Transcript of La hormiga cantora y el duende melodia
- 1. LAS HOJAS SECAS JE. ^ r a otoo. Casi no quedaban rboles
verdes en el bosque. Todas las hojas estaban rojas o amarillas y
caan, una a una, como grandes manos viejas... El hongo donde viva
el Duende Meloda estaba cubierto por una manta de hojas crujidoras.
Los insectos iban y venan entre ellas, apurados en hacer sus casas
para el invierno. El Duende Meloda, con su experiencia de cien aos,
trabajaba tambin. Saben ustedes en qu consista el trabajo del viejo
Duende? Era algo muy divertido: juntaba sol para el invierno. Y
saben de qu manera lo haca? Pues, se tenda al sol sobre una hoja
seca, hasta que se le llenaban los bolsillos; entonces corra a su
callampa y vaciaba el sol en sus frascos y retortas de cristal,
tapndolos con un poco de barro. Los frascos brillaban en las
obscuras alace- nas con fantsticas luces doradas. Luego, el Duende
volva a tenderse sobre la hoja seca, y con el dulce calor del otoo
le daban ganas de dormir.
- 2. 8 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA La Hormiguita
Cantora andaba por esos lados, muy atareada, juntando provisiones
para el invierno. De pronto vio a su amigo, el Duende Meloda,
tendi- do al sol, durmiendo. Esto la escandaliz un poco, y le dijo:
-Pero t, qu haces, acostado al sol, flojeando, flojeando, como un
caracol? El Duende, herido en su amor propio, contest: -Yo no estoy
flojeando, Hormiguita; estoy juntando sol para el invierno. Primero
me lleno un bolsillo y luego el otro, y voy corriendo a guardarlo
en mis frascos de cristal. As tendr con qu calentarme cuando haga
fro. La hormiguita movi la cabeza, no muy convenci- da an de aquel
trabajo, y cant: -Ojal no tengas los bolsillos rotos, y el sol se
te caiga de poquito a poco. -No, no tengo los bolsillos rotos,
porque ayer me los zurci mi vecina, la Araa. Adems de juntar sol,
he estado pensando... Sabes t, Hormiguita, dnde van las hojas secas
cuando se las lleva el Viento? La Hormiguita no alcanz a contestar;
la hoja seca sobre la cual estaban sentados empez a moverse y a
crujir. Antes de que nuestros amigos pudieran bajarse,
- 3. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 9 se ech a volar,
aprovechando una racha de viento. Muy asustados, la Hormiguita y el
Duende se sujeta- ron a la hoja, que no tard en elevarse,
arrastrada por un fuerte ventarrn. Muchas otras hojas volaban
tambin junto a ellos. Los rboles del bosque se iban desnudando y
quedan- do atrs, friolentos, con sus esqueletos al aire. -Ahora
sabrn dnde vamos- gritaban las hojas, volando y crujiendo. No
tardaron en dejar atrs el bosque. Al poco rato, al mirar hacia
abajo, nuestros amigos vieron que vo- laban sobre una gran ciudad.
Se divisaban las casas y las calles, como si fueran de juguete.
Esta ciudad era Santiago. La Hormiguita y el Duende vieron pasar
bajo ellos la iglesia colorada de San Francisco, el ce- rro Santa
Luca, con el can que da las doce; la Plaza de Armas, la Estacin
Mapocho, y siguieron volando rumbo al norte, con tal fuerza que
pareca que jams se detendran. El Viento torci de repente y pas muy
cerca del cerro San Cristbal, con su carga de hojas. Era para
hacerle un saludo a la Virgen. Despus de cambiar muchas veces de
direccin, el Viento dobl hacia la cordillera. Su gran voz ronca
gritaba, soplando entre las montaas: -Abran paso, que aqu vengo yo,
el Viento del Otoo! Abran paso, que vengo con mi cargamento de
hojas secas!
- 4. 10 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA La Hormiguita y
el Duende vieron cmo, al paso del Viento, los cerros se agachaban.
Llegaron por fin a un profundo y escondido valle, donde el Viento
se detuvo, echndose al suelo y desparramando a su alre- dedor, como
una gran capa dorada, su carga de hojas secas. El Viento sopl por
ltima vez antes de meterse en una quebrada, a dormir hasta el otro
otoo: -Ya cumpl mi tarea de este ao! Ahora quiero dormir. Estoy
cansado, porque las hojas secas eran muchas y pesaban sobre mis
alas y mis espaldas... Arrastrndose con sus ltimas fuerzas, el
Viento del Otoo se meti en la quebrada y se durmi. Entonces, al
verse lejos del bosque, lejos, muy lejos de su hormiguero, y sin
saber cmo volver, la Hormiguita Cantora se puso a llorar. Para
colmo de desdichas, al Duende Meloda se le haba quedado la magia en
la casa. En los bolsillos slo tena sol en abundancia. A su
alrededor, las hojas secas dorman, miles y miles de hojas, venidas
de todas partes del mundo. Era aqu, a este escondido valle
cordillerano, donde el Viento las traa. La Hormiguita y el Duen- de
lo saban ahora, pero...* Cmo podran volver al bosque? De pronto,
una inmensa sombra cay sobre ellos y pensaron que tal vez se haba
hecho de noche, porque en las montaas llega ms temprano. Pero no,
no era
- 5. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 77 de noche. Un
graznido los hizo estremecer, y vieron junto a ellos un enorme
pjaro que los miraba con ojos penetrantes. Era un guila, y el
Duende se asus- t terriblemente y cubri a la Hormiguita con sus
bra- zos. El guila lanz otro graznido y salud al Duende muy alegre:
-Hace cincuenta aos que no te vea, Duende Me- loda! No te acuerdas
que yo era apenas un agui- lucho cuando caste en nuestro nido y
casi te com? Mi madre alcanz a advertirme que eras un Duende
importante... La sorpresa del Duende fue grande, y su alegra,
mayor, porque haba encontrado una amistad en s aquellas soledades.
Estrechando una garra del gui- la, dijo: -Cmo no me voy a acordar
de ti, cuando pas un susto tan grande! Pero qu bueno haberte
encontra- do! T nos puedes llevar de vuelta al bosque, donde
vivimos! -Con mucho gusto lo har -contest el guila-; sujtense bien
de mis plumas, para que no se caigan. El Duende y la Hormiguita se
sujetaron con todas sus fuerzas a las negras plumas del guila, que
en rpido y poderoso vuelo cruz los cerros y la ciudad de Santiago,
y lleg al bosque donde se encontraban el hongo y el hormiguero.
Entonces sacudi sus plumas y
- 6. 12 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA dej caer al
Duende y a la Hormiguita entre la hier- ba. En agradecimiento, el
Duende Meloda regal al guila la mitad del sol que tena en los
bolsillos, y el guila se lo trag, ponindose ms hermosa y ms fuerte.
Luego se alej volando, rpida y silenciosa como una gran sombra. La
Hormiguita Cantora, de pura felicidad de estar de vuelta en su
casa, se puso a bailar y a cantar. El Duende, para no ser menos, se
puso a dar saltos en torno al hongo, con lo que se le cay de los
bolsillos el resto de sol que le quedaba. As fue que al da
siguiente, cuando el Duende Me- loda se tendi de nuevo al sol para
llenarse de calor los bolsillos, tuvo buen cuidado de no hacerlo
encima de las traicioneras hojas secas.
- 7. L A ESCUELITA DEL DUENDE MELODA U n da la Hormiguita Cantora
sali a buscar az- car para las bodegas de su Reina. Como de costum-
bre, iba cantando muy contenta. -Busco, busco, busco dulce azcar
flor. Y por ms que busco, no la encuentro yo. Una Cucaracha se
atraves en el camino de la Hormiguita y, al or su lamento, se
detuvo, dicindole amablemente: -Disculpe, Hormiguita Cantora, pero
yo no s dn- de puede encontrar azcar, porque no s leer ni escri-
bir. -Por Dios, qu vergenza! No sabe leer! Cuntos aos tienes, se
puede saber? -Tengo doce das y medio -contest la Cucaracha,
agachando la cabecita. -Es una pena
- 8. 14 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA que ests tan
vieja, porque ya tienes cabeza aeja. -S -contest la Cucaracha-, ya
tengo la cabeza aeja...; pero me gustara que mis hijitas
aprendieran a leer y escribir. Sabe usted dnde habr una escuelita?
-Pues hay en un hongo, cerquita, cerquita; llegars muy luego con
tus seis patitas. Y despus de decir esto, la Hormiguita se despidi
de la Cucaracha, y ambas se hicieron muchos saludos con las
antenas. La Hormiguita continu su camino, pregun- tando dnde habra
azcarflor.Una mariposa que estaba parada sobre la hierba, al or la
pregunta, le contest: -Yo puedo decirte dnde hay azcar flor,
"Hormi- ga Cantorita"; yo me alegro de or tu voz, "Hormiga
Cantorita", y te ayudar. La Hormiguita se apresur a explicarle a la
Mari- posa que su nombre era Hormiguita Cantora. La Ma- riposa, muy
confundida, le pidi disculpas: -Perdname, Hormiguita Cantora; yo
siempre digo los nombres de las personas y las cosas al revs,
porque no s leer ni escribir. -Si vuelas tan alto como un serafn,
cmo es que no sabes
- 9. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 15 leer y escribir?
Muy avergonzada, la Mariposa explic: -Yo no he aprendido a leer y a
escribir, por llevar- me volando de una flor a otra. Sabes t donde
hay una escuelita donde yo pueda ir? -Pues hay en un hongo
cerquita, cerquita; puedes ir volando con tus cuatro alitas.
-Gracias, "Hormiga Cantorita" -contest la Mari- posa-. Ahora te dir
dnde puedes encontrar azcar flor: caminas para ac y para all y en
la vuelta en- contrars la flor del suspiro. Adentro de esta flor
hay grandes cantidades de azcar. La Hormiguita agradeci a la
Mariposa, y cada una parti por su lado: una volando, la otra
corriendo. Pero las seas que haba dado la Mariposa eran enre-
dadas, de modo que en cuanto la Hormiguita hall a un conocido,
volvi a preguntar si l saba dnde ha- ba azcar flor. El conocido dio
un salto, pues era un Sapito, y con una sonrisa de oreja a oreja,
dijo: -Yo s dnde hay azcar, pero quisiera que me cantaras otro
poquito. Me gusta tanto tu voz! Se ve que eres una persona educada!
-Yo s leer, yo s escribir, y el ABC
- 10. 16 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA yo s decir.
-Quin como t, que sabes leer y escribir! -grit el Sapito-. Yo no s
ni siquiera las letras. Sabes t dnde hay una escuelita para que yo
pueda ir? -Pues hay un hongo cerquita, cerquita. Puedes ir saltando
sobre tu pancita. El Sapito, muy agradecido, explic entonces a la
Hormiguita dnde poda encontrar la flor del suspiro. -Das cuarenta
pasitos para adelante; despus, cua- renta pasitos para atrs, y ah
encontrars la flor del suspiro. Eso s, ten mucho cuidado que con un
suspiro la flor te sople lejos. Prevenida por esta advertencia, la
Hormiguita dio cuarenta pasitos para adelante y cuarenta para atrs,
y encontr la flor del suspiro, que estaba azul y lacia de puro
sentimiento. A cada instante lanzaba chorros de aire, barriendo el
polvo frente a ella. Aprovechando un momento de calma, la
Hormiguita se meti aden- tro de la flor y sac todo el azcar que
pudo. No tuvo necesidad de apurarse en salir, porque en ese momen-
to la flor suspir, hacindola volar por el aire. Volvi a su
hormiguero un poco atontada, pero feliz, porque las bodegas de su
Reina tendran, desde ahora, azcar en abundancia. A todo esto, el
Duende Meloda no se imaginaba
- 11. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 17 que la
Hormiguita Cantora le haba conseguido una cantidad de alumnos.
Cuando se asom a la puerta de su casa, para ver cmo estaba el da,
vio que varios pares de ojos lo miraban. Eran tres Cucarachitas
jve- nes, la Mariposa y el Sapito, todos sentados frente al hongo,
esperando que el Duende les enseara a leer y escribir. La Mariposa,
que, aunque era la ms delica- da, no era por eso la ms tmida, se
adelant abriendo sus hermosas alas, y dijo: -Hemos venido a verlo,
seor Duende, porque la "Hormiga Cantorita" nos ha dicho que usted
nos pue- de ensear a leer y escribir. -Hormiguita Cantora querrs
decir -corrigi el Duende-. Me parece muy bien que quieras aprender,
y aunque yo soy un Duende muy ocupado, les ense- ar toda mi
ciencia. Todos dieron gritos de felicidad, pero el Duende los calm
diciendo con voz enrgica: -Empezaremos la clase inmediatamente. En
pri- mer lugar, tocaremos la campana, y en segundo lugar, se
quedarn ustedes callados. La Mariposa junt sus alas, el Sapito cerr
la boca y las Cucarachitas procuraron tener sus patitas tran-
quilas. Entonces el Duende toc la campana y empe- z la clase.
Alisndose la barba, donde tena toda su sabidura, el Duende mir a
sus alumnos, y dijo: -Lo primero que voy a ensearles es la cancin
de
- 12. 18 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA mi escuelita.
El Duende sac pecho y enton: -Me voy, me voy al colegio, lar, lar,
lar; me voy, me voy al colegio, feliz, feliz, feliz. Todos los
alumnos la aprendieron pronto y muy bien, menos la Mariposa, que en
vez de decir colegio, deca "cogelio", y en vez de decir feliz, deca
"cefil' lo cual era bien distinto. El Duende la mir con dis- gusto
y la amonest severamente: -Para la prxima clase tendrs que cantar
la can- cin al derecho. Ahora les ensear las letras vocales. El que
no las aprende se queda de burro. LETRAS VOCALES, AVANCEN! Ante
este grito y ante el asombro de los alumnos, salieron de la
callampa del Duende cinco letras gordas, que decan por turno sus
nombres: A - E - I - O - U . Despus de formarse en fila, las letras
esperaron las rdenes del Duende Meloda. Todos los alumnos estaban
con las bocas abiertas, pensando que estas letras eran muy gordas
para que les cupieran en la cabeza. El Duende les dijo: -Miren bien
las cinco letras vocales, y no las olvi- den nunca. A ver, Sapito,
dgalas. El Sapito, muy confuso, tartamude un poco y
- 13. 20 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA no pudo nombrar
ninguna letra, con lo que las cinco vocales se pusieron a llorar
sin consuelo. Para con- solarlas, todos los alumnos tuvieron que
gritar varias veces: a - e - i - o - u ! Entonces las letras rieron
feli- ces. Fue tanto lo que repitieron y repitieron los alum- nos
los nombres de las vocales, para verlas rerse, que stas se cansaron
y empezaron a quedarse dormidas. El Duende las hizo entrar al hongo
para que descan- saran, y con esto termin la clase. En ordenada
fila se fueron las Cucarachitas, la Mariposa y el Sapito, cargados
de sabidura. Entonces el Duende cerr su escuelita hasta otro
da.
- 14. LAS FLORES F*- ^ A un no haba terminado el largo invierno
en el bosque, y an sola llover, cuando empezaron a flo- recer los
almendros y los duraznos salvajes. Parecan nubes blancas y rosadas,
enredadas entre las ramas sin hojas. En la hierba, se abran tambin
algunas flores pequeas. La flor "ojo de nia" haba perdido mucho
tiempo durmiendo debajo de la tierra, y para recupe- rarlo, haca
girar su ojo azul en el aire, encontrando todo muy divertido. Justo
debajo de su corola, estaba el hongo del Duende Meloda, que todava
estaba in- vernando. La Hormiguita Cantora, al sentir el delicioso
olor a flores, sali del hormiguero y corri a despertar a su amigo,
dicindole que estaba bueno que abriera su escuelita y tocara la
campana para despertar a los alumnos. El Duende se demor en abrir,
porque con el largo invierno se haba puesto flojo y dormiln.
Bostezan- do, salud a su amiga:
- 15. 22 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA -Aah! Haca
mucho tiempo que no te vea, Hor- miguita! Cmo has pasado el
invierno? -Lo he pasado abrigadita y sin mover ni una patita. -Yo
tambin -dijo el Duende, sonriendo satisfe- cho, y estirndose para
desprenderse de los restos de sueo que an le quedaban-. Pero crees
que puedo abrir la escuelita? La Hormiguita le asegur que el mejor
tiempo para ir al colegio era el de las flores. Entonces el Duende
toc la campana para despertar a sus alumnos. Las Cucarachitas,
despus de un largo rato, esti- raron una patita y, al rato todava,
abrieron un ojo. Despus de una hora, empezaron a caminar por sus
cerradas casas. La Cucarachita mayor dijo: -Est sonando la campana
del colegio... Habr terminado ya el invierno? Asomemos la cabecita
para afuera... Se asomaron las Cucarachitas y, al ver las flores,
salieron corriendo felices hacia el hongo. El Sapito oy tambin las
campanas y salt del agua, chorreando y arrastrando plantas verdes
entre sus patas, tanto tiempo haba estado sumergido. Dio varios
saltos, y dijo:
- 16. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 23 -Qu divertido!
Lleg la primavera! Hace tiem- po que no veo a nadie, porque para no
mojarme con la lluvia no sala del agua. Me voy a ir saltando a la
escuela! Saltando, saltando, el Sapito se dirigi al hongo del
Duende. Se le haban olvidado la letras y todo lo que haba aprendido
con las largas vacaciones. La que ms se demor en despertar fue la
Mari- posa, que estaba acurrucada en su abrigado capullo. Le cost
mucho saltar de su tibia cama y echar para atrs su rica frazada de
lana. Ms le cost abrir las hermosas alas, que tenan colores nuevos
y brillantes. Despus de mucho estirarse, se ech a volar, y, en vez
de ir al colegio, se fue a las flores. El Sapito la encon- tr al
pasar, parada sobre la flor "ojo de nia", y al or que la Mariposa
no quera ir a la escuela, se fue muy escandalizado a decrselo al
Duende Meloda, porque era un sapo acusete. Las Cucarachitas, que
venan lle- gando al hongo, se escandalizaron al or que la Mari-
posa no quera aprender. Pero la Hormiguita sali en su defensa,
cantando: -No es nada de raro que a la Mariposa le gusten las
flores, las flores hermosas. Duende Meloda,
- 17. 24 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA ensanos flores
para que sepamos cosas de colores. Al Duende le pareci muy bien la
idea de la Hor- miguita, y mand al Sapito a buscar a la Mariposa,
porque ella era la ms indicada para ensear flores. Cuando la
Mariposa supo que ella sera la profesora, no tard ni un segundo en
llegar al hongo. El Duende la hizo pararse junto a l, y le advirti:
-T ensears solamente, los castigos los dar yo, porque t no tienes
criterio. -Qu es criterio? Es algo importante? -Muy importante
-dijo el Duende-. Los que tie- nen criterio saben siempre cundo
deben y cundo no deben hacer las cosas. Muy conforme, la Mariposa
empez la clase de las flores. Abri y cerr las alas y dijo: -Les voy
a ensear el rosal. El rosal tiene races, un tronquito y ramas. Es
un arbusto, porque es ms chico que un rbol. Las flores del rosal se
llaman rosas. -Muy bien -dijo el Duende-. Ests muy cientfica.
Contina. -Es que no s ms, seor Duende -murmur la Mariposa, batiendo
las alas. -Qu clase de profesora eres entonces? No co- noces ms
flores que las rosas? -No, no conozco otras, porque yo soy una
Mari-
- 18. 26 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA posa muy fina.
El Duende dijo que llamara a otro profesor, y pa- se la mirada por
la clase. El Sapito se puso nervioso, y grit: -Yo no conozco las
flores, sino las races! -Muy interesante -dijo el Duende-; ven aqu
adelante. El Sapito no necesit que se lo dijeran dos veces, porque
de un solo salto se puso al frente de la clase, y dijo: -Las races
son igualitas a las ramas, pero no tie- nen hojas y estn debajo de
la tierra. Son de color blanquecino y tienen unas boquitas por
donde chupan el agua y alimentan a la planta hasta la punta de las
ramas, de las flores y los frutos. -Muy bien. Ahora falta que la
Cucarachita nos diga lo que sabe -grit el Duende, entusiasmado con
la sabidura de sus alumnos. La Cucarachita se sent sobre sus patas
de atrs y dijo, muy orgullosa: -Yo s de semillas. Las semillas
guardan en una cajita muy pequea, hierbas, arbustos y hasta rboles
inmensos. Las semillas se siembran en la tierra, y coi) la humedad
se rompen y dejan salir la plantita que guardan adentro. -Muy bien
-aplaudi el Duende-; contina.
- 19. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 27 -Una vez yo me
com una semilla de rosa, para ver si me pona ms bonita, pero segu
tan negra y tan fea como antes. Todos rieron, pero el Duende orden
silencio, y pregunt: -Cmo son las semillas por dentro? -Son
obscuras, como una cajita. Algunas tienen comida muy rica, como los
piones. Otras son duras, y otras son amargas. La Mariposa, que haba
escuchado con mucha pa- ciencia, no aguant ms y lanz un sonoro
bostezo. -Esta clase est muy aburrida -dijo-. Las Cucara- chas
tienen muy mal gusto. El Sapito tambin bostez, y como tena una boca
tan grande, casi se trag a la desprevenida Mariposa, que se apresur
a correrse ms lejos, muy enojada. -Calma! -grit el Duende-. No se
coman! La Hormiguita Cantora nos cantar algo divertido, y us- tedes
bailarn. Todos se pusieron felices, y la Hormiguita les can- t la
ronda de las flores: -La mariposa a la rosa, la cucaracha al
laurel, a los lirios el sapito, yo me voy con el clavel. Yo me voy
con el clavel,
- 20. 28 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA para bailar en
el aire una ronda colorada, una ronda con un baile. Una ronda con
un baile, la rosa con el laurel, el lirio con la violeta, y todos
con el clavel. Con esto termin la clase, y los alumnos prometie ron
volver en un mes ms, para dar el debido desean so a sus
cabezas.
- 21. E L CUMPLEAOS DE LA REINA y, ,c >^e acercaba el
cumpleaos de la Reina de las Hormigas, y la Mayordoma haba ordenado
preparar los regalos y la fiesta, en gran secreto, como todos los
aos. Aunque la Reina se saba los regalos de memo- ria y conoca muy
bien las carreras y cuchicheos que precedan a su fiesta, la
Mayordoma era intransigente en cuanto al secreto. -Es de muy mal
gusto y contrario al protocolo que la Reina se entere de que
estamos preparando su cum- pleaos -deca con su voz pituda y
mandona. -Protocolo? -preguntaban las pequeas hormi- gas- Qu es
protocolo? Entonces la Hormiguita Cantora les explicaba:
-Protocolo, protocolo es secreto y etiqueta. Es hacer las
reverencias y tener las patas quietas. Oyendo esto, las pequeas
hormigas se ponan muy serias, pensando que tener las patas quietas
era lo ms difcil de todo.
- 22. 30 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA La Hormiguita
estaba preocupada pensando en el regalo que haba de hacerle a la
Reina. Deca: -Yo quiero hacerle un regalito, que sea nuevo, fino y
bonito. Fue a pedirle consejo al Duende Meloda, que es- taba muy
ocupado barriendo su casa. Envuelto en una nube de tierra y
pelusas, salud a la Hormiguita, con su alegra de siempre: -Buenos
das, Hormiguita Cantora. Qu te trae por aqu? La Hormiguita le
explic que necesitaba hacerle un regalo a la Reina para su
cumpleaos. El Duende se puso un dedo en la nariz, para pensar
mejor. -La Reina, tiene pauelos? -pregunt. -S, tiene -contest la
Hormiguita. -Tiene perfumes? -S, tiene. -Y... polvos para la cara?
-Tambin tiene. -Bueno, bueno -dijo el Duende-; difcil ser en-
tonces encontrarle un regalo. Los dos se sentaron en el suelo a
pensar. Una, retor- cindose las antenas; el otro, pellizcndose la
nariz. En esto pas frente al hongo una Mosquita de
- 23. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 31 San Juan*, con
su capa colorada con puntos negros. Al ver a la Hormiguita y al
Duende tan pensativos, les pregunt en qu poda ayudarlos. -Aydanos a
pensar en un regalo para la Reina de las Hormigas, cuyo cumpleaos
se acerca -pidi el Duende. -Eso es muy fcil -contest la Mosquita-;
a m se me ocurre que uno de los maravillosos tejidos de la seora
Araa le gustar mucho a la Reina. -No, no, ni pensarlo, nos cuesta
muy caro; la seora Araa tiene un genio raro, y puede comernos en un
gesto avaro. -contest la Hormiguita, estremecindose de miedo. -S,
tienes razn -murmur la Mosquita; y se sent junto a ellos a pensar
tambin en un regalo para la Reina. De pronto un zumbido llen el
aire y apareci jun- to al hongo una Abeja, con sus patitas cargadas
de polen. Se detuvo a descansar un momento, y vio a la Hormiguita
Cantora, al Duende y a la Mosquita muy pensativos y silenciosos,
sentados en el suelo. Con curiosidad les pregunt: -Qu hacen tan
callados y tranquilos? Acaso se puede perder el tiempo en esta
forma? * En Chile, "Chinita".
- 24. 32 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA -Ay, Abeja
-suspir el Duende- estamos pensan- do qu le vamos a regalar a la
Reina de las Hormigas, cuya fiesta se acerca! -Eso es muy fcil
-zumb la Abeja-. Reglenle un canastito para ir a las compras. -Pero
si la Reina no sale de compras! -grit el Duende, escandalizado-.
Dnde has visto que una Reina salga a comprar? -De veras -reconoci
la Abeja. Como no se le ocurri ninguna otra cosa, se sent con ellos
a pensar. Al cabo de un rato, pas junto a los cuatro pensa- dores
una Mariposa. Vena tan orgullosa de la hermo- sura de sus alas, que
tropez con el Duende y se le cay un poco de polvo de oro. -Oh! Qu
hacen aqu, sentados en silencio? Nunca me hubiera imaginado que
cuatro personas podan estar juntas y calladas! -grit. -As es
-contest el Duende-. T no conoces nuestro problema. Estamos
pensando qu regalo se le puede hacer a la Reina de las Hormigas.
-Un espejito de oro para que contemple su belle- za! -grit la
Mariposa-. Eso deben regalarle! -Mi Reina ya tiene espejos de ms,
donde ella contempla su belleza real.
- 25. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 33 Pero he de
decirte, y esto es la verdad, que ella lo hace sin gran vanidad. Y
luego de cantar esto, la Hormiguita se mordi una patita, por haber
sido indiscreta con la Mariposa, hacindole notar su vanidad. Pero
la Mariposa fingi no orla y se sent con ellos a pensar qu podan
rega- larle a la Reina. Cuando ms silenciosos y pensativos estaban,
que ya pareca poder tocarse el aire en torno a ellos, como si los
rodeara un cristal, apareci a los pies del Duende Meloda la cabeza
blanca de un Gu- sano, que haba resuelto salir por all. -Oh! Qu es
esto? La reunin de los cinco gran- des? -grit con voz aguda-. Es
que quieren salvar al mundo pensando? -Mira, Gusano -dijo el
Duende, algo picado-, es mejor que no te metas con nosotros.
Conocemos bien tus ideas rastreras y negativas y no queremos orlas
en este momento. -Pero qu estn pensando? Debe ser algo impor- tante
-insisti el Gusano, sacando medio cuerpo fuera de la tierra. -Muy
importante -dijo la Mosquita de San Juan, sin perder la
compostura-. Estamos pensando en un regalo para la Reina de las
Hormigas.
- 26. 34 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA -Ah!, creo que
yo puedo ayudarlos -dijo el Gusa- no, terminando de salir del
agujero. -Qu sabes t? -pregunt la Mariposa. -Si nos molestas mucho,
te picar! -zumb la Abeja. -Vaya, vaya, se han enrabiado de tanto
pensar -dijo el Gusano, mirando a cada una-. Creo que mi idea es
buena, porque yo siempre he soado que me regalen algo as. -Lo que
sueas t no tiene nada que ver con lo que pueda gustarle a la Reina
de las Hormigas ! -grit el Duende, enojndose de veras. Todos
encontraron que el Gusano era un insolente. Pero tanto insisti en
contar su idea, que al fin acep- taron escucharlo. -Yo siempre he
soado tener un par de alitas -suspir el Gusano-, y creo que a la
Reina no le dis- gustara poseer un par de pequeas alas
transparentes, que la sostuvieran en el aire. Es tan doloroso estar
siempre pegado a la tierra! Un silencio admirado acogi las palabras
del Gu- sano. La Mariposa fue la primera en interrumpirlo: -El
Gusano tiene razn! Es maravilloso tener alas y volar! -Con un par
de alitas, el trabajo se hace ms livia- no y cunde mucho el tiempo
-dijo a su vez la Abeja.
- 27. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 35 -Eso es, eso
es, una Reina debe tener un par de alas -aprob la Mosquita de San
Juan. El Duende se volvi a la Hormiguita para pregun- tarle su
opinin, y ella dijo: -Un par de alitas est muy bien. Pero de dnde
las sacar? Todos quedaron sin saber qu contestar, pero el Gusano
dijo: -Es muy fcil encontrar un par de alas bonitas... -y lanz una
mirada a la Mariposa. Al or esto, la Mari- posa alz el vuelo sin
decir ni adis, y no tardaron en seguirla la Abeja y la Mosquita.
Entonces el Duende ech al Gusano por mal educado, y los dos con la
Hormiguita se quedaron mirando cmo se meta en su agujero. Al ver a
la Hormiguita tan preocupada por el regalo de la Reina, el Duende
la consol dicindo- le que l fabricara un par de alas con su magia.
As diciendo, el Duende se meti la mano al bolsillo y sac un par de
tijeras; cort un poco de aire, lo cosi con hilo de plata y la
Hormiguita tuvo en sus manos el ms bello par de alas del mundo. Y
cuando lleg el cumpleaos de la Reina, no hubo regalo ms hermoso ni
ms celebrado que el par de alitas con que soaba el Gusano.
- 28. E L FAROLITO DE LA LUCIRNAGA T ^? A fines del verano, todo
el bosque entra en gran actividad. Las abejas vuelan de flor en
flor, juntando la miel para el invierno. Las hormigas van y vienen,
cargadas de alimentos. Los gusanos se hacen delica- das casas de
seda para dormir aquellos largos meses de lluvia. Las golondrinas
se preparan para un largo viaje, hacia los pases clidos. En fin,
todos trabajan para pasar el invierno lo mejor posible. Hasta la
bella Mariposa, a pesar de su frivolidad, estaba muy ata- reada
preparando un blando capullo en unas hierbas vecinas al hongo donde
viva el Duende Meloda. Cuando el Duende vio cmo trabajaban todos
sus amigos del bosque, le dieron ganas de hacerlo tam- bin, y puso
en la puerta de su casa un letrero que deca: "Se arreglan zapatos".
Se sent a esperar que llegaran clientes, y mientras tanto pensaba:
"Por un par de zapatos cobrar una nuez. Por dos pares, dos nueces.
Ir llenando mi despensa y en el invierno lo pasar muy bien. Las
cascaras me servirn de lea. No desperdiciar nada".
- 29. 108 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA Estos
pensamientos lo pusieron muy alegre, y sa- cando una flauta de su
bolsillo, se puso a tocar una vieja meloda que tena tres notas. De
pronto, el Duende oy un gran ruido que se vena acercando,
acercando, como si un ejrcito avan- zara. El mido se detuvo justo
frente a su puerta. -Quines son? -pregunt, pensando muy satisfe-
cho que afuera deban estar parados varios clientes. Se apresur a
abrir. Con gran sorpresa, encontr a un solo cliente, parecido a un
largo gusano, pero con mu- chos pies, calzados con duros zapatos.
-Yo soy, seor Duende, yo soy el Ciempis -dijo el extrao visitante
con voz ronca. -Podra decirme qu se le ofrece? -pregunt el Duende,
amablemente. -Quiero que me arregle los zapatos. -Cuntos pares?
-sigui preguntando el Duende, mientras miraba los numerosos zapatos
que calzaba su cliente. -Quiero que me arregle todos los zapatos,
los cin- cuenta pares, ni ms ni menos. Diciendo esto, el Ciempis
comenz a sacarse los zapatos y a amontonarlos frente a la puerta
del hongo. -Cincuenta pares de zapatos! Qu horror! -grit el Duende,
verdaderamente espantado. -Qu culpa tengo yo de tener tantos pies?
Se acerca el invierno y tengo que estar bien preparado
- 30. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 109 para no
resfriarme -dijo el Ciempis, descalzndose la ltima pata. Al ver
aquel cerro de zapatos, el Duende trat de protestar, muy afligido:
-Pero es que me demorar lo menos un mes... -Eso s que no, seor
Duende; me los tiene que tener listos de aqu a tres das, porque
puede llover de repente. Qu hara yo andando descalzo? -Tenrselos
listos en tres das! Es imposible!... -grit el Duende, con
desesperacin. -Si no me los tiene listos en tres das ms, sabr de qu
manera el Ciempis apura a la gente. Y luego de lanzar al Duende una
mirada amenaza- dora, el Ciempis se alej, esta vez sin ruido,
porque iba descalzo. Muy afligido, el Duende guard su flauta y sac
martillo, clavos y el pie de cabra. Luego de despejar su puerta, se
puso a trabajar. Al llegar la noche, slo tena terminados diez pa-
res de zapatos. Cogindose la cabeza a dos manos, el pobre Duende
gimi: -Tengo diez pares listos y me faltan cuarenta. Qu voy a
hacer? Tendr que trabajar de noche, y lo nico que tengo para
alumbrarme es un pedacito de made- ra... Ah, ya s! Le pedir a la
seora Lucirnaga que me preste su farolito. Es la nica solucin.
- 31. 110 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA El Duende se
puso un abriguito y sali para el bos- que. El viento de la noche
suspiraba y gema entre las ramas. El silencio era tan grande que se
oa crecer las hierbas. Despus de caminar un buen rato, lleg a un
tronco viejo donde vivan las lucirnagas. Trep muy apurado y se
acerc a una Lucirnaga algo vieja, que tena un hermoso y brillante
farol. -Buenas noches, seora Lucirnaga -salud el Duende
amablemente. -Buenas noches. Qu se le ofrece? -Vengo a proponerle
un negocio. -Un negocio? Qu ser? -Prsteme su farolito por tres das
y en cambio yo le dar una nuez. -Prestarle mi farolito a un
desconocido? Imposi- ble! Adems, ando buscando casa para pasar el
invier- no y tengo que verla bien para que no tenga goteras. -Pero
-gimi el Duende-, y si le doy tres nueces? -Ni a cambio de diez,
porque he de advertirle que las nueces no me gustan. Diciendo esto,
la seora Lucirnaga se meti en un hueco del rbol viejo y examin
prolijamente sus pa- redes, alzando el codiciado farolito. Cuando
termin su examen, sali sonriendo: -Este hueco es exactamente lo que
necesito. Deja- r aqu mi farolito como seal, mientras voy a buscar
mis cosas.
- 32. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 111 El Duende tuvo
entonces un mal pensamiento, que no rechaz: apenas la Lucirnaga le
dio la espalda, se apoder del farolito y parti corriendo sin que
nadie se diera cuenta de su mala accin. No par hasta que lleg a su
casa. Una vez adentro, colg el farolito del techo, y sin mayores
remordimientos, se puso a traba- jar. Mientras martillaba, cantaba
con voz desabrida: -Aj, aj, trabajo yo. Con un clavito y un
martillito. Aj, aj, trabajo yo. Hacia el amanecer tena listos otros
diez pares de zapatos. Entonces escondi el farolito en la despen-
sa y, despus de comerse unas races dulces, se fue a dormir. Despert
bastante entrada la maana con el canto de la Hormiguita Cantora que
vena a saludarlo: -Duende Meloda, abre ya tu puerta, que con bellos
cantos la tierra despierta. El Duende salt de su cama ms que
ligero, y ech agua a la jofaina para lavarse la cara. -Ya voy,
Hormiguita, me estoy lavando la cara -grit, dando tiritones.
- 33. 112 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA La Hormiguita
volvi a cantar: -Tengo una noticia muy triste y muy mala. Una
mariposa la trajo en sus alas. El Duende se asom a su ventanita
preguntando qu noticia sera. La Hormiguita, haciendo gestos de
horror, le cont: -A una Lucirnaga alguien le ha robado ese farolito
que lleva colgado. El Duende pregunt muy asustado: -Y la Lucirnaga
sabe quin puede ser el ladrn? -Dice que fue un duende que en el
bosque andaba pidiendo y pidiendo una luz prestada. -Qu raro! -dijo
el Duende con hipocresa-; noso- tros los duendes somos personas
honradas en general. La Hormiguita, despus de ofrecerle ayuda para
lo que quisiera, se fue a trabajar. El Duende no qued tranquilo, y
se senta lleno de remordimientos. A media tarde, un gran
Predicador* pas frente al hongo, disfrazado de hierba. Vena
buscando al ladrn *En Chile, "Palote ".
- 34. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 113 del farolito.
Cuando el Duende lo vio, dio un respingo en su sillita de paja y
cant ms fuerte que nunca: -Aj, aj, trabajo yo. El Predicador se
asom por la puerta del hongo, y dijo con voz suave: -Da gusto verlo
trabajar, Duende Meloda. El Duende dio otro respingo y pregunt: -Qu
anda haciendo por aqu, seor Predicador? -Ando buscando al ladrn del
farolito para llevr- melo preso... El Duende empez a temblar: -Y...
usted cree que el ladrn anda por aqu cerca? -Yo creo cualquier
cosa, Duende Meloda. Se sos- pecha de los duendes en general. -De
los duendes? Es una insolencia venir a de- crmelo en mi propia
cara! Salga de aqu! -grit el Duende, tratando de disimular su
espanto. -Ya me voy, pero tenga mucho cuidado -sentenci el
Predicador, mientras se alejaba moviendo la cabeza. En cuanto qued
solo, el Duende se puso a temblar tan fuerte, que se cay de la
silla. Prometi devolver el farolito a su duea apenas terminara los
zapatos. Trabaj duro y parejo los tres das y las tres no- ches, y
cuando el alba de su ltima vigilia alumbr las rendijas de la
ventana, el Duende clav el ltimo clavo, dando un suspiro de
alivio.
- 35. 114 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA -Por fin
termin! Ahora, a dejar el farolito en al- guna hierba, para que lo
encuentre su duea. Se meti el farolito debajo del brazo, abri muy
despacio la puerta de su casa y mir hacia todos lados para ver que
no hubiera nadie. Sali en puntillas, es- condindose entre las
hierbas, y ya se crea salvado, cuando se encontr de manos a boca
con su amiga, la Hormiguita Cantora. Dio un grito de espanto, y la
Hormiguita, al ver lo que llevaba debajo del brazo, dijo con enojo:
-Qu feo, qu feo, que mi duendecito se haya robado ese farolito.
-No, eso s que no! Yo no me rob el farolito, lo tom por tres
noches, porque la Lucirnaga no me lo quiso prestar! La Hormiguita
dijo que eso estaba muy mal hecho, porque nunca se deba tomar lo
ajeno sin permiso de su dueo. El Duende agach la cabeza,
arrepentido, y dijo: -Es verdad, amiga ma, nunca ms volver a ha-
cerlo. Pero, por favor, no me acuses al Predicador ni a la
Lucirnaga, porque me llevarn preso. La Hormiguita contest con
dignidad: -Duende Meloda,
- 36. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 115 no soy
acusete, y no dir nada si t me prometes que nunca en tu vida vas a
ser metete. Nuestros dos amigos partieron en busca de una hierba
alta que se divisaba por ah, y entre ambos colgaron el buscado
farolito, bien a la vista, para que la Lucirnaga no tardara en
encontrarlo. Despus se alejaron rpidamente, pensando que nadie los
haba visto. La Lucirnaga no tard en recuperar su luz, con alegra de
todo el bosque. Ninguno de los animalitos supo explicar de qu modo
apareci el farol. Slo el Predicador conoca este secreto, porque l y
no otra cosa era la alta hierba que la Hormiguita y el Duende
usaron para colgar la luz de la Lucirnaga. Y saben ustedes por qu
guard este secreto el Predicador? Porque tena muy buen corazn, y al
ver al Duende tan asustado y arrepentido, no quiso llevrselo preso.
El Duende entreg al Ciempis los cincuenta pares de zapatos que
tantas penurias le haban costado. Y el Ciempis le tap la puerta del
hongo con cincuenta robustas nueces, que consolaron al Duende de
todo lo que haba sufrido. Pero como l era una persona agradecida,
le moli varias nueces a la Hormiguita Cantora, que lo haba librado
de caer preso por su buena amistad.
- 37. 116 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA Como ya tena
la despensa llena, el Duende sac el letrero que deca: "Se arreglan
zapatos". Y mien- tras contemplaba satisfecho su rica provisin de
nue- ces, pens con alegra que podra ayudar a ms de un animalito
hambriento en el largo invierno que se acercaba.
- 38. BREVE BIOGRAFA DE ALICIA MOREL P* = * %
- 39. N aci un 26 de julio. Su madre la encontr muy fea; era su
primer hijo y tena otra idea de los recin nacidos. Cuando tuvo tres
meses, la dejaron bajo la higuera que daba sombra al tercer patio
de la casa de los abue- los; pesc un buen resfro; algunos pensaron
que bajo el rbol mgico que florece en la noche de San Juan, adquiri
tambin la costumbre de contar cuentos. De pequea, Alicia estaba
convencida de que las casas volaban. Se cont una historia cuando oy
decir que si reventaba el calentador del agua, la casa vola- ra.
Una maana de niebla en que el mundo exterior haba desaparecido,
crey que la casa estaba entre las nubes flotando. Le pareci normal
que nadie comen- tara algo que se daba por hecho. Lo natural era
que las casas volaran y luego descendieran con lentitud en el sitio
acostumbrado.
- 40. 120 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA Un segundo
cuento se refera a los temblores. Ima- gin unos grandes pjaros
oscuros que avanzaban por el cielo para mover la casa. Asombase a
las venta- nas con su hermano pequeo y con nerviosos gritos
anunciaban: "All vienen los temblores!". Por cierto, nadie les haca
caso; pero algunas noches las venta- nas y las puertas golpeaban
ruidosamente, mientras la casa iniciaba una danza bamboleante. Los
mayores se asustaban mucho; los nios tambin, pero no de los
temblores, sino del susto de los grandes. A medida que fue
creciendo, le sucedieron algunas magias. Sola entrar a unos templos
chinos tallados en el tarjetero de marfil que tena su madre encima
de la mesa. Los templos suban y bajaban colinas, y unos monjes se
acodaban en las ventanas bajo delicados sauces. Nadie le impidi
entrar a los oscuros recintos de los dioses chinos. Una maana muy
temprano, brot de su sueo un ave de brillantes colores que picote
el suelo, al pie de su cama, durante largo rato. Alicia no se
atrevi a levantarse para que no escapara como los pjaros
- 41. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 121 de los
jardines. El ave misteriosa desapareci cuando abrieron los postigos
de la ventana. Varios hechos influyeron en su imaginacin: un
eclipse de sol en medio del campo, que hizo salir es- trellas y
silenci a los pjaros. Sopl un aire fro y una oscura amenaza baj del
cielo. Descubri que la noche del sol poda ser definitiva; en
cambio, la noche de la tierra estaba llena de ojos brillantes,
cantos de grillos y sapos, lejanos ladridos. Si uno tena miedo a
causa de la profunda oscuridad de las noches de an- tao, venan
personas mayores con una luz o alzan- do una vela sobre sus
cabezas, haciendo huir grandes sombras por las paredes. Las
ceremonias de la naturaleza se celebraban en familia: puestas de
sol, salidas de la luna, contemplar estrellas y saber sus nombres,
gozar con el cambio de las estaciones. Ningn juego actual iguala a
la maravilla de saltar y esconderse en los montones de paja, esas
monta- as doradas que permanecan en los campos luego de la cosecha
de trigo; ni al juego de colocar paralelos
- 42. 722 LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA los espejos de
un gran ropero que, al enfrentarse, crea- ban un pasillo infinito.
Qu de sueos no tuvo Alicia, viendo repetirse su imagen y la de los
espejos hasta os- curecerse? Ella saba que continuaban ms y ms all.
Los miedos tambin fueron distintos: historias de aparecidos y nimas
en pena se contaban al llegar la noche. Los nios soaban con
fantasmas que los per- seguan, sufran pesadillas semejantes a las
que ahora provocan las imgenes de la televisin. La diferencia
estaba en que cada nio creaba sus propios fantasmas, que ms tarde
poda domesticar. Desde que Alicia ley en el Tesoro de la Juventud
sobre Pompeya, la ciudad sepultada por la lava y la ceniza del
Vesubio, tuvo un temor constante a los respetables volcanes
chilenos. A comienzos de los aos treinta, entraron en erupcin los
de la zona central, produciendo temblores suaves que durante la
noche estremecan las puertas, como si todas las nimas en pena
hubieran salido de los ce- menterios a rondar a los vivos. Das v
noches de te- rror. Una maana, en el colegio, Alicia vio cubrirse
el patio de baldosas rojas con una leve capa de ceniza, trada por
el viento. Fue su Pompeya.
- 43. LA HORMIGUITA CANTORA Y EL DUENDE MELODA 123 En 1940 public
el primer libro, gracias a su padre y a un amigo mayor que lo
sugiri: Juanilla, Juani- llo y la Abuela. Contiene las alegras y
miedos de su infancia, y las experiencias de vivir en medio de una
naturaleza an intocada por el hombre. Curiosamen- te, esta pequea
novela fue escrita bajo las higueras de la chacra que tena su padre
cerca de El Canelo, en el Cajn del Maipo, no muy lejos de Santiago.
S, las higueras le transmitieron visiones y leyen- das. Fueron algo
as como sus hadas madrinas.
- 44. cantaba en vez de hablar, y las de un viejo duende que
juntaba solpara el verano. A ellas se aaden tambin las historias de
muchos de sus amigos: del Sapito saltarn, de la luminosa lucirnaga,
del Gusano mal educado, de la Mariposa buscadora de nctar... y de
tantos otros personajes que pueblan la naturaleza. Alicia Morel
adquiri desde pequea la costumbre de contar cuentos. La fantasa y
la imaginacin han acompaado siempre a esta escritora chilena que se
cri en el campo, donde gozaba en familia de los cambios de la
naturaleza. De esta ltima provienen sus ya famosos personajes de La
Hormiguita Cantora y el Duende Meloda y de Aventuras del Duende
Meloda (tambin publicado en esta misma coleccin). " ii | I i ' j ii
cr> I I ', ii , : CTN ! M I. ' M 111 ^ I I ' 1 i I i O : i1 ' l
l 1 I I I I O I' ! I I ! O 9 l l 7 8 9 5 6 1 l l 2 0 9 6 4 0 1 1
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