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MALINALI: DISCURSOS YCREACIÓN CULTURAL
ANNA MARÍA FERNÁNDEZ PONCELA
Resumen
Este texto es una revisión en torno a los discursos y la ima-
gen de Malinali (la Malinche) como figura histórica y litera-
ria. Se revisa desde los relatos periodísticos y literarios de
inicios del siglo XX —aunque arrancan en el XIX—, pasando
por las reflexiones en torno a la mexicanidad y la representa-
ción artística y cultural en la segunda mitad del siglo XX. Y ya
en el siglo XXI cómo ven a Malinali los infantes y jóvenes. Se
muestra la diversidad de opinión y versiones del personaje
según la mirada de los actores sociales en cuestión, así como
el cambio histórico de la misma que está teniendo lugar en
nuestros días.
Palabra claves: Discurso, cultura, Malinche, literatura, arte.
Abstract
This paper studies the discourse around and the image of
Malinali (la Malinche), as a historical and literary figure. The
study encompasses the journalistic and literary discourse since
the beginning of the XXth century —although it actually started
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in the XIXth— and the reflection upon Mexican identity and
its artistic and cultural representation in the second half of
the XXth century, as well as how children and young people
view Malinali in the XXIth century. It is shown the diversity of
opinion and different versions of the character according to
the views of the social actors in question, and the historical
change of this outlook taking place in our time.
Key words: Speech, culture, Malinche, literature, art.
La configuración original de las unidades adminis-
trativas americanas era hasta cierto punto arbitraria
y fortuita, marcando los límites espaciales de con-
quistas militares (Anderson, 1993: 84).
La Unidad Nacional y la búsqueda del “progreso” con-
cluyen en una jamás definida política cultural del Estado,
que puede incorporar —sin demasiados juicios y pre-
juicios— las encontradas tendencias e interpretacio-
nes intelectuales y artísticas (Monsiváis, 1994: 1381).
Preguntarnos por la participación femenina en la historia
de México implica la conciencia de múltiples desco-
nocimientos. Sabemos que las mujeres han estado
presentes, que se trata de un sujeto histórico cuya
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ausencia en las fuentes no responde a su ausencia
en el proceso que ha construido este país.
Señala Julia Tuñón en el inicio de su obra Mujeres en México.
Recordando una historia (1998: 15) que hay historias e histo-
rias, y mujeres y mujeres. Malinali aparece mucho en las fuentes
y documentos gráficos y escritos de todo tipo. Sin embargo,
su verdadera historia también se desconoce. Añade un poco
más adelante esta autora:
Una rápida mirada a la bibliografía sobre el tema refle-
ja la reiterada significación de tres personajes: la Malinche,
la Virgen de Guadalupe y Sor Juana Inés de la Cruz. Las
tres han sido, cada una a su manera, arquetipos de
género por su peculiar manera de integrarse al desa-
rrollo nacional... Se les ha convertido en símbolos más
allá de su posible realidad: la Malinche parece mono-
polizar la sexualidad, Sor Juana el intelecto y Guadalu-
pe la maternidad abnegada (Tuñón, 1998: 18).
Sin embargo, de las tres características asimiladas a estas mujeres,
la única de las tres que puede decirse que las contiene todas
es Malinali. Aquí revisaremos el discurso cultural en torno a
ella, no tanto su presencia real en la historia (Glantz, 1994),
sino más bien los sueños y pesadillas, leyendas y obras artís-
ticas que su figura ha despertado, su recreación simbólica
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cultural y su reinvención en el imaginario social de la mexica-
nidad durante el siglo que nos antecede: el XX.
PRESENTACIÓN
Este artículo ofrece un repaso sobre los discursos y
la proyección de la imagen de Malinali (la Malinche)
desde los relatos periodísticos y literarios de inicios del siglo
XX —aunque arrancan en el XIX—, pasando por las reflexiones
en torno a la mexicanidad y la representación artística y cul-
tural durante la segunda mitad del siglo pasado, todo ello en
relación con este personaje histórico. Y llega hasta finales
del XX con una repaso a libros de texto de historia de primaria
y secundaria, así como la opinión de maestras y maestros so-
bre el tema, lo mismo que de niños, adolescentes y jóvenes, y
su percepción de esta mujer que indudablemente se funde
con la representación nacional mexicana de forma simbólica
y emblemática desde el siglo XVI hasta nuestros días.
Se muestra y demuestra la diversidad de opinión y versio-
nes del personaje según la mirada de los actores sociales en
cuestión que abordan su imagen, así como el cambio históri-
co de la misma, que tiene que ver con quién opina, desde
dónde y cuándo lo hace. Esta figura simbólica del imaginario
popular mexicano ha sido creada y recreada y, desde los albo-
res del siglo XXI, posee un simbolismo diferente a la del siglo
pasado o épocas anteriores que es interesante descifrar.
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PERIODISTAS, LITERATOS,
ESCRITORES/AS DEL SIGLO XIX E
INICIOS DEL SIGLO XX
Definió a sus mujeres y a sus hombres idóneos desde
la consolidación de una cultura de género que devino
de dos procesos: la propia edificación del Estado y
del proceso civilizatorio en el que se empeñaba la
sociedad desde el momento de la conquista españo-
la. La creación de las representaciones de “la mexica-
na” y “el mexicano” son “expresiones mitológicas”
que se han acumulado en el imaginario social duran-
te un largo periodo y terminan por constituir una
especie de metadiscurso, “una intrincada red de puntos
de referencia a los que acuden muchos mexicanos”
para explicar la identidad nacional (Muñiz, 2002: 320).
En general en México, y tras la Independencia, se ha hecho
una lectura sesgada con gran menosprecio de la vida y obra
de esta mujer. Es la encarnación de la traición por así decirlo,
si bien y según la época y las influencias literarias o históri-
cas, además de políticas y nacionalistas del momento, es pin-
tada con más o menos crueldad, algo justificada o totalmente
denostada. Hay una gigantesca tarea que se abre a los inte-
lectuales o pensadores de la época: la construcción de una
cultura nacional.
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En un primer momento, la intención de los liberales es bo-
rrar al indio o lo indio del pasado del país. Hay persecución
de los grupos que quedan en rebeldía que ya no han sido asi-
milados, como algunos en el norte, y se lucha con las comu-
nidades del sur que se levantan.
El exterminio llano tenía, sin embargo, sus bemoles;
repugnaba a las conciencias liberales, costaba muy
caro y engrandecía demasiado a los caudillos milita-
res. Para vencer la tenaz oposición de los indios a
todo proyecto de integración nacional, se buscarán
otros métodos de “asimilación” (Núñez, 1998: 110).
Posteriormente, hacia la segunda mitad del XIX, se reinicia la
política nacionalista, encabezada por Ignacio Manuel Altamirano
(1834-1893). Se persigue la creación de una literatura nacio-
nal, en la cual se incluye el interés por reavivar relatos míticos
y legendarios en torno al pasado indio del pueblo mexicano,
seguramente con la influencia del romanticismo y a manera
de epopeya seudohistórica. Este escritor consideraba que ha-
bía que tener temas propios y dignificar lo mexicano. Prince-
sas y príncipes indígenas, sus amores y desamores, son los
protagonistas de las narraciones, recreadas desde la mirada
de la época, con un lenguaje que las hacía pasar como verídi-
cas y siempre reclamando su origen histórico real.
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Heriberto Frías (1870-1925), escritor y periodista antiporfirista,
tiene muchas historias de este tipo. Aquí recogemos dos rela-
tos en los cuales aparece la figura de la Malinche. El primero
de ellos es “Cuauhtémoc y Hernán Cortés”, y en él alaba al
primero, como líder indio que es, lo presenta enojado, pues su
tío Moctezuma está jugando con Cortés y al entrar en la estan-
cia donde esto acontece exclama sorprendido: “—¡Tú Malitzin!”,
Moctezuma le ordena salir y “El príncipe retrocedió, baja la
frente, fulminado por la visión de aquella mujer, de la mujer
apóstata, del caudillo extranjero. —¡Infame, traidora!— iba ru-
giendo por las calles y puentes” (Frías, 1999: 344). Según el
relato, Cuauhtémoc había conocido a Malinali en Tabasco
Linda como las auroras del trópico, dulce y lánguida
como el sueño vaporoso de sus siestas, y exuberante
y regia como su vegetación soberana y lujuriosa. ¿Cómo
no habían de amarse el caudillo y la hija de aquellos
paraísos?... Se amaron... No; ya el guerrero no pien-
sa en su juramento de arrancar el corazón de Hernán:
piensa en Malintzin que se ha unido a él, seducida
por el brillo de plata de su armadura, por su cutis
blanco, por su barba majestuosa... (Frías, 1999: 344-
345)
En un encuentro de Cuauhtémoc y Malinali, él le recrimina:
“¿Por qué has traicionado a tu amante a tus dioses y a tu raza
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y te entregas al extranjero blanco?” (p. 346), ella responde:
“porque él es bueno y el enviado del verdadero Dios” (idem).
Aparece Cortés en escena y Cuauhtémoc le pide:
—Dile que te amo y que fuiste mía —dice en idioma
náhuatl—. —Dice que a tu pesar he de ser suya y te
odia—, dijo en castellano la india Malintzin. Desen-
vainó su espada Cortés, la levantó en alto amena-
zando a Cuahtémoc, y éste presentó su pecho; pero
en el momento en que iba a cerrar sobre él, viendo
Malintzin la nobleza del mexicano, se interpuso ante
Cortés gritándole: —¡Sé noble, está desarmado! Hernán
retrocedió... Cuauhtémoc... —¡Dile, ingrata, que de
hoy en adelante no espere misericordia de nosotros;
que si se la habíamos tenido era por nuestro empe-
rador; que ya estamos cansados y yo voy a acaudillar
la rebelión santa hasta morir, ya que merezco la muerte
por amarte! (idem).
Como se ve, ya hay “mexicanos” en aquella época y son in-
dios por más señas; también se presenta la imagen del indio
valeroso y el no tanto, mientras que el conquistador es el
enemigo, pero también es gallardo. Lo curioso es que Malinali
es la que sale peor librada, pues a pesar de ser india, su ac-
tuación aparece con características negativas y no sólo por
traicionar a su pueblo, sino por traicionar el amor de Cuauh-
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témoc, según este relato, que por otra parte y seguramente
poco tiene que ver con la verdadera historia y navega en el
mundo de los símbolos e imaginarios culturales.
La segunda narración seleccionada de este mismo autor es
“La venganza”. En ella aparece en escena Mencia, ahijada de
Cortés y enamorada de Cuauhtémoc, según este texto:
ella ama como nunca al príncipe mexica cuyos pies
calcinados besara un día en un frenesí de lástima y
amor...lo que más la torturaba, era el pensamiento
de que Cuautémoc apenas se había dignado
besarla...¡Orgulloso indio! ¡No besar a una dama
española él, el indio hijo de una raza que los suyos
ultrajaban de la manera más vil (Frías, 1999: 374).
El caso es que Malinali era amiga de Mencia y “miraba son-
riendo a la española con una sonrisa traidora” mientras ésta
pronunciaba: “—Esclava miserable que has vendido a tu raza
a la codicia de los aventureros de mi tierra... tú los crees grandes
y nobles... los verdaderos grandes y nobles no te los imagi-
nas... La Malinche bajó humildemente la cabeza”. Prosigue:
“—Lo comprendo mi ama: pero, ¿qué quieres que haga?...
Oye Mencia... ¡Tampoco tú te imaginas lo que quiero! ¡Ven-
garme!... Mi señor te ama, yo se lo he oído decir en sueños...
Cuauhtémoc me ama a mí... y tú a él... ¿Comprendes que todo
está en que tú vayas a verlo a despecho de la voluntad de mi
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amo?” (p. 375). Así es como llevan a cabo el plan, se cambian
los ropajes y Mencia, vestida de india, parte al palacio de Cuauh-
témoc y así sucedió muchas noches más. “La Malinche, la
lengua, como le decían los españoles, era la eterna sombra de
Cortés; jamás la india intérprete amada del caudillo lo aban-
donaba un instante” (p. 376). Los rumores de infidelidad se
extendieron más: “¡Cómo creer semejante cosa si la Malinche
no se separaba de él ni un instante! Sin embargo, envenenada
el alma por una sospecha, la retuvo más que nunca a su lado.
¡Sabía que Cuautémoc la amaba y la había poseído! Ella esta-
ba contenta, tenía de nuevo el amor de su amo, de quien sos-
pechaba que amase a Mencia” (p. 377). Dos años después
Cortés cedía Malinali a Juan de Jaramillo. Pero con la suble-
vación de Hibueras (Honduras) Cortés partió con Malinali,
Cuauhtémoc y Mencia. Éste fue ahorcado por el primero y
Mencia besó su cadáver y juró vengarlo: contrae matrimonio
con un marino, vuelve a España y “refiere las iniquidades de
la conquista” ante el rey Carlos V. Cortés sufrió humillacio-
nes en la Corte. Mencia acabó en un convento pidiendo per-
dón a su padrino. Como se ve, los indios son los considerados
“buenos” y sus defensores, no importa su raza, lo son tam-
bién. Así, ya hay “españoles” también en esta época. Malinali
es “malvada”, se mire por donde se mire, aunque la maldad
sea fruto de la razón y la inteligencia, de la adaptación social
y la sobrevivencia física. Las venganzas son realizadas por
mujeres, por medio de una estrategia de acción más que de
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amenaza, los hombres aparecen vencidos por la astucia fe-
menina, se matan entre ellos y, finalmente, la co-protagonis-
ta de la historia acaba en un convento como toda joven de la
Colonia que rompiera de alguna manera las tradiciones y buenas
costumbres de la época (Fernández, 2000).
A inicios del siglo XX, hay un grupo de intelectuales —pe-
riodistas y escritores— denominados “los colonialistas”
(Monsiváis, 1994), debido a que entre los objetivos de sus
obras se trataba de reivindicar el pasado colonial del pueblo
mexicano como anclaje de origen del mismo, y en contrapo-
sición con el discurso oficial que elogiaba lo autóctono en-
carnado en los héroes indios de un mítico pasado. Luis González
Obregón (1865-1938), entre otras cosas cronista de la ciudad
de México, pertenecía a dicha corriente. De su pluma se verá
“La calle de Juan Jaramillo”, leyenda de una de las calles de la
capital del país, en la cual aparece Malinali. La hoy populosa
y céntrica calle República de Cuba cambió de nombre en va-
rias ocasiones, en una época se denominó Juan Jaramillo
—alrededor de 1527—, pues allí era la morada del esposo de
Malinali, “no faltando un ingenuo pero malicioso cronista,
que asegurara no haber estado en su sano juicio el Jaramillo
cuando se desposó con la Malinche” (González, 2000: 135).
Desde un inicio el prejuicio se percibe claro e irónico a la
vez. El texto también informa de la segunda boda de Jaramillo,
esta vez con una española. Y añade en otro momento del re-
lato:
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Todos los historiadores de la conquista de México se
han ocupado en referir los importantes servicios que
prestó la célebre india doña Marina a Hernán Cortés
y a sus capitanes y soldados, ya sirviéndoles de intér-
prete con los indios, ya descubriéndoles serias cons-
piraciones, en que hubieran perecido sin sus oportunos
avisos; ya indicándoles las rutas seguras para no ex-
traviarse por caminos largos y peligrosos; ora, en fin,
suministrándoles alimentos para que no pereciesen
de hambre, cuando los indígenas los sitiaban y se
negaban a proporcionárselos dolosamente (p. 135).
Entre otras cosas, en este texto se critica a los conquistadores
por no haber agradecido los favores tan necesarios que Malinali
les proporcionó. Fue la india “buena” y como reflejo del en-
foque “colonialista” ya mencionado hay de alguna manera
que revalorizar su nombre como aliada de la conquista y co-
lonización. A pesar del título de la narración, se trata de rei-
vindicar los derechos de descendencia de los hijos de Malinali:
Martín y María. Se considera que ya:
En la época populista de Lázaro Cárdenas, el retrato
de la Malinche alcanzó una altura nacional, tanto en
su aspecto positivo, de héroe nacional, de mater de
la patria, de mestiza mexicana, como en el negativo,
dando origen al “malinchismo”, “malinchista”, etcé-
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tera, y reemplazando el antiguo discurso sobre si la
Malinche había o no traicionado a su pueblo (Núñez,
1998: 11).
También la literatura —novela y poesía, fundamentalmente—
aborda la figura de Malinali; aunque aquí nos enfocamos sólo
en las leyendas, cabe mencionar que autores como Elogio Ancona
en su obra Las mártires de Anáhuac recrea la conquista y la
figura de Malinali como heroína, basándose en Díaz del Cas-
tillo y Prescott, básicamente. Irineo Paz, en Doña Marina, su-
braya el hecho de tratarse de una mujer y lo indígena pasa a
un segundo plano (Núñez, 1998). Lo importante en esta no-
vela, como en las leyendas antes mencionadas, cuya protago-
nista es mujer, es que el amor resulta el centro de todo, el
sentimiento del amor guía a Malinali para someterse a los
conquistadores, para traicionar a su pueblo. El amor justifica
todo y la guerra y la muerte son actores secundarios frente al
protagonismo del romance. Y de paso es difusora de la fe cristiana,
como también sobresale en otras narraciones, donde la mujer
india fue la primera de su grupo en bautizarse e invita al resto
a hacerlo. Y es que
Si la Malinche puede llegar a ser heroína de novela,
no es por su indianidad, sino por su eterno femenino,
y en la novela es evidente que para que hubiera podi-
do gustarle a Cortés necesitaba ser la más bonita, la
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más inteligente, una hija de príncipes, bien educada,
etcétera (Núñez, 1998: 113).
Varios papeles y significados se le han otorgado a este perso-
naje histórico, como hemos visto con los diferentes textos,
épocas y enfoques mostrados. Básicamente, se puede afirmar
que es “buena” o “mala”, quizá más lo segundo que lo prime-
ro. Entre aquellas personas cuyas re-
flexiones la consideran buena está la
de Antonio Peñafiel1 y la de Margari-
ta Olivo Lara,2 a inicios de siglo y en
la época de los años treinta, respec-
tivamente. Los escritos de María Je-
sús Indart y Felipe González Ruiz en las decadas de los treinta
y los cuarenta la enmarcan como catequista, como una suerte
de profeta. Incluso este último llega a considerarla una santa,
un hada buena de los españoles y una “madre para la nación
mexicana”. Por otra parte, hay quien ve en ella la “reencarna-
ción de una mala mujer”, como en la primera década del si-
glo XX, Laureana Wright de Kleinhans,3
por ejemplo, “emprende la tarea —pa-
triótica de satanizar a la Malinche”
(Núñez, 1998: 149).
El tema de Malinali como símbolo del mestizaje está am-
pliamente tratado por una gran diversidad de autores, los que
ven todavía la conquista como una bella historia de amor o
3 La considera traidora y vendepatrias directamen-te; menciona una versión sobre su origen cubano ycon ello cree rebajarla aún más. Curioso es la durezacon que juzga a Malinali, sobre todo tratándose deuna mujer considerada feminista.
1 Como curiosidad, en la obra de Peñafiel, Malinaliviaja con su esposo a España, donde la veneran.
2 Una de las labores loadas de Malinali es ser unaintermediaria actuante: suaviza el carácter rudo delos “españoles”, aleja a los indios de su cultosangriento y aconseja su sometimiento. Entiende suactitud desencadenada por el amor.
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así la reflejan en sus escritos. Fernanda Núñez (1998) retoma
la obra de Federico Gómez de Orozco en la década de los
cuarenta. Destaca la no culpabilidad de Malinali porque ella
estaba enamorada y además no tenía patria, era una esclava
que había pasado de unas manos a otras. Dice el autor:
El primer contacto entre españoles e indios se levan-
taba ahora como un símbolo de unión perfecta. El
eterno femenino de esas mujeres, que iban con sus
caricias y halagos a poner la piedra fundamental de
una nueva nacionalidad, mediante la fusión de dos
razas… Ese hijo era además símbolo de su completa
vinculación a su obra, a su conquista (Cortés4). En ese
pequeño se fundían dos razas, dos caracteres, el amor
y la fuerza, la fe y el heroísmo. La raza vencida repre-
sentada por doña Marina, le entregará el don más
alto de su homenaje: un hijo (Núñez, 1998: 161 y 164).
Por su parte, el trabajo de Miguel Ángel Menéndez —que data
de los años sesenta—, también destacado por Núñez (1998),
sigue la misma tónica en cuanto a la conquista y el mestizaje.
Añade datos históricos en torno a todos los grupos indios en
contra del imperio azteca; así, la conquista es vista como un
triunfo de los españoles más el de todos aquellos indios que
no estaban de acuerdo con el estado de las cosas, que al fin
quedaron igual de esclavizados a Cortés.
4 Aclaraciónde la autora.
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Malintzin fue el puente sobre el cual pasaron las pa-
labras de Cortés, y de labios de él, Malintzin había
oído por primera vez en su vida, lo que podía ser la
libertad. Malinali no es traidora, fue traicionada por
los suyos, por su madre vendida y como alguien te-
nía que ser culpable ante la
historia de la traición de los
españoles, se le culpó a ella
(Núñez, 1998: 166-167).5
LAS REFLEXIONES DE LA
MEXICANIDAD6 DE LA SEGUNDA
MITAD DEL SIGLO XX7
En este apartado revisamos
la obra de afamados intelec-
tuales mexicanos de la segunda mi-
tad del siglo XX que, desde una posición
“pro-mexicanista”, muestran su visión
sobre la figura de Malinali, en gene-
ral poco favorecida o justificadora del supuesto “desprecio”
que este personaje despierta —excepto Bartra—. Todos ellos
son hombres, y es Octavio Paz el que posiblemente más tras-
cendencia ha tenido y tiene. Sus miradas van y vienen entre la
acusación de maldad y la desvalorización que representa o
“merece” este personaje.
5 Este autor señala cómo en cada mexicano hay unapugna entre el indio y el blanco que lleva dentro,como mestizo considera que se vive atormentadobuscando el equilibrio.
6 En cuanto a la construcción nacional y de géneroen México puede consultarse Fernández Poncela(2002).
7 Se revisaron para este apartado varios textos quetienen que ver con lo que se viene en llamar lomexicano, la mexicanidad, sólo se mencionan losque tienen algo que decir sobre la figura de laMalinche y de forma muy breve.
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En la leyenda rosa se presenta a la Malinche como
una víctima de las circunstancias, sin voluntad pro-
pia y como punto menos que una santa... Si la Malinche,
en vez de haberse entregado a los conquistadores
—a tres de ellos por lo menos—, se hubiese entrega-
do a los frailes y evangelizadores, para servirles en
su tarea evangelizadora y civilizadora, el pueblo mexicano
no la habría tomado como símbolo de traición, de
entrometimiento y de prostitución. Podemos imagi-
nar el dolor de Cuauhtémoc al ver a una bella indí-
gena, compatriota suya, entregada a Hernán Cortés.
Por otra parte, está la leyenda negra. A una mujer
esclava, dependiente de la voluntad de otros, acos-
tumbrada a obedecer invariablemente, se le convier-
te en el símbolo de la entrega —sumisa y vergonzosa—
de las “sagradas” esencias de la mexicanidad al ex-
tranjero. Se le pone en la picota y se le acusa injusta-
mente de haber entregado a su patria, olvidándose
de que fue el cacique Tabscoob, quien la obsequió a
Cortés y que fue su madre quien la dio como esclava
para que el hijo de su nuevo marido heredara el
cacicazgo (Basave, 1999: 744).
Los comentarios de este autor no tienen desperdicio; más allá
de la oscuridad en su estilo o las posibles imprecisiones his-
tóricas, encontramos la prostitución de la carne frente a la
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prostitución del alma, la solidaridad entre hombres al com-
prender a Cuauhtémoc, la “bella indígena”, etcétera.
Dice Santiago Ramírez lo siguiente:
Son muchas las razones históricas que han permiti-
do que la mujer sea devaluada. Ya desde Hernán Cortés,
el trato a la Malinche está revelando que una vez
utilizada es objeto de regalo a un súbdito. Pocos in-
migrantes hombres, muy valuados, conquistan y co-
lonizan a un mundo de mujeres indígenas a las cuales
pueden utilizar, minimizar e identificar con lo deva-
luado. Estas mujeres se van a refugiar en la materni-
dad exuberante cuando no encuentran en el varón
la espina dorsal que las sustente (Ramírez, 1977: 136).
Afirma Paz:
Si la Chingada es una representación de la Madre
violada, no me parece forzado asociarla a la Con-
quista, que fue también una violación, no solamen-
te en el sentido histórico, sino en la carne misma de
las indias. El símbolo de la entrega es doña Malinche,
la amante de Cortés. Es verdad que ella se da volun-
tariamente al Conquistador, pero éste, apenas deja
de serle útil, la olvida. Doña Marina se ha convertido
en una figura que representa a las indias, fascina-
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das, violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo
modo que el niño no perdona a su madre que lo aban-
done para ir en busca de su padre, el pueblo mexica-
no no perdona su traición a la Malinche. Ella encarna
lo abierto, lo chingado, frente a nuestros indios, es-
toicos, impasibles y cerrados. Cuauhtémoc y doña Marina
son así dos símbolos antagónicos y complementarios.
Y si no es sorprendente el culto que todos profesa-
mos al joven emperador —“único héroe a la altura
del arte”, imagen del pueblo sacrificado— tampoco
es extraña la maldición que pesa sobre la Malinche
(Paz, 1992: 78).
Señala Bartra:
Los mitos fundacionales del “alma mexicana” nos con-
ducen directamente a dos fuentes originarias y apa-
rentemente contrapuestas: por un lado, la virgen-madre
protectora de los desamparados, la guadalupana; por
otro, la madre violada y fértil, la chingada, la Malinche…
La Malinche —en la leyenda mexicana— es la Gran
Prostituta pagana: fue la barragana de Hernán Cor-
tés y se ha convertido en el símbolo de la traición
femenina (Bartra, 1987: 205 y 215).
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Y es que
En alguna medida, podemos aludir a la identidad na-
cional como un imaginario colectivo edificado sobre
la base de una reconstrucción mítica de la relación
conflictiva y desigual entre la cultura hispana y la indí-
gena... la consolidación del Estado-nación en México
trajo aparejado un proceso de elaboración del imagi-
nario colectivo que se forjó a través de la reconstruc-
ción mítica de lo que podemos llamar una vivencia
social de la historia que se remontaría hasta la Con-
quista, la cual fungiría como referente de un punto
de quiebre con un pasado glorioso, para fundar el
presente en una personalidad humillada... Lo intere-
sante para nosotras es que, al parecer los ejes
estructuradores de esa autopercepción identitaria se-
rían, por un lado, la oposición singular entre femeni-
no y masculino y, por otro,
la oposición entre figuras an-
tagónicas de la femineidad
(Serret, 1999: 262).8
Es claro para los/as autores/as mencionados/as con anteriori-
dad la identificación entre la Eva occidental con la Malinche
para los mexicanos, y la Virgen María se transmuta en la Gua-
dalupana. Sin embargo, sobre el primer tema Estela Serret in-
8 “Con todo y que, según las voces de estaidentidad imaginaria, nunca se produjo unverdadero sincretismo cultural, las figuras clave deesta construcción espectacular provienen de unamezcla especial de elementos simbólicos tantoeuropeos como indígenas” (Serret, 1999: 262).
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siste en que Malinali es “menos mala”. Aclaramos, según la
tradición cristiana, que se identifica generalmente a las mu-
jeres con el mal, a través de relaciones y asociaciones “mujer-
cuerpo-naturaleza” —caos y misterio—, y deriva de ello cierta
amenaza simbólica contra el hombre y la cultura. Esta crea-
ción de la mujer está íntimamente cercana a lo diabólico y es
por ello también temida, con lo cual se legitima incluso la
violencia para someterla y doblegar toda manifestación de
independencia. Así las cosas, en la tradición europea la mujer
es encarnada por Eva o Lilith, y para el caso de México es la
mujer indígena, en concreto la Malinche. Además, la maldad
aquí es asociada con la traición a su pueblo y la alianza con
los extranjeros, combinándose esclavitud, humillación y sub-
ordinación. Esta mujer, deshonrada por los extraños, violada,
es además madre de un hijo bastardo, por extensión, el pue-
blo mexicano (Serret, 1999).
Y concluye esta autora:
Estar signada por la sumisión distingue a Malinche
de la clásica imagen de peligrosidad de la mujer mala
—demoníaca— sustentada por la tradición cristiana,
sobre todo la derivada de la doctrina que predica-
ron los padres de la Iglesia, adoptada por la Santa
Inquisición europea… la figura femenina en México
parece inspirar más desprecio que temor, y la domi-
nación sobre ella ha contado tradicionalmente con
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la aceptación de las mujeres, responsables de sociali-
zarla como un valor fundamental, lo que nos mues-
tra la poderosa eficacia de la asunción cabal de una
identidad subordinada... la “maldad” de las mujeres
es vista con una mirada más indulgente —aunque
más despectiva— por la población en general (Serret,
1999: 267, 269 y 271).
Si bien es cierto que esto pudiera ser extensivo a la población
femenina, no es tan aplicable a la imagen figurativa de Malinali;
en algunos relatos, históricos o literarios que hemos revisa-
do, ella es vista como la encarnación del mal en persona y, en
otros, como la autora señala, es sólo despreciada, lo cual es
también digno de tenerse en cuenta. Pero como veremos más
adelante, tal vez las cosas estén variando y sean distintas en
el inicio del siglo XXI.
REPRESENTACIONES ARTÍSTICAS Y
CULTURALES DE LA SEGUNDA MITAD
DEL SIGLO xx9
La producción significativa
de identidades colectivas se
expresa en el conjunto de
prácticas, creencias, concep-
ciones y valores que deno-
9 Este apartado es una rápida revisión derepresentaciones culturales y artísticas con el objetode ilustrar algunas visiones sobre el tema. Aquí sólose mencionarán algunas obras que se dedican aMalinali, o que de una u otra manera la abordan.No se ahondará sobre el tema, ya que se trata derecreaciones que necesitan un profundo análisisteatral o literario, según sea el caso.
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minamos imaginario social. A diferencia del aparato
simbólico desde el cual se genera, el imaginario social
debe pensarse como el plano de manifestaciones de
la(s) identidad(es) grupales concretado en prácticas y
discursos colectivos de todo tipo (Serret, 2001: 97-8).
La presencia de esta figura simbólica en la dramaturgia con-
temporánea ha sido también objeto de estudio. La Malinche
de Celestino Gorostiza es “la imagen de la madre abnegada,
pero primero tiene que vincularla con la reputación de trai-
dora” (Messinger, 1994: 183). Cuauhtémoc la culpa directa-
mente.
Rodolfo Usigli, en la obra Corona de Fuego, trage-
dia épica de la conquista donde Malinali “está vista
como mujer mala en todo lo que se refiere a su uso
de la función discursiva. Así, las imágenes que em-
plea Usigli cuando se refiere a la voz de la Malinche
son todas negativas”, si bien por otra parte “La iden-
tificación positiva de la mujer como vientre sí sirve
para la agenda nacionalista de Usigli, agenda liberal
en el sentido que le da a Cuautémoc un papel im-
portante como el padre espiritual de la nación mexi-
cana contemporánea, pero en cuanto a su presentación
como mujer, el contexto patriarcal viene a inscribirse
en el texto” (Messinger, 1994: 182-183).
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Tanto en ésta, como en la representación anterior, vemos cómo
da un lugar importante a Cuauhtémoc y hay una preocupación
por el futuro a través del hijo que dará a luz Malinali. Salvador
Novo, en su obra Cuauhtémoc, también representa a Malinali.
Así, en los textos del siglo XIX e inicios del XX, la figura de
Cuauhtémoc es fundamental en el esbozo de Malinali —ya sea
como pareja amorosa o como contrapunto ideológico—.
En la representación Todos los gatos son pardos, de Carlos
Fuentes, Malinali es la fundadora de lo nuevo en contraposi-
ción del conquistador español o del emperador indígena. En
otra obra, Valiente mundo nuevo, ella casi desaparece (Fran-
co, 1994). Aquí Malinali es como una mujer puente entre dos
culturas, Cortés y Cuauhtémoc son dos tiranos. Sin embargo,
“Su Malinche no puede actuar por sí misma, depende del hombre
para poder desarrollar sus planes” (Messinger, 1994: 188).
Por otra parte, en El Naranjo de este mismo escritor, Malinali
aparece en su papel de madre de un bastardo.
Las piezas escritas por mujeres “Tratan el tema histórico
con un humor que se mofa de la tradición establecida. Cada
obra representa un paso más en el cambio a la desmitificación
de la historia nacional” (Messinger, 1994:188). Esto es muy
importante subrayarlo, el diferente tratamiento de un mismo
personaje histórico femenino según el sexo de quien escribe,
y cómo las mujeres “positivan su imagen” hasta llegar a es-
critoras chicanas que la elevan a mito
feminista.10 No hay que olvidar que10 Tema que no abordaremos por motivos deespacio, pero que es importante mencionar.
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los escritos y reflexiones desde las mujeres datan de la segun-
da mitad del siglo XX, mientras que los que hemos visto de
hombres son de toda la centuria, incluso nos remontamos a
algunos del siglo anterior (XIX).
En El eterno femenino de Rosario Castellanos (1998), Malinali
es valiente y perspicaz, Cortés sólo se queja y culpa a todo
mundo.
Este Cortés que se contempla en el espejo, que fácil-
mente se deja engañar por unas palabras bonitas, se
parece más a la idea tradicional de la mujer que al
astuto conquistador genial pintado por López de
Gómara, su secretario, entre otros, por su parte Malinali
no parece ser traidora al pueblo indígena porque no
existe tal unidad sino un país con muchas tribus en
conflicto (Messinger, 1994: 191).
Y en Águila o sol, la obra teatral de Sabina Berman:
Notamos que a Cortés le hacen falta los servicios de
su esclava india para ser entendido por los nativos,
como se supone que pasó históricamente. Pero, el
hecho de que, a la vez el lenguaje que Cortés utiliza
tampoco puede ser entendido por el público, pro-
fundiza la parodia, mientras que Malinali parece ser
una de las pocas que lo comprende todo y puede
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funcionar en dos mundos —el de los indígenas y el
de los españoles. No es la mujer enamorada ni sumi-
sa, ni es culpable de una traición, pues los jefes indí-
genas tampoco parecen dignos de lealtad... Berman
ataca la percepción mitificada del poder patriarcal,
mostrándolo en su faz absurda… Así Berman, como
Castellanos, se inserta dentro de la empresa cultural
mexicana del revisionismo que cuestiona la validez
de los mitos sagrados. Ambas dramaturgas se apro-
vechan del tono irónico, burlón, para tratar a los
personajes identificados con el poder. Las dos mues-
tran que el poder patriarcal es un juego, no una realidad
dada, y de este modo, parecen desmitificar los mitos
sagrados... La mujer no es una figura sumisa, pasiva,
un objeto manipulado por
el hombre, sino un ser con
una voluntad independiente
(Messinger, 1994: 193-194).11
Hoy hay obras históricas y literarias recientes en torno a este
personaje y presentan un discurso cultural con una mirada más
comprensiva, desde ópticas femeninas, tales como Malitzin y
el señor Malinche (1998) de Helena Alberú de Villava; Amor y
conquista. La novela de Malinali mal llamada la Malinche (1999)
de Marisol Martín del Campo; La conquista de la Malinche de
Anna Lanyon (2001); y de Laura Esquivel (2006) Malinche.
11 En los últimos tiempos y en la actualidad, hay otrareinterpretación sobre la visión y utilizaciónrealizada por varias mujeres mexicanas y chicanasque, al parecer, ponen énfasis en la relación demadre-hija, y en los problemas de la misma (Franco,1994). Sólo recordemos que Rosario Castellanostiene un poema sobre Malinali, en el cual resaltadicha relación.
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Al parecer hay un cambio en la perspectiva de esta figura
fundadora de universos simbólicos (Berger y Luckmann, 1986)
e imaginarios sociales (Castoriadis, 1983), una transformación
que, como hemos dicho, tiene que ver con el sexo de quien
escribe: mujeres; su profesión: creadoras y/o investigadoras;
la época: reciente. Sin embargo, y si bien hasta aquí hemos
pasado revista a la opinión de escritores/as y periodistas, filó-
sofos/as y artistas, ¿qué visión tiene la población en general?,
¿cuál es la mirada que predomina?, ¿ha dejado huella el dis-
curso de la intelectualidad de la mexicanidad? Responder es-
tas preguntas es algo que va más allá de las posibilidades de
este texto, pero sí incluimos los resultados de un breve estu-
dio ilustrativo de tendencias y clarificador del reacomodo de
la imaginería educativa y popular en nuestros días sobre este
personaje histórico-simbólico. Así llegamos al presente siglo:
el XXI.
DISCURSOS DEL SIGLO XXI:
ESTUDIANTES, MAESTRAS/OS Y
LIBROS DE TEXTO12
El nacionalismo hiere y estereotipa y al mismo tiem-
po dignifica y estimula la capacidad de
autoadmiración. ¿Por qué el naciona-
lismo favorece imaginarios femeninos?
El nacionalismo recurre a lo femenino,
12 Se realizó un ejercicio práctico a través de laformulación, aplicación y análisis de un cuestionario
de 22 preguntas abiertas y de tipo cualitativo, a untotal de 538 personas: 276 hombres, 262 mujeres.
Cursaban estudios en un centro público 179personas, otras 179 en uno privado laico y 180 enuno de carácter privado religioso. Fueron 180 de
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pero en tanto cuerpo de
mujer, porque se trata de
un múltiple, creativo y adap-
table marcador para cons-
truir imágenes arquetípicas
de identidad nacional (Gutié-
rrez, 2004: 43).
Se parte de la consideración de la pre-
eminencia de cierto discurso tradicional
alrededor de la mexicanidad que ha
imperado durante varias décadas de
forma algo maniquea, donde hay buenos
y malos sin matices —por supuesto
simplificando—, y en donde hay discursos, imágenes y figu-
ras sacralizadas hasta el máximo y otras denostadas en extre-
mo (Ramírez, 1990; Basave, 1990; Paz, 1992). En este apartado
nos centraremos en revisar las percepciones de infantes, ado-
lescentes y jóvenes que, socializados a través de la educación
institucional y la tradición cultural, tienen también su propia
visión y voz sobre el asunto. Se trata de los resultados de un
estudio aplicado acerca del personaje de Malinali en diferen-
tes etapas de su desarrollo humano de infantes y jóvenes (Delval,
1999) y de su endoculturación o socialización cultural, y es-
bozan no sólo el imaginario social (Castoriadis, 1988), perso-
nal y subjetivo —entendido como urdimbre de significaciones
primaria en cuarto, quinto y sexto grados, entre 9 y12 años —con alguna excepción de 8 y 13—–, 178en el nivel de secundaria, en los tres grados, entre12 y 15 —con alguno de 11—, y 180 que estudianbachillerato, también en sus tres grados, entre 15 y19 —con algunos de 14, 20 y 21 años—. Laaplicación fue hecha entre junio y diciembre de2001. Los centros de estudio seleccionados seencuentran ubicados en la delegación Azcapotzalcodel Distrito Federal. También se llevó a cabo larevisión de los libros de texto de historia de la SEP yde otras editoriales —según los casos—, de cadagrado, nivel y escuela, y la realización de entrevistassobre Malinali a maestros y maestras correspondien-tes a los grupos que participaron en el ejercicio, conel objeto de ampliar y, de manera especial,contextualizar las visiones y expresiones de lossujetos sociales de la muestra seleccionada. Aquísólo se utiliza la parte que se refiere a la Malinche,ya que los propósitos y objetivos de la investigacióneran más amplios. Para la aplicación y captura de loscuestionarios en las escuelas se contó con lacolaboración de Román Vázquez, mientras que enla adquisición de libros de texto y las entrevistas alcuerpo docente colaboró Katia Basulto.
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que dirigen la vida social—, sino también el universo simbó-
lico en el cual se inscriben, entendido éste como matriz de
significados socialmente objetivados y aprehendidos indivi-
dualmente como reales (Berger y Luckmann, 1986).
Características de la Malinche
Positivas Negativas
inteligente (intelectual) 62 traidora (moral) 79
traductora (intelectual) 48 convenenciera 12
bonita (física) 45 avariciosa 11
valiente (personal) 14 hipócrita 10
buena 9 ayudó a Cortés 6
esposa de Cortés 9 esposa de Cortés 6
ayuda a Cortés 7 mala 6
traidora 7 fea 6
mexicana 6 prostituta 5
indígena 6
Total: 277 (57.95%) Total: 201 (42.05%) Total: 478
Si analizamos la información recabada sobre el asunto, po-
demos afirmar que a pesar de que la Malinche es una figura
femenina de México, que tradicionalmente había sido negada
o desvalorizada (Paz, 1992; Bartra, 1987), hoy sin haber per-
dido el señalamiento de “traidora”, conjuga éste con el de
“inteligente” y “traductora”, que sumados —estos últimos—
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son cuantitativamente incluso más numerosos, como se ob-
serva en el cuadro adjunto que resume el testimonio infantil
y juvenil. Es interesante constatar cómo los libros de texto,
las y los educadores, sin negar el peso de la familia y otros
factores, influyen en la percepción simbólica de las jóvenes
generaciones. Y cómo seguramente los nuevos modelos valorativos
del ser mujer no sólo avanzan en nuestra sociedad, sino que
son adjudicados y encarnados por la misma Malinali desde
una perspectiva que podríamos considerar más ecuánime y
menos ideologizada y, por supuesto, menos sesgada del asunto.
Muy ad hoc con las recientes obras filosóficas, históricas y
literarias escritas por mujeres que nombrábamos en el ante-
rior apartado.
Un aspecto que hay que hacer notar es que el sexo y el tipo
de centro escolar muestran algunas diferencias, pero en ge-
neral no son importantes. Sin embargo, el nivel educativo y el
grupo etario, que van unidos o en paralelo, sí señalan discre-
pancias significativas. La fundamental se refiere al grado de
conocimiento expresado en el número de respuestas o las ca-
racterísticas adjudicadas a la Malinche, así como, ya en el
plano cualitativo, el nivel de reflexión que su significado de-
nota, entre otras cosas, algo más alejado de lo afectivo para
los de mayor edad y más alto grado escolar, y a veces una
mirada más aguda y crítica. Esto tiene que ver con el desarro-
llo psicosocial de las mentes infantiles y juveniles (Delval,
1999).
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En concreto el enunciado que traemos a revisar en estas
páginas decía: “Escribe tres características positivas y tres
características negativas”. El adjetivo calificativo positivo más
importante cuantitativamente es “inteligente” y en segundo
lugar se dice que es traductora, dos aspectos que tienen que
ver con su mente y el desarrollo de la misma, por lo que se
puede decir que aquí predomina el modelo positivo de la mujer
inteligente y dinámica, además de la personalidad “valiente”.
Se añade, eso sí, la cuestión física al considerarla “bonita”.
Dichas visiones se pueden comparar con la imagen mostrada
en los libros de texto, en general ponderada. En ellos se le
califica de “inteligente” y se le describe como traductora, las
principales definitorias también según el cuestionario aplica-
do. Siempre se le relaciona con Cortés en su relación personal
y de ayuda unilateral —a un solo bando del conflicto—, todo
ello también aparece reflejado en el ejercicio realizado. Tam-
bién observamos la mirada que poseen y expresan las y los
educadores, con posturas diversas, desde juicios duros y to-
talmente despectivos, hasta cierto grado de comprensión y
justificación. Y es ésta la fuente de las características negati-
vas que las y los estudiantes adjudican a Malinali, sobre todo
la expresión de “traidora”, que varias
maestras apuntaron y reiteraron en las
entrevistas.13
Pero, en todo caso, lo que resalta es el modelo de mujer
inteligente, traductora y con personalidad valiente ante la vida.
13 Para una profundización en concreto de estainvestigación de campo y sus resultados puede
consultarse Fernández Poncela (2006).
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La imagen de mujer mexicana de Paz (1992) y de otros auto-
res (Ramos, 1980; Ramírez, 1999) se desmorona y parece le-
vantarse con fuerza la valoración de modelos de personalidades
femeninas de personajes históricos reales que existieron, in-
teligentes y fuertes. Tal vez los tiempos estén cambiando o,
en todo caso, la sociedad se escapa al viejo discurso sobre el
ser y deber ser de la población femenina y de la mexicanidad
tradicional.
El análisis refleja la conformación del imaginario social
(Castoriadis, 1983) y del universo simbólico (Berger y Lucmann,
1986) de la sociedad mexicana, especialmente con respecto a
su “mexicanidad” y al “ser mujer”, como apuntamos con an-
terioridad. Pero dentro de esta configuración social y nacio-
nal, que tiene que ver con la identidad del yo y la psicosocial
(Erickson, 1974), a través de las estrategias de endoculturación,
hay espacio, si no para el disenso, sí para la relativización,
matización y diversificación a la hora de percibir y expresar
significados, como se ha mostrado a lo largo del presente texto.
CONCLUSIÓN
Si hay una figura histórica femenina que ha desperta-
do interés en cuanto a su estudio, ésa es Malinali. Des-
de la psicología, la literatura, la filosofía, la antropología, la
historia, la sociología, los estudios culturales, el enfoque de
género, el folclore y los estudios de cultura popular se ha cultiva-
do la curiosidad personal, académica y social hacia esta mujer.
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Como ya dejamos claro en su momento, en función del in-
vestigador o investigadora, escritor o escritora, su contexto
espacio-temporal, su corriente ideológica o enfoque teórico,
se pueden tomar interpretaciones con perspectivas, en oca-
siones, y matices muchas veces distintos.
Se ha visto cómo desde algunas tendencias literarias y
mexicanistas se impone un cierto desprecio hacia Malinali. Y
si bien en su tiempo colonizadores e indios tenían diferentes
versiones del asunto, será en la época independiente o a par-
tir de ahí cuando realmente se le sienta en el banquillo de los
acusados, se le juzga y condena; a raíz del planteamiento de
la “identidad nacional, se transformó a doña Marina en la
Malinche; pasó a simbolizar la humillación del pueblo indí-
gena (su violación) y el acto de traición que conduciría a su
opresión” (Franco, 1994: 171).
Pero opiniones hay muchas:
Yo, por mi parte, la veo con una luz totalmente dife-
rente: es ante todo el primer ejemplo, y por eso mis-
mo, el símbolo, del mestizaje de las culturas; por ello
anuncia el Estado mexicano moderno y, más allá de
él, el estado actual de todos nosotros, puesto que, a
falta de ser siempre bilingües, somos inevitablemen-
te bi o triculturales. La Malinche glorifica la mezcla
en detrimento de la pureza (azteca o española), y el
papel del intermediario. No se somete simplemente
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al otro (caso desgraciadamente mucho más común:
pensemos en todas las jóvenes indias, “regaladas” o
no, de las que se apoderan los españoles), sino que
adopta su ideología y la utiliza para entender mejor
su propia cultura, como lo muestra la eficacia de su
comportamiento (aun si el “entender” sirve aquí para
“destruir”) (Todorov, 1987: 109).
Mucho se ha escrito sobre el personaje y el papel de Malinali,
como historia y como símbolo, y sin duda se seguirá hacien-
do. En un tiempo se redujo la documentación histórica exis-
tente a una simple interpretación seudoliteraria del asunto
basada en “modelos culturales, literarios”; sin embargo, otros
autores/as mantuvieron la veracidad histórica de las crónicas,
concretamente de Díaz del Castillo, sobre el que hay cierta
polémica también (Baudot, 1994). La historia, la literatura y
el discurso cultural han ido trenzando y destrenzando narra-
ciones e interpretaciones de esta figura histórico-simbólica.
Y en la actualidad, a caballo entre el siglo XX y el XXI —y ya en
la primera década del segundo—, y como hemos visto en es-
tas páginas, quien revisa cronistas, obras de teatro o novelas,
quien filosofa al respecto, quien maneja los datos históricos
sobre el tema, quien recrea artísticamente a Malinali, son ge-
neralmente mujeres, al contrario del acercamiento en otras
centurias.
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Finalmente, nuestros infantes y jóvenes parecen distanciarse
del discurso de “chivo expiatorio” de la conquista, y llegan a
convertirla en símbolo “feminista” como algunas chicanas hacen.
Curioso es destacar que no se le juzga tan negativamente como
otras generaciones pero, a la vez, se le otorgan característi-
cas positivas a su imagen de mujer “inteligente”, más recep-
tivos al parecer hacia los libros de texto —y las nuevas tendencias
interpretativas de académicas y artistas en boga— que a sus
propios educadores/as. Y de paso se positiviza la imagen de
todas las mujeres que pueden ser calificadas y valoradas como
inteligentes y desarrollar habilidades y capacidades relacio-
nadas con el ámbito intelectual. El imaginario femenino y su
universo simbólico al parecer están en transición. Se está
deconstruyendo su significación negativa y emerge un nuevo
discurso y unas novedosas prácticas que, al parecer, van mu-
cho más allá del cambio de concepción acerca de figuras his-
tóricas como Malinali y se sumergen en una autoafirmación y
conciencia de sí y para sí de amplios sectores de la población
femenina en el mundo (Beck y Beck-Gernstein, 2003; Tourai-
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