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Lección 8 para el 22 de agosto de 2009
El amor tiene su origen
en Dios y nos lo
demostró al enviar a su
Hijo al mundo para
salvarnos.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
Juan, 3: 16
1ª de Juan, 4: 7-8
Hacer todo lo que sea necesario para
ayudar a otros, aun si incluye el
sacrificio propio.
Perdonar y olvidar el pasado.
Negación propia completa por el bien
de otros.
El amor implica:
1ª de Juan, 4: 12
Aunque seamos conscientes de nuestros
errores, debemos confiar en que Dios nos
perdona.
Él conoce nuestros corazones y pone a nuestra
disposición su perdón, porque nos ama.
Este amor nos da la confianza de salir
victoriosos en el Juicio.
“En esto sabremos que somos de la verdad, y nos sentiremos seguros
delante de Él: que aunque nuestro corazón nos condena, Dios es
más grande que nuestro corazón y lo sabe todo. Queridos hermanos, si el
corazón no nos condena, tenemos
confianza delante de Dios”1ª de Juan, 3: 19-21 NVI
Cuando amamos a Dios y a nuestro
prójimo, ya sea que nuestra conciencia
esté en paz con Dios o nos
reprenda, debemos tener confianza en
la Omnisapiencia de Dios.
El amor se debe demostrar en acciones
concretas a favor de nuestros prójimos.
El amor teórico no sirve de nada. El que no
ama activamente a su hermano no puede
amar verdaderamente a Dios.
1ª de Juan, 3: 18
El amor a Dios también se debe demostrar
en acciones concretas.
El amor teórico no sirve de nada. El que no
guarda sus mandamientos no ama
verdaderamente a Dios.
1ª de Juan, 5: 3 NVI
"No amemos de palabra", escribe el apóstol, "sino de obra y en verdad". La perfección del carácter cristiano se obtiene cuando el impulso de ayudar y beneficiar a otros brota constantemente de su interior. Cuando una atmósfera de tal amor rodea el alma del creyente, produce un sabor de vida para vida, y permite que Dios bendiga su trabajo…”
E.G.W. (Los hechos de los apóstoles, cap. 54, pp. 440)
“Un amor supremo hacia Dios y un amor abnegado hacia nuestros semejantes, es el mejor don que nuestro Padre celestial puede conferirnos. Tal amor no es un impulso, sino un principio divino, un poder permanente. El corazón que no ha sido santificado no puede originarlo ni producirlo. Únicamente se encuentra en el corazón en el cual reina Cristo. "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero". En el corazón que ha sido renovado por la gracia divina, el amor es el principio dominante de acción. Modifica el carácter, gobierna los impulsos, controla las pasiones, y ennoblece los afectos. Ese amor, cuando uno lo alberga en el alma, endulza la vida, y esparce una influencia ennoblecedora en su derredor”
E.G.W. (Los hechos de los apóstoles, cap. 54, pp. 440)