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Renoir en el prado
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EL PRADO ACOGE EL CLASICISMO Y LA
MODERNIDAD DE RENOIR
La exposición del museo madrileño repasa todos los géneros que cultivó el
artista francés: el retrato, la figura femenina, el desnudo, el paisaje, la
naturaleza muerta y las flores
El Museo del Prado acoge la primera monográfica en España dedicada al
maestro impresionista francés: reúne 31 obras procedentes de la colección
del Clark Art Institute (Massachusetts). La mayoría de estas obras nunca se
han visto en nuestro país.
Este otoño, los museos e instituciones artísticas de nuestro país apuestan fuerte en sus
programaciones por mostrar fondos de renombradas colecciones internacionales, tanto
públicas como privadas, en lugar de exposiciones de producción propia. Crisis obliga.
Así, el Guggenheim de Bilbao reúne fondos del Städel Museum de Fráncfort; la Fundación
Mapfre, de la Phillips Collection de Washington... Pero el mayor desembarco lo ha hecho el
Clark Art Institute de Williamstown (Massachusetts), que abrió sus puertas en 1955 con la
colección que atesoraron Sterling y Francine Clark. Entre sus tesoros, obras de Piero della
Francesca, Ghirlandaio, Homer, Sargent, Jérôme... Por un lado, ha prestado importantes obras
de Degas, que se miden estos días con Picasso en el museo del artista español en Barcelona.
Por otro, ha vaciado sus salas de Renoir para la primera monográfica que se dedica al maestro
impresionista francés en España, concretamente en el Prado.
No es una completa retrospectiva de Renoir, como la que recientemente ha organizado el
Grand Palais de París (y que después se ha visto en Los Ángeles y Filadelfia), con dos
centenares de pinturas. Una lástima que el Prado no coorganizara esa exposición. Hay que
conformarse, pues, con esta pequeña gran muestra de 31 obras —casi toda la colección de
Renoir del Clark Art Institute—, en su mayoría de su primera etapa creativa.
Tan generoso préstamo ha sido posible gracias a un acuerdo de colaboración entre el Prado y
la institución norteamericana. Como contrapartida, el museo español cederá un puñado de
obras maestras (desnudos) en 2014, cuando se inaugure la ampliación del Clark Art Institute,
proyectada por Tadao Ando.
Todos los géneros del pintor
Patrocinada por la Fundación BBVA, la exposición del Prado repasa —en una sala anexa a la
galería central— todos los géneros que cultivó el artista francés: el retrato, la figura femenina,
el desnudo, el paisaje, la naturaleza muerta y las flores.
Está Renoir en muy buena compañía, junto a maestros como Velázquez y Tiziano, a los que
tuvo oportunidad de admirar en su visita al Prado en 1892.
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«En este museo —comenta su director, Miguel Zugaza— se puede entender el clasicismo
refinado de Renoir». Zugaza compara la pasión coleccionista de Sterling Clark por Renoir con
la que tuvieron monarcas españoles por otros artistas: Felipe IV por Velázquez y Rubens;
Felipe II por El Bosco... « ¿Es una buena idea exponer estas obras de Renoir en el Prado?», le
preguntó Michael Conforti, director del Clark, a Zugaza. No lo tenía muy claro. Pero confiesa
que, una vez vista la muestra, cree que es un acierto: «Se ve aquí a Renoir con ojos nuevos».
De la mano de los comisarios —Javier Barón y Richard Brand— recorremos las principales
obras de Renoir, que Sterling Clark adquirió a lo largo de cuatro décadas, entre 1916 y 1952,
cuando compra «Muchacha cosiendo» y «Frutero con manzanas», respectivamente. En las
paredes del Prado cuelgan sus «Cebollas», cuadro favorito de Clark y un «tour de force» del
artista por su textura, color...
También sus célebres bañistas desnudas, que pinta tras su primer viaje a Italia en 1881, donde
descubre a Rafael, Rubens, Tiziano... Especialmente exquisito por su dibujo, «Bañista
peinándose». No faltan sus floreros —tema que fascina al pintor—, ni sus paisajes —destaca
«La barca-lavadero de Bas Meudon»—. Pero, por encima de todo, fue un maestro del retrato
y un amante de la figura femenina.
En la muestra hay ejemplos soberbios. La joya de la colección es «Palco en el teatro», una de
las obras más importantes de Renoir. También lo son el «Retrato de Madame Monet» y uno
de los dos autorretratos presentes en la exposición, de 1875. Pintor de museos, Renoir
derrocha sensualidad a raudales en esta treintena de bellísimas pinturas y preconiza una nueva
modernidad, de la que más tarde tomarían el testigo Picasso y Matisse.
Dos muchachas leyendo en el jardín, 1890. Óleo sobre lienzo 46 x 55 cm.
Esta obra no forma parte de la colección, pero es un adelanto de los que nos espera por ver
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Retrato de una joven (L’ingénue) - 1876
Óleo sobre lienzo, 55,7 x 46,4 cm.
La joven, de busto y vestida a la moda de
la época, aparece ante un fondo de
suaves tonos verdes y azules. Esta falta
de definición sugiere que se encuentra en
un exterior. Las capas de pintura son
finas y hechas a base de amplias
pinceladas, al tiempo que aplicaciones de
color más espesas conforman el pañuelo
y el gorro, y pequeños toques más sutiles
definen los principales aspectos de la
composición, como el rostro y la mano
izquierda.
El gesto de esta mano, la mirada franca y
el escenario al aire libre, invitan a pensar
en una interpretación anecdótica o
romántica.
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Madame Claude Monet leyendo – 1872
Óleo sobre lienzo, 61,6 x 50,3 cm.
Renoir retrató a Camille Doncieux
(casada con Monet en 1870) la pintura
suele fecharse en 1872. Su pequeño
tamaño, la pincelada fragmentada y el
colorido combinado hacen pensar a los
expertos que seguramente fue realizado
en una fecha posterior. Además, Renoir
trabajaba entonces con Monet en
Argenteuil, al noroeste de París. La
colección Calouste Gulbenkian de
Lisboa posee uno de ellos, Madame
Monet recostada en un sofá (1874), en
el que la dama lleva el mismo vestido:
una especie de caftán turco que entronca
con el gusto por la decoración y los
efectos exóticos inspirados en Japón,
tan del gusto de Monet. ―Por el acento
en el carácter decorativo que domina la
composición, este cuadro parece
anticipar las obras de Vuillard en la
última década del siglo y explica
también la fascinación de Matisse por
Renoir‖.
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La barca-lavadero de Bas-Meudon, 1874.
Óleo sobre lienzo, 50 x 61 cm.
Realizado a mediados de la década de
1870, éste es uno de los paisajes más
experimentales e inesperados de Renoir
y así lo señala el profesor John House
en las completas fichas realizadas para
el catálogo del Prado. ―Del primer
momento impresionista, es también uno
de los paisajes más característicos por la
riqueza del color, cuya luminosidad
destaca sobre una ligera imprimación
blanca y por la suavidad de su
ejecución. La pintura muestra el
afluente del Sena a su paso por Meudon.
La barca-lavadero, que utilizaban las
clases humildes para lavar la ropa,
ocupa el lugar central, aunque todas las
formas se tratan con la misma pincelada
ligera y suave, y en la composición no
hay un foco de atención particular. Pero
el asunto y el tratamiento de la pintura
la convierten en ejemplo paradigmático
de paisaje impresionista.
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El puente de Chatou, 1875.
Óleo sobre lienzo 51,1 x 65,4 cm.
Renoir empezó a pintar en el restaurante
Fournaise, en el pueblo de Chatou, hacia
1875. Este lienzo representa el pueblo visto
desde ese enclave, con el puente que por
entonces atravesaba el río (el actual está
más al sur y las casas han desaparecido).
Escribe el profesor House que “estamos
ante uno de los paisajes de Renoir que
menor atención presta a la naturaleza”. En
realidad El puente de Chatou se parece
muchísimo a las vistas del puente de
Argenteuil que había pintado Monet el año
anterior (probablemente siguió su ejemplo
de manera deliberada) y así lo reitera
Javier Barón: “Aunque obra del periodo
más impresionista de Renoir, aquel en el
que su pintura estuvo más próxima a la de
Monet, la peculiaridad de su estilo se
muestra en el carácter de su ejecución,
más disuelta en manchas y menos regular
en su pincelada, y de su colorido, en el que
destacan los profundos azules”.
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Autorretrato, 1875.
Óleo sobre lienzo, 39,1 x 31,7 cm.
Pequeño y de ejecución informal e
improvisada, Renoir se retrata
elegantemente vestido pero con
cabellos, y barba, desaliñados y la
expresión alerta, incluso nerviosa, con
la mirada fija en la distancia, más allá
del espectador. ―De excepcional
intensidad, este autorretrato muestra una
de las pinturas de mayor expresividad
del artista, con una ejecución muy
vigorosa, de una modernidad franca y
directa‖, comenta Barón.
De hecho, es una pintura muy diferente
al estilo suave y delicado que Renoir
suele emplear en sus retratos.
Considerada una de las obras maestras
del pintor francés. En la muestra se
puede ver otro Autorretrato, ya de
mayor, pintado en 1899.
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Muchacha haciendo ganchillo – 1875
Óleo sobre lienzo, 73,5 x 60,3 cm.
El lienzo representa a una joven en un
interior doméstico.
La chimenea, el vaso y el jarrón parecen
sugerir una residencia de clase media,
aunque la sencillez de la ropa de la
muchacha indica que podría tratarse de
una sirvienta.
El cuadro ocupa un lugar especial en la
colección de obras de Renoir que reunió
Clark, pues es la primera pintura del
artista que adquirió.
La compró en 1916, a pesar de tener
dudas sobre ella. Al final no sólo la
retuvo, sino que ejemplificaría los gustos
del coleccionista durante los siguientes
cuarenta años.
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Père Fournaise - 1875.
Óleo sobre lienzo, 59 x 47 cm.
Alphonse Fournaise es el personaje de
este retrato, de gran calidez de su
periodo impresionista, en el que su
ejecución con una pincelada amplia que
acaricia las superficies está en
consonancia con la afabilidad del
personaje representado. Entre 1875 y
1881 Renoir eligió el establecimiento de
Fournaise como escenario de varias de
sus pinturas, como El almuerzo de los
remeros. Allí realizó este retrato donde
el propietario del restaurante posa
fumando una pipa, con el codo sobre la
mesa y dos vasos de cerveza ante él.
Una pintura claramente relacionada con
el lienzo de Manet Le Bon Bock. Para
el profesor House, ―la referencia es tan
clara que hubo de ser deliberadamente
buscada por parte de Renoir‖. Aunque
la gama de tonos y colores es lo que
más diferencia a los dos retratos:
mientras en Renoir la paleta es fresca y
luminosa, con azules y blancos, Manet
opta por tonalidades más oscuras.
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Tama, el perro japonés – 1876
Óleo sobre lienzo, 38,2 x 46,2 cm.
Tama, un perro japonés, perteneció al
célebre coleccionista Henri Cernuschi.
Los orígenes del perro japonés son
oscuros, pero durante siglos fue una de
las razas favoritas de la familia imperial
japonesa.
El nombre del perro aparece escrito en el
extremo superior del lienzo. Renoir situó
a Tama ante un fondo de ocres y azules
ejecutado con una pincelada muy suelta,
lo que podría evocar alguna pieza de
mobiliario, más que la decoración de un
pavimento.
El trazo rosa en el cuello de Tama,
probablemente una cinta, vincula al
animal con los tonos cálidos del fondo.
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Muchacha con abanico - 1879-1880.
Óleo sobre lienzo 65,4 x 54 cm.
Las pinturas coleccionadas por Sterling
y Francine Clark permiten recorrer
algunas de las etapas más destacadas de
la trayectoria de Renoir entre 1874 y
1900.
Se trata de un retrato de Jeanne Samary,
célebre actriz de la Comèdie Française,
aunque los rasgos del rostro son tan
genéricos que recuerdan, a los de otras
jóvenes pintadas por Renoir. El abanico
que lleva refleja el interés de la época
por el arte japonés, que se puso de moda
tras las Exposiciones Universales de
Paris de 1867 y 1878. La asimetría de la
composición responde también a esa
atracción por lo oriental, a pesar de que
Renoir aseguraría posteriormente que
no le gustaba el arte japonés.
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Thérèse Berard – 1879
Óleo sobre lienzo, 55,9 x 46,8 cm.
Thérèse Berard, de trece años, hija del
banquero y diplomático Paul Berard, se
vuelve hacia el espectador verstida con
blusa blanca, gran lazo azul y cuello de
encaje. La modelo baja recatadamente
la mirada y lleva la larga melena
cuidadosamente peinada con raya al
medio. Según su hijo a Thérèse nunca le
gusto el retrato, pues la blusa que solían
vestir los niños en el campo, le parecía
poco elegante. Sin embargo a Sterling
Clark le agradaba mucho y lo describió
en su diario como ‗uno de los mejores
retratos que he visto nunca de Renoir‘.
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Estudio para ‘Escena de Tannhäuser – Tercer
Acto’ – 1879
Óleo sobre lienzo, 54,8 x 65,7
Esta pintura forma parte de una pareja de
lienzos sobre la ópera de Wagner,
Tannhäuser, encargados a Renoir por el
psiquiatra Emile Blanche.
Tannhäuser cuenta la historia de un
compositor e intérprete que, al tiempo
que gana un torneo de trovadores,
conquista el mor de una joven.
El estudio muestra la figura desnuda de
Venus, enamorada de Tannhäuser, al
comienzo de la ópera.
En el grupo de figuras de la derecha
aparece el propio héroe tendiendo los
brazos hacia la diosa.
El vigoroso estudio de Renoir capta algo
de energía teatral de una representación
Operística.
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Puesta de sol – 1879
Óleo sobre lienzo, 45,7 x 61 cm.
A diferencia de muchos paisajes de
Renoir, Puesta de sol es un bosquejo
rápido de un efecto lumínico dramático.
Estamos ante un punto de vista elevado,
probablemente un acantilado; sólo la
pequeña barca da idea de la escala y
constituye un indicio de presencia
humana.
El mar ha sido muy trabajado con capas
superpuestas de color que producen un
efecto líquido.
En cambio el cielo está pintado mediante
amplias y rápidas franjas.
A pesar de la diferencia en la pincelada,
Renoir logró dotar a la pintura de una
armonía de conjunto gracias al uso del
color.
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Palco en el teatro (En el concierto) - 1880.
Óleo sobre lienzo 99,4 x 80,7 cm.
Este Palco es el último lienzo de una de
las series más ambiciosas de Renoir,
todas con el teatro como escenario y
con los espectadores de la ópera como
protagonistas. Para Javier Barón, ―el
gusto del artista por la representación de
hermosas muchachas, que pintó con
delicada sensualidad, encuentra aquí
uno de sus más destacados ejemplos,
enriquecido en su cromatismo y sus
calidades por la presencia de las flores y
de las telas‖. Además, la historia que
hay detrás del lienzo no deja de ser
curiosa: el análisis de rayos X muestra
una figura masculina en el extremo
superior derecho. Probablemente era el
retrato de Edmond Turquet, el entonces
subsecretario de Estado de Bellas Artes,
a quien parece ser que Renoir pintó
junto a sus hijas. La pintura no le gustó
y el interior doméstico se convirtió en el
palco de teatro, y así, el retrato familiar
en pintura de género.
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Muchacha dormida – 1880
Óleo sobre lienzo, 120,3 x 91,9 cm.
La modelo ha sido identificada como
una joven de Montmartre conocida por
sus muchos amantes y la expresividad
de su argot. A pesar de que Renoir
podría haberla representado
simplemente cansada tras una larga
noche, optó por un género bien
conocido, el de la modelo femenina
sorprendida en una pose informal. Los
toques eróticos invaden la pintura: las
piernas abiertas, el hombro desnudo, el
gato en el regazo. La hábil pincelada del
artista hace de esta obra un ejemplo
especialmente exquisito de su arte.
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Peonías - 1880.
Óleo sobre lienzo, 54,3 x 65,7 cm.
Este cuadro está considerado como una de
las mejores composiciones de flores de
Renoir, “no sólo por la frescura y vivacidad
con que están pintadas las flores -explica el
comisario-, sino por su movimiento,
acentuado por el brío de la pincelada que
dinamiza las masas de color y acentúa la
sensación de expansión del motivo, cortado
por los bordes del lienzo”.
De hecho, esta pintura ejemplifica el modo
en que Renoir llenaba el lienzo, llegando
hasta los márgenes y evitando así todo
espacio abierto o vacío. Para John House,
esta obra es también comparable a las
pinturas de flores que realizó Monet en la
década de 1880, aunque esta obra crea un
efecto aún más fluido y exuberante que el
de Monet.
“Pintar flores me relaja. No tengo la misma
tensión que cuando estoy cara a cara con
un modelo”, dijo Renoir.
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Bocetos de cabezas (Los niños Bérard) – 1881
Óleo sobre lienzo, 62,6 x 81,9 cm.
Entre 1879 y 1884, Renoir pintó varios
lienzos para el diplomático y banquero
Paul Berard.
Satisfecho con un retrato que había
hecho de su hija mayor, Paul invitó al
artista a su residencia dispuesto a
encargarle nuevos lienzos, y el pintor se
convirtió en un buen amigo de la familia
y en un huésped habitual de la residencia
que tenía en el campo, a las afueras de
Dieppe.
En este lienzo, Renoir pinta los rostros de
los niños desee varios ángulos: leyendo,
sentados con la espalda erguida mientras
posan, o durmiendo.
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Palacio Ducal de Venecia – 1881
Óleo sobre lienzo, 54,5 x 65,7 cm.
Esta vista típica de Venecia representa
el Palacio Ducal, el campanile de San
Marcos y la plaza de San Marcos.
Renoir viajó por Italia entre 1881 y
1882, con la intención de perfeccionar
el dibujo mediante el estudio
pormenorizado de las obras de los
maestros antiguos. En Venecia, Palacio
Ducal, el pintor aúna la precisión
topográfica con la pincelada
impresionista, empleando manchas de
color claro que sugieren los perfiles de
los edificios y el reflejo de la luz del sol
en el agua.
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Bahía de Nápoles al atardecer – 1881
Óleo sobre lienzo, 57,9 x 80,8 cm.
Para esta vista de la bahía de Nápoles,
Renoir optó por una pincelada más
sosegada, en comparación con la
enérgica ejecución de Venecia, Palacio
Ducal, pintada un mes antes.
El artista solía recurrir a distintas
técnicas en lienzos realizados en el
mismo periodo.
Y aunque el bullicioso tráfico de la
calzada recuerda a sus escenas de los
muelles y bulevares de Paris, los
detalles son inconfundiblemente
napolitanos, como la mujer del extremo
inferior derecho con un fardo sobre la
cabeza o la figura que, corriendo junto
al carruaje, acarrea agua a la espalda.
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Cebollas – 1881
Óleo sobre lienzo, 39,1 x 60,6 cm.
En contraste con las elaboradas pinturas
de flores, como Peonías, Cebollas
presenta una imagen relajada e
informal. Fue realizado en Nápoles,
durante la estancia del pintor en Italia, a
finales de 1881. Cebollas muestra un
gran parecido con Frutas del Midi del
Art Institute de Chicago, también de
1881. Ambos lienzos de Renoir son
comparables a otros bodegones de
Claude Monet, como Bodegón con
manzanas y uvas, de 1880, y bien
distintos de los trabajos que Cézanne
realizaba en aquellos años, menos
informales y más rigurosamente
estructurados. Dos años después, en
cambio, en Frutero con manzanas
(1883), que también se puede ver en la
exposición, el ejemplo de Cézanne sería
determinante.
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Bañista rubia – 1881
Óleo sobre lienzo, 81,6 x 65,4 cm.
Cuando se mostró por primera esta
pintura en Francia, se comprobó
inmediatamente que la técnica marcaba
un cambio en la carrera del artista. ―El
conocimiento de los grandes maestros
del Renacimiento italiano, en su viaje a
Italia 1881, le llevó al motivo femenino,
que trató con una sensualidad ligera y
aérea que evoca a los maestros
franceses del siglo XVIII‖. Tanto en la
pose como en la amplitud de las formas
femeninas hay ecos de las deidades
femeninas de la decoración de los
frescos de la Villa Farnesina de Rafael;
de la Betsabé de Rembrandt que Renoir
había conocido en el Louvre y, de
manera más genérica, de las distintas
versiones de Tiziano de Venus del
espejo. La sencilla forma piramidal de
la Bañista rubia le otorga
monumentalidad, un aire aparentemente
más eterno: una imagen icónica de la
feminidad.
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Niña con un ave (mademoiselle Fleury
vestida de argelina – 1882
Óleo sobre lienzo, 126,49 x 78,1 cm.
Renoir hizo esta pintura de una niña
europea vestida de argelina en su
segunda visita a Argelia en 1882.
La identidad de la modelo no está clara;
el lienzo podría ser un retrato o una
fantasía de contenido exótico. Las
pinturas orientalistas estaban de moda
en la Europa de la época.
Con todo, a pesar de la indumentaria de
la figura y el marco en el que se
desenvuelve la escena, la pintura está
firmemente enraizada en una tradición
europea, al modo de los muchos lienzos
frívolos y coquetos en los que se
representan mujeres con aves de
compañía.
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Marie-Thérèse Durand-Ruel cosiendo – 1882
Óleo sobre lienzo, 64,9 x 54 cm.
La modelo, representada aquí con
catorce años, era la hija del perspicaz
marchante francés Paul Durand-Ruel,
que impulsó la carrera de los pintores
impresionistas a través de sus galerías
de Paris, Londres y Nueva York.
Parte del lienzo (el cabello y el vestido
de la muchacha, el follaje del fondo y
las flores del extremo inferior izqdo.),
está tratado con la pincelada suelta
propia del estilo impresionista,
sumariamente modelada mediante
toques de brillo o colorido.
En 1937, Sterling Clark anotó en su
diario que la obra producía una gran
impresión.
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Marea baja, Yport – 1883
Óleo sobre lienzo, 54 x 65 cm.
A pesar de que Yport, en la costa de
Normandía, adquirió popularidad
gracias a su casino, la pintura de Renoir
elude su condición de lugar turístico.
En cambio incluye a los pescadores
locales, con su pequeña barca y las
sumarias figuras sobre las rocas.
El principal foco de interés son las
propias rocas y el paisaje iluminado por
el sol de la bahía más alla.
Las rocas y el mar en primer plano está
sugeridos mediante pinceladas sueltas y
paralelas; mientras que el color y la
textura dan vida a los reflejos de la luz
del sol.
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Vista de Guernsey – 1883
Óleo sobre lienzo, 46 x 55,7 cm.
Guernsey es una de las islas del Canal
de la Mancha, cercana a Normandía.
Todos los lienzos que Renoir realizó allí
representan la bahía de Moulin Huet.
Esta vista muestra el panorama de la
bahía desde un lugar situado a mitad del
camino e incluye Cradle Rock, uno de
los puntos característicos del paisaje.
Detrás, al final de un lejano
promontorio, hay un grupo de rocas
conocido como los Pea Stacks.
Aparte del camino brevemente sugerio,
no hay signo de presencia humana y la
atención se centra en el juego de luz y
color a través del follaje, las rocas y el
cielo
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Frutero con manzanas – 1883
Óleo sobre lienzo, 54,1 x 65,3 cm.
En este bodegón el tema se presenta de
manera directa: las manzanas maduras y
las aún verdes han sido cuidadosamente
apiladas en un gran frutero, cuyas
formas se distinguen de los rosas pastel
y de las lavandas de la pared.
Sobre la mesa hay otras que resultan
menos visibles debido al dibujo del
mantel.
Mientras que la mayor parte de la fruta
está fresca y en perfecto estado, la
manzana del primer término muestra
indudables signos de putrefacción, algo
inusual en la obra de Renoir, que más
bien suele celebrar la vida y la belleza.
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Bañista peinándose – 1885
Óleo sobre lienzo, 91,9 x 73 cm.
Una pintura de J.Auguste-Dominique
Ingres (La Bañista de Valpinçon) tenía
Renoir en mente cuando pintó esta obra,
dentro de la serie de desnudos
femeninos sentados y vistos de
espaldas. Es una de sus figuras de
perfiles más precisos y duros que el
artista pintó durante el período de
experimentación técnica de mediados de
la década de 1880. Junto con Bañistas, ,
constituye el punto culminante de su
rechazo a la técnica impresionista por la
que las figuras se ven absorbidas por el
entorno y el ambiente en que se
encuentran. El lienzo es distinto de los
precedentes por la síntesis que lleva a
cabo de una figura marcadamente
perfilada y por el entorno luminoso,
escasamente contrastado. ―La evocación
de mediterraneidad, la nitidez y
compacidad de las formas parece
anticipar -comenta Javier Barón- los
movimientos novecentistas, entre ellos a
Picasso‖.
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Bañista de pie – 1887
Óleo sobre lienzo, 43,2 x 27,3 cm.
Bañista de pie es uno de los pocos
desnudos femeninos al aire libre que
hizo Renoir a mediados de la década de
1880, cuando tras viajar a Italia a
principios de dicha década, se replanteo
su técnica pictórica.
La pose de la figura puede ser vista
como una fusión entre una Venus
púdica que oculta su desnudez y una
ninfa sorprendida.
La pequeña escala del lienzo induce a
pensar que fue un estudio preparatorio
para y una pintura de mayor tamaño y
más ambiciosa, aunque no hay pruebas
de que Renoir llegase a hacerla.
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La carta – 1895-1900
Óleo sobre lienzo, 64,9 x 81,1 cm.
Renoir pintó varios lienzos en los que
dos mujeres realizan juntas alguna
actividad.
La carta representa una escena
cotidiana. Pocos detalles aluden al
destinatario o al contenido de la misiva;
todo lo que vemos es a una mujer joven
escribiendo una carta mientras otra
mira.
Hacia 1890, Renoir había abandonado
la técnica impresionista y en este lienzo
son los contrastes de luz y sombra los
que definen la textura y el volumen de
las figuras.
Los rojos y verdes contrastan con el
blanco de la blusa de la mujer de la
derecha, al igual que el negro del
cabello, las cintas y el tintero.
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Mujer leyendo – 1891
Óleo sobre lienzo, 41,6 x 32,7 cm.
La modelo aparece absorta en la lectura,
aparentemente ignorante de que está
siendo pintada.
Sostiene un fajo de papeles bajo la luz
de la ventana, como si estuviese
profundamente concentrada en la
lectura de una larga e íntima carta.
Aunque la pose es relajada, la
composición es tan estudiada como la
de cualquier retrato convencional.
Renoir pintó muchos lienzos de este
tipo durante la década de 1890 y es
sorprendente que Sterling Clark, a
diferencia de muchos de sus
contemporáneos, sintiera tan poco
interés por esa etapa de la carrera del
artista
- 29 -
Jacques Fray
Óleo sobre lienzo, 42,2 x 33,8 cm.
El modelo, hijo de un pintor que Renoir
conoció en Fontainebleau, representa
apenas un año.
Jacques se entretiene con unos pájaros
de juguete; sostiene uno en la mano
izquierda, mientras tiene otro sobre la
mesa, al lado de un tercero tumbado: un
detalle ingenioso que hace alusión al
limitado periodo de tiempo en que un
niño de esa edad es capaz de mantener
la atención.
Jacques Fray fue concertista de piano y
presentador de un programa de música
clásica de la radio.
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Autorretrato 1899
Óleo sobre lienzo 41 x 33 cm.
Comparado con el autorretrato que ya poseía Sterling Clark y que se muestra en la misma
sala, en esta obra posterior el artista se representa con una expresión más pasiva, quizás
pensativa. La profunda sombra del lado derecho le da al rostro un tono elegíaco, incluso
melancólico. Las pinceladas de forma curva sugieren la textura de la barba del artista, con el
cuello blanco y el lazo atado holgadamente, así como las flores u hojas del estampado de la
pared del fondo.
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Relación de obras de Pierre-Auguste Renoir
01. Retrato de una joven (L’ingénue)
Óleo sobre lienzo, 55,7 x 46,4 cm - h. 1876
02. Madame Monet (Madame Claude Monet leyendo)
Óleo sobre lienzo, 61,6 x 50,3 cm - h. 1872
03. La barca-lavadero de Bas- Meudon
Óleo sobre lienzo, 50 x 61 cm - h. 1875
04. El puente de Chatou
Óleo sobre lienzo, 51,1 x 65,4 cm - h. 1875
05. Autorretrato
Óleo sobre lienzo, 39,1 x 31,6 cm - h. 1875
06. Muchacha haciendo ganchillo
Óleo sobre lienzo, 73,5 x 60,3 cm - h. 1875
07. Père Fournaise
Óleo sobre lienzo, 56,2 x 47 cm – h. 1875
08. Tama, el perro japonés
Óleo sobre lienzo, 38,2 x 46,2 cm - h. 1876
09. Muchacha con abanico
Óleo sobre lienzo, 65,4 x 54 cm - h. 1879- 1880
10. Thérèse Berard
Óleo sobre lienzo, 55,9 x 46,8 cm – h. 1879
11. Estudio para “Escena de Tannhauser – Tercer acto
Óleo sobre lienzo, 54,8 x 65,7 cm - h. 1879
12. Puesta de sol
Óleo sobre lienzo, 45,7 x 61 cm – h. 1879
13. Palco en el teatro (En el concierto)
Óleo sobre lienzo, 99,4 x 80,7 cm – h. 1880
14. Muchacha dormida
Óleo sobre lienzo, 120,3 x 91,9 cm h. 1880
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15. Peonías
Óleo sobre lienzo, 54,3 x 65,7 cm - h. 1880
16. Bocetos de cabezas (Los niños Bérard)
Óleo sobre lienzo, 62,6 x 81,9 cm – h. 1881
17. Palacio Ducal de Venecia
Óleo sobre lienzo, 54,5 x 65,7 cm – h. 1881
18. La bahía de Nápoles al atardecer
Óleo sobre lienzo, 57,9 x 80,8 cm - h. 1881
19. Cebollas
Óleo sobre lienzo, 39,1 x 60,6 cm – h.1881
20. Bañista rubia
Óleo sobre lienzo, 81,6 x 65,4 cm – h. 1881
21. Niña con un ave (Mademoiselle fleury vestida de argelina)
Óleo sobre lienzo, 126,49 x 78,1 cm h. 1882
22. Marie-Thérèse Durand-Ruel cosiendo
Óleo sobre lienzo, 64,9 x 54 cm – h. 1882
23. Marea baja, Yport
Óleo sobre lienzo, 54 x 65 cm – h. 1883
24. Vista de Guernsey
Óleo sobre lienzo, 46 x 55,7 cm – h. 1883
25. Frutero con manzanas
Óleo sobre lienzo, 54,1 x 65,3 cm – h. 1883
26. Bañista peinándose
Óleo sobre lienzo, 91,9 x 73 cm – h. 1885
27. Bañista de pie
Óleo sobre lienzo, 43,2 x 27,3 cm - h. 1887
28. La carta
Óleo sobre lienzo, 64,9 x 81,1 cm - h. 1895-1900
29. Mujer leyendo
Óleo sobre lienzo, 41,6 x 32,7 cm – h. 1891
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30. Jaques Fray
Óleo sobre lienzo, 42,2 x 33,8 cm – h. 1904
31. Autorretrato
Óleo sobre lienzo, 41,09 x 32,99 cm – h. 1897
Todas estas obras pertenecen a Massachusetts, Sterling and Francine Clark Art
Institute
Personaje
Renoir, Pierre Auguste Nacionalidad: Francia
Limoges 1841 - Cagnes 1920
Pintor
Estilo: Impresionismo
Escuela:
Obras: 219
Hoy día se quiere explicar todo. Pero si se pudiera explicar un cuadro, no sería una obra de
arte. ¿Debo decirle a usted qué cualidades constituyen a mi juicio el verdadero arte? Debe ser
indescriptible e inimitable... La obra de arte debe cautivar al observador, envolverle,
arrastrarle. En ella comunica el artista su pasión; es la corriente que emite y por la que incluye
el observador en ella".
"Yo pongo ante mí el objeto tal y como yo lo quiero. Entonces empiezo y pinto como un niño.
Me gustaría que un rojo sonara como el tañido de una campana. Si no lo consigo la primera
vez, tomo más rojo y otros colores, hasta que lo tengo. No soy más listo. No tengo más reglas
ni métodos. Cualquiera puede probar el material que uso o verme mientras pinto: se dará
cuenta de que no tengo secretos".
Estas dos frases resumen de manera contundente la filosofía de Renoir, uno de los grandes
maestros del impresionismo que con sus obras ha cautivado a una legión de admiradores en
todos los museos y colecciones donde se pueden contemplar.
23
Pierre-Auguste Renoir nació el 25 de febrero de 1841 en la localidad francesa de Limoges.
Era el cuarto hijo de Léonard Renoir y Marguerite Morlet. Su padre era sastre y deseaba
ampliar su fortuna por lo que decidió trasladarse con toda la familia a París, en 1845,
esperando aumentar su capital, cosa que no ocurrió. El pequeño Pierre acude a las clases de
los Hermanos de las Escuelas Cristianas cuando tiene siete años, iniciándose en la lectura y la
escritura. Será en estos momentos cuando ya empiece su admiración por el dibujo, llenando
de apuntes todos sus cuadernos. También sobresale en el canto, lo que provocará que el
maestro de la capilla de Saint-Eustache se convierta en su profesor de solfeo, ingresando el
pequeño en el coro de la iglesia cuando tiene nueve años.
Léonard Renoir prefiere que Pierre se encamine hacia el dibujo ya que así podrá dedicarse a la
decoración de porcelanas, una actividad tradicional en Limoges. En efecto, en 1854 Pierre
ingresa como aprendiz en el obrador de los Lévy, pintores de porcelanas. Pronto destacará en
la decoración floral y se le encargará la ejecución del retrato de María Antonieta en las tazas
de café. Por las noches asiste a un curso en la Escuela de Dibujo y Artes Decorativas dirigido
por el escultor Callouette. Se entusiasma tanto con la pintura que en lugar de comer, al
mediodía acude al Louvre para copiar y dibujar a los grandes maestros: Tiziano, Tintoretto,
Fragonard, Boucher, Velázquez, Rubens, ...
Esta admiración por los grandes se mantendrá toda la vida y será una referencia constante en
buena parte de sus obras. Decoraba las porcelanas diez veces más rápido que sus demás
compañeros por lo que consiguió amasar una pequeña "fortuna" que le servirá de ayuda
cuando en 1854 la empresa Lévy vaya a la quiebra. Pierre tiene diecisiete años y no duda en
colaborar con su hermano mayor, Pierre-Henri, pintando abanicos, coloreando escudos o
pintando telas de iglesia para los misioneros de Ultramar, legando a recibir el encargo de
decorar un café en la rue Dauphine.
Poco a poco va ganándose la vida gracias a los ahorros y los emolumentos que percibe,
interesándose cada vez más por la pintura. Sus visitas al Louvre son cada vez más frecuentes
y se apasiona por sus maestros -"¡Cuantas veces he pintado El embarque para Citerea! Así
eran los primeros pintores con los que me familiaricé, Watteau, Lancret y Boucher.
Mejor dicho: Diana en el baño fue el primer cuadro que me impresionó, y toda la vida he
seguido queriéndolo como uno quiere a su primer amor" comentaría años después- por lo que
decide ingresar en la Escuela de Bellas Artes.
Supera el examen y el 1 de abril de 1862 se inscribe en las clases impartidas por Charles
Gleyre y Emile Signol. En estos momentos conoce a Fantin-Latour, con el que visita el
Louvre.
Pero la rigidez académica no entusiasma al joven Renoir por lo que no duda en matricularse
en el estudio privado de Gleyre, estudiando el desnudo del natural y sin someterse a la directa
presión del maestro ya que Gleyre dejaba bastante libertad a sus alumnos.En el taller de
Gleyre conocerá a tres de sus mejores amigos: Claude Monet, Alfred Sisley y Frédéric
Bazille. Los cuatro jóvenes congeniaron estupendamente y pronto empezaron a ir a trabajar
directamente en la naturaleza, "a plein air", en el bosque de Fontainebleau, de la misma
manera que hacían los maestros de la Escuela de Barbizon: Daubigny, Díaz de la Peña o
Corot.
24
Incluso cuando Gleyre abandonó las clases a causa de su avanzada edad, en 1864, los cuatro
jóvenes artistas continuaron trabajando juntos sin recurrir a ningún maestro directo. Pero
Renoir, igual que todos los artistas de su tiempo, deseaba alcanzar pronto el triunfo por lo que
no dudó en enviar al Salón de París una obra ese mismo año: Esmeralda bailando con su
cabra, inspirada en la novela de Victor Hugo. La obra fue admitida pero posteriormente el
propio Renoir no dudó en destruirla ya que no estaba satisfecho con el resultado, práctica
bastante habitual en él.
En estos años centrales de la década de 1860 Renoir no sólo admira a los maestros clásicos
sino que también se interesa por los creadores que han roto los esquemas en su siglo.
Delacroix y Courbet serán para el joven pintor dos referencias tremendamente importantes.
En 1865 se encontrará con el gran maestro realista en Marlotte, sintiendo una profunda
emoción. Este mismo año conocerá a Lise Trehót, amiga de la hermana de su buen amigo
Jacques Le Coeur, quien se convertirá en su modelo favorita hasta 1872.
Las ansias de triunfo en el Salón le llevaron a enviar obras tanto en 1866 como en el año
siguiente pero el jurado las rechazó tajantemente, igual que las enviadas por Manet o
Cézanne. Los jóvenes artistas protestan ante la organización y reclaman la organización de un
"Salon des Refuses" pero no consiguen sus objetivos. Estos nuevos creadores tienen su centro
de reunión en el barrio de Batignoles, concretamente en el café Guerbois, donde Manet se
erige en su líder, acudiendo a la tertulia escritores y críticos artísticos como Emile Zola, uno
de los primeros defensores de las nuevas ideas.
Renoir va recibiendo algunos encargos que le sirven para superar su desgraciada situación
económica, similar a la de sus compañeros, tal y como se recoge en estas palabras: "No
comemos todos los días, pero aún así estoy de buen humor. (...) Monet nos invitaba de vez en
cuando a comer. Y entonces nos atiborrábamos de pavo mechado, para el que había vino de
Chambertin". Monet y Renoir utilizarán como modelo, en el verano de 1869, un cabaret
flotante en la isla de la Grenouillère tomado directamente del natural, interesándose por el
cambio de tonalidades en los objetos según la luz incida en ellos o por las atmósferas creadas
por el aire alrededor de esos objetos. Estaba surgiendo el impresionismo.
Un cambio de aires en el jurado del Salón de París permitió que en los últimos años de esta
década los jóvenes creadores mostraran sus obras en la exposición oficial. Pero en julio de
1870 estalla la Guerra Franco-Prusiana y todos los artistas, en edad militar, son llamados a
filas. Algunos, como Monet, abandonan Francia pero Renoir fue destinado al 10º regimiento
de Cazadores, en Tarbes. Allí permanecerá hasta su desmovilización, el 15 de mayo del año
siguiente. Su regreso a París coincide con los días de la Comuna, que será cruelmente
sofocada por el ejército.
Las consecuencias de la derrota de Napoleón III ante Alemania afectarán también al campo
del arte ya que el nuevo jurado del Salón rechazaría sistemáticamente toda innovación, no
dudando en criticar e incluso ridiculizar las obras de los jóvenes creadores. La situación
económica, de éstos, procedente en su mayoría de familias sin grandes recursos, se hará cada
vez más asfixiante por lo que pronto surgirá la idea de fundar una asociación de artistas
encaminada a exponer sus trabajos al margen de las instituciones oficiales.
Algunos marchantes como Durand-Ruel o Ambroise Volard empezaron a interesarse por las
obras de los rebeldes y compraron sus lienzos, aun a riesgo de perder dinero.
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La apuesta de los jóvenes creadores era cada vez más fuerte y en diciembre de 1873 fundan la
Sociedad anónima cooperativa de artistas pintores, escultores, grabadores. La primera
exposición de este grupo se celebró entre el 15 de abril y el 15 de mayo de 1874, exhibiendo
sus trabajos un total de 30 artistas entre los que encontramos a Boudin, Pissarro, Guillaumin,
Cézanne, Monet, Gautier, Sisley, Renoir, Morisot y Bracquemont. La muestra se llevó a cabo
en las salas cedidas por el fotógrafo Nadar, en el boulevard des Capucines. Acudieron unos
3.500 visitantes que, en su mayoría, se mofaron de lo allí expuesto.
Louis Leroy, el crítico de la revista "Chirivari" aludió peyorativamente a los miembros del
grupo llamándoles impresionistas, tomando el título de un cuadro de Monet para hacer una
irónica burla de la muestra, pero el nombre gustó a los miembros del grupo que desde ese
momento se denominaron asi. Renoir vendió tres de las obras presentadas pero su mala
situación económica le llevó a convencer a Berthe Morisot y Monet para que organizaran una
subasta pública en el Hôtel Drouot, en marzo de 1875. Las ventas serán escasas pero
conocerán a Victor Chocquet, un admirador de Delacroix que se convertirá en uno de los más
firmes defensores de la nueva pintura.
Al año siguiente los impresionistas volvieron a realizar su segunda exposición, esta vez en la
galería de Durand- Ruel. Renoir acudió con quince cuadros, entre otros Desnudo al sol. El
crítico Albert Wolff escribió en "Le Figaro": "Cinco o seis locos se han encontrado aquí,
obcecados por su aspiración de exponer sus obras. Mucha gente se destornilla de risa por estas
chapuzas" catalogando el Desnudo de Renoir como un "amasijo de carnes en
descomposición".
La respuesta del pintor ante tan graves críticas será realizar su obra maestra: Le Moulin de la
Galette, presentada junto a otras veinte a la tercera muestra impresionista, celebrada en 1877
en la rue Le Peletier. Renoir será uno de los principales organizadores pero las ventas serán
ridículas. Sin embargo, Pierre consigue recibir interesantes encargos como retratista, entre
otros los de Madame Charpentier y la actriz Jeanne Samary, una de sus modelos favoritas en
estos momentos.
La pintura de Renoir empezará a conseguir cierto éxito en los años finales de la década de
1870, momento en el que su hermano Edmond escribe un artículo favorable en la revista "Vie
Moderne", organizando su primera exposición individual. No enviará ningún trabajo a las tres
exposiciones siguientes de sus compañeros impresionistas, ya que existían desacuerdos de
carácter político entre él y algunos de sus camaradas, rechazando las ideas anarquistas y
socialistas de varios de ellos.
Gracias a los retratos Renoir consigue una estabilidad económica que le permite realizar un
viaje a Argelia, en marzo de 1881, y a Italia, en el invierno de ese año. Visitará Venecia,
Florencia, Roma, Sorrento y Capri, admirando las obras de los maestros del Renacimiento y
del Barroco, especialmente Rafael. Y es que en estos primeros años de la década de 1880 la
pintura de Renoir -al igual que algunos de sus compañeros como Monet y Pissarro- vive un
periodo de crisis. Pero mejor dejemos que sea el propio pintor quien nos cuente cómo se
sentía:
"Hacia 1883 yo había agotado el impresionismo y al final había llegado a la conclusión de que
no sabía ni pintar ni dibujar. Dicho en pocas palabras, el impresionismo llevaba a un callejón
sin salida en concreto, me di cuenta de que nuestro estilo era demasiado formalista, que era
una pintura que llevaba a uno permanentemente a compromisos consigo mismo. Al aire libre
la luz es más variada que en el estudio, donde sigue inalterable para todo propósito y tarea.
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Pero justamente por esta razón la luz juega un papel excesivo al aire libre. No se tiene tiempo
para pulir una composición, uno no ve lo que hace. Recuerdo que una vez una pared blanca
proyectaba sus reflejos sobre mi lienzo mientras pintaba. Yo seleccionaba colores cada vez
más oscuros, pero sin éxito; pese a mis intentos, salía demasiado claro. Pero cuando más tarde
contemplé el cuadro en el estudio, parecía completamente negro.
Si un pintor pinta directamente del natural, en el fondo no busca sino efectos del momento.
No se esfuerza en plasmar, y pronto sus cuadros se hacen monótonos". Este momento de
crisis recibe el nombre de "periodo seco". Se interesará por la pintura de Ingres y cuidará más
su dibujo, haciendo hincapié en el modelado, al tiempo que emplea un colorido más frío y
suave.
Las bañistas que pintará en esta década serán excelentes ejemplos de esta nueva manera de
trabajar, tremendamente clasicista, aunque sin perder la frescura del impresionismo. Pero no
siempre se encontrará satisfecho con los resultados de la nueva experimentación, entrando en
épocas depresivas e incluso llegando a destruir todos sus trabajos de una temporada, como
ocurrió en octubre de 1886.
Las dudas acerca de su trabajo se extienden incluso a su marchante, Durand-Ruel, quien
rechaza su nuevo estilo, sumiendo al artista en nuevos periodos de depresión. A principios de
esta década de 1880 iniciará una estrecha amistad con una joven natural de Essoyes llamada
Aline Charigot, quien se convertirá en su modelo favorita en esta época. La bella joven
encandilará al ya maduro artista y el 23 de marzo de 1885 nacerá el primer hijo de la pareja.
Pierre. Renoir y Aline formalizarán su relación al contraer matrimonio civil el 14 de abril de
1890; dos hijos más nacerán de esta relación: Jean, el famoso director de cine, el 15 de
septiembre de 1894, y Claude, llamado "Coco", el 4 de agosto de 1901. Para cuidar a los
pequeños contaron con la ayuda de una prima de Aline, Gabrielle Renard, que se convertirá
en la modelo favorita del pintor hasta que ella se case en 1914.
La fama de la obra de Renoir empieza a traspasar las fronteras de Francia gracias a las
exposiciones organizadas por Durand-Ruel en Londres, Boston, Nueva York y Berlín,
después de la celebrada en París durante el mes de abril de 1883 que mostró 70 cuadros. Los
coleccionistas norteamericanos empezarán a manifestar una especie de fiebre por sus trabajos,
adquiriendo buena parte de su producción que hoy se pueden contemplar en los museos y
colecciones de la mayoría de las ciudades de los Estados Unidos. El grupo vanguardista belga
de "Les Vingt" invita a Renoir a sus exposiciones de 1886 y 1890. Todo esto nos pone de
manifiesto cómo el pintor se cotiza cada vez más y consigue escapar de los apuros
económicos, especialmente desde la gran retrospectiva celebrada en 1892, reuniendo para la
ocasión 110 cuadros. El Estado francés comprará uno de ellos para el Museo del
Luxembourg: Yvonne y Christine Lerolle al piano. El éxito le permitirá realizar un viaje muy
deseado: su destino es España, acompañado por el editor Paul Gallimard.
La colección de Velázquez, Tiziano y Goya del Museo del Prado causará una profunda
impresión en el pintor, al igual que los frescos de San Antonio de la Florida ejecutados por el
maestro aragonés. En 1896 realizará otro viaje, ahora a la localidad alemana de Bayreuth, para
conocer el festival Wagner pero le resultó muy aburrido.
Dos años más tarde será Holanda el nuevo destino, sintiéndose más interesado por la pintura
de Vermeer que por Rembrandt.
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La enfermedad será la triste compañera de las tres últimas décadas de la vida de Renoir. Uno
de sus primeros ataques de reuma, que le provocará una parálisis facial, se produce en
diciembre de 1888. Para evitar que la enfermedad se radicalice, huirá del frío y buscará
lugares cálidos, dirigiéndose hacia el Mediterráneo. Al reuma debemos añadir periódicos
ataques de gota, acudiendo a los balnearios con cierta frecuencia para curarse. Las dolencias
reumáticas serán cada vez más fuertes, provocando la deformidad de sus manos y brazos. Con
vendas evitaba que las uñas crecieran dentro de la carne y para pintar se ataba los pinceles
entre los rígidos dedos -"Ya ve usted. ¡No se necesitan manos para pintar!" decía al marchante
Vollard-.
Pesaba poco más de 48 kilos en 1907 y tres años después quedó postrado en una silla de
ruedas, llegando a tener que utilizar un armazón de alambre a la hora de tumbarse en la cama
para que las sábanas no rozaran su débil cuerpo. Y aún así su capacidad de trabajo será
excepcional, haciéndose construir un caballete en el que el lienzo se podía enrollar como si se
tratara de un telar. No olvidemos que su producción alcanza las 6.000 obras, siendo superado
en número por muy pocos pintores. Incluso en estos años de grave enfermedad se dedicó a la
escultura, utilizando al escultor Ricardo Guinó, alumno de Maillol, como ayudante,
indicándole desde su silla de ruedas cómo debía modelar, llegando e entenderse sólo con
breves sonidos.
Las obras de esta etapa madura están caracterizadas por el vibrante chisporroteo del color,
combinado con un potente modelado y un acertado dibujo. El color es aplicado con pinceladas
rápidas y relajadas, recuperando el interés por la luz de sus años juveniles, destacando las
tonalidades rojizas como preferidas.
Algunas de sus obras gozan del clasicismo de Rubens al emplear contundentes modelos
desnudas dotadas de gracia y alegría -"Miro un desnudo; hay miríadas de pequeñas motas de
color. Tengo que buscar aquéllas que hagan de esa carne, sobre mi tela, algo que viva, algo
que se mueva" comentaría el propio artista-. Y lo más sorprendente es que, a pesar de su
delicado estado de salud, todas estas obras tardías están envueltas en un halo de felicidad, de
romanticismo bucólico, recordando a la mítica Arcadia.
Desde 1907 Renoir se instala en Cagnes-sur-Mer, a orillas del Mediterráneo, buscando el
clima cálido que haría más llevadero su mal. Compró una finca denominada "Les Colletes"
donde se hizo construir un taller que se convertirá en su último refugio. Los premios y
honores le llegan desde diferentes lugares, siendo nombrado en 1911 Oficial de la Legión de
Honor.
Al año siguiente se publica un artículo sobre su obra en la prestigiosa revista "Scribner´s
Magazine" de Nueva York y ese mismo año Maier-Graefe publica la primera monografía
sobre el artista. Sus obras alcanzan precios cada vez más altos en las subastas.
Pero la enfermedad le sigue castigando y él busca en la pintura su único refugio. La Primera
Guerra Mundial provoca la movilización de Pierre y Jean, recibiendo al poco tiempo diversas
heridas. Recuperados, vuelven al frente y Jean es de nuevo herido, consiguiendo recuperarse.
Sin embargo, en 1915 Renoir recibe un durísimo golpe: Aline fallece víctima de la diabetes el
27 de junio en un hospital de Niza, tras un breve periodo de tratamiento. Tenía 56 años.Pierre
continúa buscando en la pintura su vía de escape. "Todavía hago progresos" comentaba. Fue a
París en 1919 para contemplar como una de sus obras estaba expuesta junto a Las bodas de
Caná de Veronés.
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El 3 de diciembre de ese año fallecía el pintor en Cagnes, tras haber pedido un lápiz para
dibujar, diciendo, según se cuenta: "Flores" antes de fallecer. Tres días más tarde era
enterrado en Essoyes junto a su esposa. En los últimos años de su vida fue frecuentemente
visitado por los jóvenes creadores, entre ellos Matisse o Modigliani, que veían en el anciano
pintor a un fuerte estímulo para continuar con sus trabajos, a pesar de que sus estilos no
tuvieran mucho en común.
El almuerzo de los canotiers