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Volver a los héroes.
Lecturas sobre los próceres desde el siglo XX.*
Por: Alexander Betancourt Mendieta
Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades Universidad Autónoma de San Luis Potosí
alekosbe@uaslp.mx
Después de la consumación de las gestas de la Independencia surgió la
necesidad de establecer “cómo habían ocurrido verdaderamente las cosas”
desde que se iniciaron dichos procesos en el año axial de 1810. Pero no sólo
era cuestión de determinar cómo, cuándo y quiénes participaron, también se
pretendió exaltar las acciones de aquellos que habían participado de forma
efectiva en los sucesos que desencadenaron la separación de América de la
Corona de España. Es aquí donde los primeros esfuerzos de algunas obras
con carácter histórico empezaron a dar impulso a la consagración de aquellos
momentos iniciales.
El interés por establecer los acontecimientos desatados en 1810 en
todos los territorios hispanoamericanos no se debió sólo al esclarecimiento de
un momento trascendental en la conformación de una nueva realidad, el origen
de la vida republicana, sino en la determinación del papel que jugaron quienes
participaron en esos hechos y en la búsqueda de indicios en sus acciones que
pudieran establecer a posteriori la vinculación de ciertas actitudes con la
conformación de determinados proyectos políticos.
* Texto elaborado a partir de un trabajo en proceso de publicación: “El héroe nacional. Aproximaciones a una construcción histórica”, enviado para las Memorias del XIV Congreso Colombiano de Historia, Tunja, 12 al 16 de agosto de 2008.
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Los sobrevivientes a los acontecimientos militares de la Independencia y
muchos de los que participaron en la consolidación política del sistema
republicano en los años veinte del siglo XIX, vertieron en el papel la versión
que tenían sobre esos acontecimientos, especialmente a través de una amplia
actividad epistolar, en la producción de informes oficiales y, más frecuente aún,
mediante la publicación de memorias que trataban de consagrar a la
Independencia como el suceso más relevante de las nacientes republicas
separadas de la Corona.
Sin embargo, quienes alcanzaron un lugar central en el esclarecimiento
de los hechos correspondió a quienes énfaticamente se ubicaron desde la
perspectiva de cronistas, lo cual les sirvió de soporte a su carácter de testigos
imparciales. Fue a partir de esta ubicación ante los hechos que relataron que
se pudieron instaurar los periodos de tiempo precisos de esos acontecimientos.
La importancia trascendental de los “testigos de los hechos” se puede
colegir de la recepción de una obra como la de Carlos María de Bustamente, El
cuadro histórico de la revolución de la América mexicana (1821-1827) y la
Continuación del cuadro histórico (1832). Con este trabajo, el autor se había
propuesto poner en el papel todo lo que había “visto y oído de personas
veraces” sobre los orígenes mismos de la República. Un papel similar tiene la
Historia de la revolución de la república de Colombia (1827) escrita por José
Manuel Restrepo.
Al igual que Bustamente, Restrepo presentó la veracidad de su relato
fundado en su calidad de testigo presencial de muchos de esos
acontecimientos o como un individuo privilegiado que estuvo en contacto con
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“personas veraces” y que también tuvo a la vista muchos de los documentos
primordiales.
Pero la escritura de la Independencia debía contar con el
desenvolvimiento de los procesos políticos y militares posteriores a su
consumación. Rapidamente surgió el enfrentamiento entre facciones y
proyectos políticos distintos y encontrados que se concretaron en agitadas
pugnas políticas que se dirimían bajo el peso de las armas. Bustamante y
Restrepo no fueron ajenos a ese devenir azaroso y el papel de la pluma que
participaba de la política volvió a relucir. De ahí la necesidad que entrevieron
ambos autores de publicar una segunda edición de sus obra con “algunas
adiciones documentales, varias aclaraciones y abundantes notas”, que
permitían actualizar la veracidad de los relatos y entraban de lleno a participar
en las disputas políticas. Este el sentido de la reaparición del Cuadro entre
1843-1846 y de la Historia en 1854.
Los criterios de veracidad a los que apelaron estos autores; además de
su peso como personajes públicos, llevaron a que sus obras adquirieran un
importante prestigio, pese a las sospechas que podían entresacarse de
algunas noticias que traían a cuento. Sin embargo, la posibilidad de acotar de
manera precisa el momento originario de la Independencia convirtió a este tipo
de testigos omnipresentes, como Bustamente y Restrepo, en “prisiones
historiográficas”, como acertadamente definió Germán Colmenares a la obra de
Restrepo. Todo aquello que se ha podido decir sobre los acontecimientos
relacionados con la Independencia nacional tiene que partir de sus datos,
contar con los cortes temporales que implantaron, pero sobre todo con el
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carácter excepcional de los acontecimientos que relatan y las peculiaridades de
las personas que participaron en ellos.
El presente y los acontecimientos más inmediatos fueron la materia
prima de las primeras historias nacionales. Situación que no llegó a ser un
problema para el positivismo historiográfico que campea aún en el mundo
cultural latinoamericano y que fue el instrumento a través del cual se estableció
el carácter primordial de aquellas obras y del papel principal de sus autores en
el panorama de la memoria nacional.
El desenvolvimiento de la escritura de la historia profesional en estas
últimas décadas, y el arribo paulatino a la conmemoración de los bicentenarios
de la Independencia ponen sobre la mesa el reto propuesto a la escritura de la
historia por las obras de Bustamante y Restrepo.
Referencias de lo heroico nacional
Los esfuerzos glorificadores tuvieron también otras referencias culturales
en los hombres de letras que impulsaron y buscaron la legitimación del
presente y el futuro del Estado naciente. Los intentos historizantes para
justificar el presente y el futuro del Estado que construyeron se concentraron en
destacar quiénes habían sido los hombres excepcionales que habían
ofrendado sus vidas con miras a hacer realidad el proyecto republicano.
En casi toda América Latina, la Independencia de la Corona española
constituyó el origen de la historia republicana y el comienzo de nuevos
procesos políticos, sociales y culturales a nivel nacional y continental. Por eso,
no es extraño encontrar en muchos autores decimonónicos liberales, a lo largo
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del continente, la negación de las tradiciones precolombinas y Coloniales,1 pero
también la búsqueda de referentes que les permitieran comprender el momento
presente.
Una de las referencias socorridas para enaltecer los alcances de la
Independencia fue la apelación a la teoría histórica de Thomas Carlyle, que
afirmaba:
La más triste prueba de pequeñez que puede dar un hombre es la
incredulidad en los grandes hombres. El síntoma más pobre de una
generación es la ceguera general ante la llama espiritual, que pone su
única fe en el haz de leña. Es la consumación final de la incredulidad.
Observamos que en toda época fue el Gran Hombre salvador
indispensable de su tiempo, la llama sin la cual nunca se hubiera
encendido el haz. Ya dije que la Historia del Mundo es la Biografía de los
Grandes Hombres.2
Escritas en 1840, las afirmaciones del prestigioso autor escocés se convirtieron
en un referente básico para la elaboración de los relatos históricos nacionales
en América Latina. Los autores de esos relatos en la segunda mitad del siglo
XIX, partieron de aquel principio fundamental y a partir de allí, las
consagraciones de los héroes nacionales se hicieron desde las perspectivas
del triunfo de las ideas republicanas, y por supuesto, en un clima de disputas
de todo orden, aquellos que eran opositores de estos principios fueron
1 Friedhelm Schmidt-Welle, “El liberalismo sentimental hispanoamericano”, en Ficciones y silencios fundacionales. Literaturas y culturas poscoloniales en América Latina (siglo XIX), Madrid/Frankfurt, Iberoamericana Vervuert, 2003, pp. 317-336. Me refiero a cierto liberalismo radical que planteaba una crítica furiosa a cualquier indicio de herencia Colonial, como sucede con José Victorino Lastarria, Francisco Bilbao, José María Samper, entre otros. O a los intentos de borrar cualquier indicio de referencias indígenas como origen del pasado nacional como ocurrió con el proyecto liberal de Domingo Faustino Sarmiento en la Argentina. Estos son los casos extremos; sin duda hay matices en estas consideraciones, y en el caso de México y Perú hay una clara tentativa de legitimar la República a partir de la grandeza prehispánica. 2 Thomas Carlyle, “Primera Conferencia. El héroe como divinidad. Odin. El paganismo: mitología escandinava” (Martes, 5 de mayo de 1840), en Carlyle, De los héroes, el culto de los héroes y lo heroico en la historia, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Editorial Océano, 1999, p. 14
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borrados de la memoria nacional. Cuando Bartolomé Mitre escribió la Historia
de Belgrano (1859), uno de los textos básicos de la historiografía nacional
argentina, afirmó que esa biografía presentaba un tipo de virtud republicana
copiado al natural de un hombre que consagra su vida por un ideal y por una
fe; de tal suerte que es una obra dedicada a un hombre que puede “servir de
ejemplo y de lección”.3
La virtud y el ejemplo era la finalidad de esta exaltación individual. Pero
las referencias hacían parte de las luchas por establecer un proyecto nacional,
una vez conseguida la Independencia, y los rasgos de la personalidad heroica
respondieron al desenvolvimiento de los diversos grupos que tenían proyectos
políticos e intereses que divergían entre sí.
La segunda Independencia: la fuente de nuevos héroe s
La recurrencia de la amenaza extranjera en la mayoría de las nacientes
republicas latinoamericana permitió la consagración de un nuevo momento
trascendental en las historias nacionales. Esta situación paralela a la definición
de los proyectos políticos nacionales, propicio la consagración de una segunda
independencia. Ignacio Zaragoza es prácticamente contemporáneo del héroe
más popular en la actualidad en el Perú, Miguel Grau, que fue consagrado
como tal después de sus hazañas marítimas en la guerra del Pacífico (1879-
1883).4 Es decir, en la segunda mitad del siglo XIX se dio la posibilidad de
3 Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano, Buenos Aires, Imprenta de Mayo, tomo I, 1859, pp. 5-53. 4 Paul Drinot, “Historiography, historiographic identity and historical consciousness in Peru”, en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe (Tel Aviv), vol. 15, num. 1, 2004, p. 11. Otro ejemplo en el Perú puede concentrarse en la glorificación de Ramón Castilla como héroe nacional.
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consagrar nuevos héroes nacionales y establecer nuevas justificaciones sobre
el ideal republicano como una meta nacional a partir de las relaciones
interamericanas para la defensa de la integridad nacional con base en la
preservación de la unidad continental, como podía colegirse de la convocatoria
a los diferentes congresos americanos de Lima y Santiago,5 y la creación de
corporaciones como la Sociedad Unión Americana fundada en Santiago de
Chile en 1862, quienes establecieron contactos y apoyos a los líderes de los
grupos liberales del continente.
En este sentido, es particularmente llamativo el respaldo que recibió el
gobierno de Benito Juárez bajo la amenaza francesa. Además de los intentos
por reconocer la legitimidad del gobierno juarista a través del envío de
diplomáticos que trataban de contactarse con el gobierno itinerante desde
Washington y New York, se le hacían reconocimientos como el que le hizo el
Congreso de Colombia en 1865: “por su constancia en defender la libertad e
independencia de México”, y declaraba que este ciudadano “ha merecido el
bien de la América”.6
De esta manera, grupos e individuos reconocidos defensores de las
ideas liberales en el continente latinoamericano dieron a conocer por todos los
medios accesibles, sus reflexiones sobre el presente y el futuro de las
nacientes repúblicas, y establecieron con ello, las justificaciones necesarias
para el accionar político al interior y hacia el exterior de estos Estados. Tal
como ocurrió con la actividad diplomática y propagandística de la etapa liberal
5 Cf. Aimer Granados, “Congresos e intelectuales en los inicios de un proyecto de y de una conciencia continental latinoamericana, 1826-1860”, en Aimer Granados y Carlos Marichal (coords.), Construcción de las identidades latinoamericanas. Ensayos de historia intelectual, siglos XIX y XX, México, El Colegio de México, 2004, pp. 39-69 6 La Sombra de Zaragoza. Periódico Oficial del Estado (San Luis Potosí), abril 20 de 1867, p. 4. El decreto es del 2 de mayo de 1865.
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del neogranadino José María Samper que propugnaba precisamente por la
unidad continental bajo el horizonte de la comprensión de la conformación
social y las dificultades para la aplicación de los principios republicanos en un
libro como: Ensayos sobre las revoluciones políticas y la condición social de las
repúblicas colombianas (hispano-americanas) (1861). Las ideas de Samper
coincidían con las reflexiones del liberal chileno Francisco Bilbao, quien con
toda lucidez indicó las razones por las que se dio la invasión francesa a México
y, por eso, hizo un llamado a la solidaridad en trabajos como La América en
peligro (1862) y El evangelio americano (1864).7
En busca de la unidad nacional
El surgimiento de los nuevos héroes es parte del proceso a través del
cual se forjó el panteón nacional; el cual, a su vez, fue un esfuerzo llevado a
cabo por la empresa política que resultó triunfadora en los enfrentamientos de
mediados del siglo XIX. Es así como se impulsó el interés por tratar de darle
legitimidad al proyecto político vencedor. Una vez agotados los términos de
enfrentamiento entre grupos y proyectos políticos en competencia se creó la
posibilidad de un nuevo panorama para alcanzar la unidad nacional.
Las tareas unificadoras comenzaron a darle un papel preponderante a
los planes educativos. La educación representaba para los programas políticos
triunfantes una tarea indispensable para alcanzar “la civilización”. En la
7 Cf. Ricardo López Muñoz, La salvación de la América. Francisco Bilbao y la intervención francesa en México, México, Centro de Investigación Científica Ing. Jorge L. Tamayo A. C., 1995; Alexander Betancourt Mendieta, “Una mirada al hispanoamericanismo en el siglo XIX: las observaciones de José María Samper”, en Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies/ Revue Canadienne des Etudes Latino-Américaines et Caraïbes, vol. 32, núm. 63, Spring, 2007, pp. 111-145.
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segunda mitad del siglo XIX, los libros de texto escolares y los maestros
concentraron el interés de aquellos que creían en el papel que podría cumplir la
educación para lograr la unidad nacional y allí adquirieron un papel central, la
enseñanza de la historia y el civismo.
Se suponía que la civilización se alcanzaba fundamentalmente si se
llenaba el territorio de gente, ferrocarriles y escuelas. Al respecto, es muy
esclarecedor este convencimiento en los relatos que hacía Domingo Faustino
Sarmiento en sus Recuerdos de provincia (1850) y en el propio accionar de
Sarmiento como presidente de Argentina (1868-1874). Sarmiento, no estuvo
solo en sus propósitos y convicciones. Justo Sierra en México puso en
evidencia creencias similares. Sus Elementos de historia general (1888)
comenzaban con la definición de lo que era un pueblo civilizado, y afirmaba
que los pueblos más civilizados eran aquellos que tenían más escuelas y
muchos niños que asistían a ellas; aquellos que tenían más ferrocarriles y
telégrafos, más hombres sabios y más libertad.8
La unificación nacional también exploró la capacidad formativa que
tenían otras posibilidades dentro del campo de la escritura. Las experiencias
con los silabarios, los catecismos, los catones y las cartillas habían dejado una
huella muy profunda en la educación que se había llegado a impartir en las
sociedades latinoamericanas. Pese a los usos religiosos que caracterizaban a
los catecismos como medio de enseñanza se empleó después de la
Independencia por varios hombres de letras liberales preocupados con la
educación como un medio para transformar a la sociedad.
8 Justo Sierra, “Elementos de historia general”, en Ensayos y textos elementales de historia de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991, p. 199 (Obras Completas, IX)
10
El Compendio de la historia de México para el uso de los
establecimientos de instrucción pública de la República Mexicana (1870),
escrito por Manuel Payno, estaba estructurado en forma de catecismo y tenía
como objetivo presentar un compendio de la historia mexicana “sin comentarios
ni apreciaciones para no herir las opiniones religiosas, ni las ideas políticas de
nadie”, porque le interesaba, sobre todo, resaltar el aspecto moral de la historia
que contaba. 9 Sin embargo, el texto de Payno le debía más a la herencia
Colonial que a las condiciones modernas de la educación.
Cuando Justo Sierra publicó los dos pequeños tomos de los Elementos
de historia patria (1894), se había alejado radicalmente de los modelos
utilizados por Payno. Las modificaciones más interesantes de los nuevos libros
de texto fue el uso de imágenes, un lenguaje dirigido a los niños, resúmenes al
final de cada unidad y estrategias complementarias sugeridas al maestro. Pero
el aspecto más llamativo, dentro de la perspectiva de establecer la unidad
nacional, se debía al nuevo enfoque con el que se habían redactado los textos
para la enseñanza de la historia. Se trataba de transmitir a través de ellos una
visión de la historia en donde los valores patrióticos y las lealtades a la nación
como columna vertebral de la formación cívica e histórica de los niños. Hasta
los títulos de los textos agregaron el término “patria” como equivalente del
concepto de nación.
A partir de este punto se pueden hacer comparaciones entre los mismos
autores; por ejemplo, el patriotismo de Payno en su Compendio se caracteriza
por la falta del espíritu de la exaltación, sin hazañas ni héroes que
encumbraran desmedidamente a la patria. En la obra de Payno, los héroes
9 Manuel Payno, Compendio de la historia de México/Historia nacional, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2002 (Obras Completas, XII)
11
eran un elemento más de una historia formada por batallas, fechas y
anécdotas, que contrasta en cambio con la Historia patria de Justo Sierra, que
se orientaba por el modelo del héroe. A partir de los diferentes libros de texto
que publicó Justo Sierra se encontrara en México una forma exacerbada de
patriotismo a través de las descripciones de los autores que utilizaran la
exaltación de lo heroico como un modelo apropiado para acrecentar el
patriotismo.10
Otros modos de hacer héroes
Uno de los hechos más significativos en la consagración de los héroes
nacionales es que no sólo abarcó a los relatos históricos. La extensión de los
mismos y el analfabetismo campante les daba pocas posibilidades de ser obras
de consulta masivas, en el sentido que se le atribuye hoy a esta palabra.11 No
eran precisamente obras que “todo el mundo” se abalanzara para leer. Si bien
el papel determinante de la escritura brindaba una fuente de legitimidad muy
fuerte, esta certeza abarcaba un círculo estrecho de personas: las que
escribían y sabían leer. Ahora bien, la difusión de esa consagración de forma
masiva aprovechó un medio que todavía se emplea con una efectividad
formidable: la imagen.
10 En la Exposición Universal de 1889 se recomendaba el modelo heroico como elemento fundamental del aprendizaje cívico e histórico, aunado al uso de la imagen y la cartografía, como lo demuestra la medalla de plata obtenida por la Geografía de México elaborada por Alberto Correa en donde se ensalzaban las riquezas del país. Cf. Lucía Martínez Moctezuma, “Retratos de una élite: autores de libros escolares en México (1890-1920)”, en Carmen Castañeda García, Luz Elena Galván Lafarga, Lucía Martínez Moctezuma (coords.), Lecturas y lectores en la historia de México, México, Universidad Autónoma del Estado de Morelos/CIESAS/El Colegio de Michoacán, 2004, pp. 115-141 11 El Cuadro de Bustamante en sus dos ediciones constó de cinco volúmenes. La Revolución de Restrepo constó de diez volúmenes y un atlas en la primera edición y de seis volúmenes en la segunda.
12
La acción misionera de las órdenes religiosas católicas en la época
Colonial demostró la impronta que las imágenes dejaban en las tareas del
adoctrinamiento. Como ha hecho ver Gruzinski, los religiosos carecían de
medios para repensar la imagen cristiana en un contexto como el que se
encontraron en Mesoamérica, pero intuitivamente percibieron la necesidad de
adaptar las imágenes religiosas a ese contexto porque recurrieron al talento de
los artistas indígenas para producirla. El resultado fue una increíble amalgama
de tradiciones y de estilos como se puede observar en los frescos que se
encuentran en la iglesia del pueblo otomí de Ixmiquilpan, que se remontan al
último tercio del siglo XVI.12
Una vez consumada la Independencia, las nuevas repúblicas apelaron a
estas viejas estrategias y se ve la acción de los artistas académicos en la
profusa elaboración de retratos de los “padres de la patria”, que seguían de
cerca los mecanismos aplicados a los “santos patronos” y la impronta de la
pintura sobre reyes y funcionarios que se desenvolvía en Europa a fines del
siglo XVIII, a las que se agregaba la función educativa y propagandística que
había desarrollado la Iglesia católica en América Latina. Ello explica por qué
fue habitual la adquisición y la reproducción de retratos de los héroes para lucir
en las habitaciones de las casas de las ciudades, que se encontraban al lado
de las privilegiadas imágenes de cristos, vírgenes y santos. Pero quien no
podía adquirir un retrato, podía contemplarlos en las visitas esporádicas a las
casas en donde sí los había, o en los edificios destinados a la administración
12 Serge Gruzinski, “Las imágenes, los imaginarios y la occidentalización”, en Marcello Carmagnani, Alicia Hernández y Ruggiero Romano (coords.), Para una historia de América I. Las estructuras, México, Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México, 1999, pp. 498-567 (Fideicomiso Historia de las Américas. Serie Américas)
13
pública, o a través de pequeños retratos de cera que eran muy comunes a
principios del siglo XIX.
Los grabados que se publicaban en los Calendarios como el que elaboró
José Joaquín Fernández de Lizardi en 1824 fue otro de los medios visuales a
través de los cuales se consagraron las imágenes de los héroes nacionales, al
igual que la utilización de monedas y medallas que reproducían la efigie o el
rostro de los héroes, tal como lo implementó Iturbide en 1823 y el Congreso de
Colombia en 1825 para conmemorar la victoria definitiva de Simón Bolívar
sobre el ejército español en Junín y Ayacucho. Sin embargo, la precariedad del
Estado para establecer una sola moneda nacional hizo inviable la efectividad
de este medio. Las cosas cambiaron cuando se logró la centralización de la
moneda a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, y se aprovecho este
medio masivo como una estrategia rutinaria de los Estados consolidados que
pervive en el presente.13
La imagen tuvo un complemento en el establecimiento de las
festividades cívicas que se adornaban con las Oraciones Cívicas. Este ejercicio
de oratoria conmemoraba la vida de los muertos con una retórica exaltada que
afianzaba el valor de las acciones heroicas a favor de la gloria de la nación, a la
que se invocaba en el vocablo de la patria. Las fiestas suponían la instauración
13 Cf. José Joaquín Fernández de Lizardi, “Calendario histórico y pronóstico político”, en Folletos (1822-1824), rec., ed. y n. de Irma Isabel Fernández y María Rosa Palazón, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991, pp. 547-611 (Obras, XII). Fausto Ramírez, “Hidalgo en su estudio: la ardua construcción de la imagen del pater patriae mexicano” y Rodrigo Gutiérrez Viñuales, “Construyendo las identidades nacionales. Próceres e imaginario histórico en Sudamérica (siglo XIX)”, en Manuel Chust y Víctor Mínguez (eds.), La construcción del héroe en España y México (1789-1847), Valencia, Universitat de València/Universidad Autónoma Metropolitana/El Colegio de Michoacán, 2003, pp. 189-209 y 281-306
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de un calendario cívico que establecería las fiestas patrias en una particular
tensión con el calendario religioso, bien introyectado en la sociedad.14
El afán de consagración llegó hasta los cementerios. Se dieron diversas
disputas y usos por el valor dado a los Panteones Nacionales, y por ende, a la
recuperación de los restos de los próceres. El mejor ejemplo en este sentido
son las discusiones que se dieron en torno a la repatriación de los restos de
Simón Bolívar en diciembre de 1842. La iniciativa se la atribuyeron
indistintamente enemigos políticos como José Antonio Páez y Antonio Leocadio
Guzmán. Ambos llegaron a ser presidentes del país y los dos impulsaron el
culto al Libertador.15
El culto a los héroes nacionales llego al punto de que se instauró la
búsqueda obsesiva, la conservación de los objetos personales y la
nacionalización de las casas natales y de habitación como templos de
adoración. Es esclarecedora la anécdota que relata Manuel Muro sobre sus
esfuerzos para certificar la autenticidad de la mesa de centro que utilizó Benito
Juárez durante su estancia en San Luis Potosí en 1867.16
La consagración heroica no sólo se sostuvo a partir del prestigio un
modelo importado de representación como el de Carlyle, ni del poder que daba
el triunfo en la disputa política, el mayor sustento de legitimación fue y ha sido
14 Cf. Flor de María Salazar Mendoza, La Junta Patriótica de la capital potosina. Un espacio político de los liberales (1873-1882), San Luis Potosí, Editorial Ponciano Arriaga, 1999 y Sergio Cañedo Gamboa, Los festejos septembrinos en San Luis Potosí. Protocolo, discurso y transformaciones, 1824-1847, San Luis Potosí, El Colegio de San Luis, 2001. 15 Germán Carrera-Damas, El culto a Bolívar, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1987, pp. 222-224 16 Cf. Manuel Muro, “Capítulo 10° El Palacio de Gobierno”, en Historia de San Luis Potosí, México, Bolea de México, Tomo I, 1973, pp. 223-249 (Edición facsimilar de la de 1910). Sobre el desplazamiento de los restos de los héroes puede tenerse en cuenta la inclusión en el panteón de los héroes de Iturbide, cuando se trasladaron sus restos a la capital en 1838, y la repatriación de los restos de Simón Bolívar desde Colombia a Venezuela en 1842.Mucho más tardía es la inclusión de las cenizas de José Antonio de Sucre en el panteón ecuatoriano en 1909.
15
el accionar jurídico. Todo accionar militar y político debía tener un respaldo de
legitimidad alrededor del pacto constitucional, y si la Constitución era motivo de
querellas cuando se elaboraba el reconocimiento a un héroe a través de una
ley, este acto jurídico le daba un aire de perennidad a la memoria del héroe.
Por eso, el gobierno en turno mandaba a inscribir en letras doradas el nombre
de los beneméritos en las paredes del Congreso y también se asignaban
primas a las familias de aquellos “que sufrieron por la Patria”; de tal forma, que
además de ofrecer una recompensa tangible a los deudos del prócer, se
encomiaban las tareas de levantar monumentos “para eternizar la memoria” de
determinados sucesos o personajes. Esto sin dejar de lado la construcción de
símbolos patrios que ondearan, sonaran y presidieran en los cuerpos del
Ejército, las cabeceras de los periódicos, los edificios públicos y las plazas.
Las grietas de la unanimidad
La perspectiva de los tiempos de la estabilidad política y los impulsos de
la economía pujante permitieron que se concretaran los esfuerzos
legitimadores de los nuevos Estados nacionales. Es aquí donde se perfilan las
figuras de un nuevo culto laico: los héroes como Simón Bolívar, Benito Juárez y
José Martí.
Los nuevos estados nacionales trataron de impulsar a través de todas
aquellas estrategias e instituciones, el posicionamiento de los símbolos y la
iconografía de los próceres, así como el origen y el significado de la nación
dentro de un marco de referencias republicanos. No obstante, tales esfuerzos
encontraron rápidamente contradictores y nuevos impulsos.
16
El hecho más significativo se encuentra en las disputas por establecer el
origen mismo de la nación. Cada uno de los proyectos en disputa estableció un
origen para la nación. Es así como los grupos liberales denostaron a la Colonia
y la cargaron de adjetivos negativos. A pesar de estas conclusiones, los restos
de grandeza del mundo prehispánico, evidentes de suyo en las ruinas
arqueológicas y en los objetos antiguos en zonas como el Perú y México,
permitieron que la grandeza de la nación republicana pudiera adquirir un
pasado de relumbre; es así como se dio el entusiasmo para subrayar el pasado
prehispánico como el origen de la patria. La publicación de una obra como
México a través de los siglos (1884-1889), una verdadera “fabrica de historia”,
dirigida por el interesante hombre de letras, Vicente Riva Palacio, es un buen
ejemplo de esta estrategia de engrandecimiento a través de la nacionalización
del pasado prehispánico.17
A la par con este sentido de unidad y de unanimidad sólo algunos
esfuerzos de disensión se plantearon, aquellos que exaltaban el valor del
mundo regional y los esporádicos impulsos iconoclastas de hombres como
Francisco Bulnes y José María Vargas Vila. Ambas tentativas pagaron precios
muy altos y fueron sofocados rápidamente con el argumento de socavar la
unidad nacional. Pese a los intentos de acallarlos, algunos ecos brotan todavía
de sus cuestionamientos, y en relación con el tema que ha concentrado el
interés de este texto, se refiere a aquellos que tienen que ver con la necesidad
de repensar la consagración heroica, tal y como lo había entrevisto Domingo
Faustino Sarmiento cuando afirmaba:
17 Cf. José Ortiz Monasterio, México eternamente. Vicente Riva Palacio ante la escritura de la historia, México, Fondo de Cultura Económica/Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2004. La “fabrica de historia” es una expresión que se encuentra en la página 204.
17
Es que las preocupaciones clásicas europeas del escritor desfiguran al
héroe, a quien quitan el poncho, para presentarlo desde el primer día con
el frac, ni más ni menos como los litógrafos de Buenos Aires han pintado a
Facundo con casaca de solapas, creyendo impropia su chaqueta, que
nunca abandonó. Bien: han hecho un general, pero Facundo desaparece.
(…) Cuando un hombre llega a ocupar las cien trompetas de la fama con el
ruido de sus hechos, la curiosidad o el espíritu de investigación van hasta
rastrear la insignificante vida del niño, para anudarla a la biografía del
héroe, y no pocas veces, entre fábulas inventadas por la adulación, se
encuentran ya en germen, en ella, los rasgos característicos del personaje
histórico.18
Una tarea pendiente para la escritura de la historia de nuestra época, la de
ponerle carne y hueso a las estatuas.
18 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo o civilización y barbarie, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977, pp. 17 y 81 (Biblioteca Ayacucho, 12). La primera edición es de 1845.
LA INDEPENDENCIA EN SAN LUIS POTOSÍ: ALGUNOS PUNTOS DE
REVISIÓN1
Ana Irisarri Aguirre 2
CCSyH de la UASLP
La ponencia que aquí presentamos no es un trabajo terminado, se trata
de una serie de preguntas que surgieron a partir de la finalización de dos
proyectos de investigación anteriores que se titularon: La Intendencia de San
Luis Potosí y su influencia en la génesis del futuro Estado Independiente (1787-
1821)3 y La vida cotidiana en San Luis Potosí al final del virreinato: una primera
aproximación4.
En el primero de estos trabajos se analizó la evolución política,
económica y social de la provincia potosina desde su fundación -con la
creación de la intendencia en 1787- hasta 1821 cuando oficialmente se declaró
la Independencia de México. Uno de los temas que más nos interesó en este
trabajo fue la relación que mantuvieron los distintos intendentes con los
virreyes. De esta forma, quisimos comprobar el tipo de relación que se dio
entre el “gobierno central”: el virrey y las distintas instituciones que le rodeaban
1 Este trabajo es un avance de un trabajo de investigación que todavía está en proceso de realización. Se trata de unos avances preliminares. 2 Dra. en Historia por la Universidad de Navarra. Actualmente Profesora-Investigadora de Tiempo Completo de la Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Miembro del Cuerpo Académico Estudios Regionales y de Frontera Interior en América Latina. E-mail: airisarriaguirre@yahoo.es. 3 Este proyecto fue financiado por Promep con clave: PROMEP/103.5/03/25-. Los resultados ya han sido publicados. Entre ellos podemos destacar el libro Reformismo Borbónico en la Provincia de San Luis Potosí durante la Intendencia (1787-1821). Porrúa/USLP, México 2008. 4 Financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) con clave 52142-H. Los resultados están en proceso de arbitraje.
con sede en México y el “regional”: intendente, subdelegados y cabildos
municipales.
En el segundo proyecto nos adentramos en la vida cotidiana de la
provincia potosina, también en vísperas de la Independencia. Para poder
concretar el tema se eligieron dos aspectos, a nuestro juicio, especialmente
significativos: la influencia que ejerció la Iglesia durante estos años a partir de
la actuación de los párrocos en los distintos pueblos de la provincia y los
problemas dentro de las familias potosinas vistos a través de la documentación
judicial.
La relevancia del primer caso estriba en la influencia que ha ejercido e
incluso ejerce todavía hoy la Iglesia en México y en que con las reformas
borbónicas el gobierno deseó limitar su poder como corporación autónoma y
situarla como una institución al servicio del Estado. Es decir deseábamos
conocer hasta qué punto las ideas centralizadoras, modernizadoras y liberales
que se estaban imponiendo desde los últimos años de la colonia disminuyeron
este ascendiente e influjo sobre la población5. En el segundo caso queríamos
conocer hasta qué punto los problemas familiares fueron dominio de la esfera
pública o más bien cuándo estos conflictos pasaban a ser competencia del
Estado y cuáles eran los valores familiares y cómo se vivían en el día a día.
En ninguno de los dos proyectos se abordó directamente el tema de la
insurgencia ni el de la Independencia, pero obviamente salieron puntos
interesantes que no pudieron ser tratados con profundidad, pero que sí
merecían una nueva investigación.
En esta ponencia se van a exponer las “ideas-fuerza” de la nueva
investigación. Para ello primero presentaremos la jurisdicción potosina en los
años previos a la Independencia y cómo le afectó la política reformas borbónica
que se llevó a cabo desde la segunda mitad del siglo XVIII. En segundo lugar,
5 Entre la bibliografía que ha analizado el impacto de las reformas en Iglesia se pueden destacar las siguientes obras: Oscar Mazín Gómez. Entre dos Majestades. México, El Colegio de Michoacán, 1987 y El cabildo catedral de Valladolid de Michoacán. México, El Colegio de Michoacán, 1996; David A. Brading. “El jansenismo español y la caída de la monarquía católica en México” en Josefina Zoraida Vázquez. (Coord.) Interpretaciones del Siglo XVIII mexicano: el Impacto de las reformas borbónicas. México, Nueva Imagen, 1992, pp. 187-215 y Una Iglesia asediada: El obispado de Michoacán 1749-1810. México, Fondo de Cultura Económica, 1994 y William B. Taylor. Ministros de lo sagrado: sacerdotes y feligreses en el México del Siglo XVIII. Traducción Oscar Mazín y Paul Kersey, México, El Colegio de México-Secretaría de Gobernación (Subsecretaría de Asuntos Religiosos)-El Colegio de Michoacán, 2 vols., 1999.
se hará un breve repaso de las distintas etapas por las que ha pasado la
historiografía sobre el proceso de Independencia en México para
posteriormente comparar sus resultados con las conclusiones preliminares que
surgieron de los proyectos anteriores y finalmente, presentaremos los objetivos
y la metodología que se utilizará para completar la nueva investigación.
1. La jurisdicción potosina en las vísperas de la I ndependencia
La división administrativa del virreinato de Nueva España hasta la
fundación del sistema de Intendencias en 1787 estuvo dominada por la
diversidad y la complejidad. Como afirma O´Gorman no existían unas
jurisdicciones uniformes sino que hay un conglomerado de entidades con
diferentes atribuciones y sin fronteras bien definidas que se sobreponen unas a
otras6.
Con la llegada de la dinastía borbónica al mundo hispánico en los
primeros años del siglo XVIII se planteó una nueva política que buscó modificar
la estructura política y económica del Imperio con el fin último de lograr un
sistema más eficiente que diera más dinero para el Estado. Las reformas
comenzaron en la península en la primera mitad del siglo y una vez vistos los
resultados se trataron de poner en práctica en América. Algunos autores creen
que las reformas fueron tan profundas que llamaron al proceso Revolución en
el gobierno7.
El sistema de Intendencias no fue la reforma más importante desde el
punto de vista económico o social, pero sí tuvo una gran importancia desde el
punto de vista territorial, ya que vertebró el espacio interior novohispano y trató
de terminar con el “desorden” que menciona O´Gorman. Para autores como
Navarro, éste fue el verdadero éxito del sistema de Intendencias8:
6 Edmundo O´Gormann, Historia de las divisiones territoriales de México, 3ª ed. México: Porrúa, 1973, p. 9. 7 David A. Branding. Mineros y comerciantes en el México Borbónico (1767-1810) y Horst Piestchmann Las reformas borbónicas y el sistema de Intendencias en Nueva España. México: Fondo de Cultura Económica, 1992. 8 Luis Navarro, Intendencias en Indias, Sevilla: Centro Superior de Investigaciones Científicas, 1959, pp. 13-14 y Horst Piestchmann. Las reformas borbónicas y el sistema de Intendencias en Nueva España. México: Fondo de Cultura Económica, 1992, pp. 118-130.
Si observamos el caso de San Luis Potosí, este hecho tiene una
especial relevancia ya que hasta 1787 la capital potosina es el centro de una
alcaldía mayor que también abarcaba las localidades de Ríoverde, Santa María
del Río y Valle de San Francisco. Con la creación de la Intendencia le se
añadieron las alcaldías de Villa de Valles, Guadalcázar, Salinas del Peñón
Blanco, Venado y Charcas (con las que se formó la Provincia de San Luis
Potosí) y las Provincias Internas de Nuevo Santander (actual Tamaulipas),
Texas, Nuevo Reino de León y Coahuila9. Estas últimas se desligaron de San
Luis Potosí con la Independencia, pero la unión de las distintas alcaldías
mayores que formaron la Provincia Potosina se mantuvieron unidas formando
posteriormente lo que hoy conocemos como Estado de San Luis Potosí.
En este trabajo con centraremos en la provincia potosina, ya que la
realidad económica, política y social de las conocidas como provincias internas
fue bastante diferente. Los intendentes potosinos no deseaban gobernar una
jurisdicción tan grande y, sobre todo, unos territorios a los que consideraba
bárbaros y de los que ningún provecho se podía sacar. En el año 1821 se
decidió que estas cuatro provincias formaran una Intendencia propia y
desligada de San Luis, pero llegó la Independencia antes de que el nuevo
intendente se hiciera cargo de su puesto10.
9 Las provincias internas se crearon también en la segunda mitad del siglo XVIII para tratar de controlar las regiones del norte de la Nueva España. Estos territorios estaban oficialmente bajo el dominio español, pero los ataques de la población india y el peligro de los recién creados Estados Unidos de México obligó a las autoridades españolas a crear esta figura administrativa que tenía un objetivo fundamentalmente militar: María del Carmen Velázquez, “La Comandancia General de las Provincias Internas”, en Historia Mexicana, vol. XXXVIII, 1977, pp. 164. 10 Ana Irisarri Aguirre, “la frontera nororiental novohispana y La Intendencia de San Luis Potosí”, en Estudios regionales y de frontera interior. México Porrúa-UASLP (en prensa).
Mapa nº1: Provincias del actual México que formaban la Intendencia de San Luis Potosí. A
ellas hay que añadir la de Texas actualmente parte de los Estados Unidos de América.
Las reformas borbónicas no se limitaron a crear una nueva división
administrativa y un eslabón intermedio entre la administración virreinal y la local
sino que a su vez dividió las intendencias en partidos al frente de los cuales
estaba un subdelegado subordinado al intendente. En el caso de San Luis
Potosí fueron siete: María del Río, Rioverde, Valles, Guadalcázar, Salinas del
Peñón Blanco, Venado y Charcas. A estos habría que añadir la capital que no
contaba con subdelegado sino que era dirigido directamente por el intendente.
El objetivo último fue crear un gobierno muy jerarquizado y centralizado: virrey-
intendente-subdelegado-municipio en el que todas las decisiones se tomaban
en México y en el que la administración central conseguía un control más firme
de territorios periféricos como eran los del norte de México.
Por otro lado, todas las representaciones y oficios que los municipios
deseaban enviar al virrey tenían que pasar obligatoriamente por el intendente lo
que reforzó el papel de la ciudad de San Luis como cabeza y pivote del
gobierno provincial. Es decir, el mismo centralismo que se creo desde la capital
del virreinato se reprodujo también en el nivel provincial11.
Mapa nº2: División de la provincia potosina en partidos
La principal actividad económica de la región potosina fue la minería; a
pesar de que en el último tercio del siglo XVIII, las vetas explotadas desde el
siglo XVII estaban en franca decadencia y sólo los yacimientos encontrados en
Real del Catorce durante estos años mantenían la producción. A pesar de todo,
la cantidad de plata que llegaba a las cajas reales y el monopolio del azogue
suponían un monto importante para la Real Hacienda. Durante estos años se
intentó poner en marcha nuevos establecimientos económicos, pero no
tuvieron demasiado éxito. Si observamos las cuentas de Real Hacienda la
mayor parte de los montos recaudados en concepto de impuestos seguían
siendo la minería.
Además de la reforma administrativa con la creación de la provincia
potosina y la creación de un gobierno sumamente jerarquizado y centralizado
en la capital del virreinato la política borbónica propugnó una serie de medidas 11 Ana Irisarri Aguirre, Reformismo borbónico en la provincia de San Luis Potosí, pp. 90-110.
“modernizadoras” como la generalización de la educación, obras públicas,
campañas sanitarias, etc. que tuvieron unos resultados moderados porque las
autoridades virreinales no contemplaron un presupuesto para su realización
sino que debía hacerse únicamente con dinero municipal o la aportación de los
vecinos.
2. La historiografía sobre la Independencia
El movimiento de insurgencia y la posterior Independencia y creación del
México independiente ha sido y continúa siendo uno de los temas recurrentes
de los historiadores mexicanos e incluso de historiadores de otros países
interesados en la antigua Nueva España. En estos doscientos años tanto los
métodos históricos como la realidad del país han cambiado enormemente y,
como consecuencia de esto, los trabajos sobre la insurgencia e independencia
también. Durante ese lapso de tiempo, la historia ha visto como pasó a
convertirse en una disciplina profesional con la creación cátedras en las
distintas universidades a la vez que sus métodos de investigación van
evolucionando desde el positivismo, al historicismo, los paradigmas
interpretativos, etc. Al mismo tiempo la realidad del país también es muy
distinta: se ha pasado de un convulso siglo XIX mediatizado por la necesidad
de mantener el país independiente frente a las “intervenciones extranjeras” y
por las luchas entre distintas facciones con proyectos de país diferentes a una
situación tras al Revolución en que el país parece consolidado.
Todo esto ha hecho que la interpretación y el modo de analizar el
proceso independentista hayan variado enormemente. Por un lado ya no es
necesario “justificar” la existencia del nuevo país y por otro lado cada vez hay
mayor conciencia de la diversidad dentro del país lo que ha llevado a
plantearse la necesidad de revisar ciertos tópicos sobre la independencia que
quizás son válidos en el centro del país o en la zona del Bajío, pero no en otras
regiones del país. En este contexto surgió la obra coordinada por Ana Carolina
Ibarra en 2004 en la que se analiza la independencia en el sur de México12.
En este apartado no pretendemos hacer un análisis de toda la
historiografía que se ha generado en México sobre la Insurgencia y la
Independencia sino retomar una serie de hitos de esta historiografía que nos
ayude a entender algunas de las preguntas que nos hacemos los historiadores
actuales.
Las primeras historias del movimiento insurgente y de la Independencia
fueron escritas por los propios actores del movimiento y, lógicamente, fueron
un alegato del movimiento. Servando Teresa de Mier y Carlos María
Bustamante son los mejores exponentes; en sus escritos enlazan el México
Independiente con el antiguo impero azteca y exaltan las culturas antiguas
prehispánicas tratando de unir en el país las expectativas de los indígenas con
las de los criollos. Sus historias recrearon y ensalzaron las gestas de los
héroes insurgentes: Hidalgo, Morelos y Guerrero que habían luchado por
acabar con el tiránico régimen impuesto por los españoles y fueron creando los
símbolos con los que se identificaría el nuevo país13.
En el segundo tercio del siglo XVIII no hay unanimidad en la
historiografía. Por un lado, están los trabajos Lorenzo de Zavala14 y José María
Luis Mora15 quienes representan la ideología liberal y que, no sólo rechazan el
pasado colonial sino también la raíz indígena por ser algo que se opone a su
modelo de Estado y país basado en el ciudadano individual y burgués. La
independencia debía suponer el corte con todo lo anterior y el comienzo del
régimen liberal.
Por otro lado, está la obra de Lucas Alamán16, aunque él valoraba el
pasado indígena creía que la verdadera formación de México la realizó Cortés,
12 Ana Carolina Ibarra, coordinadora, La independencia en el sur de México, México, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Investigaciones Históricas, Dirección General de Asuntos del Personal Académico, UNAM, 2004
13 Enrique Florescano. “De la patria criolla a la historia de la nación”, en Secuencia, nº52, enero-abril 2002, pp. 7-39. 14 Lorenzo de Zavala. Ensayo histórico de las revoluciones de México, 1831 15 José María Luis Mora. México y sus revoluciones, 1836 16 Lucas Alamán. Historia de México, desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año 1808 hasta la época presente, 5 vols., México, 1849-52
por tanto no podía negar la etapa colonial. Su trabajo es interesante para el
objetivo de esta ponencia porque su visión sobre la independencia es muy
distinta a la de los autores anteriores. Para él el movimiento insurgente y al
actuación de los héroes de De Mier y Bustamante (Hidalgo, Morelos y
Guerrero) no fue sino un paso atrás en la construcción de la nación mexicana,
la verdadera independencia vino con Iturbide.
Durante el porfiriato llegó con gran fuerza a México la ideología
positivista y spenceriana que percibe la historia como un proceso imparable
hacia el progreso, “cualquier tiempo pasado fue peor”. De esta manera se
describe como México ha ido avanzando desde la barbarie a la civilización en
que se encuentra en este momento y la Independencia no fue más que un paso
en esa evolución hacia un estadio mejor y superior. Justo Sierra es,
probablemente, uno de los mejore representantes de este tipo de historia17.
A partir de la época revolucionaria el panorama historiográfico se amplió
y diversificó enormemente, especialmente a partir de los años cuarenta cuando
la historia se hace una disciplina profesional. Instituciones como la UNAM y el
Colegio de México comenzaron un trabajo de revisión historiográfica que
abarcó todas las etapas históricas aplicando todas las nuevas teorías y
técnicas que se estaban desarrollando tanto dentro como fuera del país. Esta
labor de historiadores mexicanos junto con el trabajo de algunos otros de fuera
del país como François-Xavier Guerra, Antonio Annino, Brian Hamnett o Jaime
Rodríguez han dado un nuevo rumbo al análisis de la Independencia en México
y, en general en América Latina. Estos autores han insistido en que las causas
fueron muy complejas, que una buena parte de los mexicanos se seguían
sintiendo españoles todavía a principios del siglo XIX y que la coyuntura que se
vivió en España con la invasión francesa junto con el cambio de una sociedad
corporativa a una liberal en la que primera el individuo tuvo mucho que ver con
el proceso de Independencia.
A pesar de esta renovación historiográfica todavía es necesario
profundizar en el proceso de independencia en las distintas regiones de
México, por ejemplo el territorio que comprende el actual Estado de San Luis
Potosí. Una de las tesis más socorridas es que el proceso de insurgencia
17 Justo Sierra. México a través de los siglos (1887-89) y México: su evolución social (1900-01).
apenas tuvo fuerza en la jurisdicción por el poder y la influencia que ejerció el
coronel Calleja quien tuvo su sede en San Luis y que fue encargado por las
autoridades españolas para terminar con la insurgencia, siendo incluso
nombrado virrey.
Esta explicación resulta demasiado simplista; si bien es cierto que
Calleja consiguió emparentar con las principales familias potosinas e
introducirse en el las redes sociales y comerciales que la élite criolla había ido
formado, esto no es suficiente para pensar que toda o la mayor parte de la
población potosina se vio mediatizada por su figura, especialmente cuando ya
estaba en la capital del virreinato y el ejército trigarante cada vez tenía más
cerca el éxito.
3. Nuevas preguntas sobre la Independencia
Las conclusiones del trabajo nos dejaron varias preguntas interesantes
sobre el movimiento de insurgencia y la Independencia en el actual Estado de
San Luis Potosí.
- El “problema de la guerra de insurgencia” parece no existir para
el intendente y el virrey. Este tema prácticamente no aparece
entre la copiosa correspondencia que ambos mantuvieron;
apenas se han encontrado tres referencias y todas ellas se
relacionadas con asuntos económicos: la República de Indios de
Santa María del Río pide releva de tributos porque muchos de
sus habitantes han muerto en la guerra; el virrey solicita las
cuentas de las compañías de fieles realista y el capitán de esta
misma compañía en el Valle del Maíz solicita que se forme Junta
de Propios y Arbitrios separada de la funciona en la Huasteca
(Valles).
- Durante los años de insurgencia la guerra no lo llenó todo, la
vida siguió su rumbo y continuaron ciertos proyectos que nos
pueden llamar la atención en una época de crisis: intentos por
generalizar la vacuna contra la viruela o la generalización de
escuelas de primeras letras. Es muy interesante comprobar que
generó más correspondencia entre el virrey y el intendente el
problema por conseguir el “fluido vacuno” para los distintos
pueblos de la jurisdicción que la propia guerra de insurgencia.
Por supuesto que la sola generación de documentos no es por si
sola significativa de un hecho histórico, pero sí es un síntoma de
que el proceso necesita un análisis más profundo. Algo muy
similar ocurre con la fundación de nuevas escuelas, creación de
obras públicas, o el funcionamiento de la justicia. El aparato
burocrático siguió actuando de la misma forma y la participación
en el bando realista no significó carta blanca para no cumplir la
ley.
- Una figura con gran peso en los primeros años del México
independiente como Ramos Arizpe siguió negociando en 1821
en Madrid para que las Provincias Internas de Occidente fueran
separadas de la intendencia potosina y formaran su propia
jurisdicción con sede en Saltillo.
- El intendente de San Luis Potosí desde 1811, Manuel de
Acevedo, se mantuvo como máximo rector de la provincia hasta
1822, meses después de la proclamación oficial de la
Independencia. En ese momento dimite por mala salud.
- La Iglesia, al menos en las zonas rurales, se mantuvo como
referente fundamental para la sociedad durante todos los años
de las reformas borbónicas. Los párrocos se involucraron en los
distintos proyectos modernizadores participando, incluso, en las
primeras elecciones liberales ayudando en la organización de las
elecciones y como candidatos a los distintos cargos. ¿Hasta qué
punto su oposición a las nuevas ideas provocó el apoyo de una
parte de ellos al movimiento insurgente.
4. Modelo de investigación sobre la Independencia e n San Luis Potosí
Todo esto nos hace replantearnos una serie de cuestiones sobre el
proceso de Independencia en San Luis Potosí y, en Nueva España y
Latinoamérica. Esto no es algo nuevo; como se dijo anteriormente, autores
como Jaime O. Rodríguez18, François-Xavier Guerra19, Antonio Annino20 o
Brian Hamnett21 han defendido una serie de tesis que necesitan ser
corroboradas.
Estos autores han incidido en el hecho de que la población novohispana
buscaba una autonomía auténtica donde la igualdad de españoles europeos y
peninsulares fuera real. También han resaltado la influencia que tuvo un
elemento coyuntural como fue la invasión francesa de la península. Para estos
historiadores, si no se hubiera producido este hecho, la élite criolla hubiera
llegado a un acuerdo con el sistema español y, aunque se hubieran producido
importantes cambios, no se habría producido una ruptura tan traumática para
ninguna de las dos partes.
Estas teorías, que han surgido desde los años 90 necesitan ser
analizadas de una forma más profunda y teniendo en cuenta que el vasto
espacio latinoamericano, e incluso novohispano, era muy complejo y diverso.
Las distintas provincias, regiones, etc. tenían sus propias características y, por
tanto, no tuvieron por qué responder de la misma forma.
Los hechos referentes a San Luis con los que hemos comenzado este
texto, parecen confirmar las tesis de estos autores, pero es necesario analizar
una serie de variables que nos ayuden a profundizar en este complejo proceso.
Las variables que proponemos y las fuentes que nos podrían servir para
entender la complejidad del proceso independiente en San Luis Potosí y en
México son:
- La relación entre el intendente y la élite criolla de la provincia. No
se trata sólo de la relación política, sino también de la
económica. Para ello se podrían utilizar tanto las actas del
18 Jaime E. Rodríguez O. La independencia de la América española. México, Colegio de México/Fondo de Cultura Económica, 2005. 19 François-Xavier Guerra: Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. México, Fondo de Cultura Económica 1993. 20 Antonio Annino: Inventando la Nación. Iberoamérica. Siglo XIX. México Fondo De Cultura Económica 2003. 21 Brian R. Hamnett. “Absolutismo ilustrado y crisis multidimensional en el periodo colonial tardío, 1760-1808” en Josefina Zoraida Vázquez. (Coord.) Interpretaciones del Siglo XVIII mexicano: el Impacto de las reformas borbónicas. México, Nueva Imagen, 1992, pp. 67-108
cabildo como los fondos de protocolos: contratos, testamentos,
etc.
- Un estudio de la élite criolla: ¿Quiénes eran?, ¿Qué redes y
relaciones tenían? (Entre ellos, con la élite de otras provincias,
con europeos, etc.). Se podría utilizar la misma documentación:
actas del cabildo y protocolos.
- Un análisis sobre los valores y pensamiento de la población y de
la élite potosina. Esto nos serviría para comprender hasta qué
punto temían caer bajo el domino francés tanto por su
“irreligiosidad” como porque los soldados napoleónicos no
estaban poniendo en práctica las máximas de libertad, igualdad
y fraternidad que teóricamente defendían22.
- La independencia oficial de México coincide con el
pronunciamiento de Riego en España y los actores principales
fueron uno de los grupos más conservadores de Nueva España.
¿Cómo se vivió esta segunda época constitucional en San Luis
Potosí?, ¿Hubo resistencias al juramento de la Constitución por
parte de la élite criolla en 1820? Para profundizar en estos temas
deberíamos analizar el proceso de las elecciones municipales en
los distintos ayuntamientos.
- ¿Qué actitud tomó la Iglesia ante todos estos cambios? Su
actuación concreta en los pueblos de la jurisdicción que se
pueden observar a partir de las actas de los cabildos, y los
sermones que publicaron nos pueden servir tanto para
comprender su posición teórica sobre los cambios y las nuevas
ideologías como su actuación concreta y su relación con los
feligreses en cada una de las poblaciones.
- ¿Qué actitud tomó la población indígena? A pesar de la dificultad
de las fuentes deberíamos analizar las representaciones y los
procesos que se dieron en las distintas Repúblicas de Indios,
institución no suficientemente valoradas a pesar de trabajos
22 Jaime E. Rodríguez O. La Independencia de la América Española. P. 106.
como los de Dorothy Tanck23 o el de José Alfredo Rangel sobre
la visión y aplicación del liberalismo, especialmente entre la
población indígena de los primeros años de vida
independiente24.
Conclusiones
En definitiva los que aquí se propone es la utilización de una serie de
fuentes no novedosas, pero sí infrautilizadas: las actas de los cabildos (lo que
nos lleva a la importancia de los archivos municipales) y la documentación de
protocolos donde se puede encontrar información no sólo de la élite sino
también de un porcentaje de población mucho más amplio. A partir de ellos
podremos conocer con más profundidad cómo vivieron los distintos sectores de
la sociedad potosina el proceso de insurgencia y la fundación del nuevo país,
hasta qué punto tenían clara su opción: realistas o independentistas, cómo
evolucionaron su pensamiento y qué intereses políticos y económicos
determinaron esta actitud.
Por último se podrá comprobar hasta qué punto la población -¿Sólo
algunos sectores?- se dejó llevar más por la incertidumbre y el miedo al
“desorden” que podía producirse que por luchar por una ideología o un
determinado modelo de Estado.
Bibliografía
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o “El jansenismo español y la caída de la monarquía católica en
México” en Josefina Zoraida Vázquez. (Coord.) Interpretaciones del
23 Dorothy Tanck de Estrada. Pueblos de indios y educación en el México Colonial, 1750-1821. México, El Colegio de sMéxico 1999. 24 José Alfredo Rangel Silva. “Lo que antes era casa de Dios… Adaptaciones del liberalismo en los ámbitos locales, 1820-1825” en Historia Mexicana LIII, 2003, pp. 117-177.
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Provincias Internas”, en Historia Mexicana, vol. XXXVIII, 1977.
Independencia y poblamiento en Antioquia, 1782-1816
Por: Juan David Montoya Guzmán∗ 1. La diversidad de países Al finalizar el siglo XVIII la provincia de Antioquia estaba integrada por siete jurisdicciones que poseían rasgos perfectamente diferenciados: las ciudades de Antioquia, Zaragoza, Cáceres, Rionegro y Los Remedios, y las villas de Medellín y Marinilla. La característica principal de la Provincia era su riqueza aurífera. El obispo de Popayán Ángel Velarde y Bustamante, quien visitó a Antioquia en 1792 escribía que: “La Mineria es el objeto que con alguna preferencia se atiende y la que de algun modo sostiene a esta Provincia, aunque lo cierto es que no corresponde para las Riquezas que ensierra este basto terreno en sus entrañas”.1 Antioquia se caracterizaba por la existencia de dos núcleos de poblamiento. El primero, que giraba en torno a las ciudades de Santafé de Antioquia, Cáceres y Zaragoza, que se podría denominar el núcleo original del poblamiento antioqueño, se extendía por una zona predominantemente minera, y en la que existían también algunos sitios importantes de reciente integración al sistema colonial, con vocaciones económicas diversas, como Santa Rosa, San Luis de Góngora (hoy Yarumal), San Pedro y Petacas (hoy Belmira), además de cuatro de los siete pueblos de indios de la provincia: Buriticá, Cañasgordas, Sopetrán y Sabanalarga. Un segundo núcleo de poblamiento, denominado núcleo en formación desde finales del siglo XVII, lo constituían las jurisdicciones de la villa de Medellín y, cien años después, la ciudad de Rionegro y la villa de Marinilla, a cada una de las cuales correspondían respectivamente los pueblos de La Estrella, Sabaletas y el Peñol. En este núcleo, estaban en proceso de consolidación centros agrícolas y ganaderos, como el valle de Aburrá, para el abastecimiento de los distritos mineros, cuyo poblamiento se había iniciado desde las últimas décadas del siglo XVI con la crisis minera de las tierras bajas de los ríos Cauca y Nechí y el consiguiente desplazamiento de los mineros y sus cuadrillas hacia el altiplano de Los Osos.2
∗ Historiador. Candidato a Doctor en Historia de América Latina. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. 1 Biblioteca Luis Ángel Arango, (Bogotá), Libros Raros y Manuscritos, sig: MSS 116, f. 2r. 2 La crisis minera en Antioquia se mantuvo a lo largo del siglo XVII, lo que conllevó al despoblamiento de algunos centros urbanos como Guamocó, al traslado de cuadrillas de esclavos negros en busca de nuevos yacimientos y al desacelere de la importación de mercancías. En 1709 el gobernador José López de Carvajal le informa al presidente de la Audiencia de Santafé como la ciudad de Antioquia: “…se compone tan solo de trese casas de tapias de tierra y tejas y el resto que es corto de embarrados y paja y la villa de nuestra señora de la candelaria de Medellín con seis casas de teja y el resto de paja y la ciudad de cazeres de veinte hosuelos de cañas y para la iglesia de lo mismo y a ssido necesario reedificarla y la ciudad de saragosa lo mismo, una y otra la ocupan negros y mulatos sin aver avecindados en ambas ciudades veinte hombres blancos y no es señor porque les falta oro en las tierras, la villa de San Jerónimo del monte esta quasi lo mismo…”. Cf. Archivo General de Indias (Sevilla), (de ahora en adelante): A.G.I, Santa Fe, 362, No. 1, ff. 1v-2 r.
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La provincia de Antioquia, que contaba para 1778 con 58.052 habitantes, cerraba el siglo (en 1798) con una población estimada en 69.875 habitantes.3 En 1808 ya había duplicado su población al alcanzar 106.9504 habitantes lo que da una tasa de crecimiento anual del 2.54%. La presión demográfica ejercida por los residentes pobres de la Gobernación y los conflictos sociales que se originaban con ello, obligó a los campesinos pobres primero y a la Corona después, a emprender un proceso de poblamiento conocido por la historiografía colombiana como “colonización antioqueña”.5
34.120
45.08348.678
54.06148.604
80.969
69.27771.431
96.211
106.950
86.267
1766 1777 1784 1788 1789 1792 1797 1798 1803 1809 1816Año
Población de la Provincia de Antioquia 1766-1816
Habitantes
Fuente: A.A.M., Diócesis de Popayán, caja M7, carpeta C2, ff. 1r-3v; Hermes Tovar, et al, Convocatoria al poder del número. Censos y estadísticas de la Nueva Granada (1750-1830), Bogotá, Archivo General de la Nación, 1994, pp. 112 y 120; Biblioteca Luis Ángel Arango, (Bogotá), Libros Raros y Manuscritos, sig: MSS 116, f. 1r-25v.; José Manuel Restrepo, “Ensayo sobre la geografía, producciones, industria y población de la provincia de Antioquia”, en: Semanario del Nuevo Reino de Granada, tres volúmenes. Bogotá, Editorial Kelly, 1942, vol. I, pp. 285-286; A.H.A., Estadística y censo, T. 343, doc. 6538, ff. 1r-56v.
3 Hermes Tovar, et al, Convocatoria al poder del número. Censos y estadísticas de la Nueva Granada (1750-1830), Bogotá, Archivo General de la Nación, 1994, pp. 112 y 120. 4 José Manuel Restrepo, “Ensayo sobre la geografía, producciones, industria y población de la provincia de Antioquia”, en: Semanario del Nuevo Reino de Granada, tres volúmenes. Bogotá, Editorial Kelly, 1942, vol. I, p. 259. 5 Roberto Luis Jaramillo,” La colonización Antioqueña”, en: Historia de Antioquia, (director general): Jorge Orlando Melo, Medellín, Suramericana de Seguros, 1988, pp. 177-208.
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Un cálculo somero realizado en un estudio decimonónico, estimaba que durante el siglo XVIII la provincia de Antioquia había producido 64.000.000 millones de pesos de oro;6 producción que estaba sustentada por hombres libres llamados mazamorreros, quienes se encontraban dispersos por los ríos y quebradas de la Provincia y habían reemplazado a lo largo del siglo XVIII a las cuadrillas de esclavos de negros que predominaron en los dos primeros siglos de ocupación ibérica.7 Uno de los rasgos distintivos de estos lugares, suficiente para introducir modificaciones fundamentales en los patrones de la tenencia de la tierra y en sus formas de explotación, era la presencia o la ausencia de mano de obra india o esclava. Los indígenas estaban presentes sobre todo, en Marinilla, Rionegro, Antioquia y en menor medida en Medellín;8 mientras que los esclavos y los mulatos eran la mayoría de la población en Zaragoza, Cáceres y Los Remedios.9 Esas áreas fueron denominadas por sus habitantes como países, para diferenciarlos de las áreas vecinas. El vocablo fue utilizado para referirse a las características ambientales del territorio y a las costumbres de pequeñas poblaciones. Un país era un espacio corto, abarcable de una sola mirada, hecha desde las torres del templo parroquial o desde la cima de una colina. Sus habitantes tenían estrecha relación con el ambiente físico ya fuera por prácticas agrícolas, ganaderas o mineras, ya por el afecto. Así, a finales del siglo XVIII la provincia de Antioquia contaba con varios países, entre los que se destacan: Bajo Cauca, Antioquia, Medellín, Marinilla, Rionegro, Los Osos, Urrao, Yolombó y Los Remedios. Aunque cada país gozó de una independencia poco perceptible, con los años fueron consolidándose. Una vez articulados, fortalecieron de paso el territorio, el gobierno y la unidad de toda la provincia de Antioquia. Los citados países, con el tiempo, habían adquirido su propia personalidad. De cada uno de ellos dejaron amplias opiniones tanto el gobernador Francisco Silvestre como el visitador Juan Antonio Mon y Velarde.10
6 Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas de oro y plata en Colombia, Bogotá, Imprenta Silvestre y Compañía, 1888, p. 43. 7 En 1761, el cura de Antioquia, doctor don Juan Antonio de Toro y Cataño, afirmaba que el “metodo mas preciso” para acabar con la pobreza de la provincia de Antioquia era la introducción de un: “…numero considerable de negros para el lavoreo de dichos minerales, pues el motivo de la pobreza a que se a reducido la provincia, es no haver fuerza en los vesinos para su lavoreo y no poderlas recobrar porque los pocos negros que ay en la provincia se venden muy caros…”. Cf. Archivo Histórico de Antioquia (Medellín), (de ahora en adelante): A.H.A., Minas, T. 348, doc. 6571, f.52v. En 1809 José Manuel Restrepo esribió: “Los mineros dueños de esclavos son pocos, y el que mas tiene cien negros; de modo que los esclavos no explotan la sexta parte del oro que sale de Antioquia; las otras cinco partes son extraídas por los individuos libres que nombran masamorreros.” Cf. J. M. Restrepo, “Ensayo sobre la geografía…”, Op. Cit., p.257. 8 Según José Manuel Restrepo, en 1809: “de tantos Indios, como había en los primeros tiempos, sólo han quedado 4.769, tristes reliquias de unos padres crueles y sanguinarios.” Cf. Ibíd., p. 247. 9 A.H.A., Estadística y Censo, T. 341, doc. 6514, ff. 96r-97v; A.H.A., Estadística y Censo, T. 341, doc. 6512, ff. 88r-91r. 10 Sobre los habitantes de la ciudad de Antioquia el visitador Juan Antonio Mon y Velarde afirmó en 1788 que: “siendo la gente dócil de un carácter apacible y obseqioso con los superiores, y más franqueza en su trato que sus compatriotas. Aunque todos son demasiados afectos a seguir los usos y costumbres de sus mayores, la experiencia me tiene acreditado que son los menos tenaces”. Cf. “Sucinta relación”, en: Emilio Robledo, Bosquejo biográfico del señor oidor Juan Antonio Mon y Velarde, visitador de Antioquia, 1785-1788, dos tomos, Bogotá, Publicaciones del Banco de la República / Archivo de la Economía Nacional, 1954, p. 300; sobre los medellinenses el gobernador Francisco Silvestre escribía en 1776: “Se particularizan ó distinguen
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A mediados del siglo XVIII la provincia de Antioquia experimentó una reorganización jurisdiccional y territorios que hacían parte de la provincia fueron segregados. Así, la villa de Ayapel pasó a la jurisdicción de la Gobernación de Cartagena, en 1747;11 los minerales de Guamocó (Antigua ciudad del siglo XVII), pasaron en 1749 a la jurisdicción de la ciudad de Simití, también en la Gobernación de Cartagena,12 los valles de La Marinilla, pertenecientes a la ciudad de Los Remedios, que a su vez hacían parte del corregimiento de Mariquita, pasaron a Antioquia, en 1756.13 Un año después, se hizo lo propio con la jurisdicción restante de la ciudad de Los Remedios.14Finalmente, el Llanogrande, Arma nuevo y Arma viejo, pertenecientes a la Gobernación de Popayán, fueron agregados a la jurisdicción de Antioquia en 1786, quedando así conformado, poco más o menos, el mapa moderno del territorio antioqueño.15 los habitantes de la jurisdicción de Medellín en que son más retirados y cumplimenteros, más engreídos de su caballería y quijotescos, más apegados á los usos antiguos y más guardosos y aplicados á no gastar. Algunos de ellos trabajan minas y los más se dedican á la labranza de sus arados ó chacras en que siembran maíz, caña dulce y algunas otras legumbres, y otros á rescatantes en los minerales que están en la mayor parte de la jurisdicción de esta capital. Guardan mucha atención á los forasteros; pero con mucha interioridad hacia el patriotismo, y con no pocas simulación aunque en el exterior todos manifiestan un corazón franco, sencillo y natural”. Cf. “Relación que manifiesta el estado de la provincia de Antioquia cuando la entregó a don Cayetano Buelta Lorenzana don Francisco Silvestre, oficial mayor de la Secretaría de Cámara del Virreinato de Santa Fé que la gobernó interinamente un año y 24 días”, en: Anales de la instrucción Pública de Colombia, Bogotá, T. IV, No. 18, 1882, p. 483; y sobre los rionegreros, el gobernador Silvestre apuntaba que: “Sus moradores son aplicados al trabajo, aunque no deja de haber bastantes ociosos, comprendiéndoles en lo demas el carácter general de los provincianos (se dirá más abajo), aunque inclinado hacía el que distingue a los de Medellín”., Ibíd., p.480; y sobre los vecinos de Cáceres y Zaragoza escribía: “Son viciosos y muy dados al juegos al mismo tiempo que negados al trabajo, aunque no faltan algunos aplicados a él y honrados, sin embargo de que sean de color; pero éstos son contados, o algo raros. Las mujeres son por lo común las más trabajadores y saben mejor que los hombres cumplir sus tratos y pagar a sus acreedores, que las fían con preferencia sus efectos. Es poco respetada la justicia, porque tomando por asilo el monte, que es por todas partes áspero, es difícil haber a las manos a los delincuentes, que consiguen por esto vivir libremente…”. Ibíd., p. 485; y sobre Marinilla el gobernador Silvestre anotaba que: “es la Población más quieta, y más unida de la Provincia, y en quienes he encontrado mayor amor al Público, y pronta concurrencia a quanto le interesa”. Cf. Francisco Silvestre, Relación de la provincia de Antioquia [ca. 1786-1797], (trascripción, introducción y notas): David Robinson, Medellín, Secretaria de Educación y Cultura de Antioquia, 1988, p.186. 11 A.H.A., Órdenes Superiores, T. 16, doc. 524, f. 98v. 12 En 1749 el virrey Sebastián de Eslava ordenó agregar la jurisdicción de la despoblada ciudad de Guamocó a la Gobernación de Cartagena por la: “total falta de justicia, sin que entre sus havitadores resida algun juez que la administre ni contenga los insultos y excesos que alli se comenten, por la larga distancia y difícil comunicación con esa provincia de Antioquia”. Cf. A.H.A., Órdenes Superiores, T. 16, doc. 522, f. 42r. 13 En 1756 el virrey José Solís de Folch Cardona ordenó agregar el sitio de Marinilla a Antioquia “en remuneracion de Ayapel”. Cf. A.H.A., Órdenes Superiores, T. 16, doc. 524, f. 99r. 14 En 1757 el virrey José Solís de Folch Cardona ordenó al gobernador de Antioquia José Barón de Cháves agregar: “la ciudad de los remedios con yolombó, cancán y todo su partido y territorio” a Antioquia. Cf. A.H.A., Órdenes Superiores, T. 16, doc. 525, f. 127r. 15 Desde 1776 se ordenó trasladar la vieja ciudad de Arma al sitio de Rionegro, por ser este último de: “temple, aunque frio, mui sano, fértil, abundantes de pastos, leña, madera, materiales, aguas dulces, gente natural, que asienden a numero a mas de once mil personas…”. Cf. Archivo Histórico Casa de la Convención (Rionegro), (de ahora en adelante): A.H.C.C., Gobierno, vol. 3, f. 38v.
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2. La ampliación de la frontera La organización social, económica y política de la provincia de Antioquia en las postrimerías del siglo XVIII se estableció alrededor de las ciudades de Antioquia, Rionegro y la villa de Medellín, lo que muestra que el núcleo de dominio que se instituyó desde los tiempos de la Conquista, se desplazó económica y demográficamente ante el descenso de la productividad en la economía extractiva del oro, permitiendo la formación de un nuevo núcleo de poblamiento. A finales del siglo XVIII a la provincia contó, como las otras provincias del Imperio, con la presencia de un nuevo tipo de funcionarios, cuyo principal objetivo fue diagnosticar la situación del territorio, y establecer las pautas a través de las cuales se llevarían a cabo las reformas borbónicas. Para el caso antioqueño, los informes hechos por los funcionarios Borbónicos se constituyeron en los primeros diagnósticos sobre la Provincia, que dieron cuenta tanto de sus debilidades como de sus potencialidades, y que fueron particularmente importantes, por haberse constituido en unos planes especiales de desarrollo. En efecto, funcionarios como José Barón de Chávez (Gobernador de la provincia de Antioquia entre 1755-1769), Francisco Silvestre (Gobernador desde 1775 a 1776, y entre 1782 y 1785) y Juan Antonio Mon y Velarde (Gobernador entre 1785 y 1788), señalaron puntualmente los problemas más graves de Antioquia y la forma de solucionarlos, una de las soluciones estaba en reorganizar la política sobre el poblamiento. Aunque desde las primeras décadas del siglo XVII mineros de Zaragoza, Cáceres y Antioquia empezaron a catear minas y a introducir esclavos en el valle de Los Osos16 y a principios del siglo siguiente los habitantes de la ciudad de Antioquia comenzaron a migrar hacia Cauca Arriba y el valle de Urrao;17 fue a partir de 1750 cuando la falta de tierras para una población que superaba más de 30.000 habitantes ubicados la mayoría en los valles de Ebéjico, Aburrá y Rionegro, que se hizo necesario la búsqueda de nuevas tierras.18 En la provincia, la recuperación demográfica tuvo en el mestizaje y el mulataje su principal impulso. Éste contribuyó, según dichos funcionarios, a la “relajación universal de las costumbres” y al desorden civil y eclesiástico de la población, que tanto preocuparon a los virreyes, oidores y gobernadores, llevándolos en sus informes presentados al rey a proponer la sujeción de esos individuos a nuevas poblaciones.19 Así que, esas políticas de poblamiento pobladores dispersos que vivían por fuera de la “república de los españoles”, asentándolos no sólo tenían como objetivo la reducción de indios como los Cunas, o poner freno a las ambiciones de los ingleses en el Darién y Urabá, 16 Archivo General de la Nación (Bogotá), (de ahora en adelante): A.G.N., Minas de Antioquia, T.4, f. 993r. 17 Roberto Luis Jaramillo, “Colonizaciones en Antioquia”, en: Geografía de Antioquia. Geografía histórica, física, humana y económica, (editor): Michel Hermelin, Medellín, Fondo Editorial Universidad EAFIT / Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 2006, p. 64. 18 En 1766, el cura de la villa de Medellín y Superintendente de la provincia de Antioquia, Juan Salvador de Villa y Castañeda contó 34.120 “almas” que estaban bajo la jurisdicción del obispado de Popayán (afuera quedaban las jurisdicciones de Zaragoza y Los Remedios, pertenecientes al arzobispado de Santafé, y Cáceres, bajo la égida del obispo de Cartagena). Cf. Archivo Arquidiocesano de Medellín, (de ahora en adelante): A.A.M., Diócesis de Popayán, caja M7, carpeta C2, ff. 1r-3v. 19 Un ministro de Felipe V, presentó tal vez el primer proyecto moderno para reorganizar la población del Nuevo Mundo. Cf. Joseph del Campillo y Cosio, Nuevo Sistema de Gobierno Económico para la América. [1743], Mérida, Universidad de los Andes, 1971, pp. 194-199.
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sino también controlar a los en colonias agrícolas para abastecer ciudades, villas y Reales de minas. Esta era la aplicación de la política borbónica de poblamiento que en España fue utilizada por el ilustrado peruano Pablo de Olavide, superintendente de las colonias de Sierra Morena.20 Las repoblaciones en el siglo XVIII formaban parte de los ideales borbónicos. En España y en los territorios de ultramar de la Monarquía, estas fórmulas se aplicaron con mayor o menor éxito tanto en el Nuevo Reino de Granada, como en California, Florida, Luisiana, Cuba y el Río de La Plata.21 En Antioquia, la densidad de la población varió de unos países a otros. Aunque la mayoría de los habitantes estaban ubicados en el centro de la Provincia, también existía un alto número de individuos que habitaban las orillas de los ríos Magdalena, Nare, Nechí, Cauca y San Bartolomé.22 Pobladas en las vegas de los ríos Cauca, el Porce y el Rionegro estaban asentadas la ciudad de Antioquia, la villa de Medellín, la ciudad de Rionegro y la villa de Marinilla que constituían los principales centros urbanos de la Gobernación al despuntar el siglo XIX;23 mientras que las antiguas ciudades de Los Remedios, Cáceres y Zaragoza, se encontraban arruinadas y por su pobreza no tenían cabildo, en su reemplazo la Real Audiencia nombró capitanes a guerra para que administraran justicia en esos centros urbanos.24 20 El 15 de julio de 1767 Carlos III promulgó una Real cédula en la que reglamentaba las nuevas poblaciones de la Sierra Morena. Pablo de Olavide y Gaspar Turiel propusieron repoblar la Sierra con “mil colonos católicos Alemanes y Flamencos”. Cf. Novísima Recopilación de las Leyes de España. Mandada a formar por el señor Don Carlos IV, Madrid, 1805, seis tomos, T. III, Lib. VII. 21 En el Nuevo Reino de Granada, fueron muy importantes la repoblaciones realizadas por José Fernando de Mier y Guerra en la Gobernación de Santa Marta entre 1744 y 1770; Antonio de La Torre y Miranda en la Gobernación de Cartagena entre 1774 y 1778 y el franciscano Joseph Palacios de La Vega en los ríos Cauca, Nechí y San Jorge entre 1787 y 1788. Cf. José M. de Mier, (compilador), Poblamientos en la provincia de Santa Marta. Siglo XVIII, tres volúmenes, Bogotá, Colegio Máximo de las Academias de Colombia Libreros Colombianos, 1987; “Noticia de Antonio de La Torre y Miranda para el Virrey sobre fundaciones verificadas en la provincia de Cartagena” [1784], Huellas, Barranquilla, Universidad del Norte, diciembre de 1987, pp. 73-81 y Diario de viaje del P. Joseph Palacios de La Vega entre los indios y negros de la provincia de Cartagena en el Nuevo Reino de Granada, 1787-1788, (editor): Gerardo Reichel-Dolmatoff, Bogotá, Editorial A. B. C, 1955. 22 Por ejemplo, en 1789 el virrey Francisco Gil y Lemos ordenó a Domingo Varela la fundación de la población de Nare, a orillas del río Magdalena, para reunir así a la población dispersa y para que sirviera de bodega. Cf. A.G.N., Poblaciones varias, T. 13, doc. 12, ff. 539v-540r. 23 Por ejemplo, en 1806 se empadronaron en la ciudad de Antioquia 5945 individuos. Cf. A.H.A., Estadística y censo, T. 333, doc. 6359, ff. 456r-513r; en 1777 en Rionegro 3799 personas. Cf. A.H.A., Estadística y censo, T. 341, doc. 6521, ff. 228r-263r; en 1777 se contaron en el valle de La Marinilla 3679 personas. Cf. A.H.A., Estadística y censo, T. 338, doc. 6498, ff. 1r-18v; y en 1801 en Medellín 6867 personas. Cf. A.H.A., Estadística y censo, T. 335, doc. 6432, ff. 175r-176v. 24 Por ejemplo, en 1787 el visitador Juan Antonio Mon y Velarde escribía sobre la ciudad de Cáceres “... que fue en otro tiempo una de las mas lucidas poblaciones de esta provincia y por su situación lo debia ser en el dia, pues colocada a orillas del rio Cauca, con proporcion de mantener comercio por agua con Mompox, Santa Marta y essa Plaza [Cartagena], esta rodeada de muchos y ricos minerales, en un terreno fértil y abundante de todos frutos, se ve reducida en el dia, de la mayor miseria y desolación. No solo se halla sin cabildo ni sugetos de alguna distinción, sino tambien sin vecinos, pues los pocos zambos y mulatos que havitaban en su jurisdiccion estan dispersos sin la menor policia, extragados en sus costumbres y del modo inútil para Dios y para el Rey de modo, que es posible se forme dentro de pocos años un palenque formidable de gente vandida”. Cf. A.G.N., Tierras de Antioquia, T. 10, ff. 614r-v.
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Como lo importante para los reformadores borbónicos era la extracción fiscal a cualquier precio, decidieron, en compañía de las elites locales, iniciar un proceso de expulsión de la población que no tenía propiedades. Hacia todos los lugares de la provincia partieron cientos y a veces miles de campesinos, con el único anhelo de encontrar una buena tierra. Este proceso, que ha sido magnificado por la historiografía de la región y conocido como “colonización antioqueña”, en realidad se trató de una política colonialista. El fin de las reformas borbónicas era sacar la mayor riqueza posible de las colonias y para esto era necesario defender las costas, levantar padrones, construir fuertes, introducir nuevas técnicas mineras, trazar caminos y componer los viejos, dibujar mapas, aumentar impuestos, conquistar a los indios “salvajes”, decretar el Comercio Libre, debilitar a la Iglesia, crear escuelas de primeras letras, rediseñar las ciudades, construir cementerios, hospicios, alamedas, acequias, crear regimientos fijos y batallones, impulsar la fisiocracia y poblar con vagos y hombres sin tierra los territorios no incorporados la proyecto monárquico. El dinamismo del poblamiento no provenía de las elites antioqueñas sino de mulatos, mestizos, libertos y blancos pobres que empezaban a construir economías campesinas en las tierras no ocupadas. El surgimiento de estas poblaciones nuevas sugiere la resistencia por parte de los “libres de todos los colores”, en medio de una sociedad colonialista, a someterse a nuevas formas de sujeción como jornaleros o arrendatarios.25 Lorenzo Hurtado, un colono de Titiribí escribía en 1795 que: “quatro caballeros de la villa de Medellin” pretendían: “venir a poblar en mis aberturas o este mismo sitio y no haviendolo conseguido han repetido a pedir juez de su tierra para lansar a los pobres vecinos de sus casas”26 y pedía, que las autoridades de la ciudad de Antioquia les nombraran un juez poblador y no los de la villa de Medellín: “que deste modo podremos permanecer en quietud y siendo de contrario nos veremos obligados a seguir lo que la experiencia nos enseña, desamparar aquel sitio.”27 3. Las nuevas poblaciones El poblamiento y la diversificación social (el fuerte proceso de mestizaje y la decadencia del sistema esclavista) en el espacio de los antiguas mercedes de tierra es un proceso que comenzó en el siglo XVIII y se prolongó a lo largo de toda la centuria siguiente. Las capillas de las rancherías y de las estancias, construidas para el adoctrinamiento y control de los esclavos negros e indios, sirvieron muchas veces como núcleo original de
25 Hermes Tovar Pinzón, “Problemas de la estructura rural antioqueña en la segunda mitad del siglo XVIII”, en: Ibero-Amerikasniches Archiv, Berlin, Colloquium Verlag, 1987, Jahrgang 13, Heft 3, p. 386. 26Archivo Histórico Municipal Bernardo Martínez Villa (Santa Fe de Antioquia), (de ahora en adelante): A.H.B.M.V., f. 1v. Actualmente los documentos de este archivo se encuentran en la Casa de la Cultura de este municipio sin clasificar. 27 Ibíd., f. 2r.
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concentración para pobladores libres.28 En otras ocasiones, los libres trabajando como mazamorreros, consiguieron la consolidación de poblados.29 Estas concentraciones lograron un primer reconocimiento al ser erigidas en viceparroquias o al recibir un juez poblador o un alcalde pedáneo que dependía del cabildo al que estaban sometidos.30 La nueva ramificación semiurbana mantuvo siempre relaciones ambiguas con las concesiones o mercedes de tierra que limitaban su espacio vital. Por ejemplo, 1789 el teniente de gobernador del valle de Los Osos, Pedro Rodríguez de Zea, afirmaba que la colonia de San Luis de Góngora (actual Yarumal) no prosperaba por la influencia de Joaquín Barrientos y Antonio Quintana (grandes terratenientes). La colonia era de: “pobres desvalidos y necesitados que a costa de sus sudores y afanes con suma miseria se han establecido sin embargo de los ultrajes que han sufrido […] siendo uno de ellos el vilipendioso nombre que se le ha dado a la poblacion nombradola poblacion de tramposos, bagamundos, ladrones y facinerosos, siendo muchos de ellos hombres nobles y honrrados (aunque pobres y destituidos de tierras donde travajan)”.31 Este desarrollo difiere marcadamente del que experimentó el norte la Gobernación de Antioquia, donde predominó la población esclava hasta el siglo XVII y luego un fuerte proceso de mulataje y zambaje.32 La decadencia del sistema esclavista dio pasos a economías campesinas de mineros y agricultores mestizos, negros y mulatos. 33 Ante la
28 En 1778 el minero Mateo Ramírez pidió al cura de Rionegro José Joaquín González, que se construyera una capilla en los Minerales de Nusito: “no solamente a su quadrilla, sino tambien a tantos feligreses y gentes libres que avitan y tienen sus labores”. Cf. A.H.A., Fundaciones, T. 50, doc. 1424, f. 59r. 29 Por ejemplo, en 1795 Lorenzo Hurtado, vecino del sitio de Titiribí, escribió al cabildo de Antioquia que: “…haze el espacio de quince o diez y seis años que salimos derrotados a buscar minas las que hallamos y hemos ydo descubriendo en unas muy asperas montañas las que a consta de nuestro sudor y trabajo hoy tenemos mucha parte desmontada y empradizada, con sitio poblado de casas y capilla paramentada […] y calles y sabanas y potreros, roserías y caminos de tierras, banqueado y desmontado hasta el puerto del Cauca…”. Cf. A.H.B.M.V., f. 1r. 30 En 1796, el juez poblador de la colonia de San Antonio de Barbosa, Miguel María Isaza, pidió al obispo de Popayán y al gobernador de Antioquia que Barbosa se erigiera en viceparroquia, debido a que ya había: “construidas y cubiertas de paja dies y siete casas inclusive la carcel y tres de tapias” y el cura de Medellín y Superintendente de Antioquia José Jerónimo de La Calle que: “son unas gentes que viben en los montes de Graciano, expuestos a morir sin confesion, por la larga distancia de la parroquia de la Tasajera, aunque el cura, no hiciere omision mientras lo venian a llamar y el iba, muchas veces quando llegaba, no los encontraba vibos…”. Cf. A.A.M., Diócesis de Popayán, caja P.28, f. 27v. 31 A.G.N., Tierras de Antioquia, T. 10, f. 699r. 32 En 1713 el gobernador de Antioquia, José de Yarza escribía entre asombrado y entristecido que: “…he reconocido el sumo menoscabo de vecinos españoles y miseria en que se halla esta ciudad reduciendose solo a dos los que tiene componiendose los demas de morenos libres criollos con miseria y aniquilación tanta, que los mas, no tiene propio alojamiento, reduciendose este a unas chozas sin mas fundamento su edificación que de unos palos y ojas sin abrigo ninguno, por bañarles de todas partes el sol y el viento, sin mas lajas que los cortos lechos correspondientes a las chozas, sin aver en toda esta jurisdicción una quadrilla de negros que travaxe en mina, siendo esta una de las tierras mas ricas desta provincia y gobierno de Antioquia según estoy ynformado, y se hallan sus minerales de donde tan abunadante riquesa de oro se ha sacado desiertos por no aver quien los trabaxe y aviendose reducido esta vecindad a morenos libres y a dos solos vezinos…”. Cf. A.H.A., Visitas, T. 75, doc. 2093, f. 237r. 33 Aunque al iniciar el siglo XVIII, el gobernador José López de Carvajal afirmaba que era tal la decadencia de la región: “que siendo la tierra tan corta de vezinos bengo a ser gobernador de negros y mulatos”.Cf. A.G.I., Santa Fe, 362, No. 1, ff. 2r-v.
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imposibilidad de someterlos a un tipo más permanente de sujeción, las autoridades optaron por agrupar a los individuos.34 En estas últimas el desarrollo fue mucho más complejo que en el centro de la Provincia. Había un patrón básico (con muchas variantes) de concentración en torno a un Real de minas, después en una capilla y por último el reconocimiento como parroquia, proceso que se repitió en Nechí, Garrapatas, Yolombó y Nare. Todo esto iba acompañado de tensiones sociales que inquietaban a los centros urbanos más antiguos. Al finalizar el siglo XVIII se decía sobre el sitio de Nechí que: “se compone de mas de cien cabezas de familia y que tendra el dicho sitio como treinta casas, con su plaza e iglesia”.35 Pero además: “se experimenta poca aplicación al trabajo y ningún gusto en procurar el cultivo de tan preciosas producciones, siendo todos unos miserables bien hallados con su miseria”.36 Para controlar esa colonización espontánea y sobre todo, para regularizar la ocupación de tierras realengas en toda la Provincia, la Audiencia de Santafe dictó una Real cédula en 1780 que centralizó la nueva política de poblamiento.37 Así que, en 1785 el visitador Pedro Rodríguez Zea −ideólogo, junto con Francisco Silvestre, de la colonización dieciochesca en Antioquia−, propuso que se establecieran en el valle de Los Osos cuatro poblaciones. Para poder efectuar estas fundaciones opinaba que era necesario dar tierras gratuitas a todos los colonos que quisieran dedicarse a la agricultura y la minería.38 En realidad, desde que las minas de Zaragoza, Guamocó y Cáceres comenzaron a flaquear en las primeras décadas del siglo XVII, los vecinos de estas ciudades, acompañados de los mineros de Santafé de Antioquia y de Los Remedios empezaron a buscar nuevas minas. En efecto, la gran crisis del siglo XVII39 fue consecutiva a una larga fase de expansión económica y territorial, la cual involucró, prácticamente, el conjunto de las sociedades coloniales en América. Entonces, de un período de crecimiento económico que vivió la sociedad española entre 1580 y 1640 (período que, grosso modo, corresponde al primer ciclo minero descrito por Germán Colmenares),40 derivó en la aparición de fenómenos de
34 En 1784 José López de Mesa, comisionado por el gobernador Silvestre para visitar la ciudad de Cáceres, propuso para su incremento y mejor gobierno: “el que se le dedique un recto Juez, que sin desperdiciar lo antes dicho, obligue el mismo a los yndividuos parroquianos de aquella ciudad, a que en ella establescan sus casas de morada, ia que el solar, o suelo no les cuesta nada, y que los minerales los tienen a la mano, y que sean precisados a que frecuenten aquellas, porque estoi informado, de que viven dispersos por los montes, y con mui poca sujecion a la Parroquia, y Parrocho; y assi obligandolos a lo que va dicho, no solo se sanjara aquel inconveniente, mas tambien resultaria mas poblada la ciudad”. Cf. A.H.A, Visitas, T. 76, doc. 2105, f. 139r 35 A.H.A., Visitas, T. 76, doc. 2105, f. 132r. 36 “Sucinta relación”, Op. Cit., p. 315. 37 “La Real Cédula de tierras de 1780 (2 de Agosto)”, en: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, No. 10, 1982, pp. 231-244. 38 En 1785 Pedro Rodríguez de Zea escribió un largo informe al gobernador Francisco Silvestre en el que afirmaba que el valle de Los Osos se encontraba: “avitado de personas nobles, dueños de cuadrillas, mestisos, mulatos y negros libres componiendose mucha parte de gente ociosa, vaga y mal entretenida”. Cf. A.H.A., Visitas, T. 76, doc. 2104, f. 103v; por lo que pedía que: “se fundasen quatro poblaciones en las montañas de los valles de los Osos, construiendo en ellas viceparrochias”. Cf. Ibíd., f. 106r. 39 Cf. Ruggiero Romano. Coyunturas opuestas. La crisis del siglo XVII en Europa e Hispanoamérica, México, Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México, 1993. 40 Germán Colmenares, “La formación de la economía colonial (1500-1740)”, en: Historia económica de Colombia, (compilador): José Antonio Ocampo, Bogotá, Tercer Mundo / Fedesarrollo, 1997, p. 35.
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fuerte movilidad geográfica. Las miradas de los españoles se dirigieron hacia el valle de Los Osos, un frío altiplano, de malas tierras, poco agua, pero de ricas minas, que desde principios del siglo XVII había sido ocupado por los mineros Antonio Serrano de Espejo, Pedro Martín Mora, Felipe de Herrera y los hermanos Juan y Fernando de Toro Zapata.41 Sin embargo, el proyecto poblador de Rodríguez de Zea tenía un inconveniente. Las tierras donde se planeaban fundar las cuatro colonias, aparentemente tenían dueño. Se trababa de Antonio Quintana, Joaquín Barrientos y Plácido Misas, quienes habían denunciado las tierras como realengas para apropiarse de ellas y luego venderlas a los colonos a precios elevados.42 Para Rodríguez de Zea, el incentivar el poblamiento a través de la migración hacía ese “país” de mineros y mazamorreros permitiría aumentar las entradas de la Real hacienda. Tres años después, el visitador Juan Antonio Mon y Velarde ordenó la fundación de las colonias de San Luis de Góngora (hoy Yarumal), San Antonio del Infante (hoy Don Matías) Carolina del Príncipe y San Carlos de Priego. Los sitios de San Andrés, Santa Rosa y Petacas existieron desde mediados del siglo XVII. Familias de mulatos y blancos pobres se asentaron casi desde el mismo momento en que empezó la explotación aurífera de Los Osos, muy cerca de las minas de los vecinos de Santafé de Antioquia.43 Pero al finalizar el siglo XVIII, la fundación de las nuevas colonias creó conflictos con los habitantes de los sitios y parroquias ya establecidas. Por ejemplo, en 1804 los feligreses de la viceparroquia de San Andrés pedían que se erigiera en parroquia, porque carecían del “pasto espiritual” que se los suministraba el cura de San Pedro a tres leguas de distancia. Además, se quejaban de lo fácil que había sido erigir a la colonia de San Antonio del Infante en curato, mientras ellos estaban: “pobres y desamparados y porque no estamos distinguidos en el sobredoro de la nobleza, que somos mulatos y que no pueden ser deshayrados los blancos de nuestras Montañas de Don Matias, unos yntrusos advenedisos que no sabemos lo que son, ni de donde los arrojó el diluvio”.44 La importancia numérica de los mulatos y de los mestizos, que sumados a los blancos pobres constituía más de la mitad de la población de la Provincia, debió alterar la visión tradicional de la sociedad colonial. Al lado de los grandes mineros y comerciantes, cuyo estilo de vida y cuyas actividades económicas se encuentran mejor documentadas,45 existía una mayoría de personajes anónimos, cuyos nexos con las estancias y los Reales de minas eran ambiguos. Aunque no estaban subordinados por el peonaje, sus medios de vida solían ser muy escasos.46 La mayoría se aferraba a unas pocas cuadras de tierras (o aún varas), que en algún momento se habían desprendido de los grandes globos que pertenecían a las
41 A.H.A., Minas, T. 356, doc. 6693, ff. 119r-v. 42 A.G.N., Tierras de Antioquia, T. 10, ff. 697r-697v. 43 Por ejemplo, el sitio de Santa Rosa de Osos, fue erigido en parroquia en 1659, un claro ejemplo de su importancia. Cf. Javier Piedrahita, Historia Eclesiástica de Antioquia, (colonia e independencia), Medellín, Granamérica, 1978, p. 266. 44 A.H.A., Fundaciones, T. 50, doc. 1418, f. 19r. 45 Ann Twinan, Mineros, comerciantes y labradores. Las raíces del espíritu empresarial en Antioquia: 1763-1810, Medellín, FAES, 1985, pp. 185-229. 46 En 1786 el visitador Mon y Velarde anotó: “Respecto hallarse muchos pobres en esta provincia sin tierras necesarias para su laboreo en los lugares de su residencia cediendo esto en perjuicio suyo pues se ven mendigando y sus familias del todo abandonadas”. Cf. A.H.A., Fundaciones, T. 52, doc. 1450, f. 1v.
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elites de Rionegro, Medellín o Santafé de Antioquia.47 Por lo que las autoridades borbónicas decidieron regular la colon 48ización.
En la jurisdicción de Rionegro se vivía una situación parecida. En 1763 la Audiencia de Santafé había otorgado a Felipe Villegas un vasto territorio al sur de Llanogrande, en términos de Arma. Cuando la ciudad empezó a “amenazar ruina”, desde mediados de siglo, los rionegreros procuraron anexarse su jurisdicción, que iba desde el río Chinchiná al sur hasta la quebrada de Pereira al norte, un amplio y fértil territorio, abierto para colonizar.49 En 1776, durante el primer gobierno de Francisco Silvestre, los rionegreros volvieron a intentar el traslado de Arma. El cura de Rionegro José Joaquín González, afirmaba que: “La Gran ciudad de Santiago de Arma, por su situacion, cielo desapacible, temperamto enfermo, y melancolico, con otras malas, y nocivas calidades, dignas de la maior ponderazion se halla al presente en tan deplorable estado, que de dia en dia yendo mas a menos, de carrera camina precipitada a su ultima ruyna y total perdida, y absoluta Desolazion asi por no haver en ella arriva de tres vezinos españoles, que en el dia estan revueltos con los pardos”.50 El traslado se materializó en 1786. El antiguo sitio de Rionegro que había surgido a principios del siglo XVII cuando los vecinos de Santafé de Antioquia empezaron a catear los ríos y a establecer hatos para el engorde del ganado que se traía desde Cartago, Buga y Cali, quedó convertido en la ciudad de Santiago de Arma de Rionegro. Su enorme jurisdicción ofrecía ríos con oro, ojos de sal, tierras realengas y selvas para talar y sembrar. Así que, desde el último cuarto del siglo XVIII mestizos de los valles de Rionegro y Marinilla, campesinos sin tierras, descendieron hacia los ríos La Miel y Buey en busca de oro, donde abrieron claros, sembraron maíz y luego subieron a la loma de Maitamac.51 Según el historiador Roberto Luis Jaramillo: “aconsejados por algunos armeños exploraron las tierras frías y casi paramunas de la cordillera Central que les eran tan familiares”, se
47 En la Real cédula del 2 de agosto de 1780 se menciona que las mejores tierras estaban en manos de “los vecinos más acomodados y de algún caudal”: “De este principio nace que la mayor parte de los habitadores del Reyno viven a merced de los dueños de tierras, en la penosa contingencia de ser despedidos o de sufrir el yugo que quisieran imponerles por no tener suelo propio en que establecerse”. Cf. “Real Cédula…”, Op. Cit, pág. 232. 48 Pedro Rodríguez de Zea afirmaba en 1786 que para fomentar una colonia en las montañas de Tenche, era necesario “levantar lista exacta” de los nuevos vecinos, con sus familias y sus lugares de origen; además debían ser hombres “labradores” para que cultivaran la tierra; y el lugar escogido para la fundación fuera de buen clima: “que tenga buenas aguas y abundantes para beber, igualmente si los hay o pueden haver de riego, que tienen mucha leñas y maderas para edificios, con todo lo demas necesario para sus construccion, comodidad y aseo, que sus terrenos son abundantes y fértiles para sembrar, maiz, cañadulce, algodón y cacao; que es de muchas y buenas minas de oro corrido…”. Cf. A.H.A., Fundaciones, T. 52, doc. 1450, f. 4r. 49 A.H.C.C., Gobierno, Vol.1, ff. 17r-23r. 50 A.H.C.C., Gobierno, Vol. 1, f. 38r. 51 En 1789 varios colonos de Rionegro y Marinilla escribieron al gobernador de Antioquia, Francisco de Baraya y La Campa, que: “motibados por la suma pobreza de bienes de fortuna, escaces de tierras en que trabajar, y lo que es mas doloroso, ni un terreno en que poder hacer una cassa, para mantener la vida y nuestras familias, por la estrechez que hay y se manifiesta en uno y otro vecindario de nuestros domicilios, a causa de la propagacion de las gentes; hemos deliberado, como al fin pobres desvalidos retirarnos a las montañas del valle de Sonzon, jurisdiccion de esta provincia, en donde a mas de la fertilidad de la tierra para las sementeras, se hacen palpables otras mayores ventajas, que son los criaderos de ganados mayor y menos, salados y ricos minerales, que en sus entrañas encierran ricas tierras, y hacen aquel valle nuestra mansion”. Cf. A.G.N., Poblaciones varias, T. 12, doc. 13, f. 292r.
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asentaron en el valle de Sonsón.52 En 1791 el gobernador Francisco de Baraya ordenó la fundación la colonia de San José de Ezpeleta de Sonsón, punta de lanza para la colonización antioqueña hacia el sur. 53 Las disputas entre colonos pobres y terratenientes ricos continuaron. En Amagá, un colonia fundada durante el gobierno del visitador Mon y Velarde (1788), los conflictos estuvieron a la orden del día; en Abejorral, en Urrao, en San Carlos, en Carolina del Príncipe, en San Antonio del Infante y en San Luis de Góngora los disputas también fueron constantes. 4. Tensiones y rivalidades El periodo de la Primera República (1810-1816) ha sido abordado por la historiografía colombiana como el resultado de las acciones individuales y más recientemente, como producto de los vaivenes de la política que sacudieron al mundo Atlántico en esta época. No obstante, vista desde una perspectiva de larga duración, la guerra de Independencia aparece como un catalizador de conflictos latentes que se remontan al siglo XVIII. De acuerdo a una vieja tesis que hizo carrera por toda América Latina, los movimientos Independentistas estaban directamente ligados a las reformas emprendidas por los funcionarios borbónicos, sobre todo al aumento de impuestos y a la separación de los criollos de la burocracia imperial.54 Sin embargo, muchos de los problemas de la Independencia, como la creación de Juntas de Gobierno, la erección de sitios en villas o de villas en ciudades, no obedecían del todo a las ideas políticas imperantes en la época (federalistas y centralistas); sino al desarrollo de procesos de larga duración que tenían que ver con la captación de recursos naturales y humanos. Esta forma de abordar el periodo, nos permitiría desembocar en imágenes mucho más ricas y densas de esas sociedades. Desde el punto de vista político, la Independencia puso en tela de juicio un orden original de poblamiento basado en privilegios de carácter patrimonial cedidos a ciudades y villas. En sus inicios, estos privilegios habían emanado de las facultades de los cabildos para distribuir los recursos contenidos en la jurisdicción asignada a un poblamiento.55 Las ciudades españolas tenían un carácter patrimonial que repelía toda noción de red urbana. Cada fundación buscaba la explotación de unos recursos que se repartían mediante privilegios institucionalizados (repartimientos, por ejemplo, entre los que se contaban la encomienda y las mercedes de tierra). Esto explica la resistencia de los viejos centros urbanos a la aparición de otros que podían escapar a su jurisdicción. Para ello, bastaba que obtuvieran los privilegios anexos a la calidad de ciudades y villas.56 La abolición o la
52 R. L. Jaramillo, “Colonizaciones…”, Op. Cit., p. 68. 53 A.G.N., Poblaciones varias, T. 12, doc. 13, f. 315r. 54 Germán Colmenares, Las convenciones contra la cultura. Ensayos sobre historiografía hispanoamericana del siglo XIX, Bogotá, TM Editores / Universidad del Valle / Banco de la República / Colciencias, 1997, pp. 15-20. 55 Recopilación de las Leyes de los Reynos de Indias [1681], tres tomos, Madrid, Consejo de la Hispanidad, 1943, T. II, Libro III, Título XII, Ley I, p. 39. 56 Las ciudades y villas contaban con privilegios que los pueblos de indios, las parroquias o las otras formas de poblamiento no tenían. Por ejemplo, la legislación indiana otorgaba a las ciudades y villas derecho a tener cabildo, escudo, nombrar alcaldes pedáneos para los lugares alejados como Reales de minas, estancias o hatos, y repartir encomiendas y tierras. Cf. Ibíd., T. II, Libro III, Título V-VIII.
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transformación radical de este esquema patrimonial comenzó a operar desde el siglo XVII, aunque en otros lugares del Nuevo Reino de Granada fue muy tardía y la promoción de ciertos poblamientos no se realizó hasta el período republicano. Con respecto a estos patrones, la situación de los poblados de la provincia de Antioquia fue excepcional desde el siglo XVIII. Allí, las jerarquías cedieron desde muy temprano ante las fuerzas de las relaciones materiales. ¿Cómo ocurrió este proceso? ¿Por qué un simple sitio en sus orígenes como Aná (actual Medellín) remplazó la centralidad de centros privilegiados en el reparto de los recursos como Antioquia y Zaragoza? Estas preguntas sobre las jerarquías urbanas pueden asociarse a otras de carácter político. Por ejemplo, ¿qué hizo que, dentro de las estrictas jerarquías sociales coloniales, los valles de Aburrá, Rionegro y Marinilla, aparecieran como más “igualitarios”, con estructuras agrarias menos rígidas? Zaragoza, como lo hiciera también la ciudad de Antioquia y Los Remedios, cumplió una función política durante el siglo XVI en los repartimientos del botín de la conquista. Primero las encomiendas y luego las mercedes de tierra, le confirieron una primacía política como albergue de encomenderos y como asiento de un cabildo que otorgaba mercedes. A diferencia de Zaragoza, que conservó este primado político como cabeza de una jurisdicción grande, las ciudades de Antioquia y Los Remedios se vieron privadas de una parte de sus términos con la aparición de las villas de Medellín a finales del siglo XVII y Marinilla cien años después. La Independencia en la Gobernación de Antioquia llevó a sucesivos acomodos y reacomodos del área de influencia de los centros urbanos coloniales. Desde 1810, Medellín, Rionegro y Marinilla empezaron a oponerse a Santafé de Antioquia, la cabeza de la Gobernación, que pretendía continuar conservando todos sus privilegios como capital provincial. Preso Fernando VII en 1808 el problema de sobre quién recaía la soberanía, no se resolvió fácilmente en toda América, y Antioquia no fue la excepción.57 Como en España, las ideas “pactistas” fueron determinantes, y de acuerdo con estos imaginarios, la soberanía debía reasumirla el pueblo.58 Pueblo, que desde una lectura propia del mundo del Antiguo Régimen, eran los cabildos de las ciudades y villas. La pregunta inmediata era entonces, ¿cuáles ciudades? ¿Sólo las ciudades capitales? ¿Por qué? Algunas ciudades y villas del Nuevo Reino de Granada se apresuraron en 1810 a constituir Juntas Supremas de Gobierno, que reclamaban para sí la soberanía. Los centros urbanos de una misma provincia vieron en esta coyuntura la posibilidad de independizarse, no sólo de España, sino de la ciudad capital que pretendía ejercer soberanía y control sobre ellos y con las que generalmente, mantenían añejas rencillas basadas en el monopolio de privilegios repartidos desde el momento de su fundación. Esto nos ayuda a entender los numerosos conflictos locales que estallaron durante la Primera República.59 57 Cf. François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, México, Fondo de Cultura Económica / Editorial Mapfre, 1993. 58 Armando Martínez Garnica, “La reasunción de la soberanía por las provincias neogranadinas durante la Primera República.”, en: Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, No. VII, 2002, p. 7. 59 José Manuel Restrepo, subrayó: “La noticia de la revolución de Santafé y de la deposición del virrey, y de más autoridades generales, se esparció rápidamente por las provincias. Cartagena, imitó el ejemplo de la
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En 1813 el dictador del Estado de Antioquia otorgó los títulos de ciudad a las villas de Medellín y Marinilla.60 Desde el comienzo de la revolución los cabildos de las villas observaban que la jurisdicción de las ciudades de Antioquia y Rionegro era tan desmedida que podían inclinarse a tiranizar las villas vecinas. Este temor hipotético expresaba en realidad viejos agravios.61 Por esto, en 1813 los cabildantes de Medellín “en celebración de nuestra emancipación política” propusieron el cambio de nombre por el de “Valle de Aná, como primitivo y antiguo de esta fundación, desechando el de Medellín, que sólo tuvo origen en el título del Conde, Presidente que era del Consejo de Indias, al tiempo que esta Villa solicitó y obtuvo el título”, y también expresaron su incomodidad por el escudo de armas de la Villa; en su lugar debía uno nuevo con la leyenda “Unión con los hermanos, paz con los amigos, guerra a los tiranos”.62 La rígida estructura jerárquica de los centros urbanos que impuso el modelo de poblamiento colonial, se modificó con el proceso de Independencia y la posterior consolidación de la República, pues fue utilizado como parte de la estrategia política para ganar adeptos y adscripciones de localidades, lo cual marcó una dinámica que condujo al otorgamiento de títulos de una de las partes en conflicto y el desconocimiento de los mismos por parte de la otra, hasta la derrota final del imperio español. En pleno fervor de la Independencia, las villas de Medellín y Marinilla fueron elevadas a la categoría de ciudad, nivelándolas con las ciudades de Rionegro y Antioquia.63 Mientras que parroquias como Envigado, Sopetrán, Santa Rosa de Osos, Sonsón o Yarumal exigieron a los cabildos a los que pertenecían se les concediera el título de villa por el apoyo a la causa patriota; otras fueron más allá, como Nare que pidió ser reconocida como provincia.64 capital estableciendo Junta independiente. Santa Marta hizo lo mismo y Antioquia, la siguió con el Chocó, Neyba, Mariquita, Pamplona, El Socorro, Cazanare y Tunja. Esta provincia, la de Pamplona, Neyba y Mariquita, se llenaron de facciones; algunos lugares querían depender inmediatamente de Santafé y otros como Jirón pretendían tener su gobierno particular, y construir repúblicas miserables. Las provincias del Istmo de Panamá se denegaron a seguir la revolución y sostuvieron a las autoridades españolas”. Cf. José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia, diez tomos, París, Librería Americana, 1827, T. II, pp. 193-194. 60 El dictador Juan del Corral decidió otorgar estos títulos considerando “los importantes servicios que han hecho a la patria el Pueblo y todos los moradores de las Villas de Medellín y Marinilla; el valor y patriotismo que han mostrado así en alistarse voluntariamente para marchar a Popayán, como en sostener las medidas de salud que el Gobierno ha juzgado convenientes para la seguridad común, y su adhesión y amor a libertad e independencia, para igualar en todo a estas dos beneméritas e ilustres poblaciones con las de Antioquia y Rionegro…”. Cf. “Título de ciudad concedido por Corral a Medellín y Marinilla”, en: Repertorio Histórico, Medellín, año I, No. 5-8, 1913, p. 395. 61 En 1809 José Manuel Restrepo escribió que los antioqueños: “hacen consistir el amor de su patria en hablar siempre de ella, y en la ridícula disputa de si Antioquia es mejor cuidad que Medellín, y si esta villa es más hermosa que Río-Negro; pero yo sigo muy diversa ruta. El verdadero patriotismo no consiste en tributar a su país vanos y pomposos elogios, sino en inculcar verdades útiles, en manifestar a sus compatriotas las preocupaciones que los ciegan, la inacción de sus labradores, y todas las faltas de su industria y su agricultura”. Cf. “Ensayo sobre la geografía…”, Op. Cit., p. 260. 62 “Acta del Cabildo sobre el título de ciudad que dio Corral a Medellín, etc.”, en: Repertorio Histórico, Medellín, año I, No. 5-8, 1913, p. 394. 63 Medellín alcanzó el título de villa en 1675. Cf. Archivo Histórico de Medellín, Consejo, T. 1, ff. 27r-v; mientras que Marinilla, obtuvo el título en 1787. Cf. A.G.N., Poblaciones varias, T.12, doc.14, ff.394v-396v. 64 José Manuel Restrepo escribió: “Donde quiera que hubo un demagogo o aristócrata ambiciosos, que deseaba figurar, se vieron aparecer juntas independientes y soberanas, aun en ciudades y parroquias
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FUNDACION DE POBLACIONES EN ANTIOQUIA ENTRE 1751 - 1817 LOCALIDAD FUNDACIÓN LOCALIDAD FUNDACIÓN
Abejorral 1800 El Retiro 1814 Amagá 1788 San Andrés 1762 Angostura 1803 San Carlos de Priego 1788 Anorí 1805 San Vicente 1776 Anzá 1751 Santa Bárbara 1773 Barbosa 1798 Santo Domingo 1798 Cañasgordas 1776 Santuario 1765 El Carmen 1807 Sacaojal 1773 Carolina del Príncipe 1788 Sonsón 1791 Cocorná 1793 Titiribí 1791 Concepción 1769 Urrao 1781 San Antonio del Infante (Don Matías) 1788
San Luís de Góngora (Yarumal) 1788
Vahos (Granada) 1804 Sabanalarga (Salamina) 1817 La Ceja 1791 Fuente: Heriberto Zapata Cuencar, Monografías de Antioquia, Medellín, Cervecería Unión, 1978; Javier Piedrahita, Historia Eclesiástica de Antioquia, (colonia e independencia), Medellín, Granamérica, 1978.
El espíritu que movió a Medellín y Marinilla a conseguir la igualdad política con respecto a Antioquia y Rionegro no era diferente al de Santa Rosa de Osos y Yarumal, poblaciones que sólo tenían la categoría de parroquia, pero que aprovecharon la ocasión que se les ofrecía para romper con su propia cabecera, la ciudad de Antioquia. En 1812, estas dos parroquias se enfrentaron en una campaña de desprestigio por alcanzar el título de villa. Yarumal elevó una petición a José Miguel Restrepo, presidente de la Junta de Gobierno de la Provincia, para erigirse en villa, lo que era un claro reflejo de los cambios en las jerarquías del poblamiento que se habían alterado por el desmoronamiento del imperio hispánico. Desde su fundación en 1788, la colonia de San Luis de Góngora (Yarumal), se vio envuelta en conflictos con la parroquia de Santa Rosa de Osos, por el acceso a tierras, hombres y minas. Su Juez Poblador, Vicente López de la Peña, afirmaba en 1812 que: “durante el tiempo que estos colonos estuvieron subordinados a la justicia ordinaria del sitio de Santa Rosa sufrieron grandes perjuicios”.65 Según el Juez, los habitantes eran de “distinguida
miserables como las de Nare, las que pretendían elevarse al rango de provincia. Podía temerse justamente que la disolución social llegara hasta las familias. Se necesitaban actos vigorosos de parte de las juntas provinciales para contener los progresos del mal, no tardaron en ejecutarlos”. Cf. J. M. Restrepo, Historia de la Revolución…, Op. Cit., T. II, pp. 208-209. 65 A.H.A., Fundaciones, T. 53, doc. 1451, f. 112r.
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calidad”, había 554 blancos, 1231 pardos, 514 mestizos y 422 esclavos negros, para un total de 2721 habitantes.66 Al vecindario crecido, se sumaba la fertilidad de sus suelos: “todas las montañas que rodean esta poblacion son tierras utiles y propicias para la siembra de granos y hortalizas, unas y otras principalmente las de cacao, cañadulce, platano y café”.67 Para reafirmar su petición, los vecinos de Yarumal sostenían que estaban muy cerca la ciudad de Cáceres y de su puerto sobre el río Cauca, lo que permitiría abrir un camino que comunicara al valle de Los Osos con las tierras del Bajo Cauca,68 y así cumplir el viejo sueño borbónico del gobernador Francisco Silvestre y de Pedro Rodríguez de Zea.69 Para los vecinos de Yarumal, la opresión continua a la que estaban sometidos por Santa Rosa aumentaría: “al ver elevado el rango de villa a otro pueblo que le hace algunas ventajas, hablo del valle de Santa Rosa de Osos, que ha pedido igualmente la denominación de villa”.70 Si Santa Rosa lograba su objetivo, reforzaría su jurisdicción sobre el espacio rural, pero también llevaría a la atomización de la antigua jurisdicción de Santafé de Antioquia. Los de Yarumal afirmaban que si sus opositores lograban ser erigidos en villa: “procurarían paralizar su Mineria y Agricultura para tenerlos siempre sugetos a su dominación. Bien sabe Vuestra Señoria Ylustrísima que estos son los recursos de los tiranos: y sino, diganlo las Americas, ¿a que se dirigian los esfuerzos de las politicas de Madrid? A mantenerlas aisladas, en una perpetua ignorancia y miseria”.71 Además pretendían anexarse la colonia de Carolina del Príncipe, fundada también por orden del visitador Mon y Velarde en 1788 y también el “partido de Matablanco (alias Dolores)”.72 Para los de Yarumal la Junta de Gobierno dejaría de ser “liberal y justiciera” si le otorgaba el título de villa a los cantones de Santa Rosa, Sonsón, Envigado, Sopetrán y San Pedro, que también lo pretendían.73 Además, recordaba a los miembros de la Junta de Gobierno de Antioquia que deberían de elevarla a la categoría de villa por su lealtad a la causa patriota, mientras Santa Rosa se encontraba “seducida por algunos anarquistas y adictos a los amontonados Gobiernos de España”, culminando su representación afirmando “por espacio de veinte meses que debajo de aquel cielo sereno se respira el aire dulce de la libertad”.74
66 Ibíd., f. 121r. 67 Ibíd., f. 112r. 68 Según José Vicente Hernández, de Yarumal a Cáceres sólo había tres días de camino, lo que resultaría provechoso: “no solo a este sitio, sino a toda la provincia [trayendo] ventajosas utilidades pues de alli pueden conducirse a toda ella, los vinos, cacaos, tabacos, ropas y demas abastos necesarios, evitando el dilatado monte de Juntas y embarcación del rio Magdalena”. Cf. Ibíd., f. 113v. 69 Además, Juan Nepomuceno Jaramillo, un vecino de Yarumal, afirmaba que toda su área de influencia estaba sembrada: “mas de ochenta y sinco fanegas de rosa, sin contar las muchas y grandes roserias que tiene esta jurisdiccion en las vertientes de los rios Pajarito, Dolores y Tenche, que hay algo mas de treinta y tres estancias de cañadulce, sin contar los cacaguales y huertas y platanares, y no pocos atos de ganado”. Cf. Ibíd., f. 115v. 70 Ibíd., f. 127v. 71 Ibíd., f. 128r. 72 “faltos de sentimientos liberales quieren la agregación de Carolina”. Cf. Ibíd., f. 128r. 73 Ibíd., f. 128v. 74 Ibíd., f. 127v.
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Los cambios que trajo la Independencia en el ordenamiento jurídico-administrativo de las diferentes ciudades revelan la inestabilidad política de la Provincia. Desde 1811 cuando se instauró la primera Asamblea Constituyente de Antioquia, ésta se dividió en cinco departamentos: Rionegro, Antioquia, Medellín, Marinilla y Nordeste,75 que equivalían parcialmente a las antiguas jurisdicciones coloniales; excepto, el departamento del Nordeste, que abarcaba las antiguas ciudades de Cáceres, Zaragoza y Los Remedios −sus cabildos habían sido extinguidos en la segunda mitad del siglo XVIII−, además de las parroquias de Yolombó, Cancán y San Bartolomé. El nuevo orden constitucional no sólo estaba destinado a hacer más inmediatos los recursos administrativos y judiciales sino también a promover la participación política facilitando las elecciones. Pero hubo también otros resultados políticos de más largo alcance. Si bien es cierto que el reconocimiento de igualdad teórica de los ciudadanos no alcanzaba a tener efectos prácticos dentro de una sociedad jerarquizada, en cambio el reconocimiento de la entidad jurídica de un poblamiento sí era capaz de romper con las jerarquías urbanas coloniales.76 Esto ocurría al menos allí donde el dinamismo de los poblamientos buscaba romper el molde de esas jerarquías. Por ejemplo, en 1811, los vecinos del sitio de Cancán pedían a la Junta de Gobierno que se les nombrara un “juez ordinario, con titulo de reedificador”, debido a que se encontraban sujetos a la parroquia de Yolombó y a los “antojos” de su capitán a guerra. Por esta razón escribieron: “Cancán, sino excede a Yolombó en el numero de vecinos Hispano-Americanos a lo menos estaremos iguales. Tenemos como los demas pueblos trato con los de afuera”77; y aunque contaban con alcalde pedáneo “por falta de jurisdiccion ordenada no podemos resolver nuestras causas civiles y criminales”. Los privilegios patrimoniales de las ciudades y villas (el control político sobre recursos como bosques, aguas, minas, tierras y mano de obra) introdujeron una serie de rivalidades que se extendían desde los poblamientos más humildes hasta los viejos centros urbanos coloniales.78 5. Tierra y libertad Como una forma de incentivar la colonización el nuevo Estado ordenó en 1813 que varios sitios pasaran a ser parroquias. Éstas tenían que competir por ciertos privilegios que antes otorgaba la Corona a un poblamiento, como era el derecho a tener pastos, tierras para catear minas y ejidos de donde cortar la leña. El dictador Juan del Corral decretó que Angostura, Vahos (actual Granada), Guarne, Belén, Titiribí, El Santuario, El Retiro, La Ceja y Canoas, quedaran erigidas: “Así vemos que las nuevas colonias se aumentan considerablemente, y
75 “Acta de instalación de la primera Asamblea Constituyente de Antioquia”, en: Repertorio Histórico, Medellín, año I, No. 5-8, 1913, p. 278-280. 76 La Constitución de Antioquia de 1812 reconocía a sus habitantes cuatro “derechos naturales”: libertad, igualdad legal, seguridad y propiedad. Cf. “Constitución del Estado de Antioquia [1812]”, en: Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra, Constituciones de Colombia, cuatro tomos, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1986, T. I, pp. 474-475. 77 A.H.A., Fundaciones, T.45, doc. 1396, f. 132r. 78 Juan Nepomuceno Jaramillo, un vecino de Yarumal, afirmaba en 1815 que Santa Rosa tenía un “suelo indigno”, y que no podían: “sus pretensiones desempeñar las funciones que demanda, por ser de los mas de los habitantes de aquel sitio negociantes pasajeros y que solo se mantienen allí, mientras adquieren modo de subsistir en otra parte”. Cf. A.H.A., Fundaciones, T.53, doc. 1452, f.184r.
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que por la sencillez y moralidad de sus habitantes, presentan el cuadro interesante que ofrecían las sociedades civiles en la infancia del mundo”.79 Un año después, Del Corral ordenó cambiar el nombre a varias parroquias, so pretexto de eliminar la “barbarie” del nuevo Estado.80 En 1811, José Manuel Restrepo propuso al Senado y a la Cámara de la República de Antioquia, un proyecto sobre las tierras realengas. Este consistía en una verdadera “reforma agraria”, pues buscaba eliminar los grandes latifundios improductivos y dar tierras a lo campesinos pobres, para así incentivar la colonización.81 Aunque desde mediados del siglo XVIII la Corona había intentado introducir una serie de reformas en los sistemas vigentes de entrega de tierras a particulares con el fin de evitar la disparidad que ofrecía la estructura rural del Nuevo Reino de Granada. Por ejemplo, Restrepo advertía en su proyecto que en Antioquia: “No se hallaban hombres demasiados ricos y aunque hay pobres no son muy numerosos”,82 contrario a lo que sucedía en Cartagena y Santa Marta; pero: “en las grandes poblaciones como son Antioquia, Medellín, Rionegro, Marinilla y sus distritos, existen muchas familias de pobres jornaleros que no poseen un palmo de tierra en que trabajar.”83 Esa carencia entre los pobres, se acabaría si el nuevo Estado republicano donaba tierras entre ellos, y para esto se hacia necesario derogar la ley del 2 de agosto de 1780 sobre las tierras realengas, aquella que permitió a las elites de Antioquia hacerse a grandes latifundios en toda la Provincia. Entonces la tierra sería para el que no era: “propietario, que se halle en suma miseria. Él teniendo tierras que cultivar saldrá pronto de su estado lamentable.”84 En realidad, lo que Restrepo pretendía era una “reforma agraria” que cambiara drásticamente con la forma de apropiación de la tierra que había imperado desde el periodo colonial.85 79 “Segundo mensaje del Dictador Corral y otros papeles de Antioquia, 1813”, en: Roberto M. Tisnés Jiménez, Don Juan del Corral. Libertador de los esclavos, Cali, Biblioteca Banco Popular, 1980, p. 435. 80 Según Juan del Corral: “Habiendo muchas Colonias en la República cuyos nombres disonantes é ingratos han sido dictados por la barbarie, ó conservados del rustico y primitivo idioma de los antiguos indigenas o puestos al capricho de los primeros pobladores , sin elección , ni discernimiento alguno, el Gobierno deseoso de conservar la denominación de algunas aldeas ó lugares de la Grecia, que al mismo tiempo que participan de la dulzura de aquella lengua culta, recuerdan la memoria de unos lugares que fueron la escuela del genero humano en todos los ramos de la civilización y el teatro del patriotismo y del valor, decreta: que en lo sucesivo se llame la Colonia del Abejorral Mesénia, la de Baos Larisa, la de Guarne Elida, la de Urrao Olimpia, la de Canoas Canope, la de Titiribi Pylos, y la de Angostura Amicla”. Cf. A.H.A., Independencia, T. 830, doc. 13121, f. 109r. 81 José Manuel Restrepo escribió en su proyecto sobre tierras realengas: “Es un axioma entre los políticos que la agricultura es el nervio principal en que consiste la fuerza, el vigor y la prosperidad de la mayor parte de las naciones que habitan sobre el globo. De ella nace la población y de ella sus compañeras inseparables las ciencias, las artes, el comercio, la marina, en una palabra la opulencia de los imperios. Casi todos los pueblos deben su felicidad a la agricultura.” Cf. A.H.A., Independencia, T. 824, doc.13014, f.1r. 82 Ibíd., f.1r. 83 Ibíd., f.1v. 84 Ibíd., f.1v. 85 Según Restrepo: “En esta provincia hay una grande extensión de fértiles campos abundantes, de esta manera con grave detrimento al publico, sus dueños presuntos no los pidieron con otro objeto que el mantenerlos incultos”, lo que había llevado a los latifundistas a pensar que con el paso del tiempo “podran venderles a los pobres a subidos precios y chuparles su substancia. Yo veo muchas nuevas poblaciones que no prosperan por que cinco o seis individuos poseen todo a sus alrededores, los miserables no tienen con que comprarles terrenos y estos permanecen cubiertos de bosques sirviendo miserablemente de guaridas a las
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En realidad, la propuesta de Restrepo se trababa del proyecto político que empezaban a pensar ya las elites antioqueñas. Éste consistía en eliminar el decadente sistema esclavista,86 para así impulsar la colonización hacia las fronteras.87 La propuesta de Restrepo no sólo residía en la repartición de las tierras realengas, sino también en fundación de cuatro colonias agrícolas, que llevarían a la apertura de caminos. Se debían establecer: “una en el camino de Muñoz, mas delante de Santo Domingo; otra en medio de Yarumal y Cáceres; otra entre Urrao y Beberá, otra entre Sonsón y Mariquita, con ellas se cultivarán nuevas tierras, se explotarán las ricas minas que existen en aquellos territorios y cada vez se facilitaría mas el comercio de nuestro pays con las provincias limítrofes.”88 Pero paralelo a esta colonización dirigida, los poblamientos espontáneos seguían surgiendo. En 1812, mulatos del sitio de San José de Arma afirmaban haber comenzado a construir una colonia en el paraje de la Aguada, donde empezaron: “aser capilla y agregar becinos, mediante la proporcion y utilidad de las tierras y demas proporciones necesarias a una poblacion, mayormente cuando se esta avecindando varias personas de las muchas que en distintas partes se hallan impróvidas por no tener donde trabajar por ser tierras ajenas”.89 Ya en 1811 la Junta de Gobierno de Antioquia había ofrecido tierras realengas “a los hombres que fueran a abrir los caminos de Juntas y Sonsón”,90 en una clara muestra del interés del Estado de Antioquia de comunicarse con las provincias vecinas. Ese interés no era más que la ambición de las elites antioqueñas por apropiarse de ricos territorios. Ya en desde principios del siglo XVII los gobernadores pretendían tener jurisdicción sobre la cuenca del río Atrato91 y desde mediados del siglo XVIII lograron anexarse La Vega de Supía por corto tiempo.92 Pero con llegada la Independencia, Antioquia puso en marcha su “política exterior” para incorporar dos territorios que anhelaba desde hace varios siglos. En 1813, el dictador Juan del Corral ordenó la agregación de parte de la jurisdicción de Anserma: “Hallandose los
fieras, de que Urrao se halla en tal situación. He oido que desde Noque hasta la parroquia hay unas montañas fertilísimas hermosas llanuras y dilatados espacios que podrían hacer felices a mil familias, pero unos pocos individuos son los dueños que ni han cultivado ni cultivaran aquellas tierras…”. Cf. Ibíd., ff. 3r-v. 86 En 1813 Félix José de Restrepo propuso al dictador Juan del Corral un proyecto para manumitir a los esclavos de Antioquia. Cf. “Proyecto de ley sobre la manumisión de la posteridad de los esclavos africanos y sobre los medios de redimir sucesivamente a sus padres”. Cf. José Félix de Restrepo, Obras completas, (compilador): Rafael A. Pinzón G., Bogotá, Biblioteca Colombiana de Filosofía / Universidad Santo Tomás, 2002, pp.444-447. 87 María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María Álvarez, Raíces del poder regional: el caso Antioqueño, Medellín, Universidad de Antioquia, 1998, p. 303. 88 A.H.A., Independencia, T. 824, doc.13014, f.4v. 89 A.H.A., Fundaciones, T. 42, doc.1368, f.118r. 90 A.H.A., Policía, T. 69, doc.1921, f.516r. 91 En 1610 Bartolomé de Alarcón se titulaba: “Gobernador y capitan general de la gobernación de Antiochia y provincias de Entre los dos Rios, darien y la magdalena.”. Cf. A.H.A., Indios, T.23, doc.690, f.401r. 92 En 1759 los vecinos de la Vega de Supía argumentaban que: “siendo el dicho sitio el último término de la ciudad de Popayán y haver distancias a ella de dose y quince dias de caminos asperos, abundancias de rios y malos pasos que imposibilitan el comun trafico, aun a los chasquis y peones que a pie lo trafican se hallan mis partes en el desconsuelo de que por estas razones ni el Governador de Popayán quando sale a la vicita de su Provincia, llega a aquel parage ni otro ningun juez de la comarca de las quatro ciudades tiene la mas leve residencia”. Por lo que pedían que se anexara la Vega de Supía a la Gobernación de Antioquia. Cf. A.H.A., Límites, T. 375, doc.7002, f.42v.
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Pueblos de la Vega de Supía, Quiebralomo y demas correspondientes a la Provincia de Popayán que se hallan situados al norte del río Sopinga, en una verdadera anarquía en estremo perjudicial a su misma felicidad, se agregan provisionalmente a esta República.”93 Seguidamente, Del Corral buscó la unión con la provincia de Citará. Según José Manuel Restrepo: “Esta incorporación debe ser absoluta sin ningunas restituciones, de tal suerte que Antioquia y el Citará formen un solo Estado compuesto de partes semejantes, por consiguiente las rentas, la fuerza militar, los tribunales, etc, serán comunes y una misma la constitución que Gobierne a ambos pueblos.”94 Con la anexión de La Vega de Supía el nuevo Estado republicano ganaba un rico territorio aurífero y tierras realengas, mientras que con la provincia de Citará, las elites antioqueñas lograban el viejo sueño: una salida no sólo al Caribe sino también al océano Pacífico. En suma, la unión de estas dos políticas, una exterior (incorporación de provincias limítrofes) y otra interior (manumisión de esclavos y repartición de las tierras realengas) buscaba romper con la economía de botella que había caracterizado a la Provincia, incentivar la colonización de frontera y el aumento de la agricultura para abastecer las minas. Tal y como lo expresó José Antonio Jaramillo en 1817 cuando pretendía fundar una colonia en el paraje de Sabanalarga (actual Salamina): “Uno de los servicios más importantes a la Provincia y a los Pueblos es el descubrimiento y fundacion de nuevas poblaciones: sus ventajas son tan conocidas por la explotacion de minas, fomento de la agricultura y del comercio”.95
93 A.H.A., Independencia, T. 828, doc.13078, f.64r. 94 A.H.A., Independencia, T. 828, doc.13080, f.79r. 95 A.H.A., Fundaciones, T. 50, doc.1429, f.118r.
Aproximación a una biografía intelectual de Mariano del Campo Larraondo y
Valencia (1772-1860)
Esta ponencia se propone presentar una obra inédita y desconocida que data de
1820, narrada en verso y en prosa, titulada “Rasgos poéticos que pueden servir
de apuntamientos sobre la historia de nuestra revolución, escritos por el
Doctor Don Mariano del Campo Larraondo y Valencia”, cuyo manuscrito
original, transcrito en su totalidad, será objeto de una próxima publicación.
Este manuscrito hace parte de un tesoro documental que incluye otros tantos de
sermones, discursos académicos, apuntes científicos, cartas, papeles curiosos y
algunos de los impresos que el presbítero payanés, Don Mariano del Campo
Larraondo, publicó, además de otro cuadernillo manuscrito de 1814, denominado
“Rasgos filosóficos, históricos y políticos en verso compuestos y dedicados al
entretenimiento de la juventud de Popayán. Parte Primera”. Dicho tesoro ha
permanecido en el silencio durante poco menos de doscientos años, oculto en los
archivos y colecciones privadas de sus familiares1.
El texto consta de 212 páginas en formato de cuarto, escritas en letra fina de
amanuense, en las que el autor, a pesar de su artritis, colocó de su propio puño y
letra, unas breves correcciones. Comprende 42 poemas entre romances,
anacreónticos, sonetos, elegías, epigramas, silvas, y algunos que llamará “cartas”,
de verso tan heroico como sus temas.
El conjunto de la obra, subtitulada “Apuntamientos sobre la historia de la
revolución”, constituye un canto a la ardua lucha por la independencia entre 1811
y 1820, principalmente en la región del entonces Cauca Grande. El relato de los
1 Los dos cuadernillos manuscritos hacen parte de la biblioteca del Doctor Jaime Madriñán Díez, y los demás
documentos, al Archivo de Don Manuel María Mosquera, que se halla en proceso de clasificación.
inicios de la revolución a partir de 1811, aparece aquí en los dos versos llamados
“Cartas”, acompañados de notas explicativas en prosa.
Desde la perspectiva historiográfica podríamos afirmar que “Rasgos poéticos”
es, sin lugar a dudas, una obra original y pionera en su género, escrita por quien,
en aras de su particular condición de sacerdote, decidido republicano y miembro
de la aristocracia payanesa ilustrada de la época fue, no sólo protagonista y
testigo, amigo y confidente de algunas de las más destacadas figuras de esta
contienda en la región de la antigua gobernación de Popayán, sino sagrado
depositario y guardián de documentación privilegiada acerca de los
acontecimientos que se desarrollaban en el momento.
La temprana fecha de su elaboración, 1820, su contenido, y algunas de sus
características formales nos permiten avalar lo que en 1921 escribía el historiador
Demetrio García Vásquez en su libro “Revaluaciones Históricas” : “El acervo
histórico, todavía inédito, perteneciente al doctor Mariano del Campo Larraondo
constituye una obra de suma importancia escrita por quien fue abonado testigo
presencial y actuario de los sucesos que culminaron en la primera época de la
independencia de la Provincia de Popayán”. Y agregaba más adelante: “…el señor
del Campo Larraondo fue fecundo publicista, que con su propio nombre, o con el
seudónimo de Fabio Publícola, acrecentó la literatura histórica con relatos
originales y veraces, que han servido de consulta a los historiadores de la primera
época de Colombia, y a los que en la hora actual se ocupan en revaluar y
reivindicar el mérito positivo de los lugares y de los hombres que actuaron no
solamente en la capital del antiguo Virreinato, sino en las secciones provinciales”.
Y aún más, señalaba: “que el historiador Restrepo no solamente había consultado
sino que había transcrito las apreciaciones formuladas por Larraondo sobre la
personalidad de Cayzedo y Cuero y los sucesos referentes a la primera campaña
del Sur”. (GARCÍA VÁSQUEZ, 1924. Págs. 115, 116 y 117.)
Aunque hasta el momento no ha sido posible establecer plenamente una conexión
directa entre esta obra y la Historia de la Revolución de José Manuel Restrepo,
existen curiosas coincidencias, no sólo en los datos, sino en algunas expresiones
lingüísticas empleadas en ambas. Lo que sí se puede afirmar con certeza, gracias
a la correspondencia mantenida entre ellos, es que José Manuel Restrepo se
servía para la redacción de su Historia, de la información que por solicitud suya le
enviaba desde Popayán su amigo Santiago Arroyo y Valencia2, pariente cercano
de Don Mariano, y en cuyo archivo familiar se hallaron 140 cartas del presbítero.
Cabe señalar aquí que los “Apuntes Históricos sobre la Revolución de la
independencia en Popayán” mejor conocidos como “Memorias” de Don Santiago
Arroyo y Valencia, presentan a su vez llamativas coincidencias del mismo orden
con la obra de Don Mariano, y por consiguiente, también con la obra de Restrepo.
Mediante este trabajo pretendo, con ocasión de las celebraciones del Bicentenario
de la Independencia, enriquecer nuestro patrimonio documental e historiográfico y
contribuir a la preservación de la memoria histórica de nuestro país, como fase
inicial de un proyecto que espero concluir para el año de 2010, cuyo objetivo es la
elaboración de la biografía intelectual de un gran humanista, educador y prolífico
escritor, generalmente criticado en el ámbito de las letras como poeta, pero
desconocido como historiador y prócer de la independencia, a pesar de su activa
participación en este proceso, y su aporte a la formación de la identidad de la
nación colombiana.
2 Archivo epistolar de Santiago Pérez de Arroyo y Valencia. Cartas de José Manuel Restrepo a Santiago
Arroyo, 21-09-1822 y 08-06-1831. En la primera encontramos una posdata que dice: “Tenga Ud. La bondad de enviarme algunos apuntamientos sobre los últimos sucesos de esa Provincia en 1816. ¿Cuál era la fuerza con que Sámano se fortificó en la Cuchilla? ¿Cuál la que le atacó: quién hizo jefe y aún dicen dictador a Mejía: cuál fue nuestra pérdida en aquella acción, y qué tropas se salvaron en La Plata? La segunda concluye
con el siguiente párrafo: “Si puede Ud. conseguir y enviarme algunos documentos que puedan servir para la historia sobre los últimos sucesos de ese Departamento desde agosto último. Se lo estimaré mucho. No abandono la idea de continuarla cuando estemos más tranquilos”.
El texto
Me referiré hoy en particular a dos de los 42 versos que componen esta obra,
intitulados “Dos Cartas dirigidas al Doctor José Cornelio Valencia, Secretario
de Gobierno, en que se hace una descripción del Valle del Patía, y con esta
ocasión se tocan ligeramente los grandes sucesos de 1811 y 1812, que
causaron la ruina de la Provincia”.
Serán éstos los que me permitirán hoy caminar junto al prócer, espigando de sus
propias palabras, para resaltar algunos de los aspectos más notables de su
trabajo histórico y de su trayectoria personal
Estas dos “Cartas” son en realidad largas épicas escritas en endecasílabos,
encabezadas, al igual que todos sus escritos, por una cita en latín, tomada de los
clásicos o de la Sagrada Escritura, y cuyo significado está siempre íntimamente
relacionado con su propósito y sus temas.
Veamos ahora la cita elegida para estas dos cartas:
Minor fuit infamia Vero3.
Ovid. Meth. 1.
Su significado se va desentrañando en la medida en que se lee el contenido de los
dos poemas: Don Mariano quería dar a entender que la realidad vivida en las
luchas por la independencia de la Patria había sido mucho más cruel y caótica de
lo que se decía sobre ella…y como testigo de excepción, él debía contar “la
verdad” de los acontecimientos que vivió y conoció de primera mano.
Efectivamente, al igual que la mayoría de sus coetáneos, Campo Larraondo tenía
como propósito mantener la imparcialidad y ceñirse a la verdad. Aún cuando su
3 “La mala fama se quedó corta en comparación con la realidad”. Ovidio, Metamorfosis, 1.
estilo poético favorece la expresión de la subjetividad, ostensible en las
vehementes denuncias frente a la injusticia y la opresión ejercida por los realistas
y las múltiples vejaciones a las que fue expuesto por sus ideas emancipadoras, no
por ello abandona el rigor histórico en su narración; la firmeza de sus convicciones
republicanas tampoco es obstáculo para describir y criticar los errores y repudiar
los excesos y abusos cometidos por sus copartidarios.
Dejaré ahora que sea el mismo Campo Larraondo quien nos revele la génesis, y
más que las venturas, las desventuras de su obra:
“Por satisfacer los deceos de algunos ami-
gos, he procurado aclarar aquí ligeramente, en es-
tas notas algunos sucezos de la revolución de es-
ta Provincia en sus principios, y que prepararon la
tragedia, que hemos experimentado por el espacio de
tantos años...De aquello que no fui
testigo procuré informarme de los mismos actores
en aquel tiempo: y también tuve en mis manos
los documentos originales, que me confiaron mi
condiscípulo José Maria Cabal, y mi sobrino
Francisco Antonio Ulloa, secretario de la Junta
Provincial. Había trabajado con alguna pro-
lixidad y diligencia la historia desde su primer
época, que fue la instalación de la Junta de Se-
guridad en 11,, de agosto de 1810,, y comprehendía
hasta principios de 1813,,. En medio de los peli-
gros que sufrí por los campos huyendo de
los bandidos que inundaron aquel año la pro-
vincia, conservava en un cajón dicha pieza con
todos los papeles de que me había servido para
su composición. Pero desgraciadamente un día
de aquellos, se vio mi criado en la necesidad ab-
soluta de arrojarla en el fondo de una que-
brada. Después, en 1815,, emprehendí de nuevo
esta obra fiado únicamente de los materiales que con-
servava en la memoria. Nuevos conflictos en el de
16,, me obligaron a darla al fuego por mi propria
mano con muchas piezas en verso relativas al
asunto. Últimamente ahora por complacer al Secre-
tario de Gobierno, escriví las dos cartas que preceden
con la velocidad que se advierte en ellas: y por lo mis-
mo tuve a bien añadir las expresas notas. Es-
pero porfiar otra vez en esta empresa, si Dios
me concede la salud y el descanso necesario”
Cali, Noviembre 21 de 18204.
Un dicho curial romano dice que las cosas se van arreglando “post aguas, post
ignem, post tempum”. Las aguas se llevaron los escritos del sacerdote prócer en el
año 1813, por la inminente proximidad de las tropas realistas; el fuego que él
mismo puso a sus poemas y escritos en los apuros de 1816, consumió su
renovado empeño de esos tres años previos al expolio que sufrió por orden del
general Warleta5.
Nos queda el tiempo…y el tiempo ha llegado: han transcurrido 188 años; ya es
hora de rescatar de las aguas, del fuego y del silencio, una obra que logró subsistir
a pesar de las trágicas circunstancias de su gestación y hacerle justicia no sólo a
un gran patriota que contribuyó valientemente al triunfo del ideal independentista,
4 Razgos poéticos, Carta 2ª. “Al Doctor José Cornelio Valencia, Secretario de Gobierno, en que se hace una
descripción del valle del Patía, y con esta ocación se tocan ligeramente los grandes sucezos de 1811 y 1812, que cauzaron la ruina de la provincia”. Nota N. 21, págs. 174-176. 5 Don Mariano fue sometido a lo que hoy llamaríamos “boleteo”, según consta en algunos de los documentos
que me fueron entregados, entre los cuales se hallan unos pequeños papeles en los cuales se le demandaba el pago de elevadas sumas y ganado por orden del general Warleta.
aún a costa del sacrificio de su salud, sus bienes y quizás, de su propia gloria, sino
a quien bien pudiera llegar a ser considerado como el primer historiador de la
emancipación en nuestro país.
Este fragmento de carácter autobiográfico con el cual concluye las dos cartas, nos
permite saber que éstas fueron el fruto final de dos frustrados intentos por narrar la
historia de los inicios de la revolución de independencia en la Provincia de
Popayán y que sólo hasta 1820, en los estertores de la reconquista y después de
múltiples persecuciones y padecimientos, pudo Don Mariano culminar su proyecto.
También nos cuenta que fue mucho el material documental, tanto literario como
histórico que se perdió, en tan adversos avatares.
El aciago contexto de su génesis no sólo despierta un mayor interés, sino que
contribuye a acrecentar su excepcional valor histórico, evidente no sólo en el
contenido, sino en la persistencia y el afán del autor por dejar para la posteridad
un testimonio veraz de los acontecimientos de aquella turbulenta época y
preservar los pocos soportes documentales que logró mantener en su poder, y
que para fortuna nuestra, han sobrevivido.
En estas “cartas” Campo Larraondo va “cantando” con sus versos los sucesos
más notables de la contienda libertadora en el sur, mientras que en las notas en
prosa va explicando los detalles de la misma desde la batalla del Bajo Palacé
hasta cuando, después de vencido Calzada en Pitayó por las fuerzas patriotas del
General Manuel Valdés, aún se cierne la incertidumbre sobre Popayán y las
provincias meridionales de la Nueva Granada en el año de 1820, con lo cual sella
su relato. Veamos lo que nos dice:
“El General Valdéz, después de la Victoria de
Pitayó salió a Caloto, en donde se incorporaron
mil ochocientos Hombres del Valle a los mil, y
quinientos que trahía. Hizo alto en Quilichao tres
Semanas ¡Felix Provincia si inmediatamente
Vuela sobre un enemigo disperso, y acobardado! Pero
la desgracia convinada con un conjunto enorme
de sircunstancias, que no sería fácil referir
ahora, hizo, que entrando a Popayán, y per-
maneciendo allí hasta fines de Agosto regresa-
se a estacionarse con su tropa en varios puntos
del Cauca. No sabemos, hoy, que escrivimos esto
en Caly, y Noviembre, qué desenlaze tendrá una cam-
paña tan tardía, como ruinosa. Innumerables
Personas, y Familias de todas clases, que están esparci-
das por aquí, y en todo el Reyno, hacen votos ince-
santes a Dios para retornar con alegría quanto an-
tes a sus perdidos hogares, como sea para lograr del
término de sus dolores, y peligros por medio de una
paz inalterable, y que fixe para siempre los des-
tinos de la República”6.
No podría dar por terminada esta brevísima descripción sin subrayar la
riqueza, precisión y fidelidad de los recuerdos que atesoró don Mariano, lo
que sin lugar a dudas dará nuevas luces a la historia al proporcionar material
inédito para la investigación de este periodo.
Espero, según el decir de Don Mariano, “porfiar en esta empresa, si Dios me
concede la salud y el descanso necesario”, hasta lograr reconstruir su
trayectoria personal, comprender y apreciar plenamente el significado y valor
de su obra, con el fin de situarlo en el lugar que merece en los anales de la
historia de la patria.
6 Razgos poéticos, Carta 2ª. “Al Doctor José Cornelio Valencia, Secretario de Gobierno, en que se hace una
descripción del valle del Patía, y con esta ocación se tocan ligeramente los grandes sucezos de 1811 y 1812, que cauzaron la ruina de la provincia”. Nota No. 21, págs. 173-174.
El patriota
Después de realizar un extenso rastreo bibliográfico en pos de Campo Larraondo
he podido verificar que las reseñas biográficas existentes, con excepción de la
obra de Demetrio García Vásquez, sorprenden no sólo por su brevedad, sino por
reproducir, unos más que otros y en forma casi idéntica, los datos que el mismo
don Mariano dejó registrados en la autobiografía que dedicó a su sobrina Matilde
Pombo de Arboleda en 1847 (CAMPO LARRAONDO, 1847.)
Una de las más serias dificultades que se han presentado a los investigadores en
el pasado es la gran dispersión de la documentación y su difícil acceso; además
de haber permanecido algunos –como el que estamos presentando hoy- en
manos privadas, la variedad de sus escritos, que incluyen cartas personales,
sermones, discursos y artículos periodísticos que nuestro autor firmaba, no a
nombre propio, sino con el seudónimo de Fabio Publícola, aumenta esta dificultad.
Sólo hasta fecha reciente, 2006, aparece un muy interesante estudio de Franz D.
Henzel Riveros titulado “Vicios, virtudes y educación moral en la construcción de la
República, 1821 – 1852”, (HENSEL RIVEROS, 2006.) que utiliza como una de sus
principales fuentes de análisis el “Compendio de la doctrina cristiana” de Campo
Larraondo.
Seguiremos dejando hablar a nuestro sacerdote prócer, extrayendo de sus propias
palabras lo que nos dejó en otros de sus papeles, cosa ésta que será la mejor
presentación suya como patriota:
“[…] Yo abracé en Po-
payán, desde el 11 de agosto de 1810 la cau-
sa de la independencia, i asistí a los
cabildos abiertos que inmediatamente se
celebraron, los que fueron mui acalorados,
i aun llenos de peligros por la oposición del
gobernador Don Miguel Tacón, que había sabi-
do ganarse un partido poderoso, con tantos
artificios, i maniobras, que sería muy largo
referir. La primera junta de seguridad que
se instaló allí bajo la autoridad del coronel
Carlos Montúfar, comisionado por la Regen-
cia de Cádiz me nombró en compañía
del ilustre patriota Don Antonio Gil de Teja-
da en calidad de diputados, acerca de los
cabildos de Caloto i de Cali, con el fin de
promover la formación de una junta
provincial, i organizar el gobierno sobre
un sistema liberal.7
Debemos esta “apología” de su propia vida, escrita el 28 de junio de 1843, a una
carta personal dirigida a Manuel José Caicedo en la que se desahoga con el
amigo por el escrito que en su contra publicaron unos supuestos jóvenes
eclesiásticos de Popayán en el número 170 del periódico El Día. El artículo,
titulado “Deanato”, afirmaba que don Mariano, sin derecho alguno, esperaba que
recayese en él el nombramiento de Deán del Capítulo Catedral de Popayán, para
el cual había sido finalmente elegido el Dr. Lemos, y fustigaba al anciano
sacerdote al decir: “¿Cuáles son los méritos del Dr. Larraondo?... se ignoran los
servicios que ha prestado a la Iglesia y a la República”8.
Es ésta la razón que lo induce a hacer una lista pormenorizada de sus muchos
servicios a la Iglesia, y de los no menores a la patria; al referirse a la pluma
anónima de ese joven e irreverente hermano en el sacerdocio, que además
ocultaba su singular autoría al hacer firmar el artículo a un grupo, le dirá a su
7 “Papeles varios”. Carta dirigida al Sr. Don. Manuel José Caicedo. Quilichao, junio 28 de 1843. Archivo de
Don Manuel María Mosquera 8 Ibid, pág. 19
amigo con mordaz sorna: “Cuando empecé mi carrera, estaría el señor desfacedor
de entuertos muy ocupado con los pechos de su madre, o más bien a lo que entiendo,
sumido en los abismos de la probabilidad”9.
Para estas fechas, 1843, vive en el ameno retiro de Dominguillo, atendiendo la
“Viceparroquial”, predicando el evangelio y celebrando la misa a las cuadrillas que
mazamorrean en las minas aledañas. Él mismo nos dice que trabaja “para aliviar
en algo a los señores curas..., sin gravar a nadie en la más pequeña contribución”10.
Aprovechando los documentos que reposan en nuestro poder, procuraremos
ahora complementar con datos novedosos su trayectoria personal, comenzando
por los datos que ya se conocen.
Don Mariano había nacido en Popayán el 12 de abril de 1772, en el hogar del
español don Francisco del Campo Larraondo y de dona Maria Ignacia Valencia y
Fernández del Castillo, distinguidos miembros de la aristocracia payanesa.
Estudió en el seminario de su ciudad, en lo más brillante de sus días, cuando lo
regía Don Juan Mariano de Grijalba, y allí fue discípulo de don Félix de Restrepo
en los cursos de filosofía moderna y derecho civil, condiscípulo y luego alumno de
Francisco José de Caldas en la cátedra de derecho natural y de gentes. Viajó a
Quito, en donde obtuvo el doctorado en ambos derechos -canónico y civil- y en
1797 fue ordenado presbítero por el obispo don Ángel Velarde y Bustamante.
Había también atendido a la cátedra de latinidad en el Colegio Seminario de
Popayán en el que fue nombrado catedrático de esta asignatura en 1809. Era
pues don Mariano, desde su juventud, hombre ilustrado y de caudales.
Nos cuenta José Manuel Castrillón en sus “Apuntamientos Históricos Curiosos
sobre la guerra de independencia en Popayán” que “La opinión se fijaba en esta
9 Ibid, pág. 19.
10 Ibid, pág. 21
ciudad porque había patriotas que todo lo arrostraban, entre ellos el ilustrado y
memorable republicano, doctor Antonio Gil de Tejada, de quien ningún recuerdo se
ha hecho hasta ahora; el doctor Manuel María Quijano, el doctor Mariano
Larraondo, Manuel Álvarez, conocido como Manuel el Cirujano, que gozaba de
mucho prestigio en el pueblo, y otros muchos intrépidos patriotas”. (CASTRILLÓN,
1934. Pág. 136.)
En efecto, hallamos a Don Mariano participando activamente en el proceso que
dio comienzo al movimiento emancipador en Popayán, como consta en el Acta del
Cabildo abierto extraordinario de esa ciudad que creó la Junta Provisional de
Salud y Seguridad Pública, el 11 de agosto de 181011, y en el que obtuvo el
segundo lugar en la votación para representante del clero, con 15 votos contra 19
que alcanzó el Maestre escuela Don Marcelino Pérez de Valencia. De igual
manera fue seleccionado por dicha Junta como comisionado para negociar con las
ciudades del Valle del Cauca la formación de una Junta Provincial con centro en
Popayán dentro de las condiciones establecidas en ese momento, que exigía su
adhesión al Consejo de Regencia español. Sin embargo, parece que si bien
cumplió a cabalidad la primera de estas misiones, no hizo lo mismo con respecto a
la segunda, y según lo relata el historiador García Vásquez, fue por ello sindicado
de traición “en una especie de proceso que de Popayán se remitió el año 12 a
Quito, para denunciar al Capitán General Montes los nombres de los que habían
emigrado de Popayán a Cali con el fin de incorporarse en las filas insurgentes
vallecaucanas. Dice así el referido documento: “Mariano del Campo Larraondo y
Valencia (Presbítero). Autor de varios planes de gobierno. Fue en comisión a Cali
con don Antonio Gil de Tejada para que obedeciesen al Consejo de Regencia, y
ambos hicieron lo contrario, a tal punto que a ellos se debe la rebelión de esas
ciudades. Se ausentó para volver con tropas (a Palacé)”. (GARCÍA VÁSQUEZ,
1924. Pág. 115.)
11
Copia auténtica del Acta del Cabildo Abierto Extraordinario de Popayán, 11 de agosto de 1810, expedida y con la firma autógrafa del escribano público José Vicente Cobo. Archivo familiar de Santiago Arroyo (en proceso de clasificación).
Al referirse a los sucesos que se precipitaron después de la creación de la Junta de
Seguridad en Popayán en agosto de 1810, Castrillón narra cómo, ante la amenaza
de la llegada de refuerzos de Pasto llamados por Tacón, los patriotas, entre los
cuales se contaban varios eclesiásticos como don Mariano del Campo Larraondo,
acordaron reunirse en el Convento de Santo Domingo para “obrar con toda
diligencia, antes que el gobernador hiciera venir de Pasto toda la fuerza y elementos
de guerra que en él había” Y poco más adelante continúa diciendo: “Al día siguiente,
de uno en uno, para no atraer la atención, citados de antemano, nos reunimos en el
convento de Santo Domingo…Pero faltaba uno de los principales actores, el doctor
Mariano Larraondo, y era preciso que estuviera allí” . (CASTRILLÓN, 1934. Pág.
13.)
Luego describe en detalle los peligros por los que tuvo que pasar para ir en busca
del presbítero, cuya presencia, no cabe duda, resultaba indispensable.
No debemos olvidar que gran parte de la complejidad de nuestra lucha se debió a
la ambigüedad de posiciones políticas asumidas por sus líderes, y que sólo una
muy selecta minoría se mantuvo firme en sus ideas decididamente republicanas;
entre éstos podemos contar a nuestro sacerdote prócer, quien en uno de sus
versos critica enérgicamente a quienes pasaban de uno a otro bando, guiados por
intereses personales.
Efectivamente, el testimonio de su coetáneo Castrillón nos confirma que don
Mariano no fue un simple espectador de los acontecimientos revolucionarios desde
1810, sino uno de los más decididos promotores y protagonistas de los inicios de la
revolución no sólo en Popayán, sino en varias ciudades del Valle por las que pasó
en su constante trasegar hasta la hacienda de Cañasgordas y la ciudad de Cali, a
donde iba con frecuencia por la amistad que lo unía con la familia del Alférez Real
don Manuel de Cayzedo y Tenorio, cuya hija se había casado con su hermano
Nicolás del Campo Larraondo, quien también desde muy temprano tomó partido por
la revolución.
Fueron implacables los realistas con aquellos patriotas que con tanta decisión, y
desde la primera hora, abrazaron la causa de la libertad. Santiago Arroyo relata
cómo Tacón y sus seguidores desataron una violenta persecución contra los
llamados “insurgentes”, entre los cuales menciona a Ulloa, Tejada, Larraondo,
Arboleda y Torres quienes tuvieron que huir al Valle y esconderse. (ARROYO,
1896. Pág. 270)
Enfermo, pues padecía desde los 18 años de un reumatismo crónico, debe
abandonar definitivamente a Popayán para instalarse en Quilichao, en donde
según nos dice, asistió en los de 1811 y 1814 a las asambleas provinciales como
diputado por ese cantón “en el que he sido constantemente elector por alguna de
sus parroquias”.
En otro de los poemas que hacen parte de Rasgos poéticos nos relata Don
Mariano con gran detalle los horrores vividos en la Provincia como consecuencia
de la llegada de Sámano, Warleta y Tolrá a partir de 1813, y de qué manera el
ensañamiento de sus adversarios lo alcanza hasta su hacienda de Dominguillo en
donde se había refugiado.
En el año de 1816 cantan claro las “boletas” que por orden del general Warleta
sirvieron para expoliar los bienes de muchos, entre ellos los del rico cura de
Quilichao. Reza así la primera de ellas, dirigida al Vicario don Joaquín de Caycedo,
y por su conducto, a don Mariano: “Para llenar una orden que ha dado el Sr.
General Don Francisco Warleta que dentro de 24 horas se le han de entregar diez
mil pesos al oficial que ha dejado al efecto, exortamos a Usted para que
inmediatamente oficie seriamente a los clérigos más inmediatos que estén bajo su
Vicaría, a fin de que luego que vean el suyo pongan de presente todo el dinero así
en efectivo como en oro en polvo que tengan en su poder, en inteligencia que
según previene dicho señor General seguirán presos todos los sujetos que
pudiendo hacer por empréstito dicha consignación, no la hicieren…” y termina así:
“Señor Doctor Don Mariano del Campo y Valencia, en vista del anterior hará Vm.
lo que se manda, cumpliendo por ministerio lo que se me ordena. Quilichao y
Septiembre 4 de 1816. Jacinto Antonio Caycedo12”.
En otra “boleta” le exigen entregar diez reses gordas, lo que hará en su hacienda
de Dominguillo ante los testigos Francisco de Charria y Manuel Velasco a 20 de
agosto de 181613.
Otras tantas notas del mismo tenor terminan por arruinarlo… quedé despojado de
todos mis ganados: se me quitaron los esclavos con sus herramientas para abrir el
camino de Anchicayá. Y a más de suministrarles las raciones para sostenerlos en
la empresa, me tuvo preso en este pueblo un español brutal, el teniente de
húsares llamado Don Ramón Escamés, hasta entregarle quinientos pesos en
dinero, como vecino de Caloto, por disposición de su cabildo…mis justas
reclamaciones sólo sirvieron para irritar más su atrabilis” En efecto, en la
respuesta que recibe se le recordará un hecho que las autoridades nunca
olvidaron: “Haber comparecido como vecino de esta ciudad a sufragar voto en
obsequio de la Junta, en los cabildos abiertos que se celebraron en octubre del año
10”.14
Desplumado, aunque no reducido a la indigencia, con un pasar desahogado y sin
gravar a nadie, caminará por la vida el buen pastor de almas por cosa de cuarenta
y cinco años más.
Cuando el 13 de octubre de 1823 el general Santander inició el Colegio de Santa
Librada de Cali, pensó en este ilustre sacerdote para hacerlo su primer rector,
cuyo discurso de posesión forma parte de los documentos que se encuentran en
nuestras manos. Su débil salud lo obliga, sin embargo, a retirarse de este digno
ministerio, después de haber contribuido eficazmente con la organización de sus
rentas para lo cual debió participar en la aplicación de la ley del 28 de Julio de
12
Documento manuscrito, Archivo de Manuel María Mosquera 13
Documento manuscrito, Archivo de Manuel María Mosquera 14
Documento manuscrito, Archivo de Manuel María Mosquera
1821 que ordenaba la supresión de los conventos menores cuyos edificios y
bienes debían ser destinados a la instrucción popular.
A medida que pasaba el tiempo iba entrando en la vida pastoril y pastoral de su
propiedad de Dominguillo, en donde asistía espiritualmente a las cuadrillas de
esclavos, ya libertos, atendía su huerta y arboleda, leía sus amados clásicos
latinos y continuaba escribiendo –o más exactamente, dictando- pues su
enfermedad había baldado su mano y brazo derechos.
Catorce años después esa existencia que se venía ya apagando, se extinguió en
Quilichao el 17 de febrero de 1860 cuando volvió al seno del Creador.
Sus papeles debieron mandarse a la vecina hacienda “García Abajo” a su pariente
Manuel Maria Mosquera, donde continuaron su letargo, mientras el autor iba
ganando, poco a poco, el olvido de los hombres... aquí están para que no se
pierda su memoria.
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
Fuentes primarias:
Archivos:
Archivo familiar de Santiago Arroyo y Valencia, Bogotá. (en proceso de
clasificación)
Archivo familiar de Manuel María Mosquera y Arboleda (en proceso de
clasificación)
Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá.
Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá.
Manuscritos:
CAMPO LARRAONDO, Mariano. Rasgos poéticos, que pueden servir de
apuntamientos sobre la historia de nuestra revolución, escritos por el Doctor Don
Mariano del Campo Larraondo y Valencia”. Biblioteca de Jaime Madriñán Díez.
__________________________. Papeles varios. Archivo familiar de Manuel
María Mosquera. Bogotá.
Bibliografía:
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colegio de Santa Librada. Cali: Fondo editorial Colegio de Santa Librada, 1977.
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Larraondo y Valencia Presbítero, escrita por él mismo en versos endecasílabos
pareados: con notas y dedicada a su muy querida, discreta y virtuosa sobrina, la
Señora Matilde Pombo de Arboleda. Popayán: Imprenta de la Universidad, por
Guillermo Figueroa, 1847.
CASTRILLON, Manuel, “Apuntamientos Históricos Curiosos sobre la guerra de
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Editorial Cromos, 1927. 3 vols.
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ZAWADSKY COLMENARES, Alfonso. Ciudades Confederadas del Valle del
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1
XIV Congreso de Historia de Colombia
Sección 2 . La independencia: una perspectiva local y regional. Los casos de San Luis Potosí y Antioquia. Ponencia: De un movimiento revolucionario a otro: la percepción del primer centenario de la Independencia de la Nueva España en el Gobierno de Porfirio Díaz.
Autora: Mtra. María Gabriela Torres Montero Profesora-Investigadora del Programa de Historia de la Coordinación de Ciencias Sociales y
Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México.
Resumen
El Primer Centenario de la Independencia de la Nueva España, se cumplió el
mismo año del inicio de la Revolución Mexicana, durante la tercera década de la
presidencia del General Porfirio Díaz. El agotamiento del sistema político
implementado por Díaz, buscó un punto de apoyo en la reconstrucción de la
memoria de los inicios de la nación independiente, desde la perspectiva del
pensamiento evolucionista de la época. Sin embargo, algunos sectores
inconformes con el régimen encontraron en los festejos del centenario un espacio
para expresar sus demandas de mayor participación política y beneficio social que
el gobierno no había atendido. En este trabajo se mostrará algunos usos de los
festejos del centenario de la Independencia en el estado de San Luis Potosí,
México, que hacen por una parte, el sector oficial y, por otra, ciertos
representantes de los grupos inconformes con el régimen que, semanas más
tarde, se expresarían en los movimientos revolucionarios de 1910.
Este texto se divide en cuatro apartados. En el primero se hace una breve
explicación del uso de la historia como elemento discursivo legitimador del poder.
En el segundo, se muestran las condiciones del país en el periodo final del
Porfiriato1 y un bosquejo de la situación del estado de San Luis Potosí en esa
época. En el tercer apartado se exponen los principales actos conmemorativos
del Centenario de la Independencia en la ciudad de México (capital de la 1 Se entiende por Porfiriato el periodo presidencial del General Porfirio Díaz.
2
República) y en San Luis Potosí. En el cuarto se hacen unas reflexiones finales a
manera de conclusión.
I.- La creación de la memoria
Porfirio Díaz gobernó a México durante más de treinta años, periodo en el que el
discurso del poder estuvo apoyado en los sucesos pasados que permitieran
resaltar la figura presidencial. Es decir, el discurso del poder estuvo alimentado
por esa historia “que se emplea de manera sistemática como uno de los
instrumentos de mayor eficacia para crear las condiciones ideológico-culturales
que facilitan el mantenimiento de las relaciones de dominación”.2 De esta manera
es posible observar, a partir de los festejos de aniversario del inicio de los
movimientos de Independencia, los cambios en la percepción y expresiones del
pasado en los que se apoyó el régimen de Díaz para construir su discurso de
poder al final de su gestión.
Miguel Hidalgo y José María Morelos fueron los personajes centrales de las
celebraciones de la Independencia en el siglo XIX, en tanto que en los estados de
la República Mexicana se buscó exaltar alguno de los participantes en la
contienda, como en el caso de San Luis Potosí lo fue el general Mariano Jiménez.
Sin embargo, en los albores del Porfiriato, a la conmemoración se le incluyeron
dos motivos más: el cumpleaños del presidente de la República y los avances del
progreso manifestados en las obras públicas. En alguna ocasión se argumentó
que no era necesario recordar constantemente los nombres de los participantes en
el movimiento independentista, ya que los mexicanos los tenían presentes como
parte de su identidad.3 No obstante, al final del régimen, la elaboración de la
memoria fincó sus bases en homologar las celebraciones del centenario de la
Revolución Francesa (realizadas en Francia durante 1889), con los elementos
2 Pereyra, Carlos “Historia ¿Para qué?” en Carlos Pereyra et.al. Historia ¿Para qué? Editorial S.XXI, 17 edición, México 1998, p. 23 3 AHESLP,Secretaría General de Gobierno. La Sombra de Zaragoza, número 229, 15 de septiembre de 1879.
3
que permitieran mostrar al mundo la solidez del gobierno y el progreso del país
gracias a la figura presidencial.4
El pensamiento positivista desarrollado durante el Porfiriato, permitió afianzar la
creencia en el progreso y en los procesos evolucionistas, en los que la conquista,
el virreinato y la independencia formaban parte de esa línea del tiempo que
culminaba con el éxito de la ciencia sobre la metafísica; así la presencia de un
caudillo fuerte como Díaz guiaba la vida de una nación a través del orden y el
progreso.
Estos elementos de la reconstrucción de la memoria para el discurso del poder, se
repitieron en algunos estados de la República, como San Luis Potosí, donde las
celebraciones del Centenario de la Independencia fueron similares a las de la Cd.
de México. No obstante, esos elementos de la reconstrucción de la memoria
tuvieron otro uso en los sectores inconformes que expresaban sus ideas en las
páginas de un periódico local.
La presencia de sectores contrarios al régimen y seguidores de Francisco I.
Madero (quien encabezó los inicios de la lucha revolucionaria), apenas si se
vislumbran en la historiografía local, debido a los escasos registros de estas
generaciones que en noviembre de 1910 formarían parte de la lucha por derrocar
al régimen porfirista.
II.- Hacia el centenario
La primera mitad del siglo XIX en México, se caracterizó por la inestabilidad y la
búsqueda de un nuevo orden después del proceso de independencia de la Corona
Española. Hacia 1877 comenzó el periodo de gobierno del General Porfirio Díaz
(1877-1910) en el que se dieron cambios significativos en los ámbitos económico,
político, social y cultural que impactaron en las generaciones siguientes. Al inicio
del periodo presidencial de Díaz, las preocupaciones por el control político y
4 Lempérière, Annick “Los dos centenarios de la independencia mexicana (1910-1921): de la historia patria a la antropología cultural”. en Historia Mexicana, vol. XLV, oct-dic. 1995, núm.2#178, pp.317-351.
4
económico se reflejaron en las medidas que se tomaron para encaminar al país
hacia una estabilidad que en muchos años no se había tenido. Entre 1880 y 1884,
Manuel González asumió la presidencia y dio continuidad al impulso de la
expansión económica promovida por Díaz y sus colaboradores que permaneció al
regreso del general a la silla presidencial.5
A partir de la reelección de Porfirio Díaz hasta el inicio de la Revolución (de 1884
a 1910), se presentó una etapa de aparente estabilidad sin que por ello estuvieran
ausentes ciertas expresiones de oposición al régimen, debido a la rigidez de los
espacios políticos y al desequilibrio económico generado por la acumulación de la
riqueza en unas cuantas familias.6
En este periodo, los responsables de guiar al país se apoyaban en el pensamiento
liberal de la época en la búsqueda de conducir al país hacia la modernidad a
través del progreso; por lo que la educación, la salud y la construcción de obras
materiales las consideraron los motores que llevarían a México a la altura de las
naciones progresistas de Europa7. Así los ejes discursivos del Porfiriato fueron la
paz, el orden y el progreso , respaldados en la inversión extranjera como
sustento de la economía, la concentración de la riqueza en unas cuantas familias y
el control del poder político en un círculo con escasa movilidad.
La inversión del capital extranjero y el comercio propiciaron las comunicaciones
terrestres entre las poblaciones de mayor importancia. A través del ferrocarril que,
tuvo su mayor impulso a partir de 1888, se logró un mayor intercambio no sólo de
mercancías sino de costumbres y tradiciones. En tanto el proceso de crecimiento
5 González Navarro, Moisés, Sociedad y cultura en el Porfiriato, CONACULTA (Cien de México), México, 1994, p. 13 6 Ibíd.. 7 Carregha Lamadrid, Luz y Begoña Garay López, Un camino olvidado. Estaciones de ferrocarril en el estado de San Luis Potosí: línea México-Laredo (Ferrocarril Nacional Mexicano), FONCA- El Colegio de San Luis, México, 1999, p. 17. 8 Manero, Antonio, El antiguo régimen y la revolución, Tipografía y Litografía “La Europea”, México, 1911, p. 40-41.
5
económico mantuvo sus bases en la industrialización y la integración del mercado
nacional”. 9
El proyecto educativo porfirista estaba sustentado en la idea de que a través del
conocimiento científico, en un marco de libertad, se podría lograr el orden social
para el progreso del país. Los principios liberales de una educación laica, gratuita
y obligatoria fueron las bases heredadas al Porfiriato de la ley juarista de
instrucción pública de 1867, sobre las cuales se incorporaron cambios en el
método de enseñanza (retomados de Francia), cuyo carácter se basaba en el
desarrollo moral, físico, intelectual y estético de los escolares.10
El liberalismo y el positivismo se han reconocido como ejes que sustentaron la
acción educativa durante el Porfiriato.11 Los liberales pretendían la consecución de
la libertad y el progreso; los positivistas fundamentaban en el orden la posibilidad
de aplicación del conocimiento científico: así la libertad y el progreso serían
posibles sólo como consecuencia de la existencia del orden. De esta manera el
discurso de paz, orden y progreso se hizo extensivo a los estados de la República,
que reprodujeron las formas de gobierno y los patrones económicos y sociales de
la ciudad capital. En el caso de San Luis Potosí, el gobernante Carlos Díez
Gutiérrez estuvo al frente del estado por varias décadas hasta su muerte.
Estos pilares del orden, la paz y el progreso sustentados en la educación, la salud
y la economía, se revirtieron en la primera década del siglo XX, al surgir una
nueva generación que cuestionaba esos aparentes beneficios, en un régimen bajo
9 Tenorio Trillo, Mauricio, El porfiriato, Centro de Investigación y Docencia Económicas-Fondo de Cultura Económica, México, 2006, p. 61 10 Moreno, Salvador “El Porfiriato Primera Etapa” en Solana, Historia de la Educación pp.41-63; Bazant, Mílada Historia de la Educación en el Porfiriato, El Colegio de México, pp. 15 – 27. 11 Leopoldo Zea reconoció que "Las ideas que opusieron a la dictadura las encontramos dentro de su mismo ambiente. La vieja guardia liberal, cuya voz pareció caer en el vacío frente a la primera generación formada en el positivismo, despertó nuevos entusiasmos en la generación de la Revolución que empezó a gritar la vuelta al liberalismo de Juárez, Ocampo y Lerdo..." Zea, Leopoldo Del Liberalismo a la Revolución en la Educación Mexicana, México, SEP. No. 28, 1963, p. 137
6
la conducción de un Díaz de ochenta años de edad y con más de treinta de ellos
en el poder.
El Porfiriato en San Luis Potosí
En los estados de la República Mexicana se reproducían las formas de gobierno
de Porfirio Díaz. En San Luis Potosí, un estado del centro del país, Carlos Díez
Gutiérrez gobernó de 1877 hasta su muerte en 1898, sólo durante 1880 a 1884
alternó el poder con su hermano Pedro, para desempeñar el ministerio de
Gobernación en la presidencia de Manuel González.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática
La inversión extranjera fue un factor importante para el desarrollo económico en
algunas ciudades, no así de beneficio social. Para el año de 1910 pese a las
crecientes actividades industriales la población era mayoritariamente rural. El 80%
de los potosinos estaban en el campo donde las tierras eran propiedad de unas
cuantas familias locales y extranjeras. Las empresas estadounidenses eran las
7
propietarias de las redes del ferrocarril en la región y la minería también estaba en
manos de unos cuantos. La movilidad económica no era proporcional a la política,
lo que favoreció la concentración de inconformidades de una nueva generación
que encontraría en los planteamientos de Francisco I. Madero una bandera de
lucha.12
Esas nuevas generaciones integradas por jóvenes como Librado Rivera, Camilo
Arriaga, Antonio Díaz Soto y Gama, Ponciano Arriaga, expresaban demandas
sociales con base en un pensamiento liberal, a través de la agrupación política
llamada El Club Liberal Ponciano Arriaga. Este Club, desde 1901 había facilitado
la organización del Congreso Liberal en San Luis Potosí. Así, en 1910 cuando
Francisco I. Madero llegó a San Luis Potosí e hizo su proclama de “El Plan de San
Luis”, tuvo un impacto en los clubes políticos, algunas publicaciones,
organizaciones gremiales identificadas con el pensamiento liberal y las ideas de
una mejor distribución de la riqueza y del poder político.13
III.- México, una nación civilizada
En los primeros años del siglo XX, ante la llegada de primer centenario de la
Independencia de la Nueva España, los funcionarios gubernamentales
consideraron que era el momento de mostrar al mundo que el Estado que se
comenzó a formar en 1810 se había convertido en México, ya era una nación
moderna. “Existen varios proyectos para adornar debida y convenientemente la
ciudad de México…uno de los más hermosos es el relativo al revestir las casas de
la ciudad en un estilo azteca modernizado”.14
Si Francia fue el modelo a seguir durante el Porfiriato, las celebraciones del
Centenario de la Revolución Francesa, también fueron imitadas para los festejos
12 Monroy Castillo- Tomás Calvillo Breve Historia de San Luis Potosí, Fondo de Cultura Económica, 1997, S.L.P., México p. 226 13 Ibíd.p.227 14 Periódico Estandarte, 2 abril, 1910 Año XXVII, Segunda época, no. 5739, p.2
8
por los cien años del surgimiento de una nación. En ambas festividades las
honras al pasado se conjuntaron con la celebración del progreso. Así como se
hizo en el país europeo, en México también se buscó el aval internacional a través
de la presencia de embajadores y asociaciones de extranjeros. La libertad, el
progreso y la ciencia logrados durante esos treinta años se mostraron a través de
la construcción de obras como el Hemiciclo a Benito Juárez en la Alameda de la
Cd. de México, la iluminación del Zócalo y calles aledañas, entre otras. Los
avances científicos se expresaron en la realización de Congresos de Educación,
El Nacional de Estudiantes, Congresos Científicos, la inauguración de bibliotecas,
el establecimiento de la Universidad Nacional y la edificación de obras en la
Escuela Nacional Preparatoria, como se vio en Francia al inaugurar los edificios de
la Sorbona.15
En esa modernidad y civilidad los logros educativos eran importantes de destacar,
por lo que era imprescindible la existencia de una institución de prestigio, como en
Europa, así fue retomado el proyecto de crear una Universidad Nacional.
El ideólogo Justo Sierra, desde 1881 había presentado un proyecto para la
creación de una institución responsable de la educación profesional, integrada por
las escuelas profesionales existentes, la de Altos Estudios y otras áreas científicas
y culturales. Sin embargo fue hasta 1910 que el presidente otorgó todo el apoyo al
proyecto, pese a la oposición de algunos sectores como grupos católicos que
consideraban un fomento al pensamiento positivista. No obstante las ventajas
políticas prevalecieron “sobre los asuntos filosóficos-pedagógicos” y sobre las
necesidades de las profesiones que el país requería, “la inauguración fue pensada
como una estrategia para obtener el reconocimiento internacional para Don
Porfirio y su gobierno”16 Para algunos historiadores de la educación en México, la
creación de la Universidad Nacional fue el remate culminante de las celebraciones
del centenario de la Independencia en el centro del país.
15 Ibíd. 16 Garcíadiego, Javier Rudos contra científicos. El Colegio de México, 1996 p. 34
9
Los eventos conmemorativos desde San Luis Potosí
Las inconformidades de diversos sectores que desembocarían en 1910 con la
irrupción de los movimientos revolucionarios, se dibujaron en algunos de los
eventos conmemorativos del centenario de la Independencia de México. Si bien
para los seguidores del régimen porfirista, los eventos conmemorativos eran una
expresión de la “civilidad y altura” que había alcanzado el país, para algunos
críticos del sistema fue un espacio para ventilar la situación crítica del país. Este
fue el caso de algunos potosinos como el Prof. Fernando Vázquez, y otros asiduos
escritores del periódico Estandarte, quienes continuamente criticaban los eventos
conmemorativos.
Los festejos oficiales de 1910 en San Luis Potosí se mantuvieron del 14 al 18 de
septiembre, organizados por el Ayuntamiento y el Gobierno estatal. En estos días
los gobernantes se empeñaron en mostrar los avances del país, a través de la
participación de los diversos sectores de la sociedad, sin perder su estatus social,
como lo muestra el programa de actividades de la Fiesta del Centenario.
10
Los edificios y jardines públicos de la ciudad, fueron adornados e iluminados por la
noche, a las seis de la mañana del día 15 se izó la bandera acompañada con un
repique en todos los templos y la música de bandas tocando dianas. Esto se
repitió a las seis de la tarde. A la calle que era la vía más importante de la ciudad,
se le cambió de nombre, de ser calle de Maltos, se convirtió en Centenario de la
Independencia. Las colonias extranjeras, también hicieron sus respectivas
aportaciones: la española donó un Reloj que se instaló en el jardín Colón, y las
colonias alemana, inglesa, francesa, belga y suiza donaron un faro que fue
instalado en el llamado Paseo de la Constitución. Las asociaciones mexicanas
como la Protectora de Animales, el Centro Taurino, obsequiaron fuentes y un
kiosco.
Como parte de las obras sociales se inauguraron las bibliotecas donadas por la
Junta Central del Centenario, la inauguración de la Escuela Industrial Militar, el
nuevo Museo del Instituto Científico Literario, sin faltar el paseo de bicicletas con
antorchas por las principales calles de la ciudad, la serenata y los fuegos
artificiales. La poesía, el canto del Himno Nacional por los niños de educación
primaria de las escuelas públicas, los discursos no faltaron en los días de la
celebración. Los festejos fueron cerrados con el “Día de la niñez y el mutualismo”
que pretendía “representarán las ciencias, las artes y las páginas más gloriosas de
nuestra Historia”.17
Año tras año, el Pueblo Mexicano conmemora los acontecimientos que nos
trajeron la libertad, y glorifica a los héroes que por ella se sacrificaron; pero a la
generación actual ha tocado ver cumplirse cien años de la Proclamación de la
Independencia patria y está en su deber desplegar todas sus energías para que
este Centenario sea debidamente celebrado. Por lo mismo, la Corporación
Municipal exhorta a todos los ciudadanos y colonias extranjeras, para que adornen
e iluminen los frentes de sus casas, y muy especialmente, para que las casas de
comercio y establecimientos públicos, permanezcan cerrados los días 14, 15 y 16,
declarados de fiesta nacional por decreto especial.
17 Periódico Estandarte 8 y 11 de septiembre de 1910 Año XXVI, No. 5869, 5871, Segunda Época, San Luis Potosí, S.L.P. pág. 2.
11
El músico potosino Julián Carrillo, fue el autor de una ópera de cuatro actos,
preparada desde un año antes para estrenarse en la Cd. de México, no obstante
las solicitudes de personas locales para que se ofreciera por primera vez en el
estado natal de Carrillo. Entre los festejos destacó el ofrecimiento de los pintores
para “facilitar el ornato de las fachadas urbanas” a cambio de la suspensión del
impuesto sobre andamios y escaleras por todo el año.18
Las relaciones de la Iglesia Católica con el régimen de Porfirio Díaz, vieron sus
mejores años conforme se afianzaba el gobierno del general. Así para los festejos
del Centenario, la Iglesia Catedral de San Luis Potosí estrenó un juego de 15
campanas “perfectamente doradas, de esbelta figura, la más grande de 1,205 kilos
y la más chica de 55 kg.,” y se esperaba la llegada de la maquinaria eléctrica que
en la nueva torre de la iglesia movería automáticamente el juego durante las
fiestas patrias.19
Algunos sectores del país, inconformes con las políticas y las medidas
económicas de Díaz, encontraron en las celebraciones del centenario de la
Independencia un espacio de expresión crítica. Acerca de esto se muestran
algunos datos.
En el caso de San Luis Potosí el periódico Estandarte reflejó alguno de esos
pensamientos. En sus páginas se planteaban diversas propuestas de
conmemoración, como instituir el 10 de noviembre día de celebración nacional, por
considerar que en esa fecha había iniciado el movimiento de independencia en
San Luis Potosí.
Apropósito del folleto intitulado “Error histórico para solemnizar en la ciudad de México el Centenario de la proclamación de la Independencia” que publicó nuestro estimable colaborador sr. Manuel Muro, se ha invitado repetidas
18 Periódico Estandarte 28 mayo, 1910, Año XXVI, No. 5784, Segunda Época. San Luis Potosí, S.L.P., México p. 2 19 Periódico Estandarte 2 de septiembre de 1910,Año XXVI, No. 5864 Segunda Época, San Luis Potosí, S.L.P., México p.2
12
veces a El Estandarte para que apoye la idea de que en lo sucesivo y a contar el día 10 de noviembre de 1910, se considere fiesta nacional del Estado…..queda claramente comprobado se dio en esta ciudad de San Luis Potosí el grito de la Independencia.20
La crítica a los altos costos de los eventos conmemorativos, era reiterada y con
ella el reclamo de la falta de instituciones escolares, de los abusos hacia los
campesinos entre otros.
“Hoy que los concursos y proyectos están a la orden del día para celebrar el
centenario……¿no sería posible convocar a concurso todas los gobernantes,
a todas las asociaciones, a todos los particulares que sostengan el mayor
número de escuelas, pero escuelas bien organizadas y adjudicar una medalla
conmemorativa a aquel que se distinga en tan plausible y patriótica labor?”21
“… si echamos una mirada a esa gran mayoría de indígenas que, analfabetas,
pululan no sólo en los pueblos de poca categoría, sino el los mismos centros
de población, veremos con dolor que de esa muchedumbre salen los
candidatos a la mendicidad y al crimen, vergüenza y deshonra de todo el
pueblo civilizado”. 22
Asimismo el articulista del mencionado periódico señalaba:
“Otro concurso de trascendencia como el anterior sería el que se hiciese
entre los hacendados que paguen ese numerario los mejores jornales a sus
peones, y no con los efectos de las llamadas tiendas de raya cuyo sistema de
pago hace que los pobres labradores sean más bien esclavos que sirvientes
y que, viéndose en esa situación miserable, busquen su mejoramiento
arrojándose en brazos de esas nuevas compañías explotadoras de la “trata
de hombres”, para remedio a sus males que no alivian, porque los llamados
enganchadores nunca les cumplen el halagüeño ofrecimiento que les hicieron
y que los deslumbró…nuestros nacionales emigran a los Estados Unidos
20 Periódico Estandarte 11 marzo de 1910. Año XXVI, No. 5723 Segunda Época, San Luis Potosí, S.L.P., México. p. 1 21 Ibid. 22 Periódico Estandarte 22 marzo de 1910. Año XXVI, No. 5731 Segunda Época, San Luis Potosí, S.L.P., México. p. 1
13
donde son despreciados y arrojados vergonzosamente por incapaces para el
trabajo de allende al Bravo…..23
En el Instituto Científico y Literario, institución responsable de la formación de
profesiones, también se distinguían una minoría de estudiantes críticos,
interesados en participar en el Congreso Nacional de Estudiantes que se llevó a
cabo en la ciudad de México en el mes de Septiembre de 1910.
A principios de ese año, algunos jóvenes del ICyL discutían la posibilidad de
enviar delegados al Congreso Nacional de Estudiantes, el cual habría de
realizarse en los primeros días de septiembre.24 Aurelio Manrique, alumno de
medicina, exhortó a sus compañeros a participar; sin embargo no obtuvo la
aprobación de los jóvenes preparatorianos y de la escuela de Jurisprudencia. En
una asamblea donde predominó la negativa de asistir, y cuyos motivos no eran
claros, Manrique insistió en los beneficios de la participación, mientras que la
mayoría de los asistentes se oponían con el argumento de que ni Guadalajara,
Puebla ni Mérida enviarían comisión alguna.25
Los estudiantes de medicina y pocos de ingeniería, aceptaron ir al Congreso. El
Comité de representación quedó integrado, entre otros, por Ricardo Pérez Álvarez
(medicina) y Moisés Perogordo (ingeniería), quien finalmente declinó su
23 Ibid. 24 En este Congreso inicialmente apoyado por Díaz y Justo Sierra, se pretendía analizar asuntos relacionados con las formas de enseñanza, la manera óptima de evaluar, disminuir los castigos, aumentar los premios, entre otros puntos. Sin embargo la concentración de estudiantes provocó conflictos en la designación de representantes porque significaba una forma de participación de los jóvenes en la renovación del sistema educativo nacional; diseñado desde una perspectiva centralista. En el Congreso participaron jóvenes relacionados con un grupo contrario al del presidente, por lo que el evento significó una expresión de inconformidad del momento. Garcíadiego, Op.Cit. pp. 53–55. 25 Periódico Estandarte 13-18 agosto de 1910. Año XXVI, Núm. 5848, 5849, 5850, 5851, 5852 Segunda Época, San Luis Potosí, S.L.P., México. p. 1
14
nombramiento como delegado a favor de David Segura (medicina).26
Las
intervenciones de los potosinos en el Congreso fueron consideradas
sobresalientes por su oposición al general Díaz. “Los jóvenes de Puebla y San
Luis Potosí, destacaron por ser más activos y radicales, ya que pertenecen a
lugares donde se da la mayor oposición estudiantil contra Díaz."27
En tanto, otros estudiantes se sumaron a los festejos de la Independencia a través
de la organización de una corrida de toros, en la cual el gobernador obsequió los
animales de la Hacienda “La angostura”.28
Las mujeres también demandaron una participación activa en las fiestas del
centenario, sin perder su rol de género de “educadoras por naturaleza”, de
acuerdo al pensamiento de la época. Más allá de su participación en los espacios
privados, un grupo de mujeres potosinas encabezadas por Mina González Salas,
pidieron a la Comisión Nacional del Centenario de la Independencia, que se
agregara a los festejos su contribución con la tarea de enseñar a leer a la
población analfabeta “hombre, mujer, anciano o niño”.29
Entre los fragmentos de la memoria por construir, surgió aquel pasaje en el que
Hidalgo liberó a los presos para integrarlos a su contingente de lucha, por lo que
en ese recuerdo algunos mexicanos encontraron un punto de apoyo para
demandar el indulto o reducción de pena a los presos. En los estados de
Morelos, Michoacán y Guanajuato se habían autorizado tales medidas, sin
embargo en San Luis Potosí para el mes de agosto de 1910, aún no había una
26 Ibid. 27 Garciadiego, Op.Cit. p. 79. 28 Periódico Estandarte 28 abril de 1910. Año XXVI, Núm. 5760 Segunda Época, San Luis Potosí, S.L.P., México. p.2 29 Periódico Estandarte 16 junio, 1910, Año XXVI, Núm. 5800 Segunda Época, San Luis Potosí, S.L.P., México. p. 4
15
respuesta a esta petición, fundamentada en ese trozo del pasado, desprovisto de
todo contexto
”…nada más razonable que recurrir a las fechas principales de nuestra historia
en que la vanguardia de nuestro partido y os primeros hombres que derramaron
su sangre no eran otros que los que se encontraban privados de libertad dentro
de los muros vetustos de la prisión dolorense….”.30
Los presos de las cárceles de otras poblaciones mexicanas como Zitácuaro,
Toluca, Ocampo y Huamantla, intercambiaron cartas con los de San Luis Potosí,
en busca del indulto o reducción de la pena por los festejos; incluso uno de los
presos de Mazatlán buscó la intervención del Papa Pío X y del Obispo de su
diócesis para obtener la reducción de su pena. Sin embargo días antes del
centenario, la respuesta positiva parecía alejarse.
Los que suscribimos miembros de la Junta General Directiva Benito
Juárez, por sí y en representación de todas las prisiones de Estado,
ante usted con el debido respeto exponemos: que habiéndonos
dirigido a la H. Diputación Permanente del Congreso, implorando se
nos conceda la gracia de que se nos rebajen nuestras sentencias,
en conmemoración del fausto acontecimiento del primer centenario
de nuestra querida Patria, ese Respetable cuerpo nos contestó que,
no estando en sus facultades el concedernos esa gracia, se
reservaba nuestra petición para dar cuenta con ella en el primer
periodo de Sesiones del Congreso. Más como el primer periodo de
sesiones comienza el día 15 del presente, tememos que nada
favorable se nos conceda, por la falta de tiempo para deliberar si
este trascendente asunto, y teniendo conocimiento de que en los
estados de Morelos, Michoacán, Chihuahua, Hidalgo, Guanajuato,
Aguascalientes y Zacatecas, los señores gobernadores de aquellos
estados han sido los que han concedido esa gracia a los presos, y
solamente en Aguascalientes fue el H. Congreso por tal razón
ocurrimos a usted nuevamente Respetable Señor
Gobernador…..suplicándole que haciendo uso de sus facultades
30 Carta de los presos de la penitenciaría de San Luis Potosí, publicada por el periódico Estandarte. Periódico Estandarte 10 de Agosto de 1910, Año XXVI, No. 5845, Segunda Época, San Luis Potosí, S.L.P. México pp.2-3
16
nos conceda una gracia igual a la otorgada por el señor gobernador
de Guanajuato o mejor si lo estima conveniente……Protestámosle
nuestra más sincera adhesión sin límites, Penitenciaría San Luis
Potosí, septiembre 2 de 1910. El presidente Federico Zamarrón.31
Días antes, el periódico que había dado seguimiento a este asunto, publicó la
visita de uno de sus reporteros a la Penitenciaría de San Luis Potosí, para
entrevistar Federico Zamarrón, presidente de la asociación que pugnaba el
indulto. La nota periodística además de dar cuenta del delicado estado de salud
de Zamarrón, mostraba los preparativos del festejo del Centenario en el interior de
la cárcel.
Cuando después de despedirnos de Zamarrón, nos retiramos de la
prisión…llegaron a nuestros oídos las notas de nuestro himno patrio, no
obstante que apenados salíamos de aquel lugar donde en la frente cada
hombre nos pareció ver marcada la señal del sufrimiento y adivinar en su
mirada el ansia de libertad, nos sentimos gozosos y preguntamos a qué se
debía que épico canto se dejara escuchar.
- Señor:- nos contestó uno de los presos, en quien notamos por el
temblor de su voz la emoción, y, en sus palabras, el dejo de conformidad
que presta lo imposible,- es que lo están estudiando mucho; los que tal
vez nos quedaremos aquí todavía por mucho tiempo, estamos arreglando
celebrar el Centenario así, ….como lo hacen allá afuera….todos los que
somos mexicanos. 32
31 Periódico Estandarte 6 de septiembre de 1910, Año XXVI, No. 5867, Segunda Época, San Luis Potosí, S.L.P. México, p.3 32 Periódico Estandarte 4 de septiembre de 1910, Año XXVI, No. 5866, Segunda Época, San Luis Potosí, S.L.P. México, p.3
17
Reflexiones finales
El discurso del poder de un régimen agotado, hizo uso de algunos elementos del
pasado mexicano, para reafirmar lo que en tres décadas había intentado
promover: la paz, el orden y el progreso.
La preocupación por reconstruir la memoria a partir de la conmemoración de los
cien años del surgimiento de una nación, alejada del dominio político y económico
de la colonia española; encontró un modelo a seguir en los festejos de los cien
años de la Revolución Francesa: participación de representantes de otros países,
obras públicas, congresos de educación y ciencia entre otros. Sin embargo el
contexto del Centenario de la Independencia de México estaba inmerso en un
desgaste político y social del régimen de Porfirio Díaz, de tal manera que
semanas después de las celebraciones, los movimientos revolucionarios
provocaron la caída del régimen y el exilio del general.
Las piezas de la memoria que integraron la muestra de “civilización y modernidad”
alcanzada gracias al general Díaz, dejaron intersticios por donde se vislumbraron
la problemática social que se vivía tras la fachada del orden y el progreso. En el
caso de San Luis Potosí, la participación de los grupos contrarios ventilaron sus
aspiraciones en algunos registros hemerográficos, sin embargo y, es una tarea
pendiente, se requiere de una indagación más a fondo de las fuentes que
permitan conocer la perspectiva de esos sectores para quienes el Centenario del
inicio de una revuelta que fomentó el nacimiento de una nación, significó un
punto de reflexión sobre la apertura de los espacios políticos, de los alcances de
la desigualdad social y de la posibilidad de un futuro más equitativo, como
puntales de esas dos revoluciones: la de 1810 y la de 1910.
18
Bibliografía
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MORENO, Salvador "El Porfiriato. Primera Etapa (1876 - 1901)" en SOLANA Fernando, Cardiel Reyes Raúl, Bolaños Martínez Raúl (coordinadores). Historia de la Educación Pública en México, SEP '80. Fondo de Cultura Económica, 1981. PEREYRA, Carlos “Historia ¿Para qué?” En Carlos Pereyra et.al. Historia ¿Para qué? Editorial S.XXI, 17ava. edición, México, 1998. TENORIO Trillo, Mauricio, El Porfiriato, Centro de Investigación y Docencia Económicas-Fondo de Cultura Económica, México, 2006 ZEA, Leopoldo Del Liberalismo a la Revolución en la Educación Mexicana, México, SEP. No. 28, 1963.
Hemerografía
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La independencia de Antioquia: entre la tutela heroica y los nuevos problemas de investigación Por: Marta Cecilia Ospina Echeverri Profesora Departamento de Historia Universidad de Antioquia Tels: 219 57 60, 538 25 63 y 317 675 3344
La reflexión historiográfica que acá se presenta centra su interés en la historia
política de la independencia y está articulada en dos grandes ejes temporales: en
primer lugar se distinguen los escritos del siglo XIX sobre la independencia, en
particular la obra de José Manuel Restrepo “Historia de la Revolución de la
República de Colombia”, la reacción conservadora posterior a la conspiración
septembrina y la postura liberal. En segundo lugar están los escritos del siglo XX,
entre los cuales vale la pena diferenciar la historiografía de la primera mitad del
siglo y los estudios posteriores, influenciados o no por la profesionalización del
oficio de historiador. Por tratarse de un balance historiográfico, la fuente primaria
es la producción de los historiadores sobre el tema de la independencia. No es su
objeto escudriñar en archivos ni en documentos del período publicados, tampoco
indaga en las memorias, de gran aceptación durante el siglo XIX y que marcaron
en buena medida las producciones históricas posteriores.
La independencia
Toda historia es una construcción. Y los planos de esa construcción
son establecidos hoy. (Norbert Lechner)
Con esta aseveración culmina Norbert Lechner un artículo en el cual expone la
relación entre orden y memoria en los contextos históricos nacionales. Según el
autor, la sacralización de la historia ha devenido en una construcción de la
memoria nacional sobre la base de simples datos y una simbolización de lo
ocurrido, para lo cual los museos y monumentos nacionales han cumplido un
papel esencial1. Cada época escribe la historia teniendo como derrotero las
preguntas que desea resolver. En el siglo XIX la lectura intencionada del pasado
tuvo un objetivo esencial: construir un Estado-Nación acorde con los intereses de
las élites del período.
El relato histórico (la construcción, en los términos de Lechner) destacó la ruptura
con España como si se tratara de un punto de quiebre, una liberación del hijo que
decide seguir su propio camino y contribuir a la génesis del Estado. En esta
interpretación sobre la ruptura, la historiografía se ha agrupado en dos campos
opuestos. En primer lugar está el grupo de historiadores que hace hincapié en los
alcances de la crisis estructural del imperio, es decir, en la crisis del Antiguo
Régimen y en la victoria temporal del liberalismo republicano. En segundo lugar
está la corriente que analiza los alcances de una revolución que llevó a la
independencia de buena parte de los países hispanoamericanos. Lo que se
desprende de esta idea de trabajo es que coexisten dos visiones: la primera anota
que somos herederos de la revolución liberal española, cuyo epicentro fue el
ímpetu democratizador de las cortes gaditanas de 1812 -como es de esperarse,
los estudios agrupados en esta corriente se concentran en la fase política de la
independencia o anotan con preocupación el abandono de los principios
republicanos y la concentración del poder después de 1819 entre los militares que
comandaron los ejércitos libertadores, en detrimento de los principios liberales que
animaron la independencia-. Esta corriente es bastante reciente e integra un
nutrido grupo de historiadores que se identifican con las posturas analíticas de
Francois-Xavier Guerra y Antonio Anino, entre otros. Su reclamo parece obvio, no
es prudente estudiar casos aislados, se deben entender como partes de un
conjunto, que en este caso se llama el imperio español. Pero en el trasfondo ha
generado una especie de desconfianza, por el efecto de sus investigaciones, que
pareciera limpiar la imagen de la dominación española y restarle importancia a las
aspiraciones independentistas de los americanos.
1 Lechner, Norbert. Orden y memoria. En: Sánchez, Gonzalo. Museo, memoria y nación. Bogotá, Ministerio de Cultura, 2000, p70
En segundo lugar se destaca la visión que exhorta los esfuerzos propios, los
triunfos y yerros de los patriotas americanos y las fases de la independencia
criolla: política en sus inicios y militar a partir de 1819. En este grupo, tanto los
positivistas como algunos análisis marxistas, en su visión teleológica se
relacionan: la aspiración última es el triunfo del hombre, en este caso de la
revolución. Lo diferente es el camino para alcanzarlo, pues mientras los primeros
se concentran en los héroes epónimos, en las batallas y en los eventos
memorables, los segundos se dedican a analizar la estructura económica que
produjo las contradicciones de clase del régimen colonial y los intereses
económicos que agruparon a las élites criollas.
El enfoque que ha prevalecido ha estado cargado de escenificaciones y
simbolizaciones de lo heroico, respaldando con ello una lectura excluyente, donde
lo nacional se solidariza con las aspiraciones políticas y económicas de las élites
que guiaron el proceso independentista y que alinearon las fuerzas adversarias,
comprometidas en los conflictos decimonónicos por imponer sus respectivos
modelos de Estado-Nación.
Este trabajo da cuenta de la predilección por el relato heroico y de los esfuerzos
por pensar en otros problemas y actores de ese mismo proceso. Si bien se puede
anotar una constante en la elaboración de visiones heroicas, las coyunturas
políticas, las ideologías y las nuevas corrientes de pensamiento contribuyeron a la
profusión de nuevas visiones y a que se matizaran las existentes. De esta manera
puede comprenderse cómo José Manuel Groot hizo énfasis en los estragos de la
guerra civil, señalados desde tiempo atrás en la obra de José Manuel Restrepo.
Con ambos autores se inaugura una posición pesimista que puso el acento en la
fatalidad de la guerra civil, en las divergencias entre centralistas y federalistas y
luego entre Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander. La Patria Boba, el
período 1810-1814, desencadenó en la reconquista española y el federalismo,
expresado en la pugna entre Santander y Bolívar, se reflejó en la disolución de la
Gran Colombia. De acuerdo a este pesimismo conservador los anteriores fueron
obstáculos que impidieron darle continuidad al sueño bolivariano de emancipación.
En contraste, los liberales de la segunda mitad del siglo XIX hacen eco del
entusiasmo emancipador que abre el camino a las libertades individuales y a la
autonomía nacional. La Regeneración y la República conservadora, posteriores al
radicalismo liberal, retoman el dogma conservador y le dan continuidad al “hito de
la desintegración”, al señalar el enfrentamiento entre Antonio Nariño y Camilo
Torres, entre Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander2, o entre localidades
y capitales provinciales. En las diversas orientaciones no desaparecen los héroes,
pero se plantean puntos de vista heterogéneos que van desde la vehemencia del
pactismo político liberal hasta la predilección por la eficacia del relato romántico
con el fin teleológico de la victoria del hombre para la liberación del mundo
La forma del relato es inherente al dispositivo ideológico que lo produce. El
discurso fundador de la nacionalidad colombiana se ha movido en varios frentes
distintos a la visión de la crisis estructural del imperio, los más recurrentes han
sido, el de la guerra como emancipación en todas sus fases (la más habitual ha
sido la que rescata la eficacia del accionar de los ejércitos libertadores) y el de la
fatalidad de la guerra civil.
En los estudios sobre la guerra se contrasta la conformación de milicias con la
organización de los ejércitos libertadores, se apela a las causas y las
consecuencias de la independencia, se utiliza como apoyo discursivo la
inviabilidad de un régimen de restricciones en el marco de un mundo en vías de la
modernización económica y de la consolidación del liberalismo como ideología de
base de los nuevos estados republicanos.
2 Lomne, George. Una palestra de gladiadores. Colombia 1810-1828. En: Sánchez, Gonzalo. Museo, Memoria y nación, p. 292-293
En cuanto a la fatalidad de la guerra civil, su propósito va más allá de enunciar los
enfrentamientos entre centralistas y federalistas. En esta línea se escrutan las
particularidades de los procesos históricos locales y regionales, que se revelan en
contra de las generalizaciones de carácter nacional. La guerra civil deja al
desnudo las diferencias entre los distintos pueblos históricos3 que se agrupan en
el proyecto político de la Nueva Granada, los choques entre las élites regionales y
sus formas de anudar sus relaciones de poder.
Subsiste una deducción generalizada de que la emancipación no trajo consigo la
libertad ni mucho menos los valores de la modernidad. Recurrentemente se ha
señalado el cambio de autoridades como el gran evento que caracterizó el
proceso de independencia: la colonia de los chapetones cedió el terreno a la
república de los criollos. Si bien es claro que se materializó un cambio de régimen
político: de las ataduras coloniales se transitó con miles de contratiempos a la
república liberal, se deben matizar las conclusiones, en especial en el ámbito
regional, sobre los mecanismos que se utilizaron para ello, puesto que la
continuidad de las autoridades, aún de aquellas acusadas de conspirar contra el
monarca fue alarmante en el caso antioqueño.
Antioquia en la historiografía tradicional
Buena parte de la historiografía ha recurrido a las generalizaciones para ilustrar la
independencia. Dado que su más claro objetivo es crear una conciencia nacional,
las alusiones a los eventos regionales o locales son fragmentarias. José Manuel
Restrepo, el historiador que inicia esta tradición historiográfica al ponderar la gesta
emancipadora, enaltece la articulación entre hombres y batallas. De las
referencias sobre Antioquia en la obra de Restrepo vale la pena referenciar la
participación antioqueña en el proyecto federalista y la institucionalización del
3 El término pueblos históricos es tomado de Uribe, María Teresa y Álvarez, Jesús María. Poderes y regiones: problemas en la constitución de la nación colombiana. 1810-1850. Medellín, Universidad de Antioquia, 1987
orden republicano, especialmente en las realizaciones del dictador Juan del
Corral.
Restrepo permite identificar la ambigüedad de la actuación antioqueña4 y la
institucionalización del orden republicano en una audaz combinación entre los
principios liberales y la dictadura de Juan del Corral. Así Antioquia se presentara
en el concierto de provincias granadinas como una región unida, participaba de las
escisiones que a nivel nacional estaban horadando la esencia de la república. Es
paradójico, a partir del relato de Restrepo, que hacia afuera se manejara un
discurso libertario, de autonomía provincial, cuando al interior se tomaba la
decisión de conformar una dictadura que evitara las eternas discusiones de los
organismos legislativos. Pero, a decir verdad, la dictadura fue aprobada sólo por
tres meses y no fue una usurpación, sino una decisión de los organismos
legislativos de la época. Al cabo de este período el dictador debió presentar un
completo informe sobre sus actuaciones, situación que derivaría en su
nombramiento como presidente constitucional.
La “dictadura-presidencia” fue enaltecida como un caso particular, que ofreció
notables ventajas a Antioquia sobre otras regiones del país, en especial porque
frenó los enfrentamientos entre localidades5. El federalismo, a juicio de muchos,
no pasaba de ser una utopía6. Lo contradictorio es que la provincia se sumó a las
fuerzas federalistas para luchar contra Cundinamarca, aunque en su interior las
leyes fueron especialmente duras para reprimir insubordinaciones de localidades.
Antioquia aceptó un dictador, pero éste tenía una conveniente combinación: era
dictador-demócrata y a la vez fue liberador de esclavos. Por ello el autoritarismo
de del Corral tiene un conveniente velo que lo cubre.
4 Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de la República de Colombia. V. 1. Medellín. Bedout. 1969. pp 283-284 y pp 365-366 5 Tisnés Jiménez, Roberto. Juan del Corral. Libertador de esclavos, Cali, Biblioteca Banco Popular, 1980, p. 112-113 6 Ibid. p. 104-105
La apelación a la soberanía popular en el siglo XIX contiene una inexactitud, no
todo el pueblo goza de derechos políticos, estos son conferidos a una minoría que
ostenta capacidad económica y cierto grado de ilustración. Lo destacable en este
caso por la historiografía no es la pregunta por la ampliación de la base civil sino
por la actuación de aquellos a quienes se les confiere un papel directivo en la
nación-estado por construir, en cuyo caso la tradición destaca un cierto tipo de
héroe: el político, que discute con elocuencia y convence a sus compañeros en la
Cámara, el que aporta sus luces para la redacción de la nueva carta
constitucional. El verbo robusto, generoso, filosófico y profundo 7 del político
entronizado en la categoría de héroe, deja una huella imborrable en la experiencia
republicana8.
En otro frente, la historiografía tradicional ha resaltado la poca afición de los
antioqueños por las confrontaciones militares y su preferencia por otras soluciones
como costear la guerra en otros territorios9. De igual manera, celebran que la
provincia no fuera cuna de muchos abogados y eruditos y que no existiera
imprenta que difundiera demasiadas ideas peligrosas en su momento. La
independencia antioqueña se ajusta de esta manera a la perspectiva
conservadora y descarta la difusión de ideas liberales inconvenientes para
mantener el statu quo favorable a los criollos. En consonancia con esta premisa
fue suficiente el número de ilustrados (unos cuantos abogados y curas) para
redactar la constitución y sentar las bases de lo que sería la nueva república. La
“terrible” plebe deja de ser un instrumento útil y pasa a ser el pueblo raso, esa
masa amorfa a la que se debe controlar.
7 Correa, Ramón. El Coronel Diego Gómez de Salazar. En Repertorio Histórico. Año 1, no.2, marzo 1905, p. 85-111 8 Dotes de orador le fueron reconocidas a Francisco Antonio Zea. Ver: Escobar Vélez, Edgar Guillermo. “Don Francisco Antonio Zea: su juventud” En: Repertorio histórico, Vol. XXIV, N° 206, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, mayo –septiembre de 1969, p. 231-232., a Juan del Corral en: Jaramillo, Carlos Arturo. “Antioquia en la independencia.” En: El pueblo antioqueño, Medellín, Universidad de Antioquia, 1942, p.89 9 Ospina, Tulio. “Antecedentes y consecuencias de la independencia de Antioquia” En: S.A. Quinientos años del pueblo antioqueño. Medellín, Academia Antioqueña de Historia, 1988, pp. 176-177
Este enfoque historiográfico ha tratado la cuestión de tal manera que se dedica a
exaltar los hechos cumplidos y los personajes que actuaron en el proceso
independentista. Acá se devela un interés político que privilegia la noción de
ruptura del lazo que unía a la provincia con España. Al hacer énfasis en momentos
y no en el proceso, buena parte de las publicaciones presentan una mirada
cortoplacista y anecdótica, con miras a encomiar hechos y personajes decisivos:
esta perspectiva revela una postura ideológica que busca exaltar el sentido de
pertenencia a la región, de manera similar al tratamiento que durante el siglo XIX
se hizo del tema en el escenario nacional. Prevalece el mito fundacional mediante
la heroización de algunos personajes, que si bien actuaron poco en los escenarios
antioqueños, se redescubren como “hijos de la región”, cuyos aportes a la
configuración del nuevo escenario nacional fueron definitivos.
Otros estudios sobre el proceso de independencia antioqueño que continúan la
perspectiva heroica de José Manuel Restrepo destacan con vehemencia el aporte
de los héroes regionales a la independencia nacional y americana. En la provincia
los escenarios de actuación del héroe se diversifican, el terruño se habría quedado
corto para permitirle al héroe desplegar sus capacidades. En el momento en el
cual el personaje se ve precisado a partir coinciden el propósito personal de la
búsqueda de la grandeza heroica y el interés del colectivo-regional de apoyar la
causa nacional. El presupuesto básico es que si en el territorio antioqueño no se
dieron grandes batallas, la provincia pudo exportar sus mejores hombres para
respaldar la gesta emancipadora. De otra manera habrían quedado por fuera del
recordatorio de eventos heroicos individuos como Atanasio Girardot, quien clavó en
la cumbre del Bárbula el pendón republicano y Antonio Ricaurte inmolado en San
Mateo al volar un arsenal patriota e impedir que cayera en manos de los
españoles. La desterritorialización del héroe, o mejor, su panamericanismo, es
una constante de los relatos heroicos de la Independencia. Se alude al lugar de
nacimiento para avivar el sentimiento de orgullo entre la población, pero el héroe
tiene su razón de ser por fuera, en los escenarios de batalla o en los difíciles
caminos por donde cruza para cumplir su misión que lo llevará a la gloria.
Lo anterior nos conduce a otra realidad en torno la temática abordada: es el héroe
quien ocupa las páginas centrales de la producción regional sobre la
independencia. Otros acercamientos, más interesados en analizar la configuración
del poder regional, como los textos producidos por Maria Teresa Uribe10,
corresponden al grupo de los historiadores nuevos que han revaluado la lectura
positivista de la historia y plantean otros interrogantes
Otras facetas de los relatos sobre la independencia corresponden a la
idiosincrasia de su pueblo, a la experiencia militar y al diseño de un orden
institucional. Los autores coinciden en el temperamento pacífico del antioqueño,
pero también en su disposición para adaptarse a la realidad de los hechos con
relativa serenidad11
En cuanto a las primeras constituciones se pondera la marcada influencia de los
preceptos católicos y su interés por garantizar a los ciudadanos su libertad,
igualdad, seguridad y propiedad12. Según Tulio Ospina, la inclusión de la fe
católica en el orden constitucional probó la perspicacia de los padres fundadores13.
Una perspicacia surgida de la difícil situación del monarca Fernando VII, quien tras
haber abdicado en favor de un monarca extranjero, brindaba a los insurgentes el
pretexto ideal: obligaba a los pueblos dominados por él reasumir la soberanía14.
Integrar tanto los rituales católicos (jurar sobre la Biblia, colgar la imagen de Cristo
en el salón donde tenían lugar las reuniones de los constituyentes, entre otros), 10 Uribe de Hincapié, Maria Teresa. Raíces del poder regional: el caso antioqueño. Medellín, Universidad de Antioquia, 1998 11 Duque Betancur, Francisco. “Época de la independencia”. En: Historia del departamento de Antioquia. Medellín. Imprenta departamental, 1967, p. 416-417 12 Betancur Arias, Carlos. “Independencia de Antioquia” En: Repertorio histórico, Vol. XXXV, N° 237, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, mayo-agosto de 1981, p.86 13 Ospina, Tulio. “Antecedentes y consecuencias de la independencia de Antioquia” En: Repertorio histórico, Vol. XXXVIII, N° 251, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, 1988, p. 175-176 14 Jaramillo Barrientos, Guillermo. “La independencia de Antioquia.” En: Repertorio histórico, Vol. XXIV, N° 206, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, mayo-septiembre de 1969, p. 178-179
como los preceptos de la doctrina religiosa, le dieron un tinte de república católica
a la nueva entidad política republicana.
Otros temas de la Constitución como cuestiones electorales, de fuerza pública, de
educación15, de responsabilidad de los empleados públicos, de libertad, de prensa,
de conscripción militar por medio de quintas16, entre otras cuestiones, son apenas
tratados17. No existe un interés por abordar su naturaleza o entenderlos a la luz
del derecho constitucional de la época. Lo que ha interesado recalcar ha sido la
coincidencia entre un afán legislativo y una preocupación por la seguridad, o
mejor, los intentos en Antioquia por establecer un gobierno con atribuciones
generales para controlar el desorden18.
La restitución del héroe en la historiografía tradi cional
En la historiografía tradicional evocar al héroe olvidado no es solo una obra de
reivindicación que la disciplina debe tomar por su propia cuenta. Es, sobre todo,
una acción de justicia. Recordar las hazañas del héroe es permitirle su existencia
en la memoria. Al evocarlo se le rescata del olvido, el texto heroico es un acto de
reivindicación de su hazaña. El héroe, servidor de la causa republicana, puso su
cuota de sacrificio para entregar a la posteridad una feliz realidad: la patria. Bajo
esta interpretación el héroe se hace inmortal. Su “hoja de servicios” es la que
puede servir para que la historia cumpla su papel de “medir su grandeza” y
distinguirlo19
15 Restrepo Euse, Álvaro. Historia de Antioquia, Medellín, Imprenta Oficial, 1903, p. 107 16 Ibid. p. 107 17 …298 artículos que muestran grandes conocimientos en la materia por parte de los legisladores de entonces. Ver: Duque Betancur, Francisco. “Época de la independencia”. En: Historia del departamento de Antioquia. Medellín. Imprenta departamental, 1967, p. 438-439 18 Pérez, Francisco de Paula. “Antioquia constituyente y la unidad nacional.” En: Repertorio histórico, Vol. XXV, N° 209, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, 1970, p. 152 19 Correa, Ramón. El Coronel Diego Gómez de Salazar (Conclusión). En: Repertorio Histórico Año 1, No. 2, Marzo de 1805, p. 102. Pese a la recurrencia a la heroización, algunos autores coinciden en señalar que, en general, en la Nueva Granada no había una vocación muy arraigada para la guerra. Escribe Rafael Gómez Hoyos que en la Nueva Granada se dio una propensión a la discusión filosófica y jurídica pero poca vocación militar. Nunca nuestro país pudo parecerse al caso Venezolano donde los militares existían por montón. Por su condición de capitanía general durante la colonia y por ser un lugar vulnerable a los ataques provenientes
El relato heroico siente pocos reparos en echarle mano a viejas figuras que, vistas
desde una perspectiva más radical, harían parte del bando enemigo en épocas
anteriores. Aunque el enemigo en la Independencia es España, se mantienen las
identidades con la Madre Patria. Jorge Robledo, el conquistador del Valle de
Aburrá, Gaspar de Rodas, pacificador de indios en el siglo XVI y el oidor y
reformador de Antioquia, Mon y Velarde, son equiparados a José Manuel Restrepo
y a José Félix de Restrepo, emblemas de la independencia regional20. Aún en la
lucha contra España se mantienen sus íconos. Nadie cuestiona el lugar de esos
héroes legendarios, ellos ya son patrimonio americano. En este plano no todo lo
que proviene de la madre patria es deplorable.
Debido a la imposibilidad de abordarlos de igual manera, entre otras razones
porque sus actuaciones fueron muy distintas, es necesario clasificarlos en dos
grande ramas: los militares y los civiles. Por cuenta de los primeros se han
elaborado buena parte de los relatos sobre la independencia, especialmente por
su aporte a la campaña libertadora, es decir, a la fase 1816-1819. Sobre los
segundos las referencias son más escasas y por lo general se plantean como si la
historia debiera cubrir una deuda de gratitud merced a sus invaluables aportes a
la causa. Entre estos últimos se destacan el sacerdote, la mujer, el estadista y el
hombre público.
El héroe militar y la reivindicación de la guerra
En el héroe militar se combinan lo humano y lo sobrenatural. Lo humano remite a
su nombre, a su lugar de origen, a su parentela, pero especialmente a sus errores,
de embarcaciones marinas, Venezuela debió prepararse más para la defensa que otras regiones ubicadas hacia el interior del continente, de paso se generó una tradición en la formación castrense impuesta por la necesidad. En la Nueva Granada los militares fueron más escasos durante el período colonial, en la independencia esa escasez se anotó como problema no solo por la necesidad de combatientes, sino por la falta de preparación para la guerra. José Manuel Restrepo subrayó la escasez de armas de fuego y municiones en las filas patriotas y que los primeros en alistarse voluntariamente portaban tan solo armas blancas, inconvenientes que agravaron nuestra situación durante la reconquista. 20 Crónica Municipal. Edición especial, Medellín, 1963, p.7
a sus sentimientos y a su actuación en las vicisitudes guerreras. Lo sobrenatural,
útil para la exaltación, lo convierte en un personaje único, apoyado por fuerzas que
van más allá de las capacidades humanas. El patriotismo, representado en el
espíritu de sacrificio del héroe y su amor a la patria, va mucho más allá de su
condición humana21.
La insistencia en lo humano, en sus virtudes y defectos, en las características de
su personalidad no excluye los aspectos más sublimes de la actividad heroica.
Entronizado el amor a la patria, el héroe despierta simpatía y compasión, es
ejemplo en los aspectos positivos de su labor. Hasta sus errores son
ejemplarizantes –de lo que no debe hacerse- hacen parte de un destino del cual el
héroe no puede escapar. La perspectiva humana del héroe sirve para excusarlo
de sus yerros, lo que trasciende es lo positivo, sus errores no los margina de la
gloria.
La Iliada es la epopeya clásica preferida para extraer las metáforas del héroe:
Córdova es el “Aquiles de la epopeya moderna”22 y su contrapartida, el divino
Héctor es la metáfora que sirve para asociarse a la resistencia de los troyanos.
Así como los griegos reconocieron en el malhumorado Aquiles unos sentimientos
que iban mucho más allá de su destino heroico, el héroe de nuestra historia patria
cae a veces víctima de sus errores y de las complicaciones políticas. El error de
Aquiles, su hybris, pudo ser superado cuando un motivo más sublime que su ira lo
hizo combatir. Fue el deseo de vengar la muerte de su amigo Patroclo lo que lo
llevó a la lucha. Lleno de cólera y con la ayuda de algunos dioses dio fin a los
gloriosos días del divino Héctor y de paso contribuyó a la victoria aquea sobre los
troyanos. Nuestros héroes, como Aquiles, cometieron muchos errores, pero al
menos éste tuvo la ocasión de reivindicar su nombre contribuyendo a la victoria
final de los aqueos. Su muerte estuvo llena de gloria. Su recuerdo lo perpetúa el
21. Gómez Hoyos, Rafael. La vida heroica del general José María Córdoba, Bogotá, Canal Ramírez, 1969 P. 131 22 López Bermúdez, Andrés. Héroes y tradiciones: Anotaciones sobre la historiografía referida al periplo de la Independencia. Medellín, Universidad de Antioquia, 1996, p. 193
poeta Homero en la Ilíada. En cambio sobre nuestros héroes pesa el reclamo de
su escasa veneración. La historiografía tradicional transmuta en culpa el olvido y
convierte su obra en un acto de justicia con aquellos que lucharon por la patria.
El héroe marcha hacia la gloria, el contexto es la epopeya granadina de la
Independencia.
La metáfora es utilizada para darle más peso a la hazaña heroica, para mitificarla
o al menos acercarla a otros referentes que despiertan admiración. La metáfora
redimensiona al héroe y sustituye su nombre. ¿Quién no descubre que el “adalid
del Bárbula” fue Atanasio Girardot, aquel joven neogranadino que se hizo
merecedor a la gloria al inmolarse en un acto heroico para evitar que los
españoles se apropiaran de un arsenal de una base patriota? La heroización de
este joven permitió en 1813 celebrar la fusión entre los ejércitos neogranadino y
venezolano. Mediante un acto simbólico su corazón fue llevado a Caracas,
mientras sus despojos mortales fueron enterrados en su patria23
La valentía y el arrojo de Córdova según Rafael Gómez solo eran posibles, en un
temperamento impulsivo, temperamento que en su momento de gloria lo llevó a
tomar decisiones de guerra acertadas, pero en su fatídico error de adelantar una
insurrección contra Bolívar le costó la vida. En este sentido el héroe es excusado
porque no es posible que escape a su destino siniestro24
En este tipo de relatos no se concibe un militar fuera de la guerra. Así como no
podemos proyectar un Aquiles fuera de la guerra de Troya, es difícil imaginar a un
Ricaurte o a un Girardot distantes del campo de batalla. La paz genera muchos
problemas para los héroes, el mismo Bolívar no pudo escapar a este designio.
Sus críticos más acerbos se expresaron a raíz de sus actuaciones en tiempos de
paz, cuando lo que seguía era administrar las repúblicas recién liberadas.
Córdoba, nuestro héroe regional, concibió sus planes de rebelión cuando ya se
23 Clement Thibaud anota en este simbolismo una estrategia para reunir los objetivos neogranadino y venezolano en una sola causa. Ver: Thibaud, Clement. Op. Cit. p. 148 24 Ibid. P. 33
habían apagado las últimas humaredas de los escenarios de guerra25. El
sufrimiento del final de los días del héroe sirve como lavatorio de sus culpas. Al
final, sólo queda la gloria y los actos dignos de ser recordados.
El Repertorio histórico es un buen ejemplo de la prelación del héroe en la
historiografía y nos permite medir el lugar que ocupa en sus escritos sobre la
Independencia26. Entre Simón Bolívar, Francisco Miranda, Francisco de Paula
Santander, José María Córdoba, Atanasio Girardot, Francisco Antonio Zea, Juan
del Corral, José Manuel Restrepo, José Félix de Restrepo, Francisco José de
Caldas, Antonio José de Sucre, Liborio Mejía y Antonio Nariño, lo interesante es
que el lugar más destacado lo ocupa Simón Bolívar, un héroe nacional con el 34%
de los textos publicados en este seriado, seguido por Córdoba a una más que
prudente distancia del 14%. Lo sugestivo en esta publicación de carácter regional
es el gran peso que se le sigue concediendo a figuras nacionales como Bolívar,
Santander y Nariño, mientras otros héroes de la provincia son tratados de manera
esporádica; tal es el caso de Juan del Corral (6%), José Manuel Restrepo, Liborio
Mejía (3%), entre otros (Ver cuadro que está a continuación)
25 Ibid. P. 114. Ver el héroe víctima de sus errores y de las circunstancias en: VEGA, Manuel J. José María Córdova. En: Repertorio Histórico, 1998, Año 91, No. 258, p. 38 26 Para esta investigación se elaboró una base de datos sobre los artículos publicados en el Repertorio Histórico entre 1903 y 2005 y que versan sobre la Independencia. La suma total es de 427 artículos.
Independencia de Antioquia mención héroes Nº de Art iculos
34%
2%
3%
14%9%
11%
6%
5%
5%
5%2%
3%
1%
Simón Bolívar
Francisco Miranda
Francisco de Paula Santander
José María Cordoba
Atanasio Girardot
Francisco Antonio Zea
Juan del Corral
José Manuel Restrepo
José Féliz de Restrepo
Francisco José de Caldas
Antonio José de Sucre
Liborio Mejía
Antonio Nariño
Figura 8. Los héroes en la Independencia. Fuente: Repertorio Histórico.
Academia Antioqueña de Historia 1905-2005.
En los relatos históricos dedicados más a la exaltación que al análisis, la
semblanza del héroe transita con extrema facilidad de los detalles a las
generalizaciones. El recurso más expedito es el anecdotario sumado a las frases
concluyentes. Valga como ejemplo la expresión de Manuel Vega para referirse al
orificio de bala que dejó marcado el sombrero de Córdova en el fragor de la batalla
del Palo. Este fue su bautismo guerrero. Vega relata inmediatamente después
del bautismo guerrero que era un ilustre paladín, un héroe inmortal de la liberación
de cinco naciones27. ”
Para la heroización de los militares el historiador tradicional da fe de su
contribución a la causa patriota a través del relato de sus campañas militares y los
27 Ibid. p.20
juicios de sus superiores. En una labor juiciosa, parecida a veces a la del
coleccionista de datos, enumera una a una las batalles en las cuales participó. Tal
es el caso de los panegíricos sobre la figura de Córdova que luchó con Serviez en
el Cauca, que hizo parte de la Columna de Conscriptos de Antioquia y luchó en
Achaguas, el Yagual, Chorros Blancos, Majagual, Tenerife, Barbacoas, Cartagena,
Guaitará, Taindala, Yacuanquer, Pasto, Cebollas, Veinte quatro, Pichincha y se
inmortalizó en Ayacucho28
Del héroe se destaca no solo su arrojo y valentía, si es militar de profesión debe
actuar con inteligencia en el campo de batalla. Las decisiones tácticas y la
planeación estratégica de la batalla son indicadores de la grandeza del héroe, de
su alto valor para la liberación de la patria. Córdoba no era un militar que solo
obedecía órdenes. Sabía tomar decisiones en medio de la batalla. Pero antes de
ello se preparaba con manuales de guerra. En este caso no hay recurso a la
improvisación. Las decisiones apresuradas del héroe en el campo de batalla
dejan de tener este calificativo para convertirse en decisiones extremas que en su
momento de gloria lo llevaron al triunfo.
El héroe civil y la exaltación de la experiencia re publicana
El sacerdote
La historiografía tradicional ha elevado a la categoría de próceres a algunos
sacerdotes por sus aportes espirituales y patrióticos a la Independencia. Ramón
Correa asegura que de los 50 sacerdotes de la provincia de Antioquia, sólo 5 no
abrazaron la causa patriota29. Alfonso Zawadzky, aumenta esta cifra a 13 basado
28 Gutiérrez Isaza, Elvia. Historia heroica de las mujeres próceres de la Independencia. Medellín, Imprenta Municipal, 1972, p. 283. En un artículo de Pilar Moreno de Ángel se transcriben documentos de carácter oficial en donde se da cuenta de los ascensos de que fue objeto Córdoba, desde su figuración como cadete en 1814 hasta el cargo de general de división en diciembre de 1824.El último aparte está dedicado a las campañas, batallas y combates donde estuvo presente José María Córdoba. Ver: Moreno de Ángel, Pilar. “Hoja de servicios del general de división don José María Córdoba, héroe de Ayacucho” en: Boletín de Historia y Antigüedades, Bogotá, ACH, 1981, Volumen 72 N° 748, pp. 137-145 29 Correa, Ramón, Op. cit. P. 51
en un Informe Secreto del Obispo de Popayán al rey de España sobre la actuación
del clero en la independencia30 . El sacerdote héroe de la historiografía tradicional
antioqueña es agitador de la causa, soporte económico y genio que ilumina las
primeras constituciones y congresos. Este papel es más diciente si tenemos en
cuenta, como lo aseveran los historiadores del período, que el oficio de las letras
era bastante extraño. Los pocos personajes ilustrados de la provincia eran los
curas y los abogados. Por ello se consideraba de trascendencia mayor su
adhesión a la causa emancipadora.
El clero patriota, encargado de mantener viva la llama de la revolución jugó un
importante papel en la primera república, en la gesta de los ejércitos libertadores y
durante la reconquista al esconder en sus iglesias y propiedades a los patriotas
que eran perseguidos. Álvaro Restrepo Eusse celebra esta actuación al tiempo
que refiere el celo de los curas para cumplir tal tarea con prudencia, sí, pero con
esperanza cristiana31
La influencia de estos sacerdotes y el acentuado catolicismo de las élites patriotas
fueron elementos que, sin duda, ayudaron a plasmar en la nueva Carta, los
lineamientos de una república católica. La tradición inaugurada por José Manuel
Restrepo desde el siglo XIX destacó que el resultado de las nuevas constituciones
fuera la combinación de fórmulas católicas e ideales republicanos. Los
constituyentes juraron con una mano puesta sobre la Biblia y la otra formando la
señal de la cruz, en presencia de una imagen de Jesucristo crucificado, que
cumplirían religiosamente la Constitución y la voluntad del pueblo expresada allí.
También prometieron derramar hasta la última gota de sangre por defender la
religión, y la libertad de la patria32. Finalmente, cobra sentido la exaltación que
José Manuel Groot hace del tratamiento que recibió el clero en Antioquia, al punto
30 Zawadzky, Alfonso. Clero realista y clero insurgente en Antioquia.” En: Repertorio histórico, Vol. XVII, N° 157-217, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, 1946 31 Restrepo Euse, Álvaro. Historia de Antioqui., Medellín, Imprenta Oficial, 1903, p.118 32 Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de la República de Colombia. V. 1. Medellín. Bedout. 1969. p. 135
de alabar la buena inteligencia y armonía que reina entre el báculo y la banda de
la república33
Pero no todos los sacerdotes fueron patriotas. Ya desde el siglo XIX José Manuel
Restrepo había anotado la división en el seno de la iglesia por la posición ante la
independencia. Un obispo realista como Jiménez de Padilla recurrió a las
excomuniones para frenar el impulso patriota. Es interesante que Restrepo
censure la actuación del prelado como un abuso escandaloso de su autoridad y lo
trate como un fanático … que tanto se apartaba de los preceptos y lenidad del
evangelio, por sostener el despotismo y la tiranía de su amo el rey 34.
El clero realista tuvo sus razones para actuar en contra de la emancipación. En
buena medida sus argumentos estaban ajustados a la idea de la delegación divina
del poder real. Otra posible explicación es presentada por el pbro Javier
Piedrahita, quien intuye que en su época los revolucionarios eran vistos como
inspirados en principios anticristianos35.
El estadista y el hombre público
Algunos civiles fueron exaltados a la categoría de héroes por su papel como
ideólogos de la revolución, por su resistencia a la restauración fernandina en
América o por el ejercicio de sus funciones en los nacientes estados. En los
terrenos del hombre público los hechos relevantes son de diversa índole: su
carrera política, su participación en la elaboración del ordenamiento constitucional,
su postura frente a la liberación de esclavos o su apoyo, ya sea económico o
moral a la gesta libertadora.
33 Groot, José Manuel, Op. Cit. P. 382-383 34 José Manuel Restrepo. Historia de la Revolución en Colombia. V.4, Ej. 3, Medellín, editorial Bedout, 1969, p.95-96 35 Piedrahita, Javier (pbro.), Historia eclesiástica de Antioquia, Documentos y estudios. Medellín, Granamérica, 1973, p.312
La nómina patriota antioqueña es nutrida en este grupo. En ella se inscriben José
Manuel Restrepo, José Félix de Restrepo, José María Ortiz, Simona Duque, entre
otros. Uno de los ejemplos más relevantes es el de Juan del Corral, Las
referencias bibliográficas lo ubican como un estadista y un gestor de la liberación
de los esclavos en Antioquia. En palabras de Libardo Bedoya, su temprana
muerte le quitó la gloria que seguramente habría obtenido de haber caído en los
patíbulos de Sámano o de Morillo36. Así como José Manuel Restrepo exaltó a
Juan del Corral, la historiografía tradicional continuó con los panegíricos en su
honor, uno de ellos, quizás el que más publicidad ha recibido es su apoyo a la
iniciativa de José Félix de Restrepo para la liberación de esclavos en Antioquia.
Roberto Tisnés Jiménez por este acto eleva al personaje a la categoría de
precursor de la libertad de esclavos en Colombia y América37.
Otras actuaciones de del Corral como la organización de las milicias en Antioquia,
y de la junta de seguridad, la represión de los peninsulares no adictos a la causa
patriota y el ejercicio de su dictadura son igualmente aplaudidas. Las razones son
bien simples, de un lado, se aduce la necesidad de proteger la provincia de los
desórdenes y enfrentamientos de localidades, ya traumáticos en otras regiones del
país y de otro, se trata de protegerse ante la eventual arremetida española en
momentos en que Juan Sámano ya había reconquistado a Popayán. En estos
puntos los autores coinciden con la imagen que el historiador Restrepo difundió
desde el siglo XIX. Según Roberto Tisnés “la utopía federalista nublaba las ideas
a sus defensores con las gravísimas consecuencias para la salud de la patria que
todos conocemos”, de ahí que la opción por la dictadura desde esta óptica haya
salvado a Antioquia de caer en una crisis similar a la del resto de la república38.
Las actuaciones de Juan del Corral como dictador estaban diseñadas para
acelerar los preparativos de la defensa y porque reflejaban una especie de
36 Bedoya Céspedes, Libardo. Don Juan del Corral. En: Repertorio Histórico, Volumen 37, No. 247, 1985, p.46. La muerte, ya sea en Batalla o en el patíbulo es el principal elemento de glorificación del héroe 37 Tisnés Jiménez, Roberto. Juan del Corral. Libertador de esclavos, Cali, Biblioteca Banco Popular, 1980, p. 268 38 Ibid. P. 104-105
filantropía del personaje al concebir el proyecto de liberación de partos de las
esclavas. En estos dos escenarios se concentra la mayor parte de las referencias
de José Manuel Restrepo sobre el dictador. La historiografía posterior hará
énfasis también en estos dos asuntos. Sobre el primero, Restrepo destaca que
Juan del Corral aprovechó la migración forzada hacia Antioquia del sabio
Francisco José de Caldas para confiarle algunas tareas como la creación de una
fábrica de nitros artificiales, una Casa de la Moneda en Medellín y una fábrica de
fusiles y artillería en Rionegro39. Tras el informe de estos logros de del Corral la
legislatura decidió premiarlo con el cargo de presidente constitucional.
Seguramente a él le habría tocado participar en la redacción de la nueva
constitución a no ser porque la muerte lo sorprendió en Rionegro unas semanas
más tarde cuando sólo contaba con 35 años de edad40.
Al citar Roberto Tisnés una disertación de del Corral ante la Junta Superior
Provincial el 12 de diciembre de 1810, hace explícitas las razones de las medidas
tomadas por del Corral para frenar la anarquía, entre ellas se destaca la necesidad
de controlar los hombres que pudieran ser sediciosos y que sembraran “cizaña”
desacreditando el gobierno e introduciendo la división y la anarquía en la
provincia41
Esta actuación de del Corral ha servido a la historiografía tradicional para difundir
la idea de que en Antioquia no se dio la Patria Boba. De aceptar esta hipótesis
habría que buscar otras explicaciones para entender por qué Antioquia, al igual
que las otras regiones del país padeció la reconquista, al punto de que las
autoridades republicanas abandonaron la ciudad de Medellín cuando era
inminente la entrada de Warleta en esta ciudad. El mismo Roberto Tisnés
39 Ibid. pp 321-322. La declaración de la dictadura le permitió a del Corral tomar algunas medidas con miras a la preparación militar de la provincia ante un posible ataque español. Restrepo confirma que en general los proyectos de Caldas y del Corral demandaron sumas considerables del presupuesto provincial pero no tuvieron ninguna utilidad real. Ibid. P. 384. 40 Ibid. pp 322 41 Ibid. P. 86-87
propone llamar a la Patria Boba como Patria Niña. Señala que nuestros patriotas
del 20 de julio estudiaron las ideas contenidas en la independencia
norteamericana y la revolución francesa pero no tenían ninguna práctica en el
gobierno representativo, ni en sistemas parlamentarios, ni habían hecho estudios
de ciencia política, ni conocían otras tierras distintas a su lugar de nacimiento, ni
habían tenido experiencia como gobernantes ni mucho menos como legisladores,
amén de otras dificultades como el tener que enfrentarse a un enemigo poderoso
que tenía a su favor la tradición, y el hábito de obediencia de los americanos junto
con otros intereses ya creados42.
Esta explicación contrasta con la idea ya generalizada por la historiografía
moderna que hace énfasis en la preparación intelectual de los patriotas y en su
pertenencia a los círculos de poder político y económico. Queda en el ambiente la
pregunta por los conflictos entre Santafé de Antioquia, Rionegro y Medellín por la
capitalidad de la provincia. La nómina elaborada por Tisnés prueba que los
personajes pertenecían desde la colonia a la élite política y económica regional y/o
local43. Este asunto sólo recientemente ha sido trabajado pero aún son necesarios
estudios que evalúen su real significación en la historia del período para confrontar
la tesis de la supuesta inexperiencia y poca preparación de los insurrectos para el
autogobierno.
Llámese Patria Boba o Patria Niña al período en que actuó como dictador Juan del
Corral, interesa dar cuenta de las lecturas que sobre su actuación ha hecho la
historiografía tradicional. Ya se ha indicado que el balance sobre su labor ha sido
42 Ibid. p. 83-84. Más adelante el mismo autor denomina este período como Primera Patria, ver: p.146 43 Ibid. p. 46-47. Al congreso concurrieron: el presbítero Lucio de Villa y el doctor Juan Elías López por Medellín; el presbítero José Miguel de La Calle y el doctor José María Montoya por Rionegro; el doctor José María Restrepo y don Juan Nicolás de Hoyos por Marinilla y por Antioquia los doctores Manuel A. Martínez y José María Ortiz. María teresa Uribe, en una relación sobre la élite política y militar de la independencia 1810-1821 ubica a Lucio de Villa adscrito a la élite minera, a Juan Elías López como comerciante importador, a José Miguel de la Calle como propietario de tierras, a José María Montoya de la élite mercantil, a José María Restrepo de la élite local de Marinilla y dedicado al comercio, a Juan Nicolás de Hoyos dedicado ala minería de aluvión en Guatapé y miembro de la élite local de Marinilla, a Manuel A. Martínez de la élite comercial y minera de Santa Fe de Antioquia y a José María Ortiz, dedicado a la minería en Santa fe de Antioquia. Ver: Uribe Maria Teresa y Álvarez Jesús María. Raíces del poder regional: el caso antioqueño. Medellín, Universidad de Antioquia, 1998, Anexo 7.1, p. 419 y ss.
positivo. Esta valoración incide en otra conclusión: la necesidad de contar con una
dictadura en momentos en que se necesita asegurar la independencia y el
calificativo de dictador-demócrata que se le ha querido dar a Juan del Corral.
Sobre el primer aspecto Roberto Tisnés al comparar la impopular dictadura de
Antonio Nariño con la de Juan del Corral, establece como punto de quiebre entre
uno y otro que la dictadura de del Corral le sirvió para luchar por la “libertad de los
oprimidos”44
Otra circunstancia que los separa es la diferencia en las condiciones de Santafé
[Bogotá], sus conflictos internos y sus aspiraciones de ser el organismo
centralizador de la república, con las de la provincia de Antioquia que se alindera
en las Provincias Unidas y rechaza el centralismo cundinamarqués.
El calificativo de dictador-demócrata que pesa sobre Juan del Corral, más que
surgir de una evaluación de sus actuaciones gubernamentales, confirma la falta de
críticas y la aprobación unánime de su actuación45.
La libertad de partos es calificada por José Manuel Restrepo como un paso
atrevido, dada la calidad de Antioquia de provincia confederada. Pero por esto no
descalifica sus buenas intenciones, antes bien, sus promotores (Juan del Corral y
José Félix de Restrepo), son estimados como los patriarcas de la libertad en la
Nueva Granada. ¡Loor eterno a sus filantropías y humanitarias virtudes que han
producido óptimos frutos!”, dice Restrepo46
Otro acto de heroísmo es el aporte económico a la fuerza patriota. Para la época
Antioquia ya era reconocida como una provincia rica, especialmente por su
economía aurífera. Al mismo tiempo, parece clara la prodigalidad de los
antioqueños al entregar fuertes sumas de dinero. Al respecto, dice Javier
44 Tisnés Op. Cit. p. 211-212 45 Ibid. p. 111-112 46 Ibid. pp 323
Gutiérrez Villegas …. y las arcas brindaron pródigamente ríos de oro, que con los
ríos de sangre, sellaron para siempre la emancipación. 47”
Tulio Ospina refiere un informe de Santander en el cual hace cuentas de los
dineros recibidos de los antioqueños, pese a que los gastos propios de la guerra
entre 1814 y 1815, sumaron 337000 pesos, Antioquia giró a la Nueva Granada en
ese mismo período 400000 en barras de oro, contribución que fue utilizada para la
compra de armas. Tal parece que solo Antioquia y Cundinamarca estaban en
capacidad económica para hacer estos aportes48.
La mujer
El talante para soportar el sufrimiento es una de las virtudes esenciales
destacadas en las heroínas de la independencia. No figuran en el combate, no
saben de estrategia militar, pero acompañan al héroe –por lo general de corazón
ausente- en su condición de madre, hermana, esposa e hija. Las heroínas son
compañeras del dolor y la angustia del héroe, llevan con dignidad el luto, al tiempo
que mantienen su fe en la causa patriota49. Así como el modelo griego siempre
existió para los hombres, a las mujeres se les reinterpreta desde la tradición
mariana y se les equipara con María, madre de Jesús que las representa a
cabalidad.
Lo acentuado por quienes dan cuenta de ellas es la grandeza moral de aquellas
mujeres a quienes les corresponde la penosa tarea de alentarlos [a los héroes] en
el deber y de hacerles creer en sí mismos50. Pese a la importancia del modelo
griego, nunca se les equiparó a la Antígona que convence a su hermano Orestes
de la justicia contenida en su causa y que lo llevaría a darle muerte a su madre
47 Gutiérrez Villegas, Javier “La independencia de Antioquia.” En: Repertorio histórico, Vol. XXVIII, N° 222, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, 1973, 242-243 48 Ospina, Tulio. “Antecedentes y consecuencias de la independencia de Antioquia” En: Repertorio histórico, Vol. XXXVIII, N° 251, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, 1988, p. 176-177 49 Gutiérrez Isaza, Elvia, p.285 50 Mejía, Jesús. “Heroínas antioqueñas.” En: Repertorio histórico, Vol. XXVI, N° 215, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, 1971, p. 241
Clitemnestra por el asesinato de Agamenón; tampoco hay una Medea, o una
Hécuba y mucho menos una Atenea. El referente más cercano de la época
clásica es Cornelia, la madre de los célebres tribunos romanos Tiberio y Cayo
Graco, asesinados por defender causas que intentaban favorecer al campesinado
romano. Simona Duque es asociada a ella, pero así como no son las virtudes de
Cornelia las que se destacan sino su condición de madre de dos héroes
sacrificados, Simona Duque es la madre que supo desprenderse de lo que más
amaba: sus hijos, para que sirvieran a la independencia. Su desprendimiento la
convirtió en heroína51. Está por encima de su amor de madre la liberación de la
patria. Al sacrificio de la heroína se suman los martirios de sus hijos, la muerte de
alguno de ellos en batalla, su invalidez por heridas recibidas en la guerra o la
miseria de sus postreros años52
Doña Pascuala Muñoz y Castrillón de Córdoba es otro ejemplo de la heroización
femenina por la vía de su parentesco con los héroes epónimos de la
independencia. A esta mujer le cabe la fortuna de ser hermana de Francisco
Antonio Zea y madre de José María y Salvador Córdoba
Un verdadero emporio procero fue el hogar de doña Pascuala Muñoz: Salvador y José María, el futuro mártir del Santuario, el héroe de Ayacucho, cuya obra guerrera fue literalmente valorada como una eterna luminaria al servicio de la patria 53.
La condición de madre eleva al panteón heroico a la mujer, no por su capacidad
de combate, sino por su abnegación, en este caso la heroína sufre y se sacrifica
por su patria. José Solís cita en su papel de madres de ilustres a 32 mujeres. De
ellas sólo 5 conciernen al capítulo de la Independencia. Entre estas 5 hay tres
madres de héroes fusilados en la reconquista: Rosa Rovira, madre de Custodio
García Rovira, fusilado el 8 de Agosto de 1816, Vicenta Tenorio, madre de
Francisco José de Caldas, fusilado el 29 de Octubre y Rosalía Zaylorda y
51 Gutiérrez Isaza, Elvia. Historia heroica de las mujeres próceres de Colombia, Medellín, Imprenta Municipal, 1972, p. 248 52 Gutiérrez Isaza, Elvia, Op cit. p.248 53 Gutiérrez Isaza, Elvia. Ibid. p.282
Lechuga, madre de José Nicolás Rivas, fusilado el 31 de Agosto de ese mismo
año54
Al exaltar las virtudes femeninas, éstas son subrayadas como heredadas de la
tradición ibérica, como si no existiese ninguna posibilidad de algún aporte basado
en la identidad americana o pervivieran valores de ancestros indígenas o negros.
Adicional a la tradición hispánica se le confieren como atributos a la mujer su
capacidad de ruego, el cariño prodigado a sus hijos y su alta valoración en el seno
familiar, todo ello canalizado hacia la formación de los héroes, educados en
ambientes llenos de afecto que los prepara para entregarse sin reparos a la causa
independentista55. Lo que convierte en heroína a la mujer es su capacidad de dar
afecto, su disposición para cumplir cabalmente su papel de madre, esposa,
hermana o hija y para hacer más feliz al héroe. A esta categoría no accedieron
todas las madres de los soldados republicanos. Así como sus élites fueron una
minoría, las heroínas fueron escasas.
El quehacer de las localidades
El relato heroico en el ámbito local reafirma las líneas generales del discurso
patriótico nacional. Los sectores de élite son los únicos que ostentan el derecho a
ser citados con nombre propio. Como los griegos, se inmortalizan estos actores al
nombrarlos, al relacionarlos con las familias distinguidas, o con las batallas
memorables en que participaron. Los otros, es decir, el pueblo, los indios, los
negros, los labriegos, son, a secas, los “hijos” del pueblo; sólo su sangre, vertida
en las batallas son el testimonio fehaciente de la participación pueblerina en la
epopeya nacional.
54 Solís Moncada, José. Apuntes de mi cartera. Madres ilustres. En: Repertorio Histórico, Año 34, No. 140, Medellín, Octubre 12 de 1937, p. 661-666 55 Gutiérrez Isaza, Elvia p.278-280
La alusión a las localidades no es generalizada, antes bien se destacan muy
pocas, aunque con relativa frecuencia. En la bibliografía estudiada, hacen parte
de este selecto grupo las cuatro principales ciudades de la provincia, tanto en el
momento en que declararon su independencia absoluta y conformaron los
primeros gobiernos como en la organización de milicias, en la reconquista o
durante el accionar del ejército libertador, ellas son: Santafé de Antioquia,
Medellín, Rionegro y Marinilla, se le suman Sonsón y Yolombó, por citar sólo los
casos más significativos por su reiteración. Se aprecia un marcado interés por
demostrar que se participó en la independencia y para ello los escritores disponen
de las listas de próceres, que, en palabras de un autor anónimo del Repertorio
histórico, nos limpian de descrédito y nos enseñan el camino del deber y del
honor56. El descrédito aludido es el de la cobardía frente a una empresa que
exigía espíritu de sacrificio por la patria57
.
Independencia de Antioquia que se remite a estas localidades
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5
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Porcentaje
56 S.A. “Apuntes históricos sobre San Lorenzo de Yolombó.” En: Repertorio histórico, Vol. IX, N° 7-9, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, 1927, p. 195 57 Tisnes Jiménez, Roberto. Ibid. p. 173-174
Figura 10. Las localidades. Fuente: Repertorio Histórico. Academia Antioqueña
de Historia 1905-2005.
En los ambientes de confrontación, es decir en los combates, o simplemente en
las escaramuzas entre patriotas y realistas, se desdibujan las localidades. La
historiografía no es clara en la descripción de los escenarios de la contienda, los
lugares citados son pocos y con escasa información. Lo anterior sugiere la
necesidad de abordar a futuro estudios sobre los escenarios de la independencia y
la suscripción a favor o en contra del proceso de las diversas comunidades de la
provincia.
Ha merecido un tratamiento más preciso el lugar donde murió el prócer José María
Córdoba. El Santuario ostenta la triste celebridad de haber sido el lugar donde de
manera infame fuera asesinado el héroe rionegrino58
Marinilla ha sido uno de los pueblos con más tradición en la producción
historiográfica tradicional sobre la independencia. La exaltación a la valentía de
los hijos de Marinilla y a sus sacrificios tiene como propósito recabar en sus
anhelos de libertad. En el capítulo concerniente a Marinilla en las Monografías de
Antioquia se destaca la pronta conformación de un batallón que se adhirió a
Córdoba59. Su temprano ascenso a la condición de ciudad, cuando apenas la
provincia se ensayaba en su libertad republicana, la hacía partícipe de las redes
de poder que reordenarían el escenario político y económico. El derecho
republicano recientemente estrenado privilegiaba sólo la representación de las que
eran acreditadas como ciudades. Con prontitud se hicieron los trámites para el
ascenso de Medellín y Marinilla a la categoría de ciudad. Al respecto, Roberto
58 Gutiérrez Villegas, Javier “Córdoba, el bravo entre los bravos.” En: Repertorio histórico, Vol. XXIV, N° 206, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, mayo-septiembre de 1969, p. 212- 213. Este mismo párrafo es citado en otra revista del Repertorio Histórico, esta vez el panegirista citado es Luís López de Mesa. Ver: Gutiérrez Villegas, Javier. “El intrépido José María Córdoba” En: Mosaico histórico de José María Córdoba, Medellín, Seduca, 1980, pp. 200 59 S.A., “Marinilla ” En: Monografías de Antioquia, Medellín, S.E., 1941, p.250
Tisnés cita el decreto emitido por Juan del Corral el 21 de Agosto de 1813, en el
cual se concede dicho ascenso a las villas de Medellín y Marinilla no sin antes
destacar que lo que movía al dictador a tomar esa medida, especialmente con
Marinilla era su deseo de ampliar hacia diversos horizontes la ola emancipadora60
Independencia de Antioquia que se remite a estas localidades
25%
13%
18%5%
8%
3%
10%
5%
5%
3%
5%
Marinilla Medellín Rionegro
Santafé de Antioquia Marinilla-Rionegro Marinilla-Medellín
Medellín-Marinilla-Rionegro Yolombo Sonsón
Zaragoza Otras
Figura 11. Las localidades. Fuente: Repertorio Histórico. Academia Antioqueña
de Historia 1905-2005.
Sonsón fue otra localidad que tuvo el privilegio de figurar en los anaqueles del
patriotismo histórico, no tanto por su organización local o porque allí se libraran
batallas, sino porque fuera la cuna de Braulio Henao, militar que acompañó a
Córdova hasta sus últimos momentos61. De la localidad se destaca simplemente
que sus jóvenes atendieron al llamado de la patria y entregaron sus vidas con
valor. Es un discurso que se repite una y otra vez en los panegíricos sobre el
evento.
60 Tisnes Jiménez, Roberto. Op. Cit. p.129-130. 61 Botero Restrepo, Juan. El capitán Braulio Henao y el general Córdoba. En: Repertorio histórico, Medellín, Academia Antioqueña de Historia, 1981, Vol. XXXV, No. 237, p. 120-128
Corrientes historiográficas de la segunda mitad del siglo XX
La independencia como proceso
Algunos historiadores le confieren todo el peso de la emancipación a la reacción a
sucesos externos. En este grupo se inscribe Frank Safford para quien la
independencia fue precipitada por la crisis y la desaparición de la monarquía
hispánica62. Un punto de vista similar suscribe el historiador inglés Anthony
McFarlane en su relato sobre los hechos que fueron contemporáneos a la
ocupación gala del territorio hispano. En su visión sobre la caída del régimen
español en Nueva Granada, fueron vitales los intereses de las élites criollas que
anhelaban compartir el poder con los peninsulares y se propusieron evitar a toda
costa que el cambio de régimen se convirtiera en una revolución social63
La visión de la independencia como un evento de corta duración, que cambió
radicalmente el sistema de gobierno y acabó con la dominación colonial cedió el
lugar a la postura de la independencia como proceso. Sin duda, este proceso fue
corto, los autores, coinciden en que su génesis se dio a partir de 1808. La
perspectiva sobre la influencia que pudo haber tenido el levantamiento de los
Comuneros ha sido abandonada desde hace tiempo, precisamente porque se
queda corto frente a la magnitud de lo ocurrido a partir de 181064. En la
historiografía del siglo XX, y en especial en la de la segunda mitad, se hace
énfasis en esta particularidad.
Francois Xavier Guerra se detiene con especial atención en el período 1808-1810,
en el cual predomina la revolución política, el gran debate, teórico y práctico, sobre
la Nación y sobre la representación. Su gran victoria fue la reunión de las Cortes
62 Safford,.Frank. La Independencia, 1808-1825. En Palacios, Marco. Colombia país fragmentado, sociedad dividida. Editorial Norma. Bogota 2002.pp. 191) 63 McFarlane, Anthony. Colombia antes de la independencia: Economía, sociedad y política bajo el dominio Borbón. Bogotá, Banco de la República, 1997 pp. 478 y ss. 64 En este tipo de estudios que destacan el precedente de los Comuneros como preludio importante de la Independencia está Seña Gómez, Encarnación. La independencia de Antioquia. Medellín, Universidad de Antioquia. Trabajo presentado para optar al título de historiador, 1984.
en Cádiz y la proclamación de la soberanía nacional, que abrió la vía a la
destrucción del antiguo régimen. La historiografía ha señalado insistentemente
que en el proceso gaditano hubo una invitación a las colonias a formar parte activa
de la Junta Central para recuperar la idea de unidad nacional en torno al rey. Pero
la falta de equidad en el asunto de la representación65 hizo que se avivara el
sentimiento a favor de la independencia americana y se conformaran juntas
propias. El argumento central era que el lazo que unía a los americanos con
España se había roto y por ello la soberanía debía regresar al pueblo. Vale la
pena volver a McFarlane, para quien el pueblo era una minoría criolla que
rivalizaba con los peninsulares en la titularidad del poder político en una institución
concreta: el cabildo de Santafe de Bogotá, al cual se trasladaron todas las
discrepancias entre blancos europeos y blancos americanos66
Entre la primera (1810-1814) y la segunda fase (1818-1826) existe un período
intermedio (1814-1819), el de la restauración fernandina que preludia la reacción
americana a favor de la independencia.
En este orden de ideas, Francois Xavier Guerra destaca que el proyecto político
en mente era el liberalismo y su aspiración era construir un Estado-Nación,
fundado en la soberanía del pueblo y dotado de un régimen representativo. Para
legitimar el modelo liberal se previeron dos atributos complementarios que
privilegiaron la evolución y no la ruptura. La génesis de esa evolución estaría en
la aspiración a la emancipación nacional y su carácter sería irreversible. El
segundo atributo era el punto de llegada inspirado en el modelo republicano
fundado en la soberanía de los pueblos. Es en este momento cuando se inicia
una nueva etapa en que el modelo republicano prefigurado se perfecciona
La fase que se conoce como revoluciones de independencia (1818-1826), registra
el accionar de los ejércitos libertadores, prima el liderazgo de la disciplina militar
65 Safford,.Frank. La Independencia, 1808-1825 En: Palacios, Marco. Colombia país fragmentado, sociedad dividida. Editorial Norma. Bogota 2002.pp. 194-196 66 McFarlane, Op. Cit. P. 496 y ss.
sobre los caudillismos regionales del primer período y el espíritu de unidad
inhabilita las aspiraciones de autonomía federalista de la fase anterior. En esta
etapa las discusiones políticas cedieron terreno a la lectura pragmática sobre las
necesidades y el camino a seguir, el militar se impuso sobre el político y las
necesidades de la guerra agotaron los recursos disponibles.
Primero la guerra, después el Estado-Nación
Karl Von Clausewitz asevera que la guerra es la continuación de la política por
otros medios. Para este alemán del siglo XIX la guerra es un instrumento que
tiene en su origen un objetivo político67. En consonancia con lo anterior, la política
interviene en la guerra y ejerce su influencia, “hasta donde lo permita la naturaleza
de las fuerzas explosivas que contiene”68 Aunque la obra de Clausewitz invita a
ver los objetivos políticos de la guerra, también hace obligatorios algunos
interrogantes sobre el desarrollo de la contienda como la correlación y la
economía de fuerzas, la guerra y la decisión por las armas, el genio militar, entre
otros. Este punto de vista ha permitido a algunos autores definir nuevas
problemáticas para entender las dimensiones que tomó la guerra de emancipación
americana. Clement Thibaud es uno de ellos69. Su interés se centra en entender
las lógicas y las estrategias de la guerra, en especial la conformación de los
ejércitos que reemplazaron las guerrillas regionales orientadas por jefes que
derivaban su poder del control de recursos provenientes en especial de las
haciendas70.
El estilo de guerra sustentado en el caudillismo comportó una serie de prácticas
como el pillaje, una especie de saqueo o confiscación del botín que tenía algunas 67 Clausewitz, Karl Von. De la guerra. Medellín, Editorial Zeta Limitada, 1972, p.36-37 68 Ibid., p. 36 69 Thibaud, República en armas, Op. cit., p. 17 70 Según John Lynch el clásico caudillismo tomaba las formas de bandas armadas de patrones y clientes, unidas por lazos personales de dominación y sumisión y por un deseo común de obtener riquezas por medio de las armas. El dominio del caudillo podía crecer desde unas dimensiones locales a unas nacionales. Aquí también, el poder supremo era personal, no institucional: la competición por los cargos y los recursos era violenta y los logros en rara ocasión eran permanentes. Lynch, John. Bolívar y los caudillos. En: América Latina entre colonia y nación. Barcelona, Editorial Crítica, 2001, Pág. 249
variantes como la confiscación de bienes del enemigo, la incautación de
provisiones, los préstamos forzosos, las donaciones y las multas71. John Lynch
coincide con la mayoría de los autores en la idea de que este tipo de guerras en
su momento fue la más apropiada dados los recursos disponibles, la naturaleza de
la guerra y la fuerza del enemigo. Pero fue la acción pacificadora de Morillo la que
hizo que la guerra cambiara de rumbo. En su análisis se señala que Morillo sacó
a los caudillos de sus áreas de influencia y atacó su propiedad y sus intereses, de
ahí que la guerra soportada en el accionar de los ejércitos organizados se
convirtiera en la única esperanza posible de seguridad72
El tránsito de la guerra de guerrillas a la de los ejércitos no fue fácil. El mismo
Bolívar se vio en dificultades para concertar la lealtad de ciertos caudillos a la
causa de independencia. Thibaud ve en esta circunstancia un punto de quiebre
del cual se derivan algunos elementos para pensar la guerra:
En primer lugar centra su interés en el tránsito de la guerra de ejércitos irregulares
a batallones disciplinados. Para Thibaud éste fue un cambio de estrategia que
trató de reducir la influencia de jefes regionales carismáticos como Páez, expertos
en la guerra de guerrillas, y conducir la guerra hacia la normalización de los
ejércitos, caracterizados por la regularización, la racionalización y la disciplina no
negociada73. En la perspectiva de John Lynch la estrategia de Bolívar de
institucionalizar un solo ejército se logró a partir de su plan para imponer una
estructura armada y unificada y una clara cadena de mando. Para ello le da gran
importancia al decreto del 24 de septiembre de 1817, por medio del cual fue
creado el Estado Mayor General y otros estados mayores para cada división. Los
caudillos no fueron reemplazados, simplemente, pasaron a ser generales y
comandantes regionales y los soldados se sometieron a una disciplina militar74
71 Ibid. p. 251 72 Ibid. p. 261 73 Thibaud, Op. Cit. P. 412 74 Lynch, John, Op. Cit. p. 265
En este ambiente surge el segundo factor a destacar: el tránsito del ciudadano-
soldado al soldado-ciudadano expresión tomada por Thibaud de la obra de
Verónique Hébrard y que se refiere a la militarización de la sociedad republicana,
es decir, al lugar de privilegio que ocuparon los militares después de 1819 cuando
se pasó a la estrategia de los batallones disciplinados y se militarizó el gobierno75
Siguiendo a Thibaud, el autor reconoce en la Constitución de Angostura la
legalización de la política del soldado ciudadano y de la militarización del gobierno
apoyado en tres pilares: la omnipotencia del general en jefe –Bolívar-, la
constitución de una administración territorial militar y el debilitamiento de los
pueblos76. El dominio de los militares contribuyó al detrimento de los principios
liberales. Adicionalmente, se atacó la autonomía de los pueblos al punto que su
aparato administrativo quedó bajo el control de los militares. Pese a lo anterior el
autor reconoce que también el ejército empezó a transformarse, a civilizarse en los
términos arriba aludidos de racionalización y disciplina no negociada. Ya era
inaceptable a esas alturas que un jefe carismático abusara de su poder ante la
tropa porque un reglamento se lo impedía77.
Por último, se subraya su interés por evaluar la situación de los militares a raíz de
su aporte a la independencia. Dice Thibaud que ante la imposibilidad de que los
civiles cubrieran la deuda del sacrificio de los militares, a partir de allí se edifica su
legitimidad y a renglón seguido afirma: Hay algo así como una inversión de la
paternidad en ese movimiento de heroización de los soldados ciudadanos. Los
militares ya no son más los hijos de la patria, sino mas bien los padres de una
nación por venir78
Otro referente para abordar la guerra de independencia es el de la guerra como
revolución. Según este enfoque la revolución parte de una serie de revueltas que
75 Thibaud, Op. Cit. P. 430 76 Ibid. P. 434 77 Ibid. P. 434-438 78 Ibid. P. 433
buscan modificar el orden social en sus estructuras; su modelo histórico es el de la
revolución francesa que eliminó al Antiguo Régimen y generó un orden basado en
la soberanía popular. Pero en términos marxistas ésta sería una revolución
burguesa que, contrario a la revolución socialista, nunca pretendió socializar los
bienes de producción ni la igualdad de las clases sociales. La emancipación
neogranadina se ha interpretado como una revolución de independencia, con sus
propias particularidades –no es burguesa, pero tampoco es socialista- que
propiciaron el tránsito del dominio colonial a un sistema republicano basado en la
soberanía popular. Vale la pena destacar el estudio de Fernando Guillén Martínez
que se inscribe en la lógica de los análisis marxistas sobre la independencia y que
cuestionan el carácter revolucionario de la misma, es decir, en el sentido de una
revolución de masas. Guillén Martínez explica los incentivos de la que califica una
clase hacendataria para llevar a cabo la emancipación. Según el autor, quien
triunfó en la independencia fue la hacienda en tanto que estructura asociativa
dominante y como organización representativa del poder social acumulado…79
Otros estudios más contemporáneos sobre la independencia americana tienen
diversas orientaciones que también trascienden el enfoque heroico y se dedican a
analizar la guerra en otras dimensiones: las relaciones sociales, las implicaciones
económicas, las luchas faccionales por el poder, entre otros. Cabe citar el estudio
sobre centralismo y federalismo de Rodrigo Llano Isaza en el cual se hace un
análisis en torno al debate ideológico suscitado entre centralistas encabezados por
Antonio Nariño, y federalistas liderados por Camilo Torres y otros dirigentes
regionales. Una conclusión que puede derivarse de este estudio es que las luchas
entre estos dos bandos debilitaron sus fuerzas y les impidió prepararse para
enfrentar la reconquista española80. Visto desde otro punto de vista el federalismo
de la Patria Boba, tan criticado por la mayoría de los historiadores, aparece como
79 GUILLÉN Martínez, Fernando. El poder político en Colombia. Bogotá, Punta de Lanza, 1979, p.261 80 Llano Isaza, Rodrigo. Centralismo y federalismo (1810 – 1816). Bogotá, Banco de la República, 1999. En esta misma línea de reflexión se suscribe el estudio de Margarita Garrido. Reclamos y Representaciones: Variaciones sobre la política en el Nuevo Reino de Granada, 1770 – 1815. Bogotá, Banco de la República, 1993.
una opción política que busca superar el problema de la falta de unidad nacional.
Según Javier Ocampo el federalismo
es una teoría política mediante la cual se busca solucionar el problema de la unidad estatal, con el respeto y el reconocimiento de la autonomía territorial soberana. Se presenta en un estado en donde la soberanía aparece dividida, pues se reservan para el gobierno general aquellas atribuciones soberanas de carácter general y se distribuyen las otras, de carácter regional y local, entre los estados federados” 81
En este enfoque el Estado precede a la nación y se convierte en el agente
unificador y creador de una conciencia de pasado y futuro comunes, para avivar el
sentimiento de unidad nacional82. El problema de la unidad es uno de los grandes
retos que deben resolver las èlites de la independencia, a ello se le suman la
necesidad de reemplazar viejas formas de dominio local y regional (expresado en
la autonomía de los cabildos, el caudillismo generado en las regiones, el
gamonalismo y el caciquismo de las aldeas) y el aislamiento fomentado por la
metrópoli durante toda la colonia83 Los estudios referidos en buena medida hacen
una reinterpretación de los procesos de modernización vigentes durante el siglo
XIX, especialmente porque lo que nace a partir del proceso independentista es
una nueva forma de poder político que rechaza el Antiguo Régimen y pretende
instaurar un régimen republicano y liberal, sustentado en la soberanía popular.
Para llegar a ello fue necesario pasar por las guerras de emancipación.
Un estudio reciente, del historiador Clément Thibaud, plantea que durante el siglo
XIX y buena parte del siglo XX las guerras de independencia fueron vistas por los
historiadores como un proceso de formación identitaria multisecular, para fomentar
una conciencia nacional. Según este mismo autor, en la actualidad la
emancipación americana debería ser planteada en términos dinámicos y no
81 Ocampo López, Javier. El proceso ideológico de la emancipación en Colombia- Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1980, P. 342 82 Ibid. p. 331 83 Ibid. P. 335
estructurales84, es decir, propone estudiar la guerra como un momento coyuntural
y no como un proceso gestado desde el siglo XVIII. En ese sentido expone que la
independencia tuvo varios momentos. El primero corresponde al período de 1810
a 1820. En él se sucedieron una serie de guerras civiles internas por el poder y en
contra del centralismo auspiciado en por Santafé la capital virreinal. El segundo,
1820 – 1825, es una guerra patriótica liderada por un ejército de carácter nacional
y con una finalidad muy clara: alcanzar la independencia absoluta de España.
Estas fases son producto de momentos políticos de la revolución85. Entre estos
dos referentes básicos se suceden una serie de fases relacionadas por Thibaud
en el siguiente orden: 1) la ruptura revolucionaria militar, 2) la guerra cívica, 3) la
guerra civil y 4) la guerra nacional. 86
De la exposición de Thibaud se derivan una serie de conclusiones que no son
nuevas pero que aspiran a dar algunas luces sobre la coyuntura independentista.
La primera se refiere al vacío de poder en el momento de la invasión napoleónica
a España en 1808. Según el autor este vacío de poder repercutió en las
aspiraciones independentistas de las localidades en América. La segunda
menciona el modelo republicano del proyecto de nación y su relación con las
aspiraciones al progreso económico mediante la inserción en la economía
mundial. Los criollos proponían el aprovechamiento de las riquezas propias para
la exportación y las ventajas comparativas, en lugar de promover la producción
industrial que tecnológicamente estaba más atrasada si se compara con la
industria europea de la época.
Por lo pronto, existe una idea generalizada de que en América, a diferencia de lo
que pasó en Europa, se buscó la identidad y el afianzamiento de la legitimidad
teniendo un fuerte apoyo en el nacionalismo. De ahí que se diera una
dependencia funcional del nacionalismo respecto del proceso de modernización.
84 Thibaud, Clément. “Formas de guerra y constitución de identidades políticas. La guerra de independencia (Venezuela y Nueva Granada 1810-1825)”. En: Análisis político. Número 45, Enero – Abril, 2002. Pág., 36. 85 Thibaud, Climent. República en armas. Los ejércitos bolivarianos en la guerra de Independencia en Colombia y Venezuela. Bogotá, Planeta, 2003. 86 Thibaud, 2002 Op cit. Pág., 35-44.
Lo particular del análisis sobre la modernización, es que ninguna sociedad marcha
aparejada a otra. En el caso colombiano ésta comenzó en el siglo XIX y demoró
más de un siglo por afirmarse. En éste período los vientos modernizadores fueron
tímidos y no repercutieron por igual en las esferas económica, social y política.
Se pensaba que la modernización económica se lograría con la inclusión del país
en los mercados internacionales. Para ello, Maria Teresa Uribe acota el término
“mercantil especulativo” al referirse al modelo de integración a la economía
mundial utilizado por las élites regionales colombianas del siglo XIX87. Según este
modelo, el país debía especializarse en la explotación de minerales y en la
producción agrícola a fin de hacerse competitivo en el mercado mundial buscando
siempre precios alentadores para la producción. Otros aspectos que reafirmarían
los ideales de modernización decimonónica ideado por los intelectuales de la
revolución serían de diversa índole: la reivindicación del trabajo productivo, en el
que se inscribirían la colonización, el control de la vagancia, la rentabilidad del
trabajo libre e independiente, la promoción de la pequeña propiedad, la temprana
abolición de la esclavitud, la libertad como condición de la moralidad, entre otros88.
En el proyecto político, se podría retomar una conclusión de Francois Xavier
Guerra quien recomienda no llamarse a engaños a la hora de definir la palabra
libertad, puesto que ella al remitir a la libertad colectiva, a aquella que alcanzaron
los países americanos luego de su emancipación de España, alude a dos
libertades: la de la independencia o de ruptura del vínculo con la metrópoli y la que
remite a los valores, imaginarios y prácticas de la modernidad. Según el análisis
de Guerra se puede alcanzar la independencia pero ésta puede ser pensada con
referentes mentales tradicionales89, como efectivamente pasó en América. La tan
anhelada modernidad llegó más tarde y muy lentamente y no precisamente en
forma de revolución desde abajo.
87 Uribe, Maria Teresa y Álvarez, Jesús María. Op. cit., p.305. Al respecto, José Antonio Ocampo, hace énfasis en el estancamiento económico hasta 1850, en tanto reconoce una expansión en las exportaciones en la segunda mitad del siglo XIX. 88 Ibid., p.294-325 89 Francois Xavier Guerra. Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. México, Fondo de Cultura Económica, 2001.
En oposición a los estudios que resaltan el desempeño antioqueño en la guerra de
independencia, ya sea para financiarla o para aportar hombres a la causa
republicana, Fernando Botero hace un balance de las continuas derrotas de la
provincia en este tipo de experiencias y las incluye en una constante del fracaso
militar que va desde la independencia y dura toda la primera mitad del siglo XIX90.
La situación del mismísimo general José María Córdova, a los ojos de Botero, no
hace más que reiterar la poca incidencia de los militares antioqueños en los
destinos de la república. Botero está de acuerdo con quienes consideran que
pese a los invaluables aportes del rionegrino, su situación frente al Libertador no
fue la más afortunada, puesto que desde muy temprano fue mandado a ejecutar
acciones que no iban con su rango y su desempeño heroico91 También presenta
reparos a la tesis sobre la posición de los miembros de la élite independentista
como jalonadores de un nuevo proyecto político, como si no tuvieran ningún tipo
de relación con el orden de cosas que había imperado durante el período colonial.
El autor, retomando a Koselleck, reitera que por ser un momento de transición,
coexisten lo viejo y lo nuevo en una especie de simultaneidad de evoluciones
históricamente asimultáneas92.
La pregunta por el Estado moderno
Si bien las primeras expresiones del movimiento juntista en 1808 refrendaron su
fidelidad al rey, bien pronto el modelo republicano se mostró como opción ideal
para reemplazar el sistema monárquico. Tanto en España como en América las
tesis del republicanismo liberal cobraron cada vez mayor fuerza. Valga la pena
aclarar que el republicanismo y el liberalismo del siglo XIX no son exactamente
iguales a sus equivalentes del siglo XX, transmitieron a los regímenes
90 Botero Herrera, Fernando. “La guerra y la formación de la región”. En: Estado, nación y provincia de Antioquia; guerras civiles e invención de la región. 1829 – 1863. Medellín, Hombre Nuevo Editores, 2003, p.34 91 Botero destaca la actuación de Córdoba en Ayacucho que aseguró la independencia del Perú y su ascenso en el campo de batalla a general de división cuando apenas contaba con 25 años. Ibid. p.40, 41 92 Ibid. p.34-35
democráticos posteriores sus rasgos esenciales como la elección del gobernante
por medio de la voluntad popular ya sea directa o indirectamente y la división de
los poderes públicos de tal manera que conservaran cierta autonomía y pudieran
ejercer funciones de control recíproco.
Convencidos los actores en cuanto al sistema político que debería imperar, en
este caso el republicanismo liberal, dicha elección se vio opacada por otro
enfrentamiento ideológico: la discusión en la primera fase de la independencia en
torno a la relación entre Federalismo y autonomía local. Dos proyectos tan
dispares como el de soberanía de los pueblos -que llevó al esquema federalista- y
el del constitucionalismo liberal, debieron ser relacionados en la fase del accionar
de los ejércitos libertadores de tal manera que la soberanía y la autonomía se
convirtieran en un proyecto nacional y no local o regional.
Para consolidar el proyecto Estado-Nación el nacionalismo cumple un papel
ideológico fundamental: es un instrumento para motivar la actividad y la
solidaridad políticas, para garantizar la movilización y la primacía de la lealtad
hacia la nación, para fomentar la conciencia nacional. Hans Konig enuncia seis
problemas o desafíos que las élites políticas de los nuevos estados republicanos
tienen la responsabilidad de resolver: crisis de penetración, de integración, de
identidad, de legitimidad, de participación y de distribución. Percibe las crisis de
penetración y de integración como parte de la conformación del Estado, las de
identidad y legitimidad con la formación de la nación y las de participación y
distribución con la consolidación de la sociedad. La crisis de penetración pretende
que la administración alcance para todos los niveles sociales. A partir de ésta el
gobierno se hace más o menos centralizado y trata de extender y reforzar su
autoridad. En cuanto a la crisis de integración, ésta debe funcionar para los
diferentes estratos de la sociedad en la vida pública. La crisis de participación
busca involucrar cada vez un número mayor de individuos y de grupos que
pretenden tomar parte en las decisiones políticas. La crisis de identidad se basa
en la creación de una conciencia nacional común, de la identificación de los
distintos grupos de la población con la sociedad como un todo y con el respectivo
sistema político. En la búsqueda de generar conciencia nacional las élites criollas
buscaron exaltar el sentimiento patriótico, para ello se valieron de símbolos y ritos
que exaltaran la revolución: se recurrió a la imagen del indio como referente de lo
americano, se sembraron árboles de la libertad en las plazas de los pueblos, entre
otros. La crisis de legitimidad se apoya en la responsabilidad del gobierno y del
reconocimiento del sistema por parte de la población y la crisis de la distribución
alude a la repartición de bienes y recursos en el interior de la sociedad93
Las crisis de identidad y de legitimidad afectan, en una dimensión vertical las
relaciones de los ciudadanos con las autoridades y en una dimensión horizontal
las relaciones entre varios grupos sociales, económicos, políticos, étnicos,
religiosos, regionales, entre otros. Las crisis de penetración e integración son de
carácter estructural, las autoridades tratan de constituir una burocracia, un ejército,
un cuerpo de policías, la unificación del mercado, la construcción de
infraestructura vial que favorezca el contacto y el intercambio entre el centro y la
periferia.
Lo novedoso del estudio de Konig es su manera de escudriñar en el proceso de
gestación del Estado-Nación, de dilucidar la coyuntura emancipadora y la
estructuración del proyecto político republicano. Este modelo de análisis pese a
su utilidad, pues abarca las formas de integración, de participación, de identidad y
de legitimidad políticas, tiene el inconveniente de que se circunscribe casi
exclusivamente al papel cumplido por las élites políticas en el surgimiento de los
Estados Nacionales a la luz de los procesos de modernización. Otros actores son
mirados de manera tangencial.
En la pregunta por la conformación del Estado moderno es importante delimitar los
alcances de una modernización. La premisa que alentó esta investigación es que
93 König, Hans-Joachim. En el camino de la nación. Nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada, 1750- 1856. Bogotá, Banco de la República, 1994, p.29
las guerras independentistas se sucedieron en un proceso de modernización que
transformó radicalmente las estructuras sociales, políticas y económicas del
mundo occidental en los dos últimos siglos. En la Nueva Granada, así como en el
resto de países de América Latina, este proceso comenzó con la independencia,
pero tuvo un desarrollo muy lento a lo largo del siglo XIX y solo se aceleró a
comienzos del siglo XX. Pero, ¿qué es la modernización? En el ámbito político, la
modernización se concibe como un proceso en el cual se registran una serie de
cambios, entre ellos: el tránsito de la condición de súbditos a ciudadanos, la
expansión del derecho al voto, la adscripción a los principios de igualdad, el
aumento de la capacidad de las autoridades para dirigir los destinos públicos,
controlar las tensiones sociales y afrontar las demandas de diversos sectores
sociales y la especificidad funcional de las instituciones que conforman la esfera
política94.
Por su parte, la modernización económica es otro proceso mediante el cual un
sistema económico se hace más racional y eficiente. Su prototipo es el de la
industrialización, aunque en una primera fase se caracteriza por el laissez faire y
la ausencia de organizaciones formales de trabajadores; una segunda fase de la
industrialización corresponde a altos niveles de intervención estatal en la
economía. Finalmente, en la modernización social confluyen varios factores
como: la sobreoferta de mano de obra en los centros industriales producto de la
mayor tecnificación del campo y la migración masiva hacia las ciudades, el
aumento en la alfabetización, la transformación de los modelos de estratificación y
el desarrollo de los medios de comunicación masivos.
Distinto al enfoque de la modernización para pensar el proceso de constitución del
nuevo Estado, está la interpelación por el tipo de régimen a constituir. Es en este
tema en el que se ha centrado la mayor parte de la bibliografía independentista,
expandiendo el temprano debate entre centralistas y federalistas hacia la relación
dicotómica entre liberalismo y dictadura. John Lynch puntualiza que Bolívar, pese
94 Pasqino, Gianfranco. Diccionario de política, Op. cit., p.988
a sus esfuerzos por encausar su lucha hacia formas constitucionales, gobernó
como dictador e ideó una constitución boliviana con una presidencia vitalicia95,
contrario a los principios republicanos de soberanía popular, representación
política, y elección periódica de los representantes. Bolívar veía en los abogados,
legisladores y liberales enemigos monstruosos que podrían hacer caer el nuevo
régimen en el desgobierno, de ahí que advirtiera una contradicción entre gobierno
y anarquía96
95 Lynch, John. Bolívar y los caudillos. En: América Latina entre colonia y nación. Barcelona, Editorial Crítica, 2001, p. 286-287 96 Ibid. p. 290
Título: José Manuel Restrepo. Prisión historiográfica o su versión de la guerra de Independencia en la América hispánica. Por: Zoraida Arcila Aristizábal Historiadora, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, Facultad de Ciencias Humanas y Económicas. Miembro del grupo de investigación “Historia, Trabajo, Sociedad y Cultura”, categoría A, Conciencias, gihts@unalmed.edu.co Esta ponencia es un resultado preliminar de investigación, que se está realizando bajo la tutoría del profesor Renzo Ramírez Bacca, en miras a la celebración del bicentenario de la Independencia de Colombia, con el fin de proponer una relectura a la obra de José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia, París, 1827. Introducción La escritura de la historia practicada en el siglo XIX en Antioquia participó de
las luchas ideológicas que se forjaron a lo largo de ese periodo, en torno a la
construcción de estados soberanos e independientes. Algunas de las obras
publicadas en esos momentos, correspondían a una concepción historiográfica
en la que el conocimiento del pasado era fundamental para guiar la acción del
presente, constituyendo una herramienta de justificación y de orientación de la
política. En esta ponencia, se hará hincapié en la obra de José Manuel
Restrepo, Historia del la Revolución de la República de Colombia, publicada en
París en 1827, por considerarse una obra que permite una lectura del pasado
nacional, y que se consolidó en el tiempo como el modelo de la escritura
histórica nacional.
José Manuel Restrepo ha sido el historiador del siglo XIX más influyente de
Colombia. Su versión de las guerras de independencia, escrita cuando éstas
apenas terminaban, persiste en nuestros días como determinante de la forma
como vemos esos años conflictivos en los que surgió el nuevo estado
republicano. En la historia de las guerras de independencia, Restrepo plasmó
los retratos heroicos de Bolívar y sus colaboradores, empeñados en una lucha
contra España. Su obra está dedicada a la participación de Simón Bolívar en
los movimientos independentistas, en la que además se desprenden unas
anotaciones sobre su accionar político y militar.
El ideal de Restrepo, de consolidar un estado republicano en la antigua
América española, se vio empañado por los conflictos que surgieron al interior
de las provincias, en cuanto a la forma de gobierno que se debía adoptar para
el control eficaz del poder político; dichas diferencias persistirían a lo largo del
siglo XIX, periodo que se reconocería posteriormente, como el periodo de las
guerras civiles en Colombia. Los principales argumentos que utiliza Restrepo
para explicar la destrucción de la naciente república, es la evidencia de cómo
las malas pasiones -entendida la ambición de mando, la demagogia, la envidia
y la inmoralidad-, fueron las causas del desorden social que circuló por todo el
territorio republicano. En este sentido, Restrepo se presenta como defensor de
una democracia moderada, dirigida por la ‘gente de bien’, que impusiera
autoridad a la población.
Restrepo ofreció un recuento ligero de los principales acontecimientos del
Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII y comienzos del XIX, y una
historia detallada del periodo comprendido entre 1810 y 1832. El autor trató de
mantener una actitud de objetividad pese a su vinculación ideológica con los
movimientos de la independencia. Sin embargo, esto no impide que Restrepo
haya percibido su obra como una labor patriótica, ni que sus juicios estuvieran
marcados por un sentimiento de aceptación de la revolución, lo cual queda
demostrado en las justificaciones de los motivos que llevaron a la guerra de
independencia que plasmó a lo largo de su Historia.
El tema que subyace en la obra de Restrepo es el problema de la formación del
Estado o de cómo mantener la integridad de la nación. Es por esto, que el
objetivo de esta ponencia, es explicar cómo a través de este eje temático, es
posible identificar otras categorías de análisis que van de lo cultural a lo
religioso, y demostrar cómo se entrecruzan en el pensamiento de este
historiador. Teniendo en cuenta que la Historia de la Revolución de la
República de Colombia constituyó el primer esfuerzo por darle forma a los
sucesos de la Independencia, para cuya narración el autor se valió de una
amplia documentación coleccionada gracias a su propio esfuerzo y a su calidad
de testigo presencial de muchos de los hechos, debido al ejercicio de varios
cargos como alto funcionario del naciente Estado.
José Manuel Restrepo: El problema de la legitimidad del naciente Estado
Una de las cuestiones más importantes que se encuentra presente en la obra
de Restrepo es la búsqueda de la soberanía nacional y la dificultad de
legitimación de la naciente República. Sobrevive un sentimiento esperanzador
en la nueva constitución del estado que, fortalecida con los preceptos de la
justicia y la libertad, y administrada por hombres de bien, hicieran de Colombia
una fortuna brillante.1 Estos ideales de Restrepo se vieron opacados por
conflictos internos y externos en la Nueva Granada. En la conformación de las
primeras juntas de gobierno se presentaron diferencias entre las provincias y
corregimientos que conformaban el territorio granadino; diferencias que tenían
que ver con la forma de organización política, y que constituyó el principal
punto de divergencia entre los diputados que representaban la nación.
El concepto de nación en el siglo XIX, evoca a una definición de una entidad
cultural, e igualmente, a una concepción político-administrativa y de territorio al
unirlo con el de provincia. En este sentido, en la nación confluían la población,
y el territorio, del cual se hacía parte.2 En el Proceso de construcción de estado
nación en Nueva Granada, se encuentran dificultades como la anarquía y la
división de cada una de las provincias como independientes, además del poco
conocimiento de la administración de los negocios políticos y económicos.
Entre 1810 y 1814 en el mundo hispano funcionaron congresos y juntas de
gobierno, que fueron dando lugar al nacimiento de los Estados independientes.
1 Restrepo. José Manuel. Historia de la Revolución de la República de Colombia, París, Tomo I, 1827, p. 32. 2 Chust Calero, Manuel. Ivana Frasquet. Soberanía, nación y pueblo en la Constitución de 1812, en: Revista de Historia y Ciencias Sociales, Secuencia, México, Instituto de Investigaciones, Dr. José María Mora, 2003, Nº 57, p. 41.
Luego de la agitación del 20 de julio de 1810 en Nueva Granada, se dispuso de
un cabildo extraordinario, del cual hicieron parte los señores Frutos Gutiérrez,
Camilo Torres, Miguel Pombo, Ignacio Herrera y Joaquín Camacho. Debido a
las presiones del momento, el virrey Amar accedió a que se instalara una junta
suprema, cuyos miembros fueron nombrados por el pueblo a propuesta de don
José Acevedo y don Miguel Montalvo. El virrey fue elegido presidente. El doctor
José Miguel Pey, primer alcalde ordinario fue nombrado vicepresidente de la
junta, la que se proponía estar conformada de hombres naturales de Santa fe y
de las provincias. Sin embargo, varios integrantes opuestos a la revolución
consiguieron entrar en la junta. Este es un ejemplo de los primeros gérmenes
de heterogeneidad de ideales, de caracteres discordantes y de opiniones
diferentes, poco apta para conducir el gobierno, y que se vería reflejado en
nuevas juntas y nuevas problemáticas, en torno a la construcción del estado.3
Esta primera junta, aunque continuó con el reconocimiento de Fernando VII, y
se proclamó unida a la nación española, no aceptó el establecimiento de otro
virrey, sino que se reservaría el poder por todo el tiempo que durara la
cautividad del rey. Después de mejorar un poco su organización interna, la
Junta dirigió una circular a las provincias convocando a sus diputados para que
formaran un gobierno provisional, manteniendo la unidad de la Nueva Granada,
conservando la religión, al rey y la patria.
Restrepo poseía un entusiasmo eminentemente republicano y un claro matiz
moderado. Reflexionaba sobre el carácter prudente que se debía tener en el
momento de tomar decisiones políticas, reflexionaba sobre el carácter
moderado que le faltó a la junta para libertar la Nueva Granada de los males
inmensos que produjo la anarquía, pues, según Restrepo, el genio del mal y un
espíritu de vértigo se apoderó de todas ellas, embriagándoles con las ideas
halagüeñas de soberanía e independencia.4 Por su parte, el pueblo hacía
continuamente nuevas y extravagantes peticiones y no abandonaba la
costumbre de reunirse para exigir su cumplimiento. Debido a esto, la junta
convocó una asamblea de los notables de la capital y de los padres de familia y
3 Historia, Tomo II, p. 174-177. 4 Ibíd. p.186-188.
manifestó que a nombre del pueblo se estaban cometiendo muchos excesos
semejantes a la prisión de los virreyes; que ella no era obedecida y la ciudad se
hallaba en la anarquía. Se consideraba necesario, entonces, la confirmación de
la junta sobre cuya legitimidad había dudas, y se proclamó que obrara en
justicia contra los españoles que estaban presos, procurándose el
restablecimiento del orden.5
La noticia de la revolución de Santa fe y la deposición del virrey y demás
autoridades generales, se esparció por las provincias. Cartagena imitó el
ejemplo de la capital estableciendo Junta independiente, al igual que Santa
Marta y Antioquia, a las cuales le siguieron la del Chocó, Neiva, Mariquita,
Pamplona, el Socorro, Casanare y Tunja. La provincia de Pamplona, Neiva y
Mariquita se fraccionaron, pues algunos lugares querían depender de Santa fe
y otros como Girón, pretendían tener su gobierno particular y constituir
repúblicas. Las provincias del Istmo de Panamá se denegaron a seguir la
revolución y sostuvieron las autoridades españolas.6 En el intento fallido de
consolidar un estado independiente, el autor de la Historia de la Revolución de
la República de Colombia, mide el fracaso en términos nacionales, es decir, en
las insuficiencias del primer constitucionalismo hispano para consolidar cuerpos
estables de nación7 y en la expresión de todos aquellos hechos que no
pensaran la revolución como nacional.
José Manuel Restrepo, trata de explicar cómo la nación grancolombiana se iba
abriendo paso entre una red de procesos políticos. Señala que los primeros
movimientos revolucionarios habían sido presididos por el valor de la
moderación, pues en la mayor parte de la América del Sur, Venezuela, Nueva
Granada, Buenos Aires y Chile, se establecieron juntas de gobierno con
deposición de los virreyes, capitanes generales, audiencias y demás
autoridades, sin derramar sangre. No obstante, la oposición de los empleados y
de los españoles europeos, ocasionó que la paz desapareciera por muchos 5 Ibíd. 190. 6 Ibíd. 194. 7 Portillo, José, M. Autonomía y Constitución. La historiografía y la crisis atlántica de 1808. En: Istor, Revista de Historia Internacional.Web: www.cide.mx/publicaciones/catalogo/CONTS/PDF/ISTOR.PDF. Consulta: 10 abril de 2008. p.3.
años y se generara un alto nivel de destrucción político, económico y social de
la América antes española.
Fue en estos momentos en que empezaron a manifestarse los dos partidos que
colisionarían, el español y el independiente. Del mismo modo, se desarrollaron
otros gérmenes activos de división y anarquía: el federalismo, la rivalidad de
unas provincias con otras y la de las ciudades subalternas con sus capitales.
Estos son, argumenta Restrepo, los principios desorganizadores que desde los
primeros días turbaron la revolución de la Nueva Granada, y que más de una
vez curtieron de sangre sus fértiles campos.8
La junta de Cartagena, asegura Restrepo, con la publicación de un manifiesto
donde se propendía por la instalación de un gobierno federal en que se
dividieran los poderes, y no bajo un gobierno central, según lo había propuesto
la junta de Santa fe, obstaculizó la oportunidad de establecer un gobierno
general en los primeros días de la revolución que hubiera conservado la unión.
Este hecho manchó el sentido del movimiento independentista que Restrepo
expresó en su Historia, como nacional9.
Don Antonio Nariño, defensor de la concepción centralista del gobierno,
rechazó el manifiesto, demostrando la necesidad que tenía la Nueva Granada
de un gobierno general, aunque fuese provisional, para que la anarquía no
hiciera progresos. Esta impugnación fue adoptada por la junta de Santa fe,
pero no fue bien recibida por las demás provincias, lo que ocasionó que la
anarquía fuera haciendo rápidos progresos.
No hubo ciudad rival con su cabecera, o que tuviese algunas razones para figurar, que no pretendiera hacerse independiente y soberana para constituir la unión federativa o para agregarse a otra provincia. La de Tunja fue despedazada por facciones, de las cuales unas querían junta en su capital, otras unirse a Santa fe, y otras como Sogamoso erigirse en provincia. Con la misma pretensión se separó Mompox de Cartagena y Girón de Pamplona, estableciendo su junta, a cuyo frente puso al eclesiástico doctor Eloy
8 Historia, Tomo II, p.194. 9 La posición política de José Manuel Restrepo fue siempre de evidente moderación, y paulatinamente se fue haciendo más conservadora: en la década de 1810 apoyó a los federalistas; a comienzos de la década del veinte se advierte que está cerca a los santanderistas moderados, pero para 1827 podría definirse como un bolivarista republicano.
Valenzuela, bajo el título modesto de Capellán. Ambalema no quiso depender de Mariquita, Nóvita del Citará, y otros lugares de sus respectivas provincias.10
Restrepo advierte que los demagogos o aristócratas ambiciosos, estaban
principalmente interesados en figurar y en impulsar el establecimiento de juntas
independientes y soberanas, aun en ciudades y parroquias pobres, que se
pretendían fundar como provincias. En este sentido, las juntas de gobierno de
la Nueva Granada manifestaron los pocos conocimientos que tenían los
diputados en los negocios políticos, y su poca previsión en algunas
resoluciones que dictaron, aunque beneficiaron a los pueblos, disminuyeron
considerablemente las rentas públicas.11 Se refiere a que la mayor parte de las
juntas abolieron los estancos de tabaco y aguardiente de anís, y los tributos de
los indios, sin sustituir en su lugar ningún impuesto. En consecuencia, en
algunas provincias comenzó a sentirse el vacío que dejaban las rentas
abolidas, pues no se tenían recursos para pagar los sueldos de los empleados
públicos.
Antonio Nariño, que por esta época era corregidor de Santa fe, atacaba el
sistema federal, la soberanía de las provincias y los diputados electos,
proponiendo un plan de gobierno: el republicano único y central. Los
argumentos de que se valía Nariño para fundamentar este modelo de gobierno,
era el poco conocimiento que tenían los habitantes de la América para ocupar
los cargos públicos provinciales, la falta de recursos para pagar la cantidad de
empleados que exigía el sistema federal, y sobre todo, la debilidad de este
gobierno para triunfar en la guerra que España había declarado a la Nueva
Granada y a los demás gobiernos independientes de América.
En Santa fe se formó entonces un partido contra el presidente Lozano, de
quien decían que no trabajaba por la prosperidad y el desarrollo de la capital. A
causa de estas incriminaciones, Lozano renunció al cargo de la presidencia, la
cual fue admitida por la representación nacional, eligiéndose por presión del
pueblo reunido a don Antonio Nariño, quien aceptó la presidencia bajo la
condición expresa de que se habían de suspender algunos artículos de la 10 Ibíd. p. 208. 11 Ibíd. p. 209.
constitución que le impedían obrar con fuerza y autonomía. Nariño afirmaba
que no había más esperanzas que la energía del gobierno, y que este debía
proceder con la mayor actividad contra todos los enemigos internos, sin que a
ninguno le valiese fuero ni privilegio, en este sentido, exhortaba a la unión, a
sacudir en momentos críticos la confianza y la inacción, y a que no se
conociera más distinción para defender la libertad que la de ciudadano de
Cundinamarca, ni se oyera otra voz que la de salvar la patria o morir.12
Nariño tenía presente que los medios por los cuales había obtenido la
magistratura suprema no eran legítimos. Así que para dar a su gobierno el
carácter de legitimidad, reunió la representación nacional y pidió que se viese
nuevamente la renuncia de Lozano y su posterior elección como presidente. De
esta forma, fue reelegido y se afirmó en la presidencia, naciendo un nuevo
poder deslindado del ejecutivo, con autonomía y sin estar subordinado.
Sin embargo, los diputados de las provincias que se hallaban en Santa fe,
continuaron las sesiones previas a la instalación del congreso, y después de
calificar como suficientes los poderes de los principales diputados y sus
suplentes, se decidieron por el sistema federal; en consecuencia, se discutieron
los principios de la acta de confederación.13 Esta acta constaba de setenta y
ocho artículos, y por ella se formaba una confederación con el título de
Provincias Unidas de la Nueva Granada.
Las bases principales del acta de confederación radicaron en la unión de las
provincias que en el 20 de julio de 1810 eran consideradas como tales en la
Nueva Granada, lo mismo que las demás que se unieran bajo la aprobación de
los respectivos cuerpos políticos a que antes pertenecían; se conservaría la
religión católica y no se reconocería ninguna autoridad de la Península, a cuyo
establecimiento no hubiera concurrido el pueblo de la Nueva Granada por su
libre y espontánea voluntad; y que todas las provincias se reconocerían como
iguales e independientes, reservándose cada una su administración interior con
el nombramiento de sus empleados y el manejo de sus rentas.
12 Historia, Tomo III, p. 30. 13 Ibíd. p. 37.
En consecuencia, las provincias cedían al congreso de diputados14 las altas
facultades de hacer la paz o la guerra, levantar ejércitos para la defensa
común, imponer contribuciones para sostenerlos, celebrar tratados y mantener
las relaciones nacionales con los estados europeos. A este congreso se
otorgaban las rentas de aduanas de los puertos, de correos y de las casas de
amonedación con la facultad de fijar la ley que debía tener la moneda. Se
expresaba además, que el congreso ejercería el poder ejecutivo y el legislativo,
mientras que para el judicial, se tendría un tribunal que debía formarse al
efecto, bajo los reglamentos que el mismo congreso tuviera a bien decretar.
La principal oposición contra el congreso la hizo el presidente Nariño, quien
pretendía formar un gobierno central en Santa fe y aseguraba que en el caso
de que Cundinamarca entrara en federación, tenía que ceder la casa de
moneda, la renta de correos y de otros ramos, sin los cuales era imposible que
sostuviera su rango de provincia independiente. Así, era preciso adoptar uno
de los dos partidos, o mantenerse aislada en el centro de las demás provincias
confederadas, o perder su soberanía y que el congreso tuviera la autoridad en
todos los departamentos de la administración. Estas únicas opciones
planteadas por Nariño eran falsas, pues Restrepo se persuade de que se
contaba con los medios de disminuir los gastos del gobierno provincial de
Cundinamarca, y no sostener un lujo de empleados iguales a los que existían
en Santa fe cuando era capital del virreinato.15
Sin embargo, la experiencia persuade a Restrepo que Nariño tenía razón. Es
decir, los argumentos de que se valía Nariño para justificar la consolidación de
un gobierno central eran acertados. La falta de conocimientos para el manejo
de la administración y la falta de recursos hacía que varias de las provincias
fueran consideradas miembros irrelevantes para la unión nacional. Con gran
dificultad, hubo individuos que ocuparon los cargos la primera vez que se
establecieron las constituciones. Mal de su agrado, Restrepo afirma que para
los reemplazos periódicos fue necesario ocurrir a los mismos o echar mano de
campesinos, mercaderes y mineros. No obstante, manifiesta que Nariño no 14 Este congreso debía formarse en el lugar que se juzgara más convenientes con uno o dos representantes que enviaría cada una de las provincias. 15 Ibíd. p. 56.
tenía la autoridad de hacer triunfar su voluntad contra la de las provincias que
estaban decididas por el sistema federativo, del mismo modo que cuestiona su
forma de demostrar que los pueblos se equivocaban, por medio del duro y
peligroso extremo de la guerra para violentar su voluntad.
El autor retrotrae la atención de los lectores, y expone que formó parte de los
diputados que concurrieron a formar el acta federal, siendo entusiasta de aquel
sistema. Deslumbrado con el rápido crecimiento de las repúblicas de los
Estados Unidos, y con la completa libertad que gozaban sus moradores, poseía
la mayor veneración por sus instituciones políticas. Pero las lecciones del
tiempo y de los sucesos que ha presenciado, junto con sus reflexiones, le
persuaden lo contrario y de las diferencias que existen entre las formas de
gobierno que aplican en las dos Américas,
Hay una gran diferencia entre los Estados Unidos que se fundaron y crecieron a la sombra de instituciones republicanas, y provincias que siempre habían dependido de un gobierno monárquico y despótico; en estas eran absolutamente nuevas las formas democráticas, muchas de las cuales se oponían a costumbres, hábitos y preocupaciones envejecidas. En aquellos por lo general solo hubo que variar la elección de los gobernadores que hacia antes el rey de Inglaterra. Las cartas constitucionales y las leyes de las antiguas provincias del Norte América sirvieron para las mismas transformaciones en repúblicas. En la Nueva Granada fue preciso variar casi todo lo que existía. No es admirable, pues, la poca subsistencia de los Estados nacientes; sus leyes no convenían a los pueblos. 16
La lucha por la soberanía nacional
Uno de los lineamientos que se hace visible en la Historia de Restrepo, es la
preocupación por describir y analizar cómo en los territorios de la antigua
América colonial que finalmente se configuraron en repúblicas, se produjo un
tránsito de la monarquía y su derecho tradicional a la modernidad
constitucional. El eje de su planteamiento se sitúa en torno a la formación de
aquellas asambleas en donde se empezaron a producir los primeros textos
constitucionales. El congreso reunido en Cádiz a partir de septiembre de 1810,
con centro de gravedad en el texto constitucional resultante en marzo de 1812,
16 Ibíd. 57.
no fue el único congreso que previó la conversión en nación de la antigua
monarquía. 17
A falta de un principio de nacionalidad -en tanto vínculo que uniera individuo y
Estado, y por el cual se adscribiera a una nación concreta-, se emplearon otros
conceptos que intentaban identificar el surgimiento de nuevos cuerpos
políticos, que se entendían en uno u otro momento como soberanos o
encargados de la custodia de la soberanía. En este sentido, José Mejía
Lequerica, diputado liberal (suplente) por Santa Fe de Bogotá, enviado a las
Cortes de Cádiz, propuso la aprobación de una nomenclatura unitaria para los
tratamientos protocolarios que debían tener los tres poderes, ejecutivo,
legislativo y judicial. Planteó que al poder ejecutivo y al poder judicial se los
denominara alteza, y al poder legislativo, es decir, a las Cortes, majestad. Era,
sin declararlo, la asunción de uno de los principios básicos del liberalismo: la
división de poderes. 18
La intencionalidad de la propuesta, era dotar la conquista liberal de legitimidad,
al reservar el apelativo de majestad, al colectivo de representantes de la
nación. En este caso, a los diputados. Mejía Lequerica, justificaba desde la
supuesta necesidad del protocolo parlamentario, una legitimación de la que
carecían las Cortes. Sin embargo, el exigir este tratamiento especial,
representaba una problemática de legitimidad, si se tiene en cuenta que era en
las Cortes donde residía la representación de la nación y en ellas estaba
depositada la soberanía.
En la monarquía absoluta, la única legitimidad del Estado, la soberanía, residía
en el rey y no en un sistema representativo igualitario. Por ello, Mejía despojó
jurídicamente su estatus exclusivo al monarca y trasladó su legitimidad a los
representantes que la nación había elegido por votación popular.19 En este
sentido, si la soberanía volvía a la nación, la representación de esta recaía en
las juntas. No obstante, éstas habían experimentado un cambio en la forma de
17 Portillo, José, M. Autonomía y Constitución. Op. Cit. p. 6. 18 Chust Calero, Manuel. Ivana Frasquet. Soberanía, nación y pueblo… op. cit. 19 Ibíd. p, 42.
representación, ya que ahora era en los diputados donde residía la
representación de la totalidad de esa nación.
Así, en la Nueva Granada se adoptó este método designando a los diputados
de las juntas de cada provincia, como majestad. Por primera vez, esta
denominación se mencionó en la audiencia de Quito, cuando los gérmenes de
la revolución se hicieron presentes, ante las imprudencias de los españoles
europeos. Don Juan de Dios Morales, secretario que había sido de la
presidencia de Quito, don Juan Salinas, el doctor Manuel Quiroga, don Juan de
Larrea, el marqués de Selva Alegre y su hermano don Pedro Montufar, don
Francisco Javier Ascasubi, don Pablo Arenas y don Antonio Bustamante, eran
quienes promovían la revolución de Quito. Estos personajes trataron de
reorganizar la política en el momento en que se estaba desarticulando el
antiguo universo monárquico.
Luego de apoderarse del presidente Ruiz de Castilla y de los oidores, se formó
una junta de gobierno destinada para mandar en el reino de Quito y en las
provincias de Guayaquil, Popayán y Panamá. Don Juan de Dios Morales fue
elegido ministro de relaciones exteriores y de guerra, don Manuel Rodríguez
Quiroga, de gracia y justicia y don Juan Larrea de hacienda, siendo también
todos tres miembros de la junta. Esta junta se dio el tratamiento de majestad, al
presidente el de alteza serenísima, y a sus miembros el de excelencia.
Inmediatamente se expidieron proclamas y circulares a las demás provincias
de la presidencia de Quito y a los virreinatos del Perú y Santa fe, instándolos a
que siguieran su ejemplo y exponiendo los principios moderados de su
revolución, que se reducían a conservar la religión, el rey y la patria.
La noticia de la revolución de Quito sorprendió a las autoridades españolas,
que temieron que las demás provincias reaccionaran ante este acontecimiento
y siguieran el ejemplo. A pesar de que se habían difundido los principios de la
revolución, la opinión pública aun no estaba preparada. Afirma Restrepo que la
revolución de Quito “se presentó a los ojos de los hombres sensatos bajo un
aspecto ridículo”, es decir, “ver convertidos hombres sin representación
anterior, en excelentísimos, en alteza y majestad, era un suceso que
ridiculizaba a sus autores”.20 Este intento fallido de legitimación de la revolución
fue el motivo por el cual, esta junta de gobierno no fue seguida por las demás
provincias.
El contexto de la guerra de independencia en Restre po
La crisis del mundo hispano estuvo acompañada por la incapacidad de los
cuerpos políticos emergentes, de integrar al común de la población que
completaba la suma que llamaban nación, patria o Estado. 21 Igualmente, debe
tenerse presente, que la crisis del mundo hispano no se debió en su origen a
forma alguna de proyecto de actualización institucional o constitucional, sino a
una descomposición en el primer eslabón de la cadena monárquica. Sin
embargo, en el mundo hispano la monarquía tuvo fuerte presencia hasta el
momento en que los congresos comenzaron a testimoniar el tránsito de
soberanía.
Restrepo consideraba que la ruptura con España era indispensable para el
progreso de los nuevos estados, aunque creía que la república debía
organizarse sin trastornar el orden social y dentro de un espíritu de orden y
moderación. De ahí que las actitudes radicales, las proclamas demagógicas
que a veces incidieron sobre el rumbo de las luchas de independencia, y los
movimientos de las castas dominadas merecían su reprobación, matizada con
cierto paternalismo benevolente.22 La legitimidad de la guerra de
independencia, debido a las circunstancias del momento, es justificada por
Restrepo en términos de los agravios y de los vejámenes que habían sufrido en
general los habitantes de las tierras americanas. Este argumento se convirtió
en un referente de identidad en una sociedad mestiza y sin referentes
culturales en común. La guerra pone en juego el poder y el predominio sobre el
20 Historia, Tomo II, p. 195. 21 Autonomía, p. 8. 22 Melo, Jorge Orlando. Los estudios históricos en Colombia. Situación actual y tendencias predominantes. En: Universidad Nacional. Revista de la Dirección de Divulgación Cultural, Nº 2. Enero-Marzo 1969. pp. 15-41 y reeditado en Sobre historia y política (Medellín, 1979). P. 3.
territorio y la población que lo habita.23 En este sentido, requiere justificaciones
morales y exige argumentos sobre la necesidad o la utilidad de la misma.
A lo largo de su obra, José Manuel Restrepo menciona algunos de los aspectos
que fueron decisivos para llevar a cabo el movimiento independentista y señala
sus propias justificaciones de la emancipación. Sus argumentos contribuyeron
a perfilar el Estado republicano. Uno de ellos fue la actitud con la que los
oidores se dirigían a los americanos, quienes además, no hacían parte de los
cargos administrativos. El no permitir que estos cargos se adjudicaran a los
americanos, era para Restrepo una estrategia utilizada por la Corona Española
con el fin de conservar y preservar las colonias americanas, a lo que se
sumaba que no se permitían los acercamientos sentimentales y familiares con
los habitantes de estas tierras.
“La España (…) había prohibido el que los oidores se casaran con hijas del país, el que tuvieran bienes raíces, que tomaran dinero prestado o recibieran presentes (…) Estas leyes no se observaban con todo rigor y los oidores siempre tenían conexiones en las ciudades que habitaban”.24
Lo que más disgustaba a los habitantes de la América hispánica, en opinión del
autor, era la exclusión de los empleos civiles, militares y eclesiásticos. Los altos
puestos civiles y de las dignidades eclesiásticas se proveían en españoles
europeos, así como también los virreinatos, capitanías generales, plazas de
oidores, gobiernos, intendencias, obispados y arzobispos. En algunos destinos
subalternos de hacienda y los militares eran colocados los americanos; pero
siempre tenían de preferencia los criollos, y eran pocos los empleos que estos
podían conseguir, por un mérito distinguido o por sacrificios cuantiosos de
dinero para comprar la corte de España. 25
23 Uribe de Hincapié, María Teresa. Las guerras por la nación en Colombia durante el siglo XIX. En: Estudios políticos, Medellín, Instituto de Estudios políticos, Universidad de Antioquia, Nº 18, 2001, p. 11. 24 Historia, Tomo I, p. 57. 25 Ibíd. p. 107.
A esta circunstancia, Restrepo agrega que fueron cada vez más visibles los
defectos del sistema judicial español, en tanto que el modo de proceder en los
juicios era complicado. Los pleitos se prolongaban por un largo periodo de
tiempo, so pena de propiciar gastos e incomodidades contra quien se
pronunciaba la sentencia.
Una referencia a la voluntad soberana de la nación, se demuestra cuando se
refiere a los defectos de la legislación española en las disposiciones criminales,
en cuya aplicación no se tenía en cuenta el adelanto de las luces y la
ilustración de los siglos XVIII y XIX, y que venían en detrimento de la nación.
Ante delitos leves, se “prescribía el tormento, la mutilación de miembros y las
penas capitales (…)”. Restrepo consideraba que estos vejámenes traerían
funestas consecuencias a cualquier nación, “y mucho más en colonias
distantes de su metrópoli como la Nueva Granada y Venezuela, en que
naturalmente los jueces debían tener propensión a que reinara no la ley sino su
voluntad soberana”.26
La visión de Restrepo del estado republicano era que estuviera bajo la
administración de un gobierno popular representativo, donde los poderes se
dividieran en legislativo, ejecutivo y judicial. El poder legislativo sería conferido
a un senado elegido por los departamentos, nombrando cada uno cuatro
senadores, y una cámara de representantes elegida por las provincias. El
poder ejecutivo lo ostentaría un presidente, que fuera nombrado por las
asambleas electorales de provincia con las dos terceras partes de sufragios.
Todavía no se pensaba en la participación de la comunidad para efectos de
sufragar. El mandato del presidente y el vicepresidente se extiende durante
cuatro años.
Según Restrepo, la finalidad de España era impedir que la Nueva Granada y
Venezuela llegaran al estado de gobernarse por sí mismas, y conservar en la
esclavitud el continente americano; permaneciendo estos en la miseria y en el
26 Ibíd. p. 62.
abatimiento, sin que pudieran salir de la condición de colonos españoles; he
aquí los motivos más poderosos para desear una revolución que trajera la
independencia.27
El referente al cual se apeló para convocar pueblos tan diversos para combatir
y derramar su sangre por la nación, es el de la historia colectivamente vivida,
una historia de atropellos que inaugura el lenguaje de los agravios, por medio
del cual se identifican como víctimas de un orden injusto, opresivo y
excluyente, contra el cual la guerra es la única alternativa para lograr el
restablecimiento de la justicia.28 El discurso de los agravios y el uso político de
argumentos morales, se convierte en el entramado de una práctica de rebeldía
que mantiene abierto el horizonte para usar la violencia en nombre de esta idea
de justicia y de representación de la nacionalidad y soberanía.
En lo que tiene que ver con el desarrollo de la cultura en la América española,
Restrepo considera que eran dos instancias principales las que impedían el
desarrollo de la cultura en la América española. En primer lugar, estaba la
política mezquina del gobierno español y en segundo lugar, el tribunal de la
inquisición, que era opuesto a la difusión de las luces en la Nueva Granada y
en Venezuela. Estas instituciones, según lo trataba de demostrar Restrepo,
impedían que el pueblo se ilustrara sobre sus derechos y disipara la ignorancia
y el fanatismo.29
Como diputado por la Provincia de Antioquia, José Manuel Restrepo
consideraba el tribunal de la Inquisición, como una de las instituciones que más
perjuicios le había ocasionando a los hombres ilustrados de la nación. Aunque
Restrepo llegó a ser un defensor de la Iglesia católica, y de las influencias que
pudiera tener en la política y en la comunidad en general, no estaba de acuerdo
con la práctica que se ejercía por medio del tribunal de la inquisición,
considerándola como opresora y como una de las causas por las cuales se
negaba el acercamiento y la divulgación de lecturas ilustradas que
27 Ibíd. p. 100. 28 Uribe de Hincapié, María Teresa. Las guerras por la nación… op. cit. p. 13-14. 29 Historia, Tomo I, p. 87
enriquecerían la formación intelectual de los hombres de letras de Nueva
Granada.30 En su narración, el autor menciona algunos de los rasgos
fundamentales cómo operaban los inquisidores, y de cómo divergían en la
práctica de la justicia, la razón, y la caridad que “el divino autor del evangelio ha
recomendado tanto a sus ministros”. 31
En cuanto al nivel educativo y cultural de los habitantes de la Nueva Granada,
explica Restrepo que han sido muy reducidos. La masa general de los
Granadinos y Venezolanos, estuvo sumida en la más profunda ignorancia. Los
cuatro quintos de la población, representados en los indios, los esclavos, los
labradores y artesanos, no aprendían a leer debido a las pocas escuelas
primarias, que se encontraban en algunas villas y ciudades con buenos
recursos para solventarlas. Esta falta de centros educativos que impartieran
conocimientos al común de la población, es un aspecto que Restrepo menciona
como relevante para la formación moral de los habitantes de Nueva Granada,
motivo por el cual, reivindica la importancia de la construcción de una creencia
religiosa.
En este sentido, señala que
“La moral estaba reducida a las máximas que oían predicar a sus curas en los sermones parroquiales, y por lo tanto debían ser muy limitadas. Los hijos de los propietarios más acomodados de los mercaderes, comerciantes y empleados en el gobierno y administración de las rentas recibían la mejor educación; pero estos mismos sólo aprendían a leer, escribir y contar. Algunos seguían también sus estudios en los colegios, y conforme a sus inclinaciones adoptaban una de dos carreras, las únicas que se presentaban en esta parte de la América para los estudiantes, o se hacían clérigos o abogados”.32
En los centros educativos que existían en Santa fe y en Quito, no se alcanzó un
buen nivel, entre otras cosas, porque se prohibió la enseñanza de la aritmética
y la geometría, por parte del fiscal español don Alariano Blaya, director de
estudios en Santa fe. Por su parte, el arzobispo Jaime Martínez Compañón,
30 Ibíd. p. 71. 31 Ibíd. p. 77. 32 Ibíd. p. 80-81.
argumentaba que “los criollos no debían aprender otra cosa que la doctrina
cristiana para que permanecieran sumisos”.33
Restrepo no deja de mencionar algunos de los ilustrados que trataron de
enseñar algunas nociones de filosofía moderna, matemáticas y medicina, como
lo fueron José Celestino Mutis, Félix Restrepo, Toribio Rodríguez y Crisanto
Valenzuela. Sus intensiones se vieron frustradas en varias ocasiones, por la
política del gobierno español, y poco pudieron adelantar por la difusión de sus
conocimientos. En este contexto, arguye una vez más, que los granadinos y
venezolanos estaban limitados por lo general a escoger entre formarse como
abogados o como eclesiásticos seculares o regulares.
El tema de la religión católica es igualmente recurrente en la obra de Restrepo.
La religión del pueblo de la Nueva Granada y de Venezuela era la católica,
única y exclusiva, aunque algunas tribus de indios no la profesaban. El clero
secular y regular tenía mucho influjo sobre los habitantes a quienes dominaba
por medio de sus conciencias. Este influjo ha sido benéfico cuando se ha
empleado a favor de la independencia. Sin embargo, conviene que la
ilustración y las instituciones republicanas le disminuyan, dejándole en un
medio justo, compatible en la independencia individual que debe tener todo
hombre verdaderamente libre, y con la seguridad del estado. El influjo de los
ministros del culto se debe limitar al de la palabra, al de sus funciones
sacerdotales y al de la virtud.34
En este estado de las circunstancias, Restrepo demuestra una indiferencia
hacia las prácticas exteriores que el pueblo seguía de forma casi supersticiosa.
Consideraba que por lo general, el pueblo tenía mucho fanatismo e intolerancia
con respecto a cristianos de otras comunidades, a quienes juzgaban herejes e
impíos que no podían tener virtudes; lo que en última instancia era favorable al
clero secular, al regular y a las monjas, debido a una gran parte de las
propiedades y riquezas de los pueblos habían pasado al clero y a los
33 Ibíd. p. 83. 34 Historia, Tomo I, p. 195.
conventos bajo los títulos de fundaciones piadosas, capellanías, donaciones y
dotes para monjas. Inculcando tales ideas sobre los pueblos ignorantes no es
admirable que el clero de la América española hubiese adquirido riquezas
considerables en el país. Más de una cuarta parte de las propiedades, casas y
tierras de la Nueva Granada y Venezuela era de los clérigos y monjas. 35
El carácter sumiso y obediente de los habitantes de la América española,
correspondía según Restrepo a que desde su niñez habían contraído el hábito
de obedecer a los monarcas de la España, y continuamente se inculcaba por
los sacerdotes en el púlpito y en el seno de las familias la máxima de la
obediencia pasiva y del origen divino del poder de los reyes. Se demuestra así,
como el poder político se reforzaba en el poder religioso, y en la influencia que
sus representantes ejercían en el común de la población.
Debido a que la intención de Restrepo no era enfatizar en las raíces sociales
de las perturbaciones políticas, pensaba que el movimiento revolucionario se
debía en gran medida al afán de independencia y de formar una república. En
este contexto, la adhesión de Restrepo a un principio republicano revestía las
características de un pronunciamiento personal o la defensa de los intereses de
un grupo. 36 De ahí que los criterios interpretativos de Restrepo se convirtieron
en factores de exclusión de un núcleo bastante amplio de la población
movilizada durante las guerras. Al centrar el relato en las acciones de “los
héroes patriotas”, los demás miembros que participaron de los acontecimientos
de la Independencia sólo sirvieron como elementos del escenario donde se
desenvolvió la trama.37
Estos elementos quedaron por fuera de los relatos, de las interpretaciones del
proceso independentista colombiano y del valor que el autor le dio a la
Independencia como lugar de origen del Estado republicano.38 La obra de José
Manuel Restrepo sólo se desenvuelve en el periodo de la Independencia, con
35 Ibíd. pp. 100-101. 36 Colmenares, Germán. Convenciones contra la cultura, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1987. p. 181. 37 Betancourt, Alexander. Historia y Nación. Medellín, La Carreta Editores, 2007, p. 33 38 Ibíd.
lo cual hay una definición del inicio de la memoria histórica republicana. Al
establecer el origen de la República en este periodo, es claro que se establece
este punto como desde el cual se interpreta por parte del autor los demás
segmentos del pasado nacional.
Durante la elaboración del relato de la Historia de la Revolución, esta
característica permaneció intacta, aún cuando se detallan en algunos de los
apartados de los distintos volúmenes, las descripciones y algunos datos
estadísticos de las condiciones geográficas, sociales y políticas referidos a las
regiones que constituían la Gran Colombia.
Reflexión final
La Historia de la Revolución de la República de Colombia, es una obra de
notable madurez histórica, cuyo autor es un buen representante de los
ilustrados de fines del periodo colonial. En la versión de 1827, resulta evidente
la visión que tiene Restrepo de su función como historiador. En la introducción
de su Historia, se lee la apreciación que tiene de la función de su escrito, en
cuanto expone que el conocimiento de la historia permite comprender las
causas de las transformaciones políticas y sociales, y sirve de enseñanza para
el futuro. Este conocimiento requiere el establecimiento de una narrativa
imparcial de los acontecimientos, a la cual llega el historiador mediante una
cuidadosa crítica de los testimonios documentales, escritos u orales. La
búsqueda de las causas del proceso de independencia, lleva a Restrepo a
formular las que harán parte del saber convencional de nuestra historia: el
interés de los criollos, la mala administración de justicia, las restricciones a la
educación y a la ilustración.
Restrepo intenta organizar cronológicamente la historia de la conformación de
las nuevas repúblicas desde el discurso de la guerra y la política, para esto
alterna acontecimientos de provincias diferentes con el fin de contextualizar
una problemática a nivel nacional. Otros aspectos de la historia nacional, como
los complejos enfrentamientos sociales y raciales de las castas, o las
dificultades económicas y fiscales, aparecen en la medida en que tienen
influencia directa sobre los acontecimientos de orden político o militar.
Bibliografía
Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución de la República de Colombia,
X tomos, París, 1827.
Betancourt, Alexander. Historia y Nación. Medellín, La Carreta Editores, 2007.
Colmenares, Germán. Convenciones contra la cultura. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1987. Chust Calero, Manuel. Ivana Frasquet. Soberanía, nación y pueblo en la
Constitución de 1812, en: Revista de Historia y Ciencias Sociales, Secuencia,
México, Instituto de Investigaciones, Dr. José María Mora, 2003, Nº 57.
Melo, Jorge Orlando. Los estudios históricos en Colombia. Situación actual y
tendencias predominantes. En: Universidad Nacional. Revista de la Dirección
de Divulgación Cultural, Nº 2. Enero-Marzo 1969. pp. 15-41 y reeditado en
Sobre historia y política (Medellín, 1979).
Portillo, José, M. Autonomía y Constitución. La historiografía y la crisis atlántica
de 1808. En: Istor, Revista de Historia Internacional. Web:
www.cide.mx/publicaciones/catalogo/CONTS/PDF/ISTOR.PDF.
Uribe de Hincapié, María Teresa. Las guerras por la nación en Colombia
durante el siglo XIX. En: Estudios políticos, Medellín, Instituto de Estudios
políticos, Universidad de Antioquia, Nº 18, 2001.