Post on 16-Mar-2016
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LA TERCERA MÁXIMA
En el fragmento tercero de la tercera parte del Discurso del Método que trata sobre la
moral, Descartes defiende la tercera máxima, la cual trata como dice en el fragmento de
“Procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna”, en esta también hay que
esforzarse en cambiar los deseos propios más que el orden del mundo.
En primer lugar, Descartes defienden que nada está enteramente en nuestro poder,
excepto nuestros pensamientos, y coloca la dignidad del hombre en el uso que hace de sus
facultades. Esta máxima expresa el espíritu del cartesianismo, el cual exige que el hombre se
deje conducir únicamente por la propia razón.
En segundo lugar, hay que saber que esta máxima se encuentra influenciada por el
estoicismo ya que estos afirman que “no hay nada que esté enteramente en nuestro poder
sino nuestros pensamientos”. Y, en concreto, por Epicteto, para el cual lo único que está
realmente en nuestro poder son nuestros pensamientos.
Por otra parte, Descartes opina que si basamos nuestra felicidad en los bienes
exteriores, esta máxima nunca dependerá de nosotros. Si por el contrario, gobernamos
nuestros pensamientos alcanzaremos la felicidad, y el argumento que debe convencernos es
que todo lo que no hemos conseguido después de actuar lo mejor que hemos podido, es
inalcanzable, y por tanto imposible desearlo.
La propuesta que nos hace Descartes es controlar nuestros deseos mediante nuestros
pensamientos, porque es de lo único de lo que realmente podemos ser dueños. El control de
nuestros deseos debe realizarse mediante la razón. Basar nuestra felicidad en la satisfacción de
todos los deseos no nos hace conseguir la felicidad sino entrar en un círculo, pues el deseo no
comprende la realidad ni tiene límites, y al no saber determinar que es imposible y que es
posible para nosotros nos carga de amarguras e insatisfacciones. Esta situación no supone la
suspensión de la ambición, sino todo lo contrario, se trata de no desear lo imposible sin implicar
una falta de ganas por las cosas. La razón es la encargada de enseñarnos esta distinción entre
las cosas exteriores, y de ella se deriva la aceptación de la realidad.
“Procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna y modificar mis deseos antes que el orden del mundo”.