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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FILOLOGÍA DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA II (LITERATURA ESPAÑOLA) © Mercedes Ainhoa Hernández Pérez, 2016 TESIS DOCTORAL Guido Bonato y "El Tratado de Forlivio sobre los más principales juicios de los astros" MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTORA PRESENTADA POR Mercedes Ainhoa Hernández Pérez DIRECTOR Víctor Infantes de Miguel Madrid, 2016

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  • UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FILOLOGÍA

    DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA II (LITERATURA ESPAÑOLA)

    © Mercedes Ainhoa Hernández Pérez, 2016

    TESIS DOCTORAL

    Guido Bonato y "El Tratado de Forlivio sobre los más principales juicios de los astros"

    MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTORA

    PRESENTADA POR

    Mercedes Ainhoa Hernández Pérez

    DIRECTOR

    Víctor Infantes de Miguel

    Madrid, 2016

  • GUIDO BONATO Y EL

    TRATADO DE FORLIVIO

    SOBRE LOS MÁS PRINCIPALES JUICIOS

    DE LOS ASTROS

    Mercedes Ainhoa Hernández Pérez

    Tesis Doctoral

    Director: Víctor Infantes de Miguel

    Departamento de Filología Española II Facultad de Filología

    Universidad Complutense de Madrid

  • «El que viviera correctamente durante el lapso asignado, al retornar a la casa del astro que le fuera atribuído,

    tendría la vida feliz que le corresponde» Platón

    «Dijo Damón; y de las luces bellas del claro cielo, errantes y fijadas,

    resplandeció el Oriente y el Ocaso»

    Francisco de la Torre

    «Pero eres puro y procedes de una estrella»

    Antoine de Saint-Exupéry

  • ÍNDICE AGRADECIMIENTOS………………………………………………1 ABSTRACT ………………………………………………………….4 PRESENTACIÓN.................................................................................9 1) LA ASTROLOGÍA A LO LARGO DE LA HISTORIA. ESTADO DE LA CUESTIÓN............................................................10 2) VIDA DE GUIDO BONATO.......................................................174 3) OBRA DE GUIDO BONATO......................................................225 3.1) El Liber astronomicus. 3.2) El incunable de 1491. 3.3) La edición de 1506. 3.4) La edición de 1550. 3.5) Otras ediciones. 3.6) Descripción bibliográfica. 4) ANÁLISIS DE LOS DIEZ TRATADOS ASTROLÓGICOS DE GUIDO BONATO……………………………………….….. 306 5) ANÁLISIS DEL TRATADO DE FORLIVIO SOBRE LOS MÁS PRINCIPALES JUICIOS DE LOS ASTROS.....................................374 6) CRITERIOS DE EDICIÓN…………………………….….……441 7) Tratado de Forlivio sobre los más principales juicios de los astros……………………………………………………..….…...447 8) CONCLUSIÓN……………………………………………….…737 9) FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRAFÍA........................................................................ 746

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    AGRADECIMIENTOS.

    Decía Confucio que cuando el sabio señala a la Luna, el necio mira al dedo [que

    señala]. Es mi deseo y mi intención que el lector atienda -como seguro que hará-, a la

    grandeza de la obra del ingenioso filósofo y astrólogo del siglo XIII Guido Bonatti, y no

    a las imperfecciones terrenales que pudiera encontrar, las cuales se deberán a mi

    humilde mano, a mi puño y letra, y no al pensador y a su genial obra.

    Cuento con la gracia de poder editar, o intentarlo al menos, uno de los tratados (un

    ejemplar único) de la magna obra bonatiana. Asimismo, tengo el privilegio -en

    ocasiones harto complicado en nuestros días-, de comentar la obra de un personaje que

    admiro, y que desde el primer momento me cayó en gracia. Su defensa de la ciudad de

    Forlí -presuntamente su ciudad natal- en compañía de Guido de Montefeltro, su

    predicción acertada acerca de la herida que recibiría por defender a su patria (que

    posibilitó su curación), la afilada crítica contra la ignorancia y soberbia de una parte del

    clero (los «tunicati» del texto), y su continuada manía de decir siempre la verdad sobre

    aquello que pensara, le pesara a quien le pesara, no pueden menos que sobrecogerme, y

    despertar mi admiración y simpatía.

    Para comprender cualquier obra astrológica uno ha de desprenderse del velo

    positivista y empirista del siglo XX (y no digamos del XXI), porque el mayor error que

    un investigador puede cometer es confundir ciencia antigua con cierta moderna, e

    intentar juzgar la primera con los ojos de la segunda. Creo que el siguiente requisito

    necesario para hacer un buen análisis de la materia astrológica consiste en acercarse,

    con curiosidad y respeto, a esa ciencia de los cuerpos celestes que ya cultivaban

    babilonios, egipcios, griegos y romanos, y querer aprender de una disciplina que ya se

    encontraba, más o menos esbozada, en un filósofo de la talla e influencias históricas de

    Platón, uno de mis padres intelectuales (junto al gran Séneca), salvando las grandes

    distancias con los dos maestros.

    Varias son las personas a las cuales quiero y debo agradecer su ayuda a lo largo de

    este proceso de investigación; todas ellas son buenas y sabias. En primer lugar, he de

    dar las gracias a mi director de tesis, maestro en las artes filológicas, el catedrático de

    Filología Española II Víctor Infantes de Miguel, por su apoyo, paciencia, comprensión y

    sabiduría. Recordaré siempre con agrado y afecto las clases de los viernes por la tarde

    de «Edición de textos», en las cuales unos cuantos filólogos nos agrupábamos en círculo

  • - 2 -

    (no es casual la figura) en torno a textos y variantes, al abrigo de las palabras de Víctor,

    en compañía de mis amigos Angélica y Alberto, y de otros tantos compañeros. En

    segundo lugar, he de dar las gracias a Álvaro Alonso, por sus conocimientos, su bondad,

    y su pronta disposición a ayudar. En tercer lugar, a mi maestra en las artes astrológicas,

    Carmen Puyol, cuyas enseñanzas nunca olvidaré, y cuyos consejos me han servido -

    ampliamente- en mi azarosa vida. En cuarto lugar, al catedrático José Manuel Lucía

    Megías, por su entusiasmo, simpatía y optimismo, cualidades que distinguen al

    verdadero sabio, y por la creación de la Semana Complutense de las Letras, idea genial

    donde las haya. En último lugar, a Carlos Sáinz de la Maza, por un consejo preclaro que

    un día me dio, y que me ha servido verdaderamente en los momentos más difíciles de la

    investigación.

    Han sido muchos los bibliotecarios/as que me han atendido y ayudado de una u otra

    manera. Mencionaré, en primera instancia, a los bibliotecarios de la Universidad

    Complutense de Madrid, muy especialmente a Mª Jesús, Mª Antonia y Rufino Lancho

    Pedrazo, por su eficiencia, su buen hacer y su benevolencia. En segundo lugar, quiero y

    debo mencionar a Luisa Landaburu Areta, Jefa del Servicio de Préstamo

    Interbibliotecario de la Biblioteca Nacional de España, por su trabajo, amabilidad, y su

    gran ayuda. A Alexandre Tur y a Maxence Hermant, del Departamento de Manuscritos

    medievales de la Biblioteca Nacional de Francia, por su inestimable cooperación. A

    Qona Wright y a Claire Wotherspoon, del Departamento «Rare Books and Music

    Reference Service» de la British Library, por su extraordinaria eficiencia. A la doctora

    Antonella Imolesi, responsable de la «Unità Fondi Antichi, Manoscritti e Raccolte

    Piancastelli» de la Biblioteca Aurelio Saffi de Forlí, por conseguirme con tanta

    celeridad la obra de Mario Tabanelli, que tanto ha beneficiado mi investigación. Y a

    Marina Zetti, de la Biblioteca Nacional Braidense, y a Maria Luisa Migliore, de la

    Biblioteca Riccardiana, muchas gracias por resolver mis dudas.

    Gracias a todos mis compañeros y amigos de la Revista Inventio Magazine por la

    extraordinaria experiencia compartida durante año y medio: José Javier Montero

    Montero y Daniel Rodrigo Benito Sanz, entre otros. He de agradecer al «Club Siglo de

    Oro» (Dani, Alberto, Estefanía y Matías) los buenos momentos vividos, a pesar de su

    extraña y abrupta disolución.

    A mi padre, por su comprensión y apoyo en la última etapa de la tesis. A mi madre,

    que fue investigadora en ciernes, por su cariño y sus cuidados. A los traviesos Luna y

    Júpiter, hermanos inseparables y guardianes de misterios. A mi buen amigo Alberto

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    Rodríguez Ramos, por compartir, de algún modo, las delicias y sinsabores inherentes al

    proceso de investigación. A mi amiga Ana Gorría, por su profunda y sincera amistad:

    has sido un apoyo real para mí. A la memoria de Guido Bonatti, allá donde estés,

    maestro, por la extraordinaria obra que nos legaste. A todos aquellos que alguna vez

    creyeron en la Astrología, y defendieron sus ideas contra viento y marea. Gracias,

    gracias, gracias.

    Madrid, a 13 de agosto de 2015

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    ABSTRACT.

    In this academic research, I‘ve taken a look over the life and thought of Guido

    Bonatti, the famous medieval astrologer, author of the best treatise of the thirteenth

    century on this field, the Liber astronomicus, which was edited in 1491 under the title of

    Registrum Guidonis Bonati de Forliuio De astronomia tractatus decem, and later in the

    years 1506 (Decem continens tractatus astronomie) and 1550 ( De astronomia tractatus

    decem), as Lynn Thorndike said in his enciclopedic work, A history of magic and

    experimental science.

    First place, I‘ve written a long summary about the History of Astrology, from

    Mesopotamia, Egypt, Greece and Rome up to the authors of the sixteenth century. Long

    time ago the babylonian priests spend their lifes decoding prophecies for their kings

    according to the eclipses observation. His zigurats were divided in seven parts, as seven

    were the traditional celestial planets: Sun, Moon, Mercury, Mars, Venus, Jupiter and

    Saturn.

    Berosus, priest of Bel‘s temple, it‘s considered the first autor of astrological treatises,

    although Luciano of Samosata thought the Ethiopians were really the most ancient

    astrologers. Later, the Egyptians developed the old science, and the Greeks took it like it

    were the only method of adivination, and perfected it, and Romans borrow the believe

    and apply it in every aspect of their social and individual life.

    This Berosus, priest of the s.III b.C., adorer of the god Marduk, was the autor of

    Babyloniakà or Chaldaikà, a book divided in three parts: the first talk about the

    Humanity‘s origin, with the chapter of the monster Oannes, Belos and Talat, and the

    creation of earth and heaven; the second give us the list of the first tenth kings; the third

    tell us the story of the Asyrian domination, the Babylonian Empire and the Persian

    domination up to Alexander the Great.

    In the Egyptian civilization, arises the astrological inheritance of Hermes

    Trismegisto, who probably create the division in twelve houses of the zodiac, show us

    the scholar Luis Miguel Vicente García. The Hermetic tradition is based upon a

    collection of divine texts who teach us the secrets of the Universal laws, whose autor is

    Hermes, Thoth or Tehuti, god of knowledge. Lynn Thorndike talk about Hermetic

    references that lead us to s.I a.C., and also about Saint Augustine commentaries. In our

    Corpus Hermeticum, a collection of 17, 18 fragments, divided in Poimandres and

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    Asclepius, the stars are considered as if were gods. The work mentions the seven

    planets, the twelve signs of the zodiac, and follow the Platonic and Gnostic philosophy.

    Nechepso, Petosiris and Manetho are fundamental names in relation to Egyptian

    astrology. Orfeo is probably the first writer in the field of plants, herbs and magic: his

    work Lithica, 770 lines about the magical virtues of stones, is based on a treatise of s. II

    b.C. whose autor is Damigeron.

    Tales, the founder of the Ionic school of philosophy it‘s the paradigm of the ideal

    sage and the clever scientific, and also he‘s the forerunner of the philosophical system

    of Anaximandro. He was the first thinker that considered the water element as the basic

    substance of our world, and he is famous for his prediction of the eclipse that ocurred

    the 28th May of the year 585 b.C.. Water seems to be the arche of our world, the reason

    of movement and change. On the other hand, Anaximenes choose the air as the arche,

    infinite and unique substance, capable of transforming into fire, water and earth due to

    the rarefation and condensation processes.

    Anaximandro, nature philosopher younger tan Tales, probably the discoverer of the

    Zodiac‘s obliquity, responsable of the prediction of the remarkable earthquake, set out

    the ápeiron as the occult reason of our world, the source of all we know. The Cosmic

    order emerge due to a separation process of the opposite substances: hot, cold, moist

    and dry, that stay in ápeiron in a potential state. Moon it‘s cold and wet, Mars hot and

    dry, Saturn cold and dry, and so on.

    With Pythagoras, philosophy turn into «the search of a way of life through by it could

    be established a right relation between the philosopher and the Universe», in the opinion

    of W.C.K.Guthrie. Juan Vernet Ginés, in his work, tells us the story of Filolao,

    pythagorean of the south of Italy, that sets out that the Earth turn round the fire in a

    oblique circle, and of Heraclides of Ponto and Ecfanto the Pythagorean, who believed

    that the Earth move in the traslation way, not the rotation one.

    And here we come to the great philosopher, Plato, and his well-known Dialogue

    called Timeo, dated in a period that begins in 360 b.C.. In this dialogue, the autor

    explains the idea of the Universe like if it were a whole unique and eternal. He also

    explains the four element‘s theory, sacred materials that construct the Universe. In the

    four elements is based the zodiacal circle. Earth is represented by the signs Taurus,

    Virgo and Capricorn; water by Cancer, Scorpio and Pisces; air by the Twins, the

    Balance and Aquarius; and, finally, the fire by the Ram, Leo and Sagittarius. The result

    is the total of 3 earth signs + 3 water signs + 3 air signs + 3 fire signs = 12. Aristotle, the

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    great philosopher of Estagira, in his work De caelo, try to explain the perfection of our

    Universe: remenbering the pythagorean lessons, he tells us about the symbolism of

    number 3, that defines the whole Universe; it‘s the beginning, the middle and the end.

    Ptolemy (s.II a.C.), Greek scientific and philosopher of the Alexandrian school, is the

    autor of such wonderful works like the Tetrabiblos, or the Almagest. In Tetrabiblos, he

    defines astronomy and astrology, talk about Nature and her elements, and also about the

    effects of the Sun and the Moon upon it. I‘ve mentioned also such and important

    authors like Galeno, Plotino, Julius Firmico Materno, Hildegarda de Bingen, Daniel de

    Morley, Michael Scot, Albertus Magnus, Cecco D‘Ascoli, Johannes of Sacrobosco,

    Alfonse X the Wise, Kepler or Copernicus.

    In second place, I‘ve taken a look over Bonatti‘s life. Guido Bonato or Bonatti, Guido

    Bonatus of Forlivio (Foroliviensis), Guido de Forlì or Guido Bonafors are the names of

    ther famous italian astrologer that lead this academic research. His birthdate is

    unknown, but some authors (Boncompagni, Thorndike, Tiraboschi) mark the age of

    1223 as the age of the meeting between Bonatus and Richard of Ravenna, a strange man

    that affirms to be four hundred years old, and that he has lived in Carlomagno‘s period

    of time. In 1223, Guido Bonatti face up to Giovanni da Vicenza, a powerful clergy man,

    and his principal enemy. Undoubtedly, the most polemic aspect of our astrologer‘s life

    is his place of birth. Most authors believed he was native of Forlì (Mazzuchelli, Canestri

    Trotti, Luigi Maria Rezzi), and only Filippo Villani assured he was florentine

    (Boncompagni support him). Appart from the polemic, the true of this story is that the

    astrologer, in his collection of astrological treatises, declares his provenance:

    «Registrum Guidonis Bonati de Forliuio».

    In Bolonia he knew Pier delle Vigne, a very poor sage. The italian philosopher and

    astrologer is supossed to had travelled round the world, first to Arabic lands, second to

    Paris, where he taught Astronomy, actually. He died in is return to Italy, in Cesena,

    because he was assaulted by a group of thieves. We also know he was a teacher in the

    University of Bolonia, and worked as a profesional astrologer under the arrangement of

    Frederic II (1233), Ezzelino da Romano (1259), and Guido of Montefeltro (1260),

    Count of Urbino, who died in 1298.

    The manuscripts of Liber astronomicus of Guido Bonatti are numerous; some of

    them contains the whole ten treatises of the autor, and others only fragments, specific

    treatises. The oldest ones are located in the Biblioteque Nationale de la France (LATIN

    7326 y LATIN 7327), and in the British Library (Arundel 66). The editio princeps of

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    1491, the incunabula titled Registrum Guidonis Bonati de Forliuio it‘s probably the

    most beautiful, careful and precious of the three main editions of the astrological work

    of Bonatus. It was edited by the astrologer Johann Engel (Angelus) and printed by the

    courtesy of Erhard Ratdolt in Augustae: both names appeared in the Explicit. The

    incunabula it‘s printed in gothic characters and have 422 leafs, with woodcuts and

    diagrams. The Prologue was written by Jacobus Canter, and the Index contains

    thirteenth pages. The astrological compilation is made of ten treatises, each one of them

    touches a single branch of the heavenly bodies doctrine explained, clearly, by magister

    Guido Bonatus: nature of signs and planets, conjunctions, questions, elections,

    revolutions, nativities, astrological metheorology, etc…

    Decem continens tractatus astronomie it‘s the title of the second edition, printed by

    Jacobum Pentium (fl. 1495-1527) and edited by Melchionis Sesse in Venice in the year

    1506 in gothic characters, doble column, with lombard woodcut capitals. In the title

    page, a woodcut where appears Guido Bonatti in a throne, with two astronomical

    instruments, and surrounded by two Muses, Astronomia and Urania.

    The third edition of 1550, called De astronomia tractatus decem, was printed by

    Nicolaus Pruknerus in Basil and it‘s really a little bit austere if we compare it with the

    other editions, in formal terms. It‘s an edition in folio, with doble column in each page,

    that present differences in it‘s contents: at the end we can read the Liber fructus of

    Ptolemy, prepared by the scholar Georgii Trapezuntii. Nicolaus Pruknerus, the printer,

    is also the auhor of the Prologue dedicated to «Guglielmo Pageto», where he talk about

    the enmity between Pope Martin IV and the faction of Guido Montefeltro and Guido

    Bonatti.

    In fourth place, I‘ve written a long summary about the ten astrological treatises of the

    philosopher and astrologer who came from Forlì, Guido Bonatti, the autor who

    compiled the most important sentences of the ancient sages. One of the remarkable

    aspects of Guido it‘s the extraordinary level of concretion. Our astrologer instructs the

    reader, not only in the infinite casuistry of general characteristics of the zodiacal signs,

    but also in the particular examples of every horoscope, interrogation, election and

    revolution. And all adorned and improved with the sentences of the most illustrious

    astrologers: Messahala, Zahel, Albumasar, Ptolemy, etc… There is no case and detail

    thar Bonatti doesn‘t consider. In this sense, the student of astrology realizes his

    extraordinary knowledge in this area, because he is capable of adding his own judges,

    based upon his real experience as a profesional astrologer. The amount of information

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    it‘s really considerable, the compilation of astrological terminology so complete, that

    we could affirm that Liber astronomicus it‘s so important in cultural terms as works like

    Libro Conplido en los iudizios de las estrellas of Ben Ragel or the Speculum

    astronomiae of Albertus Magnus.

    We doesn‘t know the exact date of the composition of the ten treatises, as we doesn‘t

    know the birthdate and death of Guido Bonatti, although we can assure that it must be

    after the year 1277 (the date of Valbona‘s battle) and before 1300 (it was the posible

    later date assigned to the astrologer‘s death). Liber astronomicus it‘s a work composed

    of ten astrological treatises by the courtesy of Bonatus, who compiled the sentences of

    illustrious thinkers:

    1) Tractatus primus qui est in confirmatione huius scientie.

    2) De divisione orbis signorum.

    3) De naturam septem planetarum.

    4) De consideratione quarundam coniunctionum.

    5) In considerationibus que cadunt super iudiciis seu motus et significata stellatum.

    6) Super precipuis iudiciis astrorum.

    7) De electionibus seu dicta sapientum.

    8) De reuolutionibus annorum mundi.

    9) De natiuitatibus.

    10) De imbribus et de aeris mutationibus.

    Finally, I‘ve written a commentary about the castilian traduction made by Auger

    Ferrer of the sixth treatise in Latin, the work on interrogations.

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    PRESENTACIÓN.

    En esta tesis doctoral pretendo aproximarme a la figura del famoso astrólogo Guido Bonato o Bonatus, así como a su obra, el Tratado de Forlivio sobre los más principales

    juicios de los astros, traducción castellana llevada a cabo por Auger Ferrer en el siglo

    XVII (1638) del voluminoso compendio latino Registrum Guidonis Bonati de Forliuio.

    Decem continens tractatus Astronomie (1491).

    Así pues, es mi intención, en primera instancia, hacer una extensa introducción a la

    Historia de la Astrología desde la Antigüedad hasta el Renacimiento, contexto este

    último en el cual se inscribe el autor de la traducción castellana de la obra del autor

    latino Bonatus. Me centraré, con especial atención, en los avatares científico-teológico-

    astrológicos del siglo XIII, siglo en el cual el astrólogo ejerce su labor intelectual.

    En segundo lugar, pretendo dedicar un espacio a la vida de Guido Bonato, dando una

    serie de detalles y apuntes biográficos. Asimismo, he de hablar de su extensa

    producción astrológica en la tercera parte: el Liber astronomicus, posteriormente

    nombrado como Registrum Guidonis Bonati de Forliuio (1491), Decem continens

    tractatus astronomie (1506) y De astronomia tractatus decem (1550). En cuarto lugar,

    intentaré introducir al lector al significado de la extensa y compleja obra latina del

    astrólogo nativo de Forlí.

    Por último, destinaré a la quinta y última parte de este trabajo el análisis

    pormenorizado del Tratado de Forlivio sobre los más principales juicios de los astros.

    Nuestra obra se adhiere a la corriente de la llamada astrología judiciaria,

    concretamente a la llamada astrología de interrogaciones o astrología horaria, que

    predomina en las obras de los astrólogos árabes medievales, según afirma Luis Miguel

    Vicente García en su obra Estrellas y astrólogos en la literatura medieval española1. De

    hecho, la parte original latina se intitula «De interrogationibus», «Tractatus

    interrogationibus seu questioniis guidonis bonati» o «Tractatus super precipuis iudiciis

    astrorum».

    Aparece Forlivio en una miscelánea del siglo XVII, conservada en la Biblioteca

    Nacional de Madrid, junto a otros textos castellanos de carácter netamente astrológico:

    Juicios astronómicos sobre las natividades de Auger Ferrer, De Hali Abenragel en 1 Luis Miguel Vicente García, Estrellas y astrólogos en la literatura medieval española, Madrid: Ediciones Laberinto, 2006, p. 79.

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    materia de tesoros, Tratado de Hali Abenragel de hurtos, señas y fisionomía del ladrón,

    Si una mujer está preñada o no, opinión de Alboacén Alí, hijo de Abenrazel y Para [el]

    enfermo aliviarse la calentura.

    1) LA ASTROLOGÍA A LO LARGO DE LA HISTORIA.

    La astrología es una disciplina que tiene como base, según el DRAE2, el «estudio de

    la posición y del movimiento de los astros, a través de cuya interpretación y observación

    se pretende conocer y predecir el destino de los hombres y pronosticar los sucesos

    terrestres». La palabra ‗astrología‘ proviene del étimo latino ‗astrologĭa‘, y éste del

    griego ‗ασπρολογία‘, y Corominas3 la documenta en castellano hacia el 1250 en el

    Setenario, como derivada del vocablo ‗astro‘.

    Por su parte, Martín Alonso la adscribe a los siglos XIV y XV, y define la disciplina

    de la siguiente forma: «Ciencia del conocimiento de los astros, que enseñaba a calcular

    sus efectos, influencia y pretendía además predecir los acontecimientos por los

    movimientos de aquéllos4». Sin embargo, en el Diccionario de Autoridades ya

    encontramos una definición mucho más amplia y completa del término, que incluye la

    diferenciación entre las ramas de la astrología natural y la judiciaria:

    «Tratádo o sermocinación de los Astros: la facultad que discurre y trata de sus influencias y predicción de

    lo venidéro. Divídese en dos partes: la que sólo se empléa en el conocimiento de las influéncias celestes

    por observaciones de cosas naturáles: como el cortar la madéra en ciertas lunas, para que no se carcoma, y otras cosas semejantes, tiene el nombre de Astrología natural, y es lícito usar della: la que quiere

    elevarse à la adivinación de los casos futúros y fortuítos se llama Astrología judiciaria, y esta en todo ò la

    mayor parte es incierta, ilícita, vana y supersticiosa. Es voz griega. Lat. Astrologia5»

    Pero a este mar de profundo conocimiento que es la astrología, van a desembocar

    diversas ciencias y materias, que, a lo largo de la historia, han ido indisolublemente

    2 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Madrid: RAE, 1992, p. 153. 3 Joan Corominas y José A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid:

    Gredos, 1984, vol. I, p. 385. 4 Martín Alonso, Diccionario medieval español, Salamanca: Universidad Pontificia de Salamanca, 1986,

    tomo I, pp. 423-424. 5 Real Academia Española, Diccionario de Autoridades, Madrid: Gredos, 1976, p. 452.

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    unidas a la misma: la astronomía, la física, la matemática, la medicina, la filosofía, la

    teología, e incluso la tan condenada magia.

    Es mi interés en este trabajo el poner de relieve la complejidad de la materia a la que

    me aproximo, y cómo no, el rememorar la polémica que ha suscitado en filósofos,

    teólogos, médicos e incluso hombres de estado desde los primeros tiempos.

    En el siglo II, Claudio Ptolomeo, filósofo y científico griego de la escuela

    alejandrina, en el Prólogo a su insigne obra, el Tetrabiblos, establece una distinción

    entre dos ciencias hermanas, la astronomía y la astrología:

    «Sirius posee dos principios sobre los cuales se fundan las predicciones astronómicas. Uno (la

    Astronomía), por el cual nosotros conocemos en cada momento el movimiento del Sol, de la Luna y de

    los otros astros, y los aspectos que tienen entre ellos o los que están al otro lado de la Tierra. El otro (la

    Astrología), con el cual, siguiendo las cualidades naturales de estos astros, consideramos los cambios que

    se producen según su posición en los cuerpos6»

    Por otra parte, la llamada ‗astrología‘ se subdivide a su vez en varias ramas. Juan

    Vernet Ginés en su obra Astrología y astronomía en el Renacimiento. La revolución

    copernicana nos habla de esas subdivisiones, y enumera en primer lugar, la astrología

    «genetlíaca o de investigación del futuro del individuo7», que es aquella que se ocupa

    del horóscopo personal levantado a partir del día, la hora, el minuto, y el lugar de

    nacimiento del nativo. Dentro de la genetlíaca, Vernet sitúa una rama de la astrología

    médica, que consiste en levantar la carta astral del momento de inicio de una

    enfermedad, o de los momentos de crisis o mejora de la misma, con el objeto de hacer

    un diagnóstico clínico.

    Otra rama de la astrología, es el llamado «sistema de elecciones»8, que no es más que

    la determinación del mejor momento astrológico para emprender con éxito una acción

    x. En relación a este sistema Vernet cita a Roger Bacon y a Cardano (figuras de las que

    trataremos más adelante) y afirma que dicho sistema fue utilizado para la fundación de

    Bagdad y para la construcción del observatorio de Uraniborg, llevada a cabo esta última

    6 Claudio Ptolomeo, Tetrabiblos o los cuatro libros de los juicios de los astros y el Centiloquio o Las cien

    sentencias, Madrid: Manakel, 2004, p. 11. 7 Juan Vernet Ginés, Astrología y astronomía en el Renacimiento. La revolución copernicana, Madrid:

    Ariel, 1974. 8 Íd., ib., p. 9.

  • - 12 -

    por Tycho Brahe el 8 de agosto de 1576 al amanecer (cuando el Sol se hallaba fuerte, ya

    que estaba en domicilio, en Leo, y en conjunción al gran planeta benéfico, Júpiter, que

    dependía por sistema de regencias del primero). Pero del ideario y vocabulario

    astrológico nos ocuparemos en el cuarto epígrafe.

    En último lugar, el estudioso Juan Vernet nos habla de la «astrología mundial», y su

    división en «natural o física» por un lado, y «político-religiosa» por otro. La primera es

    la «destinada a predecir catástrofes naturales (terremotos, huracanes, etc...)» y la

    segunda se ocupa de predecir (o provocar) acontecimientos sociales globales, dentro del

    campo de la política y la religión fundamentalmente. Esta última interesa especialmente

    al erudito «desde el momento en que gozó de gran credibilidad –al igual que la

    genetlíaca y de elecciones- durante el Renacimiento».

    Personalmente, me interesa mucho la clasificación que hace Daniel de Morley en el

    siglo XII en ocho tipos de astrología, ya que me parece sumamente curiosa: la astrología

    judiciaria, la astrología médica, la nigromancia, la relativa a la agricultura (equivaldría

    en parte a la «natural o física» de Vernet), la magia, la alquimia, la ciencia de las

    imágenes y la ciencia de los espejos:

    «Daniel interprets the scope of astrology very broadly, asserting that it has eight parts: the science of

    judgements, or what we should call judicial astrology; medicine; nigromancy according to physics;

    agriculture; illusions or magic (de praestigiis); alchemy, ―which is the science of the transmutations of

    metals into other species; the science of images, which Thoz Grecus set forth in the great and universal

    book of Venus; and the science of mirrors, which is of broader scope and aim than the rest, as Aristotle

    shows in the treatise on the burning glass‖9»

    La astrología, según apuntan todos los historiadores de la misma, tiene su cuna en las

    antiguas civilizaciones de Mesopotamia y del Nilo10. Los sacerdotes de Babilonia se

    dedicaban a descifrar profecías para los reyes basándose en la observación de los

    eclipses, los cuales eran signos visibles de acontecimientos que estaban por venir11.

    Asimismo, hacían «predicciones meteorológicas de acuerdo con el color de los planetas 9 Daniel de Morley, De philosophia danielis, cit. Lynn Thorndike, A history of magic and experimental

    science, Nueva York: Columbia University Press, 1923, vol. II, p. 177. 10 Vid. Luis Miguel Vicente García, Estrellas y astrólogos en la literatura medieval española, Madrid:

    Ediciones del Laberinto, 2006, p. 27. También se recomienda la obra de Derek & Julia Parker, A history

    of Astrology, London: André Deutsch, 1983, pp. 7-19. 11 L.M.Vicente García, Estrellas y astrólogos, cit., p. 27.

  • - 13 -

    al levantarse o ponerse»12, según nos informa Luis Miguel Vicente García. Afirma el

    estudioso:

    «Los Zigurats o templos mesopotámicos, con sus siete divisiones, reproducían los siete planetas del cielo;

    en ellos se desarrollaron cálculos matemáticos de cierto avance que contribuyeron al establecimiento de

    un calendario en Occidente. Los planetas fueron divinizados por los mesopotámicos, que concibieron,

    sobre la base de la regularidad de sus movimientos, una especie de ―determinismo universal‖. Saturno, en

    especial, era tenido como el rey del cielo»13

    Añaden Derek y Julia Parker que los babilonios comenzaron por delimitar la duración

    de los días y las noches, después siguieron por el orto y el ocaso de la Luna y por las

    apariciones y ocultamientos de Venus. Los primeros calendarios tomaban como punto

    de partida del nuevo mes la primera aparición de la Luna después de su ayuntamiento

    con el Sol:

    «The Babylonians puzzled for centuries over the patterns in the night sky before producing a calendar

    reliable enough to enable them to predict eclipses and to work ‗backwards‘ in order to figure out the

    celestial events of the past. They seem to have started by simply working out the duration of day and

    night, then of the rising and setting of the Moon and the appearance and disappearance of Venus. The

    very earliest calendars date a new month from the first appearance of a new Moon. But the fact that the

    interval between new Moon is irregular –on average, 29 days, 12 hours, 44 minutes and 3 seconds- meant

    that it was extremely difficult to devise a calendar in which each month began with the new Moon, but

    each year began at the spring equinox (to do so, you have to declare an extra month every two or three

    years –and even then you will be one and a half days out every eight years»14

    Berosus, sacerdote del templo de Bel en Babilonia, está considerado como el primer

    autor de tratados astrológicos. De este personaje nos dice Lynn Thorndike, citando la

    Naturalis Historia de Plinio, en su obra A history of magic and experimental science,

    que tenía una estatua en Atenas en honor a sus juicios astrológicos: «Berosus, of whom

    a statue was erected by the Athenians in honor of his skill in astrological

    prognostication15». Pero este presupuesto histórico que señala a babilonios como

    pioneros en el arte astrológico, es rechazado por Luciano de Samosata, nacido en el

    12 Íd., ib., p. 27. 13 Íd., ib., p. 27. 14 D. & J. Parker, A history, cit., pp. 11-12. 15 L. Thorndike, A history of, cit., vol.I, p. 95.

  • - 14 -

    120-125 d.c., en un ensayo astrológico que le es atribuído, según nos cuenta Thorndike,

    y en el cual defiende la antigüedad de los etíopes en el cultivo de la ciencia de los

    cuerpos celestes. Posteriormente, los egipcios la desarrollaron y los griegos la tomaron

    como «único método de adivinación», siendo únicamente los arcadios los que se

    mantuvieron al margen de la disciplina:

    «The Ethiopians were the first to cultivate it and handed it on in a still imperfect stage to the Egyptians

    who developed it. The Babylonians claim to have studied it before other peoples, but our author think that

    they did so long after the Ethiopians and Egyptians. The Greeks were instructed in the art neither by the

    Ethiopians nor the Egyptians, but, as we have seen, by Orpheus. Our author not only states that the

    ancient Greeks never built towns or walls or got married without first resorting to divination, but even

    asserts that astrology was their sole method of divination, that the Pythia at Delphi was the type of

    celestial purity and that the snake under the tripod represented the dragon among the constellations.

    Lycurgus taught his Lacedemonians to observe the moon, and only the uncultures Arcadians held

    themselves aloof from astrology»16

    Pero volvamos a Beroso (o Berossós, o Belre‘ usu), ese sacerdote del siglo III a.c.,

    adorador del dios Marduk. Santiago Montero en su Diccionario de adivinos, magos y

    astrólogos de la Antigüedad17 le presenta como autor de una obra griega sobre la

    historia mesopotámica que contiene apuntes astrológicos: la Babyloniakà o Chaldaikà,

    dedicada a Antíoco I Sóter, de la cual sólo restan algunos fragmentos difundidos a

    través de la figura de Eusebio de Cesarea y Flavio Josefo.

    Dicha obra se dividía en tres libros: un primero que daba cuenta de los orígenes de la

    civilización con el episodio del monstruo Oannes (figura con cuerpo de pez y cabeza y

    piernas humanas), el cual mediante un escrito da a conocer al hombre el principio

    acuoso del mundo, de cuyo seno nacen criaturas horripilantes. Pero será Belos quien,

    dividiendo el cuerpo de Talat, gobernante de las aguas, crea el cielo y la tierra.

    Asimismo, crea a la especie humana y ordena los cuerpos celestes. El segundo libro da

    la lista de los diez primeros reyes y de los monstruos ictiformes. Se habla de las

    diferentes dinastías hasta el siglo VIII a.c. con Nabonasar. El tercero trata sobre la

    dominación asiria, el imperio neo-babilonio y la dominación persa hasta Alejandro

    Magno. Los fragmentos astrológicos del dicho tratado se refieren a la naturaleza de los 16 Íd., ib., p. 283. 17 Santiago Montero, Diccionario de adivinos, magos y astrólogos de la Antigüedad, Madrid: Trotta,

    1997, pp. 92-93.

  • - 15 -

    eclipses y de las fases de la luna (fr. 19-20), y a las catástrofes naturales (diluvios,

    conflagración), en relación directa con las conjunciones de los astros.

    Beroso estuvo asociado con los monarcas greco-macedonios, y fue comparado con

    Manetón de Egipto, autor de las Aegiptiakà dedicadas a Ptolomeo II Filadelfo. Fue

    nuestro sacerdote mesopotámico el que, según Montero, «inició a los griegos en los

    secretos de la ciencia caldea y fue el introductor de la astrología oriental en el mundo

    griego18». Pero también se ha hablado de la posible existencia de dos autores: un Beroso

    y un Pseudo- Beroso de Cos, autor este último de los fragmentos mencionados, y

    fundador de una famosa escuela de astrología en Cos (que habría formado a los

    astrólogos Critodemo y Antípatro), la cual impartía clases de «iatromatemática», ciencia

    de origen egipcio que relacionaba el cuerpo humano con las constelaciones o planetas.

    Por otra parte, a este Pseudo-Beroso de Cos, esposo de Erimanto, se le supone padre de

    la sibila Caldea. En último lugar, se ha de destacar el hecho de que fue a finales de la

    época helenística, cuando este autor se hizo popular entre romanos y cristianos.

    En la civilización egipcia, despunta la herencia astrológica de la figura de Hermes

    Trismegisto, muy difundida en Occidente en la Edad Media y el Renacimiento. «A

    Hermes se le atribuía la división del zodíaco en doce casas19», asevera Luis Miguel

    Vicente García. Los egipcios hallaron en el discurrir de los planetas las causas primeras

    de los cambios producidos en la Tierra: fenómenos naturales (lluvias, terremotos),

    enfermedades (pestes), o cambios de gobierno (fin de las monarquías). El levantamiento

    de cartas astrales u horóscopos individuales también queda atestiguado por el filósofo

    griego neoplatónico Proclus, del siglo V.

    La tradición hermética queda inscrita dentro de una serie de escritos de origen divino

    y antiguo cuya finalidad era la instrucción de una serie de iniciados en los misterios y

    leyes del Universo («to disclose the secrets of ancient priesthoods and to publish what

    should not be revealed to the vulgar crowd20»)

    El autor de los tan nombrados escritos es Hermes el Egipcio o Trismegisto, detrás del

    cual se esconde Thoth o Tehuti, divinidad egipcia conocida en Grecia por θωύθ, θώθ y

    Τάτ. De hecho, el epíteto «Tres veces grande» aplicado a Hermes procede del adjetivo

    egipcio aā aā, el «Gran Grande». El estudioso Lynn Thorndike habla de citas de tratados

    18 Íd., ib., p. 93. 19 L.M. Vicente García, Estrellas y astrólogos, cit., p. 28. 20 L.Thorndike, A history of, cit., vol. I, p. 287.

  • - 16 -

    de Hermes Trismegisto21 que se remontan al siglo I d.c., aparte de los comentarios de

    rigor de Atenágoras o San Agustín. En el siglo IV, el historiador Ammianus Marcellinus

    le equipara a sabios tales como Pitágoras, Sócrates y Apolonio de Tyana, y otros autores

    del Imperio Romano como Clemente de Alejandría (150-220 d.c.) en su obra Stromata

    o Jámblico (muerto en el 330 d.c.) en el De mysteriis hacen descripciones del corpus

    hermético.

    Clemente da la cifra de cuarenta y dos libros de Hermes: diez sobre leyes y dioses,

    otros diez referidos a oraciones y sacrificios, diez relativos a los himnos a los dioses,

    seis médicos, cuatro que atañen a la astronomía y a la astrología, y los diez últimos

    sobre cosmografía, geografía y ritos sagrados. Thorndike imagina estos volúmenes

    repletos de alusiones a las propiedades ocultas de hierbas y piedras, de conjuros

    mágicos, y de relaciones entre los astros, la naturaleza, y el mundo de los espíritus22.

    Jámblico, siguiendo a Seleuco, habla de 200.000 volúmenes cuyo autor sería el

    Trismegisto, y recoge también la cifra que da Manetho: 36.525, número conectado con

    el período anual. Por otra parte, habla de 100 tratados sobre los dioses etéreos y otros

    100 sobre los celestiales. Es especialmente relevante la aclaración que hace sobre las

    obras atribuídas a Hermes: él no es el autor material de todas ellas ni mucho menos,

    sino que fueron muchos los seguidores de la vía hermética que firmaron sus escritos con

    el nombre de Hermes, en alabanza al dios del lenguaje y la teología. Escritos que, en el

    tiempo de Jámblico, habían sido traducidos del egipcio al griego.

    Hemos de hablar ahora, en primer lugar, evidentemente, del Corpus hermeticum, una

    colección de 17 ó 18 fragmentos. La primera parte se intitula Poimandres (nombre que,

    en ocasiones, se aplica al Corpus completo), y la segunda Asclepius, es un diálogo entre

    este personaje y Mercurio Trismegisto. Los manuscritos griegos del Corpus nos remiten

    al siglo XIV, y probablemente provienen de la versión de Miguel Psellus del XI. Pero se

    ha de decir que la plegaria final del Poimandres se conserva en un papiro del siglo III, y

    que en el siglo IV, Zósimo parece conocer a la perfección el Corpus. Nuestro tratado

    está asociado con la religión, la física, la cosmología y se posiciona positivamente con

    respecto a la astrología y la magia, aunque esta última no es tratada con profundidad.

    Las estrellas en nuestro texto, son consideradas dioses, de entre las cuales el Sol es el

    más grande. El Corpus, que nos habla de los siete planetas, de los siete tipos humanos

    21 Íd., ib., p. 288. 22 Íd., ib., p. 289.

  • - 17 -

    correspondientes, y cómo no, de los doce signos del zodíaco que influyen en nuestro

    cuerpo, está imbuído de las doctrinas de Platón y los Gnósticos. Sólo aquellos

    iluminados que poseen la ‗gnosis‘, capaces de recibir la ‗nous‘, pueden evitar los

    designios celestes y en última instancia alcanzar el mundo espiritual, la octava esfera

    celeste, evitando los coros de demonios localizados en las diferentes esferas

    planetarias23.

    En segundo lugar, sabemos de la existencia de tratados astrológicos, aparte del

    mencionado Corpus, que aparecen bajo el nombre de Hermes Trismegisto: uno sobre

    los nombres y poderes de los doce signos, otro de astrología médica dirigido a Ammon

    el Egipcio, otro sobre el trueno y el rayo, y en último lugar, algunos hexámetros que

    hablan de la relación entre los terremotos y los signos del zodíaco, atribuídos también a

    Orfeo. Esta serie de trabajos contienen alusiones a la correspondencia entre diferentes

    hierbas y planetas, signos del zodíaco, o los 36 decanos, así como enseñanzas sobre el

    uso de amuletos protectores confeccionados con gemas que contienen figuras

    astrológicas (de los dichos decanos) en su superficie24.

    Por otra parte, alquimistas griegos del Imperio Romano tales como Zósimo,

    Stephanus y Olympiodorus citan tratados adscritos al Trismegisto, pero el hecho

    objetivo es que los tratados herméticos de alquimia que han llegado hasta nosotros son

    de fecha tardía. Algunos de ellos se conservan en árabe, y otros son invenciones latinas

    medievales. Thorndike25 añade que el himno místico de Hermes de los alquimistas

    griegos proviene del Poimandres.

    Nechepso, Petosiris y Manetho son otros nombres de importancia en relación a la

    astrología egipcia. Nechepso fue rey en Egipto, y Petosiris un sacerdote; ambos vivieron

    en el siglo VII a.c., y recibieron las revelaciones del dios «Tres veces Grande». Se les

    relaciona con un voluminoso tratado de astrología de época helenística escrito en

    Alejandría, citado por Plinio a través de Galeno. Manetho es el supuesto compilador de

    un ensayo astrológico en verso sobre judiciaria o prognosis, obra de varios autores, de

    los cuales el último se puede situar en el siglo III, en el reinado de Alejandro Severo.

    Orfeo es otro autor asociado a las artes ocultas, quizás más a la magia que a la

    astrología, aunque se aprecia cómo en sus escritos queda mencionado el culto a los

    23 Íd., ib., p. 296. 24 Íd., ib., p. 291. 25 Íd., ib., p. 292.

  • - 18 -

    astros, en concreto el culto solar. Plinio considera a Orfeo el primer escritor sobre

    plantas y hierbas y le relaciona con la magia, mientras otros afirman que sus prosélitos

    fueron los primeros en el arte de encantamientos y purificaciones contra los malos

    espíritus26. Lo cierto es que este personaje, autor de la obra Lithica, 770 líneas sobre las

    propiedades mágicas de las gemas, basada en un tratado en prosa de Damigeron (s. II

    a.c.), nos habla del culto dedicado al dios Sol.

    En De Lithica aparece Hermes como dador de las virtudes ocultas de todo tipo de

    gemas a la Humanidad: piedras que atraen la fortuna amorosa, la victoria en la guerra o

    la salud física; piedras que permiten a su portador leer el pensamiento de los demás, o

    comprender el lenguaje de los pájaros. De todos estos poderes nos habla el personaje de

    Theodamas, un hombre sabio al que el autor conoce en el camino que le lleva al «altar

    del Sol», lugar en el que hará su sacrificio anual, y más tarde el vidente Helenus en su

    discurso a Philoctetes, que Theodamas se encarga de citar. Destaca, entre las diferentes

    gemas nombradas, la Liparaios, conocida por los magos de Asiria, que permite atraer a

    las serpientes al fuego, si se prende en un altar exängue entonando himnos al Sol y a la

    Tierra. Sin embargo, nuestro poema no habla de las relaciones obvias de las gemas con

    los planetas y los signos del zodíaco: «The poem fails, however, to touch upon their

    uses in alchemy or relation to the stars, nor does it contain much of anything than can be

    called necromancy27». Orfeo, en este tratado, da prioridad a las propiedades de las

    piedras y no a las de las hierbas, las cuales con el paso del tiempo pierden sus virtudes28.

    San Cipriano, obispo de Antioquía del siglo III, por otra parte, nos dejó un texto

    sobre el poder de los demonios y las propiedades de las hierbas, en relación a los

    «misterios paganos del Monte Olimpo» o «ritos órficos» en los que él fue iniciado

    cuando tenía 15 años. Siete hierofantes le instruyeron en las virtudes de las hierbas

    mágicas y en las operaciones con demonios durante 40 días. Lynn Thorndike postula la

    inclusión de la astrología entre los saberes del rito órfico.

    Como mitos de la ciencia persa hemos de citar a Zoroastro, a Hosthanes y a

    Hystaspes, traducidos y estudiados por los griegos. Zoroastro es considerado por Plinio

    el pionero en las artes mágicas, y es citado en la obra bizantina Geoponica, que parece

    26 Íd., ib., p. 293. 27 Íd., ib., p. 295. 28Sobre este tema Thorndike reproduce una sentencia del autor, muy común a lo largo de la Edad Media:

    «There is great force in herbs, he says, but far greater in stones» (Íd., ib., p. 296)

  • - 19 -

    tomar como fuente un libro suyo concerniente al tema de la simpatía y antipatía entre

    las sustancias naturales (principio en el cual se basa la astrología). Un buen número de

    tratados supuestamente atribuídos a Zoroastro circularon, algunos de los cuales fueron

    suprimidos por Porfirio el Neoplatónico, el cual comenta en su Vida de Plotino que

    algunos cristianos presumían de ser poseedores de las revelaciones del tal Zoroastro.

    En relación con este tema, he de comentar la existencia de unos escritos

    neoplatónicos, conocidos como los pasajes de la Logia de Zoroastro o de los Oráculos

    Caldeos. Dichos fragmentos tienen una base doctrinal de fondo muy diverso: en ellos

    podemos hallar principios platónicos, pitagóricos, estoicos, gnósticos y persas, y autores

    como Porfirio, Jámblico o Proclus hicieron comentarios a este enigmático texto. Se ha

    pensado también, que toda esta serie de comentarios en realidad apuntan a un único

    trabajo compilado en la época de los Antoninos por Julián el Caldeo.

    Tales, fundador de la escuela jonia de filosofía, ha sido considerado desde la

    Antigüedad como el sabio y el científico ideal, y también como el precursor del sistema

    filosófico de Anaximandro, según la opinión de Diógenes Laercio. Se distingue por

    haber sido el primero en considerar al elemento agua como la sustancia esencial gracias

    a la cual se forman las cosas, así como por haber sido capaz de predecir el eclipse del 28

    de mayo del año 585 a.c.

    El primer autor en mencionar a Tales es Heródoto, al hablar de la guerra entre Lidia y

    Media. Guthrie29 reproduce un pasaje en el que se afirma que durante el combate, «el

    día se hizo noche». «Se trata de la pérdida de luz que Tales de Mileto predijo a los

    jonios, fijando como su límite el año en que realmente ocurrió», predicción que causaría

    el asombro y la admiración de Heródoto y Jenófanes. Modernamente, Guthrie pone en

    duda el necesario conocimiento astronómico de Tales, ya que él poco sabía de la

    esfericidad de la tierra y de la reducción necesaria para calcular el paralaje. «Si hubiera

    sido de otro modo, su predicción no habría sido algo aislado30». Se sabe que Tales

    calculó el año del eclipse sirviéndose de un período de cálculo conocido como el Saros,

    de la letra sumeria šar, un ciclo de 223 meses lunares. Después de estos 18 años, 10 días

    y 8 horas, un eclipse, ya sea solar o lunar, puede volver a repetirse con una muy ligera

    variación. Por otra parte, según Heath, la mencionada letra poseía el valor numérico de

    29 W. K. C. Guthrie, Historia de la filosofía griega I. Los primeros presocráticos y los pitagóricos,

    Madrid: Gredos, 1991, p. 55. 30 Íd., ib., p. 56.

  • - 20 -

    3600. Asimismo, Guthrie nos recuerda que Aecio concede a Tales el descubrimiento de

    que los eclipses solares eran debidos a la intervención de la luna, y que la luna toma su

    luz del sol.

    La fecha de nacimiento de Tales, como casi todas las de los filósofos de la tradición

    presocrática, es un tema controvertido. Recurriendo al método cronológico del floruit,

    Apolodoro fija la fecha de nacimiento del filósofo de Mileto en la Ol. 39.1 (624). Según

    Diógenes, murió a la edad de 78 años en la Ol. 58 (548-5). «Testimonios más tardíos

    hablan de que vivió hasta los noventa o los cien años31», afirma Guthrie.

    En cualquier caso, sabemos que su padre fue Examio, nombre de origen cario, y su

    madre Cleobulina, étimo de origen griego. Heródoto afirma que sus antepasados

    remotos fueron fenicios; sin embargo, Diógenes le considera un milesio de alta alcurnia.

    Lo que sabemos a ciencia cierta es que vivió en Mileto en la época de los reyes Aliates

    y Creso de Lidia, Ciaxares y Astiages de Media, y Ciro de Persia, y que fue

    contemporáneo de Solón de Atenas.

    Como es bien sabido, Tales figura en la lista tradicional de los Siete Sabios (la cual se

    remonta a Platón y a su Protágoras), siendo considerado a menudo como el más sabio.

    Y no en vano: Heródoto afirma que tuvo la feliz idea de constituir una federación de

    ciudades jonias con sede de gobierno en Teos frente a la amenaza persa, en tanto que

    Diógenes cuenta cómo disuadió a Mileto de aliarse con Creso. Gracias a Calímaco

    sabemos de su interés por la navegación: anteponía la Osa Menor (preferida por los

    fenicios) a la Osa Mayor (preferida por los griegos) como criterio para encontrar el

    Polo. Asimismo, Jerónimo de Rodas cuenta cómo llegó a medir las pirámides basándose

    en sus conocimientos de geometría, y Eudemo narra cómo era capaz de calcular las

    distancias de los barcos en el mar. Por si esto no fuera suficiente, Heródoto relata la

    fantasiosa historia en la que Tales aparece como héroe capaz de desviar el curso del río

    Halis por Creso y su armada, evidenciando sus magníficas dotes en asuntos de

    ingeniería. Asevera Guthrie:

    «Todo esto crea la impresionante imagen de un genio práctico y un hombre de negocios, en la cual hay,

    sin duda, algo de verdad. El título de Sophós se concedía en su tiempo, como en el caso de Solón, por

    motivos de sabiduría práctica; y de Anaximandro, discípulo de Tales, poseemos una imagen similar. Sin

    embargo, una vez que hubo alcanzado en la opinión popular la reputación de hombre ideal de ciencia, no

    31 Íd., ib., p. 59.

  • - 21 -

    hay duda de que las historias sobre su persona se inventaban o seleccionaban, de acuerdo con la imagen

    del temperamento filosófico que cada escritor concreto deseaba dar a conocer32».

    En relación con esto, no podemos dejar de mencionar las historias de las prensas de

    aceituna y de la caída en un pozo. Aristóteles nos narra la primera en su Política con la

    intención de poner de relieve los conocimientos en meteorología que Tales poseía. El

    filósofo, cuenta Aristóteles, fue capaz de predecir en pleno invierno que la estación

    próxima daría una buena cosecha de aceitunas. Por este motivo, se apresuró a alquilar

    todas las prensas de aceituna de Mileto y Quíos, de tal modo que cuando éstas

    maduraron, pudo pedir su precio real, ya que la gente las necesitaba perentoriamente.

    Según el estagirita, la historia fue una respuesta de Tales a aquellos que le recriminaban

    su pobreza, queriéndoles demostrar cómo es muy sencillo para el filósofo hacer dinero

    si le place, pero que no es ésta la meta que ha de perseguir en la vida. La segunda

    historia es comentada por Platón en su diálogo Teeteto para ilustrar el hecho de que la

    filosofía se halla muy por encima de las consideraciones prácticas y del utilitarismo. Por

    ello, Platón relata cómo Tales se cayó en un pozo cuando se hallaba contemplando una

    estrella, y cómo una criada cruel se burló de él por no tener los pies en la tierra e

    intentar averiguar lo que sucede en los cielos.

    A Tales se le atribuye la introducción de la geometría en Grecia, disciplina ésta que

    se supone que cursó en su viaje a Egipto. Concretamente, se le reconocen los siguientes

    teoremas:

    1) Un círculo es dividido en dos partes iguales por su diámetro.

    2) Los ángulos que componen un triángulo isósceles son iguales.

    3) Si dos líneas rectas se intersectan, los ángulos opuestos son iguales.

    4) El ángulo inscrito en un semicírculo es un ángulo recto.

    5) Un triángulo se determina, dando su base y los ángulos relativos a la base.

    Proclo, tomando a Eudemo como autoridad, adscribe a Tales los teoremas 1, 2, 3 y 5.

    Diógenes es aquél que cita el teorema 4 apoyándose en Pánfila, compiladora del siglo I

    d.c., como fuente.

    32 Íd., ib., p. 60.

  • - 22 -

    Nuestro pensador de Mileto, fundador de la filosofía, destaca por haber sostenido la

    afirmación de que el agua es el primer principio de todas las cosas, la sustancia

    primigenia, el elemento base del Cosmos. Esta información nos llega a través de

    Aristóteles. De sus escritos se deduce que no existían obras de Tales en circulación en

    su época, ni probablemente mucho antes de él. Sin embargo, a través de las

    informaciones de ciertos autores, podemos saber qué es lo que pudo escribir. Simplicio

    le adscribe una Astronomía Náutica, en tanto que Plutarco asevera que el de Mileto

    escribió sus obras en verso, y Galeno cita un pasaje del libro segundo de Sobre los

    primeros principios. Hemos de reproducir, ya que es altamente relevante, el pasaje en el

    cual Aristóteles en su Metafísica expone el sistema de pensamiento del primer filósofo

    de la naturaleza:

    «La mayoría de los filósofos más primitivos pensaron que los principios que existían en la naturaleza de

    la materia eran los únicos principios de todas las cosas: aquello de lo que constan todas las cosas que

    existen y de lo que se originan por primera vez y en lo que se convierten en su estado final

    (permaneciendo la sustancia pero cambiando sus atributos), esto, decían ellos, es el elemento y principio

    de todas las cosas y, por ello, piensan que nada se origina o se destruye [...]

    Sobre el número y la naturaleza de tales principios ellos no se muestran enteramente de acuerdo. Tales,

    que fue el primero en cultivar esta clase de filosofía, dice que el principio es el agua y, por esta razón,

    afirmaba que la tierra descansa sobre el agua. Su conjetura puede haber nacido de la observación del

    hecho de que el alimento de todos los seres es húmedo, y de que el calor mismo nace de la humedad y

    vive por ella, y esto de lo que todas las cosas se originan es su primer principio. Además de ésta, otra

    razón que explicaría su conjetura sería que la semilla de todas las cosas tiene una naturaleza húmeda, y el

    agua es para las cosas húmedas el origen de la naturaleza.

    Algunos piensan que otros autores antiquísimos y muy anteriores a la generación presente, que

    escribieron por primera vez sobre los dioses, tenían también esta concepción de la naturaleza, porque

    ellos llamaron a Océano y Tetis los padres de la generación e hicieron a los dioses prestar juramento por

    el agua, junto a la laguna Estigia: lo que es más antiguo es lo más reverenciado y uno jura por lo que más

    reverencia33».

    Aristóteles utiliza el término arché, vocablo de uso común en la época, para referirse

    a la sustancia originaria de los milesios. Dicha palabra posee dos acepciones: principio o

    punto de partida, por un lado, y causa originaria, por otro, y ya había sido empleado,

    con toda probabilidad, por Anaximandro, al referirse éste al primer principio del

    Universo. Por lo tanto, los filósofos milesios nos hablan de un estado primigenio a partir

    33 Íd., ib., p. 63.

  • - 23 -

    del cual deviene el mundo múltiple, pero también nos hablan de la base permanente de

    su ser o substrato. «Todas las cosas fueron una vez agua (si ésta es la arché) y para el

    filósofo todas las cosas continúan siendo agua, porque, a pesar de los cambios que haya

    sufrido, permanece la misma sustancia (arché o phýsis, principio o constitución

    permanente) a través de todos ellos, dado que realmente no existe otra cosa34», afirma

    Guthrie. Debemos también señalar que, a pesar de que Aristóteles divide a los filósofos

    de la naturaleza en dos grupos: aquellos que postulaban una arché única y aquellos que

    defendían la existencia de más de una, esta distinción ya existía antes de su época.

    En su obra De caelo, el estagirita nos expone otro aspecto de la doctrina de Tales de

    Mileto; concretamente, se refiere a la idea de que la tierra flota sobre el agua:

    «Otros dicen que [la tierra] reposa sobre el agua. Ésta es la explicación más antigua que ha llegado hasta

    nosotros y es atribuida a Tales de Mileto, a saber, que la tierra está en reposo porque puede flotar como la

    madera o sustancias similares, cuya naturaleza consiste en reposar sobre el agua, aunque ninguna de ellas

    pueda reposar en el aire35».

    Los estudiosos han señalado varias razones para intentar explicar la elección de Tales

    del agua como arché: en tanto que unas recurren al mito, otras hallan su soporte en la

    racionalidad. Los primeros señalan la influencia de las ideas babilónicas y egipcias en la

    mentalidad de Tales de Mileto. De hecho, sabemos por Plutarco que los sacerdotes

    egipcios afirmaban que tanto Tales como Homero habían tomado de Egipto la idea del

    agua como principio del Universo. Según la religión egipcia, de Nũn, las aguas

    primordiales, había surgido la tierra. Por otra parte, en la cosmogonía babilónica,

    aparecen Apsu (las aguas dulces, principio masculino) y Tiamat (el mar, principio

    femenino). Asimismo, en la cosmología hebrea el espíritu de Dios aparece en

    movimiento sobre la superficie de las aguas. En todas estas civilizaciones, siempre

    existe un dios asociado a las aguas primordiales. La mitología griega no se queda atrás:

    Océano y Tetis, padres de los dioses, encarnan los principios masculino y femenino del

    agua.

    Aquellos eruditos modernos que recurren a las explicaciones racionales para aclarar

    la filosofía del de Mileto aducen que el agua es el único elemento que se transforma, de

    forma visible y según su temperatura, en algo sólido, líquido o gaseoso. Pero ésta no es

    34 Íd., ib., p. 66. 35 Íd., ib., p. 67.

  • - 24 -

    la verdadera razón: Aristóteles se acerca más al pensamiento de Tales cuando asocia el

    agua con la idea de vida. Es evidente el hecho de que la vida va asociada al calor

    húmedo, o que el alimento y el semen contiene humedad. En palabras de Guthrie: «La

    conexión entre calor y vida animal, obvia para la experiencia, era considerada como

    más esencial y causativa por el mundo antiguo de lo que lo es hoy36». El propio

    Aristóteles habla en Generatione animalium y en De vita et morte del «calor vital», el

    calor húmedo característico de la sangre. Y de la vida: ya que cuando el ser humano

    muere, el cuerpo físico se enfría y se seca.

    Por otra parte, el estagirita comenta en su Metafísica el curioso hecho de que ninguno

    de los filósofos monistas escogió la tierra como sustancia primigenia. Y esto es

    completamente lógico: tanto el agua como el aire o el fuego, poseen una movilidad

    intrínseca: el agua es fuente de vida, el aire se expande en forma de viento, el fuego se

    mueve y salta. ¿Qué sucede con la tierra? «La tierra no podía servir de arché para su

    propósito, porque necesitaban algo que no sólo fuera el elemento material del cambio,

    sino también su autor potencial. Los otros elementos lo podían ser, porque, para estos

    pensadores primitivos, estaban dotados de vida37», asevera Guthrie. En opinión del

    estudioso, en la época de los filósofos monistas aún no se había forjado la distinción

    canónica entre espíritu y materia, animado e inanimado.

    En su obra De anima, Aristóteles afirma que Tales identificó la psyché, el alma o

    vida, con la causa primera del movimiento. Y continúa: «También parece que Tales,

    según la información que poseemos sobre él, ha considerado al alma como una fuerza

    motriz, si, en efecto, dijo que el imán tiene alma porque hace moverse al hierro38». Esta

    afirmación es una prueba de la no-distinción entre animado e inanimado en la filosofía

    del de Mileto; de hecho, Diógenes, basándose en Hipias y Aristóteles, afirma que Tales

    otorgaba a lo inanimado una participación en la vida, y que dicha creencia provenía de

    las propiedades, no sólo del imán, sino también del ámbar, los cuales poseen la

    capacidad psíquica de iniciar el movimiento.

    El filósofo de Estagira también adscribe a Tales la creencia de que todas las cosas

    están llenas de dioses, frase que recuerda a la sentencia de Heráclito («todas las cosas

    están llenas de almas o espíritus»), o al pensamiento de Platón en las Leyes («que todo

    36 Íd., ib., p. 69. 37 Íd., ib., p. 72. 38 Íd., ib., p. 73.

  • - 25 -

    está lleno de dioses»). Según Guthrie, esto puede considerarse como «una reliquia del

    animismo no erradicado, o animatismo, de los griegos39».

    Sabemos por Aecio que Teofrasto, a propósito de la asociación calor-vida, cita tres

    argumentos: que el esperma de los animales es húmedo, que las plantas viven de la

    humedad, y que el fuego del sol, las estrellas y el Cosmos se nutren de exhalaciones de

    agua. El fenómeno del sol que se nutre del agua (ya mencionado por Heródoto), que

    ayuda a entender la teoría del microcosmos y del macrocosmos, dejó una huella

    indeleble en el pensamiento de los filósofos griegos de la época arcaica.

    Tales llegó a la conclusión de que el mundo estaba hecho de una única sustancia,

    arché del mundo, causa del movimiento y el cambio, dotada de vida o psyché: el agua.

    O más correctamente hablaríamos del elemento húmedo (por ejemplo, la sangre y la

    savia de las plantas), sustancia «viva e imperecedera». Y como tal, relacionada con la

    divinidad, ya que «la vida eterna es la característica de lo divino40». El estudioso

    Guthrie pone de relieve cómo el de Mileto se ha ganado históricamente su derecho a la

    inmortalidad por el hecho de formular la hipótesis, no por escoger el elemento agua en

    concreto.

    ¿Y quiénes son los precursores míticos de Tales? Pues toda una serie de creencias

    cosmogónicas primitivas griegas y del Oriente Próximo. Según estas doctrinas, en el

    principio de los tiempos todo se hallaba unido en una masa homogénea. Luego tuvo

    lugar la separación o escisión. Diodoro nos expone, basándose en un texto original de

    principios del siglo V, como en un primer momento el cielo y la tierra se hallaban

    unidos, y cómo después experimentaron la separación, formándose nuestro mundo. Esta

    serie de ideas aparecen en La prudente Melanipa, de Eurípides, y en la Teogonía de

    Hesíodo, donde Urano y Gea se muestran enlazados en un abrazo hasta que Cronos los

    separa. En la teogonía de la tradición órfica, el huevo del cual surge el mundo se rompe,

    y Eros surge. De la mitad superior se forma el cielo, y de la mitad inferior, la tierra. Las

    diferentes versiones de esta tradición apuntan a Museo, discípulo de Orfeo, que

    proponía que «todas las cosas se originan de una y se consumen de nuevo en la misma».

    Por otra parte, hemos de decir que Tales de Mileto ha sido interpretado por los

    eruditos en dos sentidos: como un verdadero precursor del pensamiento científico

    moderno, por una parte, y como un exiguo racionalizador del mito, por otra. Lo que sí

    39 Íd., ib., p. 73. 40 Íd., ib., p. 75.

  • - 26 -

    que queda bien patente es que su filosofía tiende puentes entre el universo del mito y el

    de la razón, y que él, como todos los milesios (es decir, Anaximandro y Anaxímenes), a

    pesar de hallarse influídos por el sustrato mitológico, explican «la variedad de la

    naturaleza recurriendo exclusivamente a algo que está en la naturaleza misma, a una

    sustancia natural41».

    Anaximandro, filósofo de la escuela milesia junto con Tales y Anaxímenes, fue

    amigo y conciudadano del de Mileto, y algo más joven que él, nos informa Guthrie.

    Tenía sesenta y cuatro años en el año 547/6 según Apolodoro, y Temistio asevera que

    fue «el primer griego que conocemos que se atrevió a publicar un tratado sobre la

    naturaleza42». Parece ser que dicho libro estuvo en manos del cronólogo Apolodoro y se

    contaba entre los ejemplares de la biblioteca del Liceo, bajo Aristóteles y Teofrasto.

    Sin embargo, hemos de decir que ni Anaxímenes ni Anaximandro son mencionados

    por ningún filósofo antes de Aristóteles: de hecho, Platón tan sólo cita una anécdota de

    Tales y su sentencia de que «todas las cosas están llenas de dioses», hecho que hizo que

    Gigon dedujera que el de Estagira hubo de buscar y descubrir ejemplares de las obras

    perdidas de los dos milesios.

    El léxico de Suda nos proporciona la lista de títulos de las obras de Anaximandro:

    Sobre la naturaleza, Descripción de la tierra, Las estrellas fijas, La esfera, y unas

    pocas más. Es presumible que esta lista de obras provenga del catálogo de la biblioteca

    de Alejandría, y es más que probable que se trate de divisiones de la misma obra.

    A Anaximandro se le atribuye el haber dibujado un mapa del mundo conocido (es

    Eratóstenes, el bibliotecario alejandrino, el que informa del acontecimiento), el haber

    construído una esfera, un modelo de los cielos, o incluso el descubrimiento de la

    oblicuidad del zodíaco, según Plinio (a pesar de que Eudemo adscribe el hallazgo a

    Enópides, en el siglo V). Al igual que a Tales de Mileto, a Anaximandro se le

    consideraba el responsable de la introducción del cuadrante con varilla perpendicular

    (gnōmōn), gracias al cual habría calculado con exactitud «los solsticios, las horas, las

    estaciones y los equinoccios43» (Eusebio). Pero sobre la autoría de esste descubrimiento

    existen dudas razonables, ya que, según Heródoto, todo apunta a que el origen se halle

    en Babilonia. Favorino cuenta cómo dicho cuadrante llegó a Esparta y posibilitó la

    41 Íd., ib., p. 77. 42 Íd., ib., p. 79. 43 Íd., ib., p. 81.

  • - 27 -

    salvación de muchos espartanos al advertirles de un posible terremoto e instarles a pasar

    la noche al aire libre. Por otra parte, Eliano, en el 200 d.c., asegura que condujo la

    partida de fundación de Apolonia, una de las colonias de Mileto, situada en la costa del

    Mar Negro. Es asimismo reseñable el hecho de que, según Guthrie, colaborara muy

    activamente en la vida pública de su ciudad, al igual que en su momento hiciera Tales

    de Mileto.

    Siguiendo las conclusiones de Heidel, se colige que el libro de Anaximandro era una

    breve historia y geografía universal que expone la historia de la vida del Universo desde

    los orígenes hasta la época del autor. W.K.C. Guthrie cita a Cherniss en este sentido:

    «El objetivo de Anaximandro era ofrecer una descripción geográfica, etnológica y

    cultural de la tierra habitada y del modo en que llegó a ser lo que era44». Todo esto

    implicaría que la cosmogonía de Anaximandro, el único fragmento sólido de la obra

    filosófica de nuestro pensador, podría ser tan sólo secundaria en relación con el objetivo

    principal de su creación intelectual. Sin embargo, lo que sí sabemos seguro, al contrario

    que con el de Mileto, es que Anaximandro escribió libros que Teofrasto, Apolodoro y

    Aristóteles tuvieron entre sus manos.

    Nuestro filósofo cree firmemente en una arché, sustancia primigenia del Cosmos, que

    él identifica con «lo ilimitado», y que él nombra con el término ápeiron. Simplicio, a

    través de Teofrasto define la arché de Anaximandro del siguiente modo:

    «Anaximandro llamó a la arché y elemento de las cosas existentes "lo ilimitado", siendo el primero en

    atribuir este nombre a la arché. Dice que no es ni agua ni ningún otro de los así llamados elementos, sino

    una sustancia diferente que es ilimitada, de la cual nacen todos los cielos y los mundos que hay en ellos.

    Las cosas perecen en aquellas de las que han recibido su ser, como es debido; pues mutuamente se dan

    justa retribución por su injusticia según el decreto del tiempo -así se expresa él en términos un tanto

    poéticos. [....] Es claro que cuando él observó cómo los cuatro elementos se cambian los unos en los

    otros, no creyó que fuese razonable pensar que uno de ellos subyacía a los restantes, sino que postuló algo

    aparte. Además, él no explica la génesis mediante una alteración cualitativa del elemento, sino mediante

    una separación de los contrarios, originada por el movimiento eterno45».

    Es, por tanto, Anaximandro, asevera Guthrie, el primer autor que da el nombre de

    ápeiron (infinito, ilimitado) a la arché, y también el primero que emplea arché para

    aludir a aquella sustancia que a partir de Aristóteles se dio en llamar substrato. 44 Íd., ib., p. 82. 45 Íd., ib., p. 83.

  • - 28 -

    Simplicio, en su Fisica, afirma que los contrarios se hallan en el sustrato, que es un

    cuerpo infinito, y que antes se encontraban separados. Por otro lado, hay que poner de

    relieve que Teofrasto recurre al vocablo aristotélico στοιτειον (elemento) para arrojar

    luz sobre el término arcaico arché.

    Pues bien, en Anaximandro la filosofía avanza en una buena dirección, hacia la

    noción de lo no-perceptible. Guthrie cita a Von Weizsächer para recordar cómo los

    físicos (o «la visión física del mundo», como la denomina el estudioso) intentan

    alcanzar una visión unificada ddel Universo y comprender lo perceptible a raíz de los

    no-perceptible. Añade Guthrie: «Anaximandro, pues, rechazó la idea de que el agua, o

    cualquier otra de las popularmente (y luego filosóficamente) estimadas como masas

    visibles elementales en el mundo de su época, pudiese haber servido como base de todas

    las restantes46».

    Nuestro pensador propone el ápeiron (á privativa, y péras = límite o confín) como

    sustancia originaria responsable directa de la creación del Cosmos, dejando de lado al

    elemento agua de Tales, el aire del joven Anaxímenes, el fuego divino de Heráclito, y,

    por supuesto, la tierra, la sustancia menos creativa y más inerte. «La matriz original del

    universo tiene que ser algo más primitivo y último que cualquiera de ellos, del que

    todos sean por igual manifestaciones o modificaciones secundarias, surgidas mediante

    un proceso de separación», expone nuestro erudito Guthrie. Y en este punto del camino

    llegamos a la noción de los contrarios primarios, rudimentos esenciales que reposan en

    la base del pensamiento filosófico griego.

    Al cerciorarse de la indistinción entre sustancia y atributo, Anaximandro define los

    contrarios empleando un artículo más un adjetivo: lo frío, lo caliente, lo seco y lo

    húmedo. El filósofo los consideraba cosas y no cualidades47, ya que, por ejemplo, «lo

    caliente» según su perspectiva, no era el calor, sino la sustancia caliente. La

    consecuencia natural de esta postura intelectual es que posibilita el contemplar lo frío y

    su contrario como cosas contrarias que poseen la propiedad de fundirse en un estado

    indiferenciado. «El conflicto de los contrarios es un hecho innegable de la naturaleza48»:

    por ejemplo, agua y fuego son enemigos naturales. Pero también es cierto que el agua

    (lo frío y húmedo) puede ser el origen de su contrario, el fuego (lo caliente y seco). En

    46 Íd., ib., p. 85. 47 Ésta es la opinión de Cornford, transmitida por W.K.C. Guthrie, cit., p. 86. 48 Íd., ib., p. 86.

  • - 29 -

    este sentido, hemos de sacar a colación una creencia griega, ya presente en Anaxímenes,

    según la cual el calor de la circunferencia del universo (el Sol) sería el responsable de la

    evaporación de la humedad de la tierra y el mar, y de su transformación en niebla o aire,

    y después en fuego.

    Por lo tanto, los contrarios siempre se hallan en una lucha perpetua: cada uno de ellos

    intenta desbancar a su rival. El exceso de uno de los elementos, la «injusticia» de uno de

    ellos, siempre desemboca en una retribución favorable a los elementos que habían

    perdido fuerza: en ciertas ocasiones domina el fuego, en tanto que en otras lo hace el

    elemento agua. «Este avance y retroceso alternativos de lo caliente y lo seco, lo frío y

    lo húmedo, hallan su expresión evidente en la variación anual de las estaciones49»,

    sostiene Guthrie.

    Anaximandro reconoce la existencia del conflicto entre los contrarios, así como la

    tendencia de cada uno de los elementos a destruir a su contrario. A pesar de que en

    ciertos momentos uno prevalece sobre otro, y, o bien el agua apaga al fuego, o el fuego

    seca el agua, ninguna de las fuerzas litigantes puede jactarse de obtener una victoria

    absoluta. El Cosmos busca el equilibrio, y es por este motivo que, cuando uno de los

    elementos domina, el contrario se retira, recupera fuerzas, y, poco después, parece abatir

    a su rival.

    Si lo que postula Anaximandro es cierto, y el Cosmos ha surgido de una sustancia

    única, el Universo debe poseer, necesariamente, una cantidad ingente de la sustancia

    primera, así como un depósito de la misma. Pero, ¿es el ápeiron una sustancia infinita

    en extensión? La verdad es que el significado exacto de este vocablo ha suscitado

    numerosas polémicas. Guthrie resalta el hecho de que Aristóteles, al comentar y

    exponer la filosofía de los milesios, cree tratar con principios de tipo material; es decir,

    para el estagirita, fuego, aire, agua y tierra no resultan ser lo mismo que para los

    filósofos de la naturaleza. El historiador de la filosofía deja bien claro que los milesios

    aluden más bien a la 'naturaleza' (phýsis), que a la materia propiamente dicha. Y aclara

    Guthrie: «Phýsis posía equivaler tanto a proceso y constitución cuanto a forma

    desarrollada, y los milesios se sintieron interesados por ambos aspectos, aunque los

    testimonios, tal y como los poseemos, parecen indicar que el segundo sentido que

    aparecía en la Odisea) es el que probablemente predominó en el siglo VI50».

    49 Íd., ib., p. 87. 50 Íd., ib., p. 89.

  • - 30 -

    De todo ello se deduce que, el cambio que acontece en este momento de la historia,

    consiste en un abandono de las causas mitológicas por las causas naturales. Esto es, se

    sustituyen los agentes externos por motivos internos. El concepto de phýsis, por tanto,

    encaja a la perfección dentro de la nueva corriente de pensamiento, ya que hace

    referencia al «principio del crecimiento», el cual se corresponde con su parte

    constitutiva material o estado primigenio.

    Anaximandro otorga el nombre de ápeiron o «lo ilimitado» al estado primigenio o

    estado inicial simple (arché), a partir del cual se origina el Cosmos por un proceso de

    separación. En su Física, Aristóteles menciona este ápeiron y sus cinco posibles

    acepciones. La primera acepción hace referencia a la noción temporal, ya que el ápeiron

    de Anaximandro es infinito. El estagirita sostiene que él denominó a «lo ilimitado», a su

    arché, «inmortal e imperecedera», en tanto que Hipólito la califica de «eterna y sin

    edad». Estos significados ponen de relieve la dualidad presente en el vocablo arché, que

    hace referencia tanto al estado original y eterno de las cosas, cuanto a la base

    permanente de su ser.

    Otra de las acepciones de ápeiron tiene que ver con la noción de infinitud espacial.

    Ápeiron tiene dos significados esenciales, en función de que los límites (pérata) de los

    cuales carece se tomen como internos o externos. Según el estagirita, si un cuerpo

    dispone de un límite externo es porque se encuentra o se topa con otro cuerpo. De lo

    cual se deduce que un cuerpo ilimitado debe extenderse de forma indefinida en el

    espacio. Pero Aristóteles dice en su Física: «Tampoco es necesario que un cuerpo

    sensible infinito existe en acto a fin de garantizar el devenir; porque la destrucción de

    una cosa puede ser el origen de otra, mientras que la suma total sigue siendo finita51».

    El estagirita está hablando de la circularidad del proceso de ser y perecer, circularidad

    que se relaciona con la alternancia de injusticia y reparación de la visión filosófica de

    Anaximandro. Muy certeramente, Guthrie puntualiza la imposibilidad de que

    Anaximandro poseyera la noción de infinitud espacial o cuantitativa, ya presente en

    Aristóteles, y que nace con el desarrollo ulterior de la ciencia matemática. Dice Guthrie:

    «Aristóteles dice que hay que pensar que el número, la magnitud matemática y el

    espacio más allá del cielo son infinitos, "porque no se agotan en nuestro

    pensamiento"52».

    51 Íd., ib., p. 91. 52 Íd., ib., p. 91.

  • - 31 -

    Anaximandro, como sabemos, cree en una sustancia primigenia a la que denomina

    ápeiron, lo ilimitado, la arché del Cosmos. Pero, ¿cómo es exactamente el ápeiron?

    Nuestro pensador estimaba que el ápeiron debía de ser una gran masa que había de

    circundar la totalidad del Cosmos, y pudo tener en su mente la imagen de una magna

    esfera, como sugería Cornford53. Y este icono no es descabellado, porque el término

    ápeiron se empleaba para aludir a esferas o anillos, ya que dichos objetos no tienen ni

    principio ni fin, a excepción de que lleven engastada una piedra, como muy bien precisa

    el filósofo estagirita en su Física.

    Otro de los significados de ápeiron se refiere específicamente a la noción de

    indeterminación: el término se empleaba para mostrar el hecho de que ninguna línea

    podía dibujarse de parte a parte dentro de un todo. Por lo tanto, el vocablo remitía

    directamente a los pérata internos. En este sentido, un cuerpo ilimitado puede contener

    diferentes tipos de materia siempre que estén unidas en una masa homogénea. Para

    ejemplificar lo que sería el ápeiron, Guthrie se refiere a la posibilidad de que la tierra, el

    mar y el cielo se fundiesen en una masa pesada en la cual los límites entre las diferentes

    sustancias no existiesen. El historiador de la filosofía piensa que Anaximandro, al

    emplear el término ápeiron, se refiere a la acepción de indeterminación interna y no a la

    de infinitud espacial. Reproduzco a continuación la magnífica descripción que hace W.

    K. C. Guthrie del ápeiron:

    «Una materia primitiva tiene que ser, por decirlo así, neutral en estas hostilidades y, debido a ello, no

    puede tener características definidas propias. Tiene que contener, inactivas, en primer lugar, y

    suspendidas, como si estuviesen en solución, las características de todos los contrarios futuros que, a su

    debido tiempo, con la significativa palabra que probablemente era suya, iban a "separarse de" la misma.

    He aquí la razón fundamental, con toda probabilidad, de que llamase a su arché, sencillamente, "lo

    ápeiron". No había en él pérata entre lo caliente, lo frío, lo húmedo y lo seco. Antes de la formación de

    un Cosmos, podía decirse que los contrarios, como tales, existían, como si aún no existieran: porque se

    enc