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¿PASTO DE LASLLAMAS
O VÍCTIMADEL TIEMPO?
por ANDRÉS MEJÍA
N o es gratuito que Alejandro Magno, quien deseaba conquistar el orbe, fundara en el 331 a.C. la ciudad en
la que más tarde se establecería una Biblioteca que pretendía recopilar el saber de todas las culturas del
mundo conocido. La expansión griega, acaudillada por Alejandro, trajo consigo el conocimiento y el
dominio de nuevos pueblos y territorios, y su muerte, en lugar de frenar el desarrollo del mundo helénico, dejó a tres
dinastías, nacidas de sus mejores generales, en la carrera por el predominio entre las ciudades-Estado: Seléucidas,
Antigónidas y Lágidas se constituyeron en las más importantes monarquías, y la competencia entre ellas dio a la
sociedad helénica los más notables frutos a nivel cultural y comercial. Ptolomeo I Sóter (fundador de la dinastía Lágida)
se establece como monarca en Alejandría y ordena la construcción de la Biblioteca Real, el Museo y el templo a Serapis,
que se desarrollan como verdaderos centros del saber académico, haciendo de Alejandría el centro cultural del mundo
helénico.
La conquista del Oriente por parte de Alejandro no dejaría, empero, de tener reacciones por parte del mundo
siríaco que al devolverse encontraría una civilización con el poder disperso y los antagonismos exacerbados. Al respec-
to, dice Toynbee:
Las reacciones zoroástrica y judía fueron tentativas para combatir la ascendencia del helenismo con ayuda
de religiones ya existentes en el mundo siríaco antes de la intrusión helénica. Cuando el zoroastrismo
estaba en toda su fuerza, los iranios del dominio oriental de la civilización siríaca se levantaron contra el
Desaparece la Biblioteca de Alejandría
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helenismo y a los dos siglos de la muerte de
Alejandro los expulsaron de toda la región
del este del Éufrates. En este momento, sin
embargo, la reacción zoroastriana alcanzó
sus límites, y el resto de las conquistas de
Alejandro fue salvado para el helenismo por
Roma.1
Intereses y persecucionesLa ascendencia de Roma en el mundo helénico no deja
de tener su influencia en Alejandría, y es así como hacia
el año 48 a.C. Julio César llega a la ciudad persiguiendo a
Pompeyo. Allí se entera que éste ha muerto, pero se ve
envuelto en la disputa por el poder de Alejandría entre
Ptolomeo XIII y su hermana Cleopatra. César toma parti-
do por ésta y se involucra en la guerra de Alejandría. La
superioridad naval de Ptolomeo XIII amenaza con exter-
minar las fuerzas de César, quien se ve obligado a pren-
der fuego a la flota enemiga, incendiando de paso el puerto
y sus proximidades, entre las que se encontraba la Biblio-
teca Real. Al respecto, dice el profesor Mustafá El-Abbadi:
Es evidente que a César sólo le preocupaba
la táctica militar y las contingencias de la
batalla. De acuerdo con su relato, el incen-
dio fue una necesidad militar coronada con
el éxito, puesto que destruyó la flota enemi-
ga y le permitió ocupar la isla de Faros, ase-
gurándole el control absoluto de la entrada
al puerto y restableciendo sus vías de comu-
nicación con el resto de sus fuerzas empla-
zadas al otro lado del Mediterráneo. Sin
embargo, se advierten algunas disculpas
implícitas en el modo en que César expone
su estratagema, puesto que no tenía que jus-
tificar la quema de los navíos enemigos.2
El hecho trata de ser ocultado desde un principio, y en
el relato de César sobre el suceso explica que en la mayoría
de las construcciones no se usaba madera, lo que las hacía
a prueba de fuego. Sin embargo, en la Farsalia Lucano hace
una descripción poética del incendio en la que dice que
“las llamas corrían por los tejados con la velocidad de un
meteoro”, lo que ha llevado a los historiadores a pensar
que por lo menos los tejados habían sido fabricados en
madera, razón por la cual el incendio alcanzó la Biblioteca.
La primera mención que se encuentra de la quema de
la Biblioteca Real aparece en De tranquillitate animi, donde
Séneca escribe que cuarenta mil (en otras versiones cua-
trocientos mil) libros ardieron. La primera relación com-
pleta sobre el hecho la hace Plutarco en la Vida de César,
siglo y medio más tarde, cuando afirma que el incendio
se propagó de las naves a la Biblioteca. Referencias poste-
riores a la destrucción son hechas
por Aulo Gelio (s. II d.C.), Dión
Casio (s. II I d.C.), Amiano
Marcelino (s. IV d.C.) y Orosio (s.
V d.C.). Todos los anteriores coin-
ciden en que la destrucción ocu-
rrió cuando César prendió fuego a
la flota de Ptolomeo XIII durante la
guerra de Alejandría. Respaldando
estas versiones se encuentra el he-
cho de que en el año 59 a.C.
Diodoro Sículo utilizó los archivos
de la Biblioteca para su descripción
del Mar Rojo, mientras que Estra-
bón, veinte años más tarde, tiene
que basarse en el testimonio de lo
que Eratóstenes había estudiado en
la Biblioteca Real.
En Alejandría, no obstante, había más bibliotecas. Se
encontraba la del Museo, que debía disponer de una gran
colección, así como la del templo de Serapis, o Serapeum,
que tras la destrucción de la primera se convirtió en la
biblioteca principal. Allí fueron llevados los 200.000 libros
que Marco Antonio sacó de la Biblioteca de Pérgamo para
regalar a Cleopatra. La Biblioteca del Serapeum y la del
Museo continuaron creciendo, ya no bajo la protección de
los reyes de la dinastía Lágida, sino bajo la autoridad impe-
En la FarsaliaLucano dice:“las llamas corríanpor los tejadoscon la velocidadde un meteoro”,lo que ha llevadoa los historiadoresa pensar que porlo menos los tejadoshabían sido fabricadosen madera,razón por la cualel incendioalcanzó la Biblioteca.
BIBLIOTECAS DEL MUNDORestos de la Antigua Biblioteca de Alejandría.
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Uno de los favoritos de Saladino habría inventado todo el pasajepara dar a entender que era mejor vender los libros
que utilizarlos como combustible para calentar baños públicos.
rial romana que disponía para tal efecto de un procurator
bibliothecarium. En los siglos subsiguientes, las bibliotecas
entraron en decadencia gracias al crecimiento del aparato
del Estado del Imperio Romano y a la corrupción rampante
que habría llevado a que los fondos destinados al manteni-
miento de las bibliotecas y a la consecu-
ción de obras disminuyeran ostensible-
mente.
Cristianismo: una piedraen el zapatoLa situación política en la ciudad tam-
poco favoreció a las bibliotecas, y se tie-
ne noticia de que las revueltas de judíos
en los siglos II y III causaron graves da-
ños en la ciudad, particularmente en la
última, cuando el emperador Valeriano
arrasó con la ciudad al reconquistarla,
destruyendo el barrio griego del
Bruquión, donde se encontraba el Mu-
seo. El cristianismo, por su parte, difi-
cultaría aun más la situación de las bi-
bliotecas. En el siglo IV, con la conver-
sión de Constantino, la institucionali-
zación del cristianismo como religión
oficial y el traslado de la capital del im-
perio a Bizancio, la condición de las bi-
bliotecas se hizo aun más difícil: por un lado la nueva
Constantinopla, al estar en el Mediterráneo dentro del
corazón del mundo helénico, rivalizaba poderosamente
con Alejandría, mientras que por el otro, el cristianismo
perseguía todas las manifestaciones paganas, entre las que
formaban parte principal el Museo (consagrado a las
Musas) y la Biblioteca (consagrada a Serapis).
Por su parte, la versión oriental del cristianismo era
otra respuesta más del mundo siríaco ante la incitación
helénica. Al respecto, dice Hipólito Escolar:
Por otro lado, el cristianismo fue para el
pueblo egipcio, que se sentía sojuzgado por
los griegos detentadores del poder, un cau-
ce de sentimientos nacionalistas, y de ahí
que creara un alfabeto especial para difun-
dir en la lengua nacional —el copto—, los
evangelios y una abundante literatura reli-
giosa sobre temas teológicos y
litúrgicos. El pueblo egipcio dejó
de sentir como propios el Museo
y la Biblioteca por su doble carác-
ter helénico y pagano.3
La segunda y definitiva destrucción de
la biblioteca de Alejandría se llevaría a cabo
en medio de este clima de tensión religio-
sa, durante el gobierno del emperador
Teodosio, entre los años 373 y 395 d.C.
En el año 391, la persecución de Teófilo,
obispo de Alejandría, lleva a los paganos a
refugiarse en el Serapeum. Tras una cam-
paña caracterizada por la perfidia, el obis-
po logra que Teodosio decrete la demoli-
ción de los templos paganos de Alejandría,
con lo que se daría el golpe de gracia a la
Biblioteca y al Museo.
Animado por el decreto imperial,
Teófilo condujo a su horda de fanáticos
hasta la entrada del Serapeum, donde leyó
en voz alta las palabras del emperador ante una multitud
aterrorizada que emprendió la fuga mientras Teófilo se di-
rigía hasta el templo y daba él mismo el primer golpe a la
estatua que representaba el culto a Serapis. Sus partidarios
cristianos, presos del frenesí, siguieron el ejemplo y se lan-
zaron sobre el templo destruyéndolo, demoliéndolo y de-
dicándose al pillaje. Cuando la devastación terminó, Teófilo
ordenó que se construyera una iglesia en el lugar ocupado
por el templo.4
¿A prueba de ciencia?Si bien existe general acuerdo frente al final del Museo y
la Biblioteca, no ocurre igual respecto a la suerte de las
CARTA.Período
Ptolemaico,110 a.C.
Papiro en escriturademótica.
Colección delinstituto de
Papirología dela Universidadde Heidelberg.
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colecciones de libros que allí se encontraban. Algunos
autores, entre los que se encuentra Hipólito Escolar, son
de la opinión de que los libros debieron sobrevivir a la
demolición de los templos, y que fue el deterioro de los
papiros, con el tiempo, lo que llevó a su desaparición.
Otros, como Luciano Canfora, aceptan las versiones de
Ibn Al-Qifti, en el sentido de que hubo una biblioteca
que sobrevivió y que fue quemada en el año 641 de nues-
tra era, durante la conquista de Alejandría por parte de
las fuerzas de Omar. Esta versión, que es la más difundi-
da, es en la que el califa Omar escribe a su emir Amr:
Por lo que se refiere a los libros a los que has
hecho referencia, he aquí la respuesta: si su
contenido está de acuerdo con el libro de
Alá, podemos despreciarlos, puesto que en
tal caso, el libro de Alá es más que suficien-
te. Si, en cambio, contienen cualquier cosa
deforme con respecto del libro de Alá, no
hay ninguna necesidad de conservarlos. Pro-
cede y destrúyelos.5
Esta atractiva versión de la quema de Biblioteca de Ale-
jandría es, no obstante, una leyenda que al parecer se origi-
nó en el siglo XII, durante la época de las Cruzadas, cuando
Saladino, para poder mantener la guerra contra los cristia-
nos, ferió bibliotecas enteras, lo que le significó muy fuer-
tes críticas. Al-Qifti, uno de los favoritos de Saladino, ha-
bría inventado todo el pasaje para dar a entender que era
mejor vender los libros que utilizarlos como combustible
para calentar baños públicos. Esta tesis del profesor El-
Abbadi es respaldada por el hecho de no hallarse ninguna
referencia escrita de la existencia de una biblioteca en Ale-
jandría posterior al año 391 d.C., y porque la aparición de
las versiones que responsabilizan a Omar y Amr sólo vie-
nen a aparecer más de cuatrocientos años después.
La creación de la Biblioteca de Alejandría suponía una
visión del mundo en la que el conocimiento del mundo
físico y espiritual determinara el dominio político y co-
mercial. Estos supuestos, que caracterizaron el desarrollo
del mundo clásico y que solamente estuvieron presentes
en él, no lograron sobrevivir –como tampoco lo hizo la
Biblioteca— a la decadencia de la sociedad helénica, preci-
pitada por su dispersión de poder y por las respuestas de
sus vecinos, como la sociedad siríaca o los bárbaros euro-
peos. Como lo anota Toynbee:
El emperador Heraclio mismo estuvo con-
denado a no disfrutar de la muerte hasta
que hubo visto a Omar, el sucesor de Maho-
ma el Profeta, llegar a su reino para anular,
totalmente y para siempre, la obra de todos
los helenizantes de los dominios siríacos
desde Alejandro en adelante.6
Pasto de las llamas o víctima del tiempo, la Biblioteca
de Alejandría habría de desaparecer al morir la cultura
superior que la había creado; la preponderancia de la cul-
tura islámica que hasta hoy detenta el poder en Alejan-
dría, significaría un atraso a nivel de desarrollo científico,
social y cultural, que sólo hasta hoy vuelve a la búsqueda
de lo universal con la construcción de la nueva Biblioteca
Alejandrina, que habrá de ser, como la de antaño, depósi-
to del generoso espíritu que señala que el conocimiento
iguala a los pueblos y a las personas.
NOTAS
1 Arnold J. Toynbee, Estudio de la historia, tomo I, pág. 221.2 Mustafá El-Abbadi, La antigua Biblioteca de Alejandría. Vida y destino, pág. 164 y 165.3 Hipólito Escolar, Historia de las bibliotecas, pág. 91.4 El Abbadi, op. cit., pág. 183.5 Ibn Al-Qifti, en el “Diálogo de Juan Filopón con Amr Ibn al-Ass antes de incendiar la Bibliote-
ca”, reproducido por Luciano Canfora en La biblioteca desaparecida, pág. 91.6 Toynbee, op. cit., tomo I, pág. 223.
BIBLIOGRAFÍA
Hipólito Escolar, Historia de las bibliotecas, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez,1985.
El-Abbadi, Mustafá. La antigua Biblioteca de Alejandría. Vida y destino, UNICEF y Asociaciónde Amigos de la Biblioteca de Alejandría, 1998.
Canfora, Luciano. La biblioteca desaparecida, Gijón, Ediciones Trea, 1998.Toynbee, A.J. Estudio de la historia, Barcelona, Ediciones Altaya, 1994.
www.greece.org/alexandria/library/index.htmwww.bibalex.org.eg
www.perseus.tufts.edu/GreekScience/Students/Ellen/Museum.html
ANDRÉS MEJÍA.Docente en idiomas.
Colaborador y fotógrafo de Agenda Cultural UJTL.
BIBLIOTECAS DEL MUNDOGrabado antiguo con vista
de una biblioteca musulmana