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número 8 • EL Legado andaLuA52~~~ --!!!W1!!1l~~~ --.........__----,

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En el centro del Mare Nostrum, la isla de Sicilia re­presenta una suerte de omphalós del mundo anti­guo, donde se cruzan el Oriente y el Occidente de Las

tierras ribereñas del mar, rincón de paso y, al mismo tiem­po, de permanencia. Modernamente, todo en ella se revis­te de autenticidad, de una veracidad sólo concedida a te­rritorios dotados de unas particularidades excepcionales.Por ello, es tierra proclive al tópico: la Mafia, por un lado,y las frecuentes erupciones del volcán Etna, por otro, hanpropulsado a esta región con demasiada frecuencia a losinformativos del mundo, para crear el cliché asumido portodos de tierra de la vendetta, la omertá y la violencia in­controlable, por un lado, y de la naturaleza desatada de laserupciones volcánicas y los movimientos sísmicos, porotro. Pero, como suele ocurrir, los tópicos esconden reali­dades de una enorme complejidad y riqueza. Y ese es sinduda el caso de Sicilia.

En la doble página de apertura. vista de! volcánEtna en la región de Céltania, Slcjlia

A la izquierda. exterior de la Catedral dePalermo,5idlia.

En esta página. el vlsrtante se ve impresionadopor la majestuosldlad del Valle de los Templos.Agngento. Slcilla.

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Christie's Images/CORB15

Vista de Messina por Juan Ruiz.

La isla, que no es tal pues lo ju.sto sería hablar de "las is­las" (Eolias, Ustica, Égates, Pantellaria, Pelagio, además dela gran isla) que conforman la región siciliana, representala quintaesencia del Mezzoggiomo italiano, concepto que,con el de "Norte", sirve para dividir esa hermosa creaciónliteraria que es Italia en dos mitades, una pobre y la otraopulenta. La mitad meridional de la península, con las dosgrandes Islas, es conocida por su condición de tierra an­cestral y cenada a influencias exteriores, en contraposicióncon un norte siempre próximo a los influjos venidos deCentroeuropa.

La evidente condición insular de Sicilia explica sólo enparte algunos de los avatares de su historia, tan fecunda.Frente a la isla de Cerdeña,más alejada del continente y conunas peculiaridades propias de esa circunstancia, Sicilia haestado siempre conectada, y de qué manera, con el sur deItalia, particularmente a la región calabresa, de la que estáseparada por los tres exiguos kilómetros del estrecho deMessina. De esta forma,.se comprende la continuidad histó­rica entre la Italia meridional continental y la insular, si bientampoco hemos de olvidar el omnipresente hecho insularque ha facilitado el desenvolvimiento de un carácter propio.PrecIsamente, ese hecho explica la pobreza de una tierra so­metida a unas estructuras arcaicas que han obligado a una

destacada paJ;te de su población a emigrar fuera de la isla.Otrora próspero granero de la Roma imperial, Sicilia se iráconfigurando a lo largo del Medievo y de la Modernidad co­mo una sociedad cerrada, proceso que culminará en los si­glos XIX y XX, cuando en unas condiciones de extrema po­breza pasó a estar dominada por los lazos feudales creadospor el clientelismo mafioso, situación que su incorporaciónal Reino de Italia (1860) no pudo tampoco salvar.

Sicilia, con una morfología similar a un triángulo isósce-les cuyo vértice mira hacia Poniente, está presidida por los3.345 m. del Etna, montafia de leyenda donde los antiguossituaban las forjas de Vulcano, los cíclopes y el volcán enactivo más alto de todo el continente. Las repetidas erup­ciones del Etna, más de un centenar desde el siglo V a.c.,han contribuido a forjar corno pocos elementos la perso­nalidad histórica de Sicilia. Pese a su peligrosidad, el sici­liano no ha renunciado a doblegar a una montaña que, no __obstante, se muestra indómita, estableciéndose en sus la:­deras, primero, y convirtiéndola en el principal reclamo tu-.........rístico de la región, después. ,--

La historia de Sicilia rezuma mediterraneidad. Esta tie­rra ha visto pasar o establecerse todos los pueblos que hancreado este concepto cultural (fenicios y cartagineses, grie­gos y romanos, vándalos y ostrogodos, bizantinos y árabes,

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EL Legado alldaúuí • número 8

Dennis Marsico/CORBIS

Vista de Isola Bella desde una elevación en Taormina. Sicilia

normandos y germanos, franceses, catalanes y españoles)para terminar integrándose en la Italia del XIX, pasando arepresentar con el tiempo la quintaesencia de lo italiano.

Extralimitarse sin mesura

Las similitudes entre los Mediodías de los dos países eu­ropeos más genuinamente mediterráneos, Italia y España,saltan a la vista. Sin temor a caer en la misma exageraciónsureña, se puede afirmar que no existe en las riberas de es­te mar dos regiones con un recorrido histórico tan intenso,repleto de manifestaciones excelsas que han quedado co­mo testigos de las distintas superposiciones culturales, co­mo Andalucía y Sicilia. Tanto una como otra son conside­radas tierras excesivas, donde todo se extralimita sin me­sura. El sur hispánico y Sicilia acogieron con complacen­cia el arte de la Contrarreforma, el Barroco, por lo que su­ponía de toma de lélt'calle y de los espacios públicos.Ciertamente, la exprésividad en las manifestaciones de sushabitantes, con una religiosidad popular tan alejada deldiscreto cristianismo norteño, responde al tópico de la ex­tremosidad meridional. Ese catolicismo barroquista y des­mesurado que sale a la calle en sus respectivas semanas de

pasión ilustra una forma de entender la vida similar en dis­tintos aspectos a una y otra sociedad.

Por lo que respecta a la vindicación de su pasado históri­co, siempre feraz en ambos casos, las referencias son distin­tas. Mientras que en el sur de la Península Ibérica, el pasádoandalusí eclipsa, como no podía ser de otra manera, la his­toria anterior y posterior, la espectacularidad de la presen­cia helénica en la isla ha conseguido igualmente oscurecerpor simple contraste las subsiguientes expresiones óe lasdistintas culturas asentadas en el país del Etna. Es evidenteque los conjuntos de Agrigento, Selinonte, Segesta, Siracusa,Taormina, Erice, Gela, Heraclea Minoa, Himera, MegaraHiblea, Solunte o Tíndaris oo., con sus grandiosos templos,casi siempre en estilo dórico, y hermosos teatros, se encuen­tran entre los más espectaculares de la Antigüedad, supe­riores en muchos casos, sobre todo por su excelente estadode preservación, a los vestigios de la metrópoli griega. Peroello no debe significar el olvido para otros elementos quehan contribuido a modelar la historia insular. Por ejemplo,apen.as si es conocido el dato que apunta a una presencia fe­nicia en la isla anterior incluso en una centuria a la griega(siglos IX y VIII a.c., respectivamente), que ha dejado es­pléndidos conjuntos arqueológicos, como el de Motya.

El Medievo siciliano es otro de los períodos de mayor

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Episodios de convivencia y tensión

Columnas y arcadas en el claustro del

monasterio de Monreale en Palermo. Sicilia.

Cada columna está profusamente decorada

con series de mosaicos.

La conformación de una sociedad nueva en la Siciliaposterior a la conquista normanda supuso que bajo un po­der cristiano una minoría musulmana tuviese una efectivay relevante presencia social. Estas dos sociedades sumidasen una permanente situación ambivalente donde a episo­dios de convivencia siguen otros de tensión, en un equili­brio que a veces se rompe y otras se mantiene, son la.s dosexperiencias sociales de mayor interés en las que las rela­ciones entre el Islam y la Cristiandad se convierten en al­go más que enunciados generales.

Sin embargo, como se ha destacado, las experiencias vi-

esplendor y singularidad de su historia. A partir del año827, se produjo la conquista musulmana de YaziratSiqiliya. Pronto se consolidó un emirato que tuvo aPalermo como su capital. Su posterior conquista en el sigloXI por los normandos abre un período de mestizaje cultu­ral de enorme interés. De hecho, se puede decir que única­mente en la sociedad insular se dieron rasgos similares deintercambio cultural entre la Cristiandad y el Islam com­parables a lo que se ha dado en llamar "mudéjar" hispano.El denominado "arte sículo-normando" es el resultado deesa combinación, en la que lo musulmán seguía actuandocomo referente cultural. La Capilla Palatina de Palermo,los palacios palermitanos de la Zisa (Qasr al-Atiza) y LaCuba o el monasterio de Monreale son expres(ones de unarte peculiar realizado por alarifes musulmanes para unpoder cristiano, una suerte de "mudéjar" a la siciliana.Fuera de ese sincretismo, desconocemos todo sobre el ar­te estrictamente musulmán que se dio en la isla, que estu­vo más de 200 años bajo un poder emiral. De hecho, sólopodemos intuir algunos de sus elementos emparentadoscon el arte Ifriqiya a partir de las manifestaciones tardíasdel siglo XII.

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En la página anterior.

valle de los Templos

al atardecer.

Agrigento, Sicilia.

A la del"echa, sala

del pozo en el

palacio de recreo

normando de la

Zisa, Palermo, Sicilia.

vidas en la Península Ibérica y en Sicilia no fueron coinci­dentes en cuanto a que ambas situaciones de conquista sondiamett:almente distintas: en Iberia, la llamada"Reconquista" se ha de entender como la puesta en esce­na de poderes locales del norte peninsular en su lucha con­tra el Islam andalusí, mientras que en la isla del sur itálicooperan fuerzas ajenas a la realidad local; de hecho, la con­quista normanda de Sicilia, y de Paiermo en particular, enel año 1072 sólo se concibe como obra casi personal de loshermanos Altavilla y de los caballeros que les acompaña­ban, en la que, con todo, se tuvieron qUe llegar a pactos conlos poderes musulmanes locales para la creación de unnuevo ordenamiento sociaL No hay duda en considerar enprincipio a los normandos como una exigua minoría fren­te a las comunidades mayoritarias, todas ellas asentadasdesde antiguo en la isla: musulmanes, hebreos y greco-bi­zantinos.

Estos últimos se mantuvieron en la isla bajo dominio

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Capilla palatina de Palel-mo, Sicilia,

musulmán y en el momento de la conquista muchos laabandonaron, lo que demuestra que bajo un poder no cris­tiano pudieron desarrollar en total plenitud de libertadessus distintas actividades, muchas de ellas centradas en elcomercio. Sin embargo, algunos de los que se mantuvierondespués de la conquista llegaron a ocupar puestos relevan­tes en la nueva cancillería. Por su parte, los hebreos de­sempeñarán, andando el tiempo, un destacado papel comomercaderes, aún mayor si cabe que el representado en lossiglos IX Y" X, sobre todo después del fin de la presencia dela minoría musulmana en la isla. Finalmente, la situaciónjurídica y social por la que pasaban los musulmanes en lasciudades y en las campiñas sicilianas ha sido consideradacomo bastante desigual, en favor de los urbanícolas: mien­tras que en la mayor parte de los núcleos urbanos se ga­rantizaba la libertad personal, la conservación de sus bie­nes, el libre ejercicio de la religión, con la obligación, eso sí,de pagar un impuesto para ello, y los grupos más influyen­tes de la aristocracia conservaron su relevancia social, porel contrario, en el campo, donde la conquista fue más vio­lenta, los musulmanes se vieron obligados a varias formasde servidumbre, como se refleja en distintos censos decampesinos dependientes de señores, primordialmenteeclesiásticos. Sin embargo, junto a esta clase de campesinosdominados, se registra un grupo de musulmanes libres, no­tables en algunos casos con funciones militares al serviciode los reyes normandos.

De acuerdo a los testimonios con los que contamos, en lasociedad siciliana del siglo XII los intercambios de todo ti­po, también los económicos, eran una constante, pero tam­bién es cierto que la constitución de "morerías", inexisten­tes al principio de la conquista, pero descritas por el anda­lusí Ibn Yubayr en el año 1185, implica el inicio de la pérdi­da asimismo del protagonismo de los musulmanes hasta sudefinitiva desaparición en los años centrales del siglo XIndespués de las últimas de las revueltas en el 1243. La para~

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El legado aniJal/lJí • número 8

doja, como se ha señalado, salta a la vista: el fin de la mino­ría musulmana siciliana la certifica el rey Federico n, tanmaurófilo en las manifestaciones culturales que patrocina.

Palermo y otras ciudades

La isla se divide en nueve provincias, cuyas capitales son,al mismo, tiempo, las únicas ciudades. Frente al interiorpredominantemente agrario de Enna, Caltanisetta yRagusa, en el litoral encontramos las ciudades con una ac­tividad económica más boyante: Trapani, Agrigento ySiracusa. Finalmente, las tres grandes urbes son, además dePalermo, la capital, Catania y Messina. Además de esas ca­beceras administrativas, Sicilia esconde parajes urbanos deenorme belleza, como Taormina, la vieja Tauromenion.

Palermo, la griega Panormos y la romana Panormus, esuna gran ciudad que ha experimentado un espectacularcrecimiento en los últimos años para acercarse al millón dehabitantes. La capital histórica de Sicilia resume con susmonumentos del siglo XII el esplendor de la Sicilia medie­val, en la que se entretejieron influencias latinas, griegas ymusulmánas. Precisamente, en esa centüria, el viajero an­dalusí {bn Yubayr describe una próspera Palermo, a la quellama significativamente al-Madina (= la Ciudad): "Es, enestas islas, la madre de la vida ciudadana, reuniendo en ellados bellezas: riqueza y esplendor. Tiene la belleza que pue­das desear para el estado intelior o para la vista, y paraprocurarse una vida plena y exuberante. Antigua, elegante,esplendorosa y grata, emerge con un aspecto fascinante;entre sus plazas y espacios aparece toda ella como un jar­dín. Sus vías y calles espaciosas encantan las miradas por labelleza de su aspecto distinguido; de naturaleza admirable,está edificada al estilo cordobés".

Las restantes capitales son las típicas ciudades meridio­nales, repletas de monumentalidad barroca, pero afeadaspor el desordenado urbanismo de los últimos tiempos.

Así es Sicilia, tierra de contradicciones donde sobre losplácidos campos de cultivo se levanta una montaña impla­cable, país que atesora un patrimonio monumental. comopocos, en la que, sin embargo, el turismo y la especulaciónestá acabando con hermosísimos parajes, rincón de prover­bial hospitalidad y de la vendetta. Sicilia, siempre excesiva.•

• VIRGllIO MARTiNEZ ENAMORADO es doctor

en Historio Medieval, arobista y arqueólogo