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5 mi madre, tenía seis años, le daba mucha pena el Niño Jesús que estaba en el belén de la iglesia de San José, cerca del callejón de la Escuela, donde vivía ella. Pensaba que el Niño Jesús tenía frío, y se preguntaba por qué no le había arropado nadie con una manta el cuerpe- cito regordete. Parecía bastante contento y sonreía a su madre, la Virgen María, y a San José, y a los tres pastores que llevaban a cuestas corderitos, tan abrigados con sus vellones.Aunque el Niño Jesús hubiera tenido frío, no se habría quejado, porque no habría querido dar el más mínimo disgusto a su mamá. C u a n d o Á n g e l a , 00 ANGELA Y EL NIÑO... OK5.qxd 28/9/79 15:13 Página 9

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mi madre, tenía seis años, le daba muchapena el Niño Jesús que estaba en el belén de la iglesia deSan José, cerca del callejón de la Escuela, donde vivía ella.Pensaba que el Niño Jesús tenía frío, y se preguntaba porqué no le había arropado nadie con una manta el cuerpe-cito regordete. Parecía bastante contento y sonreía a sumadre, la Virgen María, y a San José, y a los tres pastoresque llevaban a cuestas corderitos, tan abrigados con susvellones.Aunque el Niño Jesús hubiera tenido frío, no sehabría quejado, porque no habría querido dar el másmínimo disgusto a su mamá.

Cuando Ángela

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La pequeña Ángela

no se conformaba con eso.Tambiénella solía tener frío, y hambre, pero no se quejaba pormiedo a que su madre, sus hermanos y su hermana le dije-ran que dejase de rezongar.Así lo decían en Irlanda cuan-do alguien se quejaba y protestaba. No; tenía que haceralgo por el pobre Niño Jesús, y sin decir nada ni a un alma.Pocos días antes de la Navidad, se escondió en un confe-sonario, en la parte del centro, donde se sienta el cura, y devez en cuando se asomaba a ver si la iglesia estaba vacía.Quedaban algunos viejos, como la señora Reidy y el señorKing, que rezaban arrodillados en los bancos, sorbían y sedaban golpes de pecho, y Ángela se preguntaba por qué nose irían a sus casas a tomarse una buena taza de té bien car-gado de azúcar.Cuando se le escapó un leve estornudo, losviejos pusieron cara de susto, preguntándose de dóndehabría salido aquel ruido. Se susurraron unos a otros quedebía de haber un fantasma en la iglesia, y se largaron tandeprisa como pudieron.

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esperó un poco hasta cerciorarse deque la iglesia estaba vacía.Ya no oía más que las conver-saciones de la gente que pasaba por la calle y el clop, clopde los cascos de los caballos.

Pensó en lo que iba a hacer. Sabía, porque se lohabían enseñado en la escuela, que robar es una cosa malay que te podían castigar.Te podían mandar a la cama sincenar, sin tomarte una taza de té siquiera. Si te podían cas-tigar hasta por coger un penique del monedero de tumadre, ¿qué castigo te impondrían por robar al NiñoJesús? La misma madre de Ángela le daría unos azotes enel culo, seguro, pero ella prefería no pensarlo. Tenía queocuparse del pobrecito Niño Jesús antes de que termina-ra por ponerse morado de frío.

La

pequeña Ángela

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Le sorprendiólo

frío

y lo rígido que estaba; no era blan-dito como los niños de pecho de su callejón. Cuandolo levantó del pesebre, el Niño siguió sonriéndolecomo sonreía a todos los demás, a la Virgen María, aSan José, a los tres pastores tan simpáticos con sus cor-deros y a los tres Reyes Magos, con todos sus regalos.La pequeña Ángela sintió lástima de ellos, porque yano podrían seguir mirando al Niño Jesús, pero noparecía que a ellos les molestara. Además, lo impor-tante era darle calor, y los otros no iban a negárselo.

Tendría que ir con cuidado. No quería que nadiela viera llevar al Niño a su casa. Bajó rápidamente, altrote, por el pasillo entre los bancos de la iglesia, ysalió a la calle, donde ya había oscurecido. Las farolasde gas arrojaban su luz vacilante a lo largo de lascalles, y ella podía esconderse y esperar en las tinie-blas profundas que había entre farola y farola. Hacíafrío, y la gente que pasaba no estaba de humor paraponerse a mirar a una niña pequeña que llevaba algoblanco en medio de aquella oscuridad. La gente que-ría llegar a su casa para tomarse una buena taza de técaliente mientras se calentaba las piernas a la lumbre.

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¿Cómo iba a meter al Niño Jesús en sucasa, donde todo el mundo fisgaría y le preguntaría quéhacía y quién era ése?

No entraría por la puerta principal. Detrás de su casahabía un callejón por donde podría pasar al Niño porencima del muro y meterlo en el patio trasero de la casa.No; el muro era demasiado alto. Ella podía subirse al murosola, pero no podría subir llevando al Niño. Le habló.

-¿Me ayudarás, pequeñín? ¿Me ayudarás?

Entonces se detu

vo.

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Le dijo, dentro de su cabeza, que loarrojara por encima del muro para recogerlo después alotro lado. Eso era difícil. Ella lo arrojó una vez y otra sinconseguirlo, hasta que a la tercera vez el Niño pasó porencima del muro. Entonces, ocurrió una cosa terrible.Cuando la pequeña Ángela se subió al muro y miró alpatio trasero de su casa, no había ni rastro del Niño. ¿Quéiba a hacer ahora? ¿Dónde se habría metido? Ángela sólotenía seis años, pero sabía lo grave que era perder al NiñoJesús. Si no lo encontraba, el Niño tendría frío y se pon-dría a llamar a su madre.

¡Ah!, allí estaba, tan blanco en medio de aquellaoscuridad, tendido en el patio trasero de la vecina ciega,la señora Blake.

Desde lo alto del muro, le habló con severidad. ¡Ella,que intentaba ayudarle! Y él no tenía excusa para com-portarse así, volando como un pájaro y aterrizando en unpatio donde no pintaba nada. Le dijo:

–Niño Jesús, estoy por dejarte ahí, en el patio de laseñora Blake.

El niño le ayudó.

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Pero no podía hacer tal cosa. Si Dios se enteraba,seguro que la tenía toda una semana sin un dulce y sin unbollo. Dijo al Niño:

–Cuando te tire por encima del muro, no debes ate-rrizar en el patio de la señora Blake. No debes volar deun lado a otro como un ángel.

Bajó al patio de la señora Blake y lo recogió. Estavez, el Niño salvó el muro al primer intento y cayóen el patio de la pequeña Ángela, lo que demos-tró que le prestaba atención, a pesar de queseguía con la misma sonrisa.A ella le encan-taba cómo seguía teniendo extendidos losbrazos y las manos, como cuando estabaen el pesebre. Bajó al patio de su casa, ledijo que era un Niño bueno por haberido donde lo había tirado, y lo abrazó paradarle calor en aquella noche fría y oscura dediciembre.

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