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Universidad de Concepción
Facultad de Humanidades y Artes
Departamento de Historia y Ciencias Sociales
Problemáticas Históricas de Chile Siglo XIX:
Organización de trabajadores y trabajadoras en Chile
(1850 -1900)
Eduardo Aranda Campos
Teresa Cid Figueroa
Constanza Rocha Vidal
Pedagogía en Historia y Geografía
Concepción, 22 de abril de 2015.-
Introducción
Como es sabido, durante el siglo XIX Chile era un país en pleno proceso de
transformación, con cambios drásticos en los ámbitos territoriales, económicos, políticos y
sociales. En el contexto de estos cambios rotundos, el liberalismo económico repercutió
muy fuerte, el desarrollo pre-capitalista del país, se hacía notar en la importancia que van
tomando las exportaciones de materias primas-oro, plata y cobre-, en un incipiente
desarrollo industrial ligado a la actividad minería, en la modernización de la producción
agrícola, en la activación del comercio de las principales urbes, en el aumento sostenido
de los ingresos fiscales y, en el peso económico y político de los capitales extranjeros.1
La emancipación respecta de la Corona española también repercutió profundamente en el
devenir político del nuevo Chile, ya que el principal conflicto de los sectores más
influyentes ya no se expresaba entre realistas y patriotas; las tensiones y conflictos estaban
entre provincias y capital, entre conservadores y liberales , entre oligarquía terrateniente y
la naciente burguesía y, desde mediados de siglo, hace irrupción un sujeto histórico que en
un comienzo se hace notar principalmente por medio de motines y huelgas locales, pero
que a finales del siglo, ya contaba con proposiciones políticas, la experiencia de un proceso
huelguístico nacional y, un cierto grado de conciencia de clase; hablamos del obrero, quien
al que al calor de sus luchas va desarrollando su organización.
Es por lo anterior expuesto, que este trabajo pone énfasis principalmente en las
organizaciones obreras en sí, abarcando en primer lugar desde 1850 hasta 1879,
periodización que abarca desde las primeras organizaciones obreras hasta la Guerra del
Pacífico y la conjunta anexión de territorios peruanos y bolivianos. En dicho período la
situación obrera en Chile está en desarrollo, y no existen movimientos de gran magnitud
que pongan en jaque el normal avance del país.
1 (Ramírez Necochea H. , 2007, pág. 172)
Posterior a esto, se abarcará y profundizará en la etapa post Guerra del Pacífico, período en
que surge la imagen del obrero salitrero, quien es el principal actor dentro de los cambios
drásticos que sufrirá el país más adelante. Esta etapa a tratar abarca desde 1879 (post
Guerra del Pacífico) hasta 1891, instancia en la que se desencadena la Guerra Civil chilena,
poniendo pausa a todos los conflictos sociales que hasta ese momento se desarrollaban con
fuerza, para dar hincapié a los problemas políticos que asechaban peligrosamente al país.
Finalmente, y en concordancia con la periodización antes expuesta, se abarcarán las
proyecciones que se pueden analizar finalizada la Guerra Civil, entendiendo el período de
reestructuración social que se produjo luego del conflicto bélico interno de Chile, y las
nuevas problemáticas que este hecho trajo para el país, dando paso a los grandes
movimientos obreros a lo largo del país que se dieron a comienzos del siglo XX.
Desde la Sociedad de la Igualdad a Movimientos Artesano – Mutualista
El siglo XIX para Chile es un periodo de grandes cambios, pues el país comienza un
proceso de independencia influenciado por la revolución francesa y las ideas ilustradas que
se propagaban. Por otro lado actúa de manera importante la revolución industrial pues
surgen nuevos protagonistas en la historia: la clase obrera, quienes poco a poco comienzan
a identificar sus intereses y propuestas con las ideas socialistas, para de lleno en el siglo XX
formar organizaciones sindicales.
En los primeros años de independencia, en Chile se trato de establecer una figura de poder,
lo que derivó a que el país fuese escenario de diversas disputas entre políticos liberales y
conservadores, imponiéndose estos últimos en los años 30 para construir un Estado
autoritario; garantizar de este modo las jerarquías sociales- que venían de la época
colonial- y reinsertar la economía chilena en el capitalismo mundial.2 Sin embargo uno de
los sectores populares que se resistieron a este orden conservador fueron los artesanos-
compuestos por zapateros, talabarteros, curtidores, carpinteros, albañiles, plateros, herreros,
sombrereros, herreros, hojalateros, escoberos, almidoneros, peluqueros, barberos y
panaderos- ya que al insertar la economía de Chile al mundo traería como consecuencia
mayor cantidad de importaciones, nuevas tarifas y aranceles con los cuales ellos no podían
competir. Por otro lado se encontraba la crisis económica mundial de 1848 que afecto las
exportaciones de materias primas, de esto último se desprendió que Chile era un país que
dependía de las fluctuaciones del mercado internacional y repercutió en el proceso
revolucionario de 1851.
No fue hasta 1850 que los artesanos de Santiago, La Serena y San Felipe formaron un
“núcleo de jóvenes burgueses, motivados intensamente por las posiciones de su clase,
constituyeron una especie de vanguardia o ala izquierda de la burguesía(…) Estos
sectores , fuertemente influenciados por el espíritu de los jacobinos franceses y de la
revolución de 1848, querían remover las bases económicas, sociales, políticas e
ideológicas en que reposaba el poder oligárquico; para alcanzar sus objetivos, se
2 (Garcés, 2003, pág. 11).
vincularon a miembros de la pequeña-burguesía y de las capas medias, a obreros y
artesanos semi proletarios y, dirigidos por Francisco Bilbao y Santiago Arcos, fundaron la
Sociedad de la Igualdad(1850)”3, la cual se organizaba en torno a asambleas donde se
discutían diversos proyectos para el mejoramiento obrero así como también se crearon
escuelas y talleres dirigidos por los propios fundadores de la Sociedad para educar al
pueblo. Sin embargo el movimiento igualitario terminó participando en la disputa por la
sucesión del presidente Bulnes, lo que alejo a los artesanos de sus propósitos originales que
eran producir cambios mediante la autoorganización y proyectos concretos para el
mejoramiento económico y social. Aunque no es menos cierto que el movimiento
igualitario de los artesanos estuvo asociado a los sucesos revolucionarios que se vivieron en
el país en 1851 y se encaminó este sentimiento revolucionario a otras experiencias
organizativas que recogió la tradición igualitaria.
Entre los factores que motivaron el movimiento revolucionario de 1851, el principal estuvo
asociado a la postergación de las provincias en pos de la capital. Las provincias del Norte
chico y de la zona de Concepción protestaban porque en Santiago se quedaba la mayor
cantidad de dinero que ingresaba al país por entradas aduaneras y no se entregaba
proporcionalmente a las riquezas que aportaba cada provincia. Esto generó descontento
general y desembocó en que se diera origen a un movimiento de oposición policlasista,
“desde burgueses que protestaban por el impuesto al cobre (…) hasta un artesanado
urbano que reclamaban derechos democráticos; de trabajadores del campo y las minas
afectados por el sistema social de explotación”4.
Una vez fracasada la Sociedad de la Igualdad, un grupo de artesanos se organizó para crear
en 1853 la Unión Tipográfica, ésta constituye la primera organización artesanal con fines
propios, donde quienes se hacen participes de ésta son artesanos y jefes de talleres que
tienen como fin crear un fondo de ayuda mutua y una escuela gratuita de educación
popular.
Los círculos de gobiernos temieron que se volviera a repetir el germen de oposición de
1850, por lo que se inicia persecución y represión hacia los fundadores, provocando la
disolución de los tipográficos allanando el local y encarcelando a sus dirigentes.
3 (Ramirez, 1984, pág. 174),4 (Vitale, 2012, pág. 100)
Dos años más tarde se fundó en Valparaíso una asociación tipográfica con fines semejantes
a la de su predecesora, sin embargo no se logró estructurar una agrupación de artesanos
estable hasta 1862, donde se fundó la Sociedad Unión de Artesanos estableciendo que sus
propósitos eran “el ahorro y socorro mutuo de los asociados teniendo en vista favorecer su
instrucción, moralidad y bienestar5”, quien quisiera formar parte de esta sociedad debía
acatar los estatutos. Una clara diferencia de esta organización con la Sociedad Tipográfica,
radica en que la primera admitía socios de diversos oficios.
Generalmente las mutuales se iniciaban por inquietudes de un grupo de artesanos o
trabajadores y posteriormente hacían un llamado a sus compañeros de oficio para
desarrollar los estatutos y las reglas, dando así organicidad al conglomerado para
posteriormente darle un nombre y gestionar la persona jurídica. Se elegía un Directorio
general y un consejo de 10 a 12 miembros y se estructuraban al mismo tiempo comisiones
de trabajo”6. Tales comisiones eran por lo general dos, una que era la encargada de la
atención, visita y cuidado de los que están incapacitados para trabajar ya sea por algún
accidente laboral o por enfermedad, y la otra de ahorro, donde el tesorero fiscalizaba los
dineros de la sociedad.
Para mantener esta mutual los socios debían pagar una cuota de inscripción que bordeaba
entre $1 y $2 pesos, para posteriormente cancelar semanalmente de 20 centavos al peso,
pero para gozar de los beneficios y servicios que ofrecía la sociedad se debía estar en una
especie de noviciado que duraba entre 6 meses a un año.
Otro tipo de iniciativas de los artesanos fueron las cooperativas, como lo fue el caso de la
Sociedad de Sastres de Santiago, donde mediante el ahorro lograron adquirir terrenos y
establecer una cooperativa de producción. Este tipo de iniciativas referentes a la auto
organización por parte de los obreros y artesanos les permitió generar ciertas conductas
como la de reunirse periódicamente, conversar en torno a ciertas problemáticas, establecer
locales propios, acordar de manera libre compromisos entre sí, en resumida, crear lazos más
5 (Garcés, 2003, pág. 29)6 (Garcés, 2003, pág.30)
sólidos al interior de la clase obrera, considerándose así una fase preparatoria para
emprender posteriormente el movimiento obrero con orientaciones más amplias y
combativas. Sin embargo estas asociaciones tal como dice Ortiz ignoraron la lucha de
clases, pues nacían con el fin de mejorar las condiciones de explotación y obtener
beneficios corporativos, no eran organizaciones de lucha, no combatían contra el Estado
burgués puesto que la conciencia de clase de los trabajadores no estaba madura. De este
modo y ya en 1870 existían 13 sociedades mutualistas oficialmente reconocidas, en 1880
llegaban a 39 y ya terminando el siglo había 240, alcanzando una forma federativa
nacional. En este periodo ya existían ideas concretas de enderezar la lucha por
reivindicaciones económicas y mejores condiciones de trabajo.
De la organización Artesano-Mutualista a la Obrero-Protosindical
En el contexto de la Guerra del Pacífico, ocurren fuertes demostraciones de patriotismo
transversales a todas las clases sociales, no obstante, tienen su expresión sin precedentes en
los sectores más desposeídos; desde el artesanado, pasando por los obreros más
calificados, hasta la nueva capa obrera urbana proveniente del peonaje y campesinado
empobrecido, para estos sectores la guerra creo una oportunidad de materializar los
vínculos del país; la Sociedad de Sastres de Santiago “ofrece cortar en forma gratuita dos
mil trajes para el ejército y confeccionar parte de ellos”7, con ejemplos similares, se suman
la Sociedad de Talleres, Sociedad de Artesanos “ La Unión” de Santiago, entre otras; pero,
el hecho más significativo que avala este nuevo patriotismo popular es el masivo
enrolamiento voluntario, de los 42.181 efectivos que contaban el ejército y la Guardia
Nacional en 1880, 24.000 habían concurrido voluntariamente8.
En los años posteriores al conflicto se cuenta la notable disminución numérica y de
envergadura organizativa de las mutuales y otras sociedades, tomando varios años en
recuperar el ritmo de crecimiento anterior; no obstante, se multiplican las organizaciones de
carácter recreativo y cultural, aparecen las filarmónicas de Obreros de Valparaíso (1881),
Arturo Prat(1881), Francisco Bilbao(1883), por nombras algunas; en paralelo a la
formación, estas organizaciones que centraban su actividad en la sociabilidad e intercambio
7 (Grez Toso, DE LA "REGENERACIÓN DEL PUEBLO" A LA HUELGA GENERAL, 1997, pág. 554)8 (Grez Toso, DE LA "REGENERACIÓN DEL PUEBLO" A LA HUELGA GENERAL, 1997, pág. 558)
de ideas de sus integrantes, se hacen frecuentes los “acuerdos de reciprocidad” y otras
formas de alianza bilaterales y multilaterales entre sociedades9. Las organización de
carácter cultural y recreativo, si bien no influyen directamente en la combatividad de los
obreros, o en la capacidad organizacional de las mutuales; tienen la importancia de
contribuir al intercambio de ideas y a forjar una identidad como clase, lo que veremos
materializado mas adelante.
El sabido impacto económico que trae consigo la victoria y extensión hacia el norte del
territorio nacional, que permite -entre otras cosas- un relevante avance de infraestructura
gracias a los derechos de aduana que dejaba principalmente el salitre; junto a lo anterior y
la actividad minera en sí, se produce una intensificación de las actividad económica en el
país, acelerando las transformaciones sociales que se venían dando desde principios del
periodo del periodo republicano “El proletariado crece con rapidez; llega a unos 150.000
trabajadores en 1890-lo que representa un aumento del 50% respecto a 1879-”10,
concentrándose especialmente en puertos y centros mineros, “en Tarapacá y Antofagasta
en 1880 había nada más que 2.848 operarios salitreros, en 1890 esta cifra alcanzó a
13.060”11.
Los trabajadores manuales, que en este conflicto habían concurrido voluntariamente a
combatir o colaborar de alguna forma, que habían sido recibidos con honores y
congratulaciones por parte las autoridades, habían con ello tomado relativa conciencia de
su importancia en el devenir del país; y en este contexto, “los conflictos de clase toman
más fuerza en el periodo que sigue a la terminación de la guerra(…) Entre 1884 y 1889, H.
Ramírez anota un mínimo de 59 conflictos, que se produjeron con más frecuencia y en más
elevada cantidad en los centros de mayor concentración proletaria”12, fueron movimientos
de diversos gremios, principalmente huelgas de carácter reivindicativo.
Hasta comienzos de 1888 las protestas eran principalmente huelgas y motines en las
guaneras, salitreras y puertos; aunque en la mayoría de los casos eran más cercanos al 9 (Grez Toso, DE LA "REGENERACIÓN DEL PUEBLO" A LA HUELGA GENERAL, 1997, pág. 560)10 (Ramirez, 1984, pág. 185)11 (Ramírez Necochea H. , 1986, pág. 190)12 (Ortiz Letelier, 2005, pág. 114)
motín tradicional que a la huelga13; esta característica nos habla del estado embrionario de
organización en los obreros, que además de no contar con la tradición y cultura
organizativa mutualista de los artesanos y trabajadores manuales de alta calificación, tenían
un componente cultural y origen social distinto. No olvidemos que un componente
importante de esta joven clase obrera viene del peonaje rural y campesinado empobrecido
en un proceso de migración campo-ciudad, en busca de mejores condiciones de vida y
mejores salarios14.
Dentro de esta misma década los gremios tipográficos destacaron por sus niveles de
solidaridad gremial y mayor coordinación, no limitándose solo a los conflictos empresa, e
incluso trascendiendo acciones de apoyo entre ciudades, como ocurre en agosto de 1884,
cuando en apoyo al movimiento del gremio en la capital, la Sociedad Tipográfica de
Valparaíso organizo un “meeting” en el cual sus adherentes acordaron- y se
comprometieron por escrito- no asistir a trabajar a Santiago mientras durara la huelga.
Con una realidad organizativa muy distinta, los obreros panificadores caracterizaron varias
huelgas en esos años; como ejemplo tomaremos la huelga en Santiago que comenzó el 5 de
Julio de 1888, organizados por medio de una contingente coordinación gremial, declarando
los motivos en un documento presentado a las autoridades en el que se mezclaban
problemáticas particulares del gremio y otras de carácter político- económico, antes de
explicar las reivindicaciones particulares expresaron su queja por proyecto de ley destinado
a fijar impuestos al ganado extranjero, lo que según los paralizados, incidía en un
incremento de todos los productos alimenticios. Lo anterior nos da a entender dos
conclusiones relacionadas; por un lado, el carácter de las demandas, comienzan a superar lo
estrictamente gremial y comienza a tomar características de clase, aunque sigue ligada a lo
reivindicativo; y por otro, la capacidad organizacional en los conflictos, ya no es exclusivo
de las organizaciones con cultura organizativa-mutualista-, siendo los panificadores capaces
de enfrentar la indiferencia y represión de las autoridades y empresarios15. Como lo señala
Ortiz Letelier “En el fragor de estos combates, en el enfrentamiento cotidiano, se va
13 (Grez Toso, DE LA "REGENERACIÓN DEL PUEBLO" A LA HUELGA GENERAL, 1997, pág. 574)14 (Ramírez Necochea H. , 1986, pág. 191)15 (Grez Toso, DE LA "REGENERACIÓN DEL PUEBLO" A LA HUELGA GENERAL, 1997, pág. 580)
templando la conciencia proletaria; la capacidad de lucha de los trabajadores se
acrecienta y sus organizaciones se perfeccionan”16
El caso de obreros cigarreros, como gremio con cultura asociativa, fue también parte del
proceso de superación de las mutuales, ya sea por su insuficiencia para enfrentar los
conflictos, como por buscar formas de organización más permanentes y efectivas para
enfrentar todo lo que conlleva un proceso de lucha protosindical.17 En mayo y junio de
1888, se desarrolla una huelga con un significativo nivel de adherencia; no obstante, su
importancia recae en la constitución de la Asamblea del Gremio de Cigarreros, entidad que
si bien no convergió al total del gremio, tuvo un grado de consolidación, se planteó como
paralela a la mutual del gremio, orientándose específicamente a tareas reivindicativas,
existiendo así, otro de los primeros casos de gérmenes de sindicalismo en Chile.
A pesar de ser intentos infructuosos de unificación, conforman hitos en la “batalla de
ideas”- aun no podemos hablar de ideologías socialistas o anarquistas arraigadas en el
movimiento obrero18- por lo que, merecen mención aparte, la Unificación de demandas
populares y el Congreso Obrero de 1885, constituyen un acto de ruptura con el liberalismo
oficial, buscando instancias en las que pudieran abogar visión política sin las trabas de los
partidos dirigidos por la élite19. La primera; sintetizan un pliego de reivindicaciones del
mundo asociativo, relacionadas al proteccionismo económico orientado principalmente
hacia el artesanado. El Segundo, apuntaba a una coordinación permanente de las sociedades
obreras y artesanales del país, además del extenso pliego de reivindicaciones, hay una
proyección de autoconciencia de la organizativa, ya que explicita la importancia y
necesidad de la unidad orgánica del movimiento, además de plantearse pactos de
reciprocidad y la publicación de un diario.
Como intento de balance podemos afirmar que al rol “practico del mutualismo” como
herramienta paliativa de las condiciones infrahumanas de explotación, hacinamiento e
16 (Ortiz Letelier, 2005, pág. 187)17 (Grez Toso, DE LA "REGENERACIÓN DEL PUEBLO" A LA HUELGA GENERAL, 1997, pág. 585)18 (Grez Toso, LOS ANARQUISTAS Y EL MOVIMIENTO OBRERO. La alborada de “la Idea” en Chile: 1893-1915 , 2007, pág. 26)19 (Grez Toso, DE LA "REGENERACIÓN DEL PUEBLO" A LA HUELGA GENERAL, 1997, pág. 588)
insalubridad que la clase obrera sufría en las urbes, puertos y localidades mineras; se le
suma que al alero de estas asociaciones, se forjo un sentimiento y praxis de solidaridad, ya
que muchas de estas mutuales surgieron de casos particulares en los que había algún
fallecimiento o enfermedad, y antes la inexistencia del Estado en este ámbito, la consigna
de “solo el pueblo ayuda al pueblo” parecía por esos años ser la única opción; en estos
espacio de solidaridad, los obreros y obreras tomaron conciencia de sí; su culturización e
identidad se vio reforzada por actividades recreativas y culturales, desde las iniciativas de
alfabetización hasta una rudimentaria formación política, que se hacía por medio de la
sociabilidad con sectores más letrados provenientes de los obreros altamente calificados y
elementos progresistas de la pequeña-burguesía. Cabe mencionar que por esos años, era
frecuente el aumento de composición no estrictamente obrera de muchas asociaciones;
incluso de la presencia paternalista de empresarios, sin embargo, estos no corresponde
como iniciativa al desarrollo del movimiento como tal, sino como un intento de control o
domesticación de éste.
Como situación originada en esta época, el mutualismo femenino hace su aparición en
Chile en esta época. En la década de 1880, las mujeres ya constituían un porcentaje
importante del proletariado fabril, siendo incluso mayoritarias en la industria textil y de la
confección; es entonces en noviembre de 1887 que se forma la organización pionera del
mutualismo chileno, la Sociedad de Obreras de Valparaíso20; ahora bien, su legitimación y
reconocimiento en el mundo sindical no estuvo exenta de polémicas, cuando en 1888 se
constituyó la Liga de Sociedades Obreras de Valparaíso, hubo una larga discusión antes de
su admisión como integrante, además del rechazo por parte de sectores del clero que se
enteraron de la iniciativa.
El primer proceso de unificación exitoso fue el de la Liga de Sociedades Obreras de
Valparaíso en agosto de 1988, luego de un proceso arduo respecto a la discusión de
estatutos y otras definiciones; luego de año y medio, la liga había crecido de unos
ochocientos a 1.364 afiliados. La idea se intentó replicar en otras ciudades, mas solo en
20 (Observatorio de Género y Liderazgo, 2009)
Santiago fue posible con la Confederación Obrera de Sociedades Unidas de Santiago, que
como plantea Ramírez Necochea, fue solo nominal21.
Entrando en 1990, una serie de huelgas sacuden al país, es el primer proceso de huelga
general, o al menos que irrumpe en la mayoría de las ciudades en relativamente al mismo
tiempo. Comienza con los obreros lancheros de Iquique, se extiende al puerto, de ahí a la
provincia de Tarapacá, Antofagasta, Valparaíso y -en menor proporción- en Viña del Mar,
Santiago, Quillota, Los Andes, Talca, Concepción, Lota y Coronel22.
La trascendencia de esta huelga fue enorme, aunque debe ser entendida como dentro en un
proceso de larga duración, y como resultado –en parte- de la acumulación de fuerzas y
experiencias de algunos sectores de trabajadores23. Al centrarnos en el aspecto de la
organización obrera, es lo que Grez Toso llama “fractura histórica”24 al interior del
movimiento. Por un lado, es sabido que los principales protagonistas de la huelga son los
obreros portuarios y mineros, que son sectores sin mayor tradición mutualista, por no decir
casi nula, no olvidemos que es el proletario joven de nuestra historia, el que hace pocos
años-antes de la Guerra del Pacífico- provino principalmente del peonaje y campesinado
proletarizado y semi-proletarizado, así como en menor medida del artesanado que
sucumbió bajo el mismo proceso; y es con esta falta de cultura organizacional que el obrero
moderno se manifiesta como nunca antes lo hizo la clase trabajadora en la historia de Chile,
por medio de improvisadas coordinaciones para decidir sobre la extensión de la huelga o
sobre el envío de voceros para conversar con las autoridades, es que se organiza este obrero
para enfrentar el conflicto25; lo que no merma la singular e inorgánica capacidad de
extenderse del movimiento, que encontrando solución en Iquique se extiende al resto de la
pampa y el país. Desde el otro sector del proletariado chileno, los artesanos y obreros
calificados, con una historia y cultura organizacional, tienen casi nula aparición activa en el
conflicto, de no ser por los sastres y zapateros de Iquique; y este es el otro motivo de la
llamada “fractura histórica”, el obrero moderno pasa a la vanguardia no solo como principal
21 (Ramírez Necochea H. , 1986, pág. 267)22 (Ortiz Letelier, 2005, pág. 117)23 (Grez Toso, DE LA "REGENERACIÓN DEL PUEBLO" A LA HUELGA GENERAL, 1997, pág. 744)24 (Grez Toso, DE LA "REGENERACIÓN DEL PUEBLO" A LA HUELGA GENERAL, 1997, pág. 744)25 (Ortiz Letelier, 2005, pág. 117)
fuerza de trabajo del país, sino como fuerza política dentro de proletariado chileno y con
una presencia reconocida, para bien o para mal, en todos los sectores del país.
Guerra Civil del 1891 y las Sociedades de Resistencia
Ya entrada la última parte del siglo XIX tras la guerra civil de 1981 que declaró como
triunfadores al bando Congresista apoyado por Gran Bretaña, incorporada en su máxima
plenitud productiva la zona de Tarapacá y Antofagasta, el eje productivo nacional se centró
en la extracción del salitre para enviarlo hacia el extranjero. Para nadie es desconocido que
se produjeron grandes flujos migratorios hacia las zonas desérticas debido a la demanda de
mano de obra que exigían las plantas salitreras, las cuales tuvieron que acomodarse de
alguna u otra forma a los nuevos requerimientos expresados en el acondicionamiento de sus
instalaciones para la recepción de los obreros.
El mutualismo que venía desarrollándose como expresión organizativa de los artesanos y
obreros chilenos como forma de soslayar las deficiencias asistenciales del Estado y de los
patrones llega a su máxima expresión en el año 1900 con doscientas organizaciones
mutualistas a lo largo del país. En el seno de estas organizaciones empezaría a madurar la
idea de enderezar la lucha por algunas reivindicaciones económicas y mejores condiciones
de trabajo, lo cual determinaría, a su vez, la necesidad de que los trabajadores buscaran
otras formas de organización que estuvieran a tono con su nuevo estado de conciencia,
determinado por las condiciones objetivas en que desarrollaban su existencia26. De hecho
Ramírez Necochea también suscribe algo similar en relación al período posguerra civil en
los años que siguieron a la guerra civil de 1981, la conciencia de clase de los trabajadores
se fue haciendo cada vez más rica en contenido27según los escritos de dirigentes de la época
en el cual ya se atrevían a citar párrafos del manifiesto comunista que provenía de las
luchas de los trabajadores europeos.
26 (Valenzuela, 2000, pág. 21)27 (Ramírez, Hernán, 1986, pág. 258)
Las experiencias sacadas del conflicto civil y la nula mejoría, con el régimen parlamentario,
en las condiciones de vida de los trabajadores orientó drásticamente la organización de
estos. No fue en partidos políticos donde buscaron alianzas ni conglomerarse, sino que fue
en sus lugares de trabajo donde se refugiaron, con sus iguales, para confluir en fuerza
política que haría frente a las condiciones de explotación que a ese punto eran bastante
altas.
La aparición de las Sociedades de Resistencia constituyeron un punto fundamental en la
transición de la lucha solidaria por mejorías laborales que se dieron en las Mutuales hacia la
conformación del proto sindicalismo alimentado con corrientes más radicales que
reivindicaban otro tipo de lucha: la acción directa. Las demandas cambiaron, tomaron tintes
económicos y vieron que en la producción estaría la herramienta de lucha más próxima y
con la cual se visibilizarían más sus pretensiones.
Los obreros de la maestranza de los ferrocarriles de Santiago fueron los pioneros en formar
una Sociedad en Resistencia, de hecho fue la primera que se conoce en el movimiento
obrero chileno. De allí saltó a Lota, específicamente en la industria del carbón y
posteriormente a Valparaíso con el gremio de panificadores. Estos últimos llevaron a cabo
la huelga en la cual se exigía la paga semanal de sus servicios que hasta ese momento se
hacía mensualmente; esta tuvo éxito rotundo logrando el objetivo y mejorando aspectos
laborales precarios hasta ese momento, lo que significó un gran avance para la organización
y para la lucha propiamente tal mediante las Sociedades.
Mientras las Sociedades en Resistencia florecían en el sur de Chile, en el norte las
Mancomunales hacían lo suyo. Autores la definen como mezcla de gremialismo criollo y
sindicalismo al estilo de los sindicatos de Francia (…) en la cual no tenían ideología ni
principios definidos28. Esta forma organizativa careció de legalidad, hija de su tiempo en la
cual no había una propuesta institucional por parte del Estado para las temáticas
reivindicativas del campo laboral por lo que se caracterizaron por la lucha directa, no
existían las camarillas burocráticas ni menos los conciliadores de hoy en día, su fuerte
28 (Valenzuela, 2000, pág. 23)
permanecía en la espontaneidad de sus acciones y la organización a la interna
aprovechando la solidaridad de clase y la mancomunión de las ramas productivas. Era el
tiempo en el que Recabarren describía al movimiento obrero con olor a pólvora.
Este es el último período del siglo XIX en la formación de la organización obrera chilena,
en la cual se aprecia la maduración del movimiento tanto en sus formas organizativas como
en sus formas de lucha, las cuales ya comenzaban a ser dotadas mínimamente con un
componente clasista de carácter anarquista, en primera instancia, y posteriormente
socialista. Más adelante se podrán visualizar la aparición de los partidos políticos que
representen a la Clase propiamente tal, el surgimiento de líderes que aún están en proceso
de formación como Luis Emilio Recabarren, entre otros.
Conclusiones
Durante el periodo que abarca la conformación de la sociedad de igualdades hasta la década
del 70’ del siglo XIX se fueron gestando las primeras formas de organización por parte de
artesanos y trabajadores, las cuales emergieron como forma de expresar su descontento
debido al abuso, la explotación y malos pagos. Si bien estos movimientos y agrupaciones
en sus inicios no venían al estado burgués como al enemigo y tampoco tenían conciencia de
clase - la cual viene a madurar a finales de siglo XIX y principios del XX- aporto en cuanto
a generar ciertas conductas entre los trabajadores como por ejemplo juntarse
periódicamente en asambleas, discutir en torno a temáticas, organizarse y forzar lazos
fuertes de solidaridad entre los mismos. Estas formas de organización surgieron en sus
inicios motivados por el levantamiento de Paris en 1848 y la propagación de ideas
ilustradas, las cuales fueron tomadas por la burguesía liberal de chile y un grupo de
artesanos que buscaba reivindicaciones. Sin embargo estas formas fueron cambiando su
matiz y quienes componían más adelante las agrupaciones eran personas netamente ligadas
al trabajo –artesanos, sastres, sombrereros, albañiles, etc.- donde aglomeraban al gremio y
hacían socorros mutuos para velar por el bienestar y la salud de quienes formaban parte de
las organizaciones y sus familias mediante el ahorro ya que cada militante debía pagar un
cierto monto de dinero mensual o semanal.
El proceso mutualista que hemos estudiado, tiene fundamentales aportes al desarrollo y constitución del sujeto popular aquí estudiado; las sociedades fueron el principal y casi único elemento permanente de organización de extracción popular durante varias décadas, es en el seno de estas instancias que se forja la solidaridad y una relativa conciencia de clase; las indignantes condiciones de explotación y de desigualdad frente a otros sectores sociales costaban la invalides de muchos trabajadores, hasta vidas con frecuencia y, los salarios da hambre con suerte servían para cubrir las necesidades básicas de las familias; es así como comienzan a tomar conciencia de que los problemas no eran particulares de una empresa o un rubro, sino que habían muchos elementos de comunes a diversos gremios y ciudades; finalizando el siglo con distintas iniciativas- algunas fructíferas y otras efímeras- de unificación. Si bien el proceso organizacional descrito no tiene protagonista al obrero minero, portuario e industrial- y a su vez son estos los principales actores de la huelga general del 1990- constituye un aprendizaje político que sirve como base para el desarrollo del sindicalismo que comienza a emerger a finales de este siglo.
BibliografíaGarcés, M. (2003). Crisis social y motines populares en el 1900. Santiago: LOM ediciones.
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