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Uruguay en la primera década del siglo XXSituación política
La consolidación de las soluciones democráticas
La crisis del 90 operó “como un gran espacio de interpelación al sistema político.”1, tras ella se hizo
patente la necesidad de nuevos actores políticos, y de ampliación de la ciudadanía. Esta crisis dio lugar a la
introspección, que llevó a la propuesta de nuevos modelos de desarrollo, lo curioso, señalan Caetano y Rilla,
es que estos modelos vinieron mayormente de actores meramente políticos y no de miembros de la
estructura productiva.
Al abordar este aspecto de la vida de nuestro país, se vuelve indispensable hablar de Batlle y
Ordóñez, quien logró levantarse como figura central y líder indiscutible del Partido Colorado; fue quien
recogió los desafíos de la crisis, representando a un partido más que a un movimiento, alojado en el sistema
y ligado directamente con el Estado.
Nos dicen Caetano y Rilla que la complejidad de esta trama política y social genera una
contradicción, porque al mismo tiempo que el batllismo reconoce la crisis y la necesidad de introducir
cambios sobre todo transformaciones sociales, buscaba mantener el esquema político e institucional que le
había facilitado el acceso al poder y podía asegurar su reproducción.
Durante su primera presidencia, en su camino hacia la consolidación del Poder Ejecutivo, reivindicó
su potestad de nombrar los jefes de los gobiernos departamentales, anteriormente se acordaba de palabra, el
reparto de algunas jefaturas departamentales a la oposición. Esto, entre otros múltiples factores provocó un
levantamiento comandado por el líder nacionalista Aparicio Saravia en 1904.
En esta oportunidad unas quince mil personas integraron el ejército nacionalista, esto reflejaba no
sólo los motivos políticos, sino la situación de pobreza del medio rural; durante la época se decía que
peleaban bajo el lema “aire libre y carne gorda”.
El enfrentamiento duró unos meses y terminó con la batalla de Masoller el 1 de setiembre de 1904 en
la que hirieron a Aparicio Saravia, quien falleciera días después. El 24 de setiembre se concretó la Paz de
Aceguá, que no fijaba ningún mecanismo de participación de las minorías, establecía el compromiso de
reformar la Constitución y daba amnistía a los sublevados.
Para Benjamín Nahum la victoria del ejército del gobierno tuvo efectos destacables desde el punto de
vista político: consolidó el poder central, reforzó la concepción de “gobierno de partido” propia de Batlle,
por oposición a la coparticipación que impulsaban los nacionalistas. Se reformó también el sistema de
integración de la Cámara de Representantes, ampliando el número de diputados pero provocando que las
minorías tuvieran que obtener mayor número de votos para acceder a una banca.
1 CAETANO, Gerardo y RILLA, José: "Historia contemporánea del Uruguay, de la Colonia al Mercosur", CLAEH - Editorial Fin de Siglo, Montevideo, 1994. Pág. 140
Existieron sin embargo otro tipo de consecuencias de la explosión de violencia que significó la
guerra civil, se despertó la conciencia de algunos intelectuales quienes se definieron ideológicamente a partir
de entonces: por ejemplo Florencio Sánchez, quien se definiera anarquista y Emilio Frugoni que en
diciembre de 1904 redactó su “profesión de fe socialista”.
En el período batllista se le da al Estado un nuevo significado y un nuevo rol, ahora interviene en la
economía y la sociedad, vinculándose a los sectores populares gestando una nueva legitimidad del orden
político, más democrática. Para adaptar al sistema político al cumplimiento de estas nuevas funciones,
fueron necesarios cambios importantes, el principal fue la implantación de la democracia parlamentaria
basada en elecciones libres, aumentando así la participación popular en la vida pública.
Esta vinculación estatal con los sectores populares es propia de las primeras décadas del siglo XX.
Junto con ésta, se dieron diversas transformaciones que dejaron como consecuencia una amplia
reformulación liberal del sistema político. En primer lugar gracias a la creciente participación de la
ciudadanía en las elecciones2, la transformación de los partidos de elite en partidos democráticos generó
subdivisiones en ellos, reflejando la ausencia de una política de clase en un período de evidente
diferenciación social. Esto trajo consigo la instauración del llamado “doble voto simultáneo”, voto al lema
del partido y dentro de este a un sector específico; acompañado por la aprobación de la Ley de Lemas, que
permitía a cada lema acumular los votos de sus distintas facciones en un total electoral.
El sistema político tuvo que ser reformulado frente a la defensa de los intereses de los sectores
trabajadores, cada vez más audibles a través de un movimiento sindical, cada vez más organizado, que
aprendió a negociar en todas sus coyunturas, a pesar de tener sectarismos y debilidades. En esta
reformulación se encuadra la aparición de la Unión Cívica, partido católico, y en 1910 del partido Socialista.
La realidad llevó a la transformación de un sistema político que ya estaba obsoleto, durante el
novecientos aparecieron nuevas clases sociales que marcaron la necesidad de tomar medidas que las
beneficiaran, en el marco de la “cuestión social”. Los partidos políticos tradicionales estaban mal equipados
para registrar y articular los nuevos reclamos, se sentían amenazados por la militancia de los obreros, la
respuesta de Batlle a esta situación “…fue elevar al Estado al plano de una benevolente neutralidad desde
la que se podía negar la realidad de la lucha de clases y mediar en los conflictos sociales que se
convirtiesen en un peligro para el orden.”3
El batllismo utilizó el aparato estatal como instrumento de adaptación, promoviendo desde el poder
la intervención económica estatal, las nacionalizaciones y una política social redistributiva que beneficiara a
los sectores medios y populares.
Para Henry Finch los clubes políticos tenían la misión de integrar a los inmigrantes montevideanos, y
la aprobación de leyes sociales tenía como meta asegurar la lealtad de los obreros al Estado que los protegía.
Este tipo de legislación era el precio a pagar de parte de los pequeños burgueses por la estabilidad política y
2 De 46.000 votantes en las elecciones de representantes de 1905, un 4,5% de la población pasamos en 1919 a un 18% de la población, 188.359 habitantes. En parte esto se debe a la habilitación del sufragio universal masculino.3 FINCH, Henry: “La economía política del Uruguay contemporáneo 1870-2000”, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo 2005
social. La integración de los elementos extraños a la estructura social del Uruguay que venía modificándose
fuertemente con la aparición de sectores medios y obreros y la llegada de inmigrantes era indispensable para
el mantenimiento del orden social.
La política batllista consistía en mantener un equilibrio, a través de concesiones entre fuerzas
sociales antagónicas, los sectores dueños del capital y los sectores en peores condiciones económicas objeto
de la explotación, al mismo tiempo que conservaba y fortalecía la independencia del sistema política a través
de mediar.
Un bache en el reformismo y en las soluciones democráticas
Entre 1907 y 1911 gobernó Claudio Williman, la visión que comparten diversos autores en torno a
este tema, es que Batlle quiso asegurarse que sería electo en 1911, ya que la reelección inmediata no se
permitía, y acercó a Williman al gobierno sabiendo que éste le dejaría la presidencia.
Para Nahum “…su gobierno significó una pausa en la política vehemente e impetuosa de Batlle…”4.
Williman propiamente explica que su política de gobierno era personal, que tenía puntos de contacto con la
batllista porque provenían del mismo partido, pero que se distanciaba sustancialmente de Batlle en lo que
respecta a las reformas económicas, sociales y obreras.
El propio Williman sostiene que es por esto mismo antedicho que se ha definido su gobierno como
conservador, y en forma injusta a su criterio. Los contemporáneos lo vieron como moderado, los sectores
obreros lo tildaron de “reaccionario” ya que las reformas que introdujo en el campo social fueron pocas y
muy peleadas.
El período que le toco enfrentar no fue fácil, en este sentido nos ilustra Machado: “Durante su
gestión (un paréntesis entre los dos gobiernos de Batlle y Ordóñez), sofocó la insurgencia de los
adversarios, vio surgir colectividades políticas nuevas, impulsó una reforma de la educación, concretó
aspiraciones de sus antecesores y aplicó, con rigor, una política de represión en cuanto al movimiento
sindical.”5
Cuando creíamos que las guerras civiles habían finalizado y que realmente se habían instaurado las
soluciones democráticas, llegamos en 1910 al levantamiento nacionalista de Basilio Muñoz.
Durante el gobierno de Williman se temió que la abstención de los blancos de votar se materializara
en una nueva revolución, buscando evitar esto se dictaron las leyes electorales de 1907 y 1910. Gracias a la
ley de 1907 se corregía el número de bancas por departamento, desarrollando un sistema diferencial: en
ocho departamentos la mayoría tendría tres cuartas partes, y la minoría una cuarta parte; en los demás
departamentos la mayoría tendría dos tercios y la minoría uno.
Esta situación no dejó satisfechos a los nacionalistas, ya que las minorías para alcanzar un cuarto de
las bancas por ejemplo tenían que llegar al cuarto de votos, mientras que la mayoría con la mitad más uno de
los votos podía ocupar tres cuartos. En este sentido amenazaron en 1909 con la abstención nuevamente,
4 NAHUM, Benjamín: “La época batllista 1905-1929”. Colección Historia Uruguaya tomo 6, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo 2007. Pág. 145 MACHADO, Carlos: “Historia de los orientales Tomo III”. Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo 1985. Pág. 7
logrando la aprobación el 11 de julio de 1910 de una ley más compleja que daba representación proporcional
a los departamentos más poblados: Montevideo y Canelones, pero mantenía el sistema anterior en el resto.
Como esta ley no fue aplicada, los blancos se abstuvieron de votar, y las bancas reservadas a las
minorías fueron ocupadas por nuevas agrupaciones partidarias. En 1910 la Unión Cívica Popular fue
vencida por la coalición Socialista-Liberal, que logró dos bancas, para Emilio Frugoni y para Pedro Díaz.
Las nuevas leyes electorales provocaron insatisfacción en el sector nacionalista, a esto se sumó la
proclamación de Batlle y Ordóñez para le presidencia de 1911-1915. La mayoría del Partido Nacional vio al
levantamiento armado como la única forma de impedirle a Batlle llegar nuevamente a la presidencia.
El primer “despliegue bélico” como lo menciona Nahum, se da entre enero y febrero de 1910. Este
movimiento armado había sido organizado desde Argentina, a través de un Comité de Guerra nacionalista,
este tuvo que disolverse ante la fuerte protesta de Williman al gobierno argentino, trajo como consecuencia
el aplazamiento del estallido del movimiento.
Finalmente el levantamiento se dio en octubre de 1910, la invasión se llevó a cabo desde el Brasil,
comandada por Basilio Muñoz. Williman decretó: la movilización del ejército y de las guardias nacionales y
el secuestro de bienes de los principales dirigentes nacionalistas.
En la campaña se dieron algunos “hechos de armas”, como la toma de Nico Pérez. Como los
revolucionarios no tenían suficientes armas, y esperaron en vano refuerzos y armamento desde Argentina,
comenzaron las negociaciones de paz, llevadas adelante por José Irureta Goyena, Manuel Quintela y
Alfonso Lamas. Se dio así fin al breve movimiento, frente a la promesa del presidente de amnistiar a los
insurgentes y devolverles sus cargos públicos.
Los jefes de los grupos revolucionarios publicaron un manifiesto comunicando que la revolución se
había levantado contra el grupo acaudillado por Batlle, no contra la presidencia ni el partido colorado en sí;
denunciaban su política de “exclusivismo político” y decían que importantes civiles y militares habían
manifestado su apoyo al movimiento para evitar la presidencia de Batlle y Ordóñez.
En torno a este tema, Machado cita a Manini Ríos “Se les hizo saber por personas espectables… que
elementos civiles y militares de gran relieve en el Partido Colorado estaban decididos… a transformar la
situación política, haciendo imposible la elección presidencial del señor Batlle, si el Partido Nacional
secundaba esa iniciativa con un movimiento armado de simple ostentación de fuerzas”6.
Consideramos que existen en el gobierno de Williman y su obra algunos progresos que es importante
destacar en el marco de la consolidación del Estado. Los más considerables los encontramos en el plano
administrativo y financiero: se reorganizan los ministerios, se instala la Alta Corte de Justicia, se cuidan
meticulosamente los ingresos del Estado y sus gastos, obteniéndose así un superávit en los presupuestos
estatales.
Como el Estado intervenía en la esfera económica y social del país, necesitaba organismos aptos para
desempeñar sus nuevas funciones, en este marco se inscribe la reorganización de los ministerios, con la
6 Ídem. Pág. 7
creación de los siguientes: del Interior, de Instrucción Pública, de Industrias y Trabajo, y el de Obras
Públicas.
Una de sus primeras medidas fue el censo de 1908, el primer censo completo en el Uruguay. Nahum
considera que fue una medida muy acertada, en el sentido de que el censo anterior era de 1860.
Durante su presidencia también se inauguró y nacionalizó el puerto de Montevideo; en 1909 se
abrieron las dársenas, y a iniciativa del Ejecutivo, las Cámaras votaron una ley que aseguraba al Estado la
administración portuaria.
En 1907 el Estado compró la red telegráfica, y en 1910 el Ejecutivo solicitó autorización para instalar
una empresa de telefonía. Se puede hablar de una importante mejora en las comunicaciones que fue
acompañada por ampliaciones en la caminería nacional, y la construcción de puentes sobre algunas
corrientes fluviales importantes.
La gestión financiera del gobierno acompañó a la prosperidad económica del país para lograr el
superávit fiscal. De este dinero se dispuso para las obras viales, la construcción de escuelas y la obra
portuaria; además se cumplió estrictamente con el servicio de deuda pública en manos extranjeras. Esto
último nos permitió gozar de un alto crédito exterior, que llevó por ejemplo a la puja entre distintos bancos
para darnos un empréstito en 1909.
En el plano social, se observa un rotundo cambio en la política de gobierno con relación al gobierno
anterior. No encontramos iniciativas legislativas con contenidos sociales e inclusive Williman ordenó a la
policía montevideana el freno a los movimientos huelguísticos. Un hecho que refleja esta postura contraria a
los movimientos de los trabajadores es el nombramiento de Jorge West como jefe de policía, un ex militar
miembro de la patronal de industria, evidentemente contrario a las huelgas.
Machado señala como saldo negativo del gobierno de Williman la represión, y enumera los siguentes
hechos: aplicación de la violencia contra los sindicatos, disolución de la gremial de ferroviarios en 1908,
persecución a los obreros de canteras; todo esto con el “aprobatorio silencio batllista”7. Se podría
argumentar que mientras Batlle estaba en Europa se había desconectado de la realidad nacional, pero por
Vanger sabemos que no fue así. Batlle leía ávidamente el diario “El Día” y se carteaba con Domingo Arena
e inclusive llegó a mandarle cartas a Williman.
El máximo enfrentamiento entre policía y huelguistas se dio en 1908 en la huelga ferroviaria, en ella
participó el personal del Ferrocarril Central y del Midland, los choques fueron muy duros; el 20 de febrero el
gobierno decretó la prohibición de reuniones para los huelguistas, la clausura de locales sindicales y el
arresto de sus dirigentes. Esto determinó el fracaso de la huelga.
Este tipo de sucesos se repitieron en estos años y la agitación obrera se acentuaba por inmigrantes
anarquistas que llegaban de Argentina. Muchos anarquistas fueron expulsados de la vecina orilla y huían
hacia nuestro país, donde la policía los embarcaba de regreso, bajo las protestas de “El Día”.
7 Ibidem. Pág. 9
En las cámaras se dejó oír la voz del diputado Emilio Frugoni quien contaba con el apoyo de los
diputados batllistas, interpelando al gobierno por su política de represión, inclusive sobre el rechazo de los
ciudadanos argentinos anarquistas y sobre el general West.
El conservadurismo de Williman en torno a las medidas sociales se hace evidente sabiendo que el
único proyecto social favorable a la clase obrera que el Ejecutivo envió a la Asamblea fue referente a los
accidentes de trabajo; y además fue aprobado en cámara de diputados pero detenido en cámara de senadores,
recién se convirtió en ley en 1920.
Durante este período de gobierno nos encontramos también con la secularización definitiva del
matrimonio y de la escuela: en el tema del matrimonio y del divorcio sobre todo se encontraron aún
reticencias en la sociedad católica, pero con relación a la supresión de la enseñanza católica en las escuelas
no se observaron oposiciones importantes, la ley se aplicó sin ninguna violencia.
Con respecto a la política internacional hubieron algunos incidentes con Argentina, con relación a la
soberanía en el Río de la Plata que este país lo reclamaba para sí. La política exterior batllista tenía como
objetivo mantener un “equilibrio difícil” en palabras de Dante Turcatti8 con los estados vecinos. A principios
del siglo XX aún no estaban definidos los límites en el Plata. Fue designado el doctor Gonzalo Ramírez
como ministro plenipotenciario para negociar con Argentina.
Este tema se solucionó en 1910 a través del Protocolo Ramírez-Sáenz Peña que establecía el uso
común de las aguas. En este marco de resolución de problemas fronterizos, Brasil tuvo la iniciativa de
compartir el uso de la Laguna Merín y el río Yaguarón, que antes eran de su uso exclusivo.
Esto refleja para Nahum la intención de Brasil de ganarse el favor de nuestro país en detrimento de
nuestra relación con Argentina, que se veía menguada por la actitud de este país. Dante Turcatti completa
esta visión de Nahum destacando el interés uruguayo en lograr un mayor estrechamiento de los vínculos con
Brasil.
Haciendo una valoración final de la gestión de Williman nos parece pertinente esta cita de Melián
Lafinur quien dice: “El gobierno del señor Williman fue serio…El señor Williman no hizo socialismo de
Estado, ni persiguió al capital ni estimuló las huelgas, ni propuso leyes para desorganizar la sociedad, ni
descendió a la prensa para insultar a los contradictores… No suscitó resistencias”9, a esto Machado agrega
que aplastó resistencias.
A pesar de que es evidente, nos apoyamos en lo comentado por Manini Ríos, que la presidencia de
Batlle genera oposición, fue elegido por unanimidad, contando con el voto socialista del señor diputado
Emilio Frugoni, quien lo consideraba “…un hombre representativo de principios democráticos y
liberales…”10.
8 TURCATTI, Dante: “El equilibrio difícil. La política internacional del Batllismo”, Colección El Pasado Inminente. Editorial ARCA/CLAEH, Montevideo 1981. 9 MACHADO, Carlos: Ob. Cit. Pág. 910 Manifiesto Socialista. El Centro Carlos Marx al Pueblo”, en Revista NUESTRO TIEMPO Director Carlos M. Rama, Año I – N° 3, Montevideo Abril-Mayo 1955. Pág. 182
Además Frugoni decía que dentro del margen que dejan las instituciones burguesas, Batlle es “…el
único candidato que puede ser considerado prenda segura de un gobierno respetuoso de los derechos y
reivindicaciones de la clase trabajadora…”11
La Sociedad
Una mirada a la sociedad montevideana
Centrándonos en nuestro tema, acotaremos el contexto social a la ciudad capital de nuestro país, en la
medida de que es el centro político en el que viven quienes conforman la realidad partidaria que buscamos
estudiar.
Para averiguar la composición social de la población de Montevideo, nos enfrentamos a un problema
metodológico con las fuentes, el Censo de 1908 es muy completo pero impreciso, de acuerdo a lo planteado
por Barrán y Nahum, ningún censo se propone revelar la composición social, simplemente aporta indicios.
En el Uruguay del 900 la composición social se relaciona con el control de la propiedad de la tierra y
el nivel de ingresos que esa fuente aporta, consultada conjuntamente con otras fuentes: comercio, industria,
empleo público.
El 30% de la población se concentraba en Montevideo, en la capital se respiraba: el batllismo; la
industria, actividad económica nueva; y el enfrentamiento social del momento: obreros contra empresarios.
También residía allí el centro de la vida cultural, política, comercial y financiera.
El conflicto entre obreros y empresarios fue “el problema” de este período, habiéndose terminado
con las guerras civiles, las huelgas obreras se constituyeron en la única alteración de la “siesta”.
La hipótesis que realizan Barrán y Nahum en torno a la estructura social montevideana, se basa en el
apartado del Censo de 1908 que refiere a la vivienda en la ciudad capital, siendo a su criterio el único que
muestra el nivel de ingresos de los pobladores. Esta fuente funciona en la medida de que del total de casas
ocupadas de la ciudad 34.138, el 63,80% eran alquiladas, y el documento ofrece una escala de alquileres que
nos deja 19 categorías entre $0,50 hasta $250, reflejándonos distinciones en el poder adquisitivo de todos
estos inquilinos.
Dada la situación de monopolio del suelo que se vivía en la planta urbana, el alquiler se convirtió en
protagonista del presupuesto del obrero, y de la clase media. Una parte importante de las clases populares de
la capital había accedido a la propiedad del suelo a través del loteo realizado por rematadores, que iniciaron
este negocio por 1880 y siguieron practicándolo hasta 1910.
Esta es la razón que deja un porcentaje mayor de casas en propiedad en las secciones judiciales
alejadas del casco urbano. En estas regiones los servicios públicos no llegaban y por otra parte “La ventaja
derivada de convertirse en propietario de un barato solar o pagar un bajo alquiler en los suburbios era
frecuentemente contrarrestada por el elevado precio del transporte tranviario.”12
11 Ídem. Pág. 18212 BARRAN, José Pedro y NAHUM, Benjamín: "El Uruguay del 900", tomo 1 de "Batlle, los Estancieros y el Imperio Británico", Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1979. Pág. 149
El problema de la vivienda se agravó porque existió en Uruguay un salto demográfico importante, en
cincuenta años aumentó su población de cuatrocientos mil a un millón. Este fenómeno puede explicarse por
la avalancha de inmigrantes llegados desde Europa, Barrán y Nahum manejan la cifra de 40 mil. Estos
inmigrantes se alojaron en Montevideo a partir de 1905 en tan sólo nueve años.
Millot y Bertino manejan las siguientes cifras: “La población del Uruguay pasó de 223.238
habitantes en el Censo de 1860 a 1.042.686 según el Censo de 1908.”13
Estos autores aportan otras causales al crecimiento demográfico, señalan que se originó en tres
factores: “…la alta natalidad (hasta cerca del final del siglo), la mortalidad que desciende en forma
constante desde mediados de la década de los setenta (especialmente en Montevideo donde hasta ese
momento era más alta que en el Interior) y en determinados períodos, la inmigración.”14
Sobre la evaluación de la inmigración en la primera década del siglo XX en nuestro país, dicen que
es el “agujero negro” de demografía histórica nacional. “Tradicionalmente la historiografía afirmaba la
existencia de un flujo inmigratorio importante en estos años, basándose en las fuentes cualitativas –las
opiniones de los contemporáneos– y en el movimiento de pasajeros por puertos marítimos y fluviales.”
Por otra parte ellos realizan una serie de cálculos a partir de las tasas de crecimiento vegetativo y
crecimiento de la población, que nos dan un saldo migratorio negativo hasta por lo menos 1908. Sin
embargo anotan en contradicción con estos cálculos que “…el Censo de 1908 señala la existencia de 37.085
extranjeros en todo el país con menos de 5 años de radicación (22.707 en Montevideo), lo cual daría un
promedio anual desde 1903 de 7000 inmigrantes.” 15
Durante este período también aumenta en forma constante la urbanización, y el predominio de la
ciudad Montevideana como lugar de residencia. En esta tendencia general se enmarca la necesidad de
vivienda y la escasez de la misma. El alquilar no sólo era cosa de sectores medios y bajos, las clases altas a
pesar de ser propietaria, tampoco se resistió a la atracción del Centro urbano, por ende pagó el fuerte alquiler
que se requería en esa zona.
Sostienen Barrán y Nahum que al menos podemos estar seguros del nivel de ingresos de 63,8 % de
los habitantes que vivían en casas, pero se desconoce cuántos eran esos habitantes. La primera suposición
que realizan y dicen se basa en la lógica es que el porcentaje de casas alquiladas corresponde al de
habitantes, la segunda suposición es distribuir al total de habitantes de acuerdo a los niveles de ingreso que
sugieren los alquileres pagos por el 63,8 %, partiendo de la idea de que el alquiler de una casa en
determinada zona nos habla del valor de las propiedades en los alrededores.
Esto se puede matizar con el conocimiento de una realidad de las diferentes zonas montevideanas. En
los barrios donde los alquileres son más altos, se tiene más fácil acceso a servicios sanitarios, gas, agua
corriente, electricidad, materiales para construcción, etc.
13 BERTINO, M.; BERTONI, R.; TAJAM, H.; YAFFÉ, J.: “La larga marcha hacia un frágil resultado. 1900-1955”. En NAHUM, Benjamín Dir.: El Uruguay del Siglo XX. Tomo I La Economía, Ediciones de Banda Oriental, Montevideo 200314 Ídem. Pág. 2815 Ibídem. Pág. 37
A medida que nos alejamos del casco urbano, encontramos cada vez menos los servicios sanitarios,
la electricidad, el agua corriente y el gas, la disminución es progresiva a medida que nos alejamos; el
servicio que se corta rápidamente es el de electricidad, agua corriente y sobre todo gas, porque dependían de
la extensión de las cañerías que iniciaban en el Centro urbano.
Partiendo de la base de que el alquiler revela el ingreso familiar, y que contamos con 19 categorías,
Barrán y Nahum se proponen vincularlas con las clases sociales que sugieren los datos. “El nivel mínimo y
máximo dentro del cual podría situarse a los sectores populares –obreros, artesanos, jornaleros, soldados,
policías y sirvientes– no ofrece problemas de identificación.”16
Los jornaleros y los obreros podían abonar entre $0,5 a $9, en un sueldo de entre $20 y $35 y en el
extremos superior un artesano especializado podía abonar entre $10 y $19 mensuales de alquiler con un
sueldo entre $40 y $80.
En el caso de los conventillos, llamados por el Censo “Casas de inquilinato o vecindad”, no hay
problemas metodológicos, el total de habitantes de este tipo de vivienda se incorpora al sector popular con
ínfimos ingresos, ya que el alquiler de una pieza costaba alrededor de $4 o $5 por mes.
Con respecto a la clase media, los niveles mínimo y máximo son más difíciles de determinar y se
vuelven más hipotéticos, los empleados públicos ganaban entre $60 y $400. El mínimo de alquiler de este
grupo se establece entre $20 y $24, y el máximo llega hasta los $99.
Sin ninguna duda para Barrán y Nahum, más arriba de $100 mensuales de alquiler, nos permite
hablar de las “clases conservadoras” como ellos las mencionan: el alto comercio, los industriales,
banqueros, prestamistas y estancieros ausentistas. Esta información está colocada en un cuadro en los anexos
(ver anexo II).
Este cuadro nos revela una sociedad montevideana pluralista, con una fuerte clase media; de todas
formas es evidente que la mayoría de la población tiene ingresos bajos y muy bajos, lo que nos deja un
predominio numérico del sector popular. Entre el mínimo escalón de los sectores populares y el máximo
escalón correspondiente a las clases altas existe una tremenda diferencia, no solo en cuanto a porcentaje en
el total de la población, sino y mas que nada diferencia en el poder adquisitivo y las ganancias.
Sabiendo cuanto paga un jornalero por mes de alquiler, puede estimarse cuanto gana, pero con
respecto a quien paga $200 de alquiler mensuales no podemos determinar cuanto gana, porque tal vez tenga
otras propiedades, y este alquiler sea un mero gasto superficial.
Barrán y Nahum también realizan un revelador cuadro sobre los ingresos mensuales aproximados de
los distintos sectores sociales montevideanos17. En él queda claro que la sociedad en función de este criterio
se divide en dos grandes franjas y no en tres como vimos con relación a la vivienda: las clases populares y la
media baja se encuentran unidas por recibir menos de su peso demográfico, son el 72,59 % de la población y
reciben el 27,51 % de los ingresos; mientras que las clases media absoluta, media alta y alta, perciben más
16 BARRAN, José Pedro y NAHUM, Benjamín: "El Uruguay del 900", tomo 1 de "Batlle, los Estancieros y el Imperio Británico", Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1979. Pág. 15317 Ibidem. Pág. 162
ingresos en relación con su peso demográfico, son el 27,41 % de la población y reciben el 72,47 % de los
ingresos.
Otro análisis interesante en torno a los ingresos es que el 54,73 % de la población con un nivel de
vida bajo, se encuentra separado del 4,48 % de la población con un nivel de vida altísimo, por el 40,79 %
que representaban los sectores medios, funcionando como amortiguadores de las tensiones.
Quizás sea este predominio de los sectores bajos y medios lo que permite a Batlle y Ordóñez aplicar
una política reformista que en ocasiones choca con los intereses de los sectores de mejor posición
económica. En opinión de López D´Alesandro, los sectores medios de la población están compuestos en su
mayor parte por inmigrantes y su afán de lucro y su capacidad de trabajo fundaron rápidamente una clase
media “…segura de sí misma, más o menos progresista y dispuesta siempre a no arriesgar más allá de lo
estrictamente necesario.”18, esta afirmación discutiría lo que decíamos más arriba.
Junto a la clase media podemos encontrar el surgimiento de la clase obrera. Sin embargo este autor
opina que nuestro país tuvo algunas desventajas en la afirmación del proletariado como clase, ya que éramos
un país pequeño con un mercado ínfimo y una industria conformada por pequeños talleres.
En pocas fábricas se concentraba la mayoría de la mano de obra, alrededor de trescientos mil obreros.
En este sentido López D´Alesandro señala que los obreros con militancia anarquista o socialista preferían
entonces Buenos Aires que contaba con más de un millón de habitantes. El desarrollo industrial y la
concentración de mano de obra bonaerense, atrajo a miles de militantes de izquierda que rápidamente
organizaron sindicatos y partidos, formando conciencia y dándole cuerpo y marco a la misma.
La política reformista está dirigida a estos sectores directamente, no se radicaliza más, en parte por
interés del propio sector político que las lleva adelante y en parte por el poder que representa esa minoría de
la población que concentra los mayores ingresos. El freno al impulso batllista en 1916 puede relacionarse
con los intereses de estos sectores poderosos económicamente.
La situación social del Socialismo
López D´Alesandro investiga la situación de este sector social consultando las listas socialistas, sobre
todo las de 1910 y 1913, en la última el autor puedo obtener el oficio de los protagonistas. Los datos en
torno al oficio o profesión de las personas en cuestión son siempre parciales. Si la persona es empleada es
difícil que no pertenezca a la clase trabajadora, pero si se define como artesana, el dato es más complejo
porque desconocemos si es dueña o no de los medios producción. En este sentido las fuentes como avisos en
la prensa e inclusive testimonios de sobrevivientes a la época le fueron invaluables.
Por otra parte en las listas del partido también figuran algunos “industriales”, ¿cómo saber si son
“burgueses” en el sentido más amplio de la palabra?, ¿o si son “pequeños burgueses” con tienen una
pequeña fábrica y trabajan en ella como un obrero más?
Existe, en torno a la integración de las listas socialistas un cuestionamiento político: “Es evidente que
en la lucha política tan dura de aquellos años, un partido que se decía representante de la clase 18 VARIOS AUTORES: “Uruguay, de la utopía al poder”, Ediciones LA TIERRA, Quito 2005. Pág. 210
trabajadora pondría en su lista, así fuera algo forzado, a miembros de la clase obrera, aunque militaran
poco o nada en el Partido.”19
De las 76 personas que figuran en la lista, el 9,7 % eran propietarios de medios de producción, la
amplia mayoría artesanos dueños de sus talleres, el resto industriales (71,42 % y 28,5 % respectivamente).
Nuevamente un 9,7 % eran comerciantes entre los que puede verse un despachante de aduana. Otro 9,7 %
eran profesionales universitarios, dentro de este porcentaje la mayoría eran abogados (28,5 %) seguido por
contadores, médicos, dentistas, escribanos y profesores (cada uno con un 14,28 %); y finalmente un 2,7 %
de maestros.
De estos datos el autor concluye que el 31,94 % de la dirigencia socialista puede situarse en los
sectores medios, conformados por profesionales, artesanos dueños de sus talleres e industriales. El 68,05 %
son trabajadores, la palabra es utilizada en sentido amplio, es decir refiriéndose a todas las personas que
reciben una remuneración por la realización de una determinada tarea. Tomando ese porcentaje como
totalidad encontramos en él: 40.81 % de empleados públicos y privados, 28,57 % de obreros con oficio20,
30,61 % son artesanos y una persona, el 2,04 % se declara como “artista”.
El autor finalmente decide realizar su estudio sobre los diez primeros nombres que figuran en la lista
del Partido Socialista correspondiente al año de 1913, siendo estos los principales dirigentes; tomando este
porcentaje como total tenemos: que el 10 % son profesionales universitarios, de los cuales el 100 % son
abogados; el 90 % son trabajadores, siendo el 66,6 % empleados y el 33,3 % artesanos.
Siendo un partido representante de la clase trabajadora, su composición refleja los intereses de la
misma, aunque sería interesante conocer los ingresos de estos sectores militantes.
La forma de expresión de la clase trabajadora: el Movimiento sindical
Machado dice que para comprender la legislación laboral que aplica Batlle es necesario conocer: la
situación previa de los obreros; la lucha de los trabajadores y sus organizaciones primitivas; el nacimiento de
las formaciones políticas nuevas, particularmente la socialista; y los antecedentes de legislación laboral en el
partido nacional. Nosotros agregamos a esto que consideramos cierto, que para comprender y situar
correctamente la conformación de un “partido de los trabajadores” debemos conocer su espacio de
militancia previo e inclusive paralelo.
El origen del movimiento sindical en Uruguay es impreciso, en torno a la dificultad de documentar
tal cosa, por la carencia de fuentes, Machado cita a Barrán diciendo que “el archivo de la Jefatura de
Política de Montevideo debe tener más pruebas sobre el problema obrero y su activo movimiento hacia
1900 que todos los diarios de Montevideo juntos, porque el problema obrero se resolvía en la esfera
policial, lo que es otro índice, por lo más elocuente, del primitivismo de la época y de la combatividad del
proletariado.”21
19 LÓPEZ, Fernando: “La izquierda durante el batllismo (1911-1918)”, tomo 2 de “Historia de la izquierda uruguaya”, Ediciones del Nuevo Mundo, Montevideo, 1990. 20 Dentro de los obreros de oficio: 14,28% son pintores, 14,28 % choferes, 14,28 % tipógrafos, 14,28 % carpinteros, 7,1 % ferroviarios, 7,1 % mecánicos, 7,1 % “engarzadores”, 7,1 % tapiceros.21 MACHADO, Carlos: Ob. Cit. Pág. 21
Los ecos del pensamiento europeo en torno a los problemas sociales llegan tempranamente a nuestras
costas, esto puede verse en publicaciones como “El Dogma socialista” de Esteban Echevarría de 1837. En
principio observamos un socialismo romántico, bajo la influencia de Fourier, Saint Simón y Leroux, en el
seno de grupos de inmigrantes europeos y argentinos que habitan en Montevideo.
En el plano de la acción sindical, la primera iniciativa importante es de 1865, con la fundación de la
Sociedad Tipográfica Montevideana. A partir de 1875 funciona la Asociación Internacional de Trabajadores,
que diez años después se convierte en la Federación Local de los Trabajadores del Uruguay, con un marcado
corte anarquista.
La crisis económica de 1890 y los enfrentamientos armados de 1896 y 1897, son agravantes a la
situación de los trabajadores, y traen aparejada una retracción del movimiento y la desaparición de la mayor
parte de los periódicos. Es circunstancial, porque cuando se inicia la recuperación el movimiento obrero
resurge con más fuerza.
De cierta forma en las guerras civiles propias del siglo XIX y como vimos principios del XX, se
puede ver una explicación de los sobresaltos en la formación de un movimiento sindical organizado en
nuestro país.
Hacia fines de siglo se contabilizan unos 70 mil obreros industriales. Machado hace en su trabajo un
racconto de los conflictos de clases desde 1880 hasta 1901, contando entre ellos varias huelgas. Y registra
como fuente la prensa periódica obrera: “El Internacional” del 75, “La lucha obrera” del 84, “El defensor
del obrero” y “El grito del pueblo” del 95 y “La voz del obrero” del 96.
En paralelo se funda el “Centro Internacional de Estudios Sociales” con orientación anarquista, por
el pasaron importantes figuras, entre ellas Florencio Sánchez, allí se desarrollará una agitación intensa,
actividad intelectual fecunda con enfrentamientos entre las distintas corrientes ideológicas.
En este proceso de consolidación del movimiento sindical, son los anarquistas quienes tienen mayor
gravitación, al asumir la dirección de los sindicatos, imponiendo su impronta en cuanto a métodos de acción
e ideología.
En palabras de Pintos: “Desde 1901 y por varios años, ya no es posible hablar del movimiento
anarquista en el Uruguay como un movimiento aparte de la organización de los trabajadores, y no es
posible hablar del movimiento sindical como cuestión separada por completo de la actuación de los
anarquistas”22.
Las orientaciones que imponen a los sindicatos, son muchas veces inútiles a la hora de asegurar
conquistas en derechos laborales y sociales, y esto impulsa a sectores importantes de trabajadores a buscar
otras formas de lograr sus aspiraciones. Este factor, junto a la tendencia manifiesta de los anarquistas de
imponer a los sindicatos su ideología, hicieron que las posibilidades de desarrollo del movimiento se acoten,
frustrando esfuerzos de muchos militantes.
22 Pintos, Francisco, R. “Historia del movimiento obrero del Uruguay” Gaceta de Cultura / Montevideo; En D´ELÍA, Germán: El Movimiento Sindical, Colección Nuestra Tierra número 4 / Editorial Nuestra Tierra 1969 Montevideo. Pág. 4
Los socialistas pretendían dar a los trabajadores una perspectiva de acción más amplia, para ello
fundan la Unión General de Trabajadores, pero carece de fuerza efectiva, terminan apareciendo como
divisionistas.
La situación económica de este período está marcada por el desarrollo: formación de pequeñas
industrias, producción ganadera encarada como empresa capitalista, desarrollo de la industria frigorífica,
construcción del puerto de Montevideo, extensión de la red ferroviaria, etc., implica el desarrollo inevitable
de la clase obrera y la intensificación de la cuestión social.
Para D´Elía los primeros años del siglo XX son de renovación, de “intensa conmoción y de
transformaciones profundas”, desde su punto de vista la elección de Batlle como presidente constituye el
ascenso de un político con un estilo nuevo, “…de espíritu renovador, pujante, abierto a las
transformaciones e inquietudes que recorren el mundo.”23
Entre 1901 y 1905 encontramos varias huelgas de trabajadores, cuyos reclamos se reducen mejora en
los salarios y reducción de la jornada laboral. En diciembre de 1904 se constituye el Centro Carlos Marx,
que pretende orientar al movimiento obrero sobre la base de los principios de la doctrina marxista,
organizándolo como un partido político. En agosto de 1905 se constituye la primera central sindical, la
FORU, orientada y dirigida por anarquistas.
La formación sindical de nuestro país tiene relación cuasi directa con la situación argentina. En el
vecino país, en las últimas décadas del siglo XIX se fundaron la FOA y la FORA, y en 1890 se organizó el
Partido Socialista Argentino. En nuestro país el proceso del movimiento obrero y de la izquierda fue más
lento, D´Elía atribuye esto también a la menor militancia de los inmigrantes que llegaban a nuestras costas,
en comparación con los que llegaban a Buenos Aires. Prueba de esto es la fundación de la FORU en 1905,
coincidiendo con la llegada de miles de anarquistas expulsados de la vecina orilla.
Durante los primeros años posteriores a la guerra civil de 1904, la actividad sindical se intensifica,
sobre todo en torno al tema de la jornada laboral, en numerosos sectores los reclamos encuentran oídos y se
logra establecer la jornada de 8 horas. Este clima favorable induce al presidente Batlle a enviar el mensaje
de 1906 que propicia el establecimiento de la jornada legal de trabajo.
Las conquistas de los gremios, son señaladas incluso por el propio Batlle, quien al presentar el
proyecto de ley de reducción de la jornada de trabajo a 8 horas diarias, admite que ese derecho había sido
conquistado ya por numerosos gremios.
Durante la presidencia de Batlle sin embargo casi el 100 % de los conflictos se resolvía a favor de los
obreros, como señalan Barrán y Nahum, el tiempo de bonanza se terminó en la presidencia de Williman. En
el período entre las presidencias de Batlle, el 72 % de las huelgas fracasaron, y la represión policial fue dura.
El “Montevideo Times” adjudica este “cambió de timón” a la protección que dio Williman al derecho al
trabajo y a la propiedad24.
23 Ídem. Pág. 5
24 Citado en BARRAN, José Pedro y NAHUM, Benjamín: "Un diálogo difícil, 1903-1910", tomo 2 de "Batlle, los Estancieros y el Imperio Británico", Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1985
La relación del Batllismo con el Socialismo
Debido al tipo de políticas reformistas aplicadas o proyectadas por el batllismo, este se convirtió en
un problema para el socialismo naciente. Los programas del batllismo y del Partido Socialista coinciden en
un 77% de acuerdo a López D´Alesandro, por lo que el socialismo tiene que diferenciarse del batllismo para
existir, en el sentido de que lo que normalmente hacía la socialdemocracia lo estaba haciendo el batllismo.
Es en este marco que en 1911 se autodenominan “la extrema izquierda avanzada del Uruguay”,
diciendo además que debido a su poco poder, debían “picanear” a los partidos burgueses para que llevaran
adelante reformas sociales.
Al estudiar el socialismo uruguayo, el propio Frugoni reconoce la necesidad urgente de
diferenciación, partiendo de la base de que los partidos tradicionales al carecer de orientación ideológica
definida admiten todo tipo de fracciones. Para esto entiende que el partido debe tener una razón de ser
positiva, que trasciende la mera diferenciación con los partidos tradicionales.
Esta realidad perfila al socialismo uruguayo, que se diferencia del latinoamericano por una fuerte
impronta clasista que se basó en el marxismo como método. Por otra parte la longevidad de su líder y su
militancia activa lo convirtieron en factor político fundamental para la unidad y permanencia del partido.
Si bien se ha visto a la propuesta batllista como radical e inclusive como socializante, nosotros no
creemos tal cosa, podemos entenderla como una forma de populismo, y sin dudar de las buenas intenciones
y de la particular ideología de Batlle, pensarla también como creada por su tiempo, y no sólo como un
“creador de su tiempo”, en el decir de Vanger.
Nosotros consideramos que el contexto histórico encuadra a Batlle en una realidad a la que no puede
negarse, el movimiento sindical presenta una fuerte puja por sus intereses y derechos y lo hemos visto a lo
largo del trabajo.
Con respecto a la legislación laboral los aportes de Frugoni son fundamentales, los propios batllistas
lo confesarán, en palabras del Dr. Legnani: “Que los proyectos de Frugoni son más completos y bonitos?
Que fueron presentados antes y no fueron apoyados? Y bien! Tenga paciencia! No convenía prestigiar a
Frugoni. A favor del prestigio se pretenden luego cosas que no cuadran. Convenía, en vez, prestigiar al
batllismo. La política es así…” esto aparecerá en “El Día” en 1927, y esta citado en Machado25
Se destaca además como antecedente de la ley de 8 horas, lo hace Machado y lo toma Nahum 26 un
proyecto de legislación laboral de Roxlo y Herrera, presentado en 1905, ese proyecto contaba con reducción
de la jornada laboral a 11 horas con dos de descanso forzoso y completo, amparaba al trabajo de niños y
mujeres, protegía al trabajador en caso de accidentes, promovía los seguros para la vejez y establecía por vez
primera el derecho de huelga.
No debe dejarse de lado la influencia que tuvo tanto en Batlle como en el socialismo uruguayo la
vecina orilla. Se destaca en 1904 la elección en la Boca de un diputado socialista, Alfredo L. Palacios, quien
en su corta gestión parlamentaria propone: impuesto progresivo a las herencias, descanso dominical,
25 MACHADO, Carlos: Ob. Cit. Pág. 3526 Se encuentra enumerado como uno de los hechos principales del período batllista en: NAHUM, Benjamín: Manual de Historia del Uruguay 1903-1990, Tomo II, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo 1997.
exoneración de patentes a las cooperativas obreras, reglamentación y protección al trabajo de niños y
mujeres, derogación de la ley de residencia, tope de 8 horas para la jornada laboral, responsabilidad patronal
en los accidentes de trabajo, divorcio, derechos civiles de la mujer.
Teniendo en cuenta estos antecedentes es que debe abordarse el tema de la legislación social y
laboral de Batlle, teniendo también en cuenta su fuerte impulso y genio constructor, pero no solamente.
En opinión de Machado, a veces la prédica de Batlle fue socializante, particularmente para defender
a los “agitadores”, sostener el derecho de huelga y definir algunas relaciones del capitalismo como injustas
e inhumanas, por ejemplo el salario.
Con relación a las huelgas Batlle tiene una postura alentadora en 1896, visible a través de un editorial
del diario “El Día” citado en Machado: “Contra esta esclavitud moderna que convierte al patrón en un amo,
protestan y luchan las huelgas. Ellas dicen: queremos que el salario del hombre de trabajo se mida, no por
el valor de lo que es absolutamente indispensable para la subsistencia de éste, sino por el valor de su
trabajo; queremos que si produce por valor de 50 pesos al mes, gane 50, que es lo que produce, y no 30,
que es lo que necesita para vivir; queremos sacar esa diferencia de 20 pesos de las manos del empresario
para volverla a las manos del obrero, al cual le pertenece de derecho, y ése es el objeto de la organización
de las huelgas”.
Ya siendo presidente de la república en 1905, su forma de pensar en torno a la huelga es diferente:
“Es claro que si la huelga llega a prolongarse, si llega a asumir tales proporciones que venga a ser una
verdadera perturbación parea el Estado, en su orden interno, en sus industrias o en sus finanzas, el
Gobierno deberá intervenir para hacer cesar una situación anormal y hasta peligrosa.” También en “El
Día”27.
Es cierto que la metodología represiva predominó en la política del gobierno hasta la llegada de
Batlle y Ordóñez en 1903, porque introdujo una variante, al dejar de considerar a la cuestión social como un
problema enteramente policial y verlo desde la perspectiva del solidarismo. La opción reformista busca un
arbitraje, una posición de equilibrio desde el poder político.
Pero no considera ni de cerca cambiar las estructuras económicas que dan lugar a esa cuestión social,
en este sentido está lejos de ser socialista. Ya que la solidaridad tapa al agujero, pero no lo quita, ni revierte
a las razones que lo hacen aparecer.
Por otro lado nos apoyamos en Jorge Balbis para afirmar que la represión como método no fue
dejada de lado por Batlle, “…la represión como acción de contener, refrenar, o moderar las acciones
reivindicativas de los trabajadores buscando la conservación del orden social…”28
La situación económica
La primera década del siglo XX: hacia el Estado interventor
27 MACHADO, Carlos: Ob. Cit. Pág. 4128 BALBIS, Jorge: El Estado uruguayo ante la emergencia de la “cuestión social” (1890-1916). En CLAEH: Jornadas rioplatenses de historia comparada. “El reformismo en contrapunto. Los proceso de modernización en el Río de la Plata (1899-1930), Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo 1989. Pág. 239
El estudio que realizan Bertino, Bertoni, Tajam y Yaffé29 combina un enfoque global con un enfoque
sectorial, incorpora análisis de modelos de desarrollo económico y social y políticas económicas del período.
Señalan como característico de este período la evolución económica con una dinámica de crecimiento, en
este movimiento se pueden distinguir tres grandes momentos: la primera década del siglo XX, hasta 1912;
desde 1920 hasta 1930; la segunda posguerra hasta 1957.
Estos tres períodos permiten un mejoramiento en el nivel de vida gracias al incremento de la cantidad
de bienes a disposición de la población. En función de la modalidad de distribución de la riqueza y del
sentido del crecimiento económico, podemos dividir este período a su vez en dos etapas: los dos primeros
momentos estarían englobados en una dinámica de crecimiento hacia afuera, definida como modelo
agroexportador; y el último momento entre 1944 y 1957 se caracteriza por el crecimiento hacia afuera,
conocido como modelo ISI.
Esta división coincide con la que puede realizarse teniendo en cuenta el sector económico
predominante, en el caso del modelo agroexportador predomina el sector agropecuario, y la producción de
materias primas; mientras que en el modelo ISI, de industrialización por sustitución de importaciones,
predomina el sector industrial que se ocupa de producir lo que antes debía importarse.
Nuestro espacio cronológico en cuestión corresponde a las primeras décadas del siglo XX. Estas
ofrecieron un patrón comercial internacional predominante que permitía la participación activa del país
como proveedor de bienes primarios, especialmente cueros, lana y carne.
Millot y Bertino realizan un corte diferente, los autores identifican al año 1910 como de quiebre,
dicen que recién allí es visible una ruptura en la estructura y la política económica con el período previo.
Adjudican al reformismo batllista esta situación, diciendo que comienza en los hechos recién en 1911.
Digamos que mientras los primeros autores mencionados cortan los períodos en función de las etapas
de crecimiento que se observan en el país, los segundos cortan en un año en que se rompe con la política
económica anterior.
Durante este período las acciones estatales son un elemento esencial en los procesos económicos,
trascienden el papel de “guardián exterior”, del Estado como “juez y gendarme”, nos encontramos con
nueva forma de concebir al Estado, el cual asumía la misión de mantener las justas relaciones para la
libertad, la seguridad y la asistencia recíproca, estas eran las ideas de Ahrens quien fuera leído por Batlle.
Esto no suponía que el Estado comenzara a intervenir en la economía, pero a partir de ahora se le atribuye a
su accionar una función ética, la de generar el bienestar de quienes integran la comunidad.
Dentro de los vaivenes que experimentó el país durante el siglo XIX, ninguno desequilibró tanto
como la crisis de 1890: hubo escasez de trabajo, rebaja de sueldos y jubilaciones, atraso en el pago de
presupuestos, que repercutió en la mala situación del pobrerío rural y urbano. Estos efectos recién
comenzaron a aplacarse en 1895.
29 BERTINO, M.; BERTONI, R.; TAJAM, H.; YAFFÉ, J.: La larga marcha hacia un frágil resultado. 1900-1955. En NAHUM, Benjamín Dir.: El Uruguay del Siglo XX. Tomo I La Economía, Ediciones de Banda Oriental, Montevideo 2003.
En principio Frega y Trochon30 manejan que las medidas implementadas por el gobierno para superar
la crisis repitieron esquemas previos: se dispuso el curso forzoso del papel moneda, se bajaron sueldos y
jubilaciones, y se aumentaron los derechos sobre la importación, afectando productos de consumo popular.
Se observan ciertos cambios en las actividades económicas a fines del siglo XIX: se generalizó el
mestizaje de bovinos y ovinos; aumentó la productividad; creció la actividad manufacturera, instalándose
fábricas textiles, destilerías de alcohol, y establecimientos destinados a la producción de bienes de consumo.
Alrededor de 1895 se inicia un período de expansión de la economía mundial que se extiende hasta el
fin de la Primera Guerra Mundial. Significó una mayor demanda y el alza de los precios de la mayoría de los
productos exportables. A partir de 1896 también las condiciones de crédito –por lo menos para los grandes
estancieros– mejoraron con la fundación del Banco de la República.
En este marco se produjo un crecimiento en la producción; los volúmenes crecieron no sólo por el
aumento de los stocks sino también por aumentos de la productividad en carne y lana por cabeza de ganado,
debido al avance del mestizaje. Una etapa importante de este proceso comienza con la creación del primer
frigorífico en 1905.
“El mestizaje y la instalación de los frigoríficos constituyó el hecho fundamental en la ganadería de
este período. La paz y la mayor rentabilidad derivada de los altos precios inducen al desatesoramiento y
permite incrementar las inversiones.”
Por otro lado el “…período 1895-1910 fue de expansión de la economía mundial y en consecuencia,
aunque con fluctuaciones, los precios de los productos pecuarios, salvo los cueros secos y gorduras,
tuvieron una tendencia creciente, en especial la lana a partir de 1899.” 31
Frente al crecimiento económico argentino y brasileño, el Uruguay emprende reformas que le
permitan mantener su posición, sobre todo con relación al comercio de tránsito que Mourat32 nos muestra en
crisis: como las obras de modernización del puerto montevideano que iniciaron en 1900, la extensión de
telégrafos y líneas de ferrocarril junto con la aparición de las primeras empresas de teléfonos, apuntando a
mantener todo el país comunicado.
Mourat se pregunta cómo restablecer la competencia con el puerto de Buenos Aires que nos había
desplazado ya a fines del siglo XIX; sostiene que la respuesta se encuentra dentro de las “soluciones
batllistas”, y que consiste en sustraer de las condiciones de empresa capitalista a los servicios portuarios,
agrega a esto que el Estado debe administrarlos y debe cobrar los servicios reales prestados, no más.
En el interior del país, se pueden observar contrastes importantes, los departamentos del litoral se
beneficiaban con al tránsito fluvial, los del centro-sur tenían importantes establecimientos ganaderos
dedicados al mestizaje y la refinación, mientras que los linderos con Brasil presentaban una mayor situación
30 FREGA, Ana; TROCHON, Yvette: Estado y economía en el Río de la Plata a comienzos del siglo XX: ganadería, agricultura y capital extranjero. En CLAEH: Jornadas rioplatenses de historia comparada. “El reformismo en contrapunto. Los proceso de modernización en el Río de la Plata (1899-1930), Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo 1989.31 MILLOT, Julio; BERTINO, Magdalena: Historia Económica del Uruguay. Tomo II 1860-1910, Fondo de Cultura Universitaria, Montevideo, primera edición 1996. Pág. 8132 MOURAT, Oscar: La crisis comercial en la cuenca del plata (1880-1920), Ediciones de la Banda Oriental, Colección “Reconquista”, Montevideo (sin más datos)
de miseria, que se encubría con el contrabando. De los medios rurales se expulsaron brazos que fueron
creando los bolsones de pobreza y aumentando la brecha entre el campo y la ciudad.
Fueron impulsados con mayor y menor intensidad proyectos industrializadores, de la mano del
batllismo. Estos proyectos no suponen el resquebrajamiento de la economía agro-exportadora, sino que se
apoyan en esa forma de acumulación de capital; es fundamental tener en cuenta esto para analizar este
período de modo de superar ciertas contradicciones entre los apoyos sociales del elenco gobernante y las
medidas adoptadas por este, contribuyendo a explicar el “freno al impulso” reformista.
La base indispensable para cualquier desarrollo industrial, era la consolidación de un mercado
interno, aspecto que se lograba en gran medida subdividiendo la gran propiedad, asociando la agricultura a
la ganadería y mejorando las técnicas agrícolas que se aplicaban; esto estaba contemplado en el proyecto de
“modernización” batllista, a pesar de su corte urbano e industrial. La consolidación de un mercado interno
implicaba la comunicación de los distintos sectores del país, como vimos durante la gestión de Williman se
atendió esto.
Extender la agricultura, también requiere la pacificación de la campaña, la guerra civil de 1904 había
sido la expresión de los efectos del predominio del latifundio ganadero, que traía de la mano desocupación y
miseria en el medio rural. En este sentido, Frugoni señalaba en el manifiesto esta realidad de la campaña.
Siendo evidente para los propios contemporáneos, llama la atención que el batllismo no lo modificara.
Vamos a estudiar un poco esto.
Ana Frega y Yvette Trochon realizan un análisis de las distancias entre el discurso, los proyectos
presentados, las medidas que se aprobaron y su aplicación, y manejan entorno a esto algunas hipótesis.
A través de la formulación de medidas para el agro, se puede identificar una secuencia: crisis del
modelo pecuario, cuestionamiento del mismo por los dirigentes, y reacomodamiento de los desajustes
preservando sus características esenciales. En conclusión cuando la coyuntura posibilita volver a los niveles
de comercialización anteriores, disminuye el impulso reformista.
El proyecto industrializador reconocía sus bases en el modelo agroexportador. Los excedentes
ganaderos volcados a la exportación financiaban las importaciones que se necesitaban para el crecimiento
del sector secundario: combustibles, maquinarias y materias primas. Gracias a esta relación de dependencia
no se podía actuar en contra del modelo agroexportador.
En forma independiente de quien estuviera en el gobierno del país, el “ impulso ” suponía el “ freno ” ,
ya que el sector ganadero conservaba la llave de las exportaciones, lo que significaba una base firme de
poder. De todas formas es evidente un debilitamiento de este sector ganadero, ya que desde el “partido del
Estado” se planteaban medidas que afectaban sus intereses inmediatos. De todas maneras se volvió patente
que el modelo agroexportador necesitaba correcciones, y que mantenerlo a fuerza significaba ignorar los
cambios que se habían producido en el Uruguay del novecientos.
El análisis de las propuestas que efectivamente se plantearon, permite enmarcar al proyecto rural
batllista, en lo que se denomina “reforma agraria convencional”, el latifundio no era atacado en sí mismo,
sino cuando coincidía con formas de explotación de bajos niveles de productividad. A través del aparato
estatal se impulsaron medidas que buscaban proveer de mano de obra, garantizando a un tiempo la
propiedad privada.
El impulso reformista para el agro no se asoció a una movilización popular originada por “hambre de
tierras”, en parte porque aquí no había tradicionales asentamientos agrícolas. Las referencias que se hicieron
al comienzo en torno a la expansión agrícola como solución al tema del “pobrerío rural” no se
materializaron en medidas que contemplaran a sus integrantes como futuros colonos. Por otra parte Barrán y
Nahum dejan claro que del pobrerío no parte el reclamo de tierras sino de “aire libre y carne gorda”. En este
sentido es un hecho la debilidad de los agricultores como apoyo al reformismo33.
Hay que reconocer que dentro de la intervención en la economía y los proyectos para mejorar la
producción nacional, el más urticante fue el relacionado con el latifundio y la propiedad de la tierra, este fue
el discurso considerado más radical, llegando inclusive a amenazar la propiedad privada, por ende fue el que
generó más resistencias, esto en opinión de Caetano y Rilla.
“Sin embargo, la implementación concreta de la política antilatifundista fue finalmente abandonada
a las posibilidades de una estrategia impositiva de rasgos georgistas, inaplicable si se observa la estructura
fiscal heredada, que descansaba mayoritariamente en el consumo a través de los derechos de aduana”34
Si bien esta política impositiva no sirvió para cambiar la estructura de propiedad de la tierra, sirvió para
impulsar la organización de la oposición que daría al batllismo su primera derrota.
En Uruguay parece mayor el campo para la utopía, aquí todo estaba pendiente, en parte porque la
agricultura no había sido desarrollada ni había alcanzado niveles de complementariedad con la ganadería, y
en parte porque las explotaciones base de la economía no eran propiamente capitalistas aún. Las fuerzas
sociales implicadas en una transformación del modelo agropecuario presentaban una fuerte inactividad, por
ende la acción del Estado parecía ser la única capaz de realizar los cambios.
Para el batllismo, el Estado debía promover la industrialización, junto con el desarrollo sostenido de
la agricultura, así como una política social asistencialista. Las deficiencias del modelo agroexportador en
Uruguay habrían estimulado la aplicación de un proyecto más bien urbano e industrial, en opinión de Frega
y Trochon.
Además el batllismo contaba con un elenco político de carácter profesional, que no tenía relación
directa con el sector ganadero, en parte por esto desplegó proyectos que parecían ir en otra dirección que los
intereses de estos sectores económicamente dominantes. Barrán y Nahum denominan a este bloque contrario
al reformismo “el bloque imperial conservador”, que durante todo este período ejerció presión para
obstaculizar el “avancismo”.
Algunos de estos grupos de presión fueron: la Unión Industrial Uruguaya (1898), la Federación Rural
(1915), la Cámara Mercantil de Productos del País (1908), o la Liga de Defensa Comercial (1915); grupos
dedicados a la defensa de los intereses sectoriales, que no alcanzaron a constituirse en un partido político,
pero que constituirán un importante freno a las reformas.
33 Prueba de esto es su actitud en 1916 cuando el batllismo perdió en los departamentos predominantemente agrícolas.34 CAETANO, Gerardo; RILLA, José: Ob. Cit. Pág 151