MUERTES ABSURDAS

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MUERTES ABSURDAS

Hoy en día, parece que estamos bastante insensibilizados con respecto al tema de la muerte. Curiosamente, sin embargo, nos sentimos fascinados por ella y nos sorprendemos al descubrir las muertes tontas de algunos personajes históricos. Veamos una pequeña selección por orden cronológico:

Calcas (s. XIII a.C.), Quilón de Esparta (s. VI a.C.),

Zeuxis (398 a.C.), Filemón de Soli (262 a.C.), Crísipo de Soli (208 a.C.) y

Pietro Aretino (1556):

Todos ellos murieron de un ataque de risa.

Esquilo (456 a.C.)

Murió golpeado por una tortuga desprendida de las

garras de un águila que sobrevolaba su cabeza. Al

parecer, las águilas quebrantahuesos solían

lanzar tortugas contra las piedras para abrirlas... y

Esquilo era calvo.

Agatocles (286 a.C.) Sherwood Anderson (1941)

Las vidas del tirano de Siracusa y el famoso escritor se vieron truncadas

por un palillo. En el caso de Agatocles, se atragantó con un mondadientes; Anderson, sufrió una peritonitis tras

tragárselo.

Pirro (272 a.C.)

Mientras paseaba, recibió el impacto de una teja lanzada por

una anciana desde una azotea.

Arquímedes (212 a.C.)

Fue atravesado por la espada de un soldado romano al que había

increpado por pisar los dibujos científicos que había

hecho en la arena de la playa.

Herodes I, el Grande (4 a.C.)

Sus genitales se pudrieron debido a una rara

enfermedad llamada gangrena de Fournier.

Plinio, el Viejo (79)

Intrigado por la erupción que arrasó Pompeya, sufrió

una crisis cardiaca investigando el fenómeno

de cerca... mientras sucedía.

Caracalla (217)

Un soldado de su escolta lo apuñaló mientras orinaba

entre unos arbustos.

Atila (453)

Durante el banquete de su noche de bodas, el líder huno

se hartó de comer y beber. Tanto bebió que ni reparó en que su nariz comenzaba a sangrar, de tal forma que

acabó ahogado en su propia sangre.

Li Po (762)

Probablemente, una de las muertes más poéticas de la Historia: mientras navegaba ebrio por el río Yangtzé, Li Po

trató de abrazar el reflejo de la luna, cayendo del bote y

ahogándose.

Federico I Barbarroja (1190)

El peso de su armadura hizo que se ahogara en un río. Ya muerto,

su hijo trató, sin éxito, de conservar su cuerpo en vinagre.

Enrique I de Castilla (1217)

Murió golpeado por una teja desprendida de un tejado cuando dos mancebos se asomaron para

verle marchar.

Juan XII (1334), François Félix Faure (1899) y

Jean Daniélou (1974)

Tanto el papa como el presidente francés y el cardenal Daniélou forman parte de la lista de

personas muertas en brazos de una prostituta.

George Plantagenet (1478)

Famoso por ser un gran bebedor, sus verdugos le

ahogaron en un barril de vino.

Felipe el Hermoso (1506)

Bebió demasiada agua fría nada más terminar un juego de

pelota.

Maximiliano I de Austria (1519)

La muerte le llegó al archiduque y emperador, antecesor de Carlos I

de España, debido a una indigestión de melones.

Hans Steininger (1567)

La persona que ostentaba el récord de la barba más larga del mundo

(1,5 metros) olvidó enrollar su peludo tesoro durante un incendio y,

con las prisas, tropezó con él y se rompió el cuello.

Tycho Brahe (1601)

En el siglo XVI, levantarse de la mesa antes de acabar la

comida era considerado todo un insulto. Brahe, que tenía

problemas de vejiga y era conocido por sus excesos con la bebida, fue demasiado educado para excusarse e ir al baño, y

murió entre agonías varios días después tras reventarse su

vejiga.

Jean-Baptiste Lully (1687)

Este compositor francés falleció a causa de una grangrena tras clavarse la batuta en un pie en

pleno berrinche contra los músicos a los que dirigía.

Fernando VI, el Prudente (1759) Catalina II, la Grande

(1796)

Ambos gobernantes murieron sentados en la taza del váter.

Adolfo Federico de Suecia (1771)

El llamado "rey que comió hasta morir" falleció por problemas

digestivos tras engullir durante una cena langosta, caviar, chucrut, sopa de repollo, ciervo ahumado, champán y catorce platos de su

postre preferido, relleno de mazapán.

Clement Vallandigham (1871)

Tras la guerra civil norteamericana, este político se convirtió en un famoso abogado. En su último caso, tuvo que defender a un acusado de disparar contra un individuo durante una disputa.

Para demostrar que el fallecido se había disparado por error a sí

mismo, se ofreció para encarnar a la víctima en una reconstrucción

de los hechos y olvidó descargar la pistola durante la demostración. El acusado fue declarado inocente.

Allan Pinkerton (1884)

Al gran detective le sobrevino la muerte a consecuencia de una

gangrena tras morderse la lengua en un resbalón.

Alejandro I de Grecia (1893)

Su mono mascota le contagió la rabia con un mordisco.

Charles Justice (1911)

Irónicamente, fue condenado a morir electrocutado en la silla eléctrica que él había ayudado

a construir e instalar en la prisión años antes.

Jack Daniel (1911)

El fundador de la conocida marca de whiskey, al no

recordar la combinación de su caja fuerte, le dio una patada, con tal mala pata

(nótese el chiste) que se le infectó el dedo gordo del pie y terminó muriendo.

Franz Reichelt (1912)

Saltó desde la Torre Eiffel con el fin de probar su

prototipo de paracaídas. Huelga decir que no

funcionó.

François Faber (1915)

Estando en una trinchera durante la II Guerra Mundial,

recibió un telegrama notificándole que su mujer

había dado a luz. Al saltar de alegría, recibió un tiro de un

soldado alemán.

Ray Chapman (1920)

El jugador de béisbol fue mortalmente alcanzado en la

cabeza por una pelota que no vio, ya que por aquel entonces los

pitcher ensuciaban la pelota antes de lanzarla para disminuir su

visibilidad.

Harry Houdini (1926)

Ya que el gran mago presumía de su habilidad para controlar

su cuerpo de modo que no sintiera dolor, fue retado por

un estudiante a recibir puñetazos en el abdomen sin

inmutarse. Y ciertamente Houdini, según se dice,

aguantó bien, pero los golpes que le propinó el universitario, jugador de rugby y estrella del boxeo, agravaron su principio

de apendicitis y acabó muriendo días después.

Bobby Leach (1926)

La segunda persona que sobrevivió a una caída en barril desde las cataratas del Niágara

tropezó un buen día con una cáscara de naranja y se rompió

una pierna. Tan mala fue la caída que le hubieron de

amputar la pierna gangrenada, aunque acabó muriendo por complicaciones de la cirugía.

Isadora Duncan (1927)

La conocida bailarina estadounidense debió haberse dejado la bufanda en casa, ya

que su echarpe le causó la muerte por fractura de las

cervicales al enredarse en la rueda de un coche.

Alexander Bogdanov (1928)

Investigando sobre técnicas de rejuvenecimiento, se realizó una transfusión de sangre de

un paciente con malaria y tuberculosis. El resto es

historia.

Marie Curie (1934)

Sin conocer los efectos de la radiación, falleció de anemia

aplásica como consecuencia de sus importantes investigaciones.

Thomas Midgley (1944)

Tras contraer la polio, diseñó un complejo sistema de cuerdas y

poleas para levantarse de la cama con el que acabó

estrangulándose por accidente.

Joan Burroughs (1951)

William Burroughs y su mujer bebieron demasiado una mala noche y no se les ocurrió ninguna diversión

mejor que jugar a ser Guillermo Tell... pero de verdad. El escritor acabó entre rejas por homicidio

involuntario al no alcanzar con su flecha la manzana que Joan se puso sobre la

cabeza.

FIN