Post on 08-Mar-2016
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CT]ADERI\OSDE
MADix¿r AL-zAHRlt
voL.
3
cónooBA L99T
CIJADERNTOS DE MADINAT AL_ZAHRÁ'
SUMARIO. ACTAS DE LAS II JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRA
AL-ANDALUS ANTES DE MADiNAT AL-ZAHRA
S. GUTIERREZ LLORETL;r fornuciín de Tucltnlr dade la pu'iferia del Estado Islámico Pág. 9
A. MALPICA CUELLO - A. GOMEZ BECERRA
"Donde n//n.¿/ dnÍe.t h¿bía entr¿da tn ejírcito...,E/ pob/arniento de la costa de Granac/a en el rnarco
de la fornución del Estado lslátnico Pá9. 23
V. SALVATIERRA CUENCA _J. C. CASTILLO ARMENTEROSE/ poblaniento ntral: ¿Histórico o internporal?
El caso del arrol,o del Salado, Jaín Pág. 47
M. ACIEN ALMANSA'Utnar lb¡t Haf:ttn. Un problema bistariográfico Pá9.71
E. MANZANO MORENOSeñore¡ 1 ernires: Fantilias ari¡locráticas 1, soberanía ltltejtl en Al-Andalu¡ Pág. 97
A. CANTO GARCIADe la Ceca Al-Andalu a la de A[adtnat al-Zabra' Pág. 111
CHRISTIAN E\)rERTPrecarsares de A'Iadlnat a/-Zahra'. Los Pa/acir¡¡ 0melas )t 'abbásie¡
de oriente 1' sa ceremonial attlico Pág. I23
PATRICE CRESSIEREl Renacin¡iento de la esutlttu'a de capiteles en la ípoca entiral:
entre occidente 1 oriente Pág. 161
ALFONSO JIMENEZLa Qibla extrauiada Pás.189
. CRONICA DEL CONJUNTO
A. VALLEJO TRIANOCrí¡uca, aña 1991 Pás.213
ACTAS DE LAS II JORI{ADASDE MADIxar nr-znunÁ'
AL-ANDALIJS ANTESDE MADIXAT AL-ZAFIRA
PRECURSoRES DE MADixer AL-zAHnÁ.Los pAlAcros oMEyAs v ennÁsIES DE oRIENTEY SU CEREMONTAL AULTCO (1)
CHRISTIAN E$TERT
I ntes de abordar el problema central que me
,( \ he planreado paril esta breve contribución, es
clecir el análisis de algunas raíces esenciales no
solamente tipológicas sino también ideológicas de
la arquitectura palaciega de Madlnat al-Zahrl ,
quiero aludir muy brevemente a la base de todas
nuestras investigaciones correspondientes al estado
actual de 1as lal¡ores de excavación y limpieza (2).
Gracias a los esfuerzos de don Félix Hernández,
incansable hasta sus últimos días, y de sus suceso-
res Rafael Manzano y Antonio Vallejo, el progreso
de los trabajos de los últimos treinta años resulta
impresionante. Comparemos las plantas publica-das en Ars Hispaniae III (3) y en PropyláenKunstgeschichte (2." ed.) IV (4) con el últimoestado de la cuestión publicado por S. López-Cuer-
vo (fig. 1) (5). Uno de los nuevos descubrimienros
más importantes es la excavación (y 1a reedifica-
ción parcial) del palacio de uno de los máximos
dignatarios de la corte cuyo nombr., fu'fu., ,to,
¡evelan las fuentes (6). Así se l1ena la laguna entre
la zc¡na del Salón Rico y las partes adosadas direc-
tamente al lienzo norte del recinto urbano.
Hay que rendir homenaje a una escrupulosísi-
ma labor de detalle que no se deduce de las plan-
tas ¡¡enerales: la recomposición y la recolocación
de 1os grandes tableros decorativos del Salón Rico
bajo la dirección de Fé1ix Hernández. Yo tuve el
gran privilegio de poder observar y documentar
fotográficamente los diferentes estados de la res-
tauración a partir de 1965. Como primer resulta-
do de estos estudios de muchos años presenté a las
Primeras Jornadas de Madlnat al-Zahra mi con-
tril¡ución "Elementos decorativos en los tableros
parietales del Salón Rico" (7) cuya versión com-
pleta se publicará como monografía (8). La contra-
dicción entre tracliciones omeyas precalifales (e
indígenas de origen preisiámico) y la irrupción de
nuevas formas'abbásíes, especialmente intensabajo al-Hakam II, en 1os conjuntos decorativos de
Madrnat al-Zahra, y sobre todo en los paneles
parietales del Salón Rico, nos puede ayudar a
ilustrar de modo resumido el problema correspon-
diente en la tipología monumental de la arquitec-
tura palaciega. E1 repertorio de un panel de már-
mol (9), cuyo abolengo omeya orientai se manr-
fiesta al compararlo con Jirbat al-Mafi'ar (i0), se
opone a la estructura normal de los grandes pane-
1es del sector central, de las naves laterales y del
pórtico del Salón Rico (11): superficies casi llenas,
sin fondo; elementos decorativos de contornocerrado, preferentemente en forma de gota (12).
En el mismo círculo de talleres fechable en el
periodo maduro y tardío del Califato de Córdoba
se introdujeron detalles en el tratamiento de las
decoraciones que muy probablemente se importa-ron directamente desde el Ma5riq: por ejemplo las
superficies cribladas de trama geométrica en Lrno
de los grandes paneles del Cortijo del Alcaide
r23
recompuestos por Félix He¡nández (13) o de las
jambas de arcos ciegos en Ia zona del tambor de la
cúpula delante de1 mihráb en la misma mezqr-Lita
de Córdoba (14), trat¿rmiento ca¡acterístico que
aparece t¿rmbién en la decoración casi contempo-
ránea de unos de los monasterios del \7tdrn-Nerrr,rn rl5). tle nerisimo origen abbasí.
Re sumamos esta introducción: replantea-miento del problema de 1os orígenes del progra-
ma arquitectónico califal de los Omeyas de occi-
dente gracias a los progresos considerables en las
excavaciones y limpiezas en el mismo sitio de
Madrnat al-Zahrá'; breve anticipación del proble-
ma de los orígenes de la tipología monumental, ur
base del estr-rdio del repertorio decorat.ivo y, muyespecialmente, el existente en el Salón Rico.
La breve secue ncia de palacios omeyas ycabbásíes del Próximo y Medio Oriente se abre
con cAniar (.fig 2;l¿im. 1) (16). Esta ciudad ptrla-
cie¡;a del Líbano, funclada ya hacia 715 muestraun trazado u¡banístico puramente romano: recin-to rectan¿¡ular; subdivisión en cuatro partes igua-les por el cardo y el decumano, bordeados ambos
por columnatas, con un tetrapylon en su crlrce(l¿ím. 1). En su palacio principal, sin embargo, ya
se realizó aquel principio geométrico de subdivi-sión simétrica tripartita que Creswell (17) descu-
brió y estudió detalladamente en M5attá.
El castillo de MSattá (figs. 3 y 4, Iám. 2) es
un proyecto de los últimos años de los Omeyas
orientales. Los lados del cuadrado que describe e1
recinto total duplican el tamaño normal, caracte-
rístico de los castillos de desierto sirio-omeyas. Elprimer grado de subdivisión determina, en direc-
ción norte-sur. dos zonas laterales de función resi-
dencial que quedaron inacabadas (18) y una zona
central. El núcleo del esquema geométrico (ft1. 4)
es L1n gfan patio cuaclrado, cuyo tamaño determi-nan las diagonales del cuadrado del área total (fig.
3). Está limitado en el norte y en el sur por los
bloques de la zona de acceso (que abarca también
la mezquita) (19) y del conjunto cuyo cenrro es 1a
sala del trono (lám. 2) (20). Ambas zonas a su vez,
se subdividen en varios núcleos secundarios. La
dirección del proceso de subdivisión cambia orto-gonalmente de grado en graclo. En Madrnat al-Zahra' só1o nos quedan escasas huellas de este
procedimiento (por ej. el típico grupo de una sala
mediana con dos alcobas en los flancos).
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Reaparece sin embargo de manera sorpren-dentemente clara e inequívoca en la Aljafería cle
Zaragoza (fig. 5, lám. l), acluellzr sede t¿rif¿r de
mediados del siglo XI que procede directamentede la arquitectura califal co¡clobesa y cuya situa-ción de extramuros. es decir de residencia exterior,repite a escala muy reducida, el modelo funcionalcle Madrnat al-Zahra'. La subdivisión por tres se
realtzó aquí ya en el recinto exterior cr,ryos cubos
ultrasemicirculares son típicos de los castillosomeyas orient¿rles. Se efectuó en dos etapas conse-
cutivas: ei diámerro de ias torres flanqueantesequivale a1 ancho del lienzo entre ellas, el vano de
la puerta central dicta en su anchura la tripartr-ción exacta del lienzo completo (fig. 5) (21). Nosolamente los esquemas fi-rncionales sino tambiénlos planteamientos geométricos de los castillosomeyas orientales emigraron de un extremo a otrodel Mediterráneo (etapas intermedias observamos
en e1 norte cle Africa: cito los ribátes de Susa y de
Monastir) (22) y sobrevivieron, como se confirmaenZaragoza, durante más de cuatro siglos.
La llegerda de los Abbasíes nos señ¿l¿ unajerarqu.ización creciente de las plantas de los con-juntos palaciegos, reflejo alrténtico de las tenden-cias imperiales del califa que se acercaba de vez en
cuando de forma casi blasfémica a la esfera divina.Fue en época 'abbásí cuando se usaba por primeravez el título honorífico "zillu' l1¿rh fi' l-ard" (som-
L¡ra cle Dios en rierral.Un ejemplo característico de la tendenciir ¿
aislar y ensalzar al príncipe en el marco de la vidacortesana nos enseña la lectura de la planta ciel
conjunto de Ujaidir (en Iráq). construcción fecha-
da en los primeros decenios de la nueva dinastía(fi1. 6, Iáms. 4-1) (23): EI castillo propiamentedicho se sitúa en un recinto exterior mucho mhs
amplio. Los dos recintos sólo se tocan en sus lien-zos septentrionales (lám. 'l). El espacio intermedio(en forma de U), casi vacío de construcciones (2,i)(lám. i), corresponde a las ziyádát de las mayores
mezquitas de tipo o tradición 'abbasí (por ej. las
dos grandes mezquitas de Samarrá, la de Muta-wakkil (25) y la de Abü Dulaf (26) y la mezquitade Ibn Tulun (27) en El Cairo). En Ulaydir el
üwán, la parte de las audiencias oficiales, clryoancho está determinado por e1 .patio de honor"(lám. 6), se separa de las cinco unidades residen-
ciales circundantes y de la mezquita, incluída en
esta zona directamente accesible. desde el exterior,
por Lrn ambulatorio cerrado, de cuatro brazos(lám. 7). El nírcleo clel palacio, una sala cuadracla
(quizás de1 trono), y un iwán inmediatamenteantepuesto qlle se abre al gran patio, está rodeado
por un pasillo de tres lados, cr,ryos brazos laterales
consisten en Llna secuencia de puertzrs enfilaclas.
Estos castillos del desierto de 1a nueva dinas-tía se alejan del clásico canon metrológico de los
Omeyas: ya no son cle planta cuadrada sino aclop-
tan, segírn Creswell (28), una proporción cle 3:2que se observa también en funclaciones relaciona-
das con los 'Abbasíes, por ej. en el castillo de
Ai'dabiyya en Libia (29), de los primeros Fátimíes
que estaban av¿rnzanclo de sus bases en ifrrqiyalr:rcia Egipro.
La expresión más perfecta del califato abbasl
es 1a fundación de Sámarrá (30). Gigantesca pero
frági1 y en permanente peligro, en último té¡minofue víctima no de sus enemiqos externos. sino de
1as luchas intestinas de la misma dinastía cuya
maldición fue la perpetuada guerra patricida ofraticida. Ya las causas de su fund¿rción Gn 22IH = 8j6) anticiparon su trágico abandono.
Madinat al-Zahra se fundó casi exactamente
un siglo más tarde (en 936), es decir casi meclio
siglo después del abandono cle la ciudad áulic¿r
orient,rl ti ll. No ptr..lo competir ton su r¡maño.En Sámarrá, por ej., se mide un¿r extensión totalde más de l0 km. a largo d.el río, el diámetromáximo de Madlnat al-Zahra es de aproximada-mente 1,1 km. (ent¡e los dos lienzos laterales del
recinto urbano) (32). En el occidente islámicotemprano, sin embargo. no conocemos ningunaciudad palatina del tamaño de Madlnat aI-ZahrJ .
Sabemos que el caiifato de los Omeyas occidenta-les, y especialmente de al-Hakam II que ya en sus
años de príncipe hereclero dirigió.los trabajos de
construcción en MadTnat al-Zahra, se abrió a los
influjos orientales de los Abbasies, polític,rmenteodiados como usurpadores (aunque tácitamentereconocidos) pero admirados en el campo culturaly artístico. La fam¿r cle Sámarrá se difunclió porcasi todo el mundo islámico. ,Inspiró también a
los Omeyas occidentales? La comparación entrelas dos funclaciones resulta muy tentadora: en
ambos c¿rsos 1¿r clinastía salió del marco demasiado
estrecho de ia metrópoli tradicional y fundó a una
distancia accesible una nueva residencia externa.
Pero mientras en Bagdad la situación políticaresultaba casi insostenible -las relaciones entre las
guardias turcas de la dinastía y la población indí-gena se convirtieron en insoportables- en Có¡do-ba pudo proyectarse el traslado correspondienteen un ambiente de calma soberana: Abd al-Rahmán III había acabado con casi todos los ene-
migos e*ternos e internos, un pocler incontestadosobre un país próspero se concentraba en sus
manos. El paralelismo Bagdad-Samarrá; Córdoba-Madrnat al-Zahra no se limita sin embargo al
matiz metrópoli tradicional -nueva fundación de
una aglomeración satélite-. Las comunes raíces de
mentalidad oriental son más profundas y se mani-fiestan también en un rasgo común de carácternegativo: ambas fundaciones son efímeras y se
abandonaron de un golpe, apenas fueron usadas
plenamente durante el breve espacio de mediosi¿¡lo aproximado.
En los grandes palacios 'abbásíes c1e Sám¿rrJ
las unidades espaciales están relacionadas entre sí
por el principio de la estricta axialidad, principioque en Madrnat al-Zahra no se impuso con lamisma severidad. Las dos grandes salas de cinconaves longitudinales y pórtico anteplresto no son,
por ej., coaxiales (fig. 1). Las unidades tradiciona-les del castillo de desierto sirio-omeya (patio de
concepción cuadrada rodeado por Lrn pórtico que
se antepone a los accesos de las habitaciones) y las
dos grandes salas parecen yuxtapuestas. ¿Sobrevi-vió aquí el principio aglutinante del AntiguoOriente? Rampas dobladas y que se bilurcan ven-
cen las fuertes diferencias de nivel. Estas dificulta-des de un terreno en pencliente, muy probable-mente no habrían librado a un maestro de *escue-
Ia'abbásí" de la dictadura de los ejes de simetría.En MadTnat a\-Zahra se impone la impresión de
que un taller indígena que por primera vez tuvoque realizar un encargo urbanístico de esa enver-
gadura no dominaba el principio de la axialidad
total tal y como los maestros 'abbbasíes de1
MaSriq lo habían perfeccionado gracias al encargo
gigantesco de Sámarrá , clryos grandes palacios
son reflejo de un ceremonial áulico refinado, hen-
chido de tradiciones del Antiguo Oriente y espe-
cialmente perso-sásánidas.
Vamos a analizar algunos rasgos esenciales de
la arquitectura palaciega de Sámarrá. En el Yzrusaq
al-Jáqánl (fig. 1 ,lám. 8) (33), residencia califal de
la primera fase de la ciudad (fundado en 836) ycuya superficie es mayor que el área total de
Madrnat al-Zahra, el nírcleo del conjunto es Lrna
t25
sala cruciforme, de s.imetría biaxial, precedida poruna zona interior de acercamiento alargada cuyoeje longitudinal coincide con el de profundidadtotal del conjunto que se extiende entre dos enor-mes terrazas. En el palacio de Balkuwára (fig. 8)(34) rige el mismo sistema axial con mayor rigi-dez. Dos grandes rwáncs se rnreponen en el ejelongitudinal a 1a sala cruciforme con núcleo cua-drado. En dirección noroesre la zona de acerca-
miento exterior consiste en un gran patio y, fueradel ámbito del recinto interior, en dos rerrazassobrepuestas^de la misma proporción alargada. Enel Qasr al-Yiss (fig. 9) (3i) 1a simetría biaxiaiabarca todo el área básicamente cuadrada delpalacio.
El Qasr al-'A5iq (fig. 10) (36) clata de lasegunda generación de Sámarrá Q64-691818-82).La disposición axial se adapra a una superficiemuy reducida en comparación con los palaciosgi¡¡antescos de la orilla oriental. En dirección alacceso del visitante es, sin embargo, aún más pro-ftinda. El resultado de la tendencia observable cn1a arquitectura palaciega 'abbasí de tradiciónsasanida, cle anteponer al grupo de salas qr-re for-man el núcleo jerárquico del palacio un númerc'r
creciente de compartimientos preparatorios, es elabandono de 1a configuración cuadrada en lasplantas reducidas, de dimensiones comparablescon 1os palacios omeyas: eI área se prolonga endirección al acceso de las salas ocupadas por elpríncipe, por ej. en Ujaydir y en el mismo Qasral- Asiq.
En el Qasr ul-'Aiq descle el pario se enrra en
un compartimiento ancho, flanqueado de dosalcobas y ensanchado hacia el fondo en forma de
T. Lleva a una segunda estancia, profunda, ante-puesta directamente a un grllpo cruciforme cuyocentro es un gran cuadrado acompañado simét¡i-camente, siempre en el mismo eje , de dos despa-
chos cuadrados más pequeños. En el eje rransver-sal de1 cuadrado mayor esrán situadas, también en
perfecta simetría, 1as dos únicas salas de tres naves
del palacio. En 1os extremos de sus naves lateralesqueda aislacla una pareja de camaritas cuadradasentre las cuales se abre un nicho, emplazamientoprobable del trono; es en Qusayr Amra dondeencontramos una disposición casi idénrica adorna-da con la imagen dei príncipe e ntronizado.
Así abordamos el tema más problemático denuestro ensayo, fundamental e imprescindible sin
126
embargo para comprender el estrato más profun-do, la razón de ser de1 gran conjunto áulico que es
Madlnat al-Zahra: la posición del príncipe en e1
ceremonial cortesano, es decir la visión del poderdinástico de los Omeyas (37). Hemos elegido doscon;'untos palaciegos omeyas orientales excepcio-nalmente ricos en imágenes, rambién figurativas,impregnados ambos de tradiciones neramenrepreislámicos: Qusayr Amra y Jirbat al-Maffarreflejan la herencia de un sincretismo mediterrá-neo-oriental, típico por ej. de Dura Europos y dePalmyra.
Qusayr 'Amra (fig. 11, 1áms. 9-12), funcladoen el primer cuarro de1 siglo VIII es un edificiopequeño de ambiente íntimo, quizás una especiede "Mon Repos" de un reducido grupo de perso-nas privilegiadas, del príncipe y de su séquito porejemplo. Hoy día se encuenrra en pleno desiertojordano (lám. 9), pero en la época de su fundaciónestaba situado probablemente en un "hair" (38),en Lln <pafadaison", es decir en un terreno decaza, actividad a la cual se alude expresamente yque con bastante seguridad es Lrna razón de ser denuestfo monumento.
Qusayr 'Amra (fig. 11) se ha hecho famososobre todo por sus pinturas que cubren la c¿si
totalidad de sus paredes interiores y bóvedas.Alois Musil, su redescubridor, hizo reproducirestas imágenes en una segunda campaña por e1
pintor Millich y las publicó en 1907 (39). En los
años 70 fueron limpiadas por una misión españo-la. La publicación correspondiente (40) es Lrna
obra básica para el conocimiento del monumenro.Nos abre Lln acceso totalmente nuevo a un mundode imágenes, chocante, escandaloso y enigmáricoen algunos de sus aspectos desde el punro de vistade la ortodoxia islámica.
Núcleo del edificio es Lrna alra sala cubiertapor tres bóvedas de cañón de igual ancho (fig. 1 1:
estancia 1: A-C). Se apoyan en dos arcos de unsolo tramo que dan origen a tres naves totalmenteabiertas en el interior. es decir a una esrrucrurasumamente dtáfana que permite la visión sinópti-ca del programa pictórico de toda la sala (41). Enel este se añadió un baño con varios comparti-mientos, segúrn el esquema preislámico tradicionalque no voy a comenrar aquí. En el sur, en el eje deprofundidad de la sala, se abre un nicho muchomás bajo, cubierto también por Lrna bóveda decañón (fig. 11, compartimiento 2). El testero lleva
la ima¡¡en principal de todo el progrtrma pictónco(1ám. 10). Aparece el príncipe entronizado (42),
príncipe al cual se alude también en otras partes
del conjunto ¡rictórico, por ej. en su calidad de
dueño de Ia caza (43) (alusión al privilegio real
clue es la razón cle ser de1 eclificio; acordémonos de
los mosaicos romanos de Centcelles) (44) o como<nlrevo presidente" de los príncipes más nobles yfamosos de este mundo, grupo de personas idenci-ficado por inscripciones bilíngües, cliscutido ycomentaclo tantas veces (41). Un detalle arcluitec-
tónico subraya 1a importancia del nicho: en su eje
de profi-rndidad c1r-re es el de la propia sala, se abre
el úrnico acceso a ésta. Es este el sitio central más
digno de ltr presencia física del príncipe in perso-
nam. (Las dos c¿rmaritas que flanquean el nicho se
abren sólo a é1. no a la sala. tenían una funciónvisi blemente sr-rbordi nacla) (4(r).
La solemne profundidad de1 nicho del tronose acentúla y se duplica de manera ilusoria pormedio de un cloble nicho pintado, de perfil escalo-
nado. Apenas abarc¿r la mitad del ancho total de la
pared. Su arco exterior se apoya en arranques hori-zontales en los cuales se sientan dos pájaros. A1
trono propiamente dicho corresponde el nichointerior cubierto probablemente con un baldaqui-no esférico. Las columnas exteriores del doblenicl-io pintado se distin¡;uen por su perfil en rosca,
en las inreriores Millich reproduce (47) bandas de
perlas y piedras preciosas, atributos dignos de untrono que pueden aludir simbólicamente a unconteniclo sagrado (lám. 10a). Ya en mosaicospaieocristianos por ej. son, siguiendo el texto de
1a biblia, los elementos constructivos de la urbesagrada cle Jerusalén, en Ia mezquita de Córdoba,
en los mosaicos cie la cúrpula delante del mihráb,enmarcan toda la bóveda (tí8).
La figura del príncipe casi sale del nicho, 1o
l1ena totalmente. Abre ampliamente 1as piernas,
su nimbo casi toca e1 vértice del baldaquino pin-tado. El zóc¿rlo ciel trono es una alrténtica arque-
ría; la fi¡¡ura parece elevada ¿r un nivel superior.
Las dos figuras laterales (lám. 11) (49) de pie, no
aicanzan la altura del príncipe sentado. No entranen el nicho sagrado clel trono, forman parte sinembargo del conjunto cósmico de toda Ia zona
superior de 1tr pared que por encima de un zóca1o
nelrtro ap¿rrece aislad¿r como un sector inviolable:de ¿rmbos lados sube una fila de perdices hacia el
vértice (i0) donde domina un phjaro aislado, que
levanta sobe¡biamente la cabeza. La pareja de
pájaros de los arranques clel arco exterior (i1)eleva sus miradas hacia é1 (lám. 10b). Supongoque el pájaro sobre Ia cabeza del príncipe es unsímbolo de su poder. Las perdices pintadas llenanuna banda muy clara. En Jirbat al-Maffar perdices
en relieve rodean la base de lzr cúpula de undlwán, muy probablemente también cle implica-ciones cósmicas y celestes (i2).
A los pies del príncipe se extendía el mar,ahora casi perdido, pero documentado porMillich (53) con detalles característicos: por ej. unbarco y L1n gran pez (lám. 10a).
Estamos en presencia de un auténtico empera-
dor, de tamaño y dignidad casi inconmensurables,alejado del ambiente te¡restre-humano, muy cerca
del cielo. El príncipe entre mar y cielo se instala
como motivo fijo en el arte isl¿imico. Un plato de
cerámica de loza dorada, fechado en el siglo X yde origen iraquí, reproduce una versión sumamen-te abreviada: El príncipe sentado .a la turca, sos-
teniendo eI cál.tz y la uva (¿alusión al paraíso?) está
rodeado por un friso mixto de pájaros y peces
(54). Hay que tener en cuenta sin embargo sobre
todo e1 fondo preislámico de todo este ciclo de
Qusayr'Amra. Un ejemplo llamativo de 1a mismasala de audiencias es la Victoria volante entregan-do la corona a una figura semiclesnuda (lám. 12)
(tt).E1 conjunto que hoy llamamos Jirbat a1-
Maffar (figs. 12-13, láms. 13, 1) y 161156)situa-do cerca de Jericó, se erigió muy probablementeen ei segundo clrarto del siglo VIII, es decir ape-
nas una generación más tarde que Qusayr 'Amra.
Al norte de un castillo de desierto de clásico tipoomeya se levantó una sala de nírcleo cuadrado con
pilares, rodeado de una corona de nichos (fig. 13).
La reconstruyó el segundo excavador del sitio, R.
W. Hamilton, dándole e1 aspecto exterior casi de
una iglesia bizantina (t7). Al igual que en Qusayr'Amra se añadió a la sala principal una serie de
cámaras con pavimentación sobre hipocalrstum(fig. 13, a Ia derecha) (58). Hamilton ideó una
unidad funcional de carácter primordialmentebalneario: la misma gran sala en cuyo lado me¡i-dional se extiende una gran piscina sería e1 frigr-darium (t9). El esquema de la planta sin embargo
está muy estrechamente ¡elacionado con Qusayr'Amra donde la función de la sala principal comolugar de audiencias esa incontestable. Ettinghau-
tt7
sen (60) interpreta el gran volumen abovedado de
Jirbat al-Maffar como sala clel trono en la cual se
celebr¿rb¿rn banquetes. En su nicho central, situa-do justo en el eje de la única entrada se encontróuna cadena de piedra (fi¡. 14) (61). Suspendida en
su vértice llevaba una corona o qalansuwa (62), lainterpretación del sitio como destinado a untrono parece lógica.
En nuestra breve inte¡vención sin embargo la
atención se concentra en una estancia apartada a
la cual se accede en el ángulo noroeste de la gransala. De manera casi unánime se le otorga el ran-go de dTwán (63). Un compartimienro casi cua-
drado (cuyo ancho no alcanza los 5 m) se prolongaen el eje de profundidad por un ábside de plantasemicircular peraltada que está a un nivel elevado(junto con un banquillo que rodea el comparti-miento central) (64). Ambos niveles están cubier-tos de mosaicos. Só1o el pavimento elevado delnicho se distingr-re por su imagen de animaciónnaturalista (fig. 13) (61). Según la interpretaciónde Ettinghausen (66) el árbol (cósmico) separa las
dos esfer¿rs clel munclo: la de la paz (dar a1-islam)
simbolizada por gacelas comiendo a la sombra del
enorme árbol y la de la guerra (dár al-harb) en lacual un león ataca a una gacela que intenta huir.El Ieón acometiendo a un animal más débi1, mo-tivo corriente en el Antiguo Oriente, alude tam-bién al poder imperial.
Esta escena se completaba sólo con la apari-ción física del mismo príncipe que se sentaba en
el centro del árbol: tevive o perdura la sagrada
parusía del príncipe de la antigüedad preislámica.En la sinagoga de Dura Europos se descubrió unárbol pintado que según los excavadores, podríaser el de ia vida (67). Probableme nte en unasegunda fase se colocó la figura de un príncipeentronizado en el centro de1 árbol (,David?),acompañndo de dos figuras laterales y con un leóna sus pies (fig. li) (68). Esta escena tan reveladorapara nuestra interpretación nunca se puso en rela-
ción conJirbat al-Maffar.La imagen del príncipe,emperador o reina celestes en el árbol cósmico se
popularizó en el arte cristiano (69): el mismo se
repitió con la Virgen que presenta al Niño Jesús.
¿Podríamos aduci¡ en el mismo conjunto de
Jirbat al-Maffar una escena comparable ? Sobre e1
acceso principal a Ia gran sa1a, acentuado por unclrerpo saliente, en el eje de profundidad del edi-ficio, es decir del nicho de1 trono abovedado y con
I28
la cadena de piedra mencionada, se situaba una
estatua de tamaño casi natural en un zócalo en
cuyo frente aparece una pareja de leones contra-puestos sentados, entre ios cuales se esculpió unrosetón que flanquean dos piñas (lám. 1), fig. 16)
(70). Un rosetón se observa también a los pies deltrono, en el nicho axial de la gran sala, en el cen-tro de la parte semicircular del mosaico. Se trataprobablemente de un símbolo de poder (1ám. 16)(71). ¿Es una versión abreviada, anunciadora yalusiva a la escena que iba a desarrollarse en elárbol cósmico del d]w.rn:
He limitado mis observaciones sobre la conri-nuidad y las mutaciones en la representación de la
dignidad del príncipe-emperador a unos pocos
ejemplos de la primera dinastía islámica, es decira los Omeyas. Una de las metas de nuestra contri-bución sumamente escueta es demostrar cómo las
tradiciones preislámicas de matices mediterráneosy ias del Antiguo Oriente no solamente sobrevi-vieron sino que fueron asimiladas. Nunca losOmeyas abandonaron la ambición de ser 1os suce-
sores legítimos de los grandes imperios y reinospreislámicos. La veneración de la herencia de 1os
antecesores es una faceta de la mentalidad árabe y
de su religiosidad. Muhammad no es el Mesíasque destruye 1as tradiciones, sino el úiltimo esla-
bón de una cadena de profetas. Así, en un parale-
lismo espiritual el "jahfa", es decir <sucesor> nosolamente es el vencedor sino sobre todo el nuevc¡
presidente de la noble familia de los grandes prín-cipes, y así se presenta en Qusayr Amra (f 2). Ya
en otra ocasión hemos analizado el programa ideo-lógico transmitido por los mosaicos de la cúpulacentral de la maqsura de ai-Hakam II en la mez-quita de Córdoba (73), de aqr-rella parte del san-
tuario cordobés que está relacionada tan directa-mente con MacLnat al-Zahra . Cierto qr-re en elIslam, y mucho menos en un or¿torio, no podíarealtzarse la divinización del príncipe. Las tradi-ciones preislámicas paganas sin embargo pudieronser purificadas y sublimidas. En Qusayr Amra yen Jirbat al-Mafiar hemos observado que unrepertorio reducido de símbolos preislámicos,intercambiables, es decir ambivaientes, que alu-den al poder celeste y al poder temporal, fuerontransmitidos al Islam. El análisis de1 árbol cósmi-co es muy revelador en este aspecto. En la mez-quita de Córdoba la esfera celesre en el vértice de
la cúrpula delante del mihráb acentúa en 1a planra
el punto de intersección del eje en profundidaddel mih¡áb (y del santuario entero) y del transepto
de la qibla clryos tres compartimienros cenrrales
abovedados constituyen el núcleo de la zona reser-
vada al príncipe. Esta ubicación nos anuncia la
intersección de componentes religiosas e imperia-les, o, dicho de otro modo: el príncipe colocó su
zona reservada en el eje del culto para poder com-partir la baraka emanada de los símbolos divinos.
En una región fronteriza del Islam, en lucha per-
manente con una cristiandad emergente, el poder
islámico tenía que presentarse de manera impre-sionante, incorporado a una tradición divina ina-
movible, es decir en último término invencible.
t29
NOTAS
L. Agraclczco a mi amigo y colega don Irernando Valdés Fer
nánclez las correccioncs v mejoras de mi tcxto castell¿no.
Siglas: E.M.A.:K.A.C. Cresx'eli, Ear/1 l[ulin Arcl:itettr
12: t ,.r)).,./,. oxfor(1. It)r)o.
II: Etr/1 Altbdiid:. Ll na11acl.r oJ'Corclut'd. Agh/abil.t,Trltlrid.¡ dil¡ S./ildi/it/!, Oxfbrcl, L9'10.
2. Los esfuerzr¡s acttrales, cn la primera fase del recien creaclo
"Conjunto Arqucoiógico Maclrnat al-Zahra", bajo Ia
clirección cle don Antonio Vallejo Triano, se concentran
esencialmente en trabaios cle linpieza y en la continua
ción de 1a l¿bor cle clon Fé1ix Hernánclez Ginrénez: reedi-
ficación parcial y recomposición cle la decoración en relie-
ve. Las aportaciones de ntievos resultaclos a base cle lin¡-piezas son consiclerables: por ej. inventarizacitin cle¡aliacla
de los materiales de pavimentación; descubrimicnto cle
sistemas cle desagiie y canalización.
3. M. Gómez-Moreno. EI ¡rte ,ír'tbe e:!año/ hd:/t /os t\lnob¿d¿¡. Arte n¡ozár"the. Maclrid, 1951, fig. 95: plano general;
lig.{r¡ ¡1¡16' r\' Jr'.r,l.r'..1. J. Sourdel-Thor¡ine y B. Spuler, D)e Ktttst ¿/e: Ltl¿n¡
(Propl/,t:ttt Ktut.rt,qesthichtt]. IV), Berlín, 197.1, flg. l6:plano general; fig. 97: partes excavacJas, sin mezquita.
1. ,\leJiu ¡: Z¿hrt. Irgutierh 1 f),nnts, Madrid, 1983, fig.1 I : plano gencral; fig. I .l: partes excav¿das (con pavimen-
tos¡ nrLestra fig. l).6. Pl¿nta, 1:5U0: López-Cuervo (v. n..5), fig. i3.7. En: Ctaden¡os da lIt¡/tu¿¡r al-Z¡hr¿7,I,1987, pp. 27-60.
8. En la serie rnonográficr Madricler Beitrrige, clel InstirutoArqtLeoLógico Alemán de Madricl.
9. K. Brisch, en: Prup1,/iea Krr.ttge.tchirhre2. IV, p. 202;lám.96.
10. V. por ej. R. iüí. Hamilton, Kbirbat a/ MaJjtr, Oxford,1919, figs. 211 -220.
11. V. por e1. Ervert, 1987 (r'. n. i), Iáms. 2-1:i.
12. Ewert, 1987 (v. n.7), figs.0L 64.
l.l. C. En'ert, Baudekor-\lerkstette n im Kalifat von Córdol¡a
und ihre l)ispersion in nachk¿lifale¡ Zeit, en. Kiln.¡thr tu¿l
Werk.¡latt ir ¿/e¡t oriett¿t/i.rrhet Ge.te/lschaJten (ed.: A. J.Gail), G¡az. 1982, lám. VII, ). El conjunto entero cle los
tableros recompuestos, almacenado en el Nltrseo Arclueo-
lógico dc Córcloba, está s;n publicar.
11. C. Ewcrt, For.tthtngen z//r il/ilt0hdt/i.\.hen ll¡¡thee, lV: DitKdpitt//t der Kurbty-lloscbte ir t\lnrr¿tL¿sch lrd der IIu-¡/:et tor Tinnt/, Maguncia, 1991, lám. 5'1, ¿-cl.
1i. G. DuthLLit, La snlpntre cupte. París, 19ii, p. 12s.1 lám.
LXIIl. a. c.
16. K. B¡isch, en: Propyliett Kru.rrge.rthchr/.IV, pp. 16.1-167;
lll il.
19.
20.
2l
fig. l7; bibliografft p. 161.
E. M. 4., 12, p. 581s ; fig. 63t.Proposiciones cle reconstrucción del provecto cle cliversos
atrtores: E. lvf. A. 12, pp. i9O-59i; frg.652.R. E. Briinnorv y A. V. Domaszewski, Dl¿ Protittcia Ara-
1ll¿¡, II, Estrasburgo, 1!05, fig. 695.
Briinnow ) V. I),,m.Ls/c\\.li¡. a¡ .11.. ilrr. n. l'r'. liC.
706; E. M. A.,12'f;s. 614.
V. con medicl¿rs exac¡as: C. Ewert, Spaúsch-):/tnisch Sy.t
tc¡ne ¡icLt kretnemler lllgs. III, Die AljaJerfu )u Zaragoza.
Ma¡¡uncia, 1978-80, I, plano 2.
22. A. Lézine. Lt rib¡t ¿le Sonsse ¡tiri dt nole.¡.¡rr /e rib¡¡ t/e
llon¿tstir, Tunis, 19i6. Plan¡as: Susa: láms. Il, I1l, IVa;Monastir: láms. XXXIII. XXXIV.
ll. Pl¿rnte a m¡rvor cscala (1:i00) del castillo intcrior: E. M.A , II, fig. 6,i.
24. En ciertas ocasiones, reccl¡Liones ) íic\rls eortr\Jn.LS por
ej., esta zona quizás albergaba un acam¡ramiento de tirtrd¿s.
Esta mezcluita, c1e superficie gigantesca, tenía dos zon¿s
concéntricas cle zi,vadat (E. lvl. 4., I1, p. 2591 lán¡. 6la).E. M. A. II, p. 281, Iám lOa.
Pl¿nta: E. M.4., II, fig.257; Lár¡s.96,97a, c.
E. M. A , I, p. 37s.Bibliografía: Ewcrt, 1978 80, I (v. n. 21), p. ll, n.83con bibliografía clel monunrento.
10. V. sol¡re ¡c¡clo: E. Herzfélcl, Geschichta t/ar St¿dt Sctt¿r¡'¿,
Berlrr. l') l¡i.11. Par¿ Ia historia cle Maclinat il-Zthra r'. L. Torres B¿rlbás,
en: Hi:tori¿ le E.spatu (ecl.: R. Menéndez Pidal), V, 19t7,p¡>.423-412.
)2. Mcdidas totales: aprox. 1.520 x 715 m (2.7<xr x 1.100
coc'los segírn flentes árabes); v. K. Brisch, en. Pro!1/"itu
Krn:tguchitht/. IV, p. 2i)t); L. Torrcs BttILtís en. Hi.tttri¿Je E.rpaítu,12, p. f .i.1 r' n. 66.
ll. E. M. 4., II,pp. 212-242; K. Blsch, en: Profil,/ttn Krtst-gescbichr/,IV, pp. 21fi-221; bibliografía: p. 221.
)4 E. Herzféld, Er.;ter un'/ttrfiget' Barichr iihtr die Att.tgrabtrrgett
¿-or Sa¡n¿rrt, Berlfu, 1912, pp. l2-1 l; planta: lám. X; E.
Docld, cn: Propvlden Kunstgeschichte2, tV, pp 223 225.bibiiografía: p. 225.
3). J. D. Hoag,Arthitettrra is/aaiu, Venecia, 191),p.46.i6 Herzfeicl, 1912, (v. n. 3,í), pp. 26-28; planta: lám. IX; E.
M. A., II, pp. 161-.16.i; Ervert, 1978-80, I (v. n.21), p.
' r-on n lli+il . Pa¡a este prírrafo me baso en mi conferencia "P¡¿isenz,
Abbilcl, Symbol uncl Substitution cles Herrschers infriihisl¿mischen Dekorprogranrmen" (Presencia, imagen,
símbolo,v sustituci(in del príncipe en proÉaram¿s clecor¿¡i-
vos paleoislámicos) pronrLnciada en l¿ Universidacl cle
Bonn. cn I 98 1.
18. IvL Almagro, L. C¿bmllero, J. Zozaya y A. Almagro,
Qusayr 'Amra, Nfadrid, 1975, iig. 2, punto 6: "Restos de
un muro qrLe ciebe relacionarse con el jardín".
19. A. MusiL, Kusejr Amra, Vicna, 1907.
40. M. Almagro et alir (r'. n. l8); bibliogralía completa del
monumento: o!. cit,. p. I4s.41. M. Almagro et alii (v. n. 3ti), fig. 1l (axonometría); lám.
II i.42. M. Almagro et alii (v. n. 38), lám 10; A. Musil (v. n. 39),
lám. XV. Para mis obsctvaciones de detalle pueclo basar-
me en una seric de cliapositivas que ni colega y amigo J.ZoztytLtizo inmeclia¡¿mente después de ias Iimpiezas.
4a. NI. Almagro et alii (v. n. 38), láms. XXX-XXXII.14. H. Schlunk, D)e lIo:aikLuppe/ tou Let¡Í¡ell¿¡. Maguncia,
1988, figs. 8,9 (figura en el centro de la imagen); láms.
L 1, 66c.
15. V. por ej. E. M. A., 12, pp..100-402; M. Almagro et alii(v. n. 38), p. 56s; Iárns. XVIb, XVII.
46. M. Almagro et alir (r'. n. i8), lám. IIIb.41 . Musil(v. n. 3c)). lám. XV = nucstra lám. 10¿r.
2i.
26.
21 .
2 ¡i.
130
.i8. En los in¡rad<¡ses de las venranas del tambor. alte¡nandocon palmetas tripartitas o flores de lis (H. Srern, Lrr/u0-tL/i4iles de /¿ Grtnde tnost¡uíe de Cordole. Berlin, I976,láms. 1i, 20-27; Iáms. en color 62, 67.
49. M. Almagro et alii (r'. n. 3f3), láms. Xb, XI.i0. V. n. .i9.
i 1. V. n. .19.
)2. K. Briscl¡ en: Pralry/áett Ktnsrgesrh)út?,IV, p. 181s.; iám.en color XV.
51. Musil (r'. n. 39), láms. XV, XVI.t1. R. EtringhatLsen, The "$l¿de cup), en: Ar.¡ Orientalis. II,
6I
1957, p. 3.i7, fig {).
M. Almagro et a[i (v. n. 38), láms. IV, V.Monografía: Hamrlton,.l!5! (v. n. 10); bibliografía delnonumento: E. M. A. I', pp. 57-65.R. \X/. Hamilton, \ü/ho burlr Khirbat al Mmfjar. en:Leuart.1,1969, fig. lA escala mayor: Hamilron, 1959 (v. n. l0), Iám. CIV.Hamilton, 1959 (v. n. 10), pp. ,i8 52.
The ¡hrone and bancluet h¿ll of Khirbar al Maflar, en:Frorn 81,2¿1¡¡ix¡¡ to Sas¿ri¿tn lmn ¿nd the lslanic uor/d. Let-clen, 1972, pp. 17-65.Hamilton, 1959 (v. n. l0), fig..19a ¡= nr"r,.u fig. 1,i);lám. XII. ó.
62. Ettinghausen, L912 (v. n. 60), pp. 28 l,l.lrl. Reconstruccicjn: Hamilron, 1959 (v. n. 10), Frg. 25 (sec
ción longitudinal); 26 (pe¡specriva).
61. Estado después cle la excavación: Hamilton, 19i9 (v. n.
10), lám. XLV.6t. Fotogralía en color: Hamilton, 19i9 (v. n. 10).
Frontispicio: en blanco y neÉlro: op. cit., lám. LXXXIX;
detalle de los animales: Iám. XCIII, abajo; descripción deL
árbol: op. cit., pp. 337-339.1972 (v. n. 60), pp. 44-46.T/te excaL-atious at Dma-Ewopo:- final report, VIII, I, NewHaven, 1956, p. 6J.The excavations at Dura-Europos (v. n. 67), pp. 217 -22t);lám. XXXIII (= nuestra fig. l5).Por ej. la Virgen con el NiñoJesúrs, en el "a¡busto ardien-te', interpretación bíblica del árbol cósmico (obra de
Nicolas F¡oment, de 147 5 . en la catedral de Aix, Francia;
V. G. Lechler, The Tree of Life in Indo-European uncl
Islamic cultures, en: ,4ru. Islanica. IY, 1937 , p. 406;fig. I 1).
Reconstrucción de la fachada total del cuerpo saliente:
Hamilton, 1959 (v. n. l0), Iám. CVII (= nuestra fig. 16);
ensayo de recomposición de los fragmentos de estuco de
la fachada: op. cit,, fig. 52; estatua del príncipe en esrado
cle hallazgo: op. cit., pp. 228-2i2; lám. LV, 1; cabeza a
escala ampliada: lám. LV, i;discusión a base de ia cabeza:
Hamilton, l96L) (v. n. t7), pp. 61 ss.; lám. XVII, cenrro(cabeza); XVIII, I (cuerpo y zócalo); esratua recompuesta,
parcialmente restau¡acla: Prab/)eil Kttn:tgeschicht?, IY,p. 182, lám. 58 (= nuesrra lám. 15).
Ilamilton, 1919 (v. n. 10), lám. LXXXVI; (= nues¡¡a
lán. 16); de¡alle en color: Iám. XCIXa. Discusión del
posible significado simbóIco: Ettingharrsen, 1912 (v. n.
66.
67.
68.
69.
tt.t6.
51 .
i8.59.60.
-t
60), PP 36-39
12. V. n.45.11. V. n. 17.
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ceror:cc con p'edro ojed.e/omceromco co1 preoro svos'tco
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F)g. 1: hladtnat ¡/-Zahr¿'. planta de las partes exc¿r¿d¿s (cln pdr)inentat: .;egún S. Lrípez Cueno. Medinrz az-Zahra. lageniería
1'forntas. 1983, fig. 13) 1:2000.
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Fig. 2: Anlar. t'ittdad onu1a. planta (segtítt Propllien Kunstguchicltti. lV. 1973, ¡g. l7) l:1000.
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Fig, 3: XIiarra, casri//0, p/anra (segín I?. E, Briinnau'1 A. t,. Dattuszeu,ski, Die Pnrincia Ar¿bia, II, 190t. Lánt. XLV)1:2000.
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Fig. 4: XIíattn. casti//0, esqaenu de :abditisión .rinítrica tipdrtitd (según E.hI.A. l" fig. 6j5 )
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Fig. 5: Zaragaza, A/jaferia. planta r/e/ s)glo XI, reconstraí¡la (según C. Etuert, Die Aljafuía )n Zaragoza. l, 1978, plano I)l :5O4.
r36
Fig. 6: Llja),¡Ir. castillo. plantct (segín C. Eu.ert 1J. P. Vissbak, Die Moscbu uou Tinnu/, f 981, fig. 7a) 1:500,
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¡¡¡¡¡7:¡ (t6t ll['ll v ll,,l rrtÍtr¡7zr1rrs.t ¡,¡¡¡1- '¡27¿¡uJtf '\trybyl'-¡a bnt,n4y'p,uarays:l 3!]
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Fig. B: Snturra' palacio de Ba/ktu,ara. planta (según E. Herzfe/d, Erster u1,/á://figet, Bericht ilber die Autgrabangen rztr Sdn¡arra
1912, /ínt. X) 1;50A0.
r39
Fig, 9: Slnarri'. Qasr al-f,ss, planta (vgtínJ. D. Hoag. Arcbitettara i.¡lantica. 197), fjg. + t)
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l----
lOOm \o10{^rr2*
Fig. 10: Sa1¡urri'. Qasr a/.Aíiq. planta (tegún C. EtL,ert, Die Aljaferfu in Zar,zgoza, I. fig Xll)
r41
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Fig. 1 1: Qtsay Anra, planta (segín fu|. Alnxtgro et alii. Qusalr'Amra. 1975, fig. 1) 1:2)0
142
Fig. 12:Jirbat al-hl.af1"ar, casti//0. planta general tlel clnjilntl (segtin R. V. Hamilton, Khirbat al Mafjar, 1959, /áw. CIX)1:1000.
143
- -? 1:
FJ'Itiii
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r!ñ:i lhilL-lr l!-rir
Fig. 13:J)rbat a/-Mafjar, casti//0, "Bath Hal1,, planra (según Hani/ton, 1959, lánt. CIV) 1:500.
t44
F)g. 11:Jirbar a/ ALtlitr. t¡.¡tilla. .Batlt Htll ,. nicha Jel trana. bíL-ed¿. can cadena de piedra (.¡egún Hamilton. 19;9
l)g 19a ),
145
F)g. 15:Dtra-Ettrupo.r,.;inagrtga.Dat,id(?)ne/ árba/ cósnico(segínTbeexc¿t¿tt)ons./tDilk/-El/ra\N.Fina/ repot,VIil. I.l'.) \6. /a t'.. YXY////.
Á6
F ig, 1 6: J irbat a /-ilIafiar, L'tlsti //0. o B,ztb H¿7// " , caer\a saliente de la enÍrada, reconstrucción, cln |tz esttztut.z de/ principe ( segín
Han¿ilron. 1959, /ám. CVII) 1:100.
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161
L¿í¡¡t. I 5:
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e n f r¡t t|.ct. e.¡ Í ¿zl t t ¡ tlt /lrhtcipe (Jtsptús dt
sa rcJ'td//rdci(;Jt:
reglíil Prup)r/ll¿tt
Kun.;tge.;cbithte, l\t.1973. /á¡u.58).
162
Lríttt, 1):-l)rhrtt d/ r\It.fltr. "Bt¡lt Ht// ". t/.lv/.h/ froao. t¡¡r¡¡titrt lel prtt.'iltnto (t1títt Hani/trtu. l.())()/,itu. LXXXVI)
163