Desde el inicio de la humanidad ha existido el espionaje.

Con la invención del teléfono, el hombre ha querido escuchar conversaciones ajenas.

Escuchar las charlas telefónicas de otros es un delito equiparable a la violación de correspondencia e incluso al allanamiento de un domicilio ajeno.

La entrega de grabaciones o transcripciones a un medio de comunicación para que las publique es un delito grave.

Las conversaciones entre personajes públicos, que al hacer una llamada telefónica se desenvuelven en el ámbito de su vida privada, han llegado a ser difundidas en la prensa.

Hoy en día la intercepción profesional se realiza con aparatos muy pequeños, sin alambres .

El combate al espionaje se ha vuelto muy sofisticado. La fabricación de dispositivos para identificar, neutralizar o evitar la intercepción telefónica ocupa hoy a un segmento importante en la tecnología de las comunicaciones.

En algunas ocasiones la intercepción telefónica se considera legítima.

En ocasiones ese espionaje tiene propósitos de inteligencia y control políticos. En otras, forma parte de la persecución al delito organizado.

Grabar conversaciones de otros sin autorización judicial son considerados delitos en contra del derecho a la intimidad y la privacía.

Intercepciones con permiso del juez:

España Francia Italia Colombia

En Estados Unidos, privacía pisoteada

Está prohibida la intercepción por parte de particulares, pero esa práctica se permite para “oficiales relacionados con la investigación o prevención de delitos graves y sólo después de obtener la autorización de la Corte”.

Existen 49 causas de aprobación para intervenir teléfonos

Las conversaciones, parte de la intimidad

En México, el espionaje telefónico ha sido equiparado con el cateo domiciliario y por lo tanto, su realización sin permiso judicial se ha considerado violatoria de la privacía en el domicilio .