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7/29/2019 SENNET La Calle y La Oficina
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La calle y la oficina: dos fuentes de identidad
Richard Sennett
En: GIDDENS, Anthony y HUTTON, Will (eds.), En el lmite. La vida en elcapitalismo global. Barcelona, Tusquets, 2000, pp. 247-267.
Identidades y relatos
Mi qu,joven?, replic una vieja dama de Boston cuando le ped que
definiera su identidad, a bocajarro, mientras tombamos t en el Somerset
Club. Yo era todava tan joven e inexperto, como hombre y como
investigador, que crea que la emboscada frontal era la mejor forma de
extraer informacin de la gente. Esto ocurra en 1966, y el socilogo David
Riesman acababa de asignarme mi primera labor de investigacin, interrogar
a miembros de la clase alta de Boston sobre su identidad en la ciudad.
Mi informadora tena una clara imagen de s misma y de otras
bostonianas aristocrticas, e imgenes igualmente claras de la gente que
estaba por debajo de ella en la escala social. Son lo que en latn se llamaba
personae, es decir, representaciones de nosotros mismos y de los dems que
nos identifican de forma instantnea; en el caso de aquella dama, su propio
personaje constitua una mscara que ella llevaba sin vacilaciones. Una
identidad implica el relato de una vida, ms que una imagen fija de nosotros
mismos le expliqu amablemente, citando a Erikson y Freud, y el
reconocimiento de que las vidas ajenas interfieren en nuestra propia
identidad. Ella, tambin muy amable, no se lo trag: Cada uno lo ve a su
manera, querido. Tampoco triunf mucho con un alto cargo de un banco en
la Harvard Society ofFellows, que declar: S perfectamente lo que quiere
decir con "relato" . Me mostr pacientemente la genealoga de su familia,
con la insinuacin, a medida que nos acercbamos al presente, de que
algunos parientes vivos a los que se refera eran personas que yo tena que
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haber conocido. En realidad, yo me haba criado en unas viviendas de
proteccin oficial de Chicago, pero le haba cado bien.
La cultura moderna est llena de frases sobre la identidad,
especialmente sobre identidades marginales, subalternas, transgresoras uoprimidas, pero a lo que se refieren, en realidad, es a las personae, a esas
imgenes y mscaras, o a burdas historias de cmo descubr la persona que
soy en realidad. Toda esta palabrera sobre la identidad no sirve demasiado
para comprender la vida personal en la economa global de hoy, porque una
realidad de mercado externa y en constante transformacin perturba las
imgenes establecidas del yo. El nuevo capitalismo, por ejemplo, ha
cambiado radicalmente la experiencia personal del trabajo. Las empresas
pasan de ser burocracias piramidales densas, a menudo rgidas, a ser redes
ms flexibles en un estado constante de revisin interna. En el capitalismo
flexible, la gente trabaja en tareas a corto plazo, y cambia de empresa con
frecuencia; el empleo para toda la vida en una misma compaa es una cosa
del pasado. Como consecuencia, las personas no pueden identificarse con un
trabajo concreto o un empresario determinado. Estn frustrados, segn he
descubierto, mientras escriben un relato ininterrumpido de su vida basado en
sus esfuerzos.
El nuevo capitalismo tambin ha trastornado las identidades basadas en
el lugar, esa sensacin de hogar, de pertenecer a un sitio concreto en el
mundo. La perturbacin se produce, sobre todo, en los lugares en los que se
lleva a cabo el nuevo tipo de trabajo, ciudades que son, cada vez ms, el
hogar de la elite mundial y los inmigrantes ms pobres. Un banquero de
inversiones en Nueva York se identifica mucho ms con sus colegas de
Londres y Frankfurt que con otros neoyorquinos, el encargado que limpia sudespacho, seguramente, tiene a su madre en Panam y un hermano en
Buenos Aires. A dnde pertenece esa gente, donde est su hogar? Como
Ulises, necesitan alguna orientacin para su viaje vital. En cuestin de
traumas, la globalizacin no est a la altura de la guerra; hasta ahora, no
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parece que nadie est dispuesto a morir por ella. Pero cualquier gran cambio
es perturbador. Algunos analistas opinan que la gente intenta protegerse
reafirmando valores culturales aparentemente estables contra la indiferencia
camalenica de la economa: se produce el conflicto entre un hogar idealizado
y las realidades laborales, el lugar contra el trabajo. El socilogo Manuel
Castells describe ese conflicto de esta forma: Es una identidad defensiva,
una identidad de retirada ante lo desconocido frente a la imposibilidad de
predecir lo desconocido y lo incontrolable. Las personas se encuentran
indefensas, de pronto, frente a un torbellino mundial, y se aferran a s
mismas: cualquier cosa que tuvieran, cualquier cosa que lucran, se convierte
en su identidad. El conserje suea con su granja abandonada en Panam, el
banquero, tal vez, con Yorkshire, donde la gente pareca tener ms races.Creo que la experiencia real es, ms bien, la contraria. Las complejidades de
la globalizacin son ms fciles de digerir en la ciudad que en el trabajo.
Aunque las ciudades modernas sean cada vez ms cosmopolitas, la gente
sigue buscando una versin de su hogar en el trabajo.
La importancia de los contornos
Como normalmente pensamos en imgenes, sera una ingenuidadprescindir por completo de las imgenes para comprender la identidad. La
identidad, como historia en evolucin, procede precisamente del conflicto
entre cmo nos ven los dems y cmo nos vemos nosotros mismos. Las dos
imgenes no suelen coincidir, y a las personas no suele importarles que no
coincidan, porque estn cmodas consigo mismas, como las viejas damas de
Boston. Por el contrario, la gente tiende a concentrarse en lo que podran
llamarse los contornos de la identidad, en la forma en que podran encajar
esas dos imgenes como las piezas de un rompecabezas.
Imaginemos, por ejemplo, a una mujer pobre de Boston que declara:
Soy una madre negra y lesbiana. Aqu, madre lesbiana podra ser un
factor ms importante de su identidad que madre negra; se concentrara
ms en los dos aspectos de su experiencia que, de acuerdo con criterios
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convencionales, no podran encajar a la perfeccin. Intentara justificarse. La
justificacin es una de las cosas que la gente intenta llevar a cabo al construir
la narracin de su vida.
En la vida real, las personas no tienen el control de los acontecimientosy de otros personajes que posee un novelista. Por consiguiente, necesita
rehacer la narracin de su vida sin cesar a lo largo de su experiencia; tenemos
que estar constantemente justificndonos. Pero la capacidad de rehacer la
historia de nuestra vida no nos sumerge, ni mucho menos, en un abismo
subjetivo, sino que es una seal de fuerza respecto al mundo exterior.
Del mismo modo, una identidad dbil significa aferrarse a una imagen
rgida del yo, la incapacidad de revisarla cuando las circunstancias lorequieren. Muy a su pesar, incluso mis seoras de Boston tenan que hacerlo:
los inmigrantes judos e irlandeses que haban ascendido en la escala social se
incorporaban a sus clubes, se casaban con sus hijos y se quedaban con sus
trabajos; lo cierto es que los WASP reelaboraban constantemente el
significado que tenan estas perturbaciones para ellos; tenan que encajar
todas las piezas del rompecabezas. Cmo narrar lo que ocurre en los
contornos, cuando estamos intentando encajar piezas que no coinciden? se
es el reto de autores modernos de ficcin desde Joyce hasta Salman Rushdie,
que han ensamblado historias a partir de hechos que no tendan a avanzar y
personajes que no tenan ninguna relacin lgica entre s. Me sorprendi
encontrar algo similar entre trabajadores manuales y entre los jvenes de las
clases altas a los que empec a entrevistar en Boston hace cuarenta aos.
Manifestaban lo que podra considerarse una capacidad para cruzar
referencias entre experiencias muy dispares.
Un abogado principiante, por ejemplo, describa a los personajes
principales de su aristocrtica y tradicional firma de Boston; estaba orgulloso
del linaje familiar de sus jefes pero, al mismo tiempo, describa con detalle su
incompetencia profesional. Me encontr con miembros de la clase obrera de
Boston que mostraban incongruencias semejantes en sus propias familias,
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que presuman sobre los triunfos de los hijos a los que haban enviado a la
universidad a base de sacrificar sus pequeos ahorros, mientras lamentaban
que esos jovencitos con nfulas, muchas veces, acabaran avergonzndose de
sus origines familiares; el sacrificio y la traicin eran inseparables en sus
narraciones. Tales referencias son como examinar el ndice de un libro y, bajo
la palabra memoria, encontrar la acotacin vase incompetencia, o,
bajo sacrificio, vase eclipse. Al hacer referencias de este tipo, la gente
intenta fundir experiencias discordantes.
Desde el punto de vista psicolgico, un aspecto importante aunque
inesperado de las referencias es que pueden fortalecer el sentido de
identidad de una persona. En las entrevistas en las que las referencias se
vuelven importantes, al principio, el sujeto suele empezar por mantener
categricamente aparte a las personas o los hechos dispares; a medida que
transcurre la sesin, y el sujeto se va involucrando, va acercndolos cada vez
ms. Este acto de compresin crea el contorno, en el sentido que le estoy
dando a esa palabra, e imparte peso y densidad a la narracin de su vida. Un
conserje que siente orgullo e indignacin de clase respecto a su hijo tiene una
identidad de una densidad determinada; lo mismo que un joven abogado que
siente afecto y solidaridad por unos jefes a los que, desde el punto de vistaprofesional, no respeta. Estas transacciones tienen una consecuencia simple
pero importante. Durante los ltimos cincuenta aos, los estudios
psicolgicos del fenmeno de la discrepancia cognitiva han documentado
diversas formas que tienen los mamferos superiores de sentir apego
precisamente por las experiencias ms difciles, que carecen de simetra y
conformidad. Las personas, corno las gallinas o los hmster, vuelven una y
otra vez a las escenas o los problemas que les desconciertan: la ambigedady la dificultad les hacen involucrarse
El contorno es una zona en donde comprometerse, pero no de manera
inevitable. En el laboratorio del psiclogo, la manera en que el investigador
disponga las condiciones ambientales determina si los mamferos van a
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participar o a retraerse. En el caso de los humanos, la pregunta es: cules
son las condiciones de vida social que pueden convertir el contorno en una
zona de compromiso similar? Puede parecer que la movilidad y la
incertidumbre de la economa poltica actual deberan proporcionar ese
laboratorio humano y empujar a la gente a revisar constantemente la
narracin de su vida y a renovar sus justificaciones. En realidad, el
capitalismo global debera ser un magnfico caldo de cultivo de la discrepancia
cognitiva; en un medio tan dinmico, es peligroso retroceder ante la atencin
y el compromiso.
Sin embargo, el mundo moderno no funciona as. Apego no es una
categora funcional en el mercado de trabajo; los empleados sienten poca
lealtad hacia unas empresas camalenicas y escasa integracin colectiva
entre ellos mismos; ms en general, los trabajadores a los que he
entrevistado en compaas flexibles de vanguardia tienen muchas
dificultades para elaborar narraciones viables sobre su trabajo o rehacer esas
historias a medida que cambian las circunstancias. Precisamente en este
punto se ha abierto una brecha entre el trabajo y el lugar. La accin de crear
una narracin fluida, con frecuencia, consiste en actos interpretativos mucho
ms enrgicos, sobre todo entre urbanitas atrapados en la poderosa corrientede la globalizacin, que se centran en los contornos de la experiencia en la
ciudad y que incluyen numerosas referencias cruzadas entre fenmenos
desconcertantes. Tales narraciones dan pie a un fuerte apego a la ciudad en
s.
El escenario de la lucha
Para comprender por qu ocurre as, es preciso que nos preguntemossobre otro tpico, el de las races. La imagen de echar races en un lugar es
una forma corriente de medir la identidad comunitaria, pero es
intrnsecamente equvoca; las plantas no andan, y la gente s. El tpico
confunde la inmovilidad con la sensacin de pertenecer a un sitio concreto en
el mundo. En vez de quedarse en un sitio, las personas se orientan en el
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espacio y el tiempo concibiendo las ciudades como escenarios necesarios en
los que deben luchar con las oportunidades y las dificultades del nuevo orden
econmico.
La mejor forma de explicarlo es un ejemplo prosaico. Desde hace variosaos, acudo a una lavandera en Nueva York, que pertenece a una familia
coreana. Empezaron lavando camisas y calcetines, luego se extendieron a la
limpieza en seco y a continuacin incorporaron a un sastre permanente: un
joven de aspecto agradable, vestido como para ir a la oficina; ahora, la
lavandera ha empezado a vender gemelos, pajaritas y pauelos de seora.
Se dira que los coreanos han decidido quedarse en Nueva York, pero ellos no
estn de acuerdo. El patrn me confi: Nosotros no somos inmigrantes.
Por qu no? El matrimonio de mediana edad que puso en marcha la
lavandera era, en otro tiempo, de clase media; vinieron a Nueva York como
exiliados polticos de Corea, en los malos tiempos. Como coreanos, han
sufrido en la ciudad. Es sabido que, en Nueva York, la comunidad negra y la
asitica no se llevan bien; al principio, la familia coreana slo pudo encontrar
alojamiento en un arrabal negro en el que tenan que pelearse a diario con sus
vecinos.
Sus vecinos blancos de clase media les alteran por otras razones, menos
violentas. A las quejas habituales sobre el individualismo norteamericano y la
falta de cohesin familiar, en la ciudad hay que aadir un exceso de bienes
materiales y un abandono de las posesiones que les inquietan: los hombres
descuidados con sus gemelos o las mujeres que compran pauelos para una
sola temporada son signos de una poblacin mimada por la abundancia, para
estos extranjeros que antes eran pobres y cuyas posesionessiguen siendo
unos cuantos objetos que conservan con todo cuidado. Si, desde el punto devista tnico, su experiencia tiene aspectos difciles, la historia de sus propias
luchas tampoco parece tener una gran coherencia.
Por ejemplo, el dinero que han acumulado lo han dedicado a dar estudios
universitarios a sus hijos; resulta que el sastre de aspecto agradable es uno
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de ellos, que estudia ingeniera electrnica por las noches. Tena la intencin
de volver a Corea nada ms acabar los estudios; ahora ya ha terminado, pero
se ha quedado en Nueva York. Tambin sus padres me dicen con frecuencia
que tienen la intencin de cerrar el negocio y volver a su pas para retirarse,
pero acaban de comprar otros dos locales y estn trabajando ms que nunca.
En mi opinin, sus luchas son precisamente, en parte, la razn por la que se
han quedado. Han librado un combate contra una cultura extranjera y, con el
tiempo, han llegado a estar profundamente involucrados en dicho combate.
Por esa misma razn, el padre rechaza la identidad de inmigrante,
porque esta etiqueta sugiere una trayectoria de absorcin y niega la lucha
que han mantenido al mismo tiempo que conservaban su independencia.
Nueva York es el escenario en el que se ha representado el gran drama de sus
vidas: exilio, pobreza y renovacin. Si se fueran, el relato de su vida se
acabara; estn enraizados, si es que tenemos que usar esa palabra, en su
lucha.
Cuando comenz la globalizacin de la economa poltica, se deca a
menudo que el lugar iba a perder importancia. Sin embargo, a pesar de las
modernas tecnologas de la informacin, las empresas punteras se apian en
ciudades como Londres y Nueva York. Hay varios motivos muy simples para
ello. La densidad y la compresin en el terreno agudizan la comparacin y la
competencia. Los encuentros sociales al azar en bares o fiestas generan
seguramente ms oportunidades que unos planes formales de empresa
difundidos a travs de la red interna de la oficina. Pero en las ciudades
globales lo importante no son slo los grandes negocios mundiales. Son
lugares abiertos a los pobres que emigran por razones econmicas, gentes
que, como ha demostrado Saskia Sassan, solan tener una menteemprendedora e inquieta en sus pases de origen. Incluso unos coreanos que
eran exiliados polticos muestran ese espritu y aprovechan una oportunidad
en la economa de servicios de Nueva York. En cierto modo, el propio trmino
globalizacin nos impide vincular la marea de emigrantes econmicos con
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la enorme expansin de la economa de servicios que, en todos los niveles, se
ha producido en ciudades como Londres, Berln, Nueva York, Sao Paulo o Tel
Aviv, en actividades tan prosaicas como las de los fontaneros o electricistas
en la construccin, o en el suministro de bienes y servicios a la industria
turstica, que, tanto en Londres como en Nueva York, es la categora ms
amplia de servicio de trabajo urbano. El sector de los servicios en las ciudades
es anrquico, sumido en constantes luchas por el territorio, oportunidades y
la bsqueda de nuevos mercados; Jane Jacobs ha afirmado que estos dramas
competitivos constituyen la savia de las ciudades y que una ciudad que
depende de los servicios y est abierta a la inmigracin renace a la vida.
Adems, la competencia que promueven esasciudades abiertas no es slo
econmica. Los habitantes rivalizan por plazas en las escuelas, el uso de lacalle, la huella en espacios de ocio como parques y bares. Son los salvajes
contornos sociales de la ciudad, unos contornos que poseen un carcter de
clase concreto. El mbito urbano en el que se desarrollan esos conflictos y
discrepancias entre extraos ha quedado abandonado en manos de las
clases medias y bajas.
Uso la palabra abandonado porque el rasgo distintivo de la nueva elite
de estas ciudades es que se ha retirado del mbito pblico. Dicho abandonose ve, sobre todo, en la transformacin de centro urbano, el lugar geogrfico,
dentro de la ciudad, al que ms ha afectado la nueva economa. Los enormes
ingresos de las gentes que ocupan los escalones superiores han expulsado a
la clase media y baja del centro de ciudades como Londres y Nueva York; por
muy deteriorado que est un barrio, se puede evacuar a toda velocidad y
vuelve a ocuparse gracias al impulso del aburguesamiento.
Esta transformacin me resulta patente a diario en el barrio londinensede Clerkenwell, donde vivo en la actualidad. Clerkenwell, en otro tiempo, era
hogar de impresores y pequeos fabricantes; ahora se est convirtiendo en
un barrio de lofts para jvenes financieros que trabajan en el vecino centro
financiero, o para mandos intermedios en el ejrcito del diseo grfico, la
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moda y la publicidad que ha invadido Londres. Lo que ha ocurrido en
Clerkenwell no es exactamente como el aburguesamiento que experiment el
Soho de Nueva York, otro antiguo distrito de fbricas en el que yo he vivido,
prximo al coloso de Wall Street: Clerkenwell pas de la desolacin a estar de
moda sin una etapa intermedia de ocupacin por artistas pobres como la que
se produjo en el barrio neoyorquino.
Aun as, ambos lugares tienen la impronta de una nueva gente global
que vive en la ciudad pero se retrae del mbito pblico. El nuevo dinero utiliza
la ciudad, pero dedica pocos esfuerzos a gobernarla. Es decir, este grupo
selecto no se parece a los hombres nuevos del Pars de Balzac. En la Comdie
Humaine, se nos muestra a los hombres (y mujeres) nuevos, llenos de
empuje, que quieren arrebatar el control de la ciudad a una clase dirigente
arraigada. Quieren gobernar el lugar en el que viven. Rastignac o Vautrin se
imaginan libres del pasado, pero la verdad es que su historia es muy antigua:
trata de fidelidad, sumisin y obediencia. Era la historia del poder y el mbito
pblico en las comunas medievales italianas; era la esencia de la Burgerlich
Gesellschaft en las ciudades hanseticas del norte. Y en Estados Unidos, es la
historia de las viejas damas de Boston, que intentaban dejar su huella en las
escuelas, las bibliotecas, los hospitales y los parques de la ciudad, adems deen sus empresas.
En cambio, la nueva elite de Londres o Nueva York manda en pisos y
restaurantes, pero ha mostrado escasos deseos de gobernar esos hospitales,
escuelas, bibliotecas y otras facetas pblicas de la ciudad. De hecho, uno de
los grandes dramas que se desarrolla en la actualidad en Nueva York es la
crisis financiera que se ha producido como consecuencia de que la nueva elite
se haya apartado del mbito pblico; las nuevas clases adineradas, sobretodo en los sectores de la informacin y la alta tecnologa, no han proseguido
ese tipo de hegemona cvica que, en la historia neoyorquina, se extenda
desde la poca de los holandeses, a principios del siglo XVIII, hasta la llegada
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de los italianos, irlandeses y judos a las clases dirigentes de la ciudad,
doscientos cincuenta aos ms tarde.
Y se va a ser tambin, me temo, el destino de Londres como ciudad
global. El dinero de la cornucopia mundial no se repartir si los dueos de esedinero no se sienten vinculados a toda la ciudad. El contraste entre una elite
privatizada y, por debajo, una masa de ciudadanos que luchan por los bienes
econmicos y sociales en el terreno pblico, establece asimismo el carcter
clasista del tipo de identidad urbana que quiero definir.
Desde luego, es una identidad obrera o, como mucho, pequeo
burguesa, con la base en la inmigracin. Se ha enfrentado bien a un drstico
cambio de circunstancias vitales, a menudo con poca ayuda del gobierno o lasclases superiores. La ideologa neoliberal ha encontrado cierta bondad
perversa en esa falta de ayuda; los individuos y los grupos sociales se han
visto obligados a enfrentarse unos con otros en pblico, en vez de convertirse
en mendigos como los clientes de la antigua Roma, que se alimentaban como
parsitos de sus amos. Aunque la competencia no sirve para remediar la
escasez de servicios sociales y bienes pblicos. Para bien o para mal, los
contornos salvajes de la vida social en el mbito pblico significan que hay
que sortear las diferencias todos los das.
Las identidades, en la ciudad, no se forman en un gran esquema sino en
intercambios sociales aparentemente microscpicos, negociaciones que
separan cmo nos ven los dems y cmo nos vemos nosotros mismos. El ao
pasado, por ejemplo, inform a los coreanos de la lavandera de que mi hijo
se haba casado; la siguiente vez que fui para reemplazar otro juego de
gemelos perdido la madre me dio un paquetito de dulces que haba hecho.
Ahora bien, cuando llegaron las fiestas y le compr una lata de caviar para
corresponder, la acept sobre el mostrador pero me mir con una expresin
que slo puedo calificar de miedo, como si mi regalo recproco supusiera una
exigencia que ella, tal vez, no iba a poder cumplir. Es el principio del potlach
de los indios: el que hace el regalo es el que manda. Pero en esta ocasin se
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aplicaba a una situacin en la que el lmite entre cliente y amigo se haba
difuminado, debido a su propio impulso inicial de generosidad. Este pequeo
incidente subraya lo irreales que son las imgenes de una comunidad urbana
basada en la reciprocidad y la entrega mutual, un legado de las ideas del siglo
XIX sobre la Gemeinschaft [comunidad]. Como sucede en el caso de las
races, la Gemeinschaft es un tpico que estorba a la hora de comprender las
relaciones desequilibradas entre nosotros y los dems en lugares como
Nueva York. Con sus mezclas extremas de clases, etnias y razas. Las
personas pueden sentirse atradas unas hacia otras. Pero no para borrar los
lmites y consumar la unin. Aunque es verdad que la globalizacin est
creando ciudades con una mezcla cada vez mayor de gentes, las definiciones
de la identidad siguen estando en la superacin de esas fronteras. Sobre todoen la concrecin de las lneas que no se pueden cruzar o poner de manifiesto
ni en un detalle tan frvolo como un intercambio desigual de regalos. Este
detalle ayuda a mantener una cosa importante, la sensacin de que tenemos
el control de nosotros mismos y nos negamos a fundirnos en una ciudad
que, desde hace mucho, est considerada como el crisol del mundo. Aprender
a sortear las discrepancias es el argumento de la identidad y la ciudad es el
escenario que necesita.El narrador en el lugar de trabajo
Los primeros autores que escribieron sobre el trabajo capitalista, como
Adam Smith, crean que los relatos de la vida en el mbito laboral
desapareceran en el mundo industrializado, porque las tareas de los
hombres estaran cada vez ms dominadas por una rutina montona. No ha
sido as. Igual que adquirimos los conocimientos mediante la repeticin y la
rutina, en el mundo laboral, hasta la rutina ms soporfera puede servir paraconstruir un relato de vida acumulativa. He entrevistado a un conserje que
me relat una dramtica historia laboral a partir de unos aumentos de salario
lentos pero constantes, obtenidos mediante el trabajo rutinario; ahora era
barrendero en paro y se senta privado de algo honorable o significativo que
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relatar sobre su vida, porque haba perdido lo que otras personas ms
favorecidas podran considerar un trabajo aburrido.
El lugar de trabajo contemporneo, con su flexibilidad, plantea un
desafo muy distinto para la tarea de elaborar nuestro relato laboral: cmose puede crear una sensacin de continuidad personal en un mercado de
trabajo en el que las historias son errticas y discontinuas, en vez de
rutinarias y bien definidas? En cierto sentido, lo que le ha ocurrido
recientemente al capitalismo global es muy sencillo. Tras la segunda guerra
mundial, el sistema capitalista se solidific en grandes burocracias
piramidales, ligadas a la suerte de las naciones-estado. Dichas pirmides
empezaron a desintegrarse a finales de los setenta. Hoy se ha cortado el
cordn entre la nacin y la economa y las empresas han sustituido su solidez
burocrtica porr redes ms fluidas y flexibles, conectadas con todo el mundo.
Estas histricas modificaciones de la forma burocrtica han alterado la forma
que tiene la gente de experimentar el paso del tiempo en el interior de las
instituciones. En el lenguaje de antes, una carrera era un camino recto y
claramente trazado, mientras que un trabajo era un cargamento de carbn o
madera que poda llevarse de un lado a otro, de forma indiscriminada. En ese
sentido, los trabajos estn sustituyendo a las carreras en el mundo laboralmoderno. Ahora son pocos los que trabajan durante toda la vida para una
misma empresa; una persona joven en Gran Bretaa o Estados Unidos, tras
varios aos de universidad, puede esperar trabajar, por lo menos, para doce
empresas a lo largo de su vida; su base de conocimientos va a cambiar,
como mnimo, tres veces: por ejemplo, los conocimientos de informtica
que aprendi en el colegio estarn anticuados para cuando tenga treinta y
cinco aos.La reduccin de los periodos de empleo coincide con la de la vida
institucional de los empresarios, con compaas que se fusionan y
reestructuran a una velocidad impensable hace una generacin. Aunque la
publicidad de esos cambios institucionales invoca un aura de precisin con
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palabras como rediseo, la mayora de las transformaciones empresariales
son caticas, los planes organizativos surgen y desaparecen, se despide a
empleados para volver a contratarlos, la productividad desciende a medida
que la empresa pierde de vista un objetivo sostenido. No se puede pretender
que los trabajadores entiendan ese caos mejor que sus jefes. Incluso en las
empresas ms disciplinadas, el trabajo est dejando de ser la constante
repeticin de labores prevista por Adam Smith para consistir en tareas a corto
plazo desempeadas por equipos, y el contenido del trabajo en las compaas
flexibles se modifica como rpida respuesta a los cambios de la demanda
mundial. Esas modificaciones del trabajo estn tambin fuera del control del
individuo o el equipo. Todos esos cambios materiales dificultan el esfuerzo de
elaborar un relato ininterrumpido. De hecho, he descubierto que a losempleados de empresas flexibles y de vanguardia les resulta muy difcil
elaborarlo, igual que obtener un sentido de identidad personal a partir del
trabajo. Esta afirmacin general necesita una matizacin inmediata: la falta
de ese relato sostenido no preocupa a muchos empleados jvenes. Ahora
bien, cuando un hombre o una mujer se casan, empiezan a tener hijos,
asumen la carga de una hipoteca y los dems accesorios de la mediana edad,
la falta de contenido del trabajo empieza a hacerse patente; con la edad, lagente necesita dar ms sentido a su vida y dejar de verla sencillamente como
una serie de acontecimientos al azar. Es una necesidad prctica, porque una
historia laboral es ms que un mero informe de los hechos ocurridos en el
trabajo; tiene una funcin crtica y de evaluacin.
La opinin sobre el trabajo, en general, se divide en tres partes: el relato
define los objetivos a largo plazo, mide las posibles consecuencias del riesgo
y determina el ritmo y el alcance del consumo familiar. Mi historia laboral,deca un tcnico de ordenadores, consiste en pasar de una cosa a la
siguiente, vivir al da. Esta observacin aparentemente inocua result ser,
en el curso de las entrevistas, la autntica fuente de su malestar.
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He perdido mis objetivos profesionales, deca ms tarde, bajo la
presin de tener que responder a las demandas de cuatro empresas
diferentes; con su puesto de trabajo siempre en el aire, le costaba valorar si
deba irse antes de que le despidieran; en cuanto a marcar su ritmo de
consumo, que, en su caso, significa hacerse cargo de la hipoteca de una casa
ms grande para una familia que aumenta, tengo miedo de estar atrapado
por responsabilidades que no pueda manejar. El mundo laboral le parece
ilegible; en realidad, es ilegible. Pero limitarse a dejar las cosas as me hara
sentirme estpido, y no lo soy. Las interpretaciones, desde luego, no
controlan las realidades sociales. Pero brindan a las personas una sensacin
de tener una herramienta personal; un tpico aunque seguramente slo
lo sea para los socilogos que hay que concretar. El fenmeno de laherramienta en la narracin de una vida real recuerda a lo que los novelistas
denominan voz.
Flaubert defina la voz de forma sucinta: El autor debe estar presente
en todos los rincones de su historia, sin que se le identifique en ninguno. En
literatura, el fenmeno de la voz nos hace conscientes de que alguien nos
habla de la gente o las cosas, corta, edita y organiza lo que nos dice.
Sentimos esa presencia incluso en relatos como El sistema peridico, dePrimo Levi, una historia de los campos de concentracin nazis en los que el
autor est totalmente a merced de sus guardianes. La herramienta acta
de la misma forma en la vida corriente. Pinsese en lo que sucede cuando una
persona debe enfrentarse a traumas de trabajo como el despido, un hecho
frecuente para los empleados de mediana edad en el nuevo orden laboral.
Aqu, la herramienta consiste en retroceder, distanciarse algo de lo ocurrido.
Incluso el hecho mnimo de contarlo puede ayudar a ese distanciamiento; porejemplo, una secretaria me deca: Cuando X estaba explicndome porque
tenan que despedirme, me di cuenta de que la verruga de su nariz pareca
ms oscura. El hecho de que mencionara la verruga indicaba que no se
senta abrumada por el rechazo.
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Eso es una herramienta narrativa. La herramienta debe ceirse
estrictamente a las instrucciones de Flaubert. Es decir, el narrador ordinario
se debilita y se vuelve vulnerable a los acontecimientos, al introducir su yo
como protagonista. Una administrativa despedida, por ejemplo, me deca:
De pronto, una mquina hace mejor mi trabajo y me despiden, y lo primero
que pens fue: "Qu tonta fui todos esos das que me quedaba ms horas en
la oficina para terminar el trabajo". La prdida del puesto de trabajo
constituye un momento de traicin; las largas horas, la disciplina
autoimpuesta significan poco a la hora de construir su relato laboral. Adems,
narra el hecho de una forma que acenta su vulnerabilidad; su yo est
completamente expuesto; pero su sentido de la herramienta es escaso.
Algunos analistas, como John Kotter, el gur de la Harvard Business
School, creen que estas experiencias de traicin indican la incapacidad de los
trabajadores para adaptarse a un mundo laboral que no admite narraciones,
al menos no esas que parecen largos novelones victorianos. Su opinin
implica que la secretaria se equivocaba al concebir su identidad laboral como
una historia sostenida con un desenlace en el que invierte tiempo y esfuerzo
y recibe, por lo menos, la mnima recompensa de conservar el puesto. Segn
Kotter, esa historia se ha quedado anticuada; no tena que haber albergadotales esperanzas. Pero pocas personas pueden dedicar el tiempo que exige la
economa moderna y hacer frente a sus tensiones creyndose sencillamente
camaleones y considerando que su trabajo no ofrece ms que una serie
inconexa de tareas. Las acciones de la herramienta personal, la experiencia
de recortar y dar forma, distanciarse y resistir o juzgar con sentido prctico,
estn ausentes en muchos relatos laborales modernos. El motivo est
relacionado con el propio trabajo, ms que con un fracaso emocional ointelectual de los empleados.
Una identidad, como hemos visto, se forma a travs de la interaccin
social de personas en los contornos de sus personajes, esa superacin de los
lmites entre yo y el otro. Pero en el lugar de trabajo moderno, el otro
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encarnado en la persona de una figura de autoridad suele estar ausente.
Como en el caso de la ciudad, los directivos de la empresa prefieren estar
ausentes de la interaccin diaria con la masa de empleados; en la oficina,
esta huida del compromiso deja a los trabajadores sin un antagonista
necesario.
El trabajo sin reconocimiento
La ausencia de autoridad en la oficina es una consecuencia de los
cambios en la forma burocrtica del nuevo capitalismo. La empresa moderna
ha querido eliminar capas de burocracia, actuar a travs de equipos y clulas
de trabajo, pero en pocas ocasiones esas empresas reformadas se convierten
en terrenos de juego nivelados. En todo caso, el esfuerzo de crear unaorganizacin ms flexible centraliza el poder en la cima. Gracias a la
utilizacin actual de las tecnologas de la informacin, es posible transmitir
rdenes desde este ncleo central rpidamente y a todo el conjunto, con
menos mediacin e interpretacin a lo largo de la cadena de mando que en las
burocracias piramidales de viejo estilo. La direccin puede adems calcular
los resultados de forma instantnea y sin ayuda, gracias a la informatizacin
de los datos empresariales.En estas empresas flexibles se abre una brecha entre la funcin de
mando y la de respuesta. Ello significa que hay un ncleo central que
establece los objetivos de produccin o de beneficios, da las rdenes
necesarias para la reorganizacin de determinadas actividades y luego deja
que las clulas o los equipos, aislados dentro de la red, cumplan esas
directrices lo mejor que pueda cada grupo. A los que no pertenecen al cuerpo
directivo se les dice lo que deben conseguir, pero no cmo conseguirlo. Laseparacin entre la orden y la respuesta aparece, muchas veces, en los
momentos en los que una empresa intenta renovarse y tantear su camino
hacia otro tipo de estructura.
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En Microsoft, en 1995, les dijeron de pronto a los programadores de
categora intermedia: Pensad en Internet, sin muchas pistas de qu poda
suponer eso en la prctica. Esta orden expresa una intencin ms que una
accin; de esa forma, Microsoft trasladaba el peso de la responsabilidad hacia
abajo, a los cuadros medios que intentaban descifrar qu hacer exactamente
sobre las intenciones de susjefes.
Hoy en da, empresas como IBM practican esa divisin entre la orden y la
respuesta y ese traslado de la responsabilidad hacia abajo como un rasgo
permanente de la vida institucional; una prctica que supone un marcado
contraste con la cadena de mando paternalista y estrictamente organizada
que ha gobernado la empresa durante la mayor parte de la historia. El
economista Bennett Harrison caracteriza la divisin corno una concentracin
del mando sin centralizacin de la ejecucin. El eufemismo para esto, enla
jerga del nuevo laborismo, es desregulacin del lugar de trabajo . En
realidad, consiste en un rgimen de indiferencia. Las rdenes no han
desaparecido, ni tampoco la rigurosa valoracin de los resultados. Ha
disminuido la dedicacin al proceso real de trabajo, as corno esa piedra
angular de la autoridad que representa la disposicin a hacerse responsable
de las rdenes que se dan. Hay que decir que las necesidades de la economaflexible obligan muchas veces al jefe a actuar como un deus absconditus.
Todos somos vctimas del tiempo y el lugar, deca un consultor, al observar
la catica situacin de una empresa en plena reorganizacin.
Como es natural, dado que era uno de los arquitectos del cambio, al
decir eso rehua su responsabilidad personal. Pero la desregulacin es un
trmino ms oportuno de lo que creen muchos de sus apstoles; el consultor
comprenda que las empresas ms flexibles caminan al borde de ladesorganizacin y son muy poco estables; de forma que se protega
desapareciendo en la guarida nietzscheana en la que el gobernante no
pretende ser el amo del destino.
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La misma desaparicin se produce en la imagen preferida por la empresa
flexible para hablar del esfuerzo colectivo: el equipo. El trabajo de equipo en
la empresa flexible es creacin de las industrias japonesas del automvil y la
electrnica; cuando se exporta, sobre todo a Gran Bretaa y Estados Unidos,
suele modificar su carcter. Los directivos japoneses suelen estar en la planta
y discuten (o, para odos occidentales, gritan) con los miembros de varios
equipos, mientras que, en su variedad exportada, el equipo tiene mucha
menos relacin con el jefe. Es un entrenador, como en el deporte, que
anima a los jugadores del equipo pero no participa personalmente en el
juego. En las formas angloamericanas de trabajo de equipo, cada grupo
considera a cada persona responsable de los resultados colectivos, con una
excepcin habitual: el jefe-entrenador. Estos equipos no son verdaderamenteautnomos: el grupo resuelve la manera de cumplir las exigencias de
fabricacin o produccin que, a menudo, la direccin ha fijado, a propsito,
demasiado arriba; su jefe inmediato no traslada esas exigencias a la accin
y, en mi experiencia, pocas veces se arriesga a defender la legitimidad de
las ordenes de arriba, sino que facilita la discusin sobre cmo van a
obedecer los trabajadores. Como consecuencia, el trabajo de equipo en
Occidente se caracteriza mucho ms por la recriminacin fraternal que elesfuerzo japons.
A los trabajadores que se encuentran en el lado de la brecha encargado
de ejecutar las rdenes, lo que ms les preocupa he descubierto es que
pierden lo que podra denominarse un testigo laboral. El empleado trabaja en
el vaco, incluso en los equipos de estilo occidental, e interioriza la carga de
intentar dar sentido a su trabajo. Podra parecer, desde un punto de vista
lgico, que eso dejara al individuo libertad para atribuir el significado quequiera a su labor. En realidad, sin un testigo que reaccione, que dude, que
defienda y est dispuesto a asumir la responsabilidad por el poder al que
representa, la capacidad de interpretacin de los trabajadores se queda
paralizada.
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Ha desaparecido una cualidad esencial de la discrepancia cognitiva
productiva: la relacin con otros en el entorno, de forma que se puedan
volver a desentraar las dificultades, las discrepancias y las diferencias. La
consecuencia es que muchos empleados crean una versin idealizada del
hogar en sus cabezas; que haran si fueran verdaderamente libres, cul
sera el trabajo perfecto que hiciera uso de sus capacidades. Se produce una
escisin en la conciencia del tiempo de manera tal que, por un lado, hay una
crnica pura de los acontecimientos y, por el otro, una imagen de lo que
tendra que ser.
Esta imagen idealizada de cmo tendra que ser el trabajo no interacta
con la crnica. Se retrae al mbito del si. El tcnico informtico me deca:
Si pudiera conseguir un poco de dinero para empezar, unos cuantos
millones, podra crear una gran empresa. Pero sabe que las posibilidades
son mnimas.
De hecho, slo el 4 por ciento de las empresas que comienzan en
Estados Unidos encuentran capital inversor externo y, de esas firmas, ms
del 90 por ciento quiebran antes de tres aos. Por tanto, el sueo de una
identidad laboral en la que el individuo tiene ocasin de ser el mismo se
convierte en el secreto del empleado.
En jerga de socilogos, la falta de un testigo disminuye el poder de la
herramienta. Recurro a este lenguaje hbrido para subrayar que lo que
provoca el debilitamiento de la herramienta es un fallo social, no una
debilidad psicolgica. El reconocimiento, podramos pensar, debe tener
resultados: una promocin, una subida de sueldo.
Sin embargo, el proceso real de trabajo es decir, el tiempo que sededica a trabajartiene otra lgica de reconocimiento: el empleado necesita
estar en contacto con alguien que encarne el poder institucional y est
dispuesto a hablar en su nombre, especialmente cuando las cosas salen mal
o cuando las exigencias resultan imposibles de cumplir. Pero la brecha entre
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la orden y la ejecucin significa conservar el poder al tiempo que se cede la
autoridad.
Conclusiones
Mi argumento, por tanto, se reduce a esto: podemos vivir sin autoridad
en lo que se refiere a nuestro sentido del lugar, pero no en lo que se refiere al
trabajo. El lector avispado tendr objeciones, sin duda, pero esta abstraccin
mezcla dos tipos de personas.
Los inmigrantes coreanos posean un pequeo negocio de tipo muy
tradicional; el tcnico informtico vive en las afueras. Pero esta objecin no
hace sino acentuar la pregunta que deseo plantear: qu nos jugamos
personalmente en el capitalismo flexible y global? Parece una perogrullada
decir que todas las personas tienen identidades compuestas, es decir,
diferentes tipos de historias que cuentan para justificarse, segn qu parte de
aqullas aspiren a explicar.
Mi anciano banquero del principio, que era homosexual, traz un relato
muy distinto, de exclusin e inclusin en la sociedad de Boston, cuando
empezamos a hablar de sexo; los coreanos contaban otra historia de conflicto
personal cuando hablbamos de poltica internacional, en la que Nueva York
era un elemento secundario. El tpico de la identidad compuesta adquiere
ms peso cuando se distingue esa identidad de nuestra propia imagen
personae; la identidad es el proceso de superar nuestra propia imagen en el
mundo, por muy interna que sea, y este tipo de actividad diplomtica suele
desarrollarse al mismo tiempo en muchos frentes.
En el capitalismo moderno, estas medidas de superacin se han venido
abajo en el frente laboral. El rgimen de poder y tiempo en la empresa
moderna supone graves obstculos para poder extraer una identidad a partir
del trabajo. Cuando los empleados sucumben a este rgimen, les resulta
difcil incorporar la experiencia laboral a la composicin de la identidad.
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En cierto modo, distinguir el lugar y el trabajo podra ser til para los
defensores de la globalizacin, al menos en parte. La promesa de la
globalizacin es una trayectoria vital desregulada, mvil y constantemente
reelaborada. Esto evoca una realidad contempornea indudable con
autntico valor personal; pero no en la esfera social en la que se supone que
debe ocurrir.
Lo que el neoliberalismo quiere conseguir en el mbito del trabajo es
ms fcil de lograr en los lugares sobre todo las ciudades en los que vive
la gente globalizada. En mi opinin, sin embargo, hacer esta diferenciacin
ayuda a agudizar la crtica de la globalizacin. Las luchas de las gentes
globalizadas para fabricarse un espacio propio en el trabajo ponen de relieve
lo que falta en el corazn econmico del sistema global.
Hay un rgimen de poder que acta guindose por un principio de
indiferencia hacia aquellos que estn en sus garras, un rgimen que pretende
evadir, en el lugar de trabajo, la responsabilidad por sus actos. La esencia de
la poltica de la globalizacin es encontrar maneras de responsabilizar a ese
rgimen de indiferencia. Si fracasamos en este esfuerzo poltico, sufriremos
una profunda herida personal.