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INVESTIGACIONESGEOGRFICASINSTITUTO UNIVERSITARIO DE GEOGRAFAUNIVERSIDAD DE ALICANTE
ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTEINSTITUTO UNIVERSITARIO DE GEOGRAFAMAYO-AGOSTO 2003
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INSTITUTO UNIVERSITARIO DE GEOGRAFAUNIVERSIDAD DE ALICANTE
INVESTIGACIONES GEOGRFICASPRESENTACIN
La revista cientfica Investigaciones Geogrficas se edita desde 1983, en el seno del Instituto Universitario de Geografa de Alicante. Es su principal objetivo contribuir a la difusin del Conocimien-to Geogrfico, en sentido amplio, y afianzarse como medio de expresin de su comunidad cientfica. Admite artculos, noticias, comentarios y reseas, necesariamente originales e inditos, que signifiquen contribuciones a la Ciencia Geogrfica, en cualquiera de sus reas de conocimiento. Espordicamente acepta aportaciones procedentes de disciplinas afines, como la Historia o la Ecologa, entre otras. Se orienta de forma especfica hacia el estudioso e investigador universitario, profesores y alumnos de la licenciatura en Geografa, y de modo genrico, a todos aquellos interesados en ampliar sus cono-cimientos sobre el hombre y el territorio. Investigaciones Geogrficas se encuentra indexada en las siguientes bases de datos: ISOC (CSIC), Geography y Geobase. Al final del ejemplar se encuentran las normas de publicacin. Desde enero de 2002 Investigaciones Geogrficas se edita con periodicidad cuatrimestral.
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Portada: Jaime Sebastin Garriga
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El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacinJacobo Garca lvarez
INSTITUTO UNIVERSITARIO DE GEOGRAFAUNIVERSIDAD DE ALICANTE
INVESTIGACIONES GEOGRFICAS
ndice
Portada
Crditos
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Resumen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Abstract . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
1. Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
2. Las fronteras y divisiones territoriales como procesos, construcciones y agentes sociales . . . . . . 12
3. De palabras y lugares: identidades, imaginarios y narrativas territoriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
4. Los gegrafos y las divisiones territoriales del estado liberal: del desencuentro a la reconciliacin . . 35
5. Consideraciones nales: hacia una nueva geohistoria de la malla poltico-administrativa . . . . . . 45
Bibliografa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Notas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
Instituto Universitario de Geografa - Mayo-agosto 2003
6NDICE
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
Departamento de Geografa
Universidad Autnoma de Madrid
Resumen
En los ltimos veinte aos, el proceso de formacin de las divisiones
territoriales subestatales de algunos pases de Europa y Amrica La-
tina ha sido objeto de estudios geohistricos profundos y novedosos.
En el marco de las transformaciones poltico-territoriales recientes y,
en estrecha relacin con ellas, del renacer de la geografa poltica y
de la geografa regional, el conocimiento del mapa administrativo con-
temporneo no slo ha recobrado actualidad y una atencin abando-
nada durante muchas dcadas, sino que tambin ha experimentado
una renovacin terica y metodolgica signi cativa. En este artculo
se revisan algunos de esos logros y planteamientos: en primer lu-
gar, el entendimiento de las divisiones poltico-administrativas como
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
7NDICE
procesos y construcciones sociales, as como poderosos agentes de
organizacin y de cambio socio-espacial; a continuacin, el notable
inters dedicado a las identidades, imaginarios y narrativas territoria-
les; por ltimo, las conexiones entre la historia de los procesos con-
temporneos de regionalizacin poltica y la historia del pensamiento
geogr co.
Palabras clave: divisiones territoriales, regionalizacin, geohistoria, nueva geografa regional, historia de la geografa, Europa, Amrica
Latina.
Abstract
Geo-historical studies of substate territorial divisions in Europe and Latin America. Topicality and renewal.- In the last twenty years, the formation of contemporary substate territorial divisions of several Eu-
ropean and Latin American countries has been the subject of detailed
and original geo-historical studies. Within the framework of recent ter-
ritorial-political changes, as well of the renaissance of Political and
Regional Geography, the analysis of modern administrative map not
only has regained an attention forgotten for some decades, but also
has undergone a remarkable theoretical and methodological renewal.
In this article some of these achievements and approaches are re-
viewed: rstly, the understanding of political-administrative divisions
both as social constructions and processes and as powerful agents in
transforming and organizing society and space; secondly, the careful
attention devoted to territorial identities, narratives and iconographies;
nally, the relationships between the history of contemporary political
regionalization and the history of geographic thought.
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
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8NDICE
Key words: territorial divisions, regionalization, geo-historical ap-proaches, new regional geography, history of geography, Europe,
Latin America.
1. Introduccin (nota 1)
Entre cuantos asuntos pueden presentarse a la deliberacin de un cuerpo legislativo, despus de la formacin de la Constitucin
del Estado es, sin duda, la divisin del territorio el ms esencial e interesante. Sin sta, las ventajas de aquella sern en mucha
parte vanas e ilusorias
Juan Antonio Yandiola, diputado por Vizcaya en las Cortes Ge-
nerales espaolas de 1821
(DSC, 1-X-1821)
En los ltimos veinte aos la bibliografa geogr ca eu-
ropea y latinoamericana sobre fronteras y divisiones
poltico-territoriales ha experimentado un signi cativo
aumento respecto a decenios anteriores. Las motivaciones
que han animado este incremento son diversas, y han de
buscarse, en primer lugar, fuera de la disciplina.
En el caso de Europa, sobresalen, sin duda, dos estmulos de
carcter poltico (Houtum, 2000; Plaza, 1997). De un lado, la
descomposicin, a partir de 1989, del bloque sovitico en el
Este y Centro del subcontinente, que ha dado pie a las modi-
caciones ms importantes acontecidas en el mapa poltico
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
9NDICE
estatal desde la II Guerra Mundial y a un renacer de con ictos
etno-territoriales, fronterizos e identitarios de extraordinaria
magnitud. De otro, y en sentido aparentemente contrario, el
fortalecimiento de los procesos de integracin poltica en el
seno de la Unin Europea, a partir del Acta nica (1987) y
del Tratado de Maastricht (1992), que, entre otros aspectos,
han impulsado la desaparicin de los controles aduaneros in-
ternos a la circulacin de personas, mercancas y bienes y la
implementacin de polticas de cooperacin transfronteriza.
A ello cabe sumar otros factores, compartidos en gran parte
por Europa y Amrica Latina, tales como el fortalecimiento de
los procesos de globalizacin, sobre todo en el plano econ-
mico, que ha erosionado fuertemente la capacidad poltica
de los Estados e introducido cambios importantes en la na-
turaleza tradicional de las fronteras (Newman y Paasi, 1999;
Martn, 1998); o la apertura e instauracin de procesos de
descentralizacin regional, a nivel poltico y administrativo,
en numerosos pases a uno y otro lado del Atlntico, que han
puesto n a varios decenios de tendencias centralizadoras
y han implicado, en algunos casos, la delimitacin espacial
de nuevas entidades territoriales (Keating, 1998; Cano, 1990;
Revel-Mouroz, 1989; Panadero, 2000).
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
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10NDICE
Todas esas dinmicas, unidas a otras de tipo acadmico que
habr tiempo de recordar ms adelante, han animado el no-
table renacimiento de la geografa poltica, tras varias dca-
das de abandono e incluso de descrdito. El resurgir reciente
de esta rama de la disciplina, as como de los estudios de
vocacin regional, recupera y conecta en tal sentido con una
preocupacin longeva, aunque lo hace, en gran parte, a par-
tir de un contexto emprico inevitablemente distinto y desde
planteamientos tericos y conceptuales novedosos. Algunos
de sus representantes o estudiosos hablan as, con ms o
menos causa, de una nueva geografa poltica, y en relacin con ella, de una nueva geografa regional, de una nueva geo-grafa histrica e incluso de una nueva historiografa de la geografa, al objeto de subrayar determinados elementos de cambio con la tradicin clsica o con los enfoques preva-
lecientes en estos campos hasta mediados del decenio de
1980 (Paasi, 2002).
Y es que el renacer de los estudios geogr cos sobre fronte-
ras y divisiones territoriales no slo viene marcado por un evi-
dente incremento cuantitativo, sino tambin por signi cativos
progresos cualitativos: la utilizacin de nuevos enfoques te-
ricos y metodolgicos de anlisis, la explotacin de fuentes
o de tcnicas otrora desatendidas, la exploracin de facetas
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
11NDICE
poco conocidas u olvidadas, y el cuestionamiento y la revi-
sin de viejos conceptos e interpretaciones. No se trata slo,
pues, de que la naturaleza de las fronteras y de los modelos
territoriales de Estado est experimentando cambios nota-
bles, sino que tambin parecen estar cambiando las maneras
cient cas de estudiarlos, las lentes con que las disciplinas se
aproximan a su presente y a su pasado, a su actualidad y a
su historia.
En este artculo se re exiona sobre algunos de esos logros y
cambios recientes, y en particular, sobre las investigaciones
geohistricas relativas a la gnesis y evolucin de las divisio-
nes territoriales subestatales en la Europa y la Amrica Latina
contemporneas, que ha dado pie a varias tesis doctorales
y a estudios monogr cos notables y representativos de la
renovacin a que me refera (nota 2). Mi inters se centrar,
de forma ms concreta, en tres de los aspectos tericos y
metodolgicos ms signi cativos, a mi juicio, en este sentido:
en primer lugar, el entendimiento de las divisiones regionales
como procesos, construcciones y agentes sociales; a conti-
nuacin, la creciente atencin a la identidades, imaginarios
y narrativas territoriales; por ltimo, las conexiones entre la
historia de los procesos contemporneos de regionalizacin
poltica y la historia del pensamiento geogr co.
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
Instituto Universitario de Geografa - Mayo-agosto 2003
12NDICE
2. Las fronteras y divisiones territoriales como procesos, construcciones y agentes sociales
Uno de los olvidos o limitaciones principales que los mento-
res de una nueva geografa regional aprecian en la mayora
de los estudios de pases y lugares estriba en el entendimien-
to implcitamente objetivo, esttico y pasivo con que suelen
tratarse las fronteras y divisiones territoriales. En opinin de
autores como Alexander Murphy (1991, 1997), Marie-Claude
Maurel (1984) o Anssi Paasi (2002), los gegrafos han solido
utilizar las entidades poltico-administrativas (estados, regio-
nes, municipios, etc.) como meras unidades espaciales para
la clasi cacin y el estudio de unos u otros fenmenos; es de-
cir, se han servido de las divisiones territoriales como una es-
pecie de marcos preestablecidos, y en cierto modo estticos,
que son necesarios o cmodos a efectos estadsticos y que
se asumen acrticamente como si su presencia apenas tuvie-
ra implicaciones sobre el espacio que delimitan: una suerte
de contenedores territoriales, en la expresin de Agnew, o
de escenarios congelados, segn Allan Pred, en los que se
despliegan los procesos y hechos objeto de la investigacin
(Agnew, 1999).
Mucho menos frecuente ha sido, en cambio, que el investi-
gador se interrogase explcitamente sobre la pertinencia y las
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
13NDICE
consecuencias epistemolgicas de la eleccin de esas unida-
des de trabajo, o lo que es lo mismo, sobre los fundamentos
que sustentan las divisiones poltico-administrativas y las im-
plicaciones producidas por ellas en la organizacin espacial
del fenmeno analizado As, por ejemplo, la mayora de los
estudios de historia o de geografa histrica regional adoptan
como marco de trabajo los nombres y los lmites de los es-
tados o regiones polticas contemporneos para describir las
distribuciones y fenmenos del pasado, sin entrar a valorar
el presentismo que implica esa consideracin, el carcter
histricamente variable y contingente de las fronteras o los
efectos que la existencia de esas divisiones han podido tener
sobre los hechos investigados (nota 3).
En el ejemplo puesto por Murphy, pretender estudiar la distri-
bucin de la red urbana de la regin actual de Valonia en el
siglo XVIII sin valorar el hecho de que esta divisin territorial,
que hoy tiene carcter poltico, apenas tena signi cacin con-
ceptual, funcional o institucional hasta prcticamente nales
del XIX, y que ni siquiera el trmino mismo de Valonia exista,
resulta un error de partida que condicionar seriamente los
resultados. Referirse a cuestiones tales como los pueblos
de la Espaa prerromana, o el paisaje de Argentina en el perodo colonial, por poner ejemplos culturalmente ms
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cercanos, entraa en si mismo un presentismo enormemen-
te extendido an hoy da, incluso en el mbito acadmico, y
re eja el poderoso nacionalismo metodolgico que sigue
dominando el discurso de muchas ciencias sociales (Prez
Garzn, 2000).
Para corregir este tipo de planteamientos, los autores vincu-
lados la nueva geografa regional han propuesto profundizar
en el estudio de las fronteras y divisiones territoriales como
construcciones sociales que no slo re ejan diferencias ob-
jetivas internas en el seno del territorio y de la sociedad (dife-
rencias, por ejemplo, en el paisaje natural y cultural, en la len-
gua, la religin, la historia, la organizacin econmica, etc.),
sino que tambin proyectan determinadas ideas subjetivas e
intereses ideolgicos, al tiempo que contribuyen a modelar
tales diferencias, ideas e intereses. Sin duda las regiones son
resultado, en parte, de determinadas diferencias espaciales
y sociales; pero tambin las regiones mismas, una vez insti-
tucionalizadas, pueden producir nuevas diferencias, o ensan-
char las preexistentes.
El estudio pionero de Murphy sobre la gnesis y las conse-
cuencias geogr cas de la divisin poltica de Blgica en tres
regiones de acuerdo con las lneas de separacin lingstica
(dos monolinges, Flandes y Valonia; ms la demarcacin
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
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metropolitana y bilinge de Bruselas) resulta ejemplar en
ese sentido: la institucionalizacin poltica de esas unidades,
consagrada nicamente a partir de 1980, ha acabado modi -
cando no slo el modelo y las maneras de percibir el estado
belga, sino la misma organizacin espacial de esos fenme-
nos econmicos, demogr cos, urbanos o de comunicacin
(Murphy, 1988, 1997).
Por citar slo algunos ejemplos, la nueva divisin poltica ha
propiciado desplazamientos de poblacin (en especial de las
minoras francfonas de Flandes, en direccin a Bruselas);
introducido anomalas en el crecimiento urbano de Bruselas
(a caballo entre las otras dos regiones); alterado la estructura
de la red urbana (as, al tiempo que se fortalecen las nuevas
capitales administrativas regionales, como Namur en Valonia,
otras ciudades fronterizas entre las dos regiones, como la de
Lieja, tambin valona, han visto recortada su primitiva rea
de atraccin); o estimulado la competencia econmica en-
tre ambas regiones por la localizacin de las inversiones del
gobierno central. El bilingismo que caracterizaba al antiguo
sistema universitario se ha roto; y la divisin ha propiciado
tambin la regionalizacin, conforme a la dualidad territorial
lingstica, de otros muchos mbitos institucionales, adminis-
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16NDICE
trativos y de servicios, e incluso de las pautas de interaccin
social.
Las informaciones divulgadas por los medios se presentan
estructuradas segn las tres divisiones polticas del pas, e
inciden ms en los aspectos regionales que en los nacio-
nales; la informacin estadstica se facilita ahora al nivel de
esas mismas unidades; la literatura y los manuales escola-
res se centran cada vez en sus propias regiones; e incluso
el paisaje visual de las seales pblicas se va convirtien-
do progresivamente en monolinge. La divisin regional del
pas sobre la base de criterios lingsticos se revela, pues, no
slo como un producto de las diferencias y tensiones tnicas
previas, sino tambin como un factor que est alterando de
manera signi cativa la organizacin espacial de Blgica, la
distribucin territorial de los hechos sociales, culturales, pol-
ticos y econmicos.
Las regiones concluye Murphy son el producto del regiona-lismo y al mismo tiempo la creacin de regiones sirve para fomen-tar el regionalismo (...) El regionalismo es el proceso por el cual las regiones son creadas, as como el resultado de su creacin (1988: 32-33, traduccin propia).
La capacidad estructurante de la malla territorial-administra-
tiva ha sido resaltada tambin por Francesc Nadal (1990),
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
17NDICE
uno de los autores que ms ha contribuido al cultivo y la re-
novacin reciente de esta lnea de investigacin dentro de
la geografa espaola. Para Nadal, la persistencia temporal
mostrada por algunas divisiones a travs de diferentes pero-
dos y regmenes polticos, incluso en mbitos donde carecan
de precedentes en la tradicin local o regional anterior, revela
no slo el cuidado y la sensibilidad geogr ca con que fueron
trazadas, sino tambin el peso de las inercias y sistemas de
relaciones que son capaces de impulsar a posteriori, y hace pensar en la existencia de una cierta autonoma del hecho
territorial:
Una vez instaurada la nueva divisin territorial, sus instituciones y burcratas tejern una red de comunicaciones, entidades cul-turales, sistemas de informaciones y estadsticas, que resultar no slo difcil de romper, sino que pocos polticos que lleguen al poder decidirn prescindir de la misma (Nadal, 1990: 108)
Jess Burgueo (1996) ha probado, por ejemplo, el enorme
poder vertebrador ejercido por la moderna divisin provincial
espaola, establecida en 1833 y todava vigente. Su instau-
racin y su continuidad en el tiempo como marco espacial
para la localizacin de la administracin perifrica del estado
y de la red de comunicaciones de primer rango han marcado
profundamente el desarrollo posterior del sistema urbano (las
capitales de provincia, en concreto, han polarizado desde el
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
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18NDICE
siglo XIX el crecimiento econmico y demogr co del pas)
y han generado poderosos sentimientos de identidad incluso
en reas que carecan previamente de toda conciencia regio-
nal: los episodios que condujeron a la creacin de las comu-
nidades autnomas de La Rioja (sobre la antigua provincia
de Logroo) y Cantabria (sobre la antigua provincia de San-
tander), as como los provincialismos, nalmente frustrados,
de Segovia, Burgos o Len, son buen ejemplo de ello (Garca
lvarez, 2002: captulo 5).
El desarrollo del estado autonmico, transcurridos veinticinco
aos desde su gestacin, est produciendo ya efectos muy
parecidos. La institucionalizacin del nuevo mapa poltico ha
fortalecido, consolidado o forjado, segn los casos, un pa-
triotismo regional que por lo comn convive sin problemas
con la identi cacin nacional espaola y que, en los comien-
zos de la transicin a la democracia, resultaba claramente
minoritario, cuando no inexistente, en buena parte de los ac-
tuales entes autonmicos (Garca Ferrando et al., 1994; Mo-ral, 1998).
Los estudios geogr cos recientes sobre la temtica de la di-
visin territorial han incidido igualmente en las imbricaciones
estrechas y dialcticas entre el poder poltico, el espacio y la
sociedad. Cada tipo de divisin entraa, habitualmente, un
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
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19NDICE
modelo de sociedad espec co; o a la inversa, cada cambio
en la estructura social del poder suele propiciar el cambio
de la malla poltico-administrativa (nota 4). Las revolucio-
nes liberales, las revoluciones socialistas, los procesos de
independencia y descolonizacin, etc., muestran de manera
palmaria esta ntima relacin. Como en la clebre mxima
foucaltiana, la ordenacin del espacio, la manipulacin de los
marcos territoriales, aparecen as no slo como un producto
o expresin del poder poltico, sino tambin como uno de sus
ms slidos fundamentos.
Andr Corboz (2000), para el caso de los Estados Unidos
de Amrica, y Marie-Vic Ozouf-Marignier (1989), para el de
Francia, han re exionado sobre los proyectos sociales que
perseguan los diseos territoriales uniformes, geomtricos y
en damero plasmados en la Land Ordinance Act de 1785, pro-movida por Jefferson, y en el primer plan de divisin departa-
mental, presentado a la Asamblea Constituyente en septiem-
bre de 1789: ms all de los objetivos sin duda claves de
la racionalidad y la e cacia administrativas, ambos modelos
aspiraban a realizar la utopa de una sociedad nueva, demo-
crtica e igualitaria, frente a los privilegios y desigualdades
sociales que subyacan al catico mapa administrativo del
Antiguo Rgimen.
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
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20NDICE
Entre los objetivos que persiguen las reformas territoriales
emprendidas en Espaa y la Amrica Hispana por los Borbo-
nes en la segunda mitad del XVIII, culminadas en la implan-
tacin del sistema de intendencias, no falta tampoco el de
la redistribucin social del poder: mediante tales reformas la
Corona pretende incrementar su control poltico y scal sobre
el territorio a costa de la vieja aristocracia laica y eclesisti-
ca, que en virtud de los modelos de conquista y colonizacin
respectivos ostentaba todava el seoro jurisdiccional sobre
amplias partes de la monarqua (Garca lvarez, 2002: 235 y
ss.; Commons, 1993). Los intereses del despotismo ilustrado
y el liberalismo burgus se tocan estrechamente en este pun-
to. El hecho de que el decreto de 6 de agosto de 1811, uno
de los ms revolucionarios promulgados por las Cortes de
Cdiz, por el que se abolen y nacionalizan dichos seoros,
sea respetado por las sucesivas restauraciones absolutistas
resulta harto signi cativo.
Pero para los liberales que impulsan las reformas en la Fran-
cia de 1789 y, posteriormente, en Espaa y la mayora de
los estados iberoamericanos, la homogeneizacin del viejo
mapa poltico, con sus enormes diferencias internas de ta-
mao y poblacin, y la fragmentacin de los antiguos reinos
y principados en unidades ms pequeas y equilibradas ofre-
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
21NDICE
cen, adems, un potencial aadido: el de diluir las identida-
des locales o regionales histricas y fortalecer la cohesin
e integracin nacional de los nuevos estados. La burguesa
revolucionaria aplica sobre el mapa de los grandes conjuntos
regionales del pasado un arriesgado y hasta paradjico prin-
cipio: el de dividir para unir.
En la lgica de sus art ces e idelogos, la particin espa-
cial debe producir la uni cacin poltica. La construccin de
una nueva idea de nacin ampara y a la vez se apoya en la
reorganizacin de la malla poltico-territorial. Lo que remite
al segundo grupo de temas, preocupaciones y de lecturas
renovadoras sobre el que quiero llamar la atencin.
3. De palabras y lugares: identidades, imaginarios y narrativas territoriales
Las aproximaciones geogr cas recientes a la temtica de
las fronteras y divisiones poltico-administrativas contempo-
rneas muestran, en efecto, una creciente atencin hacia las
dimensiones culturales, identitarias y narrativas vinculadas a
las mismas. Un atencin que responde, a mi juicio, tanto a la
in uencia de los planteamientos los cos postmodernos y
postestructuralistas en amplios sectores de la disciplina geo-
gr ca, que han concedido una notable importancia a estas
cuestiones, como a los resultados empricos que asoman
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
Instituto Universitario de Geografa - Mayo-agosto 2003
22NDICE
al estudiar detenidamente este tipo de procesos. El anlisis
detallado de la literatura de la poca y de los prolijos expe-
dientes parlamentarios reunidos a raz de la implantacin de
las divisiones territoriales modernas se ha revelado, de he-
cho, como un autntico ln para apreciar las percepciones
sociales del territorio existentes en la poca (esto que algu-
nos autores llaman el imaginario territorial); la importancia,
multiplicidad y, a menudo, con ictividad de las identidades
colectivas de carcter espacial; as como el papel de deter-
minados grupos y narrativas en la creacin o reproduccin de
tales identidades.
Por lo pronto, los proyectos y debates sobre la reforma de la
divisin del territorio movilizan discursos y representaciones
espaciales muy diversas: cient cos, burcratas y polticos
exponen sus propias razones sobre las que fundar la divisin
que consideran mejor, y en ese ejercicio acopian o elaboran
una notable cantidad de informaciones geogr cas, estadsti-
cas y cartogr cas sobre el espacio a organizar.
En la Francia revolucionaria y en la Espaa del llamado Trie-
nio Liberal (1820-1823), perodo en que se trazan las lneas
bsicas de la divisin provincial actual, la obtencin de una
circunscripcin administrativa propia o de la capitalidad de
la misma suscita, sobre todo, enconadas disputas entre las
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
23NDICE
ciudades y villas ms importantes del momento, cuyos re-
presentantes envan al parlamento nacional toda suerte de
misivas, informes, exposiciones, etc, plagados de datos y de
argumentos con que favorecer sus propios intereses y des-
acreditar los de sus competidores. La reorganizacin interna
del mapa poltico estatal destapa meridianamente las viejas
y las nuevas rivalidades locales, y en particular, las aspiracio-
nes de las ciudades ms dinmicas por obtener una posicin
destacada en la red administrativa naciente; la polmica so-
bre la capitalidad de las nuevas unidades subyace y supera
con creces a la de la de nicin de su nmero, dimensiones y
lmites territoriales (Margadant, 1992; Burgueo, 1996: 243-
255).
La formacin de los mapas polticos argentino y mexicano en
los primeros aos de la independencia nos ofrece un cuadro
igualmente expresivo en este sentido, aunque en el marco de
un procedimiento distinto.
En el caso de la Argentina postcolonial, la delimitacin de las
unidades provinciales del estado naciente responder, ms
que a un proceso plani cado y debatido a nivel parlamen-
tario, a un mapa de resultados protagonizado por las lites
urbanas: sobre la descomposicin de la antigua planta de in-
tendencias, las provincias argentinas se irn formando a par-
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
Instituto Universitario de Geografa - Mayo-agosto 2003
24NDICE
tir de las segregaciones y declaraciones de independencia
promovidas, de manera sucesiva e individualizada, por las
principales ciudades del pas (San Martino, 1997; Halperin,
2000:191 y ss.). En el de Mxico, el mapa de los estados
de la federacin se apoyar esencialmente en el de las in-
tendencias del ltimo perodo colonial, pero tambin experi-
mentara modi caciones ulteriores derivadas de las disputas
entre los grupos de poder locales: la creacin, a lo largo de
la segunda mitad del XIX, de los estados de Aguascalientes
(segregado del de Zacatecas), Campeche (del de Yucatn) y
Guerrero (del de Mxico), o la separacin de los de Sonora y
Sinaloa, ha sido interpretada recientemente en este sentido
(Landavazo, 2001).
Por otra parte, los procesos de divisin territorial liberales
movilizan y hacen visible la importancia de determinadas
identidades, apegos o sentimientos colectivos de base tnica
y geogr ca. Los proyectos reformistas ms radicales, como
los que pretenden hacer tabla rasa de las divisiones hist-
ricas anteriores imponiendo frmulas geomtricas y unifor-
mes, o utilizando ampliamente los lmites de carcter natural,
provocarn el contundente rechazo, no exento de nostalgia,
de quienes temen ver diluidos de manera irreversible deter-
minados smbolos y seas tradicionales de identidad. La re-
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
25NDICE
accin de los diputados catalanes, aragoneses y valencianos
en las Cortes de Cdiz ante la posibilidad de una reforma que
mezclara partes de los antiguos reinos y principados resulta
harto elocuente en ese sentido:
Quisiera saber antes plante, por ejemplo, entonces, el cata-ln Felip Aner qu se entiende por divisin del territorio espaol. Si se entiende dividir las provincias que tienen demarcados sus trminos bajo cierta denominacin, como Catalua, Aragn, etc., aadiendo a una lo que se desmembra de otra, desde ahora me opongo (....). Supuesto que no se ha tratado de variar el nombre de las provincias de Espaa, sera razn de poltica que a stos que tienen unas mismas costumbres y un idioma se les separase para agregarlos a otras provincias que los tienen diferentes? Na-die es capaz de hacer que los catalanes se olviden de que son catalanes (DSC, 2-IX-1812).
El emergente nacionalismo liberal espaol y el racionalismo
universalista de raz ilustrada chocarn ya entonces con el
llamado espritu del provincialismo, que pugna por defen-
der la personalidad y la integridad territorial de las viejas re-
giones. El resultado nal re eja de hecho un pacto entre unas
y otras posturas.
Con elevadas dosis de sensatez y realismo, la mayora de las
reformas territoriales emprendidas por los nacientes estados
liberales renunci a prescindir totalmente de los factores his-
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
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26NDICE
tricos y culturales e incorpor a los nuevos diseos algunos
de los viejos trazos. En el caso espaol, por ejemplo, se pro-
curar que en las nuevas provincias no se mezclen comuni-
dades de lenguas vernculas distintas y, en relacin con ello,
se evitar trastocar los lmites externos de los antiguos reinos
o regiones histricas (como Aragn, las Castillas, Catalua,
las provincias vascas, Navarra, Galicia y Valencia), en la con-
ciencia de que esas unidades constituan, por lo comn, po-
derosos mbitos de identidad colectiva, con sus tradiciones
y costumbres particulares. Entre los propios art ces directos
de las divisiones decimonnicas no faltan razonamientos pro-
lijos y extraordinariamente avanzados en este sentido, como
los del gegrafo mexicano Manuel Orozco y Berra, autor de
la primera carta etnogr ca de su pas y principal respon-
sable de la divisin territorial establecida en ste durante el
Segundo Imperio (1865) (Commons, 1989, 2000).
Pero adems, los estudios geohistricos recientes sobre la
temtica de la divisin territorial han profundizado en las fa-
cetas ms espec camente textuales o narrativas de estos
procesos. Esta atencin guarda estrecha relacin, como ya
se ha apuntado, con la visin postmoderna o postestructura-
lista del lenguaje y de las representaciones en general. De
acuerdo con sta, el modo en que describimos el mundo, las
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
27NDICE
palabras que usamos, las representaciones gr cas, etc, no
pueden considerarse meros re ejos pasivos de una realidad
exterior, sino elementos que modelan nuestra percepcin del
mismo y la manera en que actuamos en l. Pues los dis-
cursos en general o en nuestro caso, los discursos sobre
el territorio constituyen autnticas prcticas culturales de
signi cacin, que abarcan combinaciones particulares de
textos, narrativas, conceptos, ideologas, etc., entreveradas,
cada una de ellas, con una dimensin concreta de la accin
social (Garca lvarez, 2002: 58 y ss.).
Ciertamente los lugares, las regiones, las naciones, confor-
man en s mismos relatos, narraciones, en la medida en que
se hacen visibles y se comunican popularmente a travs de
determinados discursos, entre los cuales no es desde lue-
go menor el papel desempeado por las geografas y las
historias regionales, que han sido y siguen siendo medios
destacados para el fortalecimiento de la identidad territorial
(Gmez Mendoza, 2001a; Garca lvarez y Maras Martnez,
2002).
La incorporacin de estas inquietudes en el campo concre-
to que nos ocupa se ha traducido en varias direcciones. La
mencionada Ozouf-Marignier (1989), por ejemplo, ha profun-
dizado con gran nura en la retrica de los debates parlamen-
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
Instituto Universitario de Geografa - Mayo-agosto 2003
28NDICE
tarios que precedieron a la divisin territorial departamen-
tal. Los diputados de las distintas provincias y orientaciones
ideolgicas movilizan con frecuencia ciertas metforas, me-
tonimias, imgenes, etc. para tratar de convencer y legitimar
sus posturas. Ozouf recalca, en tal sentido, la proliferacin
de las analogas territoriales tomadas de la fsica, la medicina
o la biologa: los defensores de los lmites de las provincias
antiguas apelan a menudo a la existencia de un orden natu-
ral; los partidarios de la reforma insisten en la dependencia
de las partes respecto al todo, o en la interdependencia de
las funciones urbanas; la centralizacin poltica y administra-
tiva del pas es descrita (y atacada) con el lenguaje de la
mecnica, que se re ere, en especial, al parasitismo de las
grandes ciudades...
En la misma Espaa, la reforma del mapa poltico aparece
ante sus art ces como el resorte fundamental y necesario
para hacer funcionar e cazmente la mquina (administra-
tiva) del estado (nota 5), o incluso como la medicina im-
prescindible para curar a la patria, una madre enferma
que padece de mala y monstruosa divisin de su territorio
(nota 6). La organizacin territorial del Antiguo Rgimen se
asimila a menudo, por boca del reformismo ilustrado, a un
cuerpo deforme, cuyos miembros, irregulares y despro-
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
29NDICE
porcionados en extremo, le impiden caminar correctamente (nota 7). El soriano Ramn Snchez Salvador, diputado en las Cortes del Trienio Liberal, compara el reto de disear la
nueva divisin con una ecuacin matemtica de variables tan
diversas que la determinacin de un resultado exacto que
satisfaga por igual todos los objetivos perseguidos se con-
sidera simplemente irrealizable (DSC, 4-X-1821).
La realidad plural y compleja del territorio peninsular (con-
trastes demogr cos, fragmentacin y diversidad del medio
fsico, as como de las culturas y tradiciones institucionales,
etc) desaconseja toda solucin geomtrica y uniforme: Felipe
Bauz y Jos Agustn de Larramendi, comisionados por el
gobierno para elaborar el primer proyecto de divisin, apelan
a esa realidad ante los parlamentarios que queran que las
nuevas provincias fuesen tan iguales en super cie como las
cuadrculas de un tablero de damas (nota 8). El presiden-te de la comisin de divisin de Cortes, Diego Clemencn,
replica, en n, a los diputados ms reacios a la nueva com-
partimentacin, o a quienes se resisten a toda disminucin
de la super cie de sus provincias de origen, con expresivas
analogas geogr cas:
Se est hablando de esta divisin como si entre provincia y provincia se estableciese una incomunicacin absoluta, un muro impenetrable como el que separa la Tartaria de la China, o bien
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
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una comunicacin llena de inconvenientes y peligros. Qu di-ferencia hallar el ciudadano que pase de una provincia a otra? Ninguna ciertamente, porque las mismas leyes le gobiernan (...) Los habitantes de cualquiera de ellas, cuando van a la comarcana pasan, por decirlo as, de un aposento a otro de la casa paterna. No van a ningn pas enemigo o extrao en que no se cuide de su felicidad (cf. Burgueo, 1996: 239).
El discurso regionalista y descentralizador de la transicin
democrtica espaola est plagado tambin de metforas,
smiles y metonimias de amplia aceptacin, en especial las di-
rigidas contra Madrid, la capital del estado, presentada como
el monstruo, el pulpo, o el imn que succiona los re-
cursos humanos y naturales de las regiones de la Meseta,
condenndolas a la esterilidad y al abandono (ibd.: 653-58). Unas imgenes que recuerdan claramente al clebre ensayo
de Jean-Franois Gravier (Paris et le dsert franais, 1947), base doctrinal de las polticas regionales en la Francia pos-
terior a la II Guerra Mundial, y que no faltan tampoco en la
retrica anti-centralista de muchos pases latinoamericanos,
afectados por galopantes problemas de macrocefalia (Collin-
Delavaud, 1989; Panadero et al., 1992).
La elocuencia, la recurrencia y el xito persuasivo de algunas
de estas imgenes resultan fascinantes, y conviene recordar
que por encima de su mayor o menor adecuacin a la rea-
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
31NDICE
lidad, tales representaciones pueden condicionar de hecho,
de manera notable, las polticas territoriales del estado. La
propia Ozouf-Marignier (1989: 14) ha querido orientar su an-
lisis privilegiando el pensamiento de la realidad frente a la
realidad misma, la representacin frente al objeto represen-
tado.
Y es que la misma importancia del lenguaje y de los medios
de representacin en la creacin, reproduccin o destruc-
cin de lugares e identidades espaciales asoma de mane-
ra palmaria en otro aspecto clave de toda divisin territorial:
la nomenclatura, la toponimia, la designacin de las nuevas
unidades administrativas. Los protagonistas de algunas de
las grandes reformas territoriales contemporneas es el
caso, una vez ms, de la Francia revolucionaria y la Espaa
liberal demuestran ser plenamente conscientes del poder
simblico que poseen los nombres de lugar y discuten aca-
loradamente al respecto (Burgueo, 1996: 235-237; Garca
lvarez, 2002: 279-282).
En su deseo de borrar de la memoria popular el recuerdo y la
fuerza sentimental de los antiguos reinos y regiones y fortale-
cer la formacin de una conciencia nacional unitaria (francesa
o espaola), las propuestas ms revolucionarias abogan por
instaurar una nomenclatura radicalmente ahistrica apoyada,
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
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ya en una simple numeracin, ya en la posicin geogr ca o
en los accidentes ms importantes del terreno (mares, ros,
montaas, cabos, etc.) (nota 9). Esta ltima opcin triunfa, como es sabido, en el mapa departamental francs (casi el
70 % de los nombres de las nuevas unidades son de carcter
uvial), pero fracasa en Espaa, as como en Portugal, don-
de se opta por una solucin mucho ms moderada: designar
a las provincias (a los distritos, en el caso portugus) por el
nombre de sus capitales.
En fechas mucho ms recientes, el proceso de formacin de
las comunidades autnomas espaolas, iniciado con la Cons-
titucin de 1978, suscit debates ms o menos enconados
sobre sus smbolos territoriales bsicos. En territorios como
Cantabria, La Rioja o la Comunidad Valenciana la cuestin
de la denominacin a adoptar en el nuevo mapa poltico del
estado enfrentara a sectores ideolgicos dispares y se con-
vertira de hecho en uno de los principales instrumentos de
movilizacin regional (Garca lvarez, 2002: 638-650).
La preocupacin por las dimensiones creativas de los dis-
cursos relativos a la divisin territorial se ha traducido tam-
bin en otras indagaciones, como las que se re eren a las
narrativas espec cas de los gegrafos, en su modalidades y
gneros diversos. En efecto, descripciones escritas, mapas,
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
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33NDICE
inventarios estadsticos, censales y catastrales, dibujos y fo-
tografas, etc., no constituyen meramente un espejo pasivo
de lo que existe, sino que al mismo tiempo se implican, de
manera ms o menos activa, en su construccin. La nueva
geografa poltica e histrica est prestando una atencin cre-
ciente al modo en que estas representaciones, divulgadas a
travs de los principales vehculos de socializacin modernos
(como el sistema educativo o los medios de comunicacin
de masas), han podido in uir o incluso modelar la concien-
cia socio-espacial de los ciudadanos, o en nuestro caso, su
percepcin de la organizacin regional del mundo (Lewis y
Wigen, 1997; Agnew, 1999).
Autores como Benedict Anderson (1993) o James Akerman
(1995) han destacado, por ejemplo, el papel desempeado
por los mapas contemporneos en la extensin de la con-
ciencia nacional, en un doble sentido: de un lado, como modo
de reforzar la apariencia de antigedad y estabilidad temporal
de los estados modernos, a travs de la cartografa histrica;
de otro, como autnticos iconos o logotipos de la idea nacio-
nal, como imgenes que contribuyeron de forma decisiva a
consolidar la imagen mental de un concepto esencialmente
abstracto (el estado-nacin) en los trminos visibles de un
espacio territorial limitado. Desde hace varios siglos, la car-
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
Instituto Universitario de Geografa - Mayo-agosto 2003
34NDICE
tografa poltica ha transmitido a los ciudadanos una imagen
del mundo semejante a un puzzle o rompecabezas perfecto,
en que las piezas bsicas del sistema (los estados), colorea-
dos con sus tonos propios y delimitados por lneas fronterizas
aparentemente ntidas, encajan unas con otros sin solucin
de continuidad: una iconografa que en cierto modo ha con-
tribuido a ocultar otras formas posibles de soberana, la exis-
tencia de reas en disputa e incluso la realidad geogr ca
compleja, y en buena parte zonal, de las fronteras estatales.
Otros estudios anlogos, como los de Silvana Patriarca
(1996), para el caso de Italia, Silvina Quintero (1999, 2000),
para el de Argentina, o Garca lvarez (2002), para el de Es-
paa, han demostrado la in uencia que las regionalizaciones
geogr cas escolares, divulgadas a travs de los libros de
texto de la asignatura, han ejercido en la memoria y el ima-
ginario regional de los ciudadanos, e incluso en la institucio-
nalizacin poltica o administrativa de determinados territo-
rios. El debate poltico y acadmico sostenido recientemente
sobre el contenido de la enseanza geogr ca en algunas
de las comunidades autnomas no ha estado exento de po-
lmicas harto signi cativas en ese sentido, como las relati-
vas al uso, en el Pas Vasco, del concepto de Euskal Herria (Garca lvarez y Maras Martnez, 2002) (nota 10). Porque,
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
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como ha advertido hace poco Jose na Gmez Mendoza, si
la Geografa y la Historia escolares sirvieron en su momento
para construir y trasmitir la idea de Estado, estn sirviendo
actualmente, por las mismas razones y procedimientos, para
la construccin territorial de las autonomas, y, en su caso, de
las reivindicaciones soberanistas (Gmez Mendoza, 2001b:
22; Garca lvarez, 2003; Rivire, 2000) (nota 11).
El anlisis de las narrativas vinculadas a los procesos de
construccin regional conecta estrechamente, de este modo,
con la historia de la disciplina geogr ca.
4. Los gegrafos y las divisiones territoriales del estado liberal: del desencuentro a la reconciliacin
Cuando se revisa la literatura geogr ca contempornea so-
bre las divisiones territoriales internas establecidas por las
revoluciones liberales, tanto en Europa como en Amrica
Latina, sobresalen sin lugar a dudas las imgenes crticas y
negativas. Los departamentos franceses, las provincias es-
paolas, italianas o argentinas, los estados mexicanos y los
distritos portugueses, entre otras, han gozado durante mucho
tiempo de mala prensa entre los gegrafos nacionales res-
pectivos. Durante la mayor parte del siglo pasado el descr-
dito del mapa territorial liberal se ha sucedido en numerosos
pases de unas generaciones a otras como un lugar comn,
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
Instituto Universitario de Geografa - Mayo-agosto 2003
36NDICE
un tpico raramente discutido y apenas apoyado en investi-
gaciones acadmicas detenidas.
Las coordenadas de esa negativa imagen, construida sobre
todo en el perodo de 1870 a 1940, aunque prolongada en
muchos casos hasta la dcada de 1980, son bien conocidas:
los gegrafos, incluidos algunos de los fundadores de las es-
cuelas nacionales modernas, han visto estas divisiones una
creacin ageogr ca y arti cial; un mapa improvisado, per-
fectible e incluso irrespetuoso con las que consideraban, a
las escalas intermedias, las divisiones geogr cas por exce-
lencia, las clulas principales y espontneas de organizacin
social y territorial de sus respectivos pases.
Frente a las demarcaciones administrativas la tradicin dis-
ciplinar dominante en la primera mitad del siglo pasado ha
opuesto en general su preferencia por las regiones histricas
y naturales, o ms precisamente, por las llamadas regiones
geogr cas (sntesis de ambos elementos), identi cadas en
dos escalas bsicas: la escala subestatal, de las grandes re-
giones, y a escala local, de la pequea regin (la comarca en
Espaa, el pays en Francia) (nota 12). Y en muchos casos, en especial durante el primer tercio del siglo XX, la defensa
geogr ca de la regin no se ha limitado simplemente al pla-
no cient co y didctico: el regionalismo geogr co, o si se
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
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pre ere, la geografa regionalista, ha amparado y abraza-
do a menudo un regionalismo ideolgico y poltico favorable
a la descentralizacin del estado y al reconocimiento institu-
cional de las pequeas y grandes regiones histrico-natura-
les (Ozouf-Marignier, 1998, 2000; Garca lvarez et al., 2000; Heffernan, 1998; Nez Silva, 1990; Casals, 2001).
Pero los estudios recientes sobre el proceso geohistrico de
formacin de algunas de estas divisiones, buceando en una
abundante documentacin primaria incomprensiblemente
desatendida hasta hace poco aos, han supuesto una au-
tntica revisin de muchos de los tpicos y prejuicios que
pesaban sobre el particular. Ms an, el anlisis profundo
de esa documentacin no slo invalida totalmente la imagen
de la improvisacin, la imposicin y la arti ciosidad, sino que
adems aporta una fuente preciosa para conocer las ideas
geogr cas y territoriales de la poca. Las propuestas indivi-
duales que precedieron o acompaaron a estas reformas, los
proyectos o ciales que se plantearon, los debates parlamen-
tarios que suscitaron, las exposiciones locales enviadas a las
Cortes, etc., estn plagados de razonamientos geogr cos,
aunque la participacin directa de gegrafos que se recono-
cieran como tales fuera relativamente menor si se compara
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
Instituto Universitario de Geografa - Mayo-agosto 2003
38NDICE
con la de otros expertos y profesionales (Burgueo, 1996:
38-40) (nota 13).
Las reformas territoriales ilustradas y liberales nos ofrecen de
hecho una esplndida muestra de esa suerte de parageogra-
fa, de geografa sin gegrafos, tan tpica de la estructura
cient ca anterior al siglo XX, carente de per les acadmi-
cos ntidos, y en particular de las polticas de tipo territorial;
un ejercicio, en cierto modo, de geografa poltica aplicada
que moviliz un extenso repertorio de saberes, instrumen-
tos y argumentos en absoluto extraos al contenido posterior
o incluso actual de la disciplina. Porque, como ha sealado
Ozouf-Marignier a propsito de los debates que condujeron a
la divisin departamental francesa:
No parece abusivo considerar como geogrficas las represen-taciones de la unidad regional resultante de la homogeneidad o la complementariedad de territorios, o incluso de la influencia urbana; los modos de localizacin fundados sobre el sentimiento de pertenencia a una circunscripcin; los deseos de vinculacin a una ciudad para confirmar unas relaciones preexistentes; la identificacin de lmites naturales, jurdicos, lingsticos, etc. La aprehensin de las nociones de distancia, de accesibilidad, de emplazamiento, de situacin, constituyen asimismo temas pro-piamente geogrficos. Todo lo que se refiere a la descripcin de ciudades, a sus rivalidades, nos remite, en fin, a las ideas de
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
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39NDICE
funciones urbanas, de red, de jerarqua, y plantea el problema del crecimiento (Ozouf-Marignier, 1989: 298; traduccin propia).
La misma autora ha indagado, de forma muy fructfera a mi
juicio, en algunas de estas ideas, imgenes y percepciones,
como las relativas a la naturaleza, a los factores, paisajes y
recursos naturales. Los debates parlamentarios y las repre-
sentaciones locales enviadas a la Asamblea con ocasin de
la divisin departamental exponen argumentos naturalistas de
diverso tipo: unas veces la naturaleza se esgrime como razn
de orden permanente (si no divino), factor vertebrador de las
agrupaciones territoriales humanas, elemento determinante
de unidades ms o menos homogneas en producciones,
lenguajes y costumbres; en otras, se apela a la existencia de
lmites naturales (ros, montaas, mares) en tanto en cuanto
obstculos notables a las comunicaciones; ocasionalmente,
en n, sobre todo en las regiones de montaa, se de ende la
creacin de departamentos que contengan pisos ecolgicos
diversos y complementarios desde el punto de vista producti-
vo, para garantizar su autosu ciencia Toda una retrica de
la naturaleza, amparada a menudo en razonamientos apa-
rentemente cient cos, se despliega al servicio de intereses
polticos e ideolgicos dispares, incluso enfrentados. Como
argumentos elsticos, los obstculos, las a nidades, las dife-
rencias locales del medio fsico se exageran o empequee-
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
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cen, se estiran o se contraen en el discurso en funcin de los
objetivos perseguidos (Ozouf-Marignier, 1993).
Ms an, la copiosa documentacin local conservada en los
Archivos Nacionales permite reconstruir las valoraciones so-
ciales plurales y contrapuestas de los diversos tipos del pai-
saje francs (Ozouf-Marignier, 1992): la montaa, el bosque,
las landas y las zonas de marisma, por ejemplo, suscitan
generalmente apreciaciones negativas, en tanto en cuanto
tierras difciles o estriles desde el punto de vista agrcola,
adems de poco pobladas, agrestes y a menudo inseguras;
la percepcin de las lites ilustradas que protagonizan el de-
bate departamental est muy lejos, por tanto, de la imagen
sublime y privilegiada con que el romanticismo va a retratar
algunos de estos paisajes. Por el contrario, las llanuras u-
viales y en general los ros, sobre todo cuando son navega-
bles, evocan toda suerte de imgenes positivas, la fertilidad
agrcola y la densidad de poblamiento. Las discusiones que
precedieron a la instauracin del mapa provincial espaol,
aun careciendo de una documentacin local tan abundante
como la francesa, invitan a un ejercicio de reconstruccin si-
milar, trufado de coincidencias y a nidades cuando menos
sorprendentes (Garca lvarez, 2002: 264-278).
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
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41NDICE
Por otra parte, tampoco parece abusivo a rmar que los de-
bates que condujeron a la divisin territorial de los primeros
estados liberales anticipan, aunque fuera de forma poco for-
malizada, algunos de los conceptos regionales sistematiza-
dos (en algn caso prcticamente un siglo despus) por la
geografa cient ca moderna: la compartimentacin del terri-
torio, la regionalizacin poltica del pas fue defendida desde
lgicas y posiciones distintas que per lan, de manera ms o
menos vaga, conceptos cient cos tales como los de la re-
gin percibida, la regin natural, la regin polarizada o la re-
gin funcional (Garca lvarez, 2002: 283 y ss).
Con desigual fortuna y aceptacin, vemos emerger as, entre
otros, territorios percibidos popularmente desde antiguo pese
a que carecan de toda realidad administrativa previa; mo-
delos geomtricos uniformes, asentados sobre los criterios
de distancia mnima y centralidad geogr ca; argumentos en
favor de dotar a algunas de estas unidades de mbitos eco-
lgicos diversos y complementarios para garantizar su au-
tosu ciencia; unidades apoyadas en la existencia de lmites
naturales ntidos, etc.
La formacin, en 1822, de la provincia de La Rioja (Logroo
en la nomenclatura de 1833) resulta particularmente ejem-
plar en ese sentido: la divisin reconoce y uni ca administra-
Investigaciones geogr cas 31Anales de la Universidad de Alicante
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42NDICE
tivamente, en su mayor parte, una regin que en el Antiguo
Rgimen estaba fragmentada entre varias provincias (lava,
Burgos, Navarra y Soria), aunque desde la Baja Edad Media
era percibida por los eruditos como una unidad geogr ca
(Burgueo, 1995; Garca lvarez, 2001: 314-333). Las lites
locales que desde el ltimo tercio del XVIII impulsan el provin-
cialismo riojano movilizan a su favor un repertorio argumental
de extraordinaria riqueza y actualidad: La Rioja es descrita
literalmente como una regin natural delimitada por linde-
ros fsicos (los Montes Obarenes y la Sierra de Cantabria por
el Norte, los ros Ebro y Alhama al Este, las Sierras de la
Demanda y los Cameros por el Sur...), extendida por el pas
de los siete ros (Tirn, Oja, Najerilla, Iregua, Leza, Zidacos
y Alhama) y unida por unas mismas producciones, intereses,
carcter y costumbres. La cartografa de Toms Lpez, que
en 1769 haba representado de manera unitaria este mbito,
es invocada en el debate provincial como un argumento de
autoridad clave.
Al contrario de lo ocurrido, de manera coetnea, en los Esta-
dos Unidos, donde el modelo geomtrico se pudo aplicar f-
cilmente para la colonizacin y la organizacin administrativa
de espacios en gran medida vrgenes y desconocidos por el
hombre blanco (prescindiendo, claro est, de las poblaciones
El estudio geohistrico de las divisiones territoriales subestatales en Europa y Amrica latina. Actualidad y renovacin
Jacobo Garca lvarez
43NDICE
indgenas), los art ces de las reformas territoriales liberales
efectuadas en los pases europeos (y en algunos latinoame-
ricanos) saban de la complejidad que requera esta empre-
sa en territorios con una marcada diversidad fsica y cultu-
ral, y, una vez rechazadas las propuestas uniformistas ms
radicales, aplicaron un enfoque eminentemente emprico y
eclctico, sntesis de tradicin y de modernidad. Junto al res-
peto, antes apuntado, de determinados elementos histricos
y culturales, la delimitacin de las nuevas unidades tuvo en
cuenta criterios tan diversos como la poblacin, la super cie,
las principales barreras naturales a la comunicacin (en es-
pecial las cordilleras), y, en n, los intereses y preferencias
locales, imprescindibles para garantizar la aceptacin poltica
del nuevo sistema.
Transcurridos ms de dos siglos desde el inicio de estas re-
formas resulta enormemente sugerente, asombra incluso, la
actualidad, el carcter moderno, precursor si cabe, de buena
parte de los temas, modelos y representaciones territoriales
planteados, como aquellos que remitan, indirectamente, a la
estructura y funcionamiento de las redes de in uencia urba-
na. En este sentido, las crticas de los gegrafos de nes del
XIX y el primer tercio del XX a las divisiones territoriales pue-
den ser explicadas no slo por la ausencia de investigacio-
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nes detenidas y por el contexto poltico de la poca, marcado
por la in uencia de las ideologas polticas regionalistas y la
puesta en cuestin generalizada de los modelos territoriales
centralistas, en la que muchos de estos gegrafos participa-
ron; sino tambin, o sobre todo, por las pautas de conoci-
miento prevalecientes entonces en la disciplina, de carcter
eminentemente naturalista, y su di cultad para comprender
unas lgicas de razonamiento alejadas del paradigma si no
mito de la regin natural.
Las indagaciones geohistricas recientes han hecho, pues,
explcitos los contenidos geogr cos implcitos en los proce-
sos territoriales de construccin regional; han demostrado la
oportunidad, enormemente formativa a mi juicio, de apreciar
la riqueza de discursos, intereses y estrategias de signo te-
rritorial movilizados en torno a polticas, grupos, personas,
etc. ajenos en muchos casos a la disciplina geogr ca; la de
reconciliar, en cierto modo, el discurso poltico con el discur-
so geogr co. Y en ese sentido con rman una vez ms la
pertinencia de una historia del pensamiento geogr co que
supere el estrecho marco de las parcelaciones acadmicas
actuales e indague en otros discursos, saberes y prcticas
como los relativos a la de nicin de las fronteras y divisio-
nes administrativas internas de mani esto contenido terri-
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torial, ms all de lo que en cada poca pudiera entenderse
estrictamente como geografa. De una historia, en n, como
ha apuntado Ozouf-Marignier, de los saberes geogr cos,
en sentido amplio, que incorpore a la geografa que se hace
fuera de la geografa, por otros especialistas cient cos del
territorio; que atienda incluso a la geografa que existe an-
tes de la geografa, en las intervenciones de los polticos,
gestores y profesionales no acadmicos, en las vivencias de
aquellas personas y grupos vinculados de manera ms nti-
ma a la organizacin y ordenacin del espacio.
5. Consideraciones nales: hacia una nueva geohistoria
de la malla poltico-administrativa
La investigacin geohistrica reciente sobre la gnesis y evo-
lucin de algunas de las fronteras y divisiones territoriales ac-
tuales de Europa y Amrica Latina ha incorporado perspec-
tivas tericas renovadas y deparado, en el mismo sentido,
resultados fructferos y novedosos. Alimentado por nuevos
tiles conceptuales, como los que se derivan del pensamien-
to postestructuralista y postmoderno, el conocimiento del
mapa poltico contemporneo revela facetas desconocidas
y profundiza en otras muchas apenas atendidas tradicional-
mente.
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Como se ha querido exponer en este artculo, los procesos
que conducen a la formacin de las divisiones territoriales,
sobre todo cuando acontecen en un contexto democrtico y
constitucional, movilizan discursos y prcticas muy diversas
(acadmicas, polticas, tcnicas, populares) en relacin
con la ordenacin del espacio; exponen a la super cie nu-
merosos sentimientos, identidades y smbolos de carcter
colectivo vinculados a los lugares, que en situaciones de nor-
malidad podran permanecer implcitos u ocultos; permiten
reconstruir de manera indirecta aspectos claves de la organi-
zacin espacial de la poca (como, por ejemplo, la estructura
de la red urbana y de comunicaciones); y generan, en n, a
medida que se consolidan en el tiempo y se dotan de con-
tenido funcional, repercusiones de ndole muy diversa, y en
muchos aspectos decisivas para la articulacin del territorio.
Los estudios abordados en el presente trabajo han incidido
precisamente en las repercusiones socio-espaciales genera-
das por la regionalizacin poltica y administrativa en diferen-
tes mbitos de la realidad europea y latinoamericana; en los
importantes componentes narrativos, iconogr cos e identi-
tarios que forman parte de su construccin y reproduccin
posterior; o en el enorme valor geogr co a menudo ms
implcito que explcito de los debates y operaciones que
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precedieron a las mismas. Sus planteamientos y resultados
cimentan slidos puentes entre el pasado y el presente del
mapa poltico contemporneo; entre las representaciones,
los discursos y las polticas de ordenacin del territorio; entre
la geografa poltica, la historia de las ideas y la de la discipli-
na geogr ca.
Agradecimientos: A Marie-Vic Ozouf-Marignier, por las su-gerencias efectuadas sobre la versin original de este texto.
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1. Los resultados expuestos en este trabajo se inscriben en el proyec-
to postdoctoral del autor, titulado Geografa poltica de la Espaa de
las Autonomas: genealoga y anlisis de discursos, polticas y con-
flictos territoriales y financiado por la Consejera de Educacin de la
Comunidad de Madrid y el Fondo Social Europeo. Una versin inicial y
resumida del mismo se present como comunicacin en el IX Encuen-
tro de Gegrafos de Amrica Latina, celebrado en Mrida (Mxico) en
abril de 2003.
2. Circunscribindonos a las dos ltimas dcadas, cabe citar, entre
otros, los trabajos de Murphy (1988), sobre Blgica; de Paasi (1986,
1996), sobre Finlandia; de Ozouf-Marignier y Nordman, sobre la for-
macin de los departamentos franceses (Ozouf-Marignier, 1989; Nord-
man y Ozouf-Marignier, 1989); de Burgueo (1996), Calero (1987) y
Garca lvarez (2001, 2002), sobre las divisiones provincial y auto-
nmica de Espaa, as como de Nadal (1987), sobre la cuestin re-
gional en el siglo XIX; de Espinha (1997), sobre la divisin liberal de
Portugal; de Patriarca (1996), sobre la regionalizacin poltica italiana;
o de Commons (1993, 2000), sobre Mxico. A lo largo del artculo se
volver con ms o menos detenimiento sobre estos y otros estudios
de temtica anloga.
3. Dicho en los trminos de Paasi (2002: 806), muchos investigado-res han tendido a conceptualizar fenmenos y procesos que ocurren dentro y entre las regiones, en lugar de teorizar sobre las regiones como parte de esos procesos. Lo que remite a la audaz afirmacin de Pred, para quien el lugar no es slo lo que se observa en el paisa-je o un escenario para la actividad humana y la interaccin social ().
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El lugar es tambin lo que tiene lugar incesantemente, lo que contri-buye a la historia en un contexto especfico a travs de la creacin y utilizacin de un escenario fsico (Pred, 1984; traduccin propia).
4. Afirmo suele propiciar y no simplemente propicia porque
en mi opinin, como en la de Burgueo (1996: 291-293), las relacio-
nes entre la forma territorial-administrativa y su trasfondo o contenido
social, ideolgico y poltico no pueden entenderse en modo alguno
en trminos deterministas y unvocos. En otras palabras, una misma
divisin territorial puede utilizarse al servicio de proyectos sociales e
intereses ideolgicos distintos (tradicionalistas o progresistas, socia-
listas o liberales), o incluso de modelos territoriales de estado contra-
puestos (descentralizados o centralizados, por ejemplo). La historia
y la perdurabilidad de los departamentos franceses y las modernas
provincias espaolas ilustran bien esta plasticidad o, si se prefiere,
instrumentacin de la divisin territorial: la instauracin de los depar-
tamentos tuvo en origen un propsito descentralizador, aunque pron-
to conformara el soporte territorial bsico de un modelo netamente
centralista; la reordenacin provincial del Estado espaol conforme a
criterios administrativos modernos, uno de los smbolos centrales de
la revolucin liberal, fue preconizada e iniciada de hecho por el abso-
lutismo ilustrado. El cuestionamiento posterior del modelo territorial
liberal y la defensa de la creacin de entes regionales intermedios
entre las provincias y el estado, iniciado a mediados del s. XIX, fue
compartido tanto por sectores tradicionalistas como por los progresis-
tas y republicanos federales (Nadal, 1987).
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5. Vase, por ejemplo, el discurso del diputado aragons Mariano Villa
(DSC, 30-IX-1821).
6. La cita procede del diputado murciano D. Clemencn, presidente de
la comisin parlamentaria de divisin territorial (DSC, 15-X-1821).
7. As se expresa, por ejemplo, el autor de las Cartas poltico-eco-nmicas del Conde de Lerena, escritas en 1786-1790 y atribuidas al contador de hacienda Len de Arroyal (carta IV, cf. Garca lvarez, 2002: 255).
8. Propuesta de Ley que el Rey hace a las cortes sobre la Divisin Territorial de la Pennsula, Madrid, Impr. de Garca, 1821, pg. 2. El documento ha sido reproducido enteramente por Burgueo (1996).
9. La polmica sobre la nomenclatura de la nueva divisin, as como
la conciencia de su relacin estrecha con las identidades territoriales,
aparece ya con claridad en las primeras Cortes constitucionales es-
paolas. Defensor de las soluciones de tipo uniformista, el diputado
molins Ramn Lpez Pelegrn expresar, por ejemplo, su conviccin
de que, sancionada la Constitucin, haba llegado el caso de olvidar los nombres de los reinos y seoros que componen la monarqua espaola, y que no se volviesen a or catalanes, aragoneses, castella-nos, etc, adoptando otros para la denominacin de las provincias, o al menos dividiendo el territorio sin consideracin a sus antiguos lmites (DSC, 3-V-1813).
10. En efecto, desde hace algunos aos son varios los libros de texto
de enseanza secundaria que exponen la Historia y la Geografa vas-
cas sobre la base del marco territorial denominado Euskal Herria
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(que significa, literalmente, el pueblo que se expresa en la lengua
vasca), cuya institucionalizacin poltica reclaman los partidos nacio-
nalistas vascos. Segn el decreto del currculo de Bachillerato apro-
bado en 1997 por el gobierno surgido de la coalicin entre el Partido
Nacionalista Vasco y Eusko Alkartasuna, dicho mbito comprendera
los territorios histricos integrados en las Comunidades Autnomas
del Pas Vasco y Navarra (lo que el citado decreto llama Hegoalde o Euskal Herria peninsular), en Espaa; y los de Lapurdi, Zuberoa y
Baja Navarra (Iparralde o Euskal Herria continental), en el depar-
tamento francs de los Pirineos Atlnticos. La utilizacin de este mar-
co ha trascendido a otros niveles de enseanza y ha suscitado una
intensa polmica en determinados medios polticos y de opinin, al
punto que los llamados partidos constitucionalistas (Partido Popu-
lar, Partido Soci