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SEXUALIDAD Y FAMILIA: EL COMING OUT KINKY
Autor: Puig Rodas, Ignasi, ORCID ID 0000-0001-5320-0864
info@ipuigrodas.com
Resumen:
Estudio exploratorio de la experiencia de coming out de practicantes del BDSM españoles
ante sus familiares, llevado a cabo desde el prisma de la diversidad sexual y la gay
affirmative psychology. Abordado a través de un estudio cualitativo con 13 entrevistas
libres, se observan similitudes en la experiencia social del coming out de la población
LGTBI+, pero no una concordancia completa, pues en el caso de la sexualidad kinky-
BDSM, opera todavía un fuerte tabú y estigmatización social que hace más difícil la
integración de dicha sexualidad en la esfera familiar y genera un mayor porcentaje de
respuestas negativas y de rechazo.
Palabras clave:
Coming out; kinky; BDSM; familia; LGTBI+.
Introducción
Parte del desarrollo personal de un individuo pasa por su interacción sexual con el resto
de la sociedad. Concibiendo como tal no el hecho de enlazar con diversas parejas sexuales
a lo largo de su vida, sino el hecho de reconocer y elaborar la propia identidad sexual e
interactuar como tal con otros miembros de la sociedad, ya sean personas con quien
comparta su identidad sexual, como con quien no. Cuando la identidad sexual de una
persona se aparta de la identidad mayoritaria de una sociedad, la persona en cuestión
pasará por diversas fases de desarrollo (Cornett 1993): identificación de sí mismo/a como
diferente del resto de sus semejantes; exploración de dicha diferencia; identificación de
los rasgos de dicha diferencia como pertenecientes a una tipología minoritaria;
sobrevenimiento de sentimientos de culpa/rechazo hacia uno/a mismo/a al considerar esa
tipología minoritaria como negativa o incorrecta; superación de dichos sentimientos de
culpa y autoaceptación personal. Y sólo una vez la persona ha hecho todo este proceso
interior y personal hará el paso de compartir esta faceta de su identidad personal con su
entorno social próximo movido por la necesidad de sincerarse, o de reafirmarse en su
nueva identidad. Es lo que se conoce como acto de coming out, outing o vulgarmente,
salir del armario (Bruquetas 2000).
Un acto que si bien es actualmente más fácil en España que hace 25 años (Petit 2003),
sigue conllevando sus riesgos. Y que el modo en que éste sea llevado a cabo, así como la
respuesta que se reciba, pueden condicionar la manera en que una persona prosiga su
desarrollo personal y establezca para el futuro, nuevas relaciones sociales. Respuestas que
pueden pasar por la aceptación plena, el rechazo, la negación, etc. unas reacciones que
han sido ampliamente estudiadas en la comunidad LGTBI+, la minoría sexual más visible
y numerosa. Pero, ¿qué pasa en otras minorías sexuales? ¿Operan los mismos
condicionantes que en la comunidad LGTBI+?
Póngase el caso de la sexualidad kinky-BDSM, que se mueve todavía entre la alegalidad
y la concepción como enfermedad mental en el DSM5 (APA 2013). ¿Qué tipo de
interacción tienen los practicantes del BDSM con su entorno más próximo con el que no
comparten dichas prácticas? ¿Cuál es la respuesta que reciben y cómo les afectan, a ellos
como personas y a las relaciones con sus seres queridos? Al hablar de sexualidad BDSM
y familia nos adentramos en un fenómeno reciente en nuestro país del cual se tiene poca
información y que el presente estudio, con una exploración de la situación, pretende
empezar a conceptualizar.
Justificación
Si bien la sexualidad es algo que ha estado presente en la humanidad y la socialización
de los individuos en comunidad (ejemplo de ello está en las primeras representaciones
con carga sexual, que se remontan a la prehistoria; Celestino et al. 2007), su presencia
social sigue siendo un tema que genera susceptibilidades, controversias y rechazos
(Osborne&Guasch 2003). Prueba de ello está en el trato que históricamente han tenido
ciertas sexualidades y sus practicantes (Roudinesco 2007), y el hecho que, por citar un
fenómeno, haya muy pocas culturas que permitan el incesto (entre ellas los inuit; Cardoso
2012) mientras que para la gran mayoría familia y sexualidad tienden a ser dos esferas
que buscan estar lo más separadas posible. Dos ejemplos citados que no son gratuitos
para con el presente estudio.
Empezando por el primero, la sociedad española del siglo XXI (como tantas otras del
mundo occidental), se encuentra sobresaturada de contenidos sexuales (Baudry 2000).
Ello, más la desvinculación progresiva del sexo con la reproducción y la aceptación de la
vivencia del mismo desde el placer, ha llevado a muchas personas a ampliar sus
horizontes sexuales (Meler 2000). A explorar nuevas formas de relacionarse y realizarse
sexualmente. Y ello les puede hacer entrar en contacto con el BDSM como práctica sexual
y/o filosofía de vida. Un tipo de práctica sobre la que sigue pesando un cierto estigma
social para con las personas practicantes (Roudinesco 2007; Sáez&Viñuales 2007). Y
yendo al segundo ejemplo, sexo y familia es otro gran tema de controversia en lo que
refiere a sexualidad y sociedad (Justice&Justice 1979; Odriozola&de Corral 1993). Poca
gente tiene presente que la conocida como Ley del aborto es en verdad también Ley de la
salud sexual y reproductiva, y que incluye mención específica de la necesidad de
implementar programas de educación sexual para los jóvenes (JE 2010). Una parte que
nunca se ha llegado a desarrollar y que tanto escuelas como familias parecen preferir
obviar o que se ocupen otros (Colomer Revuelta 2013). Es tendencia habitual que las
familias quieran delegar el tema de la sexualidad de sus hijos e hijas a la escuela (López
2005). Por mantener, quizás, esa barrera ancestral que separa sexualidad de relaciones
familiares. Cuando ambos elementos se juntan (estigma hacia las sexualidades no
convencionales, como el BDSM, y tabú de la sexualidad dentro de la familia), se puede
crear un conjunto de situaciones de amplio interés por el efecto que pueden tener en
quienes las viven.
Para estudiar los puntos de encuentro entre ambos tabúes, se ha elegido el acto del coming
out o salida del armario al ser la primera vez que ambos mundos se encuentran. La primera
comunicación, que confronta dos realidades. Y que según cómo ésta se desarrolle, puede
condicionar la futura relación entre los miembros de la familia con quien realiza la salida
(Powers & Ellis 1999), así como la vivencia de ésta persona para con su sexualidad y para
con terceras personas más allá del círculo de socialización primario (amistades, esfera
laboral…).
La población practicante del BDSM en España es un sector poco estudiado. Los estudios
realizados hasta la fecha (p.e. Sáez&Viñuales 2007; Salanova 2012) siguen dando una
visión parcial sobre la misma, si bien que rica y necesaria. Y la relación de BDSM y
familia forma parte de ese punto ciego que bien merece una investigación que ayude a
arrojar un poco más de luz. Para comprender cada día mejor, cómo la sociedad acepta las
prácticas sexuales minoritarias. Más allá, pero, del mero interés académico que hay
alrededor de un campo con esferas por estudiar, el presente estudio se justifica asimismo
por la necesidad social del mismo. La forma en que una persona inicia su actividad sexual,
y cómo ésta es compartida con la familia es un elemento clave en el desarrollo psicosexual
del individuo, así como en su bienestar personal (Powers&Ellis 1999). Una mala
experiencia en dicho momento puede ser condicionante del futuro personal de la persona,
así como de su interacción con las parejas sexuales que tendrá a lo largo de la vida. Tener
más información sobre el caso específico de la comunidad kinky-BDSM puede permitir
establecer modos de actuación que minimicen las consecuencias negativas para quien se
ve en la necesidad/obligación de realizar dicho acto.
Marco teórico
Al enfocar el presente estudio se hace clave el marcar que no se aborda la cuestión como
un tema de salud pública ni como un estudio psicológico. Lejos de los enfoques clásicos
del estudio de la sexualidad BDSM, que se han instalado en la psiquiatría y la medicina
forense (ya empezando por von Kraft Ebing 1886), el presente estudio pretende adentrarse
en el mundo del BDSM como paradigma de sexualidad alternativa, desde una visión más
sociológica y antropológica. Teniendo como referencia a los trabajos de Bauer (2014),
Sáez&Viñuales (2007), Steele (1996) o Weiss (2011), que se centran más en la vivencia
personal de la sexualidad, el peso de la misma para con la creación de la identidad de la
persona, y de ésta como nexo para la interacción social dentro de un grupo más o menos
constituido, el presente estudio huye de toda visión patologizadora y medicalizante de la
sexualidad. Se contempla el BDSM más como una actividad cultural y una conducta
social.
Pero sería necesario definir qué es el BDSM. Siguiendo la definición de Weisman (2004),
el BDSM es un conjunto de prácticas sexuales en las que el placer sexual se distancia de
la genitalidad para desplazarse hacia conductas relacionadas con el placer de inmovilizar
o ser inmovilizado (bondage, BD), los juegos de rol sexual en los que se representan
relaciones de poder (dominación/sumisión, DS) y el placer a través del dolor
(sadomasoquismo, SM). Estos tres ejes principales conforman el esqueleto básico de las
prácticas BDSM, así como configuran el acrónimo que las representa. Si bien Gates
(1999) expone cómo dicho acrónimo deja fuera un cuarto eje de estas prácticas, el
fetichismo (placer derivado por la mediación de cierto elemento no genital que actúa
como substituto de la estimulación sexual coital). Es por ello que a veces, ciertos autores
(por ejemplo Barker, Iantaffi & Gupta 2007) prefieren el uso de la palabra kinky para
referirse al conjunto de prácticas, así como a sus practicantes. Con el ánimo de ser lo más
inclusivos posibles, algunos autores están intentando asentar el acrónimo BDSMK como
forma de conjugar las divergencias entre las dos acepciones mencionadas. Para el presente
estudio, pero, se usan los términos kinky y BDSM como si fueran sinónimos. Y el uso de
ambos en la forma indicada se hace con voluntad de remarcar el espíritu inclusivo y no
patologizador del marco teórico en el que se mueve la investigación. Se rehúye la
denominación de parafilia, por tener una alta carga medicalizadora/psiquiátrica, y la de
sadomasoquismo, tanto por ser limitada en la inclusión de diversidad, como por la carga
moral negativa que va asociada a dicha denominación.
Siguiendo a la denominación inclusiva y la visión del tema de estudio desde el prisma de
la diversidad sexual no medicalizadora, el tercer marco teórico en el que se mueve el
presente estudio está en la gay affirmative psychology de Cornett (1993). Esta corriente
de la terapia positiva se basa en el acompañamiento del paciente LGTBI+ en su proceso
de exploración, autoaceptación de la propia sexualidad y de exteriorización de la misma,
como parte del pleno desarrollo psicosexual del individuo. Una corriente de terapia que
se tiene como marco teórico no sólo por encajar con la visión de aceptación de la
diversidad que se ha marcado anteriormente, sino por suponer un marco de
conceptualización de las vivencias que tendrá el individuo, así como los fenómenos que
tendrán lugar a su alrededor que tiene amplios puntos en común con las vivencias y
fenómenos que acompañan a la sexualidad BDSM. Las situaciones que vivirá la persona
LGTBI+ en su salida del armario ante la familia y amigos, su relación con la sociedad
general y con su comunidad de referencia y el fenómeno de la homofobia interiorizada,
son elementos clave de la gay affirmative psychology que pueden estar presentes, con
ciertas variaciones, en la vivencia de la sexualidad BDSM.
Objetivos e hipótesis de investigación
El objetivo de la investigación que se llevó a cabo se centraba en obtener una primera
imagen sobre la integración de la sexualidad BDSM en su círculo social más íntimo y, en
concreto, en la familia como espacio de socialización primerio del individuo. Dentro de
tal interacción, la salida del armario o coming out se mostraba como puerta de entrada. Y
como tal, no sólo se eligió como punto principal de análisis, sino que conformó objetivos
secundarios:
Establecer cómo se lleva a cabo la salida del armario BDSM, comparándolo con
la salida del armario LGTBI+
Conocer cómo condiciona dicha experiencia a las relaciones familiares y a la
perspectiva del individuo sobre el coming out.
Para el cumplimiento de dichos objetivos, se plantearon las siguientes hipótesis generales
y específicas:
H1 Existen similitudes entre los actos del coming out LGTBI+ y el coming out BDSM,
sin que haya una igualdad completa entre ambos fenómenos.
H1.1 Se muestran similitud de métodos usados por ambos colectivos, a la hora de realizar
su salida del armario ante la familia.
H1.2 Se observan paralelismos entre las motivaciones que empujan a realizar la salida del
armario.
H2 Por parte de las familias, existe un tabú hacia la sexualidad BDSM de sus familiares.
H2.1 Las respuestas neutras o negativas, por parte de la familia ante un acto de coming
out BDSM son más frecuentes que las positivas.
H2.2 Las consecuencias a largo plazo tienden al rechazo y al bloqueo informativo, como
forma de mantener el tabú hacia la sexualidad BDSM.
Metodología
Para abastar el objetivo planteado, se diseñó una investigación en tres fases. Durante la
primera fase se planteó un primer contacto con el colectivo y su realidad con el fin de
diseñar conjuntamente con los integrantes de la comunidad la investigación, su objeto de
estudio y el formato más adecuado para ello. Dicha actuación estaba inspirada en la
metodología comunicativa de Gómez, Latorre, Sánchez & Flecha (2006), y buscaba, por
un lado, poder encontrar el diseño más acertado para el estudio, y por el otro, vincular al
grupo social investigado para que pudiera implicarse desde buen principio y expresar su
opinión sobre qué les es de utilidad que se les pueda aportar desde la sociología.
A tal efecto, aprovechando las celebraciones del Día Internacional del BDSM (24 de
julio), en la que las asociaciones y los clubs de ocio BDSM de diferentes países organizan
una serie de eventos y actividades en distintos horarios y formatos, se estableció una
actividad de tarde, abierta a todos los públicos, de mesa redonda. A las posibles personas
interesadas se les informó solamente de la temática general que se trataría y de que el
formato sería de la mencionada mesa redonda. Una vez llegado el inicio de la actividad,
se le informó de la finalidad de la misma (realizar una investigación académica) y se les
pidió su consentimiento para participar. De la quincena de personas asistentes, todas
aceptaron voluntariamente y empezaron a hacer un intercambio de experiencias y a
plantear qué temas eran para ellos y ellas, importantes de tratar e investigar. Con la
información recogida se estableció posteriormente el objetivo de la investigación, así
como se acabaron de perfilar las diferentes hipótesis a contrastar. Simultáneamente, se
estableció que el mejor formato para el estudio era el de un estudio cualitativo.
En la segunda fase de la investigación, se realizaron entrevistas a personas integrantes del
colectivo estudiado. Para dichas entrevistas se preparó un guion base con unos puntos
clave a poder recoger: datos demográficos, número de coming out que habían realizado,
familiares ante los cuales lo habían hecho, motivaciones para hacerlo, método usado,
respuesta recibida, consecuencias percibidas y valoración de su experiencia y consejos
para terceros. El formato de la entrevista era semiestructurado, dejando que fluyera la
conversación e interviniendo el entrevistador con alguna pregunta en caso de que se
cortara el hilo narrativo o para pedir mayores detalles sobre un punto concreto del
discurso del informante. En líneas generales, las entrevistas empezaban de forma muy
dirigida y pautada y, según se iba sintiendo más cómoda la persona entrevistada, acababan
en conversación libre. Tal es así, que se recogió mucha información no necesaria para la
presente investigación pero que se permitió que fluyera para no coartar la expresión de la
persona entrevistada. Para acceder a las personas informantes, un entrevistador entrenado
acudía periódicamente a clubs de ocio BDSM en horario de baja afluencia (jueves y
domingos por la noche) y, con el apoyo del personal del local, hacía petición individual
a cada una de las personas presentes, para que participaran en el estudio. Se optó por este
formato para incluir un factor de aleatoriedad en la selección de las personas
entrevistadas, así como para poder estar en un espacio que fuera conocido y cómodo para
la persona entrevistada. Para incrementar dicha comodidad, y aún a riesgo de perder
información respecto al uso de la grabadora (Kvale 2011; López&Deslauriers 2011), se
optó por recoger de forma manuscrita y bajo codificación, la información aportada. Pues
como mencionan López&Deslauriers (2011), la presencia de la grabadora en ciertos casos
puede intimidar a la persona entrevistada.
En la tercera fase del estudio, se transcribieron y decodificaron las entrevistas realizadas
y, posteriormente, se compiló la información en una tabla Excel. Respetando las
diferencias individuales de cada experiencia registrada, se buscaron los elementos
comunes y las disimilitudes a fin de poder identificar tendencias generales, patrones y
características que ayudaran a contrastar las hipótesis planteadas.
Resultados
El proyecto se inició en julio de 2015 (primera fase). Entre agosto de 2015 y noviembre
de 2015 se realizaron 13 entrevistas presenciales en las instalaciones del Club Social
Rosas5 de Barcelona (segunda fase). La duración de las entrevistas oscilaba entre los 30
minutos la más corta y las 2 horas y poco más la más larga. Se entrevistaron a 8 mujeres
y 5 hombres, con edades comprendidas entre los 26 y los 50 años, siendo la media de
edad de 36.1 años y la mediana de 35. Todas las personas entrevistadas residían en
Barcelona o su área metropolitana, si bien su comunidad autónoma de nacimiento se
ampliaba más allá de Catalunya (10 casos) al País Valencià (1 caso), les Illes Balears (1
caso) y Aragón (1 caso). Las profesiones registradas mostraban una gran variabilidad,
siendo la de artistas escénicos la más frecuente (con sólo 2 casos), con presencia de
empresarios, comerciales, agentes de viajes, profesoras de educación infantil, diseñadores
gráficos, escorts, directoras de oficinas bancarias, profesionales de la salud, informáticas,
y dos personas que no quisieron facilitar dicha información. Todas las personas
entrevistadas eran practicantes del BDSM en diversas variantes y con diverso grado de
experiencia. Al preguntarles por la categoría o etiqueta con la que se sentían más
identificados, 3 de ellos respondieron con la de sumiso/a, 2 como rubberistas (fetichistas
del látex), y el resto a perfiles diversos como educador, evolving, en excedencia, SM
switch, top, SM bottom, o kinkster. Siendo sólo una persona la que no quiso ponerse “una
etiqueta” (entrevista 6, E6). Por lo que refiere a la experiencia o años que llevaba
compartiendo prácticas BDSM con otras personas, ésta oscilaba entre el medio año, la
persona que menos tenía, y los 22 años la que más, siendo 11.8 años la media de
experiencia de la muestra, y 12 la mediana. Respecto a su situación afectiva, 11 personas
afirmaban tener pareja estable en el momento de la entrevista y sólo 2 no la tenían. Y
como último dato del apartado de caracterización, se preguntó también por la orientación
sexual de la muestra, encontrando a 4 personas bisexuales, 2 heterosexuales, 2
heteroflexibles (principalmente heterosexuales pero que puntualmente se sienten atraídos
por personas de su mismo sexo), 1 homosexual, 1 pansexual (orientación sexual en el que
se siente atracción por todos los sexos/géneros y prácticas sexuales, según Callis 2014) y
3 personas que no aportaron información sobre dicha cuestión.
En lo que refiere al propio acto del coming out, si bien se entrevistaron a 13 personas,
algunas de ellas realizaron más de un acto de salida del armario, en momentos distintos
ante familiares distintos. Todas las personas entrevistadas habían realizado como mínimo
una salida del armario, llegando a un máximo de 4 salidas distintas (en 1 solo caso). Es
por ello que en total se registraron 25 actos de coming out. El familiar ante el que era más
frecuente realizar dicho coming out, era la madre (8 casos), seguida de hermanos y
hermanas (7 casos) y el padre (6 casos). En menor proporción se observan salidas ante
abuelas (1 caso), sobrinas (1 caso), e hija (1 caso). Y como hecho inesperado, se
registraron 4 salidas del armario ante parejas afectivas. Y se califica de inesperado pues
en el planteamiento inicial de la investigación no se tuvo en consideración a las parejas
afectivas como “familiares”. A la hora de recabar información, se vio como muchas
personas habían empezado a tener una relación afectiva de cierta duración y, sólo una vez
ésta estaba suficientemente asentada a su criterio o bien cuando se armaban de valor para
hacerlo, compartían con sus parejas afectivas sus preferencias sexuales. Ante la pregunta
de cuánto tiempo hacía que habían hecho su salida del armario (o la primera de ellas), las
respuestas oscilaban desde hacía tan solo medio año, hasta 15 años atrás, siendo el tiempo
medio que hacía que habían realizado el coming out de 9.59 años, con una mediana de 9
años. Si se comparan estos datos con el tiempo que hacía que practicaban el BDSM (años
de experiencia), se observan casos en los que las personas realizaban el coming out el
mismo año en qué se iniciaban en dichas prácticas, mientras que por el contrario otras
dejaban pasar hasta 7 años. Si se comparan las medias, se ve que el lapso medio entre que
una persona empieza a practicar y que se lo comenta a sus familiares es de 2.22 años.
Obsérvese que el lapso de tiempo se computa desde que la persona empieza a practicar,
no desde que identifica que siente atracción sexual por las prácticas BDSM, pues dicho
dato no se recogió en las entrevistas.
Yendo a los motivos por los cuales las personas entrevistadas referían haber realizado un
coming out, el más frecuente era el de compartir dicha vivencia con los familiares (6 casos
en total, sumando el compartir su intimidad con familiares de sangre, 4, o querer
compartir prácticas sexuales con sus parejas, 2), el querer sincerarse (3 casos),
informar/formar (3 casos, sobre el trabajo realizado, sobre los riesgos reales que corría, o
para explicar las heridas corporales), para no ocultar (2 casos), para facilitar la
convivencia (1 caso, persona que tuvo que volver a vivir con sus padres después de un
divorcio), en respuesta a las preguntas de la madre (1 caso) y sin motivo (1 caso,
“simplemente salió en la conversación y pensé, ¿por qué no decírselo?” E5). No se están
contando dentro de los motivos los 8 casos en qué la salida del armario fue impuesta por
parte de los familiares, pues no hubo motivación y sí obligación. Esta diferenciación entre
actos motivados y no motivados, la encontramos también en la metodología usada para
realizar el coming out. Dichos métodos se dividieron en dos grandes grupos: los
voluntarios y los involuntarios. Dentro de los métodos voluntarios, es decir, escogidos
por la persona interesada, el más frecuente era la conversación directa y abierta (12 casos),
seguido del uso de material gráfico (2 casos), la demostración directa (1 caso) y la
exposición a redes sociales (1 caso, para dar a conocer de forma indirecta). En lo que
refiere a los métodos involuntarios, o impuestos sin el consentimiento ni control de la
persona implicada, el método más frecuente fue el encontrar evidencias de las prácticas
sexuales del familiar (4 casos; “había perdido una máscara hacía tiempo, y cuando abrí el
armario me encontré la máscara limpia y doblada en un cajón” E10), seguido del hecho
de que terceras personas hablaran sobre la persona interesada e hicieran pública su
sexualidad sin su connivencia (2 casos), conversación directa (1 caso), petición
expresa/ruego por parte de la pareja (1 caso) y ser sorprendida in fraganti (1 caso; “abrió
la puerta, me vio atada en la cama y salió sin decir nada” E4). Se preguntó también a las
personas entrevistadas cómo valoraban el método utilizado. Ninguna de las personas que
se vieron forzadas a salir del armario valoraba positivamente la forma en qué dicho acto
se había llevado a cabo. En lo que refiere a las personas que usaron un método voluntario,
el 100% de los casos del uso de material gráfico y de las redes sociales valoraban
positivamente el método (si bien es un dato de poco valor, al tratarse sólo de 2 y 1 caso,
respectivamente), mientras que el método de la conversación tenía una valoración
positiva en el 50% de los casos (6 sobre 12).
A continuación, se les preguntaba a las personas entrevistadas sobre las reacciones que el
acto del coming out tuvo sobre sus familiares. Dichas reacciones fueron categorizadas en
tres grupos: reacciones positivas, reacciones neutras y reacciones negativas. En lo que
refiere a las reacciones positivas, nos encontramos con 12 de los 25 coming outs
analizados. En 7 casos la respuesta fue de aceptación (“pasó de preocuparse de que no
cogiera una ITS a que tampoco me hiciera daño” E5); 3 casos de interés y/o curiosidad
por saber más; y 2 casos en qué se dio una mejora emocional de la persona implicada. En
lo que refiere a las reacciones neutras, estas se dieron en 4 casos: 2 de completa
indiferencia (“me esperaba más sorpresa” E9; “prefieren esto a que me drogue” E3), 1 de
tolerancia, pero con rechazo, y 1 caso de no saber de qué se les estaba hablando y no
enlazar dichas prácticas con un aspecto sexual. Finalmente, en lo que refiere a las
reacciones negativas, se encontraron 9 casos de los 25 totales. La respuesta más frecuente
fue la debacle familiar (3 casos; “mi padre no decía nada, mi madre lloraba” E10), seguida
de la negociación para que abandonara dicha sexualidad (2 casos, “no quería ver a su hija
haciendo eso” E4), la patologización del familiar (2 casos), la rabia (1 caso) y el no querer
compartir nunca más la sexualidad con su pareja (1 caso). También se preguntó a los
entrevistados por las consecuencias globales, más a largo plazo, de su salida del armario.
En este caso, la pregunta no se registró por cada acto de coming out sino por individuo
entrevistado. Siendo así, de los 13 individuos, 4 afirmaron que se ha convertido en un
tema tabú y no se ha vuelto a comentar; 2 que mejoró su bienestar personal; 2 personas
(las que se habían sincerado con sus parejas afectivas) acabaron sacando completamente
las prácticas BDSM de su relación de pareja y buscándolas fuera; 2 personas afirman
haber ganado seguridad (por si algún día les pasa algo) y/o confidentes con quien hablar;
1 caso de ruptura de la relación de pareja; a 1 persona más se le obligó a abandonar la
relación de pareja (por parte de sus padres, que culpaban a la pareja); y finalmente una
persona afirma no haber experimentado ningún cambio, ni a mejor ni a peor.
La última parte de la entrevista se centraba en preguntar a las personas entrevistadas si
aconsejaban realizar el coming out a terceras personas. 6 personas sí recomendaban
hacerlo, con argumentos como “tienes que respetar tu identidad” (E2) o “es una mierda
vivir escondido” (E9). 4 personas decían que dependería del caso particular de cada
individuo. Y finalmente 3 personas rotundamente recomendaban no hacerlo (“a nadie le
interesa cómo follas” E12; “si no sale el tema, mejor no hablarlo” E7). Hay que destacar
que no hay una correspondencia entre las valoraciones del método usado, las
consecuencias obtenidas y la recomendación. En el caso concreto de E8, que salió del
armario con conversación directa voluntaria y tuvo como resultado la ruptura de la
relación de pareja, recomienda a terceras personas el hacerlo, pero para sí mismo afirma
que “si pudiera volver atrás, yo no lo haría”. Independientemente de estas
correspondencias o no, las personas entrevistadas también aportaron sus motivos por los
que defendían una u otra postura. Entre los motivos a favor primaban los de no querer
ocultar una parte importante de la propia identidad, ser un acto de amor para con quien se
comparte dicha información, ser una parte más de su proceso der autoaceptación, para
consensuar la sexualidad con sus parejas, o para ganar confianza/seguridad (respecto a
aquellas personas que tienen relaciones BDSM con parejas esporádicas). Los principales
motivos aducidos para la postura contraria estaban en dos: tratarse de algo privado de
uno/a mismo/a, y por miedo a las repercusiones sociales que dicha información puede
tener, en caso de hacerse pública.
Discusión
Para la discusión de los datos, se ha procedido a analizarlo según los dos bloques de
hipótesis que se han planteado anteriormente.
Para con el primer grupo de hipótesis, al analizar los datos y comparar las experiencias
con los estudios sobre coming out realizados por Gray (2009), entre otros, así como con
las guías y procesos terapéuticos de acompañamiento emocional de la gay affirmative
psychology (Cornett 1993; Martín 2016), se observó que ciertamente existen paralelismos
entre ambos colectivos, en lo que refiere a las metodologías usadas (H1.1). Muestra de
ello es el uso de la conversación directa como forma más habitual para realizar el coming
out, algo que tanto Cornett (1993) como Martín (2016) recomiendan. Si bien ambos
autores lo hacen remarcando la importancia de poder contar con una red de apoyo que
ayude en ese momento clave de su vida personal. En las entrevistas se vio que muchas de
las personas que optaban por este método, no tenían apoyo alguno. No habiéndose
preguntado su opinión sobre este hecho o el porqué de no contar con dicho apoyo, no se
puede más que especular sobre el mismo. Preguntándonos cómo de grande debe de ser
dicha red de apoyo BDSM, en el caso de que exista. El hecho de que todas las personas
entrevistadas acudieran de forma regular a clubs BDSM, haría suponer que seguramente
conocen a otras personas practicantes del BDSM, pero de ahí a afirmar que dichas
personas forman parte de su red de apoyo, es algo que para lo que no se tienen datos y
queda fuera del alcance del presente estudio. Sí, pero, nos podemos centrar en aquellas
personas que afirmaron estar en una relación afectiva en el acto de realizar el coming out
y que no hicieran dicho acto hacia su pareja (E1, E5, E9, E10 y E12). De estas personas,
E1 sí comentó el apoyo que recibió de sus amigos y amigas del colectivo BDSM cuando
se lo dijo a sus padres, haciendo hincapié en la ayuda que ello le supuso. Las demás
personas no aportaron información al respecto, y aunque un caso no sea suficiente para
afirmar en ningún sentido, sí que nos hace remarcar otro paralelismo entre la salida del
armario BDSM y la LGTBI+: el papel positivo que tienen las redes de apoyo. Hay que
remarcar un punto que Cornett (1993) no menciona, y que en Martín (2016) sí que tiene
más peso (posiblemente por las fechas en que se redactaron cada uno), como es el de las
redes sociales. Pocas personas usaron las redes sociales como método para informar a
familiares, y las que lo hicieron, lo hicieron como forma indirecta (como E3), como forma
de dar a entender una preferencia y dejar que sean las otras personas (familiares o
amigos/as) quienes saquen el tema y solo en dicha situación, abordarlo. El uso de las redes
sociales, ya sea de forma activa o pasiva es también un método usado en la comunidad
LGTBI+ (Martín 2016), si bien dicho autor advierte de los riesgos que tiene la falta de
control que rodea a todo lo que se cuelga en la red. Ahora bien, desde la gay affirmative
psychology se habla sólo de los métodos elegidos voluntariamente. En cambio, en el
presente estudio se han encontrado situaciones en las que la persona es obligada a dicho
outing. El outing obligado puede ser una estrategia lesiva muy importante, tal como
afirma Bruquetas (2000), si bien su uso habitual es ante la opinión pública o la sociedad
en general, y no hacia la intimidad de la familia. La situación actual en España, de
aceptación de la comunidad LGTBI+ (PRC 2014) hace que los outings obligados hayan
reducido su frecuencia (Petit 2003; Villaamil 2004). En cambio, la proporción detectada
en las personas entrevistadas dejan la puerta abierta a considerar que puede ser una
práctica aún presente para con la comunidad BDSM.
Siguiendo con las hipótesis de similitud entre la comunidad LGTBI+ y la BDSM,
encontramos que las motivaciones aducidas por las personas entrevistadas presentan
paralelismos con las que presentan Martín (2016) y Cornett (1993). Como mencionan
dichos autores, dentro del proceso de autoaceptación de la propia identidad sexual, los
individuos pasan por una serie de etapas que suelen culminar con el deseo de compartir
dicha identidad con sus seres queridos (ya sean de sangre o de elección). Los motivos
registrados en el presente estudio (autoaceptarse, sincerarse, querer compartir) casan con
dichas fases finales del proceso.
Viendo pues que existen paralelismos entre métodos y motivaciones, entre las dos
comunidades, se pueden dar por cumplidas las hipótesis H1.1 y H1.2 y, por extensión, la
hipótesis H1, recordando que existen particularidades que marcan puntos de diferencia
entre ambos fenómenos.
Siguiendo con las hipótesis y viendo los resultados desde la óptica de los efectos que la
salida del armario de una persona tiene ante su entorno familiar, la hipótesis H2.1 suponía
la existencia de mayor cantidad de respuestas neutras y negativas que no positivas. En los
datos recogidos se han obtenido 4 respuestas neutras y 9 respuestas negativas, en frente
de 12 de positivas. A nivel micro, considerando únicamente la muestra analizada, se
podría considerar que 13 contra 12 no supone una diferencia suficientemente significativa
como para considerar que hay una tendencia hacia un sentido. Ahora bien, se pueden
contextualizar los resultados con la ya analizada comunidad LGTBI+. Villaamil (2004)
afirma como el avance de la aceptación de la homosexualidad por la sociedad española
ha hecho que se puedan encontrar una mayoría de respuestas positivas por parte de las
familias (siempre matizando en los condicionantes sociales en los que se encuentren
dichas familias, señalando la localización geográfica o el tradicionalismo en la dinámica
familiar como elementos clave para facilitar el tener una respuesta en uno u otro sentido).
Si bien Villaamil (2004) no concluye datos cuantificados sobre esta mayoría de
respuestas, a nivel cualitativo se puede reflexionar cuán lejos la casi paridad de respuesta
detectada está de lo que se llamaría “mayoría”. Con esta conclusión deducida, cabría
pensar en la causa de que el BDSM sea un tipo de sexualidad menos aceptado actualmente
por las familias. En la imagen que puedan tener los familiares de estas personas sobre la
sexualidad BDSM que justifique una respuesta de signo más negativo que en los casos
LGTBI+.
En la segunda hipótesis de este apartado, la H2.2, se suponían unas consecuencias a largo
plazo de rechazo y bloqueo. Otra vez, los resultados obtenidos apuntan hacia esta
dirección. Los cambios ocurridos en España para con la comunidad LGTBI+ y su
sexualidad (Petit 2003) redundan en una mayor aceptación por parte de los familiares. Y
mayor aceptación equivale a menores consecuencias negativas. Son contados los casos
en los que actualmente se siga aplicando tratamiento psicológico a personas LGTBI+ para
“cambiar” su orientación, y cuando sale a la tribuna mediática el caso de una clínica o
profesional que sigue abogando por dicha orientación, la opinión pública rápidamente se
ocupa de condenarlo. No por nada se condena éticamente los tratamientos con dicha
finalidad (Montoya 2006). Por el contrario, que sólo con una muestra de 13 personas se
haya encontrado un caso en el que a la persona en cuestión se la obligara a ir a terapia
debería hacernos sospechar sobre la prevalencia de dichas situaciones/consecuencias en
la comunidad BDSM. Y si bien con un caso no se puede hacer una generalización, si a
este le sumamos el hecho que la sexualidad de una persona puede acarrearle el divorcio
(2 casos más de la muestra) o el bloqueo más absoluto sobre el tema, sí que se puede
empezar a sospechar con mayor amplitud de la existencia de un mayor panorama de
rechazo hacia una sexualidad, la BDSM, por ser diferente, o por tener todavía un gran
desconocimiento detrás o una fuerte carga negativa (Sáez&Viñuales 2007). ¿Sería
socialmente aceptado pedir a alguien “no ser gay”? ¿Cómo es pues, que se hayan
detectado varios casos en el presente estudio en el que se instó al familiar en cuestión,
que abandonara su sexualidad BDSM? Si algo no tiene una carga moral/emocional
negativa, no se pide que sea abandonado.
Sumando ambas explicaciones, se corrobora la veracidad de las hipótesis H2.1 y H2.2 y,
como en el caso del grupo de hipótesis anteriores, se constata la validez de la hipótesis
general 2, de que entre los familiares de los practicantes del BDSM existe un tabú sobre
dicha sexualidad.
Conclusiones
Si bien la muestra conseguida, con tan solo 13 casos no se puede considerar representativa
ni extrapolable al grueso de la comunidad BDSM (comunidad de la cual, como se ha
indicado, no se tienen datos precisos sobre su tamaño), los resultados de ella obtenidos
permiten haber corroborado las hipótesis planteadas. La sexualidad sigue siendo un tabú
dentro de la familia, y la integración de ésta genera situaciones conflictivas. Situaciones
que fácilmente pueden llevar a la táctica del bloqueo informativo. Una situación que se
hace más presente cuando dicha sexualidad se trata de una variante minoritaria,
desconocida (como en el caso de E3, cuyos padres no sabían a qué se refería su hijo al
hablar de bondage), y sobre la que pesa un fuerte estigma social (Brown 2010). La ojeada
superficial que da el presente estudio, adolece de una muestra de tamaño reducido, no
representativa, así como de una falta de aleatoriedad en la elección de las personas que la
integran. Ello no solo resta validez externa a los resultados (no extrapolables) si no que
ha dejado fuera a realidades personales que por el mismo desarrollo del estudio al final
no han acabado formando parte del mismo. Como el caso de una chica que participó en
la mesa redonda pero luego no lo hizo en la serie de entrevistas, caso que aportaba
información sobre el outing como herramienta lesiva (en su caso, por parte de su exmarido
ante familia, amigos y trabajo, como parte de las hostilidades del divorcio en que se
encontraban).
A pesar de ello, se abre la puerta hacia un fenómeno poco estudiado en España. Permite
visualizar una realidad no contrastada todavía: ¿existe discriminación para con las
personas practicantes del BDSM? ¿O se trata simplemente de kinkyfobia interiorizada,
sin base real? Una realidad que merece un estudio en mayor profundidad, incorporando,
como perspectiva importante, el punto de vista de los familiares (tanto sobre el mismo
acto del coming out como respecto a la sexualidad BDSM en general y a los familiares
que la practican).
Agradecimientos
El autor del artículo quiere agradecer a todas las personas que participaron
voluntariamente en la investigación, abriendo su intimidad y compartiendo sus
experiencias. Así mismo, quisiera agradecer la colaboración del Club Social Rosas5, por
su apoyo desinteresado y por facilitar los contactos.
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