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LOS SACRAMENTOS DE
LA IGLESIA
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Pbro. Roberto C. Zacarías L.
Esta obra está dedicado a los compañeros sacerdotes de la
"Promoción 1998", con quienes, hemos concluido nuestros
estudios en el Seminario Mayor del Paraguay, y que aportaron la
mayor parte para que este trabajo llegue a los demás, siempre
con el deseo de conocer mejor a Jesús y su Iglesia.
GRATITUD A:
Mons. Pastor Cuquejo
Mons. Oscar Páez Garcete
Padre Pedro Collar
Padre Celso Noguera
Padre Agustín Zacarías
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PRESENTACIÓN
“Los Sacramentos de la Iglesia”, obra del Pbro. Roberto Zacarías, es un hermoso subsidio dedicado a los agentes pastorales.
Esta obra introduce al cristiano en el conocimiento de los contenidos fundamentales de los misterios de Cristo y de su Iglesia. Ese conocimiento podrá motivarlo para apreciar la riqueza de las maravillas que Dios Padre realiza en sus hijos por medio de Jesús y del Espíritu Santo. Al mismo tiempo, conocer los sacramentos, llevará al cristiano a hacer una opción en la vida, vivir los sacramentos y por consecuencia comprometerse con Cristo y con el prójimo, o rechazarlos.
Por eso, esta obra, sencilla pero práctica, es un instrumento útil y eficaz para los sacerdotes, catequistas y evangelizadores que quieren llevar adelante una evangelización sacramental adecuada a nuestros tiempos.
Recomiendo, pues, su lectura pausada y reflexiva. Exhorto para que este material sea usado en cursos, charlas, encuentros, jornadas y retiros. Toda persona que se encuentre con esta obra no podrá sino apreciar cada vez más la importancia de la vida sacramental y hará de su vida una experiencia viva del encuentro con Cristo por medio de los Sacramentos de la Iglesia.
Que María Santísima, quien trajo al mundo a Jesucristo, Sacramento del Padre, bendiga esta obra que nos introduce en los Sacramentos de la Iglesia de Cristo.
Pastor CuquejoObispo Castrense
Administrador Apostólico de la Diócesis de Alto Paraná
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INTRODUCCIÓN
La reflexión teológica sobre los sacramentos nos ayuda a edificar y construir entre todos, la Iglesia Diocesana en el Alto Paraná y Canindeyú.
Por eso, no podemos considerar los sacramentos aisladamente, sin ninguna vinculación esencial a Cristo y a la Iglesia.
Desde el punto de vista de la vivencia sacramental, descubrimos que en nuestra pastoral, con frecuencia se ha perdido el sentido del Misterio, reduciendo el culto y los sacramentos a meras “cosas” dotadas de una eficiencia casi “mágica” para uso “personal”. Así se desarrolló un sacramentalismo inconsciente y vacío de fe, y se perdió de vista, en gran parte, el sentido de la presencialidad del misterio pascual en el “hoy” de los signos del culto.
“Creo que tenemos que insistir, conversar y discutir mucho y siempre sobre lo relacionado con la Pertenencia a la Iglesia y a Cristo, que quiere decir lo mismo que ser miembro vivo y activo de la Iglesia de Cristo.
Ser miembro de la Iglesia comporta unos derechos fundamentales: Se trata del derecho a los Sacramentos y también el derecho a cierta representación y servicio, como ser Padrino-Madrina o testigo; también para el servicio del Entierro Cristiano.
Estos servicios no tendrían que darse, a los que no son miembros. La Iglesia no debe ser considerada como un Supermercado, donde uno va cuando necesita comprar algo y nada más. No debe ser así. Por eso es importante saber quienes son los miembros y por tanto tienen derecho a estos servicios. Estos son:
1- Participación en la Vida de la Comunidad Cristiana: La Celebración Dominical, las organizaciones, las actividades y servicios que organiza y ofrece la comunidad Cristiana.
2- Participación en el Sostenimiento económico de la Acción, Vida y Servicios de la Iglesia”. Carta N. 3. del Obispo.
El sacramento es un símbolo que, al expresar la vida del hombre integral, expresa también su fe, siendo esta fe la que da el talante expresivo propio del sacramento.
Los sacramentos suponen la fe, es decir, no pueden darse sin ella; por otro lado, los sacramentos la fortalecen, la alimentan y la expresan, con palabras y acciones, es decir, de las celebraciones sacramentales la fe cristiana sale beneficiada y robustecida. De ambas cosas resulta que a los sacramentos se los denomina con razón “sacramentos de la fe”.
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El bautismo es un sacramento que renueva.La confirmación es un sacramento que renueva.La eucaristía es un sacramento que renueva.La reconciliación es un sacramento que renueva.El orden sagrado es un sacramento que renueva.La unción de los enfermos es un sacramento que renueva.El matrimonio es un sacramento que renueva.
Prácticamente, no hay ningún sacramento destinado a mantener al hombre en el estado en que se encontraba momentos antes de recibirlo.Todos exigen y suponen un cambio de actitud y de vida para mejorSon siempre una transformación que, prácticamente, supera el pasado y transporta para el presente y para el futuro. ¿Cómo es posible entonces que millares de hombres que los reciben y administran, sean conservadores o rutinarios?.
*- LA IGLESIA EN EL PLAN DE DIOS
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1-¿ Para qué sirve la Iglesia ?. Un Templo Antiguo en que los gorriones
habían construido sus innumerables nidos,
fue restaurado. Cuando se presentó con su
nuevo brillo, volvieron los pájaros para
buscar sus viejos rincones. Pero se
encontraron con que los albañiles los
habían cerrado todos. “¿Para qué” - gritaron los gorriones - “sirve entonces este gran
edificio?”.
En nuestra época estamos presenciando la renovación de la Iglesia. Hay quienes se
parecen a estos pájaros que dicen: “ La Iglesia como está hoy, no me sirve. ¡Yo también
puedo ser buen cristiano sin la Iglesia!.
¿Lo pueden realmente? Como cristianos, ¿se puede vivir según el lema: “ Jesús -
¡Sí¡ Iglesia- ¡No¡? ¿ O es que estas personas que hablan así tienen un falso concepto de
Iglesia?
¿ Qué es la Iglesia verdaderamente?.
2- Iglesia:
a- Antiguo Testamento: Se habla de la Iglesia como Reino de Dios, designaba a la
comunidad de Israel constituida por la Alianza, que significa pacto, compromiso. (Gen
15,18; Ex 2,24).
El Señor Dios dijo a Abraham: “ Voy a hacer de ti un gran Pueblo, te bendeciré y
engrandeceré tu nombre.. En ti serán benditas todas las naciones. Toda esta tierra que estás
viendo, la entregaré a ti y a tus descendientes, para siempre” (Génesis, Cáp. 12 y 13).
Así se formó el Pueblo de Israel, o también Pueblo judío (Ex 2,23ss). Este Pueblo fue
perseguido y esclavizado. Pero Dios estaba con él, no lo abandonaba.
Dios daba fuerza al Pueblo para luchar por su liberación.
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* Dios llamaba a personas y las enviaba para que animaran al Pueblo y lo orientaran en
su caminar. Personas como Moisés, David, los Profetas. Estos:
- Denunciaban los pecados del Pueblo y las injusticias de los poderosos y anunciaban
que Dios cumpliría siempre sus promesas y que mandaría una persona que traería la Paz, la
Justicia y la Salvación para todos los Pueblos.
Esta persona, anunciada por los Profetas y esperada por los pobres, como salvador, es
Jesús de Nazaret.
b- San Pablo entiende la Iglesia como : El Cuerpo místico de Cristo (1Cor 12,27).
Se le llama Cuerpo místico, por que se trata de una realidad invisible, que se puede percibir
únicamente con los ojos de la fe. Las Características del Cuerpo Místico son:
a. Cristo es la Cabeza del Cuerpo Místico (Ef 5,23).
b. Los bautizados somos sus miembros (Rom 12,5).
c. El Espíritu Santo es el alma del Cuerpo Místico (Hech 2,1-4).
Cristo resucitado sigue vivo en la Iglesia del tercer milenio.
¡El que desprecia a la Iglesia, desprecia a Cristo mismo!. Ef. 5,25.
c- Teología Postridentina: Define a la Iglesia como sociedad Perfecta.
Iglesia Piramidal (Clerical).
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En los años anteriores al Concilio Vaticano II se vivía un cierto monopolio clerical de
dones, ministerios y servicios en la Iglesia. Incluso nuestro vocabulario se volvió pasivo,
todo lo que teníamos que hacer era: oir misa en Latín, recibir los sacramentos, escuchar el
sermón, resignarnos a la voluntad de Dios.
d- Vaticano II: El Concilio Vaticano II enfatizó la figura de la Iglesia como
Pueblo de Dios, que es Comunidad.
Pueblo de Dios
TODOS LOS BAUTIZADOS
Iglesia: Comunión - Participación entre todos sus miembros.
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* La Iglesia – Comunidad
Comunidad: El concepto de
comunidad es difícil definir
porque supone una
experiencia y lleva consigo
una vivencia que sólo
podemos describir.
- Comunidad es relación, es comunión de personas, relación interpersonal.
- Es vivencial y no algo estático y fijo. La comunidad existe mientras las personas
actúan, trabajan, deciden juntas y cuando cesan estas cosas, no hay comunidad.
- Comunidad es:
Ñemongeta Dialogar
Ñeha’a Participativa Oñondive
Mba’apo Activa
Ñembo’e Oracional
Péicha ramo ha péicha oï comunidad
Tapicha oñandu
oñeñandu oñondive * Sentir todo en común
* Ser solidario, compartir.
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El concepto de Comunidad está inscrito en una línea totalmente operativa. La acción
en común (estudio, deliberación, decisión, ejecución, responsabilidad compartida) marca su
existencia y su obrar.
Observación: El nombre de “comunidad”, muy usado y a veces manoseado, no se
debe tomar como igual a “compañía”, “Pueblo”. En este caso designaría a todos los vecinos
del lugar. Se trataría de una realidad geográfica – humana - Social.
Tampoco se refiere a cualquier aglomeración o grupo de personas. Comunidad, como
ya dijimos, es una realidad existencial, es un grupo de personas, de familias que viven en
relaciones recíprocas de acción, de vida y comunicación.
* Las características de la Comunidad que queremos edificar.
La Iglesia, la Comunidad Eclesial que queremos edificar conforme al deseo y a la
voluntad de Cristo, “que sean uno”, “que nos amemos unos a otros como Él nos amó”,
“que seamos sus testigos” y conforme a la exposición de San Pablo en su comparación con
el cuerpo humano (1 Cor 12, 12-30), tiene sus características.
- Comunidad de Fe:
Fe es el fundamento sobre el que se construye la vida cristiana. Es Don de Dios, es
respuesta del hombre y Vínculo que une a todos los miembros. Notar la diferencia y la
complementariedad entre “oguerovia ichupe” y “ojerovia hese”: fe en la persona y
confianza en la persona.
La fe debe fundarse y dirigirse a la persona de Dios y no a la idea de Dios solamente.
Se trata del Dios que se nos manifiesta en las Sagradas Escrituras, del Dios Padre, del Dios
de Jesucristo, el Dios que nos ama y que nos quiere hijos y hermanos. La potencia que da
sentido a la vida y al compromiso del creyente. Hay muchas cosas, actitudes, acciones y
gestos que no se pueden comprender si no se los ve desde la fe.
Dios confía en el hombre y el hombre responde creyendo en Dios: Así nace una
comunidad de fe.
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- Comunidad de Amor.
El amor da vitalidad, fuerza, dinamismo y actividad que se expresan en los servicios.
Los servicios son, a su vez, otras tantas manifestaciones de amor y maneras de amar y de
amarse y ayudarse organizadamente.
Hacer con amor o por amor facilita y hace agradable la tarea y la vida a pesar de las
dificultades y problemas que uno puede encontrar.
Incluye el amor a Dios, el amor a sí mismo, el amor al prójimo, el amor a la naturaleza
que es el amor a todo cuanto nos rodea por ser obra de Dios y estar en su plan para
llevarnos a El.
Dios ama al hombre; el hombre responde amando a Dios y a los hombres: Así nace la
comunidad de amor.
- Comunidad de Esperanza.
Da el motivo por lo que se lucha. El que espera sabe por qué lucha y hacia dónde va.
Sabe que mejorando al hombre, el mundo se acerca más al Padre. La esperanza cristiana es
una virtud activa que mueve y anima para la acción aquí y ahora. Sabe que el Reino
comienza aquí y que Dios necesita de nuestro concurso para completar y perfeccionar la
obra de la Redención.
¿Por qué tenemos esperanza?
Porque creemos en Dios, y esperamos en El, en su voluntad salvífica y universal:
Creemos en la capacidad y bondad del hombre y en que Dios no le va a fallar en su ayuda,
asistencia e iluminación, porque nos ama.
Creemos en la vitalidad de la Iglesia animada por el Espíritu y organizada como
cuerpo de Cristo, su Cabeza.
- Comunidad Orgánica y Organizada.
La Iglesia, para actuar como tal en todos los campos y servicios, para servir, atender a
sus miembros y extender su actividad hacia nuevos posibles miembros y para mostrar su
vitalidad maternal y creadora, actúa a través de los órganos que va creando según las
necesidades y según las exigencias que descubre a su alrededor.
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Para ser organizada, todos los órganos deben actuar y moverse Planificada y
Coordinadamente como partes de un mismo cuerpo, como servicios y actividades en
orden a un mismo objetivo, dirección y finalidad.
La Iglesia, como unidad y comunidad de todos los creyentes, necesariamente debe
organizarse, dividirse en órganos para poder actuar y servir. (Cf. 1 Cor 12, 12-30; LG. 13).
- Comunidad Jerárquica
Todo cuerpo social debe ser necesariamente jerárquico. La Iglesia es jerárquica en su
estructura social.
Cristo nuestro Señor puso la jerarquía en razón de la misión y del servicio en la Iglesia.
(cf. Mt 20, 25-28; Mc 10, 42-45 ¿Quién es el mayor?); (Mt 16, 17-19) Pedro - Piedra);
(Jn 21, 15-17 Pastor de las ovejas); (1 Tim 4, 12-16 Autoridad de Timoteo); (1 Cor 12, 28-
30 Jerarquización y división de funciones); (Hech 15, 22-29 Autoridad de los Apóstoles).
La Iglesia es jerárquica porque, todo aquel que tiene un servicio, una responsabilidad,
tiene autoridad y debe ser respetado.
La jerarquía eclesiástica, por voluntad de Cristo, está constituida:
Por Pedro: Hoy, el Papa, Pastor universal, para confirmar a sus hermanos, para
representarlo a Él y ser signo visible de unidad y vínculo de unidad.
Por los Obispos: Constituidos por Cristo en colegio y con responsabilidad
colectiva y participativa en la conducción, guía y orientación de toda la Iglesia universal y
con jurisdicción propia en la Iglesia particular, la Diócesis.
Por los Sacerdotes: Cooperadores necesarios del Obispo, los diáconos y los
ministros que en diferentes grados participan en la misión de enseñar, gobernar y santificar
la Iglesia.
Vemos que en todo el cuerpo social de la Iglesia, en razón de su organización
servicios, tenemos una serie grande y diversificada de responsables, de dirigentes, de
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animadores y servidores que participan dentro de la misma comunidad organizada de la
función de dirigir, enseñar, corregir, orientar y animar.
Otra expresión es la usada por Puebla: Es la Participación. Participar en el estudio, en
la decisión, en la gestión, en la evaluación.
- Comunidad Evangelizada y Evangelizadora - Misionera.
La Iglesia tiene que renovarse continuamente, convertirse más y más para poder servir
mejor a los demás.
La misión de evangelizar exige a la Iglesia cuidar, fomentar, acompañar la vitalidad
interna de la misma Iglesia y la santificación de cada uno de sus miembros. Por ello,
simultáneamente debe cuidar y buscar la perfección cada vez mayor de sus miembros, de
sus organizaciones y llegar a convertir a más personas a Cristo, a su Reino, a ser miembros
vivos de su Iglesia.
Por su propia vitalidad, por la misión que le dio su fundador, la Iglesia, como unidad y
como totalidad y cada uno de sus miembros, personal y organizadamente, debe buscar el
modo de testimoniar, anunciar y comunicar su fe, haciéndose así misionera, enviada por
Cristo a todos los hombres, a todos los pueblos, a todos los ambientes, a todas las razas, a
todas las culturas. (Mt 28, 16-20; Jn 17, 18; EN 17, 18, 19, 20).
La Iglesia, la Comunidad Cristiana, al ser misionera, al ser capaz de enviar alguno o
algunos de sus miembros para acompañar, ayudar o compartir con otros grupos humanos o
comunidades cristianas, está realizándose como Iglesia de Cristo, está creciendo y está
aprendiendo y enseñando a ser Iglesia.
- Comunidad Litúrgica y Celebrante.
La Comunidad Cristiana celebra su fe, su amor y su esperanza. Hace presente y
sensible lo que cree, ama y espera. Mediante la celebración la Iglesia se renueva, se
reanima y se realza continuamente en su misión y en su compromiso de evangelización y
de transformación del mundo.
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En cada celebración la comunidad cristiana, al vivir y renovar su fe, su amor y su
esperanza, actualiza y pone en primer plano su compromiso de renovación de sí, del
ambiente y del mundo con la fuerza renovadora del Evangelio, que es la vida de Jesús.
La celebración litúrgica tiene su lugar en la realización de cada uno de los
sacramentos, principalmente en la Santa Misa y en la celebración dominical (Cf Can 1
248).
- Comunidad Histórica al Servicio del Hombre.
Histórica quiere decir que la Iglesia está, acontece y se realiza en un lugar
determinado, con unos hombres, mujeres y familias concretas, con su realidad, sus
problemas y posibilidades.
Por estar “al servicio del hombre y de la Historia” la Iglesia se compromete con el
hombre, con su mundo, con sus valores y debe encontrar allí principios y luces para actuar,
vivir y ordenar el mundo económico, social y político (cf. LG. 31).
- Comunidad Escatológica.
Es una comunidad en camino hacia el Padre. Por la esperanza sabe por qué lucha y a
dónde va y por este carácter busca y espera llegar a ese final, procurando poner de su parte
lo que falta. Se exige para que el Reino de Dios venga y se realice. El Reino de Dios ya
está presente pero aún debe realizarse en su plenitud. “El ya y todavía no”. (Cf. Rom 8;
Col 3 ; Jn 3, 2).
L.G.1. dice: La Iglesia es en Cristo como un Sacramento o signo e instrumento de la
unión íntima con Dios y de la Unidad de todo el género humano.
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3- Presentamos un esquema que ilustra la relación
entre La Iglesia y la Santísima Trinidad.
La Santísima Trinidad ilumina todo el ser y el quehacer de la Iglesia.
3.1- La Misión del Padre: L.G. 2. El Plan de Salvación del Padre.
Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia.
* Esta aparece prefigurada, ya desde el origen del mundo. Anticipadamente
* Preparada, maravillosamente en la historia del pueblo de Israel, en la Antigua
Alianza.
* Se constituyó en Cristo, en los últimos tiempos.
* Se manifestó por la efusión del Espíritu.
* Llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos: se consumará.
(Escatológico).
3.2- La Misión del Hijo. L.G. 3.
* Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de
Dios; nos reveló su misterio y nos redimió con su obediencia.
* La redención del sacrificio de la Cruz y la resurrección.
* El sacramento del Pan Eucarístico.
Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, que es la luz del mundo. De
Él venimos, por Él vivimos y hacia Él caminamos.
3.3. La Misión del Espíritu Santo. L.G. 4.
* Santifica y vivifica a la Iglesia.
* Habita en la Iglesia
* Conduce a la Iglesia a la verdad total.
* Rejuvenece a la Iglesia.
* La renueva sin cesar y la lleva a la unión perfecta con su esposo, Cristo.
* Guía, dirige, unifica a la Iglesia.
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4- Funciones de la Iglesia LG.10. EN 14-15.
1- Predicación y testimonio. (Mt 28,19; EN 27).
2- Celebración del Culto. Oración y Sacramento.
3- Servicio de Amor, de comunión fraterna.
4- La Iglesia en América Latina: Se verifican dos dimensiones muy particulares:
a: La formación de comunidades cristianas. (Puebla)
648. Como pastores, queremos decididamente promover, orientar y acompañar las
Comunidades Eclesiales de Base, según el espíritu de Medellín y (cf. Pastoral de Conjunto,
10) y los criterios de “Evangelii Nuntiandi” 58; favorecer el descubrimiento y la formación
gradual de animadores de ellas.
649 Es necesario continuar en las Parroquias el esfuerzo de renovación superando los
aspectos meramente administrativos; buscando la participación mayor de los laicos,
especialmente en el Consejo de Pastoral.
650 Se debe insistir en una opción más decidida por la pastoral de conjunto,
especialmente con la colaboración de las comunidades religiosas, promoviendo grupos,
comunidades y movimientos; animándolas en un esfuerzo constante de comunión,
haciendo de la Parroquia el centro de promoción y de servicios... (651-657 Puebla)
b: Promoción del hombre y de todos los hombres (Santo Domingo): Con el mensaje
evangélico la Iglesia ofrece una fuerza liberadora y promotora del desarrollo precisamente
porque lleva a la conversión del corazón y de la mentalidad; ayuda al compromiso, al
servicio de los hombres, salvaguardando siempre la prioridad de las realidades
trascendentes y espirituales, que son premisas de la salvación escatológica. Así procediendo
la Iglesia ofrece su participación específica a la promoción humana, que es deber de todos.
(Santo Domingo Cap. II La Promoción Humana Nº 157ss).
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5- ¿ Cómo se hace Miembro, se crece y se vive
como tal ?.
La Iglesia Católica, al ser de institución divina, cuenta con la disposición
de su Divino fundador en cuanto a la manera o camino para ingresar en ella y
ser miembro.
Pues Dios Padre “estableció convocar a quienes creen en Cristo en la
Santa Iglesia...” (LG. 2); (Ef 1, 3-14).
El camino o la puerta de ingreso a la Iglesia es el Bautismo (Mc 16, 15-
16); (Mt 28, 18-20).
El Bautismo nos asimila a Cristo, nos vuelve algo de Cristo, nos asocia y
aplica los méritos de su pasión, muerte y resurrección, nos salva. (Rom 6, 13-
14); (Col 2, 11-15).
Por eso el camino adecuado y verdadero de ir comprometiendo y
participando como miembro activo de la Iglesia es a través de los
sacramentos. Así como Dios se hace visible en Jesucristo, y Jesucristo se hace
visible en la Iglesia, también la Iglesia se hace visible en los sacramentos.
Para Vivir y Crecer como Miembros de
la Iglesia, institucionalmente, jurídica y
sacramentalmente una persona se hace
miembro por el Bautismo, pero
vivencialmente hace falta además entrar
a formar parte de la Comunidad Cristiana,
a participar de su vida, con acciones,
servicios y responsabilidades. Le
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identifica a uno como miembro el actuar en forma clara con los “signos de
pertenencia” a la Comunidad. Dios nos llama en forma individual pero no en
forma aislada; nos llama como pueblo, como familia, como Comunidad, para
ser Iglesia, para vivir y actuar en la Iglesia, para edificar la Iglesia.
Por esto es importante ser miembro, ser parte de la Iglesia y a través de un
servicio, de un compromiso, de un desempeño, de una misión, de una tarea en
la Comunidad, para la Comunidad, en nombre de la Comunidad.
Cristo quiere llenarnos de Vida Nueva - Vida Divina- y acompañarnos
también hoy, especialmente en las etapas y decisiones trascendentales de
nuestro peregrinar. Lo hace, ante todo, por medio de la Palabra y de los
sacramentos de su Iglesia.
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Antes de entrar en el desarrollo de los sacramentos sería bueno distinguirlos de los sacramentales
SacramentalesCatecismo de la Iglesia
Católica
1677 - Se llaman
sacramentales los signos
sagrados instituidos por la
Iglesia cuyo fin es preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y
santificar las diversas circunstancias de la vida.
1678 - Entre los sacramentales, las bendiciones ocupan un lugar importante.
Comprenden a la vez la alabanza de Dios por sus obras y sus dones y la intercesión
de la Iglesia para que los hombres puedan hacer uso de los dones de Dios según el
espíritu de los Evangelios.
1679 - Además de la liturgia, la vida cristiana se nutre de formas variadas de
piedad popular, enraizadas en las distintas culturas. Esclareciéndolas a la luz de la
fe, la Iglesia favorece aquellas formas de religiosidad popular que expresan mejor un
sentido evangélico y una sabiduría humana, y que enriquecen la vida cristiana.
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Desde muy antiguo, la Iglesia
acostumbró dar su bendición
a los hombres y a lo que los
hombres hacen o utilizan: un
nuevo trabajo, una vivienda,
utensilios, alimentos, etc. La
bendición es una respuesta
de Dios a la súplica de la
Iglesia.
Estas oraciones no son
recitadas por uno cualquiera,
como individuo, sino por quien tiene autoridad como representante de una
comunidad. Así, en una familia, la bendición de la mesa la dice el padre o la madre.
Y las bendiciones en nombre de toda la comunidad eclesial (que frecuentemente
tienen fórmulas fijas) están reservadas a los sacerdotes.
Cuando por la bendición se destina una cosa para el servicio especial de Dios
(una Iglesia, una campana, un cáliz, el agua, un rosario), el acto se llama, según los
casos, bendición o consagración. La oración empleada pide a Dios que del objeto
bendecido o consagrado emane la bendición para quienes lo usen; que sean lugares
de encuentro con Dios.
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Comenzamos a reflexionar sobre los sacramentos a partir de su definición, y proceso
histórico, bíblico y teológico.
Sacramentos en General
¿Cómo hacen dos personas para acercarse la una a la otra y entrar en una relación de
amistad?
Conversan amablemente, se dan un apretón cálido de manos, un abrazo, él le trae a ella
flores, ella le regala a él una foto suya y cuando están lejos se escriben cartas.
Los gestos y palabras son absolutamente necesarios para poder comunicar a los demás
lo que uno piensa y siente. Necesitamos algo visible, palpable y/o audible para expresar
lo que llevamos dentro de nosotros.
Por su sonrisa me doy cuenta de que una persona está contenta, por sus lágrimas que
está triste. Si uno no expresara su simpatía hacia otra persona, nunca podría surgir una
amistad entre ambos.
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Así como Dios se hace visible en Jesucristo y Jesucristo se hace visible en la Iglesia,
también la Iglesia se hace visible en los Sacramentos.
“Y porque la Iglesia es en Cristo como un sacramento o sea signo e instrumento de la
unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano...” Todo sacramento lleva
consigo un compromiso bien específico a más del compromiso de la vivencia cristiana
común a todos.
Exige la Cooperación activa del hombre para su plenitud vivencial. Eso requiere:
- No dificultar por el pecado, la indiferencia.
- Vivir lo que significa y lo que exige el sacramento.
La recepción del Sacramento es de Libre Opción . Cristo quiere llenarnos de Vida
Nueva –Vida Divina- y acompañarnos también hoy, especialmente en las etapas y
decisiones trascendentales de nuestro peregrinar. Lo hace, ante todo, por medio de la
palabra de Dios y los Sacramentos de la Iglesia.
Al hablar habitualmente de los Sacramentos nos referimos a:
Bautismo
Confirmación Sacramentos de Iniciación Cristiana
Eucaristía
Reconciliación Sacramentos de Curación
Unción de los Enfermos
Orden Sagrado
Matrimonio Sacramentos para misiones específicas
Los Sacramentos de la Iglesia son siete, cada sacramento trae y comunica la Vida
Divina, la redención de y en Cristo. Ahora bien, son varios porque cada uno a más de la
vida divina trae una especial capacitación o exigencia fundamental para la vida del
cristiano y para la comunidad cristiana de la que el cristiano es miembro.
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Explicación de términos
El término Sacramento: Vemos que en la Sagrada Escritura se habla de diversos ritos;
hoy llamamos “Sacramentos”; pero no se usa este término con el sentido peculiar que hoy
le damos.
En el Siglo III las palabras Mysterion y Sacramentum empiezan a usarse para designar
los ritos sacros de la Iglesia.
Clemente de Alejandría llama misterios al Bautismo y a la Eucaristía (Misterios:
Representación visible de una cosa sagrada).
En Occidente Tertuliano introdujo la palabra Sacramentum, que en el lenguaje
militar designaba la jura de bandera, para referirse principalmente al bautismo
(enrolamiento en la milicia de Cristo). La expresión tuvo éxito y fue luego usada en sentido
más amplio por Cipriano, Lactancio y Ambrosio. Pero esta palabra incorporaba el
sentido del término griego (Myst.: acción oculta de Dios), y servía también para designar
otras realidades eclesiales.
Este concepto es bastante amplio y San Agustín lo llega a aplicar a 304 realidades.
En la Edad Media con Santo Tomás alcanza su apogeo la Doctrina Sacramental; Y
se destaca:
a- Que los Sacramentos “reciben su eficacia del mismo Verbo encarnado”
b- Que son signos eficaces o causativos: Tienen causalidad instrumental. Producen
gracia divina.
c- Que miran a la edificación de la Iglesia y a la santificación de las personas
(mediante la gracia sacramental, que es específica en cada sacramento).
Los Sacramentos: son signos rememorativos de la pasión de Cristo, demostrativos de
la gracia y prefigurativos de la gloria.
La primera definición completa de los Sacramentos hallamos en Duns Escoto : Signos
sensibles, que producen la gracia, instituidos por Cristo y administrados por un
ministro competente a un sujeto capaz. Están ordenados a la santificación de los
hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y en definitiva a dar culto a Dios.
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* Signo sensible: Exterior, captable por los sentidos, un gesto, unas palabras, un
acto, que se ve, que se constata. (sólo así prolonga la acción redentora de Cristo, Verbo
Encarnado, y solo así sirve para edificar la Iglesia). No son signos puramente naturales, ya
que ninguna cosa natural expresa un efecto sobrenatural; ni son puramente convencionales,
pues son apropiados para simbolizar la gracia exterior. No son signos puramente teóricos,
sino eficientes y prácticos que operan lo que significan. Son signos que a la vez rememoran
el pasado, (pasión de Cristo), demuestran el presente (la gracia ) y pronostican el futuro (la
gloria ).
Que produce la gracia: Realiza la salvación personal del hombre. No es un mero
signo de la promesa divina, sirve para suscitar o robustecer la fe. Aquello que sabemos, por
la fe, sucede o se produce al poner el signo.
Observación.
* En alguna medida el mismo Jesús es el sacramento de Dios. A Dios no lo
vemos, pero a Jesús, el Hijo de Dios vivo, que es verdadero hombre, que nació y vivió en
este mundo, entre nosotros, lo conocimos. El hizo presente físicamente a Dios entre
nosotros, convivió y compartió con los hombres y aún hoy sigue en nosotros a través de sus
muchas presencias. ( S.C. 7).
* La Iglesia es un Sacramento Universal de Salvación porque se constituye, en
este mundo, por voluntad de Cristo, como signo e instrumento de la unión íntima con Dios
y de la unidad de todo el género humano, es como la continuación en el tiempo de la
presencia de Cristo en el mundo. (Mt 28,18-19; Jn 17,18).
Es el camino ordinario de la salvación en Cristo para todos los hombres. ¿Cómo
sabemos y porqué creemos que en un sacramento el signo significa y produce
realmente lo significado?
Es porque Cristo lo ha establecido así o ha dispuesto que así se estableciera y nos fue
transmitido por la Comunidad Cristiana, por la Tradición y la Sagrada Escritura.
Así vemos que los sacramentos de la Iglesia son signos y tienen una realidad
significada, aceptada en la fe, porque Cristo así estableció o quiso que fuera.
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Instituido por Cristo: Pues solo por institución de Cristo es posible que un signo
natural produzca efecto sobrenatural y divino. Cristo instituyó o mandó instituir los
Sacramentos. Por eso los sacramentos son un patrimonio de la Iglesia y se constituyen en
un derecho de la comunidad cristiana y de cada uno de sus miembros. Esto quiere decir
que para tener derecho o acceso a los sacramentos uno tiene que ser miembro de la
Comunidad Cristiana.
Hay que tener en cuenta que al ser patrimonio de la Iglesia, la misma comunidad
cristiana debe interesarse en su buen uso y empleo, debe procurar poner de su parte, como
miembro de la comunidad y como persona, todo lo necesario para que el signo, en lo que
supone de conciencia, de cooperación y condición de parte del sujeto se dé plenamente para
que el significado sea más pleno, más vivenciado.
Este es un punto muy importante que marcará el grado de madurez de una comunidad.
Todo sacramento, expresión de comunión con Dios y con los hermanos, como
participación de la vida divina y como vivencia de la conciencia de la Iglesia, exige del que
se acerca a ellos una buena disposición de modo a no entorpecer la acción del don de Dios.
La fe y el amor que llevan a los sacramentos deben ser valores que impregnan y modelan la
vida del cristiano. Debe aparecer en su vivir, en su obrar, en sus motivaciones la
manifestación de fe, del amor y la esperanza del cristiano.
Administrado por un Ministro competente a un Sujeto capaz: La realización del
signo sacramental requiere una actuación personal del ministro que lo confiere y del sujeto
que lo recibe.
En el siglo XII, la significación de la palabra se limitó a los siete sacramentos que
conocemos hoy : bautismo, confirmación, eucaristía, reconciliación, unción de los
enfermos, sacerdocio y matrimonio.
Los sacramentos son signos del amor de Dios hacia los hombres. Los signos son
muy importantes en nuestra vida. Así los regalos, por ejemplo, son signos de nuestro
cariño, de nuestro aprecio, de nuestra amistad. Un beso es signo de nuestro amor. La
bandera es signo de nuestra patria.
27
De la misma forma Dios expresa su amor hacia los hombres a través de signos, que
tratan de expresar realidades invisibles. Porque los sacramentos no son solamente signos.
Al mismo tiempo son realidad. Dan realmente lo que significan. No simbolizan
solamente el amor de Dios, sino que también son Dios mismo, presente en los signos.
“Por el bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a
ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos participes de su misión”
(Ver CIC. 1213).
Exposición teológica
1- Los sacramentos suponen la fe
28
Fe: Es un conocimiento, una “adquisición” de verdades basada en el testimonio de
otra persona. Se trata de verdades que no se muestran objetivamente a la mente del que
recibe; verdades a las que se asiente porque se deposita seguridad y confianza en el testigo
que las garantiza; por eso la fe supone una entrega a la persona de este testigo. La fe
cristiana es la adhesión del hombre a Cristo, palabra y vida de Dios, adhesión no
puramente intelectual sino profundamente espiritual.
Fe fortalecida: Una fe que ya existe recibe nueva fuerza y se enraíza más
profundamente en la persona.
Fe alimentada: La fe recibe aumento en la medida en que la persona participa
activamente en la celebración de los sacramentos, porque éstos, como celebraciones de la
Iglesia invitan y ayudan al progreso de la vida de fe.
Fe expresada con palabras y acciones: la fe no sólo es aceptación interna, sino que
por sí misma exige una manifestación exterior, y en la celebración sacramental es donde
se manifiesta de un modo peculiar. Las palabras y los ritos del sacramento encierran una
profesión de fe.
Gracia : La gracia es, en suma, don de Dios que se entrega al hombre, gratuita y
misericordiosamente, por medio de su Hijo Jesucristo, haciendo al hombre partícipe de la
vida trinitaria. Eleva y diviniza el ser y el obrar del cristiano.
Fe y sacramento no se oponen, ni se excluyen mutuamente, sino que se necesitan y
condicionan. Afirma M. Schmaus: “mediante la fe entra el hombre en la fe de la Iglesia,
que se manifiesta en el sacramento”.
En la Biblia vemos que: * La
recepción del sacramento presupone la fe, ésta
constituye un requisito necesario para recibir el
29
bautismo, y mediante la fe alcanzar la salvación. Vemos aquí que la fe, va unida al
sacramento (Mc 16,15 ss).
* La conversión es una respuesta de fe que lleva al hombre a la recepción del sacramento
como fuente de salvación (Hch. 2,37-41)
* En San Pablo, la insistencia sobre la fe es clara: “La justicia de Dios por la fe en
Jesucristo para todos los que creen, sin distinción” (Rom. 3,22).
*En la carta a los Gálatas, Pablo, presupone la fe antes de ser bautizado; el
revestimiento de la gracia es consecuencia del sacramento recibido en la fe (Gál 3, 25ss).
Los Padres
La fe acompaña al neófito al baptisterio. Antes de ser bautizado se exige la fe,
primero, para que crea en lo que se comunica, y luego para que opere salvíficamente el
signo. Nadie puede alcanzar la vida sin creer, y la fe es el primer paso para hallarse con
Dios, lo mismo que para estimar su salud en los sacramentos. Por eso, nadie que no tenga
fe debe recibir el bautismo u otro sacramento.
San Cirilo de Jerusalén observa a los neobautizados, que aunque hayan recibido el
bautismo, no por eso han llegado aún a la fe perfecta. “Aunque te crees fiel, aún no has
alcanzado la perfección de la fe. Es preciso que digas también tú, con el apóstol: “Señor,
aumenta en nosotros la fe...
Gregorio de Nisa insiste sobre los elementos necesarios del sacramento: la palabra, el
signo material y la fe. Si falta uno de ellos no se opera el sacramento, ni se produce su
sello.
San Agustín liga radicalmente el bautismo a la fe de la Iglesia, aun el administrado por
los herejes. El sacramento se basa en la fe indefectible de la Esposa de Cristo.
Los sacramentos son de la fe de la Iglesia, pero también de la fe del sujeto. La fe en
Cristo consiste en creer en aquél que justifica al impío.
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Los Escolásticos
Que el sujeto deba participar con su fe en el sacramento ha sido una verdad siempre
reconocida y defendida por la Iglesia, pero no siempre vivida y practicada de igual modo.
Los teólogos escolásticos dirán que el primer sacramento es la Encarnación de Cristo, que
la humanidad asumida, es la “causa instrumental” primera de la gracia, mientras los
sacramentos de la Iglesia son la prolongación de la humanidad de Cristo, cual causas
instrumentales segundas de la santificación del hombre.
Santo Tomás afirma que todos los sacramentos tienen “su virtud en la fe”. Tanto el
ministro, como el sujeto que recibe, actúan por la fuerza de la fe en los sacramentos. “El
bautismo se denomina sacramento de fe” en cuanto que en él se hace profesión de fe y por
él queda el hombre incorporado a la comunidad de los fieles.
Autores Modernos.
*Según Luís Mugica la fe es requisito necesario para entrar en la Iglesia antes de
recibir el bautismo, pues, cualquier sacramento queda infructuoso sin la fe personal,
porque la fe del sujeto constituye la acogida, el “sí” al don de Dios.
* Karl Rahner, parte de las categorías de “palabra” o “símbolo” para explicar los
sacramentos y su eficacia y causalidad, situándolos siempre dentro de la Iglesia como
“protosacramento”.
Rahner insiste en que el sacramento es eficaz sobre todo en cuanto implica y es
“palabra sacramental exhibitiva de salvación”, con la que se compromete la Iglesia como
prolongación histórica de la “protopalabra sacramental” que es Cristo.
*Según R. Arnau el cristiano, al acercarse a los sacramentos lo ha de hacer desde la
propia fe, es decir desde la propia aceptación de la Palabra de Dios. El don salvífico que le
ofrece la palabra, el cristiano lo encuentra cumplido en la recepción de los sacramentos; de
ahí que su disposición primera a la hora de acercarse a recibirlos, ha de ser la fe en la
Palabra de Dios que fundamenta y describe la realidad sacramental.
31
Razón Teológica: Sin la fe el sacramento carece de sentido y el que lo recibe no
puede tener la intención debida para la recepción válida.
La fe del cristiano es siempre una fe eclesial, pues en la Iglesia ha recibido la
Palabra de Dios y en la Iglesia la profesa. Pensar en un acto de fe extra eclesial no es
posible.
2- Los Sacramentos fortalecen y alimentan la fe.
Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres... pero, como
signos tienen un fin instructivo. No sólo suponen la fe, también la fortalecen y la
expresan...(S.C 59).
En los sacramentos tenemos precisamente la actualización del Misterio pascual de
Cristo, en que culmina la historia salvífica. También en ellos Dios se nos manifiesta en
palabras y acciones para afianzar y confirmar nuestra adhesión de fe.
En los sacramentos actúan conjuntamente la palabra de Dios y los signos elegidos por
Cristo y celebrados por la Iglesia para confirmar nuestra fe y con ella toda nuestra vida
cristiana. “Toda celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre,
en Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa a través de acciones y de
palabras. Ciertamente, las acciones simbólicas son ya un lenguaje, pero es preciso que la
Palabra de Dios y la respuesta de fe acompañen y vivifiquen estas acciones, a fin de que la
semilla del Reino dé su fruto en la tierra buena. Las acciones litúrgicas significan lo que
expresa la Palabra de Dios: a la vez la iniciativa gratuita de Dios y la respuesta de fe de su
pueblo”. (Catecismo de la Iglesia Católica 1.153 ).
De ahí la importancia que tiene en toda celebración la liturgia de la palabra que
ilumina el sentido de los símbolos y nos introduce en su misterio. Así toda la celebración
en su conjunto debe considerarse como una verdadera catequesis de fe.
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De una celebración digna, donde el Pueblo de Dios vive y expresa su fe, los fieles
salen, sin duda, fortalecidos en esa fe, y dispuestos a vivirla como un compromiso que se
extiende a todos los campos de la existencia cristiana: familia, sociedad, trabajo, diversión,
etc.
Los sacramentos, al explicar la fe de los cristianos, la relaciona conscientemente con
Jesús y su Reino: la hacen más profunda y la proyecta dinámicamente en su compromiso
misionero. Por ser encuentros vivos con Jesús, nos adhieren a Él y a su Evangelio y nos
llevan a dejarnos enseñar y guiar por su Espíritu. Así fortalecen y alimentan nuestra fe.
3- Los Sacramentos como mediaciones de gracia.
Los sacramentos provienen de Cristo pasando por la Iglesia que celebra y actualiza
mediante las celebraciones litúrgicas. Donde se da el sacramento, allí está la gracia de Dios.
Pero los sacramentos no agotan la gracia que proviene de la libre iniciativa de Dios. ¿Cómo
se entiende que los sacramentos sean medios de gracia, de salvación?.
¿Es necesario un sacramento para recibir la gracia que viene de Dios?. ¿Cómo se
entiende el sentido de la mediación sacramental para obtener la salvación?. Intentaremos
responder estas preguntas a lo largo de la exposición del tema.
3.1- Pensamiento sacramental : la corporeidad de la Historia de la Salvación.
Por “pensamiento sacramental” se entiende la convicción de que la historia de Dios
con los hombres se realiza en acontecimientos, acciones y encuentros que pueden captarse
históricamente: en ellos “se muestra Dios a los hombres y se acerca a ellos
transformándolos”. Pensamiento sacramental significa que Dios se comunica a los hombres
de una manera corporal y física, se les acerca en la experiencia personal.
El pensamiento sacramental es lo contrario del pensamiento místico, en el que pierde
importancia lo histórico. Es contrario también al pensamiento interiorista, en el cual no
desempeñan papel alguno los encuentros corporales. Toda la tradición bíblica está
fuertemente impregnada de pensamiento sacramental.
33
En el Antiguo Testamento.
Un “signo” central del A.T es el éxodo o salida de Egipto. La fiesta anual de Pascua
actualiza y hace presente de continuo esa experiencia. Signo realizador de la donación
divina es sobre todo la Torah. En ella se muestra la elección de Israel, con ella posibilita
Dios a su pueblo una vida próspera en la tierra prometida. “No es una palabra vacía, sin
importancia para vosotros, sino que es vuestra vida..” (Dt 31,10).
Toda la historia de Israel tiene carácter de signo. En sentido amplio, todo el mundo
creado puede también entenderse como un “signo” de Dios, y muy especialmente el
hombre, “creado a imagen y semejanza” (Gn 1,26). En la creación Dios muestra y realiza
su poder y benevolencia.
En el Nuevo Testamento.
El signo inequívoco de Dios en el N.T es Jesucristo. En sus palabras y obras pueden
leerse lo que Dios hace por el hombre. Jesucristo se solidariza con los hombres, mediante
“signos” de poder. En tales signos no sólo se presenta y expone la proximidad de Dios, que
libera, sana, perdona: “Si expulso los demonios con el dedo de Dios, es que el reino de
Dios ha llegado a vosotros” (Lc 11,20). Los signos de Jesús se prolongan entre los
discípulos: “En mi nombre expulsarán demonios... y los enfermos a los que impongan las
manos quedarán sanos” (Mc 16,17.20). Las acciones de la comunidad de los discípulos se
convierten, en tanto en cuanto, la comunidad proclama con ellos a Jesús y lo experimenta
como presente.
3.2- A la búsqueda de una definición: Sacramento, “signo”, medio de gracia.
San Agustín: Emplea a menudo como sinónimos las palabras sacramentum y
mysterium. Con las mismas entienden, en un sentido amplio, “cualquier realidad
perceptible por los sentidos, cuyo significado no se agota con ser lo que de ella se percibe
directamente, sino que apunta encima de eso.... a una realidad espiritual ”.
34
Los Padres griegos: Parten de la idea platónica de modelo - copia: el modelo se
muestra en la imagen, aunque entitativamente más débil, está presente. Una idea similar se
expresa mediante el concepto de “imitación”, todo es representación de la pasión, muerte y
resurrección de Cristo, pero está fuertemente cargada de una experiencia cristiana
profunda.
La Escolástica: Los sacramentos “contienen” la gracia que designan, por lo que,
además de signos, son vasos de la gracia (concepción terapéutica).
Hugo de San Victor: Sacramento es un elemento material, que se pone externamente
ante los ojos y es perceptible por los sentidos, y una gracia espiritual e invisible, la cual
“representa” en virtud de una semejanza; la significa en virtud de la institución (por
Cristo) y la contiene por la fuerza de una consagración santificadora.
3.3- Causa de la Gracia.
Al comienzo el concepto de “causa” sólo se acepta con titubeos y en una forma
modificada. En contra del mismo hallan el recelo teológico de que se limite la soberanía de
Dios y se coarte al hablar de una acción causal sobre su gracia, y el problema antropológico
de como algo material (los elementos del rito) puede influir en lo espiritual (el alma del
hombre).
San Buenaventura rechaza explícitamente la idea de una eficacia causal por parte del
sacramento, pues sólo Dios infunde la gracia y Dios no ha atado su poder a los
sacramentos.
Las palabras “vasos” y “causa” sólo pueden entenderse de modo que, en virtud de la
ordenación divina, pueda realizarse la gracia en los sacramentos y a través de ellos (teoría
del Pacto) porque todo sacramento está condicionado por Dios.
Santo Tomas: No quedó satisfecho con la teoría del pacto, porque de ese modo los
sacramentos no serían causa sino únicamente sería condición de la gracia. Se asemejarían a
una moneda de plomo, que sólo en virtud de una disposición del rey tiene un valor de cien
libras (su eficacia y su validez serían puramente decretales).
Santo Tomás defiende la idea de la causalidad instrumental: Los sacramentos son
instrumentos en manos de Dios. El verdadero sujeto de la acción de gracias es Dios mismo,
35
pero los sacramentos no sólo son necesarios en virtud de una ordenación divina, sino que lo
son objetivamente.
Ex Opere Operato.
Que la eficacia del sacramento se funda no en la fe personal de quien lo confiere o de
quien lo recibe, sino en la acción de Dios, lo expresa la escolástica con la fórmula de que
los sacramentos actúan “ ex opere operato” (en virtud del rito realizado, por obra puesta) y
no sólo ex opere operantis (por la virtud de quien realiza el sacramento).
En todo sacramento actúa Dios. Con lo cual adquiere el sacramento una cierta
objetividad : ya antes del factor subjetivo - la fe de las personas que realizan el sacramento-
está allí ciertamente la gracia de Dios. Aquí tenemos una distinción entre el factor divino y
objetivo y el factor subjetivo y humano dentro del sacramento.
Relación ex opere operato - ex opere operantis: Hay una perfecta adecuación entre
los dos, son realidades inseparables, pues si todo dependiera de lo obrado por el
sacramento, dejando de lado el comportamiento responsable del hombre, estaríamos ante
un mero mecanicismo inhumano y por ello impropio del orden sobrenatural, y sí, todo
dependiese del comportamiento humano, la sacramentalidad quedaría reducida a un puro
subjetivismo sin consistencia divina. La relación entre el don dado y el don recibido
circunscribe la realidad causada por el sacramento como acción divina que incluye el
recíproco comportamiento humano.
3.4- Enfrentamiento en el período de la Reforma Protestante.
Posiciones de los reformadores protestantes.
Los reformadores protestantes se mantenían firmes con su triple confesión básica de
la sola gratia - sola fidei - sola Scriptura. Esto condujo a un cierto escepticismo respecto del
concepto general de “sacramento” (que no aparece en la Biblia) y a la limitación del
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número de sacramentos a tres o dos: bautismo, eucaristía y penitencia ( sobre esta última
vacilaba Lutero, al no contener ningún elemento visible).
La crítica teológica más acerba apunta a la fórmula ex opere operato. En ella veían
los reformadores protestantes la expresión de un automatismo sacramental : sin Cristo, sin
fe, sin una participación interna del corazón, la mera realización externa del rito podría
producir la gracia. Ellos acentuaban la fe “personal”, la cual cree en las promesas y recibe
los bienes prometidos, que se ofrecen en los sacramentos.
Teologia Postridentina.
En la doctrina católica moderna sobre los sacramentos, se mantiene de momento los
planteamientos de la escolástica, aunque con un acento antirreformista. Y como la teología
protestante hace hincapié en el carácter simbólico o de signo de los sacramentos, la teología
católica insistirá en el aspecto de la eficacia.
3.5- Eficacia y Causalidad de los Sacramentos.
Efectos de los sacramentos.
* Efecto Genérico: la salvación.
Los sacramentos son la continuidad, la actualización, manifestación, la realización y
aplicación de la historia salutis, es decir, del encuentro salvador de gracia entre Dios y el
hombre a través de la historia. La gracia histórico-salvífica de los sacramentos es
principalmente una gracia pascual. Desde que Cristo unió el acontecimiento de su propia
pascua a la celebración pascual (judía), todos los símbolos o celebraciones cristianas son
memorial de aquel acontecimiento. En adelante la verdadera gracia de los sacramentos no
podrá ser otra que la presencia salvadora de la pascua de Cristo.
* Efecto Principal : la gracia santificante.
La escolástica medieval desarrolló el tema del “signo eficaz” que produce lo que
significa. Y afirmó expresamente que los sacramentos contienen y confieren o producen la
gracia que significan y no son para alimentar la fe. DZ 695. DZ 843. DZ 847- 850.
El Vat II reafirma la doctrina, pero la completa, valorando el influjo de la fe : “Los
sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo
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de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios. No solo suponen la fe, sino que a la vez la
alimenta, la robustece y la expresa...Confiere ciertamente la gracia, pero también su
celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir con fruto la misma gracia, rendir
culto a Dios y practicar la caridad” (S.C 59).
* Efecto Específico : la gracia sacramental.
Todos los sacramentos producen la gracia, santifican al hombre. Pero cada uno lo
hace de forma específica, ya que cada uno “confiere la gracia que significa” (DZ 849). Y
los sacramentos instituidos por Cristo son siete, cada sacramento se nos da para las distintas
situaciones de la vida, por lo que deben contener distintos efectos gratificantes adecuados a
esas situaciones.
La gracia sacramental, es pues, la gracia llamada santificante, pero a causa de la
visibilidad sacramental por lo que llega hasta nosotros, esta gracia en su fuerza desplegada
y elevada, está orientada específicamente a las situaciones y necesidades particulares de la
Iglesia y a las misiones del cristiano (gracias actuales). Se puede conseguir los efectos
sanantes, reparadores y liberadores exigidos por cada sacramento.
* Efecto Peculiar de algunos Sacramentos: el carácter.
El carácter es un signo de pertenencia, como la marca que llevaban los soldados, o el
tatuaje de ciertas tribus. También se lo llama “consagración”, expresión de mucho sabor
bíblico, que subraya que el origen del consagrado es Dios y que la persona por él
consagrada queda como pertenencia suya.
Función del Carácter.
* El carácter es distinto y en cierto modo separable de la gracia.
* Se mantiene imborrable incluso en el alma del pecador.
* Es garantía de que la gracia sacramental “revive”, al desaparecer el óbice.
* Constituye la razón intrínseca de la irrepetibilidad del sacramento.
¿Por qué son tres los sacramentos que imprimen carácter?.
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Tal vez por la relación especial con las tres Personas divinas: El Bautismo, relaciona
con el Padre. la Confirmación con el Espíritu Santo y el Orden con el Hijo. O por la
relación peculiar con las tres funciones de Cristo: Sacerdote, profeta y rey - pastor.
3.6- La Nueva Reflexión del Siglo XX.
Del Instrumento de la Gracia a la Acción Simbólica. La Iglesia no sólo “dispensa”
unos sacramentos, sino que ella misma es sacramento, signo eficaz de la gracia de Dios.
Mediante una reflexión profunda sobre la base cristológica del sacramento, se modificó la
terminología: Cristo “sacramento originario”, y a la Iglesia “sacramento básico” y a los
siete sacramentos “autorrealizaciones” o “procesos básicos” de la Iglesia.
El diálogo ecuménico inspiró a la teología católica a reflexionar sobre las relaciones
entre palabra y sacramento.
Sólo con ese motivo se empezó también en el campo católico a elaborar una teología
de la palabra.
Sacramento, signo realizador y símbolo real.
Los sacramentos pueden entenderse como símbolos reales, como signos realizadores.
En un rito de iniciación (que a su vez representa un conjunto de gestos: salutación,
confesión de fe, lavatorio, unción..), la Iglesia proclama y realiza la admisión de nuevos
miembros, los neófitos proclaman y realizan su fe en Cristo y su pertenencia a la
comunidad de creyentes. Con la celebración de un banquete que representa, a la vez que se
realiza, se ahonda y renueva, la comunión (con Cristo y de unos con otros).
Palabra creadora de realidad.
Una “teología de la palabra” sólo la ha elaborado la teología dogmática católica en
las últimas décadas. Sin embargo, pueden fundamentarse sobre una amplia base de textos
bíblicos. Cuando Pablo escribe, por ejemplo : “Cada vez que coméis de este pan y bebéis
de esta copa, estáis anunciando la muerte del Señor, hasta que venga” (1 Cor 11,26). No
contrapone precisamente una proclamación a una acción simbólica (el comer y beber), sino
que la acción simbólica es una proclamación. No sólo la palabra es proclamación, lo es
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también el sacramento, que es un hacer presente y un potenciar la realidad proclamada
(representada).
La Constitución sobre la liturgia menciona diversas maneras de la presencia de Jesús
en su Iglesia : “Está presente en su palabra, en los sacramentos, cuando se lee en la Iglesia
la Biblia, es Cristo quien lo realiza”. S. C 7.
Representación Transformante.
En la celebración del sacramento del símbolo y la palabra forman un contexto
operacional, que puede describirse como una representación dramática que transforma a los
participantes. Representación significa aquí una acción desinteresada, y de modo
precisamente eficaz. Se entiende la forma en que los participantes en una celebración se
adentran en el hecho celebrado : en un juego de acción y participación los asistentes entran
en el acontecimiento representado, y al incorporarse personalmente y de una manera
creativa a la representación con sus palabras y sus gestos contribuyen y colaboran a su
forma concreta. En la representación sacramental se hacen presentes el pasado histórico-
salvífico y el futuro que se espera.
Sacramento, signo de un mundo redimido.
Los signos sacramentales no representan un lenguaje específico, son más bien los
elementos básicos del mundo - agua - pan, vino, aceite- y los gestos fundamentales del
hombre- como pueden ser la imposición de manos, la unción, los banquetes, las bodas- los
que se convierten en signos de salvación.
Los sacramentos son signos de un mundo redimido. Lo cual significa dos cosas: la
primera que son expresión de la fe creacionista y de la esperanza en la consumación, y, la
segunda, muestra la dirección en la que debe buscarse la redención y la consumación.
4- Valoración de la preparación para la recepción de los Sacramentos.
* Ofrecer una catequesis adecuada, hacer presente el Misterio de Cristo en toda su
dimensión. Que suscite de esa manera conversión y fe para la Iglesia.
* Hacer que las personas sean conscientes del encuentro personal con Cristo, que
actualiza su Misterio Pascual en la celebración y que ejerce en los sacramentos su influjo
salvífico.
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*En cada recepción de sacramento hay que considerar dos aspectos fundamentales:
por un lado la gracia de Dios, que da gratuitamente a quien se adhiere a él, y por otro
lado; la cooperación libre del sujeto, que consiste fundamentalmente en la fe, la cual se
comprueba sincera, si va acompañada de obras.
Valoración de la celebración.
* La esencia del sacramento se encuentra precisamente en la celebración litúrgica
compuesta por palabras, ritos y símbolos. Debemos procurar que la gente capte el sentido
de las palabras y de los ritos y que estos mismos inviten a los presentes a vivir su fe.
* Las celebraciones deben cobrar sentido profundo a través de los elementos que la
envuelven, previendo con antelación las partes que corresponden adecuadamente, y el
marco mismo de la celebración.
* A través de la celebración, la palabra sacramental se haga eco y crece en el hombre
el deseo de conversión, una conversión sincera que encierra un auténtico compromiso con
Dios y con los hermanos.
* La homilía es un vehículo o medio por el cual Dios se vale del predicador para
divulgar su palabra suscitando conversión y fe en el hombre que la escucha.
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I- EL SACRAMENTO DEL
BAUTISMO“Y llegando Jesús, les habló diciendo: “Se me ha dado poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos míos todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo cuanto yo les he mandado”(Mt 28, 18-20)
PARA REFLEXIONAR
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¿Nos hemos puesto un impermeable, para que
el agua bautismal no penetre demasiado en
nosotros?
“Un día estaba sentado en el Himalaya a orillas de un río; saqué del agua una hermosa piedra, redonda y dura, y la rompí a pedazos. El interior estaba completamente seco.
Esta piedra llevaba mucho tiempo en el agua; pero el agua no había penetrado en la piedra.
Esto ocurre con los hombres del Occidente; hace muchos siglos que están inundados de cristianismo, sumergidos del todo en sus bendiciones, viven en el cristianismo, pero el cristianismo no ha penetrado en ellos. La culpa no la tiene el cristianismo sino la dureza de corazón. Tienen el corazón endurecido por el materialismo.
Por eso no me extraño yo que muchos hombres de esta tierra no puedan entender lo que es Jesús. Ustedes no pueden predicar a Cristo, mientras no se hayan hecho semejantes a Él”.
(Rabindranath Tagore)
BAUTISMO
El
Sacramento
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del Bautismo: Tiene su Signo y
Significado.
Signo: El lavado con agua. Hay muchos otros signos complementarios tales como la
vela encendida en el Cirio pascual, la vestidura blanca...
Significado: El nuevo nacimiento, el lavado de toda mancha de pecado. En el
bautismo se da el germen del don de la fe y se inicia la vida divina, que necesitará cuidado
para ir desarrollándose y creciendo. Se presentan como responsables y garantes del cuidado
y del crecimiento de esa vida los padres que solicitan el bautismo para sus hijos y los
secundan los padrinos.
El Bautismo aparece como uno de los temas centrales del Nuevo Testamento. Son
muchos los pasajes que se refieren a él, ocasionalmente más pertenecen a distintos
géneros: relatos históricos, reflexiones dogmáticas, himnos litúrgicos, profesiones de fe...
Por eso tiene temas constantes: La remisión de los pecados, el don del Espíritu Santo,
la referencia al misterio pascual, la vida nueva que está en la base de toda la existencia
cristiana.
La expresión técnica que se usa en el Nuevo Testamento para indicar, primero el rito
externo y luego toda la realidad sacramental del Bautismo es bautizar y bautismo. Viene
del griego Bapto (bañar, sumergir) en su forma intensiva Baptizo (sumergir, zambullir,
chapuzar) que solo se usa para el culto, y casi siempre en el sentido preciso de “bautizar”.
Las abluciones rituales se dan en muchos cultos paganos, con los que el hombre
busca una pureza ética. Especialmente en los misterios helénicos se daban abluciones con
agua y sangre que preparaban a una participación en la vida de la divinidad (en el culto de
Mitra había un baño en la sangre del animal inmolado).
En el Antiguo Testamento se prescribían también muchas abluciones rituales (cf.
Num 19), que posteriormente se multiplicaron como ritos purificatorios legales (cf Mc 7,2-
5). Particular importancia dieron a esas abluciones los esenios y la comunidad de Qumram.
Pero estos ritos eran repetibles y no tenían el sentido de iniciar una vida nueva. El bautismo
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de los prosélitos sí tenía el significado de agregar a la comunidad creyente, pero eran ellos
mismos quienes se bañaban y servía solo para los no judíos.
El bautismo de Juan y el de Jesús se distinguen claramente de otros tipos de baños
religiosos: Se dan solo una vez, son administrados por otro y tienen una proyección
escatológica, es decir, preparan para entrar en el Reino de Dios.
I- ¿Qué significa bautizarse?
El rito fundamental de la iniciación cristiana es el bautismo. En estricto rigor,
cristiano es el bautizado.
De acuerdo con la práctica cristiana más primitiva heredada de Juan Bautista y
reinterpretada por Jesús, el bautismo es obra del Espíritu de Cristo, en cuyo nombre se
celebra, al mismo tiempo que entrada en la comunidad de los que creen en el Resucitado.
Es expresión visible de la fe en Jesús como Señor.
Bautizarse significa identificarse con la causa de Jesús, optar por el sentido de la vida
que manifestó Cristo. Entraña una conversión a los valores del reino de Dios y un
compromiso de vida.
Al mismo tiempo es el bautismo recepción de gracia y de Espíritu. No es tanto una
purificación de culpabilidades humanas, cuanto reconocimiento de una profunda y radical
liberación del poder del pecado y de la muerte. Por eso decimos que el convertido es
bautizado en el nombre de Jesús, en su fuerza, en su gracia. Esto supone la fe en el Señor.
El bautismo sin fe (personal o de los padres) es un baño de agua inexpresivo, como la fe sin
el bautismo es una fe inexpresada, incompleta. La fe y el bautismo, íntimamente ligados,
son dones de Dios aceptados responsablemente por el creyente convertido que se hace
bautizar.
Bautizarse es ingresar en la comunión de los cristianos, en la Iglesia, representada
por una comunidad concreta. No somos cristianos individualmente y a solas, sino
comunitariamente, con los otros hermanos creyentes.
Finalmente, bautizarse es algo más que salvarse: es reconocer que estamos salvados,
es aceptar que el gesto sacramental se relaciona íntimamente con el bautismo de Jesús, a
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saber, con el acto histórico de la muerte del Señor y de su resurrección, que es salvación
radical del Salvador del mundo y de los hombres.
II. Origen del bautismo
y su base en la Sagrada Escritura.
1. ¿Cómo llegó el cristianismo a la práctica del bautismo?.
1.1. En las religiones paganas.
En ciertas religiones paganas los baños sagrados ocupaban un lugar importante.
En algunos cultos se conocía el bautismo con sangre, y también se conocían los
baños sagrados que quisieron ser una purificación moral y ritual. A veces se les asignaba
aumento de fuerza vital o el don de la inmortalidad. Pero no es seguro que haya
dependencia o influencia del bautismo cristiano respecto a estos ritos paganos. Nuestro
bautismo se remonta antes que nada a las prácticas judías.
1.2. Entre los judíos.
Entre los judíos las purificaciones rituales (el lavar con agua, todas las cosas) eran
muy frecuentes. La Ley del Antiguo Testamento prescribió una purificación ritual en caso
de ciertas enfermedades o cuando se había tenido contacto con animales “impuros” o
cadáveres (ver. Lev 11 a 15). También los utensilios (para comer u otros) tenían que ser
lavados a veces, antes de volver a usarlos ; y los baños rituales de la manos y de los pies y
del cuerpo entero. El sacerdote, antes de cumplir con su servicio, debía bañarse (ver Mc 7,
1-7).
Los profetas recurrieron ya a estas purificaciones para simbolizar que, el corazón del
hombre tiene que ser “purificado” del mal. Llamaban a la conversión y anunciaban que
Dios haría una profunda purificación interior (ver Ez 36, 25-27).
Así el purificarse ritualmente con agua se hizo cada vez más importante para los
judíos. En tiempos de Jesús había varios movimientos religiosos que conocían un tipo de
“bautizo”. También la circuncisión era, para los varones convertidos al judaísmo, la
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condición para incorporarse a la religión judía. Pero los rabinos ya acostumbraban bautizar
a los extranjeros que deseaban incorporarse al judaísmo : cuando un pagano se convertía al
judaísmo tenía que dejarse sumergir en presencia de testigos. Por tal “bautismo” podía ser
admitido en la religión judía.
1.3. El bautismo de Juan.
Juan bautizaba a los que prestan oídos a su predicación de la penitencia y los que
confesaron, arrepentidos, sus pecados. Juan, preparaba a la gente para la venida del Señor
(cf. Mc 1, 3). Él es el precursor. Su bautismo contenía un cambio radical y total de
mentalidad. Era “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”. Insistía en que
su bautismo era provisorio y sólo anunciaba y preparaba al bautismo definitivo : “Mi
bautismo es un bautismo de agua y significa un cambio de vida. Pero otro viene después de
mí, y más poderoso que yo : él les bautizará en el fuego y en el Espíritu Santo”(Cf Mt 3,
11).
1.4. El Bautismo de Jesús
- La solidaridad de Cristo con todos los hombres
pecadores. Jesús se hace bautizar por Juan (Mc 3,13-
17; Mc 1,9ss; Lc 3,21ss) viene a salvarnos tomando
sobre sí el pecado del mundo. Así cumple toda
justicia (Mt 3,15).
- El Padre lo distingue y proclama “su Hijo”, su
“elegido”, Jesús el profeta, inaugura así su misión
(Mc 1,11; Lc 3,22).
- La efusión del Espíritu cualifica y unge al Mesías para que lleve a cabo su misión. Indica
el fruto de su acción creadora y renovadora.
2. El Bautismo instituido por Cristo.
47
Los evangelios,
Mateo, Lucas y
Marcos, nos cuentan
que también Jesús se
hizo bautizar por Juan.
¿Por qué ? ¿Si no
tenía pecado ni tenía
que convertirse... ?
Porque Jesús quiso
expresar su
solidaridad con
nosotros, pecadores.
Jesús es proclamado y consagrado como el Mesías, y el Espíritu desciende sobre El.
El bautismo de Jesús por Juan puede verse como prototipo, el modelo para el
sacramento. Porque aquí también hay baño de agua, recepción del Espíritu y promesa
de la adopción como hijo de Dios. Pero, por otro lado, está la muerte de Jesús, como
fuente del bautismo cristiano (ver Lc 12, 50 ; Mc 10, 38).
¿Cuándo instituyó Jesús el bautismo? Algunos Santos Padres (Agustín, Jerónimo,
Ambrosio, Gregorio Nacianceno, Juan Crisóstomo, Beda) unieron la institución del
bautismo, al bautismo de Jesús en el Jordán. Otros teólogos (Estíos, Bernardo, Escoto,
Suares, Pesch) vieron la institución del bautismo en la conversación de Jesús con
Nicodemo, en la cual se revela el misterio de la regeneración espiritual. Otros pensaron que
Cristo instituyó el bautismo en el mandato misionero de Mt 28,19.
Doctrina de la Iglesia: El Concilio Tridentino enseñó que el bautismo es uno de los
7 Sacramentos instituidos por Cristo (Dz 844) y que el bautismo de Cristo es superior al de
Juan (Dz 857).
2.1. La comunidad cristiana primitiva (en la Iglesia).
Desde el principio, la primera comunidad cristiana ha bautizado. Los textos en san
Mateo 28, 19-20 y Marcos 16, 16 muestran que la primera comunidad cristiana ha estado
consciente de que el bautismo radica en el encargo de Cristo resucitado.
48
El mismo Cristo afirma, después de su resurrección, lo que había anunciado Juan :
“Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el soplo del Espíritu Santo dentro
de pocos días” ( cf. Hech 1, 5).
2.2. La comunidad de los Apóstoles.
El Bautismo aparece siempre ligado a la fe : “Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú
y los de tu casa”, declara San Pablo a un carcelero en Filipos. El relato continúa : “el
carcelero inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos” (Hech 16, 31-33).
Según el apóstol San Pablo, por el bautismo el creyente participa en la muerte de
Cristo; es sepultado y resucita con Él (Rm 6, 3-4 ; Cf Col 2, 12). Los bautizados se han
“revestido de Cristo” (Gal 3, 27). Por el Espíritu Santo, el bautismo es un baño que
purifica, santifica y justifica (cf Col 6, 11 ;12, 13).
Conclusión.
El Bautismo es un baño de agua en el que la “semilla incorruptible” de la Palabra de
Dios produce su efecto vivificador (Cf 1P 1, 23; Ef 5, 26). San Agustín dirá del Bautismo :
“Se une la palabra a la materia, y se hace el sacramento”.
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Desde los comienzos de la Iglesia primitiva, ya existía el bautismo cristiano. Hoy día
las Iglesias continúan esta práctica como un rito de compromiso con el Señor que derrama
su gracia sobre su pueblo.
* PREGUNTAS PARA COMPARTIR.
1. ¿Qué importancia tenía el agua en el ritualismo judío ?.
2. ¿Qué simbolizan las purificaciones con agua según los profetas ?.
3. ¿Con qué signo exterior los varones se incorporaron al judaísmo ?.
4. ¿Cuál era la significación del bautismo de Juan ?.
5. ¿Por qué decimos que el bautismo de Juan era provisorio ?.
6. ¿Por qué Jesús se hizo bautizar por Juan ?.
7. Muchos ven en el bautismo de Jesús por Juan el modelo para el sacramento.
¿Por qué ?.
8. ¿En qué se basa el bautismo cristiano ?.
III. Significado del Bautismo.
(los signos bautismales).
1. Sus imágenes.
Bautizar significa “lavar, sumergirse”, introducir
dentro del agua” ; la inmersión” en el agua
50
simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la
resurrección con Él (Cf Rm 6, 3-4) como “nueva criatura” (2 Cor 5, 17 ; Ga 6, 15).
1.1 El agua.
Para comprender bien la significación de agua en el bautismo, tenemos que fijarnos
en lo que pasó con el pueblo judío en el AT. El Pueblo de Dios salió de Egipto y caminó
hacia la Tierra Prometida, pasando a través del Mar Rojo. Por este paso, el pueblo judío
llegó a ser el Pueblo liberado por Dios. Bautizar con agua significa entonces relacionarse
bíblicamente con el Pueblo liberado: pasar de esclavitud a la liberación. Detengámonos
ahora a estudiar la inmensa riqueza simbólica que tiene el agua :
- El agua signo de purificación (de nuestros pecados y del pecado original).
Lavarse con agua puede simbolizar el “dejar la vida sucia”, El agua del bautismo nos lava
de nuestros pecados, hasta la raíz del pecado mismo: el pecado original. Nos lava de la vida
vieja y quita la culpa. El bautismo es purificación del pecado (Ver 1Cor 6, 11).
- El agua signo de vida, es una fuente que da vida. Gracias a esta fuente nace la
comunidad. El agua crea un ambiente en que se hace posible la vida, vitalidad y fertilidad.
El agua es el más maternal de todos los elementos, del cual procede toda la vida en la
tierra. Es condición para vivir, crecer y desarrollarse.
El agua bautismal es símbolo de la fuente de la vida de Cristo y que se puede
descubrir, como don, como regalo, como pura gracia. Este descubrimiento de la única
posibilidad de vida verdadera y plena se hace justamente en y por la fe. El agua simboliza
el don del Espíritu y la plenitud de sus dones.
- El agua signo de destrucción, el agua
puede ser también una fuerza destructora,
negativa. Uno puede ahogarse en el agua. Las
inundaciones destruyen casas, campos y a veces
matan personas. Así el agua hace pensar también
en la muerte.
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El agua del bautismo encierra en este sentido destrucción y muerte.
Ver San Pablo : Rm 6, 3-4. y S. Pedro 3, 20s. El agua del bautismo destruye la vida
vieja, la vida en pecado, en tinieblas, “la vida de la muerte”.
- El agua signo de cambio, es paso (de la “muerte al pecado” a la “vida nueva de
Cristo” (Ver Col 2, 12).
El bautismo cristiano es pues mucho más que las purificaciones de los judíos : el
bautismo produce “el cambio de la muerte a la vida”, por la fuerza del misterio de la Pasión
y la resurrección de Jesús. Es nuevo nacimiento, (Jn 3, 5) cambio de vestidura en Cristo
(Gal 3, 27).
En resumen : El agua del bautismo nos lava del pecado. Destruye, “ahoga” nuestra
vida vieja y hace brotar en nosotros la nueva y verdadera vida en Cristo. Junto a Él fuimos
sepultados al pecado y resucitados a la vida nueva.
1.2. Cualidades del “agua” en la Sagrada Escritura.
En el Antiguo Testamento.
- Gn 1, 9: El agua es símbolo del Espíritu.
- Gn 7: El pecado y la maldad han sido sumergidos en el agua. La humanidad revive
y se recrea nuevamente.
- Ex 2, 10: Moisés es salvado de las aguas del Nilo.
- Ex 14: El mar se seca delante de Moisés y el pueblo atraviesa el mar.
- Ez 36, 25: La promesa de Dios es un agua purificadora y un espíritu renovador.
En el Nuevo Testamento.
- Mc 1, 9: Jesús baja a las aguas del Jordán para sumergirse en ellas según el
bautismo de Juan.
- Jn 3, 5-6: Nicodemo tiene dificultades para entender lo que quiere decir “nacer de
nuevo”. Vivir purificado y con corazón nuevo por obra del Espíritu.
- Jn 7, 37-38: El Espíritu es el agua que quita la sed para siempre.
- Apoc 22, 17.
- Jn 19, 31-34.
52
1.3. El fuego.
Otro símbolo es la vela ardiente o el fuego. El fuego calienta la casa, prepara la
comida, funde y purifica metales. Da luz, ilumina en la
oscuridad, quema, arde e hiere. Igual que el agua, el fuego
puede tener cualidades positivas y negativas. Puede dar calor
y luz como también puede destruir (incendio, armas de fuego).
De allí su gran fuerza simbólica : se habla del fuego del amor, del fuego del entusiasmo del
fuego con que se discute.
En resumen, las características más importantes del fuego parecen ser: dar calor,
iluminar, arrojar luz, purificar, quemar, inflamar, arder.
En el Antiguo Testamento.
- Gn 1, 1-3: Después de haber creado la luz, Dios creó las demás cosas.
- Ex 3, 1-2: La zarza Ardiendo.
- Ex 13, 21: En el desierto, Dios protege a su pueblo : una columna de fuego les
indicaba el sendero durante la noche.
- Gn 19, 24: El fuego cayó implacablemente sobre las ciudades corrompidas y
destruyó el pecado de sus habitantes.
En el Nuevo Testamento.
- Lc 12, 49: “Yo he venido a traer fuego a la tierra. Y lo que quiero es que arda”.
- Hech 2, 3: El calor de Dios les transformaba la vida y los impulsaba a predicar.
- Jn 1, 4-5 ; 1, 7-9 ; 8, 12.
Así pues, los nuevos cristianos deben vivir como hijos de la luz, fortalecidos por el
fuego del Espíritu Santo. En el sacramento del bautismo se nos da la luz de Cristo, la luz
para el mundo. El bautizado recibe la fe que muestra el camino en la oscuridad de la vida
(ver Jn 9, 1-38).
1.4. La vestidura blanca.
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Cuando vamos a una fiesta nos ponemos ropa bonita. Así también la vestidura
blanca, impuesta al bautizado, es signo de la misma limpieza y de pureza. El recién
bautizado se ha revestido de Cristo, como dice san Pablo : “Todos los bautizados en Cristo
se han revestido de Cristo” (Gal 3, 27).
1.5. La unción con el óleo o la crismación.
En la Sagrada Escritura el óleo o aceite es uno de los productos básicos con los cuales
Dios alimenta a su pueblo (Dt 6, 11 ; 8,8). La abundancia de aceite es un signo de
bienestar y símbolo de la felicidad escatológica. Así el aceite es signo de la bendición de
Dios.
El aceite se derramaba sobre las ofrendas que se le presentaban al Señor en señal de
alabanza y se empleaba en las recepciones y banquetes. El óleo sirve no solamente para
alimentar, sino también para ungir el cuerpo, para reformar los miembros y curar las
heridas.
El rey Saúl y el rey David son ungidos según la costumbre israelita de verter óleo
sobre la cabeza al ser elegido como profeta, sacerdote o rey. La unción es un signo exterior
de la elección por Dios y va acompañada de la infusión del Espíritu Santo que se apodera
del elegido.
El olor del crisma simboliza el espíritu que nos es infundido. Sin la fuerza curativa
del Espíritu de Dios, el baño de agua sería uno de los tantos ritos de purificación externo
que encontramos en la religiones. En el bautismo, el óleo es símbolo de protección, fuerza,
sello y misión.
* PREGUNTAS PARA COMPARTIR.
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1. ¿Qué es el bautismo, y por qué bautizamos con agua ?.
2. ¿El agua es signo de cambio?. Explica.
3. ¿Por qué tanto el agua como el fuego pueden ser símbolos del Espíritu Santo ?.
4. ¿Cuántas veces, en qué momento del día y para qué necesitas tú del agua y del
fuego ?.
5. Enumera cinco productos que no se podrían fabricar, sin el agua y sin el fuego.
6. Enumera por lo menos diez profesiones, oficios o empleos que no existirían; si no
hubiera agua (Ej. pescador). y si no hubiera fuego (Ej. hierro).
7. ¿Qué significa la vestidura blanca y la unción con el óleo o la
crismación ?.
IV. Efectos del Bautismo.
1. Perdona todos los pecados personales y su raíz : el pecado original.
Cristo a través del bautismo hace posible un nuevo nacimiento. Porque se trata del
cambio de la muerte (pecado, injusticia) a la vida (honradez, bondad). Nos invita a vencer
el mal por el bien, como El mismo lo hizo, igualmente el cristiano tiene que pasar por la
muerte (el bautismo), para empezar una vida nueva. El mal ya no tiene por qué tener la
última palabra en el bautismo ( ver Rm 6, 3-4 .6).
55
2. Nos hace miembros de la Iglesia (nos incorpora a la Iglesia).
Por el Bautismo Dios nos llama a emprender juntos la marcha hacia Él. Nos hace
hermanos en la gran Familia de Dios para que nos ayudemos y alentemos cuando un
compañero está en peligro de cansarse y quedarse fatigado al lado del camino.
El bautismo es la puerta de entrada en la familia de Dios, la Iglesia. Es una señal de
aceptación mutua : La Iglesia recibe al que se bautiza y éste acepta a la Iglesia. Es un
compromiso mutuo. La Iglesia me ayuda a alcanzar la meta de mi vida y yo me
comprometo a vivir siempre y en todas partes como miembro activo de ese Pueblo de Dios.
3. Nos hace hermanos de Jesús (nos incorpora a Cristo).
San Pablo decía a los primeros cristianos que es como estar injertados en Jesús.
Cuando un brotecito es injertado sobre el tronco de otra planta comienza a crecer con la
savia y la vida del tronco.
Así debe suceder con el bautizado. Es una persona injertada en Jesús, para que viva
como y con El la misma Vida de Dios. Los bautizados han unido su existencia con la de
Cristo en una vida que trata de imitar la de Él.
Por el bautismo fuimos sepultados con Cristo en la muerte, para que así como
Él resucitó, también nosotros llevemos una Vida nueva (Rm 6, 4) que desembocará una
vez definitivamente en la felicidad completa. El bautismo nos hace hermanos de
Jesucristo, nos asemeja a Él, nos identifica con Él. Íntimamente unidos a Él,
particularmente en su misterio pascual, pasamos del pecado y de la muerte a la Vida.
4. Nos hace hijos adoptivos de Dios.
Dios nos devuelve la amistad que se había perdido con la soberbia de Adán y Eva,
que pensaron que podían prescindir de Dios.
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Atrayéndonos hacia sí Dios restablece los lazos de amor entre Él y el hombre;
construye un nuevo puente sobre el abismo que el hombre ha creado rechazando a Dios:
“Nos quita el pecado original”.
5. Nos hace participar de la función sacerdotal, profética y real de Cristo: Se
trata aquí de unos derechos que adquirimos por el bautismo. Pero, al mismo tiempo, son
obligaciones que nos comprometen.
Pueblo de sacerdotes: ¿Cómo un laico puede ser sacerdote? ¿En qué consiste el
sacerdocio de los fieles?. Consiste en que el cristiano ofrece sacrificios espirituales por
medio de todas sus obras. El cristiano lo ofrece todo al Señor: sus ideas, su trabajo, toda su
vida. Su sacerdocio consiste también en participar en las celebraciones litúrgicas, sobre
todo en la Eucaristía.: Incorporados a la Iglesia por el bautismo, los fieles tienen que
llegar a una participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas. No
tienen solamente derecho, sino también la obligación de participar en ellas.
Pueblo de profetas: Los laicos son constituidos por Cristo, en testigos iluminados con
el conocimiento de la fe y la gracia de la Palabra. El bautismo nos hace profetas de la
Palabra, para que el Evangelio brille en la vida cotidiana, familiar y social. El cristiano
tendrá que anunciar la Buena Nueva (evangelizar, catequizar, estudiar la Escritura),
denunciar la maldad y poner en práctica el bien. Este testimonio de palabra y vida dará al
mensaje de Cristo una fuerza eficaz.
Pueblo de reyes: San Pedro llama al pueblo de Dios “pueblo regio o de reyes”.
Somos reyes o Reino de Cristo porque participamos de los bienes del Reino y de su poder.
Somos el reino propio de Cristo. Somos llamados a construir el Reino de Cristo. Como rey
serás un pastor preocupado por tu prójimo.
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*PREGUNTAS PARA COMPARTIR.
1. ¿Cuáles son los efectos del bautismo ?.
2. Explicar cada uno de los efectos del bautismo.
V. Condiciones para el Bautismo.
1. Exige Fe.
El bautismo es el sacramento de la fe, por el cual el hombre, iluminado por la gracia
del Espíritu Santo, acepta el Evangelio de Jesucristo. La fe está en el centro del bautismo
(Ver Hech 8, 26-40 ; 16,29-31).
Así, la conversión, la aceptación de Cristo y su Evangelio por la fe, es condición para
ingresar en el Reino.
2. Exige luchar contra el mal.
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El bautismo no es para los cobardes. Cristo mismo fue tentado en el desierto y tuvo
que luchar contra “los principados y potestades de las tinieblas”(Col 2, 15).
San Pedro expresa esta lucha del cristiano en la imagen del león rugiente que espera
el momento propicio para devorarnos (1Pe 5, 8-11) y (Ef 6, 10-20).
3. Exige compromiso.
El compromiso consiste en ser testigo, en ser sal y luz en el mundo, en ser misionero,
“profeta”, en no guardar el tesoro de la Buena Nueva para nosotros mismos, sino
comunicarlo a los demás. El Vaticano II dice al respecto : “Los fieles incorporados a la
Iglesia por el bautismo, quedan destinados por tal carácter al culto de la religión cristiana, y
regenerados como hijos de Dios, tienen deber de confesar delante de los hombres la fe que
recibieron de Dios por medio de la Iglesia” (LG 11).
*PREGUNTAS PARA COMPARTIR.
1. ¿Cuáles son las tres condiciones primordiales para el bautismo?.
2. ¿Qué se entiende por luchar contra el mal ?.
3. ¿A qué se compromete el bautizado?.
VI. Sus Ministros
(¿ quién puede bautizar ?).
El ministro ordinario (habitual) del bautismo es el Obispo, Sacerdote o Diácono.
Donde no haya personas ordenadas, el obispo puede delegar también a un laico.
En peligro de muerte, todo ser humano, clérigo o laico, hombre o mujer, bautizado o
no, puede conferir el bautismo, derramando agua en la cabeza de la persona y diciendo :
“Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Pero nadie se puede
bautizar a sí mismo.
La única condición es respetar la materia (agua verdadera y natural) y forma
prescritas (el bautizando se mantiene pasivo, el autor principal es Dios, el agua simboliza el
agua viva), y tener la intención de hacer lo que hace la Iglesia.
59
VII. El Bautismo de los Niños
(¿ está bien bautizar a ellos ?).
Una cuestión se impone. El niño no tiene aún conciencia y
no es, consiguientemente, capaz de la conversión ni de fe
personal. Cómo puede recibir el sacramento que es signo
de la conversión y de la fe ?.
Las razones por las cuales los padres piden el bautismo son
varias y no siempre son valederas, como :
* El niño no puede crecer como un pagano, tiene que recibir
normas éticas en la vida.
* El bautismo puede “evitarle molestias” al niño más tarde.
* El niño podrá después casarse sin dificultades por la Iglesia...
* El bautismo entrega fuerzas misteriosas (Magia ...) No bautizar al niño trae mala suerte,
etc...
* El bautismo es una tradición familiar, la abuela lo quiere, todo el mundo lo hace...
* En algunos casos el bautismo es ocasión para recibir regalos de parte del padrino o
madrina.
Frente a estos problemas, es necesario responder, en primer lugar, que el amor de
Dios es anterior a nuestra iniciativa de amar (1 Jn 4, 19) . Dios nos ama desde antes que
nazcamos. Dice Yahvéh al profeta Jeremías (Jer 1, 4-5 ; Is 49,1).
Cuando la Iglesia bautiza a los niños, expresa la convicción de que ser cristiano
significa un don gratuito de Dios. Dios ama antes de que nosotros hagamos cualquier cosa
(1 Jn 4, 10).
Por otro lado, la fe de la comunidad es condición para el bautismo del niño. El
niño recibe este sacramento de la manera que vive en los demás: en dependencia de los
adultos. Cristo ha dado la salvación socialmente, no aislada ; no a personas sueltas, sino al
pueblo. De ahí que los niños no sean bautizados por tener personalmente fe, sino porque
nosotros encontramos muy natural transmitirles nuestra fe. Introducimos a los niños en
60
nuestra fe, los introducimos en la fe de la Iglesia. Además, aquí la comunidad de la Iglesia
suple la fe aún no despierta en el niño. La comunidad de la Iglesia participa con el niño en
todo lo bueno que es el amor. Si los hombres se aman, quieren darse mutuamente todo lo
que enriquece la vida, incluso la fe.
VIII. Necesidad del Bautismo
¿ qué pasa con los niños sin bautismo ?
“Según la primitiva concepción cristiana, el bautismo es el sello para el día de la
redención (Ef 4, 30) necesario para el Reino de Dios. Pero qué es lo que pasa entonces con
los no - bautizados ? En Mc 16,16 leemos : “El que crea y sea bautizado, se salvara ; el que
no crea, se condenará”.
Como medio regalado por Dios para ingresar a la comunidad salvífica, es necesario.
Pero para los que no tienen el privilegio de ser bautizados, Dios conoce seguramente otras
posibilidades para salvarlo si es que Él lo quiere. Dios no está atado a los sacramentos. La
Iglesia en cambio está atada al encargo del Señor Resucitado de anunciar el Evangelio y de
administrar el bautismo.
Sobre la suerte de los niños que mueren sin bautismo, la Iglesia ha quedado mucho
tiempo en la inseguridad. Pero hoy tenemos una visión más clara.
Partimos de tres datos de la Sagrada Escritura :
a) Dios quiere salvar a todos los hombres.
b) Cristo dio su vida por todos.
c) Nadie se pierde, a no ser por pecados que él mismo cometió.
En base a esta seguridad en la fe, debe de haber un camino a la salvación para estos
niños. ¿Cuál es este camino? No lo sabemos. Pero Dios es mucho más grande que nosotros
y podemos confiar en su amor.
IX. La Elección y Función del Padrino y la Madrina
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Las palabras en latín “patrinus y matrina” expresan que son: respectivamente, el
padre, madre espiritual del bautizado. Los padrinos tienen el papel de ayudante,
protectores, consejeros, responsables, amigos. Su tarea consiste en ayudar, suplir y
eventualmente reemplazar a los padres. Junto con los padres vigilarán sobre la educación
cristiana del ahijado.
El Código de Derecho canónico pide que los padrinos “hayan cumplido dieciséis
años y que sean católicos, estén confirmados, hayan recibido ya el Santísimo Sacramento
de la Eucaristía y lleven, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión
que van a asumir” (Can 874).
* PREGUNTAS PARA COMPARTIR.
1. ¿Quiénes están autorizados para bautizar ?.
2. ¿Cuáles son las razones negativas por las cuales los padres piden el bautismo a sus
hijos?.
3. ¿Qué significa que el amor de Dios es anterior a nuestra iniciativa de amor?.
4 . ¿Por qué decimos que la fe de la comunidad es condición para el bautismo del niño ?.
5. El bautismo es necesario para salvarse. ¿Qué piensas de esta afirmación ?. Explica.
6. ¿Qué pasa con los niños que mueren sin bautismo ?.
7. ¿Por qué se da un padrino y una madrina al que se bautiza ?.
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8. ¿Qué obligación contraen los padrinos ?.
9. ¿Qué cualidades se piden de un padrino, de una madrina (C.D.C) ?.
X- RESUMEN
CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA
1275 - La iniciación cristiana se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos: el
Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su afianzamiento;
y la Eucaristía, que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser
transformado en Él.
1276 - “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolas a guardar todo lo que yo os he
mandado” (Mt 28, 19-20).
1277 - El Bautismo constituye el nacimiento a la vida nueva en Cristo. Según la voluntad
del Señor, es necesario para la salvación, como lo es la Iglesia misma, a la que introduce el
Bautismo.
63
1278 - El rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o
derramar agua sobre su cabeza, pronunciando la invocación de la Santísima Trinidad, es
decir, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
1279 - El fruto del Bautismo, o gracia bautismal, es una realidad rica que comprende: el
perdón del pecado original y de todos los pecados personales; el nacimiento a la vida
nueva, por la cual el hombre es hecho hijo adoptivo del Padre, miembro de Cristo, templo
del Espíritu Santo. Por la acción misma del bautismo, el bautizado es incorporado a la
Iglesia, Cuerpo de Cristo, y hecho partícipe del sacerdocio de Cristo.
1280 - El Bautismo imprime en el alma un signo espiritual indeleble, el carácter, que
consagra al culto de la religión cristiana. Por razón del carácter, el Bautismo no puede ser
reiterado.
1281 - Los que padecen la muerte a causa de la fe, los catecúmenos y todos los hombres
que, bajo el impulso de la gracia, sin conocer la Iglesia, buscan sinceramente a Dios y se
esfuerzan por cumplir su voluntad, se salvan aunque no hayan recibido el Bautismo (Cf LG
16).
1282 - Desde los tiempos más antiguos, el Bautismo es dado a los niños, porque es una
gracia y un don de Dios que no suponen méritos humanos; los niños son bautizados en la fe
de la Iglesia. La entrada en la vida cristiana da acceso a la verdadera libertad.
1283 - En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la liturgia de la Iglesia nos invita a
tener confianza en la misericordia divina y a orar por su salvación.
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1284 - En caso de necesidad, toda persona puede bautizar, con tal que tenga la intención de
hacer lo que hace la Iglesia, y que derrame agua sobre la cabeza del candidato diciendo:
“Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
II- SACRAMENTO
DE LA
CONFIRMACIÓN
“Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar, y
65
se produjo de repente un ruido del cielo, como de viento impetuoso que pasa, que llenó toda la casa donde estaban.Se les aparecieron como lenguas de fuego, que se dividían y se posaban sobre cada uno de ellos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu Santo los movía a expresarse.” ( Hch 2, 1-4 )
PARA REFLEXIONAR
EFICACIA
Un fabricante de jabón dijo a un sacerdote: “El
cristianismo no ha logrado nada. Aunque se lo predique
ya casi 2 000 años, el mundo no ha mejorado. Todavía
hay mal y gente mala”.
66
El sacerdote señaló a un niño, sucio de arriba
hasta abajo, y dijo: “El jabón no ha logrado nada.
Todavía hay suciedad y gente sucia en el mundo”.
“El jabón”, contestó el empresario, “sirve
solamente, si se lo aplica”.
Replicó el ministro de la Iglesia: “La fe cristiana
también”.
CONFIRMACIÓNEn el Sacramento
de Confirmación
se Confirma la
elección hecha
por nuestros
padres, de
darnos la vida
de Dios y de
introducirnos en
el camino de la
vida cristiana
cuando éramos
pequeños.
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Nuestros padres podían hacer esa elección porque ellos tienen que dar lo mejor para
sus hijos (educación, cuidado, alimento, salud, recreación...) y así también la vida cristiana
inicial mediante el sacramento del bautismo, con tal de que se comprometan en serio a
cuidar para que esa vida crezca y se desarrolle.
Los hijos tienen la posibilidad de confirmar esta opción al llegar a la edad de poder
elegir y determinarse por una dirección para la vida, para sus motivaciones y para su escala
de valores.
Se confirma esta opción cuando se llega a la capacidad de distinguir y elegir entre el
bien y el mal, cuando ya se puede asumir personalmente el riesgo de ser líder y actuar con
responsabilidad.
Por eso con este sacramento se confirma la condición de adulto del o de la joven, se
le reconoce su puesto y su misión propia en la comunidad de los cristianos, con esto asume
los derechos y las obligaciones propias del cristiano.
La confirmación es la coronación y la perfección terminal de la obra, de la vida
iniciada con el bautismo.
El contenido y el objetivo de las presentes anotaciones hay que ubicar y entender
dentro del contexto general de la pastoral diocesana:
Buscamos la formación de cristianos adultos.
Buscamos la constitución de comunidades cristianas activas, cuyos miembros se sienten
comprometidos con su propio medio.
Queremos cristianos con un sentido comunitario, no solo a nivel local (Comunidad), sino
también a nivel zonal y parroquial y también a nivel diocesano.
Será el modo y el camino para la solidaridad y para sentirse miembro de la Iglesia
Universal.
Creemos que la fe, el amor y la esperanza le deben unir a Dios y que esa unión con Dios
los debe llevar y se debe manifestar también en el amor y en la unidad con los demás
miembros de su familia y de su comunidad. “Comunión y Participación”.
La condición y la calidad del cristiano debe aparecer en la elocuencia y la claridad del
testimonio de su vida y de su compromiso.
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Definición: Es el sacramento que imprime carácter, por el que el bautizado recibe el
Espíritu Santo, que el Señor derramó sobre los apóstoles, y que perfecciona su ser cristiano
vinculándolo más estrechamente a Cristo y a la Iglesia y enriqueciendo con una fuerza
especial para el ejercicio activo de su fe. ( cf. C.D.C 879).
Uno de los sacramentos de la Iniciación Cristiana. Un sacramento que viene a
completar, a perfeccionar la vida cristiana, como don de salvación, iniciada en el bautismo.
Un Sacramento que viene a cerrar un período de la vida cristiana (preparación,
crecimiento, capacitación ... ) y a inaugurar un nuevo período, una nueva etapa,
(compromiso, vivencia, de asumir las responsabilidades en la comunidad cristiana.
Un sacramento que constituye al que lo recibe en testigo de Cristo en el mundo.
I- Situación de la Confirmación .
A causa de múltiples dificultades, la confirmación parece ser el más insignificante de
los sacramentos cristianos. Su recepción no entraña, aparentemente, ninguna consecuencia
importante. Ni siquiera es sacramento necesario para la salvación. Da la impresión de que
no sirve para nada. Nadie recuerda su confirmación. De ahí el malestar que produce.
En realidad, debiéramos hablar de “Confirmaciones” más que de confirmación, dada
la gran variedad de edades de los confirmandos (entre el nacimiento y los veinte años), de
vinculaciones (participación en la comunidad o compromiso personal), de ritos (imposición
de manos y unción con aceite), de ministros (en Oriente, el Sacerdote, y en Occidente, el
Obispo), de acentos teológicos (crecimiento, madurez, comunión, eclesial, testimonio,
etc.).
Sin embargo, el sacramento de la confirmación ha comenzado a suscitar
recientemente un marcado interés. No posee las presiones sociales del bautismo de niños o
de la primera comunión. Situado en la edad escolar, su catequesis se ha enriquecido
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notablemente. Pero sobre todo interesa por su relación con el Espíritu, sus dimensiones
misioneras, sus connotaciones con la responsabilidad eclesial, el testimonio de vida, etc.
No olvidemos que, en la vida, hacemos continua referencia a la verificación o
confirmación de una noticia importante para darla como buena. ¿No cabe confirmar la vida
de un cristiano?.
La tradición sitúa la confirmación entre el bautismo y la eucaristía. Los exegetas e
historiadores están de acuerdo en afirmar que la iniciación sacramental, llámese bautismo,
sello o iluminación, abarca el baño de agua y la comunicación del Espíritu. Los problemas
han surgido cuando la confirmación fue separada del bautismo de niños hace mil años.
II- Fundamentos Bíblicos
*- Referencias Bíblicas: Joel 3,1-2; Ez 36, 26-27; Jn 7, 37-39; 15, 26.
1- La Confirmación, sacramento del Espíritu Santo
La Confirmación guarda una relación directa con los hechos de Pentecostés y ello
hace que se lo llame comúnmente sacramento del Espíritu Santo.
Lo que ocurrió, el día de Pentecostés en la Iglesia incipiente, se reitera como gracia
personal en cada creyente que es ungido con el santo Crisma. El Espíritu Santo - don único
y total de Dios- se comunica en la Confirmación con el fin expreso de embarcar al cristiano
en la perpetuación de ese acontecimiento salvífico en la historia humana. A tal efecto, el
mismo Espíritu hace partícipe al creyente de sus múltiples dones: sabiduría, entendimiento,
consejo, ciencia, fortaleza, piedad y temor de Dios. (Ver Is. 11, 2).
2- La Confirmación, Sacramento de Perfeccionamiento del Cristiano.
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Cristo había anunciado a los apóstoles que el Espíritu Santo descendería sobre ellos
para llevar a un término de plenitud la obra de salvación y gracia iniciada por El. (Jn 16,
12-13; Lc. 24, 29).
III- Catequesis de la Confirmación.
La Catequesis actual de la confirmación se basa en afirmaciones del Vaticano II, en
la Constitución apostólica Dininae consortium de Pablo VI (15 de agosto de 1971) que
precede al Ritual de la confirmación de 1971, en este mismo Ritual y en algunas
aportaciones teológicas recientes. La confirmación, según todos estos datos, es:
Sacramento de la iniciación cristiana
Según el Ritual de bautismo de niños, - Los tres sacramentos de la iniciación
cristiana se ordenan entre sí para llevar a su pleno desarrollo a los fieles, que ejercen la
misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo -.
El Vaticano II sugiere que en la celebración de la confirmación se manifieste más
claramente el vínculo íntimo de este sacramento con toda la iniciación cristiana.
El Concilio afirma: “Por el sacramento de la confirmación, los confirmados son
ligados más perfectamente a la Iglesia, son dotados de una fuerza especial del Espíritu
Santo y, así, obligados más estrechamente, como verdaderos testigos de Cristo, a difundir
y defender la fe con la palabra y la acción”. El Vaticano II acentúa, pues, tres elementos: el
vínculo eclesial, la dinámica de la gracia bautismal y el testimonio de vida, siendo el
primero el más importante.
La mayor parte de los estudios teológicos recientes muestran que la confirmación está
ligada esencialmente al bautismo. Los dos forman, en realidad, casi como un único
sacramento, que en Occidente se dividió en dos etapas. La confirmación no tiene sentido
fuera del bautismo. Debe situarse en la perspectiva de una vida bautismal en continuo
perfeccionamiento.
El lugar de la confirmación en la iniciación cristiana está sin resolver pastoralmente.
Evidentemente, la confirmación no puede solucionar el hondo problema del bautismo de
niños. No puede sacralizar ninguna etapa humana ni ningún compromiso especial con la
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Iglesia. Parece lógico que la confirmación se sitúe entre el bautismo y la eucaristía. En el
caso de los adultos, la confirmación no ofrece dificultad.
Pero la iniciación cristiana no es sólo bautismal, sino eucarístico. La eucaristía es
meta de iniciación y punto de partida de una iniciación continua. Las referencias centrales
de la iniciación, en cuyo interior se sitúa la confirmación, pueden ser éstas:
* Vinculación concreta, dinámica y eficaz con Cristo resucitado (Fe).
* Cambio de vida y perdón de los pecados (Conversión).
* Sello del Espíritu Santo (don).
* Vida comunitaria eclesial (comunión).
* Servicio en el mundo (Compromiso).
* Un sacramento eclesial de la iniciación cristiana, en estrecha relación con el
bautismo y la eucaristía, dentro de un proceso dinámico de crecimiento y maduración.
* Con referencia al Espíritu Santo y a la Iglesia, según lo atestiguan todos los
rituales, lo manifiesta la presencia del obispo y lo indican las alusiones al testimonio o
apostolado. La confirmación es fuerza de edificación eclesial y de testimonio en el mundo
y ante los hombres.
* Sin embargo, no sólo ha sido problema constante la realización práctica de la
confirmación, sino que se han dado y se dan diversas interpretaciones teológicas de este
sacramento.
1- Los Efectos del Sacramento de la Confirmación
a- Sacramento de la edad adulta o de la madurez.
La distinción y separación entre bautismo y confirmación ha inducido a la teología
occidental a considerar la confirmación, en primer lugar, como sacramento de la madurez
cristiana. Si el bautismo regala el Espíritu por el nuevo nacimiento, la confirmación hace
personalizar más tarde la decisión que en su momento tomaron por el niño sus padres y
padrinos. El confirmado acepta la vocación apostólica, para ser testigo de Cristo ante el
mundo mediante la fuerza del Espíritu. En este sentido, la confirmación es la aceptación
personal del bautismo.
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Algunos han considerado la confirmación como sacramento del cristiano adulto, del
apostolado e incluso de la Acción católica. La sitúan, consecuentemente, después de la
eucaristía, ya que la entienden como sacramento del compromiso. El segundo de los
sacramentos confirma el carácter cristiano o consagra la capacidad de asumir, de forma
responsable, la tarea de la Iglesia, a saber, su misión evangélica. Se equipara al sacramento
del orden. Se basa esta segunda opinión en santo Tomás (teología del siglo XIII), para
quien la confirmación concede - fuerza para la lucha -. El bautismo da el nacimiento, y la
confirmación sostiene el combate de la vida adulta.
b- Sacramento del crecimiento y de la plenitud
La confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal
- Nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir “Abbá, Padre”
(Rm 8, 15).
- Nos une más firmemente a Cristo. (Cat. de la Iglesia Católica 1302- 1303).
c- Sacramento de comunión eclesial
La confirmación hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (Cf LG 11).
Recientemente, ha surgido opiniones que proponen la confirmación como signo
sacramental de la sucesión apostólica de toda la Iglesia. No se trata de acentuar en la
confirmación ningún aspecto nuevo, en la línea de intensificación, sino de mostrar, por el
gesto de la imposición de las manos, hecho por el obispo, la unión mutua de todos los
bautizados en virtud del mismo y único Espíritu pentecostal. Así se pretende poner de
relieve la visibilidad de la Iglesia como protosacramento.
La confirmación dimensiona al acontecimiento bautismal de un modo específico:
expresa y realiza la unidad de la Iglesia o manifiesta a la Iglesia su proceso de unificación y
de crecimiento.
Esta interpretación añade la dimensión eclesiológica a la perspectiva cristológica. Es,
pues, la confirmación un acontecimiento cristológico y eclesiológico de Pentecostés.
d- Sacramento de la acción del Espíritu
La confirmación nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y
defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para
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confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz
(Catecismo de la Iglesia Católica 1303; LG 11, 12).
Según el Ritual de la confirmación, los bautizados que se confirman - reciben el don
inefable, el Espíritu Santo mismo, por el cual son enriquecidos de una forma especial -. Por
supuesto, el don del Espíritu, que Cristo poseyó en toda su plenitud y que los apóstoles
recibieron en Pentecostés, es el mismo Espíritu del bautismo. Se entrega al modo de un
“sello” que confirma al bautismo como irreversible y no reiterable. De ahí el “carácter” que
posee la confirmación.
El don del Espíritu, en la confirmación, posee dos dimensiones íntimamente unidas:
1- La “personal”, dada la fuerza perfectiva que posee el sacramento de la
confirmación en orden a la propia maduración del bautizado o perfeccionamiento del
proceso bautismal. El don del Espíritu perfecciona al bautizado, le dota de una singularidad
como fuerza especial y lo confirma en la vida divina ya existente en él.
2- La “eclesial”, puesto que el Espíritu, según la tradición, es el “alma de la Iglesia”.
La confirmación, como sacramento de la iniciación, robustece el aspecto unitivo de la
comunidad cristiana e impulsa a la edificación de la Iglesia. La eclesialidad de la
confirmación se pone de manifiesto con la presencia del obispo, sacramento de la unión de
las comunidades.
La confirmación acentúa, en el proceso de la iniciación, estos aspectos:
- la función del Espíritu en la vida cristiana.
- la unidad eclesial de los creyentes y de las comunidades.
- el desarrollo de la vida hacia la madurez.
- el testimonio de la vida cristiana en el mundo.
Los dones que nos habla la Escritura y que en la doctrina tradicional de la Iglesia se
asignan como dones del Espíritu Santo, y que se reciben en el sacramento de la
confirmación: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Santo
Temor de Dios.
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Sabiduría: Es el saber que se inscribe en el orden de la vida, en el orden del bien
obrar. Sabio es el que sabe cómo hacer, cómo conducirse y sobre todo como hacer bien y
correctamente conforme a lo que Dios quiere.
Nace de la recta conciencia que orienta y se robustece en el buen obrar. Es un saber
casi intuitivamente lo que Dios quiere de nosotros aquí y ahora. Es como participar de la
sabiduría de Dios. No está en relación necesaria y directa con la suma de conocimiento que
una persona pueda tener o no tener.
Entendimiento: Capacidad real para comprender y estimar mejor las verdades
sobrenaturales, las verdades que nos hablan de Dios y de su vida, la Palabra de Dios.
Consejo: Nos capacita a saber medir y valorar las cosas y acciones para dar pie aun
equilibrio en el obrar y en el juzgar. Así nos conformamos con lo que Dios quiere y espera
de nosotros.
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Fortaleza: Don para resistir y luchar contra el mal y contra las asechanzas del mal.
Para saber sobreponernos a nuestras propias inclinaciones hacia el mal, el egoísmo, al
orgullo, al individualismo... Nos da la valentía para obrar y construir el bien, para dar
testimonio de Cristo.
Ciencia: Para comprender e identificar las cosas que son de Dios y las que no son
de Dios, sino del mundo. Necesitamos ayuda para distinguir la verdad del error, el acierto
de la equivocación.
Piedad: Nos da la predisposición y la actitud filial para con Dios, así lo podemos
Ver, Llamar y Tratar como Padre. Además por esto buscamos que sea reconocido y
tratado como Padre por todos los hombres. Piedad no es hipocresía, sino es gratitud para
con Dios. Significa confianza y amor a Dios y los hombres. Es vivir en unión con Dios y
los hermanos.
Temor de Dios: Significa el respeto a Dios por ser Él quien Es, por ser nuestro
Padre, un Padre que nos ama y quiere nuestro bien. Este respeto que nace del amor y no del
miedo nos debe llevar a evitarle toda ofensa y a hacer su voluntad.
Buscamos honrar a nuestro Padre con nuestra vida correcta y ordenada, haciendo y
promoviendo siempre el bien.
IV Símbolos de la Confirmación
a- Imposición de las manos
El obispo impone las manos con invocación del Espíritu Santo, por medio de una
oración epiclética, que explica el sentido del gesto. Este signo, basado en la imposición de
manos apostólicas, expresa la donación del Espíritu. Los orientales no emplean este gesto.
b- Unción con el Crisma o “Crismación”
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Es el signo sacramental en sentido estricto o rito esencial. El sacramento de la
confirmación - afirma el Ritual- se confiere por la unción con el crisma en la frente..., y por
las palabras: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”.
En la unción con el crisma y en las palabras que la acompañan se significa
claramente el efecto del don del Espíritu Santo. El bautizado, al ser sellado por el obispo
con óleo perfumado, recibe un carácter indeleble, el sello del Señor, al mismo tiempo que
el don del Espíritu, lo cual le configura más perfectamente a Cristo y le da la gracia para
difundir entre los hombres el buen olor de Cristo.
c- El signo de la cruz en la frente o “Signación”
La crismación se hace siempre mediante el signo de la cruz en la frente de los
confirmados. Es signo de pertenencia y de reconocimiento, al modo como se señalaban en
la antigüedad, mediante la Sphragis o signación, personas, animales o cosas que
correspondían a una misma corporación o propiedad. El don del Espíritu es unción y sello
(cf. 2 Cor 1, 21-22).
V- Criterios Pastorales
a- La celebración de la confirmación supone una comunidad real, preparada para
celebrar.
La confirmación deber ser celebrada dentro de un proceso comunitario y eclesial.
Afecta a la comunidad cristiana entera, a la comunidad de adultos. Se requiere, por
supuesto, la participación de los padres de los confirmandos.
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La Celebración del segundo de los sacramentos exige comunidad cristiana y puede
ayudar a crearla. Las celebraciones masivas parroquiales pueden resultar abrumadora.
Precisamente la confirmación nos invita a examinar cuál es la influencia del Espíritu en el
grupo o comunidad eclesial en su manifestación de crecimiento, madurez y compromiso.
b- La celebración de la confirmación ayuda a comprender y valorar los ministerios.
El obispo es “ministro ordinario” de la confirmación y garante de la comunidad
eclesial ( cf. LG 26; DC. Can 882). Su presencia en la confirmación manifiesta que este
sacramento es acto del Espíritu y signo de apertura universal y eclesial en orden a la
edificación de la Iglesia en el mundo.
En Oriente es ordinariamente el presbítero que bautiza quien da también
inmediatamente la Confirmación en una sola celebración. Sin embargo, lo hace con el
santo crisma consagrado por el patriarca o el obispo, lo cual expresa la unidad apostólica de
la Iglesia cuyos vínculos son reforzados por el sacramento de la Confirmación. En la
Iglesia latina se aplica la misma disciplina en los bautismos de adultos y cuando es
admitido a la plena comunión con la Iglesia un bautizado de otra comunidad cristiana que
no ha recibido válidamente el sacramento de la Confirmación (Cf. DC. Can 883, 2).
También destaca en el Código de Derecho Canónico 884:
1. El Obispo diocesano debe administrar por sí mismo la confirmación, o cuidar de
que la administre otro Obispo; pero si la necesidad lo requiere, puede conceder facultad a
uno o a varios presbíteros determinados, para que administren este sacramento.
2. Por causa grave, el Obispo, y asimismo el presbítero dotado de facultad de
confirmar por el derecho o por concesión de la autoridad competente, pueden, en casos
particulares, asociarse otros presbíteros, que administren también el sacramento.
Catecismo de la Iglesia Católica 1314: “Si un cristiano está en peligro de muerte,
cualquier presbítero debe darle la Confirmación (cf. can. 883, 3). En efecto, la Iglesia
quiere que ninguno de sus hijos, incluso en la más tierna edad, salga de este mundo sin
haber sido perfeccionado por el Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo.
c- Todo bautizado es sujeto apto para recibir la confirmación.
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Desde el siglo pasado se han suscitado diversas controversias en torno a la edad más
óptima de los confirmandos. Parece que no se ha llegado ni puede llegarse a una decisión
unánime.
Hay quienes proponen celebrar la confirmación inmediatamente después del
bautismo, en la misma celebración, dada la unidad de los dos sacramentos y la práctica de
la tradición antigua.
Otros proponen, para el caso de quienes han sido bautizados de niños, celebrar la
confirmación después del uso de razón, en una etapa amplia (entre los siete y los veinte
años), ya sea antes o después de la eucaristía. (Ver Catecismo de la Iglesia Católica 1306-
1311; Derecho Canónico. Can 889, 890 891, 893).
De hecho, la cuestión de la edad ha sido reservada a la fijación oportuna de las
Conferencias Episcopales. El Ritual de 1971 no prescribe nada concreto respecto a la edad
de los confirmandos.
VI- Orientaciones Pastorales: De la Diócesis de Alto Paraná y Canindeyú,
para el Sacramento de la Reconciliación.
I . Parte.
* La Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima
con Dios y de la unidad de todo el género humano. L.G. 1.
La Iglesia es un misterio. Un misterio de vida y salvación. La conocemos y
valoramos desde la Fe y en la Fe.
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Es el espacio, la organización humana, que Dios crea y elige para canalizar e
institucionalizar su acción y presencia salvífica en nosotros, entre nosotros, en nuestra
sociedad, en el mundo.
“Y estableció convocar a quienes creen en Cristo en la Santa Iglesia”. L.G. 2. “Así,
pues, Cristo en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los
cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención”. L.G. 3.
* La Iglesia es un misterio de unidad, de comunión con Dios y con los hermanos en la fe.
“Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quién
procedemos, por quién vivimos y hacia quién caminamos”. L.G. 3.
“El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo
(Cor. 3, 16; 6, 19) y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos” (Gal. 4, 6;
Rom. 8, 15-16 y 26). L.G. 4.
“Ahora bien, este reino brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en la
presencia de Cristo”. L.G. 5.
* La Iglesia es el cuerpo místico de Cristo. Es la Comunidad de los hijos de Dios.
“En este cuerpo, la vida de Cristo se comunica a los creyentes, quienes están unidos
a Cristo paciente y glorioso por los sacramentos, de un modo arcano, pero real. Por el
bautismo, en efecto nos confiamos en Cristo: porque también todos nosotros hemos sido
bautizados en un sólo Espíritu (1 Cor. 12, 13), ya que en este sagrado rito se representa y
realiza el consorcio con la muerte y resurrección de Cristo.... L.G. 7.
“ Y del mismo modo que todos los miembros del cuerpo humano, aún siendo
muchos, forman, no obstante, un sólo cuerpo, así también los fieles en Cristo”. (1 Cor. 12,
12ss.). También en la constitución del cuerpo de Cristo está vigente la diversidad de
miembros y oficios - uno sólo es el Espíritu que distribuye sus variados dones para el bien
de la Iglesia según su riqueza y la diversidad de ministerios -. ( 1 Cor. 12, 1-11; L.G. 7).
80
* La Iglesia fue instituida por Cristo como una realidad visible, compuesta de personas e
instituciones y al mismo tiempo como una realidad espiritual con los vínculos de la Fe, la
Esperanza y la Caridad. Allí anima y da vida el mismo Espíritu Santo.
“Cristo, el único mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su
Iglesia Santa, comunidad de Fe, Esperanza y Caridad, como un todo visible”. L.G. 8.
“Por eso se la compara, por una notable analogía, al misterio del Verbo encarnado,
pues así como la naturaleza asumida sirve al Verbo divino como de instrumento vivo de
salvación unido indisolublemente a Él, de modo semejante la articulación social de la
Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica, para el acrecentamiento de su cuerpo”. L.G.
8.
Así presentamos sintéticamente la noción, realidad y misión de la Iglesia de
Cristo, a partir de la Constitución dogmática sobre la Iglesia. “Lumen Gentium”.
Para ingresar a esta Iglesia, para comenzar a ser miembro están los
Sacramentos de la iniciación Cristiana: Bautismo, Eucaristía y Confirmación. Esta
doctrina está expresada en normas orientadoras para toda la Iglesia en el Código de
Derecho Canónico.
II. Parte
1- ¿Quiénes son los fieles cristianos?.
C. 204. Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se
integran en el pueblo de Dios y, hechos partícipes a su modo por esta razón de la función
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sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a
desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo.
Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mando, subsiste en la
Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.
C. 842. Quien no ha recibido el bautismo, no puede ser admitido válidamente a los
demás sacramentos.
Los sacramentos del bautismo, de la confirmación y de la santísima Eucaristía están
tan íntimamente unidos entre sí, que todos son necesarios para la plena iniciación cristiana.
C. 205. Se encuentran en plena comunión con la Iglesia Católica, en esta tierra, los
bautizados que se unen a Cristo dentro de la estructura visible de aquella, es decir, por los
vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico.
C. 879. El sacramento de la confirmación, que imprime carácter y por el que los
bautizados, avanzando por el camino de la iniciación cristiana, quedan enriquecidos con el
don del Espíritu Santo y vinculados más perfectamente a la Iglesia, los fortalece y obliga
con mayor fuerza a que, de palabra y obra, sean testigos de Cristo y propaguen y defienden
la fe.
C. 889. Sólo es capaz de recibir la confirmación todo bautizado aún no confirmado.
Fuera del peligro de muerte, para que alguien reciba lícitamente la confirmación se
requiere que, si goza de uso de razón, esté convenientemente instruido, bien dispuesto y
pueda renovar las promesas del bautismo.
C. 890. Los fieles están obligados a recibir este sacramento en el tiempo oportuno;
los padres y los pastores de almas, sobre todo los párrocos, procuren que los fieles sean
bien preparados para recibirlo y que lo reciban en el tiempo oportuno.
Edad para recibir la Confirmación. (Ver C. 891).
La Conferencia Episcopal Paraguaya determina que el sacramento de la
confirmación sea conferido a los fieles que hayan cumplido 15 años de edad y hayan
llenado dos requisitos prescritos por el ordinario del lugar. Legislación Complementaria el
C. 891.
Nota. En el C. 891. Se habla “del entorno de la edad de la discreción”.
82
III. Parte
Hasta aquí las orientaciones doctrinales del Vaticano II y las normas orientadoras del
Código de Derecho Canónico.
Se nos enseña y se establece: Resumiendo:
- La Iglesia es un misterio de salvación.
- Es la institución establecida por Cristo para canalizar ordinariamente los dones del
perdón, la vida y la salvación.
- Es un misterio de unidad y comunión. El mismo Cristo nos llama a la Unidad con Dios y
entre nosotros (Jn 15, 1-17).
- La Iglesia es el cuerpo místico de Cristo. Cristo es la Cabeza y cada uno de nosotros los
miembros de su cuerpo. El Espíritu Santo asiste, anima y guía a la Iglesia.
- Hay diversidad de miembros, diversidad de dones y servicios, sin embargo la Iglesia es
una. Es el mismo Espíritu que reparte los dones para el bien de toda la Iglesia.
- La Iglesia es una realidad visible y espiritual al mismo tiempo. Así la articulación social
de la Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica, para el acrecentamiento de su cuerpo.
- El Canon 204 nos define quienes son los fieles Cristianos
- El Canon 205 nos enseña quienes se encuentran en plena comunión con la Iglesia
Católica.
Son muy importantes los vínculos de la profesión de Fe, de los sacramentos y del
régimen eclesiástico.
- El Canon 842 nos dice que son necesarios el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía
para la plena iniciación cristiana.
- El Canon 879 define el sacramento de la Confirmación y recalca que este sacramento
enriquece con el don del Espíritu Santo, que vincula más perfectamente a la Iglesia, que
fortalece y obliga a que con mayor fuerza, de palabra y obra sean testigos, apóstoles y
defensores de la Fe.
- Los Cánones 889 y 890 hablan de la necesaria y conveniente instrucción, la buena
disposición y la decisión de renovar las promesas del Bautismo.
83
- La Reglamentación Complementaria del C. 891 de la Conferencia Episcopal Paraguaya
establece como edad requerida el haber cumplido 15 años de edad y haber llenado los
requisitos prescritos por el Ordinario del lugar.
IV. Parte
- Ahora bien el Camino, el paso necesario y obligado para llegar a vivir, hacer realidad
toda esta doctrina y observar los directivos del Código, tenemos como la Puerta de Ingreso
los Sacramentos de la Iniciación Cristiana.
- Entre estos, a su tiempo, el Sacramento de la Confirmación señala el momento de asumir
con bastante claridad y decisión voluntaria y personal la Responsabilidad de Ser, de Vivir,
de Actuar y de Testimoniar la Fe y el compromiso cristiano.
- De esta manera se hace Miembro pleno de la Iglesia de Cristo, mediante la participación
e integración a la Comunidad Eclesial.
- Por tanto tiene importancia capital la orientación y el contenido doctrinal de la
Catequesis para la Confirmación. Igual importancia tiene el proceso de integración real y
los signos concretos de pertenencia a la Iglesia y de compromiso cristiano.
Orientaciones Concretas.
1- Algo decisivo y por todo de primera importancia es la calidad de la fe, de la pertenencia
y del compromiso cristiano claro, decidido, aunque inicial pero progresivo.
2- Debemos inculcar la participación en la Celebración Dominical, en la Catequesis y
jornadas de preparación y en algunas actividades de servicio al prójimo o a la comunidad.
3- Que quede bien claro que los factores que determinan la aptitud y la buena disposición
es la vida, el testimonio, el compromiso y la participación.
Tiene importancia el seguir bien la Catequesis, las jornadas y tener la edad
establecida, son condiciones importantes y hasta necesarias pero no decisivas.
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4- Un compromiso claro y público de servicio establece a la comunidad que puede ser
fuente suficiente para prescindir de las otras exigencias (Ser catequista u otro servicio
permanente) y capacitar para la recepción del Sacramento.
5- No hay que identificar los períodos de preparación con el año lectivo escolar. Tal vez
buscar otro tipo de actividades y servicios para este período.
6- El sacramento se puede administrar y recibir en cualquier época del año.
7- Unos 6 meses antes de la fecha de la Confirmación ya habría que señalar quienes se
están poniendo en condiciones para recibir el Sacramento y quienes no, de según como
están caminando hasta ese momento.
De los Padrinos.
8- El Código dice que es aconsejable que sean los mismos padrinos del Bautismo. Pero
puede ser otros o diferentes.
9- Puede ser un matrimonio o una sola persona, que sea seria y responsable.
10- De los Padrinos y Madrinas se requiere que sean Miembros de la Comunidad
Cristiana. Que se los identifique por su participación y testimonio cristiano para ser guía,
modelo y tener autoridad frente al ahijado y a la Comunidad Cristiana.
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11- También es importante que los padres y padrinos reciban unas orientaciones doctrinales
y pastorales periódicas para que puedan ser buenos guías, consejeros y compañeros de ruta
en la formación, crecimiento y maduración cristiana de sus hijos, ahijados y ahijadas.
12- Sería conveniente que los Confirmandos tengan parte en la elección de sus padrinos y
madrinas y no sea por una cuestión de compromiso social exclusivamente de sus padres.
13- Entre dos y tres meses antes tenemos que contar con la nómina de los propuestos para
ser padrinos o madrinas. Para estudiar las proposiciones.
14- El primer escrutinio puede hacer el equipo responsable de la catequesis en general o de
la Catequesis de Confirmación u otro organismo pastoral. En los casos de duda, de
conflicto o rechazo no aceptada, consulta al Párroco. De hecho él tiene que notificar la lista
establecida.
Si, en algún caso, hay criterio dispar entre el Equipo Calificador y el Párroco y si este
cree necesario corregir lo presentado, por motivos pastorales, puede hacerlo pero, siempre
tiene que dar una explicación de su proceder a sus colaboradores.
VII- RESUMEN
Catecismo de la Iglesia Católica
1315 - “Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había
aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y Juan. Estos bajaron y oraron por ellos
para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de
ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les
imponían las manos y recibían el Espíritu Santo” (Hch 8, 14-17).
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1316 - La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el
Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos
más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos
todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra
acompañada de las obras.
1317 - La Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma del cristiano un
signo espiritual o carácter indeleble; por eso este sacramento sólo se puede recibir una vez
en la vida.
1318 - En Oriente, este sacramento es administrado inmediatamente después del
Bautismo y es seguido de la participación en la Eucaristía, tradición que pone de relieve la
unidad de los tres sacramentos de la iniciación cristiana. En la Iglesia latina se administra
este sacramento cuando se ha alcanzado el uso de razón, y su celebración se reserva
ordinariamente al obispo, significando así que este sacramento robustece el vínculo
eclesial.
1319 - El candidato a la Confirmación que ya ha alcanzado el uso de razón debe
profesar la fe, estar en estado de gracia, tener la intención de recibir el sacramento y estar
preparado para asumir su papel de discípulo y testigo de Cristo, en la comunidad eclesial y
en los asuntos temporales.
1320 - El rito esencial de la Confirmación es la unción con el Santo Crisma en la
frente del bautizado (y en Oriente, también en los otros órganos de los sentidos), con la
imposición de las manos del ministro y las palabras: “Recibe por esta señal el don del
Espíritu Santo”.
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1321 - Cuando la Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, su conexión
con el Bautismo se expresa entre otras cosas, por la renovación de los compromisos
bautismales. La celebración de la Confirmación dentro de la Eucaristía contribuye a
subrayar la unidad de los sacramentos de la iniciación cristiana.
VIII- PREGUNTAS PARA COMPARTIR
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1- ¿Qué significa la palabra “Cristo”? ¿Qué relación tienen entre sí las palabras:
“Crisma” -“Cristo” - “Cristiano”?
2- ¿Qué es y qué consecuencias trae el ser testigo de Cristo?
3- ¿Por el Sacramento de la Confirmación, quién “confirma” qué?
4- ¿Cuáles son los signos de la confirmación y qué sentido tienen?
5- ¿Qué quiere decir la afirmación de que la Confirmación es el Sacramento del
cristiano adulto?
6- ¿Cómo debemos ser hoy profetas y testigos de Cristo?
7- ¿Qué piensas hacer en el ambiente en que vives?
8- ¿Qué significa el Sacramento de la Confirmación para ti personalmente?
III- EL SACRAMENTO
DE LA EUCARISTÍA
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“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangreverdadera bebida.El que come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él.Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre.así el que come vivirá por mí.Este es el pan bajado del cielo, no como el que comieron los padres y murieron.El que come este pan, vivirá eternamente” ( Jn 6, 54-58)
PARA REFLEXIONAR
MI COSECHA ES MEJOR
Un burlón ateo escribió al director de un
diario: “Este año hice una prueba digna de ser
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tomada en cuenta. Trabajé todos los domingos en el
campo, en lugar de irme a Misa. Mi cosecha de maíz
resultó mucho mejor que la de mis vecinos que cada
domingo acudían a la Iglesia. ¿Qué dice de esto?”
El director, no escondiendo su fe cristiana,
publicó la carta poniéndole este título: “Dios
arregla las cuentas no siempre en el mes de la
cosecha de maíz”.
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EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA
Aquí es importante señalar que la Eucaristía también tiene su Signo y su Significado
Signo: Una mesa, Pan, Vino, Participantes.
Por ser fiesta también flores y adornos... .
Nos preguntamos: ¿Quienes son los que normalmente se encuentran
alrededor de una mesa?
Los miembros de una familia. Por eso, es necesario recalcar que para esto es
fundamental estar en comunión, porque muchas veces la ausencia de familiares en la mesa
es signo de enojo, de pelea... .
Significado: Se realiza en este sacramento la reunión de los hijos de Dios, hermanos
entre sí. Unidad y comunión con Dios, con los hermanos, con la comunidad.
Este sacramento tiene su peculiaridad muy especial, porque aquí no sólo actúa el
poder de Cristo, sino que Él mismo personalmente se da en alimento a los cristianos.
Alimento: Da vigor, fuerza, vitalidad. La Eucaristía exige permanentemente la vida
en comunión con Dios y con los hermanos.
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Nos recuerda siempre que lo normal en la vida del cristiano es vivir en comunión con
Dios y con los hermanos y que cualquier otra situación es un estado irregular y anormal, el
cristiano en este caso está enfermo. (1 Cor 11,30)
La celebración de la Eucaristía exige, por su mismo naturaleza, en razón del signo y
por lo que significa, la existencia de una comunidad, de un grupo de cristianos que se
reúnen y que sienten próximos unos a otros en razón de su fe y de su vocación común.
La misma Eucaristía, su celebración, va a estar exigiéndonos cada vez más, que
vivamos más y más la Comunión y la Unidad, en su doble dimensión: con Dios y con
nuestros hermanos.
Por eso es Fuente: De allí nace, allí se expresa y mediante este sacramento crece la
conciencia y la vivencia y la capacidad de Comunión y Unidad.
De allí nace la exigencia de servicios y de expresiones y manifestaciones de amor
entre hermanos.
Es Cumbre: Porque allí se vive el Encuentro personal con Jesús, que se nos da bajo
la forma de pan y de vino y además se da el encuentro con los hermanos que comparten la
misma celebración.
El ideal de la vida cristiana es vivir cada vez más plenamente la comunión con Dios y
la comunión con los hermanos y aquí en este sacramento se lo vive sacramentalmente y de
allí nace la exigencia para que también se lo viva cada vez mejor en la vida diaria.
1- La Eucaristía y los otros Sacramentos.
La Celebración eucarística es el acto fundamental de la comunidad cristiana. Más, es
prácticamente el único o casi el único, al menos en largos períodos de su vida eclesial.
Ciertamente, hay otros actos sacramentales, pero éstos la preparan o la prolongan. Así el
bautismo y la confirmación, llamados por eso sacramentos de iniciación; también la
Reconciliación. Son corriente fluvial y embocadura hacia la eucaristía; es decir, paso
obligado que da entrada y permite el acceso a la reunión de la comunidad, su reunión
eucarística. Luego, el matrimonio, el orden y la unción son los actos por los que ésta
desemboca, para hacer al hombre permeable a la acción dinámica de Dios.
Cada vez más, los cristianos vuelven a tomar conciencia de la sencilla elementalidad
de su programa comunitario. Su presencia en el mundo y su compromiso con él, a que su
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misma fe los impulsa, les obliga a una esencialidad tanto más imprescindible cuando más
concentrada.
En los primeros tiempos de la vida de la Iglesia se vivía una situación muy similar.
El caso en el que se centran todas las descripciones de la vida de la comunidad primitiva es
la eucaristía. Esta tenía el carácter, que hoy también vuelve a descubrirse, de una reunión
familiar, donde todos se amaban. Por eso recibía el nombre estereotipado de Synaxis
(reunión, congregación, asamblea).
La reunión tenía lugar una vez a la semana, el domingo, día de la Resurrección. Su
ritmo, pues, era el semanal, el mismo que empleaban ya los calendarios de entonces. En
esta reunión debía concentrarse todo lo que importaba a la comunidad. Normalmente, fuera
de este momento no volverían a encontrarse sus miembros. Lo central era la escucha de la
palabra y la eucaristía. Pero también era de la máxima importancia realizar los diversos
gestos de la caridad que el sacramento eucarístico significa y fundamenta.
Estos gestos eran: el abrazo de paz, que implica una reconciliación, y la colecta. Es
decir, y resumiendo: la puesta en común de bienes y corazones.
Hay que añadir el recuerdo de los ausentes, por medio de las preces, y el envío del
Sancta, es decir, de fragmentos de las especies consagradas.
2- La Eucaristía : Misterio Central de la Iglesia.
“El misterio eucarístico es sin duda el centro de la liturgia sagrada, más aún, de la
vida cristiana. Por eso la Iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, trata de penetrarlo cada
vez más y de vivir de él más intensamente” (Pablo VI).
La Eucaristía ocupa el centro de la fe y de la vida de la Iglesia por ser la presencia de
Cristo Señor y de su sacrificio pascual en el que culmina la obra de nuestra salvación y en
el que la Iglesia renace cada día y recibe fuerza para cumplir su misión.
La Eucaristía es el sacramento en que más directamente se representa el
acontecimiento central de la salvación, en que más profundamente la Iglesia realiza su
esencia como cuerpo sacramental de Cristo y en que con mayor plenitud y cercanía cada
uno de los fieles puede beber vida abundante en las fuentes de la Salvación.
El Vaticano II dice, sintetizando la tradición eclesial: “Nuestro Salvador, en la última
cena, la noche en que le iban a traicionar, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y
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sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la Cruz, y
a confiar así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección: Sacramento
de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se recibe como
alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera”
( SC 47).
La Eucaristía es la “fuente y la cumbre de toda vida cristiana”, por ello la verdadera
Misa del cristiano es: Participar en la celebración de la Santa Misa y poner en práctica lo
que ella significa.
3- Principales Términos.
* Símbolos: Derivada del término griego “symbllein”, que quiere decir, unión,
encontrarse. Symbolé es el encuentro de dos ríos o una mesa común en la que todos
participan. El Símbolo es entonces: Unión, Comunión.
* Alianza: Indica el pacto y juramento que da entre Dios y los hombres. La alianza “el
berit”, es el fundamento de la vida social, moral y religiosa del pueblo de Israel.
* Eucaristía: Es una palabra griega que significa acción de gracias, agradecimiento. (eu:
buena; Jaris: gracia)
* Muerte: Del verbo griego Paradidonai: entregar, dar, traicionar, poner en manos de uno.
* Transubstanciación: Del latín Trans: al otro lado; substancia: sustancia. Es entonces, paso
de una sustancia a otra. Aplicada a la Eucaristía, es la vía por la cual se hace presente el
Cuerpo de Cristo bajo las especies eucarísticas. Es la transformación de las sustancias del
Cuerpo y la Sangre de Cristo que tiene efecto por la consagración eucarística en virtud del
poder de Dios.
* Presencia: Del latín presentía: asistencia personal o estado de la persona que se halla
delante de otra u otras en el mismo pasaje que ella.
* Real: Del latín: realis: que tiene existencia verdadera y efectiva.
* Memorial: Es la representación de lo que se conmemora, la presencia real de lo que pasó
históricamente y que se comunica aquí y ahora de manera eficaz.
* Sacrificio: Es una acción ritual por la que se hace una ofrenda a la divinidad. Del latín
sacrificium: ofrenda a una deidad en señal de homenaje o expiación.
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* Propiciación: Acción agradable a Dios, con que se le mueve a piedad y misericordia.
4- Desarrollo del tema:
I- Elementos fundamentales de la Teología Eucarística:
1- La Comunión Convival.
El rasgo fundamental de este
sacramento es la comunión convival o el
banquete compartido: Se distribuyen el pan y
el vino, se pronuncia la palabra explicativa de
Jesús en su última cena y se invita: ¡Tomad,
comed, bebed! (Mt 26,26ss).
El banquete fue siempre signo de
alianza, a través de la comida y bebida en común se crea y se representa una comunión.
Desde que se estipuló en el Sinaí hasta la congregación de la comunidad en la experiencia
pascual: La alianza de Dios con los hombres se realza en la unión de los hombres entre sí.
En la comida y bebida en común se recibe la vida y se celebra la alianza que hace posible
esa vida.
Con ello la eucaristía se convierte en imagen y centro de la fe cristiana: en el
encuentro interhumano se hace encontradizo Dios. El punto culminante de esta atención
divina se alcanza en su autocomunicación en Jesucristo; su consecuencia ética es la unidad,
de amor a Dios y al prójimo, y su representación simbólica es el común y compartido
banquete eucarístico.
2- Acción de gracias (Eukharistía).
El aspecto de la recepción se acerca al aspecto de la comunión. En el comer y beber
experimenta el hombre su necesidad de que la vida se le otorga de continuo. De ahí que el
banquete sea también un lugar clásico de acción de gracias. Y así figura también en el
centro de la celebración eucarística la gran oración de acción de gracias que es el canon de
la Misa. Se dan gracias por los dones de pan y del vino y también por toda la historia de
Dios con su pueblo, que representa y se expresa en este convite.
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3- Memoria (anámnesis)
Dado que en la anámnesis se funden mutuamente el “entonces” y el “hoy”, también
la celebración de la eucaristía es un encuentro real con Jesucristo y su historia. “Cristo, con
todo lo que ha llevado a cabo por nosotros y por la creación entera (en su encarnación,
humillación, servicio, instrucción, pasión, sacrificio, resurrección y ascensión al cielo y con
el envío del Espíritu), está personalmente presente en esta “anámnesis” y nos otorga la
comunión consigo.
4- La venida de Cristo y la presencia de su sacrificio.
La comunidad celebra con acción de gracias y rememoración la venida de Cristo a la
congregación eucarística.
Queda patente, a partir del concepto de la venida de Cristo, la conexión interna entre
presencia real y sacrificio, y a partir de la ideal de memoria se pone de manifiesto que tal
sacrificio no ha de entenderse como “repetición” del sacrificio de Jesús, sino más bien
como el hacerse presente del Señor exaltado con su entrega realizada “de una vez para
siempre”
5- Participación en su entrega.
Cristo viene en la eucaristía para incorporar al movimiento de su entrega amorosa a
los allí congregados, los cuales tienen que dejarse prender por él e incorporarse a la historia
de su vida. De este modo la participación en el banquete se convierte en “participación en
la sangre de Cristo” (1 Cor 10, 16) y el sacrificio de Jesús se hace sacrificio eucarístico de
la comunidad celebrante.
El signo sacramental del sacrificio es la distribución del pan y del vino. Cristo se da a
sí mismo, y quienes comparten pan y vino se abandonan al movimiento de su entrega. La
conexión interna entre banquete y sacrificio se hace ver cuando se descubre la conexión
entre amor y muerte. Amor significa el riesgo de entregarse, la donación de la vida. De ahí
que esté emparentado con el morir, por cuanto que el morir puede entenderse como la
última consecuencia de una vida en entrega.
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6- Transformación.
La venida de Cristo transforma. El comer y el beber no queda en simple comida y
bebida, sino que pasa a ser el banquete del Señor, el pan y el vino no continúan siendo
meros alimentos, sino que se convierten en símbolos reales de su presencia y entrega, en
cuerpo y sangre de Cristo, a fin de que los congregados se transformen en un cuerpo y
participen de su entrega.
La transformación puede referirse (no con una separación real, pero sí matizando
conceptualmente) a tres niveles:
1. La misma congregación pasa a ser la “cena del Señor”. Por ello quien no lo tiene
en cuenta se comporta de “manera indigna” y se “hace reo del cuerpo y de la sangre del
Señor” (1 Cor 11,27).
2. Se transforman los signos centrales en la comunión convival: Pan y Vino se hacen
Cuerpo y Sangre de Cristo, “se encarnan” la presencia del Señor. La fracción del pan y la
distribución del cáliz se convierten en símbolos reales de su autoentrega.
3. Esto ocurre con vistas a la transformación de los congregados: la transformación
de personas egoístas en hijos del Padre movidos por el Espíritu, la transformación de
muchos individuos en la comunidad de hermanos y hermanas que se aman, la santificación
renovadora de los pecadores mediante la “incorporación” a la autoentrega amorosa del
Hijo. Tal es el objetivo, el punto culminante y el centro de sentido de la celebración
eucarística.
7- Petición del Espíritu Santo
La venida de Cristo, la participación en su entrega y la transformación de las
personas, todo ello se produce gracias al Espíritu Santo.
El aspecto pneumatológico esclarece de manera especial el
carácter personalista de la transformación eucarística. El Espíritu
Santo significa, en efecto, la presencia personal y transformante del
Padre y del Hijo en el otro. La transformación por el Espíritu
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significa: Los asistentes y celebrantes se abren a la presencia real pneumática, a la venida
del Señor, que transforma toda la asamblea y a los congregados en ella.
8- Preludio de la Consumación.
La Eucaristía designa lo que el mundo deber ser: ofrenda y alabanza del creador,
comunión universal en el cuerpo de Cristo, reino de justicia, de amor y de paz en el
Espíritu Santo. En la medida en que la eucaristía representa el esperado mundo futuro,
ejerce esa función provocadora, motivadora y transformante: en el contraste entre la
celebración y la realidad cotidiana los participantes experimentan lo inmaduro que está el
mundo todavía, se mueven por la imagen del mundo futuro, se comprometen por su venida
y se fortalecen en la esperanza de que su compromiso no es inútil. La eucaristía es a la
vez preludio de la consumación y viático para el camino y actúa sobre el mundo como
una realidad transformadora.
9- Celebración de la Iglesia.
La Eucaristía es la celebración
central de la Iglesia. Cierto que la Iglesia no se celebra a sí misma, sino la historia a la que
ella debe su existencia, la esperanza que la mueve la venida del Señor por la que ella se
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deja transformar. Pero en esa celebración se representa a la vez lo que ella es o lo que debe
ser: una comunidad que da testimonio de Jesucristo y del reino de Dios que él predicó,
intenta vivir ese testimonio en el servicio al prójimo y en la celebración de la liturgia,
representa de una manera simbólica ambos testimonios, el de la palabra y el de la acción.
En la Eucaristía entra la predicación de la palabra, al igual que la fracción del pan. Así la
eucaristía, aunque apunte mucho más allá, es también imagen de la Iglesia.
Si en la eucaristía la Iglesia se representa como una comunidad, si la Iglesia es
esencialmente una comunidad de comunidades y si la Iglesia conoce un ministerio que
sirve en la asamblea para la comunión y unidad entre las comunidades, quiere decirse que
en la celebración de la eucaristía se debe contar con la dirección de un ministro ordenado y
capacitado. La ordenación, en efecto, contribuye a la reunión y unidad dentro de la
comunidad eucarística y establece la conexión entre esa celebración eucarística de la Iglesia
y todas las demás. También en este punto se da una creciente coincidencia ecuménica.
II. Sentido Teológico de la Eucaristía.
1. Reunirse:
Es una reunión de los Bautizados.
Pablo utiliza cinco veces el verbo
“reunirse”. Pero el hecho de reunirse
es un proceso, puede ser para bien o
para mal. (1 Cor 11,17). En Corinto
ocurre lo segundo. Los ricos
empezaban a comer avergonzando
así a los más pobres, que sólo más
tarde llegaban de su trabajo y tenían
que contentarse con los restos de la
comida. Mientras unos pasan hambre, otros banqueteaban sin mesura (1 Cor 11, 21). Más
lo que importa sobre todo es que la asamblea sea una reunión efectiva.
100
La eucaristía se entiende como una comida con todo lo que comporta en el orden
humano y en lo religioso. Debemos subrayar la conexión entre celebración eucarística y
comunicación comunitaria.
2. Participación del cuerpo de Cristo.
Los Corintios corren el peligro de caer y beber “sin
discernir que es el cuerpo del Señor” (1 Cor 11,29).
La interpretación más convincente es la que
incorpora los tres niveles, de manera que cada uno
apunta a los otros: Pan y Vino son signos
concentrados del banquete, y el banquete es un
signo realizado de la coexistencia comunitaria.
Pablo toma posición contra la participación en los cultos idolátricos paganos: La
comunión eucarística no tolera pactos a dos bandas, sino que significa una solidaridad
decidida. No puede uno estar invitado “a la mesa del Señor” y simultáneamente “a la mesa
de los demonios” (1 Cor 10, 21). Porque es un solo pan, somos, aunque mucho, un solo
cuerpo, ya que todos participamos en un solo pan (1 Cor 10, 16s). También aquí se
entrelazan en la imagen del cuerpo de Cristo los tres elementos: el pan eucarístico, la
partición del pan y nosotros. La palabra enlazante es Koinonía: Comunión mediante la
participación de todos.
Cuerpo de Cristo es por tanto, y ante todo, una realidad dinámico-personal:
Comunión con Cristo en la comunión recíproca, realizada simbólicamente en la
participación del pan y en la distribución del cáliz.
3. Nueva alianza, Sangre de la Alianza.
En la tradición que citan Pablo y Lucas se dice: “este cáliz es la nueva alianza en mi
sangre” (Lc agrega: que es derramada por vosotros) mientras que Mc y Mt: esta es mi
sangre de la alianza, que es derramada por muchos.
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La cena y también la Eucaristía, apuntan a la muerte de Cristo como sacrificial y
salvadora: Los gestos y palabras aluden a la entrega del siervo de Yavé como rescate por
todos (Is 53, 10-12; Mc 10, 45).
4. La Eucaristía es el memorial de esa muerte salvadora.
Por eso la eucaristía no sólo es recuerdo, sino actualización, participación en forma
de comida sacramental del gran acontecimiento salvador que es la muerte de Cristo
presentada con lenguaje sacrificial.
El banquete habla de la entrega de Jesús. Eso es celebrar, anunciar o proclamar su
muerte. Anunciar es aquí ciertamente más que un simple informar o recordar. Está
emparentado con la memoria o conmemoración, “Haced esto en memoria mía” (1 Cor, 11,
24.25; Lc 22, 19).
5. Experiencia de la Resurrección.
Al partir el pan se
les otorga a los
discípulos de Emaús
la experiencia de que
Jesús crucificado ha
resucitado y está
cerca de ellos de una manera nueva. El ejemplo más claro es la historia de los discípulos de
Emaús marcadamente catequético (Lc 24, 13-35). De forma parecida se estructura el relato
de la aparición de Jesús en el lago de Genesaret (Jn 21, 1-14).
Tres son los elementos que merecen atención en estas narraciones:
* El lugar de la experiencia pascual es la congregación, banquete comunitario. Lo
cual significa: La celebración de la eucaristía es la memoria realizadora de la resurrección
del crucificado.
* El partir el pan no se separa explícitamente de la comida cotidiana en comunión los
límites siendo fluidos; este hecho subraya la conexión entre celebración eucarística y
comunicación comunitaria.
102
* En el curso de la acción, Jesús pasa a ser el donante, de forma que una visión desde
el final descubre claramente que la iniciativa la tenía él ya desde el comienzo. Queda claro
así que Jesús resucitado es personalmente el sujeto de la experiencia pascual y de la
celebración eucarística. En el encuentro personal con los discípulos, al partir el pan, Jesús
crucificado se muestra viviente a la experiencia de los congregados: Ellos lo reconocen
como el verdadero anfitrión, que invita, congrega, los transforma y los compromete en su
misión.
6. La cena de Jesús fue una cena de despedida en el marco testamentario, con
tensión escatológica, con afán de solidaridad entre el que va y los que se quedan, con
sentido de resumir todo lo compartido y de avisar para lo que se avecina. Se anuncia la
inminencia del Reino Escatológico.
103
7. Tiene sentido Escatológico.
Al igual que el convite en Israel y la última cena de Jesús, también el banquete del
Señor celebrado por los cristianos es un signo escatológico. Lo que Pablo formula
escuetamente con la expresión “hasta que venga” (1 Cor 11, 26)
Lo dicen los
sinópticos
“beber del fruto
de la vid... en el
reino del Padre”
(Mt 26, 29) a la
liturgia cristiana
pertenece
Maranatha (el
Señor viene), “el
ya y todavía no”.
En la celebración eucarística viene el Cristo crucificado y resucitado y se abre la
perspectiva escatológica a su llegada en aquel día (Mt 26, 29).
8. El perdón de los Pecados.
Mateo es el único que explícitamente conecta el pecado con la última cena, esta es mi
sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados (Mt
28, 28). La comunión convival eucarística es el lugar del perdón, como lo es el
banquete de Jesús. Jesús acoge al pecador.
104
9. Creer, amar y celebrar el banquete eucarístico.
En el conjunto del
discurso del pan (Jn
6, 25-58). la metáfora
“comer y beber” tiene
un doble significado.
La comida precedente
de 5 mil personas (Jn
6, 1-15) es un signo.
Lo que Jesús ofrece es
más que el pan con el
que el hombre se sacia
de manera provisional:
Proporciona una vida indestructible desde la unión con él. Él personalmente es “el pan de
vida”. Comer de ese pan significa creer en Jesucristo, vivir de la comunión con él. En la
parte primera del discurso del pan, comer y beber ha de entenderse, pues, en un sentido
estrictamente personal (hasta Jn 6, 51a).
A partir de (Jn 6, 51b ) esto se convierte en el tema explícito: comer y beber es igual
a la participación en la celebración sacramental.
La comunión con Cristo depende del cumplimiento del mandamiento, del amor a
Cristo, que se practica de manera concreta en el amor al prójimo.
La conexión lógica entre las realizaciones de la comunión Cristo (creer, comer, amar)
resulta patente cuando se tiene en cuenta la tendencia antidocetista del Evangelio de Juan.
Frente a la concepción de que puede darse la comunión con Dios en una fe espiritual, ajena
en la historia y que ignora las relaciones sociales, el evangelista acentúa la estructura
emanacionista de la revelación y la fe: el logos se hizo carne (Jn 1, 14).
105
Consiguientemente, los tres aspectos forman un todo: La confesión del Logos
encarnado, el amor que se encarna en un compromiso concreto y la celebración física
del sacramento.
III- La esencia del sacrificio de la Misa. Puntos Teológicos ciertos y comúnmente
admitidos.
Trento expuso sintéticamente lo esencial de la doctrina católica sobre el
sacrificio eucarístico (Dz 938-940). Declara:
La unicidad del sacrificio de la cruz y la perennidad del sacrificio de Cristo.
Ofrecimiento sacrificial en la Cena: “Ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre
bajo las especies de pan y vino y... los entregó para que los tomaran, a sus apóstoles, a
quienes entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento, y a ellos y a sus sucesores en
el sacerdocio, les mandó con estas palabras: Haced esto en memoria mía ... Así ... instituyó
una Pascua nueva, que era El mismo ...” (Dz 938).
Continuidad de esa oblación sacrificial en la Misa: “Para dejar a su esposa amada,
la Iglesia, un sacrificio visible, como exige la naturaleza de los hombres, por el que se
representara aquel suyo sangriento que había una sola vez de consumarse en la cruz, y su
memoria permanecería hasta el fin de los siglos, y su eficacia saludable se aplicara para la
remisión de los pecados que diariamente cometemos” (Dz 940).
Identidad substancial y modo de ofrecer distinto: “una sola y misma es la víctima y
el que ahora se ofrece por el ministerio de los sacerdotes es el mismo que entonces se
ofreció a sí mismo en la cruz, siendo distinta sólo la manera de ofrecerse. Los frutos de ésta
oblación suya (de la cruenta, decimos), ubérrimamente se perciben por medio de ésta
incruenta: tan lejos está que a aquella se menoscabe por ésta en manera alguna” (Dz 940).
Estos son los puntos claves de la doctrina católica acerca del sacrificio de la Misa.
Puntos que se repiten en los documentos posteriores de Pío XII, Mediator Dei, Pablo VI,
Mysterium fidei, y Juan Pablo II, Dominicae Cenae. Por su parte el Concilio Vaticano II se
expresa así: “Nuestro Salvador, en la última cena, la noche que lo traicionaban, instituyó el
sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta
106
su vuelta, el sacrificio de la cruz y a confiar así a su esposa, la Iglesia, el memorial de su
muerte y resurrección” (SC 47).
IV- La Presencia Sacramental de Cristo.
La transustanciación.
Para explicar cómo se produce la presencia real de Cristo en la Eucaristía, la
Escolástica acuñó el término “transustanciación”: Es la conversión admirable y singular
por la que toda la sustancia del pan y del vino se cambia por el cuerpo y la sangre de
Cristo, quedando solo las especies del pan y del vino. Es una mutación milagrosa porque en
el orden natural al cambiar la sustancia combinan los accidentes.
Corolarios de la presencia eucarística.
Presencia integral de Cristo bajo cada especie y cada parte. En la Eucaristía está y
se nos da Cristo entero: cuerpo, sangre, alma y divinidad, es decir, su persona gloriosa, que
es indivisible; indivisible fue también la donación sacrificial, de la que es memorial la
Eucaristía. (Dz 876 y 885 ).
Permanencia de la presencia real. Efectuada la consagración, la presencia de Cristo
perdura mientras existan las especies sacramentales (Dz 886).
Adoración de la Eucaristía. Ya los padres del siglo IV atestiguan que se adoraba a
Cristo antes de recibir la comunión. Trento reivindicó la legitimidad de la adoración al
Santísimo Sacramento aún fuera de la Misa (Dz 888). Lo volvió a poner de relieve Pablo
VI en la Mysterium Fidei, y la Eucharisticum mysterium (congregación de Ritos 1967) :
“Nadie debe dudar que los cristianos tributan a este santísimo Sacramento, al venerarlo, el
culto de latría, que se debe al Dios verdadero, según la costumbre siempre aceptada en la
Iglesia católica. Porque no debe dejar de ser adorado por el hecho de haber sido instituido
por Cristo, el Señor, para ser comida” (Dz 878). También en la reserva eucarística deber
ser adorado, porque allí está sustancialmente presente mediante la transustanciación.
Cómo se hace presente Cristo en la Eucaristía.
Se hace presente como el Señor glorioso. Es el Cristo Pascual, el Kyrios que ha
experimentado ya en la fuerza del Espíritu la glorificación escatológica y está lleno de la
107
divinidad. Para él no existe la limitación del tiempo y del espacio; por eso posee una nueva
manera, más abierta y profunda de presencia.
Es una presencia Personal y Relacional. Quien está presente es Cristo con toda la
riqueza de los misterios de su carne y lo está en función de la Iglesia y de todos los
hombres.
Es una presencia Sacramental . Realizada a través de los símbolos sagrados, los
cuales a la vez revelan el sentido específico de la presencia y velan otra realidad: El Cristo
de la gloria, que sólo se comunica a través de estas frágiles mediaciones sacramentales. Y
es el Espíritu Santo quien realiza esa admirable presencia, como se ve en las epíclesis del
misal.
V- Fines y Efectos del sacrificio de la Misa.
a- Fines: Dada la unidad con el sacrificio de la cruz, la Iglesia atribuye a la misa los
cuatro fines esenciales de aquél: Latréutico, eucarístico, impetratorio y propiciatorio.
Así enseña el Concilio de Trento y la Mediator Dei (Dz 950 y 940; 2300). Los protestantes
negaron los dos últimos porque implicarían un menoscabo del sacrificio de la cruz.
El fin Latréutico: Es el primordial. La glorificación plena del Padre se expresa y se
realiza en la total donación amorosa del hijo en la cruz, cuyo memorial celebramos en los
prefacios y la solemne doxología al final de la oración litúrgica. “Por Cristo, con Él y en
Él a ti, Dios Padre omnipotente ... todo honor y toda gloria”.
El fin Eucarístico: (al que alude el nombre mismo de Eucaristía). Es también
esencial al sacrificio de la Iglesia que siempre se siente motivada a agradecer a Dios por
todos los dones de su amor y en especial el don de Cristo. Por eso los prefacios romanos
empiezan: “Verdaderamente es justo ... darte gracias siempre y en todo lugar ...”
El fin Impetratorio: La Eucaristía prolonga la gran intercesión de Jesús en su vida
mortal y en la cruz (cf Heb 5,7). Ahí la Iglesia pide la aplicación a todos los fieles y a
todos los hombres, vivos y difuntos, de la gracia que brota de la cruz. En todas las anáforas
se expresa esa súplica universal, por vivos y difuntos.
El fin Propiciatorio: La Misa es el memorial del sacrificio realizado “para el
perdón de los pecados” (Mt 26,28). Cf anáfora IV: “Sacrificio agradable a ti y salvación
108
para todo el mundo”. La purificación y reconciliación es una exigencia de la nueva alianza;
mediante ella la Iglesia es regenerada como Esposa de Cristo (Ef 5,25-27).
b- Efectos:
La eficacia o valor intrínseco de la Misa.
* En cuanto sacrificio personal de Cristo, la Misa tiene eficacia “ex opere operato” y
valor infinito, independientemente de la condición del sacerdote y de los cooferentes. (Dz
939).
* Como sacrificio de la Iglesia, actúa “cuasi ex opere operato”, ya que ella obra como
esposa santa e inmaculada de Cristo (Ef 5, 25-27). y es siempre grata a Dios.
* Como sacrificio del ministro celebrante y de los fieles oferentes, la eficacia de la
misa es “ex opere operantis” y depende del grado de disposición de cada uno.
En cuanto a los efectos externos, la Misa tiene siempre su plena eficacia en los fines
latréutico y eucarístico (pues el Padre recibe enteramente la oblación de Cristo); pero en los
fines impetratorios y propiciatorios, se obtiene una eficacia limitada según la receptividad
de cada persona y el plan salvífico de Dios.
Frutos del sacrificio de la Misa: Suelen llamarse así los efectos propiciatorios e
impetratorios. Se distinguen generalmente, desde Escoto, Tres tipos de frutos:
* El general: Independiente de la intención del Celebrante, recae en favor de toda
Iglesia militante y purgante, en una medida que no conocemos.
* El especial: Que corresponde a las personas -vivas o difuntas- por quienes se aplica
el sacrificio. (Ya Tertuliano, Cipriano y Agustín hablan de celebración en favor de
determinadas personas; y Pío VI defendió ese uso contra el sínodo de Pistoya: Dz 1530).
* El personal: o especialísimo e intransferible, que recae sobre el ministro celebrante
y sobre los fieles cooferentes.
La percepción de estos frutos requiere en el beneficiario una actitud de acogida atenta
y amorosa y de compromiso vital que lleve a prolongar en la vida la ofrenda litúrgica de la
misa, a vivir la Misa imitando y reflejando en nosotros el amor oblativo que llevó a Jesús al
sacrificio.
109
Sintetizando podemos decir que: Nuestro encuentro con Jesús en la Santa Misa nos
debe llevarnos a:
* Una unión personal con Cristo (Visión Cristólogica).
* Una unión de los cristianos entre sí (visión eclesiológica).
* Un encuentro sincero con el Señor de la vida, es decir es remedio contra el pecado
(visión soteriológica).
* Una caminata con el Señor, ya que es prenda de vida eterna y de resurrección
(visión escatológica).
VI- Ministro, Sujeto y Necesidad de la Eucaristía.
Ministro de la Eucaristía:
Cristo confirió el encargo de realizar su
memorial solo a los apóstoles y a sus
sucesores (Lc 22, 19; 1 Cor 11, 24; cf 1
Cor 4, 1). Y la tradición eclesial, desde
Ignacio y Justino, refirió siempre a los
obispos y presbíteros dicho encargo de
Jesús. (En la Didakhé se alude a
celebraciones de ciertos “profetas”; se
discute si los mismos eran obispos
consagrados). Contra los valdenses, que negaban la jerarquía y atribuían a los laicos la
potestad de consagrar, el Concilio IV de Letrán definió: “Este sacramento solo puede
realizarlo el sacerdote ordenado válidamente” (Dz 430; cf 424).
Lo mismo definió el Concilio de Trento contra los protestantes que no admitían otro
sacerdocio que el común de todos los fieles (Dz 949 y 961). Y el Código de Derecho
Canónico establece: “Sólo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de
confeccionar el sacramento de la Eucaristía, actuando en la persona de Cristo” (DC. 900,
901).
110
Son ministros ordinarios de la sagrada comunión el obispo, el presbítero y el
diácono.
Es ministro extraordinario de la sagrada comunión el acólito, o también otro fiel
designado según el can 230, .3. (DC 910).
Sujeto de la Eucaristía: El sujeto válido de la Eucaristía es todo bautizado en
estado de peregrinación, aunque sea párvulo. Fue costumbre en algunas Iglesias antiguas de
dar la comunión a los niños recién bautizados, y Trento dice que no se puede condenar lo
que hicieron entonces (Dz 933).
Para la recepción lícita y digna de la eucaristía se requiere:
a. El estado de gracia: Esta exigencia tiene fundamento bíblico en el lavatorio de los
pies en la última cena como símbolo de purificación (Jn 13, 2-20) y en la grave
amonestación de Pablo. (1 Cor 11, 27ss).
Es evidente que quien no vive no puede alimentarse, y que quien va a recibir la
máxima prueba de amistad necesita ser amigo. Trento condena la sentencia de que baste
únicamente la fe para recibir la Eucaristía (Dz 893) y declara necesario el estado de gracia,
estableciendo que quien haya incurrido en pecado mortal, debe “hacer previa confesión
sacramental” salvo el caso de imposibilidad (Dz 893). Esta prescripción sigue hoy vigente:
(D.C. 916).
b. Suficiente conocimiento religioso: D.C 913:
.1. “Para que pueda administrarse la Santísima Eucaristía a los niños, se requiere
que tengan suficiente conocimiento y hayan recibido una preparación cuidadosa, de manera
que entiendan el misterio de Cristo en la medida de su capacidad y puedan recibir el cuerpo
del Señor con fe y devoción.
2. “Puede, sin embargo, administrarse la Santísima Eucaristía a los niños que se
hallen en peligro de muerte, si son capaces de distinguir el Cuerpo de Cristo del alimento
común y de recibir la comunión con reverencia”.
c. Devoción y recta intención: Es la disposición normal que la Iglesia pide para recibir:
con fruto la comunión frecuente y cotidiana (Pío X, Dz 1985s).
111
d. El ayuno eucarístico: D.C. 919.
.1. Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía ha de abstenerse de tomar cualquier
alimento y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción sólo
del agua y de las medicinas.
.2. El sacerdote que celebra la santísima Eucaristía dos o tres veces el mismo día
puede tomar algo antes de la segunda o tercera Misa, aunque no medie el tiempo de una
hora.
.3. Las personas de edad avanzada o enfermas, y asimismo quienes las cuidan, pueden
recibir la santísima Eucaristía aunque hayan tomado algo en la hora inmediatamente
anterior.
Necesidad de la Eucaristía:
Los efectos de la comunión eucarística muestran la importancia y la utilidad inmensas
de este sacramento. Ahora queremos precisar su necesidad. Esta se expresa en la solemne
declaración de Jesús: “En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del hombre
y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes” (Jn 6, 53). El tenor de las palabras
indica una verdadera necesidad de medio: No se puede obtener la vida eterna, la salvación
en su plenitud, si no es alimentándose con este Pan de vida. Pero la Iglesia nunca ha creído
que tal necesidad fuera absoluta: Cuando no es posible la recepción del sacramento, basta
el voto o deseo del mismo, incluido en la misma realidad bautismal.
El precepto divino de recibir la Eucaristía. - contenido en las mismas palabras de la
institución- fue concretado por la Iglesia en el Concilio IV de Letrán que obliga a comulgar
por lo menos una vez al año por Pascua (Dz 437); lo ratificó Trento (Dz 891) y el DC.
920: “Todo fiel, después de la primera comunión, está obligado a comulgar por lo menos
una vez al año. Este precepto debe cumplirse durante el tiempo pascual”.
La comunión frecuente:
Se ve como la participación normal en el sacrificio eucarístico y como alimento
normal de la vida cristiana. El peligro está en que esa “normalidad” degenere en práctica
rutinaria, sin seria exigencia personal. Si la comunión es un don de amor, debe ser recibida
112
con amor y debidamente valorada. La recta y piadosa intención exigida como disposición
debe manifestarse de algún modo en un auténtico progreso espiritual. El sacramento no
actúa automáticamente.
Recojamos, para terminar, el deseo de la Iglesia expresado en el Canon 898:
“Tributen los fieles la máxima veneración a la santísima Eucaristía, tomando parte activa
en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo este sacramento frecuentemente y
con mucha devoción, y dándole culto con suma adoración; los pastores de alma, al exponer
la doctrina sobre este sacramento, inculquen diligentemente a los fieles esta obligación”.
* “A cada fiel o a las comunidades que... se ven privados de la celebración de la Santísima Eucaristía... no por eso les falta la gracia del Redentor. Si están animados íntimamente por el deseo del sacramento y unidos en la oración con toda la Iglesia; si invocan al Señor y elevan a él sus corazones, viven por virtud del Espíritu Santo en comunión con la Iglesia, cuerpo vivo de Cristo y con el mismo Señor. Unidos a la Iglesia por el deseo del sacramento, por muy lejos que estén externamente, están unidos a la misma
113
íntima y realmente, y por consiguiente reciben los frutos del sacramento” (Sacerdotium ministeriale, 6. 8. 83).
5. Aplicación Pastoral
Sin lugar a dudas, la Eucaristía es muy importante en la vida cristiana por la gracia
que confiere. Ella es “fuente y cima de toda la vida cristiana” (L.G 11). “... La Sagrada
Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo,
nuestra Pascua” (P.O. 5).
La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos nombres
que se le da. Cada uno de estos nombres evoca algunos de sus aspectos. Se le llama:
* Eucaristía: Porque es acción de gracias a Dios (Lc 22,19; 1 Cor 11, 24).
* Banquete del Señor: Porque se trata de la cena que el Señor celebró con sus
discípulos la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete de bodas del cordero
(Ap 19, 9).
* Fracción del Pan: Porque ese rito, propio del banquete judío, fue utilizado por
Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (Mt 14, 19; 15, 36; Mc 8,
6. 19), sobre todo en la última cena (Mt 26, 26; 1 Cor 11, 24).
* Otros nombres que reciben la Eucaristía son: Asamblea Eucarística, Memorial
de la Pasión, y Resurrección del Señor, Santo Sacrificio, Santa y Divina Liturgia y
Santa Misa.
Podemos “estar” solos, pero no podemos “ser” solos. El ser humano aspira a la unión
con todos los seres, y a través de ellos a la unión con el Ser absoluto. La vida del hombre
es como una búsqueda, entre apasionada y trágica, fascinante y gozosa, de unidad con el
“ser” concreto y a través de este “ser” con los “seres” y a través de los “seres” con el
“Ser”. Detrás de los seres finitos se encuentra la plenitud del Ser infinito, que nos atrae
114
desde la contingencia y finitud, hacia la unidad e infinitud que sólo en Él podemos
encontrar.
Aunque vivimos en un mundo con apariencia de comunicación, convivencia y
solidaridad, vemos en nuestra época una miseria humana, el hombre se siente tan solo y
perdido, tan aislado y anónimo. Nos unimos en esfuerzos y trabajos, comulgamos en
progresos y consumo; pero en la profundidad de nuestro ser nos sentimos, con excesiva
frecuencia, divididos y solos. La comunión que buscamos, no la hallamos; la unidad por la
que aspiramos; no la encontramos. ¿Tiene algo que decir la comunión eucarística a esta
experiencia humana? ¿Es la comunión una respuesta a la soledad, individualismo y división
del hombre?.
115
6- Resumen: Del Catecismo de la Iglesia Católica.
1406 - Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come este pan, vivirá para
siempre... el que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna... permanece en mí y
yo en él” (Jn 6, 51. 54. 56).
1407 - La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo
asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias
ofrecido una vez por todos en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama las
gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia.
1408 - La celebración eucarística comprende siempre: la proclamación de la Palabra de
Dios, la acción de gracias a Dios Padre por todos sus beneficios, sobre todo por el don de
su hijo, la consagración del pan y del vino y la participación en el banquete litúrgico por la
recepción del Cuerpo y de la Sangre del Señor: estos elementos constituyen un solo y
mismo acto de culto.
1409 - La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la
salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace
presente por la acción litúrgica.
1410 - Es Cristo mismo, sumo sacerdote y eterno de la Nueva Alianza, quien, por el
ministerio de los sacerdotes, ofrece el sacrificio eucarístico. Y es también el mismo Cristo,
realmente presente bajo las especies del pan y del vino, la ofrenda del sacrificio eucarístico.
116
1411 - Sólo los presbíteros válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y
consagrar el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor.
1412 - Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid,
sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero pronuncia las
palabras de la consagración dichas por Jesús en la última Cena: “Esto es mi Cuerpo
entregado por vosotros... Este es el Cáliz de mi Sangre...”
1413 - Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo
y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo
y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre,
su alma y su divinidad. (Concilio de trento).
1414 - En cuanto al sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los
pecados de los vivos y los difuntos y para obtener de Dios beneficios espirituales o
temporales.
1415 - El que quiere recibir a Cristo en la Comunión eucarística debe hallarse en estado de
gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente no debe acercarse a la
Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia.
1416 - La sagrada comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo acrecienta la unión del
comulgante con el Señor, le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves.
Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de
este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.
117
1417 - La Iglesia recomienda vivamente a los fieles que reciban la sagrada comunión cada
vez que participan en la celebración de la Eucaristía; y les impone la obligación de hacerlo
al menos una vez al año.
1418 - Puesto que Cristo mismo está presente en el Sacramento del Altar, es preciso
honrarlo con culto de adoración. “La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de
gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo, nuestro Señor”
(Mysterium fidei).
1419 - Cristo, que pasó de este mundo al Padre, nos da en la Eucaristía la prenda de la
gloria que tendremos junto a Él: La participación en el Santo Sacrificio nos identifica con
su Corazón, sostiene nuestras fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace desear
la Vida eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Santísima Virgen María y
a todos los santos
118
IV- SACRAMENTO DE LA
RECONCILIACIÓN
“En la tarde de aquel día, el primero de la semana y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: ¡Paz a ustedes! y diciendo esto, les mostró las manos y el costado.Los discípulos se llenaron de gozo, viendo al Señor.El repitió: ¡Paz a ustedes! Como me envió el Padre, así los envío yo. Después sopló sobre ellos y
les dijo: Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonaren los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuvieren, les serán retenidos”. (Jn 20, 19-23)
119
PARA REFLEXIONAR
¿Cuándo termina la noche y comienza el día?
Un sabio pregunta a sus discípulos: “¿se puede determinar el momento en que finaliza la noche y comienza el día?”
Contesta un alumno: “¿Es el momento cuando, desde lejos, se puede distinguir un pino de una palmera?” “No, no lo es”, le responde el sabio.
Opina otro alumno: “Cuando se puede distinguir una vaca de un caballo, ¿es éste el momento en que cede la noche y empieza el día?” “No, no lo es”, contesta de nuevo el sabio. “Pero, ¿cuál es el momento entonces?”
Dice el sabio: “Cuando miras a un rostro humano, y descubres en él al hermano o a la
120
hermana, entonces terminó la noche y comienza el día”
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
Cristo confirió a su Iglesia el poder
de perdonar los pecados mediante
el signo sacramental de la
reconciliación: Testimonio de la
Escritura y de la Tradición
El cristiano debe vivir normalmente
en comunión con Dios y con los
hermanos y con la comunidad.
Si llegare a romper esta comunión
inmediatamente debe buscar restablecer la comunión con la conversión. Y esto debe
procurar aun cuando no tenga la oportunidad inmediata para poner el signo sacramental de
la reconciliación ( La Confesión ).
La confesión propiamente dicha es una parte de la realización del sacramento de la
reconciliación. El cristiano debe llegar a este momento después que en su espíritu, en su
conciencia haya restablecido la comunión por la conversión, por el arrepentimiento y
por el propósito de mantenerse nuevamente en comunión con Dios, con los hermanos
y con la comunidad. Leer Parábola del “hijo pródigo” Lc. 15,11-20.
Es tan importante esto que el mismo signo (Acercarse al arrepentimiento, reconocer
el pecado junto al Representante o Pastor de la comunidad, al ministro de este sacramento),
no tendría ningún significado (Restablecer la unidad y la comunión con Dios, con los
121
hermanos, con la comunidad, con la naturaleza) si no le precediera y acompañara la
conversión, el arrepentimiento y el propósito de mantenerse nuevamente en la comunión.
Todo esto es muy importante recalcar y aclarar bien en el proceso de catequización y
formación integral del cristiano.
I. CALIFICACIÓN TEOLÓGICA
El Sacramento de la penitencia es un verdadero sacramento de la nueva ley, instituida
por Cristo. Es de fe divina y católica definida (Trento Dz 894).
II. EXPLICACIÓN DE TÉRMINOS
1. Pecado:
Pío XII afirmó en 1946 que
“el mayor pecado del
hombre actual es haber
perdido el sentido del
pecado”; Y desde entonces
ese mal ha venido
agravándose.
Muchos cristianos, aun
reconociéndose pecadores,
tienen un sentimiento muy vago del pecado. La primera causa de esa pérdida del sentido
del pecado es sin duda la pérdida del sentido de Dios, Creador y Padre y de las relaciones
personales con Él y con sus hijos.
El pecado es una realidad tremenda y dramática que oscurece toda la historia de la
humanidad, aun la historia sagrada del pueblo de Dios: “Todos pecaron y están privados de
la gloria de Dios” (Rm 3,.23). Es también una realidad en los cristianos, en los “Santos”
que formamos el Cuerpo de Cristo. “La Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y
siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la
122
senda de la penitencia y de la renovación” (LG 8). “Este pueblo, durante su peregrinación
terrena, aunque permanezca sometido al pecado en sus miembros, crece en Cristo y es
guiado suavemente por Dios” (U.R. 3). El drama tan vivamente descrito por Pablo (Rm 7),
es el drama de cada persona, de cada cristiano.
El pecado no es, por tanto, una simple falta legal (quebrantar una norma de
conducta), ni un simple desorden natural (acción indecorosa o cobarde o incoherente) sino
una profunda ruptura religiosa que destruye la amistad con Dios, un rechazo de su
amor infinito, un no abierto a su Verdad, Belleza y Bondad, un cerrarnos a la comunión
con Él. El hombre que así se cierra al diálogo con Dios, se cierra inevitablemente también
al amor de los demás y queda bloqueado en sí mismo, impidiendo su propia realización
humana.
Todo pecado tiene pues tres dimensiones: una vertical, otra horizontal y otra interna o
personal.
a- La dimensión vertical del pecado se describe en la Sagrada Escritura como traición
a Dios, como infidelidad al Dios de la Alianza y como adulterio espiritual. En el Nuevo
Testamento como rechazo del amor inmenso de Dios encarnado en su hijo, como oposición
al ofrecimiento de gracia que en Cristo se nos hace y como resistencia al Espíritu Santo.
b- La dimensión horizontal (social, comunitaria, eclesial) del pecado depende de la
vertical: El hombre que rompe con Dios, rompe también con los hermanos, pues destruido
el amor, la comunión y la alianza, el hombre no puede ofrecer al hermano lo que le debe,
pues amar al prójimo es asociarse al amor que Dios tiene para con él. No hay pecado, por
escondido que sea, que no perjudique a la comunidad eclesial. (cf. LG 11l; SC 109 b). “El
pecado anida en el corazón, en el punto de donde surgen las relaciones con los demás; por
eso, el pecado que denuncian los profetas es inseparablemente iniquidad en la persona y
herida en la comunidad humana” (Ricoeur).
c- La dimensión personal: El pecado, es ante todo, desde el punto de vista del sujeto,
una opción personal, libre, responsable y comprometida. Aparentemente, el pecador busca
realizarse a sí mismo, quiere actuar con autonomía, sin preocuparse de su relación con su
propio ser más profundo y con su verdadera libertad íntima; le hace esclavo de su propio
egoísmo, que le impide realizarse como persona y como creyente. El pecado es una opción
123
autodestructiva, porque rechazando el amor, impide el cumplimiento de la vocación
esencial de la persona. “Nos hiciste para Ti - escribe San Agustín- y nuestro corazón está
inquieto mientras no descanse en Ti”. Sin Dios solo hay miseria, oscuridad y muerte para
el hombre.
2. Penitencia:
El cristiano movido por el Espíritu Santo.
obtiene mediante el sacramento de la penitencia el
perdón de los pecados cometidos después del
bautismo, y se reconcilia con Dios, con la Iglesia y
con los hermanos.
3. Conversión:
Es una invitación gratuita
de Dios, de su
misericordia y del perdón,
debe dar el pecador una
respuesta libre, que
significa un cambio de
camino y de mentalidad
(metanoía) y un retorno al
Padre. Esta actitud,
animada por la fe (solo a la luz de la palabra de Dios puede el pecador tomar conciencia de
su culpa y de que Dios lo espera), implica un compromiso personal de apertura agradecida
124
a Dios y de apertura amorosa a los demás, dejando la cárcel del propio egoísmo, fuente y
fruto de su pecado. Esta conversión es al mismo tiempo compromiso libre del hombre y
don de Dios: “Conviértame, Señor y me convertiré” ( cf. Jer 31,18s; Sal 80).
4. Reconciliación:
Ya en el Antiguo Testamento preparó
Dios la reconciliación de los hombres
con Él ofreciéndoles incesantemente su
perdón. Él mismo se reveló como el Dios
de ternura y de piedad (Ex 34,6).
En el Nuevo Testamento la
reconciliación perfecta y definitiva fue
llevada por Cristo Jesús “el mediador
entre Dios y los hombres” (1Tim 2,5).
III. DESARROLLO DEL TEMA
1. Testimonio de las Escrituras
* En el AT: En Israel había
verdaderas liturgias
penitenciales, con diversos
ingredientes que trataban de
purificar el alma del
pecador y justificarse así
ante el Dios ofendido
(1Sam 7,6; Is 3,7; Jer 3,21).
125
Pero los profetas ridiculizan estos actos externos cuando no van acompañados de la
compunción del corazón que expresan el arrepentimiento y el propósito de conversión y el
cambio de vida (Am 4,6-11; Os 6,1-3). Lo importante para ellos no era sólo reconocer los
pecados sino el propósito de la enmienda, el “retorno” a Dios manifestado con buenas
obras.
Para buscar a Dios sinceramente, hay que abandonar la injusticia y la opresión a los
semejantes (Am 2,6-8; Os 5,6-15). Dios, para otorgar el perdón quiere que el culpable
reconozca explícitamente sus pecados.
Tras el regreso a Dios y el perdón, quedan algunas consecuencias que expiar como
para mantener viva en el pueblo la conciencia de la propia culpabilidad y la vigilancia
contra las recaídas. Así en el desierto el pueblo es perdonado pero no entra en la tierra
prometida (Núm. 14,18-23); lo mismo que Moisés (Núm. 20,12); también David,
perdonado pero castigado con la muerte de su hijo (2 Sam 12,13-15).
Algunos pecados graves eran castigados con la muerte, generalmente por medio de la
lapidación por parte del pueblo. Esto es lo que sucedía con los apóstatas, los idólatras, los
testigos falsos, los blasfemos (Dt 13,6-10; Lv 24,14-16).
* En el NT:
a. La actuación de Juan el Bautista: El precursor, en línea con los profetas, exige
ante todo la conversión (metanoía): “Haced penitencia, porque se acerca el Reino de los
cielos... Haced, pues, frutos dignos de penitencia... Yo os bautizo con agua para la
penitencia” (Mt 3,2.8.11). Su bautismo es símbolo de purificación y cambio de vida. La
gente de la región acude a él y se dejan bautizar por él en el Jordán, al tiempo que
confesaban su pecados (Mt 3,6).
b. La actitud de Jesús con los pecadores: Cristo es la Palabra de perdón que Dios
pronuncia en el tiempo con toda la fuerza de
su amor. Es el gran perdón de Dios hecho
carne, es el Salvador, el que de parte de
Dios ha venido al mundo “no a llamar a los
justos sino a los pecadores” (Mt 9,13).
126
También él centra su predicación en la proclamación de la metanoía como única vía de
acceso al Reino: “Convertios porque ha llegado el Reino de los Cielos” (Mt 4,17);
“convertios y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). Y en las parábolas de la misericordia (Lc
15) retrata la amorosa acogida del Padre, que busca y espera siempre al pecador y que se
alegra con su retorno y lo reintegra plenamente a su amistad.
Procura situarse al nivel del pecador, comprender su situación, para llevarlos con
paciencia y amabilidad a una verdadera conversión, sin rechazarlo ni ofenderle.
Por otra parte, Cristo en su misterio pascual es expresión y oferta de perdón para
todos los hombres: es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1,29). El
Servidor de Yahveh que cargó el pecado de todos y se da en rescate por todos (Rm 3,24).
En él estaba Dios reconciliando el mundo consigo (2 Cor 5,19).
* Cristo confirió a su Iglesia el poder de perdonar los pecados mediante el signo
sacramental de la reconciliación. Cristo desde la ascensión sigue ejerciendo su función de
Salvador y Reconciliador, pero a través de su Iglesia, que es el lugar del perdón, del
encuentro salvífico.
- Tres son los textos que tradicionalmente se aducen como fundamento de tal
misterio:
1. Mt 16,19: “Te daré las llaves del Reino de los Cielos, y todo lo que atares en la
tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatares, quedará desatado...”
Las llaves significan la suprema autoridad sobre el reino de Dios en la tierra: el
llavero tiene poder para admitir en el Reino o para excluir de él; y como el pecado grave es
la causa de la exclusión, el poder de las llaves incluye la facultad de acoger de nuevo, por
el perdón al pecador arrepentido.
Atar y desatar son términos técnicos del lenguaje rabínico que se aplicaban al campo
de la excomunión (atar: condenar; desatar; absolver) o las declaraciones jurídicas (atar:
prohibir; desatar: permitir).
2. Mt 18,18: “Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que
desatáis en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Aquí se extiende a todos los apóstoles el poder conferido a Pedro. Atar y desatar no
son dos alternativas opuestas, sino dos fases del mismo proceso penitencial.
127
3. Jn 20, 21ss: “Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados, les
quedan perdonados y a quienes se lo retengáis, les quedan retenidos”.
Jesús confía a los apóstoles la prosecución de su misma misión y para que puedan
cumplirla les da el Espíritu Santo. El perdonar y el retener son términos que confirman que
Cristo confió a los Apóstoles el misterio sacramental de perdonar los pecados de los
cristianos.
c. Cartas de Pablo
- 1 Cor 5,1-13: Pablo denuncia la situación escandalosa de un cristiano que vive en
incesto con su madrastra y se queja de que la comunidad lo tolere, y añade: “Por mi parte
he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor
Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado a
Satanás para la destrucción de la carne a fin de que el espíritu se salve en el día del Señor”.
Entregar a Satanás es separar al culpable de la comunión eclesial, y ésta expulsión tiene
también como fin la conversión.
- 2Cor 2,5-11: Pablo menciona la reconciliación de la comunidad de un pecador
arrepentido, exhorta a la comunidad a actuar con indulgencia y perdonar al culpable: “A
quien vosotros perdonéis también yo lo perdono (2 Cor 20, 13).
- 2 Tes 3,5-15: “Os mandamos en nombre de nuestro Señor Jesucristo que os apartéis
de todo hermano que viva desordenadamente...”
* Resumen:
a. Corrección: los textos paulinos nos hablan a veces simplemente de una corrección
por parte del jefe de la comunidad o de los espirituales.
b. Exclusión de la comunidad: la comunidad no debe tolerar abusos graves
(incestos, idolatría, robo, embriaguez).
c. Carácter oficial: le concede la comunidad, la cual acoge gozosa al hermano
arrepentido.
128
2. Actuación de la Iglesia apostólica con los cristianos pecadores
2.1. La práctica penitencial de la Iglesia antigua: El Nuevo Testamento que es
tan abundante al hablar de la penitencia - conversión, es parco en datos sobre la penitencia
-sacramento e igualmente la Iglesia primitiva. Por eso la mayoría de los historiógrafos no
católicos hasta hace unos decenios negaban que la disciplina penitencial de la Iglesia
tuviera origen en Cristo y fuera verdadero sacramento. Hoy prácticamente todos admiten
que la Iglesia desde el comienzo dio el perdón a los pecadores arrepentidos, aun a los
culpables de los pecados graves (idolatría, homicidio y adulterio).
También está demostrado que la penitencia antigua difería totalmente de la actual en
su forma: aquella era pública y no reiterable, mientras que la actual es privada y reiterable.
* Siglo I y II: Fundamentalmente los Padres apostólicos no van más allá de los
testimonios de las Sagrada Escritura. La Didakhé recomienda: “Reunidos el día del Señor,
partid el pan y dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados. Posiblemente se
trata de una confesión en la liturgia eucarística ante la comunidad.
* Siglo III: Se va organizando la penitencia pública u oficial.
El penitente debe confesar a Dios su pecado y satisfacer humildemente con actos
internos (ayunos, llantos) y externos (vestido penitencial, lugar especial en el templo,
exclusión de la Eucaristía). La comunidad acompañaba al penitente, orando por él. El
obispo acogía su confesión, le imponía las manos y mandaba inscribirle en el “orden de los
penitentes”.
* Siglo IV: Se hacen más frecuentes los testimonios sobre el poder de la Iglesia para
perdonar los pecados.
Se establecieron varios grados: flentes (que quedaban en la puerta del templo),
audientes (admitidos a escuchar la palabra), substrati (que asistían postrados a la
celebración) y consistentes (que asistían de pie, pero sin comulgar).
En Oriente se introdujo desde el s. IV la praxis de la confesión privada en los
monasterios (San Basilio y Juan Crisóstomo), que también fue practicada por los laicos; los
129
monjes carismáticos, aún siendo laicos, asumían la función del sacerdote confesor. Esta
práctica pasó más tarde a Occidente.
En la Iglesia antigua se tomaba muy en serio el compromiso del bautismo, y se
miraba la penitencia como otro bautismo.
2.2. La penitencia en la edad media
2.2.1. Decadencia de la penitencia pública y paso a la privada: La penitencia
pública por su dureza e irrepetibilidad, máxime en un tiempo en que muchos entraban a la
Iglesia sin una profunda formación cristiana, se muestra inadecuada y desanima a los fieles
y de hecho desaparece desde el s. VIII.
La nueva praxis da relieve a la confesión de los pecados hecha a un presbítero, sin
participación de la comunidad y es considerada como institución eclesiástica oficial de
penitencia.
Las penitencias son todavía bastante onerosas y deben cumplirse antes de recibir la
absolución (desde el s. IX-X se dio la absolución ya al imponer la penitencia); pero pueden
reducirse por conmutación con otras obras, peregrinaciones e indulgencias. Esta forma de
penitencia es la normal y común en el s. XI. Y el concilio Lateranense IV (1215) la
impondrá una vez al año para todo fiel que haya pecado gravemente (Dz 437).
2.2.2. Teología escolástica de la penitencia: En el s. XII, al precisarse la noción de
sacramento y el número de ellos, se admitió comúnmente la penitencia o confesión como
uno de los siete. Pero quedaba la dificultad de conciliar la acción personal del penitente y la
intervención de la Iglesia (el poder de las llaves).
Se aclara que la Iglesia debe intervenir, pero ¿cuál es el papel de su intervención?.
Para los escolásticos del s. XII, el elemento esencial de los actos externos del penitente, la
confesión sobre todo; la absolución del sacerdote tiene solo valor declarativo (declaración
oficial ante la Iglesia que se obtuvo el perdón de Dios).
Tomás de Aquino fue el primero en responder claramente a la cuestión: los actos del
penitente son parte esencial del signo sacramental como materia, pero para obtener su
eficacia salvífica se precisa que caigan bajo la dirección determinante de la forma, que es la
absolución. Entre ambos elementos constituyen el sacramento.
130
2.3. La penitencia en la reforma y en el Concilio de Trento
2.3.1. Los reformadores negaron:
- La sacramentalidad verdadera de la penitencia.
- La función del sacerdocio jerárquico en ella (según la idea de la Iglesia que tenían).
- La obligatoriedad de la confesión de los pecados (abuso antievangélico).
- El valor de la contrición y la satisfacción (puesto que sólo la fe salva y solo Cristo
repara).
- La doctrina y praxis de las indulgencias.
* Lutero: Cuenta a veces a la penitencia entre los sacramentos - con el Bautismo y la
Cena- otras veces dice que no es más que el mismo bautismo que se hace nuevamente
eficaz mediante la fe: es un anuncio del perdón que ya realizó en el bautismo.
* Calvino: Niega radicalmente que la penitencia sea sacramento. En cambio, para
Melanton es verdadero sacramento en el sentido protestante.
Los reformadores juzgan imposibles e ineficaces los “actos del penitente” que
encierran una pretensión orgullosa pelagiana. Lo único que tiene eficacia es la absolución
que es totalmente obra de Dios y que nos salva en cuanto que es acogida por la fe como
signo y anuncio de la palabra reconciliadora de Dios.
2.3.2. La enseñanza de Trento establece:
- Que es verdadero y propio sacramento, instituido por Cristo para reconciliar con
Dios a los fieles, cuantas veces caen en pecado después del bautismo; que es distinto del
bautismo, como “segunda tabla” de salvación; y que las palabras de Jesús: Jn 20, 22s se ha
de entender como el poder de remitir y retener los pecados en dicho sacramento como
siempre lo entendió la Iglesia católica (Dz 894; 911-913).
- Que para la remisión de los pecados “se requieren tres actos en el penitente, a
manera de materia del sacramento de la penitencia, a saber: contrición, confesión y
satisfacción” (Dz 896; 898-901; 914-918).
- Que la absolución del sacerdote no es mera declaración del perdón otorgado sino un
acto judicial que supone la confesión del penitente, que solo el sacerdote es ministro de la
131
absolución y que tiene el poder de atar y desatar aunque esté en pecado, pero “los obispos
tienen derecho de reservarse casos en los que el sacerdote no puede absolver” (Dz 902-
921).
- Que no siempre se remite con la culpa toda la pena, que se puede satisfacer a Dios
con los méritos de Cristo, soportando pacientemente las penas infligidas por Dios o
voluntariamente asumidas y también “con las que el sacerdote nos impone”, y que tales
satisfacciones son culto de Dios y no oscurecen el valor de la muerte de Cristo (Dz 904s;
922-925).
2.3.3. Pastoral postridentina: “La pastoral de masas acentúo lo que podríamos
denominar pastoral del pecado: su moral se centra en los pecados más comunes; sus
predicaciones pretenden suscitar - al menos - la atrición, que es lo único que se cree capaz
a aquella gente ruda e ignorante. La pastoral de élite, por su parte, fijó su mirada en la
formación de las conciencias, el examen de conciencia y la confesión, generalmente
mensual. Ambas líneas de acción pastoral tienen como característica común un acentuado
individualismo.
El menor interés por la dimensión social y eclesial del pecado y de la conversión era
también consecuencia de la cultura de la época.
2.3.4. El Vaticano II y su eco: Recupera felizmente la dimensión eclesiológica de la
penitencia, aunque sin precisar plenamente su contenido. Pide que se “revisen el rito y las
fórmulas de la penitencia, de manera que expresen más claramente la naturaleza y efecto
del sacramento” (SC 72). Y que en la catequesis se “inculque a los fieles junto con las
consecuencias sociales del pecado, la naturaleza propia de la penitencia, que detesta el
pecado en cuanto ofensa a Dios, no se olvide tampoco la participación de la Iglesia en la
acción penitencial y recomiéndese la oración por los pecadores” (SC 109b).
El Concilio nos sitúa en una perspectiva eclesial nos hace ver que la Iglesia, aún
siendo la comunidad de Espíritu (LG 4) e instrumento de redención universal (LG 9),
incluye en su seno a pecadores y por eso está siempre “necesitada de purificación” y avanza
continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación (LG 8).
Nos da una orientación nueva:
a. Nueva historia - salvífica y eclesial a la celebración de la penitencia.
132
b. Superando los esquemas jurídicos que precedían desde Trento tenemos:
- El uso significativo de la palabra reconciliación, que expresa la gratuidad de la
salvación que Dios nos ofrece en Cristo.
- La mención del “misterio de la reconciliación” como el acontecimiento histórico -
salvífico realizado por iniciativa del Padre “por la muerte y resurrección de Cristo, y como
don del Espíritu Santo”, como obra por tanto de las tres Divinas personas.
- La dimensión eclesial: la Iglesia es el primer sujeto de penitencia, es instrumento de
conversión y también término de reconciliación.
- El concepto evangélico de conversión “cambio de todo el hombre: de su manera de
pensar, juzgar y actuar, impulsado por la santidad y el amor de Dios.
- El relieve dado a la palabra de Dios y la actuación de la fe.
- La actitud misericordiosa que se pide al confesor: “cumple su función paternal,
revelando el corazón del Padre a los hombres y reproduciendo la imagen del Pastor.
3. El poder de la Iglesia de perdonar los pecados
3.1. La Iglesia perdona verdadera y directamente los pecados: Así lo indican las
palabras de Jesús en Jn 20,23. Y así lo declaró Trento contra los reformadores: no se trata
del “mero misterio de pronunciar y declarar que los pecados están perdonados” (Dz 919).
3.2. La Iglesia puede perdonar todos los pecados: Sin límites es el poder que Jesús
otorga: “todo lo que ates... todo lo que atéis... a quienes perdonéis (Mt 16,19; 18,18; Jn
20,23). Y sin límites era la misión divina de Jesús que él traspasó a su Iglesia (Jn 20,31).
Trento enseña que la penitencia fue instituida para que los fieles se reconciliasen con
Dios “cuantas veces cayeren” (Dz 911).
3.3. El perdón de la Iglesia se ejerce en forma jurídica: La facultad dada por Jesús
de “atar y desatar”, “perdonar y retener” supone un juicio o discernimiento de la Iglesia,
que no debe actuar a capricho.
El concilio de Trento aclara: “Nuestro Señor Jesucristo dejó por vicarios suyos a los
sacerdotes, como presidentes y jueces, ante quienes se acusen todos los pecados
mortales...” (Dz 999) a modo de acto judicial por el que él mismo, como juez, pronuncia la
sentencia (Dz 902).
133
+ Materia y forma del sacramento: Tomás de Aquino enseñó que la materia próxima
de este sacramento son los tres actos del penitente: dolor, confesión, satisfacción (la
materia remota es el pecado), y la forma es la absolución. Esta doctrina fue aceptada por el
Concilio de Florencia (Dz 699) y también por el de Trento (Dz 896; 914), que llaman a los
actos del penitente Cuasi - materia.
Los documentos recientes (OP y RP) no hablan de materia y forma sino de las partes
del sacramento que son contrición, confesión, satisfacción y absolución (OP 6; RP 31).
+ Efecto y gracia del sacramento:
- Efecto principal: la reconciliación con Dios: La realidad y efecto de este
sacramento, por lo que toca a su eficacia y virtud, es la reconciliación con Dios, a la que
algunas veces suele seguirse la paz y serenidad de la conciencia con vehemente consolación
del espíritu (Trento Dz 896). La reconciliación con Dios comprende juntamente la remisión
del pecado y la infusión de la gracia santificante (que se vuelve al que la había perdido y se
aumenta en quien ya la poseía). Con el perdón de la culpa va necesariamente unida la
remisión de la pena eterna.
- Efecto inmediato: la reconciliación con la Iglesia: La reconciliación con Dios se
realiza a través de la reconciliación con la Iglesia: ésta sería el efecto primero del
sacramento, y la realidad última, consistente en la reconciliación con Dios. Significa la
vuelta a la paz con la Iglesia que lleva consigo al remisión y el don del Espíritu Santo.
+ La gracia sacramental de la penitencia: El sacramento de la penitencia es la
curación y fortalecimiento espiritual del alma enferma “somos sanados espiritualmente”
(Dz 695). Aun con la gracia santificante se dan al hombre gracias especiales que ayuden a
sanar las consecuencias de los pecados perdonados, y el derecho a los auxilios necesarios
para preservarse de caer en pecado.
+ Opinión de algunos teólogos:
- Ratzinger: La confesión es el acto de la penitencia y la parte del conjunto del
sacramento de la penitencia de la que este sacramento toma hoy en general con razón su
nombre. En la confesión de los pecados, el hombre pecador como penitente arrepentido se
134
pone a sí mismo y pone su destino en las manos de la madre Iglesia para recibir de ella el
perdón y la nueva vida de Dios, para convertirse en nueva forma de hijo de del Padre.
- Auer: En la confesión el hombre se libera de sí mismo y de sus lazos personales y
se vuelve a Dios para recibir de él nuevamente la libertad de la filiación divina.
IV. APLICACIÓN PASTORAL
1. Suscitar en el corazón del hombre la conversión y la penitencia y ofrecerle el don
de la reconciliación es la misión connatural de la Iglesia, continuadora de la obra redentora
y de su divino fundador, que tiene que expresarse en precisas funciones ministeriales en
orden a una práctica concreta de la penitencia y la reconciliación.
2. La pastoral de la penitencia y reconciliación es para el hombre marcado por el
pecado.
3. La función reconciliadora de la Iglesia debe desarrollarse según el íntimo nexo que
une al pecador con la remisión del pecado de cada hombre a la reconciliación plena y
fundamental de la humanidad, realizada mediante la redención.
V- RESUMEN
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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
1485 - En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus apóstoles y les dijo:
“Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a
quienes se los retengáis, les quedan retenidos” (Jn 20, 22-23).
1486 - El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por
un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la
penitencia o de la Reconciliación.
1487 - Quien peca lesiona el honor de Dios y su amor, su propia dignidad de hombre
llamado a ser hijo de Dios y el bien espiritual de la Iglesia, de la que cada cristiano debe ser
una piedra viva.
1488 - A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores
consecuencias para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero.
1489 - Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es
un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la
salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los
demás.
1490 - El Movimiento de retorno a Dios, llamado conversión o arrepentimiento,
implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de
no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la
esperanza en la misericordia divina.
1493 - El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar
al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerda tras
examinar cuidadosamente su conciencia. Sin ser necesaria, de suyo, la confesión de faltas
veniales está recomendada vivamente por la Iglesia.
136
1494 - El confesor impone al penitente el cumplimiento de ciertos actos de
“satisfacción” o de “penitencia”, para reparar el daño causado por el pecado y restablecer
los hábitos propios del discípulo de Cristo.
1495 - Sólo los sacerdotes que han recibido de la autoridad de la Iglesia la facultad
de absolver pueden ordinariamente perdonar los pecados en nombre de Cristo.
1496 - Los efectos espirituales del sacramento de la Penitencia son:
- La reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia.
- La reconciliación con la Iglesia.
- La remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales.
- La remisión, al menos en parte, de las penas temporales, consecuencia del pecado.
- La paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual.
- El crecimiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.
1497 - La confesión individual e íntegra de los pecados graves seguida de la
absolución es el único medio ordinario para la reconciliación con Dios y con la Iglesia.
GUIA PARA LA CONFESIÓN
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¿Te vas a confesar?
ACTO DE CONTRICIÓN
Pésame Dios mío, me
arrepiento de todo corazón de
haberos ofendido, pésame por
el infierno que merecí y por el
cielo que perdí pero mucho más
me pesa porque pecando ofendí
a un Dios tan bueno y tan
grande como Vos. Antes
querría haber muerto que
haberos ofendido y propongo
firmemente no pecar más y
evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.
PARA CONFESARSE BIEN
Recuerda que para confesarse bien hacen falta cinco cosas:
1- Examen de conciencia: recordar los pecados cometidos después de la última confesión bien hecha.2- Dolor de los pecados: que es pesar y pena por haber ofendido a Dios tu Padre.3- Propósito de enmienda: de no volver a cometerlos, de luchar por ser mejor.4- Decir los pecados al confesor: Con confianza y sinceridad.5- Cumplir la penitencia: que te haya impuesto el sacerdote.
EXAMEN DE CONCIENCIA
I. Amar a Dios por sobre todas las cosas.¿Le amo más que las cosas materiales, la familia, la salud, etc.?¿He dudado o negado las verdades de la fe católica?¿He comulgado alguna vez sin las debidas disposiciones?En lugar de confiar en mi Padre Dios ¿he acudido a personas, cultos o sectas ajenos a nuestro fe?¿He callado en la confesión algún pecado mortal?
II- No tomar el Santo nombre de Dios en vano¿He jurado en verdad o sin necesidad?¿He cumplido las promesas que hice a Dios?
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III- Santificar las Fiestas¿He faltado a misa los domingos o días festivos por culpa mía?¿He hecho con desgana las cosas que se refieren a Dios?¿Aprovecho los domingos para honrar a Dios, descanzar y pasarlo en familia?¿He cumplido los días de ayuno y abstinencia?
IV- Honrar padre y madre¿Manifiesto respeto y cariño a mis padres y familiares?¿Atiendo bien mi hogar y me preocupo de mi esposa/o y de mis hijos? V- No matar¿He practicado alguna vez el aborto? ¿Lo he aconsejado?¿He sugerido, acompañado o dado dinero para realizar un aborto?¿He arriesgado mi vida o mi salud por la droga, el alcohol, la imprudencia al conducir?¿He hecho daño a otros de palabra o de obra?¿Tengo odio o rencor a alguien?
VI- No cometer actos impuros¿He realizado actos impuros? ¿solo o con otras personas?¿He usado mal del matrimonio? ¿vivo conforme a la doctrina de la Iglesia en esta materia?
VII- No robar¿He perjudicado a otros por el robo, la usura, los contratos, etc.?¿He comprado, vendido o guardado cosas que son robadas?¿He engañado a otros cobrando más de lo debido?¿He malgastado el dinero?
VIII- No levantar falso testimonio ni mentir¿He hablado mal de otros, aunque sea cierto?¿He calumniado a alguien? ¿He reparado ese daño?¿He dicho mentiras? ¿He reparado el daño que haya podido causar?
IX- No consentir en pensamientos ni deseos impuros¿He aceptado pensamientos o miradas impuras?¿Me he puesto en peligro de pecar, por ejemplo con fotografías, películas pornográficas o lecturas inmorales?
X- No codiciar los bienes ajenos¿He tenido envidia de los bienes del prójimo?¿Sé vivir en paz con lo que tengo? ¿Soy capaz de ser feliz con lo que poseo o me entristezco por aquello que desearía tener?
139
PREGUNTAS PARA COMPARTIR
1- ¿Qué es el pecado?
2- ¿Dios castiga al pecador?
3- Una persona que confiesa que vive peleada con otra, pero no hace lo posible para volver
a andar bien con ella, ¿queda perdonada?
4- ¿Porqué la vida cristiana es vida de conversión permanente?
5- ¿Puede una persona que habitualmente y por propia culpa no participa en la comunidad
cristiana (Misa, colaboración con la parroquia, etc.). acercarse a la Santa Comunión sin
haberse confesado previamente? Justificar la respuesta.
6- ¿Qué es la “penitencia” y para qué sirve?.
7- ¿ Por qué la Iglesia insiste en las Celebraciones comunitarias de la Reconciliación?.
V- UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
“¿Enfermo alguno de
ustedes? Haga llamar a los
presbíteros de la Iglesia y
oren por él.
Ungiéndolo con óleo en
nombre del Señor.
La oración de la fe salvará
al enfermo, y el Señor lo
restablecerá, y le serán
perdonados los pecados,
que hubiese cometido”.
( St 5, 14-15 )
PARA REFLEXIONAR
LLEVAR LA CRUZ
Los hombres caminaban con sus cruces.
Lucharon con su carga pesada. En eso, a uno le
pareció su cruz demasiado larga y, sin pensar
mucho, cortó una buena parte. Después de una larga
peregrinación llegaron todos a un abismo.
No hubo puente para llegar al país de la eterna
alegría. Después de pensar un momento todos
pusieron sus cruces sobre el abismo. Su largo
alcanzó justamente para servir como puente. Pero el
que había cortado la suya, para no tener que
esforzarse tanto en el camino, quedó allí
desesperado.
INTRODUCCIÓN
Los sacramentos guardan una cierta correspondencia con las diversas fases y
situaciones de la vida. La situación propia del sacramento de la unción es la fragilidad en la
carne y el espíritu, que se manifiesta en la enfermedad. Ante esta situación, la unción actúa
como “sacramento de curación” por el que Cristo, médico de nuestras almas y de
nuestros cuerpos, nos ofrece la salud y la salvación plena.
1- El sacramento de la unción en el conjunto de la teología: La unción de los
enfermos es un sacramento que la Iglesia celebra en la situación de enfermedad “grave”,
con el fin de significar la oferta y presencia de la salvación de Dios en el momento del
dolor, y para mostrar la solidaridad de la Iglesia misma con el enfermo, que le ayude a
sumir en la fe la fragilidad de su propio cuerpo, en la esperanza de la salud, y abierto a la
voluntad de Dios.
La unción de los enfermos se sitúa en la teología como el símbolo salvífico eclesial
más cualificativo de la fragilidad corporal y de la transitoriedad terrena., que es preciso
valorar y vivir al mismo tiempo desde la radicalidad desencadenante del pecado primero, y
desde la sobreabundancia salvadora de la gracia. En el conjunto de los sacramentos, la
unción no es tanto “remedio” contra el pecado o la fragilidad espiritual, cuanto “fuerza”
contra la debilidad corporal y la desarmonía físico – psíquico - espiritual que comporta en
el estado enfermo.
2- El hombre ante la enfermedad en la cultura actual: La unción, como todos los
sacramentos, responde a una situación vital determinada de un hombre concreto, que vive
tal experiencia en un contexto socio - cultural y desde unas actitudes personales propias.
Puede haber mil maneras de vivir la enfermedad y de celebrar la unción, como lo
demuestra la historia.
a)- Cuadro socio - cultural tradicional: Los aspectos que lo caracterizan son los
siguientes: el diagnóstico sobre la enfermedad se basa más en la apreciación subjetiva que
en criterios científicos objetivos; los medios son más bien rudimentarios y caseros; la
duración de la enfermedad grave suele ser breve, con evolución pronta hacia la salud o
hacia la muerte; la falta de centros sanitarios estatales concentra a los enfermos en las
instituciones de la Iglesia que acoge y cuida; con frecuencia el enfermo busca encontrar no
sólo la causa sino también el causante posible de su enfermedad, ni sólo su diagnóstico
médico, sino también su sentido y finalidad.
b)- Cuadro socio - cultural actual: Se descubren nuevos medios terapéuticos y se
desarrollan posibilidades quirúrgicas, al mismo tiempo que se generaliza el cuidado en los
hospitales y las especializaciones y las técnicas.
El diagnóstico se basa en criterios objetivos y no subjetivos; la medicina preventiva y
el conocimiento de nuevas enfermedades juega un papel importante; la enfermedad se
prolonga, y abundan los enfermos ancianos y crónicos; el enfermo es atendido y cuidado
no tanto en casa o a domicilio sino en los centros hospitalarios, que disponen de medios y
constituyen el “mundo del enfermo”.
El enfermo reivindica también sus derechos de asistencia, igualdad de trato, calidad,
humanidad y justicia, dignidad y libertad; salud y enfermedad no sólo han venido a ser
atendidas de modo más integral, sino que han pasado de ser un asunto privado a ser un
asunto público.
3- El enfermo ante la unción en la Iglesia de nuestros días: No obstante la
importancia social y política que tienen la salud - enfermedad, puede decirse que el hombre
enfermo es hoy un hombre marginado por la sociedad y hasta por la Iglesia.
Nuestra sociedad y nuestro mundo viven un momento de exaltación y euforia por la
salud y por la vida, por el bienestar y el progreso, por el desarrollo integral de la persona
humana y el cuidado del cuerpo, por el disfrute del presente y la conquista del futuro. En
este contexto se producen los siguientes fenómenos: el amor y la mejora de la vida llevan
consigo a veces el ataque y la manipulación de la vida; la enfermedad y el enfermo, en
cuanto fenómeno incómodo, de impotencia e improductividad, implica con frecuencia el
olvido, la marginación y el aislamiento.
Estos fenómenos tienen también su reflejo dentro de la Iglesia. Muchos cristianos
adoptan las mismas actitudes de quienes no lo son, y se margina lo frágil e improductivo
sin caer en la cuenta de que Dios se manifiesta en lo débil del mundo; y se oculta el dolor y
el sufrimiento, olvidando que los que sufren y lloran son bienaventurados; y se silencia la
muerte rodeando de “silencio” a los moribundos; y se prescinde de la unción,
desconociendo que es la fuerza de la esperanza, el signo del amor y la fortaleza de la fe. El
cristiano no exalta ni el dolor, ni la enfermedad, ni la muerte, pero debe integrarlos en su
existencia y su vida como elemento integrante de la totalidad identificante de su ser, su
vivir y su creer.
I- MINISTERIO Y UNCIÓN DE LOS ENFERMOS EN LA PRAXIS DE LA IGLESIA .
La práctica de este sacramento fue bien entendida por los primeros cristianos y los
que siguieron después durante nueve siglos, más o menos. Pero después, quién sabe por
qué, se fue dejando la recepción del sacramento para la última hora del enfermo. Tal fue así
que hasta santo Tomás de Aquino dice que “la finalidad de la unción es disponer al
enfermo a entrar en el cielo y por eso debe ser administrada a los que se aprestan a salir”.
Es decir, a los que estaban despachados de esta vida a la eterna. Y entonces, con toda
lógica, se comenzó a llamar al sacramento “extrema unción”. El resultado fue el de miedo
para los de poca o débil fe, pues cuando se llamaba al sacerdote quería decir que el
enfermo estaba en las últimas, más muerto que vivo. Incluso los mismos familiares del
agonizante impedían el acercamiento del sacerdote por temor de que el enfermo se asustara
y se agravara más todavía al saber que definitivamente iba a morir. Y, efectivamente, el
enfermo se asustaba porque se veía sin esperanzas.
Nos encontramos, pues, ante una distorsión del sentido sacramental de la Unción de
los enfermos, porque se desconoce el efecto corporal que produce, según el texto de san
Marcos y del apóstol Santiago: El enfermo recuperará la salud del cuerpo, si le conviene y
si se reza con fe: “La oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá”
(Santiago) y los apóstoles “ungiendo a muchos enfermos con aceite los curaban” (Marcos).
El sacramento de la Unción de los enfermos es, entonces, un sacramento de vivos
y no de muertos o casi muertos, un sacramento de esperanza y como a tal se lo debe
considerar, desear y recibir.
1- Desde el siglo III hasta la reforma carolingia: Durante el s. II no aparecen
testimonios importantes sobre la unción. Cabe tener en cuenta dos supuestos bíblicos: la
comunidad cristiana fue consciente desde el primer momento de la misión recibida de
Cristo (Mc 16,15-18) y de la importancia dada por Cristo al ministerio con los enfermos
(Lc 6), hasta llegar a identificarse con ellos: “estuve enfermo y vinisteis a visitarme” (Mt
25,36.45).
a)- Visita y asistencia a los enfermos: Los testimonios del s. III en este sentido. Así
san Policarpo afirma que los presbíteros “deben ser compasivos, misericordiosos respecto a
todos; que recojan a los abandonados y visiten a todos los enfermos, sin olvidar a la viuda y
al huérfano”. En el mismo sentido, la Tradición apostólica de Hipólito afirma: “Que cada
diácono, con los subdiáconos, se apresure a ir ante el obispo. Que le notifique también de
aquellos que están enfermos, de manera que él, si lo desea, vaya a hacerles una visita. Y
más tarde los Cánones de Hipólito alude a dos posibilidades: que el enfermo tenga que
estar en la cama, o que pueda trasladarse a la Iglesia. Esta visita estuvo encomendada sobre
todo al obispo ayudado y advertido por sus diáconos; que en ella se impone las manos y se
unge; que tal acción es continuadora del ministerio de Cristo.
b)- Pluralidad de usos de la unción o diversidad de unciones: Existen diversidad
de unciones con óleo en la vida cristiana, de las que tenemos testimonios evidentes. San
Hipólito pone en relación el “óleo celeste” con el “agua perpetua” y con la vigilancia de las
“lámparas”, lo cual parece aludir a la unción bautismal, y a otras unciones que mantienen la
vigilancia y la esperanza.
Un texto de Afrates, escritor persa del s. IV dice: “El óleo es el símbolo del
sacramento de vida que perfecciona a los cristianos, a los sacerdotes y a los reyes; ilumina
las tinieblas; unge a los enfermos y reintroduce a los penitentes”.
El Pseudo - Dionisio, por su parte, pondrá el acento en la relación entre la unción
iniciatoria bautismal y la unción de enfermos o terminal: “Después el obispo derrama el
óleo sobre el difunto.
De este conjunto de testimonios se deduce con bastante claridad que el uso del óleo
en la Iglesia primitiva era polivalente y diversificado según las distintas situaciones, que
abarcan desde el principio al final de la vida. El sentido predominante es consagrar,
santificar, fortalecer.
c)- Una bendición del óleo y una unción para los enfermos: En medio de esta
pluralidad destacan las fórmulas de bendición del óleo destinado a los enfermos y su
aplicación:
* La continuidad de la praxis de la comunidad primera con el Nuevo Testamento
parece clara, sobre todo por la insistencia en el ministerio, visita y atención de los
enfermos. La Iglesia es consciente de que debía prolongar el ministerio de Cristo y los
apóstoles con los enfermos, y para ello se sirve del testimonio y del signo: unción con óleo.
* Pero esta unción se diferencia tanto de las del Antiguo Testamento como de las de
los paganos. Es Dios quien consagra y santifica, quien da la vida y sana, quien perdona y
da la salvación... en la fuerza y virtud del Espíritu, que continúa en el tiempo la obra de
Cristo. Se trata, pues, de una continuidad simbólico - sacramental.
* Porque es tan importante esta bendición, se le asigna exclusivamente al obispo.
* En comparación con la bendición, la aplicación tiene una importancia secundaria,
considerándose como la posibilidad material de que el óleo bendecido muestre toda su
eficacia. Por eso no existe ninguna dificultad en que la apliquen los mismos fieles.
* El efecto que se espera de la unción es sobre todo el corporal o de curación y
sanación. Al efecto espiritual y de perdón de los pecados se le da una importancia
relativamente secundaria.
* En cuanto a los sujetos de la unción son sencillamente los enfermos cualquiera sea
su enfermedad, y no sólo los enfermos graves, y menos sólo los moribundos o en peligro
de muerte. Hasta el s. IX no aparece la unción unida de forma normal al viático. Y
solamente a partir del s. XI aparecerá unida a la penitencia “in extremis”.
2- Desde la reforma carolingia al s. XI: Durante esta época se dan cambios
importantes en la concepción y sentido, en la aplicación y celebración, en el ministro y los
sujetos , en los ritos y en la praxis.
a- Proliferación de rituales: Los rituales latinos de la unción se califican en tres
tipos, según la manera como organizan la aplicación del óleo bendito (fórmulas, número y
lugar de las unciones).
b- Ritualización celebrativa: La elaboración de rituales, con sus indicaciones,
fórmulas y ritos diversos supuso en principio un esfuerzo por la unificación y ordenación
celebrativa. Pero pronto sucedió el fenómeno de la amplificación exagerada de ritos
secundarios, que hacía durar varias horas la celebración, sobre todo en monasterios.
c- Acentuación aplicativa: Con la evolución ritual se da un desplazamiento de
interés y de acento de la bendición a la aplicación del óleo o administración del
sacramento. Cierto que el sacramento lo constituyen las dos cosas, pero la aplicación ritual
ocupa el centro en estos momentos.
d- Clericalización sacramental: El clero ha aumentado, los fieles dejan de participar
como antes en la liturgia, ignoran los ritos y no conocen los rituales, y los sacramentos los
administran sólo los sacerdotes... Junto al proceso de ritualización y privatización de los
sacramentos se da un proceso de clericalización, por el que los sacerdotes monopolizan la
administración de este sacramento.
e- Espiritualización de los efectos: Progresivamente se van acentuando los
efectos espirituales de la fortaleza espiritual y el perdón del pecado y sus consecuencias, y
se va marginando el efecto corporal sanativo.
f- Penitencialización del sacramento: El desplazamiento de la unción al
momento de la muerte y su unión con la penitencia y el perdón de los pecados explican este
cambio. El proceso es claro: los penitentes-fieles dejan la penitencia para el final.
g- Extremización de los sujetos: Poco a poco vino a ser considerada como un
sacramento de preparación de la muerte.
3- Desde el siglo XI hasta el siglo XV: En conjunto, los grandes escolásticos insisten
en el efecto espiritual, en el sujeto en peligro de muerte, en el carácter secundario de la
curación... La salvación es para ellos sobre todo espiritual. La concepción bíblico-hebrea de
algún modo había sido sustituida por la helénico-platónica, y la contingencia de lo terreno
por lo definitivo escatológico.
4- Desde el concilio de Trento hasta nuestros días:
a- Contestación de los reformadores: Las acusaciones de Lutero se resume en:
- La extrema unción no es un sacramento de la nueva ley instituido por Cristo, sino
solamente un rito recibido de los Padres...
- La unción de que hablan Mc 6,13 y St 5,14-16 corresponde a un momento de
curaciones carismáticas, que desapareció con la Iglesia primitiva. Por eso la extrema
unción no confiere la gracia, ni perdona los pecados, ni cura los enfermos.
- La Iglesia romana, además, no respeta ni el rito ni el pensamiento de Santiago, ya
que lo reserva a los moribundos, y no atiende a la “oración de la fe”...
- El ministro de la unción según Santiago no es solamente el sacerdote. Los
presbíteros son los ancianos de la comunidad.
b- Respuesta del concilio de Trento: A partir del Concilio de Trento (1545-1563)
y gracias precisamente a dicho Concilio, se volvió a la tradición de los primeros siglos de
la Iglesia. Ya no se considera la unción como sacramento de moribundos, sino de enfermos
graves o de ancianos, para la recuperación de la salud corporal y espiritual. Dicen los
decretos conciliares refiriéndose a este sacramento: “Nos da la gracia del Espíritu, da la
purificación interna y externa, el alivio y fortalecimiento para la enfermedad, fuerza
para superar las tentaciones y conseguir la salud del cuerpo, allí donde conviene para
la salud del alma”.
La unción es sacramento porque remonta en definitiva a la voluntad de Cristo como
se ve en la misión de los doce y en su comportamiento con los enfermos. Santiago juega
una función instrumental explicitativa.
En cuanto a los efectos el concilio, apoyándose en Santiago, propone como la
verdadera gracia del sacramento el Espíritu Santo, en diversos efectos:
- consiste en el alivio y fortalecimiento del alma del enfermo, aumentando su
confianza en Dios para soportar mejor el sufrimiento y la enfermedad.
- otro efecto es el perdón de los pecados y la eliminación de las “reliquias del
pecado”, si es necesario.
- es la curación corporal que es un efecto condicional.
Respecto a los ministros el concilio dice que es patente el que estos son los
presbíteros de la Iglesia, sin hacer ninguna referencia a la praxis de otros tiempos. Los
sujetos del sacramento, Trento habla de enfermos, aun reconociendo que los que más lo
necesitan son los que están para partir.
5- El concilio Vaticano II y el Ritual de enfermos:
Para reconfirmar estos efectos del sacramento, dice el Concilio Vaticano II: “Con la
sagrada unción de los enfermos y con la oración de los sacerdotes, la Iglesia entera
encomienda al Señor paciente y glorificado a los que sufren para que los alivie; más aún,
los exhorta a que, uniéndose libremente a la pasión y a la muerte de Cristo, contribuyan al
bien del pueblo de Dios” (LG 11).
a- El contexto de dos tendencias teológicas: Después de Trento no puede decirse
que progresara realmente la teología y la praxis de la unción.
Pero, a partir de los años 40, se inicia una renovación teológica, motivada por el
mejor conocimiento de la tradición, por la necesidad de renovación litúrgica y pastoral, por
el deseo de superar la posible magia sacramental... Dos son las líneas de renovación más
importantes:
* La de la escuela alemana más escatológica: siguiendo la línea de Abelardo y en
parte de santo Tomás, insisten en la dimensión escatológica del sacramento, considerado
como “la última unción” en relación con la unción bautismal, como “la consagración para
la última lucha”, como “el sacramento de la resurrección” o del “perfeccionamiento
cristiano del hombre total”.
* La de la escuela francesa, más existencial: se pone el acento en la destinación de
la unción a los enfermos, en su dimensión de fortalecimiento del enfermo para afrontar los
dolores de la vida, en su mismo carácter curativo y terapéutico para el hombre total.
b- La unción de enfermos en el Vaticano II:
- Sobre el nombre del sacramento (SC 73) declara que es preferible el de “unción de
enfermos” a “extrema unción”, por su raíz tradicional, por señalar mejor lo específico.
- El sujeto del sacramento (SC 73) queda delimitado en “aquellos que están
gravemente enfermos”, y por tanto no los moribundos ni los que tienen cualquier tipo de
enfermedad.
- La ordenación de los sacramentos (SC 74-75) quiere que sea: penitencia – unción -
viático, intentando recuperar el orden tradicional, que de algún modo reproduce el de los
sacramentos de iniciación: bautismo – confirmación - eucaristía.
- El rito de celebración (SC 75) se pide que se renueve, tanto en lo relativo al número
de unciones, cuanto en lo referente a los textos y oraciones, de modo que exprese mejor el
sentido.
- Y el sentido del sacramento (LG 11) resaltando la dimensión eclesiológica, la
dimensión cristológica y la personal (“para que los alivie y los salve”) o antropológica.
- La intercomunión sacramental: los miembros de las Iglesias orientales pueden
recibir de la Iglesia Católica la unción, y viceversa, siempre que “lo aconseje la necesidad”.
c- El nuevo Ritual de la unción de enfermos: Rasgos generales del nuevo ritual:
- Concreción práctica de “cuestiones” planteadas en el concilio (nombre, sujetos,
unciones, ministros, relación pastoral).
- Aplicación de los principios de la reforma litúrgica
(simplicidad y claridad, diversidad y adaptación, participación y prioridad celebrativa
comunitaria...).
- Situación del sacramento y la acción con los enfermos en contexto socio-cultural
nuevo (medicina, progreso y ciencia, instituciones sanitarias, psicología del enfermo).
- Comprensión del sacramento en el conjunto de la acción pastoral con los enfermos.
- Valoración de la unción desde una visión antropológica más integral.
- Enriquecimiento de la dimensión cristológica, en cuanto supone la continuación del
ministerio de Cristo con los enfermos y la actualización salvífica de su pasión.
- Desarrollo de la dimensión eclesiológica, entendiendo el sacramento como la
concentración de una solicitud permanente por los enfermos, a nivel universal, particular y
de comunidad concreta.
- Reconocimiento de las diversas posibilidades y formas de celebración según la
situación del enfermo.
- Potenciación de la participación por los diversos servicios o ministerios que se
realizan con los enfermos.
- La recentración de los efectos del sacramento en el fortalecimiento integral
corpóreo-espiritual en orden a asumir la propia enfermedad y el propio destino según la
voluntad de Dios.
II- MINISTERIO Y UNCIÓN DE ENFERMOS EN LA ESCRITURA
1- Enfermedad y curación en el Antiguo Testamento: La enfermedad-curación,
de ello nos habla el Antiguo Testamento, pero su lenguaje hay que entenderlo en el mundo
cultural del oriente antiguo, donde la unión de la enfermedad con la fuerza del mal y con el
pecado, y por lo tanto los exorcismos y ritos mágicos de curación eran algo muy común.
La Biblia no habla de la enfermedad aisladamente, sino en el interior de un vasto
mundo que abarca el mal en general, las injusticias, las desgracias, el sufrimiento. Por eso,
no trata de la enfermedad desde un punto de vista científico o médico estricto, sino desde
una perspectiva religiosa, de fe, de relación del enfermo con Dios. Y siempre esta
enfermedad es algo que afecta al hombre entero, corpóreo-espiritual, conmoviendo su vida
total.
a- La gran pregunta sobre la enfermedad: Es evidente que para el hombre bíblico
lo esencial no es la causa natural o el cómo de la enfermedad sino su significación última o
el por qué.
* Explicación etiológica: La enfermedad no es retribución ni bien, ni lugar de
alabanza a Dios, sino castigo y mal, porque se opone a la intención de Dios creador una
primera respuesta espontánea es que procede del pecado del hombre.
* Explicación jurídico-penal: No sólo encuentra la raíz en el pecado personal, sino
que piensa en una conexión causal entre enfermedad y pecado personal, que es así
castigado.
* Explicación demonológica: La enfermedad está en conexión con el pecado y éste
con el demonio, la posesión demoníaca o las potencias del mal.
b- Dificultades de la conexión pecado-enfermedad: La realidad de los sujetos que
padecían enfermedad y su vida pusieron en crisis esta explicación.
La primera: Si la enfermedad se debe al pecado, ¿cómo se explica la impunidad de
los malvados? La respuesta es que tal impunidad es aparente y provisoria, pues al final
tendrá que pagar por sus pecados (Sal 73).
La segunda: Si la enfermedad se relaciona con el pecado ¿Por qué sufre el justo? El
planteamiento y las respuestas se encuentran sobre todo en el libro de Job:
1- la tradicional (amigos de Job) que une el pecado y la enfermedad.
2- la que defiende que el sufrimiento es un instrumento de prueba y purificación que Dios
pone al inocente.
3- la que renuncia a una explicación “lógica” o racionalista, reconociendo que Dios es
distinto, que sus caminos no son los nuestros, y es preciso abandonarse confiado en su
misterio (Job 42,4).
La tercera: Si el sufrimiento es inevitable, ¿qué sentido tiene una vida en la que hay
que sufrir? La respuesta se da en dos direcciones: el salmo 44 dice que sólo la confianza en
Dios da explicación al sufrimiento, ya que sus planes no son los nuestros. Y el Eclesiastés
que considera el sufrimiento como la manifestación de la perentoriedad de la vanidad, e
inconsistencia de la vida.
c- Nuevas explicaciones al sentido de la enfermedad-sufrimiento: El pueblo de
Israel, a partir de la confianza en Dios, viene a nuevas explicaciones más plenas sobre esta
realidad existencial.
Enfermedad y esperanza escatológica: Si Dios es bueno y justo, no puede no
cumplir su promesa. La última palabra no está todavía dicha. Hay que esperar el futuro. Y
este futuro es la victoria escatológica sobre el mal, que tendrá el “día de Yavé” con la
llegada del Mesías. Entonces la enfermedad será cancelada, y habrá justicia para todos.
Enfermedad y resurrección: Dios, justo y verás, no dejará que el justo sea vencido
por la enfermedad y la muerte. El justo vivirá incluso después de la muerte.
Valor redentivo del sufrimiento: Al sufrimiento se le reconoce un valor redentivo,
y de ser signo de pecado pasa a ser signo de gracia, es decir, signo de victoria sobre el
mismo pecado propio y el de los demás.
El sufrimiento humano y el misterio divino: Dios combate el sufrimiento y la
enfermedad, no destruyéndolos sino invirtiendo su dinámica destructora. La victoria sobre
el mal pasa por la mediación del mismo mal. Y entonces puede ser auto-redentivo y hetero-
redentivo, como aparece en Cristo.
d- Curación de la enfermedad: Descuida un poco la medicina en comparación con
otros pueblos y sufre cierto retardo. Es corriente el uso de ciertos medicamentos sencillos.
Pero ante todo a quien hay que recurrir es a Dios, de quien depende la vida y la muerte (Dt
32,39). El es el verdadero médico del hombre (Ex 15,26). Por eso los enfermos se dirigen
sobre todo a sus representantes sacerdotes o profetas.
En cuanto a los cuidados y comportamiento concreto respecto a los enfermos se
recurre a médicos caseros y naturales como son las plantas o la unción con aceite. El aceite
se empleaba con diversos sentidos: se emplea el óleo para la curación y la purificación,
aplicándolo a los enfermos. La unción existió pues en aquel ambiente como práctica
medicinal y como práctica bendicional o consecratoria.
2- Enfermedad y curación en el Nuevo Testamento.
Entre el AT y el NT se da continuidad y distancia convergencia y divergencia. Las
concepciones y el contexto cultural se continúan, pero el significado y contenido se
transforman por obra de Cristo, el Siervo de Yahvé, el ungido, que carga con nuestras
enfermedades y dolores.
a- Enfermedades, concepciones y medios curativos: actitudes de Jesús: El NT
permite componer el cuadro de enfermedades particulares a las que en uno u otro lugar se
alude. Tales son la fiebre, las enfermedades de la piel, úlceras y gangrenas, reumatismos,
etc.
En este contexto Jesús va a ejercer su ministerio con los enfermos en los que
predominan las explicaciones más comunes de la enfermedad: debido a un pecado, como
castigo y prueba de Dios, como manifestación de las fuerzas del mal (Satanás y demonios).
+ Jesús va asumir la función-misión-profética curando a los enfermos. Pero no
empleando medicinas concretas sobre todo, sino poniendo en alto su virtud curativa.
+ Jesús toma sus distancias respecto a las concepciones clásicas de la conexión
inmediata pecado-enfermedad, o castigo-enfermedad y, aunque no rechaza una cierta
conexión rechaza la causalidad inmediata.
+ Jesús realiza acciones simbólicas y cura a los enfermos.
+ Jesús descubre el sentido de la enfermedad y del dolor: El punto culminante de la
acción de Jesús en relación con la enfermedad y el dolor es su pasión y su muerte en la
cruz, su misterio pascual.
b- Las curaciones de Jesús, signos de liberación:
Son signos mesiánicos: Las curaciones de Jesús no son una empresa privada, una
prueba de dominio un acto de prestigio, o un alarde de curandero... Son el medio
privilegiado por el que proclama, confirma y realiza la presencia del reino. Con ellas Jesús
confirma que É es el Mesías, el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios.
Son signos reales: Porque forman un cuerpo con la realidad que manifiestan, porque
no sólo expresan la presencia del Reino sino que la realizan concretamente, eficazmente.
Son signos públicos-interpelativos: Se realizan proféticamente en la publicidad, con
una intención interpelativa no sólo para la persona curada, sino para todo el pueblo que
asiste y participa.
Son signos escatológicos: No sólo porque son juicios, sino también porque son la
presencia definitiva del reino, y la anticipación de la plenitud y salvación escatológicas.
Son signos de salvación total: La significación simbólica de las curaciones está
también en que por ellas se ofrece no sólo la curación del cuerpo, sino también la del alma.
c- Continuación del ministerio de Jesús en la comunidad primitiva: El signo del
Reino de Dios que constituye las curaciones milagrosas no ha quedado confinado a la vida
terrena de Cristo. Él había asociado ya a los apóstoles a su poder de curar las enfermedades
en la primera misión (Mt 10,1ss).
Si la obra de Cristo con los enfermos fue profética e histórica también la obra de la
Iglesia tiene que tener estas características:
- ha de ser profética continuando la liberación de Cristo y anunciando la liberación
final.
- ha de ser histórica atendiendo, ayudando y sirviendo en el mundo de los enfermos
desde la fe en Cristo.
- ha de ser anamnética, presencializando y actualizando la salvación y la esperanza en
Cristo.
-ha de ser pneumática, actuando en la virtud y el auxilio del Espíritu, que nos ha sido
dado para continuar la acción sanativa de Cristo y consolar a los enfermos.
En una palabra, la predicación y la acción de la Iglesia, su preocupación por los
enfermos, tiene que orientarse de acuerdo con la predicación de Jesús y con su
comportamiento frente a las personas afligidas por la enfermedad. Ahora bien, cómo se
realiza en concreto esta continuación?
De modo extraordinario, por las curaciones: Los Hechos de los apóstoles nos
describen en los capítulos 2-3 cómo la primera comunidad va creciendo por la predicación,
la conversión, el bautismo, la fracción del pan, la comunicación de bienes, y la repetición
de las obras extraordinarias en nombre de Cristo, entre las que se nos refieren la curación
del tullido (Hech 3,1-26).
De modo ordinario, por los carismas y dones de curación: Para Pablo, el carisma
de curación no es el poder de hacer milagros, sino el servicio a los enfermos para la
edificación de la comunidad, como una de las manifestaciones más excelentes de la
caridad.
d- El testimonio de la carta de Santiago 5,3-16: continuación sacramental:
Este pasaje de Santiago, hecho suyo desde el principio por la liturgia cristiana, sirvió
de base a los Santos Padres y posteriormente a los teólogos y concilios de la Iglesia para
definir la sacramentalidad de la unción de los enfermos. Describe, en efecto, un rito
practicado en la comunidad cristiana, por el cual, en el nombre del Señor, al que se invoca
con la oración de la fe, se aplica la salvación a un miembro de la comunidad en su concreta
situación de enfermo.
- La vida del cristiano, en cualquier situación que se encuentra, debe estar referida a
Dios. En cualquier caso y circunstancia, espiritual y corporal, el hombre debe saber
dirigirse a Dios y contar con Dios.
- Junto a las otras situaciones se coloca una situación especial: la de enfermedad.
- Los presbíteros son responsables de la comunidad.
- La intervención de los presbíteros es doble: en primer lugar orar sobre el enfermo;
en segundo lugar se interviene con la unción con óleo al enfermo.
- Tanto el gesto como la palabra deben ser una oración de la fe, lejos de pensar en
una eficacia mágica el texto, en el v.15, dice bien claramente que se trata de una oración de
fe, tanto por parte de los presbíteros como por parte de los enfermos.
- El efecto de este gesto es la salvación y el fortalecimiento del enfermo.
- Además de la salvación y fortalecimiento, una tercera promesa es el perdón de los
pecados, en caso de que se encuentre en pecado.
III- REFLEXIÓN TEOLÓGICA SOBRE EL SENTIDO DEL SACRAMENTO .
1- La enfermedad una situación fundamental de la vida humana: Uno de los
momentos en que sucede este reconocimiento eclesial indicado es la situación de
enfermedad seria o grave. Existen pequeñas enfermedades, desarmonías psíquico-físicas, o
sufrimientos que, aun siendo dolorosos y teniendo sus consecuencias en la vida, no causan
temor ni gran preocupación, porque están bajo el control del enfermo o del médico, o son
perfectamente curables. Pero hay otras enfermedades que, aun esperando poder curarlas,
suponen una conmoción de la persona entera, confrontan al hombre con su fragilidad y
limitación, son mensajes de alerta vital y hasta de muerte... Estas enfermedades hacen que
el hombre entero entre en nueva situación, se plantee la vida en interrogativa.
Siendo todo esto la situación de enfermedad, también tienen unas características
que la especifican y diferencian de las demás:
a- Que la enfermedad supone un tránsito biológico-vital, porque implica desarmonía
y cambio físico-psíquico.
b- Que tiene un carácter de negatividad en principio, ya en sí misma es mala,
desarmonía, sufrimiento.
c- Que afecta a la totalidad de la vida, con especiales repercusiones en la actividad
diaria y el mundo interrelacional.
d- Que se abre de forma especial a un horizonte escatológico, ya que implica la
pregunta por el futuro.
Ante situación de enfermedad el hombre puede presentarse con una u otra capacidad
con una u otra madurez.
Es muy importante que el hombre consciente de la ambivalencia de la situación
pueda afrontarla:
- con madurez biológica, lo que supone una valoración correcta del propio cuerpo y
su proceso evolutivo.
- con madurez psicológica, lo que implica el no ser dominado por el temor, la
angustia, la desesperación.
- con madurez humana, que significa la lucidez y clarividencia para saber encajar la
fragilidad y el dolor como elemento integrante de la vida humana.
- con madurez religiosa, lo que conlleva que en la crisis se sabe referir la situación a
Dios, sin rebeliones demonizantes, sin supersticiones mágicas.
a- Situación de enfermedad y experiencia de gracia:
- Se trata de una experiencia dramática, en cuanto que no afecta a un aspecto de su
vida, sino a su vida total.
- En esta prueba lo primero que el hombre experimenta es la nueva presencia del
cuerpo que lo siente en desarmonía con su voluntad, como resistencia y no como
posibilidad física.
- Esto le conduce a una experiencia de limitación y finitud de fragilidad y
contingencia, de dependencia y necesidad de los demás.
- Por eso mismo viene a sentir una especie de extrañamiento vital, producido al ser
arrancado de su situación normal y al verse sometido a una especie de auxilio obligatorio.
- El mundo de referencias vitales que se le imponen al enfermo es entonces nuevo y
distinto, desde los horarios y el ritmo de vida, la dependencia de los tratamientos médicos,
la limitación del espacio y del movimiento.
- Así se entiende que en este estado cambia de modo esencial el mundo
interrelacional, no sólo consigo mismo sino también con los demás y con Dios.
- Junto a todo esto hay que colocar la experiencia de ultimidad que, implica la
apertura de un nuevo horizonte de futuro, en el que el final se ve como posibilidad real y
con mayor cercanía.
- De ahí que esto conduzca al enfermo a preguntarse de forma urgente por sí mismo
y su propio destino, por el sentido de su enfermedad y por la verdad de Dios, por el futuro
después de la muerte...Y de ahí también que el enfermo se vea llevado a tomar una
decisión, a adoptar una postura, o de aceptación de su enfermedad y su destino, o de
desesperación, resignación pasiva y rebelión contra un futuro inaceptable.
b- Experiencia de gracia y sacramento de gracia: Que la unción sea un
sacramento no depende en último término ni del hombre en su experiencia, ni de la
explicitación eclesial en su historia, sino del mismo Cristo.
2- La unción no es un sacramento para la pasividad sino para la actividad, no es
signo para el abandono sino para la lucha.
a- Cristo viene a luchar contra el mal, la enfermedad, la muerte : Cristo es el Mesías
que, asumiendo la figura del Siervo de Yahvé, viene a cumplir las profecías y a realizar el
plan de salvación y liberación de los hombres.
Toda la misión de Cristo se presenta como una obra de salvación liberadora de todos
los males y esclavitudes, cuyo origen está en el reino de Satán y en el pecado del hombre.
La lucha de Cristo contra la enfermedad y el dolor es una lucha original, lo hace no
desde fuera del dolor sino desde dentro del mismo: asumiendo nuestras angustias, sufriendo
nuestros sufrimientos, participando de nuestra debilidad, muriendo nuestra muerte.
b- La Iglesia continuadora de Cristo en la lucha contra la enfermedad : La Iglesia
debe continuar la misión y la obra de Cristo, también en su lucha contra la enfermedad y el
sufrimiento de los hombres (Mc 16,17-18). Así se comienza a realizar esta continuación
con las curaciones y los carismas de la primera comunidad (Hech 3,1-26), y así ha
procurado la Iglesia realizar esta tarea a lo largo de la historia, con personas e instituciones,
con caridad y con ciencia.
c- La acción “curativa” de la Iglesia en la situación de enfermedad : La lucha de la
Iglesia contra la enfermedad no es la rebelión por la enfermedad, ni el afán porque
desaparezca toda enfermedad. Su medio más específico de lucha tampoco es la ciencia y la
técnica. La Iglesia debe asumir sobre todo la lucha contra la injusticia y el pecado humano
que produce la enfermedad, la lucha contra el sin sentido de la enfermedad que hay que
vivir, la lucha por descubrir en el inevitable dolor y la fragilidad su posibilidad salvadora,
la otra cara encubierta de la llamada del amor.
d- La unción signo del combate por la vida en perspectiva de la victoria final : La
unción no puede ser entendida ni como la “consagración de la enfermedad”, ni como la
santificación de la resignación pasiva, sino más bien como el signo concentrativo de una
lucha permanente por la salud y por la vida total del hombre; como la proclamación
celebrativa de una esperanza de salvación plena: como el estímulo fortalecedor para una
transformación de la debilidad y el sufrimiento en verdad personal y en virtud redentora.
3- La unción afecta de modo original a la salud del cuerpo:
a. Dificultades para una correcta interpretación: Hay quienes afirman que “no es
válido el recurso que se hace al comportamiento de Cristo con los enfermos”, porque Cristo
tenía un poder y un carisma especial intransmisibles...
b. El efecto corporal consiste en :
- una fuerza contra la impotencia física que condiciona el estado total.
- un ánimo contra la debilidad psíquica y espiritual, por la fe, amor y la esperanza.
- un estímulo para la lucha contra el mal y la enfermedad, apoyado en el gesto
solidario de la comunidad cristiana.
- un fortalecimiento del estado total para afrontar con buen talante la fragilidad
humana.
- una recuperación equilibrada del puesto del cuerpo en la totalidad de la persona,
integrándolo debidamente en la constelación de valores de la vida.
4- La unción, concentración simbólica de la solidaridad eclesial:
QUIÉN RECIBE Y QUIÉN ADMINISTRA ESTE
SACRAMENTO
Es necesario que la Iglesia exprese su fraternidad y solidaridad con el enfermo en un
signo estrictamente eclesial; es necesario que proclame pública, solemne y
comunitariamente su disposición de servicio y su compromiso con el enfermo. Este
compromiso se manifiesta en los siguientes aspectos:
El sujeto de la Unción: En el sacramento el enfermo se comporta no como un
miembro pasivo de la Iglesia, sino como un miembro activo, que hace a los demás
partícipes de su experiencia cristiana, da testimonio de su esperanza, interpela y hasta
anima a veces a los demás.
CIC = 1514: La Unción de los enfermos “no es un sacramento, sólo para aquellos
que están a punto de morir. Por eso, se considera tiempo oportuno para recibirlo cuando el
fiel empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez” (SC 73; Cf DC. 1004;
1005; 1007).
CIC = 1515: Si un enfermo que recibió la unción recupera la salud, puede, en caso
de nueva enfermedad grave, recibir de nuevo este sacramento. En el curso de la misma
enfermedad, el sacramento puede ser reiterado si la enfermedad se agrava. Es apropiado
recibir la Unción de los enfermos antes de una operación importante. Y eso mismo puede
aplicarse a las personas de edad avanzada cuyas fuerzas se debilitan.
El ministro de la unción: A través del ministro puede saber el enfermo que él no
está solo, que su dolor es compartido con los demás, que la totalidad de hermanos está
presente en la solicitud, la oración y el signo que realiza o preside el ministro.
CIC = 1516: Sólo los sacerdotes (obispos y presbíteros) son ministros de la unción
de los enfermos (cf. DC 1003)
DC = 1003.
1. Todo sacerdote, sólo él, administra válidamente la unción de los enfermos.
2. Todos los sacerdotes con cura de almas tienen la obligación y el derecho de
administrar la unción de los enfermos a los fieles encomendados a su tarea pastoral.
3. Está permitido a todo sacerdote llevar consigo el óleo bendito, de manera, en caso
de necesidad, pueda administrar el sacramento de la unción de los enfermos.
La presencia de la comunidad: El encuentro solidario de la Iglesia con el enfermo y
del enfermo con la Iglesia cobra plena expresividad cuando celebra la unción se celebra en
presencia y con la participación activa de la comunidad concreta.
La Celebración del Sacramento: Comprende principalmente estos elementos: “los
presbíteros de la Iglesia” (St 5,14) imponen -en silencio- las manos a los enfermos; oran
por los enfermos en la fe de la Iglesia (cf St 5,15); en la epíclesis propia de este
sacramento; luego ungen al enfermo con el óleo bendecido, si es posible por el obispo.
(CIC 1519)
El signo o unción con óleo junto con la imposición de manos y las palabras que le
acompañan, es una manera de expresar la presencia y solidaridad de la comunidad eclesial.
5 - Efectos de la Celebración de este Sacramento:
a- La fortaleza y el alivio del Espíritu: CIC: 1520. Un don particular del Espíritu
Santo. El Espíritu es don escatológico, origen y razón de visibilidad sacramental, causa y
fuerza transformante del signo, gracia y fruto del sacramento.
En cada sacramento la gracia del Espíritu actúa en relación con la situación concreta
del hombre, según la necesidad y la finalidad propias. En el sacramento de la unción, en
concreto, el Espíritu se da personalmente al enfermo y obra en él en vistas a la salud y la
curación integral.
Si la enfermedad es una amenaza para la vida, la unción es una seguridad de
salvación y de vida; si la enfermedad es debilitamiento, el Espíritu es fortaleza; si la
enfermedad es desánimo o desesperación, el Espíritu es consuelo y fuerza para la lucha; si
la enfermedad recuerda la angustia de la muerte, el Espíritu aporta la confianza en la
resurrección...
Lo específico de la gracia de la unción es, pues, el Espíritu para el fortalecimiento
total del enfermo, de manera que pueda asumir, afrontar y vivir su enfermedad en la fe, el
amor y la esperanza cristianos, y pueda hacer de ella una situación salvífica y redentora en
Cristo.
Las manifestaciones de la gracia del Espíritu :
- El perdón de los pecados y de las reliquias del pecado : La unción supone el estado
de gracia, y por tanto el perdón precedente de los pecados. Pero, si el enfermo no ha podido
celebrar antes la penitencia, y la unción suscita en él la conversión y la fe, entonces el
mismo sacramento es expresión realizante del perdón, supuesto el arrepentimiento. La
unción tiene un efecto reconciliatorio del enfermo con su propio cuerpo, con su debilidad,
al aceptarse no como lugar de desprecio sino como momento de esperanza.
En cuanto a las “reliquias del pecado”, que son la debilidad espiritual inducida en el
sujeto por el pecado, la fragilidad moral, etc. es evidente que, si la unción fortalece en
Cristo y en el Espíritu, este fortalecimiento afecta directamente a dichas consecuencias,
ayudando al enfermo a superar las tentaciones e inclinaciones al mal.
- La integración de la perspectiva de la muerte: La unción no es, para ayudar al
enfermo a “bien morir”, sino para ayudarle a vivir bien la enfermedad. Y, lejos de ser una
“consagración” en el momento de la muerte, parangonable a la unción bautismal en el
momento de la iniciación, es un fortalecimiento en la enfermedad, también a la “fuerza
para la lucha” que también se da en la confirmación. La unción es un sacramento de
enfermos, que debe celebrarse en la enfermedad, y no un sacramento de moribundos que
haya que esperar a celebrarlo cuando llega la muerte.
- La manifestación de la curación corporal: La curación corporal no queda excluida
de los efectos del sacramento, sino que está incluida en ellos, en cuanto que forma parte de
la curación o salud integral a la que tiende el sacramento. Sin embargo, tampoco se puede
decir que sea su efecto más directo e inmediato, sino más bien su efecto indirecto y
mediato, lo mismo que los otros dos.
La unción busca la curación integral, en la que entra como elemento decisivo el
cuerpo, pero en la que no entra como factor necesario la curación de esta enfermedad del
cuerpo.
b. La unión a la Pasión de Cristo . Por la gracia de este sacramento, el enfermo recibe
la fuerza de unirse más íntimamente a la pasión de Cristo: en cierta manera es consagrado
para dar fruto por su configuración con la Pasión redentora del Salvador. El sufrimiento,
secuela del pecado original, recibe un sentido nuevo viene a ser participación en la obra
salvífica de Jesús. (CIC 1521)
c. Una gracia eclesial. Los enfermos que reciben este sacramento, “uniéndose
libremente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de Dios” (LG
11). Cuando celebra este sacramento, la Iglesia, en comunión de los santos, intercede por el
bien del enfermo. Y el enfermo, a su vez, por la gracia de este sacramento, contribuye a la
santificación de la Iglesia y al bien de todos los hombres por los que la Iglesia sufre y se
ofrece, por Cristo, a Dios Padre. (CIC 1522)
d. Una preparación para el último tránsito. Si el sacramento de la unción de los
enfermos es concedido a todos los que sufren enfermedades y dolencias graves, lo es con
mayor razón “a los que están a punto de salir de esta vida”. La unción de los enfermos
ofrece al término de nuestra vida terrena un escudo para defenderse en los últimos
combates y entrar en la Casa del Padre.
IV- LA PASTORAL DE LOS ENFERMOS
El cuidado pastoral de los enfermos no empieza ni termina con la celebración del
sacramento, como si -Sacramentalizar- fuera todo lo que la comunidad cristiana tiene que
aportar al hombre enfermo. El sacramento es, también aquí, el punto culmimante de un
proceso: de un encuentro, en la fe, del hombre con Cristo en la comunidad cristiana. Lo
importante no es que el sacramento sea -administrado- a toda costa, sino que el enfermo
llegue a vivir su enfermedad con fe, esperanza y amor a la luz del misterio pascual de
Cristo.
La celebración sacramental con los enfermos requiere una serie de pasos previos o
simultáneos. Lo propio de toda catequesis sacramental cristiana, más la asistencia integral
al hombre en situación de enfermedad.
Por parte del enfermo se requiere:
Haber descubierto el sentido del sacramento en su situación y en el contexto de
una vida personal de fe a partir del bautismo.
Que él mismo, motivado por su fe, tome la iniciativa, por lo menos
implícitamente, hacia el sacramento y lo pida, si le es posible.
Por otro lado, la acción pastoral de la comunidad cristiana se
realiza en dos tiempos:
El primero es el de la catequesis de los sanos con vistas a la posible situación de
enfermedad. Una educación permanente de la fe que incluya el sentido escatológico de la
vida humana. Si en la predicación, en la catequesis, en las reflexiones comunitarias no se
abordan los temas de la enfermedad, el dolor, la muerte, como integrantes de la vida
humana, el cristiano se encuentra desarmado a la hora de enfrentarse a estos hechos. La
mejor preparación para la enfermedad y la muerte es la comprensión exacta del sentido de
la vida.
Respecto a los miembros enfermos, la pastoral cristiana parte de una actitud
previa a toda acción: La consideración de los enfermos como miembros reales y preferentes
de la comunidad. El mundo del sufrimiento y de los enfermos es para la comunidad
cristiana parte principal de esa categoría de los pobres a los que se dirige prioritariamente
el evangelio de Jesús. Supuesta esta actitud básica, la principal manifestación del cuidado
pastoral sería el -acompañamiento- del enfermo desde el comienzo de su enfermedad y a lo
largo de toda ella. Acompañamiento que es presencia atenta y confortante. Presencia de los
Presbíteros, como servidores de los misterios de salvación, de la unidad y de la paz. De los
familiares y amigos, como la parte de la comunidad más cercana al enfermo. De toda la
comunidad cristiana, si de verdad se vive en ella la comunión de los creyentes en Cristo.
Presencia que no empieza por -ir a administar un sacramento-, sino por la visita al enfermo
a partir de una preocupación amorosa por su persona con sentido humano, espontáneo y
desinteresado.
Dada la especial sensibilidad del enfermo en su situación de dependencia y
aislamiento, la presencia cariñosa de los otros y sus pequeños atenciones desinteresadas
pueden ser el mejor testimonio del Dios que es amor y que acoge en su misericordia la
existencia de cada uno.
La presencia de la comunidad cristiana junto a los enfermos es especialmente
necesaria y difícil en los hospitales, debido al sentido técnico e impersonal de los servicios
que allí reciben. Teniendo en cuenta que esa presencia cristiana en el hospital no empieza
donde terminan los servicios médicos y sanitarios, sino que se integra en ellos y colabora
con ellos. La ayuda cristiana al enfermo a través de la compañía, la oración y los
sacramentos se une al esfuerzo que el personal sanitario está realizando por la vida de
aquél.
La presencia cristiana en la enfermedad, con la catequesis testimonial que ello
supone, puede ser por sí misma la mejor preparación del enfermo para celebrar los
sacramentos en un clima de fe, esperanza y amor.
V- LA PREPARACIÓN DE LA CASA PARA LA VISITA DEL SACERDOTE
Después de haber fijado la
fecha de la visita del sacerdote,
los familiares alistarán todo
para la administración del
sacramento.
De una manera sencilla pero
decente arreglarán la pieza del
enfermo.
Es conveniente colocar una mesa cubierta con un mantel cerca de la cama del
enfermo.
En la mesa se pone un crucifijo, dos velas encendidas, un vaso de agua bendita y
con un ramo para la aspersión.
Si el enfermo tiene dificultad para tragar la santa hostia, se prepara también un
vaso de agua.
Para expresar el respeto y la devoción al Santísimo es recomendable colocar unas
flores en un florero sobre la mesa.
Hay que crear un ambiente de piedad alegre y de recogimiento para la visita de
Jesús al enfermo.
La preparación del ambiente ayudará al enfermo a sentirse animado durante la
espera y a disponerse para recibir el sacramento con gran entrega y devoción.
VI- RESUMEN
CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA
1526 “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia,
que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará
al enfermo y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán
perdonados” St 5, 14 -15.
1527 El sacramento de la Unción de los enfermos tiene por fin conferir una gracia
especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad
grave o de vejez.
1528 El tiempo oportuno para recibir la Santa Unción llega ciertamente cuando el fiel
comienza a encontrarse en peligro de muerte por causa de enfermedad o de vejez.
1529 Cada vez que un cristiano cae gravemente enfermo puede recibir la Santa
Unción y también cuando, después de haberla recibido, la enfermedad se agrava.
1530 Sólo los sacerdotes (presbíteros y obispos) pueden administrar el sacramento de
la Unción de los enfermos; para conferirlo emplean óleo bendecido por el obispo, o en caso
necesario, por el mismo presbítero que celebra.
1531 Lo esencial de la celebración de este sacramento consiste en la unción en la
frente y las manos del enfermo (en el ritual romano) o en otras partes del cuerpo (en
Oriente), unción acompañada de la oración litúrgica del sacerdote celebrante que pide la
gracia especial de este sacramento.
1532 La gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como
efectos:
- la unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia.- el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la
enfermedad o de la vejez.- el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de
la Penitencia.- el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual.- la preparación para el paso a la vida eterna.
VII- PREGUNTAS PARA COMPARTIR:
1- ¿De dónde viene el sufrimiento?
2- ¿Tiene sentido sufrir?
3- ¿Cuándo hay que llamar al sacerdote para el enfermo y por qué?
4- ¿Por qué se pide la participación de la comunidad en la celebración del Sacramento?
5- ¿Cuál es la finalidad del Sacramento de la Unción de los enfermos?
6- Después de recibir este sacramento, ¿hay que morir?
7- El que sufre, ¿está pagando por su pecados? (¿Y la Santísima Virgen y Jesús mismo?)
8- ¿Cuál es la mejor actitud humana frente a la muerte: pensar o no pensar en ella?
9- ¿Existen curaciones milagrosas?
VI- EL SACRAMENTO DEL ORDEN
“Andando junto al mar de Galilea, vio Jesús dos hombres: Simón, llamado Pedro y Andrés, su hermano, echando la red en el mar, pues eran pescadores.Y les dijo: “Vengan conmigo, y los haré pescadores de hombres”.Ellos al instante, dejando las redes, lo siguieron.Yendo más adelante vio otros dos hermanos: Santiago, el de Zebedeo y Juan, su hermano, en la barca con su padre Zebedeo, remendando las redes; y los llamó. Ellos, al instante, dejando la barca y a su padre, lo siguieron" (Mt 4, 18-22)
PARA REFLEXIONAR
¡NI POR UN MILLON DE DOLARES!
Un Periodista había observado durante un día
cómo la Madre Teresa de Calcuta sirvió con todo
amor y entrega a los más pobres de los pobres.
El sólo mirar esa realidad le había causado asco
y repugnancia. Al final dijo a la religiosa: “¡Esto
no lo podría hacer ni por un millón de
dólares!”
Contestó la Madre Teresa: “Yo tampoco”.
ORDEN SAGRADO
El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus
apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el
sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el
presbiterado y el diaconado. (CIC 1536).
La palabra Orden designaba, en la antigüedad romana, cuerpos constituidos en
sentido civil, sobre todo el cuerpo de los que gobiernan. Ordinatio designa la integración
en un ordo. En la Iglesia hay cuerpos constituidos que la Tradición, no sin fundamento en
la Sagrada Escritura (cf Hb 5, 6; 7, 11; Sal 110, 4), llama desde los tiempos antiguos con
el nombre de taxies (en griego), de ordines (en latín): así la litrugia habla del ordo
episcoporum, del ordo presbyterorum, del ordo diaconorum. También reciben este
nombre de ordo otros grupos: los catecúmenos, las vírgenes, los esposos, las viudas... (CIC
1537).
La integración en uno de estos cuerpos de la Iglesia se hacía por un rito llamado
ordinatio, acto religioso y litúrgico que era una consagración, una bendición o un
sacramento. Hoy la palabra “ordinatio” está reservada al acto sacramental que incorpora al
orden de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos y que va más allá de una simple
elección, designación, delegación, o institución por la comunidad, pues confiere un don del
Espíritu Santo que permite ejercer un “poder sagrado” (“sacra potestas”, cf LG 10) que
sólo puede venir de Cristo, a través de su Iglesia. La ordenación también es llamada
“consecratio” porque es un “poner a parte” y un “investir” por Cristo mismo para la Iglesia.
La “imposición de manos” del obispo, con la oración consecratoria, constituye el signo
visible de esta consagración. (CIC 1538).
I. EL MINISTERIO PASTORAL EN LA HISTORIA
1. En el nuevo testamento
Los escritos del Nuevo Testamento mencionan una gran variedad de ministerios y
funciones en el seno de las comunidades cristianas, que parecen revelar la existencia de
distintos modelos institucionales, ligados quizás a zonas geográficas diferentes y a
momentos sucesivos de organización.
Destacan “los doce”, cuya elección había respondido a una iniciativa personal de
Jesús. Los asoció estrechamente a su persona y a su ministerio. Los envió en misión con su
autoridad, como representantes suyos, para que, como testigos de su resurrección,
predicaran en su nombre el evangelio y congregaran el nuevo Israel. Su elección hace
patente la voluntad de Jesús de prolongar su misión y su obra en el tiempo de la Iglesia a
través de sus elegidos. La tradición ha considerado a los apóstoles punto de referencia
obligado, raíz y fuente de todo ministerio de la Iglesia, que por eso es apostólico por
necesidad.
Además de los “doce”, y de los “setenta” tan cercanos a ellos, aparece un primer
grupo formado por “apóstoles”, profetas y doctores, que gozan al parecer de cierta
preeminencia, encontramos en primer lugar una serie de términos que tienen que ver con la
dirección y el gobierno de la comunidad: jefe, director, presidente, presbíteros, episkopos,
diáconos, pastor...
La Iglesia apostólica se dio los ministerios que creyó necesarios para el buen
funcionamiento de las comunidades y los concibió como una “diakonía” a la comunidad.
“Los presbíteros”, que a veces se identifican con los “epískopos”(Hec 20,28), aparecen en
Jerusalén ejerciendo su ministerio colegialmente, al estilo de los ancianos de las
comunidades judías.
El “establecerlos”, “llamarlos”, “designarlos” se atribuye en ocasiones a Dios o al
Espíritu Santo.
Liturgia de ordenación:
a- En Hech 6,1-3 (“los siete que habían de servir a las mesas”)
b- En Hech 13,3-4 ( misión de Pablo y Bernabé): ayuno y oración, imposición de
manos por profetas y doctores.
c- En 1Tim 4,14 y 2Tim 1,6: palabra profética e imposición de manos que confiere el
carisma de Dios de un modo duradero.
2- En la Iglesia antigua
a- Los ministerios en los ss. II-III: Ocurrieron dos hechos importantes:
- La consolidación de la trilogía de ministerios estables - obispos, presbíteros, diáconos- al
frente de las comunidades cristianas y la correlativa desaparición de los demás ministerios.
- la aparición del episcopado monárquico, que en Antioquía es ya un hecho en tiempos de
San Ignacio. De sus cartas emerge la imagen de una Iglesia bien estructurada, cuyo centro
de unidad es el obispo, en estrecha colaboración con el colegio de los presbíteros y el grupo
de los diáconos.
El obispo de Antioquía concibe la Iglesia como la imagen terrena de la celestial: en
concreto, la jerarquía de aquí abajo - obispo, presbítero, diáconos- es símbolo de la
jerarquía celestial: Dios, colegio apostólico, Cristo.
Para salvaguardar su propia identidad ante el peligro que suponían los primeros
cismas y herejías, sobre todo la gnosis, a partir de mediados del s. II la Iglesia aprendió a
mirar hacia sus orígenes. Sobre todo la sucesión apostólica, encarnada por los obispos,
sucesores de los apóstoles, fue afirmada como la mejor garantía de la fidelidad de la Iglesia
a sus orígenes apostólicos (Ireneo, Tertuliano).
b- El primer “ritual” de ordenación: La Traditio apostólica de Hipólito nos ha
conservado casi un ritual de ordenaciones: una serie de oraciones consecratorias,
acompañadas de indicaciones rituales y disciplinares de una extremada simplicidad.
c- Los ministerios en los SS. IV-VI: Con su mentalidad simbólica presentan a los
ministros de la Iglesia como imágenes de Cristo, símbolos eficaces de su presencia en la
actividad de sus representantes. No entienden el ministerio más que en vinculación estrecha
con la comunidad local, como función y diaconía para el bien de la Iglesia. Subrayan la
acción del Espíritu en la ordenación y en la actividad pastoral de los ministros.
Pero este equilibrio doctrinal se vería muy pronto perturbado por una serie de
factores históricos:
1- El cambio en el estatuto social de los jerarcas eclesiásticos como consecuencia de
la alianza entre la Iglesia y el Estado, con el consiguiente aumento de poder y honores,
contribuye, se empleen cada vez más términos como “dignidad”, “poder”, y se arrumbe la
terminología de “servicio”.
2- Empiezan los traslados de obispos y las ordenaciones absolutas.
3- Las distintas “órdenes” ya no se conciben como funciones o servicios, sino como
grados o promociones sucesivas que hay que pasar para llegar al grado supremo del
episcopado.
4- Ya no es la comunidad la que hace la designación - elección de sus ministros, sino
los colegas del elegido, lo cual es indicio de un ambiente más clericalizado.
5- La multiplicación de las Iglesias urbanas y, sobre todo, nacimiento de parroquias
rurales trajeron como consecuencia:
a) que se disgregara el presbiterio y con ello se degradara la conciencia colegial de los
presbíteros.
b) se concentrara la atención en la función cultual de los ministros.
6- La reacción ante las pretensiones de los diáconos en el s. IV, de ser iguales o
superiores a los presbíteros y de presidir la eucaristía, llevó a un autor anónimo que
conocemos con el nombre de Ambrosiaster a afirmar la igualdad de presbíteros y obispos
en el sacerdocio.
7- En reacción contra la herejía donatista se afirmó que la eficacia del sacramento no
depende de la santidad personal del ministro, sino del valor objetivo del ministerio.
8- La costumbre de ordenar presbíteros a monjes sin cargo pastoral, cuya única
función ministerial era concelebrar la eucaristía conventual.
9- La generalización del celibato y de la vida en común entre los clérigos contribuyó
a marcar aún más las diferencias y las distancias entre el pueblo cristiano y el clero como
estamento social.
3- En la alta edad media
a- Los ministerios en los SS. VII-X: Los escritores de la alta edad media no dieron
pruebas de mucha creatividad en el campo de la doctrina sobre los ministerios. Se
contentaron, con repetir las ideas que les llegaban de la época patrística, sobre todo a través
de san Jerónimo.
La atención se fue concentrando así exclusivamente en los poderes cultuales de los
ministros y, más concretamente, en el poder de celebrar la eucaristía. Como hay igualdad
entre obispo y presbítero en lo tocante al poder sobre la eucaristía, se concluyó que lo que
cuenta realmente es la ordenación presbiteral, que es la que otorga dicho poder.
Dentro del recurso cada vez mayor al AT, característico de la época, y en la línea de
la concentración de las funciones cultuales, se asimilan los ministerios cristianos a los
distintos grados que atendían al culto en el templo de Jerusalén. En este período se ha
desvanecido enteramente la conciencia colegial de los presbíteros: aparecen como jefes de
pequeñas comunidades autónomas, se empezó a explicar la relación entre los diversos
ministerios en el sentido de que cada grado jerárquico participa de la “potestad” del grado
inmediatamente superior.
4- En la baja edad media
a- La teología de los ministerios en la Escolástica: Durante el período escolástico,
el pensamiento sobre los ministerios no avanzó gran cosa, debido en buena parte a la
carencia de una eclesiología adecuada; predominaba a la sazón la mentalidad jurídica.
La escolástica se preocupó ante todo de sistematizar la doctrina común sobre los
ministerios, ligados con la cuestión del número de las órdenes, está el problema de la
sacramentalidad del episcopado y su relación con el presbiterado.
Para la mayoría de los grandes teólogos de la escolástica (Pedro Lombardo,
Alejandro de Ales, Alberto Magno, Buenaventura, Tomás de Aquino...), el episcopado no
es “orden” en sentido estricto sino oficio. En cambio la mayoría de los canonistas y algunos
teólogos defendieron la tesis contraria a la sacramentalidad de la ordenación episcopal. Por
el contrario, todos coinciden en afirmar la sacramentalidad del presbiterado y del
diaconado. Sin embargo, nadie considera la ordenación como un acto puramente jurídico;
al tratar de los efectos del sacramento, no dejan de mencionar la gracia del Espíritu.
Particular interés prestaron los escolásticos a la doctrina del “carácter”. Todos
coinciden en afirmar el hecho del que el sacramento del orden imprime carácter.
La recuperación del ministerio de la palabra gracias al florecimiento de las órdenes
mendicantes no determinó ninguna rectificación en la dirección que llevaba la reflexión
teológica sobre el sacramento del orden.
La distinción entre potestad de orden y potestad de jurisdicción abrió aún más las
puertas de las ordenaciones absolutas y a la consideración del ministerio como un estado
personal de vida sin vinculación con la comunidad local.
- John Wiclef (1384) impugnó puntos concretos de la doctrina común sobre el
sacramento del orden. Rechazó toda mediación humana, en especial la de la Iglesia
jerárquica: en el fondo, un seglar es tanto como un clérigo. Negó la necesidad de la
ordenación para comunicar poderes sacerdotales.
5- Desde Trento hasta el S. XX
a- Los ministerios según la reforma y según el Concilio de Trento: Lutero,
llevado por su rechazo de la concepción fuertemente sacramental del ministerio que
prevalecía en su tiempo, impugnó de plano la doctrina católica de los ministerios. He aquí
los puntos principales de su crítica:
* En la nueva alianza no hay más sacerdote que Cristo, cuyo sacerdocio es invisible.
* Sin embargo, por el bautismo todos los miembros de Cristo son sacerdotes en lo
invisible de la fe. Desde el punto de vista del sacerdocio hay igualdad de derechos y
poderes en la Iglesia entre todos los bautizados. Nadie necesita de nadie para entrar en
relación salvífica con Dios.
* El orden no es sacramento, porque no tiene promesa de gracia. Es sólo un rito de
origen eclesiástico para habilitar a ciertas personas para determinados ministerios o
servicios.
* Estrictamente, el ministerio es el ministerio de la palabra. La idea de un sacerdocio
de índole sacrificial es incompatible con la unicidad del sacerdocio y el sacerdocio de
Cristo.
* Deja de ser ministro quien deja de predicar la palabra. La doctrina del carácter
indeleble es una invención de los escolásticos.
* La Iglesia se da a sí misma los ministerios que necesita. Pero, por regla general
para la colocación de los ministerios se sirve de ministros ya ordenados.
- Melanchton y Calvino que se sumaron a las críticas de Lutero contra los abusos y
las deformaciones de los católicos en materia de ministerio.
El concilio de Trento, en la sesión XXIII, se propuso condenar los errores de los
reformadores en materia de ministerios, pero sin pretender dar la doctrina católica
completa.
El concilio afirmó:
1- que la ordenación es un sacramento verdadero y propio, instituido por Cristo.
2- que da el Espíritu Santo e imprime un carácter indeleble.
3- que existe una jerarquía de institución divina, que consta de obispos, presbíteros y
diáconos.
b- Los ministerios de la teología postridentina: Después de Trento la teología de
los ministerios, tal como se ve reflejada en los manuales de la época, avanzó poco. Los
teólogos siguieron encastillados en las consabidas cuestiones que ya habían sido debatidas
en la escolástica.
Lo mismo hay que decir de la imagen del sacerdote que resulta de los documentos de
los papas san Pío X, XI, XII y Juan XXIII sobre el sacerdocio.
En este clima se desarrolló una literatura mística sentimental, que exaltaba la
dignidad y los poderes de los sacerdotes, estableciendo comparaciones poco afortunadas
entre éstos y los ángeles e incluso la Virgen María.
Frente a esta teología inmovilista, la investigación histórica venía desde el s. XVI,
poniendo las bases para una renovación en profundidad de la teología de los ministerios.
6- En nuestros días
a- La renovación contemporánea: Entre las dos guerras mundiales, una serie de
movimientos de renovación (bíblico, litúrgico, ecuménico, apostólico) fueron creando las
condiciones necesarias para que la teología se percatara de la estrechez de los esquemas que
en el campo de los ministerios prevalecían desde la escolástica y se abriera a horizontes
más amplios, sobre la “naturaleza del sacerdocio”.
Dentro de una renovada eclesiología de comunión fue más fácil “situar” los
ministerios en el conjunto de la misión de servicio de la Iglesia. La relación “ministerio-
comunidad” se articuló de manera distinta a como se venía haciendo. Se renunció a definir
el ministerio en términos de dignidad, rango y poderes, y se volvió al lenguaje del NT y de
los Padres, que hablan más bien de servicio.
La revalorización del sacerdocio común de los bautizados y de sus responsabilidades
en la vida de la Iglesia llevó a plantear y solucionar en términos nuevos las relaciones
ministerio-laicado. Marcó también un hito importante en este camino de renovación el
redescubrimiento de la índole colegial del episcopado y presbiterado.
La figura del Obispo volvió a ocupar el puesto central que más de mil años antes
había cedido a favor del presbítero.
Gracias a estos mismos factores, la teología pudo emanciparse de las perspectivas
reduccionistas que la tuvieron cautiva durante siglos y reconocer la pluralidad de funciones
que han incumbido siempre a los ministerios pastorales.
Por último, la recuperación de la mentalidad simbólica ha llevado a valorar más el
pensamiento teológico de los santos Padres y a poner, igual que ellos, la relación de los
ministerios con Cristo en términos de símbolos, imagen, sacramento: los ministros son
representantes de la persona y obra de Cristo en la Iglesia.
b- Los ministerios en el Vaticano II: Desde una concepción de Iglesia que se define
a partir de la consideración del único pueblo de Dios y no desde la jerarquía, dio la
primacía al sacerdocio común de los fieles, que pertenece a la estructura ontológica
originada en el bautismo, sobre los ministerios jerárquicos cuyo origen obedece a
necesidades funcionales del organismo eclesial (LG 10).
Junto a esta referencia eclesiológica está la referencia fundamental a Cristo cabeza,
sacerdote, rey y profeta, de quien son signo y sacramento los ministros de la Iglesia en
virtud de su ordenación (LG 21, PO 2-3).
Reafirmó la doctrina de la colegialidad de los obispos y de los presbíteros. Para
describir las funciones de las distintas órdenes, superando la concepción cultual-sacerdotal,
adoptó el esquema de la “triple función”: profética, litúrgica y de gobierno, y abrió así a la
actividad de los ministros de la Iglesia todo el amplio horizonte de la misión del mismo
Cristo y de los apóstoles.
7- Los símbolos de la ordenación
1- El simbolismo de la imposición de las manos, polivalente de suyo, en el contexto
de las ordenaciones nos orienta hacia la idea de transmisión de un oficio (misión,
ministerio, tarea) y comunicación del Espíritu (fuerza, gracia, poder) necesario para
desempañarlo debidamente. Se imponen las manos sobre uno para enviarlo a una
misión o para encomendarle una tarea de dirección en la comunidad.
Pero el simbolismo del contacto y
presión de las manos apunta
también a la idea de transmisión de
una fuerza. El simbolismo de la
imposición de las manos, reforzado
por la oración que le acompaña,
viene además a subrayar el origen
divino de la elección, de la
investidura y del carisma. La
ordenación no es una simple
delegación de la comunidad, sino
“don de arriba”.
2- La imposición del libro de los Evangelios sobre la cabeza del candidato al
episcopado no es uniforme: recuerda las lenguas de fuego que posaron sobre las cabezas de
los apóstoles, haciendo de ellos “doctores del universo”. La imposición del Evangelio sobre
el sumo sacerdote significa que está sometido a una autoridad.
3- En las unciones es el propio Espíritu Santo es el que unge interiormente a los
ministros de la Iglesia. La ordenación configura al obispo y al presbítero con Jesucristo
sumo sacerdote, “a quien el Padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo”.
4- La entrega del libro de los Evangelios a los obispos y a los diáconos subraya
especialmente el ministerio de la Palabra al que habrán de consagrarse en adelante, cada
cual en su rango. La entrega del pan y del vino a los presbíteros destaca la presidencia de la
eucaristía como función paradigmática del ministerio presbiteral.
5- El simbolismo de la imposición de las vestiduras características del nuevo oficio
(estola y dalmática al diácono, estola y casulla al presbítero) apuntan también a las
funciones que les corresponden en el ámbito del culto.
6- Los cuatro ritos peculiares con que se concluye la ordenación de un obispo-
imposición del anillo y de la mitra, entrega del báculo y entronización en la cátedra-
describen plásticamente la situación del obispo respecto de su Iglesia: como esposo, jefe,
pastor y doctor.
7- El beso de la paz que los ordenados reciben de sus colegas del orden al que acaban
de ser incorporados es una bella expresión tradicional de la significación de la ordenación
como agregación a un cuerpo o colegio.
II. LA TEOLOGÍA DEL MINISTERIO APOSTÓLICO
Es función de la teología reflexionar críticamente sobre los elementos de la tradición
que haya podido reunir la investigación exegética e histórica y tratar de distinguir los
valores profundos que subyacen en las distintas formas históricas en que se ha encarnado el
ministerio y en las distintas concepciones que de él se han tenido a lo largo de los siglos.
1- Misión al servicio de la historia de la salvación en la sucesión de los apóstoles:
Las oraciones consecratorias de las distintas liturgias sitúan regularmente la ordenación en
el contexto de una visión global de la historia de la salvación, como un acontecimiento
importante que se inscribe en la trama de esa historia, como una realidad que pertenece a la
historia de la salvación. No es un acto aislado: a través de los apóstoles enlaza con la
misión original y frontal de Cristo y, en última instancia, con la iniciativa de Dios-Padre,
principio y agente principal de la economía de la salvación. Los santos padres adoptan
también esta perspectiva histórica-salvífica cuando hablan de los ministerios. Lo mismo
hace el Vaticano II (PO 12,22). La ordenación pone al ordenado al servicio de la historia de
la salvación.
Por naturaleza, la misión tiene una dimensión universalista. La ordenación pone a los
ministros en estado de misión hacia el hombre y hacia el mundo y le asigna como tarea la
misma de la Iglesia: la unidad del género humano. La característica de la misión es “ser-
para-los-hombres”, igual que en Cristo y en los apóstoles, todos ellos “enviados a los
hombres” (PO 10).
2- Representación de Cristo: La referencia de los ministerios de la Iglesia a la
persona y a la obra de Cristo está ya implícitamente afirmada en la estrecha vinculación
que guardan con la historia de la salvación. Esta referencia cristológica equivale a
profundizar en una dimensión teológica primordial de los ministerios.
La absoluta unicidad y trascendencia del ministerio mediador de Cristo: “Dios es
uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se
entregó en rescate por todos” (Heb 8,6).
El sacerdocio-mediador de Cristo no admite complementos ni suplencias ni
sucesores. Cristo es “sacerdote para siempre jamás” (Heb 6,20). Es el único sacerdote de la
nueva alianza. Pero “Cristo hizo partícipes de su consagración y de su misión, por medio
de los apóstoles, a los sucesores de éstos, los obispos” (PO 2).
Los ministros de la Iglesia son “signos”, “símbolos”, “imágenes”, de Cristo
sacerdote, rey y profeta. Los ministros en la comunidad, “ocupan el lugar de Cristo”,
“personifican a Cristo”.
No es una presencia “moral” o “jurídica”, como si el ministro fuera el representante
de un ausente. La presencia de Cristo en sus ministros la tradición la ha entendido como
una presencia sacramental, por tanto real.
Las acciones litúrgico-sacramentales son realmente acciones de Cristo: tienen a
Cristo como su agente principal a nivel de ministerio. La presencia salvadora de Cristo se
hace invisible en la acción simbólica-sacramental de sus ministros.
3- Ministerio y Espíritu Santo: La dimensión pneumatológica del ministerio
representa un aspecto importante de su teología. La referencia cristológica que le es
consubstancial no es óbice para que mantenga al mismo tiempo relaciones muy estrechas
con el Espíritu Santo. Ambas perspectivas son esenciales se complementan e iluminan
mutuamente.
La cuestión ahora son las que sugieren los dilemas siguientes: ministerio o carisma,
institución o acontecimiento, poder o carisma, autoridad o servicio.
La presencia y la actividad del Espíritu Santo se da en la imposición de las manos, lo
cual significa que el dador de la potestad y de la gracia es el Espíritu Santo. En ocasiones
“la mano y el Espíritu” forman un binomio análogo a “el agua y el Espíritu en el
bautismo”.
Las unciones son como una expresión de la acción que de antiguo se atribuía al
Espíritu Santo en la consagración de los ministros. La imposición del libro de los
evangelios sobre la cabeza del candidato al episcopado se interpretó también desde sus
orígenes en relación con la venida del Espíritu en pentecostés.
Sobre la actividad del Espíritu en el ámbito de la ordenaciones son las
siguientes:
a- Según 1Cor 12, 11 y 28, existen en la Iglesia diversidad de “servicios” gracias al
Espíritu Santo. Él es el principio estructurante de la Iglesia, el que “establece la jerarquía.
La organización interna de la Iglesia es obra del Espíritu Santo”.
b- El Espíritu Santo es quien elige a los candidatos para el ministerio; quien los
ordena, es decir, quien les otorga la gracia y el poder que necesitan para desempeñarlo;
quien los pone al frente de la grey y para que pastoreen la Iglesia de Dios (Hech 20,28).
c- El don o carisma que se confiere en la ordenación y que capacita al ordenado para
el ejercicio del ministerio es, ni más ni menos, el Espíritu Santo (1Tim 4,14): el mismo
Espíritu que el Padre dio a su Hijo y éste transmitió a los apóstoles.
d- La efusión del Espíritu Santo en la ordenación es la fuente de la misión y del triple
oficio de enseñar, santificar y regir (LG 21) y de la potestad requerida para cumplir la
misión.
f- La venida del Espíritu Santo sobre los nuevos elegidos es, al mismo tiempo, fuente
de gracia y principio de una transformación profunda.
e- El Espíritu Santo es comunicado en la ordenación a los nuevos ministros con vistas
a las funciones que les exigirá el servicio que les ha sido confiado, para colaborar con
eficacia en el servicio del proyecto divino de salvación.
4- Comunidad y ministerio:
Dios (Cristo, el Espíritu) suscita los ministerios en la comunidad y para la
comunidad. Esta perspectiva eclesiológica no tiene por qué entrar en colisión con las
perspectivas cristológica y pneumatológica. Puede integrarse con ellas perfectamente en
una visión orgánica enriquecedora y equilibrada. Al mismo tiempo que diáconos de Cristo
e instrumentos del Espíritu, los ministros son también servidores de la Iglesia.
Jesús escogió a los doce en la comunidad de sus discípulos con vistas al nuevo Israel.
“Los apóstoles fueron el germen del nuevo Israel y al mismo tiempo origen de la jerarquía
sagrada” (AG 5). Para Pablo, los carismas tienen una finalidad: servir al bien común,
edificar la comunidad. Los diversos ministerios están también para la edificación del
cuerpo de Cristo (Ef 4,12) y para “cuidar de la Iglesia de Dios” (1Tim 3,5).
Ya en el NT los apóstoles aparecen como representantes de las comunidades
actuando en su nombre. Era normal que, cuando había que representar a una Iglesia
particular ante otras instancias, el comisionado fuera elegido de entre los miembros de la
jerarquía local. Esta “Representación Eclesial” que encarnan los ministros no la hemos de
entender sólo en sentido jurídico. Les capacita para actuar “in persona Ecclesiae”.
El ministro de la Iglesia cumple todas las condiciones de esa figura, familiar a la
cultura antigua, que llamamos “personalidad corporativa”, es decir, de un miembro de la
comunidad, que encarna y concentra en su persona todas las cualidades, la suerte, los
anhelos y las pasiones del grupo, lo que le permite identificarse con él, servirle de símbolo
y representarlo.
5- El ministerio como “diakonia”:
Los temas que hemos analizado
hasta el momento nos llevan a
definir el ministerio como
función y servicio. Así lo
entendieron la Iglesia apostólica
y la tradición de los primeros
siglos, aunque luego, desde la
edad media hasta nuestros días, haya prevalecido la tendencia a concebirlo como poder y
dignidad.
El carácter “diaconal”, de suyo, hay que afirmarlo de la Iglesia entera, en todos sus
componentes. Toda ella es ministerial; es una comunidad de servicios.
En la tradición evangélica, la categoría teológica para interpretar el sentido de los
puestos de responsabilidad y dirección en la Iglesia es la “diakonía”, entendida a la luz de
aquel “logión” de Jesús recogido en Mt 20,28: “El Hijo del hombre no ha venido para que
le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”.
De los apóstoles y sus más inmediatos colaboradores se dice que están al servicio de
Dios o de Jesucristo, al servicio de la nueva alianza o de los misterios de Dios.
La Iglesia antigua siguió resaltando el carácter diaconal del ministerio pastoral. Las
funciones eclesiásticas no son dignidades, sino tareas, son trabajo y no dignidad.
Pero esta concepción se vio suplantada muy pronto. La acción convergente de
factores históricos de diversas índoles llevó a acentuar en primer término el poder y la
dignidad, que también entraña el ministerio pastoral: el nacimiento del clericalismo, la
pérdida de la conciencia de la vinculación de los ministerios con la comunidad, las nuevas
concepciones de la época feudal sobre poder, autoridad, derecho, jurisdicción, etc.
Los ministros de la Iglesia están al servicio de esta “verdad del Señor, que se hizo
diácono de todos”.
6- Pluralidad de funciones ministeriales: La variedad de funciones que atribuyen
normalmente a los obispos, presbíteros y diáconos las oraciones de ordenación, contrasta
grandemente con la imagen reduccionista de “hombres de culto”.
Un nombre, de hondas raíces bíblicas (Hec 20,28), que supera a todos los demás por
su uso en la literatura cristiana de todos los tiempos para designar a los ministros ordenados
es el de “pastor”.
Para el Vat. II : “La actividad de pastor abarca todo lo que es necesario para la
conservación externa e interna de las comunidades: enseñar, exhortar, consolar, proteger,
eliminar los peligros, dirigir, excomulgar a los malos, enderezar a los débiles, etc.
El redescubrimiento de la pluralidad en las funciones ministeriales ha significado un
logro muy importante: ha permitido a la teología salir de las estrecheces de la óptica
unilateral que le imponía la concepción cultual-sacerdotal, para poder prestar la atención
debida a la totalidad de las funciones del ministerio ordenado como servidor de la Palabra,
de los sacramentos y de la caridad.
En la práctica se ha de buscar un equilibrio armónico en el desempeño de las tres
funciones, que evite toda distorsión de la imagen verdadera del ministerio, aunque, en
ocasiones, las circunstancias, por ejemplo la urgencia pastoral, pueden aconsejar acentuar
una función más que otra.
7- Ministerio colegial:
El abrazo de la paz con que los
veteranos reciben a su nuevo
colega: están indicando que
“ordenar” no es sólo conferir un
oficio, un carisma y un poder a un
individuo, sino que es el acto de
un cuerpo colegial que admite en
su gremio a un nuevo miembro.
Es cierto que la colegialidad es
constitutiva de la Iglesia entera:
ésta se edifica como “Iglesia una”
sobre la comunión de todos los
bautizados y de todas las iglesias
particulares que la integran.
La colegialidad no es un atributo que se postula con vistas a una mayor eficacia
pastoral. Es un elemento que le es esencial; que está inscrito en su misma naturaleza. En
materia de ministerios lo primordial y fundamental es el colegio y no los ministros en
solitario. Pero la colegialidad de los ministerios es inconcebible al margen de la
colegialidad de la Iglesia. Ambas están indisolublemente coligadas y son anteriores la una a
la otra.
8- Ministerio y laicado: Lo específico del ministerio apostólico: La diferencia no
puede estribar en algo esencial, en valores fundamentales de existencia cristiana que
derivan del bautismo. El Vaticano II ha reafirmado la doctrina tradicional de la igualdad
radical de todos los miembros de la Iglesia. Los ministros siguen siendo miembros del
Pueblo de Dios.
La diferencia , más que de naturaleza, es funcional: no principalmente en razón de
unas funciones específicas que serían exclusivas de los ministros, sino en razón de la
función global que cumplen en el interior del organismo eclesial.
La situación de los ministros en el cuerpo de la Iglesia es “esencialmente” distinta de
la que ocupan los laicos, sin que ello signifique que gocen de mayor “dignidad” o que estén
“por encima” de ellos.
La raíz última de esta diferencia de situación en la Iglesia entre ministros ordenados y
laicos parece ser la distinta manera de referirse a Cristo. La relación a Cristo es siempre
decisiva a la hora de configurar el ser cristiano.
Lo mejor que caracteriza la manera específica del ministro ordenado de referirse a
Cristo en la Iglesia, a diferencia del laico, es el ser “signo de Cristo Cabeza y pastor”. “El
Nuevo Testamento muestra que Cristo mantiene una doble relación respecto de la Iglesia,
que es su cuerpo: una relación de interioridad que va hasta la identificación mística y una
relación de superioridad y de autoridad expresada en la alteridad Cristo-Iglesia.
III- RESUMEN
CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA
1590 - San Pablo dice a su discípulo Timoteo: “Te recomiendo que reavives el carisma de
Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Tim 1, 6), y “si alguno aspira al
cargo de obispo, desea una noble función” (1Tim 3, 1). A Tito decía: “El motivo de haberte
dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras
presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené” (Tt 1,5).
1591 - La Iglesia entera es un pueblo sacerdotal. Por el bautismo, todos los fieles participan
del sacerdocio de Cristo. Esta participación se llama “sacerdocio común de los fieles”.
A partir de este sacerdocio y al servicio del mismo existe otra participación en la
misión de Cristo: la del ministerio conferido por el sacramento del Orden, cuya tarea es
servir en nombre y en la representación de Cristo-Cabeza en medio de la comunidad.
1592 - El sacerdocio ministerial difiere esencialmente del sacerdocio común de los fieles
porque confiere un poder sagrado para el servicio de los fieles. Los ministros ordenados
ejercen su servicio en el pueblo de Dios mediante la enseñanza (munus docendi), el culto
divino (munus liturgicum) y por el gobierno pastoral (munus regendi).
1593 - Desde los orígenes, el ministerio ordenado fue conferido y ejercido en tres grados:
el de los obispos, el de los presbíteros y el de los diáconos. Los ministerios conferidos por
la ordenación son insustituibles para la estructura orgánica de la Iglesia: sin el obispo, los
presbíteros y los diáconos no se puede hablar de Iglesia (cf S. Ignacio de Antioquía, Trall.
3, 1).
1594 - El obispo recibe la plenitud del sacramento del Orden que lo incorpora al Colegio
episcopal y hace de él la cabeza visible de la Iglesia particular que le es confiada. Los
obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles y miembros del Colegio, participan en la
responsabilidad apostólica y en la misión de toda la Iglesia bajo la autoridad del Papa,
sucesor de San Pedro.
1595 - Los presbíteros están unidos a los obispos en la dignidad sacerdotal y al mismo
tiempo dependen de ellos en el ejercicio de sus funciones pastorales; son llamados a ser
cooperadores diligentes de los obispos; forman en torno a su obispo el presbiterio que
asume con él la responsabilidad de la Iglesia particular. Reciben del obispo el cuidado de
una comunidad parroquial o de una función eclesial determinada.
1596 - Los diáconos son ministros ordenados para las tareas de servicio de la Iglesia; no
reciben el sacerdocio ministerial, pero la ordenación les confiere funciones importantes en
el ministerio de la palabra, del culto divino, del gobierno pastoral y del servicio de la
caridad, tareas que deben cumplir bajo la autoridad pastoral de su Obispo.
1597 - El sacramento del Orden es conferido por la imposición de las manos seguida de
una oración consecratoria solemne que pide a Dios para el ordenando las gracias del
Espíritu Santo requeridas para su ministerio. La ordenación imprime un carácter
sacramental indeleble.
1598 - La Iglesia confiere el sacramento del Orden únicamente a varones (viris) bautizados,
cuyas aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la
autoridad de la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a recibir
la ordenación.
1599 - En la Iglesia latina, el sacramento del Orden para el presbiterado sólo es conferido
ordinariamente a candidatos que están dispuestos a abrazar libremente el celibato y que
manifiestan públicamente su voluntad de guardarlo por amor del Reino de Dios y el
servicio de los hombres.
1600 - Corresponde a los Obispos conferir el sacramento del Orden en los tres grados.
VI- El SACRAMENTO DEL
MATRIMONIO "Dijo Dios: “No es bueno
que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda adecuada”.Entonces el Señor Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre; el cual se durmió.Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne.De la costilla que Dios había tomado del hombre formó una mujer y le llevó ante el hombre.Entonces éste exclamó: “Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne.
Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada”. Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" .(Gn 2, 1-24)
PARA REFLEXIONAR
MADRE Y PADRE
“¿Cuáles son para ustedes los casos más
difíciles?”, preguntó el director de la cárcel al
capellán.
En seguida y decididamente éste contestó:
“Los casos más difíciles en la cárcel son aquellos
que escuchando las palabras “Madre y Padre”
no recuerdan nada bueno.
MATRIMONIO
En cierto sentido, los cristianos se casan como cualquier otra pareja. Están de novios
un tiempo, van comprando las cosas para el nuevo hogar, se casan por civil, hacen una
fiesta ... Pero hay una diferencia importante: Mientras muchos dicen: “¿Qué tiene que ver
Dios y la Iglesia con nuestro amor?”, otros consideran como una institución fracasada, que
impide la realización de las personas. Auténticos cristianos descubren la verdad de aquella
frase de la Biblia: “Dios es Amor”. Y si Dios es amor, donde hay amor, allí está Dios. Una
pareja cristiana descubre a través de su amor humano al autor de todo amor: Dios.
Jesús tomó el matrimonio y lo elevó a sacramento. Como resultado, el matrimonio da
una nueva dimensión a la vocación cristiana que comienza en el bautismo. Dice en el
Código de Derecho Canónico C. 1055, 1. “La alianza matrimonial, por la que el varón y la
mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole
natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por
Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados”.
En el matrimonio, el marido y la mujer están llamados a amarse mutuamente de
modo muy práctico: sirviendo las más profundas necesidades personales mutuas; tratando
los dos de comunicar seriamente sus sentimientos y pensamientos personales, de modo que
su unión crezca y se mantenga siempre viva. Este amor es explícita y bellamente sexual.
Como indica el Vaticano II, “Este amor se expresa y perfecciona singularmente por el acto
conyugal”.
Una de las responsabilidades principales de los cónyuges es el proveer un ambiente
de bondad en el hogar. También tienen la responsabilidad de educar a sus hijos con valores
cristianos.
En el matrimonio, la pareja también está llamada a vivir su sacramento para los
demás. Por su obvia unidad, la pareja amorosa afecta las vidas de los demás con ese algo
especial: el amor de Cristo entre nosotros. Revelan el amor de Cristo y contagian a los
demás: a sus hijos y a cuantos se les aproximan. El resultado natural y uno de los fines
principales del matrimonio, es la creación de nueva vida: los hijos. Pero el amor de una
pareja también da vida -la vida del Espíritu de Cristo- a los demás.
La pareja no vive su amor meramente porque son compatibles. Lo hacen consciente y
deliberadamente porque esa es su vocación y porque el matrimonio es lo que San Pablo
llamó: “un gran misterio... con respecto a Cristo y a su Iglesia” (Ef. 5, 32).
El matrimonio es mucho más que un arreglo privado entre dos personas. Es una
vocación sacramental en y para la Iglesia. Es un medio por el cual Cristo revela y
profundiza el misterio de su unidad con nosotros, su Cuerpo. Por eso, los esposos y esposas
viven una vida verdaderamente sacramental cuando siguen las palabras de San Pablo:
“Sean sumisos unos a otros en reverencia a Cristo” (Ef 5, 21).
La unión sacramental de la pareja en la Iglesia católica es exclusiva (un hombre y una
mujer) e indisoluble (hasta que la muerte nos separe). Estas son formas concretas por las
cuales la unidad misteriosa entre el esposo y la esposa, y entre Cristo y su Iglesia, se hace
realidad.
Lo mejor que un padre puede hacer por sus hijos es amar a su esposa. Igualmente,
una de las mejores cosas que una pareja puede hacer por la Iglesia y por el mundo es vivir
en profunda unión.
I- SITUACIÓN: EL MATRIMONIO UN SACRAMENTO “DISTINTO”.
El matrimonio es, ciertamente, un sacramento como los demás. Pero también es un
sacramento de forma distinta a los demás.
1. Institución contestada: El matrimonio es contestado, tanto como institución,
cuanto como sacramento. Las acusaciones que suelen hacerse a la institución matrimonial,
como: el matrimonio tradicional es una institución fracasada, que lejos de ayudar, impide la
realización personal; está en oposición a las exigencias de la libertad y sexualidad, a las que
reprime; favorece situaciones de conformismo y alienación en una sociedad capitalista y
burguesa que pretende prolongar sus autoritarismos y sistemas y de un individualismo, que
impide el que la persona llegue a realizarse.
Mientras unos defienden el “amor libre”; otros apoyan el “matrimonio a prueba”;
otros hablan del “matrimonio sólo el tiempo en que los sujetos están de acuerdo en
mantenerlo”; otros practican el “matrimonio clandestino”; otros se refieren al “matrimonio
social”; otros proponen un “matrimonio a tres” y otros practican el “matrimonio a tres”.
Las “alternativas” se plantean en dos direcciones: -la de la liberalización de las
relaciones y compromisos matrimoniales dentro del grupo nuclear; -la de la extensión y
socialización de las relaciones en un grupo matrimonial más amplio.
* La gran mayoría de la juventud manifiesta de una u otra forma la siguiente
expectativa y concepción del matrimonio.
- Los jóvenes están orientados al matrimonio y lo consideran como un proyecto de
futuro.
- Las relaciones sexuales prematrimoniales son concebidas por un gran número de
jóvenes como absolutamente normales.
- La elección del consorte se hace en la gran mayoría de los casos libremente, como
una decisión del individuo motivada por el amor, que no admite intervención o
interferencia de los padres.
- En conjunto, hoy se casan más personas que antes y la edad de los que se casan es
relativamente superior a la que era en otras épocas.
- Aproximadamente la mitad de la juventud se muestra dispuesta a casarse por lo
civil.
- El amor como centro de una actitud personalista: el matrimonio es un compromiso
y un encuentro interpersonal, que tiene su base y su sentido en el amor.
- La libertad como condición para la realización: frente a los condicionamientos de la
conveniencia, el interés, la posición social del pasado, hoy se ha ganado en libertad, en
decisión y opción personal, en relaciones más respetuosas de la individualidad y los
derechos de la pareja.
- La felicidad como causa de consistencia: un matrimonio verdadero es un
matrimonio feliz, donde la gratificación, el amor, la realización personal, el gozo de una
vida compartida son posibles.
- La secularidad como principio de autonomía: el matrimonio actual, impulsado por
la corriente secularizadora, ha ganado en autonomía, ha superado falsas sacralizaciones, ha
recuperado su dignidad y valor humanos, ha devuelto a los cónyuges su protagonismo
como artífices de una tarea a asumir responsablemente.
2- El matrimonio es también una realidad compleja.
- Desde un punto de vista personal, su complejidad radica en que nunca es asunto de
un individuo en solitario, sino de dos de diferentes sexos.
- Desde el punto de vista social, su complejidad procede de que el matrimonio es una
realidad que compete al mismo tiempo a la sociedad civil y a la sociedad religiosa, al
Estado y a la Iglesia.
- Desde un punto de vista cristiano, la complejidad se manifiesta en la misma
afirmación de que el matrimonio es a la vez “realidad terrena y misterio de salvación”,
pertenece al mismo tiempo al orden de la creación y al orden de la alianza.
- Desde el punto de vista de las consecuencias, el matrimonio también es
especialmente complejo. El matrimonio no es sólo el estado de vida o el vínculo que resulta
del acto de casarse; es también el acto mismo de casarse, el hacerse o constituirse del
matrimonio, que si bien tiene un momento singularmente cualificado en la “boda”, debe
consolidarse y realizarse permanentemente a lo largo de la vida.
3- Riqueza antropológica: El matrimonio es un acontecimiento:
- Singularmente personal, en cuanto que en él la persona queda implicada y
comprometida de tal modo, que no sólo se ve instada a recapitular toda su existencia, sino
también a configurarla de modo nuevo.
- Humano interpersonal, porque implica a la persona en su relación con un tú, porque
es encuentro a dos, es compromiso, amor y diálogo con el otro masculino o femenino, es
permanencia interrelacional comprometida. Abarca a la persona entera: el espíritu y el
cuerpo, el amor y la sexualidad, la libertad y la personalidad.
- Interpersonal total, es también un acontecimiento social, ya que al mismo tiempo
que implica al ser con un “tú”, coimplica al ser en un “nosotros”.
- Por todo ello puede decirse que el matrimonio afecta y conmueve las dimensiones
fundamentales o existenciales del hombre: su ser, su ser con los demás, su ser en el mundo,
su ser para con Dios.
- Un acontecimiento dinámico, en continuo devenir hacia su perfeccionamiento cada
vez más pleno, a través de las sucesivas etapas o del “proceso evolutivo” que ofrece la
misma vida matrimonial.
- El matrimonio es el paradigma de realización del hombre en sentido más amplio
e
integral. No puede decirse que el matrimonio sea la única forma de realización. Pero sí
aquella forma referente, desde la que se comprenden también las demás.
II- CALIFICACIÓN TEOLOGICA
De fe divina y Católica definida. En el Concilio de Trento
Dz 969: El perpetuo e indisoluble lazo del matrimonio, proclámalo por inspiración del
Espíritu Divino el primer padre del género humano cuando dijo: Esto sí que es hueso de
mis huesos y carne de mi carne. Por lo cual, abandonará el hombre a su padre y a su
madre y se juntará a su mujer y serán dos en una sola carne (Gen. 2, 23ss). ...
Dz 971: Si alguno dijere que el matrimonio no es verdadera y propiamente uno de los
siete sacramentos de la Ley del Evangelio, e instituido por Cristo Señor, sino inventado por
los hombres en la Iglesia, y que no confiere la gracia, sea anatema. (cf. 969 s).
III- DESARROLLO DEL TEMA
1- Fundamento Bíblico.
1.1- Antiguo Testamento
a) El matrimonio como don de la
creación: Por encima del estilo y
ropaje literario del Génesis, hay
algo que destaca con evidente
claridad, especialmente en Gn 2,22:
Presenta a la mujer como el ser mismo del varón; como ayuda y compañía de la vida. Están
llamados a una comunión, una sola carne, la unidad de la pareja procede del origen del
hombre.
El matrimonio en su propia densidad humana y secular se encuentra referida hacia
una realidad ulterior. Esta realidad ulterior es Dios Yahvé, quien le ha dado origen, sentido
dinamismo auto-trascendente. El matrimonio es humano, y desde esa humanidad es
“divino”; el matrimonio es secular, y desde esa secularidad es religioso; el matrimonio es
terreno, y desde esa alteridad es celeste.
Los primeros capítulos del Génesis, son una maravillosa síntesis de antropología,
donde se intenta responder a los interrogantes fundamentales del hombre. Al principio Dios
creó al hombre, no aislado sino en un contexto creatural; no en solitario sino con el “otro”.
El hombre, desde su mismo origen, es esencial y constitutivamente relacional.
El hombre completo es estructuralmente un ser-a-dos, que integra la masculinidad y
la feminidad, y esto encuentra su modelo paradigmático en el matrimonio. El matrimonio
es un lugar privilegiado para la realización de la interrelación humana en la integralidad del
ser.
b) El matrimonio como imagen de la fidelidad de Dios.
Los profetas recurren al matrimonio como imagen de la historia de Dios con Israel;
aunque muchas veces se imponen la ingratitud, infidelidad y la desvergüenza de la esposa
(Ez. 16, 33; Jr. 2, 2; Os 2, 4-22).
Oseas es el primer profeta que usa esta imagen para denunciar los pecados de
idolatría del pueblo.
Jeremías afirma que Dios recuperará el amor de su joven esposa y llamará al amor
eterno (Jr. 3, 14 ss).
Ezequiel imagina a Israel como una niña abandonada, elegida y embellecida por
Dios, pero luego se prostituye.
El uso de la imagen conyugal tiene la finalidad de mostrar la gravedad de la
infidelidad del pueblo y el amor misericordioso de Dios que se mantiene fiel a sus
promesas.
1.2- Nuevo Testamento
a) Los cristianos se casan como todos los hombres, pero en “el Señor” (1Cor 7):
Pablo no pone la novedad del matrimonio en cambios rituales, en costumbres distintas, en
normas diversas, sino en el “casarse en el Señor”, es decir, en el nuevo sentido recibido de
Cristo, aceptado por la fe, celebrado por el bautismo y expresado por la vida. La novedad
del matrimonio cristiano no está en lo que tiene de matrimonio, sino en lo que tiene de
cristiano.
b) El matrimonio cristiano, símbolo del amor de Cristo a la Iglesia (Ef 5, 21-33):
Pablo comienza diciendo a las mujeres que se sometan a sus maridos “como al Señor”.
Este “sometimiento” es parangonable de algún modo al de la Iglesia a Cristo; y tiene
de singular que no se basa en una posición de poder del marido, ni en la inferioridad de la
mujer, sino en el amor que se enraíza en el mismo amor de Cristo, que siendo ciertamente
la “cabeza”, es también el “salvador del cuerpo”.
En segundo lugar, se dirige a los maridos y les exhorta diciendo: “Maridos, amad a
vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia”. La unión Cristo-Iglesia realiza en plenitud
lo prefigurado en la creación por Adán-Eva en el “una sola carne”, y esta plenitud se
continúa en la unión marido-mujer.
Para el creyente el matrimonio cristiano es el grado más perfecto de realización
matrimonial, al que debe tender como ideal evangélico, y como exigencia de su propia fe y
pertenencia a la Iglesia. Sólo hay un verdadero y pleno sacramento del matrimonio, en
sentido propio y estricto: el de los cristianos bautizados creyentes.
c) Cristo y el matrimonio: El NT ni afirma explícitamente que el matrimonio es un
sacramento, ni pone en boca de Jesús una doctrina completa y sistemática sobre el
matrimonio. Los evangelios hablan relativamente poco del matrimonio, aunque lo
suficiente como para comprender la voluntad fundamental de Cristo sobre el matrimonio.
- Jesús reconoce el valor del acontecimiento matrimonial: Es cierto que Jesús no
se casó. Pero en los mismos comienzos de su vida pública le vemos participar, de un modo
extraordinario, en las alegrías y dificultades de los que celebran su casamiento.
No puede decirse que Caná sea el momento en que Jesús instituye el sacramento del
matrimonio. Pero sí debe afirmarse que su presencia es un reconocimiento del valor
humano (salvífico) del matrimonio.
- Jesús hereda la imagen matrimonial: Jesús no duda en aceptar el simbolismo
profético, iluminando su misión con la imagen de la boda, donde él juega el papel de
esposo. Por eso se dice que los discípulos ayunan cuando les falta el esposo.
- Jesús defiende la indisolubilidad del matrimonio:
* Jesús adopta una actitud claramente antidivorcista, al rechazar la ley judía y
calificar como adulterio la conducta según la cual el marido repudia a su mujer y se casa
con otra.
* Así como la mujer puede convertirse en adúltera respecto a su marido, de igual
modo el marido puede convertirse en adúltero respecto a su mujer. La vinculación
matrimonial es mutua, y ambos tienen iguales derechos en el matrimonio.
* El matrimonio crea entre el marido y la mujer una unidad tal, que no puede ser
suprimida por la ley de los hombres.
* Y esto es así porque, por encima de la ley, está la voluntad original del Creador,
quien mandó que fueran “una sola carne”.
* Esta doctrina, difícil de cumplir para los hombres, sólo pueden comprenderla y
vivirla aquellos a quienes “les ha sido dado”, cuentan con la gracia de Dios, y están
dispuestos a vivir el matrimonio desde la fe.
- Jesús supera la ley y une el orden creatural y el orden de la alianza: El
matrimonio es el eje, el centro en el que mejor se expresa y concentra la unidad de creación
y alianza.
- Jesús “eleva” el matrimonio a sacramento: La Iglesia reconoció la unión-relación
del matrimonio con el misterio de Cristo. Cristo no instituyó el matrimonio, lo cual tuvo
lugar ya en la creación sino que lo “elevó” a la dignidad de sacramento.
2- Desarrollo Histórico del Sacramento del Matrimonio.
Para un creyente, el matrimonio es un acontecimiento profundamente humano, pero
no se reduce a ser un acontecimiento simplemente natural. El matrimonio no lo han
“inventado” los cristianos, pero los cristianos viven de forma nueva el matrimonio. Lo
viven desde la referencia y el amor de Dios en Cristo. Lo viven en relación con una
comunidad concreta: la Iglesia. Lo viven desde una actitud y unos compromisos especiales:
los de la fe. Lo viven como “sacramento”.
1- Vicisitudes históricas, reconocimiento y valoración sacramental: El
matrimonio tiene su origen en Dios creador. Pero la institución matrimonial se ha
desarrollado y configurado histórica y culturalmente de muy diversas maneras, según las
costumbres y usos de los pueblos.
a)- Etapas de una evolución histórica:
- Entre el siglo IV el matrimonio es considerado por los cristianos como una realidad
terrena, vivida sí “en el Señor”, pero celebrada según las costumbres de los pueblos, y
sometida al ordenamiento jurídico de la sociedad civil.
- Entre el siglo IV-X los dos fenómenos más salientes de evolución son: la
“liturgización” del matrimonio, por la que se da una progresiva intervención de la Iglesia
en la celebración. Y el otro fenómeno es la “eclesiastización” del matrimonio, por la que la
Iglesia comienza a ejercer un control normativo del matrimonio, regula un ordenamiento
jurídico para el mismo.
- Desde el siglo XI-XIII el problema más importante que se plantea es la
sacramentalidad del matrimonio.
- Del siglo XIV-XVI no se da un avance real. Teólogos y juristas repiten la doctrina
escolástica, dándose una progresiva juridización, objetivación y eclesiastización, que
desembocará en la impugnación de los protestantes y en la defensa de Trento.
Los reformadores rechazan que el matrimonio haya sido instituido como sacramento
por Cristo. Para ellos el matrimonio es una realidad puramente secular y terrena, y que su
regulación jurídica pertenece totalmente al Estado, y no a la Iglesia; consideran que la
ruptura matrimonial y el divorcio está justificado y puede concederse en algunos casos...
Trento: fundamenta en la cita del Génesis 2, 22 la unidad e indisolubilidad del
matrimonio (Dz 969). (Ver también 971).
- Del siglo XVII-XX se dan los siguientes fenómenos que marcan la época: el avance
de la teología del matrimonio es muy reducido, centrándose el progreso especialmente en la
línea jurídica; se produce una secularización y subjetivización crecientes, debido a las
nuevas corrientes filosóficas y a la ilustración, insistiéndose en el carácter natural y social
de la institución del matrimonio.
- En el Vaticano II se da una prioridad de lo jurídico sobre lo teológico en el
pensamiento y la praxis de la Iglesia; acentuación de lo objetivo sobre lo subjetivo, con
clara prevalencia de la ley y la institución desde el “derecho natural” sobre las actitudes
subjetivas y el amor; insistencia en lo ontológico sobre lo personal, la prevalencia de la
“eclesiastización” o acento en el poder de la Iglesia sobre la institución matrimonial.
b)- El sacramento del matrimonio en el Vaticano II y el Ritual: Los documentos
del Vaticano II, nos ofrecen unas nuevas clases de interpretación:
* Punto de partida más realista: el matrimonio, por ser una realidad radicalmente
humana y profundamente socio-cultural, debe ser tratado de un modo concreto y vital, a
partir de los problemas reales que le afectan.
* Concepción más personalista del matrimonio: Las expresiones empleadas así lo
demuestran: “persona humana”, “relación interpersonal”, “comunidad conyugal”,
“realización”, “comunicación” (GS 47-48). Esto indica que el aspecto dominante desde el
que se estudia el matrimonio no es el jurídico sino el antropológico, no es el institucional,
sino el interpersonal, no es el objetivo sino más bien el “subjetivo”.
* Centralidad del amor conyugal: Se considera al amor como el centro o la “esencia”,
como el principio fundante y animador del matrimonio.
* La sexualidad, elemento positivo del matrimonio: El Vaticano valora la sexualidad
como un verdadero don, que abarca a la persona entera, es expresión y realización del
amor, y constituye en su ejercicio un verdadero acto humano (GS 49).
* El misterio de la relación Cristo-Iglesia del sacramento: Llegada la plenitud de los
tiempos, el matrimonio de los cristianos es por voluntad de Cristo el sacramento que
actualiza y manifiesta de manera permanente, la unión inefable, el amor fidelísimo, y la
entrega irrevocable de Jesucristo, el Esposo, a su esposa la Iglesia (GS 48).
* El sacramento del matrimonio es continuación de la historia de la salvación.
* El matrimonio como alianza y oblación de amor: El matrimonios se entiende más
como “alianza interpersonal en el amor”, que como leyes imperativas de la naturaleza o de
la Iglesia.
* El matrimonio, sacramento y “liturgia” permanente: el matrimonio no sólo es un
“vínculo” que permanece, es también un sacramento permanente.
* El matrimonio, lugar privilegiado de realización de la Iglesia: la interdependencia
eclesiología-sacramentología se manifiesta de forma especial en el matrimonio-familia.
3- Elementos específicos del sacramento cristiano del matrimonio:
a- “Cualificación ontológica. Bautismo: Mediante el bautismo, el hombre y la
mujer son inseridos definitivamente en la Nueva y Eterna Alianza, en la Alianza esponsal
de Cristo con la Iglesia. Y debido a esta inserción indestructible, la comunidad íntima de
vida y de amor conyugal, fundada por el creador, es elevada y asumida en la caridad
esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza redentora. Por el bautismo se
participa de modo explícito en el misterio de Cristo, se pasa a ser miembro de la Iglesia, se
comienza a vivir la vida nueva en el Espíritu.
El bautismo transforma no sólo una dimensión de nuestro ser; sino nuestro ser total,
regenerándonos y recreándonos en el agua y el Espíritu. En adelante, cualquier opción o
acción del bautizado sólo podrá realizarse desde este nuevo ser. Por eso, cuando dos
bautizados se casan, no pueden ellos determinar por sí mismos e independientemente de su
ser y existir como cristianos, el sentido y la verdad de su matrimonio, sino que han de
determinar este sentido y verdad a partir de su ser-en-Cristo y de su vida en la Iglesia.
Lo que hoy se discute, no es que el matrimonio de los bautizados sea sacramento,
sino que el bautismo de estos bautizados haya llegado a realizarse en esa plenitud
sacramental, que permite la celebración digna y no contradictoria de otros sacramentos y,
en nuestro caso, del matrimonio cristiano.
b- “Cualificación personal”. Fe: El sacramento es el matrimonio mismo. Pero este
sacramento sólo pueden vivirlo en sentido pleno aquellos que por el bautismo y la fe se han
introducido en el misterio de Cristo, y se han dejado transformar por el acontecimiento de
salvación. Sólo cuando un bautizado vive su matrimonio en la fe, como don de Dios y al
mismo tiempo como respuesta personal, sólo entonces vive su matrimonio como
sacramento pleno.
La fe es esencial en y para el sacramento, de manera que pueda ser también fe del
sacramento. El sacramento no nos da la gracia porque existe la fe. Pero sólo cuando se vive
en la fe puede ser acontecimiento de gracia en sentido pleno.
La fe, al ser elemento constitutivo del sacramento, es también elemento
condicionante de la “validez” del mismo y no sólo de su “fructuosidad”, ya que sin fe
difícilmente puede haber “intención de hacer lo que hace la Iglesia”.
c- “Cualificación eclesial”. Iglesia: El bautizado creyente tiene conciencia de que
ser cristiano es “vivir en cristiano con los demás”; es compartir con los demás lo que a los
demás nos une: es pertenecer a una comunidad de creyentes, y sentir que nada de lo que a
los demás les sucede puede dejarme indiferente, y nada de lo que a mi me sucede puede
dejar impasibles a los demás. El cristiano no es alguien que busca, vive y celebra su vida en
solitario, sino con los demás.
Ahora bien, si creer no es un “asunto privado”, sino un “asunto comunitario”, es
lógico que también el matrimonio cristiano lo sea.
El matrimonio sólo puede ser sacramento pleno si lo es eclesialmente. La
cualificación eclesial del sacramento viene a ser, de este modo, la eclesialidad desde el que
tiene sentido, y con la que yo cualifico este sacramento para mi.
El matrimonio-sacramento es un asunto eclesial, que afecta y concierne a la Iglesia,
por eso la Iglesia tiene derecho y deber a intervenir de manera profética, pastoral,
evangelizadora, celebrativa y humana en el matrimonio.
d- Aceptación amorosa: (Consentimiento) La decisión libre y espontánea de los
esposos, en la fórmula: “Yo., te quiero a ti, ...., como esposa/o y me entrego a ti, y
prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos
los días de mi vida”.
4- Misterio y Gracia: Amor de Dios en el Amor de los Hombres.
El matrimonio es un misterio interpersonal cuya riqueza sólo podemos percibirla
desde el diálogo y reflexión sobre los distintos “personajes” a los que el sacramento hace
referencia: el hombre, en cuanto establece en la fe una nueva relación yo-tú, que es
personal y totalizante; Dios, en cuanto fuente originaria del matrimonio y fundamento
último de todo amor, en Cristo y el Espíritu; y la Iglesia, en cuanto comunidad de
creyentes, que hace posible la realización cristiana del matrimonio.
1- Desde el hombre: Acontecimiento antropológico-salvífico: Ningún sacramento
es tan radicalmente humano como el matrimonio. En ninguno interviene el hombre de
forma tan plena y total: con su amor y su pasión, su compromiso y su fidelidad, su cuerpo y
su espíritu, su sexo y su eros. Y esta realidad total es asumida por el mismo sacramento del
matrimonio, de manera que forma parte de su propia misterio.
a)- Relación interpersonal a nuevo nivel: El ser-con-el-otro del matrimonio es una
forma original del ser con los demás del hombre, ya que supone el grado máximo de
concentración y realización integral de tal relación.
Toda relación interpersonal anterior al matrimonio encuentra su iluminación y como
cumplimiento en la relación integral matrimonial en el amor; de igual modo toda relación
posterior al mismo queda como coloreada, matizada y hasta condicionada por aquella. En
adelante ningún “tú” puede ser contemplado o abordado, sin que se tenga de algún modo en
cuenta el “tú” más inmediato del esposo o la esposa, que es también parte de mi yo.
b)- Amor que abarca al hombre total: El centro del matrimonio está constituido
por el amor interpersonal. El matrimonio supone el amor, y es al mismo tiempo expresión
encarnada y lugar de realización del mismo.
Pero este amor que constituye el matrimonio no es sólo sentimiento, no sólo
institución, ni reducción metafísica ni abstracción idealista, es un amor que abarca al
hombre total, que incluye todos los aspectos constitutivos de la realidad creatural:
sentimiento y voluntad, cuerpo y espíritu, sexo, eros y ágape.
c)- Mutua e incondicional aceptación: Siempre se ha considerado que un elemento
esencial del matrimonio es el “consentimiento”. “El consentimiento matrimonial es el acto
de la voluntad por el cual el varón y la mujer se entregan y aceptan mutuamente en alianza
irrevocable para constituir el matrimonio. El consentimiento es la explicación del amor, en
lo que tiene de aceptación mutua e incondicional” (DC 1057, 2).
Esta mutua e incondicional aceptación del consentimiento supone también una
aceptación del otro en toda la extensión de su vida: lo que ha sido el pasado, lo que es el
presente, lo que será en el futuro. No se acepta un momento de la persona del otro, se
acepta su historia.
d)- Unión permanente y fidelidad en la esperanza: La fidelidad es la forma en que
se concreta la incondicional aceptación del otro, en su figura de “duración”. La
incondicional aceptación del otro se hace verdad existencial en la fidelidad. En la fidelidad
el amor se hace duradero. Sólo en la fidelidad se mantiene y renueva constantemente la
experiencia del amor, y el con-vivir recibe toda su consistencia.
e)- Ministro y Sujeto del matrimonio: Son los mismos contrayentes. El ministro es
sólo testigo cualificado. Cualquier sujeto capaz con uso de razón y bautizado y sin
impedimento puede contraer matrimonio.
2- Desde Dios: Acontecimiento teológico-cristológico: El acontecimiento
antropológico se entiende y explica en sus últimas dimensiones, a partir del acontecimiento
teológico-cristológico, es decir, desde el amor de Dios, por Cristo y en el Espíritu. El
sacramento del matrimonio, lo mismo que los demás, tiene una estructura trinitaria, es
decir, significa la intervención de Dios como Padre del que procede fontalmente todo amor
y todo don; como Hijo que manifiesta y realiza dicho amor de forma privilegiada, por su
encarnación, vida, muerte y resurrección; como Espíritu que, siendo la misma relación de
amor entre el Padre y el Hijo, dinamiza históricamente ese amor, sobre todo en y por la
Iglesia, para conducir la historia a su plenitud. Pero la inmediatez visible e histórica de ese
amor es Cristo.
a- Dimensión cristológica del matrimonio: El matrimonio cristiano condensa, en su
misma realidad simbólica, la historia de un amor “esponsal” que comenzó en la creación,
alcanzó su suprema realización en Cristo, y llegará a su pleno desarrollo en la escatología.
Existe una finalización cristológica del matrimonio, en cuanto que todo matrimonio
histórico está dinámicamente orientado hacia Cristo.
b- Dimensión pneumatológica y trinitaria del matrimonio: El matrimonio, como
todo sacramento, se comprende a partir de la pascua-Pentecostés, está destinado a la
historización eclesial del Espíritu de Cristo en la situación particular del amor
comprometido y tiene por tanto una dimensión pneumatológica. El Espíritu no sólo es
principio y fundamento, causa y virtud de los sacramentos; es también su fruto y su don.
Todo esto se cumple también en el matrimonio. La gracia del matrimonio es también
el Espíritu Santo. Sólo con esta gracia podrán cumplir los esposos su misión y
compromisos, desarrollar su unión y su amor, permanecer en la fidelidad y la entrega, ser
templos del Espíritu e “Iglesia doméstica”.
El matrimonio es igualmente “imagen de la vida trinitaria”, es decir, imagen que
realiza y expresa la misma vida de la Trinidad, y en la que a la vez encuentra su modelo de
realización.
c- Dimensión dinámica y escatológica del matrimonio: El sacramento no es una
realidad estática ni pasajera, sino procesal y dinámica. El matrimonio es un sacramento que
permanece después de su celebración ritual; que el matrimonio como sacramento
permanente se realiza en tensión escatológica.
d- Efecto del sacramento del matrimonio: Del matrimonio válido se origina entre
los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo por su misma naturaleza; además, en el
matrimonio cristiano los cónyuges son fortalecidos y quedan como consagrados por un
sacramento peculiar para los deberes y la dignidad de su estado (DC 1134).
Es “remedio contra la concupiscencia” que se entiende como la destrucción y la
desintegración original que produce el pecado en el hombre. El sacramento del matrimonio
sería precisamente la gracia salvadora para una adecuada integración del sexo, el eros y el
ágape en la misma vida matrimonial, en orden a la realización personal, la creatividad y la
procreación.
Su especificidad radica en su “esponsabilidad”, es decir, en ser don para un ser-a-dos
en comunidad de amor y fidelidad. La gracia santifica a los dos, no a uno solo; es para la
vida matrimonial, no para la vida privada. Es una gracia para el estado y la vida
matrimonial.
3- Desde la Iglesia: acontecimiento eclesiológico: El matrimonio es un
acontecimiento eclesiológico, un hecho de la misma Iglesia, no tanto porque esta tenga una
competencia jurídica sobre el mismo, cuanto porque es un momento privilegiado de
manifestación, edificación y autorrealización de la misma Iglesia.
a- Matrimonio y misterio de la Iglesia: Existe una equivalencia entre la función de
signo de la Iglesia respecto al amor de Dios a los hombres, y la función de signo del
matrimonio respecto a ese mismo amor, de manera que el matrimonio es una forma
privilegiada del mismo signo de la Iglesia, al representar y realizar de modo peculiar el
mismo misterio de la Iglesia. El matrimonio no es sólo “modelo” significante de la Iglesia,
sino que puede ser él mismo Iglesia, comunidad.
b- Matrimonio e “Iglesia doméstica”:
La familia es una Iglesia doméstica. Los
padres deben ser para sus hijos los primeros
predicadores de la fe, mediante la palabra y el
ejemplo, y deben fomentar la vocación propia
de cada uno. (Ver. DC 1136).
c- Matrimonio y Eucaristía:
El deber de santificación de la familia
cristiana tiene su raíz en el bautismo y su
expresión máxima en la Eucaristía, a la que está íntimamente unido el matrimonio
cristiano. El concilio Vaticano II ha querido poner de relieve la especial relación existente
entre la Eucaristía y el matrimonio, pidiendo que habitualmente éste se celebre “dentro de
la Misa”. Volver a encontrar y profundizar tal relación es del todo necesaria, si se quiere
comprender y vivir con mayor intensidad la gracia y las responsabilidades del matrimonio
y de la familia cristiana.
La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano. En efecto, el sacrificio
eucarístico representa la alianza de amor de Cristo con la Iglesia, en cuanto sellada con la
sangre de la cruz. Y en este sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza los cónyuges cristianos
encuentran la raíz de la que brota, que configura interiormente y vivifica desde dentro, su
alianza conyugal. En cuanto representación del sacrificio de amor de Cristo por su Iglesia.
La Eucaristía es manantial de caridad. Y en el don eucarístico de la caridad la familia
cristiana halla el fundamento y el alma de su “comunión” y de su “misión”, ya que el Pan
eucarístico hace de los diversos miembros de la comunidad familiar un único cuerpo,
revelación y participación de la más amplia unidad de la Iglesia: además, la participación
en el Cuerpo “entregado” y en la Sangre “derramada” de Cristo se hace fuente inagotable
del dinamismo misionero y apostólico de la familia cristiana.
5- El Consentimiento Matrimonial
Del Cat. de la Iglesia Católica y del Código de Derecho Canónico:
1625: Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer
bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su
consentimiento. “ser libre” quiere decir:
- no obrar por coacción.
- no estar impedido por una ley natural o eclesiástica
1626: La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos
como el elemento indispensable “que hace el matrimonio” (DC. 1057, 1). Si el
consentimiento falta, no hay matrimonio.
1627: El consentimiento consiste en un “acto humano”, por el cual los esposos se dan
y se reciben mutuamente” (GS 48, 1; cf. DC. 1057, 2): “Yo te recibo como esposa” - “Yo
te recibo como esposo”. Este consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su
plenitud en el hecho de que los dos “vienen a ser una sola carne” (cf. Gn 2, 24; Mc 10, 8;
Ef 5, 31).
1628: El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los
contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo.
DC: 1103 Es inválido el matrimonio contraído por violencia o por miedo grave
proveniente de una causa externa, incluso el no inferido con miras al matrimonio, para
librarse del cual alguien se vea obligado a casarse.
DC. 1058: Pueden contraer matrimonio todos aquellos a quienes el derecho no se lo
prohíbe.
DC. 1095: Son incapaces de contraer matrimonio:
1- quienes carecen de suficiente uso de razón
2- quienes tienen un grave defecto de discreción de juicio acerca de los derechos y
deberes esenciales del matrimonio que mutuamente se han de dar y aceptar
3- quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas
de naturaleza psíquica.
DC. 1096:
1- Para que pueda haber consentimiento matrimonial, es necesario que los
contrayentes no ignoren al menos que el matrimonio es un consorcio permanente entre un
varón y una mujer, ordenado a la procreación de la prole mediante una cierta participación
sexual.
2- Esta ignorancia no se presume después de la pubertad.
IV- PASTORAL.
1- Preparación al Matrimonio: En nuestros días es más necesaria que nunca la
preparación de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar.
Muchos fenómenos negativos que se lamentan hoy en la vida familiar derivan del
hecho de que, en las nuevas situaciones, los jóvenes no sólo pierden de vista la justa
jerarquía de valores, sino que, al no poseer ya criterios seguros de comportamiento, no
saben cómo afrontar y resolver las nuevas dificultades. La experiencia enseña en cambio
que los jóvenes bien preparados para la vida familiar, en general van mejor que los demás.
Esto vale más aún para el matrimonio cristiano, cuyo influjo se extiende sobre la
santidad de tantos hombres y mujeres. Por esto la Iglesia debe promover programas
mejores y más intensos de preparación al matrimonio, para eliminar lo más posible las
dificultades en que se debaten tantos matrimonios y más aún para favorecer positivamente
el nacimiento y maduración de matrimonios logrados.
La preparación al matrimonio ha de ser vista y hecha como un proceso gradual y
continuo. En efecto, comporta Tres momentos principales:
Una preparación remota, una próxima y otra inmediata.
La Preparación Remota: Comienza desde la infancia ... Es el período en que se
imbuye el estima por todo auténtico valor humano ... Se exige además, especialmente para
los cristianos, una sólida formación espiritual y catequística, que sepa mostrar en el
matrimonio una verdadera vocación y misión, sin excluir la posibilidad del don total de sí
mismo a Dios en la vocación a la vida sacerdotal o religiosa.
La Preparación Próxima: La cual comporta - desde la edad oportuna y con una
adecuada catequesis - una preparación específica para los sacramentos como un nuevo
descubrimiento.
Esta nueva catequesis de cuantos se preparan al matrimonio cristiano es
absolutamente necesaria, a fin de que el sacramento sea celebrado y vivido con las debidas
disposiciones morales y espirituales.
Finalmente, no se deberá descuidar la preparación al apostolado familiar, a la
fraternidad y colaboración con las demás familias, a la inserción activa en grupos,
asociaciones, movimientos e iniciativas que tienen como finalidad el bien humano y
cristiano de la familia.
La Preparación Inmediata: A la celebración del sacramento del matrimonio debe
tener lugar en los últimos meses y semanas que preceden a las nupcias. ... Tal
preparación se impone con mayor urgencia para aquellos prometidos que presentan aún
carencias y dificultades en la doctrina y en la práctica cristiana.
Entre los elementos a comunicar en este camino de fe, se debe tratar de profundizar
en lo referente a nuestro conocimiento, cooperación y vivencia de Jesús y su Iglesia, de los
significados de la gracia y responsabilidad del matrimonio cristiano, así como la
preparación para tomar parte activa y consciente en los ritos de la liturgia nupcial.
A las distintas fases de la preparación matrimonial deben sentirse comprometidas las
familias cristianas y toda la comunidad eclesial. Dentro de la perspectiva eclesial hay que
buscar lo siguiente:
Madurez de la fe de los creyentes, decisión libre y responsable.
Fomentar la pastoral de la pareja guía.
Que el matrimonio tiene una estructura de alianza, Alianza de Dios con su pueblo.
Que el matrimonio es un continuo perfeccionamiento y dinamismo.
El matrimonio es una aventura que debe descubrirse y realizarse cada día,
superando hoy el fracaso de ayer, incrementando mañana la fidelidad y felicidad de hoy.
2- Pastoral postmatrimonial: El cuidado pastoral de la familia normalmente
constituida significa concretamente el compromiso de todos los elementos que componen
la comunidad eclesial local en ayudar a la pareja a descubrir y a vivir su nueva vocación y
misión. Para que la familia sea cada vez más una verdadera comunidad de amor, es
necesario que sus miembros sean ayudados y formados en su responsabilidad frente a los
nuevos problemas que se presentan, en el servicio recíproco, en la coparticipación activa a
la vida de la familia.
Esto vale sobre todo para las familias jóvenes, las cuales, encontrándose en un
contexto de nuevos valores y de nuevas responsabilidades, están más expuestas,
especialmente en los primeros años de matrimonio, a eventuales dificultades, como las
creadas por la adaptación a la vida en común o por el nacimiento de hijos. Los cónyuges
jóvenes sepan acoger cordialmente y valorar inteligentemente la ayuda discreta, delicada y
valiente de otras parejas que desde hace tiempo tienen ya experiencia del matrimonio y de
la familia. De este modo, en el seno de la comunidad eclesial - gran familia formada por
familias cristianas - se actuará un mutuo intercambio de presencia y de ayuda entre todas
las familias, poniendo cada uno al servicio de los demás la propia experiencia humana, así
como también los dones de la fe y de gracia. Animada por verdadero espíritu apostólico,
esta ayuda de familia a familia constituirá una de las maneras más sencillas, más eficaces y
más al alcance de todos para transfundir capilarmente aquellos valores cristianos, que son
el punto de partida y de llegada de toda cura pastoral. De este modo, las jóvenes familias
no se limitarán solo a recibir, sino que, a su vez, ayudadas así, serán fuente de
enriquecimiento para las otras familias, ya desde hace tiempo constituidas, con su
testimonio de vida y su contribución activa.
En la acción pastoral hacia las familias jóvenes, la Iglesia deberá reservar una
atención específica con el fin de educarlas a vivir responsablemente el amor conyugal en
relación con sus exigencias de comunión y de servicio a la vida, así como a conciliar la
intimidad de la vida de casa con la acción común y generosa para la edificación de la
Iglesia y la sociedad humana. Cuando, por el advenimiento de los hijos, la pareja se
convierte en familia, en sentido pleno y específico, la Iglesia estará aún más cercana a los
padres para que acojan a sus hijos y los amen como don recibido del Señor de la vida,
asumiendo con alegría la fatiga de servirlos en su crecimiento humano y cristiano.
V- RESUMEN
CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA
1659 - San Pablo dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la
Iglesia... Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia” (Ef 5, 25. 32).
1660 - La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una
íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propios por el
Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación
y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor
a la dignidad de sacramento (cf GS 48, 1; DC 1055, 1).
1661 - El Sacramento del Matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a
los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del
sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble
y los santifica en el camino de la vida eterna.
1662 - El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en
la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y
fecundo.
1663 - Dado que el matrimonio establece a los cónyuges en un estado público de la
vida en la Iglesia, la celebración del mismo se hace ordinariamente de modo público, en el
marco de una celebración litúrgica, ante el sacerdote (o el testigo cualificado de la Iglesia),
los testigos y la asamblea de los fieles.
1664 - La unidad, la indisolubilidad y la apertura a la fecundidad son esenciales al
matrimonio. La poligamia es incompatible con la unidad del matrimonio; el divorcio separa
lo que Dios ha unido; el rechazo de la fecundidad priva a la vida conyugal de su “don más
excelente”, el hijo (GS 50, 1).
1665 - Contraer un nuevo matrimonio por parte de los divorciados mientras viven sus
cónyuges legítimos contradice el plan y la ley de Dios enseñados por Cristo. Los que viven
en esta situación no están separados de la Iglesia, pero no pueden acceder a la comunión
eucarística. Pueden vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus hijos en la fe.
1666 - El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la
fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente “Iglesia doméstica”, comunidad de gracia
y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana.
VI- PREGUNTAS PARA COMPARTIR.
1- ¿Qué se puede y debe hacer para que salga bien el matrimonio? ¿Qué es importante
durante el noviazgo?
2- ¿Qué diferencia hay entre el matrimonio civil y el matrimonio católico?
3- ¿Por qué se dice que el matrimonio es una vocación cristiana?
4- ¿Pueden divorciarse los católicos? Justificar la respuesta.
5- Tú sabes de muchos matrimonios fracasados. ¿cuál sería la principal causa de ese
fracaso?
6- En muchos países el aborto está legalizado. ¿Qué piensa un cristiano del aborto
provocado?
7- ¿Qué piensas del hecho de que algunos (as), aparte de su hogar, mantienen una
“sucursal”?
CONCLUSIÓN GENERAL
Al término de este trabajo podemos ver que sin sacramentos no hay Iglesia ni
sacramentos sin Iglesia y sin Iglesia no hay vida cristiana.
Cada sacramento, como hemos visto no tiene el mismo valor uno con otro, y cada
sacramento se utiliza de acuerdo a su lugar y necesidad; es decir, los sacramentos de
iniciación cristiana, bautismo, confirmación, eucaristía, son para la plenitud de la vida
cristiana en la comunidad, por el bautismo se incorpora en la Iglesia y se pertenece a
Cristo, por la confirmación se lleva a la plenitud nuestra fe y el compromiso cristiano y por
la eucaristía se alimenta la fe, se santifica la persona y se tiene una relación directa con
Cristo.
Los demás sacramentos se utilizan de acuerdo a su necesidad, la penitencia cuando
una persona está en pecado, la unción cuando está enfermo y los sacramentos del
matrimonio y del orden son directamente para la formación y santificación de la
comunidad cristiana.
Los sacramentos son siete y todos son necesarios para la Iglesia y para los creyentes,
con la falta de uno de ellos ya dificulta la formación y la santificación de la comunidad
cristiana.
“Si alguno dijere que los sacramentos de la Nueva Ley no son necesarios para la
salvación, sino superfluos, y que sin ellos o el deseo de ellos, los hombres alcanzan de
Dios, por la sola fe, la gracia de la justificación - aun cuando no todos los sacramentos
sean necesarios a cada uno -, sea anatema” (Dz 847).
BIBLIOGRAFIA.
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I N D I C E
Presentación ...............................................................
........... 5
Introducción ..............................................................
.......... 6
La Iglesia en el Plan de
Dios................................................... 8
Sacramentos en
General........................................................ 23
I- El Sacramento del
Bautismo............................................... 42
II- El Sacramento de la
Confirmación...................................... 66
III- El Sacramento de la
Eucaristía.......................................... 90
IV- El Sacramento de la
Reconciliación................................. 119
V- El Sacramento de la Unción de los
Enfermos.................... 141
VI- El Sacramento del Orden
Sagrado................................... 170
VII- El Sacramento del
Matrimonio....................................... 192
Conclusión ..................................................................
........ 217
Bibliografía .................................................................
........ 218