Post on 12-Jan-2016
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“VE ENTRENÁNDOTE”CITIUS, altius, fortius: más rápido, más alto, más fuerte. Este lema resume las
aspiraciones de los atletas griegos y romanos de la antigüedad. Con el
“beneplácito” de los dioses y bajo la atenta mirada de miles de espectadores, se
celebraron durante siglos grandes certámenes deportivos en Olimpia, Delfos,
Nemea y el istmo de Corinto. El privilegio de competir en ellos era el fruto de
muchos años de ardua preparación, y conseguir el triunfo elevaba a la gloria tanto
a los ganadores como a sus ciudades natales.
En dicho contexto cultural, no es de extrañar que en las Escrituras Griegas
Cristianas se asemeje en diversas ocasiones la carrera espiritual del cristiano a
encuentros deportivos. En efecto, los apóstoles Pedro y Pablo usaron
magistralmente imágenes extraídas de los juegos para transmitir con fuerza
algunas enseñanzas. En nuestros tiempos prosigue la misma intensa carrera. Los
cristianos del siglo primero se enfrentaban al orden de cosas judío; nosotros, a un
mundo condenado a la destrucción (2 Timoteo 2:5; 3:1-5 ). A algunos, el “certamen
de la fe” les resulta largo y agotador (1 Timoteo 6:12,Franquesa-Solé). Por ello,
será muy provechoso examinar varias imágenes deportivas que emplea la Biblia.Un magnífico preparador
El éxito del atleta depende a buen grado del preparador. Con referencia a los
juegos de la antigüedad, la obra Archaeologia Graeca señala: “Los contrincantes
tenían la obligación de jurar que habían pasado diez meses completos realizando
ejercicios preparatorios”. Los cristianos también necesitamos un adiestramiento
riguroso. Pablo dio este consejo a Timoteo, superintendente cristiano: “Ve
entrenándote con la devoción piadosa como mira” (1 Timoteo 4:7). ¿Quién es el
preparador del “atleta” cristiano? Nada menos que Jehová. Como escribió el
apóstol Pedro, “el Dios de toda bondad
inmerecida [...] terminará élmismo el entrenamiento de ustedes; él los hará firmes,
él los hará fuertes” (1 Pedro 5:10).
La expresión “terminará [...] el entrenamiento de ustedes” traduce un verbo
griego que, según la obra Theological Lexicon of the New Testament, significa
esencialmente “hacer que un objeto [o un ser humano] sea adecuado para su
propósito, prepararlo y adaptarlo para su uso”. De igual modo,
el Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del NuevoTestamento exhausti
vo señala que este verbo se define como “hacer apto, equipar, preparar”. ¿De qué
formas se encarga Jehová de “hacer apto, equipar [y] preparar” a cada uno de
nosotros para la ardua carrera cristiana? Con objeto de entender esta
comparación, veamos algunos métodos que usaban los entrenadores.
El libro The Olympic Games in Ancient Greece (Los Juegos Olímpicos en la
Grecia antigua) dice: “El adiestrador del joven seguía dos métodos esenciales. El
primero pretendía animarlo a esforzarse al máximo por obtener los mejores
resultados, y el segundo, inducirlo a mejorar su técnica y estilo”.
Así mismo, Jehová nos alienta y fortalece para que alcancemos todo nuestro
potencial y mejoremos nuestras aptitudes en su servicio. Nuestro Dios nos vigoriza
mediante la Biblia, su organización terrestre y los hermanos espirituales maduros.
Algunas veces se vale de la disciplina (Hebreos 12:6); otras, permite que nos
sobrevengan diversas pruebas para que cultivemos aguante (Santiago 1:2-4).
Sea como fuere, siempre nos da las fuerzas requeridas. El profeta Isaías señala:
“Los que estén esperando en Jehová recobrarán el poder. Se remontarán con alas
como águilas. Correrán, y no se fatigarán; andarán, y no se cansarán” (Isaías
40:31).
Sobre todo, él nos concede con generosidad su espíritu santo, que nos fortalece
para seguir sirviéndole de forma acepta a sus ojos (Lucas 11:13). Muchos siervos
de Dios llevan bastante tiempo soportando situaciones graves que ponen a prueba
su fe. Son personas normales, como cualquiera de nosotros, pero su confianza
absoluta en Jehová les permite perseverar. Ciertamente, “el poder que es más allá
de lo normal [es] de Dios y no el que procede de nosotros” (2 Corintios 4:7).Un preparador compasivo
Según cierto erudito, una de las misiones del preparador era “determinar qué
ejercicios debía realizar cada atleta, con qué frecuencia y para qué deporte”. Dios
nos adiestra atendiendo a nuestras circunstancias, aptitudes, constitución y
limitaciones personales. Al recibir esta formación de Jehová, no es raro que le
imploremos como Job: “Recuerda, por favor, que del barro me has hecho” (Job
10:9). ¿Cómo reacciona nuestro compasivo preparador? David escribió lo
siguiente acerca de Jehová: “Conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda
de que somos polvo” (Salmo 103:14).
Puede que uno padezca una grave dolencia que limite su participación en el
ministerio, o que lidie con una baja autoestima. Tal vez luche por superar un mal
hábito, o crea que no puede afrontar la presión de sus vecinos o de sus
compañeros de trabajo o de estudios. Sin importar cuáles sean nuestros
problemas, no olvidemos que Jehová los comprende mejor que nadie —incluso
que nosotros mismos— y es un preparador que se interesa en nosotros y siempre
está dispuesto a ayudarnos si nos acercamos a él (Santiago 4:8).
En la antigüedad, los preparadores “sabían distinguir cuándo el agotamiento o la
debilidad no se debían al ejercicio, sino a causas psicológicas, como el mal humor,
la depresión y así por el estilo. [...] Su jurisdicción era tan amplia que hasta
inspeccionaban la vida privada de los atletas e intervenían en ella cuando lo
estimaban oportuno”.
¿Nos sentimos a veces agotados o débiles a consecuencia de las incesantes
presiones y tentaciones de este mundo? Jehová, nuestro preparador, está muy
interesado en cada uno de nosotros (1 Pedro 5:7). Siempre está pendiente de
cualquier signo de debilidad o fatiga espiritual. Aunque respeta nuestro libre
albedrío, también se preocupa por nuestro bienestar eterno, de modo que
no escatima ayuda ni corrección cuando las necesitamos (Isaías 30:21). ¿Cómo lo
hace? Mediante la Biblia y las publicaciones cristianas, así como los
superintendentes de la congregación y nuestra amorosa hermandad.“Autodominio en todas las cosas”
Claro, el triunfo no dependía solo de que el preparador fuera bueno. Un factor
determinante eran las características del atleta y la entrega con que realizara el
duro entrenamiento. El régimen de vida era estricto, pues requería una rigurosa
abstinencia sexual y alimentaria. Horacio, poeta del siglo I a.E.C., señaló que, para
alcanzar “la ansiada meta”, los contendientes “se abst[enían] de las mujeres y del
vino”. Y según el biblista F. C. Cook, debían someterse “a una dieta moderada y
frugal [...] durante diez meses”.
Pablo se valió de esta analogía al escribir a los cristianos de Corinto, ciudad que
conocía muy bien los cercanos Juegos Ístmicos: “Todo hombre que toma parte en
una competencia ejerce autodominio en todas las cosas” (1 Corintios 9:25). El
cristiano verdadero huye del materialismo, la inmoralidad y la impureza del mundo
(Efesios 5:3-5; 1 Juan 2:15-17 ). También debe eliminar las características impías o
contrarias a los preceptos bíblicos y sustituirlas por cualidades cristianas
(Colosenses 3:9, 10, 12 ).
¿Cómo logra este objetivo? Veamos la respuesta que da Pablo recurriendo a
una imagen impactante: “Aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo, para
que, después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado
de algún modo” (1 Corintios 9:27).
¡Qué vigoroso comentario! Pablo no recomendaba la mortificación física; tan
solo admitía que luchaba con sus conflictos internos. Aunque a veces hacía lo que
no quería y dejaba de hacer lo que deseaba, luchaba para que no lo controlaran
las debilidades. Así, ‘aporreaba su cuerpo’, es decir, dominaba enérgicamente los
deseos y características carnales (Romanos 7:21-25).
Todos los cristianos han de actuar así. Pablo mencionó algunos cambios que
realizaron diversos hermanos corintios que en su día habían sido fornicadores,
idólatras, homosexuales, ladrones y así por el estilo. ¿Qué les permitió cambiar?
El poder de la Palabra de Dios y del espíritu santo, aunado a la resolución de
seguir la guía que proporcionan. Pablo agregó: “Pero ustedes han sido declarados
justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios”
(1 Corintios 6:9-11). Pedro indicó algo parecido con respecto a quienes habían
abandonado vicios como aquellos. Eran cristianos que habían realizado
verdaderos cambios (1 Pedro 4:3, 4).Encaminemos bien nuestros esfuerzos
Pablo ilustró su determinación y claridad de objetivos espirituales al decir: “La
manera como estoy dirigiendo mis golpes es como para no estar hiriendo el aire”
(1 Corintios 9:26). ¿Cómo dirigía un contendiente sus golpes y empujones? El
libro Los griegos. Su vida ycostumbres da la respuesta: “No sólo se requería
fuerza bruta, sino también un ojo firme para descubrir los puntos débiles del
antagonista. No menos útiles eran ciertos empujones diestros aprendidos en las
escuelas de lucha y la rapidez en burlar al antagonista”.
Uno de nuestros oponentes es nuestra naturaleza imperfecta. ¿Hemos
descubierto los “puntos débiles” que tenemos cada uno? ¿Estamos dispuestos a
vernos como nos ven los demás, y particularmente Satanás? Para ello es preciso
realizar una autocrítica sincera, un auténtico examen de conciencia, y tener la
voluntad de hacer cambios. No es difícil engañarse a uno mismo (Santiago 1:22).
¡Qué fácil es justificar la conducta imprudente! (1 Samuel 15:13-15, 20, 21 .) Sin
embargo, sería lo mismo que “estar hiriendo el aire”.
En estos últimos días, quien desee agradar a Jehová y obtener la vida eterna
no puede darse el lujo de titubear a la hora de elegir entre el bien y el mal, entre la
congregación de Dios y el mundo corrupto. Tiene que evitar las vacilaciones y
no ser “indeciso, inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:8). Nunca debe
derrochar energías en metas vanas. Si sigue con resolución el camino recto, vivirá
feliz y logrará que su “adelantamiento sea manifiesto a todos” (1 Timoteo 4:15).
En efecto, la carrera cristiana sigue en marcha. Jehová, nuestro Gran
Preparador, nos proporciona amorosamente las instrucciones y ayudas necesarias
para perseverar y salir al fin vencedores (Isaías 48:17). Como los atletas de la
antigüedad, tenemos que disciplinarnos, dominarnos y actuar con decisión en la
lucha por la fe. Nuestros esfuerzos bien encaminados serán recompensados con
creces (Hebreos 11:6).
[Recuadro de la página 31]“Untándolo con aceite” En la antigua Grecia, parte de la preparación atlética la realizaba el alipte (“ungidor”), cuyo trabajo era frotar con ungüentos los cuerpos de los hombres que iban a ejercitarse. Los preparadores “habían observado los beneficios de un buen masaje antes del entrenamiento, y que las fricciones suaves y cuidadosas contribuían a que el deportista se distendiera tras una larga sesión de ejercicios”, explica el libro The Olympic Games inAncient Greece. Así como la aplicación de aceite al cuerpo tiene efectos calmantes y terapéuticos, la aplicación de la Palabra de Dios a un fatigado “atleta” cristiano puede corregirlo, confortarlo y sanarlo. De ahí que Jehová exhorte a los ancianos de la congregación a orar por tal hombre y, simbólicamente hablando, “[untarlo] con aceite en el nombre de Jehová”, medida esencial para su recuperación espiritual (Santiago 5:13-15; Salmo 141:5 ).
[Ilustración de la página 31]
Después de ofrecer un sacrificio, los atletas juraban que se habían preparado durante diez meses