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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIAFACULTAD DE CIENCIAS HUMANASESTUDIOS LITERARIOS INFORME DE LECTURA: LA FLORIDA DEL INCA Daniela Escobar Laura Rubiano María Fernanda Silva Oscar Zabala
Informe de lectura
1. Referencia biográfica
Esta breve referencia biográfica no es una acumulación de datos sino una selección de aquellos que,
en nuestra opinión, revisten de importancia para el estudio y comprensión de la obra del Inca
Garcilaso, cuyo nombre era Gómez Suárez de Figueroa. El primer dato que cabe mencionar es la
cercanía temporal entre el nacimiento del Inca en Cuzco (12 de abril de 1539) y el derrocamiento de
Atahualpa (1532). Así, Garcilaso vivió en una época en la que la cultura incaica estaba aún viva y
fue parte de la primera generación de mestizos criollos del Perú. La condición mestiza de Garcilaso
es, precisamente, uno de los datos biográficos de mayor relevancia, pues condiciona su obra y la
recepción de ésta. Sobre su doble herencia española y americana, Lavalle comenta que “no podía
sino convertirle en uno de los símbolos del Nuevo mundo y de la nueva sociedad en que había
nacido” (135).
El Inca Garcilaso nace de la unión no matrimonial entre la indígena Isabel Chimpu Ocllo y el
capitán español Garcilaso de la Vega, ambos provenientes de familias nobles. Isabel, por su parte,
era nieta de Túpac Yupanqui, antepenúltimo gobernante de la dinastía Inca, mientras que el capitán
Garcilaso pertenecía a una familia ilustre en la que no faltaban los antepasados poéticos: Jorge
Manrique, el Marqués de Santillana y Garcilaso de la Vega. Los estudiosos del Inca Garcilaso
suelen dividir su vida en dos etapas: la cuzqueña y la española. Durante la cuzqueña, vivió doce
años con su madre, en los cuales estuvo en contacto con la cultura indígena y aprendió quechua
como lengua materna. Posteriormente, permaneció ocho años en casa de su padre en donde recibió
una educación humanista, “se fue españolizando y llegó a ser perfectamente bilingüe” (Lavalle,
1
136). Así, como señala Oviedo, “su crianza responde a las dos vertientes de su sangre” (193). Un
año antes de la muerte de su padre (1560), Garcilaso viaja a España, el país en el que vivió hasta el
final de sus días.
Oviedo divide la etapa española en dos momentos: uno de dedicación a actividades ajenas a las
letras, las armas y el derecho, y otra de preparación rigurosa para su futuro oficio de escritor. Esta
rigurosidad es una de las características atribuidas comúnmente a Garcilaso, quien escribió sus
obras con lentitud y en las dos últimas décadas de su vida, tras pasar por un largo proceso de
estudio. En 1588, Garcilaso recibe una herencia a raíz de la muerte de su tía, la cual facilita su
dedicación a las labores literarias. Es de destacar su traducción de los Diálogos de amor, de León
Hebreo, realizada en 1590, trabajo que da cuenta de su contacto con la cultura humanista y que,
según algunos críticos, influye en el estilo y estructura de las obras que escribirá posteriormente.
De acuerdo con Oviedo, es posible interpretar el camino literario de Garcilaso como un
acercamiento paulatino a su objetivo de escribir sobre el Perú. Parte de este intento lo constituye La
Florida del Inca, en la que hace múltiples referencias a sus planes de redacción de los Comentarios
reales. Esta última es la obra más reconocida del autor, al ser la primera crónica sobre los incas
escrita por un mestizo. Además tiene una gran importancia para el conocimiento de la cultura
incaica y un valor literario reconocido por varios estudiosos de la obra garcilasiana.
En los últimos años de su vida, Garcilaso se dedicó a los negocios y se inició en la vida clerical,
pero no llegó a dedicarse por completo a la vocación religiosa. Aun así, este gesto da cuenta de que
el Inca se asumió como cristiano, asunto que se confirma en la posición asumida por él, en sus
obras, con respecto a la evangelización. Garcilaso muere en Córdoba, en 1616, después de haber
vivido la mayoría de sus días en España; a pesar de esto no debe olvidarse que el Inca fue ante todo
un mestizo y que pasó a la historia como un símbolo del encuentro cultural, no por nada se hizo
llamar “Inca Garcilaso de la Vega”, nombre en el que se perpetúa tanto su condición de indígena
noble como su no menos noble ascendencia española.
2. Presentación de la obra
La Florida del Inca, publicada en 1605, es la crónica de la expedición española al territorio de la
Florida, ubicado al sureste de Norteamérica, dirigida, en un principio, por Hernando de Soto y,
posteriormente, por Luis de Moscoso. La Florida del Inca fue escrita antes de los Comentarios
reales de los Incas (primera parte de 1609, segunda parte de1616). La historia es contada a partir 2
del relato oral de Gonzalo Silvestre, un amigo de Garcilaso, quien participó como soldado en la
expedición. Garcilaso coteja el relato de Silvestre con otras dos fuentes para dar mayor veracidad a
su crónica; estas fuentes son las relaciones de los soldados Juan Coles y Alonso de Carmona sobre
la expedición.
La razón principal que motivó a Garcilaso a escribir La Florida del Inca, expresada en múltiples
fragmentos del libro, fue brindar a futuros expedicionarios información útil para la conquista de la
Florida. Esta conquista no sólo se presenta como deseable por motivos económicos, al ser la Florida
un territorio fecundo, sino por motivos evangelizadores. Otra razón que motivó a Garcilaso a contar
la historia de la expedición a la Florida fue el deseo de que las hazañas, tanto de españoles como de
indígenas, no cayeran en el olvido. Así, se evidencia el sentido heroico que la historia tiene para
Garcilaso: “atendimos con cuidado y diligencia a escribir todo lo que en esta jornada sucedió […]
para honra y fama de la nación española, que tan grandes cosas ha hecho en el nuevo mundo, y no
menos de los indios que en la historia se mostraren y parecieren dignos del mismo honor” (63-64).
La Florida del Inca está compuesta por seis partes. La segunda y la quinta están, a su vez, divididas
en dos partes cada una, debido a que, según el Inca, son demasiado largas. El Inca Garcilaso
presenta en su libro datos sobre la expedición de Soto, descripciones geográficas de la Florida y, en
menor medida, referencias a las costumbres de los indígenas que habitan el territorio. Los
enfrentamientos entre españoles e indígenas y, en general, las acciones heroicas que tienen lugar en
la expedición ocupan la mayor parte de la crónica. Garcilaso se centra en el relato de la llegada de
los expedicionarios a las diferentes provincias de la Florida. Los hechos de la expedición son
contados a partir de un esquema básico que se repite a lo largo de toda la crónica: llegada de los
expedicionarios a una provincia, encuentro con el curaca o cacique de la zona; en caso de que el
curaca de la provincia reciba a los expedicionarios con una actitud pacífica, estos pasan algunos
días en el lugar y luego se retiran hacia otra zona de la Florida. En caso de que el curaca reciba a los
españoles con una actitud guerrera, oponiéndose a la acción conquistadora de los expedicionarios-
como ocurre en la provincia de Apalache- sucede una batalla entre españoles e indígenas, que es
descrita por el Inca con gran detalle.
Después de la narración del viaje por las diferentes provincias de la Florida, el Inca hace referencia
a la muerte del capitán Hernando de Soto y a la decisión de los expedicionarios, en cabeza de Luis
de Moscoso, el nuevo capitán, de abandonar el territorio de la Florida. El libro termina con la
relación de los lugares a los que se dirigieron los expedicionarios después de abandonar la Florida.
Aunque La Florida del Inca no resulta tan valiosa como otras crónicas como fuente para el
3
conocimiento de las culturas indígenas, sirve como acercamiento a la obra del Inca Garcilaso quien
es, sin duda, uno de los escritores más importantes en la historia de Latinoamérica.
3. Temas y problemas:
A continuación, presentamos los temas y problemas que consideramos más importantes de La
Florida del Inca. Estos posibilitan, a su vez, un acercamiento a los aspectos más estudiados de la
obra del Inca Garcilaso de la Vega:
3.1 Entre realidad y ficción
El mayor cuidado que se tuvo fue escribir
las cosas que en ella se cuentan como son y pasaron
Inca Garcilaso (64)
La tradición de las crónicas de viajeros fue común en Europa desde El libro de las cosas
maravillosas, de Marco Polo, que relataba sus viajes por Oriente. Sin embargo, no sería sino hasta
mediados del siglo XV que este género cobraría un valor relevante, tras la invención de la imprenta.
Un par de décadas después de su impresión, se llevaría a cabo la hazaña que habría de determinar el
curso de la historia moderna: el “hallazgo” de América. Este suceso, además de las tal vez infinitas
repercusiones que tuvo en la sociedad occidental, también resultaría importante para el género de
los libros de viajes. El encuentro de un nuevo mundo fue acompañado por relatos que describían lo
que se encontraba en estos territorios. Desde las primeras cartas y diarios de Cristóbal Colón, hasta
las crónicas cuidadosamente elaboradas por autores como Bernal Díaz del Castillo, Pedro Cieza de
León, Fray Diego de Landa, entre otros, aparecen como parte y consecuencia de la conquista un
centenar de textos que describen a este nuevo mundo. Dentro de esa tradición se encuentra también
el Inca Garcilaso de la Vega, particular, además, por ser el primer cronista originario de las Indias.
Crónica, dice Mignolo “es el vocablo para denominar el informe del pasado o la anotación de los
acontecimientos del presente, fuertemente estructurados por una secuencia temporal […] en su
sentido medieval, es una «lista» organizada sobre las fechas de los acontecimientos que se desean
conservar en la memoria” (75). Las crónicas, en el caso de la conquista americana, tienen una
evolución paulatina que responde justamente a esa concepción de historia. Las primeras “fechas que
se conservan en la memoria” son de carácter general pues surgen de los viajes de exploración. En el
primer momento de la conquista, el interés de los españoles es abarcar la mayor cantidad de
territorio posible, así, las historias que se componen durante estas crónicas dan cuenta de los 4
acontecimientos generales que suceden en estas expediciones. En la medida en que la conquista se
“profesionaliza” y las campañas se hacen a lugares particulares, las crónicas también se tornan
particulares, y describen hechos y características singulares de una región. A este segundo período
pertenece la obra del Inca Garcilaso.
La obra del Inca tuvo un reconocimiento particular –pese que a esta la precedían crónicas sin
iguales de otros autores– por provenir de la voz propia de un autor americano. A esto hace
referencia Bernard Lavalle en su estudio sobre el Inca, “durante siglos, se solió considerar a
Garcilaso como la mayor autoridad en todo lo tocante al pasado andino, llegándose a calificarle a
menudo de «Príncipe de la historiografía peruana»” (136). Este calificativo, sin duda, surge de sus
crónicas Comentarios reales de los incas y La historia general del Perú, pero parece desconocer
que la obra del Inca no se limita exclusivamente a dar cuenta de la historia del territorio peruano, su
lugar de origen; el autor de ascendencia indígena se piensa a sí mismo no como un contador de su
historia, sino como un historiador capaz de acercarse a diferentes culturas y reconstruir la historia
de estas, como podemos verlo en el caso de la crónica La Florida, testimonio de un proceso de
conquista ajeno a su propia tradición y origen.
Para realizar esta labor, el Inca Garcilaso se vale del conocimiento que adquirió durante alrededor
de veinte años en Europa, que lo ponen en contacto con la forma de escribir y estudiar la historia de
occidente. Al respecto señala Lavalle,
En los siglos XVI Y XVII, el historiador tenía que seguir forzosamente toda una serie de pautas, tanto
en la forma como en la construcción de su obra. De manera inevitable, estas argollas técnicas unidas a
las estructuras mentales de la época han tenido fuertes incidencias en la historiografía, incidencias que
hoy se consideran a veces como distorsiones de la verdad o equivocaciones (138).
Estas pautas fueron, para el caso de las crónicas, establecidas a lo largo del Renacimiento, y
llegaron a determinar la producción del Inca Garcilaso, instruido en la escuela renacentista por su
contacto con diferentes textos de esta época. La escritura de historia, como se entiende en el
medioevo, está radicalmente diferenciada de la escritura ficcional. Mientras el discurso ficcional es
la imitación de una realidad, el discurso histórico es la narración de dicha realidad; pretende dar
cuenta de las acciones tal cual sucedieron. A esa tradición de discurso histórico se suma La Florida,
pues a pesar de las incongruencias que podamos encontrar hoy en dicha obra, debemos reconocer la
intención original del autor, intención que además está condicionada por las formas en las que se
entendía y realizaba el discurso histórico en la época. El mismo autor es claro en precisar que su
5
obra tiene un valor documental, que cuenta sólo lo que fue y lo que efectivamente sucedió en un
momento y un lugar específicos. Por esto, es bastante enfático en el proemio de esta obra al señalar
que todo lo que en ella se cuenta pertenece al discurso histórico; al respecto dice el autor
y esto [la historia de cómo conoció este relato] baste para que se crea que no escribimos ficciones, que
no me fuera lícito hacerlo habiéndose de presentar esta relación a toda la república de España, la cual
tendría razón de indignarse contra mí, si la hubiese hecho siniestra y falsa (67).
Sin embargo, la veracidad de los hechos referidos por el Inca en La Florida es discutible. Por un
lado – aspecto del que estaba en conocimiento el Inca– el discurso histórico no deja de ser un
discurso, es decir, no está exento de un ordenamiento conforme a una lógica ajena a “los hechos”,
relacionada con los principios de narración (que, para el caso del Inca, los determinan las crónicas e
historias de viajes de su época. No hay que olvidar que todo escritor, ante todo, es un lector). Al
respecto señala Mignolo “El discurso verdadero es, además de verdadero, también discurso, este no
debe perderse en la sola función de ser informativo y verdadero sino también con las exigencias de
ser un discurso, y por lo tanto, coherente” (90). En esta medida, el autor debe prestar especial
atención no sólo a lo que cuenta en su crónica, sino al cómo es contado; cómo logra captar la
atención del lector hasta el último de los acontecimientos descritos. Para muchos críticos, el Inca
Garcilaso logra atraer esta atención al insertar en su relato “detalles significativos que constituyen la
vida colectiva e individual de los hombres del pasado y tiende hacia esa intrahistoria” (Lavalle,
138).
Por otro lado, se debe tener en cuenta que la historia que cuenta La Florida llega a manos del Inca
por fuentes mixtas, como él mismo lo señala en el proemio. Este es uno más de esos casos en que el
cronista no es testigo de los viajes y hazañas que relata en su obra, sino que la narración llega al
escritor de una segunda mano. En esta medida, La Florida se aleja de la veracidad del discurso
histórico, pero, como señala Carmen de Mora, posibilita la liberad imaginativa del discurso, “esto
no significa que invente los hechos, se trata, por el contrario, de una potenciación artística de los
datos históricos” (Mora, 38). Para el caso del Inca, esa potenciación artística no debe entenderse
como un episodio maravilloso que el cronista inventa y esconde en la obra, sino en la intervención
que el autor tiene en los relatos orales y escritos de los que toma esta historia. Es el Inca quien
ordena y clasifica estos hechos para presentarlos en un texto escrito. Texto que requiere una
estructura específica y unos mecanismos de narración que entretengan al lector, de quien el Inca
tiene absoluta conciencia. El pasaje ya citado del proemio demuestra que el Inca tenía la certeza de
6
que esta obra iba a tener lectores, y para ellos diseña un entramado narrativo que los mantenga
alerta en su narración, entramado que hoy puede considerarse por su valor estético.
La obra del Inca debe considerarse entonces en esa compleja trama del concepto historiográfico
renacentista en el que la verosimilitud y la composición literaria no son opuestas y pertenecen al
mismo campo. El discurso histórico, así relate situaciones reales, debe, además, ser bello y
disfrutable para un lector. Ambas características conviven y son inseparables en la obra del Inca
Garcilaso, así muchos críticos se arriesguen hoy a arrojar conclusiones como “Mientras decae el
valor testimonial del Inca como cronista o historiador, los valores simbólicos de una literatura de
mestizaje están en alza” (Mora, 48). Esta afirmación resulta peligrosa, porque parece desconocer
que para un historiador renacentista el valor simbólico y el valor testimonial deben complementarse
en su crónica con el fin de llevar al lector aquellas “cosas tan heroicas que en el mundo han pasado”
(Inca Garcilaso, 63).
3.2 La Florida del Inca: filtros narrativos y fidelidad histórica
Al entrar a la crónica de la expedición del “adelantado Hernando de Soto” es inevitable detenerse en
lo que se ha llamado los “aspectos literarios” de la obra, es decir, aquellos aspectos que “transforms
the reality he is reporting and lend his history an air of fantasy” (Castanien 1960, 30). Los aspectos
literarios presentes en la obra del Inca Garcilaso, como lo demuestra la cita de Castanien, son los
que han desacreditado en tanto historia la crónica del autor. Sin embargo, otros autores, como David
Henige, defienden el carácter puramente histórico de la obra. Así, Henige en su artículo, “The
context, content and credibility of La Florida del Inca” (1986), “treat La Florida only as a possible
historical source and not as a piece of literature, at least to the extent that these qualities can be kept
distinct” (3).
La evidente pregunta es: ¿los aspectos literarios de La Florida le restan valor histórico a ésta? Si
bien la discusión desborda los límites de este escrito, se señalará un problema importante en la
construcción de La Florida: el de las fuentes con las que dialoga el Inca al escribir su historia, es
decir, qué tanto hay de ellas en la obra y qué tanto del Inca. Así, La Florida posee una complejidad
narrativa que reside en la posición del autor y en las fuentes que le sirven para la construcción de la
historia; hay filtros narrativos por los que pasan los hechos reales: las tres fuentes son narraciones
de un acontecimiento y el Inca realiza otra narración del mismo hecho, por lo que estos funcionan
como velos de construcción ficcional ante la expedición de Hernando de Soto, es decir, el hecho
histórico se encuentra transfigurado en La Florida por esos filtros narrativos.
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El Inca Garcilaso en el “Proemio al lector” habla de tres fuentes presenciales, una oral, Gonzalo
Silvestre, que motivó al Inca a escribir la crónica, y otras dos escritas, Alonso de Carmona y Juan
Coles, con las que cotejo la historia que le contaban. La primera fuente se presenta así:
Conversando mucho tiempo y en diversos lugares con un caballero, grande amigo mío, que se halló en
esta jornada, y oyéndole muchas y muy grandes hazañas que en ella hicieron así españoles como
indios, me pareció cosa indigna y de mucha lástima que obras tan heroicas que en el mundo han
pasado quedasen en perpetuo olvido (63)
Junto a esta fuente aparece la intención histórica del Inca de escribir La Florida. Las otras dos
fuentes son presentadas de una forma más escueta, pero no menos interesante: “Sin la autoridad de
mi autor, tengo la contestación de otros dos soldados, testigos de vista, que se hallaron en la misma
jornada” (65, Subrayado nuestro). El Inca se presenta a sí mismo como alguien que transcribe la
historia que le cuentan1, de ahí que constantemente se esté disculpando por cualquier yerro en la
credibilidad de la historia. Ahora bien, la presentación de las fuentes tiene una intención que se
relaciona directamente con el sentido histórico de la obra:
Y esto baste para que se crea que no escribimos ficciones, que no me fuera lícito hacerlo habiéndose
de presentar esta relación a toda la república de España, la cual tendría razón de indignarse contra mí,
si se la hubiese hecho siniestra y falsa (67).
Así, las fuentes son el respaldo que le da veracidad a lo que cuenta el Inca, por lo que,
históricamente, sospechar de la acción del Inca Garcilaso como escribidor implica poner en duda el
sentido histórico de la obra. De la misma forma, si se pone en duda las fuentes no se puede culpar al
Inca de la poca veracidad de los hechos, pero si se acepta la fidelidad de las fuentes y se confía en la
buena intención del Inca, es necesario hallar otra explicación a los aspectos literarios de la obra;
igual sucede si desconfiamos de ambos. Debido a la limitación que se tiene para acceder a las
fuentes del Inca es más lógico culparlo a él de la poca precisión histórica por la inclusión de
elementos literarios, por ser el último filtro al que se enfrenta los hechos, es decir, es su versión la
que llegó a nuestras manos. De esta forma encontramos que, como dice Aurelio Miró Quesada en el
prólogo de la edición del FCE del año 1956, “la versión oral de Gonzalo Silvestre y el cotejo de las
fuentes históricas citadas forman, así, la base de la relación de Garcilaso” (LV).
1 Es necesario decir que en este trabajo no se pondrán en cuestión la existencia de las fuentes del Inca, basta remitirse al trabajo de Henige (1986) y al prólogo de Miró Quesada de la edición de La Florida del FCE del año de 1956, en donde se corrobora la existencia empírica de las fuentes.
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Antes de desconfiar de los procedimientos narrativos por medio de los cuales el Inca presenta la
historia, es necesario entender la finalidad que le atribuye el autor a su texto. Más arriba se aludió a
la intención histórica de no dejar en el olvido las hazañas de los caballeros en la tierra de la Florida,
es decir, hay una intención de verdad, pero en ¿dónde quedan los aspectos literarios? Como señala
Castanien, en su artículo “Narrative art in La Florida del Inca” (1960), las técnicas usadas por el
Inca para narrar son variadas, por ejemplo, el narrador es tanto objetivo (cuando simplemente narra
lo que sucede de forma extradiegética) como analítico (aunque extradiegético entra en la conciencia
de los personajes para explicar pensamientos y sentimientos), en la narración hay una jerarquización
de hechos (el narrador se extiende en algunos mientras que acorta o pasa por alto otros) y una
jerarquización de personajes (aquellos que tienen una incidencia en la sucesión de los hechos
descritos), hay, además, una rigurosa linealidad en la cronología y en la elaboración de la sucesión
de acontecimientos (aunque se encuentran digresiones que podrían romper con la linealidad, como
la historia de Juan Ortiz, éstas se encuentra en función de describir a los personajes al momento de
su introducción, por tanto, son elipsis que vuelven al presente sin alterar la historia). Así, para
Castanien (1960), La Florida “is in fact, like a novel, built up of a series of major episodes, each
containing a wealth of incident, anecdote, description and commentary, all related one to the other
through the major unit” (31). En cuanto a las tres fuentes, el crítico dice:
Some of this quality [The fictionals] in La Florida may perhaps be attributed to the accounts Garcilaso
had from his chief sources, old soldiers, remembering and embroidering past experiences, distorting
and exaggerating personal triumphs and suffering (30).
Luego de dar una explicación que invita a desconfiar de las fuentes primarias del Inca, el autor
redirige su argumento al decir que “However much the Inca may represent himself as merely the
transmitter of Silvestre’s history, La Florida is more than a soldier’s simple account of the
exploration”. Es decir, más que desconfiar de las fuentes, es el Inca quien reinterpreta y organiza,
por lo que funciona como distorsionador de la historia; sin embargo, el crítico señala un punto muy
importante: el hecho de que los soldados quienes recuerdan experiencias pasadas alejadas en el
tiempo. Como lo señala Miró Quesada (1956), el Inca se reencontró con Gonzalo Silvestre en 1561
(lo había conocido antes en Perú) y la publicación de La Florida es en el año de 1605, es decir, la
composición de la historia tarda más de cuarenta años y Gonzalo Silvestre cuenta los hechos casi
veinte años después del fin de la expedición de Soto; por otro lado, no se sabe bien en qué fecha
consiguió el Inca los manuscritos, pero sin duda fue después de su reencuentro con Silvestre, como
el mismo aclara en su proemio: “Alonso de Carmona […] sin saber que yo escribía esta historia,
9
me las envió ambas para que las viese”2; “Juan Coles […] desamparó sus relaciones, que aún no
estaban en forma de poderse imprimir. Yo las vide […] y entre ellas hallé la que digo de Juan
Coles; y esto fue poco después que Alonso Carmona me había enviado la suya” (66)3. Y ambas son
obtenidas cuando “yo había acabado de escribir esta historia” (66).
Así, es posible desconfiar de la principal fuente oral, al estar separada por tanto tiempo de los
hechos, y de las fuentes escritas; la primera por el indudable filtro por el que pasó con Carmona, el
nombre de peregrinación y el hecho de que se cuenten hazañas personales implica un sesgo
ideológico cristiano (como en La peregrinación de Bartolomé Lorenzo) y un engrandecimiento de
la figura del personaje-autor. Cabe desconfiar de la segunda fuente, debido a su desorden temporal
(en tanto sucesión de hechos) y espacial (en tanto nombres) como dice el Inca, porque se cuenta a
partir del recuerdo y no de la experiencia del momento de los hechos.
El hecho de rehacer la historia tras el descubrimiento de otras dos fuentes parece mostrar que el
mismo Inca desconfió de la fidelidad de su fuente oral, de ahí el constante cotejo de fuentes que
realiza a lo largo de su historia frente a los sucesos más importantes. Siempre aparecen explícitas
las tres fuentes para dar fe de lo sucedido. Por ejemplo, frente a la muerte y entierro de Hernando
de Soto dice: “Todo lo que del testamento, muerte y obsequias del adelantado Hernando de Soto
hemos dicho, lo refieren, ni más ni menos, Alonso de Carmona y Juan Coles en sus relaciones”
(474). Si bien no es posible más que suponer la desconfianza del Inca frente a sus propias fuentes,
sí es posible desconfiar de éstas, según lo ya expuesto. Entonces, si desconfiamos de las fuentes,
deberíamos poder confiar en el Inca, ya que su labor es histórica, como el mismo afirma, es
presentar los hechos como se los contaron sin inventar ficciones. Pero, ¿podemos confiar en él?
Ya se ha comentado que por los aspectos literarios es dudoso el texto como relato histórico fiel.
Casanien (1960) concluye su artículo de la siguiente forma:
It was not Garcilaso’s intention to write a novel; he was concerned with history, but history with a
special purpose […] His basic material was factual […] but Garcilaso obviously was not content with
a mere recital of facts. In recreating the world of Soto operated, he felt the need to heighten the
2 En el “Proemio” el Inca aclara que Carmona escribió “por el gusto que recebía con la recordación de sus trabajos pasados […] estas dos peregrinaciones suyas, y así las llamo” (6), peregrinaciones que le envía al Inca. 3 El Inca aclara que Juan Coles hizo un trabajo de escribir la relacione de la expedición de Soto en la que había estado, además reunió muchos manuscritos de otras expediciones “con deseo de servir al rey católico don Felipe Segundo” (65), y es este archivo desordenado es el que encuentra el Inca.
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illusion of reality […] The success of La Florida as narrative depend even more on the author’s
skillful use of varied techniques to present his history (35-36)
Para Casanien, la intención del Inca en su obra está en detrimento del valor histórico, pues esa
intención rige el ordenamiento y jerarquización de los hechos. El autor no se equivoca acerca de la
intención del Inca, él no escribe la historia solamente para que no queden en el olvido las hazañas
de tal expedición, al final de la obra dirá:
Para lo cual suplicaré al rey nuestro señor y a la nación española […] se esfuercen a la conquistar y
poblar para plantar en ella la Fe Católica […] para que España goce de este reino como de los demás,
y para que él no quede sin la luz de la doctrina evangélica, que es lo principal que debemos desear
(442-443).
Por otro lado, si seguimos los postulados de Henige (1986), si La Florida es un texto que posee un
valor histórico, tal como quería el Inca, debe ser posible separar los aspectos literarios de la obra y
encontrar los hechos históricos. Ahora bien, consideramos que ambos se equivocan: el primero por
reducir el valor histórico de la obra a los aspectos literarios y a la intención del autor, y el segundo
por reducir los aspectos literarios a la intención histórica. Sin embargo, señalan dos aspectos
fundamentales que no necesariamente se contradicen: el de la intención histórica y el de los
aspectos literarios que coexisten en la obra del Inca Garcilaso. En otras palabras, ambos autores se
equivocan porque olvidan la concepción de la historia que tenía el Inca a la hora de escribir La
Florida, pero aciertan al señalar dos aspectos no contradictorios que pertenecen a esa concepción.
Aurelio Miró Quesada (1956) señala:
Los hermoseamientos y artificios, la indudable influencia de las historias clásicas y de la concepción
renacentista, y los finos adornos novelescos, son sólo accesorios y galas de detalle que no varían, en
lo fundamental, la verdad y la ordenación de los sucesos. Las objeciones que se han formulado en tal
respecto se pueden aplicar, en verdad, de igual manera a los demás relatos de la expedición de
Hernando de Soto a la Florida, y no sólo al Inca Garcilaso; y se explican por las circunstancias de la
época, por la lejanía en el tiempo y en el espacio, por la falta de datos comprobados y aun por la
dificultad de la lengua de los indios, más que por un exceso de fantasía y una deformación de
carácter literario peculiares del Inca Garcilaso (LV)
Como apunta Miró Quesada, es necesario entender la concepción de historia así como las
condiciones de la época a la hora de interpretar el gesto del Inca Garcilaso en su obra. El siglo XVI,
en el cual se escribe La Florida, está marcado por las ideas del humanismo renacentista, ideas
11
provenientes de los autores clásicos y de pensadores como León Hebreo, Erasmo de Rotterdam,
Montaigne, Dante, entre otros. El Inca Garcilaso al traducir los Diálogos de amor de León Hebreo
bajo el título de La traduzión del Indio de los tres Diálogos de Amor de León Hebreo, hecha de
Italiano en Español por Garcilaso Inga de la Vega, natural de la gran ciudad del Cuzco, cabeça de
los Reinos y provincias del Perú es, como afirma Quesada (1956), “la traducción del Indio; es
decir, la afirmación de la sangre de los incas que corría por sus venas […] pero también […] el
homenaje a la cultura de vocación universal, al gusto por la armonía, el equilibrio y la mesura, y al
humanismo del renacimiento” (XXIV). Así, la principal influencia de las ideas de León Hebreo en
el Inca Garcilaso es “la noble tendencia a integrar lo disímil” (Quesada 1956 XXVI), la necesidad
de dar un orden armónico a las cosas, así, en la medida en que era ordenada se asemejaba a la
“unión general por el amor y de la vinculación del creador con las cosas creadas” (XXV). Es por
esto que en el “Proemio al lector” frente a las breves relaciones escritas de Carmona y de Coles
dice:
Verdad es que en su proceder no llevan sucesión de tiempo, si no es al principio, ni orden en
los hechos que cuenta, porque van anteponiendo unos y posponiendo otros, ni nombran
provincias, sino muy pocas y salteadas. Solamente van diciendo las cosas mayores que vieron,
como se iban acordando de ellas (66)
Así, La Florida está diseñada con un riguroso orden, con un principio, un medio y un fin, y esta es
una noción narrativa que se remonta al mismo Aristóteles, para quien las cosas bellas deberían
tener un orden semejante, lo que sólo nos confirmaría sus ideas humanistas. El Inca es, entonces, el
primer mestizo preocupado por su vocación humanista, por ahora nos centraremos ella4.
La fuerte influencia humanista de Garcilaso se ve reflejada en la construcción de La Florida, por
esto no deben sorprender las intenciones moralistas y éticas que presenta el Inca a lo largo de su
historia, pues la concepción humanista de la historia, que bebe de las fuentes clásicas, es, en
palabras de Quesada (1956)
4 Aurelio Miró Quesada (1956) realiza un catálogo de los libros que tenía el Inca en su biblioteca, entre estos se destacan los de figuras italianas como Dante, Petrarca, Bocaccio, Boiardo, Ariosto, Bembo, Ficino, Maquiavelo, Francisco Gucciardini y Collenuccio (autores que cita en La Florida el Inca, en el capítulo octavo de la primera parte del libro quinto al primero, y en el capítulo cuarto de la primera parte del libro segundo), en cuanto a los clásicos poseía libros de Julio César, Tucídides, Poliníbio, Plutarco, Virgilio, Cicerón, entre otros. Por otro lado, también poseía volúmenes de españoles como Barones ilustres de las indias de Pérez de Gúzman, Las elegías de barones ilustres de las indias, de Juan de Castellanos, la crónica de Mayor Antonio de Herrera, Luis Hernández de Biedma.
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El fin perseguido por la historia no debía ser, por lo tanto, únicamente conocer la verdad de los
sucesos y al propio tiempo deleitar al lector. Debía extraerse también de ella un provecho; utilizarla
como un grave instrumento, que en las manos expertas y persuasivas de un historiador que mereciera
tan cabal magisterio, pudiera animar a los hombres y a los pueblos a conducirse por un útil camino
(XXXII).
Esta triple finalidad de la historia rige la obra del Inca y debe ser tenida en cuenta a la hora de su
análisis. Ahora bien, ¿es esto suficiente para confiar en la veracidad de los hechos contados por el
Inca? Uno de los argumentos fuertes de Casanien (1960) es que el Inca “is much more likely to
sacrifice absolute historical accuracy in favor of a scene developed entirely through dialogue, in
direct or indirect quotation” (32), el diálogo aparece como un elemento reductor de la presentación
de la verdad de los hechos, se reproducen escenas privadas y se las presenta con exactitud. Sin
embargo, el Inca habría de adelantarse a esta cuestión, pero desde otro punto de vista. Para la época
no había problema con la reproducción de diálogos, sino por las palabras que proferían los indios,
así, en el capítulo XXVII de la primera parte del segundo libro, titulado “Donde responde a una
objeción” dice:
Antes que pase adelante en nuestra historia, será bien responder a una objeción que se nos podría
poner, diciendo que en otras historia de las Indias Occidentales no se hallan cosas hechas ni dichas por
los indios como aquí escribimos, porque comúnmente son tenidos por gente simple, sin razón ni
entendimiento, y que en paz y en guerra se han poco más que bestias, y que, conforme a esto, no
pudieron hacer ni decir cosas dignas de memoria y encarecimiento […] y que lo hacemos, o por
presumir de componer, o por loar nuestra nación (191-192)
Frente a lo primero dice, apoyándose en una cita de su fuente oral, que “hay indios de muy buen
entendimiento que en paz y en guerra, en tiempos adversos y prósperos, saben hablar como
cualquiera otra nación de mucha doctrina” (193-194). A la segunda parte de la objeción dice que él
no escribe ficción pues debido a Pedro Mejía fue “toda [su] vida –sacada la buena poesía– enemigo
de ficciones como son los libros de caballerías y otras semejantes” (192). A la tercera objeción la
niega rotundamente ante la imposibilidad de encontrar palabras para hacerlo. De esta forma termina
reafirmando su propósito: “Volviendo a nuestro primero propósito, que es de certificar en ley de
cristiano que escribimos verdad en lo pasado y, con el favor de la Suma Verdad, la escribiremos en
lo porvenir” (193). En esta objeción hay dos puntos importantes para la discusión, la negación de
las novelas de caballerías y la idea de los indios que se refleja en esos diálogos. En cuanto a la
primera, es reconocible el estilo de las novelas de caballerías, como en la narración de las batallas,
sin embargo, de ese estilo es precursor la épica clásica y pudo no ser desechado por el Inca por esta 13
razón, por ser parte integrante de las fuentes que él considera legítimas. La crítica a las novelas de
caballerías pasaba por la idea de que eran pura ficción y no tenían ningún contacto con hechos
reales, es decir, que son obras mentirosas y, por tanto, inmorales, de forma que “la única manera de
salvar ficciones era, por lo tanto, apartarse en lo posible de la mentira, y acercarlas, también en lo
posible, a la verdad” (Miró Quesada 1956: XLI). Así, “el Inca Garcilaso declara adherirse por su
parte a esta crítica, que podría llamarse humanista o clasicista de las novelas de caballerías” (XL),
es decir, el Inca apuesta por la verdad, una verdad que no se oculta tras los artificios literarios, una
verdad anclada en los testimonios de sus fuentes.
En cuanto al segundo punto, según Quesada (1956), es un artificio de labor literaria y de
idealización que los indios aparezcan tal cual aparecen, “altos, fornidos, generosos, diestros,
vigilantes continuos de la fama, elocuentes en los discursos” (LVII). Si se acepta que hay una
idealización de los indios en La Florida, los diálogos y palabras de ellos pasan por ese proceso de
idealización, un buen ejemplo, citado además por Quesada (1956) y Castanien (1960) es la princesa
de Cofachiqui (capítulo onceavo del libro tercero), ella está completamente idealizada y se le
atribuyen virtudes nobles de dama aristocrática. Lo anterior implica una desconfianza hacia el Inca
sobre los hechos reales, pues al presentarlos idealizados no podemos saber cómo eran realmente los
indios. En el capítulo “Donde responde a una objeción”, estos diálogos son desplazados a la
responsabilidad de su fuente oral y es su voz (aparentemente) la que aparece en el texto para
justificar esta imagen de los indios. Asimismo, podemos desconfiar del Inca así como podemos
confiar en él, y desconfiar de la fuente oral que idealizaría la imagen de los indios al contar a
Garcilaso cómo eran aquellos, de la misma forma podemos desconfiar de ambos.
No parece posible desconfiar de las intenciones del Inca de presentar una historia verdadera de la
expedición de Soto. Tanto Henige (1986) como Quesada (1956) concuerdan en decir que es la
crónica mejor hecha sobre esta expedición. Para Quesada
Lo que hace principalmente Garcilaso es hermosear y ampliar a su manera lo que los otros cronistas
no relatan sino en una forma reducida y escueta. Su labor literaria no consiste, por eso, en una
deformada y hasta engañosa alteración, sino en un retoque hábil y una coloración de la verdad, que él
arregla, compone y embellece, sin tergiversarla en lo esencial, pero llegando a cubrir los vacíos con el
liviano manto de lo conjeturado o lo soñado (LVI-LVII).
Si hay algo en lo que podemos confiar es en la intención de verdad del Inca, a partir de su
concepción de historia, pero realmente, en la crónica, no pueden encontrarse los hechos tal cual
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pasaron puesto que, más allá de la distancia temporal, estos son aprehendidos por sujetos
atravesados por formas de ver el mundo y de concebir al otro, sea como bestia, sea como persona
de entendimiento destinada a someterse a los españoles. En La Florida, el Otro pasa por un proceso
de idealización que lo reduce, en tanto no hay una verdadera legitimación de su concepción de
mundo, sino que todo se interpreta desde el sistema de valores católicos y españoles. De esta forma
los hechos reales, tal como los concibe la historia moderna están doblemente velados por los filtros
narrativos de las fuentes y por la perspectiva del mismo Inca.
3.3 La condición mestiza del Inca Garcilaso en La Florida del Inca
Alrededor de la condición mestiza del Inca Garcilaso se formó, según Bernard Lavalle, toda una
leyenda (135). Ésta llevó a que se lo entendiera como un símbolo del encuentro cultural propio del
Perú moderno y a que se valorara su obra un tanto exageradamente por ser él, “el primer peruano y
el primer “indio” en escribir sobre su país y su historia” (137). A su vez, el mestizaje fue utilizado
por Garcilaso para dar veracidad a los Comentarios reales, al argumentar que, por haber vivido en
el Perú y por conocer la lengua indígena, su testimonio era más cercano a la verdad y le daba la
autoridad para corregir a los demás cronistas. La condición mestiza del Inca tiene, pues, una serie
de implicaciones tanto en la escritura de sus obras como en la recepción de éstas. Oviedo la
considera como “el fundamento de su obra y uno de sus aspectos más creadores” (194).
De acuerdo a esto, resulta pertinente analizar las implicaciones del mestizaje de Garcilaso en La
Florida del Inca. En primer lugar, cabe referirnos a la manera en que Garcilaso se define a sí
mismo. Aunque en el “Proemio al lector” afirma, al principio, su condición mestiza (“porque soy
hijo de un español y una india” (63)) es más frecuente su identificación con los indígenas, ésta,
siguiendo a Wey- Gómez, es platónica, pues en realidad Garcilaso era mestizo:
Y las faltas que lleva se me perdone porque soy indio, que a los tales por ser bárbaros y no enseñados
en ciencias ni artes, no se permite que, en lo que dijeren o hicieren, los lleven por el rigor de los
preceptos del arte o ciencia, por no los haber aprendió, sino que los admitan como vinieron (69,
Subrayados nuestros).
En el anterior fragmento se pone en evidencia una de las posibles funciones del gesto garcilasiano
de llamarse a sí mismo indio: excusar las fallas que podría tener su obra. Aunque cabe poner en
duda la sinceridad de la modestia de Garcilaso, es importante mencionar que su identificación como
indígena implica, en este caso, la afirmación de una visión progresista de la historia. Así, los
indígenas son concebidos por Garcilaso como unos bárbaros de ingenio no cultivado, mientras que 15
los españoles representan una cultura civilizada. Garcilaso no niega la condición humana de los
indígenas, pero sí considera que están en un momento inferior de desarrollo en relación con los
españoles. Los indígenas tienen las capacidades necesarias, como todo ser humano, para llegar a
una evolución científica y artística como a la que han llegado los españoles. De ahí que Garcilaso
haga referencia a “los no cultivados ingenios indígenas” (69). Otra de las muestras de la visión
progresista de la historia de Garcilaso es la alta valoración de la cultura incaica y la concepción de
la sociedad preincaica como bárbara y atrasada. Esto se evidencia, según los críticos, en los
Cometarios reales.
El Inca recalca, por un lado, su condición de nativo peruano y, como se observa en el siguiente
fragmento, no deja de lado en su texto algunos aspectos de la cultura indígena, en este caso la
lengua: “Este nombre curaca en lengua general de los indios del Perú, significa lo mismo que
cacique en lenguaje de la Isla Española y sus circunvecinos es señor de vasallos. Y pues yo soy
indio del Perú y no de S. Domingo ni sus comarcas se me permita que yo introduzca algunos
vocablos de mi lenguaje en esta mi obra, porque se vea que soy natural de aquella tierra” (142). Por
otro lado, Garcilaso se declara partidario de la causa española en varios momentos de la obra, al
nombrar a los españoles como “los nuestros”. Se pone, así, del lado de los conquistadores:
De esta manera los maltrataron tres veces, con que los indios escarmentaron de sus atrevimientos y no
osaron más pasar por el río. Sólo atendían a defender el paso de los nuestros” (385, subrayados
nuestros).
Esto implica una posición a favor de la conquista y la evangelización, presente de manera clara en
la obra. De hecho, el autor afirma que su principal objetivo al escribir la crónica era dar la
información necesaria sobre la Florida para que los españoles no dejaran “perder lo que sus
antecesores trabajaron, sino que se esfuercen y animen a ganar y poblar un reino tan grande y tan
fértil: lo principal por el aumento de la Fe católica” (545).
Es importante señalar que Garcilaso exalta en La Florida no sólo las hazañas guerreras de los
españoles sino también las de los indígenas. Aunque esto podría interpretarse como una
reivindicación de los nativos, en realidad encuentra su razón de ser en la fidelidad de Garcilaso a la
historia. Para el Inca, su deber como historiador era hacerle honor a la verdad al contar los hechos
tal como habían sucedido sin importar los protagonistas. En este sentido, las múltiples referencias
de Garcilaso a la valía indígena no pueden interpretarse como una exaltación deliberada de los
nativos de la Florida. El lector no puede dejar de percatarse, a su vez, de dos hechos significativos:
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la autodenominación de Garcilaso como indígena y, simultáneamente, su adhesión a los objetivos
españoles. Estos dos gestos evidencian la condición mestiza de Garcilaso: su pertenencia a dos
culturas contradictorias en muchos aspectos.
El carácter mestizo del Inca ha sido considerado por algunos de sus estudiosos como un elemento
determinante de la originalidad de su obra. Bernard Lavalle, por ejemplo, considera que la
originalidad del Inca como cronista “radica en que reivindica su “indianidad” a partir de un
hispanismo innegable y que asume aún en no pocos prejuicios” (142). Nicolás Wey-Gómez, por su
parte, encuentra en la oscilación del sujeto discursivo entre la “patria” y la “república cristiana” el
elemento que dota a la obra de Garcilaso, sobre todo a los Comentarios reales, de un carácter
polisémico. La hipótesis fundamental de este crítico es que las obras de Garcilaso están escritas
desde la marginalidad, esto es, desde la no pertenecía plena a ninguna cultura. Esto lleva a la
constitución de un “discurso de significados contradictorios y ambiguos” (18). A su vez, la escritura
se presenta como un puente entre ambas culturas, como un espacio en el que es posible “la
articulación de palabras y conceptos, cuyos referentes culturales y materiales hubieran parecido de
otro modo irreconciliables” (28).
De acuerdo a esto, las crónicas del Inca podrían entenderse como uno de los primeros discursos
transculturados de América Latina y como un antecedente de importantes obras de la literatura
latinoamericana, la de José María Arguedas, por ejemplo. Oviedo hace referencia, precisamente, a
la relación entre Garcilaso y Arguedas, y define las obras de este último como “lo mejor de
expresión indígena” (201).
El tema del mestizaje y la transculturación narrativa está más presente en los Comentarios reales
que en La Florida del Inca, pues en la primera, Garcilaso escribe sobre los incas, los exalta y se
presenta a sí mismo como uno de ellos, orgulloso de su condición y, al mismo tiempo, da cuenta de
una ideología civilizadora. Según Wey-Gómez, en los Comentarios reales, el sujeto del enunciado,
no la persona histórica del Inca Garcilaso, “se inscribe en el discurso subvirtiendo el propósito y el
significado explícitos (propuestos) del mismo” (14). Es decir que, según este crítico, Garcilaso logra
subvertir el punto de vista cristiano desde una perspectiva también cristiana.
Por otro lado, Wey–Gómez considera que la escritura se convierte en las obra del Inca en el lugar
de confluencia entre las culturas hispana e indígena. Aunque estas culturas eran concebidas como
dos mundos aparte, Garcilaso logra que en su escritura esos mundos se conviertan en uno solo: “sí
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son dos mundos, pero también son uno solo porque están dentro de mí, y el que yo esté aquí
escribiendo sobre ellos es prueba suficiente de lo que digo” (Wey-Gómez, 22).
En suma, la condición mestiza del Inca Garcilaso es significativa para la construcción de su obra,
concretamente para la configuración de la perspectiva desde la cual se presenta la historia de la
conquista de la Florida. Finalmente, cabe mencionar que la afirmación realizada con frecuencia de
que Garcilaso es el representante de los mestizos peruanos debe ser asumida con ciertas distancias.
Como explica Bernard Lavalle, Garcilaso no puede considerarse como el representante de los
mestizos en general, sino de “un grupo de mestizos muy reducido social e históricamente” (142), es
decir de los mestizos criollos, quienes a diferencia de los otros no eran excluidos de la sociedad de
la época. En lo que sigue, mostraremos cómo está presente el tema de la evangelización, común a la
mayoría de crónicas de indias, en La Florida y cuál es su relación con el problema del Otro.
3.5 La evangelización y el problema del Otro:
La evangelización es uno de los propósitos principales de toda empresa de conquista. En las
crónicas aparece ya sea como motivación para la escritura (Fray Bernardino de Sahagún) o como
uno de los tópicos de la narración (Motolinía). En el caso de La Florida, el propósito preciso del
Inca es estimular a España a una posesión definitiva de esas tierras, y con esto a una sólida
evangelización de los “infieles” que en ellas habitan. Cabe notar que ésta es puesta en un segundo
plano. En su “Proemio al lector”, el Inca dice: “para trabajar o haberla escrito, no me movió otro fin
sino el deseo de que por aquella tierra tan larga y ancha se extienda la religión cristiana” (67-68).
Este pasaje evidencia la utilización de la escritura con fines conquistadores y una aparente
preponderancia de la tarea evangelizadora como motivación; no obstante, a lo largo del texto se
hace explícito el predominio de la narración de hazañas sobre la preocupación por la
evangelización.
En el texto, el Inca manifiesta la negligencia por parte de los conquistadores para llevar a cabo su
propósito inicial ya que, según Daniel Mesa, al no lograr el poblamiento se frustra la tarea
evangelizadora. Pese a que el Inca pretende motivar la conquista, sus intervenciones señalan la
omisión del bautismo como paso primordial en la empresa evangelizadora
Y así fue de gran lástima que no le convidasen con el agua del baptismo, que, según su buen juicio,
pocas persuasiones fueran menester para sacarlo de su gentilidad y reducirlo a nuestra Fe Católica. Y
fuera un galano principio para esperar que tal grano echara muchas espigas y hubiera mucha mies.
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Mas no es de culparles, porque estos cristianos habían determinado de predicar y administrar los
sacramentos de nuestra ley de gracia después de haber conquistado y hecho asiento en la tierra, y esto
les entretuvo para que no los administraran desde luego (249)
Aquí se alude a un infiel que no se convirtió (el cacique Muzcoso) y se justifica el porqué de no
haberlo “convidado” con el agua del bautismo. Lo mismo sucede con un indígena que pide ser
bautizado, lo que propiciaba la conversión en masa por voluntad propia; mas los españoles
desatendieron el propósito de nuevo
Por lo que hemos dicho del indio Pedro se podrá ver cuán fáciles sean estos indios y todos los del
nuevo mundo a la conversión de la Fe Católica, y yo, como natural y testigo de vista de los del Perú,
osaré afirmar que bastaba la predicación de este indio, sólo con lo que había visto, para que todos los
de su provincia se convirtieran y pidieran el bautismo, como él hizo; más los nuestros, que llevaban
intención de predicar el evangelio después de haber ganado y pacificado la tierra, no hicieron por
entonces más de lo que se ha dicho (292).
Pese a que se convirtió a este indígena, la oportunidad de extender la religión se perdió por el deseo
de conquistar más tierras. El caso de la señora de Cofachiqui es otro ejemplo de la negación de los
españoles a bautizar debido a este motivo
Con estas grandezas de ánimo generoso, y otras sus vasallos usaba, según ellos las apregonaban, se
mostraba mujer con verdaderamente digna de los estados que tenía y de otros mayores, e indigna de
que se quedase en su infidelidad. Los castellanos no le convidaron con el bautismo porque, como ya se
ha dicho, llevaban determinado de predicar la fe después de haber poblado y hecho asiento en aquella
tierra que, andando como andaban de camino de unas provincias a otras sin parar, mal se podía
predicar (335)
En estos pasajes, la justificación para no dar el sacramento del bautismo es obvia: los españoles
iban primero a conquistar para después evangelizar. El problema de esta manera de proceder es que
al dejar la predicación en segundo plano, la tarea de conquista se complica. Por otro lado, en el
nivel de la narración, el hecho de que el Inca dé cuenta de los sucesos hazaña tras hazaña lleva a la
monotonía.
Finalmente, se deja ver que durante la expedición de Hernando de Soto no se logró el propósito
conquistador y por tanto tampoco se evangelizó a los habitantes de la Florida. De ahí que el Inca
haga un llamado a los españoles para que vuelvan al territorio e intenten, de nuevo, conquistarlo:
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Por lo cual muchas y muchas veces suplicaré al rey nuestro señor y a la nación española no permitan
que tierra tan buena y hollada por los suyos y tomada posesión de ella esté fuera de su imperio y
señorío, sino que se esfuercen a la conquistar y poblar para plantar en ella la Fe Católica que profesan,
como lo han hecho los de su misma nación en los de más reinos y provincias del nuevo mundo que
han conquistado y poblado (580).
La evangelización se presenta en el texto como la manera más radical de irrupción en la cultura del
Otro y de anulación desde los cimientos de su concepción de mundo. Desde los planteamientos de
Todorov podría calificarse la actitud hacia el Otro, tanto del Inca como de los conquistadores,
como asimilacionista. Es decir, que aunque se considera al Otro como ser humano, se lo reduce, a
su vez, a “un estado imperfecto de uno mismo” (Todorov, 50). Así, se proyectan los valores
propios en el Otro y se pretende asimilarlo al yo. En el caso de La Florida, se considera la fe
católica como la verdadera, como la expresión de un estado superior de la civilización, mientras
que los indígenas, al tener una religión distinta, son considerados inferiores. Esta actitud obedece,
en el Inca, a una concepción progresista de la historia, en la que España representa la civilización y
el mundo indígena lo primitivo. Cabe aclarar que este último es civilizado en potencia; con el
tiempo podrá llegar a un punto de desarrollo similar al español.
La evangelización es, en suma, un importante detonador del problema del otro; al evangelizar se
pone peligro la memoria e identidad de un pueblo, lo cual facilita el proceso de conquista. Por esta
razón hacia el final del texto, el Inca “reclama el cumplimiento del propósito evangelizador en
América, que redundará en el incremento de la gloria española” (Mesa, 202).
Bibliografía primaria
Inca Garcilaso de la Vega. La Florida del Inca. Ed. Sylvia L. Hilton. Historia 16. Madrid: 1986.
Bibliografía secundaria
Castanien, Donald. “Narrative art in La florida del Inca”. En: Hispania, vol. 43 No. 1 (Mar., 1960), pp. 30-36.
Henige, David. “The Context, Content, and Credibility of La Florida del Ynca. En: The Americas, Vol. 43, No. 1 (Jul., 1986), pp. 1-23.
Mesa Cancedo, Daniel. “De la imitación a la fructificación”. En: Nuevas lecturas de La Florida del Inca. Antonio Garrido. Madrid: Iberoamericana Vervuert, 2008.
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Mignolo, Walter. “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista”. En: Historia de la literatura hispanoamericana. Tomo I. Época colonial. Coordinador Luis Íñigo Madrigal. Madrid: Cátedra, 1982.
Miro Quesada, Aurelio. “Prólogo”. En: La Florida del Inca: Historia del adelantado Hernando de Soto, gobernador y capitán general del Reino de la Florida y de otros heroicos caballeros españoles e indios. México: Fondo de Cultura Económica, 1956.
Mora, Carmen de. “Introducción”. La Florida. Madrid: Alianza Editorial, 1988.
Lavalle, Bernard. “El Inca Garcilaso de la Vega”. En: Historia de la literatura hispanoamericana. Tomo I. Época colonial. Coord. Luis Iñigo Madrigal. Madrid: Cátedra, 1982.
Oviedo, José Miguel. “El Inca Garcilaso y el arte de la memoria”. En: Historia de la literatura hispanoamericana. 1. De los orígenes a la emancipación. Madrid: Alianza Editorial,1995.
Todorov, Tzvetan. La conquista de América. La cuestión del otro. México: Siglo Veintiuno Editores, 1987.
Wey- Gómez, Nicolás. “¿Dónde está Garcilaso?: la oscilación del sujeto colonial en la formación de un sujeto transcultural”. En: Revista de crítica literaria latinoamericana. Año 17, No. 34 (1991).
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