Unlibertino:MarioSoldati M · na y ensayista, sobre cuyo último y polémico li-bro,De Hobbes...

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JOSE AGUSTIN GOYTISOLO

EL SOL/Rafael Zarza

Un libertino: Mario Soldati

MARIOSOLDATI,cumplidos ya los85 años, ha vuelto a su ciudad,Turín, para estar presente enun tremendo simposio en su ho-nor que ha durado 12 días, Sol-dati no quería asistir, y tuvie-

ron que llevarle casi a rastras. No le gustan ni loscríticos literarios ni los críticos de cine, y le mo-lesta la gente bonita, la buena sociedad que se lasda de culta. Algo se debía él sospechar, pues efec-tivamente la sala del Museo del Cine y el anfitea-tro del Massimo estaban llenos de profesores, crí- .ticos y ensayistas, trajes como de figurín y des-lumbrantes joyas que asomaban debajo de carísi-mos abrigos de pieles.

Mario Soldati sólo estuvo ante el público en uncoloquio mano a mano con Norberto Bobbio, queresultó ser lo más divertido y creativo de todo loque se dijo en su honor, excepción hecha de lasproyecciones de muchas de sus películas. Críticosy ensayistas se quedaron, como dijo Alessio Alti-ehíerí, sin poder embalsamar a Mario Soldatí, quepasó todos esos días recorriendo las trattories ylos caffé-tabacchi que había frecuentado cuandovivía fijo en Turín; algunos periodistas dieron conél, y si alguno le caía bien, se dejaba entrevistar,cosa que no ocurrió muchas veces.

El simposio se titulaba Mario Soldati, la escri-tura Y la mirada, aludiendo a las dos facetas de es-te hombre. En los años veinte y treinta, en Turín,se reunieron varios intelectuales que iban a serluego muy conocidos. Eran el sardo AntonioGramscí, que vivía en esa ciudad desde 1911,esdecir, desde cuando tenía 20 años, y allí siguió,fundando con Togliatti el PCI y dirigiendoL'Uniui, hasta que fue detenido en 1926y condena-do en 1928a 20años de cárcel, en Roma, en dondemurió; Carlo Levi, novelista turínés nacido en1902,desterrado por los fascistas a la Lucana, endonde escribió su obra más conocida, Cristo se de-tuvo en Évoli; Piero Gobettí, nacido el mismo añoy también turínés, ensayista y autor de La para-doja del espíritu ruso, y que después de ser deteni-do y brutalmente torturado por la policía de Mus-solíní, consiguió huir a Francia, pero murió en unhospital de París, a consecuencia de las lesionesinternas que los fascistas le habían provocado, en1926,cuando tenía 24 años. Los más jóvenes delgrupo eran: Norberto Bobbio, profesor de Filoso-na y ensayista, sobre cuyo último y polémico li-bro, De Hobbes a Marx, escribí en febrero de esteaño, y en esta Segunda plana, un artículo llamadoPensando en Bobbio, evocación de una rocambo-lesca y divertida visita que le hice en Turín; Ma-rio Soldatí, nuestro personaje de hoy, al que estoytratando de situar en su entorno, turinés y de lamisma edad que Bobbio, creo, es decir, nacidosambos en 1906;y por último, el extraordínariopoeta y novelista Cesare Pavese, piamontés, de unpueblo cercano a Turín, llamado San Stéfano Bel-bo, también desterrado por los fascistas y autor dedos valiosísimos libros de poesía, varias novelasy cuentos y un diario, El oficio de vivir; se suicidóen 1950,cuando tenía 42años,

Vuelvo a Mario Soldati. No hizo como los de-más escritores ya citados: era antifascista, pero noquería ni podía aguantar en una ciudad que nun-ca le gustó.y se fue. Así apareció América, primeramor, y luego la sorpresiva narración Salmacis,que recuerdo muy bien; Salmacis es una ninfa dela mitología griega, que vivía en una fuente, a laque un día fue a bañarse Hermafrodita, un hijo de

Hermes y Afrodita: al ver tanta belleza, la ninfa seaferró a Hermafrodita y pidió a los dioses quenunca separaran sus cuerpos, cosa que los diosesconcedieron, así como también el deseo de Her-mafrodita de que cualquier hombre que se bañaraen la fuente perdiera su virilidad. Esto, en versiónde Soldatí, resulta fascinante. Siguen La casa delporqué, El arquitecto, El buen rrwmento ...

Pero entre escrito y escrito, se va desarrollan-do su labor de director cinematográfico, en Italiay en América. Dirigió más de 30 peliculas, no to-das de gran calidad, por supuesto. Se atrevía contodos los géneros, desde la intriga a la tragedía,pasando por lo que él llama il divertimento. Re-cuerdo, es normal, los filmes más logrados: Peque-ño mundo antiguo, con la entonces joven AlidaValli;Eugenia Grandety La mujer del río, con So-na Loren. Y también Guerra y paz, que dirigió alalimón con King Vidor. En Turín, durante esosdoce días que han dedicado a Mario Soldatí, se hapasado casi toda su obra como director: algo asícomo dos películas diarias. Y dos documentalesde propina, bellísimos: Viaje al Valle del Po y Pe-dazos de América.

Mientras en una de las muchas mesas redon-das, profesores y ensayistas intentaban hallar lasraíces piamontesas y turinesas para montar cual-.quier barbaridad sobre la prosa tardorrománticadel homenajeado, Soldati se despachaba a gustoen un café con un periodista del Corriere: ''Me heabandonado siempre al pecado con arrebato, conauténtico placer." O bien: "Cuando era joven es-cribía en primera persona; eso me permitió, enuna narración, fingirme un viejo sesentón que seenamoraba de la mujer de su hijo preferido. Estome excitaba muchísimo, porque yo adoraba a mihijo. También la muchacha gozaba al pecar con-migo. Irse uno a la cama con su propia nuera, algoputtana: ¡es el placer máximo!" O: "Si empleo miyo, pero eri tercera persona, puedo jugar con elpersonaje de un famoso director de cine, sometidoal placer que le da Olga, una joven amiga de sumujer, y que pide a la muchacha, para saberseaún más esclavo, que se siente, desnuda, sobre surostro."

Mejor que no haya dicho estas cosas en públi-co, ante la buena sociedad turinesa. Hay historiasy declaraciones que, aunque los bienpensantes laslean con placer, su pudor les impide escucharlasen público. No ha faltado, naturalmente, un críti-co turinés que ha declarado que Mario Soldati"es, intelectualmente, un libertino". Yellibertinoseguía andando por las calles y plazas de su ciu-dad, de la que en Italia se dice que es "falsa y cor-tés", y él, como para contradecir, se mostró "au-téntico y malcriado".

Siento no haber estado en el mano a mano en-tre Mario Soldatí y Norberto Bobbio: dos viejoszorros, dos auténticos hombres de cultura, dosgrandes amigos. La reseña del diálogo que sostu-vieron es incompleta. Aun así, leo que Bobbio lehizo contar historias de su juventud. "¿Te acuer-das, Mario, de El casto gallo?" "Ah, sí, una can-ción que escribí en 1923o así." "¿Ytú eras el castogallo, no?" "Sí, sí, entonces soñaba siempre enmujeres, pero nada; estaba atormentado con esode las mujeres, y sólo después de casado, empecéa tener éxito con otras muchachas " "Eres ungran embustero" "¡Pues anda que tú !"

¿A quién querían embalsamar los críticos, pro-fesores y entendidos? Mario Soldati no les sirve:que busquen a otro.