Post on 03-Aug-2015
HISTORIA Y EXISTENCIA HUMANA.
“La historia tiene para el historiador un valor existencial, del que recibe su
gravedad, su significación, su estima” ( H.I Marrou, Conocimiento Histórico)
La historia existe sólo en la medida que el hombre lo hace.
La investigación histórica implica el interés del historiador por resolver problemas
del pasado que de una u otra manera tienen relación con sus problemas en la
actualidad.
El vínculo que se crea entre el historiador y el pasado histórico tiene un sentido de
absoluta conexión. El investigador procura responder a sus propia inquietudes,
sus propias dudas con respecto a un pasado q a simple vista parece ser muy
lejano. Pero al momento de plantearse el problema histórico en la actualidad, el
investigador lo asimila a su realidad, a su visión de la propia existencia humana
interpretándole desde su perspectiva. Y es en este punto justamente en el que
esta visión existencialista se torna un poco peligrosa, se corre el riesgo de
desvirtuar la veracidad de los hechos y su calidad de “pasado”.
¿ Pero cómo dejar de lado el propio interés, el propio legado, si se ha investigado
en cuerpo y alma la historia?
Refiriéndose a la impronta del espíritu en el resultado de la investigación, Marrou
señala: “ Lo que llega a ser depende tanto de él, que solo en la proporción en que
el historiador se interesa por el tema, se apasiona y se implica en él, existe la
historia” ( H.I Marrou, Conocimiento Histórico)
Para tratar de dar una visión objetiva, ( si la objetividad realmente existiese entre
los hombres) es necesario dejar de lado en cierta forma los problemas personales,
para salir de nosotros mismos y comenzar a conocer a los demás. Es aquí donde
la ética juega un rol muy importante. Es la que marcará la pauta de medida, de
agudeza; proporcionará el equilibrio necesario para llegar a la verdad de la
ciencia.
“La primera ley que a la historia se le impone es la de no atreverse a decir nada
falso, y la segunda, atreverse a decir todo lo verdadero” (Cicerón, citado por H.I
Marrou, Conocimiento Histórico.)
Ésta es la principal responsabilidad del historiador. Entregar a la Humanidad una
verdad histórica lo más auténtica posible. Consciente de la importancia de su
tarea, el investigador debe “armarse” con todo aquello que le permita ser un fiel
comunicador de la historia. Su integridad y el conocimiento de si mismo son
fundamentales para una empresa exitosa. “Conócete a ti mismo” ( Sócrates)
ÉTICA Y EXISTENCIA HUMANA.
La ética nace en la Edad Media como una valoración moral de los actos humanos.
Se refiere principalmente al comportamiento humano,a su categorización como
bueno o malo. Pero la ética no surge para difundir una serie de normas sobre
cómo vivir, para eso puede tomarse alguna religión o simplemente las leyes. La
ética tampoco surge para crear ciudadanos moralmente correctos, ni mucho
menos moralmente incorrectos. La ética sirve como patrón para el libre albedrío.
Al momento de plantearnos cualquier situación en la vida, siempre tendremos la
capacidad de decidir entre hacerlo o no hacerlo, entre decir SI o NO. Sin duda
esta es nuestra principal libertad. Pero nada es tan simple como parece. Al
momento de decidir libremente, debemos tener en cuenta que nuestras acciones
repercuten en la vida del resto de los miembros de nuestra sociedad. En cada
decisión tendremos en cuenta muchos aspectos, nos haremos preguntas tales
como el por qué y para qué de lo que hacemos, y en ese preciso instante
estaremos “haciendo ética”, reflexionando sobre la vida.
Está claro que existen patrones generales de conducta que promueven la sana
convivencia y que la humanidad ha adoptado como una parte más de la vida en
sociedad. Pero también es cierto que cada quien debe vivir su propia vida,
desarrollar su propia existencia, teniendo en cuenta que la propia libertad termina
cuando empieza la del otro.
“ La vida del hombre no puede “ser vivida” repitiendo los patrones de su especie;
es él mismo - cada uno - quien debe vivir” (Erich Fromm, Ética y psicoanálisis,
citado en revista Occidente n° 365 por Roberto Muñoz Barra)
CIENCIA Y EXISTENCIA HUMANA.
Sin duda los conocimientos que poseemos hoy en día nos han permitido lograr
cosas que hace cien años habrían sido imposibles de imaginar siquiera.
Cada una de las ramas del árbol de la Ciencia comprende un vasto campo de
conocimiento, en ocasiones tan amplio que no basta solo una disciplina para
estudiarla.
Gracias al desarrollo de las ciencias, la humanidad ha conquistado todos los
ambientes de la Tierra y una pequeñísima parte del espacio exterior. Lugares muy
distantes uno de otro están conectados permanentemente y en los últimos años,
de manera más expedita gracias a la incorporación masiva de Internet. La ciencia
ha permitido curar enfermedades y salvar vidas que hasta hace algunos años eran
imposibles de salvar. Con la ayuda de la ciencia existe la posibilidad , en la
práctica, de romper las barreras del sonido y en teoría las del tiempo. El
conocimiento de la especie, de nuestras conductas es cada vez menos misterioso
gracias a la psicología, la sociología y la historia entre otras cosas. Lo más
importante de destacar, es que a pesar que las ciencias están fundadas en pilares
distintos, es la interacción de todas aquellas la que nos lleva a un conocimiento
global
El desarrollo de las ciencias nos permite obtener un mayor conocimiento y
responder una serie de incógnitas. Pero también es cierto que una pregunta
resuelta conduce a muchas más por resolver. Una cosa si está clara: ningún
conocimiento es definitivo, porque no se ha comprobado la existencia de verdades
absolutas. Frecuentemente se recurre a la ciencia como argumento de peso, algo
comprobable, aunque es sabido por todos que la ciencia proviene de los humanos
y como tal puede tener imprecisiones.
En algunas ocasiones y con justa razón , la ciencia es considerada como
salvadora de la Humanidad.
¿Pero qué sucede cuando la ciencia parece ir más rápido que la ética y que la
propia imaginación?
Es muy importante al hablar de la ciencia, identificar hasta donde se puede
controlar el conocimiento, hasta donde somos capaces de frenar nuestras ansias
de saber más, cuidando de no traspasar el umbral entre lo correcto y lo incorrecto.
Pero al pensar en esa delgada línea que separa lo bueno de lo malo surgen
distintas interpretaciones; cada persona le asignará el valor según sus propias
normas éticas se lo indiquen. “Crear el conocimiento, el entendimiento que
posibilita la convivencia humana, es el mayor, el más urgente, más grandioso y
más difícil desafío que enfrenta la humanidad del presente” (Humberto Maturana,
Francisco Varela, El árbol del conocimiento).
LAS RAZONES DE LA EXISTENCIA
La observación, la experimentación y la intuición NO son incompatibles con la fe.
Cada una tiene su campo y esos campos son perfectamente compatibles. No todo
es ciencia, existen otras varias cosas. Las ciencias lo único que explican es
COMO suceden las cosas, nunca el POR QUÉ. La ciencia no puede dar razón de
todas las cosas, siendo una ciencia cerrada, que no necesite de nada más, podrá
dar razón de A con B; de B con C, de C con D... la última razón tiene que estar
fuera de la Ciencia, no se conoce ninguna ciencia cerrada.
Esta evidencia nos lleva a deducir que ciencia y fe tienen mucho en común. Es
más, ciencia y fe se encuentran más cerca de lo que muchos científicos suponen.
La ciencia es la forma más fiable de conocimiento que tenemos sobre el mundo,
porque se basa en hipótesis contrastables. En cambio, la religión se basa en la fe.
Pero la separación entre ciencia y fe no es tan neta. La ciencia tiene su propio
sistema de creencias basado en la fe. Un científico ha de tener fe en que el
universo está regido por leyes matemáticas seguras, inmutables, absolutas y
universales de origen desconocido. Hay que creer que esas leyes no fallarán, que
mañana al despertar no nos encontraremos con que el calor fluye de las cosas
frías a las calientes, ni que la velocidad de la luz cambia cada hora. Tanto la
religión como la ciencia se fundan en la fe; o sea, en la creencia de que existe algo
exterior al universo y que no se explica, bien Dios, bien un conjunto de leyes
físicas o tal vez incluso un enorme conjunto de universos desconocidos. Esta
coincidencia no es tan extraña, pues la misma noción de ley física es teológica en
su origen. Procede, como muestra el caso de Newton, de la doctrina cristiana,
según la cual Dios creó el mundo y le confirió un orden racional. Por tanto, decir
que las leyes del universo están libres de fe es manifiestamente falso.
EL CÓMO Y EL POR QUÉ
"La ciencia no puede por sí sola resolver ese problema; le hace falta el
conocimiento del hombre que se eleva por encima de la física y de la astrofísica y
que se conoce con el nombre de Metafísica, hace falta sobre todo el saber que
viene de la Revelación de Dios". Estas palabras de Pio XII colocan la cuestión del
origen del universo en un plano que excede el de las ciencias naturales.
Desde la ciencia sólo se puede dar respuesta a los sucesos de este universo. O
más bien, no la ciencia, sino el ser humano.
La ciencia no explica el "por qué " de la creación, su competencia es el "cómo". El
orden maravilloso de la creación, todo lo que la razón humana puede entender y
explicar apunta hacia Dios como Creador. Descubrí que lo mismo le sucedió a
infinidad de científicos que con humildad observaban los hechos.
La ciencia tiene una ley llamada entropía, según la cual todo tiende al desorden
salvo cuando hay una fuerza superior ordenadora. La ciencia no es en ningún
modo una amenaza para la fe sino al contrario, es gran amiga. Quien busca la
verdad no teme ni a la ciencia ni a la religión, pues la verdad no se contradice y
tanto la ciencia como la fe son verdad. El problema no está en la ciencia ni en la
religión sino en los errores que se introducen en una y en otra. Son esos errores
los que producen aparentes contradicciones.
Resulta dificil hoy cuestionarnos lo que nos dice la ciencia, pero viendo la multitud
de errores sobre los que se ha ido construyendo y su pretensión de absolutez.
¿Por qué le damos la fiabilidad que les damos? ¿Cómo podemos afirmar que la
teología ha mantenido visiones erróneas y negar eso mismo de la ciencia? ¿Acaso
el conocimiento científico que poseemos es del todo correcto y no va a ser incluso
rectificado en el futuro como lo ha sido en el pasado? ¿Se pueden criticar tan
ferozmente las explicaciones religiosas que enfocan el problema desde otro plano
diferente?
La ciencia debe dar explicación del "como" y la teología debe ocuparse del "por
qué". Cuando la teología se ha ocupado del "como", la mayoría de las veces ha
cometido grandes erroers. De la misma manera, dudo que la ciencia pueda decir
algo del "por qué" sin entrar en la "ciencia-ficción". El principio de autoreplicación
puede hablar de un "como", pero nunca te dira nada del porqué la materia
evoluciona hacia una vida inteligente que ansía tender a la perfección y no se
queda como estaba... El discurso del científico es y debe ser el de la "causalidad"
y el de la fe el de la "finalidad" y, en cualquier caso, una "causalidad
trascendente". La pregunta de Martin Heidegger "¿porqué hay algo y no más bien
la nada?" no puede ser tener respuesta científica, sino únicamente desde la
metafísica o la fe. Del mismo modo, la pregunta por el sentido es algo que escapa
igualmente de la ciencia.
Alguien ha dicho que una de las cosas que caracteriza a los humanos es la
capacidad para hacerse preguntas. ¿qué es lo que nos hace preguntarnos sobre
el sentido y los últimos porqués?¿Una determinada distribución de la materia?
Estaríamos muy mal programados entonces... en cualquier caso, no como los
ordenadores que funcionan y ejecutan su código (que no es más que sistema
binario que se traduce en impulsos eléctricos).. y no se preguntan el por qué.
Como dice Marc Lachiez-Rey (especialista de astrofísica en Saclay): "La ciencia
no puede decirnos porqué el universo es así y no de otro modo".
"De la nada no puede salir algo", una afirmación obvia. A la pregunta sobre el
origen seguramente muchos responden con una "materia o universo eterno". La
diferencia está en que donde los ateos prefieren hablar de un "algo" (materia
eterna) yo prefiero hablar de un "Alguien" (Ser eterno). Nadie podrá negar que
decantarse por una u otra opción es cuestión de fe (ya que tampoco se puede
demostrar que existiera una "materia eterna").
Así pues, ¿qué es lo que hace que esa materia que eternamente había sido
únicamente eso, materia, diera lugar al dinamismo por el que surge el Universo y
la vida? A lo mejor se responde: el azar. Evidentemente esta será una respuesta
sin ninguna certeza... simplemente porque deciden creer en ello, es decir, por fe...
Pues donde los ateos prefieren ver puro azar, yo prefiero ver "finalidad".
Según creo, la materia no acostumbra a tener intención. De este modo, se puede
entender la generación entre padres e hijos como una simple combinación de la
materia que se perpetúa (siguiendo unas leyes que sin saber porqué un día
surgieron...). Además, esta materia se perpetúa generando un sentido de
conciencia y de individualidad... Yo, frente a esta visión, prefiero leer esa
generación entre padres e hijos desde algo que va más allá de la pura física,
desde la finalidad, el afecto, la intención, la educación, el amor...
Según mi opinión, somos algo más que pura materia. Si somos únicamente
materia que nos regimos por unas leyes predeterminadas ¿dónde queda nuestra
libertad?
¿por qué entonces sentimos a veces remordimientos, si lo que hacemos es actuar
conforme a las leyes que nuestra propia materia nos determina?
En esa evolución de la materia, ¿dónde surge la conciencia y la individualidad?
¿No somos todos la misma materia acaso?
A todo esto se puede responder que no existe libertad... (por lo que no debería
existir entonces responsabilidad, ni tampoco cárceles!)... Pero: si existe libertad...
si además del CÓMO hacemos las cosas existe un PORQUÉ... si existen
personas que se preguntan por un QUIEN en lugar de por un QUÉ....Si, en
definitiva, existe un SENTIDO, entonces existe un campo para la Teología. Un
campo al que la ciencia nunca podrá responder.
TEOLOGÍA Y CIENCIA
"Las llamadas verdades que la Teología intenta hacer inteligibles no están sujetas
a criterio racional alguno, no pueden ser cuestionadas ni siquiera averiguadas. Ya
son dadas. La Teología trata simplemente de hacerlas inteligibles".
La Teología se ocupa también de mostrar el significado salvífico que el mensaje
bíblico contiene para el hombre y la humanidad. En las más variadas tradiciones
culturales resuenan de una u otra forma las preguntas: ¿quién soy yo? ¿de dónde
vengo y a dónde voy? ¿por qué existe el mal¿ ¿qué hay después de esta vida?.
Es el carácter sapiencial del conocer humano La encíclica aludida hace mención
del "sapere aude" kantiano diciendo que la razón ha de atreverse a pensar incluso
lo que está más allá de ella misma, lo que la trasciende, ya que está
constitutivamente abierta a lo infinito
Algunos rechazan el saber teológico basándose en este sofisma: "Todo
conocimiento verdadero ha de ser evidente o demostrable". Ocurre que esta
afirmación ni es evidente, ni es demostrable; luego según el criterio que ella
misma impone, no es verdadera. Que no es demostrable, creo que está claro. Que
no es evidente, no tanto, pero lo justifico (espero que se entienda el lío de
palabras que sigue).
Yo afirmo: "Dios existe". No es evidente, tampoco demostrable. Pero ¿es falso
entonces? Sólo si me ataño al criterio anterior, es falso. Pero de por sí no puedo
afirmar que lo sea (es más, mi fe me dice que no lo es). Al no ser mi afirmación ni
evidente ni demostrable, y si el criterio anterior es evidente, deberia estar claro
que lo que he dicho es falso. Pero eso no ocurre. Y es porque el criterio no es una
evidencia, es un mero juicio, discutible y limitado.
Ahora bien, otra cosa es que maticemos: "Sólo podemos asegurar objetivamente
la veracidad de un conocimiento si éste es evidente o demostrable". Con esta
afirmación sí estaría de acuerdo.
-Y por fin me centro en la teología. Según afirman muchos ateos, la teología no es
válida porque se fundamenta en la fe, que es irracional. Pero la ciencia hace uso
del conocimiento sensitivo, el cual tampoco es racional, y sin embargo es
perfectamente válida. Entonces ese criterio no me sirve.
Por otra parte, se le achaca a la teología el que no haga aportaciones al
conocimiento en general, ni a la mejora en la vida de la gente. Si este es el criterio
a seguir, podríamos también decir lo mismo de la ciencia. ¿Qué aportación supuso
la explosión de los artefactos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki? ¿El
asesinato instantáneo de cientos de miles de personas -gracias al "progreso"
científico- supone en si un aval para afirmar que la ciencia es más "útil" que la
teología?
Ciencia y teología son frutos del mismo árbol
Tanto la teología en cualquiera de sus manifestaciones, como la ciencia en
cualquiera de sus disciplinas no dejan de ser herramientas de las que se vale el
ser humano para tratar de explicar el mundo en el que vive. Bien es cierto que la
ciencia es más práctica, más concreta, y su desarrollo conlleva bienestar y
progreso para la sociedad del presente. Aunque, desprovista de un colchón moral,
puede convertirse en la peor herramienta esclavizadora de la humanidad
(verbigracia: los campos de exterminio nazis, donde se asesinaba y eliminaba
"científicamente" y a escala industrial a los humanos considerados inferiores por
sus "racionalistas" asesinos.
La teología, sin embargo, trata de buscar respuesta a preguntas que inquietan al
ser humano desde el principio de los tiempos, y que la ciencia no ha sabido
responder.
Por tanto, y en resumen, ciencia y teología no dejan de ser herramientas,
"inventos" ideados por el ser humano para explicar el mundo en el que vive, si
bien es verdad que últimamente la ciencia puede confundirse con una especie de
religión con gran número de seguidores.
Por otro lado, la fe es un don gratuito de Dios. No obstante, ello no quiere decir
que no sea una fe razonable, esto es, conforme a la razón y que cuenta con
argumentos para su afirmación y defensa ante los demás. Asimismo, en ocasiones
la exposición de tales razones y argumentos de la fe pueden servir para que
incluso los no creyentes sientan una inquietud que les haga replantearse o
reconsiderar su propia increencia.
Grandes filósofos del siglo XX, como Husserl y Scheler, manifestaron
abiertamente que si sólo podemos conocer lo sensible, renunciamos a las
realidades más profundamente humanas. Ambos enseñaron en la Universidad de
Gotinga a principios de siglo, y lograron un ambiente de extraordinario interés por
la filosofía. La más brillante de sus alumnas era una chica atea, Edith Stein, que
escribió esto:
"Con razón se nos inculcaba continuamente que debíamos mirar todas las cosas
sin prejuicios, y arrojar toda clase de anteojeras. Las barreras de los prejuicios
racionalistas, en las que me había criado, sin darme cuenta cayeron, y el mundo
de la fe se presentó súbitamente ante mis ojos. En ese mundo vivían personas
con las que yo trataba a diario y a las que admiraba. Tenían que ser, por lo
menos, dignas de ser consideradas en serio".
Sólo quiero terminar con unas palabras de Tatiana oricheva, feminista rusa
exiliada: " Si alguien me pregunta qué significa para mí el retorno a Dios, qué es lo
que esa conversión me ha hecho patente y cómo ha cambiado mi vida, puedo
contestarle con sencillez y brevedad: lo significa todo. Todo ha cambiado en mí y a
mi alrededor . Y, para decirlo con mayor precisión aún: mi vida empezó sólo
después de haber encontrado a Dios".
EINSTEIN, NEWTON, DESCARTES... TODOS LOS CIENTÍFICOS GENIALES
ERAN CREYENTES.
Esto es una evidencia científicamente irrefutable. Los mayores científicos de la
historia fueron creyentes. Resulta como si la creencia en Dios suele ser
proporcional a la genialidad de esta gente hiperracionalista. En cambio, cuanto
más mediocres son estos científicos, más abundan los ateos. ¿Casualidad? ¿No
será más bien que la fe tiene también una componente de inspiración que induce
a toda esta gente a sus geniales descubrimientos? ¿No será que un genio como
Einstein, un devoto creyente, fue capaz de dar la vuelta a todas las teorías sobre
el universo precisamente porque era, al mismo tiempo, capaz de imaginarse al
Creador? Conmino a los ateos a que se replanteen seriamente sus ideales. Este
universo es demasiado complejo como para ser ideado por una simple mente
como la humana. El ateísmo constriñe la mente. Haced un esfuerzo de
imaginación, romped las barreras que os atan el cerebro y dejad que la mente
vuele libre al encuentro de Dios.
LAS ESCALAS DE DIOS
Observo que alguna gente tiende a pensar que la humanidad es demasiado
insignificante para ser tenida siquiera en cuenta por el Creador. Ciertamente, el
universo que nos contiene es gigantesco. Un universo con quince mil millones de
años-luz de radio es, desde luego, una magnitud tan descomunal que resulta difícil
imaginarla siquiera. En comparación, la humanidad, la Tierra, incluso nuestra
galaxia, es menos que un grano de arena en el desierto. Sin embargo, la propia
magnitud de Creador -reflejada en Su obra- no puede ser ajena ni a un solo átomo
de Su creación. Este poder tan colosal para crear universos es también aplicable
al control estricto que tiene sobre Su obra. El hombre no puede ser un simple
apunte a pie de página de un Creador que -curiosamente- se complace en los
humildes. Una vez creada nuestra realidad, Dios sigue manifestando Su poder en
el control que mantiene sobre ella. El mismo Jesús lo afirmó en cierta ocasión: NI
EL MOVIMIENTO DE UNA RAMA LE PASA DESAPERCIBIDO. Y el hombre no
está menos presente en Sus pensamientos. También Jesús afirmó que cada uno
de nosotros estamos en la mente del Creador: INCLUSO VUESTROS CABELLOS
ESTÁN CONTADOS...
Otros caen en el extremo opuesto, y piensan que el Cielo será un aburrimiento
eterno.
El cielo, contra lo que muchos imaginan, no es un lugar aburrido, sino una
continua renovación de felicidad. Para imaginarlo basta con pensar en la infinidad
de mundos que existen en este universo visible. Los astrónomos calculan que
existen en el universo varios miles de millones de galaxias. Cada una de estas
galaxias, como la nuestra, tiene unos cien mil millones de estrellas, alrededor de
las cuales pueden girar una decena de planetas. Aunque pudiésemos viajar de
forma instantánea a cualquier punto del universo, no tendríamos tiempo de visitar
ni una ínfima parte de los mundos existentes.
Supongamos que dedicásemos un solo segundo a visitar una de estas estrellas.
Nos encontramos con que un hombre que viva cien años sólo podría visitar -repito
durante un único segundo- el tres por ciento de las estrellas de nuestra propia
galaxia...
Sobran los comentarios. Es evidente que este universo no está hecho a la medida
del hombre. Se necesitaría una eternidad con decenas de miles de millones de
años para visitar cada una de las estrellas que existen en el universo...
¿De verdad alguien piensa aún que el Cielo es aburrido? Y todo esto si nos
limitamos a este universo físico, que los astrónomos ni siquiera han empezado a
vislumbrar.
Dios es, por definición, el INFINITO. La Biblia nos dice que los cielos, y los cielos
de los cielos no pueden contenerLo (1 Reyes 8:27). Incluso este universo físico
que nosotros podemos ver es una nimiedad en comparación con la magnitud
divina. No es posible aburrirse en un lugar infinito como el Cielo, donde Dios
mismo será la recompensa de los santos.
Resulta muy difícil para seres finitos como los hombres definir la Infinitud que
representa Dios. San Pablo nos cuenta en 2 Corintios 12:1-4 que en una ocasión
fue "arrebatado al Tercer Cielo" y que "Cosas que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni
ha concebido el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que
Le aman".
S. S. EL PAPA ACEPTA LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN
En el año 1996, S.S. J. Pablo II aceptó "como más que probable", las teorías
evolucionistas. Esto no supone ninguna contradicción con la Biblia. La Biblia no es
un libro de ciencia, hay que interpretar el mensaje, no las palabras concretas. El
mensaje del Génesis es que Dios creó al hombre. Llamese a esto Adán y Eva o
Gran Explosión; el hecho es que Dios, el Creador, es imprescindible para explicar
la existencia del universo. El Papa también añadió otra cuestión esencial al
mensaje "EL ALMA PROCEDE DE DIOS". Aquí está el meollo del asunto. El alma
es de procedencia directa del Altísimo. Tal como dice la Biblia en cierto pasaje YO
OS CONOCÍ ANTES DE QUE FUESEIS ENGENDRADOS EN EL VIENTRE DE
VUESTRA MADRE. En este caso habla no del cuerpo físico, que aún no existe,
sino del espíritu que Dios insufla en ese cuerpo una vez que se produce la
concepción.
La Iglesia Católica acepta la teoría de la evolución, de la que existen numerosas
pruebas. Y a diferencia de muchas iglesias protestantes, no interpreta la Biblia
literalmente. Es más, declara que en su análisis, salvo en las cuestiones
puramente teológicas, la ciencia histórica prevalece sobre ella. El creacionismo
mormón, pongamos por caso, es incompatible con la evolución, pero el
creacionismo católico es perfectamente compatible: Dios crea el mundo y las
potencialidades se desarrollan a lo largo de los milenios.
Una vez entendido que el Antiguo Testamento está escrito a menudo en lenguaje
simbólico o mitológico, y que es absurdo interpretarlo literalmente, no creo que
haya problema para ver en el Génesis una explicación que pueda ser compatible
con el evolucionismo (pre-científica, fabulosa y todo lo que se quiera, pero
compatible).
En cualquier caso, al margen de lo anecdótico, no veo ningún problema en aceptar
las teorías científicas y seguir pensando que el mundo fue creado por Dios. Una
cosa no excluye a la otra.
LA CREDIBILIDAD DE LA OTRA VIDA
Es común escuchar a los ateos argumentos en contra de la existencia de un
mundo espiritual como el que narran las Escrituras basándose en que "es
irracional", "es acientífico", "es una quimera de dementes" o apelativos aún más
pintorescos. Por algún motivo tienden a contraponer la realidad cienticista a la
"utopía" religiosa. Consideremos un momento la utopía religiosa. Es ciertamente,
en el sentido etimológico de la palabra, una utopía porque evoca una hipotética
realidad donde reina la felicidad perfecta. Desde luego nada que ver con las
utopías comunistas del XIX ni con la utopía comunista "científica" de Marx, cuyo
resultado no deja de resultar paradójico al ser traducido a la realidad: el pretendido
paraíso en la Tierra quedó convertido en algo muy próximo a lo que sería el
infierno terrenal perfecto. Lo sucedido en la Unión Soviética, en China, Vietnam,
Birmania y otros "paraísos" comunistas es bien elocuente al respecto.
La religión, en cambio, ofrece la utopía perfecta: la felicidad total y ad perpetuam.
La condición para acceder a ella es reunir un nivel moral mínimo -sin el cual, el
paraíso no podría ser perfecto- y un acto de aceptación previo -no sería perfecto
nuestro paraíso si alguien estuviese allí contra su voluntad. Contra este último
requisito, se alzan las voces ateas. Y es entonces cuando surgen las
argumentaciones "científicas" mencionadas al principio.
Esta es la cuestión más interesante: hasta que punto lo increíble puede resultar,
finalmente, cierto. Para ello, conviene hacer un repaso a la historia. Tras siglos de
oscurantismo, Newton sentó las bases de la física moderna. Por fin la humanidad
tenía un sistema de leyes universales que explicaban la realidad a través de las
matemáticas. Una base sólida y fiable que parecía destinada a desafiar el paso de
los siglos. Sin embargo, hace sólo unos decenios, la nueva física de Einstein dio la
vuelta a todo lo que anteriormente se consideraba inamovible. Los dogmas
científicos habrían considerado demencial hace sólo cien años la posibilidad de
que el espacio pudiese curvarse, de que el tiempo no fuese una variable inmutable
o de que la Tierra, el Sol, la Luna y todas las estrellas del universo pudiesen
comprimirse hasta el punto de caber en la palma de nuestra mano. Imaginémonos
que alguien propusiese todo esto en la época ilustrada de Newton. Sin duda no
tardarían en mandarlo al manicomio.
Sin embargo todo esto ES POSIBLE. Todo esto que acabo de exponer es
igualmente aplicable a la "utopía" perfecta de la religión. Y digo perfecta porque
ES REAL. Los dogmas científicos actuales -dogmas que muchos consideran
inamovibles, e incluso dignos de consagrar su vida entera a adorarlos- quedarán
desfasados en cuanto alguna otra mente lúcida los ponga en evidencia. Los
mismos que califican la religión como "irracional", descubrirán -me temo que
demasiado tarde- la racionalidad perfecta de Dios.
La historia lo demuestra: lo que hoy nos parece simplemente demencial, mañana
nos asombraremos al comprobar que es real. Porque la Realidad Divina siempre
supera lo imaginable
¿CABRÍAN LOS OCÉANOS EN UN DEDAL?
Cuéntase que mientras San Agustín se encontraba en la playa preparándose para
dar una enseñanza sobre el misterio de la Santísima Trinidad, vio a un niño
tratando de vaciar el agua del mar en un hoyito que había hecho en la arena. Al
preguntarle San Agustín qué estaba haciendo, el niño le respondió que estaba
tratando de vaciar el mar en el hoyito, a lo que le contestó el Santo: "Pero, ¡estás
tratando de hacer una cosa imposible!" Y el Niño le replicó: "No más imposible de
lo que es para ti entender o explicar el misterio de la Santísima Trinidad". Y con
estas palabras el Niño desapareció.
Lo que para San Agustín de Hipona -año 350 d.C- parecía simplemente imposible,
hoy no lo semeja tanto. De hecho, sabemos que es posible comprimir la totalidad
de la materia del universo en la punta de un alfiler.
Es más se supone que las singularidades que son los augeros negros, tienen un
volumen cero y una masa infinita, basándonos en ese principio se podría comprinir
cualquier materia hasta volumen 0, o sea todo el universo comprimido sin ocupar
espacio. Pero lo más interesante de todo sobreviene al preguntarse como es
posíble que un niño seguramente analfabeto que vivía hace mil setecientos años
en una provinciana ciudad del norte de África pudiese siquiera plantear semejante
hipótesis a San Agustín, una de las mentes más lúcidas de su época. Y que,
contra todas las probabilidades, tuviese, finalmente, la razón de su parte.
LA INIMAGINABLE MAGNITUD DE DIOS
Imaginemos que estamos en el campo, de paseo, y comprobamos que una
hormiga minúscula se ha subido a nuestro zapato sin darnos cuenta. Cogemos la
hormiga cuidadosamente con un dedo y la aproximamos a la cara para verla
mejor. Distinguimos sus patitas, las antenas que se mueven en todas direcciones,
su cabeza minúscula... y nos divertimos volteando el dedo arriba y abajo para
impedir que se nos escape.
Me temo que me quedo corto, pero de comparar a un hombre con Dios, pienso
que la hormiga sería un buen ejemplo. No es sólo cuestión de dimensiones. La
magnitud infinita de Dios es posible percibirla en la inimaginable extensión del
universo por Él creado. También resulta inimaginable Su inteligencia.
Supongamos que la inteligencia pudiese medirse en relación directa al tamaño del
cerebro. Esto no es exactamente cierto, pero como ejemplo es válido. Si
reducimos el cerebro humano al tamaño de la cabeza de una hormiga, y
consideramos que Dios tiene el cerebro de un hombre, ¿podemos siquiera
imaginar la distancia que nos separa de nuestro Creador? La cabecita minuscula
de una hormiga comparada con una cabeza humana... Puede servirnos esta
comparación como referencia para medir las inteligencias de ambos. Podría una
hormiga comprender siquiera un pensamiento de un hombre? Podrían los
cerebros de seis mil millones de hormigas -la población humana actual-
comprender una sóla idea racional?
La inteligencia de Dios es simplemente insondable. Actualmente existen
buscadores de internet que son capaces de ofrecernos una selección de millones
de páginas en fracciones de segundo. Escribimos una palabra, y al momento, un
superordenador situado a decenas de miles de quilómetros busca entre los más
de mil millones de páginas que tiene almacenadas en su memoria y nos ofrece
una lista completa de todas las páginas en las que figura la palabra en cuestión.
Esto supone sin duda un avance asombroso y nos da una idea de lo que es capaz
de hacer una mente tan limitada como la de nuestro hombre-hormiga.
Cuando una máquina fabricada por el hombre es capaz de tratar en fracciones de
segundo toda la información contenida en mil millones de páginas de internet,
podemos siquiera imaginar lo que podría hacer el Creador del hombre?
Nuestra minúscula hormiguita campestre vive en un escueto refugio bajo tierra,
apenas unos pocos centímetros por debajo de la superficie. El hombre necesita
algo más de espacio, unas decenas de metros cuadrados de vivienda. La vivienda
de Dios tiene una extensión mínima de quince mil millones de años-luz -el tamaño
del universo conocido. Jesús lo afirma en la Biblia: LA CASA DE MI PADRE
TIENE MUCHAS HABITACIONES.
Una casa normal tiene cuatro o cinco habitáculos. En muchos casos, aún menos.
Para hacernos una idea de la magnitud de Dios por las dimensiones de Su
vivienda, debemos utilizar una calculadora potente. Imaginemos. Se estima que el
universo supera ampliamente los mil millones de galaxias. Cada galaxia tiene una
media de cien mil millones de estrellas. A su vez, cada estrella podría tener una
media de diez planetas... Ciertamente, la Casa del Creador dispone de muchas
habitaciones.
Y con comparaciones similares podríamos extendernos indefinidamente. Bueno
sería al hombre tratar de imaginar la Magnitud divina para percibir la necesidad de
seguir las enseñanzas bíblicas sobre la humildad. El hombre es una creación
Divina, y pretender suplantar a Dios es una soberbia tan patética como podría
serlo que una hormiga pretenda igualarse a un hombre.
LA INMUTABILIDAD DIVINA
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las
luces, en el Cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Santiago 1:17
Vivimos en un mundo donde todo cambia. Hay cambios en el gobierno y cambios
en la política del gobierno; cambia la opinión y posición de los mismos. Cambian
los sistemas económicos, la enseñanza y los índices de todos los países del
mundo. Cambia la gente común, cambian los pensamientos y cambian las
actitudes. Los humanos cambian de localidad de residencia: del campo a la ciudad
y de la ciudad al campo. Cambian de trabajo, de diversión, de ocupación, de
credo. Todo, por la propia inseguridad e inestabilidad que produce la situación
sociológica de los países, cambia.
Cambia el concepto "matrimonio", "familia", "hogar" etc, etc. Cambia la propia
óptica de la sociedad, las modas y modismos y vemos que muchas cosas, que
antes eran consideradas malas, feas y desagradables, hoy han sido establecidas
como normales. Y muchas veces se motiva e incentiva para que estas cosas se
digan o se practiquen (los medios de información mal usados). Todo cambia a
nuestro alrededor.
Lamentablemente, tenemos que reconocer que los cambios que apreciamos hoy,
en su gran mayoría no son buenos para aquellos sobre quienes recaerán los
efectos de dichos cambios. Y entonces: ¿qué ocurre? De ahí que muchas veces,
actitudes como el robo, los secuestros, las guerrillas con reacciones violentas y
hasta generando revoluciones sangrientas, producen también angustia, amargura,
depresión y muchas veces suicidios. Son resultados de los cambios. A veces son
buenos cambios mal encaminados, pero ... en su mayoría, son malos cambios que
afectan negativamente a la mayoría de las personas.
Pero qué bueno es saber que, en un "mundo tan cambiante", hay algo que no
cambia: son las promesas de Dios para todos nosotros. Su fidelidad, su
misericordia y su amor permanecen siempre inmutables. Esto nos da una firmeza,
una seguridad que hace que podamos siempre confiar en Dios. Por eso, cuando tu
fe esté puesta en Él; cuando te vuelvas a Él y tus oídos estén atentos a Su
Palabra; cuando estés dispuesto a vivir en obediencia y confianza en Él, estoy
seguro de que no te vas a arrepentir de tu decisión.
Dios es fiel. Promete y cumple. Vale la pena confiar en Dios aunque el mundo en
que vivimos se desmorone por lo cambiante que es. Este hermoso Dios en quién
creemos diariamente ... JAMÁS CAMBIA. "En Dios no hay ... ni sombra de
variación".
¿QUÉ SON LAS MÓNADAS?
I. Fundamento racional de las mónadas
Las mónadas tienen cuatro fundamentos:
1) matemático 2) físico 3) psicológico 4) metafísico
El mecanicismo sólo puede mantenerse desde el atomismo. Disuelto el atomismo,
es necesario presuponer mónadas. De lo contrario, todo tendería al infinito, pero
nada llegaría a ser, lo cual es un absurdo. Es decir, nunca empezaríamos a hacer
algo (fundamento metafísico), ni acabaríamos de percibir nada (fundamento
psicológico); la materia sería puramente pasiva, sin fuerza (fundamento físico) y la
pluralidad no sería más que una ilusión de nuestros sentidos, ya que la naturaleza
carecería de unidades reales (fundamento matemático).
Hay que deslindar hipótesis como el éter y el espacio absoluto, de Newton, de
otras como las mónadas o la armonía preestablecida, formuladas por Leibniz. Las
primeras son puras negaciones, abstracciones del cálculo tomadas en sí y
trasladadas al mundo. Las mónadas, en cambio, tienen cualidades positivas, como
la fuerza y la percepción.
II. Las mónadas como vida
Un mecanicista es incapaz de distinguir entre lo vivo y lo muerto, ya que si la vida
es mera organización y la muerte mera desorganización (de la materia, se
entiende), entonces lo vivo y lo inerte no se distinguen sustancialmente, sino sólo
accidentalmente. En dos palabras: para el mecanicista, o todo está vivo o todo
está muerto, sin que pueda hablarse de vida y muerte en términos absolutos.
En mi opinión, todo lo complejo debe organizarse en virtud de principios
superiores. Esto es, entiendo la organización de la materia en los organismos
vivos como una subordinación de la multiplicidad (funciones corporales) a la
unidad (mónada central, cuya sede física es el cerebro).
Según la monadología, existen estructuras totalmente sumidas en la materia y en
la pasividad, mientras que otras se muestran activas e incluso inteligentes.
Aunque las mónadas estén indiferentemente desparramadas por toda la
naturaleza, sea ésta viva o inerte, yo sólo llamaría "vida" strictu sensu a aquella
capaz de imprimir fuerza al movimiento y de modificarse autónomamente.
Consideremos esto también: la vida propiamente no surge, sino que se desarrolla
a partir de su existencia preformada. El hombre, pues, jamás creará vida del vacío,
y se limitará, en cambio, a ver de qué modo puede favorecer dicho desarrollo.
Por último, no hay que confundir la esencia de la vida, que es la fuerza, con la
condición de la vida orgánica, es decir, la reproducción. Puedo perder mi
capacidad reproductora y no por ello dejar de estar vivo. Sin embargo, al
conservarse la fuerza por la eternidad, asimismo se conserva la mónada más allá
de su muerte orgánica, de su desaparición como cuerpo visible.
Antes de iniciar cualquier discusión sobre la cuestión de un pensar y hablar no
objetivadores en la teología, sigue siendo necesario reflexionar qué es lo que se
entiende por pensar y hablar objetivadores cuando se plantea este debate
teológico. Esta reflexión obliga a preguntar lo siguiente: ¿Son el pensar y hablar
objetivadores un tipo especial de pensar y hablar o todo pensar, en cuanto pensar,
y todo hablar, en cuanto hablar, tienen que ser necesariamente objetivadores?
Esta pregunta sólo se puede responder si previamente se aclaran y contestan las
siguientes preguntas: a) ¿Qué significa objetivar? b) ¿Qué significa pensar? c)
¿Qué significa hablar? d) ¿Es todo pensar en sí mismo un hablar y todo hablar en
sí mismo un pensar? e) ¿En qué sentido son objetivadores el pensar y hablar y en
qué sentido no lo son? Es natural que al discutir estas preguntas se entremezclen
y crucen entre sí. Todo el peso de dichas preguntas está en la base del problema
del debate teológico que usted mantiene. Al mismo tiempo, las citadas preguntas
constituyen - de modo más o menos claro y suficientemente desarrolladas - el
centro aún escondido de los esfuerzos que realiza la "filosofía" actual desde sus
posiciones más opuestas (Carnap - Heidegger). Dichas posiciones reciben hoy el
nombre de concepción técnico-científica del lenguaje y experiencia hermenéutico-
especulativa del lenguaje. Ambas posiciones se determinan a partir de tareas
abismalmente diferentes. La primera posición citada pretende someter a todo
pensar y hablar, incluido el de la filosofía, bajo el dominio de un sistema de signos
construible de manera técnico-lógica, esto es, quiere fijarlo como instrumento de la
ciencia. La otra posición nace de la pregunta que pregunta qué es lo que hay que
experimentar como cosa misma del pensar filosófico y cómo dicha cosa (el ser en
cuanto ser) deba ser dicha. Como se puede ver, en ninguna de las dos posiciones
se trata del ámbito especializado de una filosofía del lenguaje (equivalente a una
filosofía de la naturaleza o del arte) sino que el lenguaje es reconocido como ese
ámbito dentro del que se demoran y se mueven el pensar de la filosofía y todo tipo
de pensar y decir. En la medida en que, de acuerdo con la tradición occidental, la
esencia del hombre se determina por el hecho de que el hombre es un ser vivo
que "tiene el lenguaje" (zoon logon exon) - también el hombre, en cuanto ser que
actúa, sólo es tal en la medida en que "tiene el lenguaje" -, en el debate entre las
posiciones citadas entra en juego nada menos que la cuestión de la existencia del
hombre y su definición.
Comenzamos esta meditación prestando primeramente, y por una vez, atención a
lo que se oculta en la denominación, aparentemente anodina, que llama a una era
atómica. ¿Qué hay de particular en esto? Por primera vez en su historia, el
hombre interpreta una época de su existencia histórica a partir de la impelencia de
una energía de la naturaleza y de su puesta a disposición. Y parece como si nos
faltasen ya las pautas de medida y la fuerza del reflexionar para experienciar
todavía con suficiente libertad lo extraño e inquietante de tal exégesis de la era
presente, a fin de estar afectados de continuo, y de un modo cada vez más
decisivo, por ello. ¡La existencia del hombre, acuñada por la energía atómica! Que
la energía atómica sea usada pacíficamente o bélicamente movilizada, que lo uno
apoye y provoque a lo otro, son cuestiones de segundo rango. Pues ante todo,
yendo más lejos, y retrocediendo aún más atrás, tenemos que preguntar: ¿Qué
significa, pues, eso de que una era de la historia mundial tenga el cuño de la
energía atómica y de su puesta en libertad? Quizá más de uno tenga ya la
respuesta lista, juzgando que la era atómica quiere decir dominio del materialismo
y que, por tanto, lo que hace falta es salvar los viejos valores espirituales contra el
empuje de los intereses materiales. Esta respuesta sería, con todo, un expediente
demasiado fácil. Pues el materialismo no tiene nada de material. El materialismo
mismo es una figura del espíritu. Sopla desde el Oeste con no menos fuerza que
desde el Este. En la revista americana [200] Perspektiven, cuya edición alemana
es distribuida por la editorial S. Fischer, se puede leer lo siguiente (Max Lerner,
Universale Technologie und neutrale Techniker, Cuaderno 14, 1956, p. 145 ss.):
"Es posible que la pérdida de algunos valores antiguos llegue a influir a la larga en
aquello en que consiste una cultura; pero lo importante para que ésta se sostenga
en las generaciones inmediatamente posteriores es que los hombres retengan - o
crean retener - aquello que les es presentado como valor.
Ser viene experienciado como fundamento. El fundamento viene señalado como
ratio, cuenta. El hombre es el ser viviente calculador. Esto se ha mantenido
vigente en las más diversas mutaciones; y, a pesar de ellas, su vigencia ha sido
unánimemente aceptada a lo largo de la entera historia del pensar occidental. Este
pensar, en cuanto pensamiento europeo-moderno, ha llevado al mundo a la actual
era mundial, a la era atómica. En vista de ese estado de cosas, simple y al mismo
tiempo inquietante para Europa, preguntamos: ¿Agota la esencia del hombre la
definición citada, según la cual el hombre es el animal rationale? ¿Será ésta la
última palabra que se pueda decir acerca del ser: que ser significa fundamento? O
bien, ¿no sigue siendo la esencia del hombre, no sigue siendo su pertenencia al
ser, no sigue siendo el esenciar del ser, todavía, y de manera cada vez más
desconcertante, lo digno de ser pensado? Si así fuera, ¿nos será lícito renunciar a
lo digno de ser pensado, - y ello en favor del delirio del pensar exclusivamente
calculador y de sus gigantescos logros? ¿O estamos obligados a encontrar
caminos en los que el pensar pueda corresponder a lo digno de ser pensado, en
vez de pensar - embrujados por el pensar calculador de una manera que pasa por
alto lo digno de ser pensado? Esta es la pregunta, la pregunta mundial del pensar.
Lo que llegue a ser de la tierra, y de la existencia del hombre en esta tierra, se
decidirá en la respuesta a ella.
¿Quién es el hombre? Aquel que debe mostrar lo que es. Mostrar significa por una
parte patentizar y por otra que lo patentizado queda en lo patente. El hombre es lo
que es aun en la manifestación de su propia existencia. Esta manifestación no
quiere decir la expresión del ser del hombre suplementaria y marginal, sino que
constituye la existencia del hombre. Pero ;qué debe mostrar el hombre? Su
pertenencia a la tierra. Esta pertenencia consiste en que el hombre es el heredero
y aprendiz en todas las cosas. Pero éstas están en conflicto. A lo que mantiene las
cosas separadas en conflicto, pero que igualmente las reúne, Hölderlin llama
"intimidad". La manifestación de la pertenencia a esta intimidad acontece mediante
la creación de un mundo, así como por su nacimiento, su destrucción y su
decadencia. La manifestación del ser del hombre y con ello su auténtica
realización acontece por la libertad de la decisión. Esta aprehende lo necesario y
se mantiene vinculada a una aspiración más alta. El ser testimonio de la
pertenencia al ente en totalidad acontece como historia. Pero para que sea posible
esta historia se ha dado el habla al hombre. Es un bien del hombre.
Pero al ser nombrados los dioses originalmente y llegar a la palabra la esencia de
las cosas, para que por primera vez brillen, al acontecer esto, la existencia del
hombre adquiere una relación firme y se establece en una razón de ser. Lo que
dicen los poetas es instauración, no sólo en sentido de donación libre, sino a la
vez en sentido de firme fundamentación de la existencia humana en su razón de
ser. Si comprendemos esa esencia de la poesía como instauración del ser con la
palabra, entonces podemos presentir algo de la verdad de las palabras que
pronunció Hölderlin, cuando hacía mucho tiempo la noche de la locura lo había
arrebatado bajo su protección.
Este saber no trae nunca una inmediata exigencia de la existencia humana, sino
más bien pone en la existencia del hombre aquella vacilación esencial, en virtud
de la cual él puede detenerse en su apuro, para comprobar en su contención, si
acaso él procede por el camino de la esencia o de la no-esencia. Es la contención
de aquel saber, en la cual todas las cosas callan.
Sin embargo, antes de que, de un modo tan burdo, declaremos inconciliables
habitar y poetizar, será bueno que, de una manera fría, prestemos atención a las
palabras del poeta. Habla del habitar del hombre. No describen estados del habitar
de hoy. Sobre todo no sostiene que morar signifique tener una morada. Tampoco
dice que lo poético se agote en el fuego irreal de la imaginación poética. Entonces,
¿quién, de entre los que reflexionan, puede pretender explicar, desde unas alturas
un tanto cuestionables, que el habitar y el poetizar sean incompatibles? Quizás
sean compatibles los dos. Más aún. Quizás ocurre incluso que el uno entraña al
otro, de modo que éste, el habitar, descanse en aquél, lo poético. Pero si
suponemos tal cosa, entonces lo que se nos está exigiendo es, por difícil que nos
parezca, que pensemos el habitar y el poetizar desde su esencia. Si no nos
cerramos a esta exigencia, entonces, a aquello que normalmente se le llama la
existencia del hombre lo pensaremos desde el habitar. Ahora bien, lo que estamos
haciendo con esto es abandonar la representación que habitualmente tenemos del
habitar. Según ella el habitar no pasa de ser una forma de comportamiento del ser
humano junto con otras muchas. Trabajamos en la ciudad, pero habitamos fuera
de ella. Estamos de viaje y habitamos ahora aquí, ahora allí. Lo que en estos
casos llamamos habitar es siempre, y no es más que esto, tener un alojamiento.
Heideggeriana: HomemHabita
De este modo estamos ante una doble exigencia: primero pensar lo que
denominamos la existencia del hombre desde la esencia del habitar; luego pensar
la esencia del poetizar en tanto que dejar habitar como un construir, incluso como
el construir por excelencia. Si buscamos la esencia de la poesía desde la
perspectiva de la que acabamos de hablar, llegaremos a la esencia del habitar.
Heideggeriana: HomemHabita
En un apunte del año 1884 apunta Nietzsche lo siguiente: "El hombre es el animal
aún no confirmado. "(XIII, n. 667). La frase contiene dos pensamientos. Por una
parte: la naturaleza del hombre aún no se ha encontrado, no se la ha averiguado.
Y por otra: la existencia del hombre no se ha fijado, no se la ha asegurado. Sin
embargo, un investigador americano ha declarado hoy: "El hombre va a ser el
único animal capaz de dirigir su propia evolución." En todo caso, la cibernética se
ve obligada a reconocer que hasta el momento no es posible llevar a cabo un
control general de la existencia humana. Por ello, en el área universal de la ciencia
cibernética, el hombre cuenta por ahora, todavía, como "factor de perturbación".
Perturbando se lleva a efecto el aparentemente libre planificar y actuar del
hombre.