la JC y
organizó en marzo de 1990 la Corriente de Opinión Nacional, de orientación
social-demócrata, a la que tiempo después sumó a Casella. El mayor peso
FORJANDO 78
relativo de los alfonsinistas llevó a enfrentar la nueva convocatoria electo-
ral presentando como candidato a gobernador a Juan Carlos Pugliese. El
electorado provincial lo recordaba como uno de los ministros de Economía
de Alfonsín que no pudieron controlar la hiperinflación. En la compulsa se
enfrentaría a Eduardo Duhalde, el vicepresidente del gobierno que había
logrado hacerlo. La victoria del candidato peronista era predecible.
Al comenzar los años noventa, este partido centenario en la Provincia de
Buenos Aires no lograba superar su autorreferencialidad.
FORJANDO79
Bibliografía
Aboy Carlés, Gerardo. “Parque Norte o la doble ruptura alfonsinista”, en M.
Novaro y V. Palermo (comps.), La historia reciente. Argentina en democra-
cia. Buenos Aires, Edhasa, 2004.
Novaro, Marcos. Historia de la Argentina. 1955-2010. Buenos Aires, Siglo
Veintiuno Editores, 2010.
Pozzoni, Mariana. “Los coordinadores bonaerenses: una mirada desde la re-
vista Generación ‘83”, en M. Fabris y R. Tortorella (coords.), Democracia en
reconstrucción. Mosaico histórico de los años ochenta. Mar del Plata, EU-
DEM, 2011.
FORJANDODOSSIER
80
DE ALIANzAs y CIRCuNsTANCIAs
por Nidia Burstein
Nidia Burstein es Licenciada en Sociología (UBA,1972) y Doctora en Historia (UNS, 2005).Investigadora y docente de la Universidad Nacional del Sur en la que es Coordi-nadora de la Maestría en Sociología. Sus áreas de interés se centran en historia política reciente y en sociología política. Entre otras publicaciones se encuentran: Autonomía Municipal y Cultura Política en la Provincia de Buenos Aires (EDIUNS 2006), Cultura Política y Crisis en la Provincia de Buenos Aires.1999-2001, en coautoría con Fernando Romero (EDIUNS,2008) y Pobreza y Planes Sociales en Bahía Blanca, en coautoría con Stella Maris Pérez (EDIUNS, 2004).
LA POLíTICA BAHIENSE ENTRE 2003 Y 2007
FORJANDODOSSIER
81
REsumEN
El objetivo de este trabajo es reseñar las circunstancias políticas particulares
que enfrentó el intendente de Bahía Blanca elegido en 2003 en el marco
de dos crisis: la crisis económica y la de representación política. En este
contexto, se destaca el papel crucial que jugaron las contradicciones
y enfrentamientos entre los referentes de un mismo espacio político,
contradicciones y enfrentamientos que explican los sucesos que hemos de
describir.
INTRODuCCIóN
Las primeras elecciones libres al término de la última dictadura consagraron
en 1983 al abogado Juan Carlos Cabirón como nuevo Intendente de Bahía
Blanca con el 54.36% de los votos. Por aquellos años, la ciudad exhibía un
desarrollo mediano que no provocaba una excesiva complejidad: el puerto
generaba una actividad interesante, el Polo Petroquímico se encontraba
en sus inicios y en general puede decirse que los problemas urbanos
podían resolverse. Asimismo, es correcto interpretar el apoyo decidido de
FORJANDO 82
la ciudadanía bahiense al candidato de la UCR como parte del apoyo que
concitó el Dr. Alfonsín, quien expresaba entonces los anhelos argentinos por
justicia, libertad, paz y estado de derecho.
El intendente Cabirón se propuso dotar al Hospital Municipal de mayor
complejidad y capacidad de atención, extendió el tendido de agua y cloacas
a los barrios que no poseían esos servicios, estableció un nuevo espacio
para el tratamiento de la basura y luchó contra vectores que provocaban
serios trastornos. Estas iniciativas concitaron la aprobación popular y el Dr.
Cabirón fue reelegido en el año 1987. En esta ocasión lo votó casi un 46%
de los bahienses.
En las elecciones de 1991 el agrimensor Jaime Linares, quien fuera secretario
de Obras Públicas en la gestión anterior, accedió a la intendencia con el
44.79% de los votos. La ciudad entonces ya mostraba un crecimiento
económico, demográfico y urbano que la dotaba de una complejidad
creciente. El intendente Linares continuó y acrecentó las mejoras y apoyó
el mayor desarrollo del Polo Petroquímico y del puerto de Bahía Blanca. En
las elecciones de 1995 obtuvo su segundo mandato con el 59.15 % de los
votos. Las iniciativas en materia urbana, tales como la creación del Paseo
de las Esculturas y la apertura de calles y avenidas fueron valoradas por la
población. Esto le valió acceder por tercera vez a la intendencia en el año
1999 con un 62.26% de adhesión. En este último caso, Linares ya era parte
de la Alianza que gobernó el país hasta 2001, año en el que renunció el
presidente De La Rúa . La crisis que se abatió sobre el país afectó a la ciudad
de Bahía Blanca en forma muy pronunciada. Sin embargo, el intendente
Linares completó su mandato.
Los problemas económicos generales y el alto desempleo en la ciudad
trajeron la necesidad de cambio. Es así que en el turno electoral de 2003,
el candidato del Partido Justicialista, un médico reconocido, Dr. Rodolfo
Lopes, ganó las elecciones con el 43.15% de los sufragios. Linares quedó
segundo con un 31.65% de votos. Otra etapa y otra historia se iniciaban en
la ciudad.
uN CANDIDATO y vARIOs ENFRENTAmIENTOs
Una muestra muy elocuente de la crisis de representación que recorría a
todos los partidos políticos en estos años es que en las listas de candidatos a
concejales y diputados provinciales aparecían nombres nuevos, no ligados a
pertenencias políticas pero sí reconocidos socialmente por sus desempeños
en la vida de la ciudad. Tanto en la UCR como en el PJ, se incluyeron para las
elecciones internas del 14 de setiembre del año 2003 candidatos de las más
variadas extracciones. Fruto de las divisiones internas que sobrevinieron
FORJANDO83
con el intento de apartarse del “menemismo”, el PJ bahiense se presentó
a la contienda interna dividido. La denominación de la lista menemista fue
impugnada y debió actuar la justicia electoral.
En las elecciones internas justicialistas triunfó claramente el candidato
de consenso. En efecto, después de largas negociaciones, sectores antes
enfrentados acordaron que el mejor candidato era sin dudas el Dr. Rodolfo
Lopes, médico con clara visión social y que se encontraba al frente de la
Delegación de la Zona Sanitaria provincial. Quien ejercía la jefatura del
justicialismo local, Dámaso Larraburu, había resistido la figura de Lopes en
ocasión de las elecciones de 1999 y avaló entonces a un joven abogado,
el Dr. Marcelo Feliú, quien sólo obtuvo el 23% de los votos. En 2003, las
condiciones habían cambiado. No sólo Larraburu entendía que el momento
era propicio en todo sentido para ganarle la intendencia al radicalismo, sino
que aceptaba que Lopes contaba con conocimiento y carisma para atraer
nuevos votantes.
En política está visto que las alianzas son débiles en tanto los eslabones que
las componen no siempre consiguen engarzar fuertemente entre sí. Esto
quiere decir que las diferencias en cuanto a los programas de gobierno y
su ejecución más las disidencias entre las variadas personalidades que las
conforman, tienden a fragilizar los acuerdos. El Dr Lopes, una vez elegido
intendente debió enfrentar algunas maniobras internas a su partido y él
mismo enfrentó rápidamente a diversos sectores políticos y religiosos todo
lo cual produjo una situación de convulsión en una ciudad que gustaba
definirse como “tranquila” y no acostumbrada a tales conmociones.
Una de las primeras señales de la conflictiva situación política de la ciudad
se advirtió en los primeros meses del año 2005 en relación a la rendición de
cuentas del año 2004. Ya en junio, los concejales, tanto del bloque radical
como los ediles del PJ, anunciaban que no estarían dispuestos a avalar los
datos del ejercicio del primer año de mandato del nuevo intendente por
lo que llamaron “severas inconsistencias”. Desde la UCR se le cuestionaba
un “desapego de la institucionalidad” y la reiteración de situaciones reñidas
con las normas básicas de administración. En el Concejo Deliberante se
discutía la contratación de maquinarias para mantenimiento y conservación
de calles, los montos pagados por trabajos de bacheo, la adquisición de
productos para los planes sociales y otros gastos que no habían obtenido
autorización de ese cuerpo.
En el bloque Justicialista se vivía un estado de inquietud. Una parte importante
de sus miembros se mostraban dispuestos a no aprobar la rendición de
cuentas. Sólo dos aliados, pertenecientes al Polo Social, acompañaban al
intendente Lopes y aseguraban que votarían positivamente la rendición
FORJANDO 84
del año 2004. Marcelo Feliú, quien había sido titular de la bancada del PJ,
desplegó enormes esfuerzos para conseguir la aprobación por parte de los
ediles justicialistas. Estos últimos habían solicitado al secretario de Hacienda
la remisión de una cantidad de expedientes a fin de analizar con detenimiento
el origen y destino de los gastos. Algunos de ellos manifestaron que después
de analizar los números sus dudas “tomaron mayor cuerpo aún”.
Entretanto, el día 13 de junio el Intendente Lopes, quien se encontraba en
Capital Federal, declaró que durante el fin de semana personas ajenas
al bloque peronista, entre quienes se contaba al ex diputado Dámaso
Larraburu, se habían reunido con los concejales renuentes a aprobar la
rendición, a fin de acordar el rechazo. Es importante recordar que el plazo
legal para la presentación y análisis de la rendición de cuentas vencía el día
15 de junio.
Es así, que ese día en el Concejo Deliberante se vivían horas decisivas. Desde
la UCR se consideraba improbable la aceptación de la rendición contable.
La decisión era hacer intervenir al Tribunal de Cuentas y en última instancia,
si se habían cometido delitos, dar cuenta a la justicia penal. Finalmente,
la sesión se realizó como estaba previsto y 18 de los 24 ediles rechazaron
la rendición de cuentas, haciendo mención de todas y cada una de las
cuestiones económicas y financieras que mostraban severas falencias. Entre
esos 24 ediles se encontraban los propios integrantes de la bancada del PJ.
Sólo votaron a favor de la rendición contable cuatro peronistas, uno de ellos
Feliú, y los dos concejales por el Polo Social.
¿Tuvo Lopes el poder alguna vez? Al estudiar cómo se dieron estos hechos
y el significado político profundo que refleja el no haber conseguido la
aprobación de la rendición de cuentas, se constata que la alianza tejida con
los otros actores de su partido era frágil y que los intentos del intendente
por construir su propio capital político para enfrentar a sus adversarios
internos no alcanzaron ante semejante panorama de oposiciones.
No terminaron allí los conflictos. Al revés, recién comenzaban. Tan solo
unos pocos días después, del tema de la rendición de cuentas, el 23 de
junio, miles de trabajadores municipales se manifestaron a las puertas de la
Municipalidad, después de congregarse en la sede sindical y haber marchado
hacia el Concejo Deliberante donde finalmente los concejales apoyaron los
reclamos salariales. Fue una marcha sin precedentes en la ciudad. A las
bombas de estruendo le siguieron cánticos agraviantes. El Dr. Lopes no
salió a las puertas del palacio municipal a recibir el petitorio, lo que generó
mayor disgusto en los trabajadores. El intendente llamó a conferencia de
prensa, en la que dejó trascender la duda que le generaba la magnitud del
hecho ocurrido, ya que en 20 años no se había producido ninguna marcha
FORJANDO85
de protesta. Llamaba la atención -ciertamente- esta conexión de conflictos.
Con el fin de solucionar la situación creada con los trabajadores se conformó
una comisión a fin de analizar los aumentos. Sin embargo, el problema
verdadero era más profundo e inquietante: durante el corto período que
llevaba Lopes al frente de la Comuna, los municipales denunciaron cerca
de un centenar de nombramientos que ocupaban categorías de la planta
permanente, muchos de ellos sin calificaciones para el puesto y en otros
casos siendo nombrados por ser familiares de los ocupantes de los puestos
políticos del Municipio.
Una muestra más de la debilidad del poder del Intendente lo prueba el
hecho de que, desde el mes de octubre de 2005, se le habían intervenido los
teléfonos y grabado sus conversaciones. De esas grabaciones surgió -según
se explicó entonces- la Comisión de delitos en torno a la recaudación de
fondos para la campaña electoral del año 2003. Esas escuchas fueron
profusamente publicadas por diversos medios y afectaron de manera
superlativa la posición del Intendente Lopes. La combinación de las
escuchas y las cuestiones administrativas que se le imputaban crearon un
marco de sospechas cruzadas y de honda incertidumbre en la ciudadanía.
Fruto de este complejo panorama resulta el allanamiento a las oficinas
del ejecutivo municipal y de la Secretaría de Desarrollo Humano el último
día de febrero de 2006. Al día siguiente, los allanamientos continuaron en
empresas ubicadas en el Polo Petroquímico, en una editorial, una imprenta,
una sociedad de fomento y en la vivienda de un empleado del Municipio.
Se pretendía rastrear así las conexiones en torno a la recaudación de fondos
para la campaña electoral. Estos allanamientos fueron dispuestos por el
fiscal de delitos complejos, Dr. Gustavo Zorzano.
Unos pocos días posteriores a los allanamientos, el Dr. Lopes manifestaba
su extrañeza por la cantidad de datos que disponía la prensa mientras se
mantenía el secreto del sumario. En una recorrida por un barrio, en el que se
estaba completando el entoscado, los periodistas lo consultaron acerca de
los rumores sobre un “armado” político de la causa. Al respecto, consideró
que se es “dueño de los silencios” y que si la población creía o intuía que
Larrabauru estaba detrás de estos acontecimientos, “sabrá por qué”.
Entre tanto, la Comisión Investigadora creada en el marco del Concejo
Deliberante con el objeto de analizar la causa relativa a las irregularidades
administrativas completó el análisis de las actuaciones y solicitó el día 21
de junio de 2006 que se suspendiera al Dr. Lopes como Intendente de la
Municipalidad de Bahía Blanca. El dictamen de dicha Comisión consta de
más de 100 carillas y fue votado afirmativamente por siete ediles: cuatro
de la UCR y tres pertenecientes al FPV (Frente para la Victoria) contra
tres concejales, igualmente miembros del FPV pero leales al Intendente.
FORJANDO 86
El presidente del Concejo Deliberante, el Dr. Juan Pedro Tunessi, de la
UCR, declaró que esa Comisión Investigadora “calificó como graves las
imputaciones que formuló contra el Intendente en su predictamen y rebatió
los argumentos esgrimidos por Lopes en su descargo”.
El día 24 de agosto de 2006 el Dr. Rodolfo Lopes fue destituido. De este
modo, se convirtió en el primer Intendente de la ciudad en ser removido de
su cargo por “faltas graves”. Dieciocho concejales contra seis (del FPV) se
pronunciaron a favor de la remoción. Al ser notificado, el Dr. Lopes denunció
“un armado mafioso, armado por los poderes “político, legislativo, judicial y
periodístico”. Asumió entonces la Intendencia el primer concejal de la lista
que había resultado ganadora en las elecciones, el Dr. Christian Breitenstein,
quien ya venía reemplazándo a Lopes desde la suspensión dispuesta en
junio de ese año.
LOs AvATAREs DEL CAmPO POLíTICO.
El sociólogo francés Pierre Bourdieu acuñó el concepto de campo para dar
cuenta del espacio social en el que se producen las prácticas de los agentes.
Según el autor, un campo es el lugar de la competición y el conflicto. En
efecto, un campo funciona cuando los agentes -considerados aquí como
“jugadores”- aceptan jugar el juego. Dicho en otras palabras, en cada campo
-cultural, político, científico, deportivo, etc.- existe algo que despierta el
interés de cada jugador. Por ello, el campo funciona porque quienes lo
integran o aspiran a integrarlo tienen interés en que ese campo continúe
y se desarrolle. En ello también está implicado el propio desarrollo de los
agentes o jugadores. Ahora bien, para jugar el juego, los contendientes
deben poseer “capitales” (entendidos como capacidades) eficientes en cada
campo. En tanto los jugadores interactúan entre sí y disputan los lugares
de jerarquía en cada campo, allí se entablan las disputas. Sin embargo, el
campo produce a su vez cooperación entre los agentes.
El campo político posee algunas particularidades específicas que lo
distinguen de los otros campos mencionados. A partir de las características
propias y la dinámica de ese campo pueden entenderse las circunstancias
que atravesaron las alianzas que tejió el Dr. Rodolfo Lopes en su aspiración
a ser elegido Intendente de Bahía Blanca. Asimismo, puede comprenderse
por qué no poseía todas las “cartas” eficientes para el juego, y detectar
quién efectivamente conservaba cuotas de poder capaces de tronchar su
carrera política.
El campo político, en efecto, es el ámbito en el que intervienen diferentes
agentes con intereses específicos en el juego de las posiciones políticas.
Esto es que, como afirma Bourdieu, esos agentes establecen una lucha
FORJANDO87
por las representaciones sociales y por el monopolio del principio de visión
y división del mundo social, lo que los habilita al derecho de hablar y de
actuar en nombre de una parte o de la totalidad de la población. A su vez, el
conjunto de los partidos políticos puede ser pensado en términos de campo
e incluso cada partido puede ser concebido en sí mismo como un campo.
La característica más saliente del campo político radica en el capital que
predomina en su interior: el capital político es una especie particular de
capital simbólico fundado en el prestigio y reconocimiento que acumulan
los diferentes agentes. Entre ellos, alguno puede sobresalir por el volumen
de capital acumulado, lo que le acerca la fidelidad y seguimiento de agentes
profanos o profesionales (de la política). Sin embargo, esto mismo es lo
que puede tornar a los políticos profesionales vulnerables a sospechas,
calumnias o escándalos que amenazan de manera profunda la confianza
que se ha depositado en ellos. De aquí se produce que deba trabajar
constantemente para evitar el descrédito.
Ahora bien, también es menester distinguir dos especies principales de
capital político: una de ellas se funda en la notoriedad y popularidad que
otorgan el reconocimiento y la reputación. La otra especie eficiente en el
campo proviene del capital delegado por la autoridad política, investidura
o acto mágico de institución por el cual el partido político consagra
oficialmente al candidato oficial y le transfiere fidelidades acumuladas
históricamente, de manera más o menos limitada y provisoria. Por ello, en
un sistema de partidos, el capital político de un agente depende, en primer
lugar, del peso de su partido y, luego, del peso de cada político en el interior
de aquél.
En el caso que analizamos, se revela que el capital político acumulado por el
Intendente Lopes, a partir de su reconocimiento como médico sanitarista y
consecuente militante del peronismo, era menor al capital de reconocimiento
-instituido por el mismo partido en ese acto mágico de consagración que
hemos referido- que poseía e intercambiaba el presidente del Partido
Justicialista en esos años. Es así que los concejales “propios” se animaron
a votar en su contra retirándole toda su confianza. Aún más, la votación
conjunta de partidos diferentes y generalmente enfrentados en las cuestiones
políticas más sensibles -tales como la rendición de cuentas, presupuestos,
gastos de campaña y publicidad oficial, entre otras- expresaba una situación
completamente inusual. La coincidencia en la votación contra el Intendente
de los concejales radicales y de parte de los concejales justicialistas del FPV
llamaba la atención. En la población, cuando se la consultaba, aparecía en
muchas ocasiones la idea de conspiración. Asimismo, aparecía con fuerza
la idea de desmanejo y desprolijidad en la administración pública por parte
del Intendente Lopes, cuestión que justificaba, para la ciudadanía, la grave
FORJANDO 88
acusación que se le había formulado. La sospecha de la conspiración se
fundaba en que, durante el gobierno municipal anterior, las diferencias
contables no habían suscitado acusaciones al Intendente de la magnitud
con que se lo acusaba -y acosaba- a Lopes.
El acuerdo interno del justicialismo que llevó a Lopes a la candidatura a
intendente y, más tarde, a ser elegido como Jefe Comunal, no le garantizó la
lealtad de todo su partido. En efecto, en el campo político de Bahía Blanca en
ese tiempo puede constatarse que la jefatura del partido justicialista poseía
una capacidad de maniobra y un poderío que no disponía quien, como en
este caso, accedió a posiciones ejecutivas por la vía de las elecciones. En
otras palabras, la historia de los liderazgos partidarios (y el estilo particular
de ejercerlo) juega un papel fundamental a la hora de explicar quién o
quiénes disponen efectivamente del poder de mando. Max Weber insistía
en que posee el poder quien posee capacidad de dominación, entendiendo
por dominación la posibilidad de que los mandatos sean obedecidos. En
Bahía Blanca, en esos años, dominó sin dudas quien ejercía la presidencia
del partido justicialista y que por ello logró encolumnar a la mayoría de
los concejales de su partido contra el Intendente Lopes. Los concejales
justicialistas que apoyaron al Intendente electo hasta el último momento
son un claro ejemplo de los conflictos internos y las luchas despiadadas
que se producen al interior de un partido por la consecución de los medios
formales y simbólicos de la representación legítima y, por ello, del poder
político derivado.
Entre las particularidades del campo político que nos facultan a explicar
los sucesos que examinamos, se destaca el hecho de ser un universo que
obedece a sus propias leyes, diferentes a las leyes del mundo social ordinario.
Bourdieu recuerda que quien ingresa en el mundo de la política, como
quien ingresa en una religión, debe sufrir una transformación, una suerte de
conversión que es tácitamente impuesta. Aún más, su incumplimiento está
ligado a una sanción: el fracaso o la exclusión. Entonces, en el caso referido,
se entiende que el Intendente electo parece no haber respetado acuerdos o
pactos establecidos respecto de la cuota de poder a la que aspiraba. De allí
que rápidamente su propia coalición, casi en su totalidad, le retiró o retiraría
su apoyo.
La comisión de irregularidades en las cuentas de la Comuna y en la
recaudación para la campaña no es motivo de valoración en este trabajo.
Al respecto, es posible consultar los despachos del Concejo Deliberante de
Bahía Blanca y todas las actuaciones judiciales que han sido consideradas
para este estudio. El relato de los motivos -tales irregularidades- que
llevaron a la destitución del Intendente destitución sólo persigue focalizar
las conductas políticas de los actores que ponen de relieve que al interior
FORJANDO89
del campo político la tendencia dominante es la fidelidad hacia quien
concentra los medios de producción propiamente políticos. Esto explica
que integrantes del FPV, que antes le respondían, le hayan retirado todo su
apoyo y que hayan valorado más aliarse en las acusaciones con partidos
políticos rivales. En suma, el campo político bahiense en su conjunto
cooperó en esta situación por demás extraña para la historia política de
la ciudad. En las siguientes elecciones del año 2007, Christian Breitenstein
ganó ampliamente el cargo de intendente, que ya venía desempeñando. En
esta ocasión, el FPV alcanzó el 37.32% de los votos.
Transcurridos varios años desde aquellas acusaciones y la destitución de
su cargo, Lopes continuó accionando en la Justicia. En el mes de marzo de
2010, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires confirmó
la nulidad de las escuchas que habían detonado toda la causa. La Corte
entendía que resultaba viciada una causa fundada sobre un ilícito.
PARA sEguIR
LEyENDO
Bourdieu, Pierre y Wacquant,
Loic, Respuestas, Grijalbo, México,
1995.
Burstein, Nidia, “La cuestión del Poder”, en Introducción a la
Sociología, Stella M. Pérez y Leila Vecslir, compiladoras, EDIUNS, 2010.
Gutiérrez, Alicia B., “Poder y
representaciones: elementos para la construcción del
campo político en la teoría de
Bourdieu”, Revista Complutense de
Educación, Vol.16, Núm.2, 2005.
Pasquino, Gianfranco, La Oposición en
las Democracias Contemporáneas, EUDEBA, Buenos
Aires, 1997.
Weber, Max, Economía y
Sociedad, FCE, México, 1964.
FORJANDO 90
Bourdieu, Pierre y Wacquant, Loic, Respuestas, Grijalbo, México, 1995.
Burstein, Nidia, “La cuestión del Poder”, en Introducción a la Sociología,
Stella M. Pérez y Leila Vecslir, compiladoras, EDIUNS, 2010.
Gutiérrez, Alicia B., “Poder y representaciones: elementos para la construcción
del campo político en la teoría de Bourdieu”, Revista Complutense de
Educación, Vol.16, Núm.2, 2005.
Pasquino, Gianfranco, La Oposición en las Democracias Contemporáneas,
EUDEBA, Buenos Aires, 1997.
Weber, Max, Economía y Sociedad, FCE, México, 1964.
Bibliografía
FORJANDO91
FORJANDO
PARTIDOS Y SISTEMAS DE PARTIDOS CONTEMPORÁNEOS
92
Santiago Rotman
Es politólogo de la Universidad de Buenos Aires con estudios de maestría en
metodología de la investigación social en la Universidad de Bologna y candidato a
Doctor en Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Martín. Se desempeña
como docente de grado y posgrado en distintas universidades y como investigador en
la UBA y en la UNSaM. Sus temas de interés son la metodología de la ciencia política, la
política subnacional y el estudio de las élites políticas.
Carlos Varetto
Licenciado en Sociología por la Universidad Nacional de Villa María (UNVM). Doctor en
Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM). Actualmente es
docente e investigador en la Universidad Nacional de General San Martín y la Universidad
Nacional de Córdoba. Por otra parte, se desempeña como Director de Extensión
de la Escuela de Política y Gobierno de UNSaM. Ha publicado artículos en revistas
especializadas y en congresos referentes a la temática de los sistemas partidarios, la
política subnacional y las carreras políticas.
LAs TREs vIDAs DEL sIsTEmA DE PARTIDOs BONAERENsEpor Santiago Rotman y Carlos Varetto
FORJANDO
PARTIDOS Y SISTEMAS DE PARTIDOS CONTEMPORÁNEOS
93
REsumEN
Este trabajo describe las características del sistema de partidos de la provin-
cia de Buenos Aires entre 1983 y 2011. El análisis se basa en la identificación
de tres arenas de interacción partidaria relativamente autónomos entre sí:
la disputa por el ejecutivo provincial en un distrito único, la competencia en
ocho secciones electorales por las bancas legislativas en el legislativo pro-
vincial y las contiendas por las 124 intendencias.
Para cada nivel se presentan las reglas institucionales, su impacto y la diná-
mica de la competencia entre partidos. Esto nos permite visualizar un parti-
do predominante en el ejecutivo provincial que convive con una legislatura
con mayorías cambiantes y una distribución de ejecutivos municipales con
tradición bipartidista, aunque con una tendencia en los últimos años a trans-
formarse en escenario de predominio justicialista.
ImPORTANCIA POLíTICA DE LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs
La Provincia de Buenos Aires es uno de los 24 distritos electorales de la
Argentina, y se destaca notablemente del resto si se quiere comprender la
lógica política nacional y la relación entre ésta y las arenas subnacionales.
La relevancia política se explica en primera medida por su peso demográfico
que ha crecido sostenidamente desde la segunda mitad del siglo XX por la
explosión poblacional del cinturón que rodea la Ciudad de Buenos Aires,
más conocido como conurbano bonaerense. En los 141 años que separan el
primer y el último censo nacional, el 40% del crecimiento poblacional total
FORJANDO 94
de la Argentina se dio en Buenos Aires. En este período, la población del
país se multiplicó por 21 mientras que la correspondiente a esta provincia
lo hizo por 31.
Este creciente peso de la Provincia de Buenos Aires se explica por el boom
demográfico del conurbano que, a principios de siglo XX, representaba
menos del 20% del total provincial pero que, gracias a las migraciones
internas producto de cambios en el modelo de acumulación productiva
del país, en la década de 1950 pasa a superar la población del resto de la
provincia. Desde 1970 se consolida con algo más del 60% del total de la
población provincial, llegando en 2010 a un cuarto de la población de toda
la Argentina.
El peso relativo de este distrito en el total nacional aumenta con la reforma
de la Constitución Nacional de 1994 que incorpora la elección directa del
Presidente de la Nación. La elección mediante Colegio Electoral, instaurada
en la Constitución de 1853, estaba pensada para potenciar la trascendencia
de los distritos más pequeños. Cada provincia contaba con el doble de
electores de sus diputados y senadores y estos últimos, surgen de una
representación territorial igualitaria. A partir de 1994 aumenta la importancia
de los cinco distritos más poblados y de todos ellos, el voto bonaerense es
el que creció más significativamente, haciéndolo en un 14.6%.
Tal es el crecimiento demográfico de la Provincia de Buenos Aires que varios
municipios que la integran contienen por sí mismos más población que
algunas de las provincias argentinas. En los municipios de La Matanza, Gral.
Pueyrredón (cuya cabecera es la ciudad de Mar del Plata) y en la ciudad
de La Plata -capital provincial-, viven más electores que en la mitad de
las provincias. Y en la más populosa de las localidades se concentran más
personas que en Tierra del Fuego, Santa Cruz, La Rioja y La Pampa juntas.
Estos factores poblacionales se potencian con el armado del calendario
electoral. Buenos Aires es una de las siete provincias que, desde 1995
elige Gobernador, intendentes, diputados y senadores provinciales en
elecciones concurrentes con las presidenciales y los cargos legislativos
nacionales. Esta superposición conlleva a variadas conjeturas sobre los
impactos de los resultados de una arena de competencia sobre las otras,
pero especialmente pone el armado de la oferta electoral bonaerense en el
centro de la agenda política nacional. Esta preocupación de los dirigentes
políticos se sustenta en una realidad concluyente: Buenos Aires es el único
de los 24 distritos en el que ganaron todos los presidentes electos desde el
retorno democrático. Dicho de manera más sencilla, ningún candidato se
consagró como presidente sin imponerse en Buenos Aires.
FORJANDO95
Un buen indicador de su relevancia política es la presencia bonaerense
entre los líderes políticos. De las 12 personas que integraron los binomios
presidenciales electos por el voto popular en la Argentina entre 1983
y 2011, cinco fueron bonaerenses: Raúl Alfonsín como presidente y
Eduardo Duhalde, Carlos Ruckauf, Daniel Scioli y Amado Boudou como
vicepresidentes.1 Estos políticos llegaron al ejecutivo nacional una vez que
ya habían transitado por otros cargos de la política nacional, pero ninguno
lo hizo desde la gobernación, como sí sucedió con tres de los cuatro
presidentes no bonaerenses del período.
En sus trayectorias a posteriori se puede observar la jerarquización del poder
bonaerense, que incluso puede ser superior al nacional. Alfonsín siguió
su carrera en el ámbito nacional representando a la provincia en cargos
electivos y partidarios. De todos modos, lo más significativo se encuentra
entre los vicepresidente peronistas del período; Duhalde, Ruckauf y Scioli
fueron electos gobernadores bonaerenses siendo vicepresidentes y este
pasaje fue visualizado como un crecimiento político para estos actores2.
En cambio, ninguno de los seis políticos de otros distritos que integraron el
binomio presidencial tuvo un retorno similar a la arena provincial.
Otros casos particularmente destacables son los de Néstor Kirchner y
Cristina Fernández de Kirchner, quienes cimentaron sus carreras políticas en
la provincia de Santa Cruz y, a pesar de ello, encabezaron la oferta electoral
bonaerense de su partido en las elecciones legislativas de 2009 y 2005
respectivamente. En el primer caso, luego de ejercer la presidencia y en el
segundo, como plataforma de exposición pública hacia la misma.
LOs EsCENARIOs DE LA COmPETENCIA PARTIDARIA
En nuestra presentación nos proponemos abordar al sistema partidario
bonaerense, a través de los diferentes niveles de la vida competitiva de
partidos y no como un espacio homogéneo. Esta diferenciación hace posible
comprender los límites de las interacciones partidarias de modo correcto,
evitando explicaciones erróneas, donde por ejemplo tratemos de explicar
el sistema de partidos únicamente por lo que ocurre en la competencia
por la gobernación o por la competencia por cargos legislativos. A su
vez, podríamos distinguir entre la vida electoral del sistema partidario y la
vida gubernativa, pero por cuestiones de precisión nos detendremos aquí,
principalmente en la vida electoral del sistema partidario.
En nuestro trabajo abordaremos tres niveles o arenas de interacción
partidaria relativamente autónomos entre sí; la disputa por el ejecutivo
provincial, el legislativo provincial y la competencia por el ejecutivo a nivel
local (intendencias). Se justifica la observación diferenciada de cada una de
1.Eduardo Duhalde tam-
bién ocupó a la Presiden-cia de la Nación, entre el 2 de Enero de 2002 y el
25 de Mayo de 2003 por elección de la Asamblea
legislativa reunida a tal fin, debido a la acefalía por la renuncia de Fernando De la Rúa al Poder Ejecutivo
Nacional.
2.Amado Boudou aún
ocupa el cargo de vice-presidente que asumió en
diciembre de 2011.
FORJANDO 96
ellas en tanto se sustentan en reglas de juego, territorios y –potencialmente-
actores diferentes.
En primer término, el ejecutivo provincial y los municipales pone en juego
un único cargo en una competencia de distrito único la provincia y el
municipio respectivamente- por simple mayoría de votos. Por su parte,
la representación de la legislatura se construye sobre ocho secciones
electorales que no son coincidentes con ningún nivel de gobierno efectivo
y que incorporan en su interior varias intendencias. A su vez, el Senado y la
Cámara de Diputados poseen asambleas de diferente tamaño y por lo tanto
eligen diferente magnitud de representantes en cada elección.
Finalmente, si bien los actores partidarios pueden jugar simultáneamente en
más de una arena –mediante diferentes formas de coordinación y/ alianzas-
no es una condición necesaria. Por esta razón, los actores en cada uno de
estos niveles pueden variar y los sistemas de alianzas y oposición también.
Así, es posible encontrar una fuerza partidaria que compite con otra a nivel
local pero sin embargo comparten espacios en la lista de legisladores y/o
apoyan al mismo candidato a Gobernador.
Todo esto cobra mayor importancia dada la vastedad y diferenciación
del espacio provincial. Especialmente, vale tener presente la posibilidad
de que sea conveniente diferenciar la arena local entre los territorios del
“conurbano” y la región “interior” de la provincia. Esto cobra relevancia en
tanto la bibliografía especializada ha demostrado la existencia de patrones
diferenciales de comportamiento electoral y de relaciones con el poder
central provincial entre las distintas regiones de la provincia (Escolar 2001).
La descripción de los diferentes niveles nos permite brindar una mejor
información respecto al escenario político bonaerense, que constituye
un primer paso fundamental para reconocer los desafíos y posibilidades
de la competencia electoral y por el gobierno en el juego provincial que
enfrentan los actores políticos. Escenario que modela, ni más ni menos, las
oportunidades y estrategias de formación de coaliciones tanto electorales
como de gobierno.
LA gOBERNACIóN PROvINCIAL
El ejecutivo provincial se elige de manera directa, a simple pluralidad de
sufragios con posibilidad de una reelección consecutiva. Desde el retorno
democrático se celebraron ocho elecciones a gobernador y, salvo la primera,
el peronismo ganó en todas. La consolidación del predominio justicialista
en la categoría gobernador se puede observar desde los guarismos de las
distintas elecciones. Una vez llegado a la casa de gobierno provincial, el
peronismo logró imponerse por márgenes crecientes, exceptuando 1999
FORJANDO97
donde la tendencia a favor de la Alianza en todo el país, producto del cambio
de gobierno nacional, significó que el margen de victoria se achicara, para
luego retomar su crecimiento.
gRáFICO 1: ELECCIONEs A gOBERNADOR 1983-2011
Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Junta Electoral de la Provincia de
Buenos Aires
En el gráfico 1 puede percibirse que el justicialismo tiene un piso de 39.7%
en 1983. Una vez superada esta derrota consigue un promedio del 49% de
los votos y nunca obtiene menos del 43% de los sufragios. La regularidad
de la base electoral justicialista contrasta con las performances de los otros
partidos.
La UCR triunfa en 1983 como consecuencia del impacto de la elección
presidencial en la que se impone Raúl Alfonsín y desde entonces, comienza
un pronunciado descenso de su desempeño electoral que lleva a que en
promedio obtenga un 25% de los sufragios. Las elecciones en las que parece
cambiar la tendencia hay que tomarlas en forma relativa. En 1999, la fórmula
a la que en este trabajo se la categoriza como UCR, correspondió a la
Alianza integrada por este partido junto al FrePaSo, perteneciendo el primer
lugar a Fernández Meijide del FrePaSo y la candidatura a vicegobernador
al radical Melchor Posse. Por tanto, esta recuperación del voto radical debe
relativizarse ya que la parte más importante del binomio propuesto no
perteneció a su partido. Lo mismo sucede en 2007 cuando la UCR concurre
en el frente electoral denominado UDESO y resigna los dos lugares de la
fórmula para la gobernación en manos de sus aliados.
En el gráfico 1 también se puede ver que, salvo en 1995 (cuando el FrePaSo
llega al 24%) el resto de los partidos políticos no alcanzan nunca el 20% de
los sufragios. Si a estos resultados le sumamos el hecho que las fuerzas que
FORJANDO 98
intentaron terciar entre el PJ y la UCR tuvieron escasa permanencia en el
tiempo3 , es necesario destacar la escasa capacidad del resto del universo
partidario por competir con algún horizonte de triunfo a la gobernación
bonaerense.
Tal cual explicó Torre (2003) para el conjunto de la Argentina, el peronismo
no ha modificado sustancialmente su caudal electoral desde el retorno
democrático. En Buenos Aires, ha podido consolidar una base de más del
40% de los votantes, e incluso ha sabido tener políticas de alianzas para no
resignar la gobernación en momentos en que el ciclo político nacional podía
perjudicarlo.
Para consolidar su lugar de supremacía el peronismo debió garantizar su
base electoral. Con ello, pasó de perder en 1983 a ganar en un escenario
bipartidista en 1987, para luego despegar de sus competidores más
próximos, consolidando su preminencia en elecciones que lo dieron
ganador por cada vez más diferencia. Así, en 1991 le saca más de 23 puntos
porcentuales de ventaja a la segunda fuerza, a la que prácticamente dobló
en votos. Para 1995 la proporción de votos con el FrePaSo (que ingresa en
segundo puesto) es de casi tres veces y la diferencia asciende a 35%. Luego
del paréntesis de 1999, (en la que a pesar del contexto nacional desfavorable
su fórmula para la gobernación obtiene un 48.3%) se retoma la senda de
fragmentación de la oposición y por tanto, la dinámica se vuelve cada vez
menos competitiva. Desde 2003 el PJ saca como mínimo el triple de votos
que sus competidores. En la literatura sobre análisis electoral este tipo de
resultados se clasifican como un sistema predominante, o como situaciones
con una baja competencia interpartidaria.
LA LEgIsLATuRA BONAERENsE
El Poder Legislativo en Buenos Aires se conforma de dos cámaras, una con
noventa y dos (92) diputados y otra con cuarenta y seis (46) senadores.
Ambas tienen la misma base territorial y demográfica, conformando
un bicameralismo congruente y simétrico (Malamud, 2004). Para las
elecciones legislativas, la provincia se divide en ocho secciones electorales
plurinominales. El total de senadores y diputados que le corresponde a cada
sección deriva de la distribución de población de principios del siglo XX,
con algunas pequeñas modificaciones4 posteriores pero que no adecuan
la cantidad de bancas a los cambios demográficos puntualizados en el
apartado anterior. De las ocho secciones, tres nuclean el territorio del Gran
Buenos Aires (la primera el Norte, la tercera el Sur y la octava a la Ciudad de
La Plata) y las otras cinco al extenso espacio restante (la segunda, el Norte
provincial; la cuarta, el Oeste; la quinta, el Este; la sexta, el Sur y la séptima,
el Centro de la Provincia).
4.La Constitución de 1934 y la Ley 4316 del año siguiente determinaron las características de las secciones electorales y asignaron los escaños en función de los datos del Censo de población de 1914. Bajo el primer peronismo se sanciona una nueva ley electoral (nº 5109 de 1946) que no altera en nada lo existente. Más adelante se realizan modificaciones en la cantidad de bancas correspondientes a cada sección con la Ley 6698 de 1960, en la que se toma como parámetro las cifras del Censo de población de 1947, pero no se modifican ni la cantidad ni el alcance territorial de las seccio-nes. (Escolar, Minvielle y Castro, 2004; Malamud, 2004)
3.En 1983 la 3ª fuerza fue el PI, en 1987 la UCD y en 1991 el MODIN. En 1995 el FrePaSo queda segundo por encima de la UCR. En 1999 es 3ª fuerza el PAUFE, que pasa en 2003 a ser segundo (a 30 puntos del PJ) por la notable baja radical. En 2007 detrás del PJ queda la Coalición Cívica y en 2011, sale tercero el Frente Amplio Progresista.
FORJANDO99
CuADRO 1: DIsTRIBuCIóN y PROPORCIONALIDAD DE LAs BANCAs DE
LA CámARA DE DIPuTADOs BONAERENsE ACTuAL y CORREgIDA AL
PADRóN 2011.
FUENTE: Elaboración propia en base a datos de la Dirección Nacional Electoral; Malamud (2004) y Escolar, Minvielle y Castro (2004)
Como se ve en el cuadro 1 un diputado de la región circundante a la Ciudad
de Buenos Aires representa hasta 7 veces y media más personas que uno
del centro de la Provincia. Este fenómeno que se conoce en ciencia política
como malapportionment, altera el principio de representación proporcional
del cual habla la Constitución provincial y en términos políticos genera
una sobrerepresentación de los partidos con presencia más marcada
en las zonas menos pobladas y un déficit de presencia legislativa de las
organizaciones partidarias con bastiones en el conurbano. Exactamente el
mismo fenómeno se repite en la conformación de la Cámara de Senadores
provincial, donde la cantidad de bancas por sección es la mitad de los
diputados, salvo en aquellas que por tratarse de números impares se altera
un poco este principio5 .
La fórmula utilizada en la elección de cargos legislativos provinciales
también tiene efectos fuertes sobre la distribución de bancas. Desde 1946
rige una alteración de la fórmula de cociente Hare que es la siguiente:
se calcula el cociente electoral dividiendo la cantidad de votos positivos
totales sobre la cantidad de cargos a repartir. Luego, se divide la cantidad
de votos obtenidos por cada lista sobre el cociente electoral, quedando
como resultado la cantidad de bancas que se lleva cada partido en un
primer momento. Hasta aquí el procedimiento es exacto a cualquier otro
uso de la fórmula de cociente Hare. La alteración bonaerense deviene en
los dos momentos posteriores de asignación de bancas. Primero, porque
los partidos que no llegan obtener un número entero de la división de sus
votos por el cociente electoral, no son tenidos en cuenta para el segundo
momento de asignación, en donde se distribuyen una banca más a cada
partido en función del resto mayor de manera decreciente. La segunda
SECCIÓN
PADRÓN ELECTORAL
2011(A)
% DEL PADRÓN
PROVINCIAL (B)
CANTIDAD DE
DIPUTADOS
(C)
% DEL TOTAL DE
LA CÁMARA
(D)
VOTANTES POR CADA DIPUTADO
(A/C)
CANTIDAD DE BANCAS
SI SE ASIGNARAN SEGÚN EL
PADRÓN 2011 (F)
DIFERENCIA
(C-F)
1 3.853.687 34,56 15 16,30 256.912 32 -17
2 537.517 4,82 11 11,96 48.865 4 7
3 3.887.334 34,87 18 19,57 215.963 32 -14
4 474.549 4,26 14 15,22 33.896 4 10
5 1.074.520 9,64 11 11,96 97.684 9 2
6 584.109 5,24 11 11,96 53.101 5 6
7 245.040 2,20 6 6,52 40.840 2 4
8 492.414 4,42 6 6,52 82.069 4 2
TOTAL 11.149.170 100,00 92 100 121.187 92 0
5.La sección primera elige
ocho (8) senadores y quince (15) diputados; la
sección segunda elige cinco (5) senadores y once (11) diputados; la
sección tercera elige nueve (9) senadores y
dieciocho (18) diputados; la sección cuarta elige siete (7) senadores y
catorce (14) diputados; la sección quinta elige cinco (5) senadores y once (11)
diputados; la sección sex-ta elige seis (6) senadores
y once (11) diputados.; La sección séptima
elige tres (3) senadores y seis (6) diputados; la
sección octava elige tres (3) senadores y seis (6)
diputados
FORJANDO 100
alteración es que, si aún faltaran asignar escaños se llega al tercer momento
de distribución, en donde todos los cargos restantes se le otorgan a la
fuerza con más votos (Art. 109 de la Ley Electoral Provincial Nº 5.109/ 46).
Esta fórmula electoral para el legislativo provincial distorsiona el principio
de representación proporcional, beneficiando a la/s fuerza/s mayoritaria/s y
fijando en los hechos una barrera electoral muy alta.
El malapportionment ha afectado negativamente al PJ que tiene bases
electorales más estables en el conurbano que en el interior provincial.
Pero este perjuicio ha sido compensado por el sesgo mayoritario que
trae la alteración de la fórmula Hare. Como se observa en el gráfico 2, la
combinación de estos dos factores tiene un saldo positivo para este partido.
En todas las elecciones del período el porcentaje de diputados que logra es
más alto que el porcentaje de votos obtenidos y en promedio tiene un 7.3%
más de bancas que de sufragios.
gRáFICO 2: DIFERENCIA ENTRE PORCENTAJE DE vOTOs y
PORCENTAJE DE BANCAs OBTENIDAs EN LA CATEgORíA DE
DIPuTADO PROvINCIAL, POR AñO
Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Junta Electoral de la Provincia de Buenos Aires
En el caso del radicalismo el saldo es aun más positivo. En promedio de todo
el período, obtiene un 8.5% más de escaños que de votos. En cambio, el
resto de las fuerzas políticas han sido perjudicadas por las reglas electorales.
Aunque en algunos años consiguieron un porcentaje de bancas más alto que
el de sufragios, la tendencia de todo el período les resulta pernicioso ya que en
promedio obtuvieron prácticamente un 1 % menos de bancas que de votos6.
Las características del sistema electoral y la señalada distribución territorial
6.Es preciso aclarar que se tomaron únicamente los partidos que han obtenido alguna banca. Si se hiciera el cálculo con todas las fuerzas políticas presentadas, la diferencia entre el porcentaje de votos y de bancas sería mucho más grande.
FORJANDO101
de las preferencias electorales permitieron que el ámbito legislativo sea el
espacio de supervivencia del radicalismo provincial. Gracias a ello, tiene
acceso a recursos materiales y simbólicos que lo mantienen como un
actor relevante de la política bonaerense, a pesar de las dificultades que
tiene para conformar una oferta electoral atractiva para el conjunto de los
votantes bonaerenses.
LAs INTENDENCIAs
Los municipios bonaerenses al igual que la Nación y las provincias poseen un
formato presidencialista de gobierno, en el que el Ejecutivo es desempeñado
por un Intendente y el Legislativo por un Concejo Deliberante. La fórmula
para la asignación de bancas en los concejos deliberantes es la misma que
la utilizada para el reparto de escaños en la Legislatura provincial. Como
los concejales se eligen en una misma boleta junto a los intendentes sin
posibilidad de corte entre las dos categorías, esta fórmula de asignación de
escaños ha facilitado la construcción de mayorías en los poderes legislativos
locales.
Si nos enfocamos en el formato de competencia partidaria por los cargos
locales, se puede observar un recorrido similar a la competencia por la
gobernación. En 1983, en medio de un escenario bipartidista nacional, la
primera fuerza es la UCR y el justicialismo la segunda. Pero la proporción
de intendencias con las que contaba cada partido comienza a revertirse en
1987 y se reafirma el crecimiento del peronismo en la cantidad de gobiernos
municipales en los años subsiguientes. Con breve un interregno en 1999 la
tendencia continúo y se acentuó a partir de 2003.
En el último período la caída del radicalismo permitió que nuevas fuerzas
políticas se hicieran cargo de algunos gobiernos municipales. Aunque vale
aclarar que este dato hay que tomarlo con cuidado ya que muchas de ellas
son producto del pasaje de líderes locales radicales hacia otros partidos o la
creación de partidos políticos municipales creados en torno a intendentes
que no acordaban con la conducción partidaria provincial. Como algunos de
estos grupos han regresado luego a las filas de la UCR, queda la incógnita
sobre el derrotero en los próximos años del radicalismo en el plano local.
No obstante, nótese que aquí estamos presentando la distribución de
intendencias y no de las preferencias, es preciso recordar que no es
equivalente obtener –por ejemplo- un 20% de los votos a gobernador que
un 20 % de las intendencias. Mientras en el primer caso estamos ante un
partido que se retira con las manos vacías de la contienda, en el segundo
estamos ante un grupo político que ha logrado retener para sí importantes
recursos institucionales. Por lo tanto, preferimos hablar de “bipartidismo
FORJANDO 102
imperfecto” antes que de partido predominante para dar cuenta de la
disparidad de la distribución de triunfos entre las dos fuerzas. Aunque
este bipartidismo se encuentre en retroceso, en tanto que desde 2001 el
peronismo ha recuperado lugar y ha continuado desplazando a las otras
fuerzas del plano local.
Fuente: elaboración propia en base a datos de la Juntal Electoral de Provincia de Buenos Aires
Sin embargo, corresponde tener presente la diferenciación territorial
que marcáramos entre el área del conurbano y la región del interior. A
continuación se observa que el predominio del justicialismo en el conurbano
ha sido mas elevado, teniendo como piso un 60% de las intendencias en
juego; mientras que en la región “interior” la presencia del radicalismo –y de
otras fuerzas partidarias- ha sido más sostenida, bajando el piso justicialista
y demostrando una distribución más equitativa de las intendencias.
Fuente: elaboración propia en base a datos de la Juntal Electoral de Provincia de Buenos Aires
gRáFICO 3: DIsTRIBuCIóN DE INTENDENCIAs EN LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs. 1983-2011
gRáFICO 4: DIsTRIBuCIóN DE INTENDENCIAs EN EL AREA CONuRBANO DE LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs. 1983-2011
FORJANDO103
Fuente: elaboración propia en base a datos de la Juntal Electoral de Provincia de Buenos Aires
Mientras que en la región “interior” la presencia del radicalismo –y de otras
fuerzas partidarias- ha sido más sostenida, bajando el piso justicialista y
demostrando una distribución más equitativa de las intendencias.
Es así, que en buena medida la “imperfección” bipartidista de este nivel de
la dinámica partidaria está dada por el predominio peronista en el área del
conurbano. Pudiéndose establecer la lectura de que el peronismo ostenta
una posición dominante en el conurbano y en el interior se conforma un
juego bipartidista.
REFLEXIONEs FINALEs
A lo largo de este trabajo hemos descripto la existencia de tres niveles
diferenciados al interior del sistema partidario bonaerense. Por un lado,
ejecutivo provincial en el que se ha consolidado una dinámica de partido
predominante. Contrapesando esta lógica, el PJ no logra acompañar
las grandes diferencias alcanzadas en las preferencias electorales en la
categoría gobernador con mayorías sustantivas en los recintos legislativos.
Un escenario particular se encuentra en el plano local, en donde el
justicialismo viene incrementando la cantidad de municipios que gobierna,
pero si se analiza todo el período en perspectiva se observa que el
bipartidismo fue la norma en la región interior. La incógnita pasa por si esta
lógica regresará en el futuro o si el justicialismo se quedará con la inmensa
mayoría de los ejecutivos locales como sucedió en 2011.
El contexto político descripto nos permite hacer algunos señalamientos
gRáFICO 5: DIsTRIBuCIóN DE INTENDENCIAs EN LA REgIóN INTE-RIOR DE LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs. 1983-2011
Calvo, Ernesto y Marcelo Escolar
(2005) La nueva política de partidos
en la Argentina. Crisis política,
realineamientos partidarios y
reforma electoral. Buenos Aires:
Prometeo Libros
Ollier, María Matilde (2010) Atrapada
sin salida. Buenos Aires en la política nacional, UNSAM
Edita.
Tula, María Inés (2005 Ed.) Aportes
para la discusión de la Reforma
Política bonaerense, Buenos Aires:
Prometeo Libros
PARA sEguIR
LEyENDO
FORJANDO 104
acerca de la política bonaerense, su estabilidad, su lógica de competencia
sistémica y su complejidad.
En primer lugar, cabe destacar la estabilidad de su funcionamiento. A 28 años
del regreso de la democracia sólo dos partidos ocuparon la gobernación,
enviaron todos los senadores y la mayoría de los diputados al Congreso de
la Nación, ocuparon la mayor parte de las bancas de la legislatura provincial
y se repartieron casi todas las intendencias. Si bien en los últimos años el
declive electoral del radicalismo permitió el crecimiento de otras fuerzas,
los efectos son disímiles al del escenario nacional. Esto se sustenta en un
sistema de reglas que dificulta el ingreso de nuevos actores a los principales
cargos provinciales.
La mencionada estabilidad política parece deberse a una cierta
inercia institucional: una serie de juegos superpuestos con efectos de
retroalimentación. Como se ha ilustrado en este trabajo, el sistema político
posee un enrevesado entrecruzamiento de escenarios donde se presentan
diversas reglas de juego, patrones de competencia y actores, cuya
complejidad resultante tiende al sostenimiento del status quo.
FORJANDO105
Escolar, Marcelo. “La posibilidad del gerrymandering político. Estabilidad
y concentración geográfica del voto en la provincia de Buenos Aires” en
Calvo, Ernesto y Juan Manuel Abal Medina (comp.) El federalismo electoral
argentino, Buenos Aires: EUDEBA. 2001.
Escolar, Marcelo; Minvielle, Sandra y Castro, Luis. “Sobrerepresentación
periférica y compresión partidaria. El sistema electoral de la provincia de
Buenos Aires en las categorías legislativas” en Tula, María Inés (Ed.) Aportes
para la discusión de la Reforma Política bonaerense, Buenos Aires: Prometeo
Libros. 2004.
Malamud, Andrés. “Federalismo distorsionado y desequilibrios políticos: el
caso de la provincia de Buenos Aires” en Tula, María Inés (Ed.): Aportes para
la discusión de la Reforma Política bonaerense, Buenos Aires: Prometeo
Libros. 2004.
Torre, Juan Carlos. “Los huérfanos de la política de partidos. Sobre los
alcances y naturaleza de la crisis de representación partidaria.” en Desarrollo
Económico. Revista de Ciencia Sociales. 42-168, Enero-Marzo (647-665).
2003.
Bibliografía
FORJANDO
PARTIDOS Y SISTEMAS DE PARTIDOS CONTEMPORÁNEOS
106
PARTIDOs, FEDERALIsmO y PRáCTICA ELECTORAL:
por Carla Carrizo y Cecilia Galván
Carla Carrizo. Politóloga. Directora de la Carrera de Ciencia Política de la USAL. Pro-fesora e investigadora en el IDICSO (USAL) y el IIGG (UBA). Área de investigación: Instituciones Políticas y Partidos de Gobierno.
Cecilia Galván. Politóloga (UBA). Doctoranda en Ciencia Política (UNSAM). Profesora en las carreras de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Católica Argentina y la Universidad del Salvador. Investigadora en el IDICSO (USAL) y el IIGG (UBA). Área de investigación: Política subnacional y organismos de control.
LA PROVINCIALIZACIÓN DE LA POLíTICA LOCAL EN LAS ELECCIONES DE 2011
FORJANDO
PARTIDOS Y SISTEMAS DE PARTIDOS CONTEMPORÁNEOS
107
REsumEN
La Provincia de Buenos Aires, una de las ocho provincias argentinas con
federalismo territorial, sufriría, debido a este diseño constitucional, la
fragmentación de intereses que produce una competencia focalizada en
gobiernos locales y serios problemas de coordinación para un Gobernador
que debe contrarrestar, en el armado de la oferta provincial o nacional
de un partido, la dispersión de intereses y representaciones que surge
en el terreno local. En el año 2007, la fórmula Scioli-Balestrini del Frente
para La Victoria obtuvo el 48,10% de los votos. A su vez ganó 13 de las
26 bancas del Senado provincial puestas en juego y 26 de las 46 bancas
para diputados. En el año 2011, la fórmula Scioli–Mariotto, del mismo partido,
obtuvo el 55,18% de los votos, 21 de las 23 bancas de senadores y 26 de las
46 bancas de diputados. En este artículo indagamos sobre los incentivos
institucionales y las prácticas políticas que han operado para generar estos
resultados. Asimismo se introduce el concepto de partido presidencializado
para pensar sobre cómo la política provincial ha ganado terreno a la política
local en la provincia de Buenos Aires.
FORJANDO 108
PREsENTANDO EL PROBLEmA: FEDERALIsmO y FRAgmENTACIóN DE LA COmPETENCIA
La literatura sobre partidos señala que las democracias federales, a dife-
rencia de las unitarias, afectan negativamente la consolidación de partidos
nacionales o provinciales y generan resultados paradójicos en la competen-
cia: que en sistemas presidenciales como el argentino, a nivel nacional, y en
las provincias, a nivel subnacional, sobren partidos locales y parlamentarios
y falten partidos presidenciales (los que compiten por la presidencia y/o
la gobernación). El argumento es el siguiente: la fragmentación de intere-
ses que produce una competencia focalizada en gobiernos locales genera
serios problemas de coordinación para un presidente o gobernador que
deben contrarrestar, en el armado de la oferta provincial o nacional de un
partido, la dispersión de intereses y representaciones que surge en el terre-
no local (partidos vecinales, coaliciones de partidos locales, etc.). Precisa-
mente, el término “desnacionalización de la política partidaria” fue acuñado
en el ámbito de la ciencia política para indicar aquellos casos en los que la
dispersión federal obstruye la nacionalización de los partidos que compiten
por el premio mayor: la presidencia.
Cuando estudiamos las instituciones de gobierno de la Provincia de Bue-
nos Aires encontramos rápidamente similitudes con el diseño nacional. En
efecto, ambos sistemas políticos se caracterizan por un diseño presidencial
federal con un bicameralismo simétrico, es decir, que el Senado y la Cámara
de Diputados tienen el mismo poder en el proceso de sanción de leyes. A
pesar de esta similitud, en la literatura tradicional fue común establecer que,
a diferencia del sistema nacional, la regla de hierro de la política provincial
era la coexistencia de un poder ejecutivo peronista con un poder legislativo
radical, producto de la sobrerrepresentación de distritos chicos y la subre-
presentación de distritos grandes. Sin embargo, al llegar el año 2007, la UCR
mostró la continuidad de la pérdida de su peso territorial en el interior:
trayectoria que en 2011 permitiría pronosticar la conclusión del bipartidismo
provincial y el predominio del Frente para la Victoria, versión electoral del
peronismo del siglo XXI.
En el marco del debate sobre el impacto del federalismo en las estrategias
de competencia partidaria, las elecciones del 2011 son un buen laborato-
rio de análisis para indagar los efectos de las reglas en la distribución del
poder institucional, teniendo en cuenta que en esta provincia se localiza
un 38% de la población nacional. Los problemas de representación de la
provincia, en definitiva, terminan afectando a gran parte del electorado na-
cional. Además, como han sostenido especialistas en cuestiones partidarias,
la provincia ha sido un lugar central en la estrategia competitiva de los dos
principales partidos de gobierno: la UCR y el PJ.
FORJANDO109
En este artículo, sostenemos que en la última elección comenzó a reorde-
narse el escenario competitivo provincial con un saldo positivo hacia fuerzas
políticas que compitieron por cargos ejecutivos provinciales que, siguiendo
al autor David Samuels, llamamos partidos presidencializados. Estos llevan,
como contrapartida, a la desaparición de los partidos que poseen, en cam-
bio, una orientación localista y/o parlamentaria.
REgLAs ELECTORALEs y PREmIOs EN LAs ELECCIONEs 2011
Un año después de la sanción de la Constitución Nacional, la Provincia de
Buenos Aires, en 1854, sancionó su primera constitución. En ese tratado
se estableció el sistema bicameral como base de organización del Poder
Legislativo.
La Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires está compuesta
por 46 senadores, cuyos cargos tienen una duración de cuatro años. La cá-
mara se renueva por mitades cada dos años. La Cámara de Diputados de la
Provincia de Buenos Aires, por su parte, está compuesta por 92 diputados,
cuyos cargos tienen la misma duración que los de la Cámara de Senadores;
y también se renueva por mitades cada dos años. Pero las secciones que
eligen cargos a diputados junto a la fórmula para acceder al poder ejecutivo
son la primera, la cuarta, la quinta y la séptima sección electoral.
La particularidad de la elección en la provincia es que desdobla el calenda-
rio para senadores y diputados, y que en cada elección se renuevan todos
los cargos. Es decir, hay dos modelos de competencia y estrategia electoral
posible de acuerdo a los distritos en juego: por un lado, las secciones que
eligen senadores y gobernador; por otro, las que eligen diputados provin-
ciales junto al poder ejecutivo. Este desdoblamiento parcializado impacta
sobre las segundas fuerzas y las terceras para diseñar una estrategia com-
petitiva, ya que deben tener en cuenta el diferente impacto que se produ-
ce en las secciones electorales de los incentivos institucionales para poder
coordinarse.
En el año 2007, la fórmula Scioli-Balestrini del Frente para la Victoria para
el cargo de Ejecutivo provincial obtuvo el 48,10% de los votos. En estas
elecciones, este partido obtuvo 13 de las 26 bancas del Senado provincial
puestas en juego y 26 de las 46 bancas de diputados. En el año 2011, la fór-
mula Scioli–Mariotto, del mismo partido obtuvo 55,18% de los votos, 21 de
las 23 bancas de senadores y 26/46 bancas de diputados. Las variaciones
porcentuales por distritos o secciones electorales no fueron significativas,
y esto está reflejado parcialmente en la distribución de las bancas para
la Cámara Baja. Sin embargo, con una misma trayectoria en los distritos
que eligieron senadores, el oficialismo resultó único ganador en un sistema
FORJANDO 110
electoral que promueve ganadores múltiples.
CONCuRRENCIA ENTRE ELECCIóN DE DIPuTADOs y ELECCIóN DEL gOBERNADOR: sECCIONEs quE ELIgIERON DIPuTADOs (1, 4, 5 y 7) y JEFE DEL EJECuTIvO
La primera sección, que comprende 24 partidos, aporta 15 diputados y 8 se-
nadores provinciales. Según el padrón electoral de 2011, está compuesta por
3.854.745 electores habilitados para votar en 10.550 mesas. Los resultados
electorales mostraron que en esta sección el Frente para la Victoria obtuvo
8 bancas con el 49,44% de los votos y representó el 53,33% de las bancas
de la sección. Los partidos no oficialistas, que obtuvieron en conjunto 7
bancas, sumaron 38,73% de los votos.
La cuarta sección, que comprende 19 partidos, aporta 14 diputados y 7
senadores provinciales. Según el último padrón electoral (2011), está com-
puesta por 474.560 electores habilitados para votar en 1.542 mesas. Para
esta población de electores, con un 52.58% de los votos, el FPV obtuvo
8 bancas (es decir, 57,14% de las mismas) y la oposición 6 bancas con un
37.81% de los votos.
La quinta sección aporta 11 diputados y 5 senadores provinciales. Según
el padrón electoral ya mencionado, está compuesta por 1.075.133 electores
habilitados para votar en 3.121 mesas. Comprende 26 partidos. Esta sección
distribuyó las once bancas para diputados de la siguiente manera: 6 bancas
(54% de las totales) para el FPV que obtuvo poco más del 50% de los votos,
y el resto de las bancas se repartió entre partidos que obtuvieron juntos el
30% de los votos.
La séptima sección aporta 6 diputados y 3 senadores provinciales. De
acuerdo al l último padrón electoral, está compuesta por 245.058 electores
habilitados para votar en 801 mesas. Comprende 8 partidos. Las bancas
obtenidas por el partido del gobernador electo fueron 4, representaron el
54% de los cargos a diputados y obtuvieron poco menos del 50% de los
votos. Mientras que la oposición, la Unión para el Desarrollo Social (UDeSo),
obtuvo 2 bancas (33%) con el 20% de los votos.
Al evaluar los resultados electorales y la distribución de las bancas obteni-
das, para estas secciones electorales, observamos que si bien hay un im-
portante sesgo mayoritario en el reparto de las bancas, tanto para primeras
fuerzas políticas como para segundas y terceras, en estos distritos la estra-
tegia electoral de los partidos permite la ausencia de coordinación electoral
y la permeabilidad de partidos con orientación parlamentaria.
FORJANDO111
CONCuRRENCIA ENTRE CámARA ALTA y EJECuTIvO PROvINCIAL: sECCIONEs quE ELIgEN sENADOREs EN EL AñO EN quE sE ELIgE AL gOBERNADOR (2, 3, 6, 8)
La segunda sección aporta 11 diputados y 5 senadores provinciales. Según el
último padrón electoral (2011), está compuesta por 537.541 electores habili-
tados para votar en 1.618 mesas. Comprende 15 partidos. De los cinco cargos
en disputa para ingresar en la Cámara de Senadores, el partido Frente para
la Victoria con un 54,76% de los votos, obtuvo el 100% de las bancas.
La tercera sección aporta 18 diputados provinciales y 9 senadores provincia-
les. Conforme al padrón citado , la sección está compuesta por 3.888.503
electores habilitados para votar en 10.603 mesas y comprende 19 partidos.
Se eligieron nueve senadores y el Frente para la Victoria, con un 57,82% de
los votos, obtuvo, al igual que en la primera sección, el 100% de las bancas.
La sexta sección, que comprende 22 partidos, aporta 11 diputados y 6 sena-
dores provinciales. Según el último padrón electoral , está compuesta por
583.936 electores habilitados para votar en 1.810 mesas. Se pusieron en jue-
go en esta elección seis cargos para senadores. Esto permitió el acceso de
4 senadores del Frente para la Victoria que obtuvo un 47.81% de los votos
y un 66% de las bancas; y dos bancas le correspondieron a la UDeSO que,
con el 22% de los votos, alcanzó el 33% de las bancas. .
La Octava Sección o Sección Capital aporta 6 diputados y 3 senadores
provinciales. De acuerdo al padrón electoral de 2011, está compuesta por
391.472 electores habilitados para votar en 1.383 mesas. Abarca sólo el Par-
tido de La Plata. Los tres cargos para senadores provinciales fueron para el
Frente para la Victoria que obtuvo el 43,43% de los votos.
Estas cuatro secciones, a diferencia de las secciones tratadas en el apartado
anterior, inducen a reexaminar las estrategias no cooperativas entre partidos
políticos que posibilitan la ausencia de coordinación electoral.
La regla electoral que distribuye votos en bancas para los cargos de sena-
dores provinciales, si bien es de la familia de los sistemas proporcionales,
incluye una cuota electoral para el reparto de las bancas. Los pisos o umbra-
les efectivos que instalan estas cuotas son muy costosos de alcanzar en la
Octava Sección, pues establecen un piso del 23% de los votos para acceder
al reparto de las mismas. En la segunda sección electoral y la sexta el um-
bral efectivo es de 17% y 14% respectivamente, mientras que en la tercera el
umbral es de 10%.
En las elecciones de 2007, la distribución de votos en la segunda sección
fue de la siguiente forma: el 58% para el FPV y el 21% para la Coalición Cívica
FORJANDO 112
(distribuyéndose 3 y 2 bancas respectivamente). En ese mismo distrito, cua-
tro años después, el FPV perdió poco más de 3% de los votos, pero logró
las 5 bancas. Para la tercera sección con 51% de los votos obtuvo 5 bancas
y la oposición se dividió en partes guales las cuatro bancas restantes. En
ese distrito, con menos del 7% de los votos, el FPV se lleva las 9 bancas en
juego en el 2011. En la Sección Capital en el 2007, con un 23,51% de los votos,
la Coalición Cívica se llevó dos tercios de las bancas y con el 16,69% de los
votos el PJ se llevó un tercio. En el 2011, el FPV logró las tres bancas con el
43% de los votos.
En las elecciones del 2007 los partidos opositores al oficialismo lograron
alcanzar los pisos electorales en las cuatro secciones, pero, al igual que en
las elecciones nacionales, las distancias entre unos y otros no fueron tan
amplias. Cuando los márgenes se ampliaron, como en el 2011, no tanto por
mejores resultados electorales sino por dispersión de los votantes de la
oposición, las brechas en el reparto de las bancas para la Cámara Alta impli-
caron la retirada en las mismas de actores de la oposición.
LOs PARTIDOs muNICIPALEs
Un aspecto relevante de la última elección provincial es la caducidad de 212
agrupaciones partidarias locales. En efecto, entre 2010 y 2011 caducaron
dos terceras partes de estas agrupaciones. Si bien es importante subrayar
que ello fue un efecto directo de la reforma política del 2009, las 106 agru-
paciones vigentes que tienen implantación en 73 de las 126 unidades terri-
toriales provinciales tuvieron un desempeño magro en los cargos ejecutivos
de los municipios.
Al observar el mapa post-electoral, encontramos que lograron llegar a las
intendencias sólo 9 de los 126 partidos (7%). Ellas se distribuyen en la se-
gunda sección electoral, la sexta, la cuarta y la quinta.
Cabe resaltar que ninguna agrupación local logra traspasar los umbrales
electorales, excepto el Partido Nuevo Encuentro de Morón que, como par-
tido de distrito, logró ubicar dos diputados provinciales con el 8,16 % de los
votos (13% de las bancas) por la primera sección electoral.
A mODO DE CONCLusIóN
Si bien la particularidad del federalismo en la provincia parece haberse cues-
tionado por problemas de sobrerrepresentación y subrepresentación de los
distritos electorales, lo más problemático para las estrategias partidarias se
pone en evidencia en la distribución de bancas entre los partidos y las con-
FORJANDO113
secuencias del calendario dividido entre las secciones electorales. Particula-
ridades de la política provincial.
Hay incentivos claros desde las reglas electorales que distribuyen votos en
bancas para generar una estrategia de competencia bipolar cuando hay
elecciones a gobernador en las secciones que eligen senadores, donde es
conveniente unirse dados los altos umbrales efectivos que corresponden a
la cuota necesaria para entrar en la Cámara de senadores. A pesar de ello,
el aumento de la oferta dispersó el voto no oficialista y terminó otorgando
un porcentaje elevado de bancas al partido del gobierno. Es decir, donde
debían unirse, dadas las reglas de la competencia, las estrategias de la opo-
sición no fueron las correctas.
Por otra parte, los partidos más castigados fueron aquellos que no conso-
lidaron un puente entre la política local y la provincial. Los partidos munici-
pales perdieron terreno y el panorama provincial, en la versión hegemónica
del PJ o un bipartidismo con asentamiento municipal, parece reafirmar la
tendencia hacia la restauración de la vigencia de la dinámica UCR–PJ en la
política provincial.
Corolario de la observación del comportamiento electoral de los partidos
políticos en las últimas elecciones: las reglas importan, pero las estrategias
políticas aún más.
Malamud, Andrés
y De Luca,Miguel.
La política en
tiempos de los
Kirchner,
Buenos Aires,
Eudeba, 2011.
Ollier, María Matilde.
Atrapada sin salida.
Buenos Aires en
la política nacional
(1916-2007),
Buenos Aires,
UNSAM Edita, 2010.
Tula, María Inés.
Aportes para la
discusión de la
Reforma Política
bonaerense,
Buenos Aires,
Prometeo, 2004.
PARA sEguIR
LEyENDO
FORJANDO 114
Malamud, Andrés. “Federalismo distorsionado y desequilibrios políticos: el
caso de la provincia de Buenos Aires”, en María Inés Tula, Aportes para la
discusión de la Reforma Política bonaerense, Buenos Aires, Prometeo, 2004.
Malamud, Andrés y Costanzo, Martín “Bicameralismo subnacional: el caso
argentino en perspectiva comparada”, en Igor Vivero Ávila, Democracia y
reformas políticas en México y América Latina, México, UAM, 2010.
Samuels, David. “Presidentialized parties. The separation of power and
Organization and Behavior”, Comparative Political Studies, Vol. 35, nº 4.
Datos electorales consultados en www.juntaelectoralgba.gov.ar, octubre
2012.
Bibliografía
Impreso en diciembre de 2012 en Adagraf Impresores S.A.Salmún Feijóo 1035 - Capital Federal - C1274AGO