elplomero.files.wordpress.com · Los pobres resultados de la investigación sobre el sangriento...

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Los pobres resultados de lainvestigación sobre el sangrientohomicidio de un adivinador obliganal Zurdo Mendieta a echar mano desus contactos dentro del oscuromundo del narcotráfico. Pero, comotodos los favores, ninguno esgratuito. Esta búsqueda lo pone denuevo en la mira y al reencuentrode su vieja amiga SamanthaValdés, jefa del Cártel del Pacífico,quien tras sufrir un atentado sehalla convaleciente en un hospital,rodeada de inútiles agentesespeciales y un desconfiado ejércitomexicano.

Como pago por la información sobreel homicida del adivino, al Zurdo nole queda más remedio que ayudar ala jefa a escapar. Lo consiguenmediante un plan descabellado ymucha adrenalina, aunque el rostrodel detective es identificado y sumisión queda truncada.En la clandestinidad y con un futuroincierto, el Zurdo revive untraumático evento que remueve sumiedo y lo regresa a la calle: suhijo ha sido secuestrado en LosÁngeles. Con ayuda del cártel viajaa Estados Unidos, donde descubreuna enmarañada situación en la

que reina la confusión operada porel FBI, que esconde intereses degran alcance que Mendieta noalcanza a vislumbrar.Éste es el regreso del ZurdoMendieta en una vibrante novelaque explora el entramado detraiciones, pactos y conspiracionesde una sociedad en la que el crimenorganizado forma parte indisolublede la realidad cotidiana. Una vezmás, del Zurdo, y su inconfundiblecarácter, se enfrentará a uncomplejo rompecabezas donde lafrontera que divide la ley del crimenpierde su definición.

Élmer Mendoza

Besar aldetective

Edgar «el Zurdo» Mendieta -04

ePub r1.0orhi-Meddle 13.09.16

Título original: Besar al detectiveÉlmer Mendoza, 2015

Editor digital: orhi-MeddleePub base r1.2

Para Leonor

Así se abre la puerta de las versiones.

LUIS JORGE BOONE,Por boca de las sombras

La venganza es un plato que se comefrío.

Dicho popular

1

Nadie se lo aconsejó. Simplementedecidió que había que reunirse enTijuana y pidió a Max Garcés quehiciera los arreglos. Sólo a los delnorte, Max, necesitamos reforzaralgunos puntos y en Tijuana siempre hayun clima acogedor. A Garcés le extrañópero igual telefoneó a los implicados,pensó que quizá quería ver a su hijo quepor esas fechas cumplía once años, o irde compras en algunas tiendas que legustaban. La Hiena Wong se opuso deinmediato. Max, Tijuana no es confiable,es un pinche hervidero, mejor en

Mexicali, aquí tenemos todo bajocontrol. Se lo comentaré; por lo pronto,prepárate, ya la conoces. En Tijuana,Frank Monge se tardó en responder:¿estás seguro? Para mí que el lugar másapropiado para ella es Culiacán, sirecuerdas, su padre jamás se movió másallá de Bachigualato. Son otros tiempos,Frank, ni modo, además es nuestroterritorio, o qué, ¿tan jodidos estamosque no podemos encerrar al chamucounas cuantas horas para tener unareunión tranquila? Aquí es difícilsaberlo, mejor manda gente deconfianza; como dices tú, tiempos traentiempos y más vale prevenir quelamentar. Los de San Luis Río Colorado,

Nogales y Agua Prieta no hicieroncomentarios. Los de San Francisco, LosÁngeles, San diego y Phoenix, tampoco.Hacía más de un año que habíaterminado la guerra contra el narco y elnegocio marchaba como cuchillo enmantequilla, aunque la reducción demuertos era minúscula.

El diablo Urquídez, que tenía un hijopequeño, y el Chóper Tarriba, que salíacon la más reciente miss Sinaloa, sehallaban listos para acompañar a su jefa,que apareció con un entallado traje rojoy una mascada negra. Guapísima. Si suspreocupaciones eran muchas no se lenotaba. Era media tarde. Una avioneta laesperaba en una pista clandestina por el

rumbo de El Salado, en las afueras de laciudad. Cerca del golfo de Santa Clara,en el mar de Cortés, bajarían en lacarretera que cruzaba el Gran desiertode Altar y de allí seguiría por tierrahasta Rosarito, donde disponía de unacasa discreta. Sin embargo, alguien teníaotros planes.

Justo en la cima del puente que sealza donde termina la Costerita paratomar la carretera libre a Mazatlán,contiguo al panteón Jardines delHumaya, los estaban esperando. Unbazucazo en el motor de la hummernegra que transportaba a la capisa losdetuvo en seco. Incendio expedito.Chirridos. Frenadas. Qué onda, mi

Chóper, el Diablo era el conductor.Nada, mi Diablo, hay fiesta y somos losinvitados. Llamas en el frente de lacamioneta. Disparos por todos lados. Esuna emboscada, exclamó SamanthaValdés, adrenalizada al cien. Pásenmeun fierro, plebes. El Chóper le acercó unCuerno, a su vez bajó el cristal blindadoy disparó el suyo, ella procedió igual.Señora, espere, sugirió el Diablo. Hayque salir de aquí antes de que nos lleguela lumbre. Al lado, desde una camioneta,que también acribillaron pero que noardía, Max Garcés envió un bazucazoque voló por los aires un vehículo de losmuchos que bloqueaban el paso.Ratatatat. Pum pum. Intenso tiroteo sobre

la hummer en llamas. Black black. Pum.Los conductores que no tenían que ver,los que no pudieron huir, se acomodaronen el piso de sus autos transpirando yrezando. El Chóper y el Diablo pusieronpie a tierra sin dejar de disparar,resguardándose tras las portezuelas. Labalacera se incrementó de tal maneraque pronto los blindajes de losvehículos cedieron. Vamos, señora, gritóel Diablo abriendo la portezuela trasera.Tenemos que borrarnos. Vayan la señoray tú, yo los cubro; el Chóper Tarribadisfrutaba rafagueando el amplio campoenemigo; el Diablo miró adentro yencontró que Samantha Valdés estabaherida y se estaba ahogando en su propia

sangre. Ah, cabrón, pálida y temblorosa.Hirieron a la jefa, mi Chóper,desmadejada y religiosa. Voy a sacarlade aquí. El vestido manchado. Muéveleque estos están bien cabrones.

La cargó en brazos y corrió con ellamientras la camioneta le servía deescudo. Max, que vio la acción, ordenófuego graneado y siguió al jovenpistolero con su AK vomitando lumbre.Los autos que se detuvieron detrás deellos se veían desocupados y algunos loestaban. Fue hasta que bajaron el puenteque encontraron uno que era posiblesacar de la aglomeración. Apearon alaterrado conductor y se marcharonrápido. La balacera era incesante. La

jefa sangraba por nariz y boca, maldecíay no había tiempo que perder. Maxconsiguió el número de la clínica VirgenPurísima y hacia allá se lanzaron.

Todavía los persiguieron doscamionetas que salieron del panteón.Para su fortuna, el carro que habíantomado era del año y pronto lasperdieron. Encontraron dos patrullas dela división de narcóticos que ibantendidas al lugar de los hechos. Sabíanque las balaceras de este tipo lesconcernían.

Al llegar los esperaba un médicoalto y pelirrojo que acompañó a laherida hasta el quirófano. ¿Cómo la ve,doctor? El Diablo lo miró acucioso.

Muy grave, no la garantizo. Samanthahabía perdido mucha sangre, estabadesmayada, el vestido hecho un asco ysin mascada. El Diablo tuvo ganas deamenazarlo pero la premura con que eldoctor conducía a la paciente no le diotiempo. Max fue atendido de una heridaleve en un hombro. ¿Cómo se llama elpelirrojo? Doctor Jiménez, es el mejor,manifestó la enfermera que le hacía eltrabajo. ¿Y sus hombres? Se aferró a laposibilidad de que hubieran salido pocoafectados, cuando los dejó sólo habíados muertos. Desde luego que tresasuntos ocupaban su mente, ¿por qué noenvió una vanguardia?, ¿por qué sucamioneta no iba delante de la señora?,

¿quién estaba detrás de esto? Más levalía a Samantha Valdés salir con bien;su hijo estaba muy pequeño paraponerse al frente del negocio y leshabían enviado un aviso difícil deignorar.

Al rato todo el cártel tenía lainformación de que la jefa estabalevemente herida, recibiendo primerosauxilios, conversando tranquilamentecon su madre y con el médico que laatendía. Todo muy bien, pero en el fondoMax Garcés comprendía que habíacometido un error, y que ahí sevislumbraba un enemigo, que por lo queintentó, nada tenía de pequeño.

Meditaba en la calle, recargado en

una ambulancia. Frente a él, circulódespacio una patrulla de la PolicíaMinisterial con las luces encendidaspero sin sirena. Acarició su pistola peroellos siguieron de largo como si nada.Más les valía largarse, aún no llegabana un acuerdo con las nuevas autoridadesy eso complicaba las cosas. ¿A quién sele ocurrió esta madre? Lo voy a colgarde los huevos al cabrón. ¿Quién tiene opuede contratar tanta gente como parabloquear un puente? No muchos. En elquirófano, Jiménez sabía que sólo teníauna oportunidad.

En la ciudad de México, en unaoficina elegante por cuya ventana seveía un jardín iluminado por el

atardecer de abril, un celular y unteléfono fijo sonaron a la vez. Una manocon tres dedos eligió.

2

Dentro del perímetro precintado, elzurdo Mendieta y Gris Toledoobservaron brevemente el cuerpodesmadejado de un hombre joven. Teníael tiro de gracia y cocido el pecho abalazos. Rictus horrible. Debió caercomo una pinche marioneta loca,reflexionó el detective. Afeitado,vestido de azul rey, ropa de marca,camisa ensangrentada. Los técnicostrabajaban en un pequeño espacio delparque ecológico al lado del Centro deCiencias de Sinaloa, sobre el zacate,entre árboles jóvenes y a la vera de una

pista de curvas caprichosas que loscorredores disfrutaban. Eran las siete ytreinta y cuatro de la tarde y a principiosde mayo la oscuridad es leve. Variaspersonas de todas las edades caminabano corrían lo más lejos posible de dondelaboraba la policía. ¿Por qué matan atipos como él?, ¿cuál fue su culpa?,¿quién se lo echó? No les interesóocultar su obra, ¿en qué caso un asesinohace eso? Los periodistas tomaron fotos,datos y se marcharon a escribir su nota,menos Daniel Quiroz, a quien le gustabaprovocar al Zurdo con agudoscuestionamientos. ¿Crees que esto sea unindicador de que la ciudad estácondenada a sufrir violencia en los

próximos años? ¿Por qué no consultasmis bolas? Son de cristal y ahí está todo,papá. Dame tu teoría, pues. Cagatinta,soy placa, no soy adivino y menospolítico. Gris observaba la escena consumo cuidado, rumiando, haciendo fotosy dictándole a su celular: martes,veintiocho de abril, hay pequeñasplantas pisoteadas: quizá se resistió oson las huellas del asesino. Estoy segurode que tienes una idea. Eso sí: por laforma, tantos balazos y eso, estoy entreque fue al Capone o Escobar Gaviria.Pinche Zurdo, si no fueras mi compa tedespedazaba. Y yo te metía preso, teacusaba de estupro y te entregaba a losreclusos más jariosos. Te desprestigiaría

machín. Y por si te gustaba, te pondríauna habitación especial para quehicieras tus cochinadas. No te la ibas aacabar con la prensa encima, ya sabescómo nos las gastamos cuando vamossobre algún funcionario. InterrumpióOrtega con cara de agobio. Zurdo, sucartera contiene una credencial del IFE,se llama Leopoldo Gámez, treinta y seisaños, mil ochocientos pesos en billetesde doscientos, un dólar de la suerte, unatarjeta de crédito, una de ahorro y uncachito de lotería; encontramos ochocascajos, podría ser una Sig Sauer 9mm. ¿Estás seguro? Tanto como que elcomandante es el mejor policía delmundo. Sonrieron. Deja anotar la

dirección, el detective sacó una pequeñalibreta azul. Esa raza que andacaminando, ¿vería algo? No creo, y si aalguien le tocó seguro se quedarácallado, la gente no quiere bronca.Anotó: celular no. Tiene entre dos y treshoras de muerto, expresó Montañoacercándose, el cuerpo aún es dúctil,una bala le atravesó la cabeza y catorcele destrozaron el tórax. O sea queandaba de suerte el bato. Al menos nosufrió. ¿Encontraste ocho cascajos?Quizá le pegaron siete en algún lugar yel resto aquí. No sabía que supierascontar. Queridos amigos, los tengo quedejar, hay un capullito esperándome, encuanto a éste ya ordené que lo lleven a

la Unidad, los muchachos le harán laautopsia y si no tienen inconveniente yaparecen los familiares, en la mañanaentregamos el cuerpo. Vas a morirarriba, pinche Montaño. Mientras esollega pienso disfrutar al máximo, mequedan unos treinta y nueve años de locoplacer, después tendré queadministrarme; agente Toledo, comosiempre fue un gusto saludarla.Igualmente, doctor. Admiro laperfección de su cuerpo, su pelo tanhermoso. Deje de decir tonterías, doctor,y como ya hizo su trabajo, puedelargarse por donde vino. El forense sealejó sonriendo, pensando: Vas a caer,palomita, ya verás, y te gustará tanto que

te arrepentirás del tiempo perdido.Ortega dio las últimas instrucciones y semarchó, arguyó que necesitaba un abrazode su mujer. Quiroz hizo unas fotos y sedespidió; si encontraba a Pineda, aquien perseguía desde hacía tres horas,cuando ocurrió un tiroteo en el panteónJardines del Humaya, podría tener la deocho. Oye, Zurdo, ¿sabes algo sobre unabalacera en el puente donde termina laCosterita? Nada. Levantaron el cadávery tres minutos después sólo quedó elprecintado amarillo, un poli quecuidaría que nadie violara la zona y losagentes Terminator y Camello, queobservaban sin saber cómo comportarse.

Gris, aquí tienes la dirección, manda

a Termi y al Camello que notifiquen a lafamilia, que lo identifiquen ahora,aunque hasta mañana podrán recoger elcuerpo en el Semefo. ¿Les damos esatarea? Para que se despabilen esoscabrones; ¿sabes por qué los prefiero alresto? Usted dirá. Por honrados. Escierto: los consideran tontos pero no seles sabe nada. Aunque, como dicen,quién sabe quién sea más peligroso: unhonrado o un corrupto. De los pendejosno hay duda, ¿verdad? Parece que no.

A pocos metros, el Centro deCiencias resplandecía; al otro extremo,el jardín botánico era una manchaoscura. Gris dio la orden y tomó un taxia Forum, quería comprar un regalo para

el día de las madres y ropa íntima paraella; el zurdo subió a su Jetta, encendióel estéreo y se escuchó Have You EverSeen the Rain? Versión de Rod Stewart.Bajó el volumen, revisó sus notas, lemarcó al comandante Briseño que norespondió y restableció el sonido.

Veinte minutos después llegó a sucasa. Mientras contemplaba la reja de sucochera sin moverse, escuchandoSomething Stupid con Nicole Kidman yRobbie Williams, pensó que debíaelectrificarla, que una mano de pinturano le vendría mal; pero eso le ocurríacada noche cuando le daba flojera bajara abrir. ¿Por qué matar a un hombrecomo Gámez, aparentemente correcto?,

¿había una lección que dar a alguien oalgo que recordarle? Hay quienesmandan mensajes con cadáveres;también tenemos gente que mata pormatar pero, ¿así, con esa saña? Asesinares protagónico, sin duda, ¿pero a esegrado? Debe haber un engendro detrásde esto. Advirtió que se acercaba untipo por su izquierda, sacó la WaltherP99 de la guantera y se la puso entre laspiernas. ¿Qué onda? Recordó a suhermano, la lejana tarde en que seencontraron en su cuarto, cuandoEnrique era un jovencito y él un niño.¿Qué haces, morro? Aquí nomás,escuchando a los Beatles. Por un pelo ylo pilla con la Playboy.

Eh, Zurdo, ¿te acuerdas de mí?Delgado y de baja estatura, gorra de losTomateros, playera oscura, tenis, jeansholgados. Lo observó con la leve luz dela cochera. La verdad no. Soy IgnacioDaut. El Zurdo lo miró de pies a cabezasin conectar. Pues sigo sin completarte,qué onda. Cabrón, soy el Piojo, hijo dedoña Pina, de la Séptima, pinche calleya ni se llama así. Mendieta locontempló y lo recordó perfectamente.Pinche Piojo, estás cabrón, ¿cómo te voya reconocer? Vienes disfrazado de gentedecente. Apagó el carro y se bajó. Es loque soy ahora, mi Zurdo, cubro misimpuestos, voy a misa los domingos ycelebro el día de la Independencia por

partida doble: el cuatro de julio pordonde vivo y el dieciséis de septiembrepor México lindo y querido. Seabrazaron. Eso quiere decir que losmilagros existen. De que existen,existen, mi zurdo, a poco no. ¿Qué onda?El Foreman Castelo me dio tus señas.¿Ese maricón? Hace más de un año queno lo wacho. Está bien, es gente decentetambién, te manda saludos. Órale. Aquívivías de niño, ¿verdad? Iz barniz, miPiojo, es mi cantón de toda la vida.¿Llegas de la chamba? Si le puedollamar así. Me dijo el Foreman que erasplaca, pero ya lo sabía, hace comocuatro años me encontré a tu carnal enOakland y me contó. Ese enrique es un

pinche chismoso, y tú, ¿qué onda? AMendieta le ganó la ansiedad, la últimavez que vio al Piojo vestía botas de pielde avestruz y una camisa de seda.¿Podemos platicar? Si no es muchamolestia. Claro que no, quieres aquí enla casa o te invito con el Meño. Esataquería ya no existe, mi Piojo. Lástima,los de perro eran insuperables. ¿Habríade otros? Francamente, no.

Fueron a los Tacos Sonora. El zurdoordenó tres de carne asada, Daut, cuatro,dos vampiros y una quesadilla, ademásde una jarra de agua de cebada para losdos.

En el camino le contó que tenía tresdías en Culiacán, que había vivido

diecisiete años en Los Ángeles dondeseguía su familia: esposa y dos hijos,varón y mujer. A la gringa, mi Zurdo.Preguntó si sabía por qué habíadesaparecido del barrio. Mendieta lotenía presente pero lo negó. Quiso sabersi recordaba al Cacarizo Long. El Zurdosabía que estaba muerto pero dijo queno. ¿Qué clase de poli eres, pincheZurdo? Uno bien cabrón pero muydesmemoriado. Mendieta sabía ademásque Daut había matado al Cacarizoporque violó a su hermana de catorceaños y que por eso había perdido latierra. El Piojo le contó varias cosasintrascendentes hasta que llegaron alrestaurante.

Me va bien allá, mi zurdo, tenemosuna fábrica de tortillas; mis hijos yacrecieron, no quisieron estudiar así quele entraron al negocio. El zurdo seacordó de Jason, tenían una semana sinhablarse. Mendieta sabía que lo habíabuscado para algo y no quiso esperar.¿Estás de vacaciones? No, regresé avivir aquí, y solo; mi familia se quedóen Los Ángeles. No entiendo, si estás tanbien, ¿por qué te viniste, cabrón?,¿acaso no te echabas tus güilos conPamela Anderson? Daut sonrió, terminóde masticar. Pronto voy a morir, mizurdo. Qué novedad, pensó el detective,esperó un momento y preguntó. ¿Quépadeces? Nada, estoy muy sano.

¿Entonces? Me van a dar cran, yprefiero que sea aquí, en mi tierra. Ah,cabrón, ¿y se puede saber quién? Lagente del Cacarizo, han madurado y porbuena fuente sé que desde el año pasadoestán cobrando facturas; quizá sepas queyo le di pabajo al bato antes de largarmepal otro lado. Pasó un minuto. Nocomprendo por qué debía yo saber loque te espera. Bueno, siempre me caístebien y quería contártelo. ¿Quién lo hará?Quizá su hijo, ya cumplió diecinueve yes igual de chino que su pinche padre.¿Vive aquí? No, pero vendrá abuscarme. Te le estás poniendo depechito, ¿verdad? No, sólo quiero quesepa que no le tengo miedo y que va a

matar a un hombre. Órale. Pensó quellegado el caso se lo comentaría aPineda, que era el jefe de narcóticos,aunque estaba seguro de que de nadaserviría. Si puedes, defiéndete. MiZurdo, gracias por la autorización, noesperaba menos de ti. Sonrieron. ¿Dejóvarios hijos? Sólo ése, las demás sonmorritas y ellas, mientras no se casen nopintan en este enredo, ¿te echas otrosdos? Estoy bien, gracias. Daut pagó, lepidió al Zurdo que lo dejara en eltemplo de la Santa Cruz, quería caminar,y quedaron de verse otro día. Mendietano terminaba de entender por qué lehabía confiado lo del chino Long, quehabía sido gente cruel y sin escrúpulos,

y la amenaza del hijo. Tenían diecisieteaños sin verse y sólo quería conversar,¿sería posible? Cambió el cedé: BrownEyed Girls con Van Morrison. Quizá sí,a veces uno necesita sacar sus trapos altendedero para no enloquecer.

En su casa abrió rápidamente lacochera: con una cena era suficiente. Lemarcó a Jason. Respondió somnoliento.Soy Edgar, ¿cómo estás? Papá, qué tal;bien, estuve haciendo un trabajo toda latarde y me quedé dormido. Los ángelestambién duermen, eh. Me hace falta unviaje a Culiacán para cargar la pila. Envacaciones de verano le caes, tengoganas de verte; ¿arreglaste lo delmaestro que te molestaba? ¿El señor

Salinger? Renunció y se mudó a Boston.No dejes que te afecte y tampoco dejescabos sueltos; si vas a ser poli aprendeeso de una vez. Estoy entrenando denuevo para correr la milla, en dos mesesestaré a punto para una competenciaentre academias de policías. Pobrescabrones, van a morder el polvo machín.También estoy escuchando tu música,nada mal, eh. Los buenos gustos ayudana tener buena vida, mijo. Algunos menoscool pero agradables. A pesar de losaños resisten críticas tan severas comola tuya. Bob Dylan es otra cosa. Cantafeo, pero es jefe indiscutible. Charlaronde cantantes hasta despedirse. El Zurdoquedó con una sensación reconfortante:

tenía a Jason y esa emoción no lacambiaba por nada. Pinche muchacho, esmás cabrón que bonito, pensó marcarle ala madre, Susana Luján, mas desistiócon un ligero temblor. Pinche vieja, novuelvo a caer en sus garras ni aunque mevuelvan a parir, año y medio antes sehabían comprometido y el Zurdo seenamoró de nuevo, pero ella se esfumósin explicar nada. Bebió su whisky deuna y se sirvió otro. Pues sí, ni modoque qué: hay heridas que nunca se curan.Se recostó en la cama, encendió la tele,pasaban Notting Hill, con Hugh Grant yJulia roberts, corría la escena de lalibrería, cuando ella le dice que no esmás que una chica pidiéndole a un chico

que la ame. Qué belleza, se clavó.Pasaron dos minutos de comerciales yjusto al final, cuando Grant entra a larueda de prensa, sonó el celular con elSéptimo de caballería. No, por favor.Respondió porque era Gris Toledo.Habla rápido o calla para siempre. Jefe,Leopoldo Gámez era adivino. ¿Y?Según los muchachos, su madre y unhermano lo reconocieron y les dijeroneso, ella soltó que fue víctima de unnarquillo que apodan el Gavilán. Lellamaré a Pineda por la mañana, ahoradebe andar muy ocupado con la balaceradel sur, ¿escuchaste algo? Dicen queestuvo macabra. Quizá fueron más losvivos que los muertos; bueno, relájate

que te veo algo tensa. Buenas noches,jefe, que sueñe con los angelitos. En latele pasaban los créditos. Se levantó, selavó los dientes, se bebió otro whiskydoble y se fue a la cama. Empezó Backto the Future, pero se quedó dormido.

3

El doctor Jiménez descansabadesmadejado en un reposet. Nueve horasle llevó operar a Samantha Valdés y aúnno confiaba en su éxito. Así se loinformó a Minerva, la madre de lacapisa que no se había despegado de laclínica. Afuera la gente de Max Garcésvigilaba sin discreción. Coparon la salade espera, bebían refrescos en la tiendade enfrente, fumaban y dejaron doshummers estacionadas en doble filaafectando la circulación.

Víctor Osuna, un abogado contratadopor Samantha para legalizar unos

terrenos, apareció en la sala a la mañanasiguiente. Se veía preocupado. Fuedirecto con Max. Señor Garcés, buenosdías, ¿cómo sigue la jefa? Todavía nonace el cabrón que acabe con SamanthaValdés. Qué bueno, anoche fue noticia enla tele y hoy en la prensa. Pues sí, espersona importante, ¿qué se te ofrece?Max no terminaba de confiar en Osuna,que usaba trajes a cuadros, camisas decolores chillantes y corbatasanaranjadas. ¿Podemos hablar enprivado? El gatillero se puso de pie y seapartaron en una esquina. Hay un rumor,señor Garcés: que el Ejército tomará elhospital. ¿Quién te dijo? Uno de miscolegas que está muy ligado a ellos.

Bien, no te vayas hasta que te autorice.Osuna tomó asiento, Garcés se movió desitio y marcó en su celular. Escuchóatento, dio las gracias y cortó. Entró alprivado del cirujano que seguía con losojos cerrados. Doctor, Jiménez seincorporó perezosamente. Tenemos unproblema, en media hora el Ejércitotomará el hospital. ¿Seguro? Lo acabode confirmar. Bueno, ellos no puedenentrar hasta acá; permanecerán afuera,en la calle y en el techo, no es laprimera vez que pasa. No puedo dejar ala señora desprotegida. De ella meencargo yo. Sí, usted en lo suyo pero,como comprenderá, no deboabandonarla. Designe dos hombres,

vístalos de blanco y que no muestren susarmas; la vida del hospital debe seguircomo si nada. ¿Cómo va ella? Sigue enestado crítico y no estamos convencidosde que la vaya a librar, confiemos enDios; ahora su madre la acompaña. ¿Nila más mínima esperanza? Nada. Elguarura sintió un estilete en el corazón.Si muere no me lo perdonaré jamás,Dios mío, ¿por qué me hiciste tanpendejo?; ¿serían los de la letra? Ahorade todo les echamos la culpa; a lo mejorfue un grupo nuevo de ésos que nuncafaltan y que les gusta ser espectaculares;en cuanto dé con ellos no se la van aacabar los cabrones.

Veinte minutos después la calle

quedó vacía. En la oficina del doctor, elDiablo Urquídez y el Chóper Tarriba,vestidos de enfermeros con ropa quehabía conseguido el licenciado, maldisimulaban sus pistolas y dosKalashnikov que escondían en cajas decartón alargadas. Lo que más sentían eraque no podrían fumar continuamente.

Poco más tarde un pelotón sitió ellugar. Clausuraron salidas deemergencia, se posicionaron de la calle,el techo y el estacionamiento contiguo.El teniente Bonilla notificó el acto aldirector del hospital, doctor Avilés, quellamó a Jiménez para que todo quedaraclaro. La mujer se hallaba bajo arresto yen cuanto estuviera en condiciones sería

trasladada a un hospital militar en laciudad de México. Jiménez comentó elcaso, que le había extirpado mediopulmón y que aún no volvía de laanestesia; anunció que en caso derecuperación, ésta sería muy lenta y quecualquier brusquedad podría ser fatal.Bonilla manifestó que por ellos nocorría prisa y que si se moría de una vezla nación saldría ganando.

El hospital entró en tensión.Personal y pacientes se sentíanacechados. Los soldados acusabanbastante nerviosismo y únicamente lasenfermeras guapas los animaban areflexionar en que sólo hacían untrabajo, y que esas bellezas de blanco

nada tenían que ver con el personaje quevigilaban: el sanguinario jefe del cárteldel Pacífico: un tal Valdés. Prontoregistraron la presencia de dosenfermeros que se metían a un cubo devegetación al lado de una escalera afumar como chacuacos. Esos güeyes nonecesitan de un balazo para morir, se losva a chingar el cáncer, concluyó elsargento Bazúa, que más adelante moriráen condiciones de las que ya seenterarán. El Chóper lo percibió pero noquiso ponerle atención, sólo alertó alDiablo que cuando fuera a fumar novolteara hacia arriba. Hay un cabrón queestá más feo que escupirle la cara aDios que no nos quita los ojos de

encima.Los gatilleros se mantuvieron

tranquilos. El Diablo llamó a su casa ysu mujer le propuso llevarle desayuno.El Chóper sólo bromeó con su chica yno se atrevió a mencionar el lugar dondese encontraba; capaz que se presentaba ycon eso bastaba para tener al pelotóncomo moscas en la miel. El doctorJiménez durmió hasta que Paty, laenfermera de turno, lo despertó con lanoticia de que la paciente no volvía ensí y de que su mamá se estaba poniendonerviosa. El médico fue a terapiaintensiva y, en efecto, Samanthacontinuaba dormida, pero las gráficas delos instrumentos se veían normales. A

veces su corazón se detiene, reveló laenfermera. Diez o quince segundos y seactiva de nuevo. Por favor no la dejesola, eso significa que sigue en estadocomatoso. Ay, doctor, qué golpe tancruel, farfulló Minerva. Confíe en Dios,señora, y vamos a esperar; si le parece,descanse un poco, Paty va a estarpendiente. Ni lo diga, yo de aquí no memuevo hasta que despierte, entonces leavisaré a mi nieto. Muy bien, y si seponen a platicar no dejen de vigilar losaparatos. Jiménez se retiróconsiderando: Por supuesto que se va asalvar, sólo espero que cuando se lenotifique que está detenida no tenga unretroceso.

Al atardecer el capitán Bonilla entróen la habitación contigua a la de laenferma, donde se hallaban los sicarios,sin llamar a la puerta. Jiménez, quedormitaba en el reposet, despertó y deun salto se le plantó enfrente: Capitán,usted no puede entrar aquí. Claro quepuedo, hay una peligrosa delincuenteque hemos detenido y necesito conocersu estado. Pues no, la calle y el techoson suyos, no puede usted venir aalterarme los pacientes, esto es unhospital, lo empujó suave pero firme.Así que haga el favor de salir. No meempuje. Lo que hay sobre la paciente eslo que le informé esta mañana enpresencia del director. Lo puedo acusar

de proteger a una peligrosa delincuente.Y yo a usted de violar los derechoshumanos de una moribunda. Lospistoleros ni se inmutaron, mantuvieronlas manos a la vista del militar ycontinuaron, uno estudiando un reporteclínico y el otro haciendo bolas dealgodón. Usted se va a arrepentir, eldoctor no respondió y tampoco dejó dehacer fuerza hasta que echó al intruso.Ya arreglaremos esto, doctorcito,escuchó, luego aseguró la puerta. ElDiablo se puso de pie: entra ese hijo dela chingada otra vez aquí y le doy en sumadre. Tú no le vas a disparar a nadie,no olviden que estamos en un hospital yque lo más importante son los pacientes,

incluida la que tenemos enseguida y quenadie desea que muera, y segúnentiendo, menos ustedes; así queenfríense y esperemos a que la señoraevolucione hasta aliviarse. Tranquilo,mi Diablo, hay más tiempo que vidapara darle a ese compa su merecido. Voya fumar. No, quizá nos quiere descubrirde una vez y nos está acechando desdela azotea. Es razonable, opinó Jiménez.Será mejor que te aguantes. Ahora sí queme la pusieron cabrona. No la haga depedo, mi Diablo, usted aguanta un piano.

En efecto: varios metros arriba, tresefectivos, junto con Bonilla, esperabanagazapados que alguno de ellosapareciera en el breve jardín convertido

en fumadero.Dentro de su camioneta, Max Garcés

sostenía su versión telefónica cada vezcon menos convicción: todos los jefesque lo llamaron tenían interpretacionesmuy parecidas a la verdadera. Que nadiese aloque, la jefa está en unreconocimiento médico, lo digo yo ypunto.

Sí, hay días en que estás dispuesto acambiar todo por una pinche troca ylargarte, no digan que no.

4

El Tizón era grueso, chaparro, bigoteespeso, su rostro moreno transpirabaconstantemente sin afectar su fiereza.Vestía riguroso traje negro. Marcó en uncelular que no era el que descansaba allado del teléfono fijo. Esos aparatossólo funcionaban para recibir llamadasde asuntos concluidos o contratar sujetospara casos especiales. Era el enlacefavorito de los poderosos y su carreratomó vuelo cuando asesinó a sangre fríaa un periodista que investigaba el casode las muertas de Juárez. Ese mismo añocumplió correctamente otros veintisiete

encargos y demostró que era infalible.Señor Secretario, le llamo sólo para

confirmarle que no se preocupe, todoestá bajo control.

¿Todo bajo control, dices? Chingadamadre, ¿cómo te atreves a hablarme así,Tizón? La pinche vieja está viva y losdel grupo me están pegando en loshuevos, ¿qué esperas para resolverlo?Más vale que te apliques como Diosmanda, ¿entendiste? Y no máspendejadas; un error y te chingo losdedos que te quedan.

Tranquilo, señor, mi hombre ya estáen Culiacán y esa mujer lo sabrá pronto.

La queremos muerta, ¿te quedaclaro?

Clarísimo.Y que sea rápido, si la atrapan los

gringos antes, va a cantar, y no quieropensar cómo se pondría el jefe mayor.

Eso no pasará.¿Ya sabes qué hacer con el pendejo

que falló?Exactamente lo que se hace con los

pendejos que fallan.Pues que se note, quiero bulla.El Secretario cortó. El Tizón dejó

entrever su rabia espesa.Pinche vejete, se cree la gran

cagada, como si no supiera que el poderva y viene. ¿Ya no se acuerda que deembajador en Japón pasó directo albanco del olvido? Hasta ahora que lo

rehabilitaron.Se miró las manos, los ocho dedos

gordos, feos.El único todopoderoso es el dinero,

y mientras este culero me lo dé puedosoportarlo, que si no, sería otro políticomuerto. Sé a quién se la debe y cuántoestarían dispuestos a pagar por supellejo; y qué bueno que tiene tantosaños, si no, en lugar de querer cortar misdedos, me amenazaría de muerte, comolos de ahora.

Se distrajo en el estupendo jardínque bajo el sol primaveral era unamancha de colores. Se extasió con lostulipanes amarillos que eran suadoración. Luego acercó la mano con

tres dedos al par de teléfonos. Hayoficios en los que un minuto esdeterminante. Tomó el fijo y marcó.

5

Muy temprano llamó a Gris, le pidió queacudiera al Semefo, que antes deentregar el cuerpo de Leopoldo Gámezllevara los familiares a la jefatura; luegocondujo hasta el parque ecológico queestaba atestado de corredores ycaminantes. El poli que hizo la guardiabebía café de supermercado sin hacergestos. Se saludaron. ¿Alguna novedad?Nada, jefe, fue una noche tranquila. Puessí, debes haber dormido machín. Fíjeseque no, padezco insomnio, tengoveintidós años de servicio y siempre mecomisionan estos jales, no me conocía

usted porque andaba con el comandantePineda, pero yo a usted sí; también meencargo de poner la cinta amarilla, fuientrenado por Pablo Faraón González deCiudad Juárez. ¿Tiene idea de lo quepasó? Para mí que fue por puro gusto: lovio bien alimentado, con ropa de marcay dijo: hoy les toca a los cremas y ñaca,a cómo te tiente, y luego se lo trajo,porque no creo que se lo hayaescabechado aquí, hay mucha gente, ¿seimagina el pedón? El Zurdo examinó elsitio sin descubrir nada especial.Recordó que habían encontrado ochocascajos: ¿le dispararían ocho vecesdespués de muerto? Le dieron el tiro degracia, ¿aquí o en otro lado? A ver:

Gámez estaba muy tranquilo y salió apasear por el malecón pensando en quéregalarle a su mamá el diez de mayo; no,vive lejos y el malecón Diego Valadéstampoco es colindante, más bien asistióa una conferencia al Centro de Ciencias,algo sobre los agujeros negros, y cuandosalió lo asesinaron; el o la que disparóse le puso enfrente. Hola, ¿qué tantohace que no te matan? Y ñaca, le metiósiete tiros en el pecho y una vez en elparque los otros siete y uno en lacabeza. ¿Por qué? Cayó fulminado,¿sólo para aligerar el corazón de quincetiros, como dice César Güemes? Podríaser obra de un narco o algo muypasional. Quizás el Gavilán que señaló

la madre. Luego con un cómplice lometieron al parque. ¿Qué asesino haríaeso a plena luz del día? Uno muycabrón, ¿qué habrá de otros? Quizá loquiso traer vivo, se resistió y se lo echóantes de tiempo. Es una personadesesperada, quizás alguien a quienadivinó mal su suerte. Es extraño. Si lohubiera dejado en despoblado loentiendo, pero aquí, donde viene tantagente, sobre todo en la tarde, ¿paraquién es el mensaje? Quizá lo citaronacá para platicar y lo bajaron: más fácil;¿y si el guardia tuviera razón? Era díade los finolis y le tocó perder.Recibieron el aviso de un caminante queno quiso identificarse. Si lo asesinaron

en otro sitio, ¿por qué traerlo hasta acá?Pinches matones, cada día se ponen másperros. Digo que lo trajeron porquenadie escuchó disparos, ni siquiera losocho, ¿sembraron los casquillos? Puedeser, o usaron silenciador. En esemomento la gente se movía con vigor,vestían de vivos y variados colores.¿Por qué hay tanta gente que corre? Nosomos un pueblo de atletas famosos.Observó la maleza que no había sidohollada, ¿o sí? Se acercó, la vio normal.¿Por qué le dejaron su credencial deelector?, ¿es un desafío?, ¿para quién?Miró al policía: ¿Cómo te llamas?Tecolote, jefe, Teco para los amigos.Órale, dile a tu relevo que cuide que

nadie pisotee el lugar; anoche, ¿vinoalguien? Nadie, es más, nunca me hatocado eso de que el asesino vuelve allugar del crimen; quizás ocurra en laspelículas, o cuando no había tantomuerto. Tiene lógica, pensó Mendieta.¿Es éste el lugar del crimen?

Decidió recorrer el perímetro delparque Ecológico buscando algún autoabandonado, pero nada encontró; ¿usabataxis? Un culichi no toma taxi para ir acorrer, en caso de que hubiera ido acorrer; tampoco estaba vestido para eso.Un amigo le dio raite. El mismo que ledio cran frente al Centro de Ciencias yluego lo dejó donde lo encontramos.Enfiló rumbo al café miró situado al

lado del parque. Definitivamente, cadadifunto es un universo de diversas caras,con sus pinches misterios, como si unono tuviera qué hacer. Mientras avanzabapor el bulevar las américas que separael parque de la Universidad Autónomade Sinaloa, seguía el ritmo de You’veGot Your Troubles con The Fortunes. Lemarcó a Ortega pero no respondió.Pinche cabrón, ¿qué se cree, por qué nocontesta? Entró en el café con la imagende Leopoldo Gámez en la mente. Hey,Rudy, ¿cómo te has portado? Como sedebe, ¿y tú? Como me dejan. ¿Quieres tumachaca con huevo? Y café, por favor,que no le pongan sal por aquello delenemigo silencioso, ah, y sólo media

orden. ¿Podrías desayunar con unamigo? ¿Por qué no? Enrique Záizar eramuy carismático, de la edad del Zurdo, ybebía café cortado. Así que usted esdetective. ¿Y usted? Abogado. No mediga, ¿y trabaja en eso? Bueno, de vezen cuando, soy maestro de derechoromano, que es mi verdadera pasión.Ah, ¿no eran muy locos los romanos?Cómo cree, era un pueblo admirable,todo lo pensaban en grande: susarquitectos, sus militares, sus políticosy, desde luego, sus poetas, nada veían deotra manera; escuche a Horacio:“muchas veces Júpiter ofendido hiere deun golpe al culpable y al inocente, y esmuy raro que la pena, con su pie

claudicante, no consiga alcanzar alperverso que huye de ella acelerado”.Pa la madre con este bato, pensó. Ustedque desempeña ese trabajo sabe biencuánta razón tenía el gran lírico, aunqueno pocas veces el villano se salga con lasuya. Veo que ya entraron en materia,expresó Rudy colocando el desayuno delZurdo. Como ven, las mejores cosas dela vida son las inevitables, agregó y sesentó con el par, que pasaron de Horacioa los corridos, a la importancia derespetar las leyes y al muerto queocupaba un cuarto de página en lasección policiaca de El Debate deCuliacán. Záizar ordenó el tercer café.Anoche Quiroz, el reportero de

Vigilantes Nocturnos, hizo unadescripción precisa del lugar de loshechos; ese joven va a terminar denovelista. ¿Usted cree? Me da esaimpresión. Bueno, nosotros dejamos unagente con leche y pan por si aparecía elasesino, pero no se presentó. No leagradó el menú. Ese periodista lomencionó a usted, se nota que loaprecia. El Zurdo tuvo ganas decomentar algo pero no lo hizo. ¿Avanzala investigación? Es un caso curioso,encontramos ocho casquillos pero teníacatorce orificios en el pecho y uno en lacabeza; quizá llevaron el cadáver alparque ecológico. Interesante. Rudy, eltipo vivía cerca, es posible que viniera

por aquí a tomar café o una cerveza. Elrestaurantero observó la foto. Puede ser,voy a enseñarla a las muchachas, ellassiempre ven más que yo. Caballería,sonó el celular. Mendieta respondió.Jefe, ¿a qué hora viene? Tengo aquí alhermano de Gámez y está desesperado.Dale un Tafil y que se calme. Ya firmóen el Semefo y la funeraria se llevó elcuerpo. Nos vemos en veinte minutos.Entendido, ¿se acuerda de la balaceraque me mencionó anoche? Cuenta. Nohay parte aún, el rumor es que intentaronmatar o secuestrar a Samantha Valdés.Secuestrar no, Gris, a esa gente no se lesecuestra. Entonces matar; dicen queingresó muy grave en el hospital Virgen

Purísima. Dios la haya agarradoconfesada. Es su amiga, ¿no? Noprecisamente, vivimos en la mismaciudad y con la misma gente, y hemostenido coincidencias significativas, peronomás. Pues ya está enterado por si laquiere visitar. Agente Toledo, deja deestar suponiendo cosas que ni a ti ni amí nos convienen: nosotros no tenemosamigos narcos ni trabajamos ennarcóticos, ¿te queda claro? Perdón,jefe, lo espero después delinterrogatorio al hermano de Gámez,necesito decirle algo. Colgó. ¿De estoqué opina, detective? Záizar le mostró laprimera página con la foto de los restosde la hummer de Samantha Valdés. Se

soltaron los demonios, licenciado.Sonrieron, el Zurdo se despidió; en sucarro: Marianne Faithfull: As Tears GoBy.

Antes de interrogar al hermano deGámez pasó a la oficina del comandanteBriseño, que lo recibió de mal humor.Puras pendejadas, Mendieta, siempre lomismo y jamás resolvemos losproblemas que nos acosan, ¿no lees losdiarios? Sólo a Daniel Quiroz. Pues esel peor, siempre está echando pestes, aese cabrón nada le gusta. Perocomandante, ustedes eran grandesamigos, ¿qué pasó? Deberías ver cómonos trata, de incompetentes no nos baja.Mándele un regalo y verá cómo se

calma. ¿Lo llevarías tú? ¿Por qué no?Porque también te ataca. Es para pegarlea usted, ya ve cómo son los periodistas.Le dio un sobre amarillo. Y espero quese harte con eso, hay suficiente para quese largue de vacaciones un par desemanas; ¿y qué hay del muerto delecológico? Era adivino. ¿De los quesalen en la tele? No creo, tenemos a unhermano en la sala de interrogatorios yahora mismo vamos a ver qué dice. Nolo dejes en manos del Gori, no quiero denuevo a derechos Humanos sobrenosotros. Lo acabaron con una nuevemilímetros, que como usted sabe, es uncalibre de rencor, catorce balazos en elpecho y uno en la cabeza. Esta sociedad

no nos merece, Edgar, servimos en unaépoca donde todos se han vuelto locos ydejado al descubierto sus peoresinstintos; de cualquier manera trata deque todo salga bien, hay nuevo delegadode la PGR y debemos hacer buenasmigas con él; al menos saber haciadónde tira. ¿Pineda lo sabe? Porsupuesto, por cierto ahora anda muyocupado con una balacera donde estuvoimplicada Samantha Valdés, alguien quede seguro te suena. Más o menos. Bueno,a trabajar y mantenme informado. ¿Quésabe del Gavilán? Es un narco menor,gente sin cártel, peligroso, pendenciero,algo deschavetado. La madre deLeopoldo Gámez cree que es el asesino

de su hijo. ¿Quieres que te diga lo quedebes hacer o tienes una idea?Abandonó el despacho arrepentido de supregunta.

¿Debo buscar a Samantha Valdés?Pinche vieja, que se pudra. Búscala paraalgo que valga la pena, no para pelear,propuso su cuerpo que amaba el placercomo a sí mismo y no olvidaba lasensual silueta de la capisa. Nadie hapedido tu opinión. Sí pero, ¿quién es elque sufre con tu apocamiento? Cuandoquiera saber lo que piensas teconsultaré, pinche cuerpo, de momento,cierra el pico, que es lo que mejor tequeda. No me amenaces, ZurdoMendieta, porque te enterarías de quién

soy realmente. Sé lo que eres y deja deestar chingando. Silencio.

Entró en la oficina y Angelita, queescribía aceleradamente en sucomputadora, le pasó el teléfono. Tienellamada, jefe. Mendieta, expresó eldetective, escuchó que colgaban. ¿Quiénera? No se quiso identificar. ¿Hombre,mujer o cosa? Cosa, porque no me dicuenta de si era macho o hembra ¿Los deTelcel dejaron de llamar? Sí, ahora losque no paran son los de Banamex, que sicuándo les paga lo de su tarjeta. Quécabrones tan delicados; bueno, estarécon Gris.

Alfonso Gámez, ingeniero civil,gerente de obra en Concretos de

Sinaloa, cuarenta años, casado, treshijos. Mi hermano fue empleado en laSecretaría de Salud, era enfermero, perorenunció hace seis años para dedicarse ala adivinación; le iba mucho mejor; eraun emprendedor nato. ¿Salía en la tele?No llegó a tanto. ¿Dónde atendía? Encafés o en los mismos carros de losinteresados. Creí que tendría undomicilio. Pues ya ve que no. Lomataron con lujo de crueldad, ¿quérelación tenía con los narcos? Mi madrecree que el Gavilán tuvo que ver. ¿Yusted? Realmente no sé, hace cuatroaños me contó que la mayoría de susclientes eran mañosos, mujeres de lavida alegre y algunas decentes. Es

curioso cómo la gente quiere saber loque le espera, intervino Gris. Mihermano vivía de eso, según dicen eramuy acertado, y al parecer no le faltabanaventuras de todo tipo. ¿Por qué sumadre piensa que fue el Gavilán? Ayerme dijo que lo amenazó varias veces,incluso le mandó decir con ella que sino le daba la cara se iba a arrepentir.¿Conoce usted al Gavilán? Hasta ayersupe de él cuando mi mamá lomencionó. ¿Leopoldo le contó si temíaalgo o a alguien? Nunca, siempre lo vimuy seguro, pero no hablábamos mucho,teníamos dos meses sin vernos, élllevaba una vida muy dinámica y yo enmi trabajo todo el día. ¿Era casado?

Casi ocho años de divorciado, sin hijos.¿Sabe dónde vive la ex mujer? No, sólosé que se fue a la ciudad de Méxicodespués de la separación; oigandetectives, me gustaría terminar conesto, en un rato nos entregarán el cuerpoen la funeraria y mi mamá no lo va aresistir. Dime el nombre y la direcciónde tus otros hermanos. No tengo, éramossólo nosotros dos. ¿Le conociste algunamujer a la que viera con más frecuencia?Un día me presentó a Irene dueñas, meparece que es la propietaria de But Ik,esa tienda donde venden ropa de moda;lo vi un tanto entusiasmado. Gris metióla información en su celular y dijo: estáen plaza Cinépolis y es la que marca la

pauta en ropa femenina. ¿Peleabanmucho su hermano y usted? Un poco, mimamá se preocupaba por su vida ydiscutíamos por eso, pero nuncapasamos de ahí. ¿Quién hereda? Quizámi mamá, vivía con ella; todavíatenemos que ver eso. Una últimapregunta, ¿quién era el mejor amigo desu hermano? Ni idea, nunca supe quetuviera alguno.

Era un interrogatorio completamenteaburrido y dejaron que se fuera sin más.Oiga, jefe, eso de mujer de la vidaalegre me encabrita, ¿acaso las otrassomos de la vida triste? Qué tristes vana ser, luego no hay quien les dé el ancho.Ya en su pequeño despacho el Zurdo le

marcó a Pineda, seguro él sabía lo quehabía que saber del Gavilán, pero norespondió.

6

En la acera frente al hospital VirgenPurísima, el Piojo Daut comíalentamente con un tenedor de plásticofruta picada con limón, sal y chilemolido que llevaba en un vasotransparente. Observaba el movimientoy masticaba un trozo de jícama: elTrocas Obregón, jefe de los agentespoliciacos, llamando por celular, lossoldados espantándose las moscas, elcapitán Bonilla leyendo el periódico,los pacientes que llegaban y sesorprendían por el sitio, los médicosacostumbrados. Distinguió a Max

Garcés subir a una camioneta y fumarmecánicamente. Por su aspecto supo queera importante y adivinó su oficio. Supaso por la delincuencia fue buenaescuela para detectar malandrines. Porla acera del hospital vio venir a doshombres vestidos de blanco, uno joven,delgado y de baja estatura; dejó demasticar, se acomodó la gorra sobre lafrente y permaneció inmóvil con el vasoen la mano. Eran la Hiena Wong,ligeramente más alto y de botasvaqueras, recién llegado de Mexicali, yun chino que no podía ser otro que elhijo del Cacarizo Long. Órale, par decabrones, quién los viera. Sabía deWong pero jamás tuvo problemas con él.

Un sicario temible. Se encontraron conMax, se saludaron con un gesto yentraron en el hospital. Pasaron diezminutos de calma. Este morro creció,ahora está listo para matar o morir, ¿seanimará? Creo que sí, mataron alTembeleque gachamente en Tijuana y ala Indira en Sacramento, gente que hizoperder mucho dinero al Cacarizo;aunque no sé si fue él o la Hiena, paramí fue la voz de alarma. El Piojo sepuso de pie y se alejó rumbo a la calleSepúlveda que lleva al mercado negrode dólares. Se veía tranquilo, con unaleve sonrisa. Tomó un trozo de papaya,masticó rápido y tiró el vaso mediolleno en un bote de basura.

Traspasó un grupo de policíasfederales sabiendo claramente lo quedebía hacer.

7

Algunos pensaban que la guerra contrael narco había llegado a su fin, pero losmuertos seguían apareciendo. Esemediodía, el Zurdo y Gris fueron alQuijote a echarse unas heladas; laCococha los recibió: Qué bueno quevinieron, les tengo un reclamo de lacomunidad gay y una información. Antesde que empieces con tus quejas tráenosdos medias y lo que tengas de botana. Ayno, Gris, cómo soportas a este barbaján,no tiene clase, pero no creas que es porsu familia, conocí muy bien a sus padresque eran ejemplares, éste no les saca en

nada y menos al hermano que era uncaballero, y escúchame, Edgar: noestamos conformes con lo que dicen dela violencia, es falso que ha bajado;mijito, vengan aquí, vayan a las cantinas,aquí se escucha de todo, en los antrosmuchos plebes entran armados contamañas pistolotas y no hay quien lesllame la atención, se llevan a lasmuchachas a la fuerza y nadie mueve undedo; que los muertos no salgan en losperiódicos no quiere decir que noexistan. Cococha, trae las cervezas y noestés chingando, me agrada que seas unhomosexual orgánico pero no nos matesde sed. Pues ya te digo y no te burlesque te puede ir muy mal. No le hagas

caso, Cococha, es sólo que estamos enun mal día. No le doy sus cintarazosnomás porque tiene más de cuarenta, quesi no. Por favor, Cococha, si no tienescerveza trae agua, lo que sea, peroalguna cosa para que no se diga luegoque no hicimos algo por vivir.

Les sirvió dos Pacíficos y un platode camarón con pulpo. Antes que nada,jefe, permítame decirle, bebió. Hace unmes que lo traigo atorado, el Zurdo,confuso, miró a su compañera que sepuso seria: me voy a casar. Eso no esnovedad. La semana que entra. Ah,caray, ¿voy a ser tío? Aún no, pero esque, mire, si no lo hacemos así quiénsabe cuándo nos casemos; no es que yo

tenga prisa, pero el Rodo sí, además loacaban de ascender a jefe de licencias,va a dejar las calles y creemos que estiempo de empezar nuestra familia. ¿Eslo que querías decirme ayer? Exacto, ynecesito un permiso. ¿Y desde cuándopretendes irte? Desde ya, debo organizartodo y no es poca cosa; una amiga me vaa auxiliar pero no es suficiente, hay queestar allí. Te ves un poco flaca. Todaslas que se casan pierden peso, ¿no losabía? Nunca me he casado. Bueno, nopierda las esperanzas, ¿quiere ser mipadrino? Si no hay remedio.

Dijeron salud. Gris se relajó, dio lanoticia a la Cococha que quiso brindarcon ellos, de paso recriminó a Mendieta

por no haber dado ese paso.Jefe, ¿sabe algo de su amiga

hospitalizada? No, y ya te dije que nosomos amigos. Pues es que siempre estáahí, como parte de nuestra vida y altanto de lo que hacemos. Losdelincuentes son nuestra contraparte, porellos existimos, y aunque nos repatee elhígado, siempre saben en qué andamos.¿Por qué la relaciono más con usted quecon Pineda? Porque te gusta jorobar, yaunque ha estado implicada en nuestrosúltimos casos, su relación directa es conPineda, que por cierto anda muyocupado, según sé, no da pie con bola enel caso del puente de la Costerita, contodo y los once muertos y las camionetas

incendiadas.Les sirvieron la cuarta tanda de

cervezas y un par de meros a las brasascon una salsa bandera recién armada.Voy a tomar dos semanas, espero que nome sustituya, no vaya a ser que quienllegue le guste más que yo. Eresinsustituible, Gris, y no pienses en eso,te vas a encargar de tu boda y va a salirmuy bien. Y el dinero que voy a ahorrar,viera qué caro cobran las que organizanfiestas. Bueno, ahora está tranquilo, note preocupes; que Angelita redacte elpermiso, te lo firmo y te vas. Eso yaestá, sacó una hoja doblada ymembretada de su bolso que el Zurdofirmó entre risas. ¿Desde hoy? Qué

adelantada me saliste, por eso lasociedad no cree en nosotros. Ay, jefe,es que entre organizar la pachanga, elvestido que no me terminan y buscarlugar para la luna de miel, apenas me vaa alcanzar, y no se le olvide, de esteviernes al otro usted es el padrino. ¿Detacuche y todo? Ni más ni menos. Seescucha el séptimo de caballería delcelular del Zurdo. Es Robles.

Jefe Mendieta, tenemos unacribillado en el estacionamiento deCinépolis, la gente de Ortega y elforense van para allá. Listo, Robles.Corta. Gris, nuestros compañeros meinvitan a actividades propias de misexo, así que vete a lo tuyo y nos vemos

en la boda. No me vaya a dejar plantada,recuerde que es mi padrino. No loolvidaré, igual me echas un cable si algose ofrece. Dejó el importe de la comidaincluyendo una generosa propina ysalieron. Gris tomó un taxi. En el Jetta:The Kinks: All Day and All of the Night.

Un hombre de unos cuarenta años,vestido con ropa sencilla y rapado, seencontraba tendido junto a un pilar delestacionamiento techado de plazaCinépolis, más cerca del casino que delcine o del café de la esquina. Tenía unbolso de mujer aferrado con la manoderecha. Uno de los técnicos lo recibió.Encontramos el cascajo y es un calibreveintidós, tiene un balazo en la cabeza,

no le encontramos identificación y ahoravamos a desprenderle esta cosa. ElZurdo se puso guantes de cirujano yayudó al experto, le aflojaron los dedosy le sacaron el bolso negro. Lo abrió,observó una ingente cantidad de objetos,sacó un monedero con dinero y tarjetas.La credencial de elector indicaba queera propiedad de Margarita Bournet, condomicilio en Jardines del Valle en elnorte de la ciudad. La foto era de unamujer blanca, pelo corto, de medianaedad. Un pasante le informó que teníaalrededor de cuatro horas muerto por eltiro en la cabeza. Imaginó la situación:el tipo le arrebató el bolso a la señora,ella sacó su pistola de alguna parte y le

metió un tiro en la cabeza, se asustó ydesapareció sin recuperar su prenda.Afortunadamente sabemos dónde vive.Traigan al encargado delestacionamiento. El Camello regresócon un hombre gordo, con gorra de losVenados de Mazatlán. Le decían elBagre: la verdad no vi ni escuché nada.Claro, eres ciego y sordo. Los vehículosentran y salen, hacen mucho ruido.¿Tienes cámara para grabar esemovimiento? Cómo cree, de chingaderatenemos esa pluma para que recojan suboleto. ¿Qué ropa usaba la que saliócorriendo? Ni me fijé, la gente entra ysale también, unos van al cine y otros alcasino, la mayoría camina rápido

cuando llegan, y despacio cuando se vandespelucados. ¿Cuándo viste elcadáver? Hace como dos horas, cuandouna señora me lo señaló y llamó por uncelular a ustedes. ¿No llamaste tú? Iba ahacerlo, pero la doña se me adelantó.¿Cuánto tiempo marcaste? Cómo cree,nunca he estado preso. Mendieta sedivertía con la sonrisa franca del Bagrey le pareció que no tenía vela en eseentierro.

Ordenó a Terminator y al Camelloque detuvieran a la mujer de lacredencial y la llevaran a la jefatura.Hora y media después recibió unallamada de los agentes: estamos encamino, señor, con la sujeto a buen

resguardo.En la jefatura buscó a Ortega. Oye,

cabrón, antes de que te largues a tragarcerveza con papas fritas viendo la teleen tu casa, necesito un paro. Nochingues, pinche Zurdo, estamos muybien, si extrañas los cadáveres en laprensa no es mi pedo, aprovechemosque no están exigentes, además hoyvamos contra la selección de Honduras.No seas pinche masoquista, siempre quejuega la Selección vienes al díasiguiente echando pestes. Ahora vamos aganar tres goles a cero. Ya, ¿recuerdasel muerto de ayer? Más o menos. Hacecuatro horas se escabecharon otro enCinépolis. Pobres cabrones, no les tocó

ver el partido. No mames, qué partido niqué la chingada. Deja ver el informe ymañana te digo qué onda. Al de ayer,según su madre, se lo echó un narcoapodado el Gavilán, pásame lo quetengas de él. ¿Qué es lo que quieres,pinche Zurdo? Que busques en tu basede datos, o que pidas a uno de tusesclavos que lo haga; de LeopoldoGámez las fotos pueden servir, necesitosaber quién era realmente; oye, ¿qué vasa hacer el próximo viernes? Ir a la bodade Gris. ¿Lo sabías? Mi vieja ya mevacunó para el vestido, ¿tú no? Voy a serpadrino. Ya valimos madre, voy adecirle a mi mujer que vaya como sea.No seas pinche mamón, oye, échame una

mano con eso, luego me avisas quéonda. Qué enfadoso eres, dichosa Grisque descansará unos días de ti, y si loquieres saber: odio los pinchesarchivos, maldita la hora en que se lesocurrió pasármelos. Que gane laSelección.

Angelita lo recibió con dos recados:uno del comandante que lo esperaba ensu oficina, otro de Edith Santos. ¿Y ésaquién es? Amiga de Gris, le estáayudando en lo de su boda. ¿Sabes de laboda? Desde hace dos meses, no olvideque redacté el permiso; jefe, no se enojecon Gris, lo que pasa es que no seanimaba a decirle. Ya veo, todos sabíanmenos yo.

Briseño se hallaba de un humor deperros. A sus órdenes, jefe. ¿Cómopreparas los ravioles? Señor, nuncacocino, no se me da. Pero algo debessaber, vives solo y un hombre que vivesolo es capaz al menos de guisarse unpar de huevos. No es mi caso, además,podría ser que si entro en la cocina Germe mate, ¿le puedo ayudar en algo? Noconsigo hacer entender a mi vieja quelos que comimos hace rato no estuvierona la altura, les faltaban al menos unminuto de cocción y la salsa estabademasiado delgada, además ese rellenode calabaza no me convence. Uta, eso esgrave. No permito que te burles, cabrón,¿qué te crees? Un tarado que no sabe

freír un par de huevos no tiene derecho aopinar de nada. Perdón, jefe, no quise.Calla e infórmame, acabas de tener otrocadáver, ¿no? En Cinépolis, tenía unbolso de mujer empuñado y la dueñaestá por llegar. Debe ser un ladrón. Elotro era adivino. Silencio. El Zurdotrataba de deducir adónde quería llegarel comandante, siempre más interesadoen política y culinaria que en asuntospoliciacos. ¿Cuál es tu teoría? Pudierahaber un patrón. Lo sabía, no tienes lamenor idea; vas a investigar estos casoshasta solucionarlos, el licenciadoManlio Zurita, el nuevo delegado de laPGR en el estado, me ha felicitado y noquiero que lo eches a perder, incluso

sugirió que uno de sus expertos nosauxilie en caso necesario, ¿cómo la ves?Casi te resuelvo el caso. Gracias, jefe,no esperaba menos de usted, pero almenos lo de Gámez está fuera de micompetencia, según su madre fue víctimadel Gavilán, ese narco del que usted mepasó información tan valiosa. Escompletamente de tu competencia, teservirá como distracción mientrasregresa Gris. ¿Irá a la fiesta? A la fiestay a misa, mi mujer está más alborotadaque si fuera la madre, inclusodescubrieron que tienen una amiga encomún que sabe de organización debodas y le va a echar la mano pornuestra cuenta. Ándese paseando, me la

han hecho como al marido cornudo, yaverá esa Gris cuando regrese. Te paso elteléfono del experto, reúnete con él ytrata de aprenderle algo; y ahora, voy adejarle en claro a mi vieja lo riesgosoque es contradecir a un hombre que tienerazón. El Zurdo abandonó el despachodesencantado, su experiencia conasesores era lamentable.

En su oficina, Angelita hablaba porteléfono. Ya regresó, la voy a comunicar,a Mendieta, tapando la bocina. Jefe, laseñora Edith Santos, ¿paso la llamada asu extensión? El Zurdo la tomó allímismo: ¿dígame? Buenas tardes, señorMendieta, ¿cómo está? Bien pero qué lehace, ¿y usted? Vuelta loca, gracias por

preguntar; sé que será el padrino de Grisy me gustaría saber si tiene usted trajenegro. Qué pena: sólo tengo blancos.Entonces, si no hay inconveniente, meencantaría mostrarle algunos, ¿podríaverlo ahora? ¿En este momento?Disculpe, sé que es una hombre muyocupado, pero estoy en Liverpool y nosabe cuánto le agradecería que vinierapara que se midiera algunos modelos ennegro, la boda es en una semana y nopodemos perder tiempo. ¿Es tancomplicado? No, señor Mendieta, espara que no se vuelva complicado. Puessi no hay remedio. Perfecto, me encantala gente que coopera, lo espero en lasección de caballeros, le voy a tener

listos los modelos para que usted escojay se los pruebe, será rápido.

En la sala de interrogatorios loesperaba una mujer madura. Antes deentrar escuchó el informe de sussubordinados: dice que esta mañana lerobaron el bolso y que ella no lo mató.Que se lo crea su abuela, agregó elCamello. Esa vieja tiene una cara deasesina que no puede con ella. ¿Opusoresistencia? Sí, nos tiraba patadas yderechazos, pero su hija, que espera enla otra sala, la convenció de que viniera,que nada le podía pasar. Se nota que esde armas tomar.

Soy el detective Mendieta, ¿cómoestá? Muy asustada, en mi vida había

pisado una estación de policía, pero yono maté a nadie, aunque ganas no mefaltaron con ese desgraciado abusón queme atacó; estoy endeudada en la Coppel,esta mañana como a las once, llevaba lamensualidad cuando ese pelón mearrebató el bolso y corrió; grité peronadie acudió. ¿Dónde fue? En lasucursal de la plaza Fiesta, realmentehabía poca gente. ¿Hizo la denuncia?No, sólo le dije al policía de la Coppel;mire, soy de familia decente, mi esposofue presidente municipal pero nadie loquiere porque nunca tomó lo que no erasuyo; además, en mi vida he manejadoun arma. ¿Qué calibre le gusta para unapistola? Qué voy a saber yo de eso, le

estoy diciendo que nunca he disparado,se irritó. ¿No me entiende? No sepreocupe, le hacemos una prueba y ahíse sabe qué tantas veces le jaló. Pues deuna vez; qué tiempos, Dios mío, ahoranadie cree en la gente decente, debe unoestar demostrándolo a cada rato. ElZurdo abandonó la sala un momento,pidió a los agentes que fueran al lugardel despojo y preguntaran al policía deguardia, quizá continuara de turno.

¿Qué aspecto tenía el ladrón?Rapado, ya le dije, como de cincuentaaños, moreno; un tipo feo. ¿Es éste? Lemostró una foto del cadáver en elcelular. Le da un aire, no estoy segura,es que con el susto no lo vi bien, pero

estaba pelón; ay, detective, no me lacomplique, a mí puede acusarme demuchas cosas, pero no de asesinato.¿Como de qué? De permitir que mimarido tome más de la cuenta, fumehasta volverse ronco, irme a un cruceroy dejarlo con una de sus hermanas, deconsentir exageradamente a mis nietas.¿Por qué no denunció el robo? No seofenda, detective, pero no confío en lapolicía, sé de muchos casos en que hasalido contraproducente. ¿Es éste subolso? Otra foto. Sí, ¿me lo devolverán?Poco después llamó el Camello. Jefe, elvigilante identificó a la señora en la fotode mi celular positivamente. Buentrabajo, regresa acá, ¿cuántas veces vio

antes al salteador? En mi vida lo habíavisto, ¿cómo cree? Cuido mucho misamistades. Muy bien, puede ir a casa.Gracias, detective, jamás imaginé quehubiera un policía educado, y mire quésorpresa. Gracias, en unos días ledevolvemos el bolso, tenemos que verlas huellas diferentes a las suyas.

Recordó que tenía una cita.Lo aguardaba una mujer no muy

agraciada, de unos cuarenta años, perocon un cuerpo escultural, que sonreíacon fineza. Uta, qué suerte tienen los queno se bañan, comentó el cuerpo quereaccionó ante la visión de Edith Santosque vestía un modelo entallado. Túcálmate, pidió el Zurdo, a quien las

mujeres atractivas ponían un poconervioso. Ésta no nos concierne paranada. Ya sé que está fea, pero tiene esasnalguitas que, ay mamá, están paravolvernos locos. Que te calmes, te digo.

Señor Mendieta, qué gusto.Lo mismo digo, Edith.Igual yo, el cuerpo del Zurdo era

muy lanzado.No lo imaginé tan joven.Edgar, ese perro quiere hueso.Gracias, nunca pensé que Gris

tuviera amigas tan guapas.¿Nos tuteamos?Por mí, encantado.Vieron seis trajes. Estaba

impresionado, jamás se figuró en una

situación similar; era de los que entrabaen una tienda, buscaba la ropa negra, ledecía al vendedor su talla, cuántasprendas deseaba y jamás se preocupópor que le quedaran a la medida. Se losprobó todos y no supo elegir.

Edith, creo que dependeré de tu buengusto.

Me lo advirtió Gris: el jefe se dejaasesorar. Mira, éste es el que mejor teluce, ¿cómo lo sentiste?

Pues ése.Zurdo, llévala al Sanborns, cuando

menos, ¿viste sus tetas? Están para quenos acabe de criar, invítale una cerveza.

No estés chingando, pinche cuerpo.Es una mujer decente y no vamos a

meter la pata.Claro que no, meteremos otra cosa,

la cerveza es sólo para tantear el aire.Veré a Gris a las ocho y media y aún

es temprano, ¿tienes tiempo para uncafé?

Su voz era aterciopelada, sus labiosreveladores y el pelo hasta los hombros.

¿Ya ves, cabrón? Esta chava sabe loque quiere.

Se instalaron en un boot en Sanbornsy pidieron Tecates roja y light. Ellavivía de organizar bodas, tenía tresdivorcios y esperaba volverse a casar lomás pronto posible.

Aunque sufro horrible, creo quepenar por amor fortalece y se entiende

mejor la vida; al final no es verosímilque dos personas que se han querido sehagan tanto daño, ¿o sí? Pero pasa ycomo te digo, da fuerzas para lo quevenga.

Es como querer a los enemigos.Claro, al menos yo los aprecio.Zurdo, con esta morra tienes que ser

rápido, tírale la onda, acuérdate que yatengo rato en la banca.

Tienes bonita cara.Soy fea, lo sé, sin embargo, algo

tengo que los hombres se vuelven amirarme.

Yo te lo puedo aclarar, chiquitita.Bebían la segunda cerveza y el

cuerpo se hallaba inquieto.

¿Quieres cenar algo aquí o en otrolugar?

Me encantaría, pero debo ver a Gris,que al fin se libró de ti; mañanapreparamos todo y el domingoinstalamos una parte; ¿podrías el lunes?

Es mi día favorito.Pasa por mí a las ocho, vivo en Las

Quintas.Le dio su domicilio.Oye, deveras eres hermosa; pareces

personaje de bolero.¿De veras? Tú eres mejor de lo que

pensaba.Rumbo a casa, escuchando a The

Grass Roots: Midnight Confessions,sintió que el corazón vibraba acelerado.

El cuerpo feliz. Se oyó su celular peroni siquiera vio quién llamaba.

8

Me dicen el Duende y recién mecontrataron para eliminar a SamanthaValdés. El hombre que me conectó sabeque no fallo. La fuerza de Valdés avarios les quita el sueño y desde ahora amí también; seré parte de suscoincidencias y espero que con eso seasuficiente. Me entró un mensaje de face,dejen ver de quién. Mmm, les decía,seré una de sus coincidencias naturales.Acaba de sufrir un atentado pero sesalvó, un comando no pudo con ella.Uno de sus hombres la traicionó yseñaló el movimiento donde la

esperaron; ¿qué pasará cuando se entere,montará en cólera o se irá a la playa?Coincidencias, les digo, no se trata deotra cosa y yo estaré en una de ellaspara cerrar mi trato. Esa mujer estorba amuchos. Un detective del DF está aquí,¿qué busca?, ¿qué clase de coincidenciase está fraguando? Samantha Valdésvendrá a mis manos muy pronto, simuere en esa clínica perderé la mitad demis honorarios, si no cumplo no sé quépasará: los que ordenaron el atentadoson los mismos que ahora me pagan porsubsanar el error de que esté con vida;cambio de estrategia y soy el rey de losesquivos; voy a cumplir mi arreglo ypunto. Estoy en esta ciudad horrible

donde sólo escucho presunciones: quelas mujeres son las más bellas deMéxico, que en agricultura sonvanguardia, que tienen una orquestasinfónica de primer nivel. Necedades. Sieso fuera cierto se notara en laarquitectura de la ciudad, tuvieranmenos injerencia los bandidos queseguro invierten millonadas y lo quelogran es hacerla más grotesca. Tambiénse notara por sus librerías, en lacatedral, en la limpieza. Bueno, quizásel jardín botánico sea una joya y no creoque los narcos tengan que ver ahí. Yaestudié el círculo de Samantha y, salvodos pistoleros suicidas con cara deidiotas, no hay nada; el tipo que dirige

su seguridad es un gordo que sólo sabedisparar al igual que los sicarios que loacompañan. Será fácil cumplir micometido; ese hospital es vulnerableaunque esté tomado por el Ejército y laPGR. Lo haré rápido porque este hotel esuna vergüenza, demasiada iluminaciónpara mi gusto y hay bastante algarabía,¿será posible que no piensen en laprivacidad de los huéspedes? Es a loque se expone uno en este oficio, pero loharé bien, o dejo de llamarme elDuende.

La mañana del domingo la mano contres dedos del Tizón dio vuelta a unapágina de periódico. En un cuarto deplana se hallaba impresa la estampa de

un acribillado. Vemos su gesto desatisfacción. Al lado de los teléfonos,descansaba la misma foto, la original,encima de otras. La cabeza decía: “Caepeligroso asesino vinculado al cártel delGolfo”.

En el jardín los tulipanesresplandecían.

9

A las siete de la mañana entró en elhospital. ¿Qué putas hago aquí? Andasde chismoso, pinche Zurdo, ¿para qué tehaces? Ni que fueras el padre Jeringasque recorre los sanatorios mojandoenfermos con agua bendita que les lanzacon una hipodérmica desechable. Quizále agradezco que me ayudó a pagar laeducación de mi hijo. Sí, pero leentregaste un detenido, y no fue laprimera vez. Iba a preguntar porSamantha Valdés pero Max Garcés, quevestía una inofensiva indumentaria deafanador, se le plantó enfrente. Afuera

los soldados observaban soñolientos.Los federales igual, sólo el TrocasObregón, alto, de recia personalidad,hablaba por celular. Qué onda, Max,¿cambiaste de giro? Ahora soy unhombre sencillo, Zurdo Mendieta,viniste por ella, ¿verdad? Cómo crees,vine por un primo. Antier volvió en sí,pero tiene flojera de hablar; el médicoconsidera que, aunque no está seguro, yapasó lo peor. Entonces ya la hizo,siempre dicen eso para nocomprometerse. Es lo que deseamos.¿Pueden mear sin que los vean? Más omenitos, pero eso no nos quita el sueño,ahora lo importante es que ella la libre.¿Está detenida? Eso juran los guachos.

¿Quién es el que habla por celular? ElTrocas obregón, recién llegado deSonora. Mmm, ¿y qué onda con ella?Cuando se alivie ya veremos, por ahoralo dejamos así. Dale mis saludos, dileque en cuanto se ponga al cien la invitoal cine. Se lo diré. Pero ya que estoyaquí, quiero hacerte una pregunta. Nodas paso sin huarache, ¿verdad, cabrón?Sonrieron. Mataron un adivino, lemetieron catorce tiros en el pecho, alparecer con la misma pistola. Sé quiénes, vi su foto en El Debate, era un morromuy salido, así que si se lo chingaron sela tenía merecida. La madre cree que fueel Gavilán. Ese cabrón está bientumbado del burro y es de los que se

anima a todo. ¿Es del grupo? No, andapor la libre, trafica goma de opio, labaja de la sierra; se le respeta porque nose mete con nadie y porque no es nuestrogiro, aunque en el futuro quién sabe, losgringos están volviendo a la heroína.¿Sabes dónde lo puedo encontrar? Es uncabrón muy violento, mejor déjaselo aPineda; quizá hasta tenga tratos con él.Dos médicos pasaron conversando, lesdieron los buenos días. Así quecualquiera pudo matar al adivino. Sobraquién, hay cosas que la raza no soporta yuna es saber que les fue mal cuando lesdijeron que les iría bien. Pero qué culpatenía el pobre pendejo. Tendrías quepreguntarle al Gavilán o a quien lo haya

bajado, si es que no fue él. Oye, sivivieras en otro lado, ¿regresarías aCuliacán para que te dieran piso? Noestoy loco. Eso parece. A chambear,Zurdo Mendieta, no te queda de otra.Espero que no tengas que ver en elasunto. A mí que me esculquen, y a laseñora también; por otros, no respondo.¿Quién fue? Pronto lo sabré, paracuando ella hable de corrido o se alivie.Okey, Max, ahí nos wachamos, pórtatebien. Y si me porto mal te invito. Ya vas.

Volvió a casa. Ger barría la cochera,en cuanto lo vio se metió a calentar aguapara nescafé. El Zurdo estacionó elcarro en la calle y entró. ¿Cómoamaneció, Zurdo? Como huesito, ¿y tú?

Jodida, pero contenta, ya sabe, ¿va adesayunar? Con café es suficiente. ¿Otravez, cuántas veces quiere que le digaque usted debe alimentarsecorrectamente? De acuerdo, cocina algorápido. Nada, aquí usted desayuna comola gente, traje unos tamales de elote quese va chupar los dedos. Está bien. Porcierto, hay que pagar la luz, el agua y elteléfono, dejé los recibos en la mesa decentro y ni los peló. ¿Cuánto es? Dosmil pesos. ¡Qué! Pero eso es un robo. ¿Ya mí qué me dice? Dígaselo a losbandidos que nos gobiernan, según muydel lado del pueblo y vea cómo es purapiña. Qué bárbaro, vas a ir ahora mismoa la Profeco y les vas a decir cuántas

son cinco. Me parece perfecto, perosólo aceptan denuncias del interesado, yaquí el interesado es usted, ahora mismole voy a freír los tamales con unas rajasy unos frijolitos, se los refina y se vavolado a pelearse con los de esaProcuraduría que, según mi experiencia,sólo sirve para dos cosas: para nada ypara nada. Pinches abusones. El Zurdofue por su pistola al Jetta, la desarmó, laaceitó, la dejó sobre la mesa de centrodonde manchó los recibos. Ger le sirvió.Zurdo, no vaya a cometer unabarbaridad, aunque lo merecen no valela pena ensuciarse las manos con esassabandijas, luego se fue a trajinar por lacasa bailando Oh Denny’s de Botellita

de Jerez. Mendieta la contemplódivertido.

Antes de salir le marcó al experto dela PGR. ¿Podríamos vernos en lasoficinas de la PGR? No estoy loco.Mendieta guardó silencio. Creí quetrabajabas allí. Trabajo para ellos perono allí. Órale, ¿te parece en mi oficinaen la PM? Menos, ¿no hay un puto cafédonde nos podamos reunir?

En el Miró el Zurdo pidió unamericano y el otro una coca normal yencendió un cigarrillo. A ver si no mesale puto, pensaron los dos. Soy HéctorBelascoarán Shayne, se presentó. Era nomuy alto, no muy grueso y tuerto, demirada profunda con algo de canalla.

Edgar Mendieta, dijo el Zurdo, pero nose dieron la mano. Rudy los saludó,trajo las bebidas, dejó la carta y semarchó. Una mesera vino con laadvertencia de que el señor no podíafumar pero no le hicieron caso. En unaesquina el licenciado Záizar leía elperiódico. ¿Conocías Culiacán? No creoque haya mucho que conocerle,Belascoarán pensó en su DF querido.Órale, bueno, mi comandante dice que tujefe le ha propuesto que noscoordinemos, ¿te ha comentado algo?Nada, ¿sabes para qué? Quizá parainvestigar el asesinato de madero.Chingón, bebieron. ¿Tu jefe también eschilango? Belascoarán sonrió. Y eso

qué, terminó su coca y pidió otra. ElZurdo pensó en Gámez y en Samantha.Sería una coincidencia o una prueba decómo se organiza el gobierno. Estaspinches cocas no están mal. Mendietabebió café y puso atención a una señoraque caminaba al lado imaginando queera Edith Santos. El visitante encendióun nuevo cigarrillo. Generalmentepienso que vinimos a este mundo a valermadre, te molestas por lo que te cobrande luz o agua y no te das cuenta de que tevas pudriendo en vida. Lo mejor quepudrirse de una, ¿no te parece? Lamayor parte del día me vale madre.Callaron unos segundos. Se volvieronpara ver otra señora de pantalón

ajustado que pasó presumiendo sufelicidad. Su mesa se hallaba en la rutahacia el baño de mujeres. Sonrieronaprobando su coquetería. Con estasmujeres cualquiera se vuelve un inútil,Belascoarán bebió el resto de su coca yescanció la ceniza en la lata. Comoveinticinco por ciento de los mexicanoshemos nacido en el DF, tu coincidenciaes irrelevante, colega, en cambio yotengo una que está creciendo como lachingada: este gobierno va a ir con todocontra Samantha Valdés, y tú estásregistrado como gente de ella. Mendietaquedó pasmado. No mames, nada tengoque ver con esa mujer. Estás marcado,colega, así que ponte las pilas y déjate

de especulaciones pendejas. Es unapinche calumnia. Esa palabra no existeen la PGR. ¿Cómo es que eres su asesor?No te incumbe, y ponte trucha si no te vaa cargar la chingada. El Zurdo miró suúnico ojo y supo que no mentía; ¿en québronca se había metido? Tendría queinvestigarlo. Oye, ¿es cierto que losasesores de la PGR son putos? Nomáslos culichis.

Quedaron en verse. Cada quien sefue por su lado. Mendieta abordó sunave, encendió el estéreo donde Theassociation interpretaba Never My Love,y se fue despacio a plaza Cinépolis; erael momento de conversar con Irenedueñas, la novia del adivino. Reconoció

que esa situación lo iba a sacar delaburrimiento y que su colega, HéctorBelascoarán Shayne, era más cabrón quebonito.

De rostro fino, cuidadosamentemaquillada, pelo a los hombros conrayos y cuerpo juvenil. Lo menoscuarenta y cinco años, pensó el Zurdo,que prefería no predecir la edad de lasmujeres porque siempre se equivocaba.Lo hizo pasar a un despacho lleno decajas hasta el borde de ropa de mujer ymaniquíes por vestir: uno era notable.Equipo de cómputo sobre el escritoriode cristal, más dos celulares de últimageneración. Lo enterramos el sábado,expresó y se limpió los ojos húmedos.

Es horrible, señor Mendieta, imposiblede creer, un hombre tan lleno deproyectos. Perder un ser querido sacacosas de nosotros, señora dueñas, yquizá nos indispone, sin embargo, debohacerle algunas preguntas, unas cuantas,de rutina. Nada ni nadie lo va a revivir,señor, y eso es lo peor de todo. Sí, perotenemos que poner al culpable tras lasrejas, ¿externó alguna preocupaciónespecial o le contó que le temiera aalguien? Nunca, era un hombre valiente,conocía los peligros en que lo ponía suoficio. ¿Usted lo consultó alguna vez?Cuando lo conocí, después me decíacosas sin que le preguntara, era muyacertado. Tuvo un ataque de llanto. El

detective esperó a que se calmara,observó el lugar, el maniquí que lellamó la atención. ¿Mencionó algúnenemigo en especial? Un tal Wence lotraía preocupado, creo que es un narco,al parecer no le gustó lo que le adivinó ylo amenazó. ¿Alguien más? No recuerdo,quizás ése era el único. Mendieta centrósu interés en el maniquí que exhibíanalgas paradas y redondas. Ella sonríoligeramente. A él también le gustaba, erasu favorito; está aquí porque la ropa queexhibimos con él se vende de inmediato.¿Leopoldo era consultado por mujeres?Más de las que podía atender, perodesde que entré en su vida no tuvo másinterés por ellas que el profesional. Con

una belleza como usted no creo que sefijara en nadie. Me alegra que ademásde policía sea un hombre sensible. Estásbien buena, mamá, así cualquiera,manifestó el cuerpo que era unobservador acucioso. ¿Cuánto ganabaGámez al mes? Nunca me dijo, perosuficiente para no preocuparse por eldinero; a propósito, él hacía un donativoimportante al zoológico de la ciudadpara la alimentación de los animales,consideraba que nunca tendríansuficiente, que muy pocas personas seinteresaban por ayudar; desde luego,seguiré su ejemplo. ¿Por qué no teníaconsultorio? Decía que era más efectivosu trabajo en la intimidad de los que lo

buscaban; a mí me atendió en, lloró denuevo, se limpió las lágrimas con unklínex. En el ecológico, caminando; perole gustaban los cafés y los restaurantes.Silencio. ¿Le contó si alguna vez loconsultó Samantha Valdés? Tenían citala próxima semana. ¿Era la primera vez?Sí, y estaba muy emocionado, hayciertas clientas de mi negocio que medan credibilidad, en el caso de unadivino pasaba exactamente lo mismo.¿Conoce a la madre de Leopoldo?Claro. Ella piensa que fue víctima delGavilán. Se tardó un segundo enresponder. No sé, al único que meconfesó que le temía era al Wence; creoque era amigo del Gavilán desde niño.

¿El Gavilán vive en la ciudad? Loignoro, incluso no lo conocí. Señoradueñas, disculpe las molestias, le deseouna pronta recuperación. Atrape alculpable, señor Mendieta, la sociedadse lo va a agradecer. Se lo prometo, ¿eraantigua su relación? Los seis meses másfelices de mi vida. ¿E iban confrecuencia al ecológico? No, sólo esavez.

Marcó de nuevo a Pineda. Zurdo malhecho, qué milagro. La ironía del jefe denarcóticos le caía como patada de mula.¿Tienes un minuto? Los que quieras.¿Qué onda con Leopoldo Gámez? Eraadivino, muy relacionado con narcos yestafadores. También con las chicas del

talón. ¿Por qué te encargaron el caso?Está más cerca de narcóticos que deHomicidios. Así de cabrón soy. No medigas; pues te aviso, voy a hablar con elcomandante para que nos lo pase,nosotros no aceptamos extraños. Pues tela vas a pelar, estoy investigando el casoy está lleno de narcos, hasta pudieraresultar involucrado un comandante yconseguiré que se aclare. Estás jodido,Zurdo, te quiero lejos de eso, y más tevale respetar mi jerarquía. Yo noreconozco más jerarquía que la de mishuevos. Chingada madre, colgóevidentemente enrabiado. El Zurdosonrió sardónico.

Por la noche llevó a Edith al

Apostolis del club Chapultepec, unrestaurante de menú breve, con vistasapaciguadoras, que ella eligió. Tocabanmúsica suave, la cerveza estaba fría y lacarta de vinos, tentadora. Les sirvierontequila y whisky como aperitivos. Elcuerpo al acecho.

Este lugar es de mis favoritos.Olía a mujer, algo de Yves Saint

Laurent, quizá Manifesto.No lo conocía.Ya me dijo Gris que no salen del

Quijote, me encantaría que me llevarasun día.

Te llevaremos, mi amor, pero antestienes que hacer méritos.

Dijeron salud. El Zurdo se hallaba

desconcertado, ¿qué onda?, ¿se tratabade empezar otra vez? Qué hueva, luegose me viene el mundo encima. No quisocomplicarse, dejó todo en manos delcuerpo que se regocijó y no esperó parainiciar el contacto por debajo de lamesa. Estaban frente a frente. Sin razónaparente Mendieta se pasó a la silla deal lado.

Para estar más juntos.¿Estás ansioso? Gris nunca comentó

que fueras así.Perdón, ¿quieres que regrese a la

otra silla?Me gustan los hombres decididos,

los que no reconocen el abismo hastaque están cayendo; pero sugiero que si

vamos a tener acción, antes cenemostranquilos, como si no fuera a pasarnada, ¿te parece?

Pinche vieja, seguro iba para monja.Discúlpame, a veces doy cada

traspié.Luego conminó al cuerpo: ¿Ves, hijo

de la chingada? Ya me hiciste quedar enridículo, todo por tu pinche calentura.No le hagas caso, Zurdo, te estátanteando, te apuesto a que es bienjariosa. Pues deja que lleve la fiesta enpaz, nada de impertinencias. No meofendas, pinche cabrón, si te ponespicudo te dejo unos días sin cagar paraque sepas lo que es amar a dios en tierrade indios. Mendieta sabía lo grave de

esa amenaza y se calmó. Está bien, perodeja que yo me encargue.

¿Cómo es que no te has casado?Por tonto.No creas que no me lo pregunto;

quizá para no divorciarme.No me digas.Es que se cayó de la cama cuando

era chiquito.Bueno, un día tuve la esperanza pero

ella salió huyendo y jamás la volví aver.

No me lo explico, tienes muy bonitomodo; qué se me hace que te lo estásinventando.

Quítate los calzoncitos y verás cómote dice la verdad. Ya, por favor, pinche

cuerpo.Al principio me hubiera gustado

inventarlo, ahora me da igual;simplemente no se hizo y ya.

Oye, te pasó como en la película deJulia Roberts y Richard Gere.

Runaway Bride, la vi en la tele hacecomo un mes.

Cenaron con apetito, ella pescadocalabrese con aroma a albahaca y limón,él filete de res al burro negro,sugerencias de Ileana, la propietaria, yfue César, su esposo, quien les propusoun exquisito vino mexicano; luego unsolo postre para no engordar; en el caféella preguntó:

¿En tu casa o en la mía?

Ay, papá, retiro lo dicho, es la chicamás inteligente que hemos conocido.

Mendieta sonrió, ella le dio un besosuave para que se animara.

En el Jetta escucharon a Cher conRod Steward: Bewitched, Bothered &Bewildered, Edith siguió al dueto conbuena voz: After one whole quart ofbrandy. Ándese paseando, exclamó elcuerpo alborozado. Si ahora cantaimagínate lo que hará mañana.

Su departamento, ubicado cerca delmalecón Niños Héroes, despedía unsuave aroma a doradas manzanas delsol, alumbraba una lámpara de pantallaen una esquina, paredes vacías conhuellas de cuadros descolgados y el

Zurdo no vio más, sólo su bocaentreabierta y el noema voz besina. Yluego sombras verdes y todo fuehidromuria, salvaje ambonio, sustaloexasperante; las arnillas se espejunaban,se iban apeltronando, reduplimiendo, enun volcán transpatiado de besosparizantes; y era la esterfurosaconvulcante de las mátricas, lajadehollante embocapluvia del orgumio,el vortichelo de manicias que losatrapaba, yustapostaba y paramovía.Aahh. Sofá de piel oscura. Pronto ellanavegaba en la cresta del murelio, setordulaba los hurgalios y sembrabacafiastes alazanes comprimiendo congozo el panecibrio. Aahh. Profundo

pínice. Aggg. Ordopenada cerraba losojos y volvía a volcarse, aahh, aahh,hasta que, aggg, su cara se empapaba yera brasa, rosa negra, plumaire. Cuatroveces. Luego se afereció y fue el varónasombrado enterándose de tres de sussecretos y de los cuatrocientos milnombres del placer. Aggg.

Así estuvieron dieciocho minutoshasta que el Zurdo se perdió a sí mismoy reconoció que el femenino es el únicoreinado que no tendrá fin. Quedaronquietos, perlinos y márulos, hasta sufrirlas estrecheces del sofá donde apenascabían dos personas sentadas.

Esto es lo que salva a lacivilización. No digan que no.

10

Sentado en la banqueta, el Piojo Dautesperó al Zurdo frente a su casa. Fumó,mascó chicle y recordó la vida en la ColPop. Todos los sábados hacían fiesta enalguna casa pero él nunca se atrevió abailar. No era que no simpatizara conlas chicas, ocurría que se trababa y nohabía poder humano que lo ayudara asuperar ese escollo. El estéreo tocabauna de los Bee Gees o de DaveMacLean, una especial para pegar elcuerpo y el cachete y él se quedaba enuna esquina, observando, dominado poraquel temblor en las sienes que lo

arrinconaba. Pocos años después,cuando era un jefecillo al servicio delcártel de Tierra Blanca, jamás encontrójustificación para esos momentos, sobretodo cuando se convirtió en un tipo fríoy avezado: de los que siempresobrevivían. Esa frialdad fue clavecuando tuvo que adelantarle la hora alCacarizo Long, que se habíaaprovechado de su hermana Blanca, queahora vivía feliz en Anaheim y distribuíaparte de su producción de tortillas. ALong le gustaba cenar en el restauranteOriental; allí lo encontró una noche muydueño de sí mismo, confiado en el pesode su nombre, y le metió seis tiros en elpecho. La mujer que lo acompañaba alzó

las manos y bajó los ojos indicando queno era de su incumbencia y él la respetó.Qué tiempos aquellos. La ciudadtambién había cambiado, sobre todo lasreglas de convivencia: ahora era máspeligrosa e inesperada. Recordó queMendieta tampoco era afortunado enesos lances; una sola vez lo vio bailarcon una de las hijas de doña María unarola llamada Je t’aime moi non plus y elbato parecía estatua asustada. Era unmisterio ese pinche Zurdo, y mira nomásen lo que vino a parar; aunque ya vi queestá bien relacionado, que lo respetan losuficiente y puede vivir como le dé lagana. Cuando eran jóvenes, supo que eldetective sobrevivió de milagro a un

atentado, que su carro había volado porlos cielos y que le decían el Gato; ahorano trataría ese tema con él; los tropiezossólo tiene derecho a recordarlos el quelos sufrió, pues sí, ni modo que qué. Loesperaba porque se la iba a jugar yquería avisarle. Total, para que despuésno le viniera el remordimiento porandarlo azuzando; bueno, algo le habíadicho el adivino muerto. También teníaantojo de unos tacos. Pinche Meño.

Se retiró justo cuando el Zurdoadvertía las dimensiones del sofá.

11

El mismo lunes temprano, una sesentonase presentó a reclamar el cuerpo deOctavio Machado Torres: así se llamabael muerto de Cinépolis. Había visto sufoto en el periódico y fue por él. A todaslas preguntas respondió no sé y leentregaron el cadáver. Aceptó que era suhijo, que no sabía de él y que nunca tuvoun oficio estable. Desconocía susamistades, era soltero y tampoco estabaenterada de que fuera ladrón. Mendietainterrogó a una mujer de mirada glaucaque no lloraba ni alteraba la voz;pensaba que si hubiera sido delincuente

le habría gustado una madre así: fría ydefinitiva. Tenía un año sin verlo,expresó. Ahora lo quiero enterrar. ElZurdo, que no esperaba atrapar alculpable, le facilitó los trámites y en unpar de horas la señora dispuso delcuerpo. Debe haber sido otro malandrínque no le pudo arrebatar el bolso.

El martes Mendieta se presentó en lajefatura a la hora de costumbre. Preguntópor el comandante, su secretaria leinformó que llegaría hasta las once.Buscó a Ortega pero andaba con Pinedaen el caso de tres acribillados en SanPedro, a quince kilómetros de Culiacán.En su oficina, Angelita hablaba con Grispor teléfono. Se la comunicó. ¿Cómo

está, jefe? Bien, pero qué le hace, ¿se teofrece algo? Llamaron de liverpool, quepuede pasar por su traje. ¿Te dijeron ati? No, a Edith, pero sigue con losarreglos del salón de fiestas y olvidó sucelular; está encantada con usted, ¿quéle regaló o qué? Es una chica muyagradable. Es especial, sólo tiene undefecto, ¿ya me relevaron? Ya, nos llegóuna joven de la academia que fue reinadel carnaval de Guamúchil. No me diga,Angelita me decía que no. Para nopreocuparte y tiene razón, sólo debespensar en la boda, ¿cómo está el Rodo?Me tiene sorprendida, anda másnervioso que yo, ¿y cómo va nuestrocaso? Promete un buen, Pineda lo quiere

y ya casi consigo que se lo asignen. Jefe,no se meta mucho, no vayamos a salirraspados, y cuide mi puesto, no seamalo. ¿Te parece que ponga a la nueva alimpiar baños? Suena perfecto; bueno,hasta pronto; es padrino el viernes, no loolvide. No pasará, Nos vemos. Click.Angelita, si no me recuerda que soypadrino en esa boda, habrá una jubiladaprematura en esta oficina.

Empezaba a recordar la dulzura deEdith cuando le pasaron una llamada.Era Belascoarán. ¿Qué hay? Poca cosa,colega, voy a retachar al DF, aquí ya nohago falta, si se te ofrece algo, sabrásdar conmigo. ¿Entre veintiséis millonesde habitantes? Estás cabrón. Si

encontraron el tesoro de Cuauhtémoc,¿por qué no habrías de hallarme? Estoyen el directorio telefónico. Qué, ¿no tegustaron las cocas de acá? Está muypinche el agua con que las hacen, mejorregreso a mi covacha. Órale, ¿algunasugerencia para preparar mejor losravioles que le pueda servir a mi jefe?Que le pregunte a Zurita; lo que sí, quizáse enturbie un poco tu vida, colega,cuídate de un güey al que le dicen elTizón. ¿Quién? Un cabrón que te va abuscar o te va mandar alguien para quete quiebre, esto es más factible. ¿Porqué? Ya te dije, te consideran cercano aValdés, pero te vas a divertir, te loaseguro. Cosa fácil, querrás decir. Como

en algunas vidas, no habrá final feliz.Órale, seré un desvanecido difunto. Yluego un amoroso fantasma, click.

Estamos menstruando o qué, escierto que nada nos está saliendomaravillosamente pero no es para tanto;¿por qué se marcha Belascoarán?,¿quién es el Tizón?, ¿a quién va amandar?, ¿por qué mi jefe tiene tantointerés en el delegado de la PGR? Talvez el cabrón regresó a morir a su tierracomo el Piojo; eso quiere decir que noes verdad que para morir cualquier lugares bueno, preguntemos a los elefantes.Pinches elefantes, ¿no? Están bientumbados del burro. La madre demachado no quiso demandar, dijo que su

hijo ya estaba juzgado por Dios; pues sí,viéndola así todos estamos juzgados porDios y no tenemos salvación porque elbato ve todo; algo así dijo Záizar, elamigo del Rudy, aunque se refería a otroDios. Angelita apareció en la puerta.Jefe, lo llama el comandante. Antes de irtelefoneó a sus agentes: Termi, tú queeres el más flaco, ponte algo deportivo yclávate en el parque ecológico, necesitoque estés allí hasta que se haga denoche, registra todo lo que veas y oigas,pásame al Camello; Camello, vas aarranarte en el estacionamiento deCinépolis, a ver si de los tahúres salealgo, no faltará quien te dé informaciónpor una lana para seguir apostando,

sobre todo las señoras; acércate alencargado y sopéalo, algo más debesaber. Cualquier cosa me llaman.

¿Cómo va el caso de los muertos?Hasta este momento no hay nada, salvoque Gámez está enterrado y el otro ya loentregamos a la madre. No me digas.Incluso el experto de la ciudad deMéxico se regresa, parece que no leemociona la ciudad. ¿Me buscaste? ¿Searregló lo de los ravioles? Qué se va aarreglar, mi mujer es sorda y ciegacuando debería ser muda, sin embargoayer cocinó un bistek ranchero que notiene madre, ¿y tú? Por cierto, cuidadocon Edith Santos, es una devoradora, seha divorciado tres veces y no sólo ha

dejado a los maridos en la ruina, sinoque están flacos y ojerosos de lo que laextrañan. ¿Qué más sabe? Sólo eso, esamiga de mi mujer y le comentó que erasun hombre fascinante, por eso laadvertencia; Edgar, hay muchas viejas, yaunque no sepan cocinar te aseguro quevalen la pena; por cierto, nos enviarán aalguien de la academia para que releve aGris y se vaya entrenando. Si se lo dicecapaz que no se casa, me acaba depreguntar sobre eso. Lo sé, no tepreocupes; la próxima semana latendremos aquí. Interrogué a la señoraDueñas de la tienda But Ik, y dijo queGámez le temía al Wence. Créele, esemaldito pistolero es un animal; búscalo

y no te descuides, ni Pineda ha podidocon él. Abandonó la oficinadesconcertado.

Angelita le informó que lo buscabaOrtega. En su despacho. ¿Dónde temetes, pinche Zurdo? ¿Amaneciste demalas? Viagra, cabrón, el viagra es lasolución para la gente de tu edad, nohagas caso a los que te digan queprovoca infartos y estreñimiento, es puraantipropaganda. Cállate, pinche Zurdo,tú qué sabes, coges una vez al año y tedejan bien jodido; sin embargo, enocasiones pienso que debes vivir depoca madre sin esas obligacionespendejas que impone el matrimonio. Yoal revés, pienso que ustedes viven mejor

con su familia, cogiendo a diario ycomiendo caliente. Bueno, tiene lo suyo,pero a veces te pones de caguengue porcualquier pendejada. No me asustes.Tienes tu hijo, todo es que consideresdisfrutarlo; por cierto, no ha vuelto,¿verdad? Está en la universidad. Noimporta, dile que en vacaciones se dejevenir. Lo haré; oye, ¿qué onda con loque te encargué? Para eso te busqué,tenemos poco sobre el Gavilán, comoque no está quemado y nunca hamarcado. No seas puto, no puede ser,todo mundo sabe de él menos nosotros,ah, por cierto, ¿quién ganó? Nopreguntes pendejadas, pinche Zurdo,estamos en el trabajo. Sonrisa irónica.

Con voz suave Mendieta expresó: elúnico que parece no tener broncas esMontaño. ¿En qué pinta el doc en esto?En asuntos de mujeres nunca se queja.Pues cómo, se la pasa arriba delguayabo. Se echa una diaria eldesgraciado. Es un cabrón con suerte,con dinero y con influencias, ¿quieresmás? Voy a escarbar, cabrón, aunquepienso que estás más loco que la cabraque descubrió el café. Gracias. Te buscoal rato, voy a ver qué encuentro, pero notenemos gran cosa, ya te dije. Gámez eraadivino, tenía broncas con el Gavilán,según su madre, y con el Wence, segúnsu novia. Del Wence tenemos todo. Puesórale, quizás al lado esté el Gavilán. En

cuanto sepa Pineda se va a encabronar.Ya sabe el puto. ¿Y? Pues que brinque.Extrañas a Gris, ¿verdad, cabrón? Paqué te digo que no si sí.

Esa tarde visitó el estacionamientode Cinépolis. El Camello dormíaplácidamente en su carro. La genteentraba en el casino con cierta ansiedado en el cine como si nada. Quizá ni seenteraron de lo que allí había ocurrido.Mendieta se recargó en el Jetta y caviló.¿Por qué matar a un ladrón de bolsos ydejar el bolso?, ¿quién usa calibreveintidós en estos tiempos? El tipo eraun malviviente que encontró a otromalviviente y pelearon por el bolso. No,no fue eso, hubo un tiro y el encargado

no lo oyó, ¿será posible? Tal vez vio elpleito. Carecía de elementos parareflexionar. Y tenía esa madre de miradaglacial; debe haber sido tremendo.Abrió la portezuela y sacó al Camellodel carro. Eh, quién, jefe jefe, y lo lanzóal piso. Ponte a vigilar, cabrón, si noquieres un mes en la bartola, además dela semana que tienes bien ganada.Perdón, jefe, perdón, es que. Ve allá ydéjate de tarugadas, cabrón güevón.

Encontró a Terminator enfundado enun pants azul y una playera roja quedecía Aeropostale en el frente.Conversaba con una muchacha espigadamuy cerca del lugar de los hechos. Ellase despidió cuando el Zurdo se hallaba a

unos metros. ¿Alguna novedad? DeLeopoldo Gámez, nada, pero encontré aQueta Basilio, una compañera de lasecundaria que es atleta, que vio elcuerpo tirado, pero nada más. ¿Puedohablar con ella? Se acaba de ir. ¿Es laque hace ejercicio al lado del vivero?La misma. Ve allá, dile que quierosaludarla y la entretienes mientras llego.¿Va a correr? Sí, pero en otra vida,apúrale, no nos vaya a dejar.

Qué emoción, nunca había habladocon dos policías el mismo día, ¿ustedtambién es comandante? No soy tanvaliente como el señor, que por ciertome comentó que usted andaba por aquícuando mataron a un individuo en esa

zona, ¿dónde se encontraba cuando viocaer el cuerpo? No lo vi caer, lodescubrí tumbado, creí que se habíatropezado pero me di cuenta de queestaba lleno de sangre y desmadejado.¿Para dónde corrió el asesino? Soyenfermera, con toda esa sangre en elpecho no podía estar vivo, y no vi correra nadie. Se veía ágil y fuerte. ¿Qué hizo?Me fui, nadie desea que la relacionencon un muerto, en ningún sentido. No secrea, la policía es cada vez másrespetuosa, ¿cuántas personas seacercaron a ver el cadáver? Ninguna,todo mundo pasaba de largo y despuéstodos le sacaban la vuelta. Pero avisó ala policía. No me tocó ese paso. ¿Vio la

foto en el periódico? Sí, pobre hombre,y tan joven. ¿Lo había visto antes? Eraadivino. No, cómo cree. Digo, corriendoen la pista, conversando con una señoraguapa. Si lo vi no lo recuerdo, andamostantos aquí. Bueno, déjele su teléfono alcomandante por si algún día necesitamosalgo de usted. Ya se lo di, Terminatorsonrió, el Zurdo se retiró entre la genteque se ejercitaba.

En el Jetta, escuchando I’ll NeverFind Another You, con The Seekers,pensaba en Edith, ¿la busco, no labusco? Qué cosa es conocer a alguien,hace unos días no la hacía en el mundo yahora está aquí influyendo en lo quepodría suceder en las siguientes horas, y

ni siquiera es bonita. Con la idea decontrolar la tentación apagó el celular yse fue a casa, comió un poco de lo queGer le dejó, refrescó su garganta contres whiskies, empezó a leer Una dedos, de Daniel Sada, y se quedódormido.

En ese momento, en el Lucerna, elDuende levantaba el teléfono que teníados minutos sonando.

12

Maté a un indeseable en unestacionamiento, ¿quieren saber porqué? Se los contaré, pero no se lo digana nadie, y menos a ese policía carapodrida que llegó a investigar, según élmuy propio, muy capacitado; un idiota,nunca escudriñó los alrededores desdedonde yo observaba sentado en elestribo de una Cheyenne. Fue unacoincidencia. Me ofrecieron el caso deSamantha Valdés, ya lo saben. Trabajabaen eso: quién era su gente, su poder real,su sistema de vida, a qué hora salía alpan; comprobé una lista de

colaboradores que me proporcionaronen el DF. Ya me habían depositado elanticipo, así que debía actuar rápido. Nopuedo estar quieto, soy hiperactivo y haydías que debo acabar con alguien nomáspara mantener la mano caliente. Megusta el cine y fui a Cinépolis. Lacoincidencia. Ustedes quieren saberquién me llamó, ¿cierto? Quién la quierebajo tierra, pero no se los diré; no lo séy si lo supiera tampoco lo soltaría; untipo bastante mal encarado, unintermediario al que sólo he visto unavez en mi vida, me contactó y aquí metienen, sombra de la víctima. Me internéen ese estacionamiento en busca dealgún afortunado a quien quitar de este

mundo. Una vieja flaca peleaba con unpelón por un bolso. Qué patético. Uncuadro inesperado. Le disparé a él sinpensarlo. Ella huyó cuando escuchó eldisparo y lo vio caer. Una veintidósrompe el esquema. Nadie pensaría en ungatillero profesional eliminando gentuzacon ese calibre. Quizá debí darle a laflaca también, pero con él fue suficiente:un día el mundo será gobernado por lasmujeres y son tan especiales que lecobrarían a los nietos de mistataranietos. Soy el duende, y un duendese aparece en cualquier sitio y acualquier hora. Por face me hanseñalado que es el momento de ir porSamantha Valdés, que no espere más y

me alegro. No soporto otro día en estahorrible ciudad. Tal vez despache aalguien de sus confianzas: ya veré; o aese policía que ha vivido seguramentede más.

13

Samantha Valdés se hallaba lúcida. Loscuidados del médico y su fuerteconstitución física se confabulaban en surápida recuperación. El doctor Jiménezse sentía satisfecho, sin embargo, lepreocupaba la cada vez más nutridapresencia del Ejército y de la PolicíaFederal que mantenían nervioso alpersonal y a los pacientes, incluida lacapisa del cártel del Pacífico, enteradaya de su destino en cuanto la dieran dealta. Los militares se metían incluso alquirófano sin importarles que allí seestuviera trabajando. Otra

inconveniencia era que losguardaespaldas de la mujer tambiénhabían invadido el espacio, los dos delprincipio se habían multiplicado y conellos la tensión.

Esa mañana, Max hizo de suconocimiento una noticia que no llegaríaa los medios: Frank Monge estabadetenido y según la Hiena Wong habíapactado con el gobierno; incluso,aseguró que el plan era la detención deValdés a toda costa y que, llegado elmomento, el tijuanense declararía comotestigo protegido. Más claro ni el agua:unos la querían muerta y otros tras lasrejas. Samantha se volvió a la ventana ypermaneció en silencio. Si bien no

confiaba completamente en Monge, nose lo esperaba; entonces comprendió porqué su padre no se movía de su mansiónen Lomas de San Miguel y todo loarreglaba por teléfono o los obligaba avisitarlo. Entendió que había conductasque no le convenía modificar pero quedebía esperar. Como dicen, la venganzaes un plato que se come frío. La nocheanterior, Jiménez le comunicó que seencontraba detenida y que no estabasola. Esbozó una mueca que parecíasonrisa pero no hizo comentarios. Eneste momento percibió el plan parahundirla; aunque el perpetrador delatentado en que casi pierde la vidaestaba muerto, según sus agentes, no le

parecía normal; un militar en activo noes acribillado en la calle y le tomanfotos desplomándose; a menos que a susjefes les convenga y quieran matar dospájaros de un tiro. Qué cabrones, esemensaje no es sólo para mí, ¿quiénesson?, ¿con quién piensan sustituirme?Pronto lo sabré; se la van a pelar, se losjuro por malverde, san Judas Tadeo y lavirgen de Guadalupe, que no se rajan.Sus hombres se hallaban dispuestos amorir antes de que se entregase pero éseera otro cantar. De momento tenía dosopciones; una: permanecer en suhabitación hasta que le fuera posibleescabullirse; dos: escaparse deinmediato, la que a pesar de su estado

crítico era la que más la seducía. Dejóque Silvia le tomara la presión ensilencio.

Entonces Monge no salió en la tele.Ni en los periódicos, señora. ¿Hallamado su mujer? A mí no. ¿Cómo lotomó cuando le dijiste lo de la reunión?Dijo que era peligroso, que antesmandara gente de confianza.Desgraciado, hay que ver quién estádetrás del capitán Oropeza queacribillaron en el DF; que no me vengancon que es el presidente, que al parecerel único asesor que le funciona es el deimagen, debe tener el mejor maquillistadel mundo; hay que estar seguros de aquién le vamos a dar en su madre, no

quiero que se generalice y amanezcanmuertos por todas partes, esos cabronesno se van a olvidar de que este paístambién es mío y de que si ellos quierenmás muertos, yo no. Entendido, señora.Pensó un minuto. Por lo pronto, todomundo quieto, como si no hubierapasado nada; además de huevosdebemos tener cabeza; al menosmientras salgo de aquí; pero quenuestros agentes desquiten el sueldo,quiero saber cómo se mueven los queme quieren aplastar.

Entró Carmen, la enfermera derelevo. Buenos días, señora, se vemucho mejor que ayer, la felicito.Gracias, mijita; checó los niveles, puso

un líquido amarillo en el suero yabandonó la habitación. ¿Estas chicasson confiables? El doctor dice que sí;llegó minerva, le brillaban los ojos,había dormido cuatro horas y se sentíacomo nueva. Max salió. Dice el doctorJiménez que volviste a nacer pero quedebes echarle ganas, que sigue lo másdifícil. Lo haré, mamá, me esforzaré losuficiente, ya lo verás, ¿cómo está miniño? Bien, le dijimos anoche, primeroquería venir a verte pero al saber quesólo era un chequeo de rutina consintióen seguir en la escuela. Es unhombrecito. Se parece tanto a su abuelo;hija, sería bueno que comiéramos algo,mira lo que traje. Aunque no tengo

apetito, comeré, pero no eso, mamá, eldoctor indicó sólo líquidos. Quélástima, tendré que comerme este omeletde granos de elote triturados con quesode cabra, sola y mi alma. No me tientes,bien sabes que me hace daño. Esverdad, perdón; por cierto, comentó elDiablo que el otro día vino el policía apreguntar por tu salud. ¿Qué policía? Elque te echó la mano una vez. Ah, algome dijo Max pero no le entendí. Quizásea un buen hombre. No estoy segura, nohay policía que no sea un hijo de lachingada, y ése tiene su historia. Bueno,quizá deberías darle el beneficio de laduda; Pineda nunca me ha gustado, comodecía tu padre: es un pillo de siete

suelas. Entró otra enfermera. Señora,¿cómo amaneció? Con ganas de quemejor me hubiera muerto, hizo un gestode dolor. Ánimo, recalcó la joven. Nadade eso, todo saldrá bien, está usted enmanos de uno de los mejores cirujanos,no sólo del país sino del mundo;sigamos sus instrucciones al pie de laletra y ya verá cómo pronto se recuperatotalmente. Por mí no quedará. Laenfermera salió, ella meditó sobre elautor intelectual del atentado. No puedeser mañoso, eran demasiados en elpuente, y un militar ahí, al mando; ¿seráposible que me tengan tanta tirria? Biendicen que la ambición ciega; Si Mongese entregó y ejecutaron a Oropeza quiere

decir que la orden de matarme viene dearriba, ¿qué tan arriba? Ya loaveriguaré, y no se la van a acabar esoscabrones; ay, tengo que recuperarme acomo dé lugar.

Afuera, se daba el cambio deguardia.

14

El miércoles por la noche, en la oficinade Ortega, un chico de pelo largo al queapodaban Stevejobs, mostró a Mendietasus hallazgos: Leopoldo Gámez eraenfermero y adivino, no teníavinculación directa con los narcos, quizácuidó algún capo malherido o a susparientes en el Virgen Purísima, dondetrabajaba de noche, pero nada más.Estaba limpio. Octavio Machado Torresera ladronzuelo de poca monta, tiempoatrás había purgado dos años enAguaruto pero como ocurre siempre: noescarmentó. El Gavilán traficaba

heroína, era de bajo perfil eindependiente; vivía en la coloniaLibertad y era temperamental y rijoso.Siendo muy joven, empezó con elCacarizo Long, un narco muerto hacíadiecisiete años. Nunca había estadopreso. El Wence es mandadero en elcártel del Pacífico, vive en LomasSoleadas y como gatillero es uno de losmás letales. Tan peligroso que ni Pinedase mete con él, nunca ha estado preso.Una pinche ficha.

Stevejobs dio la información y seretiró.

¿Cómo la ves? Te dije que noteníamos mayor cosa. Porque erespendejo. Qué, ¿no te sirvió? Claro que

sí, no sabía que Gámez fue enfermero enel Virgen Purísima. Entonces cállate elhocico, ¿crees que sólo trabajamos parati? Pues claro, no se te olvide que yofirmo los cheques de tus quincenas.Chinga a tu madre, pinche Zurdo. Noexageres, pinche Ortega, qué culpa tengoyo de que la Selección pierda; sóloquiero ver cómo corre el agua. Deja dechingar y dedícate a lo tuyo. Mendietasonrió afirmando pero no dijo más. Yoque tú se lo pasaba a Pineda. Elcomandante no quiere, no entiendo porqué. Porque no le tiene fe y piensa que silo haces tú esto puede relacionarlo biencon el nuevo delegado de la PGR; al jefele gusta la grilla, pero cuida su puesto.

Entonces no te sorprenda sipróximamente lo vemos de procurador.Y tú como su secretario particular.Chale.

Ortega le encargó que apagara elequipo y se largó.

Encontró que en el informe deGámez no aparecían el padre ni elhermano, ¿en la PGR sabrán algo? SegúnBelascoarán, les vale madre. Quizás elcomandante no quiere que se resuelva ytampoco quiere hacer ruido. Era culichiy lo demás coincidía con la declaracióndel hermano.

Buscaré primero al Gavilán.¿Vale la pena que me preocupe por

estos muertos? No creo, a lo mejor los

enterraron juntos para que platiquen.Quizá debería esperar un poco; Pinedahablará con el comandante y le dará elcaso; ¿para qué veo al Gavilán? Yo conlos narcos, ni a las canicas, son biencabrones, nomás te ven, te quierencomprar y si no aceptas te matan; yahora hasta ese Tizón me está buscando,según el chilango. ¿Qué onda conSamantha? Dicen que la esperaron en elpuente frente a Jardines del Humaya, queera un comando muy bien pertrechado yque de chingadera se salvó. Apuesto aque la Hiena Wong ya le dice la Gata.

Le marcó a Jason pero no respondió.Luego a Enrique y tampoco. Par decabrones, a lo mejor se fueron a comer

con el gobernador de California y estánbrindando por la paz del mundo.

Como Angelita no se encontraba enla oficina descolgó el teléfono, que noparaba de sonar. Mendieta; escuchó unlargo beso tronado. ¿Quién es?Colgaron. ¿Qué onda? Sé que repartenabrazos pero, ¿besos? Mmmm, ¿seráEdith? Adoro lo que venga de su boca.

Fue fácil encontrar la casa deRodrigo Méndez, más conocido como elGavilán. Le abrió un sicario joven queparsimoniosamente fue a consultar sipodían atenderlo. Lo hizo esperar doceminutos para decirle que su jefe no loiba a recibir porque no le daba la gana.El Zurdo, que andaba de malas, le puso

la Walther en la frente. Llévame con él yno te apendejes, cabrón. El mozalbete nose inmutó y caminó hacia la casa.Cruzaron un jardín apenas cuidado. ElGavilán veía una película de PedroInfante. Eh, qué pedo, pinche poli, sueltaal morro o te quiebro. El Zurdoprocedió. No dudo de que aquí hayahuevos, Gavilán, pero en la PM también,y vengo a que me saques de una duda.¿Y no puedes esperar a que se acabe lapinche peli? Es Pedro Infante, cabrón,no es cualquier pendejo. Era una salacafé. No tengo tu pinche tiempo, conpaisajes en las paredes. Ya sé qué mequieres preguntar, aunque últimamenteme caía bien gordo el Polo, no lo

hubiera matado. No vine a preguntarteeso, ¿crees que el Wence se lo chingó?A ese cabrón le sobran huevos para loque sea y está muy bien respaldado;pero igual no, el pinche Polo andabamuy alzado, hasta le bajó un culito alWence. ¿Se puede saber quién? No seaschismoso, pinche poli. Sonrieron. Lemetieron catorce balazos en el pecho.¿Tan poquitos? Yo le hubiera sorrajadoel doble al hijo de la chingada, era bienculero, te doraba la píldora machín ydespués resultaba puro pinche salivero.¿Pues qué te hizo? Es onda mía y yadéjame ver la peli, ya cumplí; y lapróxima vez que le enseñes tu fusca almorro, así sea de lejos, te chingo. Qué

pinche delicado me saliste, ¿acaso no tedicen el Gavilán?, ¿qué no fuiste gentedel Cacarizo Long? No hables de micompa Cacarizo, cabrón, ése erahombre, no pedazo, eres un pinche poli yél los odiaba. Era un culero, los polis ninos metíamos con él. Tú no sabes nimadres, cabrón, y largo, el Gavilándesenfundó, lo mismo que el jovensicario. Ya sé por qué no mataste alPolo, culero. Tú no sabes ni madres,pinche poli, y no sabes porque yo no melo chingué. No lo mataste porque tefaltan huevos, y eso le estás enseñando aeste morro que cualquier día va aamanecer con el culo pa’rriba por tuculpa. Huevos me sobran, pendejo, el

Gavilán disparó a la cabeza del Zurdo,que sintió el aire y se paralizó. Si no telargas, el próximo va a tu frente, pinchezoquete. Gulp. Oye, ¿y Pineda, ya ledieron gas? Cómo crees, por cierto temandó saludos, y que pronto te hará unavisita. Que venga el güey, yo no como desu mano. Nomás te digo. Ándale pues, ydeja de buscar, cuando matan a uncabrón que lo merece, no hay culpable.

Al alejarse de la casa, escuchandoAlways, con Bon Jovi, decidió buscar aEdith.

El cuerpo reaccionó en esa parte queno necesito mencionar.

Tocó en el departamento de la chicapero nadie respondió. Llamó a su

celular y lo mismo. Sintió la crueldesilusión de los que intentan dar unasorpresa y nadie lo advierte. ¿Se iríacon alguno de sus ex? Qué pendejadaestoy pensando. Y si se fue, ¿qué?,¿acaso tiene compromiso conmigo? Puessí, leve pero existe. ¿Tendrá razón elcomandante? Dijo que era tremenda, quesus ex maridos estaban bien jodidos porsu culpa. Marcó a Gris. Qué onda, ¿yase alivianó el rodo? Cómo cree, cadadía está peor; y usted, ¿cómo anda? Ahíla llevo, ¿dónde va a ser la fiesta? En elsalón Jazmín, por el malecón, toda latarde estuve allí con Edith, estáquedando espectacular. Tal y como lomereces, ¿ella continúa contigo? No,

debe hallarse en su casa, dijo que ibapara allá. No quiso saber más. Díasantes, tanto Gris como el comandantecomentaron que tenía un defecto pero élno le veía ninguno: era una mujerperfecta. Un poco desencantado enfilórumbo a la clínica en busca de Max;esperaba que el Wence no fuera de susconsentidos.

El Wence estaba borracho, bebiendocon dos amigos, cuando el Diablo llegóy le notificó que el Zurdo Mendietaquería verlo. Pa’ qué. Se hallaban en sucasa, una edificación de dos plantas conjardín al frente. Él te lo dirá. No meinteresa. A ti no pero a él sí. Los tresvestían jeans, camisas cuadradas y tenis.

¿Y tú cómo sabes? Si no tuviera interésno te buscaría, lógico. Pues dile quevaya y chingue a su madre, y tú con él,que ya me acordé que son muy compas.Hey, hey, cálmate puto, no quieras jugarconmigo; si sabes quién es habla con ély ya. No me da mi pinche gana. Pues elbato está afuera. ¿En serio? Sonriente sepuso de pie.

El Zurdo esperaba recargado en elJetta, escuchando Sweet Home Alabamacon lynyrd Skynrd. Fumaba, meditaba,¿por qué Gámez nunca necesitó un lugarfijo para su trabajo?, ¿temería algo?Pues sí, que llegara un cliente al que nole resultó el vaticinio y se loescabechara, ¿era Irene Dueñas chica

del Wence? Una hora antes Max Garcésle concedió: es tuyo, bato, pero tienesque ir por él, nadie se meterá, si elDiablo quiere, que te haga el paro, perocomo cosa suya. Pensaba en Edith, enque era subyugante y el ardor con quehabían celebrado que se conocían fueinolvidable. No desdeñó las palabras deBriseño, de la desgastante dependenciaque provocó en los hombres que ladesposaron, pero tampoco lepreocupaba. Lo que era verdad, a pesarde que ella le aclaró que no podría verlohasta después de la boda de Gris, es quela iba a buscar de nuevo esa noche.Estaba aprendiendo a no temer a lascaricias que pierden. Me vale madre,

esta noche se hace. Blak blak blak,escuchó y se lanzó al piso. Qué onda.

De la cochera salieron disparos quele pasaron cerca. ¿Qué rollo, acaso meconvertí en blanco móvil? Escuchórisas. En el jardín esperaban doscamionetas estacionadas, una sobre elcésped. El Zurdo se resguardó tras estaúltima, a unos diez metros del acceso ala casa, pistola en mano, esperó.Protegido por la puerta blindada de suhummer, el Wence puso al Diablo a lavista, con las manos en alto, amenazadopor los otros parranderos. ¿Queríasverme, Zurdo Mendieta? Pues aquíestoy, risas. Si no te largas voy aagujerarle la choya a tu compita. No le

hagas caso, Zurdo, me vale madre, gritóel Diablo. Este güey me la pela. Sólodime por qué mataste al Polo. El Wencevolvió a reír. Se me salió el tiro. Quétiro tan cabrón, ¿no? Se multiplicómachín. Mendieta se movió hacia lacabina que según él estaba blindadapero no: el Wence disparó cinco veces,el parabrisas cayó y perforó elguardafango. ¿No te gustó lo que te dijode tu futuro? Otro disparo, una llantadesinflada. Me bajó a una vieja, unaputa a la que le puse una boutique y quese dejó seducir por el pendejo. Uno delos amigos descargó su pistola sobre elchasís y el Zurdo se guareció tras lallanta trasera. ¿Hablas de Irene?

Mendieta trataba de ver a su enemigo. Elgüey debía morir lo mismo que tú,pinche poli; el Wence dio dos pasos alfrente disparando a lo loco. Chíngate,pinche poli; el Zurdo se incorporó lonecesario y le acertó tres plomazos en labarriga. El narco se hincó, luego sederrumbó despacio, los amigos sedesconcertaron, momento que aprovechóel Diablo para arrebatarle la pistola almás cercano, recetarle un tiro en lafrente y lo mismo al otro. El Wence dejóde moverse cuando corrió la mismasuerte de sus compinches. Viene, miZurdo, este arroz ya se coció. Losvecinos, escondidos en el último rincón,esperaban. En esos momentos creían en

Supermán, el Hombre araña y laintervención divina.

¿Qué hacemos? Ponle la pistola alque se la quitaste después de que lelimpies tus huellas. El viejo truco. Yvieras cómo funciona. Aún tiene afinadoel ojo, eh, mi Zurdo. Lo bueno es que elbato era muy ancho. Sonrieron. Segúncomentarios, el Wence le dio piso aGámez en el estacionamiento del Centrode Ciencias, sus amigos aquí presenteslo llevaron al parque ecológico donde loremató. Qué cabrones tan organizados.

Una hora después el lugar se hallabaprecintado, los técnicos trabajando y elequipo de montaño aplicado. Cuando laambulancia recogió los cuerpos el Zurdo

le llamó a Edith. ¿Cómo estás?Cansadísima, acabo de llegar del salón;Gris está encantada. Ando con ganas deverte. Sí, se manifestó el cuerpo. Mejordespués, estoy muerta. Se despidieron.Mendieta quedó desconcertado. Ya,cabrón, ni que estuvieras tan carita.Estaba seguro de que ella no seencontraba en su casa cuando la buscó yconfiaba en Gris, que le dijo que desdetemprano habían dejado el salón. ¿Quéonda?, ¿qué juego empiezo a perder?,¿por qué miente?

Se clavó en Heart of Gold con NeilYoung y dejó que la tristeza avanzara.

15

Gris Toledo resplandecía hermosa en suceremonia nupcial que se llevó a caboen la lomita, abarrotada por los vecinosde su barrio en la Col Five, como seconocía la colonia Cinco de Mayo. ElRodo lucía elegante y su piel blancaperdió el color durante las preguntas derigor. La mayoría de la gente delcomandante Omar Briseño se hallabapresente, lo mismo una docena deagentes del departamento de Tránsitodonde el Rodo prestaba sus servicios.Ramilletes de flores blancas adornabanlos reclinatorios. Mendieta, de traje

negro, afeitado y con pelo ligeramenterecortado, estaba irreconocible; así selo hicieron notar sus compañeros queantes de la misa amenazaron con bañarlocon cerveza para que anduviera comosiempre. La aparición de Briseño losalvó. Incluso se había puesto lafragancia Mont Blanc Presence queEdith le regaló por la tarde. ¿Cómo queno usas perfume, Edgar? No lo puedocreer. El Zurdo no quiso explicar que lohacía para no afectar su facultad de oleraromas apenas perceptibles, tan útil enalgunos procesos de investigación. Loúnico que no cambió fueron sus botasToscana, que bien boleadas no se veíantan grotescas. Lo que sí, estuvo nervioso

hasta que Gris ofreció el ramo alaltísimo y el organista practicó lamarcha nupcial. Varias veces recordó aldoctor Parra, que tenía casi un año sinver: debe andar borracho en algúncongreso para salvar a la humanidad. Encuanto salió se desprendió el moño y sedispuso a enfrentar a sus compañeros,que entretenidos con sus parejas, lodejaron en paz. A la fiesta, Edith se fuecon la esposa del comandante y losdemás siguieron a los novios hasta elsalón donde la Banda Limón tocaría,además de sus éxitos, las cancionestípicas de las bodas. Veinte minutosdespués, Montaño y el Zurdo eran losúnicos en el atrio. ¿Irás a la fiesta,

doctor? Eso quisiera, Zurdo, pero estoyhaciendo tiempo para ir a recoger a unachiquita que no tarda en salir delhospital Ángeles; oye, vi que la señorade rojo se despidió muy amorosa de ti;es bastante atractiva. Es una soprano queme está echando los perros. Puesatórale, no olvides que en la cama todaslas mujeres son lindas, si me hubierasavisado te prestaría mi casita pero ahorani manera. No te apures, el lugar será lode menos. Tienes razón, bueno, te veomañana y más vale que amanezcas feliz.¿Está lejos tu nido? De aquí no; le pasóuna tarjeta con la dirección. Avísamecon tiempo y con mucho gusto te lopresto. Una pregunta: ¿no te conflictúa

que cada día sea una chica diferente? Nodemasiado, al final son casi iguales,hablamos de lo mismo y todas se llamanKaren. ¿Quieren pasar el rato?Realmente no, quieren ser felices yconfiesan no saber cómo conseguirlo.Sin embargo debe haber una clave, algoque anima a las mujeres a buscar aciertos hombres. Unas quieren amor,otras un orgasmo, muchas sólo vivir elmomento, quizás esos hombres ayudan aque eso suceda sin comprometerse nicomprometerlas; bueno, te veo luego;oye, qué hermosa se veía Toledo.Parecía reina, a poco no. Que tediviertas.

El Zurdo se encaminó al Jetta. ¿Vas

muy apurado, Zurdo Mendieta? Sevolvió, de la sombra surgió Max Garcésseguido por la Hiena Wong. Dos tres,¿qué onda? No pareces tú vestido así.Sí, cabrón, a los que nacimos para tamaldel cielo nos caen las hojas. A usted ledecían el Gato, mi poli, un apodo quepodemos sostener después de tantosaños; ya nos contó el Diablo lo bien queresolvió lo del Wence. Como te dije, nohay bronca con eso, además se lochingaron sus compas, agregó Max conuna sonrisa. Algo va a pasar, pensórápidamente el Zurdo. O algo estápasando, estos cabrones no presagiannada bueno. ¿Mexicali sigue siendofrontera? No se ha movido un pelo, mi

poli, y cada día está más bonito. La jefaquiere pedirte un favor, Zurdo Mendieta.No chinguen, soy padrino de esta madre,debo estar en la pachanga. Vas por timismo ahora o te llevamos. ¿No puedeser más tarde? Zurdo, somos gentedecente, esperamos a que terminara laceremonia, no nos pidas más; además laseñora está delicada. Diría que va a serrápido y no duele, mi Gato. El detectivecomprendió que no tenía opción. Sequitó el saco, lo colocó en el asiento deatrás y se subió al Jetta. Max ocupó elasiento del copiloto. La Hiena Wong losseguiría en una Tundra negra. El Zurdoencendió el carro, sonó Badfinger, DayAfter Day, una rolita que le gustaba por

el sonido de las guitarras. ¿De plano erauna víctima o se estaba volviendo viejo?Qué hueva.

Qué bueno que ya salió de ésa. Máso menos, falta lo mejor. ¿Y yo quépinches pitos toco en su vida? ¿Podríasponer otro cedé? ¿No te gusta lamúsica? Sí, pero a ésa no le entiendo; yopura norteña. Órale, la apagó. Oye,¿sabes qué onda? Ni idea, ya ves cómoes, a lo mejor quiere que la lleves alcine, eso le mandaste decir, ¿no? ¿Yasupo que está rodeada de sardos? Estáenterada y lo sufre; después de quefuiste llegaron más feos, y cómochingan. No sabía. La situación está muytensa y la señora se alivia lentamente.

Lo bueno es que cada día mejora.Cuando pueda moverse se la van allevar al DF, ya se lo anunciaron aldoctor. ¿Y qué pasa contigo, no estásfichado? Lo estoy, pero la jefa es noticiay un buen trofeo para la política, yo soyun pinche cero a la izquierda. Esperoque ya sepas de quién cuidarte. Por elmomento de todos. Aunque supieras nome lo dirías, ¿verdad? Es correcto, ¿ycómo va lo del Gavilán? ¿Qué Gavilán?Rieron. Atrás la Hiena Wong les poníacola.

Hospital. Garcés se puso ununiforme de médico y se metió porurgencias. Obregón tenía su celular en laoreja y Bonilla conversaba con una

enfermera. Mendieta lo siguió cincominutos después. Gracias a los buenosoficios del Diablo llegó hasta la capisasin mayores obstáculos. Pálida, cubiertacon una sábana y en terapia intensiva.Los aparatos que medían sus nivelesfuncionaban perfectamente. Gracias porvenir, Zurdo Mendieta, siéntate, porfavor. Había una silla al lado. Minervasalió sin emitir palabra y Max Garcés seescabulló igualmente. Mandé por ti parapedirte un favor, su voz era suave, bajovolumen. Es tu estilo. Quién te mandaganarte mi respeto, y si antes te di famade pendejo ahora te la estoy dando decabrón, ¡cómo ves! Gracias por la flor,mañana vuelvo por la maceta. Sonrió

levemente sin dejar de mirarlo. Juro quecuando me interese por un hombre tebuscaré, pero te pones guapo, comoahora; por cierto, dale mis parabienes atu asistente: casarse es más importantede lo que uno supone. Mendieta movióla cabeza afirmando, divertido. No estoybien y me agoto rápidamente, así que iréal grano: en veintidós horas me voy deaquí, minutos más minutos menos; quieroque quites a los policías quince minutos,de los soldados nosotros nosencargamos. Los polis son feos, si notengo que ver con narcóticos de aquí,menos con ellos. Lo sé, justo por esopuedes hacerlo sin despertar sospechas;está al mando el Trocas Obregón, un

sonorense que no despreciará cincuentamil pesos. Se me hace muy poco, losfederales se cotizan alto. Sí, llegan aSinaloa y creen que llegaron al paraísolos cabrones, pero tú lo sacarás delerror. Silencio. ¿No podrías pedir unfavor sencillo? No existen, ZurdoMendieta, lo fácil lo hacen mis hombres;ya me cansé. ¿Segura que podrásevadirte así? Debo hacerlo, si no iré aparar al Campo militar número uno en elDF y de allí quién sabe si me vuelvas aver. Bueno, mañana a las ocho me losllevo a las nieves. A las siete y media, sino es mucha molestia, en esa bolsa negraestá el dinero. Silencio en que nada seoye. ¿Quién es el Tizón? La capisa abrió

los ojos y se volvió hacia él. Es uncabrón al que pagaron para matarme,pero no lo conozco; sabemos que tuvoque ver con el atentado y que envió unasesino al que apodan el Duende que yadebe estar en Culiacán. Su misión esacabar contigo y con tus allegados, entrelos que me encuentro, según meinformaron. Pausa. Deberías sentirteorgulloso de estar en esa lista, ¿cómo teenteraste? Por un colega chilango. Puesabre bien los ojos porque es verdad, yahora vete a cumplir con tusobligaciones con Toledo; es una buenamuchacha, toma ese sobre del buró, elque está bajo la bolsa, y llévaselo. ¿Departe tuya? Pues claro, desconfía de un

regalo sin remitente.Afuera encontró a Max y a la Hiena.

Los contempló unos segundos, vio entraral Trocas Obregón, un agente blanco, deuno noventa de estatura, muy bienplantado, hablando por celular. Hastamañana, murmuró; Max no tuvo claro siles decía a ellos o a los federales.

Llegó a las diez a la fiesta queestaba en su apogeo. Edith Santos loencontró, vestido rojo ajustado, y locondujo a la mesa donde departía con elcomandante Briseño y su mujer, ademásde una pareja que resultó ser el nuevodelegado de la PGR, licenciado ManlioZurita y su esposa. El sobrepeso deambos era notable. En ese momento los

novios, que recorrían las mesas, sehicieron presentes. Exultantes. Aquí temandan, murmuró el Zurdo en el oído desu compañera y le entregó el sobre; ellapreguntó con un gesto de quién es, elZurdo le dio un abrazo y le susurró elnombre, luego Gris comentó en voz alta.Espero que siga mi ejemplo, jefeMendieta, el detective sonriódesparpajado pero nada más.Bromearon, contaron el chiste de arribael novio, arriba la novia y brindaron. Lacena consistió en sopa fría, una recetade la esposa de Briseño que todoselogiaron, sobre todo los Zurita; puré depapa y filetes de cerdo al tequila, uninvento del comandante que además

tenía salsa de rosas. Bebieron cerveza ywhisky. Luego bailaron.

No imaginé que tuvieras tan buenritmo.

Estuve dos años con el grupoDelfos, hasta que dos bailarinas mequisieron violar.

No me digas, primera noticia de quees posible que una mujer viole a unvarón.

Entre más hermosa sea la abusadoraresulta más violenta la agresión.

Eso de Delfos, ¿cuándo fue?Cuando el ciclón; tú bailas increíble.Bueno sí, me acoplo y disfruto; mira,

Edgar, no es que pretenda meterme en tuvida, pero quiero que sepas que me

preocupé un poco porque no llegabas;no sé, imaginé lo peor.

No estabas nada errada, lo peor esparte de mi vida.

El deber es primero.La mujer pegó su cuerpo al de su

compañero.¿Y si nos vamos? El pene quiere

acción.Dile que espere.Pues apúrate, ya ves cómo es de

exhibicionista.A un lado bailaban Ortega y su

esposa. El jefe de los técnicos le guiñóun ojo con complicidad. Muy cerca elcomandante Briseño lo hacía despaciocon su mujer, se notaba que se querían.

Los zurita bailaban suelto, que es comose estila en el DF, y se esforzaban conmucha gracia.

Mendieta no quiso contarle a Edithque la había buscado en su casa a lahora que ella decía estar allí. Sin dudamentía. Tampoco pensó en el defectoque según Gris y el comandante laseñalaba. Dejó que su memoria sellenara con los besos tronados delteléfono. Sólo tenía ojos para una cosa ylos tenía cerrados.

En una mesa cercana a la puerta elCamello le comentó a Terminator: dicenque el jefe Mendieta se quebró al Wencey a sus compinches. He oído que dondepone la bala pone el ojo, mi Came,

tenían las miradas vidriosas y hablabanpausadamente. Pa mí que tiene pacto conel demonio; el Wence era biensanguinario y presumía una puntería demiedo. Pues aquí se la peló. Ademásgoza de gran pegue con las viejas, ¿yavio el forrito que trae? Y así continuaronhasta que se quedaron dormidos sobre lamesa.

No vieron a un hombre delgado, deuno setenta de estatura, armado con unaBeretta, que observó la fiesta y al Zurdodurante dos minutos, y como dosguardias se dirigían a encontrarlo, seretiró por donde había llegado.

16

El Duende irrumpió en su habitación delhotel Lucerna, colocó la pistola en sumaleta junto a la veintidós, abrió uncelular que se encontraba sobre elescritorio y observó detenidamente seisfotos tomadas en espacios de la clínicaVirgen Purísima, dos de Max Garcésdisfrazado, y cuatro del equipo deseguridad donde sobresalían el Diablo yel Chóper Tarriba. Examinó tres delZurdo Mendieta: una fuera de la iglesiacon Max y dos en el Jetta. Luego entró alFacebook. Vio un amigo con el rostro demuñeco y una palabra: urge.

Se sirvió una cerveza del minibar yencendió la tele. Tenis: Nadal contraFederer. Vio unos cuantos lances y laapagó. Se fajó la Beretta y decidióregresar a la boda. Si quería cumplir,debía tomar ventaja; eliminar aSamantha Valdés presentaba ciertasdificultades, así que empezaría por elpolicía. No tenía orden de acabar con él,pero estaba en la lista, además odiaba alos polis y Mendieta era un buenejemplar para exteriorizar suresentimiento, mantener la mano calientey empezar a dar buenas cuentas. Comono era cualquier pieza, no eligió laveintidós.

Tomó un taxi hasta el teatro Pablo de

Villavicencio que anunciaba en una granmanta: “Temporada SAS-ISIC, JavierCamarena, el triunfador del MET, enCuliacán”. Lo que les digo, malditospresumidos; creen que lo mejor les pasaa ellos. Caminó hasta el salón de fiestasubicado a una cuadra por el malecónNiños Héroes. Sabía que a esa horadebían estar todos borrachos y notendría dificultades para meterle plomoal detective. Aquí estoy paracomplementar tu coincidencia, pensómientras trasponía la puerta del lugardonde la banda tocaba El sauce y lapalma, los invitados levantaban polvocon la impetuosa danza y ningún guardiale estorbó la entrada.

Buscó a Mendieta y a Edith entre losbailarines: nada. Tampoco se veían entrelos sentados. Reconoció a Zurita queconversaba con Briseño. Recorrió ellugar lentamente, atento, sólo paracomprobar que el indiciado se habíaeclipsado. Es comprensible, con esachica tan bien formada hasta yo; sinembargo, nadie se ha librado de lamuerte, y menos si soy el mensajero.

Vislumbró al par de borrachosdormidos sobre la mesa a la entrada ysintió asco. Resistió un ingente deseo deultimarlos y se largó. Es horriblereconocerlo, pero un alto porcentaje delos humanos son un desperdicio.

Viendo los mismos tenistas, decidió

que lo de Samantha lo haría después delas siete de ese sábado, para tener aloscurecer como socio. Faltabandiecisiete horas.

17

El Piojo Daut apareció al atardecer porla clínica Virgen Purísima. Estabaseguro de que esa porción del día letraía buena suerte. Creía que su instintose volvía más fino y calculador. Añosatrás, cuando era un temible gatillero,siempre hacía los trabajos a esa hora enque su crueldad era una convicción. Conuna gorra de los Tomateros, ropaholgada de cholo y un poco de alcoholen el ánimo, esperaba al joven Long queapareció a eso de las siete de la tarde,acompañado por la Hiena Wong, quedesde luego era su maestro y protector.

Par de cabrones. La Hiena era muyeficaz en lo suyo, tenía algún pacto conSatanás y no temía a la muerte. Losiento, concluyó. Voy a tener quechingarme a los dos, y a esta hora que escasi la misma en que le di cran a tupadre, pinche violador de mierda. Comosi lo hubiera escuchado, el joven sevolvió hacia donde vigilaba; era muydelgado y de baja estatura, con un rostrotan limpio que insinuaba ternura, algoque Daut captó de inmediato.

Vio que llegaban tres jóvenes por laacera en la que esperaba sentado en ladefensa de una camioneta, aledaña a unauto blanco, comiendo papas fritas conchamoy. Por la de la clínica arribaron

dos hombres por cada lado, todosvestidos con camisas desfajadas dediversos colores. Estos cabrones traenfierros, reflexionó el Piojo. A mí no mela pegan, algo cranean. En la puerta dela clínica el Trocas Obregón hablabapor celular y conversaba con dossubalternos que sonreían divertidos.Alejados unos veinte metros de la puertadel hospital, el ex pistolero descubriódos individuos cautelosos con mochilasque se ubicaron lo mismo que él entredos vehículos. No manches, aquí van avolar pelos, esos enmochilados portancuernos; ah, cabrón, el Zurdo Mendieta,¿qué hace este cabrón aquí? Lo vio dejarel estacionamiento frente a la clínica,

cruzar la calle y pasar al lado del jefede los feos sin saludar. Órale, ésos no seconocen, ¿qué onda, es una estrategia?Caviló un momento. Creo que no voy apoder hacer el jale hoy, y si va a haberdesmadre no es mi pedo, así que ahí nosvidrios, cocodrilo, si te he visto no meacuerdo; pinche Zurdo, ¿en qué andará?Son las siete pasadas, voy a quedarmeunos minutos a ver si lo wacho salir, alo mejor va para su cantón y me da raite.Observó a un hombre maduro quetonteaba cerca de la entrada delestacionamiento. Este güey está muyflaco, y además chaparro: no creo quesea poli o narco; algo busca el cabrón,se le nota en la cara de taimado. Creo

que el adivino tuvo razón cuando medijo que iba a estar en un caos, quecuidara mi vida, que dependía de eso.

¿A poco el Zurdo es muy amigo de laHiena Wong? Quizá deberíaaprovecharlo para llegar al morro ydesparpajarle su linda cara; perotranquilo, aquí va a pasar algo y estácabrón no querer saber qué.

18

Los sábados por la tarde algo pasa en elmundo. El relax es suave, las mejillasrecuperan su tersura y las mujeres máshermosas deciden que ése, ¿por qué no?,ha de ser su día favorito.

Fue justo la fecha que eligióSamantha Valdés para evadirse delhospital. A la hora convenida: 19:30, elTrocas Obregón recibió una llamadadonde le indicaban que, porinstrucciones del comandante Zurita, seconcentrara urgentemente con todo supersonal en las oficinas de la PGR. ElZurdo, ataviado con una playera negra

que decía Policía Federal en el frentebajo la camisa desabrochada y una gorranegra con el mismo letrero, colgó elteléfono de Urgencias, en el instante enque Obregón preguntaba con quiénhablo. Aunque desconcertado, el federalordenó a su gente que se trasladara a lasoficinas centrales. Resistió cuanto pudola tentación de marcar a Zurita para versi era posible rectificar la orden o almenos dejar una guardia. La Hiena Wongy el grupo se prepararon. Mendieta seabrochó la camisa y no perdió de vista aObregón, igual Garcés que esperaba quese fueran para sacar a la capisa. ElZurdo lo vio guardar su celular ydescansó. Puso la gorra en la cabeza de

un anciano que esperaba atención y salióa la calle, Obregón explicó al tenienteBonilla que en un momento regresaba;luego dos camionetas atiborradas deagentes se alejaron. Esa mañana elZurdo planeó buscarlo para negociarpero no encontró el dinero en el asientotrasero del Jetta, se había esfumado contodo y bolsa y era incapaz de explicarlo.Cuando abandonaron la fiesta lo viodonde lo había dejado y ni portezuelasni ventanillas fueron forzadas. Pinchesladrones, cada vez son más sagaces. Setocó la nariz como en la película TheSting, para indicar a Garcés que su parteestaba concluida. Recordó a Edith,había quedado de pasar por ella para

cenar tapas en el Miró y se fue a buscarsu carro al estacionamiento frente a laclínica. Vio a los soldados tranquilos,algunos adormilados, y a varios jóvenesinquietos, que supuso serían del cártel,resguardando la entrada, entre ellos unchino joven que no se despegaba de laHiena Wong. ¿Por qué me presté a esto?,se cuestionó. ¿Qué tengo realmente conella que no me pude negar?, ¿es por elasunto del Wence o estoy cayendo en susgarras? Si se entera Pineda ya mechingué; lo mismo Gris, ¿cómo leexplico en caso necesario? La verdad esque se estaba saliendo de cauce; unacosa era una colaboración incidental yotra auxiliar en un operativo que podría

traer fatales consecuencias para todos.Tenía que ponerse las pilas. Bueno,tampoco me chupo el dedo. ¿Dóndeperdí el dinero? No lo bajé cuandollegamos a casa de Edith, ¿o sí? Másbien acomodé la bolsa en el piso delcarro; ella dijo que no lo había visto. Lellamó la atención un hombre correoso,de uno setenta de estatura, que caminabatranquilo por la acera delestacionamiento. Pinches ladrones, selas dan de caritas. No advirtió al Piojo,que en su refugio permanecía inmóvil,atento a lo que lo rodeaba. ¿Qué le diríaa la capisa, que por andar de caliente lehabían robado los cincuenta mil deObregón? Está cañón; pero ahora se

fugará y ni se va a enterar de mi bronca.En las que me ando metiendo porpendejo.

En cuanto los policías se marcharon,la capisa que ya se había desconectado yajuarado con un traje de doctora, saliócon pasos cortos, acompañada deGarcés y a unos metros por el Diablo yel Chóper vestidos de civil. La HienaWong se adelantó con tres hombres,entre ellos el joven Long. Minerva sehabía marchado temprano para prepararuna habitación en su casa. Caminólentamente, cruzó la calle y subió a uncompacto blindado que la esperabadelante de una camioneta del Ejército,que conduciría Garcés. Mendieta

abandonó el estacionamiento y ellos, sinpretenderlo, se colocaron detrás paracircular por la calle, seguidos por unahummer con el Chóper y el Diablo listospara cualquier eventualidad. En esemomento tres camionetas de la PolicíaFederal bloquearon la calle por amboslados. Valiendo madre. Por el retrovisor,Mendieta vio al Trocas Obregón trotarde la esquina hacia la clínica con uncuerno de chivo listo para disparar,varios agentes lo seguían con la mismaactitud. Pinche cabrón, consiguiócomunicarse. En la otra bocacalle, dedos vehículos bajaron una docena deefectivos con las armas preparadas. Lossoldados, encabezados por Bonilla,

entraron en alerta máxima. Todo esto entreinta y cuatro segundos. En el segundotreinta y ocho, el Chóper Tarriba empezóla fiesta con un bazucazo que destrozóuna de las camionetas que bloqueaba elpaso hacia donde circulaba Mendieta ehirió a varios agentes. Como todostraían los dedos calientes esa balacerano la paraba ni dios padre. Ratatatat.Pum. Blak blak blak blak. Pum. Ratt.Narcos, polis y sardos llegaron a susquince minutos de fama y lo estabandisfrutando. Rattt. Personal médico,enfermos, el chico del estacionamiento,el Piojo, el Duende y algunostranseúntes se lanzaron al suelo. Bangbang bang. Pum. Ratt. Blak blak blak.

Policías y narcos, también, pero sindejar de disparar. La Hiena Wong, desdeun arbotante, demostraba su puntería ysu temeridad; el joven Long, bastanteasustado, lo secundaba sin acertar anada. Los soldados, desde sus carrosblindados, repartían metralla comodemonios a diestra y siniestra. ElChóper envió otro bazucazo; esta vezuna camioneta verde olivo se sacudiócon energía.

Samantha, pálida, se sentía fatal, serecostó en el asiento y esperó lo queDios quisiera. Ese maldito poli la habíatraicionado, si no, ¿por qué volvieronlos federales tan pronto? Jamás debióconfiar en él. Un pendejo jamás deja de

ser un pendejo. Me engañó, me jugó eldedo en la boca. Merece que lo mate,que lo decapite por traidor. Regrésame ala clínica, pidió a Garcés. No quieromorir aquí como un perro, el sicario nosabía qué hacer, si los atrapaban losmilitares irían directo al DF, con losfederales la cosa no sería mejor. Quiénquita y logremos pasar si esperamos unpoco. Los carros detenidos. El Zurdoabrió la portezuela del copiloto del Jettae hizo señas a Max para que subieran.Vamos a sacarla, señora, expresó elguarura pasando con dificultad porencima de ella que viajaba en el asientocontiguo; salió del auto, la cargó ycaminó agachado hasta que la depositó

en el asiento trasero del carro del Zurdo,mientras la tracatera continuaba a todovapor y algunos proyectiles horadabanla carrocería del Jetta que ya teníaresquebrajado el cristal posterior. Pum,el Chóper Tarriba, que advirtió elmovimiento, envió otro bazucazo a lacamioneta a la que le acertó primero.Gracias a la Hiena Wong que no dejabade disparar, la balacera se habíacargado al otro extremo, incluso lospolicías que descendieron frente a ellosno estaban a la vista. Unos seresguardaban tras los autos estacionadosen la calle y otros se habían incorporadoal combate en la puerta del hospital. LaHiena y dos de sus hombres ahora

utilizaban de pertrecho un auto ardiendo.El Duende, que había identificado a

Samantha, comprendió que tenía unaoportunidad invaluable y corrióencorvado hasta el Jetta con la Berettaen la diestra. Apuntó a la capisa ante elasombro de Max que se hallaba sin armaen la mano, pero se desplomódisparando como loco; los tiros dieronen el chasís y uno en la cabeza delsargento Bazúa que se desplomó tras unacamioneta blindada en la puerta delnosocomio. El Zurdo reconoció aIgnacio Daut con su pistola a la vistaque le hizo una seña y se escabulló delcombate. Pinche Piojo, acabas deganarte el derecho a otros años de vida.

Enseguida trepó a la banqueta, rebasó alauto que tenía enfrente que estabaabandonado y como pudo se aventurópor un hueco entre la camionetasiniestrada que bloqueaba la calle y lacasa de la esquina y consiguió salir,aunque con el carro totalmente abollado.¿Qué pasó, por qué regresó ese cabrón?Perdí el dinero y no hablé antes con él.¿Qué? Lo que oyes, hace unos minutos letelefoneé haciéndome pasar por elasistente de su jefe pero no funcionó.Qué cabrón me saliste, pinche ZurdoMendieta, por poco y valemos madre,¿cómo está eso de que perdiste loscincuenta mil? Anoche no dormí en micasa; esta mañana me encontré con que

el dinero había volado de mi carro.Bueno, luego vemos eso, ahora hay quesalir de aquí; el que mató al agresor noera de mi gente pero tú lo conoces, te visonreír. Luego te cuento.

En cuanto pudieron, el Diablo y elChóper se lanzaron tras ellos, al tiempoque sus compinches disparaban sin cesara soldados y policías. Mientras lointentaban, Tarriba saciaba sus peoresinstintos vaciando cargadores de suAK47 a todo lo que se moviera. En laesquina arrollaron lo que quedaba de lacamioneta de la Federal y fueron en posdel Jetta, que avanzaba tranquilo rumboal bulevar Madero. Habían visto elmovimiento y eran los encargados de

proteger a la capisa.El Jetta iba despacio, encontraron

cuatro patrullas antes de recorrertrescientos metros. Caballería, sonó elcelular de Mendieta, era Edith pero norespondió. Samantha se habíadesvanecido. Llamaron al doctor. ¿Quéhicieron? Están locos de remate, con lavida no se juega. Los doctores no, peronosotros sí: lo hacemos casi a diario;voy a mandar por usted, prepárese, laseñora está inconsciente, ¿dónde está?En mi casa, pero salgo ahora para elhospital a ver a mis pacientes; señor, sipasa algo fatal no me vayan a venir conque es mi culpa, jamás debieronmoverla. No lo haremos pero lo

necesitamos, en cuanto termine connosotros sigue su plan, ¿qué le parece?Iré al hospital y si se puede después conustedes. De momento, ¿qué hacemos?Acuéstenla, necesita reposo, ¿sellevaron los medicamentos que tenía enla habitación? Los tengo. Dele a oler elque está en la caja verde; va a despertar,entonces que tome una pastilla de la cajamorada y otra de la azul, ¿entendió? Sí,ya estoy con la verde. Pónganla dondepermanezca quieta; tengo que cortar,hasta luego. Al rato le llamo, doctor,gracias. Colgaron.

Se dirigieron al que fueradepartamento de Mariana Kelly por elbulevar Valadés. Mendieta se desanimó;

en el estacionamiento del edificio:Zurdo, sube a la señora, voy a decirle alos plebes que continúen por si nossiguieron. El detective, que deseabaescindirse de inmediato, se vio forzadoa tomar en brazos a la jefa del cártel delPacífico y la encontró laxa, más livianade lo que podría imaginar; ella, sin abrirlos ojos, en el elevador le reclamó, convoz apenas audible. No te entiendo,Zurdo Mendieta, primero me traicionasy después me sacas del infierno, ¿quépretendes? Fue divertido, ¿no? Cabrón,¿no has visto cómo estoy? Dicen queyerba mala nunca muere. Falso, a todosnos va a llevar la chingada. SamanthaValdés, no sé por qué te apoyé en esta

madre, tengo claro que no quiero tenertratos contigo, que jamás seré de tugente, que me cae de a madres lo quehaces. No exageres, Zurdo Mendieta, nitu vida ni la mía son lineales, nosmovemos al son que nos tocan, a pocono. Aunque no me guste, reconozco quede vez en cuando bailamos la mismapieza. Yo diría que siempre, aunque nosea en el mismo patio; chingada madre,estoy bien jodida. La vas a librar, y siestuve allí no fue para que te chingaran,que te quede claro. Pues lo pensé. Loque sí, perdí el dinero que me diste parael Trocas. ¿Tú? Tal vez me lo robaronmientras estaba en la boda de Gris. Notienes remedio, por más que me esfuerzo

en pensar que eres un chingón, mecontradices a la primera, sonrió. Maxapareció jadeante en la escalera, abrió yentraron en el departamento que seconservaba igual que cuando el Zurdopasó una noche allí. El detectivebloqueó un recuerdo dulce, undesengaño y se mordió un huevo.Acostaron a la señora que estabasumamente afectada por el trajín. Llaméal doctor y no respondió; tenemos queesperar. Buena suerte, Max, debo ir arealizar actividades propias de mi sexo.Zurdo Mendieta, susurró la capisa.Gracias, y más vale que sea como dices.Cuando te alivies desayunamos en elMiró, cocinan unos huevos con machaca

que no tienen madre. No respondió, lacubrieron y salieron a la sala. Mendietahacía esfuerzos para no recordar, perohay cosas que no se van del cerebro nicon la muerte. Quería marcharse deraudo y no volver jamás. ¿Qué hacía allídespués de lo ocurrido?, ¿está uno másligado a sus enemigos de lo que parece?Qué hueva. Tenía que ir con Edith, quienseguramente lo estaría esperando, ¿es delas que se desesperan y empiezan allamar a todo mundo? Mejor que lesiguiera mandando besos tronados queeran dulces y memorables. Garcés lodistrajo. ¿Quién se chingó al que intentóquebrar a la señora? El Piojo Daut. Nolo completo. Fue el que le dio cran al

Cacarizo Long; perdió la tierra peroahora que se enteró de que el hijo estácobrando facturas regresó a Culichi paramorir aquí, digo, si no podemos arreglarel pedo. ¿Qué hacía en la clínica?Imagina. Okey, hay que tratarlo con laHiena Wong antes de que algo pase. Telo encargo, veré qué onda con el Piojo,y el agresor, ¿sabes quién es? Ni idea,nos informaron de la ciudad de Méxicoque vendría un bato sobre la señora; talvez era ése. ¿Sería el Tizón? A lo mejor,quién sabe. Encendieron cigarrillos.

Un claxon dice más que milpalabras.

Zurdo, necesito un nuevo favor, peroéste es de hombres. No chingues, ¿y lo

que acabo de hacer qué, es de maricas?No estuvo mal, pero a ver, dime quépiensas: quiero que detengas al doctorJiménez y lo traigas. No mames,Mendieta abrió la boca, de inmediatosupo de qué se trataba; intentó evaluar lasituación pero le fue imposible. PincheMax, te doy la mano y me tomas el pie.Si no lo haces, la señora se nos muere,ya la viste, no deja de sudar y sé que lefalta rato para alejarse del estadocrítico; si fueras centavero te haría unaoferta, pero sé que no es lo tuyo, y nodudo que realmente perdiste lo que tedimos, así que te lo pido de favor,incluso te puedo entregar a varios demis hombres, como al Wence, para que

tu jefe la haga de héroe por un día conlos periodistas. Chale, Max, estás bientumbado del burro. Lo sé, ZurdoMendieta, pero si lo piensas, no tengoopción, y por si no estás enterado,Jiménez es el único especialista enSinaloa en esa onda de repararpulmones. Pero, ¿sabes lo que me estáspidiendo? Tienes allí al Ejército y a laFederal, nada más y nada menos, ydespués de una fuga, ¿sabes cómo están?Un pinche tigre enjaulado es triste frentea esos cabrones, seguro ya lo estáninterrogando, ¿imaginas el papel de unministerial del estado? Se reirían de mí.Te tengo fe, Zurdo Mendieta, una fependeja si quieres, pero te la tengo.

Claro, llego, me identifico, esposo aldoctor, lo saco de donde esté, a la vistade todos, lo traigo aquí y luego se lollevo al Gori Hortigosa para queconfiese Quién mató a PalominoMolero. Buen plan, a poco no; vamos, sino, la señora se nos va, y ya sabrás eldesmadre que se nos vendría encima,¿imaginas a las pandillas tratando dequitarnos de en medio? Lo obligó asalir. No olvides que los interrogatoriosde los sardos pueden durar días, teapuesto a que ya están en eso, no olvidesque era su médico, el detective fumó conavidez. ¿Ese Tizón es del DF? Escorrecto, quizá la orden contra nosotrosviene de allá. O sea, de arriba, como

dicen. Es lo que creemos. Del pinchePopocatépetl. Más bien del Nevado deToluca. Por las escaleras subían elDiablo y el Chóper, tranquilos, como sivinieran de echarse un trago. ¿Nosllevamos a estos cabrones? Ni se teocurra; morros, esperen aquí, uno deustedes quédese en el cuarto con laseñora, si despierta díganle que fuimospor el doctor. Qué bien luce, mi Zurdo.No mejor que tú, mi Diablo. ¿Ha visto ami suegro? No, me saludas al pinchepanzón. Junto al maltratado Jettaesperaba la Hiena Wong. ¿Qué onda?Vamos por el doctor. Voy con ustedes.Síguenos en la Tundra, vamos a laclínica y no vaya a ser que se ponga a

peso; espéranos a una cuadra, por laCarranza; no lleves gente. Caballería, elZurdo vio Jason en la pantalla, se apartóy respondió: mijo, ¿cómo estás? Pero lallamada se cortó.

En cuanto se alejaron en un Volvoblanco, la Hiena marcó a los suyos paraque se concentraran en el lugarseñalado, sacó un sobre pequeño, condos dedos tomó un poco de polvo y loesnifó.

Sus ojos brillaron como si no fuerahumano.

19

El Ejército no permitió que la policíarecogiera los cadáveres de la clínica.Apartaron tres suyos, y el resto losecharon en un camión, incluyendo alduende, despojado de su celular por unagente malicioso, que pronto fuecubierto por otros tres con camisascuadradas. Rápidamente los llevaroncon rumbo desconocido. La prensarealizó algunas tomas apresuradas queen las siguientes horas llenaron laspantallas del territorio nacional. Catorcemuertos y seis heridos leves. TantoBonilla como Obregón hicieron

declaraciones sin mencionar la evasiónde Samantha Valdés.

Una hora después, en la habitacióndel Duende sonó el teléfono hasta elcansancio.

En la ciudad de México el Tizóndejó el receptor fijo en su lugar y sedesentendió del segundo celular quevibró durante un minuto. Lo apagó. Surostro transpiró más de la cuenta. En latele pasaban la noticia de la balacera enCuliacán, en la clínica Virgen Purísima,y presintió el fracaso estrepitoso delDuende. No imaginó cómo había caídosu compinche porque los asesinos noimaginan. Luego, durante horas norespondió teléfonos, mismas en que el

rumor del escape de la capisa tomó cadavez más fuerza. Si el que llamaba era elSecretario estaba perdido; sabía que nole cortaría los dedos antes deconvertirlo en fiambre. Hay costumbresque entre los políticos prendenrápidamente. Lo bueno es que matan acientos de políticos al año y nadieprotesta. Están malditos y no duelen.

Se puso de pie, se fajó una escuadranueve milímetros. Contempló loshermosos tulipanes iluminados y cerróla ventana. Se haría cargo, ni hablar, nole gustaba Culiacán pero no había deotra.

20

Hospital. Mendieta caminaba lento porla calle donde los estragos eran visibles.¿Cómo saco al matasanos?, ¿lo tienenaquí o en el cuartel?, ¿qué estrategiafuncionará? Sin duda es listo: prefiriópresentarse a que fueran por él y loseñalaran como cómplice. Quizás estáacostumbrado. Periodistas retrasadosregistraban en fotos y videos yconversaban entre ellos. Lo deben estarinterrogando y a lo mejor hastatorturando. Los guachos tienen estilopara esas cosas, cuando nos dan cursossiempre traen ideas novedosas y muy

efectivas. ¿Han oído hablar del CampoMilitar número uno? Es como suestrellita en la frente, la catedral delmal, ¿pero qué les digo? Señores, EdgarMendieta, de la ministerial del estado,vengo por el indiciado, ese sujeto quearregla pulmones, ¿que no me lo puedollevar? Están pendejos, ésta es mijurisdicción y ustedes no pueden venir ypasar por encima de nosotros; claro quesé de lo que hablo; ¿ah, sí? No me diga,¿usted y quién más?, ¿nomás ustedes?Qué poquitos, no me sirven ni para elarranque; ¿qué pasó aquí, por qué haytanto relajo?, ¿hubo una tremendabalacera?, ¿quiénes fueron, losatraparon? Lo único que falta es que se

les haya fugado alguien, digo, uno puededesconfiar, así que mejor me llevo almédico, no vaya a ser la de malas y seles escape también; yo no sé, sólosupongo, ¿me entiende, verdad? Así quesuelte al matasanos y si quiere algo conél vaya a la jefatura de policía dondepara el Gori Hortigosa, nuestro expertoen relaciones públicas, será un placeratenderlo.

El lugar se hallaba infestado depolicías federales. Buscó a Zurita sinsuerte. El Trocas Obregón daba órdenesprecisas y respondía preguntas deDaniel Quiroz, que lo tenía acorralado.En Urgencias había tremendo alboroto yentró por ahí. La chica que le había

prestado el teléfono andaba muy movidarecibiendo a un herido grave. En unmomento viene el doctor Salazar,señora, tenga paciencia. Nada,respondió una mujer madura, algopasada de peso pero maquilladaperfectamente. Quiero a Jiménezatendiendo a mi hijo, y ahora mismo. Eldoctor Jiménez está en una junta, eldoctor Salazar es su principal ayudante.Un joven pálido esperaba sobre unacamilla. Nadie que no sea el Jiménezpondrá una mano sobre mijo, así queavísale que estamos aquí. Es que. ¿Quéno me entiendes, muchacha? Ve y dileque la señora Vicky de Meneses trae asu hijo balaceado en el pecho y que el

único que lo tratará será él. Señora, estácon el capitán Bonilla, del Ejército. ¿Uncapitán? Y tenemos órdenes de nointerrumpir. No me digas, ¿dónde están?Se quedaron quietas un instante, laenfermera señaló una puerta con lamirada. El Zurdo lo advirtió. La matronatocó con brusquedad. Abrió un soldadoque le enseñó un fusil. Hágase a un lado,lo empujó con frialdad y entró. Jiménezse puso de pie. Doña Vicky, ¿qué pasó?Pues nada, volvieron a balearme alplebe, ahí se lo traigo. ¿En el tórax?Pecho y panza, algo así. El doctor nopuede salir y malamente usted irrumpióen este espacio, salga de inmediato,ordenó Bonilla de mala manera. No me

diga, la mujer sacó un celular rosa conincrustaciones doradas. Si no sale tendréque echarla, ¿entiende eso? Y marcó.¿Usted y cuántos más? Bonilla rojo derabia. General, disculpe que lo molestede nuevo, traje a mi hijo al hospital perohay un perro que me está ladrando y noquiere soltar al doctor que me lo va aatender, le pasó el celular a Bonilla. Sí,señor, cómo no, señor, de acuerdo,señor. Luego de tres segundos ensilencio, el militar regresó el adminículoa su dueña. Cuando termine con el jovencontinuamos, doctor; señora Meneses,disculpe usted. Jiménez salió tras lamujer. El Zurdo lo abordó, lo tomó delbrazo y le murmuró al oído: Vengo por

usted de parte de Samantha Valdés. Nopuedo acompañarlo, debo atender alhijo de esta dama, ¿vio lo influyente quees? Viene o me lo llevo esposado. Ustedno me lleva a ningún lado, ¿qué les pasa,creen que el mundo es suyo? Si voy, loharé por mi voluntad y después dereconocer al muchacho, que estábastante mal; mientras irá a la farmaciade la esquina y que le surtan esta recetay allí me espera. La escribió rápido.Allí mismo consiga un tanque deoxígeno, diga que yo lo mando, y cuideque no lo miren cuando lo suba al carro.Al Zurdo le gustó la determinación delgaleno. Le doy quince minutos, la señoraestá desmayada y no sabemos qué hacer.

En menos estaré con usted, ya verá, vayapor los medicamentos.

Saliendo de la clínica Quiroz lointerceptó. Zurdo, no me salgas con quela ciudad es un infierno y están haciendolo posible, ¿qué es lo que pasarealmente? Cagatinta, desde hace tiempoeste país es un tumor a punto dereventar, me encantaría llorar contigo, ira tu programa y quejarme amargamente,pero no lo haré, eso le corresponde aotros. ¿Qué ocurrió aquí, qué hace unministerial donde sólo veo federales ymilitares? Vine a saludar a los amigos,Obregón y yo estuvimos juntos en elkínder; disculpa, me tengo que ir. Lasdesapariciones forzadas están

aumentando, igual que las amenazas alos periodistas. A ustedes es difícilprotegerlos, bien lo sabes. Tenemos queplaticar, Zurdo, creo que hay bastantetela de dónde cortar. ¿Te parece que nosveamos en el infierno? Ya verás cómonos toca la misma hoguera.

Se alejó a toda prisa. Dieciochominutos después se presentó Jiménez.

Vamos rápido, y que sea la últimavez que ocurre esto. Bonilla quiereenviarme a prisión por culpa de ustedes.

Nada le pasará, si Meneses le fallaValdés no.

Detrás del Volvo, la Tundra de laHiena garantizaba la seguridad.

La canalizó, la conectó al tanque de

oxigeno, la inyectó, prometió que se ibaa aliviar y pidió que le llamaran un taxi.

Eran las diez de la noche y en la teleal fin divulgaron la noticia de la fuga.Presentaron al Trocas Obregóndeclarando que seguían tres líneas deinvestigación pero que no podía revelarmás para no entorpecer el trabajo de losagentes. Mostraron tres fotos deSamantha de joven: seguramente nocontaban con otras, y un breve videotomado con un celular del Jettaavanzando por la banqueta. Agregó quepronto añadiría más detalles. Te la vas apelar, murmuró el Zurdo. Bonillainformaba con buena voz que habíanrepelido el ataque sin bajas y que la

delincuencia organizada jamásderrotaría al Ejército.

Lo llevamos. No se ofendan peroinsisto, regreso en taxi. Lo haré yo,propuso Mendieta, que recordó queEdith lo esperaba en su casa. Lo hizo enel Volvo blanco de Valdés que era uncarro elegante y silencioso. Al Jetta locubrieron con una lona; antes sacó elsobre de Quiroz y sus discos. Eran casilas once de la noche cuando tocó lapuerta de Edith pero nadie abrió. Lemarcó a su celular pero escuchó queestaba fuera de área. ¿Qué onda?, ¿seescabulle o qué? Pinche vieja, mueropor tus besos y la dureza de tu carne.

Regresó a casa desconcertado: había

vivido una tarde de perros y Edith noestaba. ¿Qué debía hacer? Quizá lomejor era cortar con esa chica, noresistía una relación tan misteriosa. Elcuerpo protestó pero no lo escuchó.Because, con The Dave Clark Five,sonaba suave en el estéreo. En su celularla marcha del séptimo de caballería, vioque era el comandante y lo dejó sonar.Arribar a la noche de un día difícil daciertos privilegios y decidió tomarlos.

21

No supo a qué hora tocaron la puertacon suavidad. ¿Edith? Cómo quiero aesa vieja yo, todos esos besos que metruena en el teléfono me los tendrá quedar en vivo y bien ensalivados. Seacercó a la puerta ilusionado. ¿Quién?Ignacio Daut, mi Zurdo, el Piojo.Guardó su anhelo y abrió. Qué onda, miPiojo, pásale a lo barrido. No te quitarémucho tiempo, mi Zurdo, sólo quieroaclarar un par de cosas contigo, vestíaigual que en la tarde. Tengo whisky ywhisky, ¿qué escoges? Pues whisky, nohay de otra, aunque hubiera preferido

whisky. Regresó con la botella deMacallan y dos vasos. Sirvió. PinchePiojo, a ver, qué quieres aclarar. Salud,mi Zurdo, brindaron. Lo primero: tewaché muy movido esta tarde, estás conesos batos, ¿verdad? También te vi, miPiojo, atestigüé cómo te escabechaste alloco que llegó a mi carro. Somoscompas y no iba a dejar que te mandaracon san Pedro, por las razones quefueran. Gracias, bato, ¿viste a alguienconmigo? Algo waché, pero no losdistinguí, eran como sombras, es queestaba bien cañón, tanta pinche balacera.El infierno de todos tan temido. Lo otroes que vi muy cagado al morro Long, lowaché sufrir de a madres y no creo que

avance en su venganza; me late que laHiena Wong no lo soportará muchotiempo; así que lo más probable es queno me busque pronto y voy a regresar aLos Ángeles. Buen punto, tampoco creoque te haga nada, así que te toca vivir unchingo, salud por eso. Acabaron sustragos y sirvió nuevos. Entonces estáscon ellos. ¿Con quiénes? Con los delPacífico. Realmente no, a veces nosacercamos por asuntos del jale pero aúnno caigo en sus redes. Ese bato veníapor ti, ¿lo wachaste cuando saliste delestacionamiento? Más o menos, pero nole vi intenciones. Pues yo sí, y no lequité el ojo de encima porque cuandodejaste la clínica te siguió. Órale,

gracias. ¿Y por qué fue el pedo?Silencio en que el Zurdo valora quéresponder. Estaba internada SamanthaValdés. ¿Estaba? Se fugó durante eldesmadre, hasta salió en la tele. Silencioen que el Piojo sonríe. Órale, quieredecir que tú, ¿ayudaste? Algo así. Sepuso de pie. Entiendo; bueno, si se teofrece algo en Los Ángeles, no dudes enbuscarme. ¿Qué chingados se me va aofrecer allá, pinche Piojo? Estoyclavado aquí, en la misma ciudad y conla misma gente, como dice Juan Gabriel.Lo que sea, incluso si quieres pasar unanoche con Pamela, te la presto.Olvídalo, las mujeres de los amigos sonsagradas. Gracias, mi Zurdo, fue chingón

volverte a wachar. Iguanas ranas, miPiojo, y larga vida. Está poca madre tucarro, observó Daut al salir. A la orden,tiene el desodorante más caro delmundo. Cerró la puerta. ¿Y si voy abuscar a Edith? Cálmate, pinche Zurdo,necesito descansar. ¿Descansar, paraqué? Hay cuerpos que de plano noaguantan nada, apagó la luz y volvió a surecámara. Leyó una página de Una dedos y se quedó dormido.

Completamente ajeno al sismo queempezaba a sacudir la ciudad.

22

Lo despertó el celular. ¡Edith! Al fin seacordó de mí esta cabrona. Lo habíadejado encendido con la esperanza deque le llamara. Hola, respondió.¿Todavía dormido? Apenas se puedecreer, un servidor público tan importanteen el tejido social tirando la hueva, ¿yaviste la hora? Cabrón, ¿por qué no mesaludas primero, desde cuándo te hicistede esa gente que se la pasa reclamando?Estás bien crudo, ¿verdad? No creo, másbien sigo borracho, ¿cómo has estado?Como campeón, hace un par de semanasvi a Jason, está clavado con la onda de

ser poli, ¿cómo la ves? Tiene esa idea.Va a servir el plebe, vas a ver. Puesclaro, cabrón, ¿qué esperabas? Es mihijo. No estés de pinche presumido.También es tu sobrino. Es Mendieta, esedía lo vi por accidente antes de volver aOakland, estaba rodeado de morras; nile busques, en eso no se parecen. A titampoco, si mal no recuerdo. Los viejosno tenemos remedio, ¿pero qué tal lasnuevas generaciones? Están pesadas.¿Por qué no me preguntas por Susana?¿Para qué? ¿No la has vuelto a ver o allamar? Ni en foto, y sólo hablo conJason, por cierto tenemos varios días sincomunicarnos. Márcale, no seas cabrón.En cuanto cuelgues. Oye, ¿y ahora por

qué te emborrachaste? Porque no teníamotivos. Qué bonito. Ahora que meacuerdo, Jason me contó que le metesduro a la cheve. ¿Eso te dijo? Me locomentó mortificado, también que nocuidabas tu manera de comer. Igual dechismoso que su pinche padre, perobueno, aparte de despertarte te llamépara que no te olvides de ir al panteón allevarle flores a mamá, hoy es día de lasmadres. No te preocupes, yo meencargo, y gracias por despertarme. Yqué, ¿alguna morra nueva? No me laacabo con las viejas, esta noche sequedaron dos conmigo. Seríanenfermeras. Pinche Enrique. Nos vemos,carnal, cuídate. Saludos para tu mujer y

para mis sobrinas. Lo mismo para Jason.Apagó el celular.

Tendría que llamarle a su hijo; québueno que proyectaba esa imagen debuena ventura. Pronto se convertiría enun joven agente y entonces sí, agárrense,malandros californios, no se la van aacabar con el morro. Está cabrón, ¿no?Digo, esto de ser papá; es fácilencontrar las palabras que elogian a loshijos aunque uno prefiera no decirlas; elmío, por ejemplo, es más cabrón que yo,se levantó, entró a bañarse; cuando salióescuchó a Ger trajinando en la cocina ycantando esa rolita de Café Tacuba quedice: Ya chole chango chilango, quéchafa chamba te chutas… Mendieta

sonrió, Ger no tiene remedio, trae elrock en la sangre.

¿Listo, Zurdo? Véngase a desayunar,preparé un hígado encebollado que notiene madre y está lista el agua paranescafé. ¿Hígado?, ¿qué no producecolesterol? Eso a la gente débil, a lagente sana nada le afecta, cuando seenferman es porque ya se van a morir y austed le falta mucho, es de muy buenamadera; me contó mi mamá que su padreera un hombre plantoso, muy guapo, ¿lotiene presente? Claro, y ahora dime,¿qué haces aquí en domingo? Recordarlea su santa madre, que no deje de llevarleflores al panteón, hoy es diez de mayo, ytampoco se olvide de que también soy

madre. Te regalaré un disco de Botellitade Jerez. ¿Y qué más? El Zurdo pensó unpoco. Lo que quieras. ¿Le cuento algo?Viene. Antes de que se me olvide,déjeme dinero para pagar los recibos, sino, nos van a cortar los servicios, en finque usted no irá a protestar. Deberíasaber cuidar lo mío, ¿verdad? Mientrasaprende, voy a ir a la Coppel a ver laslavadoras y le digo, pero no es eso loque le quiero contar: casi me amarro conarmando el de Botellita. Ah, caray, ¿y?No, mi Zurdo, era muy birriondo, teníachavas en cada esquina. Pero si estárefeo. Cuál feo, el Armando es tipo, ymuy cariñoso, como le digo, por poco yquedo allí. Fue antes o después del

Buki. Después, todavía daba yo elgatazo, ahora ni Keith Richards me pela.Se alejó riendo, pronto se escuchó en elestéreo: Let It Bleed con los Stones.

Sonó el teléfono fijo. RespondióGer. Bueno, al momento señor; Zurdo, lellama el comandante Briseño. Edgar,necesito hablar contigo, nos vemos en elFive Salads a un costado de Citicinemasen media hora, y no enciendas tu celular.Colgó. ¿Y eso?, ¿qué mosca le picó? Yen domingo, ¿qué tenemos pendiente? Encuanto aparezca el relevo de Gris lollevo a una balacera para que aprenda ypague las cervezas con gusto. Y Edith,¿acaso quiere que la extrañe? La extrañodesde que amaneció, confesó el cuerpo.

Yo también.Durante el trayecto analizó los

casos: el de Gámez estaba cerrado y conel asesino muerto; el de machado Torresiba derecho al olvido, sobre todoporque la madre no quiso demandar.Pensó que todo estaba tranquilo, queincluso lo que había hecho la tardeanterior resultó de rutina; seguro elcomandante ocupado en cocinar ni sepercató, ¿quería hablar de Edith y sudefecto? Al fin se enteraría. Ah, pero nole he dado el sobre a Quiroz, eso puedeser suficiente para hacérmela de pedo;¿cuánto hacía que no lo citaba fuera dela jefatura? Como ochenta años. Cruzóel río Tamazula por el puente Musala y

llegó. Tendría que buscar a Edith bajolas piedras, y que fuera lo que Diosquisiera.

El comandante consumía unaensalada verde con voracidad. Pidealgo. Ya desayuné, quizás una cerveza.No hay. ¿Qué clase de lugar es éste enque no sirven cerveza? Uno deensaladas, para que la gente muera sana.No es lo mío. Callaron. ¿Viste el reportede la balacera de ayer? Ya salió elpeine, rumió y reconoció. Una parte, meda hueva el amarillismo. Y más si eresprotagonista, ¿verdad? Se miraronintensamente. Valiendo madre, meditó elZurdo. Vi el video y las noticias. ¿Elvideo? Sales dos veces, la primera

hablando por teléfono, con una gorra dela policía Federal, y la últimaconversando con un doctor, en ambas teencerraron en un círculo, y en lasnoticias se mira muy claro tu Jettacirculando por una banqueta. No lo iba anegar, tampoco diría que había cometidoun error o que fue parte importante en lafuga de Samantha Valdés. Según la leyde Murphy las cosas pasan porque pasany punto, no se iba a quebrar tanfácilmente. Así que esperó alcomandante que continuó masticandocomo si nada.

Te vas a esfumar. La Federal debeestar en tu casa y ya estás boletinado, tufoto está pasando a cada rato en la tele

nacional. Si te ven te llevarán preso o tedesaparecerán, cualquiera de las doscosas me convendría pero opté por esto,como todo buen cocinero soy unsentimental. Cualquier cosa llamarás ami casa, dirás que eres de la carniceríao del súper, esa clase de negocios nosatienden cotidianamente; iba a prestartemi carro pero veo que ya tomasteprovidencias. Gracias, comandante, esusted más hombre de lo que pensé. Y túeres una porquería; Edgar, eso me decíaPineda pero nunca le creí, eres unavergüenza, continuaba masticando,bebió un poco de jugo de naranja. Unmaldito narcopolicía que merece lahorca, paladeó con deleite. ¿Sabes qué?

Estás fuera de la corporación, ¿oíste?Fuera. Ordenaré que te liquidenconforme a la ley aunque no lomerezcas; desvanécete, cuando salgas deesta bronca, si es que sales, pasa por tucheque; si llegaras a ir ahora por él meahorrarías un mal rato respondiendosobre tu paradero, pero no lo harás,tampoco tus compinches lo permitirían,así que: largo, que me estás robandooxígeno.

Mendieta le echó una última miraday se puso de pie en silencio. Y ahora,¿qué sigue? Cerca de allí buscó elestacionamiento de Walmart y trató derelajarse. Qué onda, ¿tenía miedo? No.¿Se tomaría unas vacaciones? Tampoco.

¿Debía, de una vez por todas, integrarseal cártel del Pacífico, buscar a SamanthaValdés para ponerse a sus órdenes y quevolaran pelos? Ellos lo protegeríanseguramente. ¿Tenía Samantha el poderde los Meneses? No, puesto que habíasido detenida y la otra señora sacó aldoctor de un interrogatorio con elEjército para que atendiera a su hijo.Entró en el súper, compró una botella deBuchanan’s y cuatro cedés, puso LedZeppelin a bajo volumen y trató derelajarse. Recordó a Gris, a Angelita, aleficiente Gori, a Ortega y a Montaño.Supo que, aunque de vez en cuandodeploraba ser placa, no podía ser otracosa y que durante años había formado

parte de un grupo de investigadores quetambién eran amigos. ¿Y Sánchez? Nobuscaría a su antiguo compañero ymentor, no lo metería en problemas, nolo merecía, le había enseñado a convivircon la mierda sin mancharse. Sabía queno tenía demasiadas opciones, quizásólo una era segura. Encendió el celulary empezó a sonar sin detenerse, iba atelefonear a Edith pero entró unallamada de Jason. Hijo no me marqueshasta que yo te diga, luego escuchó: Vasa pagar todas las que debes, viejocabrón. Cortaron. Pinche chamaco,como dice el capitán Hinojosa, ¿qué asínos llevamos?, ¿será el whisky? Su vozse oyó rara, algo afeminada; hay días

que son auténticas pesadillas y éste esuno de ellos. Marcó a Edith pero nocontestó, luego a Jason; escuchóestática, dos veces más y lo mismo.Quizá se emborrachó pero, ¿a esta hora?Entró una llamada de Angelita y seis denúmeros desconocidos, seguro lorastreaban, así que apagó el Nokia. ¿YEdith? Lo envolvió en la bolsa del súpery lo enterró en una jardinera de cactuspara evitarle tentaciones a quien fuera,luego escuchó Led Zeppelin por segundavez: When The Levee Breaks, para darsefuerza. Desfilaban frente a él numerosaspersonas con regalos pero no las notaba.Es un pinche callejón sin salida pero nome agarrarán, chinguen a su madre,

¿quién anda sobres: los guachos o elTrocas? El comandante mencionó a losfeos, que son muy aferrados. Reflexionó,algunas decisiones lleva su tiempoponerlas en práctica. ¿Era la voz deJason?, ¿y si fuera un extorsionador?Los hay en todas partes. Una horadespués se resolvió, sobre todo porqueera la opción más asequible. Y no sequejaría, toda vida es una manzana y lasuya acababa de ser entregada por laserpiente.

Un hombre que mata debe saberhacerlo consigo mismo.

23

¿Cuál es la diferencia entre perseguir aun cabrón y saberse perseguido?, ¿cómoresguardarse si sabes que te tienencopado? Pues es lo que voy a hacer:ponerme cerca de su alcance:convertirme en su sombra. ¿Por québuscar a Samantha? Ya lo señaló, elnarco está lleno de gente decente: sí,cómo no, soy Caperucita Roja, una niñamuy feliz. Quizá salga de ésta sin suayuda, ¿por qué no?

Fue a la casa de interés social deMontaño pero encontró una camionetasin placas estacionada a cincuenta

metros con dos tipos arriba y se siguióde frente. Son más listos que el hambre.En una gasolinera llenó el tanque, pagócon el dinero de Quiroz que continuabaen el sobre. Si vigilan la casa deMontaño quiere decir que están encualquier parte a la que pudiera acudir,¿sabrá él? Es lo más seguro, van aajustar a mis amigos para que digan sime han visto, como lo mencionó elcomandante; entonces debo buscar porotro lado. Es domingo, ¿querías ver latele? Pues te chingaste, cabrón.

Se estacionó tras varios autos, asesenta metros del edificio donde vivíaEdith. Se notaba tranquilo, un vecinosacó a pasear a su perro, una señora

regresó del súper en taxi, varios niñossaboreaban conos de nieve. Se fumó uncigarrillo. ¿Dónde me podría quedar?En mi casa ni pensarlo. Estoy seguro deque Gris sabría, es tan eficiente esamujer, y cómo sabe ubicar informaciónimportante en los lugares másinsospechados; pero ahora está de lunade miel y no volverá pronto; esto metoca resolverlo solo, deben tenervigilados los hoteles también. De prontovio salir a Edith Santos con un granramo de flores en un recipiente, a pocosmetros la seguía un hombre delgado,vestido de civil, pelo a cepillo. Lamujer esperó, se veía demacrada, arribóun taxi y lo abordó. El sujeto la siguió

en un auto negro, estacionado cerca deél, que conducía un tipo con la mismafacha: Vaya, vaya, están empleando másrecursos que si fuera Samantha Valdés;cabrón, se me olvidaba: las flores demamá; Edith cumple con la suya.

Panteón Jardines del Humaya. Habíatantos autos que tuvo que dejar el Volvoa trescientos metros de la entrada. Esoscabrones no tienen por qué estar aquí.Llevaba un aparatoso ramo de gladiolasrojas con el que se cubría la cara. Sedejó arrastrar por cientos de personascargadas de pompones, rosas,crisantemos, velas, coronas de papelchina y de flores naturales, bolsas decomida y refrescos. En las tumbas de los

narcos había grupos musicales norteños,bandas regionales, tríos, solistas y hastaun grupo de rock importado de Phoenix,Arizona. Bebían cerveza, tequila yBuchanan’s. Platicaban a gritos. Llegó ala tumba de su madre que lucía limpiapero sin flores. Somos unos barbajanes,mamá, discúlpanos, y usted papá,cuídela, que fue una buena mujer; estasflores son en nombre de Enrique y mío;recuerdo que le gustaban las gladiolaspara llevar al panteón, de verdad noencontré más bonitas ni de otro color;mamá, si puede echarme una mano conla bronca que traigo, se lo voy aagradecer; no se enoje, no estoy segurode por qué lo hice, ya ve que desde niño

tenía esos impulsos inexplicables; haceralgo por alguien y ya, ¿se acuerdacuando regalé una chamarra que estabaestrenando a un niño indigente y usted nosabía si regañarme o felicitarme? Puesfue algo así. Un hombre se acercó acobrarle la limpieza de la lápida. Soncincuenta pesos, en la tumba azul, allado de la pingüica, hay una señora quele pide que vaya para allá. Mendieta sevolvió pero sólo vio al gentío. Pagó,colocó las gladiolas en dos floreros degranito y se acercó, caminando entre lagente, a la tumba señalada. Ger selimpiaba el sudor con un klínex queenseguida tiró, después se alejó rumbo ala salida. ¿Qué onda? El Zurdo

descubrió a dos agentes que la seguíanentre la multitud. Órale, recogió elklínex. Lo extendió: 246. Observóalrededor y sólo vio gente enmovimiento, incluso sintió que loatropellaban. Se guardó el pañuelo. 246,¿acaso debo ir a la Coppel y pagar esopor su lavadora? Qué bárbara, Ger, estápesada para las claves: claro, es elnúmero de una tumba; a ver, estamos enla 531, baja hacia allá, debe ser en lasección de los narcos.

Encontró a Ignacio Daut tomandotecates en el sepulcro de su madre, unpequeño monumento de azulejos grisescon una virgen de Guadalupe. Qué onda,mi Zurdo, cacha ese pargo, le aventó una

tecate roja. La tumba tenía floresvariadas y velas encendidas. Miscarnales se acaban de ir y mi hermanaviene más tarde, siéntate. Pensé que tehabías ido. ¿Sin traerle flores a mi jefa?Cómo crees, siempre soportó misdesmadres sin quejarse; Ger me contóque tomaron tu cantón, puedes clavarteen el mío si no tienes dónde caer, ahíestarás seguro. Gracias, mi Piojo.Quédate el tiempo que quieras, no haycomida en el refri pero está lleno decerveza; me voy en cuatro horas, y nimodo, mi Zurdo, hay veces que unopierde y otras en que deja de ganar. Sealborotó la pinche bitachera, mi Piojo.Según Ger, tienes al Ejército y a los

federales pisándote los talones, no espoca cosa, ¿eh? Lo sé, y vamos a jugar ala matatena, todo debería ser así en lavida, a poco no; es absurdo morir deestrés cuando se podría morirtranquilamente de un balazo. Verdaddivina, mi Zurdo, por eso vine aquí,para que me encontraran, pero no pasó.Bueno, tampoco morirás de estrés.Vieras que no, cuando me viene me tomoun par de tequilas con una cerveza ysanto remedio. Eres un hombre sabio,pinche Piojo. Bueno, hay que irnos,lástima que no me puedas llevar alaeropuerto en tu nave, está de lujo. Te lapuedo prestar. Ni loco, si tienen una fotocapaz que me tuercen antes de llegar a

Bachigualato. ¿Seguro que el morroLong no intentará algo? Pues no ocultéque aquí los esperaba, ya veremos si mesigue a Los Ángeles; pero como te dijeanoche, no le waché espolones al bato ypara mí que se va a culear, salvo que laHiena lo anime y le ayude, entonces seráotra cosa. No lo hará, la Hiena Wongaprecia mucho los méritos personales,bien que chinga con que hace años medecían el Gato. Me acuerdo, Zurdo,también lo supe. Realmente me salvé demilagro. Igual que los gatos que sebenefician hasta de siete, según dicen.Pinche Piojo, ahora el gato vas a ser tú.Bueno, mi Zurdo, está chilo el cotorreopero debo tomar un avión. Te encamino.

Traigo nave, me sigues para que tequedes en mi casa, y no olvides que haynegocios en que uno vale por susenemigos. Te mando el corrido cuandome lo compongan. Con los Tigres delNorte, por favor. No menos.

Mientras lo seguía recapituló:enterré mi celular y ni siquiera sé elnúmero de mi casa, me pisan los talonesy ni con mis amigos estoy seguro, nadiehace al Piojo en el mundo salvo Ger,Long y la Hiena, Edith está vigilada lomismo que Montaño y seguramenteOrtega. ¿Qué debo hacer? Realmente caíen falta y debo pagar por ello, nadie melo va a perdonar, ni Gris que tanto mequiere, pero no tengo garantías de que

me apliquen la ley correctamente ytampoco quiero acogerme a laprotección del cártel del Pacífico; estoquizá lo piense más adelante pero demomento es mi postura, sin duda esperanque salga de la ciudad pero no lo haré,una ciudad que es de uno te resguarda yCuliacán no es traidora, tengo quellamarle a Jason, ¿por qué me habló así?Mira qué cabrón, sabe hacer voces, nole conocía esa gracia, y a Enrique, quizádebería ver al doctor Parra; encontraréla manera de contactar a Edith, comosoy culpable, no creo que alguien meoculte en su casa, también es delitograve, lo bueno es que al Piojo leimporta un comino; por eso mató al

Cacarizo. Supe que le aconsejaron nohacerlo, que era un hueso duro de roerpero le valió, lo buscó en un restaurantey le sirvió la cena. Quizá tampoco lequitaba el sueño lo de la hermana, loque quería era un enemigo que le dierarespeto, como dice. Lo extraño es quede inmediato se perdió y aparecediecisiete años después dispuesto acolgar los tenis; qué onda, ¿no? Y ahoraregresa con su familia. ¿Realmente debopagar por el delito que cometí? ¿Hayalgún mexicano que no deba algo a lajusticia? Levanten la mano. De lo queestoy seguro es de que si me agarran mechingan. En este mundo nada hay másútil que un buen chivo expiatorio. Eso

de Jason no es normal; en este tiempolos extorsionadores son muy creativos.

La casa de Daut era de un piso, muyparecida a la del Zurdo. Amarilla, condos laureles de la india al frente, treshabitaciones y la sala-comedor, sincochera. Estaba en orden, la dueña habíamuerto cuatro años atrás y Ger, quevivía al lado, hacía la limpieza una veza la semana. Ahora, ella burlaríafácilmente la vigilancia porque habíauna puerta en la barda que dividía laspropiedades desde que construyeron lascasas veinticinco años atrás, y loshombres que la perseguían se ocupabansólo de sus movimientos externos.

No lo recordaba: Ger y tú son

vecinos. Ger y yo somos muchas cosas,incluyendo lo que no somos. Mendietapensó un segundo, Daut pretendíadecirle algo aunque no claramente.¿También eso? Iz barniz, su chamaco esmío. Se quedó de una pieza, ¿acaso noera del Buki? Mira nomás, Ger era unestuche de monerías; claro, no tenía porqué saberlo; decidió no mencionarlo,aunque le gustaba más que el joven fuerahijo de un cantante famoso que de unhombre que había regresado para morir.

Comieron bisteces con cerveza. Deinmediato identificó la sazón de Ger.¿Sabría su hijo que el Piojo era supadre? Así que tienes una buenarelación con los pacíficos. No te niego

que nos hemos echado la mano, pero deahí a andar con ellos, hay un trecholargo. Encendieron cigarrillos. Esextraño. ¿Te lo parece? Hasta cambiastede carro. Mendieta sonrió con acidez,comprendió que no tenía caso continuaresa conversación. ¿Cuál va a ser mirecámara? La de la derecha, dejemoslibre la del frente por aquello de losvecinos curiosos, algunos me hansaludado y he visto a otros fisgoneando,no vaya a ser, también están los feos quesiguen a Ger; bueno, me voy, mi hermanarecogerá el carro en el aeropuerto, ahínos wachamos.

Una casa desconocida es como elnido del Fénix.

Era de noche cuando Ger tocó lapuerta de la habitación donde había unacama, una tele y una ventana al patio.Zurdo, es usted un desconsiderado,nunca había vivido una situación tanperniciosa, por poco ahí quedo de uninfarto. ¿Qué pasó? Pues nada, despuésde que salió usted fui a la Coppel, ya séqué lavadora quiero, le va a salir bienbarata; cuando regresé había unahummer negra cerca pero nomás. Encuanto abrí la reja me cayeron: Quedónde está Edgar Mendieta, ese policíade mierda, que me iban a llevar presa,que no opusiera resistencia, y yo todasacada de onda, me empujaron yentraron en la casa, hicieron un tiradero,

Zurdo, rompieron cosas, sacaron suropa, botaron sus libros, y yo trabada,no podía pronunciar palabra, pero pocoa poco me fui calmando; lo primero quehice fue librarme de un grandote que metenía apergollada: Sabes qué, suéltame,no te la des de muy felón, soy una señoradecente. ¿Crees que esta vieja seadecente? Se burló un cabrón, con perdónde usted, que estaba cerca, y que lesorrajo un patadón en los huevos. No mefalte al respeto, idiota, que usted debetener madre y hoy es su día. Lo hubieravisto, se puso verde, se dobló y cayósentado en el sillón. Y tú, me sueltas, leexigí al grandote y me quitó sus brazosde volada. Entendí que estaba en una

bronca gruesa, así que les dije que habíasalido temprano para la jefatura y nosabía más. Más vale que nos digas laverdad, pinche vieja, ladró el que habíapateado. Lo que les digo es tan ciertocomo lo que te acabo de hacer, papá.¿Dónde vives? Les indiqué. Puedes irte,nosotros vamos a quedarnos a esperar aese malparido que va a pasar el resto desu puta vida en prisión. Pues me dicendónde para llevarle comida losdomingos. Lárgate. En cuanto llegué a lacasa, vi que había un carro extraño en lacalle, hace años que se estacionan losmismos, así que fue fácil saber queestaban ahí, que dejarme libre era unaestratagema para encontrarlo; luego le

conté a Ignacio y como usted iba a ir alpanteón ideamos esperarlo y funcionó,por poco y no llega, eh. Gracias, Ger,mañana les caes y ves si puedes estar enla casa. ¡Qué!, ¿quiere que me violenesos cabrones? Ni lo mande dios, vamosa tratar de recuperar el espacio, quizácon otros dos pateados avancemos unpoco.

Sonrieron. La risa es más poderosaque la verdad, a poco no.

Ger, me tengo que perder, los tengoque torear todo lo que pueda.

¿Será que va a buscar a los delcártel?

Eso sería salir de Guatemala paraentrar a guatepeor, no creo que me deje

enganchar, ya estoy viejo para eso.Razón de más para que duerma aquí.

Mañana será otro día.Cuando te persiguen todos los días

son el mismo, ¿sabes manejar?Por supuesto.Perfecto. Llévate mi carro. Si los

feos te ponen cola y no te los puedessacudir, en una hora te espero aquí. Sino te siguen, das vuelta a la manzana ylo dejas atrás, saldré a la otra calle porlos techos.

¿Y el Jetta?En el taller, le urge una afinada.A ver si no me salen ampollas con

ese carro tan lujoso; por cierto, Zurdo,Susana Luján quiere hablar con usted,

me dijo su mamá que le urge, que hamarcado a la casa, que contesta una vozextraña que le pide que deje recado y sunúmero: son los polis esos.

¿Susana? Sintió escalofrío. Pinchevieja, está pendeja si cree que me puedeenredar de nuevo.

Ger esperó un comentario que nollegó, por el rostro del Zurdocomprendió su dolor y se marchó.

Nadie la siguió.Veinte minutos después el Zurdo

conducía sin tener claro adóndedirigirse.

En la ciudad el día de las madrescontinuaba.

24

Tranquilidad en la clínica. La agitacióndel día anterior era ahora una calmachicha. Jiménez acusaba la tensión de lajornada: casi diez horas operando aljoven Meneses lo tenían agotado y contremendo dolor de espalda. En elestacionamiento abordó su auto y salióserenamente. Tras él un Ford sin placasy sin insignia era como un suspiro demuchacha. Tomó la Juárez rumbo a laAquiles Serdán sin reparar en nada. A laaltura del mercado negro de dólares unaminivan lo dejó pasar pero se leatravesó a sus seguidores que primero

hicieron señas de que se quitaran ydespués se bajaron a averiguar. Antes deque se apalabraran la camioneta semarchó a buena velocidad. Al dar lavuelta en la Serdán, desde la Tundraconducida por la Hiena, Max hizo señasal doctor de que los siguiera. Jiménezcomprendió, y aunque no le agradó lamanera no se opuso y fue tras ellos hastael departamento de Mariana Kelly.

Samantha estaba despierta.¿Acaso está usted loca? Ahora soy

una prófuga, doctor, ¿cómo meencuentra? No debió escapar, puso engrave peligro su vida; por obra de Dioshasta ahora tenemos todo bajo control, yespero que no se complique porque aquí

no tendría los recursos para salvarla encaso necesario. No voy a morir, doctor,se lo aseguro, ayúdeme a salir de ésta,quizá sólo pueda estar en este lugar unpar de días, mi casa en Colinas estácopada y aquí tengo muchos vecinos.Evoluciona bien, creo que puedo verlacada tercer día, que no vayan por mí, esmucho riesgo; vendré por mi propiacuenta, tome sus medicamentos como selo he indicado y con su empuje saldráadelante, pero tiene que cuidarse yseguir mis instrucciones; haga que lecambien las sábanas todos los días ysólo ingiera líquidos; nada de tamales,carne asada o salsas; tampoco puede iral baño. Mándeme una enfermera, debe

haber una de confianza. En dos horas latendrá, sin embargo, serán tres por día.No importa, pero que me cuiden. De esono se preocupe, hacen muy bien sutrabajo y son discretas. Y usted vengatranquilo, que lo tenemos protegido.

Al retirarse señaló claramente aGarcés cómo debía alimentarse laenferma y el respeto que debían tener alas enfermeras.

Samantha llamó a Max. Aumenta laprotección al doctor, no vaya a ser elDiablo. Está rodeado de sardos. Noimporta, que la Chacaleña abra más losojos y si necesita apoyo, dáselo, que temantenga informado; ¿hay algo sobre elTizón o el Duende, me dijiste que venían

para acá? Se presume que el Duendequedó en la clínica; según informan delDF estaba allí la otra tarde, un compaque les hace la chamba aquí, compró uncelular a un agente que podría ser de él.¿Estás seguro? Lo están investigando,encontraron parte de la famosa lista.Muy bien, en estos momentos unenemigo menos cuenta mucho, ¿y elTizón? De ése nadie sabe, la noche delescape desapareció de su casa en laciudad de México. Ponte trucha, podríaandar por aquí, tiene fama de obsesivo yno me vaya a dar un susto; ahora no mecabe la menor duda de que el atentado loordenaron en el DF; escarba, quien hayasido lo tiene que pagar, pero debemos ir

con calma; quiero que hasta quetengamos todo al descubierto demos elprimer golpe. Señora, espero que medisculpe por no mandar gente adelante,quizá lo hubiera podido evitar. No teeches la culpa, hay cosas que no tienenremedio pero no me van a quebrar, séque les duele que una mujer sea la quecontrole el Pacífico pero se la van apelar; mantente alerta, el Tizón puedeandar cerca, ¿qué fue del ZurdoMendieta? No lo hemos localizado, losguachos le pisan los talones y el TrocasObregón identificó su voz; sale todos losdías en la tele. No nos pedirá ayuda, asíque ubícalo y échale una mano, al menosque pase estos días en una casa segura,

mientras negociamos, ¿qué dice nuestroabogado? Va bien, sólo falta acordar lacantidad que vamos a soltar. Que seapure. ¿Algo nuevo de Monge? Nada, lodetuvieron y lo llevaron a la ciudad deMéxico, no lo han presentado a losmedios. No lo harán, llama a la Hiena.

Wong, ¿qué te hace pensar que FrankMonge se lanzará contra nosotros? Suambición, quiere ser cabeza y no estáconforme con su suerte. Pero si Tijuanaes el paraíso. Perdone, señora, no tantocomo Mexicali, pero a él no le basta,siente que Tijuana le queda chica.¿Cómo es que estás tan seguro? Me lo hadicho el hijo del señor Long, un jovenque trabajaba para él. ¿Ya creció?

Creció y está lleno de rencor. No medigas, pues cuídenlo, no lo dejen queande haciendo desmanes por ahí. Sólo lepermitiremos vengar al padre. Es sano.Y tradición. La capisa meditó unosmomentos. Gracias por venir, Wong,dale mis recuerdos a tu primo. Mi primomanda buenos deseos, señora, y le pideque se cuide para que se alivie,Samantha cerró los ojos y reclamó. Max,¿qué pasó con la pistola que te pedí?Silencio. Disculpe, señora, no creo quesea necesario, estamos al cien con usted.Déjamela ahora y sin discutir. Deacuerdo, le colocó una pequeña Smith &Wesson bajo la almohada, luego invitó ala Hiena a salir.

A ese Monge deberíamos cortarlelos huevos, Max, es un hijo de lachingada. Lo haremos, Hiena, ya verás;¿crees que tenga que ver con elatentado? Es lo más probable. Entonceshay que descubrir quién está detrás deél, ésa es la clave, él solo sería incapazde una acción de ese calibre; sabemosque un militar recién acribillado estuvoal frente. Eso lo puede hacer el poli, quecomo ves, es leal a la jefa. El caso esque ni los halcones lo han ubicado;espero que en algún momento nosbusque, pero es un cabrón orgulloso.Buena señal, un cabrón con tan buenasuerte nos pasará una poca, no olvidoque le decían el Gato; Max, hazme feliz

con una onza de aquello para gobernarmejor mi tristeza. ¿No es muy temprano?Pues no, ¿crees que esta madre tienehorario? Es cuando te alcanza elchamuco y puedes verle las patas sinchistar. Las patas y los cuernos. Izbarniz.

Diablo, hay que encontrar al ZurdoMendieta, andan sobre él sardos y feos,no lo vayan a apañar. ¿Le llamó? ¿Cómome va a llamar, pendejo? Ni siquieraprende su celular, localízalo; su casa lacatearon pero se peló; a lo mejor laseñora que trabaja con él sabe algo.Señor, tengo prohibido hablar con esamujer, fue el amor de su vida de misuegro y en la familia la quieren muerta.

Diablo, déjate de pendejadas, averiguasobre el Zurdo y que te valga madre eso,debe andar en el Volvo blanco queteníamos aquí. Está blindado. Pero él nolo sabe. Jefe, ¿puedo tomarme unosminutos para comprarle algo a mi viejay a mi suegra por el día de las madres?Claro, la madre es sagrada, y de pasoles cuentas que estuviste con la asistentede Mendieta, ¿cómo se llama? Ger, a lomejor hasta le llevo un regalo. Muévete,quizá mientras pendejeamos al Zurdo selo está llevando la chingada. Dios no loquiera.

25

En casa de Mendieta sonó el teléfono.Dos agentes que se hallaban en la salafumando lo observaron, lo mismo Gerque no se sentía segura si debíalevantarlo. Uno de ellos le hizo un gestode que procediera. Avanzó sin perder lacalma, otro federal manipuló un aparatogris que grabaría la conversación. Diga.Buenos días, Ger, ¿cómo estás? Bien,con algo de frío. Anoche me contestóuna voz extraña, dijo que estabanpintando la casa, ¿está tan loco Edgarcomo para pintar de noche? Llamé tresveces y me respondieron lo mismo. Está

quedando bonita, ya la verá. Pásame aEdgar. No está, señor. En la jefaturatampoco se encuentra y no responde sucelular, ¿sabes dónde para? Ni idea.Pues dile que lo anda buscando Susana,que es urgente. En cuanto aparezca se lodigo. ¿Toma demasiado? Igual quesiempre. Espero que no le hayan metidouna bala entre ceja y oreja. Ni lo mandeDios, no quiero ni imaginar que lehubiera pasado algo, se fue ayer en lamañana y no ha dado señales de vida,pero. Ah, caray, llama al Quijote a ver sidurmió allí, es como su segunda casa,¿no? Ni lo diga, pobre Zurdo, es unhombre decente. Bueno, que le marque aSusana o a mí, no se te olvide.

Colgó y observó a los invasores. Nome molesta que estén aquí, pero yo vivode esto, déjenme hacer mi trabajo,alguien debe recoger el tiradero. Losagentes sonrieron, evidentemente ladejaban entrar en la casa para que elpolicía cayera más rápido. El de lagrabadora, que permanecíacircunspecto, comentó: anoche esteseñor llamó tres veces, ¿es pariente deMendieta? Es tío, vive en estadosUnidos. Lo sé, aparece en su número, lomismo una mujer que marcó cinco vecespero de otra ciudad; señor, se dirigió alalto, que era el jefe. El fugitivo podríabuscar refugio en Estados Unidos. Nocreo, estamos persiguiendo a un

alcohólico, deberíamos vigilar cantinasy vinaterías, la frontera está muy lejos.Sí, porque si buscamos en los Oxxo nonos alcanzarían ni cien batallones. El tíomencionó el Quijote. El alto meditó,salió a la cochera y llamó por celular,luego ordenó a dos subalternos quefumaban ir al Quijote.

Y tú, prepara café, ya veremos quéte permitiremos hacer. Aquí sólo setoma nescafé. Pues peor es nada.

Un guardia avisó que una señorabuscaba a Ger. Ve, y no te vayas de lalengua, pinche vieja, que todavía meduele la patada de ayer. En la cochera:doña María, ¿cómo está?, ¿qué milagro?Bien, gracias, ¿está Edgar? No, señora,

anda en su trabajo, ya ve que no se cansade capturar malandros. La visitante semantuvo seria, sin atreverse a indagarmás. Susana llamó otra vez, que le hamarcado y no le contesta, y que anochele respondió otra persona de aquí, de lacasa, dice que le urge hablar con él.Muy bien, doña María, le daré surecado. ¿Y éstos? No resistió lacuriosidad. También buscan al Zurdo.Ave María Purísima.

Esa mañana, en el salón de fiestas,Edith Santos dirigía a dos jóvenes quecolgaban macizos de flores de papel enlas paredes. Luego acomodaron lasmesas, las limpiaron y colocaron losmanteles. Aprieten el paso porque la

boda es esta noche, vestía jeans y unablusa sin mangas. ¿Dónde quedaron loslistones con los nombres? Deben decirDenna y Paolo, los que no digan eso losguardan, son para otra boda.

Inspeccionó un ramo de flores y semetió al baño accionando un aerosolaromatizante. Sentado en una silla a laentrada, el agente que la vigilaba seguíasus movimientos sin interés. Ella sacó sucelular y buscó en mensajes. Muytemprano telefoneó tres veces a Angelitahasta que comprendió, por la manera enque la evadía, que la línea estabaintervenida. Minutos después lasecretaria le envió el número del hotelde Gris, marcó pero nadie respondió.

Esperaba que la agente la perdonara pordistraerla en un momento tan especial;media hora después lo hizo de nuevo.Que conteste, Dios mío, que conteste,timbró cinco veces y nada. ¿Quépropones cuando suena el teléfono en tuluna de miel? Eso mismo exigió el Rodopara detener a su mujer que seapresuraba a levantar el auricular.Mándalos a chingar a su madre. Bueno.Ni pregunto cómo estás. ¿Quién habla?Edith Santos. Hey, qué tal, ¿cómo andas?Llena de trabajo, ya sabes, cuando a lagente le da por casarse lo hacen en bola,sin importar el día de la semana; ¿teacuerdas de Denna? Una chicaguapísima que trabajaba en cosas de

cultura. Si no la metí al tambo no larecuerdo. Claro que no, pero se casa hoyy nos trae revolucionados. ¿Y qué onda?¿Sabes el teléfono de la señora quetrabaja con Edgar? Llama al jefe. Mejorno, quiero darle una sorpresa, peronecesito la ayuda de la señora. Puesmarca a casa del jefe, siempre está en eldía. Dame su teléfono particular, yrápido si no el Rodo me va a matar.Chin, ahora sí me la pusiste difícil,amiga; no tengo su número pero sé quevive cerca del jefe y todo mundo laconoce, se llama Ger y al parecer no seha movido del barrio en toda su vida.

Edith salió del baño y se topó debulto con Mendieta ataviado con una

gorra beisbolera. Ahogó un grito. Eldetective, algo demacrado y oloroso aalcohol, la hizo retroceder hasta quedarfuera de la vista y la besó. ¿Dónde hasestado? Por ahí, ¿y tú? Ya vi que te traencortita. Estoy asustada, me preguntaroncosas de ti que no tengo ni idea, ¿cómosupiste que estaba aquí? Algo mecomentaste, una boda en el mismo salóndonde fue la de Gris, y en lunes. Sí, esraro, ¿por dónde entraste? Por la puertade servicio, ayudé a cargar una caja decerveza; oye, no tengo dónde quedarme,¿podrías hacer algo? Lo miró conpicardía. Claro. No podemos ir juntos nia tu depa ni a un hotel. Lo sé, de subolso sacó unas llaves. Son de la casa

de mi madre, tiene cochera cerrada,metes tu carro y me esperas, le dio ladirección. En una hora estoy contigo,prepara una buena botana. ¿Alguien viveallí? Nadie desde que murió mamá, tieneel letrero de que se vende; ¿dóndepasaste la noche? En el carro, en elestacionamiento del Hospital General.Bueno, sales después de mí, iré adistraer al guardia. Que no se vayagrande ese cabrón, eh, protestó elcuerpo. ¿Es cierto que salí en la tele?Nunca veo tele, tengo otros pasatiempos.

Una hora después se besaron conardor y fue Edith quien desnudó al Zurdomientras lo mordía suavemente. Él lequitó cada una de sus prendas, sólo le

dejó un minibikini rosa con lunaresnegros, mismo que manipuló para lamersus labios húmedos. Se tomaron sutiempo, lapso en que los ojos seconfundieron con todo. Mendieta besó,lamió y chupó sus pezones rosados,recorrió sus nalgas perfectas y no supocómo ella se dobló y se metió su pene enla boca y lo succionó con suavidad.Aahh. Y ahí estaban, borrando mares ymarismas. Tres minutos, y fue penetrarlay que ese cuerpo se cimbrara en unorgasmo espasmódico y el Zurdo, calma,calma, reteniendo. Deleite. Pasaron unossegundos y ella continúo oscilando y fueque se venía, Aggg, de nuevo, Aggg, yentonces no se pudo contener y fue

meterla toda y sentir que se vaciaba yque esa mujer era la no soñada, la únicacon la que conseguía practicar estaforma de hombría.

Se quedaron dormidos.Minutos después, en una sala

comedor de paredes vacías, luego deuna colación que más parecía comida, elZurdo respondió sus preguntas: ayudé aescapar a Samantha Valdés, le llamé aljefe de los federales y me ubicaron,invadieron mi casa; nada, estoy fuera dela corporación, al menos así me lo hizosaber el comandante; no le digas nada,sus números están intervenidos, deja quecocinen tranquilos; no estoy seguro,supongo que tendré que hablar con ellos;

es correcto, sólo que no recuerdo losnúmeros, ni siquiera el de mi hermanoEnrique, a quien quiero poner al tanto,no me vaya a llamar a casa; no, deja quepase tranquilamente su luna de miel; megustaría hacer unas llamadas de tucelular, el problema de estos aparatos esque no te aprendes jamás un putonúmero.

¿Por qué aceptaste ayudarla? Eresbuen hombre, honesto, un policía capaz.Lo pensé anoche, ¿te acuerdas que perdídinero? Me comentaste. Ese efectivo erapara comprar un poco de tiempo a losfederales y facilitar la fuga; como no meanimé a pedirles más, lo quise resolvera mi manera y fallé. Qué pena. Y es hora

de que no tengo idea de dónde dejé labolsa con el efectivo. Seguro te lorobaron; pero ella escapó, ¿no? Pareceque sí. Pues no fallaste. No podemosdecir que salió perfecto si tengo a mediaFederal tras mis huesos, ¿podrías ir conGer? ¿Dónde vive? Le dio las señas.Los agentes que te persiguen se van aencontrar con amigos. Nadie me siguió,también salí por la puerta de servicio.Sonrieron. A ver si no afecta tu trabajo.Terminamos, y esta tarde voy a ir a lamisa como si nada. Qué loco que secasen en lunes. Él es representante deartistas, y el miércoles tiene una cita enlondres con Paul McCartney, lo va atraer a Culiacán. Qué chingón, si es por

eso pueden casarse en el avión siquieren. Yo lo arreglaría perfectamentey tú vendrías conmigo. Bueno, mientrastanto, anda con cuidado; que te informeGer qué está pasando en mi casa, y si hallamado Enrique, que te dé su número ytambién el de Jason; oye, la otra nocheno te encontré en tu depa, estuve tocandoun buen. Ah, como no apareciste meacosté, y cuando me duermo no medespierta ni una docena de cuetes. Estáscabrona. Se besaron.

A esa misma hora, alguien marcabael celular del Zurdo.

26

Samantha y Minerva conversaban.Discúlpame por no haberte llamadoayer, mamá, he dormido como idiota; esparte del tratamiento, según el doctor.Dispénsame tú por no saber burlar a misguardianes para venir a verte sin que mesigan, son como diez. ¿Se ven muyfelones? Cuál felones, mija, la mayorparte del tiempo están papando moscas.Mamá, te mandé un arreglo floral, nosupe qué más regalarte, lo tienes todo.Con que te alivies me doy por bienservida, ¿le hiciste llegar algo a laesposa del doctor? La verdad no. Pues

estás lenta, muchacha, encarga un buenregalo para la mujer del hombre que tesalvó la vida, y si tiene madre tambiénpara ella. Tienes razón, el doctor notarda en aparecer, le pediremos losdatos.

Jiménez se presentó una hora tarde.La encontró animada, para su sorpresa,aquel cuerpo respondía más rápido ybien fuera del hospital, lo mismo Max aquien ya se le había cerrado la herida.Señora, si continúa cuidándose prontopodrá sentarse y eventualmente dejar lacama por momentos. Qué bien, antes deque me salgan patitas en la espalda,estoy ansiosa por ir al baño, estoscómodos son un suplicio. Aguante,

pronto prescindirá de ellos; le hemosadministrado un somnífero para queduerma tranquila, pero ya no lo necesita,así que procure descansar y moverse lomenos posible; trate de mantener lacalma, sus asuntos pueden esperar, eneste momento usted es lo másimportante. ¿Usted cree? A propósito,¿lo ha molestado el capitán Bonilla?Nada, alguien lo metió en cintura. Ya meenteré, ¿el muchacho Meneses estámejor? Va muy lento y no estoy segurode que sobreviva. Pobre madre. Sí, nose ha movido de la habitación, y ya quepregunta, el que está muy insistente esObregón, el jefe de los federales, meinterroga a cada momento, creo que está

obsesionado con el señor que fue por míel otro día, no sabía que era policía. Esun hombre raro, no lo he convencido deque trabaje para mí, sólo me echa lamano de vez en cuando. Creí que era desu gente. Pues no, y no comprendo porqué se hace del rogar. Bueno, no olvidemis indicaciones, en tres días la veo.Gracias, doctor; un favor, antes de quese vaya páseme su domicilio y el de sumamá. Con todo respeto, es mejor queno los sepa, espero me comprenda. Nomucho, pero si así lo desea, no meopondré.

Llegó Max. Señora, ya tenemos lacasa en la Campiña, tal como la pidió:pequeña, discreta, con jardín, frente a un

parque para no tener vecinos delante.Mañana me llevan con todo este ajuar,señaló el suero y el tanque de oxígeno.¿Necesita maquillarse o algo? Cómocrees, la vanidad puede esperar. Llamóel licenciado Osuna, informa que Mongese acogió al Programa de TestigosProtegidos. Cabrón malagradecido, lorescatamos del fango y ve con lo que mepaga. Usted ordena. Esperemos, ¿algosobre el Tizón? Se lo tragó la tierra; alque tampoco hemos encontrado es alZurdo Mendieta, su casa la tienen losfederales, vigilan la de una mujer con laque se le vio muy amarquetado en laboda de Toledo y también las de susamigos. Mueve eso, Max, ese cabrón

merece que lo ayudemos. Pues sí, perono se deja.

Señora, ha platicado mucho, entró laenfermera. Debe descansar. Max se pusode pie. La capisa sonrió, le agradaba seratendida de esa manera. El guaruraabandonó la habitación, pensó en elTizón y experimentó una sensaciónhelada en el estómago. Ese pendejo estámás cerca de lo que conviene, Dios mío,que no me agarre desprevenido el hijode su pinche madre, con un error essuficiente. En la sala esperaban elDiablo y el Chóper viendo Fast andFurious 4 en la tele. Morros, hay uncabrón al que le dicen el Tizón quequiere darle cran a la señora y al que se

le atraviese de nosotros, sabemos que eschaparro, además de letal; se sospechaque dirige una organización de asesinosque le da servicio al gobierno y segúnme informan, anda por acá; así queabran sus pinches ojos. El amigo de losniños. ¿Y el Zurdo? También andemosalerta por si lo vemos a él o al Volvo.¿Y si le hubieran dado piso? Ya losabríamos, a los muertos les nacen alasy vuelan por todas partes. Los feossiguen en su casa y también vigilan a laseñora de las nalgas. Ger no me dejóacercar cuando la abordé, dijo que nosabía nada. Si se pone a la vista loshalcones nos avisarán, aunque no estaríamal que la buscaras de nuevo. Jefe, el

Chóper está ansioso por su miss.Aguanten, cuando esto se calme lesdaremos unos días, de perdida se van aAltata, dicen que tiene un malecónespectacular.

En el Diego Valadés a un carro se lepegó la alarma. Garcés se asomódiscretamente por la ventana. En esemomento todo era sospechoso. ¿Quéesperas? Se dirigió al Diablo. Muévete,cabrón.

27

Edith regresó acompañada por el DiabloUrquídez, que cuando ella llegó visitabaa Ger por tercera vez indagando sobre eldetective. Mi Zurdo, qué gusto verlo,hasta se me hace más joven. No medigas que me andabas buscando. Me dioesa comisión el jefe Garcés. Ah, ¿y quéonda? ¿Cómo sigue tu patrona? Estásaliendo, pero estamos preocupados porusted; Edith de pie al lado del fugitivo.Pues yo no, abrazó a la chica. MiDiablo, mejor imposible; dile a Max queno se mortifique. ¿Y a la señora? Lomismo; voy a salir de ésta, ya lo verás.

No lo dudo, sé que el licenciado Osunaestá negociando con los feos, ya leinformaremos cuando no haya peligro.Dile a la señora que no es necesario,que se alivie y ya platicaremos. Hágameun favor, deme el teléfono de aquí y nose mueva en media hora, por si el jefequiere hablar con usted. Si es el caso,aquí lo espero. El Diablo se detuvo uninstante en las paredes desnudas y semarchó.

En cuanto salió, Edith: mi amor,besó a Edgar con pasión y el cuerpo sealebrestó. Tres minutos después de quele informó que su casa seguía ocupada,que tenía los números telefónicos que lepidió, caían desnudos en el troc y todos

los verbos significaban besos y losbesos sonidos y los sonidosmovimientos y fluidos que amalabanventanas, dividían el mundo y partían enbusca de las habitaciones de la gentesola. Dame un orgasmo, cabrón, exigíaella, y su voz era firme como si lopidiera en un congreso en Ginebra y lasaguas se partieran de nuevo, y él lotomaba con calma y abría las puertaspara que ella escapara y sólo dejara susgenitales y esos pequeños gritosahogados que no salían de su garganta.

Comieron camarones rancheros concerveza. Ella se empezó a poner guapaporque debía llegar al templo antes quelos novios, el Zurdo marcó a Jason dos

veces y sólo escuchó sonidosincomprensibles que nada le decían.¿Qué pasa con este muchacho? Contesta,chamaco cabrón, soy tu padre. Tercera ynada. Continuó con Enrique, querespondió a la primera. Carnal, dóndechingados te metes, es más fácilencontrar al presidente de los EstadosUnidos que a ti. Salúdame primero,güey, ya te dije, pareces un pinche viejocascarrabias. No estoy de humor, tehemos llamado como locos Susana y yo,y tú quién sabe dónde andas. ¿Susana ytú? ¿Desde cuándo no le llamas a Jason?Le acabo de marcar y creo que sucelular no sirve, escucho puro ruido.Pues tiene cuatro días perdido, su madre

está desesperada, encontraron su carroen el estacionamiento de la escuela, suscompañeros tampoco saben nada. Nomames. Susana teme reportar ladesaparición a la policía, considera quees como aceptar lo peor, le llamó a sumamá que ya te fue a buscar y platicócon Ger. ¿Sabes algo más? Sólo eso.Pásame el teléfono de Susana. ¿No lotienes? Pasa esa madre, carnal, que yase me hicieron los huevos chiquitos; enese momento recordó lo que escuchóantes de enterrar su celular: “Vas apagar todas las que debes, viejocabrón”, ¿estaba jugando Jason o sehabía metido en un berenjenal? Sintió laboca seca, agria: el sabor del miedo.

Chingada madre, sabía que algo no eranormal. Oye, no llames a casa, estoy enun pedo y está tomada por la PolicíaFederal. Conversé con ellos, meexplicaron que la estaban pintando; hoyen la mañana Ger me contestó, la notémuy rara y no me animé a comentarle lode Jason. Tampoco marques a estenúmero; espera a que yo te llame. ¿Esgruesa la bronca? Más o menos,tampoco me busques en la jefatura, todaslas líneas están intervenidas. Si correspeligro vente. Claro que no, no voy adejar la víbora chillando. Y Jason, ¿note importa? Por supuesto que sí, perohay que ver si no se fue por ahí conalguna chava, ya ves cómo son los

morros. Ojalá sea eso.¿Susana? Habla Edgar. Ay, Edgar,

qué bueno que llamas, Jason estádesaparecido, el viernes fue a la escuelacomo todos los días y no vino a dormir;a veces lo hace, pero me avisa, creí queera eso y que se olvidó de telefonear,dejó su carro en el estacionamiento de laescuela, hoy me lo traje y no hay huellasde violencia; Edgar, solloza. Estoyhecha trizas, la mayoría de sus maestrosson policías retirados y todos los que hebuscado creen que se trata de unsecuestro, pero nadie ha llamado, temolo peor, Jason es bueno pero LosÁngeles es una ciudad difícil. ¿Quédicen sus amigos? Pues no recuerdan

haberlo visto preocupado o con alguienextraño, no se dieron cuenta; busquétambién en hospitales, cárceles y nada,Chuck Beck, su mejor amigo, fue a lamorgue y tampoco, Edgar, ¿qué vamos ahacer?, ¿podrías venir? Lo pensó dossegundos. Sí. Vente ahora mismo, debehaber un vuelo para acá, dime a quéhora llegas para ir por ti al aeropuerto.¿Tiene muchos amigos y amigas? Esreservado, pero salía con algunos losfines de semana. ¿Qué comenta ChuckBeck al respecto? Que quedaron deverse por la noche, igual estabasorprendido. Vas a ir ahora a la escuelay cuando estés con el director me lo vasa comunicar; estoy sin celular y no

puedo contestar de mi casa; saldré ahoramismo a comprar uno y te llamo, quizáme lleve el mismo tiempo que a ti llegara la escuela; es conveniente que hagas ladenuncia. ¿Pasa algo en tu casa, Edgar?La están pintando y huele horrible.Porque me contestó un tipo bastantegrosero. Bueno, los pintores son de lopeor. Okey, espero tu llamada.

Cuando colgó tenía a Edith enfrente.¿Qué pasa? Estás desencajado. ¿Te dijoGer que me buscó Susana Luján? Sí,pero no lo consideré importante. Pues loes, quería avisarme que mi hijo estádesaparecido. La miró con encono,caminó por la pieza. Hijos de su pinchemadre. Discúlpame, Edgar, si puedo

ayudar, aquí estoy. Consígueme uncelular, necesito hacer varias llamadas.Claro que sí, pero yo necesito saber queme perdonas, soy una idiota, perocomprende, soy mujer y te amo. Teperdono, y ahora facilítame un celular,quizá deberíamos salir a comprar uno.No hace falta, te dejo éste de los queuso. Perfecto. Edgar, me tengo que ir, encuanto pueda regreso, si no llego es queno me pude librar de mis guaruras,entonces vas a la fiesta y entras pordonde mismo. Ya está, si no vienes tebusco. Lo besó levemente: Te amo.

Toc toc toc.Se miraron ansiosos y luego a la

puerta.

Escóndete, voy a ver quién es.Eran el Diablo y Max Garcés.Son tus amigos, anunció entrando en

la habitación. Lo abrazó. Edgar, novolverá a pasar, te lo prometo. Estábien, no te mortifiques, pensó que quizása eso se debían sus divorcios. Edith semarchó con un nudo en la garganta y losojos brillosos, ¿había cometido un graveerror? Ya lo sabría. Los visitantes sesentaron en los sillones y encendieroncigarrillos.

Tengo orden de la jefa de hacer lonecesario para resguardar tu integridad.Pinche Max, en qué bronca me metiste.Todo tiene remedio, Zurdo Mendieta, enun par de días todo volverá a la

normalidad, ten paciencia. Serán magos.Cuando se trata de nuestra gente damostodo, y a ti así se te considera, ademásnecesitamos tu ayuda. Olvídalo, Max, nopienso mover un dedo por ustedes, vecómo me encuentro, cabrón, huyendocomo un puto conejo y por si fuera poco,acabo de hablar a Los Ángeles, ¿sabesqué ha pasado? Mi hijo estádesaparecido, algún hijo de la chingadasecuestró a mi muchacho y yo aquívaliendo verga. Respiraba grueso, sucara se convirtió en una máscara derabia y desesperación. ¿Acaba de pasar?Hace cuatro días, eso me contó la madrehace unos minutos. Pues estamoscontigo, Zurdo Mendieta, Samantha

Valdés no olvida un favor y menos comoel que hiciste, y si Samantha Valdés noolvida, su gente tampoco, qué pedo,¿quieres ir a Los Ángeles? Pues claro,no voy a dejar que a Jason se lo lleve lachingada. Ya está, tenemos gente alláque te va a auxiliar. Me gustaría que másque la policía, fuera alguien de la razaquien investigara qué onda; su madre notiene dinero pero es muy hermosa, pudohaber sido algún cabrón despechado,sólo por hacérsela cardiaca. Larecuerdo guapa, ¿quieres llevarte a estaseñora? No, pero no la desamparen, lapolicía la tiene vigilada, que no se lesvaya a pasar la mano. Está bien, no temuevas de aquí, voy a arreglar que te

vayas lo más pronto posible, ¿sigues enla ministerial? Estoy suspendido. Noaguantan nada. Estoy boletinado,significa que me pueden apañar encualquier transporte, tendrás quemandarme en un carro. Si le limpiaronlos vidrios a la avioneta te vas en ella,sonrieron. Max, algo te mencioné delcompa que se escabechó al que iba acazarnos al salir de la clínica, ¿teacuerdas? Cómo no. Su nombre esIgnacio Daut y le dicen el Piojo, le contóla historia. Me gustaría que el jovenLong se olvidara de él. Hablaré con laHiena, cuenta con que no habrá másbronca con eso. Silencio cómplice.¿Cómo sigue ella? Muy repuesta, esa

mujer es de hierro; oye, sé que no es elmomento, pero en cuanto salgas de estoqueremos que pienses muy seriamente enunirte al equipo, bien sabes que es unaidea de la señora. No tienes lucha,pinche Max, pero ahora la prioridad esJason, y quiero a esos pinches agentesfuera de mi casa. Mi Zurdo, preguntó elDiablo. ¿Sabe usted por qué las paredesestán pelonas? Los tres hombresobservaron, notaron las huellas de quehasta hacía poco colgaban cuadros allí.Ni idea. Le voy a decir algo y le pidoque lo escuche como oír llover: laseñora Edith es apostadora; a veces voypor mi suegra, que también es, a dos quetres casinos, y varias veces la he visto

bien clavada. Mendieta puso atención aljoven. ¿Y qué tiene de malo? Todos losapostadores venden lo que pueden;quizás ella remató los cuadros paraseguir en la jugada. El Zurdo recordóque en el departamento tenía las mismasseñales. Pues no veo la gravedad. Porsupuesto que no es grave, mi Zurdo,pero usted perdió cincuenta mil pesos;ayer que le llevé el regalo a mi suegra,Edith se coló en la plática, me dijo quela vio apostando duro el día quesacamos a la señora. La imaginó pálida,despeinada, excitada, arriesgando suresto. Un cigarrillo cayó al piso.

Le marcó a Susana: le indicó quedespués vería al director y que no

hiciera la denuncia; que luego secomunicaba.

Rumbo a la pista de El Salado hizola otra llamada. ¿Cómo marcha la boda?De maravilla, son las cinco y diez, ¿aqué hora vas al salón? Como a las ocho,dime algo, ¿tomaste el dinero que perdípara apostar? Silencio. Sollozos.Perdóname, Edgar, perdóname, te pagaréhasta el último centavo. Cortó, luegolanzó el celular a la cuneta. Puta vida.

Avioneta del cártel hasta Tijuana,donde lo esperaba un auto, dos mujeresy un bebé. Cruzaron la frontera máscruzada del mundo y tres horas despuésreposaba en una habitación del hotelSunset Marquis, en West Hollywood,

reservada por el cártel. Mendieta supoque era uno de los favoritos de losrockeros al día siguiente, cuando se topócon Steven Tyler y Joe Perry, deAerosmith, hasta las chanclas,abordando una limosina.

Dios los hace y ellos se rehacen,sonrió.

28

Lo hicieron a la entrada del hospital. LaHiena Wong hizo una seña a Jiménez,que llegaba en ese momento, para que semetiera. El médico movió la cabezadesaprobando y pasó a su despacho.Anochecía. Eran siete ubicadosestratégicamente tras los carrosestacionados en la calle. El Diablo y elChóper esperaban, fumando. Lossoldados imperturbables. El TrocasObregón y su gente vigilaban inquietos.Alguien quiere hablarte, Obregón, asíque te vienes conmigo, ordenó la Hienaal oficial que por un momento no supo

qué responder. ¿Te conozco? La Hienalo taladró. Claro, fui novio de tuhermana un par de meses. A Obregón nole hizo ninguna gracia la respuesta;resolvió seguirlo, igual no iba a ceder alo que le propusieran pero deseabasaber con quién trataba; no había quiénle llegara al precio y ese cártel demierda no lo iba a amedrentar. Ahoravengo, dijo a su segundo. Y no tepreocupes, sé cómo torear a los perros.Caminaron hasta la esquina, subieron auna hummer negra y se alejarondespacio. Max Garcés esperaba en elasiento de atrás. Se oía el corrido Elgallo de San Juan, con Carlos y José.Voy a ir al grano, anunció, después de

que despojaron de dos pistolas alfederal y lo sentaron a su lado. Debessuspender la persecución de Mendieta,de su familia y compañeros de trabajo.El Trocas sonrió irónico. Olvídalo, esecabrón va a pagar en prisión lo quedebe, es un corrupto de mierda. Te tocancincuenta mil dólares. Ni aunque medieras quinientos mil, ese policía notiene salvación, y si lo quieres saber yalo ubicamos en una casa de la novia yvamos por él. Pues si lo quieres saber túya no está allí. El Trocas se puso tenso.Acabemos, no cuentes conmigo en esto.Trocas, si no aceptas serás el muerto deldía. Me vale madre, si mi vida sirvepara acabar con esta plaga, la dono. No

imaginé que fueras tan pendejo. Ustedesno son los dueños del país, no son losdueños de nosotros. Pero bien queaceptaste diez mil dólares de los delGolfo y les dejaste pasar ochenta y trescentroamericanos entre otras cosas, eh,cabrón, ¿crees que no sabemos la clasede hijo de la chingada que eres?Silencio. Si me matas no te la vas aacabar con la Federal. Ya llegamos a unacuerdo, allí nos dijeron que esto lotratáramos directamente contigo, queestabas aferrado a conservar la plaza,aunque sabías que la jefa no volvería nipor la feria. Otro silencio. Que sean cienmil, recuerda que el comandante tambiéncome. Cincuenta es lo que vales, tú

verás qué haces con ellos, tomó unabolsa negra del piso, se la acercó yordenó al chofer. Déjalo cerca delhospital. El Trocas miró la bolsa, aMax, y continuó en silencio. Max y laHiena bajaron frente al zoológico paraseguir con los jóvenes sicarios.

En ese momento el licenciado Osunase despedía de mano de Zurita, conquien acababa de llegar a un acuerdo.Sonreían. En el piso, oculto por el granescritorio, había un portafolio plateadoque tenía nuevo dueño.

También en ese momento, junto a unárbol del malecón Valadés, el Tizón,vestido de médico, con el típico maletín,contemplaba el edificio donde se

hallaba el departamento de MarianaKelly.

Hay relojes que nunca se detienen.

29

Pasaba la medianoche cuando seencontró con Susana Luján en el bar delhotel e intentó arrinconar sus dolorososmomentos por ella. Ya lo pasado,pasado, se repetía. Se veía demacradapero su cuerpo seguía siendo perfecto yllamativo. Vestido ajustado y ahí estabasu trasero respingado: respingadito. Quéhermosa, realmente por ella no pasabanlos años. Pinche vieja, está más buenaque nunca, opinó el cuerpo que no tuvoreparos en recordar. Vamos a estartranquilos, eh, cuerpo, lo de Jason esgrave y no creo que debamos pensar en

otra cosa y tampoco quiero que meinterrumpas. Cómo me encabrona que tehagas güey, Zurdo, ¿cuándo vas aentender que eres humano y tu necesidadde ejercer todo lo que eso significa?Trato de evitar un nuevo chingadazo,entiende, no soy de palo; además ahoraestoy con Edith. Si serás pendejo, ¿quétienes de firme ahí? Nada, así que siSusana se pone cachonda pues se hace lamachaca y ya, no dramatices. Ni losueñes, me dolió de a madre lo quepasó. Tan llorones ni me gustan. Y noolvides a Jason, a eso vinimos. Susanasonrió con su coquetería natural y pidióun tequila. Quiero celebrar que te veo yrelajarme, esto de Jason me tiene con el

alma en vilo. ¿Qué te digo? Y tú depinche recatado. Ya, deja ver lo de mihijo.

Me tiene sorprendida, realmente legusta esa carrera y se lo ha tomado muyen serio. ¿Le ha faltado dinero? Nada,esa tarjeta que le diste es milagrosa y esmuy cuidadoso, le agrada que nocontroles sus gastos. Si aprende aadministrarse será buena persona; dicesque no tiene novia. Sale en bola peronunca ha mencionado que tenga algoformal. Le has encontrado algunasustancia rara en su ropa. Nunca, siguesiendo tan sano como cuando era atleta,por cierto, no sé si te comentó, va acorrer la milla en una competencia de

academias de policías. Me dijo, ¿seesconde cuando responde su celular?Tampoco, es más o menos transparente ycasi siempre va de la escuela a la casa.Quiero hablar con su mejor amigo. ¿Quevenga aquí? No, quiero ver dónde ycómo vive. Le anticipé que lo buscaríasen la escuela. Prefiero hacerlo ahora,espero que no sea muy tarde, ¿vivesolo? Con dos amigos, es lo que seestila; cualquier día Jason hará lo mismoy no te preocupes, esos chicos duermenpoco; ¿te puedo acompañar? Hasta sucasa no, llévame, y si quieres meesperas cerca, ¿sería peligroso? Pordonde él vive no, es un barrio seguro,aunque con esto de Jason, no sé. ¿Has

recibido llamadas diferentes o algo? No.¿Algún desconocido te ha abordado conpretextos tontos? Tampoco. Me hablarondel celular de Jason, me dijeron que ibaa pagar lo que debía y colgaron. Diosmío. Creí que era una broma, despuéspensé y me pareció una voz extraña,algo afeminada. Jason jamás te diríaeso, te respeta y admira demasiado.

Fueron en una Toyota. El Zurdorecordó el momento lejano en queengendraron al hijo y sus recientesnoches en Culiacán. Pinche vida, nadatiene de original, se repite hasta elhartazgo, porque claro, Susana dejó quesus hermosas piernas aparecieran a lamitad, tan sensuales como veinte años

atrás. Ya, pinche Zurdo, no seasmaricón, te está mandando señales y elpene es un GPS, atórale, no te achiques.La noche era fresca y la ciudadiluminada; a pesar de la hora, el tráficonutrido.

El amigo: Chuck Beck, blanco, ojosazules, uno ochenta de estatura, fuerte,rubio. Tenía una hamburguesa en unamano de la que chorreaba catsup cuandoabrió. Hola, soy Edgar Mendieta, papáde Jason. Beck sonrió. Hola, señorMendieta, adelante, y cedió el paso aldetective que no dejaba de sentirseextraño presentándose de esa manera.Un mapa de Los Ángeles en la pared,entre carteles de Magic Jonhson y Kobe

Bryant; libros abiertos, una calavera yrestos de comida sobre la mesa decentro, una laptop encendida, ropa enlos sillones y papeles en la duela, eranel ambiente. Katy Perry, Dark Horse, abajo volumen. Disculpe, no sé por quépero no podemos mantener limpio.Mendieta sonrió, vio una pistoladesarmada en la pantalla. ¿Haciendo latarea? Sí, trato de conocer el arma queusaremos cuando entremos al servicio,¿alguna novedad sobre Jason? Tupregunta significa que estás enterado yque tienes una teoría. Su hijo lo admira,me contó que lo vio en una acción dondehubo suficientes cadáveres como paraabrir un cementerio. ¿Eso te dijo? Más o

menos y fue su mamá la que llamó paradecirme que temía por su ausencia. Dejóla hamburguesa sobre un plato y bebióde una Miller que esperaba al lado de lalaptop. Edgar observaba. Salimos declases el viernes, quedamos de vernospor la noche, lo vi ir rumbo alestacionamiento y fin de la historia. Nose presentó a la cita. ¿No lo extrañaste?Su hijo es así, de vez en cuando decidequedarse en casa o liarse con algunadesconocida; también le gusta visitarescenarios de crimen, ver el espacio,sentir el límite de la cinta amarilla,imaginar los hechos; lo que se me hizoraro fue que dejara su carro en elestacionamiento, se puede decir que

están simbiotizados. Supongo que sí.Esta mañana su mamá contrató una grúapara que lo llevara a su casa. ¿A quéhora lo viste marcharse? A las dos, unpoco más, es la hora en que escapamosde esas siniestras paredes. El viernes,¿había alguna fiesta a la que debíanasistir? Como diez. ¿Han peleado congente vengativa? No que yo recuerde, loque hacemos es pasear, conversar ybeber un poco. ¿Un poco? Bueno, luegonos pasamos pero no hacemosestropicios, somos bien portados.¿Cuántos amigos de confianza tieneJason? Es probable que sólo yo; essimpático pero impositivo y a muchoscompañeros no les agrada eso. ¿Y a los

maestros? Con ellos no hay problemas,siempre cumple con sus trabajos.Entonces, ¿cuál es tu teoría? No tengo, yvaya que lo he pensado, traté derecordar si había tenido alguna broncapero no. Silencio. Hay algo que no meexplico, si es un chico tan exitoso, ¿porqué no tiene novia? ¿le parece extraño?Pues no lo es, la ciudad está llena demuchachas que se enrolan con nosotrospor un rato y la pasamos bien, ¿quiénnecesita novia? No hay ninguna que lobusque con insistencia. No parasecuestrarlo, si es lo que está pensando,pero sí para tomarse unos días sinavisar. ¿Te comentó si iría de viaje oalgo así? No, le digo que quedamos de

vernos a las diez para ir a dar la vuelta.¿Sus profesores fueron policías? Lamayoría, el más famoso es el maestroWolverine, ex detective deldepartamento de Policía de LosÁngeles. ¿Por qué se lleva Jason malcon él? ¿Mal?, quién le dijo, es suconsentido, Jason le consulta casi todo,incluso es el único que lo llama por sunombre real: Mr. Jackman.

Mendieta advirtió que era un chicohiperactivo pero con poca malicia; sinduda, buen amigo para su hijo. ¿Estántus compañeros? Se quedaron a dormircon sus chicas, eso también es usual.Bueno, sigue con tu tarea. ¿Quiere ver lareal? Señaló la pantalla. ¿Por qué no?

Entró en su habitación y regresó con unaBeretta 90 Two, a la que despojó de lafranela que la cubría. Vea esta belleza.El Zurdo tomó el arma y la escudriñó,era gris oscura y muy liviana. Unamaravilla, opinó y la regresó a su dueño.Se la presto, quizás en este momentousted la necesite más que yo. Mendietaobservó al chico. ¿Estás seguro?Absolutamente. En México hay unprincipio que dice que ni la mujer, ni elcaballo, ni la pistola, se prestan. Aquíseñalan lo mismo, pero un detective desu categoría no puede andar por ahídesarmado, pensó que no tenía permisopara portar armas en ese país, sinembargo, no lo mencionó. ¿Qué

encontraste en la morgue? Nada, visitétodos los depósitos y cero; no busquepor ahí: está vivo, estoy seguro, le diouna tarjeta del hotel. Cualquier cosa querecuerdes con la que me puedas ayudar,agradeceré que me llames.

Abandonó el departamentopreocupado, sin pistas y con la certezade que se movería en una ciudaddesconocida. Susana aprovechó laespera para hacer compras en unsupermercado del barrio. El Zurdo lecomentó un par de cosas de su charlacon Beck y le pidió que lo dejara en elmarquis. Quería prepararte algo en casapara que cenaras rico. Sí, tenemoshambre, se entusiasmó el cuerpo, pero el

hombre recordó las borracheras que casilo matan por su culpa, las lágrimas quesalían solas y declinó la invitación. Estarde, necesito meditar este asunto,¿conoces al profesor Jackman? Claro,Jason lo admira casi tanto como a ti.Sintió que algo aguijoneaba su interior.Otro cabrón que debe estar enamoradode ella, espero que no se ponga picudoporque van a volar pelos. Me gustaríaconocerlo. Si quieres te llevo, su clasees a las siete de la mañana; por cierto,hoy llamó para preguntar por Jason, leconté porque creo que lo aprecia mucho.Mmmm. Mendieta observaba la gente iry venir; se encontraba en una de lasciudades norteamericanas más

populosas y se notaba.Edgar, expresó ella con dulzura

cuando el Zurdo abrió la portezuela parabajar. Perdóname. Silencio, el detectivepuso pie a tierra. Vamos a ocuparnos deJason, su amigo no parece tener lamenor idea. Perdóname, me dio miedofallar, realmente soy una idiota en eseterreno, he pasado mi vida huyendo,¿recuerdas cuando decía: no quierosexo, quiero amor? Pues creo que laúnica persona que me amó fuiste tú y loeché a perder. Lo miraba realmenteafligida. Es que fui el más pendejo. ¡No!Te llamo por la mañana para avisarteque voy, quiero ver el Camaro,busquemos al profesor más tarde. Cerró

la portezuela y entró en el hotel. Diosmío, no eres más pendejo porque no eresmás viejo. Una chica le cerró el pasoesgrimiendo una pequeña libreta. Canyou give me your autograph? Claro,escribió: Jim Morrison. Oh my God.Ándese paseando, pensó el Zurdo. En lapuerta del elevador un hombre se plantóa su lado. Me dicen ratón loco, usteddebe ser el Gato; era viejo, delgado,parecido a resortes. Me manda MaxGarcés. Mendieta lo miró y le señaló elcamino al bar, con tres clientes a esahora.

Se instalaron en una esquina,pidieron Coronas y don Julio. Seescuchaba la poderosa voz de Janis,

Maybe, a bajo volumen. Mi hijodesapareció, me gustaría que meayudara a encontrarlo. Oh, sí, encontrarhijos perdidos es mi especialidad,sonrió. Aunque no le gustó su respuesta,el Zurdo le contó y le pasó una foto deJason. Iba a decirle que lo quería vivopero se abstuvo; no se haría tonto, sabíalo incierto que es el final de unadesaparición. ¿Bromea, paisano? Diosme libre, ¿por qué? Me está dando unafoto suya. Ah, se parece más de lacuenta, pero es él. Oh, está cagado, eh;otra cosa: no vea a ese Jackman, oh esun cabrón que odia a los hispanos,vamos a empezar por él, puso a parircuates a muchos del East Side, lo

tenemos bien checado. Esa voz meagrada. Oh, a usted también le dicen elZurdo y fue parte del operativo que sacóa la jefa del hospital, ¿cierto? Me tocócerrar la puerta. Chingón, lo sé, oh, elseñor Garcés fue muy claro. Bebió susegundo tequila de golpe, luego sucerveza y se puso de pie. No se muevade aquí, mi gente trabajará esta noche;mañana paso por usted a las diez;tampoco busque a la policía, si estotiene solución nosotros llegaremos aella.

Temprano le marcó a Susana. Aceptóque pasara por él para ver el carro deJason. La mujer lucía lentes oscuros ycubría su cabeza con una pañoleta

floreada. Perfume suave. El Zurdo comosiempre: de negro. Ambos habíandormido poco: por el hijo y por elconflicto interno que los unía. Ella contóque los lentes eran regalo de Jason porel día de las madres en México y que ledebía el de la misma celebración enEstados Unidos. ¿Llevaste flores a latumba de tu mamá? Ocho docenas degladiolas rojas. ¿Sabes que le caía bien?Siempre me sonreía; tenía una lindasonrisa. Mendieta asintió mientras seentretenía en el ajetreo de la ciudad.

Era un Camaro amarillo SS350,2002, convertible. Dice tu hijo que no esun gasto, que es una inversión; apropósito, Enrique viene mañana, se

muere por verte. Qué bien, ¿a cuántoestá Oakland? A seis horas en carro,¿quieres nescafé? Si no hay remedio,¿quién se trajo el carro de la escuela?Una grúa, hay una llave de repuesto perola encontré hasta anoche; oye, tambiéntengo café colombiano, ¿no lo prefieres?Cómo no, ¿lo abriste? No me animé,Jason insiste en que si hay delito esmejor no tocar nada que tenga que vercon eso, hay que dejarlo en manos de losexpertos, que es lo que tú eres, ¿qué talunos huevos con machaca? Es machacade Culiacán que me manda mi mamá, ote apetece un desayuno americano: seishuevos fritos, tocino, hot cakes y miel demaple. Machaca está bien; el Zurdo no

conseguía relajarse a pesar de losesfuerzos de Susana, que vestía unosjeans al cuerpo y una blusa sin mangas.¿Puedes traer la llave? Tómala de lamesa, mientras te ocupas ahí yo preparoel desayuno.

Olía a desodorante y todo se veía enorden, nada de propaganda de algúnhotel o destino donde pudiera estar. Enla guantera sólo los papeles y el libro deservicios: todo a tiempo. Se nota que locuida como a la niña de sus ojos.Permaneció quieto dentro del auto,nuevamente se detuvo en cada detalle.Jason, estás cabrón, mijo, qué buenosgustos tienes. Se concentró en el olorpero no percibió nada que le llamara la

atención, sobresalía el aroma a duraznodel desodorante. A ver: Jason,acompáñanos, queremos conversarcontigo. ¿Quiénes son ustedes? Somoslos amigos de los niños y te vamos achingar si no guardas silencio,¿entiendes? Ahora préstame tu celular,voy a marcar a tu pinche padre, esepolicía de mierda que va a pagar todaslas que debe, pero voy a fingir la voz,seré una adorable viejecita. No tengo sunúmero. Seguro que lo tienes, sabemosque se comunican con frecuencia. Conmi padre no se metan. Claro que nosmetemos, no creas que es un tipo limpioy ejemplar, es un maldito corrupto. Vivemuy lejos. ¿Y qué, no se han acortado

las distancias en estos tiempos? Vamos acomprobarlo. ¿Qué pretenden? Nada,sólo te estamos secuestrando. Y se lollevaron, ¿adónde?, ¿cuántos eran?, ¿dequé lo conocían?, ¿qué reclamanrealmente? Susana le hizo señas de queel desayuno estaba servido.Evidentemente el caso tenía que ver conél, puesto que quien lo llamó fue muydirecto: Vas a pagar todas las que debes,viejo cabrón. Nunca había detenido a ungringo, ¿sería un mexicano que lo vino aincordiar hasta acá? La ofensa debía sermuy considerable para que se atrevieraa tanto, ¿quién?, ¿por qué?, ¿para qué?Sintió que el estómago le ardía.

Trató de relajarse. Jason no había

tenido una novia de la que pudieransospechar, tampoco algún conocido quequisiera afectarlo de esa manera. Vivíanen un barrio apacible de latinos quetrabajaban en sus propios negocios.¿Nunca ocurrió esto antes? Jamás, tedigo que es un chico sosegado. ¿Hanconocido algún mexicano con unpariente al que yo haya detenido? Queyo sepa no. Una cuestión estabaquemando a Mendieta y no esperó más.Disculpa, lo que menos deseo esinmiscuirme en tu vida, ¿tienes algúnpretendiente que le tenga tirria a Jason?Por supuesto que no, es más, desde quenos vimos en Culiacán no he salido connadie, no he conocido a nadie y no tengo

interés en nadie. Entonces el asunto tieneque ver conmigo, recibí esa llamada quete comenté donde me amenazan; oye, quérica machaca. Creí que no lo notarías,con esa cocinera que te chiquea tanto.¿Le puedes marcar a Enrique?

Qué tal, bueno para nada. Ey, ¿yaestás acá? Ya, y quiero que pienses enalguien que yo haya afectado que vivaaquí, o en algún pariente de algúncabrón que embotellé. Salúdameprimero, ¿no? Cierto, ya estoy como tú.¿Estás bien? Algo abrumado, perodecidido a encontrar al morro. Okey,ahora estoy chambeando, pero mañana tecaigo a primera hora, y no he sabido dealguien al que le debas algo. Cáeme en

el Marquís, en West Hollywood, a unosmetros de Sunset Boulevard. Ese hotelles encanta a los rockeros. Meconfundieron con Jimmy Page y tuve quedar ochenta y tres autógrafos. Pinchecarnal. Mañana te veo.

Desayunaban en la barra de lacocina. Por favor llama un taxi, necesitoestar en el hotel a las diez. Edgar, no hasdesayunado completo, déjame atenderte,no seas rencoroso. Susana, ahora deboestar allá, punto. Está bien, solamente noolvides que soy la madre y que meocupé de él durante dieciocho años.¿Por qué lo olvidaría? No es eso, Zurdo,se escuchó el cuerpo. Quiere que laacaricies, no hay que dejarla así, muchas

por menos se suicidan. No fastidies.Edgar, comprendo tu actitud pero no meparece justa; ¿crees que la he llevadofácil? Reconozco que no soy tan buenamadre como debiera, pero no fuesencillo trabajar, tener a mi hijo,cuidarlo y resistir el acoso de cientos depatanes; debes saberlo y si no, te lo digocon todas sus letras: todos los pincheshombres quieren acostarse conmigo, yno es de ahora, desde que vivía enCuliacán me perseguían; es cierto, no loniego, contigo fue diferente, se puededecir que te seduje, pero fuiste el único:eras tan tierno que daban ganas deprotegerte, de enseñarte cosas, deecharte a perder; he intentado muchas

veces que me tomen en serio ¿y qué heconseguido? Nada, nadie quiere vermecomo una mujer de respeto; cuandohablamos de vivir juntos, hace como añoy medio, me gustó, pero después me diomiedo, mucho miedo de que nofuncionara y entonces saliéramosperdiendo los tres; así que te pidocomprensión, si te quiero tratar bien esporque eres el padre de mi hijo y porqueeres el único hombre en mi vida que noha tratado de dañarme; es por eso, que tequede claro, si me porto amable no esque quiera algo contigo, ya arruiné loque pudiera haber sido para pensar eneso. Respiró hondo, su mirada era duray no iba a derramar una lágrima.

Entiendo y disculpa, ahora debo ir alhotel, por favor. Está bien, te llevo.Pinche Zurdo, vales madre, cabrón.

En la Toyota, Susana le subió a laradio: No hay nada más difícil que vivirsin ti, sonó desgarrador el Buki, y elZurdo trabado.

30

Edith Santos se encontraba sentada en elcasino Royale bebiendo cerveza yapostando. Su rostro acusaba emoción eincertidumbre. A su lado personas deambos sexos seguían atentas a los galgosque corrían en una enorme pantalla. Tresapostadores se pusieron de pie,apretaban los puños y animaban a susfavoritos con penetrantes susurros hastaque llegaron a la meta. Edith abatió lacabeza: había fracasado una vez más.Primero creía que era ella la que perdía,ahora estaba segura de que eran losperros. Esos inútiles. Esa noche acabó

con lo que le quedaba del capital delZurdo. Quería ganar y pagárselo, nocrean que no; quería cumplirle a Edgarque se había largado quién sabe adónde.Dicen las malas lenguas que ella es unacome hombres, que los deja en la ruina,pero no; si fuera así, ¿entonces por quéme extrañan? Buen chico ese detective,sin embargo no resistió que le tomara sulana. Se puso de pie y caminó decididahasta una pequeña oficina de un banco.Un joven simpático la recibió.

¿Algún cuadro nuevo, señoraSantos? Sepa usted que no nos ha idonada bien con los que ha traído, perocomo habrá notado, para nosotros elcliente es primero y haremos cualquier

sacrificio por usted.Tengo por ahí un Toledo y dos

Picassos, pero los dejaré de recuerdo.Los Picassos pudieran ser negocio,

siempre y cuando sea a un preciorazonable, usted dirá, quizá recuperemosalgo de lo invertido; ahora mismo puedomandar por ellos.

No, quiero vender mi casa.De su bolso sacó unas escrituras y

las pasó al banquero a quien le brillaronlos ojos.

Perfecto, señora Santos, le darécinco mil dólares para que continúedivirtiéndose, mientras un experto va asu residencia y hace la evaluacióncorrespondiente.

Edith asintió, firmó un recibo, le diolas llaves y el domicilio de su madre,tomó el dinero y regresó a apostar. Sehallaba despeinada, pero su rostroproyectaba ahora una luz de vida. ElDiablo Urquídez, que esperaba a susuegra junto a los baños, la observó conpena.

Mientras eso, el agente altopropinaba a Ger una bofetada que en vezde atemorizarla la encendía y le enviabaun salivazo que apenas salía de suslabios. ¿Dónde está el poli, viejapendeja? Atada de pies y manos sólohabía soltado mentadas de madre. Nosabía del Zurdo, ni de su familia ni nada.Pinches putos, son muy felones con una

mujer, desátenme y a ver de a cómo nostoca, y de nuevo trataba de escupirlos.Algo debes saber, vieja verijas meadas.Miada, tu chingada madre, y como dijoBob Dylan: la respuesta está en elviento, cabrones. ¿Y ése quién es?

Sonó el celular del agente. Escuchócon atención. Entendido, señor, lo copioseñor, enseguida señor. Luego se volvióa sus compañeros. Amigos, recojan suschivas, este arroz ya se coció; luego aGer: Te salvaste, pinche bruja. Ellasintió que el alma le volvía al cuerpo.En cinco minutos desconectaron equipo,embolsaron cuanto tenían y salieron sinmás. Hey, al menos suéltenme, pidió lamujer, pero nadie la consideró, se

largaron y ni la puerta cerraron.El Tizón impasible. Vio salir al

doctor Jiménez, observó el movimientode los guardias, dos muchachos, los másconstantes y un gordito que por su edady actitud, debía ser el jefe. Una señoraque de seguro era la madre. Un chinoque quizás era el cocinero. Seríasencillo, como decía el Duende, lacoincidencia estaba dada.

Las calles de la ciudad se hallabaninquietas; policías y delincuentescirculaban esperando que algoocurriera. No sabían quién, pero alguiendebía dar la orden y entonces sí, amatarse como Dios manda. Mientrastanto, intercambiaban miradas y saludos,

seguros de que nunca habían estado tancerca del infierno.

31

Tercer piso. Su habitación era cómoda,cama amplia, televisor de cuarentapulgadas, con vista a una calle que eracuesta, arbolada y con poco tráfico. Alas diez se hallaba en el lobby para sucita con el Ratón Loco. Pinche Max, ¿noencontraría un cabrón más zafado? Unabanda de rock llegó agotada, habíangrabado toda la noche. Se sentó en unsillón verde, luego en uno azul, estuvode pie, caminó y nada. Esperó más omenos cuarenta minutos. ¿Cómo estaráJason? Yo aquí de pendejo y él quiénsabe por las que estará pasando. ¿A

quién afecté tanto que se está vengandode esta manera? En más de veinte añosde placa debí pisar un chingatal decallos. Indagó En la recepción si alguienhablaba español: nadie. Somebodycalled me? Room 327, se atrevió apreguntar. Una chica que se parecía aBrooke Shields tardó cinco segundos encomprender y respondió que no. Se paróen la entrada sin saber adónde ir. ¿Quéonda? No me quedaré a esperar, si esepinche loco no volvió no me voy adetener, pero, ¿por dónde sigo: tomo untaxi a casa de Susana, espero a Enrique,busco al Piojo, vuelvo con Chuck Beck,voy a la academia? Esto no es unaencrucijada, es un pinche galimatías, una

recta muy larga y muy derecha. Tampocoes para andar de turista por los EstudiosUniversal.

Decidió llamar a Susana: ni hablar,era su único contacto, quizá conociera alPiojo; también le pediría que lepresentara a Jackman, que según Becksabía más de los alumnos que eldirector.

Señor Mendieta, lo interceptójustamente Chuck Beck que aparecióacompañado por una belleza. Le llaméesta mañana, pero no respondió, ¿cómoestá? Algo preocupado. Me imagino,ésta es Cindy Ford, la chica másinteresada en ser parte de su familia.¿De verdad? Mucho gusto, señor

Mendieta, lo dijo en un español deacademia. Era rubia, de penetrantes ojosverdes. ¿Hay un café cercano dondepodamos tomar algo? En SunsetBoulevard encontraron un Starbucks.

Su hijo es un gran chico, aunquenunca quiera salir conmigo. Usted es tanlinda que probablemente lo intimida;apuesto a que le sobran invitaciones.Algo así, pero ella con el único quesueña es con Jason, y por si no lo sabe,ése no se impresiona con nada, sale contantas que ya ni las contamos. Creo quedespués deberíamos tratar ese asunto,ahora tú me quieres revelar algo,¿cierto? No sé si sea importante.¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

Ése es el punto, lo vi hace cinco días, ala salida, cuando iba rumbo a su coche;el cerebro de Mendieta se revolucionó:precisamente el día que desapareció.¿Y? Lo esperaba una chica preciosa, depelo rojo, rizado y largo; se besaron y sefueron juntos. ¿A pie, en el carro deJason o en otro? Caminando, tomados dela mano; como se imaginará me invadióuna profunda desilusión, entré en mi autoy permanecí unos minutos reflexionando,¿cómo es que no me podía sacar a esemuchacho de la cabeza? Ni siquiera mehabía invitado un helado, quizá ni legustaba; hasta que me fui. ¿Viste que semarcharan? No, el estacionamiento tienecuatro salidas. Según Murillo, el

conserje que vigila allí, el carro deJason no se movió hasta que su mamá selo llevó, aportó Chuck. Esa chica, ¿dequé raza era? Blanca. ¿Era la primeravez que los veías? Sí. Entonces no estásecuestrado, pensó. Simplemente se fuepor ahí a pasar unos días en relax, y setranquilizó un poco. Sin embargo, ¿porqué no ha llamado a Susana?, ¿por quéme amenazaron desde su celular? ¿Traíabolso, mochila de laptop, deportiva,algo? Nada, se veía fuerte, de buencuerpo. ¿Qué quieres decir con “buencuerpo”? Nalgona, ejercitada, de tetasnotables. ¿Crees que era gringa? Es lomás seguro. Beck, ¿Jason tienepreferencia por algún tipo de mujer? Le

decimos ambulancia porque levanta detodo. En sus salidas, ¿llegaste a ver aesta pelirroja? Nunca, recuerdo algunaspero no eran tan hermosas como la quedescribe Cindy. Señorita Ford, ¿cómovestía? Muy sexy, un minishort ajustadoy blusa roja, enseñaba partes de susmalditas nalgas y tetas. Como para ir ala playa, reflexionó el Zurdo. Pero aquílas chicas visten así no sólo en la playa,concluyó al ver dos jóvenes con eseestilo que entraron en el café. ¿De quédistancia la viste? Quizá veinte metros.¿Observaste a Jason entusiasmado? Nolo noté, pero el beso fue largo yapasionado. ¿Distinguiste algúnemblema en la ropa, algún tatuaje en los

brazos? Nada, me sentí muy mal.¿Chuck, seguro que nada te confió deesta muchacha? La verdad no, es que asu hijo le sobran y pocas veces hacecomentarios. Conversaron de algunascostumbres escolares que al Zurdo nadasugirieron. Ninguno de los dos lo habíavisto entrenar.

Se despidió y regresó al hotel parallamar a Susana. En el lobby lo esperabaun hombre de gris.

¿Sólo uno? Eran tres. Los otrospermanecían, uno en la salida y otro enla puerta del restaurante. El Zurdonecesitaba una cerveza fría pero fueinterceptado. Señor Edgar Mendieta,acompáñeme, alguien debe tratar un

asunto importante con usted. Voz suavepero impositiva. ¿Con quién tengo elgusto? Agente Jeter, FBI, y no máspreguntas. ¿Qué se le ofrece? Lo tomódel brazo. Camine, hablará en otro lado.Mendieta se soltó. No me agarre que nosoy de la calle; soy ciudadano mexicanoy entré legalmente. No opongaresistencia. Los otros agentes seacercaron. Estos señores lo podríanreducir en un minuto si fuera el caso. Eldetective pensó que en todos lados habíahijos de puta. Gesto frío. ¿Podríamostomar un trago antes? Yo invito. No,Jeter lo asió del brazo y apretó, eldetective bajó la guardia y se dejóconducir. Chingada madre, sin duda en

dos horas estaría fuera de EstadosUnidos, botado en algún lugar inhóspitode la frontera. Si en la ciudad de Méxicolo tenía el Tizón en su lista de amigos deSamantha, ¿cómo lo tendrían aquí? Aunos metros del acceso al hotel, en lacuesta, Jeter le abrió la portezuelatrasera de un auto gris; el Zurdo entrópensando que tendría que aplicarse paravolver lo más pronto posible, si Jasonse hallaba secuestrado debía estar alfrente de la búsqueda; quizá si hubieseaceptado la invitación de Susana paradormir en su casa no estuviera en estebrete, pero ése era un peligro mayor,aunque ella dijera que no teníapretensiones. ¿Quién tiene mejor cuerpo:

Susana o Edith? Edith es más nalgona,pero Susana es perfecta. ¡Ah!, reaccionóel cuerpo. Déjate de pendejadas: lamejor es la que está más cerca.

Win Morrison, agente del FBI conquien coincidió en un caso en Culiacán,lo esperaba con una leve sonrisa. ¿Vienea Los Ángeles y no me busca, señorMendieta? Hey, Win, qué sorpresa, no tebusco pero qué tal me dejo encontrar;como seguro sabes, dejarse encontrar esuna forma de buscar. Está filósofo, señorMendieta, ¿no lo asustaron? Cómocrees, aunque ya me hacía enMatamoros, lo más lejos posible deaquí. Se sintió un poco migrante. Sí, y loprimero que me vino a la mente fue que

en cuanto me cruzaran de regreso debíadescubrir la forma de volver acá; te ibaa preguntar cómo diste conmigo perosería una ofensa. Entonces no lo haga, yle adelanto que sé a qué vino. Bueno, lasdesgracias mueven al mundo. Le digoque está filósofo. Di mejor filoso, que eslo que me gustaría. Solos, Jeter se retiróhasta unas plantas cercanas. Su hijo esun buen chico, muy vivaz e instintivo,promete. No me digas que lomonitorean. Claro que no, cómo cree, eneste país no se monitorea a nadie. ElZurdo sonrió, observó el rostro de lamujer y nada detectó, lo decía para quefuera cierto. ¿Me tienes alguna noticia?Mucho me temo que no, señor Mendieta.

Optó por confiarle lo único que sabía.Una compañera lo vio con una chicablanca, muy guapa, de pelo rojo yensortijado; lo que me hace pensar quepudiera andar de paseo. Es natural. Loque no es natural es que no lo comentaracon nadie, ni con su mejor amigo ni consu madre, y que un día que le marqué merespondiera una voz amenazante.Cuénteme de esa voz. Decía que me ibaa arrepentir y que era un viejo cabrón,en tono bastante tétrico. ¿Femenina omasculina? Era extraña, parecía más demujer. ¿Joven? No sé, se oía muydistorsionada y seguro fingía. ¿Tiene elcelular? Lo enterré. Lo miró dubitativa.¿Para que no lo rastrearan? Algo así.

¿Entonces es cierto que se acaba demeter en un gran lío y que sigue deamigo de los narcos? ¿Quién te dijo?Amigo de la peor, la más venenosa yevasiva. ¿Estás de voz oficial? Porquese escucha que tienen sólidos acuerdoscon la DEA. ¿Quiere decirme que no esuna envenenadora y prominenteenemiga? No, quiero decirte que alguienle abre la puerta y le pone la alfombra.Silencio. Vieron bajar a Steven Tyler deuna limosina escoltado por un par dechicas sensuales que lo siguieron allobby. Win, gracias anticipadas, lo quepuedas hacer por mí será por mi hijo,que en efecto, es un muchachoprometedor. La mujer lo miró un

momento. Pondré todo a su servicio sime ayuda a detener a Samantha Valdés.¿Firmamos un contrato? Porque desdeluego que no crees en mi palabra. Si lees cómodo. Deja pensarlo, confieso queme alegré de verte, de que pertenecierasa una organización tan efectiva y meencontraras cuando tengo menos de undía aquí. Hace unas horas mataron undelincuente que teníamos fichado;tropezamos con un papel con su nombrey el del hotel en sus bolsillos. Mendietasonrió. Es un día extraño, ¿dónde tepuedo buscar? Yo lo encontraré, comodebe saber, no puede trabajar en EstadosUnidos. Claro, salvo que lave platos,corte el césped o coseche lechugas; si

fuera médico mi título tampoco serviría.Le daremos cuarenta y ocho horas paraque busque a su hijo, si no lo encuentra,quiero que hablemos seriamente de loque le acabo de proponer, ¿qué tan graveestá? Si tu agente en Culiacán no te hadado la información, córtalo, nodesperdicies tu dinero; por otra parte,agradezco tu consideración, intentó abrirla puerta que no cedió hasta que Windesactivó un mecanismo. Dos días, no loolvide señor Mendieta. Win, de verdadme dio gusto verte, ella esbozó su levesonrisa, el Zurdo salió con un portazo.Así que mataron al Ratón Loco, ¿tendráque ver con Jason o conmigo? Apenas loconocí, sin embargo, ahora es parte del

paquete. Ya le diré a Max que su hombrefue out en primera, ¿y ahora, por dóndesigo?

Una hora después se reunió conSusana Luján que llegó con una bolsa deMacy’s, en el restaurante Amarone, lecontó de su conversación con losjóvenes y de la pelirroja. Jason nuncame comentó de ella, de Cindy sí, que loacosaba pero que no iba a ceder anteuna mujer que no le gustaba ni tantito; esduro, como el padre. ¿Como yo?, ¿dedónde sacas eso? Ella sonrió y degustósu vino. Vamos a darle, Zurdo, estamujer está contenta de vernos, haymucho fuego aún en esa ceniza. Separecen, Edgar, y no sólo físicamente,

los dos prefieren que las mujerestomemos la iniciativa. Ella comíaRavioli di ricotta e spinaci y él unBistecca di manzo, pensando que era unpinche culichi de gustos firmes, querechazó una botella de Barolo CostaBussia a cambio de una cerveza Corona.Pobre Jason, le espera una vida deperros. No exageres, sonrió concoquetería, bebieron. Anda, Zurdo, queaún recuerda la última noche que pasócontigo. Te traje un pantalón negro y dosplayeras, espero que sean de tu talla, sino, te llevo a cambiarlos. No te hubierasmolestado. No es nada. Mendieta cortóun trozo de carne aromática y decidióvolver al tema del hijo. ¿Conoces a

Ignacio Daut? No. Es de Sinaloa, tieneuna fábrica de tortillas y le dicen elPiojo. Ah, claro, el Piojo, me surtíacuando teníamos la taquería, no sabía sunombre, debo tenerlo en mis contactos.Márcale por favor, antes hazme una citacon Jackman.

Mi Piojo, creo que nos veremosantes de lo pactado. Qué onda, miZurdo, ¿ya se resolvió tu bronca? Yacasi, pero estoy aquí y me gustaría verte.¿Estás en Los Ángeles? Iz barniz. Quécabrón, ¿cuándo llegaste? Ayer. Órale,¿dónde te quedas? En el Sunset Marquis,¿podrías venir? En una hora noswachamos. Es la una y media, ¿te pareceque nos veamos a las cinco? A la hora

que quieras, oye, ¿adónde me vas ainvitar? No entiendo. Consulté a unadivino en Culiacán, el bato me dijo quemi bronca iba a terminar de la mejormanera cuando un amigo cercano mellevara de paseo. ¿Cómo se llama tuadivino? Se llamaba Polo, por ahícuando te encontré le dieron piso. Órale.

Les sirvieron otra copa y otracerveza. Nicola di Bari se escuchabasuave: Chitarra suona più piano.

32

A doña María le extrañó ver la puertaabierta de la casa del Zurdo, algo queusualmente no ocurría y menos a mediatarde. Minutos antes vio marcharse a losfederales y se asomó animada por lacuriosidad para ver qué había pasado.Ingresó silenciosamente entre el tiraderode la sala y de la cocina-comedor.Silencio. ¿Hay alguien? En la habitaciónde Mendieta, Ger reconoció la voz y lallamó. La señora se aproximócautelosamente hasta la puerta. AveMaría Purísima, Ger, por Dios, intentódesatarla sin éxito. Mira cómo estás,

mujer, trajo un cuchillo de la cocina, lellevó varios minutos cortar la cinta grisde los pies, las manos y la cintura pordonde se hallaba atada a la silla. Venomás cómo te han dejado esosdesgraciados. Gracias, doña María,musitó. La acostó, le limpió la cara conuna toalla húmeda, la hizo beber agua.Voy a buscar al doctor.

A dos cuadras vivía un médico alque apodaban el Pariente, que deseabaser forense pero el Zurdo lo habíadesanimado. Era un joven querido en laCol Pop.

Qué pasó, doña Ger, ¿se puso conSansón a las patadas? No alcancé acortarle las greñas, Pariente. Le checó la

presión, le administró unantiinflamatorio, le pidió a doña Maríaque le comprara un suero porque sufríadeshidratación, ordenó un caldo yreposo absoluto. Debe quedarse en camaal menos un día, doña Ger, presentavarias contusiones pero pronto sequitarán, ¿Edgar no la defendió? Sequedó de brazos cruzados, ¿lo puedescreer? Le reclamaré en cuanto lo vea;bueno, le voy a dejar estas muestrasmédicas y cualquier cosa me llama;dígale a Edgar que me presente a suamigo forense, quiero ver si estudio esaespecialidad. Se Lo diré, gracias,Pariente, Dios te bendiga. ¿Se le ofrecealgo más? Si sirve el estéreo ponme un

cedé, debe haber uno de Janis por ahí, siesos neandertales no lo rompieron. ¿Quéneandertales? Unos que soñé, sonrió condolor. Está bien, tanto desorden nopuede tener otro origen.

Dos minutos después sonó fuertePiece of My Heart. Ger reflexionó quelas mejores cosas son las que se hanvivido, y que las que están por venirvalen para pura chingada, y se quedódormida.

Despertó una hora más tarde. Suhijo, un chico de pelo largo y algogrueso, la acarició. Aunque te ves muyguapa no quise hacerte una foto sin tuconsentimiento, tenía el celular en lamano. Ni se te ocurra, siento la cara

hinchada y me duele. Se escuchaba YouCan Leave Your Hat On, con JoeCocker. Pero te ves bonita, mamá, leacercó el celular. Que no. Sonrieron, elchico quedó quieto, con una risitatremendamente pícara. Ya me contarásqué pasó, ¿te llevo al hospital? Ni lopienses, llego al Seguro Social y si mellegan a atender soy mujer muerta, norespetan al paciente. Hablo de unhospital particular. ¿Con qué ojos,divino tuerto? Don Ignacio me dio mildólares, me pidió que no te dijera,podemos gastarlos en tu salud. A esePiojo no se le va a quitar lo generoso,pero no, mijo, no estoy tan grave. Entródoña María que había limpiado, con una

botella de suero y un plato dealbóndigas. Dijo el Pariente que debíascomer, te traje esto y pescado con arroz.Ay, doña, no se hubiera molestado.Nada, hoy por ti mañana por mí. Gerbebió. ¿Quieres nescafé? Mejor agua,esa porquería nomás al jefe le gusta;doña maría, por favor llame a Susana,que le diga al Zurdo que ya se fue lagentuza que nos estuvo jodiendo; ¿sabequé problema hay allá que tuvo que ir?No me ha dicho, pero debe ser algo deJason, de otra manera no lo busca.Márquele si quiere de aquí. Mejor de micasa, allá tengo el número, no creas queme lo he aprendido a pesar de que tengoaños llamándola. Gracias, doña María,

que Dios me la conserve muchos años.A ti también, Ger, ahora come, que teestás poniendo flaca. Ni lo mande Dios.

Edith, convencida de que no veríamás al Zurdo, llegó al casino dispuesta ajugarse el resto de la casa de su madre.Tenía muy claro que sólo dejaría de ircuando muriera. Observó al agente quela vigilaba hablar por celular, luego lovio abordar su auto negro y desaparecer.¿Y éste? Se sintió reconfortada. En lapuerta encontró al Diablo Urquídez,pero no lo reconoció. En su cabeza sólohabía una fiesta, y no era la boda delviernes siguiente.

33

El Piojo llegó puntual. En el restaurantedel hotel pidieron cerveza. ¿Qué onda,mi Zurdo, qué te trajo a Los Ángeles?Hace tres días nos despedimos enCulichi y ya estás aquí. Vine a que medieran piso, mi Piojo. No mames, pincheZurdo, no bromees con eso, bien sabesque es un pedo escapar de la calaca. Telo voy a decir, pero antes quiero saber siestás dispuesto a jugártela conmigo. Yasabes que sí, me vale madre, en lo quesea y como sea. Mi hijo Jasondesapareció el viernes pasado y estoyaquí para encontrarlo. Órale, ¿tienes un

morrito? Lo tuve con Susana Luján, ¿teacuerdas de ella? Cómo no, era unabelleza y todavía da el gatazo, ¿así quetú fuiste el ganón? A esa morra laquerían los más felones, mi Zurdo. Puesse chingaron con mis huesos; oye, tellamé de su celular, te conoce de vistaporque le surtías tortillas, por ciertodice que tuvo que cerrar su taqueríaporque se intoxicaron veintidóspersonas con tu pinche productoagusanado. ¿Qué? No chingues. A mí nome metan en sus broncas, eso lo arreglascon ella. No lo creo, mis tortillassiempre pasan el control de salubridad,es más, tienen fama de higiénicas. No teclaves, lo de Jason es lo crucial ahora y

vamos a empezar desde el principio.Mientras avanzaban en una

camioneta Honda rumbo al caféHollywood, donde se encontraría conWolverine, le resumió lo del Ratón Locoy lo de la pelirroja. Se ve que está biencabrón, mi Zurdo, y este señor que vas aver, ¿quién es? Es un profesor de laescuela de mijo, se llama Jackman.¿Ése? Era bien culero, mi Zurdo, un batoque se ensañaba con los latinos, creí quelo habían matado. Pues no, parece quees muy buen maestro y se lleva muy biencon Jason. Voy a estar a la mano por sise pone picudo. Oye, ¿qué fue lo que medijiste del adivino? Ah, ya ves que traíaesa bronca, entonces llegando a Culichi

fui con este compa, me lo recomendó mihermana, me dijo que la iba a librar, nole creí, había escuchado cosas muycabronas del hijo del Cacarizo Long,mucha crueldad con los cadáveres y eso;después de wacharlo supe que no erapara tanto, que le faltaba lo meroprincipal, vengarse no es cualquier cosa,mi Zurdo, a mí no me cuentan; el caso esque también me soltó un pinche saliverode que un buen compa me iba a invitar arolarla y que yo debía saber qué hacer;pues eres tú, y voy a estar contigo hastalas últimas consecuencias, después nosemborrachamos. Ya está. ¿Agarraron albato que lo bajó? No se dejó, nosrecibió a balazos y luego se suicidó.

Típico.Era un sitio lleno de antiguos

artefactos de cine y fotos de famosos enlas paredes. Wolverine esperaba con unataza de café al frente. ¿Señor Jackman?Mucho gusto, señor Mendieta, es gratoconocerlo, cosa rara pero su hijo loadmira de verdad. Habla usted muy bienespañol. Trabajé veinticinco años en lascalles y en ellas se oye tanto españolque sólo el que no quiere no lo aprende.Dicen que usted fue duro con loshispanos. Sólo con los delincuentes, austed debe pasarle lo mismo. Más omenos, recordó el mensaje del celular.Bueno, lo he buscado por lo de Jason, sumadre piensa que podría ser un

secuestro. ¿Avisaron a la policía? Aúnno. En norteamérica es lo primero quese hace, señor Mendieta; deben ustedesnotificar al departamento de Policía deLos Ángeles. Perfecto, mientrasavisamos, ¿vio usted a Jason el viernespasado con algún desconocido? ¿Me vaa interrogar? Usted no puede hacer eso,aunque sea un buen policía, usted nopuede dirigir una investigación en estepaís, incluso si la víctima es su hijo,quien, dicho sea de paso, es un granchico. Mendieta abrió la boca, sintió esaenergía que te pierde cuando te irritas.¿En serio? Claro, para eso están lasinstituciones y el departamento dePolicía es de las más efectivas y le

reitero: usted aquí no puede trabajar.Las tripas de Mendieta se retorcían,comprendió por qué Jackman tenía eseprestigio y decidió cortar antes de liarsea golpes con él, ¿por qué a Jason lodeslumbraba? No obstante, no podíalargarse sin provocarlo, ¿qué se creíaese cabrón, que era único, que vivía enun país perfecto? Felicito a la policía deLos Ángeles y a usted por la manera tanefectiva en que se aplicó la ley en elcaso de OJ Jackson, aquel que acusabande haber matado a su abuelita. Señor,usted no puede juzgar a la policía de LosÁngeles que hizo su trabajo. Claro,también lo hicieron con Rodney Queen,¿estuvo presente? Usted no puede

criticar nada, señor Mendieta, suseñalamiento es irrelevante, avise aldepartamento de la desaparición de suhijo y vaya a comprar ropa y chocolates,como todos. ¿Ropa aquí, qué le pasa?Ojalá encontrara un Levi’s que noestuviera hecho en China. ¿De quépresume, señor? México es el país máscorrupto del mundo, y la policía no estáfuera de esa clasificación. Sí, pero si austed le hubieran secuestrado un hijo ynos pidiera ayuda no lo mandaríamos ala chingada; aparte de que se trata de unmuchacho que lo aprecia y que confía enusted y en sus enseñanzas, se puso depie y se encaminó a la salida. La voz deJackman lo retuvo: Quizá sepa algo de

algunas amistades de Jason. Se volvió,el ex policía le señaló la silla en quehabía estado sentado.

¿Hará la denuncia correspondiente?No. Permanecieron quietos un momento,Jackman probó su café, Mendieta pidióun espresso doble. Le llama la atenciónla gente rara, por ejemplo Beck, sumejor amigo, es como un niño grandeque quiere jugar con armas, si no seubica a tiempo, será el primero de sugeneración en caer, pausa en que elZurdo siente la Beretta en el cóccix. Hayun minusválido que tiene una licoreríaque él mismo atiende, también trabaja deextra cuando algún director necesita aalguien en una silla de ruedas que no sea

temeroso; búsquelo en Santa Mónica,cerca de la UCLA, el lugar se llamaPhilip Marlowe, seguro le es familiar.¿Sabe su nombre? No, por lo quecomentan es egipcio, le dicen SillaBiónica. Se lo agradezco, estuvo a puntode ofrecerle disculpas pero se lasreservó. Me han dicho que el último díaque fue a la escuela, lo vieron en elestacionamiento con una pelirroja. Miclase es de siete a nueve y le he dado undato; no olvide hacer su denuncia.Afirmó con la cabeza y salió por dondehabía entrado.

Cuarenta y siete minutos despuésencontraron el lugar. Era unestablecimiento iluminado y bien

surtido. No vieron ningún tipo en sillade ruedas. ¿Se fue Silla Biónica? Unjoven de ojeras y ojos negros los miródubitativo. ¿Quién pregunta? El papá deJason Mendieta. El chico sonrió. Creíque usted era Jason muchos añosdespués. ¿Eres tú? Es mi padre, se fuehace quince minutos. Llámale, dile quenecesito verlo, que es urgente. El Piojopidió un six de Miller. El joven pasó sucelular al Zurdo, que se alejó losuficiente para que no lo oyeran.Necesito hablar con usted. Vengollegando a casa y estoy agotado. Se tratade Jason, tiene cinco días desaparecido.Oh my God, silencio. Venga aquí, lo voya esperar en mi carro en la calle, es

cerca. El joven cobró y le dio las señasal Piojo.

Llegaron en diez minutos. Loencontraron estacionado, frente a unaresplandeciente casa blanca. Mendietasubió al auto. Buenas noches, y fue algrano. Sé que usted y Jason son amigos yquizá pueda ayudarnos a aclarar esteasunto. En lo que pueda, lo considerouna obligación porque es cercano anosotros, expresó, mismos ojos negrosque su hijo, delgado pero musculoso.¿Cuándo lo vio por última vez? Elviernes antepasado, su amigo y élvinieron por una botella y se quedaronun rato conversando. ¿Le dijo si teníaalguna inquietud, si saldría de la

ciudad? No precisamente, por lo generalme pregunta por mi trabajo de extra; nosiempre estuve en una silla de ruedas,esta situación se la debo a una caída decuando rodábamos Titanic, me salvépero quedé inutilizado para caminar;Jason ve un delito en la falta deseguridad que provocó mi accidente; nodijo si saldría de la ciudad, pudimoshablar poco porque Chuck traía prisa,ese chico vive desesperado. ¿Cómoconoció a mi hijo? Naguib y élestudiaron juntos high school, amboseran atletas y amigos; como ve, él siguefrecuentándonos. Entonces estabacalmado. Sí, y lo admira mucho a usted,me ha contado un par de cosas realmente

espeluznantes de su trabajo en México,es usted un policía muy arriesgado.Mendieta comprendió que Silla Biónicapoco le diría, trató de definir por qué; surápida conclusión fue que era unparlanchín incorregible. Me tocó doblara Di Caprio y resultó demasiado alto.

Bien, señor, disculpe, ¿cuál es sunombre? Jack Mahfuz. Pensé que tendríanombre egipcio, como su hijo. Bueno,Jack no es mi nombre real, sin embargo,me acerca al menos una generación aeste país. ¿Notó usted si Jason tienepreferencia por algún tipo de chica? Lasmexicanas, lo seducen las mexicanashermosas, tipo Salma Hayek o lacolombiana Sofía Vergara, aunque ese

día comentó algo, espero no haber oídomal, expresó que al fin iba a conocer elmisterio de las pelirrojas. ¿Eso dijo?Más o menos. ¿Reveló algo más?,¿dónde lo haría, con quién? Sintió laadrenalina. Sólo eso, porque en esemomento entró Chuck y se lo llevó de unbrazo, le digo, ese chico tiene prisa porvivir y de policía eso puede ser fatal.¿Alguna vez vio a Jason con unapelirroja? Jamás, y en lo particular,tampoco me llaman la atención, tienenfama de cachondas pero no sé si lo sean.Señor Mahfuz, su ayuda ha sidoinvaluable, muchas gracias. De nada,pase por mi negocio y le invito unacopa, yo no bebo pero usted sí,

brindaremos por eso. El Zurdo abrió laportezuela. Claro que sí, cuídese.Encuentre rápido a Jason.

El Piojo se había tomado tres latasde cerveza y escuchaba a Luis PérezMeza, el Corrido de Heraclio Bernal.Pinche Piojo, ¿no te multan? Sólo si metuercen, ¿qué onda, todo bien? Estamosigual, lo único nuevo es que Jason teníacuriosidad por descubrir el misterio delas pelirrojas y se fue con una, ¿sabescuál es? A mí que me esculquen, yo puroproducto nacional. Órale. ¿Y ahora?Déjame en el hotel, mañana veremos.Échate una, pues. A ver: Jason conoceuna pelirroja y se hacen amigos; elviernes se encuentran, más bien él la cita

o ella lo busca; con el pretexto derevelarle sus misterios se lo lleva a laplaya, a la montaña, al desierto, a lasVegas o se embarcaron. Podrían estar encualquier hotel de la carretera o enYosemite; de algún lugar me llamó, ¿y siestán en Los Ángeles? El caso es que yase fue un día y estoy chupando Faros.

Entró en su habitación. Encima delescritorio había un sobre manila tamañomedia carta con su nombre. Lo tomó, losopesó, vio que estaba un poco abultadoy lo abrió. Extrajo un rollo deesparadrapo que envolvía un trozo dededo. Negro. Oh, el Zurdo sintió ungolpe en el estómago. Mierda, quedóparalizado, temblando. Empezó a sonar

el teléfono. Colocó el dedo sobre elescritorio y sacó una pequeña tarjeta delsobre. El teléfono. Te toca pagar lasque debes, viejo pendejo, manuscritacon letras rojas muy claras pero bastantechuecas. Descolgó mecánicamente. Sí.Edgar, soy Susana, llamé para pasarte unrecado y ver si necesitabas algo, acabode hablar con el Piojo y me dijo queestabas en el hotel. ¿Puedes venir?Claro, ¿estás bien? No, acabo de recibirun dedo que podría ser de Jason. Oh myGod.

34

Susana entró en la habitación y fijó lavista en el sobre manila. ¿Puedo verlo?El Zurdo sacó el esparadrapo y loextendió. La mujer se llevó una mano ala boca y resistió el impulso de llorar,se sentó en la cama. ¿Será suyo? Es loque vamos a averiguar, ¿quieres ver elmensaje que enviaron? Afirmó y tomó latarjeta adjunta. Es letra de Jason,escribe tan feo que la reconocería entremil. ¿En serio? El Zurdo contempló elrecado. Pues sí, escribe con las patas,permanecieron en silencio un momento.¿Podemos ir a casa de Chuck? Deja y le

llamo primero. No respondió, por lahora debía estar recorriendo bares, erauno de sus hábitos. Déjale recado, queme urge hablar con él, necesitamos quenos consiga un sitio donde analizar eldedo, la escuela debe darles ese tipo derelaciones. Espero que sí. ¿Sabes qué?Vamos a su casa, a lo mejor estádormido o puede llegar en cualquiermomento. Llamó mi mamá de parte deGer, que ya no hay problema, que laspersonas que estaban en tu casa sefueron de improviso, que a Ger lamaltrataron un poco, pero que elPariente la atendió, que se va a quedaresta noche allí. Esa Ger es un tesoro,tengo pendiente su regalo de día de las

madres. Se lleva muy bien con Jason.Diría que se quieren. Me contó mi mamáque le tocó limpiar, que dejaron uncochinero. Dale las gracias de mi parte;quizá deba comprar un celular. Usa elmío.

En el trayecto conversaron: Conocíaa Jack Mahfuz y a su hijo desde queJason iba a high school, Jackman eraasí, los chicos opinaban que era mutante,por eso le decían Wolverine, lo delinterés de su hijo por las pelirrojas lodesconocía, es más, jamás lo había vistocon una ni le contó de alguien con lospelos así.

Tocaron. Primero con prudencia,después no tanto. Mendieta se colocó de

tal suerte que pudiera ser visto por elojo de la puerta. Susana marcó a Chucky aporrearon de nuevo. Abrió, estababorracho y lo abrazaba Cindy. Hola.Disculpen que los molestemos. Olía asexo. Pasen, no se preocupen. Sólo unpar de preguntas, Chuck; lacomputadora, que quizás era unalámpara, seguía con el arma en lapantalla. Sabemos que Jason queríadescubrir el misterio de las pelirrojas ypor lo que nos dijo Cindy, encontró una,¿qué misterio es ése? Ni idea, jamás hesabido que tengan uno. ¿Comentó elasunto contigo? Nunca, le digo que enasuntos de mujeres siempre actuaba a suaire, el Zurdo miró a Cindy que hizo un

gesto de niña linda. Por lo que veo tútambién. Sonrieron. Susana permanecíacallada, escudriñando el caos. Otracosa, hemos recibido lo que quizá sea undedo de Jason, ¿sabes dónde lopodríamos analizar para ver si es de él?Abrieron sus bocas. Oh. ¿Un dedo? Quérudo, ¿y qué le piden de rescate? Nada,o al menos no lo han señalado. Beck seespabiló. A esta hora no es posible, perolo busco mañana, conseguiremos quienlo haga; igual tarda un poco. No importa.¿Qué dedo es? Cindy tenía los ojosabiertos. Debe ser el medio, ¿teníaalguna marca? Preguntó el Zurdo aSusana. No. Bueno, en cuanto tengasalgo me llamas.

En el hotel. ¿Puedo quedarmecontigo? No me siento bien.

Se acostaron vestidos, el cuerpocomprendió que era mejor esperar yaguantó en silencio, inmóvil. Susana sedurmió de inmediato y el Zurdo dormitó.Qué vida tan cabrona, ¿por qué seensañan con Jason? Pobre morro, tanlleno de ilusiones; para qué me hagopendejo, es contra mí, pero ¿quién?,¿por qué? ¿Cómo tiene tanto alcance? Eltrabajo policiaco pisa callos, pocasveces quedamos bien con todos, comoque la gente se acostumbra a losdelincuentes de la familia y los cree muymerecedores, una plaga bien dañina eslo que son; éstos no deben ser

cualquiera, el secuestro es un delitomayor y el que lo concibe y lo ejecutadebe ser muy desgraciado y como eneste caso, tener mucho rencor, apartecon un joven que vive tan lejos y con elque no he tenido mayor relación en mivida, salvo el año pasado cuando fue aCuliacán; mataron al Ratón Loco, ¿serátambién por mí? El Piojo ni mepreocupa, sabe cuidarse y acaba de salirde una bronca mayúscula; el que no lalibró fue su adivino, pobre cabrón,cuando menos la disfrutó con Irene; quéonda con Win, ¿no? Aparece y me dacuarenta y ocho horas para encontrar aJason, está bien pendeja. Tengo quecuidar a Enrique y a Susana; qué rico

huele, ¿desde cuándo usará ese perfume?Le echó una cobija encima y la abrazócon timidez. Ella sin despertar se pegó aél.

¿Cómo sigues? Zurdo, no se va amorir nunca, bendita la madre que loparió. Me dijo Susana que te acariciaronmachín. No fue nada, una raya más altigre, y estoy mejor, marco y yo nosquedamos a dormir en su casa. ¿Estábien tu hijo? Más guapo que el padre.Qué bueno, ¿qué tal de destrozos?Moderado, ya verá cuando regrese,porque va a regresar, ¿no? Bueno, losgringos me ofrecen trabajo, lo estoyconsiderando. No sea despatriado,vuelva en cuanto pueda. Lo voy a

pensar, ¿qué más ha ocurrido por ahí?Anoche vino ese chico que antes erapolicía, el Diablo, le dimos el númerode Susana, dijo que querían hablar conusted, que le marcarían hoy. Perfecto,¿me han buscado de la jefatura? Sí,anoche llamó Angelita muy preocupada,le aseguré que está usted bien, tambiénel señor Ortega y el doctor Montaño, yhace un momento dos, uno dijo que erael Camello y el otro Terminator, ¿cómoestá Jason? Mejor que tú y que yojuntos, deseaba preguntar si habíamarcado el comandante, pero seabstuvo. ¿Alguna llamada rara?Ninguna. ¿De amenazas? Nada, los tiposse largaron y espero que sea para

siempre, ¿a qué fue a Los Ángeles, si sepuede saber? A ver si no se amarra porallá. Ger, por favor. Mejor véngase,acuérdese que no hemos pagado losservicios, nos los van a cortar, ¿y miregalo? Tranquila, en cuanto convenza alos gringos de que sólo vine a filmar unapelícula me devuelvo. Brincos diera.Bueno, cualquier cosa marca a estenúmero y Susana me pasará el recado.

Estaban desayunando cuando llamóMax Garcés. ¿Cómo vas con tus estudiosde inglés? Reprobado, ¿sabes lo delRatón Loco? Sí, pero no tiene que vercontigo, era un asunto personal. ¿Estásseguro? Completamente, estos pendejosno entienden que deben cuidar la forma

en que viven, que cada vez que les pasaalgo exponen al grupo; el caso es que lorecogió el FBI y el pedo está creciendo;sin embargo, nada que ver con lo tuyo.El bato estaba perdiendo la memoria oqué. Me acabo de enterar de queolvidaba cosas importantes. Pues leencontraron un papel con mi nombre y eldel hotel en un bolsillo. Ah, cabrón,¿quiénes? El FBI, me buscó una agenteque una vez fue a Culiacán, me informóeso y me dio cuarenta y ocho horas paradar con mi hijo. Qué culera, en vez deayudarte. Ni le muevas, sólo me echarála mano si le presento a tu jefa, quieretomarse un capuchino con ella. Dile queno le gusta el café; mira, te vamos a

cambiar de hotel, un compa te va abuscar, no está tan relacionado en eleast side como el Ratón Loco, pero notiene broncas, ¿sabes quién hizo elsecuestro? Ni idea, nos mandaron undedo y quiero estar seguro si es de mihijo. Este compa te va a ayudar, le dicenGordowsky y siempre sabe cómoproceder. ¿Cómo sé que puedo confiaren él? Porque yo te lo digo, como dato,es el que cuida al hijo de la señora,arregló con la escuela para que le den untrato especial, le pediré que trabaje enlo del dedo, que te debe tenerpreocupado, ¿han dicho cuánto quieren?Nada, parece que la bronca es directaconmigo, alguien que se está vengando.

Órale. Por cierto, gracias, ayer supe queCuliacán es el paraíso. Aunque no estéscon nosotros eres de los nuestros, ZurdoMendieta, y no te vamos a dejar abajo,me pide la señora que te lo recuerde.¿Cómo sigue? Cada día mejor, ya sesentó una vez, como un minuto, y semareó. Dile que en cuanto se alivie lainvito al Guayabo, ¿viste lo de IgnacioDaut? Está resuelto, y también lo delTizón, así que dedica tu mente a lo de tuhijo. Gracias, Max, y dale mis saludos ala mandona.

A un costado del restaurante pasóSteven Tyler, debía tomar un avión, ibaretrasado, no obstante se detuvo justofrente al Zurdo, vestía una playera negra

y jeans pero el detective lo vio con suabrigo y su larga mascada, cantando SheCame In Trough the Bathroom Window,Golden Slumbers, Carry That Weight, yThe End, exactamente como lo hizo en elhomenaje a Paul McCartney en elKennedy Center Opera House, en 2010.Sonrieron, el rockero hizo un gesto dedespedida y siguió su camino, Mendietasaboreó el café.

Hay instantes que serán recordadosmuchos años después como si de hielose tratara, a poco no.

35

Soy el doctor Dionisio Lima, el doctorJiménez está operando y me mandó en sulugar a auscultar a la paciente. Vestía deblanco con estetoscopio al cuello,maletín negro y mantenía a la vista unashojas del hospital Virgen Purísima. LaHiena Wong lo miró de arriba abajo. Nome gusta el sapo pa’ ligero, pensó. Unmomento, llamó a Max y le explicó.Garcés marcó a Jiménez y a suguardaespaldas pero no respondieron.No comentó el doctor que enviaría unsustituto. Bueno, ése es un trámite que nome corresponde hacer, me pidió un favor

y lo estoy cumpliendo, es todo, si no veoa la paciente, le pido que le diga queestuve aquí, como le prometí; se limpióel sudor de la cara. Nunca viene a estahora. Es la hora en que yo puedo, si nola voy a reconocer, por favor llame a laenfermera para saber sobre su estado yde ser necesario darle indicaciones. Noha llegado. ¿Está sola? Con nosotros. Enese caso, disculpen, buenas tardes.

El Tizón avanzó hacia el elevadordejando a Max consternado. Chingadamadre, ya cometí un error, no quisieracometer otro, pero el doctor no avisó yno responde el celular; claro, si estáoperando no puede contestar; tampoco laChacaleña, a ver si no la está operando

a ella. Espere, el Tizón se detuvo yregresó despacio, sabía que laenfermera no llegaría, cerca de allí,dentro de su carro estacionado, yacíadegollada. Pase.

En la habitación apropiadamenteiluminada, sobresalía un ramo detulipanes amarillos, Garcés explicó a laseñora que lo aceptó de buena gana; esemédico gordo y feo debía ser bueno. Lovio checar el oxígeno, la bolsa del sueroy anotar con cautela en las hojas delhospital. Sus hombres salieron. ¿Cómovamos, señora Valdés? Estoydesesperada, doctor, no hallo la puerta.¿Tiene problemas para respirar? Estamañana un poco, después de mediodía

me he sentido mejor. Bueno, ahora no tepreocupes, pinche vieja, le cubrió laboca con la mano izquierda, vas adescansar en el infierno. En ese instantesupo quién era, vio su sonrisa mortalhumedecida, el estilete en la diestra,notó cómo se entretenía un segundo enlos tulipanes y disparó. Sospechóporque nunca sacó el baumanómetro yporque era recelosa de nacimiento.Claro, tenía afianzada la pistola que ledejaron días atrás. Un segundo despuésentraron Max y la Hiena y lo cocieron abalazos. No se habían movido de lapuerta de la habitación que estabaentreabierta.

Es el Tizón, expresó la capisa.

Llévenselo al nuevo pozolero.Urge saber quién está detrás, y

llamen a la Chacaleña, pregúntenlecómo está el doctor Jiménez. Me acabade regresar una llamada y sí, el doctorestá operando. Pues que no se ledespegue. Samantha cerró los ojos y sequedó quieta, Max jaló el cadáver y laHiena pasó un trapeador por la manchade sangre. En su cartera, encontraron unapequeña agenda con sólo dos teléfonos.

36

Avisaron a Enrique que estarían en elMillennium Biltmore, en Grand Avenuey 5th, en el centro de la ciudad, yapareció a las once en el Esmeraldi’scon una carpeta en la mano. Quiubo,cabrón. Puta, qué feo estás, pinchecarnal, creí que la vida en Gringolandiate había favorecido. Estás pendejo,mírame bien, mi vieja todavía me rentapara acompañar señoras, se abrazaronlargamente, besó a Susana, ¿algo nuevosobre Jason? Poco, nos mandaron undedo que se lo acaban de llevar aanalizar para ver si es de él. No

chingues. Lo que oyes, son unos hijos dela chingada. ¿Cuánto quieren? No handicho, al parecer se trata de alguien quetiene algo contra mí, me anunció porteléfono que iba a pagar las que debía.¿Y con Jason? Qué poca madre. El dedollegó con un mensaje parecido. ¿Podríaser una persona? No sé, generalmenteson bandas, por ahora sabemos de unamuchacha, Jason le comentó a un amigoque deseaba conocer el misterio de laspelirrojas y la última vez que lo vieroniba con una; hasta ahora es lo único quetenemos. Qué brete, oye, no quise traer alas niñas ni a mi mujer para evitarles elsusto. Qué cabrón, los sustos también secomparten. ¿Deveras? Llámales y que se

vengan de inmediato. Susana sonreía. Lemarcaré a Mirna y le contaré que hayalgo que no le has dicho, seguro te hacehuelga de piernas. Deja que aparezca misobrino; los cuentos con final feliz sonmejores. Puedo felicitarla por el día delas madres. Después, ya ves cómo es depreguntona. Supongo que no hasdesayunado, nosotros lo hicimos muytemprano en el otro hotel, ¿quieres aquí?No diré que me agrada la comida de loshoteles pero me sacrificaré, recuerdaque trabajo en uno. Te va a gustar, dicenque el chef es de Guamúchil, muy amigode Víctor de la Vega, ¿lo recuerdas?Cómo no, dos veces me ayudó a escaparde la policía antiguerrilla. Por cierto,

puedes volver a México cuando quieras,no tendrías ningún problema. Es lo quetú crees, hay perseguidores que norespetaron ni respetarán la amnistía yaquí estoy bien; traje un documentolegalizado donde te cedo la casa, lepasó la carpeta con el nombre del hotelen que trabajaba en mantenimiento: Innat Deep Creek, en Oakland. Escompletamente legal, si faltara algo quelo complete Díaz Salazar, le hablé ayery dijo que lo que ocuparas. El Zurdoquedó con la boca abierta. Pero, carnal,no es necesario, quizá no tengamos quepagar. Mira, tú vives allí y no voy aregresar, cada vez que veo las noticiasde México me salen ronchas, está

cabrón cargar con eso, y los gobernantescon sus pinches sonrisas culeras, comosi estuvieran haciéndola muy bien; tantomuerto sin sentido me da hueva. Ysúmale cuarenta y tres. Los mexicanossoportamos a los políticos porque loshemos sacado de nuestras vergüenzas,son un pinche cochambre que no se quitani con ácido. Me gusta que lo digas,pero yo estoy ahí, en el ajo, y ahora conesta bronca. ¿Tú en el ajo? No te hagaspendejo, hablé con tu jefe y me embarróen la cara que estabas despedido, queeras un policía de lo peor, corrupto ycoludido con el narco. Sorpresa. ¿Eso tecontó? Susana lo miró con extrañeza. Nimás ni menos, le dije que mi hermano no

era de ésos y lo mandé a chingar a sumadre, y espero que no tenga razón.Pues la tiene. ¿Qué? No necesito sernarco para tener una relación con ellos,soy policía y coincidimos más de lorazonable. No lo puedo creer. Créelo,tampoco es algo que me enorgullezca; eneste momento tengo su apoyo y el únicomotivo es que quiero recuperar a mihijo; esos cabrones controlan cosas queme cuesta imaginar; por ejemplo, uno deellos nos trajo a este hotel y llevó aanalizar el dedo a un centro deinvestigación científica; por supuestoque la policía de Los Ángeles no sabedel asunto y espero que nunca lo sepa,pero, ¿quién crees que sabe? El FBI, que

por cierto me dio cuarenta y ocho horaspara encontrar a Jason que ya estánterminando. Estás cabrón, carnal, conrazón no quieres la casa, resulta pocacosa para ti. Enrique, no trabajo paraellos, entiéndelo, sólo es cooperación,tomó la carpeta con brusquedad. Y síquiero la casa.

Mientras Enrique, que pesabaalrededor de cien kilos, comía huevoscon tocino y pan tostado, el Zurdo sesentía cada vez más inquieto. Tres horasantes se había presentado un jovenformal, vestido con discreta elegancia:Gordowsky, que los cambió de hotel yse llevó el sobre con el dedo de Jason yel recado, así como muestras de sangre

de los padres. También le aconsejó quedejara el arma en su habitación.

Vio entrar al agente Jeter. Quérápidos, reflexionó. Aapenas tenemosdos horas aquí y ya nos encontraron, sepuso de pie. Mientras terminas tudesayuno iré a realizar actividadespropias de mi sexo, saludó con cautelaal agente y lo siguió al Sai Sai, unpequeño restaurante japonés en unaesquina del hotel, donde Win Morrisonbebía té caliente.

Si hubiera sabido que vendrías teespero para desayunar. Sé que es uncaballero, señor Mendieta, pero hizo locorrecto, ¿gusta té? Vestía informal.Gracias, no recuerdo haber tomado té en

mi vida. Mi madre era una estudiosa dela cultura oriental y nos enseñó aapreciar esta infusión y a disfrutar susaromas tan sutiles. Entiendo que es unaherencia poderosa, tanto como el caféque toma media humanidad, ¿vienes arecordarme que hoy se cumple el plazo?Algo así, y también a preguntarle cómova. Es un desastre, lo único que hemosdescubierto es que mi hijo pretendedescifrar el misterio de las pelirrojas,¿te acuerdas que lo vieron con una?¿Qué misterio? Nadie lo tiene claro, ¿metraes alguna novedad? Sé que no hizo ladenuncia a la policía y por tanto, no hasolicitado su ayuda. Conocí a un policíaretirado, maestro de mi hijo, que me

señaló lo mismo que tú, que no podíatrabajar. Como ve, no es cosa mía, es unasunto de sistema. Mendieta sabía queno estaba allí para conversar desuperficialidades, y menos a esa hora;además de que el FBI siempre sabía másde lo que pregonaba; podría poner decabeza al país si se lo proponía, eso siantes los hackers no los desnudaban aellos.

Decidió no contarle lo del dedo y elrecado que ya estaban en manos de losexpertos al servicio del cártel. Tambiénme mandó a comprar chocolates, ¿dequé tengo cara? El punto es que hoyusted sólo será un turista más en LosÁngeles, puede visitar Hollywood o

asistir a un concierto, a menos quecolabore con nosotros; le ofrecemosimpunidad dentro de nuestro Programade Testigos Protegidos; lo único quedebe hacer es señalarnos losmovimientos de Samantha Valdés; de laciudad de México nos llegó informaciónde que usted es de su gente; sé que es unhombre con cierto grado de honestidad yque será un magnífico colaborador delFBI; y como le dije, todo nuestrodepartamento antisecuestros se volcaráal caso de su hijo. Se sirvió un poco deté y escudriñó al detective, sus ojos eranfríos. ¿Por qué no rescatamos a mi hijo yluego hablamos? Se miraron unossegundos. Con nosotros no es así, sólo

le ayudaremos si se compromete. Yfirmo un contrato, ya me dijiste. Winbebió de nuevo, el Zurdo escrutó laventana, afuera dos hombres de grisignoraban a tres indigentes que lespedían para el desayuno. Mierda, ¿quéhago? Reflexionó, una de las cosas quele había enseñado la vida era a notraicionar, todos sus conocidos que sehabían rajado yacían bajo tierra;además, no era fácil involucrarse conlos americanos, lo sabía muy bien; noobstante, su hijo estaba en grave peligro,si el dedo era suyo seguro susescrúpulos se desvanecerían, peromientras tanto. Win, en mi tierra vivía unpolítico que dijo que a él lo único que le

faltaba era que lo enseñaran a parir, y esmi caso; de verdad tengo que pensarlo,dame otros dos días. Claro que no, tieneusted hasta mañana, a las diez, su gestose alteró levemente. Jeter lo buscará,¿por qué se cambió de hotel? Aquél eramuy bonito, excelente ambiente yestupenda comida. Se puso de pie, dejócinco dólares sobre la mesa y partió.Maldita la gracia que le hizo larespuesta.

El Zurdo se quedó un momento enblanco, luego se preguntó: ¿por qué mecuesta tanto decir que sí? Ya ni lachingo, está la vida de Jason en peligroy yo con estos escrúpulos pendejos,¿será el mosqueo que le tengo a los

gringos? Varias veces he dicho que conellos ni a las canicas; puede ser, porque,¿qué chingados le debo a Samantha quevalga la vida de mi hijo? Nada, pinchevieja, aparte de que me ha ofendidomachín me puso en una situaciónembarazosa, donde no sólo perdí eltrabajo, sino que aparezco en una pinchelista que me compromete con ella sin serreal, pinches chilangos, escribennombres a lo pendejo, ¿qué hago yo enese repertorio? Gracias a Belascoaránme enteré a tiempo. Voy a decirle que sí,que se pongan esos cabrones a buscar ami hijo y a lo mejor lo encuentran enunas horas. Abandonó apresuradamenteel restaurante que también daba a la

calle, pero ni Win Morrison ni susguardaespaldas se hallaban a la vista.Chingada madre, otro día perdido,observó los grandes edificios del centrofinanciero, a indigentes hechos bola enPershing Square y regresó al hotel.Gordowsky lo esperaba en el lobby.¿Nos sentamos un momento? Señaló unpar de sillones.

Señor Mendieta, ahora estántrabajando en su asunto, mañana amediodía nos tendrán una aproximaciónde los análisis, evidentemente requieresu tiempo pero nos darán una idea; ya hellamado al señor Garcés, me ha pedidoapresurar el proceso, sin embargo, esimposible; el grafólogo se encontraba en

Hawái, llega esta noche y mañana nospresentará resultados; no sé cómodecirlo, puede usted relajarse un poco.Claro, ir a comprar ropa o chocolates.No sé cuáles sean sus gustos, si lodesea, alrededor hay tiendas de marcas,y si le gusta la simulación, a tres cuadraspor Broadway, hay un local dondevenden vestuario de cine baratísimo, noestá usted para saberlo pero este traje locompré allí, lo usó al Pacino en Elpadrino III. Gracias, lo espero mañana.Le dejo este número de celular por loque se ofrezca.

Encontró a Susana y a su hermano enla misma mesa del restaurante con carasatribuladas. Se sentó y esperó. Edgar,

han llamado del celular de Jason,dijeron que mañana nos enviarán unaoreja. ¡Márcales! Lo hizo y le cedió elteléfono. Quien seas, arreglemos esto deuna buena vez. La respuesta fue un largobeso tronado.

37

Después de dar dos vueltas al bufet sinechar un vistazo, se sentó. Lo habíaolvidado, recibí besos tronados dos otres veces, igual que ahora, sin palabras,pero no lo relacioné; después mehicieron la amenaza. A mí también memandaron de esos besos. ¿Por qué no medijiste? No sé, tampoco le diimportancia. El Zurdo pensó que quizárecibía besos todos los días de suspretendientes y se sintió celoso, pero nolo comentó, él llegó a pensar que erande Edith. Un par de idiotas es lo quesomos, externó. Y ahora debemos

apurarnos para que no mutilen de nuevoa Jason; por cierto, mañana nos darán unresultado preliminar del análisis deldedo. Mis huevos tienen más tipo decientífico que ese trajeado con el que tefuiste, con perdón de esta mujer. Tienesrazón, es del FBI, luego indicó a Susana:márcame este número, por favor.Enrique observó a su hermano yexperimentó cierta clase de orgullo, leagradó. Pinche mocoso, y yo que creíque no iba a servir para nada. Soy EdgarMendieta. Dígame. ¿Es posible quelocalicen el origen de una llamada hechahace horas de celular a celular? Loinvestigo y le marco a este número. Voyal baño, avisó Susana y se marchó. No

pasan los años por mi cuñada, ¿verdad,cabrón? ¿Qué cuñada? Sonrisas leves.No te hagas pendejo, se nota que entreustedes hay más rescoldos que en elpinche Ceboruco. No mames, cabrón,más respeto. Hay algo allí. Pues sí, unhijo en problemas. ¿Qué onda con elFBI? No quieren que busque a Jason. Ah,caray, te estás metiendo en las patas delos caballos. Proponen que se encarguela policía, pero no creo que hayatiempo, además la bronca es directaconmigo. Pinches resentidos. Ojalá eldedo no sea de mijo. ¿Y si es? No sé,estoy bien friqueado. Eso de avisar a lapolicía no es descabellado, carnal, aquíno es como en México. Lo sé, disparan

otro calibre y juzgan antes que losjueces, tengo un compa en Ferguson,Misuri, que no se sorprendió con eljoven negro que mataron. Hablo enserio, aquí la policía investiga y detiene,y los ciudadanos nos sentimos seguros.Mendieta percibió el grado deintegración de su hermano a esasociedad y decidió no discutir. Voy aconsiderarlo. Que lo haga Susana, ellaes ciudadana americana, ocurre quecuando piensa en policías seguramentesólo piensa en ti, y es culpa de Jasonque te admira tanto. Se lo pediré. Siquieres la acompaño. Perfecto, ahoraque regrese se lo decimos, ¿y lacarpeta? Oye, ¿qué quieres? Ella cuida

los intereses de la familia. Eres uncabrón, ¿Mirna está de acuerdo con queme hagas este obsequio? Se encargó deconseguir los papeles sin que se lopidiera, ya sabrás. Regresó Susanaligeramente maquillada. Le plantearon elasunto, dijo que haría lo que Edgardispusiera y se fueron.

El Zurdo caminó por un pasillo llenode fotos antiguas de ceremonias deentrega del Oscar, se metió en el barGallery y pidió un Macallan con unhielo; no podía evitar su excitación.¿Quién secuestró a Jason?, ¿quiénpodría forzarme de esa manera para queresponda por alguna acción del pasado?La Hiena Wong debe saber qué onda con

los compas que me decían el Gato,quizás alguno de ellos aún quiere darmepiso; ¿por qué no me hicieron algo enCuliacán? Otro atentado, quemar la casao que la balacearan como han hechoantes. Los federales no pueden ser, no secomportarían de esa manera, además noencaja, esto pasó a la vez que meembronqué con ellos. Se trata de alguienmás cabrón, más sutil, más vengativo.Narcos no fueron, Max Garcés me lohabría dicho, ¿quién se animaría a tanto?A ver: últimamente no hemosembotellado a tanta gente, todos hansido juzgados por la justicia divina yejecutados en su momento por losafectados; qué razón tiene el amigo del

Rudy: la pena debe alcanzar al culpableaunque huya acelerado. ¿Se atreveráaquel muchacho que puso en crisis alGori? Puede ser, era campeón de undeporte extremo y disfrutabainsultándonos, ¿ya regresaría Gris?Necesito que alguien me investigue sicontinúa en Culiacán. Pero ella no, debodejarla tranquila, la luna de miel es cosaseria y más si uno de los dos cumpleaños. Ese muchacho viajaba por todaspartes, le pediré al agente Robles queaverigüe; si les hago el encargo alCamello y a Terminator intentaránapresarlo y no quisiera estar en suszapatos: les pondría la patiza de su vida.¿Quién más? No se me ocurre; no hace

mucho que entré en relación con mi hijo;antes ni yo sabía de su existencia, si miscontrincantes supieron no se les ocurrióhacer algo así. El dolor tambiénenvejece y hay un tiempo en que lospresos sólo desean conseguir la libertady no les interesa vengarse, aunque susdescendientes se pongan picudos, comoel joven Long que la traía contra elPiojo, ¿por qué pondría Win de plazohasta las diez? Son veintidós horas.Tengo que llamar a ese cabrón, conoce amuchos sinaloenses y quizás entre ellosexista alguno con el que tenga deudas, ya Max; si no me hubiera puesto a eseroedor olvidadizo no tendría al FBIencaramado.

Al pedir el segundo trago, advirtióque un viejo de pelo largo aseguradocon un pañuelo doblado que cubría partede su frente, cantaba Always on MyMind acompañado de una guitarra que élmismo tocaba y un pianista; le parecióWillie Nelson. Le puso atención justo enel momento en que un joven alto y fuertele mostraba una placa de policía y unasesposas; vestía de vaquero, al igual quesu compañero, un agente que debía pesarciento diez kilos de músculos que secolocó al lado. ¿Edgar Mendieta? Fue alpan. Pasaporte y visa, por favor; eldetective obedeció. La visa estávencida. No puede ser, la revisaron enla frontera, quizá necesitas lentes; el

policía se guardó ambos documentos enun bolsillo. Está usted detenido, se leacusa de entrar ilegalmente al país, conuna visa sin vigencia y de dirigir unainvestigación de secuestro sin sermiembro de algún cuerpo policiaco delos Estados Unidos; tiene derecho a unabogado y… el Zurdo abrió la boca, lelanzó el whisky a la cara y trató deagredirlo con una silla, pero elcorpulento se le encaramó y lo pusoquieto. Don’t move a muscle, man!,amenazó. El otro se limpió la cara conuna servilleta, esposó al rijoso ysalieron. Había una puerta cercana a laavenida Grand que no quisieron utilizar.El cantante continuaba como si nada,

ahora interpretaba She Is Gone.

38

Samantha estaba sentada en un reposetaún conectada al suero, al lado el tanquede oxígeno en caso de emergencia. Unaenfermera inyectó una sustancia en lasolución, le tomó la presión y latemperatura y se retiró. Minerva tejía yobservaba. Entró Max. Diga, señora.¿Ha llamado Wong? Aún no. Márcale,quiero saber exactamente dónde está.

El señor Secretario, a pesar de susaños, va a comer sushi, quizá para curarsus nostalgias de cuando fue embajadorde México en Japón. Le gusta elrestaurante Haruki de la colonia Juárez

en la ciudad de México. Debe subirescaleras, pero su cocina bien vale lapena el esfuerzo. Casi siempre loacompañan hasta seis agentes deseguridad.

Así comentó Samantha Valdés lanota que le pasaron y por ahí andaba laHiena Wong esperando el momento. Lajefa no quería escándalo, pero a él no leimportaba, su efectividad consistía en notener escrúpulos. Lo acompañaban seisde sus hombres, los más osados, quedebían armar una balacera tan ruidosacomo la del intento de acabar con lacapisa del cártel del Pacífico. Esoscabrones tendrían que oírla.

La calle de Hamburgo es angosta,

generalmente de poca circulación. ElMercedes gris se estacionó frente a lapuerta del restaurante. Tresguardaespaldas bajaron de un carronegro y se posicionaron de la puerta,indicaron a una pareja que se pasara a laacera de enfrente, un cuarto subió paraver que todo estuviera en orden y avisarque el Secretario se hallaba en laescalera. Los otros dos cubrieron lacalle.

La Hiena Wong salió de un pequeñosupermercado ubicado a doce metros dela puerta y disparó tres tiros alSecretario que descendía de su auto.Cayó muerto. Al mismo tiempo seis AK-47, surgidas de varias partes abrieron

fuego, cocieron a tiros a losguardaespaldas y pusieron decenas delunares en ambos vehículos. Entre cuatrotranseúntes que corrían y otros tantosque quedaron petrificados, la HienaWong y su gente se alejaron con ciertaparsimonia. Entonces vibró el celulardel sicario.

Esa misma noche, Frank Monge sesuicidó en Guadalajara.

39

Lo sacaron del hotel por el lobby.Cuando regrese mi esposa, por favordígale que me detuvieron, pidió el Zurdoa un botones parecido a Cuba GoodingJr. que lo examinó con desprecio:maldito latino, hijo de perra, no soy turecadero. Los encargados de guardar losautos en el estacionamiento locontemplaron con interés: Y este compa,¿lo torcieron con las manos en la masa?Tú qué crees.

Tenía ocho horas en una celda contres vendados de la cabeza que sedescalabraron en un partido de los

lakers, cuando lo llevaron a unahabitación blanca donde esperabaSusana Luján con un señor de trajeoscuro. ¿Qué pasó? Qué iba a pasar,descansaba en el bar y me cayeron, ¿yEnrique? Está afuera. Señor Mendieta,soy Jack Robinson, su abogado; losacaremos lo más pronto posible.¿Puede ser ahora? Mucho me temo queno. Ya vimos lo de la multa pero nopodrás salir hoy, expresó Susana. ¿Pero,por qué? No hice nada, me acusan deentrar ilegalmente al país y no es cierto,me quitaron mi pasaporte y mi visa,dicen que la visa está vencida y tampocoes verdad, son unos pinches arbitrarios.Ahora esos documentos los tienen ellos,

señor Mendieta, y por más que tratamosde convencerlos de su inocencia, fueimposible; mañana lo verá el juez y noscargarán unos cientos de dólares poragresión a un agente policiaco. SeñorRobinson, tengo un grave problema y loque menos me ayuda es estarembuchacado. Lo entiendo, pero elsistema es inflexible; hemos iniciado lostrámites y esperemos que salga en eltranscurso de mañana. O sea que no esseguro. El delito no es grave, perodependemos del juez y del turno en quepodamos ventilar el caso. No me asuste.Esperemos que se presente la parteacusadora. ¿Qué? Mendieta abrió losojos. Hay denuncia de un tal Jackman, ex

policía. Qué hijo de la chingada, se lesubió la rabia a la cabeza y estuvo apunto de volcar la mesa. Relájese, todosaldrá bien; trate de no agredir a nadie.Lo siento, Edgar, deveras, nunca lohubiera esperado del profesor, ah, llamótu amigo, dice que sí se puede, no medijo qué, y que les va a dar los números,me pidió el de Jason, también llamóChuck, que lo que se te ofrezca. ¿Podríavenir Enrique? No, sólo nos permitierona nosotros, y eso porque el señorRobinson los convenció de que eraimportante que yo entrara, ¿buscaba laprotección del hermano mayor? Esposible. A Parra le va a encantar, meditóy exclamó: me lleva la chingada, es

increíble que pase esto en el país máspoderoso del mundo, que gasten sutiempo en apresar a un pendejo como yo;así que me demandó el viejo lunático,ahora entiendo por qué sus alumnos ledicen Wolverine, pinche mutante demierda; ¿y a ustedes cómo les fue? Bien,tomaron nota y lo turnaron a la oficinacorrespondiente. Hazme un favor, llamaa Ger, que busque al agente Robles en lajefatura y le pida que investigue dóndese encuentra el joven que puso en crisisal Gori en diciembre del añoantepasado, y desde cuándo; que no digaque la información es para mí. ¿Y tucompañera? Anda de luna de miel.

No durmió.

Tuvo tiempo de reflexionar sobre eldilema que lo acosaba. Era un policíacon cierto grado de corrupción, cierto,pero no chivato; ¿cómo rescatar a Jasonrápido sin aceptar la propuesta de WinMorrison? El cártel le estabarespondiendo, lo habían traído a LosÁngeles, pagaban los hoteles, lepusieron asesores, uno con memoria deteflón, resolvieron la bronca enCuliacán, le dieron piso al Tizón que lotraía en su lista. Pinche lista, hasta Winla tiene; esta detención me tieneconfundido, las razones son muypendejas, ¿cómo es que llegan por mí albar donde sólo hay un cabrón cantandorolitas para endulzar el corazón?,

¿nomás porque un pinche viejocascarrabias quiere que haga mis cosasa su manera? Está jodido y no se lo voya perdonar, ¿cómo supieron de mi nuevohotel?, ¿tan bien vigilado me tienen? Siel dedo es de Jason se las va a verconmigo, el puto; y si no también, ¿quélo obliga a chingarme la vida? Lástimaque desperdicié el whisky, cuando a unolo detienen en esas condiciones hay quebeberse el trago en el acto; ¿y Edith?Qué cabrona, ¿no?, tomó los cincuentamil y como si nada, ¿acaso creía que losiba a doblar? Pues sí, así son losapostadores, siempre ganan en suimaginación; ¿cuántos cuadros vendería?Pobre mujer, y tan buena onda que

parecía; quizá se gastó el dinero de losmaridos y por eso andaban agüitados;bueno, no puedo negar sus otrascualidades. ¿Piensas lo mismo que yo?Lo interrumpió el cuerpo que no sefriqueaba por los problemas de la vida.Iz barniz.

Contar minutos exige técnicas quesólo los condenados a muertediscriminan.

A las cuatro cuarenta y cinco locondujeron de nuevo a la habitacióndonde había visto a Susana y aRobinson. Jeter lo esperaba, lucía sutradicional traje gris y estaba reciénbañado. Olía a aftershave. Buenos días,señor Mendieta, saludó con cierta

familiaridad, ¿lo despertaron? ¿Tengocara de haber dormido? No se enfade,estoy aquí para llevarlo a su hotel, laagente especial Morrison no quiere queusted falte a su cita, le entregó visa ypasaporte. El Zurdo lo miró a los ojos.¿Así nomás? Somos el FBI, señorMendieta, el ojo que no duerme enAmérica; tendrá tiempo de descansar, sepuso de pie. El Zurdo lo imitó, teníamuchas preguntas, pero sólo pensó:Como en las películas. ¿Sabes por quélas diez y no las doce? Es su hora del té,lo mismo que las nueve de la noche.

En su habitación, Susana, quedormía en la cama, despertó cuandoabrió la puerta y encendió la luz. Edgar,

me asustaste, ¿qué pasó? Estoy a puntode vender mi alma al Diablo. ¿Eso esgrave? Ya lo sabremos, pero supongoque no es lo mismo que vender un riñón.Pensó preguntar: ¿Qué haces aquí? Perole pareció una tontería. ¿Cómo es queestás libre? No me digas que escapaste.Me están pasando cosas extrañas, sesentó en un sillón, en otro próximo a lacama estaba la ropa de ella. Este país separece un poco a lo que se ve en la teleo en el cine, pero soy incapaz deexplicarlo. Lo mejor es que estás aquí,¿comiste algo? Hay un sándwich sobrela mesa. Una hamburguesa con una coca,el agente del FBI que me liberó me llevóal In and Out. Silencio. Ven, acuéstate, te

ves cansado. Recuerda lo que siempre tedigo, zoquete, intervino el cuerpo. Nodramatices. Mendieta cerró los ojos, noquiso razonar ni recordar ni nada y seacercó a la cama. Quítate esa ropa, debeestar llena de microbios, apartó lassábanas; el Zurdo se dejó conducir ypronto sintió su cuerpo tibio al lado ytuvo una erección fulminante; comosiempre, ella tomó la iniciativa y locondujo a un orgasmo marinero. Sequedaron dormidos.

A las ocho los despertó Enrique quese sorprendió al escuchar la voz de suhermano. ¿Qué, cómo le hiciste, cabrón?Supo el presidente y ordenó miliberación inmediata. Me alegro, ¿y

ahora qué sigue? Continúo la búsquedade Jason. ¿No tienes que ir a firmar oalgo? Nada, estoy libre y sin cargos, meregresaron visa y pasaporte. Estáspesado, pinche Edgar, no creí quetuvieras tantas influencias. Bueno, yaves que no me gusta presumir. Eresincorregible, cabrón; oye, si puedoayudar en algo, sólo tienes que decirlo,me quedé en este mismo hotel. Gracias,carnal, iba a comentar que si lo hacíasería sin tanto respeto a lasinstituciones, mas prefirió callar, loimportante era rescatar a su hijo. Por lopronto, iré por un café al restaurante. Teveo ahí en veinte minutos.

Bajo la regadera. En cuanto pueda

voy a buscar a Wolverine y a ver de acómo nos toca; pinche carcamal, ¿quéganó? Seguramente nada; estoy pensandoen el compa que le pegó al Gori, pero laque tengo aquí es a una pelirroja, ¿quérelación habrá entre ellos? El tipo vienea los Ángeles, muestra una paca debilletes. Hola, mi amor, ¿harías algo pormí? Eres la indicada, la chava hace eltrabajo aprovechando que aquel andainteresado en las pelirrojas, se loentrega, el cabrón vengativo me llamahaciendo la voz de marica, me tirabesos, y también a Susana; ¿dónde lotiene?, ¿cómo consiguió el teléfono deSusana?, ¿dónde se metió la pelirroja sisólo fue el señuelo?, ¿es socia del

secuestrador?, ¿por qué querría ellahacerme daño? Voy a aceptar lapropuesta de Win, en dos horas esecabrón y esa morra tendrán a la jauríamás poderosa del mundo tras sus huesos.Samantha Valdés, lo siento, notomaremos más café en el Miró ni mejoderás la vida, pinche vieja, si la otravez pensaste que te había traicionadoahora no te sorprenderás, malditaenvenenadora de mierda, que te jodan.

Antes de llegar al restaurante llamóa Gordowsky. ¿Cómo vamos? Malasnoticias, señor Mendieta, el dedo es desu hijo. No juegues, ¿están seguros?Hasta donde lo permiten los análisis nohay error. Me lleva la chingada. Retiró

el celular de la oreja, Susana adivinó yno pudo evitar las lágrimas, se abrazó alZurdo, que retomó la conversación.Disculpe. No hay problema, en cuanto alrecado, me dijo que era la letra de suhijo. Es correcto. Me informa el técnicoque es acrílico, que escribió con unpincel muy fino y que es muy reciente.Permítame, se volvió a Susana. ¿Jasontoma clases de pintura? Nunca lo hahecho; al celular: ¿alguna otra novedad?De momento es todo, ¿se le ofrece algo?Dígale a Max Garcés que me urge hablarcon él, que me marque ahora mismo,advirtió que no tenía cómo llamarle.¿Por qué no tengo su número? He estadohasta las manitas con ellos.

En la televisión informaban que unalto funcionario del gobierno mexicanohabía sufrido un atentado fatal al salir deun restaurante; sus guardaespaldastampoco sobrevivieron. Documentabancon un paneo de la ciudad de México yun par de tomas de la calle deHamburgo.

Ni el Zurdo ni Susana se interesaron.Pálidos y atribulados, reaccionaron alencanto de Enrique. ¿Seguros de quequieren desayunar aquí? Hay un Le painquotidien a la vuelta que no tiene madre.

40

Mendieta se hallaba nervioso. O sea queme lo pueden dejar sin orejas al plebe;chale, tengo que encontrarlo a como délugar. Enrique y Susana veían su rostroalterado y no se atrevían a hacercomentarios, ambos se levantaron paratomar alimentos de la barra deensaladas, el Zurdo bebía café cuandotimbró el teléfono de Susana, se puso depie como resorte y alcanzó a la mujerque acechaba el aparato alelada. Eldetective lo activó. Mendieta. Ya sé queeres tú, pendejo, vas a pagar por tusatropellos y pronto recibirás una oreja

de tu heredero, beso tronado. Misma vozfingida, más cerca de mujer que dehombre. ¿Pienso que es de mujer por lapelirroja? Puede ser, a veces unoescucha lo que quiere. Espera, estoydispuesto a entregarme, me puedesdescuartizar si te da la gana, pero notoques a Jason. ¿Duele, verdad? Paraque sepas lo que se siente, cabrón, otrobeso. Por favor, cortó.

Permaneció quieto, como siestuviera viendo el radiante muralmarino del fondo del restaurante,reflexionó: Chingada madre, a ver, ¿quétengo? Nada, necesito pensar, ¿quiénes?, ¿es la pelirroja?, ¿cómo la afecté?,¿de dónde llama?, ¿a qué hora aparecerá

Jeter? Se volvió a Susana luján que nopestañeaba, Enrique tenía el plato llenode fruta y no le perdía pisada. Por favor,marca de nuevo al señor que nos dio elinforme hace un momento.

Diga, señor Mendieta. ¿Tenemosalgo de los celulares? Aún no, disculpeque no abunde en el tema pero deboobservar ese precepto; en cuanto tengacualquier cosa le llamo.

Susana le trajo un omelet dechampiñones que no tocó, sólo bebiócafé. Enrique masticaba despacio, nosabía de qué conversar, evidentementeno podía bromear como acostumbraba.Me contó Ger que eras de mal comer,que sólo aceptabas café y lo estoy

comprobando. Desde chiquillo erainapetente, mi mamá creía que teníalombrices, ¿te acuerdas? Mendietasonrió. Le llevé sus gladiolas rojas ennombre de los dos. Supongo que quedóencantada; aunque éramos dos, nos decíalos tres mosqueteros. ¿Puso reparoscuando ingresaste al cuerpo de policía?Nunca, jamás se pronunció en contra. Ensus cartas tampoco me contó que no legustara. Era bien alivianada. Mi mamátambién, sólo ahora estuvo muy asustadapor lo de tu casa. Oye, esos policíasmexicanos son unos cabrones. Y muygroseros. No me digan que queríanabrazos. Se estaban relajando cuandosonó el teléfono de Susana. Max, pensó

el Zurdo, pero era Ger.¿Cómo está, Zurdo? Bien, pero qué

le hace, ¿qué hay de nuevo? Acabo decolgar con Robles, me informa que elseñor por el que pregunta lleva un año ycuatro meses en Australia, que allá secasó y tiene un hijo. ¿Dónde investigó?En una refaccionaria y con la familia.Gracias, Ger, ¿cómo sigues de tusmoretes? Si quiere vérmelos más valeque se apure, doña María no me hadesamparado: siempre está al pendiente;oiga, por los servicios no se preocupe,Marco nos prestó, cuando regrese sepone a mano. Lo haré, dale las graciasde mi parte, ¿alguna otra cosa? No pues,se murieron los perros. ¿Qué? No se

encabrite, es un chiste, cuando vuelva selo cuento; vinieron a preguntar por ustedel señor Ortega, el doctor Montaño queme revisó y dijo que tenía la presióncomo de quince, el Gori y Angelitallama todos los días. Gracias, Ger,cualquier cosa marcas este número. Cuálnúmero, en este teléfono no se ve, hayque comprar uno donde se vea. Es elcelular de Susana. Anda bienacompañado, ¿eh? Qué alegría. Cortó.¿Por qué todo mundo cree saber cuálesson tus relaciones perfectas?, ¿a cuántosles habrá pasado lo que le pasó a Jason?Una chica muy linda que se lo llevó dela escuela y lo secuestró; preguntó a susacompañantes: ¿en Australia hay

pelirrojos? Un chingo, hasta loscanguros son pelirrojos. ¿Es australianala que engatusó a mi hijo? Buenapregunta, probó el omelet. ¿Sin sal? Germe dijo que no te daba sal. PincheEdgar, no te puedes quejar, te cuidancomo si fueras bebé. Susana y Enriquetomaron el tema de los cuidadosnecesarios a cierta edad para estarsanos. Mendieta consideró el asunto delos australianos pelirrojos y le pareciódescabellado que ese tipo, cuyo nombreno recordaba, se hubiera organizadopara secuestrar a Jason y hacérselacardiaca. Está en el culo del mundo, nole parecía lógico. Pero los delincuentespiensan de otra manera, y más los

endemoniados como los secuestradores.¿Vendría este cabrón hasta Los Ángelescon una pelirroja para ponerle un cuatroa mi hijo?, ¿cómo supo que Jason estabainteresado en el misterio de laspelirrojas? Tengo que hablar con elPiojo, quiero saber qué más le dijoLeopoldo Gámez de su futuro, ¿sería unachica con el pelo teñido? No creo, Jasontendría que ser muy pendejo para quererdescubrir un misterio en un cuerpoequivocado; sí, algo deben tener en lacara que no tienen las que se pintan elpelo; nunca conocí a una pelirroja;pinche Jason, ¿qué chingados andasbuscando, mijo? Todas tienen lo mismo.El teléfono lo trajo de regreso.

Te llama el señor del informe. Diga.Señor Mendieta, tenemos un agregadosobre la tarjeta, ¿recuerda el mensaje?“Te toca pagar lo que debes, viejopendejo.” Es correcto, le mencioné quefue escrito con acrílico, una marcaalemana para arte, según el técnico, muypopular en Estados Unidos. El Zurdohacía esfuerzos para sosegar su menteque ya se enfilaba por oscurosderroteros. Tranquilo, escucha primero.Y lo más interesante, la palabra te estáretocada y también la sílaba ca de toca;el experto piensa que podría ser unaclave, ¿me sigue? Absolutamente,muchas gracias; disculpe, ¿hay algunaciudad norteamericana en que haya

pensado el técnico o usted? Ninguna. Unbuen investigador desconfía siempre delos hallazgos, la casualidad ridiculiza alos más listos, sean científicos opolicías; así que el Zurdo se lo tomó concalma, pies de plomo, te y ca unidaspodrían ser una marca de cerveza, perotambién un lugar, y Jason tendría queestar allí. ¿Alguna novedad? Susana,inquieta, y Enrique, mordiéndose lasuñas. Jason quizás esté en Tecate. No seapresuró, dejaría que la maquinaria quetodo lo ve peinara una ciudad en la quenunca había estado. Qué bueno que Maxno le llamara, le ayudaba en la quema delas naves. Pinches narcos, me caen biengordos.

Eran las nueve y treinta en el celular,en media hora acordaría con WinMorrison y podrían seguir esa pista.Jason había enviado un mensaje. Vio aJeter y a dos agentes, uno de traje y otrode vaquero, ocupar el boot más próximoa la entrada. ¿Son tus compas? Al güerole bauticé un plebe. Tienen una cara dechotas que no pueden con ella. Son delFBI. ¿Deveras son tus amigos? Uno deellos es el que no es científico. Más biensomos socios, y si quieres que sea máspreciso, en unos minutos nos pondremosde acuerdo para encontrar a Jason. Québien, ellos controlan todo. Eso parece,Susana, ¿me comunicas con ChuckBeck?

Señor Mendieta, dónde se ha metido,tenemos que llevar el dedo allaboratorio, se comprometen a tenerresultados en una semana. No tepreocupes, ya no es relevante.¿Apareció mi amigo? Aún no; sácame deuna duda, ¿sabes si Jason conoce genteque estudie pintura o que tenga un lugarpara pintar? No que yo sepa, nosjuntamos con banda reventada peronadie estudia arte o esas cosas; lamayoría vamos para detectives,investigadores del FBI o espías enEuropa, pura gente de acción. ¿Sabes sitiene amigos en Tecate? Disculpe, ¿no esuna cerveza? También es una ciudad queestá cerca de Tijuana. Ah, no creo,

jamás la mencionó o que yo sepa, viajóallá. ¿Alguna amiga pintora? Tampoco.¿Cindy anda por ahí? No, ¿quiere que labusque? Te lo agradecería, que nosllame. ¿Cómo se ha portado mipoderosa? Mejor imposible, gracias porconfiármela. Cortó, la Berettadescansaba en su habitación. Vestía unadelgada chamarra negra sobre suplayera, que Susana le llevó para queusara en prisión, pero que no leautorizaron meter.

El teléfono. De México, susurró ella.Pinche Max, ¿para qué me llama si

no lo necesito? Pensó no responder masprefirió poner las cosas en claro, en finque se habían portado a la altura, ¿y si

es la apostadora? Se puso alerta. PincheEdith, qué cabrona me salió, en su lugarlos agentes del FBI vigilaban y bebíancafé. Aquí Mendieta. Zurdo Mendieta,qué gusto oírte, ¿cómo se conducía?Escuchaba a la misma capisa del cárteldel Pacífico con voz amistosa yalborozada. Samantha, trastabilló unpoco. ¿Cómo va tu recuperación?Avanza, más lento de lo que quisiera,pero ahí la llevamos, por primera vezestoy sentada en una silla sin marearme.¿Ya puedes ir al baño? No me hables deese suplicio, será lo primero que hagadespués de esta llamada. ¿Te comentóMax lo de la agente Morrison? Sabemosquién es, es de las duras, nadie ha

podido ponerla quieta y estáobsesionada conmigo. Mendieta volvióa experimentar ese revoltijo mental deno saber hacia dónde tirar, y comoestaba a punto de reunirse con Morrison,decidió tejer burdo. Si les digo dondeencontrarte me ayudará a localizar a mihijo. Sí, y te dará tus espejitos decolores; odio decírtelo tan directo,sobre todo ahora que te conozco un pocomás, pero no seas pendejo, ZurdoMendieta, ¿crees que te va a cumplir?Estados Unidos es un paraíso paranosotros y no necesito decirte por qué;además tú no sabes dónde estoy nidónde estaré la próxima semana; hemosestado contigo porque te debo mucho,

pero si te convence esa mujer de darmela espalda vamos a valer verga, ¿tequeda claro? Qué fuerte se oye. Y dimeahora si vas a seguir con nosotros o vasa comportarte como esos pinchespolíticos que se dedican todos los días amalbaratar el país, puros pincheszánganos que cómo quisiera acabar conellos; así que manifiéstalo ahora, ZurdoMendieta, estás con Dios o con elDiablo. Me mandaron un dedo. Que esde tu hijo, ya lo sé. Y me van a mandaruna oreja. Está bien, si crees que esoshipócritas te son más leales quenosotros, adelante; tenía que decirte estoantes de soltarte, con nosotros, aunqueno lo parezca, nadie está a la fuerza; dile

a esa pinche vieja que me tomaré un cafécon ella, si me agarra, y que aquí laespero si tiene güevos para venir pormí, el Zurdo continuaba con su revoltijomental, de nuevo le entró la duda yreconoció que estaba ante un hechoconcreto, una recta muy larga, que nadatenía que ver con casualidades oidealismos. Me lleva la chingada, pensó.¿Qué putas debo hacer? ¿Me voy con losgringos o más vale malo por conocidoque bueno por conocer? Advirtió que suinstinto se sentía más cómodo con lasegunda opción y decidió jugársela. ¿Tetomarías el café conmigo? SamanthaValdés se tardó en responder. ¿Estásseguro? Ya sabes que me cae de a madre

tratar con culeros. ¿Te parece en cuantollegue a Culiacán? Acepto, ZurdoMendieta, si lo quieres saber, ya mevolví a acostar, estoy agotada y por loque veo tomaremos pura pinche agua.Cuídate más seriamente, por favorpásame a Max. Eres un cabrón.

¿Cómo va Gordowsky? A la altura,no se le olvida nada, Max, debo ir aTecate y solicito tu apoyo. La HienaWong llegó anoche a Mexicali, te lomandaré. No está mal, pero no es lo quenecesito, ¿puedes conseguirme el videode la gente que ha pasado la frontera enTijuana y Tecate de Estados Unidos aMéxico, en los últimos diez días? Entraa México por Tijuana, por la garita de

Otay, en el primer Oxxo que veas estaráun compa esperando con los videos.Gracias, Max. Mucha suerte.

Susana, ¿puedes dejarme tu celular?Claro, tendré este otro a la mano; si seofrece, en el tuyo es el primer número enlos contactos. Entiendo, ahora por favor,comunícame con el Piojo, ¿hay algúnpunto cercano donde me pueda encontrarcon él? Una librería a diez minutoscaminando. El mencionado respondió.Qué onda, mi Piojo, ¿cómo andas?Zurdo, ¿dónde chingados te metes,cabrón? Te cambiaste de hotel y ni meavisaste. Demi Moore me convenció deque todo fuera en privado. Me hubierasdicho, me llevo a la Pamela y

hubiéramos hecho un cuatro. Oye, cercadel hotel Biltmore Millennium, hay unalibrería: The last Bookstore, nos vemosallí en media hora, ¿puedes? Dime ladirección que no estamos en el rancho.5th casi esquina con Spring, en el centro.No se hable más. El detective reparó enque eran las diez. Enrique y Susana,necesito que me lleven a Cindy Ford aTijuana, salgan por Otay, busquen elprimer Oxxo y si no estoy me esperan;pregunta a Chuck cómo encontrarla.Enrique registró el número de Chuck yel del Piojo. ¿Ellos te sacaron dechirona? Señaló la entrada. Es correcto,ahora voy a reunirme con su jefa para lode Jason. Mendieta se volvió a los

agentes que se pusieron de pie.Se escuchaba Jumping at the

Woodside, con Count Basie y suorquesta.

41

Win bebía té en la misma mesa del SaiSai. Mendieta se sentó, trató de poner lamente en blanco, pero fue en vano. Dosdesayunaban. Había una carpeta negra allado de la pequeña jarra de té. ¿Gusta,señor Mendieta? Aunque ya me ha dichoque prefiere el café. Gracias, Win, ¿lopreparan bien aquí? Aunque hay un parde sitios mejores, no me desagrada. Seescudriñaron descaradamente. ¿Y bien,ya lo pensó? Me encanta tu sentido deltiempo, han pasado veintidós horasdesde tu ultimátum. El tiempo exigecoherencia, señor Mendieta, y en este

oficio es fundamental, ¿acaso usted creeen casualidades? Se sirvió, el Zurdoobservó a Jeter hacerse de palabras conun indigente que pasaba frente alrestaurante. ¿Cuál es el plan pararescatar a mi hijo? Primero tiene quedecirme si colaborará con nosotros, lehemos demostrado que no somos ajenosa sus problemas. Me comprometocontigo para rescatar a mi hijo yacercarte a Samantha Valdés, lo demásno me incumbe. Somos una institución, yen la búsqueda de su hijo estarán losexpertos de la institución, no WinMorrison. Pero mi trato es con WinMorrison. Pequeña pausa. ¿Dónde estáSamantha Valdés? Ni idea, en cuanto

encontremos a mi hijo y vuelva aCuliacán me daré a la tarea de ubicarla,se va a encantar de conocerte. Necesitoalgo que me garantice que usted no metomará el pelo. ¿Como qué? Usted tieneun hermano americano, ¿qué tal si sequeda con nosotros mientras nos indicadónde está Valdés? ¿Te refieres a que sequede detenido? Podría interpretarseasí. Excelente idea, pero primerorescatamos a mi hijo. Win lo contemplócomo si estuviera enamorada. Mendietale sostuvo la mirada sin parpadear.Pinche vieja, se ve que es una hija de lachingada, lo mismo que la otra; québueno que no están en el mismo equipo,juntas podrían destruir el mundo en un

santiamén. ¿Puedo acompañar a tushombres? Permanezca en el hotel, leavisaremos de cualquier novedad; sólopara estar seguros, Win abrió la carpetay le acercó unas fotos en tamaño postalde Jason. Imposible no afirmar que es suhijo. El Zurdo observó las fotos y sintióque se quebraba, se volvió hacia eltecho hasta que se recuperó. Hijos de supinche madre.

Entró Jeter. Señor Mendieta, seré suenlace, trate de no moverse del hotel.No me parece que me dejen al margen,Jason es mi hijo y soy policía, clavóunos ojos suplicantes en Win. Es mejorque se quede en su habitación, confíe ennosotros, la mujer se puso de pie, no

había engordado un gramo, colocó loscinco dólares por el consumo sobre lamesa, recogió la carpeta y se despidió.Jeter la siguió sin descuidar a lostranseúntes que iban inmersos en susvidas. El detective, con aspectodesmoralizado, los vio subir al auto yalejarse; pausadamente regresó alinterior del hotel, subió a su habitaciónpor la Beretta, bajó y fue directo a lapuerta a la avenida Grand, saliórápidamente por si le hubieran puestovigilancia. ¿Qué pensaría el doctorParra si le contara este brete? Segurodiría que estoy recuperado porcompleto, pinche viejo loco. PincheRatón, si no lo hubieran torcido estos

cabrones no me hallan. Más vale que seapara bien.

¿Adónde vamos, mi Zurdo?Guardaron la pistola en uncompartimento especial dentro delasiento del chofer. Transitaban por laavenida Figueroa. Wacha esas rucas, dosjóvenes con faldas mínimas caminabanprovocativas por la acera. Chale, y yoque no paraguas. Cálmate, pinche Piojo,nadie quiere enterarse de tus miserias; sipuedes con Pamela, ¿por qué no ibas apoder con cualquiera de éstas? Yrespondiendo tu pregunta, vamos aTijuana, ¿sabes llegar por Otay? Es miruta favorita. Cuéntame otra vez qué tedijo Leopoldo Gámez. Eres curioso,

pinche Zurdo, y a cualquier cosa que teexplique qué onda con tu morro le ponesatención. A güevo, tú harías lo mismo;oye, tu hijo Marco se parece a ti, hubouna bronca en mi casa y me prestódinero del que le dejaste. A menudo losplebes se nos parecen, mi Zurdo. Y asínos dan la primera satisfacción, diceSerrat. Iz barniz, lástima que sean tanpocas veces. Qué bueno, quizá les vayamejor que a nosotros. Tomaron elfreeway diez y luego el cinco que bajadirectamente a San Diego.

Pasaban Laguna Beach cuando sonóel celular. Diga. Hola, hola, ¿jefe?,¿cómo está? Agente Toledo, qué gustooírte, ¿cómo va todo? Muy bien, ayer

llegamos y hoy me reporté, Angelita yame puso al tanto de cómo se resolvió elcaso del adivino y de lo que pasó en laclínica Virgen Purísima, ¿qué hace enLos Ángeles? Porque nadie me hapodido informar, ni Ger que me dio elnúmero de la señora Susana y quesiempre sabe todo. A ella no le podíamentir. Secuestraron a Jason, ¿lorecuerdas? Claro, su guapo clon, ¿ycómo va? Muy lento, aún tenemos lasmanos vacías. ¿Piden mucho dinero? Noquieren dinero, es alguien que se estávengando por algo que le hice. Ah,caray, ¿quiere que lo vaya a ayudar? Yasabe que no me importaría dejar unosdías al Rodo con quien tengo un pacto, y

el comandante no me preocupa, porqueesta semana aún me toca descanso, ¿seacuerda que me firmó una carta? ¿Estásen la jefatura? No sé estar en casa,además no quiero que el Rodo seacostumbre a que estoy allí, no se olvideque me prometió que aunque estuvieraembarazada me iba a dejar trabajar conusted. Como en la película Fargo. No hevisto la mentada película, pero en cuantoa la promesa espero que siga en pie. ¿Tedijo angelita que estoy fuera de la PM?Sí, y también que el comandante le dejóinstrucciones y también a Ger de que encuanto usted aparezca lo invita a tomarun café en el Miró. Se puso contento y levino una idea. ¿Quieres echarme una

mano? Para eso lo busqué. Investigaquiénes son los familiares de los últimoscasos que hemos resuelto y me haces uninforme detallado sobre hijos, hijas,esposas, aspecto: belleza, color de pelo,de piel, situación social, lugar dondeviven, y me lo mandas lo más prontoposible a este celular. Ése es mi jefe,¿qué buscamos? Jóvenes pelirrojas.Ahora mismo me pongo en la obra; siquieren llamarle los compañeros, ¿quéles digo? Nada, que no sabes. Órale.

Hora y media después cruzaron lafrontera.

Zurdo, tu pistola está donde yasabes; digo, por si la fueras a necesitar.Ojalá y no. Aparcaron en el Oxxo al

lado de una camioneta negra de cristalesoscuros. Mendieta bajó, y la HienaWong, como si estuvieran sincronizados,hizo lo mismo del vehículo mencionado.Llegas a tiempo, Gato, te mandansaludos Max y la jefa. Gracias; tomó unsobre negro que le extendió el sicario.Por si no te dijeron, mis órdenes sonacompañarte adonde vayas, así sea almismísimo infierno. ¿Vienes solo?Traigo aquellas dos Toyotas y losapóstoles que las ocupan, señaló doscamionetas color humo estacionadas enla calle y a once hombres que fumabancerca. Y con mi chofer, el joven Long. Amí me acompaña el Piojo Daut, ¿te contóMax de él? Estoy al tanto y no te

preocupes. Mendieta afirmó con lacabeza. Tengo que revisar este video. Site parece, esta charchina tiene unaparato para eso. Esperemos un poco,quiero que alguien que viene en caminolo vea. Lo que tú digas, Gato. Doceminutos después arribó la camioneta deEnrique conducida por Susana, seestacionó al lado del Piojo. Con ellaviajaban Cindy y Chuck Beck. Ellas y élson parte del equipo que debe ver elvideo. Susana y Cindy se aproximaron.Buenas tardes, Enrique decidióesperarnos al otro lado de la línea, él telo explicará. El joven Long observaba,lo mismo el Piojo que lo habíareconocido. Mendieta hizo las

presentaciones.El video era de pésima calidad, pero

se notaba claramente el perfil de lapelirroja. Hermosa. No así Jason queaparecía en el asiento del copiloto sintraslucirse que estuviera turbado. Esella, aseguró Cindy. ¿Puedes congelar laimagen? La chica manipuló algunasteclas y fijó el rostro de la joven. Tú quela viste, ¿crees que su color de pelo seateñido? Era real, muchas pelirrojas sonpecosas, pero desde donde la vi no lenoté. Examinó la imagen por unosminutos y lo único que le quedaba claroes que Jason tenía muy buen gusto.Pinche plebe, tengo que encontrarloantes de que lo dejen sin orejas. Susana

se asomó y contempló la imagen. Estachica no es gringa. ¿No? Podría apostarque es sinaloense, conozco ese aire deseguridad, esa forma de exhibir labelleza; debe ser alguien que para eltráfico. Mendieta, con un misteriomenos, observó de nuevo. Valiendomadre.

Wong, ¿tienes gente en Tecate? Esplaza nuestra. Iremos allá, puede queallí tengan a mi hijo. Susana le hizosaber que no se iba a quedar esperandoy prometió no estorbar. En ese momentoentró un mensaje de Gris Toledo con untexto largo, que el Zurdo leyó pero no lellamó la atención; todos sus últimoscasos tenían familiares de ambos sexos,

edades y pelos de colores diversosdonde había siete pelirrojas y trespelirrojos. No le encontró valor y se lopasó a Cindy para que lo estudiara en elcamino. Entró una llamada de Jeter perono se inquietó.

Cuarenta minutos después, en unacaravana de esas que ponen los pelos depunta, entraron en Tecate, una ciudadfamosa por su cerveza y por loshabitantes que la beben.

Este pueblo me trae recuerdos, miZurdo; cuando recién nos borramos deCulichi, estuvimos unos meses aquímientras nos pasaban al otro lado; vivenun chingo de sinaloenses y todos sonunos cabrones. ¿Conoces raza? No creo,

hace años que no vengo, pero si quiereslos busco, a esos tragaldabas es másfácil encontrarlos pistiando en lascantinas que en sus cantones. Pues túdices por dónde empezamos.

Mientras, en Los Ángeles, en suoficina, Win Morrison descolgaba elteléfono y escuchaba un largo besotronado.

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Después de recorrer seis bares sinsuerte, Mendieta jaló al Piojo y a laHiena Wong aparte. A ver, busco a lamorra pelirroja que sale en el video, queel Piojo no vio, o a un compa de estaturamedia, atlético y experto en artesmarciales; de este compa no estoyseguro, pero bueno, más vale que no losaquemos de la jugada; en este momentome interesa la morra, ella se trajo aJason de Los Ángeles, así que vamossobre ella; me mandaron un recadoescrito por mi hijo donde nos da laclave de que lo tienen aquí, en Tecate;

según un especialista, fue escrito conacrílico para arte, creo que se usatambién para las uñas, entonces sepresentan como mínimo dos opciones,que la morra, el bato o alguno de lossecuestradores, si es más de uno, llevarapinturas y telas para no aburrirsemientras vigilaban a la víctima, unsecuestro además, en el que nunca hanhablado de dinero sino de vengarse poralgo que le hice a alguien, que no tengoidea de quién sea; la otra es que lotengan en un lugar donde hay pinturas. Eldetective hizo una pausa, observó a susinterlocutores. No, pues está cabrón, amí eso no me dice nada, farfulló Daut.Entre la raza que conociste, ¿hubo

alguien que pintara cuadros? Porqueluego son amigos y se juntan. Olvídalo,todos mis compas eran bien pedos. ¿Ytú, Wong? Nunca supe de alguien así, laraza que conozco se dedica a lo mismoque yo, y con ellos entre menos sepasmejor. Quieres decir que ignoras dóndeparan. Es correcto, mi Gato. Me acuerdocuando te empezaron a decir así. Erafamoso este poli, nadie se explicabacómo logró salir vivo de un carro quevoló en mil pedazos. Es que es máscabrón que bonito. Mi hijo puede perderuna oreja, o quizá las dos, si es que nose las cortaron ya, así que haganmemoria, por favor. Callaron; paraperfumar el silencio, fumaron. Vamos a

buscar alguna tienda de arte. ¿Aquí? Nocreo que existan, ¿no ves el pueblo quees? Igual hagámoslo. Que vayan dosmorros a ver si hay alguna y le caemos.

¿Conocen a alguien de Tijuana? LaHiena negó. Yo tenía un compa allí, ledecíamos Tembeleque, pero le dieronpa’bajo, lo caparon al pobre cabrón,bien gacho, el detective miró a su amigoindicándole que no le causaba la menorgracia su respuesta. El bato comprabacuadros. ¿De cuáles, paisajes de los quevenden en las calles o de otros? No sé,pero él se gastaba una lana en eso;Zurdo, si mal no recuerdo, tu vieja sabequién es la detective que investigó elcaso del Tembeleque. Ah, cabrón. Digo,

nada pierdes con preguntar.Casualidades no, por favor; sinembargo, hizo una seña a Susana paraque se acercara.

No estoy segura, tengo una vecinaque es maestra en la UCLA, que eracliente de mi taquería; una noche llevó acenar a una de sus amigas que eradetective en San diego y que habíaresuelto el caso de un castrado; eso nosllamó la atención. Una vez que te llevélas tortillas me comentaste de esa mujer,claro, yo no te dije que el muerto era micompa. ¿Vive en Tijuana? Mi vecinadijo que en San diego, ¿quieres que labusque? Tengo su celular. ¿De ladetective? No, de mi vecina, ¿cómo

crees? Susana, ¿es cierto que cerraste tuchangarro por culpa de mis tortillas?No, ¿quién te dijo eso? Llámala porfavor, intervino el Zurdo pellizcando alPiojo.

Fue a la camioneta por el teléfono yse comunicó. Sus lentes para solbrillaban.

Se llama Madame Garza, tiene suoficina en la Jolla y éstos son susnúmeros. Mendieta marcó. ¿MadameGarza? ¿Usted puede explicar losdecibeles de este sol de mayo? Son losque incendian el país, toda esa yerbaardiendo y el desastre. El Zurdopermaneció unos segundos pasmadopero se repuso. Madame Garza, me han

dicho que usted es la bailarina queinventó el reguetón y que últimamenteusa sombrero. Señor, en mayo cambianlos nombres de las cordilleras. Soy eldetective Edgar Mendieta, de Sinaloa.Ah, Sinaloa, un auténtico barco desueños sin himno nacional. Quiero queme cuente del novio que tiene usted enTecate. Dígame, colega, ¿en qué lopuedo ayudar? Mendieta se volvió adesconcertar mas reaccionó a tiempo.Gracias, Madame Garza, estoy en Tecateen un caso. ¿Es un castrado? Son miespecialidad. Es un secuestrado queescribió un recado con acrílico y nodejo de pensar que, o los secuestradoresson pintores o lo tienen en un lugar

adonde hay pinturas. Picassosecuestraba mujeres y Modigliani lasliberaba; he visto el acrílico enpequeños frascos que los artistas unavez vacíos utilizan como proyectiles.Me han dicho que su castrado comprabaobra. No llegaba a coleccionista pero sí.¿Hay pintores en Tecate? Como milquinientos. Dígame el nombre de uno,por favor. A los secuestrados losmutilan, de casualidad, ¿al suyo lo hancastrado? Espero que no, hasta ahorasólo nos han enviado un dedo. ¡Unaforma de castración! Es necesario quevaya a reforzarlo. Estupendo, mientrasllega deme el nombre de un pintor deTecate. Busque a Blancarte, es un

enamorado del gris que inventó ununiverso intimista y tumultuoso; unartista, como dice Heriberto Yépez, quesabe mirarse en su propia sombra;Álvaro fija y convierte la alucinación ensímbolo de la coalición humana, él losconoce a todos. ¿Sabe su domicilio?Estuve por ahí, mi cuerpo perdió sulínea de flotación y todo era canalla,como un disparo antes del orgasmo.Gracias, colega. Sus compañeros, quealgo presentían, se hallaban excitados.Busquemos a Blancarte, la detectiveGarza no sabe su domicilio o no me loquiso dar, fue lo único que soltó. Meparece que conocí a ese bato, expresó laHiena. Si mal no recuerdo es culichi; sí,

era raza brava. Dice Madame Garza quees pintor. No lo creo, mejorpreguntemos, quizá sea gimnasta, omaestro de esgrima. En alguna cantinadeben conocerlo. Los muchachos quefueron a buscar la tienda de arte estabande vuelta. Que sólo venden en la Casade la Cultura, a tres cuadras a laderecha.

Mientras avanzaban hacia el puntoseñalado, Mendieta no olvidaba surecelo ante las casualidades; sonimportantes porque alegran la vida y danla sensación de que eres un chingón,pero nomás.

Sonó el celular. Era Gris. ¿Quéencontraste? Ahora mismo se lo mando

en mensaje. Aquel compa que desanimóal Gori, ¿te acuerdas? Está en Australia,Robles me comentó su interés, hablé conél, se casó y puso una refaccionaria enAdelaida, dijo que estaba pendiente conusted, que si va allá, lo invita a comerporque nosotros fuimos cruciales paraque entendiera la vida de crápula quellevaba. No me digas, ¿rehabilitamos aalguien? Así parece. Nadie nos lo va acreer, ¿qué más? En un momento lemando todo, si necesita que ahondemosen algún punto me llama, le voy a ponermi celular. Gracias, Gris, es increíblecómo sabes ser imprescindible.

Búsquenlo en la Panocha. Un jovenles indicó cómo llegar a la colonia

Aldrete y hacia allá enfilaron. Gato,nomás para que te sientas seguro, estoscabrones que nos acompañan, dondeponen el ojo ponen la bala; no necesitaspedir refuerzos como acostumbran lospolis, pero si se ocupan, hay un grupo dehalcones que tardarían doce minutos enalcanzarnos, según las señas que nosdieron en la Casa de la Cultura. No sehable más, sólo diles que un hijo muertosólo me serviría para llorar.

Arribaron a una edificación de unpiso, cuadrada, pintada de azul, con unportón blanco, sin mayor distinción. Nose veían vecinos, sólo una minivanestacionada en la calle. Los pistolerosse parapetaron tras sus vehículos, el

Zurdo, la Hiena y el Piojo, con armasempuñadas, se aproximaron al portón.Susana salió de la camioneta y seresguardó tras ella, Cindy y Chuck seconfundieron entre los hombres deWong. El joven Long, que había visto ala chica hasta la saciedad, le susurró: Teinvito a cenar donde te guste. Cindypuso atención al muchacho y sonrió.Próximo viernes a las ocho en el ShortOrder, calle Tercera 6333, west. ¿EnSan Diego? En Los Ángeles. Allí te veo.Sellaron el pacto con una sonrisa.

El Zurdo tocó. Abrió un individuoalto, barba de candado. ¿Blancarte?Viejo, te buscan, gritó hacia adentro, allímismo el Piojo lo encañonó y le aclaró.

Si te bulles, te chingo. El tipo alzó lasmanos haciendo un gesto afirmativo.Entraron. Dos hombres se encontrabanal lado de una mesa donde habíacerveza, vino, viandas y dos cuadros sinterminar. No se muevan, hijos de supinche madre, y las manos donde lasvea, obedecieron colocándolas en elpecho. ¿Quién es Blancarte? Seis de lossicarios de Wong se distribuyeron por elestudio ocupado por anaquelesatiborrados de frascos de pintura,caballetes y grandes mesas de trabajo.No estoy jugando, cabrones, cualquiercosa que no me guste se los carga lachingada. Blancarte, fogueado en losbarrios bravos de Culiacán donde era

conocido como el Chanate y graduadoen los de Tijuana, no se amilanaba concualquier cosa, reconoció el tono culichiy respondió. Soy Blancarte, nacido enCuliacán, éste es Rommel y el señor eldoctor Adame, díganos en qué podemosayudarlo, parecía disfrutar de la eternajuventud, ancho de espaldas, bigoteespeso, con un vaso de vino en ladiestra. Mendieta le puso la pistola en lafrente. ¿Desde cuándo eres secuestrador,hijo de la chingada? El viejo aguantó.Soy pintor, en mi vida he secuestrado anadie. Rommel estaba amarillo y se lecayó el vaso de cerveza, la Hiena semovió un paso y le apuntó. Una de tuscómplices engatusó a mi hijo, no te

hagas pendejo, pinche carcamán.Blancarte respiró hondo. No me ofenda,si es usted culichi, como parece,arreglemos esto como los hombres, nosoy secuestrador y mis amigos tampoco.Yo vivo en Mexicali y lo he visto austed, farfulló Rommel señalando a laHiena. En el restaurante Qiu Xiaolong.¿Qué es tuya la chica pelirroja? Noconozco a ninguna pelirroja, estoyllegando de Medellín, Colombia, dondeestuve dos meses impartiendo un tallerde pintura. Mendieta sabía que no teníapor qué saber de ella, que simplementeacusaba en falso como era costumbre enla policía. Meter aguja para sacar hebra,como decía su madre. Yo sé de una,

expresó Adame. En automático sevolvieron a él. ¿Dónde está? Estuvoaquí, en la Panocha, pero todo indicaque se fue, dijo que se quedaría unosdías con un amigo; llegamos hace rato yno la encontramos; viejo, te iba a decirque presté este lugar a una joven que esmi paciente. ¿Aquí se quedaron? Pues sí,al menos en ese cuarto hay restos depizza y latas de refrescos vacías.¿Dónde vive? En Los Ángeles, pero esmexicana. Wong, vamos para que vea elvideo. ¿Podemos bajar las manos yecharnos un trago para el susto?Consultó Blancarte, Mendieta concedió.Gracias, paisano, tome algo ustedtambién. Después.

Adame dijo que era la chica, que sunombre era Francelia y que estudiabadiseño de modas en Los Ángeles. Norecordaba el apellido.

¿Le prestaste este lugar? Es unapaciente muy inquieta, me cae bien,comentó que venía con un amigo y comoBlancarte no estaba. ¿Viste al amigo?No, sólo le di las llaves que por ciertono me devolvió. ¿Era solamente unamigo? No me percaté, cuando fueconmigo iba sola, me preguntó si podíaconseguirle un lugar donde estar a gusto.¿Cuándo fue? Hace unos diez días.¿Desde cuándo se quedaron aquí? Niidea. Entonces dime cuándo se fueron.De verdad no sé. ¿Dónde tienes su

dirección? En el consultorio. Susana,que se acercó al grupo, se apretaba lasmanos nerviosamente. ¿Alguna novedad,Edgar? Parece que estuvieron aquí;Piojo, acompaña al doctor por el dato yel apellido, cuando los tengan regresanacá los dos. Cindy, checa los nombresque me enviaron de Culiacán en elúltimo mensaje, le pasó el celular.Busca a Francelia; Chuck, ven conmigo.

Entraron de nuevo en el estudio deBlancarte, fueron directamente a lahabitación pequeña donde había uncamastro, restos de comida rápida, botesde cocacola y cerveza Tecate. La HienaWong permaneció en la puerta.Revisaron el pequeño baño, la cama, la

sábana manchada de sangre, una silla, elbote de basura donde encontraron unapizza a la que le faltaban dos pedazos,muchos klínex ensangrentados y unaplayera negra con el emblema de laacademia de policía también manchada.Chuck se comportó correctamente sintocar nada y tomó fotos con su celular.Mendieta extrañó a Ortega que tenía ojoclínico para detectar los detalles en unescenario. ¿Es su playera? Sí, es deluniforme. No te la he visto. Meprohibieron usarla, luego comentó. Porlo que queda de pizza, quizá se enteró deque estábamos cerca y salieron pitando.O que Blancarte había llegado.Mendieta preguntó al pintor si era

vecino del barrio. Vivía a veinteminutos. Antes de ir con mis amigosvine solo, no me acordaba de que lehabía dejado las llaves al doctor; fui conél y ahí estaba Rommel, cuando dijo queno las tenía, él sacó un juego y pudimosabrir. ¿Tocaste la puerta? No, pero sí mebajé del carro y me acerqué, no se oíanada. ¿Había un carro afuera? UnaToyota azul. ¿Quién encendió la luz? Semiraron. Así estaba. ¿Por qué tiene llaveel señor? Desde hace años entra y salede mi taller a la hora que le da la gana.

El Piojo y el doctor regresaron, eldetective recibió un papel con eldomicilio, nombre y apellido de lachica: Francelia Ugarte. Me suena el

apellido, reflexionó. ¿Quién será? Si esculichi, como supone Susana, quizásencarcelé a uno de sus familiares. Cindybuscó en el mensaje de Gris dondeaparecían los nombres de sus padres; elZurdo recordó: entregué a su padre aSamantha Valdés para que se cobrarauna afrenta grande, y aceptó: Claro, ellapuede odiarme hasta el último día de suvida pero, ¿cómo se enteró de queencontré a su padre?, ¿cómo conoció aJason?, ¿cómo supo que era mi hijo? Elmundo es un pañuelo, ¿adónde se lollevaría? Sonó el celular, lo miraroncomo bicho raro, estaban seguros de queera ella. Pero no, era Gordowsky. SeñorMendieta. Qué bueno que llamas, lo

interrumpió. Quiero que vayas a estadirección, se la pasó, y averigües sivive allí Francelia Ugarte, es muy bonitay pelirroja, pudiera tener a mi hijo conella, maneja una Toyota azul. Entendido,no obstante, le llamé para decirle que yatengo informes sobre la llamada decelular que me pidió: la hicieron de LosÁngeles. Ándese paseando.

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Si nos mandaron besos de Los Ángeles,del celular de mi hijo, ¿qué significa?Quizá nunca lo trajeron aquí; sinembargo, hay sangre, su playera, restosde comida y bebida, y la luz estabaencendida cuando estos señoresllegaron; tal vez lo mantuvieron en elotro lado, ¿mentiría Jason en el recado?Pudiera ser una banda de secuestradoresdonde Francelia juega un papelrelevante, ella lo enganchó y es la que seestá vengando, ¿y los otros?, las vocespodrían ser de ella, ¿hay otros? Almenos no me pareció que fueran

decididamente masculinas, ¿qué edadtiene?; ¿y si los dos fueronsecuestrados? El padre de Francelia estámuerto, ¿le llamarían a la madre? Lemarcó a Gris. A la orden, jefe. No esnecesario que me llames jefe. Mecontaron, y espero que no se lo hayatomado en serio, ya sabe que en elmomento que usted acepte le comunicoal comandante para que se pongan deacuerdo. Lo pensaré, ahora hazme otrofavor, llama a la madre de FranceliaUgarte, la hija del que mató a MarianaKelly, la registraste en la relación queenviaste, pregúntale si su hija está bien,si ha recibido llamadas extrañas. Meencargo. En el instante que cortó

escuchó un balazo, se volvieron a laentrada, Mendieta con la Beretta Twodispuesta. Aguardaron unos segundos,Blancarte, Adame y Rommel bebían ensilencio, cautelosos, soportando lacuriosidad. El Zurdo alcanzó la puerta ysalió. Susana sufría con una manoapuñada sobre la boca. La Hiena Wong ysus hombres rodeaban un cuerpo queyacía en el suelo. El Piojo. ¿Qué pasó?Buscó con los ojos al joven Long y loencontró al lado de su jefe, con el armaen la mano, satisfecho. Daut le hizo unaseña de que se acercara, aproximó unaoreja. Mi Zurdo, no hay pedo, ya metocaba, me lo dijo el adivino pero mehice pendejo; me chingaron aquí, ni

modo, si hubiera sido más tardecitoquizá la hubiera librado, lo bueno es quetambién es México; te encargo que mesepulten en Culichi, con mi jefa, dondenos encontramos la otra vez, ¿teacuerdas? Fue todo. El Zurdo miró a sualrededor, todos calzaban tenis menos laHiena, que jamás se quitaba sus botasvaqueras color cuero.

El Zurdo y Wong se apartaron. ¿Quéonda, qué no habíamos quedado en queal Piojo se le respetaría? Gato, deja quenosotros arreglemos este asunto, que silo quieres saber, está muy cabrón; por unlado el morro desobedeció unaindicación, y por otro tenía todo elderecho a vengar a su padre. Te

recuerdo que el Piojo salvó a la señora.Lo sé, pero no trates de decirme lo quetengo que hacer, ya estoy grandecito.Mirada fanal. Quiero que te quede claroque el bato era buen compa y que meduele. Pues llóralo, Gato, se vale, perono te metas conmigo. Más claro ni elagua; bueno, puta madre, nos tenemosque mover, no sé dónde pudieran tener ami hijo, pienso en Tijuana, en Ensenada,o en cualquier lugar de California, yaves que está completamente poblada.Lástima que no te podamos conseguir elvideo del paso de aquí para allá; pero sinos necesitas, vamos a quedarnos unashoras por aquí.

Se volvió al cadáver. Pobre Piojo,

hasta parecía feliz, y yo que le prometíque nada le pasaría, pero estoy jodido,meando fuera de la olla. Susana, tengoque seguir con lo de Jason, ¿tienes elteléfono de su negocio? Ella secomunicó con la familia, les dio la malanoticia y les informó de la últimavoluntad del difunto. Lo dejarían en unafuneraria.

¿Puedes esperar a que se lleven elcadáver? Vete tranquilo, Gato, que eneso sí te cumplo.

Mientras hacían fila en la frontera,Susana llamó al hotel. No, señora, no leha llegado ningún sobre, la voy a pasarcon la operadora para que le informe sile llamaron. Tenían un telefonema a las

once cuarenta y seis de un celular; lachica no podía darles el número. Quizásera de Jeter. O de Jason. Cortaron y deinmediato sonó. Era Gris. Con el jefeMendieta, por favor. Dime. Jefe, acabode encontrar a la mamá de Francelia ydice que su hija está bien, que hablantodos los días y que estudia diseño demodas, ahí le va su número de celular.

Pasaron la garita y le marcaron a lachica. Sonó veinte segundos y se cortó.Viajaban en la camioneta de Enrique aquien recogieron en un Starbucks. Seveía nervioso pero sustituyó a Chuck enel volante. ¿Todo bien? Estamosavanzando, respondió el Zurdo y ordenóa Susana. Marca de nuevo. A la tercera

llamada descolgaron. Francelia Ugarte,sé dónde vives, quién eres y qué te hice;estoy dispuesto a entregarme y que memates si lo deseas, pero suelta a mi hijo;entiendo por lo que debes haber pasadoy me declaro listo para pagar mi culpa,que es tu deseo. Largo beso tronado.Cortó. Susana sollozaba. Mendieta sequedó tieso. Hija de su pinche madre.¿Sabes a quién te enfrentas? Enriquequería discernir. A una desquiciada.Dios mío, pobre sobrino.

Cincuenta y ocho minutos despuéssonó el celular. Era Win Morrison.

Señor Mendieta, ¿dónde se mete? Enel culo del mundo, Win, ¿qué pasó? Lepedí que no se moviera del hotel,

¿dónde anda? Salí a comprar chocolatesy encontré unas playeras de muertenatural. Bueno, tenemos a su hijo, lohemos rescatado, estamos conversandocon él, se lo dejaremos en el hotel enhora y media. Quiero hablar con lossecuestradores. Después de que lo hagancon nosotros estarán a su disposición;son dos, uno de apoyo y la chicapelirroja.

A los pocos minutos de esperar en laentrada del hotel llegó un auto gris delque bajó Jeter. Abrió la puerta posteriory descendió Jason: demacrado, sucio,más delgado y con un dedo cubierto congasa nueva. Lo primero que Mendietanotó fue su mirada negra y profunda. Se

había transformado, nada quedaba deaquel chico soñador y confundido. Seabrazaron. ¿Qué onda, mijo? Jason algolaxo. Gracias, papá, después lo abrazóSusana que ahora sí lloró en serio.Enrique también dejó escapar unaslágrimas. Pinche sobrino. Cindy besósus labios resecos y Chuck Beck lopalmeó. A tres preguntas de su madredijo que sí: comer, bañarse y descansar.Mendieta le hizo saber que iba ainterrogar a los secuestradores, que sitenía algo en qué orientarlo.¿Secuestradores? Sólo fue ella, si hubootros nunca los vi. ¿Ella te mutiló?Afirmó. Es una perra, y qué gacho meengañó. Ese misterio de las pelirrojas,

tienes qué revelármelo. ¿Crees que lopude averiguar? Pues sí, ni modo quequé.

Jeter esperaba. Mendieta le pidióque le diera media hora con su hijo. Laseñora está impaciente. Llámale, dileque también masturbo, ¿okey?

En la habitación, Susana pidiócomida para todos. El Zurdo regresó suarma a Beck. Es una maravilla, cuídala;el joven sonrió, luego llevó a Jason albaño para que le hiciera la narrativa deesos días.

La conocí en el gimnasio, te dije queiba a competir de nuevo, ¿te acuerdas?Una pelirroja haciendo fitness atrajonuestras miradas. Se me acercó y como

es tan linda nos fuimos juntos. No es queme haya embelesado, casi siempre laschicas se me resbalan, pero ésta teníaalgo, además de ese cuerpo y ese pelotan llamativos, no sé; no cedió a laprimera ni a la segunda; es más, tuvimossexo hasta que me secuestró, si se puededecir. Me recogió en la escuela, supongoque mamá se llevó mi Camaro a casa;compramos hamburguesas y fuimosdirectos a Tecate; al principio meextrañó pero no pregunté, pensaba que alfin me la iba a comer y eso podía ocurriren el mismo infierno. Nunca sentí queme estuviera secuestrando, el plan queme propuso fue un día o dos fuera decasa, yo quería regresar esa misma

noche, por eso no llamé a mamá, mecuida demasiado y luego me hacepreguntas que no me da la ganacontestar, ya sabes: con quién andas, aqué horas vienes, adónde van; en Tecateme dijo que disponía del lugar ideal;llegamos, tenía llaves de ese taller depintura y entramos. No supe cómo loconsiguió, había muchas cosas de arte,cuando me obligó a escribir el recadome dio un pincel muy fino, qué buenoque entendiste el mensaje. Me parecíamuy loco lo que estábamos haciendo, meató de pies y manos para experimentarsensaciones sexuales extremas, y fuecuando me dijo que estaba secuestrado,que mi padre era el peor policía de

México, que habías detenido a su papá,un hombre a punto de morir de cáncer, ylo entregaste a Samantha Valdés que loacribilló sin piedad. Ella llegó a la casajusto cuando lo apañaste y que se tuvoque largar porque apareció Samantha, dequien también se estaba vengando. Enese momento todavía pensé que jugaba,que le gustaban las emociones fuertes ydespotricar a lo loco; sin embargo, medio una cachetada tan violenta que mesacó lágrimas, su cara se volvióterrorífica por la furia y comprendí quehablaba en serio y que me había tendidouna trampa. Nunca me sentí tan estúpido.Reconozco que es verdad lo que dices:un par de tetas jala más que una carreta,

pero es insólito vivirlo de esa manera.Luego me dijo que iba a acabar contigoy que si no morías sería yo el difunto.No, escuché la primera vez que te hablóde mi celular, los besos que te lanzó,también lo hizo con mamá. A partir deltercer día me dejaba tiempo solo, hastacinco horas, iba por comida, espero nocomer pizzas el resto de mi vida; traté,pero fue imposible zafarme de lasligaduras. Nunca me amenazó concortarme una oreja. Nunca le creí queme mutilaría el dedo, pensé que era unabravata, pero no, ni lo dudó; usó uncuchillo de cacería, después me pusouna sustancia que impidió la hemorragia,aunque igual hice un manchadero. Ayer

me anunció que hoy me liberaría, no lecreí porque antier hablaba de matarme,le pregunté si ya había cobrado suvenganza, afirmó que estaba en camino,que ibas a pagar todo lo que la habíasdañado entregando a su padre. Me dijoque estabas en Los Ángeles, inclusosabía el nombre de este hotel, como ayertardó en regresar pensé que te habíahecho algo, ¿nunca la viste merodeandocerca de ustedes? Quizás aquí leayudaba alguien. Hoy abandonamos laPanocha como a la una. No escuché quesonara su celular, sí, ahora que lo dices,salió del cuarto donde me tenía atado ycuando regresó me informó que nosíbamos, que de un momento a otro

acabarían contigo y que me iba a pasarlo mismo pero en otro lugar; así loexpresó, como si fueran varios, perocomo te digo, nunca los vi. Pasamos lafrontera sin problemas, al acercarnos alos Ángeles dos carros grises laobligaron a salir del freeway, labajaron, la esposaron y la subieron enuno y a mí en otro; eran del FBI, ya no lavi, me quitaron las cuerdas, me llevarona un gabinete donde me curaron, meinyectaron antitetánico, después meinterrogó la agente Morrison, que teconoce. Fue una conversación de más omenos cuarenta minutos. Sí, fue sencillo,jamás vi a los otros, sólo a ella, pero sí,alguien debe haberle avisado de tus

movimientos antes y después de ir aTecate. Vas a ser buen policía. No mejorque tú, papá, y disculpa por contarteesto tan resumido, la verdad es queestoy muy apenado y me siento uncompleto idiota. Se abrazaron. ¿Fueduro el interrogatorio con Morrison? Leconté más o menos lo mismo, la notébastante moderada, quizá porque teconoce y yo tenía prisa por verlos.Bueno, no hay bronca que no quedeatrás, trata de relajarte, te veo al rato,vamos a quedarnos aquí. Voy a bañarmepara luego comer y descansar. Bienmerecido que lo tienes; oye, eso devolver a correr es buen plan; pero antesconsulta un médico y le haces caso.

Llamó Ger, el señor de los informesy el agente Jeter, que tiene diez minutosesperando en el lobby, ¿quieres probareste steak? Está riquísimo. Anda,consentido, come un poco. Después,márcale a Ger. Zurdo, ¿cómo está?Jodido pero feliz, Jason te manda unabrazo. Dígale que le mando mil; oiga,vino una señora, le trajo un cuadro, dijoque era de Picasso, que usted ya sabíapor qué, oiga, qué mujer tan fea, no mediga que ha tenido que ver con ella,además, si quiere quedar bien, escogiómal, le trajo un pinche cuadrito que melo puedo meter en las verijas. Si retachase lo regresas, y no tiene nada que verconmigo, es amiga de Gris; ¿sabes qué?

No se lo devuelvas, mejor dónalo alzoológico, diles que es auténtico, que lovendan para alimentar a los animales; tellamo luego. Cortó, Susana lo abrazó ylo miró a los ojos. Edgar. Pausa. Megustaría que, en serio, viéramos laposibilidad de estar juntos; el Zurdo sepuso pálido. ¿Segura? Segurísima, sebesaron cálidamente. A Gordowsky lemarcaría después.

El agente lo esperaba junto alelevador, vestido como siempre.

Gracias, Jeter, te debo unahamburguesa. Será un placer comernuevamente con usted, señor Mendieta,sólo espero que no sea en la madrugada,¿nos vamos?

Por la 5th, a unos metros de laentrada al hotel se encontraba un autogris. Tantas atenciones lo poníannervioso, ¿qué haría, entregaría aSamantha Valdés después de todo suapoyo y prometerle fidelidad? Estácabrón, ¿era un hombre de sangre negra?Quizá no, pero el color de la sangrecambia con los años, la traición aparecehasta en los horóscopos y después apuro valer madre; esos que dicen que lavenganza es un plato que se come fríoson primos de Al Capone; bueno, deboconcentrarme en los secuestradores,sobre todo en la pelirroja, que se sientetan afectada como para chingarse a mihijo y quererme liquidar. Pinche

muchacha, está enferma. Su padre era unasesino y además yo no lo maté, sólo loencontré y lo entregué. Samantha le diocran, eran viejos conocidos y habíabroncas gruesas entre ellos. Atrás delauto gris esperaba uno negro con chofery fueron hacia él. Usted viajará en ése,precisó el agente. ¿Y tú? En éste, señalóel primero. Siete pasos más y le abrió lapuerta. Morrison esperaba. Mendietatomó asiento a su lado, el auto arrancó,veía el ala del sombrero gris delconductor. Gracias, Win, la madre estámuy agradecida y quiere saber adónde teenvía un presente. No es necesario, ¿porqué los mexicanos siempre quierenhacer regalos? Lo único que hicimos fue

cumplir con nuestro deber. En México sino regalas no existes. Y también nosgusta recibir. Supongo que sí. Win, séque tengo un trato contigo, sin embargo,después de interrogar a lossecuestradores quisiera quedarme unosdías con mi hijo, pretendo ayudar a queno se convierta en una piltrafa de símismo. De su hijo nos encargaremosnosotros, señor Mendieta, le pondremosun psicólogo o lo que haga falta, ustedregresa ahora mismo a su país. ¿Cómo?Sí, es un vuelo nocturno a la ciudad deMéxico. Habíamos acordado queinterrogaría a los secuestradores, penséque íbamos hacia donde los tienesretenidos. No será necesario, le

pasaremos un informe. Claro que esnecesario, se metieron con mi hijo paravengarse de mí, me lo dijeron muy claroen las llamadas y luego me mandabanbesos tronados; por supuesto que debosaber quiénes son, cómo son y de quiéndebo cuidarme en el futuro, lo mismoque mi familia. Lo siento, señorMendieta, pero usted irá directo alaeropuerto para que tome su vuelo al DFy de allí a Culiacán, el agente Jeter seencargará de acompañarlo. Cágame loshuevos, murmuró, pero expresó: nopuedes hacerme eso. En cuanto localicea Samantha Valdés, nos avisa y leechemos el guante, usted podrá quedarsea vivir en Estados Unidos, si lo desea,

pero ahora tiene que volver a Culiacán ycumplir su parte del plan, Jeter le dirácómo comunicarse con nosotros. Semiraron a los ojos. Totalmentedesenamorados. O sea que no puedoquedarme ni un par de horas para estarcon Jason. Lo siento. La rabia que se leacumulaba en la cara le retorcía elsemblante y el corazón. Estás cabrona,Win Morrison. Nada de eso, señorMendieta, le estoy ayudando a cumplirsu parte del trato, nosotros hicimos lanuestra. No me dejaste despedirme demi familia. Win hizo una señal al choferque entró en el estacionamiento de unrestaurante japonés donde mejor servíanel té que le gustaba. Disculpe, no lo

invito porque podría perder su vuelo; túsales del auto y vigilas, ordenó alchofer, que se volvió: era una chicahermosa de sonrisa muy tierna. Jeter seestacionó al lado. Bajaron los cuatro. Enese momento se desató la balacera. Losproyectiles pegaban en los cuerpos, enlos carros o pasaban silbando. El Zurdose lanzó al piso, advirtió que la chofercaía abatida, se arrastró bajo el auto. Asu derecha vio caer a Win Morrison conla cabeza reventada, se volvió al otrocarro y ahí estaba el cuerpodesmadejado de Jeter. Mierda.

Pasos. Botas vaqueras, tenis. Veintesegundos son una eternidad.

Por donde yacía el chofer un hombre

pateó la carrocería. Gato, sal de ahí,tenemos que largarnos.

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Mendieta de pie observó el cadáver dela chofer que había perdido susombrero. Era hermosa, fuerte y con unacabellera rojiza detenida por una malla;la apartó y la cabellera se expandió porel suelo. Ándese paseando, quedóimpactado, más que por la lluvia debalas en la que resultó indemne. EsFrancelia Ugarte, no puede ser otra, ¿aqué jugaba Win? Gato, muévete, en dosminutos esto será un enjambre de abejasencrespadas. Una camioneta se alejó. Sedejó arrastrar por la Hiena que manteníasu AK47 a la vista. Echó un vistazo a

Morrison muerta, su cara destrozada,con la pistola en la mano. Delrestaurante ni una sombra. Subieron a unauto pequeño y se marcharon con todaparsimonia, conducía el joven Long, quede cobarde no tenía un pelo. A trescuadras de allí, entraron en una casa conestacionamiento cerrado, bajaron. Allado había dos camionetas usadas.

Adentro los esperaba Gordowsky.Cámbiense que nos vamos rápido. Wongy Long vistieron trajes blancos de chef.Usted póngase esto, Mendieta recibió unoverol de jardinero. Se escuchabannumerosas sirenas. Nos vamos, anuncióWong. Ya nos veremos, Gato, y salieron,se oyó el ruido de una de las

camionetas. Gordowsky lucía un overolsucio. Dese prisa, señor Mendieta, austed será al primero que busquen. Lacaja de la camioneta que abordaronestaba llena de enseres de jardinería,avanzaron sobresaltados por las sirenasde la policía y de las ambulancias quesonaban a todo lo que daban.

¿Por qué no me llamó? El detectiveobservó un momento a su compañero.¿Me iba a advertir del tiroteo? Le iba adecir que se arrojara al piso y que no sesorprendiera. Estuve en el pavimentopero, ¿cómo no me iba a sorprender?Esta ciudad no es Siria o un lugar deésos. Bueno, esto todavía no termina,debo sacarlo de Estados Unidos lo más

pronto posible. ¿Y mi familia, quépasará con ellos? La señora SusanaLuján no es su esposa, la interrogaránhasta fastidiarse, la tendrán enobservación unos meses y ya; la quepudiera perseguirla por años quedó enel restaurante; con su hijo pasará más omenos lo mismo, él será policía y lotienen catalogado como prospecto paraser del Buró. Pero, ni un abrazo, ni unoschocolates. Mis órdenes son llevarlo aMéxico y eso haré. Pensó en Susana,tendría que valorar su propuesta de estarjuntos. Permanecieron en silencio hastatomar la autopista diez rumbo a PalmSprings. Mendieta meditó: esto pudieraser peor que el caso de aquel agente que

mataron en Guadalajara en los ochenta;ojalá y ninguno de los míos tengaproblemas, y menos Enrique que se haintegrado tan bien a este país; ¿lapelirroja, realmente era Francelia? Esachica, la que iba de chofer, ¿fue la quesecuestró a mi hijo? La misma, hace seismeses fue enganchada por el FBI, alparecer era su primera misión; sinembargo, será en Culiacán donde leexpliquen los pormenores. El detectivereflexionó unos momentos. Claro, elobjetivo era Samantha, Jason y yoéramos la vía, y aún así le cortó el dedola cabrona; quizá descubrió que yoencontré a su padre y no pudo resistir lavenganza; quizá se lo informó Win para

motivarla. ¿Quién les avisó que ibamanejando y que nos detendríamos justoallí? Win Morrison iba todos los días aese restaurante a tomar té, más o menosa la misma hora, era difícil que eligieraotro punto, nuestros hombres sólo laesperaron; nuestra fuente fue el agenteJeter con quien tenemos un arreglo. Peromurió. No, solamente fue herido, esperoque no de gravedad; no debía salir ileso.Nunca pensé que tuviera tanta fuerza elcártel del Pacífico. Le juro que yotampoco.

Noche cerrada. En el estéreo,Júrame, con Susana Zavaletaacompañada por Ángel Rodríguez. Eldetective recordó intensamente a la otra

Susana, y reconoció que algo más que unhijo los ataba. Puta vida, chingón el quela entienda.

Samantha Valdés, en ropa de enferma ycómodamente sentada, lo recibió en sumansión de Lomas de San Miguel.Mendieta le agradeció, le preguntó si elatentado se había generado en LosÁngeles. No lo sé, lo único que te puedodecir es que los involucrados pagaron, yen Estados Unidos, más bien me quierenpresa, al menos ésa era la obsesión de laagente Morrison y su gente, entre ellosla pelirroja. Que por cierto murió. AlDiablo hay que despedazarlo antes de

que nos chingue, no creas que es muypiadoso el cabrón; supongo que ahora notendrás reparos para trabajar connosotros. Prefiero no dar ese paso. ElZurdo bebía whisky en vez de café, ellano había probado su agua. ¿Quierespensarlo unos días? Ya lo pensé, ¿hayalguien en el departamento de Mariana?Necesito recoger el Jetta. ¿No te gustó elVolvo? Es el color blanco el que no meva, sonrieron. Lo sabía, ¿algo que puedahacer por ti? Tengo preguntas. Lo miró alos ojos. Estás vivo, ¿no? Y aunque conun dedo mocho, también tu hijo, eldetective asintió. ¿Por qué querías ver aLeopoldo Gámez? ¿Yo?, ¿de dóndesacas eso? Lo miró inexpresiva. Pinches

viejas, por Dios que no puedo con ellas,cómo se parecen. Se pusieron de pie.Cuídate, Zurdo Mendieta. También tú.

Encontró un Jetta gris del año conlas llaves puestas. Dudó cuatrosegundos, tiempo que, segúnconfesiones, duda la gente decente antesde corromperse. Subió y lo encendió.

Era de noche cuando entró en sucasa en la Col Pop. Habían pasado dosdías desde el escape. Limpia yordenada. Se sirvió un Macallan y luegodos más. En la mesa de centro había unrecado: “Hay carne asada y tortillas enla estufa, estamos en la San Chelín en elvelorio de Ignacio”. Puso música en elestéreo: Good Morning Starshine, con

John Denver, y fue como si todo lovivido cayera sobre su espalda. Pinchepoeta, qué razón tenía.

LATEBRA JOYCE, verano de 2015

ÉLMER MENDOZA (Culiacán, México,1949) es catedrático de literatura en laUniversidad Autónoma de Sinaloa,miembro correspondiente de laAcademia Mexicana de la Lengua y delColegio de Sinaloa. Pertenece alSistema Nacional de Creadores de Arte.Comenzó su carrera literaria en 1978, y

en 1999, Un asesino solitario, suprimera novela, de inmediato lo situó, ajuicio del crítico mexicano FedericoCampbell, como «el primer narradorque recoge con acierto el efecto de lacultura del narcotráfico en nuestro país».Con El amante de Janis Joplin obtuvoel XVII Premio Nacional de LiteraturaJosé Fuentes Mares y con EfectoTequila (2005) fue finalista del PremioDashiell Hammett. En 2006 apareció sucuarta novela, Cóbraselo caro, y en2008 Balas de plata fue merecedora delIII Premio Tusquets Editores de Novela,que lo consagró como escritor deprimera fila en el panorama de la novelahispánica. Después de La prueba del

ácido (2010) y Nombre de perro (2012),ambas protagonizadas por el detectiveEdgar el Zurdo Mendieta, Besar aldetective continúa esta saga. ÉlmerMendoza vuelve a retratar aquí unaépoca y un país de la mano del singulardetective que ha traspasado fronteras yes conocido en diez idiomas.