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VISIÓN PROFÉTICA DE SAN JUAN BOSCO SOBRE EL FUTURO DE LA IGLESIA
MEMORIAS BIOGRÁFICAS - T. VII - Capítulo XLVIII - págs. 152 ss
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San Juan Bosco tuvo, en la tarde del 26 de mayo de 1862, la siguiente visión:
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"Me vi sobre una pequeña isla rocosa en medio del mar, mientras la tempestad rugía furiosa.
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Entonces surgió una gran
nave que las olas
gigantescas combatían
lanzándola de derecha a
izquierda.
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El Papa estaba
erguido sobre esa
embarcación y,
a su lado, divisé
cardenales, obispos,
sacerdotes,
religiosos
y mucha gente.
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Comprendí que esa visión debía significar la Santa Iglesia Católica
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Muchas otras naves enemigas la rodearon y arremetieron contra ella causándole daños, para que naufragara.
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Durante un violento asalto, vi que el Papa quedó mortalmente herido y, desangrándose, murió.
Los cardenales que
estaban en la nave de la
Iglesia, eligieron
inmediatamente, de entre
ellos, al nuevo Papa.
Al mismo tiempo se
conoció en el mundo la
doble noticia de la muerte
del Papa y la elección del
sucesor.
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Difícil fue el deber que asumió el nuevo Pontífice. Su nave, con graves averías, parecía perdida ante los furiosos ataques de sus enemigos que se creían dueños de la victoria.
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Entonces vi surgir,
entre las tinieblas y
sobre la tormenta,
dos magnificas
columnas luminosas.
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Sobre una estaba suspendida una Hostia Inmaculada, maravillosa y grande, y la columna ostentaba esta inscripción: Salus credentium, salvación de los creyentes.
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Sobre la otra columna
luminosa, algo más
pequeña, vi la efigie
de María, La Madre
Inmaculada , y esta
leyenda: Auxilium
Christianorum, Auxilio
de los Cristianos.
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En este momento renació la esperanza y se fortalecieron los ánimos entre los que estaba en la nave de la Iglesia.
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El nuevo Papa dio
orden de dirigirse hacia
las dos columnas y,
cumplido esto,
hizo que la nave anclara
allí firmemente.
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Enseguida se apaciguó la tempestad, la oscuridad se disipó, dando paso a un día esplendoroso.
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Entonces observé la desbandada de los
barcos enemigos que en tremenda
confusión chocaban entre sí y se
aniquilaban mutuamente.
Algunos pudieron escapar del desastre
y desaparecieron de mi vista.
Numerosos náufragos de las
embarcaciones destruidas nadaban
sobre los restos flotantes hacia la gran
nave de la Iglesia, que los acogió con
misericordia y los puso a salvo.
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«La Iglesia», dice Don Bosco,
«deberá pasar tiempos
críticos y sufrir graves daños,
pero al fin el Cielo mismo
intervendrá para salvarla.
Después vendrá la paz y
habrá en la Iglesia un nuevo y
vigoroso florecimiento».
María, Auxiliadora de los
cristianos, rogad por nosotros
21Fin