Post on 20-Jul-2015
Durante la última década se ha triplicado el
acceso a la red de telefonía, fija y móvil.
Las diferencias en este campo configuran
desigualdades alarmantes: el 97% de los
africanos no tiene acceso a las nuevas
tecnologías de información y comunicación,
mientras Europa y Estados Unidos
concentran un 67% de los usuarios de
Internet.
Los rasgos cognitivos y socioculturales
están distribuidos y son apropiados de
maneras muy diversas. Generan
diferencias, desigualdades y desconexiones.
Los saberes científicos y las innovaciones
tecnológicas están desigualmente
repartidos entre países ricos y pobres,
entre capas educativas y edades, la
problemática de la diversidad cultural, y los
estudios sobre ella, deben formar parte de
la consideración teórica, la investigación
empírica y el diseño de políticas en este
campo.
Al globalizarse los intercambios
económicos, las migraciones, los medios
de información y entretenimiento, las
condiciones ecológicas y muchas
enfermedades, se requiere una
concepción que reconozca las diferencias
junto con las desigualdades, las
interconexiones entre sociedades con
formas distintas de conocimiento
Los debates sobre la sociedad de la
información o del conocimiento se ven en
la necesidad de reconocer las muchas
formas de «diversidad cultural». Algunas,
como las que se deben a lenguas,
religiones y modos de organización social,
son antiguas. Otras están asociadas a la
modernidad: diferencias entre clases
sociales ligadas a la industrialización, entre
países desarrollados y subdesarrollados,
entre modos dispares de acceso a la
información y el entretenimiento según
edades y nivel escolar.
La creciente modernización de países orientales
ha acercado sus instituciones y combinación de
saberes al esquema occidental sin prescindir de
su herencia histórica. En tanto, en países
latinoamericanos con amplia población indígena
la medicina tradicional, las prácticas artesanales
y las formas nativas de organización del
conocimiento coexisten con las ciencias.
Pese al reconocimiento desigual que reciben los
saberes científicos y los tradicionales, y a las
tendencias evolucionistas que tienden a
descalificar a las culturas indígenas, los saberes
autóctonos siguen siendo utilizados por vastos
sectores como recursos para la salud, para el
trabajo campesino y la educación cotidiana.
La aceptación del multilingüismo en las escuelas
de algunos países y la aparición de
universidades indígenas indican cierto equilibrio
entre lo tradicional y lo moderno.
A estos cambios debe sumarse la vasta difusión
de saberes tradicionales y no occidentales
(gastronomías, medicinas no alopáticas, técnicas
de cultivo y procesamiento de energía) en
Europa y Estados Unidos, así como en zonas de
Asia y América latina desarrolladas con
orientación moderna.
Desde una concepción evolucionista podría
verse como paradójico que instrumentos como la
televisión e Internet contribuyan a la expansión
de medicinas tradicionales. O que grupos
indígenas utilicen programas de computación
para registrar y dar continuidad a sus mitos y
cosmovisiones.
Hay dos campos estratégicos en los que
actualmente se juegan los compromisos recíprocos
entre diversidad cultural y sociedades del
conocimiento: a) el papel hegemónico del inglés en
la producción, circulación y apropiación de los
saberes; b) la interacción entre tecnologías
comunicacionales, formas de conocimiento y
estructuras de poder económico y cultural.
El lugar dominante de las ciencias modernas, de
origen occidental, en el desarrollo de las sociedades
de conocimiento va asociado, cada vez más, a la
globalización del inglés y a una
anglonorteamericanización económica, sociocultural
y político-militar del planeta.
El manejo del inglés da acceso a mayor información
no solo en publicaciones especializadas (en papel y
en línea), sino también en redes comerciales, viajes,
participación en congresos, servicios digitalizados
exclusivos y otras instancias de conocimiento y
poder.
El predominio de esa lengua agrava la
distancia de los científicos, técnicos,
profesionales y movimientos sociales
anglófonos respecto de los que no lo son.
Las diferencias socioculturales entre países y
regiones, convertidas en asimetrías y
desigualdades, exigen considerar la tensión
entre la universalidad del conocimiento y las
condiciones particulares de producción y
enunciación de los saberes.
Lo que sucede con el inglés en el ámbito científico
tiene equivalencias en otros circuitos de producción
de saberes y representaciones socioculturales. En las
industrias audiovisuales.
Hubo un primer momento de subordinación y/o
anulación de las diferencias étnicas y regionales en
estos campos, al constituirse espacios educativos y
políticos nacionales monolingües. En el actual tiempo
de globalización, esas operaciones se configuran a
escala internacional en torno del predominio del inglés
en la educación monolingüe para migrantes y en su
trato por parte de los poderes públicos (la atención a
la salud y la política ejercidas en la lengua oficial-
estatal). Son notorias, asimismo, en la hegemonía
mundial de los medios audiovisuales y electrónicos
angloparlantes.
En las últimas décadas se multiplicaron los usos de
tecnologías avanzadas (computacionales, satelitales)
por parte de grupos indígenas y pobres suburbanos.
Que estos sectores excluidos de la educación, de las
lenguas hegemónicas y de otros dispositivos
modernizadores de pronto utilicen las computadoras
para registrar sus leyendas orales, comunicarse con
movimientos equivalentes en zonas lejanas y
establecer solidaridad política muestra la
potencialidad de estos recursos tecnológicos.
Es innegable que la brecha digital genera
desigualdades en productividad e ingresos laborales,
en opciones de movilidad ocupacional, acceso a
mercados, voz y voto en política. La brecha agudiza
los contrastes entre regiones, países y grupos
sociales. Países menos digitalizados se van
recluyendo en el patio trasero de la globalización en
términos de intercambio comercial, valor agregado a
la producción, presencia cultural, protagonismo
político, crecimiento económico y, por todo lo anterior,
bienestar social.
Es necesario educar para la multiculturalidad, o
mejor para la interculturalidad. Una
interculturalidad que propicie la continuidad de
pertenencias étnicas, grupales y nacionales, junto
con el acceso fluido a los repertorios
transnacionales difundidos por los medios urbanos
y masivos de comunicación.
En la medida en que el autoconocimiento de cada
sociedad, y el conocimiento de su lugar entre los
otros, se forma en las redes informáticas y en las
producciones narrativas, musicales y
audiovisuales industrializadas, se requieren
políticas que garanticen la diversidad y la
interculturalidad en los circuitos transnacionales.
Conviene postular el multilingüismo y
el policentrismo tanto en las ciencias
como en las industrias culturales,
aunque sean distintas las razones para
hacerlo, debido a sus dinámicas
diferentes. En la producción científica
ello supone impulsar políticas que
robustezcan el desarrollo endógeno de
investigaciones, publicaciones y
actividades de intercambio en lenguas
diferentes del inglés, y la comunicación
entre esas otras lenguas a través de
traducciones, publicaciones conjuntas,
congresos e investigaciones
comparativas.
Así como no es sensato esperar del
incremento de conexiones la desaparición
de las diferencias, tampoco podemos
esperar que elimine las desigualdades.
Reducir la brecha digital puede aminorar
algunas desigualdades, ante todo las que
generan el acceso inequitativo a los
mensajes y bienes ofrecidos en el
ciberespacio. Pero en la medida en que una
distribución menos desigual de la riqueza
mediática y digital implicaría, , mayor
multilingüismo y policentrismo, es previsible
que se fortalezcan las diferencias y
persistan desigualdades asociadas a ellas.
Seguramente, los avances e intensificación
de las conexiones expandirán el saber,
como ya está ocurriendo.
Inicialmente se presenta el resumen en diapositivas en Power Point
sobre el capitulo 9 del libro Diferentes, desiguales Y desconectados de
Néstor García Canclini, y posteriormente se genera un debate sobre el
multilingüismo , el monolingüismo y el predominio del ingles sobre los
demás idiomas.