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MIHURA, HUMOR CON MAYÚSCULA EL SANTO Y LA ARAÑITA LA VIDA DE SAN AGUSTÍN CONTADA A NIÑOS SAN NICOLÁS DE TOLENTINO (C. 1245-1305) LA ESCUELA AGUSTINIANA LE N.º 81, ABRIL-JUNIO DE 2005 A De Juan Pablo II De Juan Pablo II a Benedicto XVI a Benedicto XVI

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MIHURA, HUMOR CONMAYÚSCULA

EL SANTO Y LA ARAÑITA LA VIDA DE SAN AGUSTÍNCONTADA A NIÑOS

SAN NICOLÁSDE TOLENTINO(C. 1245-1305)

LA ESCUELA AGUSTINIANA

LEN.º 81, ABRIL-JUNIO DE 2005

A

De Juan Pablo II De Juan Pablo II a Benedicto XVIa Benedicto XVI

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sum

ari

o 28EL SANTO Y LA ARAÑITA, O BIEN LA VIDA DE SAN

AGUSTÍN CONTADA A LOS NIÑOS

37LA MUERTE DE JUAN PABLO II YLA ELECCIÓN DEL NUEVO PAPA

43AVENTURAS Y DESVENTURASDE LOS CONDUCTORES

EN MALLORCA

48SAN NICOLÁS DE TOLENTINO (C. 1245-1305)

52DÍA AGUSTINIANO. UN DÍA PARACONVIVIR Y CAMINAR JUNTOS

NUESTROSCOLEGIOS

RESEÑAS DEACTUALIDAD

54ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

56LIBROS

58POESÍA

HISTORIA YLITERATURA

13DON JUAN VALERA, EN EL CENTENARIO

DE SU MUERTE

17MIHURA, HUMOR CON MAYÚSCULA

23¿SABEN LOS PERROS CÁLCULO INFINITESIMAL?

ACTUALIDADEDUCATIVA Y PEDAGOGÍA

4GLADIADORES

8CAUSA CRIMINAL EN EL SEMINARIO

DE SAN LORENZO

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LA ESCUELA AGUSTINIANA

LEN.º 81, ABRIL-JUNIO DE 2005

Director: Francisco Navas PlataSecretario: Eliseo del Olmo MartínE-mail: [email protected]: Provincia Agustiniana Matritense.Islas Hébridas, 57 - 28035 Madrid.Imprime: Grafinat, SA. C/ Argos, 8.28037 MadridISSN: 1577-7197Depósito Legal: M.7.483-1978

E D I T O R I A L

EN este tiempo de vacaciones veraniegas y de descansoaparece nuestra revista, como cada trimestre. Ahora quedisponemos de más tiempo libre para el ocio, esperamos que

puedan dedicar unos minutos o unas horas a la lectura y la reflexión.Deseamos que los temas propuestos sean de su agrado.

El pasado día 2 de abril descansó en la paz del Señor Karol JózefWojtyla (Polonia, 1920), que había sido elegido Sumo Pontífice el 16de octubre de 1978 con el nombre de Juan Pablo II. El Papa viajero hacumplido su misión, ha gastado su vida por amor a la Iglesia y a loshermanos. En la plaza de San Pedro se lloró, se rezó y se cantó, porquepara los cristianos allí reunidos continuaba vivo en la casa del Padre yasí expresaban su fe y esperanza en Cristo resucitado.

Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio, manifestó elsentir eclesial con las palabras de su homilía en la Misa de exequias:“Sígueme, esta palabra lapidaria de Cristo puede considerarse la llavepara comprender el mensaje que viene de la vida de nuestro llorado yamado Papa Juan Pablo II, cuyos restos mortales depositamos hoy enla tierra como semilla de inmortalidad, con el corazón lleno de tristeza,pero también de gozosa esperanza y de profunda gratitud.”

El cardenal Ratzinger en la homilía que pronunció en la Misaconcelebrada por los 115 cardenales electores del Cónclave exhortó atoda la Iglesia a rezar con insistencia al Señor para que nos donenuevamente un pastor según su corazón, un pastor que nos guíe alconocimiento de Cristo, a su amor y a la dicha verdadera.

La tarde del día 19 de abril apareció la “fumata” blanca queanunciaba la elección del nuevo Papa, del nuevo Obispo de Roma ysucesor de San Pedro. El Cardenal Ratzinger (Alemania, 1927) habíasido elegido, tomando el nombre de Benedicto XVI, como signo de sucompromiso de trabajar por la paz y el ecumenismo. Sus primeraspalabras fueron: “Me han elegido a mí, un simple y humilde trabajadorde la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabetrabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todome encomiendo a vuestras oraciones. En la alegría del Señorresucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante”.

En su primera celebración eucarística afirmó que el programa degobierno de su Pontificado sería no hacer su voluntad, no seguir suspropias ideas, sino ponerse, junto a todo la Iglesia, a la escucha de lapalabra y de la voluntad del Señor y dejarse conducir por Él, de talmodo que sea Él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora denuestra historia.

Los rasgos humanos de la personalidad del nuevo Papa son todavíadesconocidos para la mayoría del pueblo cristiano, pero las personas quele han tratado destacan: la austeridad ejemplar, la amabilidad, la exquisitezen el trato, la capacidad de escucha, la simpatía, la sensibilidad ante lamúsica, el trabajo infatigable, la sencillez,…

Su pensamiento podemos descubrirlo leyendo sus numerosos librosy artículos publicados sobre Teología y espiritualidad. Sabemos que es ungran estudioso y conocedor de Nuestro Padre, pues “Pueblo y casa deDios en la doctrina de la Iglesia de San Agustín”, es el título de su tesisdoctoral en Teología. Nuestro mejor deseo es que el nuevo Papa sea ungran amigo, cercano a toda la gran Familia Agustiniana. Desde estaspáginas invocamos al Espíritu Santo para le inspire y auxilie para conducircon acierto la nave de la Iglesia y así poder llevar la buena nueva delEvangelio a todas las gentes y a todos los lugares del mundo.

Francisco Navas Plata

3Núm. 81 L.E.A..

AEDITORIAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3

ACTUALIDAD EDUCATIVA Y PEDAGOGÍAGladiadores, Gustavo Caso-López . . . . . . . . . . . . 4Causa criminal en el seminario de San Lorenzo, Gustavo Sánchez . . . 8

HISTORIA Y LITERATURADon Juan Valera, en el centenario de su muerte, María Victoria Berlanga . 13Mihura, humor con mayúscula, José María Torrijos Carrillo . . . . . . . 17¿Saben los perros cálculo infinitesimal?,Agustín Alonso Rodríguez . . . . . . . . 23

NUESTROS COLEGIOS

El Santo y la arañita, o bien la vida de San Agustín contada a niños, Marta de San Pietro . . . . . . . . . . . . . 28La muerte de Juan Pablo II y la elección del nuevo Papa, Pedro Alberto Sánchez Sánchez . . . . . 37Aventuras y desventuras de los conductores en Mallorca, Pau E. Chimelis . . . . . . . . . . . . . . . . . 43San Nicolás de Tolentino (c. 1245-1305),Teófilo Viñas Román . . . . . . . . . . . . . 48Día agustiniano. Un día para conviviry caminar juntos, José María Martín Sánchez . . . . . . . . . 52

RESEÑAS DE ACTUALIDAD

Así en la tierra como en el cielo (la paradoja de Titán y el Tsunami),Andrea Pérez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54Libros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56Poesía, Luis A. Cañas Arrones . . . . . . 58

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4 Núm. 81L.E.A.

A C T U A L I D A D E D U C A T I V A Y P E D A G O G Í A

LLOOSS PPRRIINNCCIIPPIIOOSS

Los combates de gladiadores, que surgie-ron en la Campania, probablemente entre loscondenados a muerte antes de que fueran con-ducidos a la tumba, se celebraban allí no sólo enlos entierros, sino también para divertir a loscomensales en las comidas fastuosas; y de laCampania pasaron a la Etruria, siendo al princi-pio desconocidos en el Lacio. La primeras vezque este espectáculo se presentó en Roma fuecasi quinientos años después de fundarse la ciu-dad, y hasta finales del siglo II a. de C. sólo secelebraban para conmemorar los entierros y no,como las carreras y los juegos escénicos, paraamenizar las fiestas públicas. Pero con el tiem-po este espectáculo tan raro al principio fuehaciéndose cada vez más frecuente, y cuantomás se repetía más crecían el esplendor de supresentación y el derroche de vidas humanas.

Fue en las ceremonias del entierro de JunioBruto, en el año 264 a. de C., cuando sus hijosMarco y Décimo presentaron por primera vez,en el Foro de los Bueyes, un combate de gla-diadores haciendo luchar a tres parejas de éstos.

En el año 105 a. de C. los cónsules RutiloRufo y Manlio fueron los primeros que organi-zaron juegos de gladiadores con carácter ofi-cial: era una innovación determinada por razo-nes militares (con el objeto de adiestrar a lossoldados en el arte de la esgrima) y que tal vezguardaría también relación con el antagonismoque se sentía por la cultura griega. Tras esto

vinieron las normas legales a que debía atener-se la organización de combates con gladiado-res por los magistrados de Roma, y luego lasque regulaban los espectáculos de la mismanaturaleza organizados en los municipios y enlas colonias.

El afán de halagar a la plebe para conseguirsus favores y los manejos demagógicos impul-saron a los promotores de fiestas, en los últimostiempos de la república, a realizar esfuerzoscada vez mayores. Julio César llegó a comprartantos gladiadores para las fiestas que se pro-ponía organizar siendo edil (65 a. de C.), quesus adversarios empezaron a preocuparse yconsiguieron que se dictase un senadoconsul-to por el que se fijaba el máximo de los que unsimple particular podía llegar a poseer. Y aunqueesta medida obligó a César a reducir considera-blemente el número de púgiles que pensabapresentar en las fiestas, sacó a la arena, sinembargo, 320 parejas.

Augusto ordenó (año 22 a. de C.) que lospretores sólo pudiesen organizar juegos de gla-diadores dos veces al año y que el número decombatientes no podía pasar de 120. No obstan-te, parece que en los espectáculos privados noera raro ver pelear a 100 parejas a la vez.

En una poesía compuesta diez años antesde dictarse el decreto de Augusto, cuentaHoracio que un tal Estaberio impuso a sus here-deros la obligación de grabar en su monumen-to funerario la suma que les dejaba en heren-cia, si no cumplían esta obligación, quedabancondenados a ofrecer al pueblo un espectáculode 100 parejas de gladiadores y un banquete.

Persio hace expresar a un hombre rico elpropósito de organizar un torneo con 100 pare-jas de gladiadores en honor de los dioses paracelebrar la victoria de Calígula sobre los germa-nos. Tiberio volvió a fijar un número máximo deparejas, acentuando la medida dictada en sutiempo por Augusto.

En los ocho juegos que Augusto organizódurante su reinado combatieron unos 10.000hombres. Pero sólo en las fiestas ofrecidas porTrajano en el año 107 para conmemorar la con-

GladiadoresGustavo Caso-López Arroyo

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5Núm. 81 L.E.A.

quista de Dacia tomaron parte unos 10.000 gla-diadores.

En el año 69, los cónsules Cecina y Valientecelebraron el cumpleaños del emperador Viteliocon combates de gladiadores en todos los dis-tritos de Roma, que eran en aquella época 265,“con un gasto enorme y sin precedente hastaentonces”.

LLAA PPRREESSEENNTTAACCIIÓÓNN DDEE LLOOSS JJUUEEGGOOSS

Según aumentaba el número de púgiles tam-bién crecía la presentación y el esplendor de losjuegos en su conjunto. Ya en el siglo II a. de C.se calculaba en 30 talentos el costo de un buentorneo de gladiadores; el organizado por JulioCésar cuando era edil, todos los arreos de pos-combatientes eran de plata, y en otro costeadopor Nerón eran con aplicaciones de ámbar.

Conforme se iban dilatando los dominios delimperio y se sometía a nuevos países, se traíana Roma hombres para luchar en la arena. Bajola república habían visto pelear a los samnitas,a los galos y a los tracios; bajo el imperio vieroncontender en la arena a los salvajes tatuados deBritania, a los rubios germanos de la orilla delRin y del Danubio, a los moros de las sierras delas sierras del Atlas, a los negros del interior deÁfrica y a los nómadas de las estepas rusas.

En el desfile triunfal celebrado por Aurelianoen el año 274 marchaban delante del carro delemperador, con las manos atadas, godos, ala-nos, rojolanos, sármatas, francos, suevos, ván-dalos y germanos, desfilaron también como pri-sioneros un grupo de rebeldes palmirenses yegipcios y diez mujeres apresadas cuandoluchaban en las filas godas disfrazadas de hom-bres. Una parte de estos prisioneros, si notodos, estaban condenados a pelear en la are-na, en los juegos que seguían al desfile triunfal.

Después del triunfo de Probo sobre los ger-manos y los blemios (pueblo etiope) hubieronde pelear entre sí 300 parejas de prisioneros,además de sármatas y bandidos de la Isauria.Hacia finales del siglo IV pelearon también enel anfiteatro de Roma prisioneros sajones.

Con los combatientes extranjeros se intro-ducía en la arena sus armas, sus trajes y susmétodos de lucha, por ejemplo, las grandesrodelas cuadradas de los samnitas, los peque-ños escudos redondos de los tracios, la cota deescamas de los partos y los carros de combatede los británicos.

Estas armas y estos procedimientos de gue-rra de las naciones exóticas animaban el espec-

táculo, pero además se velaba por la variedad yla brillantez mediante una serie de ideas nuevas.Los gladiadores se enfrentaban unos con otrosequipados con los más diversos arreos y armasy combatían en parejas o en formaciones enteras,pero también se ofrecía al pueblo el espectáculode batallas en toda regla, en las que tomaban par-te miles de hombres y después de las cuales que-daba el suelo cubierto de cadáveres; otras veces,se reproducían simulacros con el mayor veris-mo posible de batallas navales consagradas porla historia, bien en grandes lagos o estanques,bien en la pista del anfiteatro, inundada expresa-mente para este juego.

MMEEDDIIOOSS UUSSAADDOOSS PPAARR AAUUMMEENNTTAARR EELL

IINNTTEERRÉÉSS DDEELL PPUUEEBBLLOO

Hubo un momento en que ni la emoción delos sangrientos combates ni el fantásticoesplendor del aparato escénico bastaba paramotivar la plebe noble y vil; era necesario agu-dizar la imaginación para inventar las cosas másraras, las cosas más absurdas y monstruosascapaces de aderezar con nuevas especies aque-llos monstruosos espectáculos.

Domiciano organizaba los combates de gla-diadores y acoso de fieras por la noche, y lasespadas relucían con un brillo siniestro a la luzde las lámparas y los candelabros. En una delas fiestas de diciembre (¿la del año 88?), nosabiendo que inventar, lanzó a la arena variasparejas de pigmeos y de mujeres. En los juegosorganizados por Nerón en Puteoli en honor deTirídates, rey de los partos, hubo un día en quesólo combatieron en la arena moros de ambossexos y de la misma edad. El espectáculo de lasmujeres gladiadoras no era nada raro; en el año63, reinando Nerón, salieron a la arena hastamujeres de alta sociedad.

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EELL AANNFFIITTEEAATTRROO

En el transcurso de los siglos los torneos degladiadores fueron creciendo desde lo insigni-ficante hasta cobrar proporciones desmedidas;a la vez fueron ganando en amplitud y bellezalas instalaciones destinadas a estos eventos; enlos últimos tiempos de la república, cuando yaen la Campania existían edificios de piedra espe-cialmente construidos y preparados para aco-ger este espectáculo, los anfiteatros, como selos llama a partir de Augusto, en los que el semi-círculo del teatro se cerraba hasta formar un cír-culo completo en torno a la pista elíptica.

En el año 53, según Plinio el Viejo,Escribonio Curión hizo construir dos teatros demadera giratorios, que podían acoplarse de for-ma circular. Por la mañana en estos dos teatrosse daban representaciones escénicas, y luegose hacían girar, con todo el público dentro, lostinglados semicirculares, que se cerraban paraformar un círculo: desaparecían los dos esce-narios y en este anfiteatro improvisado se cele-braban por la tarde los torneos de gladiadores.

El primer anfiteatro de Roma fue tal vez elque Julio César mando construir de madera enel año 46; el construido en piedra en el año 29a. de C. por Estatilio Tauro fue destruido, proba-blemente, en el incendio de Nerón, y en el año57 el propio Nerón, como Calígula antes que él,hizo levantar un tinglado de madera en el Foropara que el pueblo presenciase los combates degladiadores. Hasta finales del siglo I no se inau-guró el colosal anfiteatro flavio, cuyas ruinashan llegado hasta nosotros como el principal delos vestigios de aquel mundo desaparecido.

LLOOSS GGLLAADDIIAADDOORREESS.. CCRRIIMMIINNAALLEESS CCOONNDDEE--NNAADDOOSS

Los gladiadores eran criminales condena-dos, prisioneros de guerra, esclavos y hombreslibres reclutados como voluntarios. Las conde-nas a la espada de los gladiadores y a las fierasfiguraban entre las penas de muerte más graves,que sólo podían producirse contra los no ciuda-

danos y en los tiempos posteriores del imperiocontra personas de rango inferior. Bajo MarcoAurelio, el gobernador de la Galia lugdunense,previa consulta al emperador, hizo decapitar alos cristianos condenados a muerte que teníancondición de ciudadanos romanos y a losdemás mandó arrojarlos a las fieras. La conde-na a la escuela de gladiadores no implicabanecesariamente una pena de muerte; los delin-cuentes aptos para el combate eran enviados alos establecimientos imperiales o privados deesta clase y se les ofrecía la posibilidad de seguirviviendo, si no caían en la pelea. Por su grave-dad, la pena estaba equiparada a la condena atrabajos forzados en las minas y llevaba empa-rejada, igual que esta, la perdida de libertad.

Sin embargo, los condenados a ella podíanredimirse y obtener al cabo de tres años el espa-dín (como símbolo de haber quedado exentosde sus deberes de gladiador) y al cabo de cin-co años el sombrero (símbolo de la emancipa-ción completa y definitiva).

Plinio el Joven informó a Trajano de que enmuchas ciudades de Bitinia, especialmente enNicomedia y Nicea, muchos delincuentes con-denados desde hacía mucho tiempo a la escue-la de gladiadores o a penas semejantes, eranempleados como esclavos municipales en laejecución de obras públicas, sin que hubierapodido comprobarse que habían sido indulta-dos por los procónsules o los legados. En vis-ta de ello, Trajano dispuso que los que habíansido condenados en los últimos diez años fue-ran devueltos a la escuela de gladiadores y quelos condenados con anterioridad y que pasasende cierta edad se empleasen en trabajos pesa-dos, tales como la limpieza de cloacas y la cons-trucción de calzadas. Estas penas sólo se apli-caban para castigar los crímenes más graves,como era el robo a mano armada, el asesinato,el incendio, la profanación de un templo y elamotinamiento en filas; pero los emperadores,en uso de su soberana voluntad, faltaban a lasdisposiciones legales y enviaban a la arena aquienes les parecía cuando escaseaban los con-denados a gladiadores.

IINNOOCCEENNTTEESS OO CCOONNDDEENNAADDOOSS IINNJJUUSS--TTAAMMEENNTTEE

También bajo la república parece que losgobernadores provinciales hacían esto con fre-cuencia y a gran escala. Cuenta Cicerón quesiendo procónsul de África Pisón Cesonino,envió a Clodio para sus juegos edilicios un grannúmero de inocentes caprichosamente conde-nados a luchar con las fieras.

6 Núm. 81L.E.A.

A C T U A L I D A D E D U C A T I V A Y P E D A G O G Í A

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7Núm. 81 L.E.A.

Balbo el Joven, cuando era cuestor enEspaña, obligó a un ciudadano romano y solda-do de Pompeyo, llamado Fadio, en Gades, apelear dos veces, gratuitamente, como gladiadory, en vista de que no se dejaba enrolar y el pue-blo lo tomó bajo su protección, ordenó que car-gase un destacamento de soldados galos decaballería y quemasen a Fadio vivo en la escue-la de gladiadores. Este cuestor arrojaba a lasfieras a ciudadanos romanos; entre ellos con-denó a morir así a un hombre de Hispalis, porser contrahecho.

Arbitrariedades como esta se daban concierta frecuencia incluso en Roma, por lo menosbajo los reinados de Calígula y Claudio. Del pri-mero se sabe que obligó a un gran número deciudadanos a pelear como gladiadores. A un talCasio Próculo, hijo de un primipilar, a quien lla-maban Coloseros por su gran estatura y belle-za, le hizo abandonar el asiento que ocupaba enel anfiteatro durante los combates y descendera la palestra, donde después de pelear con dosgladiadores armados hasta los dientes ordenóque lo decapitasen. A Claudio que le entusias-maban los combates con las fieras, condenó apelear como bestiario, saltandose todas las nor-mas legales, al responsable de una gran estafa.También arrojaba a las fieras a hombres culpa-bles de delitos mucho más leves, por ejemplo alos carpinteros o tramoyistas que no estabandiligentes en el cambio de las decoraciones.

A veces eran indultados los delincuentes porlos que intercedía el pueblo a la vista de suvalentía o por cualquier otro motivo.

VVEENNTTAAJJAASS DDEELL OOFFIICCIIOO DDEE GGLLAADDIIAADDOORR

El oficio de gladiador tenía cierta atracciónsobre los hombres valientes e irreflexivos, puestenía sus ventajas y acarreaba ganancias y fama.Los ganadores eran generosamente recompen-sados; los organizadores de la fiesta les envia-ban a la palestra bandejas de monedas de pla-ta. Los gladiadores más expertos cobraban altosprecios por actuar, por ejemplo Tiberio pagó apúgiles que habían cumplido ya su tiempo deservicios, por actuar en uno de sus espectácu-los, 100.000 sestercios.

Nerón regaló al gladiador Espilico un palacioy fincas pertenecientes a generales que habíancelebrado triunfos. En Pompeya y en otros sitiosse han descubierto piezas magníficas de arma-duras, espléndidamente decoradas tales comoyelmos, tablillas hombreras de retiarios, un cin-turón, espadas, rodelas, etc.

Los yelmos de los gladiadores estaban ador-nados con penachos de plumas de pavo real oavestruz.

GGOOLLPPEE DDEE MMUUEERRTTEE OO GGRRAACCIIAA PPAARRAALLOOSS VVEENNCCIIDDOOSS

Cuando un gladiador de los que luchabanpor parejas era tocado, se oía gritar a los espec-tadores: ¡Ya le dieron!. Si uno de los dos eradominado por su adversario y caía vivo enmanos de éste, el director de los juegos solíadejar al arbitrio del público la decisión de sidebía ser muerto o se le respetaba la vida. Parapedir la gracia de la vida los gladiadores heri-dos dejaban a un lado la rodela y levantabanun dedo de la mano izquierda; la señal de con-ceder la gracia por parte del público era, al pare-cer, sacar los pañuelos y agitarlos, el volver eldedo pulgar hacia abajo significaba la orden deasestar el golpe de muerte.

Los gladiadores más valientes rechazabanla intercesión del público y daban a entenderpor medio de señas que sus heridas no erangraves, estos despertaban casi siempre lassimpatías del público; en cambio, los vacilan-tes sólo lograban enfurecer a los espectado-res, quienes consideraban como una especiede ofensa contra ellos el que un gladiador seresistiese a morir.

Los rezagados y los miedosos eran obliga-dos a pelear a latigazos o por medio de hierroscandentes. A veces se daba el caso de que elcombate quedase indeciso, pudiendo los dosadversarios retirarse del palenque sin que resul-tase derrotado ni uno ni otro. Era frecuente quedespués de matar o vencer a su enemigo se leenfrentase con un elegido entre los restantes.

En los intervalos de la lucha unos mucha-chos removían la tierra regada de sangre y unosesclavos moros la cubrían con arena fresca. Losvencedores agitaban ante el público sus hojasde palma. Los caídos eran retirados de la pales-tra por servidores cubiertos con la máscara deMercurio, que era el dios del averno, para com-probar con hierros candentes que no se hacíanlos muertos, mientras que otros, disfrazados deCaronte, dios etrusco de los infiernos, retirabanlos cuerpos exánimes cuyos féretros tenían amano, sacándolos por la puerta de la diosa dela muerte para llevarlos al depósito de cadáve-res; aquí asestaban el golpe de gracia a los queaún conservaban un hálito de vida.

A grandes rasgos, estas líneas, nos puedendar una visión general de los que era el mundode los gladiadores.

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8 Núm. 81L.E.A.

A C T U A L I D A D E D U C A T I V A Y P E D A G O G Í A

EN la tarde del 25 de Febrero de1743 tenían lugar los últimos pre-parativos y ensayos para la repre-sentación de una comedia 1 a car-

go de los niños y muchachos del Seminarioanejo al Monasterio del Escorial 2, con moti-vo de la visita del Obispo de Segovia a lacomunidad de San Lorenzo 3. Al parecer, en laobra intervenía algún que otro personaje ves-tido de militar y en el “atrezzo” correspon-diente a su papel se contaba además conpequeñas espadas (“espadines”). Sea comofuere, en el trascurso de dichos ensayos unode los muchachos resultó herido de ciertagravedad y otro (el presunto criminal) se dioa la fuga horas antes de que el juez del casoordenara su detención, el día 5 de Marzo.

Aunque es muy difícil determinar conexactitud las verdaderas razones y circuns-tancias que motivaron tan desagradable inci-dente, sí que podemos acercarnos a la verdadexaminando las distintas declaraciones reco-gidas en el correspondiente expediente de“causa criminal” 4, en cuya portada se lee:“S[a]n Lorenzo. Año de 1743. / [Causa]Criminal / contra el liz[encia]do D[o]n AntonioGomez / de Aguero: Colexial Veca.” 5

Siguiendo pues las distintas diligencias ydeclaraciones de los diversos protagonistasde la historia (víctima, agresor, médicos y tes-tigos), podremos hacernos una idea de esteinteresante caso, susceptible de servir comotema para una novela de intriga. Al mismotiempo, el documento aporta una serie dedatos de gran interés sobre la vida y costum-bres del Seminario y, por extensión, delMonasterio.

Causa criminal en el seminario de San LorenzoGustavo SánchezDirector de la Escolanía del Real Monasterio del Escorial

1. Por cierto, con intervenciones musica-les, tal y como se verá más adelante.

2. Sede del actual Colegio “Alfonso XII”.

3. Dice así Francisco de Paula Rodríguez:“Año de 1743 / En este año, enterado el Reyde las relevantes prendas que adornabanal cura de su Real Palacio, el Sr. D. DiegoGarcía Medrano, natural de Robledo deChavela y beca que había sido en este[Seminario], le honro con la mitra y obispa-do de Segovia y pasando a obtenerle, vinoa este Monasterio a recrearse unos díascon algunos religiosos condiscípulos.Festejóle la comunidad con comedias yotras diversiones de que quedó muy gus-tosísimo; y en 16 de marzo hizo Órdenesen el altar de la sacristía y también minis-tró el Sto. Sacramento de la confirmacióna los niños del Escorial y Sitio.” (RODRÍ-GUEZ, Francisco de Paula: MonjesJerónimos del Monasterio de El Escorial.Familia Religiosa de El Real Monasterio deSan Lorenzo distribuida por sus clases[1756]. Ed. de Luis Hernández, SanLorenzo del Escorial, EDES, 2001, p. 223).

4. Archivo General de Palacio (AGP),Patronatos-San Lorenzo, Leg. 1772.

5. Para las transcripciones, hemos opta-do por respetar la ortografía del original ydesarrollar las abreviaturas, cuando fuereconveniente.

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9Núm. 81 L.E.A.

Antes de nada, conviene hacer menciónde los dos protagonistas del suceso. El agre-sor, un seminarista de los llamados “de beca,artista” 6: Antonio Gómez de Agüero 7, natu-ral de Alcabón (Toledo), de poco más de 16años de edad. El agredido era un estudiantede Gramática (seminarista “gramático”), esdecir, uno de los 40 niños que formaban par-te del Seminario de San Lorenzo: AntonioGregorio de Losa, natural de El Escorial, deentre 12 y 16 años de edad 8. Vayamos puesconociendo la historia, glosando el expedien-te en cuestión.

En primer lugar, nos encontramos con el“Auto de Oficios”, en el que el Rector delColegio (fr. Blas de Arganda), máxima auto-ridad jurídica del Monasterio 9, y por tanto,juez del presente caso, expone los hechos deesta manera:

“en la tarde del dia veinte y cinco deFebrero proxime pasado, y en la SalaCapitular del R[ea]l Monasterio de S[a]nLorenzo vn colegial artista del Seminariosaco vn espadin, y con el dio vna punza-da â Antonio de Losa, y le hirio gravemen-te, por lo que se halla en summo peligrode perder la vida, y curandose en la salade estudiantes de[l] Hospital de d[ic]hoR[ea]l Monasterio 10.”

A continuación, el Rector ordena el arres-to del agresor (del que “ay probables rezelosde que haga fuga”) y de sus cómplices (si loshubiere), al mismo tiempo que requiere unreconocimiento médico del agredido. He aquílo más revelador del mismo, practicado el día5 de Marzo a las diez de la mañana por elCirujano del Real Sitio de San Lorenzo, D.Fernando Velasco 11:

“en la sala donde se curan los enfermosestudiantes, que llaman la de S[a]nSebastian y en la primera cama de la manoizquierda hallo a vn estudiante, que dijo lla-marse Ant[oni]o Gregorio de Losa, naturalque dijo ser de la Villa del Escorial, y hauien-dole preguntado que enfermedad padecia,dijo, tenia vna herida, la que S[u] P[aterni-dad] M[uy] R[everen]da 12 mando al ziruja-no descubriesse, y hauiendosele manifesta-do, la vio, y reconozio estar en el costadoderecho, que estaba casi cerrada, y de lamisma longitud, y latitud, que suele tener

la scissura de vna sangria, y que pareciahauerse producido con arma aguda, y del-gada de punta; y hauiendo preg[unta]doS[u] P[aternidad] a d[ic]ho Antonio, si sen-tia algun dolor en aquella parte, quando latocaban: dijo que ninguno.”

Después del reconocimiento, D. FernandoVelasco declara ante el juez minuciosamentelos síntomas del agredido cuando el día delos hechos (25 de Febrero), y acudiendo a lallamada de Juan González Alfonso, “beca teó-logo” del Seminario 13, atendió al herido “aquien encontro, hauiendo llegado al conuen-to, con vn desmayo tan fuerte, que apenas lepudo perzeuir el pulso […], mando le lleua-sen al Hospital, y paso a registrar el daño, yregistrado hallo vna herida de pequeña mag-nitud, echa con instrumento punzante, susitio en el principio superior, y lateral de lascostillas falsas, quasi sobre la region del higa-do […] y el tal desmayo le duro mas de vein-te horas”. Después de una detallada inspec-ción médica, “juzga, y ha juzgado el caso debastante peligro, y mucho mas ocupando eldaño las partes, que ocupa”, en vista de locual, se le administran los Santos Sacramen-tos y las convenientes medicinas para el res-tablecimiento de su salud.

Ese mismo día, 5 de Marzo, se le tomadeclaración al herido, el cual, preguntado porla enfermedad que padece, contesta que es “acausa de vna herida, que reciuio en la Salade los Capitulos antes de empezar â repre-sentarse en ella vna comedia, que con elmotivo de festejar al Ilmo. S[eñ]or ob[is]pode Segovia tenian dispuesto los colegiales delSeminario”. Acto seguido, se le pregunta

6. En el Seminario hubo varias plazas enconcepto de “beca” para “oír” Artes yTeología, disciplinas impartidas en elColegio de religiosos ubicado junto alSeminario de niños. Algunos de estos niñoseran escogidos para asistir como oyentesa dichas materias, una vez finalizados los 4años de sus estudios de Gramática y Latínen el Seminario, permaneciendo así otros8 años (4 para Artes y otros tantos paraTeología) más en el centro.

7. Su nombre figura en un listado de“pruebas de limpieza de sangre”, documen-to imprescindible para ingresar en elSeminario, y la fecha del mismo (y de suingreso, aproximadamente) es el año 1738(AGP, Patronatos-San Lorenzo, Leg. 1686).

8. En el documento no consta su edad ytampoco ha sido posible encontrar másdatos sobre este muchacho.

9. Dicha jurisdicción era la eclesiástica.Además, el Monasterio tenía un privilegiode exención canónica universal”: el 18 deOctubre de 1586, por la Bula “Ut conces-siones” el Papa Sixto V declara exento de lajurisdicción diocesana al Monasterio deSan Lorenzo, quedando vinculado directa-mente a la Santa Sede. Aprovechamos paradar la gracias a José Alberto Escobar por suamable asesoramiento en terminología jurí-dica.

10. Situado por aquel entonces una de lasestancias de la Compaña (actual ColegioUniversitario “Mª Cristina”, conocida como“Sala de San Sebastián”, tal y como se verámás tarde. Sobre las enfermerías en elMonasterio véase: MAGANTO PAVÓN,Emilio: La Enfermería Jerónima delMonasterio del Escorial (Su historia y vici-situdes durante el reinado de Felipe II), SanLorenzo del Escorial, EDES, 1995.

11. Más adelante, aparecerá consignadocomo “cirujano de familia de SuMag[esta]d, y de este R[ea]l Monasterio”.Éste era el médico que trataba a los niñosdel Seminario habitualmente.

12. Se refiere al Rector del Colegio, fr. Blasde Arganda.

13. Su entrada en el Seminario se deducede la fecha de su expediente de limpieza desangre, en el año 1732 (AGP, Patronatos-San Lorenzo, Leg. 1686). Este muchachocontaba con 21 años en el momento delsuceso.

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quién le hirió y con qué motivos a lo que con-testa detalladamente el muchacho. Debido asu riqueza informativa y a la importancia quetiene dentro del contexto del proceso, repro-ducimos integramente el fragmento:

“dijo, que le hirio vn colegial artista delSemin[ari]o, que llaman Antonio Gomeznat[ura]l de la Villa de Alcauon, con vnespadin, que tenia como vno de los queentraban en d[ic]ha comedia, y que ni devna, ni otra parte hauia precedido, ni huuoentonces motiuo de obra, ni palabra; yrepreguntado por S. P. como, y en que for-ma, y con que circunstancias succedio ellanze, dijo, que el declarante hauiendoacauado de comer se encamino por elclaustro bajo del convento a la Sala de losCapitulos encontrô cerca de ella a d[ic]hoAntonio Gomez, que iba vestido p[ar]arepresentar, y con el espadin en la mano,y pasando junto a el, por juguete toco conel a el declarante en la ropa, y hauiendollegado a d[ic]ha sala, se subio al theatroa ver, y hauiendole mandado bajar, lo hizo,y d[ic]ho colegial andaba jugando con elespadin, queriendo en fiesta acometer conel, y hazer acciones de menealle a vno, yotro lado, y el declarante se echo a el, y sele cogio por la guarnicion, diciendole, queguardase el espadin, porque no se siguie-re algun daño, quando menos pensase, ydespues prosiguiendo en su modo dejugar con el espadin delante del que decla-ra, se llego mas que otras vezes a el, y lepico con el en la parte donde S. P. ha uis-to la herida, y que entonces se llego haziadonde estaban tocando los instru-

m[en]tos 14, se descubrio, y viendose heri-do, se vino a el Hospital, donde ha estadocurandose hasta, creiendo ser leue la heri-da en los principios.”

Ese mismo día (5 de Marzo) a las cincode la tarde, el juez envía al fiscal del caso,Pedro Mayoral en busca del agresor. Peroencuentra la puerta de su celda cerrada y, traspreguntar sin éxito a Juan Gómez Candelas 15,se dirige a la celda del Rector del Semina-rio 16. Éste contesta también de manera nega-tiva, añadiendo que “le hauia echado demenos a la Missa del Alva en este dia, lanoche antes, y desde las quatro de la tardedel dia antezedente”, y que habiendo encon-trado la llave de su celda enfrente de la puer-ta, entró en ella hallando la beca y demás ves-tidos de Antonio Gómez, el cual se había dadoa la fuga. A partir de este momento dancomienzo las declaraciones de los cuatro tes-tigos requeridos, todos ellos miembros delSeminario.

El primero en hacerlo es Sebastián deVelasco, “residente en casa del Cirujano” ypretendiente al hábito 17, de 19 años de edad.Su declaración es quizás la más objetiva detodas por su supuesta imparcialidad en elcaso, ya que era alumno “externo” delSeminario 18. Después de ser ratificada supresencia en el lugar de los hechos, discurrede este modo su intervención:

“vio el lanze que a hora de las tres de latarde poco mas, o menos estaban en con-versacion honrrada en la Sala de Capitulosvn estudiante que dizen llamarse AntonioGregorio de Losa, y vn colegial que dicenser artista del Seminario 19, y el declaran-te, y que estando assi conversando le dijoel colegial artista al referido Antonio deLosa: a que iba alli? 20 Y este le respondio:que a ver a las damas que havian de repre-sentar en la comedia, y como lo hazian 21.A que d[ic]ho colegial le replico: que iria âponer faltas. Y Antonio de Losa le respon-dio: que no iba a poner faltas, y entoncesel colegial saco el espadin enbaynado, ehizo demostracion de dar con el en vn ladoa Antonio de Losa.”

El resto discurre prácticamente del mis-mo modo que la declaración de Antonio deLosa, añadiendo algún detalle como que éste

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14. De aquí se deduce que en la obra, aun-que era teatral, había ciertas intervencio-nes musicales. Un conveniente rastreo delas obras conservadas en el Archivo de laReal Biblioteca del Monasterio, ha permiti-do dar con la partitura. Ésta se encuentrabajo la signatura 157-15, y se trata de unaobra de compositor anónimo (por la fecha,podría tratarse de fr. José del Valle o fr.Vicente Julián) con breves fragmentosmusicales adaptados a la escena y con unaplantilla vocal de coro (2 tiples, alto y tenor)y solistas (los mismos miembros del coro,ya que no participan de manera simultáneacoro y solistas), y orquesta de cuerda: 2violines y “acompañamiento” (bajo cifra-do). Desgraciadamente, falta la parte deViolín 2º. Comienza, como es habitual eneste tipo de obras, con una Loa al huésped,en la que hay claras alusiones a su condi-ción de mitrado: “[…] Quien se elevó a tan-to solio en fe de que merecida su benigni-dad y agrado, tuvo el báculo y la mitra; delfénix los años numere y reciba obsequiosde quien desea que triunfe, que mande, quevenza y que viva.”

15. En el texto se dice que es “colegialartista” y natural de Covarrubias, pero noha sido posible encontrar más datos sobreeste individuo.

16. Desde 1567 (año de la fundación delColegio y Seminario) hasta 1588, sólo huboun Rector común a ambas instituciones;por las Constituciones de 1588 (AGP,Patronatos-San Lorenzo, Leg. 1691) secrea la figura del Rector del Seminario. Porel momento desconocemos quién eraRector en esta fecha.

17. No tenemos constancia de que estosucediera así, por lo menos en SanLorenzo.

18. Ciertos muchachos podían asistircomo oyentes a las lecciones delSeminario, situándose en el aula detrás deuna reja que los separaba de los alumnos“internos”.

19. Antonio Gómez de Agüero.

20. Tanto estos como los siguientes subra-yados aparecen en el original.

21. Por supuesto, se trata de una burla, yaque la presencia de mujeres no estaba per-mitida en el Seminario.

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fue a una ventana “a registrar la herida”, yfinalizando con una descripción del agresor:“algo pequeño de estatura, rufo de pelo, blan-co de rostro, y que en el habla tiene algunzazeo 22”.

Viene ahora el turno del “testigo 2º”, LeónArreo Ollero 23, de 18 años de edad y natural deIllescas, conocido por el sobrenombre de“Illescas” 24. Había sido seminarista y ahorafiguraba como “familiar” del Seminario 25, aun-que no se especifica qué función cumplía. Ensu declaración, León Ollero manifiesta nohaber visto nada de lo ocurrido en la Sala delos Capítulos, sólo que “con el motivo de hauertenido el declarante la llaue de los Capitulos, yquerer salirse, llego a el accelerado, y sobre-saltado, pidiendole la llaue, y le dijo d[ic]hocolegial, que habia herido a un estudiante conel espadin, jugando con el”. Además de estenuevo dato, aporta otro más: la hora a la queocurrieron los hechos, que fue “a mas de lasdos de la tarde”.

El testigo siguiente (el 3º) es JuanGonzález Alfonso 26, seminarista de “beca filó-sofo”, de 21 años de edad y oriundo deArenas (Toledo). Tampoco este testigo vionada de lo acontecido. Su intervención en lahistoria se limita a ayudar al herido, intentan-do primero llevarlo al cirujano y haciendovenir a éste hasta aquel, cuando se desmaya.

El 4º y último testigo en declarar es DiegoMontoya, seminarista de “beca artista” de 15años de edad y natural de Mota del Cuervo 27.Tan sólo vio que Antonio Gómez “estaba heri-do en vn costado, y que llegando su manohazia donde tenia la herida, saco el guantemanchado con la sangre que de ella salia, yque luego se salio el d[ic]ho Antonio conD[o]n Juan Gonz[ale]z Alfonso, que le lleuo aque le curassen”.

Tras ser remitidos estos autos a ManuelRamos, Alcalde Mayor de la Villa del Escorial,en calidad de “asesor” del Rector del Colegio,es redactado un auto con fecha de 8 deMarzo, por el que dan un plazo de 27 días (esdecir, hasta el 5 de Abril) a Antonio Gómez,dado a la fuga, para que se persone ante eljuez. Dicho auto se dará a conocer por mediode tres edictos y pregones, con intervalos de9 días cada uno de ellos, los cuales “se fixanen las puertas principales de la Capilla delR[ea]l Sitio de S. Lorenzo”.

Poco antes deaparecer el fuga-do, el día 4 deMayo se realizaante el notario fr.José de SanLorenzo una últi-ma inspecciónmédica a cargo deD. Sebastián deVelasco, acompa-ñado del médicode Aldeavieja D.Francisco de Ulloa, y de D. José García deBorunda, el cual firma como “socio de la RealAcademia Medica Matritense y [Médico]Titular del R[ea]l Monasterio de SanLorenzo 28”. Los tres facultativos declaranbajo juramente y ante el citado notario encon-trar plenamente restablecido de su salud alherido.

Finalmente, y agotado el plazo de tiempo(y bastante más), Antonio Gómez se presen-ta en el Seminario el día 8 de Mayo, segúnconsta en el escrito firmado por él mismo,ante el notario fr. José de San Lorenzo y elVicerrector del Colegio, Provisor y VicarioGeneral de la Villa del Escorial, fr. Diego deYepes 29. Este último lo manda poner presoinmediatamente en “la celda de abaxo de laenfermeria del Colegio, por donde se entra asu Oratorio”.

Comienza así el juicio propiamente dicho,y lo primero que se hace, por la condición demenor de edad del acusado, es proporcionar-le un Curador, elegido por el propio AntonioGómez y que se llama Francisco de PaulaRodríguez 30.

Por fin, el 9 de Mayo escuchamos la ver-sión de los hechos por boca del acusado enforma de “confesión”. Tras las rutinarias pre-guntas iniciales de cómo se llama, de dóndees natural, etc., se pasa al meollo de la cues-tión: ¿qué ocurrió el 25 de Febrero pasado?

“Dixo que el dia que se cita, el quedeclara, como uno de los comediantes dela que se represento en la Sala deCapitulos de este R[ea]l Monasterio, fuevestido de militar, según el papel que haziaal theatro, que en ella estaba puesto don-de vino el referido Antt[oni]o de Losa atiempo, que iban a executar el ultimo

22. Ceceo.

23. Su nombre aparece en las listas de lasprobanzas de limpieza de sangre pertene-cientes al Seminario, con fecha de 1739(AGP, Patronatos-San Lorenzo, Leg. 1686).

24. Era muy común en el Monasterio elapodar a algunos niños con el nombre desu lugar de origen.

25. Convivían con los seminaristas cuatromuchachos mayores de 16 años (los “fami-liares”) que ayudaban en diversas tareas enel Seminario: Dormitolero (a cargo delDormitorio), Refitolero (asistente delRefectorio), Enfermero (cuidaba a los niñosenfermos) y Maestro de Canto Llano (ense-ñaba música a los muchachos y los dirigíaen la Misa del Alba, Salve, etc.). Sus funcio-nes quedan reguladas en las diferentesConstituciones del Seminario (1567, 1575,1579 y 1588), y por lo general, solían sermuchachos del Seminario o de laHospedería (muchos de ellos “cantorci-llos”: niños que ayudaban a la capilla demúsica en las voces agudas), que ya habí-an acabado sus estudios o que habíanmudado la voz. Éste último era el caso delos cantorcillos que, por lo general, eranempleados en la función de Maestro deCanto Llano.

26. Su expediente de limpieza de sangrese llevó a cabo en 1732, año de su supues-ta entrada al Seminario de San Lorenzo(AGP, Patronatos-San Lorenzo, Leg. 1686).

27. De todos los seminaristas aparecidosen la historia éste parece ser el único quetomó el hábito (1751) y profesó (1752)como monje jerónimo en el Monasterio delEscorial, adoptando el nombre de fr. Diegode la Mota (1727-1810). Fue Prior de SanLorenzo entre 1797 y 1799, e ingresó en elSeminario en 1739, según se deduce de suexpediente de limpieza de sangre (AGP,Patronatos-San Lorenzo, Leg. 1686).

28. Al parecer, convivían un Cirujano y unMédicos titulares en el Monasterio y RealSitio de San Lorenzo.

29. El Rector en funciones; probablemen-te fr. Blas de Arganda no se hallaba en elMonasterio o estaba indispuesto.

30. Al parecer, fue un personaje polifacéti-co y con diversas funciones dentro delentorno escurialense. Como más arriba sepuede apreciar, fue autor de un libro sobrelos monjes del Monasterio (ver Nota 3), enel cual dice ser “bajonista” (o sea, que toca-ba el bajón, instrumento similar al fagot,encargado de reforzar las voces graves enel coro) del mismo. El propio autor dicehaber sido Escribiente en la Biblioteca delMonasterio por tres años (RODRÍGUEZ,Francisco de Paula: Op. cit., pp. 191-193).En un documento jurídico fechado en 1754firma como Notario (BE, Documentos, CªXXIV, Exp. 15), y en otro sin fecha defien-de sus intereses como Maestro de laEscuela de Niños del Sitio (BE, Documen-tos, Cª XXIV, Exp. 74).

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ensayo, y los dos comenzaron a jugar concariño teniendo el que declara un espadinen la mano cimbriandole, y al tiempo dehazer un ademan dicho Anttonio de Losael mismo tropezo en el referido espadin, ypareze según ha oydo dezir resulto el aver-se herido; pero en esto el que declara notubo culpa alguna a causa de no aver pre-cedido enojo, quimera, ni deshazon, nitampoco aver tirado a herirle sino es quesucedió con la casualidad, que dexaexpressada, en cuya prueba, y de la incul-pabilidad de el que declara se mantuvodespues de aver sucedido lo relacionadodos o tres dias en este R[ea]l Monasteriopor contemplarse sin delito alguno.”

Y preguntado porqué se ausentó delMonasterio, responde que:

“se fue a la ciudad de Toledo sin masmotivo, que la propia verguenza que llegòa tener despues que supo que estaba heri-do el d[ic]ho Antonio de Losa, y no porqueen este particular se hallasse culpadop[o]rque inmediatamente, que llego aentender, que en este tribunal se le aviahecho causa, y llamaba por edictos, y pre-gones vino a la obediencia de llamamien-to, y a hazerse presente para exponer, ydefender su innocencia.”

El 10 de Mayo se le notifica esta confesiónal agredido, Antonio de Losa, el cual manifies-ta no tener nada que alegar, a lo que sigue la

dura condena que propone el fiscal de laaudiencia D. Domingo Rodríguez al acusado 31:

“sea castigado, en las maiores, y mascondignas penas establecidas por sagradoscanones, y disposiciones de d[e]r[ech]o deque no le puede livertar el apartamiento delherido ni la total mejoria de este.”

Como era de esperar, Francisco de PaulaRodríguez, en calidad de Curador y defensordel muchacho, el 13 de Mayo, pide al juez lareducción de la condena a pagar “todas lascostas soltandole librem[en]te [ilegible] de laprision en que actualm[en]te se alla”, ya que“las zircunstancias que ocurrieron en d[ic]holanze que todas fueron de juguete y amistad”.

Y por fin, el día 20 de Mayo, el juez dictasentencia “Christi nomine imbocato” 32, la cualresulta ser menos dura de lo que habría espe-rado el fiscal del caso y, para lo que podíahaber sido, bastante leve para el acusado:

“le condenamos â que por quinze diassiguienttes guarde, y ôbserue en elColegio y reclusion en d[ic]ho R[ea]Seminario sin salir de el si no es que seapara cumplir con el preceptto de oir misaen los dias que es obligado pena de exco-munion mayor; y asi mismo le condena-mos en quatro mil marauedis cuya apli-caz[io]n y distribuzion reseruamos enNos, y en las costas de esta causa justasâ ttasazion que cometemos âzer a el nota-rio orijinario de ella.”

Las dichas costas, tasadas por el notariofr, José de San Lorenzo, constan al final deldocumento, y ascienden a un total de 182reales de vellón, o su equivalente en marave-dís: 6.188 33. No se acaba de entender si ladiferencia entre la multa y las costas (2.188maravedís) también las tuvo que pagar elmuchacho o corrió a cargo del Rector delColegio. Lo que sí queda bien patente es queel acusado, además de llevarse un buen sus-to (la herida podía haber sido de muerte) tuvoque rascarse el bolsillo, sabiendo que la can-tidad exigida por el juez equivalía al salariode dos o tres meses de trabajo de un artesa-no de aquella época.

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31. Omitimos las primeras frases recrimi-natorias, por la irresponsabilidad de losactos cometidos, condición eclesiástica delacusado (había recibido las “órdenesmenores”), y lo sagrado del lugar dondesucedieron los hechos.

32. “Invocado el nombre de Cristo”.

33. Desde 1686, 1 real de vellón equivalíaa 34 maravedís.

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EELL EESSCCRRIITTOORR

Juan Valera murió el 18 de abril de 1905,mientras escribía un discurso académico,Consideraciones sobre «El Quijote», paraconmemorar el tricentenario de la publica-ción de su libro predilecto.

Don Juan Valera y Alcalá-Galiano fuediplomático, político y periodista. Aristócrataculto y conversador chispeante, se movía enlos círculos sociales y literarios más distin-guidos. Como escritor cultivó todos los géne-ros: la poesía, el cuento, el teatro, la crítica yla novela, y ganó un puesto de honor almenos en los dos últimos.

Valera publicó su primer poema en ElGuadalhorce de Málaga, con sólo 15 años.Fue la poesía el único género que cultivó has-ta llegar a la treintena, y en él el amor seráun tema frecuente. Hay poemas inspiradospor las mujeres que amaba: la Avellaneda, lamarquesa de Bedmar, Lucía Paladi, apodada«La Muerta» por su palidez enfermiza por elDuque de Rivas, entonces superior de Valeraen la embajada de Nápoles y a quien el nove-lista se refirió como «la persona que yo máshe querido en el mundo», la propia hija delDuque de Rivas, Malvina, a quien Valera lla-maba en broma «La Culebrosa», JuliaPacheco o Madeleine Brohan, actriz a la queconoció en San Petersburgo. Aunque Valeraescribió sus primeros poemas en plena épo-ca romántica y conocía personalmente a losgrandes poetas románticos españoles, suobra poética es más bien clásica. Sus poe-mas tienen encanto, pero a Valera le faltabala inspiración. Él creía que tenía talento y se

quejaba de que el público que elogiaba lasbanalidades prosaicas de Campoamor yNúñez de Arce no le apreciaba a él. Pero seequivocaba. Hoy día su poesía tiene pocointerés, a no ser que ayude a conocer a Valerael hombre.

Ya en 1850 Valera había pensado en escri-bir teatro (era el camino más corto para ganarcien duros al mes, como le escribió a supadre, pues siempre le persiguieron las difi-cultades económicas, lo que él diagnostica-ba con su indudable gracejo andaluz como

Don Juan Valera, en el centenario de su muerteMaría Victoria Berlanga

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H I S T O R I A Y L I T E R A T U R A

«sindineritis crónica»), pero tardó veinte añosen ponerse manos a la obra. Sin embargo,algunas de sus obras nunca se representa-ron y otras están relegadas al olvido.

Aunque escribió cuentos, salpicados a lolargo de los años, fue en el último decenio desu vida cuando cultivó el género de unamanera más asidua, escribiendo una docenade historias breves. Pero sus narraciones notienen el realismo que se encuentra en PardoBazán, por ejemplo, sino que prefieren pai-sajes lejanos y épocas remotas, como El pája-ro verde o El bermejino prehistórico.

Valera publicó su primer artículo de críti-ca literaria en 1853 y siguió cultivando elgénero hasta su muerte, cincuenta años mástarde. Escribió más de quinientos artículosque publicó en sesenta y cinco diferentesrevistas y periódicos. Poseía las cualidadesnecesarias para ser un crítico de primerorden: tenía buen gusto; leía francés, inglés,alemán, portugués e italiano; y conocía a fon-do las literaturas occidentales y antiguas. Aveces se le acusó de ser superficial y dema-siado laudatorio. Valera se justificaba ale-gando que el público leía tan poco que noquería desanimarlo con críticas severas.¿Qué diría hoy, más de cien años después,en un país donde el cincuenta por ciento dela población confiesa no haber leído jamásun libro? Sin embargo, cuando un libro leinteresaba, lo discutía seriamente y a fondo.Así ocurre con los estudios de Menéndez yPelayo o las Escenas andaluzas de su amigoy mentor Serafín Estébanez Calderón.También analiza con comprensión a tresgrandes poetas románticos, Espronceda, elDuque de Rivas y Zorrilla. Pero quizá su

mejor artículo sea uno que, por el año de efe-mérides en el que estamos, es indispensableseñalar: su discurso académico de 1864,Sobre «El Quijote» y sobre las diferentesmaneras de comentarle y juzgarle.

EELL NNOOVVEELLIISSTTAA

Hora es ya de acercarnos al Valera nove-lista para no hacer como D. Juan, que llegótarde a la novela: Pepita Jiménez, la primeray sin duda la mejor, es de 1874, cuando suautor contaba con medio siglo de vida y unabien cimentada fama de crítico y ensayista.Su producción novelística publicada se divi-de en dos etapas. Alrededor de PepitaJiménez concurren Las ilusiones del doctorFaustino (1875), El Comendador Mendoza(1877), Pasarse de listo (1878) y Doña Luz(1879). Casi veinte años más tarde viene lasegunda etapa, y en ella se agrupan Juanitala Larga (1895), Genio y figura (1897) yMorsamor (1899). Resulta evidente que D.Juan Valera entra ahora con pie seguro por elcampo de la novela, seguridad respaldada porlarga práctica literaria y epistolar.

También se pueden agregar diversosesbozos de novelas que nos han llegado endistintos estados de conservación. El primerintento novelístico de Valera (y la fecha esmuy importante, por lo que seguirá) fueCartas de un pretendiente (1850), novelaepistolar por la que pronto perdió interés yabandonó. El pretendiente de marras se llamaD. Luis, protagonista de una historia «dondehay amores, desafíos y casamientos», segúnValera: tenemos aquí la materia y forma dePepita Jiménez. Otra novela que quedó incon-clusa, a pesar de que Valera terminó buenaparte de ella, fue Mariquita y Antonio, unahistoria de amor cuya acción transcurre enGranada, y que se asemeja a sus novelas dela segunda etapa. Éstas son novelas psicoló-gicas con cierta repetición de temas: la ambi-ción frustrada y el conflicto entre el amor y lavocación religiosa. Casi todas se desarrollanen un escenario andaluz. Valera saca esosescenarios, temas y personajes de sus expe-riencias. El ambiente está creado desde sitiosconocidos: Mariquita y Antonio está salpica-da de reminiscencias de sus años juvenilesen Granada, donde Valera estudió la carrerade Derecho. Mientras que Pepita Jiménez y ElComendador Mendoza contienen detalles

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característicos de Cabra (ciudad natal delescritor, en la provincia de Córdoba), DoñaMencía (pueblo colindante a Cabra, en el quepasó parte de su juventud) presta los suyosal Villabermeja de Faustino y de ElComendador Mendoza y al Villalegre deJuanita la Larga. En estas novelas el colorlocal, las costumbres, las procesiones deSemana Santa, las tertulias, las excursiones,todo es auténtico, sacado de los recuerdosde Valera. Ni siquiera cambian los nombresde fuentes y cortijos. En cambio, en Pasarsede listo y en la última parte de Faustino Valerase aleja de Andalucía y desarrolla la acciónen Madrid, mientras que en Genio y figura elescenario cambia de Río de Janeiro a Lisboay de allí a París, ciudades todas que tambiénconocía muy bien. Sin embargo, aunque elejemplo de Estébanez Calderón, con el quecoincidió en Nápoles en los inicios de sucarrera diplomática, empujó a Valera al bor-de del costumbrismo, fue un discípulo malaprovechado, según afirma Evaristo Correaen Costumbristas españoles, «por su sabi-duría humanística y la cultura multiforme desu vida trashumante». Valera no es un cos-tumbrista al uso de Fernán Caballero, Pereda,Palacio Valdés o Pardo Bazán, a pesar de lostoques regionalistas de sus obras.

También hay rasgos autobiográficos enmuchos de sus protagonistas. Antonio(Mariquita y Antonio) es el joven Valera, pre-coz, atractivo, que siente ansia por amar. Por

otro lado, el Luis de Pepita Jiménez tienemenos de Valera, aunque la apreciación nos-tálgica que expresa por el paisaje andaluz seencuentra también en las cartas que Valeraescribió en sus visitas a su patria chica. Bienes cierto que el Valera crítico y observadorno podía menos que rabiar ante las lacras ymiserias de su tierra natal, pero allí estabatambién el Valera poeta para liberarla imagi-nativamente: «Este es un país pobre, ruin,infecto, desgraciado, donde reina la pillería yla mala fe más insigne. Yo tengo bastante depoeta, aunque no te lo parezca, y me finjootra Andalucía muy poética, cuando estoylejos de aquí.» (Correspondencia, 1875. Cartadirigida a su mujer desde Cabra, 15-X-1875).

Asimismo, en Faustino, Pasarse de listo y,finalmente, Morsamor Valera trata otro temaque le preocupa: la ambición frustrada. Eljoven Faustino cree tener talento, pero no pue-de decidir qué carrera escoger. En Madridprueba varias carreras, fracasa en todas y nologra, tras catorce años, más que un mediocreempleo en el Ministerio de Gobernación. Elcaso de Braulio (Pasarse de listo») es pareci-do. Valera no era un fracasado como Faustino,pero en 1875 todavía no había ocupado pues-tos importantes como diplomático (vendríanmás tarde), y su carrera como novelista esta-ba empezando. Veinte años más tarde, enMorsamor, el protagonista, ya viejo, está des-ilusionado porque la fama le ha eludido.Gracias a una poción mágica rejuvenece y lle-

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H I S T O R I A Y L I T E R A T U R Ava una vida de aventuras. Peroal morir se da cuenta de queesta segunda vida había sidosólo un sueño, y su ambición ysu ilusión, falsas. Sus hazañasheroicas únicamente habíancausado sufrimiento y muertes.Por fin, renuncia a toda ambi-ción y se refugia en la religión yla abnegación. Valera teníasetenta y cinco años y ya esta-ba ciego (desde 1799 D. Juandictaba todos sus escritos a D.Pedro de la Gala, alias Perikito,incluso mientras se afeitaba atientas) cuando escribióMorsamor, y la filosofía estoi-ca que expone es la filosofía deun viejo.

Hay otros temas quesiguen reapareciendo. EnPepita Jiménez, Luis luchaentre su vocación religiosa y

su amor, pero como no había tomado los últi-mos votos cuando se da cuenta de lo ende-ble de su llamada vocacional, se consideralibre para casarse con Pepita. La situación enDoña Luz es distinta: Enrique había sidomisionero muchos años, y su vocación eragenuina. Cuando se enamora de Luz el des-enlace feliz es imposible, y su muerte la úni-ca solución factible.

El tema del viejo y la niña también concu-rre en varias novelas. El propio Valera se casóa los cuarenta y tres años con una mujer deveintiuno (a la que había conocido cuandoella tenía siete u ocho años y de la que dijoentonces que «era fea como el pecado».Mucho tuvo que cambiar la joven o el propioValera, porque su opinión, catorce años des-pués, era radicalmente distinta). En PepitaJiménez D. Pedro fracasa en su propósito decasarse con Pepita, pero se consuela fácil-mente: si no gana una esposa, conserva unhijo. En El Comendador Mendoza y Juanita laLarga, los protagonistas se casan con muje-res mucho más jóvenes. Valera sostenía, qui-zá por propia experiencia, que un hombre yamayor pero bien conservado podía atraer auna chica joven. ¿O era, tal vez, coquetería?

El amor juega un papel importante entodas las novelas de Valera. Expresa una yotra vez su oposición al amor platónico. Lucía

Paladi, marquesa de Bedmar, de la que ya diji-mos que Valera definió como su gran amor,insistió en que sus relaciones fuesen platóni-cas, y Valera se sintió decepcionado. Según él,el amor tiene que incluir lo físico y lo espiri-tual. Cuando Luis le dice a Pepita que su deberes hacerse cura y que deben amarse platóni-camente, se encuentra con el rechazo con-tundente de sus argumentos porque para ellasu cuerpo es todavía más importante que suespíritu. En Las ilusiones del Doctor FaustinoMaría, a pesar de su creencia en que ella yFaustino estarán unidos en otra reencarna-ción, se echa en sus brazos: no puede espe-rar. El impulso erótico es tan fuerte en suspersonajes que las relaciones sexuales irre-gulares son comunes en todas las novelas.

La ilegitimidad es otro tema que sigueapareciendo. Luis y Luz sienten vergüenza acausa de su nacimiento y obran para expiar-lo. Lucía, la hija natural de Rafaela en Genioy figura, e Irene, la hija de Faustino, tambiénse avergüenzan de su nacimiento y se hacenmonjas. En El Comendador Mendoza el pro-blema se contempla desde el punto de vistade la madre, Dña. Blanca, que, anonadada porla culpa, muere de remordimiento, mientrasque su hija Clara nunca llaga a saber que esla hija del Comendador. Juanita es la únicaque no siente vergüenza por su ilegitimidad,pero piensa en vengarse de los insultos. Sinembargo, después de casarse con Paco, yaha adquirido lo que quiere en la vida y olvidasus propósitos de venganza.

Como decíamos al principio: aristócrata yacadémico, crítico y novelista, andaluz eru-dito e ingenioso. Todo esto fue D. Juan Valeraen vida. Pero es mejor terminar con el retra-to que de él hizo el crítico Manuel de laRevilla: ese altivo caballero de aristocráticotalante, de labio a la par benévolo y desde-ñoso, de grave e impasible fisonomía, dealzados hombros, entre los cuales apareceencajada una cabeza que jamás se dobla, esD. Juan Valera, el más donoso y erudito denuestros críticos, y uno de nuestros novelis-tas más amenos. Si reparáis en su aspectoos parecerá el más altivo de los aristócrataso el más estirado de los académicos. Tratadlede cerca y hallaréis en él el más amable ysimpático de los hombres y uno de los escri-tores que con más gallardía y desenfadomanejan hoy la prosa castellana.

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RECORDANDO los primeros años desu vida, Miguel Mihura declaraba:“Más tarde, a trancas y barrancas,

terminé el bachillerato en el colegio deSan Isidoro. Pero me ocurrió una cosa cu-riosa. Y es que a los ocho días de termi-narlo, ya no me acordaba de nada de loque había estudiado. Pero lo que se dicenada. Lo había olvidado todo. No recorda-ba ni un río, ni una montaña, ni un rey go-do, ni una raíz cuadrada, ni un mamífero,ni un monolito. Nada. No recordaba nada.Claro está que, para lo poco que yo salgode casa, me tiene sin cuidado saber dón-de está el mar Rojo, y me interesa muchomás saber dónde está El Corte Inglés.” Es-te comentario de Mihura, lleno de ironía, en-cierra una profunda verdad. Los conoci-mientos de los libros poco le aportaron a unhombre que todo lo bebió en la vida, en suparticular y perezosa vida. Por otra parte,sus compañeros de lo que se ha llamado“La otra generación del 27” (José LópezRubio, Edgar Neville, Antonio de Lara, Enri-que Jardiel Poncela), tampoco pusieron elmás mínimo interés en colgar un título uni-versitario de las paredes de sus casas. Sededicaron, principalmente a vivir con inten-sidad y a escribir sobre aquello que vivían,sacando el mayor jugo posible a sus expe-riencias.

EELL VVIIAAJJEE AA NNIINNGGUUNNAA PPAARRTTEE

Miguel Mihura Santos nace en Madrid el21 de julio de 1905, hijo de un famoso cómi-co presente en los teatros de la capital, quetambién firmaba sainetes, zarzuelas y come-dias, además de recorrer España en aquellascompañías ambulantes donde Miguel cono-ció desde dentro el mundo de los camerinos,las taquillas, las bambalinas, y las acroba-

Mihura,humor con mayúsculaJosé M.ª Torrijos Carrillo

Una de las muchas reuniones y tertulias donde vemos, entre otros, al director de cine TonyRomán, con el crítico de cine Alfonso Sánchez y con los escritores José López Rubio, Miguel

Mihura, Edgar Neville, entre otros.

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cias no sólo artísticas sino económicas delos contratos, los billetes de tren y las pen-siones. “Las largas horas en las estacio-nes, para empalmar y no perder fechas. Losequipajes que hay que hacer apresurada-mente después de terminada la función.Las fondas, las pensiones, el sueldo queno llega, los anticipos, las disputas por loscamerinos.” La compañía de bailarinas deAlady lo contrata como director escénicopara una gira por la provincia de Lérida, don-de parece que se enamoró de una de las bai-larinas.

En una palabra, la itinerancia y las candi-lejas, con esos alojamientos de pueblos ycapitales de provincia que tan bien diseñócomo único espacio para su obra más cono-cida: Tres sombreros de copa. Esos viajes aninguna parte, que describiría años despuésFernando Fernán-Gómez en otro conocidotítulo.

Deja la vida itinerante y comienza a publi-car dibujos humorísticos en las revistas dedicho género, entre ellas Buen Humor, don-de coincide con los jóvenes de su edad,antes mencionados: Neville, Jardiel, Tono yLópez Rubio, con los que anudará los lazosde la colaboración, del compañerismo y dela amistad. El teatro le había enseñado cuán-to prejuicio limita las relaciones humanas,

cuánta hipocresía maquilla la verdad y cuán-to artificio impide al ser humano dejar ver alpoeta y al niño que lleva dentro. Por eso susprimeros dibujos, sus iniciales relatos e his-torietas van justamente derechos a darle lavuelta al tópico, a romper las “buenas cos-tumbres” sin herir a nadie, con un punto deternura y una coma de melancolía.

La juventud de Mihura coincide con elcine mudo, y dentro del cine, con el estilode Chaplin, ese Charlot enamoradizo, sen-sible y poeta, capaz también de romper eluso de comer “spaguettis” con tenedor yaplicar ese tenedor a los cordones de unzapato. Más cerca, ya en España, coincideel joven Mihura con las vanguardias (yRamón Gómez de la Serna como gran pon-tífice de ellas desde el café de Pombo) y conlas teorías de Ortega y Gasset en La deshu-manización del arte, obra donde se defiendeun arte alejado de la realidad, lúdico y cir-cense a ser posible.

Los primeros escritos de Miguel Mihura,por tanto, son artículos, breves relatos en laprensa, la composición de algún cuplé olibreto de revista, los diálogos de algunaspelículas. Poco cosa, pero siempre con eltelón de fondo teatral en los sueños.

GGUUEERRRRAA YY PPAAZZ

Una intervención quirúrgica en la cade-ra le mantiene en cama tres años, mientrassus compañeros de aventura humorísticahan viajado a Hollywood, unos tirando deotros a la manera de las cerezas, comoguionistas de las versiones en español queallí se rodaban: Neville, López Rubio, Tonoy Jardiel. Durante este tiempo de convale-cencia, Mihura concibe su primera obra tea-tral, basada, como ya hemos indicado, ensu experiencia sentimental por tierras deLérida como director de la compañía Alady.Se titula Tres sombreros de copa y su fechade escritura es 1932. La mención del añoviene a cuenta porque dicha obra no logra-rá ser estrenada hasta veinte años más tar-de: exactamente el 24 de noviembre de1952. Los autores, actores, directores yempresarios amigos valoraban positiva-

Tres del “grupo” de humoristas del 27 que, tras su paso por el cine, cultivaron con más frecuen-cia el género de la comedia: Miguel Mihura, José López Rubio y Edgar Neville.

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mente la obra, pero la veían con un humortransgresor tan avanzado, tan lejos delpúblico de costumbre, que nadie se atrevíaa estrenarla. Y Mihura la guardó en uncajón, decepcionado.

La guerra civil impone su bélico parén-tesis y él termina instalándose en SanSebastián, para fundar y dirigir con su ami-go Tono, una revista de humor: LaAmetralladora, precedente de un humorabsurdo que pondría en circulación, a partirde 1941, con su nueva criatura editorial: LaCodorniz, la más famosa revista de humordel siglo XX español. Un humor atrevidísimoen aquella sociedad pacata, pero cuya pri-mera intención era hacer reir, hacer olvidarlas penurias de aquella España que intenta-ba levantar cabeza después de la masacre.En ella colaborarán los mejores humoristas(escritores y dibujantes) del momento.También en ella se dará a conocer un joven-cito que, con los años, llegará a ser susiguiente propietario y director: Álvaro deLaiglesia. Con este joven, Mihura colaborapara componer su comedia El caso de lamujer asesinadita, cuyo título descubre algran lector de novelas policíacas que MiguelMihura fue toda su vida. Porque sus prime-ras comedias están todas escritas en cola-boración: ¡Viva lo imposible! o el contable deestrellas, con Joaquín Calvo Sotelo y Nipobre ni rico, sino todo lo contrario, conTono, ambas de 1939.

SSUUBBLLIIMMEE DDEECCIISSIIÓÓNN

Las colaboraciones periodísticas y la edi-ción de La Codorniz no daban suficientedinero. Por eso, Mihura vuelve los ojos alteatro, pero con la lección aprendida: lo queno guste al público no merece la pena per-der el tiempo en escribirlo. Este pesimismo,propio de su carácter, pero avalado por elfrustrado estreno de su comedia más queri-da, se ve un poco zarandeado cuando ungrupo de teatro universitario (el TEU), con sujoven director a la cabeza, Gustavo PérezPuig, se empeña en estrenarle Tres som-breros de copa. Mihura accede desde elabsoluto escepticismo, porque para él, laobra “está pasada”, aunque para los jóve-

nes cómicos, la obra es de una absolutanovedad. El estreno en el Teatro Español, deMadrid, constituye un enorme éxito y unano menos enorme sorpresa para su autor.La comedia ganaría el Premio Nacional deTeatro y, desde entonces, quedará converti-da en una de las tres o cuatro obras impres-cindibles de nuestro teatro de posguerra.

Mihura se siente tan animado para escri-bir teatro que toma la sublime decisión devolver a escribirlo y al año siguiente estrenatres títulos: El caso de la señora estupenda,Una mujer cualquiera y A media luz los tres.A partir de ese momento, ganado el aplau-so de crítica y de público, el nombre deMihura no estará ausente de las tempora-das teatrales, con una o dos comedias poraño: El caso del señor vestido de violeta(1954), Sublime decisión y La canasta(1955), Mi adorado Juan (Premio Nacionalde Teatro, 1956), Carlota (1957), Melocotón

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Miguel Mihura estuvo muy vinculado al dibujo de humor desde susprincipios como escritor, especialmente en las revistas fundadas por él:

La Ametralladora y La Codorniz. Aquí vemos una de las muchas caricaturasque se le hicieron, obra de González Qrroyo.

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en almíbar (1958), Maribel y la extraña fami-lia (1959), El chalet de madame Renard(1961), Las entretenidas (1962), La bellaDorotea (1963), Ninette y un señor deMurcia (Premio Calderón de la Barca) yMilagro en casa de los López (ambas de1964), La tetera (1965), Ninette, “Modas deParis” (1966), La decente (1967), Sólo elamor y la luna traen fortuna (1968).

Todo el teatro de Mihura, según ha seña-lado Emilio de Miguel, gira en torno alenfrentamiento del individuo con la socie-dad, encarnado en muchas ocasiones en el

conflicto hombre-mujer. La pareja humanaes la fuente central de su dramaturgia. Y deambos binomios conflictivos (hombre-sociedad, hombre-mujer), surgirá la falta deentendimiento, la imposible felicidad y, portanto, la marginación. Puesto que Mihuraestá muy presente en sus obras de teatro (élmismo transmutado en esos solteros de suscomedias) su afirmación: “Mi teatro soy yoy una mujer enfrente”, nos dará muchas cla-ves de la presencia femenina en las obrasde aquel solterón empedernido. “Su teatroestá lleno de mujeres –escribió sobre Mihurasu amigo López Rubio-. Se llaman Maribel,Carlota, Ninette, la bella Dorotea, la mujerasesinadita, la señora estupenda, la decen-te, las entretenidas, y tantas más de su repe-tido pequeño mundo, que mejor diría vol-viendo al francés, “demi monde”. Porquefue hombre de apacibles malas costumbres,sin violencias, sin conflictos y resguardó,entre los algodones del humor, su propiocorazón, sin tomar en serio a las mujeres,más que lo preciso, “y así no hay modo deenamorarse, ni de nada”, con ese estribilloque repetía tanto.”. Pero conviene advertirque el mundo de Mihura no es un mundo demalos y buenos (sería demasiado simple enun autor tan completo), sino que la bondadnatural muchas veces aparece maquilladapor las costumbres y las etiquetas sociales.Por poner un ejemplo más cercano al lectorde hoy, los dibujos de Mingote están llenosde señores que representan el papel demalos, pero, en el fondo, si pudiera elegirlibremente, serían más buenos que el pan.

BBIIEENNVVEENNIIDDOO,, MMIISSTTEERR MMIIHHUURRAA

La obra teatral de Miguel Mihura no debehacernos olvidar sus colaboraciones cine-matográficas, que no debemos pasar poralto en una semblanza general como es lanuestra. Durante los años treinta, realizó losdiálogos para varios cortometrajes: Una defieras, una de ladrones y una de miedo y Lahija del penal (ambos títulos dirigidos por E.Maroto) y el guión y diálogos de Don ViudoRodríguez (dirigida por su hermanoJerónimo). La figura de Jerónimo Mihura,

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Cartel de la película Ninette y un señor de Murcia, interpretada por Fernando Fernán Gómez, AlfredoLanda, Aurora Redondo, etc. Muchas de las comedias de Miguel fueron adaptadas por él mismo al

cine y dirigidas por su hermano Jerónimo Mihura.

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quizá oscurecida por la de Miguel, mereceser recordada como un director de cine pro-lífico e interesante tanto por las películasque rodó como por sus colaboraciones endocumentales de NO-DO. Pero volviendo aMiguel, en 1940 rodó Un bigote para dos,en colaboración con Tono, doblaje dispara-tado de una película seria sobre la vida delcompositor Straus, experimento de unhumor tan nuevo, que dejó desconcertadoal público. Ya fuesen películas dirigidas porBenito Perojo o por su hermano Jerónimo,Miguel realizó los diálogos, argumentos oguiones de unas treinta películas entre 1940y 1960, algunos de los títulos, adaptacio-nes de sus propias comedias. De entretodos los títulos sobresale el guión y losdiálogos de Bienvenido, mister Marshall,que dirigida por Luis G. Berlanga es un títu-lo fundamental, inolvidable y ya clásico, enel cine español. La película era una sátiratan sutil del Plan Marshall, que la censurafranquista no la comprendió y la dejó pro-yectar tal cual. Sus personajes siguen vivosy haciéndonos reír. La Semana de Cine deValladolid y la Filmoteca Española, dedica-ron un interesante ciclo bajo el nombre de“Mihura y el cine”, en 1990, para volver aver o descubrir sus mejores películas.

Los últimos años de los hermanosMihura se comparten entre el piso de la calleGeneral Pardiñas, de Madrid, y su casa deFuenterrabía. En noviembre de 1976 serumorea que va a ser presentado como can-didato a ocupar el sillón K de la RealAcademia. Su amigo, y casi hermano geme-lo el humorista Tono, escribe en la prensaun artículo titulado: “Carta a MiguelMihura”, donde, entre otras cosas, dice:“Querido Miguel: Tengo entendido quedentro de unos días se decide tu candida-tura para ocupar ese sillón de la Academiaque, parece ser, no tiene a nadie que se lesiente encima en este momento y me ate-rra la idea de que te cojan distraído y te loadjudiquen. No porque tú no te merezcasese sillón y hasta una “chaise-longue”,sino porque te conozco como si te hubieravisto nacer y no entra en mi cabeza el quetú te levantes a una hora prudente y tevayas a la calle de Felipe IV y te sientes en

un sillón a inventar palabras con la de

ellas que hay en el diccionario que nadie

usa para nada. Y si ese sillón te lo man-

daran a Fuenterrabía o a General Pardiñas

por lo menos, la cosa sería llevadera; pero

eso de que tú te tengas que ir a la

Academia… ¡Vamos, que no…! […] Yo,

Cartel de la película Ninette y un señor de Murcia, interpretada por FernandoFernán Gómez, Alfredo Landa, Aurora Redondo, etc. Muchas de las comedias de

Miguel fueron adaptadas por él mismo al cine y dirigidas por su hermanoJerónimo Mihura.

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que, como sabes, te quiero bien, creo quetengo el deber de advertirte a tiempo dellío en que puedes meterte si no recapaci-tas a tiempo y, ¡hala! te metes en laAcademia a lo loco. […] tú te imaginas loque será ser académico? Yo no lo he sidonunca, pero me figuro que ya no podrá unoescribir como quiera; porque ahora, cuan-do se le antoja a uno describir a una seño-rita estupenda, por ejemplo, puede unodecir que está para parar un tren o que esla reoca, pero sabiendo uno que es aca-démico y que hay que ponerlo debajo de lafirma se sentirá como cohibido y acabarádescribiendo a un magistrado delSupremo.” Efectivamente, el 16 de diciem-bre, la Real Academia Española elige aMiguel Mihura como miembro para ocuparel sillón de la letra K mayúscula.Conociendo la timidez, la pereza y el indivi-dualismo del escritor, no nos sorprenderásaber que la zozobra y el desconcierto seapoderaran de él inmediatamente. No llegóa terminar y leer en sesión solemne su dis-

curso porque muere en su casa de Madridel 28 de octubre de 1977. A su memoriadedicaría años más tarde su amigo JoséLópez Rubio (exactamente el 5 de junio de1983), la lectura de su propio discurso “Laotra generación del 27”.

Ese discurso inacabado, al parecer, iba aversar sobre el concepto del humor. Nadamejor que cerrar este hilvanado recorridocon unas líneas suyas de años anteriores:“El humor es un capricho, un lujo, una plu-ma de perdiz que se pone en la cinta delsombrero. El humor verdadero no se pro-pone enseñar o corregir, porque no es esasu misión. Lo único que pretende el humores que, por un instante, nos salgamos denosotros mismos, nos marchemos de pun-tillas unos veinte metros y demos unavuelta a nuestro alrededor, contemplán-donos por un lado y por otro, por detrás ypor delante, como ante los tres espejos dela sastrería, y descubramos nuevos rasgosy perfiles que no nos conocíamos. Elhumor es verle la trampa a todo, darsecuenta de por dónde cojean las cosas,comprender que todo tiene un revés. Quetodas las cosas pueden ser de otra mane-ra, sin querer por ello que dejen de ser talcomo son, porque eso es pecado y pedan-tería. El humor es lo más limpio de inten-ciones, el juego más inofensivo. Es comoun sueño inverosímil, que, por fin se harealizado.”

Pureza de intenciones, nada de amargacrítica social ni política, nada de herir anadie, nada de un humor al servicio denadie. Poesía, ternura y elegancia. Un espe-jo para darnos la vuelta y vernos a nosotrosmismos. No parece un azar que Valle-Inclán,desde su ácido y corrosivo humor, y Mihura,desde su humor limpio e irónico, mencio-nen a los espejos para ver la realidad.

Necesitaríamos leer a Mihura de nuevopara ver hasta qué punto se llama hoyhumor a lo que es simple mala uva, y humo-ristas a los que no llegan a ser más simplesy burdos caricatos.

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AUNQUE el título pueda resultar des-concertante, el hecho es que estapregunta es fruto de la observación

repetida de un comportamiento.

EELL EESSCCEENNAARRIIOO

Presentemos los hechos. El profesorTimothy Pennings, profesor de Matemáticasen el Centro Universitario Hope College, a ori-llas del lago Michigan, en Estados Unidos,gustaba de pasear con su perro Elvis por lasorillas del lago. Jugando con el animal obser-vó, repetidas veces, que Elvis no se lanzaba alagua tras la pelota de tenis que su amo le lan-zaba desde el lugar del lanzamiento, sino quecorría por la orilla hasta un cierto punto, des-de el que nadaba para rescatar la pelota. Elpunto desde el que nadaba Elvis parecía mini-mizar el esfuerzo para recuperar la pelota.

La situación en que nos encontramos vie-ne ilustrada en la figura 1.

FIGURA 1

En la posición inicial A, el profesorPennings lanzaba la pelota, que terminabacayendo en el agua en la posición final B.

FFOORRMMUULLAACCIIÓÓNN MMAATTEEMMÁÁTTIICCAA DDEE LLAA SSIITTUUAACCIIÓÓNN

Llamando z a la distancia entre los puntosA y C, el interés nuestro –y el de Elvis– con-siste en determinar el valor de y, que hacemínimo el tiempo empleado en recuperar lapelota. Este tiempo, evidentemente, es fun-ción de la distancia y, indiquémoslo como:T[y].

Si la velocidad con la que corre Elvis porla arena la llamamos r, y la velocidad con quenada la denominamos s, tenemos que eltiempo empleado en la carrera es el resulta-do de dividir la distancia recorrida por la velo-cidad, es decir:

y por lo que respecta al tiempo empleadomientras nada, que es el trayecto desde elpunto D hasta la posición que ocupa la pelo-ta, el punto B, y que resulta ser la hipotenu-sa del triangulo rectángulo DCB, lo podemosexpresar como:

y, en definitiva, el tiempo total, como fun-ción de la distancia, pasa a ser:

[1]

¿Saben los perroscálculo infinitesimal?Agustín Alonso Rodríguez

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siendo los posibles valores que tome y losdel intervalo [0, z].

Llegados aquí, es el momento del CálculoInfinitesimal. La función en [1] alcanza sumínimo tras igualar a cero la primera deriva-da. Si lo hacemos, obtenemos el resultado:

[2]

Antes de continuar, un comentario. Si r ≤s, entonces el mínimo se alcanzaría cuan-do y = z. Es decir, si Elvis nada más rápida-mente que corre, entonces lo mejor que pue-de hacer el animal es lanzarse al agua desdeel lugar del lanzamiento y nadar toda la dis-tancia hasta B. Pero si r > s, entonces Elvisdebe correr por la orilla hasta el punto en elintervalo AC, que minimice el esfuerzo com-binado de correr y nadar.

La tarea siguiente consiste en asignarvalores a r y s para sustituirlos en [2].

Al jugar con la pelota de tenis el animalcorría una distancia media de 20 metros ynadaba una distancia media de 10 metros.Para medir las velocidades el profesorPennings utilizó un Frisbee o platillo, y trazóen la arena líneas para marcar los 20 metrosde carrera y los 10 de natación. Con ayudade un estudiante, y tras un total de 10 medi-ciones, promediando los resultados, estable-ció los siguientes valores para r y s:

r = 6,40 metros/segundos = 0,910 metros/segundo

y al sustituirlos en [2]

Es decir, el punto óptimo para lanzarse alagua es la distancia

y=0.144x [3]

a contar desde el punto C: el punto máspróximo a la pelota, situado en la playa.

Podemos parafrasear el resultado al quehemos llegado en [3] diciendo que es unahipótesis o modelo sobre el comportamien-to seguido por Elvis para recuperar la pelota.

El paso siguiente en este experimentoconsiste en comprobar si nuestra hipótesisse cumple. Aquí entran en juego la Estadísticay la paciencia de Elvis, porque hay que pediral animal que recorra las distancias y y x,establecidas por el modelo, repetidamente.Elvis fue obediente y accedió al experimen-to, que su amo realizó entre 50-60 veces, lan-zando la pelota. Sólo 35 de estos lanzamien-tos se ajustaron a las líneas marcadas en laarena, y, como el profesor Pennings consi-deró que 4 de estos resultados podían con-siderarse «aislados» o «anómalos», los des-cartamos, en este primer análisis, y las 31observaciones que vamos a utilizar vienenrecogidos en la tabla 1.

TABLA 1

AANNÁÁLLIISSIISS EESSTTAADDÍÍSSTTIICCOO

Ahora es el momento para la Estadística,es decir, es el momento de analizar estamuestra o conjunto de 31 observaciones, envistas a extraer la información que contienenel mensaje que encierran.

Comencemos representando los valoresde y y x en un diagrama de dispersión; es lafigura 2.

FIGURA 2

H I S T O R I A Y L I T E R A T U R A

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Esta nube de puntos parece indicar que alaumentar la x, aumenta la y. Además, pareceaceptable afirmar que una línea recta, conpendiente positiva, que pase por entre estospuntos, capte la tendencia creciente de sucomportamiento conjunto.

Con ayuda del paquete estadístico R, ajus-tamos a esta nube de puntos, la mejor línea,llamada la línea de regresión. El resultadoaparece en la figura 3.

FIGURA 3

La línea recta en la figura 3 es como ladirección ideal o mensaje que se desprendede los datos, conjuntamente considerados.

Geométricamente hablando, toda línearecta tiene un punto de arranque u ordenadaen el origen, y una inclinación o pendiente.Ambos valores nos permiten expresar analí-ticamente la línea recta mediante una ecua-ción:

[4]

α la ordenada en el origen, y β la pen-diente. Lo expresión en [4] es un ejemplo delo que se denomina un modelo matemático:es una expresión exacta. Ocurre, sin embar-go, y la experiencia nos lo confirma, que hayotros muchos detalles que afectan a la expre-sión en [4], que no representamos de mane-ra explícita, bien porque es imposible medir-los o bien porque nuestro conocimiento eslimitado. Si estos factores los agrupamos enotra variable, la variable u, podemos reescri-bir el modelo en [4] como

[5]

La expresión en [5] es lo que se denomi-na un modelo estadístico; la variable o tér-mino de error del modelo u es de capitalimportancia, aunque desconocida, pero debesatisfacer unos requisitos, como son que suvalor esperado o medio es cero, y que suselementos son independientes entre sí, y sedistribuyen de manera uniforme en torno osu media. En [5] lo que conocemos son losvalores de la y y de la x, y se trata de obtenero estimar los valores de α y β a partir de losvalores de la x y la y. Si se cumplen lossupuestos sobre el comportamiento de la u,los valores que obtengamos para α y β seránfiables.

Hay que destacar que a pesar que la u esuna variable tan importante, su presencia en[5] hace que [5] sea una expresión inútil, por-que al no conocer sus valores no podemosestablecer o predecir los de y. Por tanto, loprimero que vamos a hacer es eliminarla de[5]. Para ello tomamos el valor esperado opromedio de [5], E(.) , y como el valor espe-

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rado de la u es cero, por suposición, des-aparece. Es decir:

[6]

expresión que dice que el valor esperadoo promedio de la y, dados los valores de la ,es una línea recta, con una ordenada en elorigen, α, y una pendiente, β, y libre de laindeterminación que representa la variable u.Esta línea recta se denomina la línea de regre-sión ideal o verdadera.

Un detalle simplificador más. Parece razo-nable suponer que cuando la pelota cae en laarena, Elvis no se lanzará al agua. Este razo-namiento se traduce en poder reescribir [6]como:

[7]

tras anular la ordenada en el origen,haciendo α=0. El E(y/x) a partir de los datos

de la muestra se representa como ^y, y, a par-tir de los datos de la muestra, en lugar delverdadero valor de β obtendremos una apro-ximación o estimación del mismo, que seindica como

^β. En definitiva, [7] pasa a escri-

birse como:

[8]

Esta es la línea de regresión a nuestroalcance, es decir, la que podemos establecera partir de los datos de nuestra muestra en latabla 1.

Para obtener el mejor valor de utilizamosel paquete estadístico R, que nos da el resul-tado:

^y = 0.157 x [9]

Si representamos esta línea recta con lanube de puntos, tenemos la figura 3:

FIGURA 3

El valor de la pendiente de la línea rectade la figura 3 es:

Este es el valor a comparar con la solu-ción óptima dada en [3]: 0,144.

AANNÁÁLLIISSIISS DDEE LLOOSS RREESSUULLTTAADDOOSS

Lo primero a verificar, una vez obtenida lalínea recta en [9], es el cumplimiento de lossupuestos hechos para la variable u, acu-diendo a los residuos generados por [9], querepresentan una realización o plasmación dela u. En nuestro caso, los residuos validan elmodelo alcanzado.

H I S T O R I A Y L I T E R A T U R A

26 Núm. 81L.E.A.

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Ahora pasemos a las comparaciones. Loprimero a manifestar es que 0,157 y 0,144son parecidos, pero no iguales. Y por estotenemos que acudir, de nuevo, a la Estadís-tica, con mayúscula, para replantearnos lasituación en que nos encontramos como unacontrastación o comprobación de hipótesis.Es decir: ¿el valor es compati-ble con valor teórico obtenido en [3]: 0,144?

En el lenguaje especializado de laEstadística, la pregunta que nos hacemosqueda plasmada como dos hipótesis, que sedenominan la hipótesis nula: lo que quere-mos comprobar, con símbolo H0, y la hipóte-sis alternativa: la contraria o diferente de loque queremos comprobar, con símbolo Ha:

En palabras, nos preguntamos si, a partirde los datos sobre la y y la x, podemos afir-mar que la verdadera pendiente de la recta es0,144 o no es 0,144. Nosotros hemos obte-nido con R un valor para la pendiente de0,157, y a partir de este valor queremos con-cluir si la pendiente de la verdadera línea deregresión, de la verdadera relación entre la yy la x, es 0,144.

Una forma de comprobar hipótesis esta-dísticas consiste en establecer un intervalode confianza en torno al valor hipotetizado.Para ello nos servimos de los valores esti-mados con R, y vemos si el valor hipotetiza-do se encuentra en el intervalo.

Un intervalo de confianza marca un valormínimo y un valor máximo, entre los quepuede encontrarse el valor verdadero o valorhipotetizado, con una probabilidad elegidapor el investigador. Vamos a considerar aquídos intervalos: uno con un nivel de confian-za del 95%, y otro con un nivel de confianzadel 99%.

Intervalo de confianza del 95%: valor mínimo: 0,145; valor máximo: 0,168.

Intervalo de confianza del 99%: valor mínimo: 0,142; valor máximo: 0,172.

El valor teórico o hipotetizado es 0,144,que cae dentro del intervalo del 99% de con-

fianza. Es decir, el comportamiento de Elvis

no parece estar en contra de la hipótesis o

pregunta formulada en el título, con un 99%

de confianza.

CCOONNCCLLUUSSIIÓÓNN

A la pregunta inicial ¿conocen los perros

el cálculo infinitesimal?, la evidencia estadís-

tica, la evidencia de los hechos, no parece ir

en contra.

Lo expuesto aquí es un resumen y una

invitación a consultar el artículo original de

Bekmetjev, Pennings y Swanson: «Do Dogs

Know Calculus? A Statistical Investigation»,

en Stats, 41 [4], 2004, pp. 10-13. En ese artí-

culo se avanzan aspectos que complemen-

tan el análisis elemental que aquí se ha pre-

sentado.

Pero lo dicho es una muestra de cómo la

observación, las matemáticas y la estadísti-

ca permiten ilustrar respuestas a situaciones

de la vida normal, en las que las mascotas

dan muestras de saberes que, no en vano,

les han merecido el título de mejor amigo del

hombre.

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N U E S T R O S C O L E G I O S

L A arañita, «Tino», nos cuenta losdiálogos que tuvo con el Santo du-rante el vuelo:

Hola, niños, me llamo Tino y soy unaaraña pequeñita. En verdad Tino es el dimi-nutivo de «ragnettino», que en italiano sig-nifica «arañita», porque soy una araña deveras minúscula, pero a mí este nombre megusta, sobre todo porque rima con«Agostino», que es como se dice Agustín enitaliano, y me recuerda a mi santo favorito.En efecto, yo tejo mi tela entre las estatuasdel arca de San Agustín, en Pavía. El arca deSan Agustín no tiene nada que ver con elarca de Noé: aquél fue un barco de madera,en cambio éste es un gran monumento demármol, con bonitas estatuas y bajorrelie-ves y, en su interior, custodia en un cofre loshuesos del gran San Agustín. Además, elarca de Noé estaba lleno de animales, aquí,en cambio, estoy yo sola, la única araña quecustodia la tumba de San Agustín. ¿Cómodecís? ¿Queréis saber cómo me las apaño

para defender «mi» arca? ¡Bueno! ante todotengo los ojos y las orejas bien abiertas yasí me doy cuenta de cosas que se les esca-pan a los hombres.

A fuerza de estar solo, solito, sentí eldeseo de conocer a San Agustín; pero¿cómo podría yo comunicarme con él sisiempre estaba cerrado con llave dentro desu arca? Pero he aquí que hace pocos díasse presentó la ocasión propicia. Ahora os locuento.

Estaba yo plácidamente echado sobre lacabeza de una estatua del arca cuando vi lle-gar un cierto número de personas quecomenzaron a trajinar junto a la urna queguarda los huesos de San Agustín. Dadoque el cofre se encuentra debajo del altar,yo no podía ver qué era lo que estabanhaciendo; pero el inconfundible ruido de lla-ves me hizo exclamar: «¡Están abriendo elcofre; alguien quiere robar los huesos deSan Agustín!» Grité entonces con todas misfuerzas, pero nadie me oyó. Mientras tanto,el cofre fue levantado y puesto dentro de

El Santo y la arañita

La vida de San Agustín contada a niños

Por Sr. Marta de San Pietro (en Cieldoro), Agustina Sierva de Jesús y María. (Traducción: P. Gonzalo Díaz, OSA)

o bien

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una caja de madera. No se podía perder niun minuto de tiempo; era yo quien tenía quesalvar a Agustín. De inmediato di un salto y,sirviéndome de uno de mis hilos de telara-ña, logré introducirme en la caja antes deque cerrasen la tapa.

Me encontraba completamente inmersoen la oscuridad, y me di cuenta de que que-darme pasmado no servía para nada.Entonces intenté llamar:

–¡Agustín! ¡Agustín!, ¿te encuentrasbien?

¿Queréis saber qué sucedió? Sentí queme respondía:

–Cierto, Tino (no sé cómo se las arreglópara conocerme, bueno, misterio de lossantos), me encuentro estupendamente, yestoy listo para afrontar el viaje.

–¿Qué viaje? –le pregunté yo, y él:

–El viaje en avión, hasta Roma. Pero,cómo, ¿no sabes que voy a Roma por espa-cio de una semana?

–Bueno, pensé yo, al menos nadie estárobando los huesos de San Agustín.

Pero la verdad es que un viaje en aviónno estaba en mi programa. Mis ocho patastemblaron de miedo, pero no me atreví adecirlo; intentaría, más bien, convencer aAgustín de no hacer el viaje. Entonces,pensé decirle:

–Agustín, pero ¿no tienes miedo de via-jar en avión? ¡No lo has hecho nunca!

En verdad, era yo quien nunca habíavisto un avión en mi vida, pero sabía quevolaba muy alto, y que no era posible bajar

de él colgado de un hilo de mi tela. La res-puesta de Agustín me dejó de piedra:

–Pero Tino, yo ya he viajado en avión. Elaño pasado me fui hasta Martinafranca, enPuglia, y esta primavera he ido a Milán.

Yo no podía conocer estas cosas, porquedesde que nací, hace ahora un mes, siemprele he visto cerrado con cuatro llaves dentrode su cofre.

29Núm. 81 L.E.A.

En noviembre del pasado año se celebró el 1650 aniversario de la muerte de San Agustín.Para conmemorar este aniversario los huesos de San Agustín hicieron un largo viajedesde Pavía, en el norte de Italia, hasta Roma. Los restos de San Agustín reposan desdehace siglos en un cofre, dentro de una magnífica arca de mármol construida en su honor,en la iglesia de San Pietro in Cieldoro de Pavía. Allí tiene su tela una pequeña arañita,que viajó con San Agustín hasta Roma. Gracias a este viaje se encontraron por unas horasde nuevo San Agustín y su madre Santa Mónica, bajo las bóvedas de la Iglesia de SanAgustín de Roma, donde reposan los restos de su madre.

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30 Núm. 81L.E.A.

N U E S T R O S C O L E G I O S

–Viajar es peligroso... –intenté decir,pero Agustín continuó:

–Viajar me ha gustado siempre mucho.Amo la aventura y conocer lugares y perso-nas nuevas. Además, ¿sabes qué te digo?En el fondo la vida es un «viaje», un conti-nuo ir, con los pies o con el corazón, a labúsqueda de algo o alguien que pueda dar-nos una felicidad tal como para poder decir:Al fin me puedo parar y quedar aquí.

–Y ¿has encontrado tú la verdadera feli-cidad? ¿Has encontrado el sitio donde que-darte para siempre? –le pregunté yo ense-guida, pues admito que soy una arañitacuriosa. Él me contestó:

–Cierto que lo he encontrado, pero anteshe tenido que viajar mucho, pues mi cora-zón nunca estaba satisfecho, y me empuja-ba a seguir buscando la felicidad.

Llegados a este punto nos callamos, por-que habían levantado nuestra caja. Pensabaque el viaje ya había concluido (no imagina-ba que Roma estuviera tan lejos de Pavía),pero oí una voz que decía:

–¡Vamos, cargad las reliquias en elavión.

Sentí que un escalofrío invadía mi espal-da: Iba a comenzar lo más interesante. Mesentía como petrificado, y no conseguía qui-

tar del pensamiento lo que estaba suce-diendo.

Luego tuve una espléndida idea:

–¡Cuéntame tu historia mientras viaja-mos a Roma! –exclamé, y tengo que deci-ros, queridos niños, que no tuve que insis-tir mucho, porque Agustín empezóenseguida a contarme su vida:

–Nací hace 1650 años, en África delNorte, en Tagaste, una ciudad que hoy tieneotro nombre (se llama Souk Arhas, aunqueno importa si se te olvida), y se encuentraen Argelia. Mi padre se llamaba Patricio ymi madre Mónica. Tuve también un herma-no y una hermana. Mi primer viaje lo hice,siendo estudiante, a Madaura, una ciudadcercana. Frecuenté aquella escuela hasta losquince años. Luego regresé a Tagaste,donde permanecí todo un año sin estudiar.Debería haber ido a una ciudad más grandepara continuar los estudios, pero mi padreno disponía de suficiente dinero.

–¿Era pobre tu familia?, –pregunté yo,quizás con poco tacto.

–No –me respondió amablementeAgustín– mi familia no era pobre. Mi padretrabajaba en el municipio de Tagaste y hacíacuanto estaba a su alcance para que no nosfaltase nada. Además, por mí hubiera dado

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saltos mortales, pues se sentía orgulloso demi inteligencia, y deseaba que yo lograseuna buena posición. Pero para continuarcon los estudios tenía que ir a Cartago, dis-tante varias jornadas de camino de Tagaste,y el tener que pagar la comida y el aloja-miento requería una cantidad de dinero quesobrepasaba la capacidad económica de unfuncionario municipal. Pero he aquí que, unaño después, nuestro amigo Romaniano,que era muy rico, se prestó a ayudarnos, yde esta manera, a mis diecisiete años, pudetrasladarme a la famosísima Cartago, unaciudad que en la antigüedad ¡fue másimportante que Roma! Naturalmente, meestablecí allí, solo y lejos de la familia.Bueno, solo estuve bien poco tiempo, por-que pronto conocí a una muchacha y, cuan-do tenía diecinueve años, nació nuestro hijoAdeodato. No te digo el disgustazo de mimadre cuando descubrió esta situación...Era abuela y no lo sabía, y yo ¡ni tan siquie-ra me había casado! Además, mi madretampoco aprobaba el que me casase conaquella dulce chica joven (no me pidas, porfavor, que te diga el nombre, pues debo res-petar la ley de la privacidad). Mi madre medijo de todo. Mi padre, en cambio, no medijo nada, por la sencilla razón de que yahabía muerto.

–Te quedaste mucho tiempo en Cartago?–mi curiosidad era insaciable.

–Bueno, aunque no estuve de un modofijo en aquella ciudad, puedo decir que no ladejé del todo hasta que salí de África. Alprincipio, como era un estudiante sin dine-ro, procuraba no hacer muchos desplaza-mientos. Durante los tres primeros añosque estuve en Cartago no viajé mucho conlos pies, pero sí lo hice con la cabeza.Buscaba alguien que me enseñase a serfeliz; pero todos los sabios a los que escu-chaba, me parecían convincentes al princi-pio, pero luego me desilusionaban. Tambiénen los tres años siguientes que transcurríparte en Tagaste, donde ejercía como pro-fesor, parte de nuevo en Cartago, seguíaapoyándome en las ideas de estos falsossabios, aunque el anhelo de aprender y deencontrar la felicidad me empujaba haciauna continua búsqueda. Llegó un momentoen que el deseo de irme se hizo muy fuerte,pues a la sed que sentía de felicidad se jun-taba la imposibilidad de enseñar como sedebe a unos estudiantes que eran auténti-cos maleantes. Tenía ya veintinueve años.Decidí irme a Roma, y emprendí el viaje unpoco a escondidas, dejando a mi madre, ami compañera y a mi hijo Adeodato. Nohabía dicho nada a los míos; pero les escri-

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bí enseguida, en cuanto llegué, paradecirles dónde me encontraba, loque dio lugar a que también ellosemprendieran viaje a Roma, con elexclusivo intento de reunirse conmi-go. Sucedió que yo ya me había tras-ferido a Milán, porque en Romahabía tenido también una experien-cia desagradable con los alumnos:éstos, cuando las clases estaban a

punto de terminar, no pagaban al profesor,y desaparecían de la circulación. Por el con-trario, en Milán las cosas funcionabanmucho mejor desde este punto de vista.Incluso pronto me hice famoso, y un buendía me cupo la suerte de pronunciar un dis-curso en honor del Emperador.

–¡Seguro que te sentisteimportante!, –dije yo, imaginán-dome la escena.

–Pero ¿qué dices?, –me res-pondió Agustín–; todo lo contra-rio, pues poco después de midiscurso me sentí solo, un vani-doso vacío e infeliz. Pasadosalgunos meses, ¿a quienes veoaparecer?: a mi madre conAdeodato, la joven muchacha y,sorpresa, también mi hermanoNavigio. Es cierto que mi madreha sido siempre una mujervaliente y fuerte; además, reza-ba mucho y se fiaba de Dios. Medecía continuamente que un díame haría cristiano, pero yo la tomaba elpelo.

Justo mientras hablaba de «tomar elpelo» se me erizaron las patitas porque elavión comenzó a tambalearse. Inútil es decirque yo estaba atemorizado. En cambio, elSanto no se inmutó:

–Ha sido un bache de aire, –dijo con des-envoltura, y prosiguió con su relato–. Elobispo de Milán era una persona importan-te, buena y culta. Se llamaba Ambrosio, ytodos los que iban a escucharle quedabanfascinados con su elocuente palabra. Mimadre estaba completamente pendiente desus labios, y no cesaba de decirme: «¡Oh!,qué bien habla el obispo!; deberías ir aescucharle. Es un Santo.» Al fin consiguió

convencerme, y fui a escucharlo, movidopor el deseo de conocer el estilo que usabaen sus discursos, pues también yo enseña-ba a mis estudiantes el arte de hablar conelegancia. ¿Sabes qué te digo? Mi madretenía toda la razón: Ambrosio hablaba demanera fascinante, por lo que continuéyendo a escucharle. Hablaba siempre deDios y, poco a poco, este argumento que meentraba por los oídos, comenzó a penetraren el corazón, y me ayudó a comprenderque quizás me encontraba en el caminoapropiado para encontrar la felicidad quetanto ansiaba. En Milán conocí tambiénotras personas, entre las cuales Ponticiano,un norte-africano como yo, que me habló dela vida feliz de aquellos que creían en Dios yvivían consagrados completamente a Él. Era

maravilloso, por lo que me diri-gí a mi amigo Alipio (yo no viajonunca, ni con los pies, ni con elcorazón, sin la compañía demis mejores amigos) y le pre-gunté: «Por qué las personasque han estudiado menos quenosotros consiguen entenderque es Dios quien da la felici-dad, y nosotros nunca nosdecidimos?» En aquel momen-to ni siquiera Alipio conocía larespuesta justa, pues no había-mos entendido todavía que aDios no se le encuentra usandola inteligencia, sino el corazón.

Pero muy pronto el Señor nos habló.

–¿Os habló?! –exclamé yo asombrado–.¿Oísteis realmente su voz?

Agustín sonrió, y me explicó:

–Dios habla siempre a través de las per-sonas que pone en nuestro camino, conlos acontecimientos que se suceden, pero,sobre todo, a través de la Biblia, que esprecisamente la Palabra de Dios. Yo, hastaaquel momento no la leía de muy buenagana, porque no está escrita con elegancialiteraria. Pero luego he comprendido quesu belleza no está en el estilo, sino en elhecho de que es Palabra de Dios, una largacarta que Él nos ha escrito. Un día en quelloraba desesperado, echado bajo la copade una higuera, me pareció sentir una voz

N U E S T R O S C O L E G I O S

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que me repetía: «Toma y lee.» Entoncesabrí la Biblia y leí una frase que decía queno hay que pensar siempre en el comer yen el beber hasta embriagarse, sino que esnecesario revestirse de Jesucristo. De estemodo, entendí qué era lo que el Señor que-ría de mí. Corrí a buscar a mi madre y ledije: «Madre, quiero hacerme cristiano, esmás, deseo vivir como Cristo, consagrar-me a él.» Imagínate su alegría. TambiénAlipio tomó la misma resolución.Enseguida comenzamos a estudiar el cate-cismo para prepararnos para el bautismo.Con nosotros estaba también Adeodato. Ysabes ¿quién nos bautizo? El propio SanAmbrosio. Era la noche de Pascua. Yo teníaya treinta y tres años y mi hijo catorce.

Intentaba imaginarme la escena, lasolemnidad del momento, la alegría de lospresentes, pero de repente me di cuenta quehabía perdido de vista un personaje:

–Y aquella mujer, la mamá de Adeodato,de la que no quieres decirme el nombre,¿estaba con vosotros en aquella ocasión?

Agustín, con cierto apuro, me respondió:

–No, no estaba ya con nosotros.Regresó a África unos meses antes. Existíaun obstáculo legal que me impedía casarmecon ella, por pertenecer a clases socialesdiversas y no permitirlo las leyes vigentes.Por eso mi madre le hizo entender que noera posible el matrimonio y que su presen-cia a mi lado hubiera podido obstaculizar micarrera. Yo estaba muy enamorado de ella ysufrí mucho con su marcha. Además no meagradó el comportamiento de mi madre.Ella, en cambio, como era muy buena chica,aceptó alejarse. Más tarde supe que ellahabía encontrado como yo a Dios y se habíaconsagrado a Él. También por este motivohe preferido no revelar nunca su nombre,para que no se convirtiera en objeto de chis-morreos.

–Y después, ¿qué sucedió?, –preguntéyo, que me sentía totalmente trasportadopor el relato, y un poco como el propioAgustín mientras escuchaba a Ambrosio.

–Todos juntos decidimos ponernos enviaje. De Milán regresamos a Roma, y desdeallí a Ostia, donde pensábamos coger el barco

para África. Mimadre se sentíamuy feliz por ladecisión que habíatomado; nunca lahabía visto tan sere-na. Hablábamossiempre de Dios, yuna tarde, mientrasintentábamos pen-sar cómo será elParaíso, nuestrasalmas «cogiendo elvuelo» se fueron aechar una ojeada poraquellos parajes.

–¡Al Paraíso! Unviaje de verdadespecial –comentéyo.

–Sí –respondióAgustín–, fue unaexperiencia bellísi-ma. En aquellos díasmi madre me dijo:«Ahora puedo morirtranquila, porque tú has encontrado a Dios»,y sucedió que, por desgracia, pocos díasdespués murió allí mismo, en Ostia, lejos desu patria.

–¡Qué pena, el morir así tan lejos de supatria! –exclamé yo; y Agustín, con gransorpresa por mi parte, añadió:

–Esto mismo la dije yo cuando me dicuenta de que ya no se recuperaría. Peroella me contestó que al Señor no le seránada difícil el encontrar mi cuerpo pararesucitarlo al final de los tiempos. Despuésme suplicó que rezara por su alma ante elaltar de Dios en cualquier sitio que meencontrase.

–¿Qué hicisteis después de la muerte deMónica? –pregunté ansioso.

–El caso es que la nave ya había zarpado,y la próxima no lo haría hasta pasados algu-nos meses. Entonces me volví a Roma ycomencé a observar con atención cómovivían los cristianos, especialmente los quehabían consagrado su vida a Dios.

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34 Núm. 81L.E.A.

–Los monjes y las monjas –dije yo,dando a entender que lo había comprendi-do.

–Sí –confirmó Agustín–, si bien es ver-dad que en aquellos tiempos no se les lla-maba así, ni los conventos estaban organi-zados como lo están ahora. La primera vezque yo estuve en Roma no me percaté decuántos cristianos había en aquella ciudad,ni me enteré de lo felices que eran, inclusoen los momentos difíciles, porque el Señorestaba con ellos. A mis treinta y cuatro añosregresé por fin a Tagaste, mi casa, y ense-guida, junto con mis amigos, tomamos ladecisión de dedicarnos de lleno a lograr unconocimiento cada vez más perfecto deDios. No queríamos ser sacerdotes, sinovivir sólo como monjes, rezando y trabajan-do juntos.

Llegados a este punto,Agustín se paró, para vol-ver a pensar en su tierra yen aquel grupo deHermanos, entre los cualesestaba también Adeodato,que murió cuando teníasólo dieciséis años. Yo, encambio, tenía otro pensa-miento:

–Pero tú fuiste consa-grado obispo, por lo que nofuiste siempre un monje!–Agustín continuó con surelato:

–El Señor guarda siem-pre alguna sorpresa a sus hijos. Un buen díaun joven de Hipona me hizo saber que si meconociera en persona, casi seguro queentraría a formar parte de nuestro grupo demonjes. Yo, en respuesta, emprendí denuevo viaje y me fui a Hipona. Hablé coneste muchacho, explicándole que es nece-sario conocer la voluntad de Dios y mos-trarse disponible para secundarla. No sé siel joven entendió mis palabras, pero elSeñor las había escuchado y, sin perder unmomento, me puso a prueba para ver si yolas cumplía. Acababa de entrar en la cate-dral para escuchar el sermón del obispoValerio, y al instante me di cuenta de que lagente se volvía y cuchicheaba: «Mira, está

ahí Agustín. Sí, es él.» No hay que ser moti-vo de distracción en la Iglesia, pensé, yenseguida me centré en escuchar al obispo.Valerio era anciano, pero hablaba con grandulzura. En aquel momento estaba diciendoa sus fieles:

«Yo ya soy anciano y me encuentro can-sado; necesitaría un sacerdote que me ayu-dase. Pidamos al Señor que nos envíe pron-to un hombre digno de ser sacerdote.»

–Los que me habían visto entrar en laiglesia comenzaron enseguida a gritar:

–«¡Agustín sacerdote! ¡Agustín sacerdo-te!»

–Y acercándose a mí me cogieron y mellevaron en volandas hasta ponerme delan-te del obispo, quien me consagró sacerdo-

te.

–¿Pero tú no te opu-siste? Cogido así, deimproviso...

–Querido Tino, elsiervo no debe contrade-cir al patrón. Además,¿qué otra cosa podíahacer? Era evidente queel Señor quería esto demí. Fue entonces cuandofundé un nuevo monas-terio en Hipona paracontinuar viviendo comofraile. Cuando fui consa-grado obispo continuéteniendo conmigo her-

manos sacerdotes, de los cuales muchosllegaron a ser obispos de otras ciudades yéstos, a su vez, fundaron también monaste-rios. No sabría decir cuántos monasteriosde hombres y de mujeres había en África enel momento de mi muerte.

–¿Fundaste también monasterios paramujeres? –pregunté yo, que, como ya dije,soy muy curioso.

–Sí, y en uno de éstos era superiora mihermana, que murió antes que yo. No hable-mos de sus hermanas de comunidad, quetenían serias dificultades en aceptar a lanueva superiora, por lo que me tocó a míescribirles una larga carta y, con ella, unaregla de vida; era la misma que observába-

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mos los frailes, tratando así de explicarcómo es posible vivir unánimes con un solocorazón y una sola alma hacia Dios.

Un cambio de dirección del avión militaren el que viajábamos me dio a entender quenos preparábamos para el aterrizaje. Peroyo aún tenía muchas preguntas que hacer aAgustín, por lo que continué:

–He oído decir que tú eres un «Padre dela Iglesia». ¿Qué significa esto?

–Quiere decir que en mis libros he escri-to cosas que han ayudado a los estudiososde la Sagrada Escritura y de la vida cristia-na a conocer mejor a Dios. No me conside-ro más inteligente que otros; es más, sémuy bien que he logrado entender todocuanto he escrito gracias a la ayuda de Dios,porque no se puede hablar ni escribir deDios si antes no se reza mucho. No te ocul-to que una vez quise entender más de lo queme permitía mi capacidad humana y, natu-ralmente, no lo conseguí. Recuerdo muybien que estaba escribiendo un libro acercade la Santísima Trinidad. Un argumento deverdad difícil. Rezaba y rezaba, pero no con-seguía entenderlo. Me decidí entonces a darun paseo por la playa, con el fin de aclarar-me un poco las ideas. En un momento dadovi que un niño había hecho un agujero en laarena, y con una concha se afanaba, yendoy viniendo del mar al agujero, depositandoen éste el agua que había recogido con laconcha. Estaba concentrado y con muchaseriedad en su empeño. Me paré a una cier-ta distancia y observé la escena. Despuésme acerqué y le dije: ¿Qué estás haciendo?Me respondió que quería echar toda el aguadel mar en el agujero que había hecho en laarena. Yo sonreí, y le hice notar que lo quepretendía hacer era una cosa imposible,dado que el mar es inmensamente grandemientras que el agujero excavado en laarena era muy pequeño. Entonces él me diouna respuesta que me dejó de piedra:

–Y tú ¿cómo es que pretendes hacer queentre en tu pequeña cabeza el inmenso mis-terio de la Trinidad?

Agustín, pensativo, se paró de nuevo,recordando, probablemente, aquel día ypensando cuán necios somos a veces loshombres. Ahora, que está ya en el Paraíso y

sabe cómo es Dios, seguramente se hadado cuenta de que el Señor es mucho másgrande de cuanto los hombres se imaginan.Estas cosas las entiendo incluso yo, que soyuna arañita, y por eso no le he preguntadoen qué estaba pensando. Pero poco des-pués él prosiguió a solas el relato:

–Viví en Hipona hasta el día de mi muer-te, pero nunca estuve quieto, sino que con-tinué viajando para participar en Conciliosde Cartago, visitar a otros obispos y, dondeno podía llegar con los pies, lo hacía conmis libros y mis cartas. En aquellos tiemposno había ni aviones, ni coches, ni siquierabicicletas; se necesitaban muchos días parahacer un viaje que ahora se hace en pocashoras.

Y, en efecto, habían trascurrido pocashoras desde que habíamos dejado nuestraBasílica de San Pedro en Cieldoro, en Pavía,y ya estaban descargando la caja en el aero-puerto de Ciampino. Pero disponíamos,todavía de un poco de tiempo antes de lle-gar al punto de destino, por lo que, sin per-der el ánimo, proseguí el diálogo:

–Realmente tienes razón al decir que lavida es un viaje, y tú has experimentado quees preciso tener el corazón siempre encamino para descubrir la felicidad. Veo, no

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obstante, que tú has continuado viajandotambién después de muerto. ¿Cómo llegas-te a Pavía?

–A mi muerte, el veintiocho de agostodel año cuatrocientos treinta, el ImperioRomano había comenzado a ser invadidopor pueblos bárbaros, que no eran cristia-nos y destruían todo. Ya en los últimos díasde mi vida, Hipona estaba asediada. Duranteuna de estas invasiones (no recuerdo biencuál, pues ya había muerto), mis hermanostuvieron que huir por mar, y decidieron lle-varse consigo mis restos con el fin de nodejarlos a merced de los infieles. Navegandoen vía recta llegaron a Cerdeña, a Cagliari, yfundaron allí monasterios según el estilo devida que yo había iniciado. (A propósito, megustaría el poder hacer un viaje a Cerdeña,porque allí quedó un hueso de mi brazo, yquisiera comprobar dónde se encuentra,pues, de este modo, el día de la resurrec-ción sé dónde debo ir a recogerlo.) Unos300 años después de mi muerte un bárba-

ro, Liutprando, rey de los Longobardos,compró mis huesos a precio de oro y orde-nó que se trasladasen a Pavía, que era laCapital de su Imperio.

–¡Pero si me acabas de decir que losbárbaros obligaron a tus hermanos a aban-donar África, y que eran enemigos de loscristianos! –la verdad es que ya no enten-día nada.

–Con el correr del tiempo –me explicóAgustín– también los bárbaros completaronsu propio «viaje» espiritual y se hicieroncristianos. El propio rey Liutprando estáenterrado en Pavía, en la Iglesia de SanPedro, en Cieldoro, lo mismo que yo.Cuando regresemos te enseñaré el lugarexacto. No se debe juzgar mal a los «bárba-ros», pues son personas que todavía estánviajando. Y, a propósito de viaje, presientoque ya estamos llegando a la iglesia que llevami nombre en Roma. Ahora tengo una cosaimportante que hacer. ¡Adiós!

Y así, queridos niños, Agustín terminó surelato. Sin embargo, sentía curiosidad porsaber cuál era la cosa tan importante quetenía que hacer. Pensaba que querría seguircon atención la fiesta que le habían prepa-rado sus Hermanos y Hermanas y todaaquella gente que lo estaba aclamando. Sinembargo, ¿sabéis a quién quería encontrar?A la persona más querida que había tenidoen este mundo, aquella con la que habíahecho su primer «viaje», el de su nacimien-to. Estoy hablando de Mónica, su madre,cuyos restos se guardan en la Iglesia de SanAgustín desde 1430. Hacía 1617 años queno se veían en esta tierra, aunque en elParaíso están sentados muy cerquita el unodel otro contemplando la belleza de Dios.Ahora se vuelven a encontrar aquí.

Calladitos, evitemos molestarles. Hanrealizado un largo viaje, han encontrado aquien podía hacerles felices y, después dedieciséis siglos, tienen derecho a estar unpoco a solas.

También yo os saludo, y recordad que lavida es un viaje y que, aunque a veces seafatigoso, lo importante es caminar en lajusta dirección.

Adiós

Pedro Alberto Sánchez Sánchez

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Pedro Alberto Sánchez Sánchez

GGRRAACCIIAASS,, JJUUAANN PPAABBLLOO IIII

BBIIOOGGRRAAFFÍÍAA

Karol Józef Wojtyla, conocido comoJuan Pablo II desde su elección al papadoel 16 de octubre de 1978, había nacido enWadowice, una pequeña ciudad a 50 km. deCracovia (Polonia), el 18 de mayo de 1920.Era el segundo de los dos hijos de KarolWojtyla y Emilia Kaczorowska. Perdió a sumadre en 1929, a su hermano en 1932 y asu padre en 1941.

Terminados los estudios de enseñanzamedia en la escuela Marcin Wadowita deWadowice, se matriculó en 1938 en laUniversidad Jagellónica de Cracovia y enuna escuela de teatro. Cuando las fuerzasde ocupación nazi cerraron la Universidad,en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar enuna cantera y luego en una fábrica químicapara ganarse la vida y evitar la deportacióna Alemania.

A partir de 1942, al sentir la vocación alsacerdocio, siguió las clases de formacióndel seminario clandestino de Cracovia. Trasla segunda guerra mundial continuó susestudios en el seminario mayor de Cracovia,

CRÓNICA DESDE ROMA

La muerte de Juan Pablo II y la elección del nuevo Papa

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nuevamente abierto, y en la Facultad deTeología de la Universidad Jagellónica hastasu ordenación sacerdotal en Cracovia el 1de noviembre de 1946. Fue enviado a Roma,donde se doctoró en 1948 en Teología, conuna tesis sobre el tema de la fe en las obrasde San Juan de la Cruz. En aquel períodoaprovechó sus vacaciones para ejercer elministerio pastoral entre los emigrantespolacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario endiversas parroquias de Cracovia y capellánde los universitarios hasta 1951, cuandoreanudó sus estudios filosóficos y teológi-cos. En 1953 presentó en la UniversidadCatólica de Lublin una tesis titulada«Valoración de la posibilidad de fundar unaética católica sobre la base del sistema éticode Max Scheler». Después pasó a ser pro-fesor de Teología Moral y Ética Social en elseminario mayor de Cracovia y en la facul-tad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado porPío XII Obispo Auxiliar de Cracovia. Recibióla ordenación episcopal el 28 de septiembrede 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia).

El 13 de enero de 1964 fue nombradoArzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien lehizo cardenal el 26 de junio de 1967.

Además de participar en el ConcilioVaticano II (1962-65), con una contribuciónimportante en la elaboración de la constitu-ción Gaudium et spes, el Cardenal Wojtylatomó parte en todas las asambleas delSínodo de los Obispos.

Entre sus documentos principales seincluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortacionesapostólicas, 11 Constituciones apostólicasy 45 Cartas apostólicas. Juan Pablo II tam-bién publicó cinco libros: Cruzando elumbral de la esperanza, Don y misterio: enel quincuagésimo aniversario de mi ordena-ción sacerdotal, Tríptico romano -Meditaciones, libro de poesías (marzo de2003), ¡Levantaos! ¡Vamos! y Memoria eidentidad.

Realizó 104 viajes pastorales fuera deItalia y 146 por el interior de este país.Además, como Obispo de Roma, visitó 317de las 333 parroquias romanas.

Juan Pablo II presidió 147 ceremoniasde beatificación –en las que proclamó 1.338beatos– y 51 canonizaciones, con un totalde 482 santos. Celebró 9 consistorios,durante los cuales creó 231 (+ 1 in pectore)Cardenales.

ÚÚLLTTIIMMOOSS DDÍÍAASS

El pasado domingo de Pascua, 27 demarzo 2005, Juan Pablo II impartió, por últi-ma vez, la bendición «Urbi et orbi». Lo hacíasin voz y con gran sufrimiento. Todos lopudimos ver gracias a la televisión. Eraobvio que el Papa se encontraba mal. Noobstante, no podíamos sospechar que esta-ba a punto de abandonarnos.

Todavía, el miércoles 30 de marzo, elPapa Juan Pablo II se asomó a la ventanade su estudio privado, como cada miérco-les, para bendecir a los fieles congregadosen la Plaza de San Pedro.

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En la noche del jueves 31 de marzo JuanPablo II, a pesar de la alta fiebre que pade-cía, decide no salir de su apartamento,renunciando a ser de nuevo internado en elconocido hospital Gemelli. Este dato confir-ma la sospecha de la gravedad extrema delPapa. Por primera vez, renuncia a volver alhospital el Papa que lo frecuentó con todanormalidad.

El viernes 1 de abril los partes médicosque nos transmitía Navarro Vals, portavozdel Vaticano, confirmaban la gravedad delPapa. La plaza de San Pedro, una vez más,se convertía en lugar de oración. A las nuevede la noche comenzó, como «oración ofi-cial», la plegaria del Rosario. La plaza, quehabitualmente cierra sus puertas a las oncede la noche, se vio obligada a continuarabierta: muchos cristianos querían estar lomás cerca posible del Papa en los que, sinlugar a duda, eran sus últimos momentoscomo ciudadano de este mundo.

El sábado 2 de abril, al terminar en laplaza la programada plegaria del Rosario, losteléfonos móviles comenzaron a difundir latriste noticia: «el Papa ha muerto». La noti-cia oficialmente no se daba. Posiblemente seesperaba a que el Cardenal Ruini, Vicario delPapa para la Diócesis de Roma, finalizase laSanta Misa que estaba presidiendo en laCatedral de Roma, Basílica de San Juan deLetrán, por el Papa agonizante. Así lo pen-sábamos muchos de los que nos encontrá-bamos aquella tarde en la Plaza de SanPedro, mirando sin pestañear las ventanasdel apartamento pontificio. Una hora des-pués de terminar el Rosario, de que losmóviles comunicaran con sus mensajes queel Papa había muerto, «el campanone» de laBasílica de San Pedro comenzó a doblar.Minutos antes nos habló a los que estába-mos congregados en plaza San Pedro el sus-tituto de la Secretaría de Estado, Mons.Leonardo Sandri: «Alle 21:37 h. il nostroSanto Padre é tornato alla casa del Padre».Se cantó la «Salve Regina», se rezó el «Deprofundis»… era el inicio de una prolonga-da vigilia de oración por el Papa difunto quese prolongó toda la noche. Vigilia en la queno cesaron cantos que hablaban de resu-rrección. Vigilia que había sido convocada

por la muerte, pero en la que la muerte teníamuy poco que decir, porque Juan Pablo II,para la gran mayoría, continuaba vivo. Enplaza San Pedro se rezó, se lloró, se confir-maron la fe y la esperanza en CristoResucitado.

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El 3 de abril, «Domenica in albis», pordeseo de Juan Pablo II «Domingo de la divi-na misericordia» (devoción muy arraigadaen Polonia), el Cardenal Sodano, Secretariode Estado, celebró la Santa Misa ante lamultitud congregada en Plaza San Pedro.Era la primera «Misa oficial» por el eternodescanso del Papa difunto.

Los restos mortales de Juan Pablo II fue-ron expuestos en la sala clementina delpalacio apostólico hasta el lunes 4 de abril,día en el que, a las cinco de la tarde, se tras-ladaron desde la sala clementina hasta laBasílica de San Pedro, donde todos los fie-les podrían acceder.

Al traslado siguieron largas colas y horasde espera. La gente era capaz de esperarhasta veinte horas para rendir homenaje alPapa difunto. La calle se convirtió en dor-mitorio para una multitud dispuesta a cual-quier sacrificio (dormir en saco, sobre ado-quines, con mucha humedad…) para poderestar presente en la Misa de exequias.

La Misa de exequias fue presidida por elDecano del Colegio Cardenalicio, el enton-ces Cardenal Ratzinger. Como recuerdo deaquella ceremonia reproduzco unas palabrasde su homilía: «Sígueme, esta palabra lapi-daria de Cristo puede considerarse la llavepara comprender el mensaje que viene de lavida de nuestro llorado y amado Papa JuanPablo II, cuyos restos mortales depositamoshoy en la tierra como semilla de inmortali-dad, con el corazón lleno de tristeza, perotambién de gozosa esperanza y de profundagratitud […] Ninguno de nosotros podráolvidar cómo en el último domingo dePascua de su vida el Santo Padre, marcadopor el sufrimiento, se asomó una vez más ala ventana del Palacio Apostólico Vaticano ydio la Bendición Urbi et Orbi por última vez.Podemos estar seguros de que nuestroamado Papa está ahora en la ventana de laCasa del Padre, nos ve y nos bendice, sí,bendíganos Santo Padre. Confiamos tu que-rida alma a la Madre de Dios, tu Madre, quehe ha guiado cada día y te guiará ahora a lagloria eterna de su Hijo, Jesucristo Señornuestro. Amén.»

HHAABBEEMMUUSS PPAAPPAAMM

CCÓÓNNCCLLAAVVEE YY EELLEECCCCIIÓÓNN

En la mañana del 18 de abril de 2005 elDecano del Colegio Cardenalicio, cardenalJoseph Ratzinger, presidió en la BasílicaVaticana la Santa Misa por la elección delRomano Pontífice. En esta Misa concele-braron los 115 cardenales electores delCónclave. En ella la Iglesia pidió a Dios unnuevo Papa como don de su bondad y pro-videncia. El Cardenal Ratzinger hizo hinca-pié, en su homilía, en los dones que Cristo,subiendo al cielo, dio a los hombres: após-toles, profetas, evangelistas, pastores ymaestros para construir su cuerpo, laIglesia. El cardenal exhortó a toda la Iglesiaa rezar por el don de un nuevo pastor: «Enesta hora, sobre todo, recemos con insis-tencia al Señor, para que después del grandon del Papa Juan Pablo II nos done nue-vamente un pastor según su corazón, unpastor que nos guíe al conocimiento deCristo, a su amor, a la dicha verdadera.Amén.»

A las 16:30 h. del mismo lunes 18 deabril, según lo establecido por la Congrega-ción General de los Cardenales, tuvo lugar elingreso de los Cardenales en la CapillaSixtina, y el juramento para la elección delnuevo Papa, como está previsto por el OrdoRituum Conclavis. Después del juramento,el maestro de las celebraciones litúrgicaspontificias intimó el «extra omnes». Hastaeste momento llegaron las cámaras de tele-visión. De esta manera, 115 cardenales de52 países, que representaban a los 5 conti-nentes, iniciaron el primer cónclave del ter-cer milenio para elegir al 264 sucesor dePedro, es decir, el 265 Papa de la historia dela Iglesia Católica.

La primera «fumata» tuvo lugar elmismo día 18 de abril. Fue negra. Al díasiguiente, el día 19 de abril de 2005, a las17:50 horas la «fumata» blanca nos anuncióla elección del nuevo Papa, es decir, delnuevo Obispo de Roma y sucesor de SanPedro, principio y fundamento perpetuo yvisible de unidad, tanto de los obispos comode la muchedumbre de los fieles.

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A las 18:43 horas se abría la ventanacentral del Aula de las Bendiciones. El car-denal chileno Jorge Arturo Medina, comocorresponde al cardenal Protodiácono,anunció al pueblo romano y al mundo ente-ro el nombre del nuevo Papa: Annuntiovobis gaudium magnum; habemus Papam:Eminentissimum ac ReverendissimumDominum, Dominum Josephum SanctaeRomanae Ecclesiae Cardinales Ratzinger quisibi nomen imposuit Benedictum XVI. Eranaproximadamente las 18:48 horas cuandoel Santo Padre Benedicto XVI, el hasta ahoraconocido Cardenal Ratzinger, se asomó albalcón de la Basílica, precedido por la Cruz,para impartir su primera BediciónApostólica Urbi el Orbi. En aquel momentosus primeras palabras como Papa: Queridoshermanos y hermanas: después del granPapa Juan Pablo II, los señores cardenalesme han elegido a mí, un simple y humildetrabajador de la viña del Señor. Me consue-la el hecho de que el Señor sabe trabajar yactuar incluso con instrumentos insuficien-tes, y sobre todo me encomiendo a vuestrasoraciones. En la alegría del Señor resucita-do, confiando en su ayuda continua, siga-mos adelante. El Señor nos ayudará y María,su Santísima Madre, estará a nuestro lado.¡Gracias!

BBIIOOGGRRAAFFÍÍAA

El nuevo Papa nació en Marktl am Inn,Diócesis de Passau (Alemania), el 16 deabril de 1927 (Sábado Santo), y fue bauti-zado ese mismo día. Su padre, comisariode la gendarmería, provenía de una antiguafamilia de agricultores de la Baja Baviera,de condiciones económicas más bienmodestas. Su madre era hija de artesanosde Rimsting, en el lago Chiem, y antes decasarse trabajó de cocinera en varios ho-teles.

El período de su juventud no fue fácil. Lafe y la educación de su familia lo preparópara afrontar la dura experiencia de esostiempos, en los que el régimen nazi mante-nía un clima de fuerte hostilidad contra laIglesia católica. El joven Joseph vio cómolos nazis golpeaban al párroco antes de lacelebración de la Santa Misa. En los últimosmeses de la segunda guerra mundial fue

enrolado en los servicios auxiliares antiaé-reos. De 1946 a 1951 estudió Filosofía yTeología en la Escuela Superior de Filosofíay Teología de Freising y en la Universidad deMunich.

Recibió la ordenación sacerdotal el 29 dejunio de 1951. Un año después inició suactividad de profesor en la Escuela Superiorde Freising. En el año 1953 se doctoró enTeología con la tesis: «Pueblo y casa deDios en la doctrina de la Iglesia de SanAgustín».

Tras ejercer el cargo de profesor deTeología dogmática y fundamental en laEscuela Superior de Filosofía y Teología deFreising, prosiguió su actividad de enseñan-za en Bonn, de 1959 a 1963; en Münster, de1963 a 1966, y en Tubinga, de 1966 a 1969.En este último año pasó a ser catedrático dedogmática e historia del dogma en laUniversidad de Ratisbona, donde ocupótambién el cargo de vicepresidente de laUniversidad.

De 1962 a 1965 dio una notable contri-bución al Concilio Vaticano II como «exper-to»; acudió como consultor teológico delcardenal Joseph Frings, Arzobispo deColonia.

El 25 de marzo de 1977 el Papa Pablo VIlo nombró Arzobispo de Munich y Freising.El 28 de mayo sucesivo recibió la consa-gración episcopal. Fue el primer sacerdotediocesano, después de 80 años, que asu-

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mió el gobierno pastoral de la granArchidiócesis bávara. Escogió como lemaepiscopal: «Colaborador de la verdad». Élmismo explicó: «Por un lado, me parecíaque esa era la relación entre mi tarea previacomo profesor y mi nueva misión. A pesarde los diferentes modos, lo que estaba enjuego y seguía estándolo era seguir la ver-dad, estar a su servicio. Y, por otro, escogíese lema porque en el mundo de hoy eltema de la verdad se omite casi totalmente,pues parece algo demasiado grande para elhombre, y, sin embargo, todo se desmoro-na si falta la verdad.» Pablo VI lo creóCardenal en el consistorio del 27 de juniode ese mismo año.

En 1978 participó en el Cónclave, celebra-do del 25 al 26 de agosto, que eligió a JuanPablo I, el cual lo nombró enviado especial

suyo al III Congreso MariológicoInternacional, celebrado en

Guayaquil (Ecuador), del 16 al24 de septiembre. En el mesde octubre de ese mismoaño participó también en elCónclave que eligió a JuanPablo II.

Juan Pablo II lo nom-bró prefecto de laCongregación para laDoctrina de la Fe, y pre-sidente de la PontificiaComisión Bíblica y dela Comisión TeológicaInternacional el 25 denoviembre de 1981.Fue presidente de lacomisión para la prepa-ración del Catecismo dela Iglesia católica, que,después de seis años detrabajo (1986-1992), pre-sentó al Santo Padre elnuevo Catecismo.

Entre sus numerosaspublicaciones ocupa unlugar destacado el libro:Introducción al Cristianismo,recopilación de leccionesuniversitarias publicadas en1968 sobre la profesión de feapostólica; Dogma y revela-

ción (1973), antología de ensayos, predi-caciones y reflexiones, dedicadas a la pas-toral.

PPRRIIMMEERROOSS DDÍÍAASS DDEELL NNUUEEVVOO PPAAPPAA

El miércoles 20 de abril, a las 9:00 horas,el nuevo Papa presidió la concelebracióneucarística con los cardenales en la CapillaSixtina. Así se clausuraba solemnemente elCónclave. Allí el Papa explicó su experien-cia y los «sentimientos contradictorios» queestaba experimentando. Asombro, por unlado, y gratitud hacia Dios que le ha llama-do para suceder al Apóstol Pedro. Gran tre-pidación por la grandeza de esta tarea y porlas responsabilidades que le han sido con-fiadas, pero serenidad y gozo al tener la cer-teza de que Dios y su Madre le ayudan, asícomo los santos y el Pueblo de Dios.

El domingo, 24 de abril, Benedicto XVIpresidió la concelebración eucarística deinauguración de su Pontificado. En la homi-lía que pronunció afirmó que su verdaderoprograma de gobierno sería no hacer suvoluntad, no seguir sus propias ideas, sinoponerse, junto con toda la Iglesia, a la escu-cha de la palabra y de la voluntad del Señory dejarse conducir por Él, de tal modo quesea Él mismo quien conduzca a la Iglesia enesta hora de nuestra historia. En dicha cere-monia recibió los dos signos del ministeriocetrino: el Palio y el Anillo del Pescador. Elsímbolo del Palio, que los obispos de Romallevan desde el siglo IV, representa la ovejaperdida, enferma o débil, que el pastor llevaa cuestas para conducirla a las aguas de lavida. El anillo del pescador, con la imagen-sello de San Pedro y la barca con las redes,recuerda la misión dada al apóstol Pedro deconfirmar en la fe a sus hermanos. Una vezmás la plaza de San Pedro se llenó de auto-ridades civiles (delegaciones de 141 países)y religiosas y, sobre todo, de Pueblo deDios, para dar la bienvenida y mostrar sucercanía al nuevo Papa, que ha querido lla-marse Benedicto porque, siguiendo las hue-llas de Benedicto XV, quiere ponerse al ser-vicio de la paz y la reconciliación entrehombres y pueblos.

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SE cumplen más de cien años de lallegada del automóvil a la isla de Ma-llorca, mucho antes de que nuestra

sociedad se dividiera en peatones y «sea-tones», resultado de la introducción masi-va del popular Seat 600. Durante este largoperíodo de tiempo han tenido lugar infini-dad de pequeñas historias protagonizadaspor conductores más o menos anónimosque constituyen anécdotas humanas deaventuras y desventuras de una sociedaden evolución, algunas de las cuales inten-tamos recuperar del olvido.

LLOOSS OORRÍÍGGEENNEESS:: AAQQUUEELLLLOOSS AAVVEENNTTUURREERROOSS CCOONN SSUUSS LLOOCCOOSS CCAACCHHAARRRROOSS

A principios del siglo XX los caminos decarromatos no estaban preparados para lacirculación de los automóviles, eran estre-chos con muchos baches y piedras y losneumáticos pinchaban con demasiada fre-

cuencia. Se circulaba por la izquierda y nohabía señales. La distribución de la gasolinano contaba con una red organizada, por ellodebía comprarse en determinadas droguerí-as y en alguna farmacia, hasta que en 1910se instaló el primer surtidor que bombeabaa mano el carburante situado al lado de unapastelería de Palma.

Pau E. Chimelis,Colegio San Agustín (Palma de Mallorca)

Aventuras y desventuras de los conductores en Mallorca

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Ir de excursión era toda una experienciaque ponía a prueba el temple del conductory sus pasajeros. Los malos caminos origi-naban que con cierta frecuencia perdían unarueda, y el conductor debía salir corriendotras ella mientras que los pasajeros queda-ban aterrorizados y prometían no repetirnunca más aquella terrible experiencia.Algunos vehículos, especialmente los quetenían una forma de barca, llevaban unpequeño asiento trasero independiente delos demás, totalmente descubierto, sintecho ni resguardo llamado «ahítepudras»,era el summum de la incomodidad.

Los primeros coches hacían muchoruido y los animales se ponían muy nervio-sos. El transporte utilizaba los caballos y lasmulas, y cuando se topaban con el ruidosoautomóvil empezaban a pegarle toda unatanda de coces que si no fuera por la fuertecarrocería los habrían destrozado. A vecesse desbocaban y huían del amo por lascalles entre la gente horrorizada. Un ejemplode ello fue el caso de un sufrido conductorque tuvo que circular más de un kilómetrosin poder ver nada porque la capota tapabael parabrisas a consecuencia de las conti-nuas coces de una mula enfurecida.

Los primeros vehículos a motor eranconocidos como «carros de fuego», suaspecto recordaba a un carro con un motortrasero y sin caballos. A principios del siglo

XX el señor de la finca de Solleric quisopasearse por sus dominios con su coche,en una época en que nadie de aquellos luga-res nunca había visto tal artefacto. Al entrarpor un camino en dirección a sus tierras setopó con un payés que al ver aquello quedóasombrado, las piernas empezaron a tem-blarle de miedo. Horrorizado se fue corrien-do a contarlo: «He visto un carro fantasma,sin conductor ni caballos, con nuestro amodentro.» Cuando llegó el primer camión a lapoblación de Inca toda la población salía acontemplarlo con asombro, un niño espan-tado por su ruido entró en su casa gritando:«Mamá, el tren pasa por nuestra calle.»

EELL PPRRIIMMEERR AACCCCIIDDEENNTTEE DDEE CCIIRRCCUULLAACCIIÓÓNN EENN 11889977

El primer accidente de circulación enMallorca tuvo lugar el 1897. Vicente Juanquiso organizar una ruta deportiva con sutriciclo a motor Dion Bouton comprado enParís. Comenzó el recorrido delante de sufábrica de S´Hort des Ca» y debía finalizaren la finca de Son Puig, en la Vileta. Paraevitar percances había colocado sus mecá-nicos en los lugares más estratégicos delrecorrido. Cuando llegó cerca de la «Puertade Jesús», situada a las afueras de Palma, ala velocidad asombrosa de veinte kilómetrospor hora, una de las ruedas quedó aprisio-nada con las vías del tren. El triciclo volcó y

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cayó sobre las vías. El pobre conductor, quehabía iniciado el recorrido con una gran ilu-sión, después de haber proyectado durantesemanas el trayecto, quedó tendido en elsuelo con una herida en la pierna y algunosgolpes. El susto fue tan grande que escon-dió el vehículo y prohibió que nadie osaratocarlo. Así se conservó intacto hasta suexposición, que tuvo lugar en 1997 en laLonja de Palma.

EELL OOBBIISSPPOO CCAAMMPPIINNSS YY SSUU VVIIAAJJEE AA LLLLUUCCHH EENN LLIIMMUUSSIINNAA

El obispo Campins, amigo personal delarquitecto Gaudí, tenía una gran devociónpor la Virgen del monasterio de Lluch yprocuraba ir con frecuencia a visitarla.Como no tenía coche dependía de las fami-lias de la alta nobleza o de la burguesíamallorquina para que pusieran a su dispo-sición un vehículo. El automóvil era unalimusina con una separación entre el con-ductor y el ilustre pasajero situado detrás.En uno de estos viajes, cuando faltabanunos cuantos kilómetros para llegar, elobispo pidió que parara. El conductor nose dio cuenta que salía para hacer unasnecesidades urgentes tras unos pinos.Después de unos minutos el chófer pre-guntó si ya podían partir, y al no recibir res-puesta creyó que sí y se puso en marcha.Llegó a Lluch, y al abrir la puerta se encon-tró que no había nadie. Con espanto excla-mó: «Dónde está el señor obispo.» Pusorápidamente en marcha el automóvil, mien-tras que iba pensando preocupado y sud-ando sobre lo que le podía haber pasado.Al fin lo encontró caminando lentamentepor la carretera y lo recogió después depedir perdón. Desde aquel día no se des-pistó nunca más.

LLOOSS SSEERRVVIICCIIOOSS CCOOMMPPLLEEMMEENNTTAARRIIOOSS DDEE LLAA FFUUNNEERRAARRIIAA

Antes de la Guerra Civil uno de los con-trabandistas más importantes de Mallorcautilizaba el cementerio de Palma para distri-buir sus mercancías, especialmente tabaco.Por la noche llegaba el contrabando desde

los pueblos, que dejaban escondido en unatumba o en diferentes lugares del recinto.Por la mañana cargaban de tabaco el cochede los difuntos, que era el encargado dehacer llegar «el pobre difunto del tabaco» alos correspondientes intermediarios contra-bandistas de la ciudad, que lo vendían porlas calles, bares y casas de Palma. Era unservicio extra de la funeraria que tenía unaimportante clientela, la de los fumadores.

Antiguamente no existía el carnet de con-ducir, y cuando éste empezó a ser obligato-rio servía para llevar toda clase de vehículosa motor. Una vez el Sr. Arnal, perito quími-co y distribuidor de determinados produc-tos industriales para las empresas deMallorca, se compró un flamante descapo-table con la carrocería de aluminio. Unamigo le pidió que se lo dejara. El dueño nopodía suponer la finalidad de tal préstamo.Por lo visto, el amigo era aficionado a volary tenía a su disposición un pequeño aero-plano. Se dispuso despegar con la ayuda deun compañero que conduciría el coche yarrastraría el avión sujeto a una cuerda. Lacosa no funcionó como debía, el aviónempezó a elevarse, pero de repente fuebajando y fue a impactar sobre el automóvil.El conductor se percató de que la cosa no

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iba como debía y se tiró fuera, liberándosede una muerte segura, pero el pobre cochequedó completamente destrozado. Al inten-tar justificarse del estropicio ante su amigo,exclamó: «Ha sido un accidente, qué quie-res que haga…»

Durante muchos años los chicos apenastenían juguetes, y la imaginación y la des-treza suplía las carencias y los juegos, p. ej.:balones hechos de trapo y papeles, tirachi-nas de ramas de árbol o de alambre, pisto-las de pinzas de ropa y ganchillos de corti-nas, etc. Una de las travesuras consistía entapar el tubo de escape con un corcho ocolocarle bien sujeto un globo. El sufridoconductor, al intentar arrancar, se encontra-ba con el problema de que o no se ponía enmarcha o al hincharse el globo explotaba yno dejaba rastro, con el consiguiente sustode que había reventado una parte del motory se veía obligado a ir a buscar un mecáni-co con urgencia. Mientras los niños escon-didos se lo pasaban en grande.

LLAA AAVVEENNTTUURRAA DDEE UUNN JJOOVVEENN JJUUGGAADDOORR DDEE FFÚÚTTBBOOLL

Muchos años después, entorno a ladécada de los ochenta, Pistola era el sobre-nombre de un jugador de fútbol de un equi-po local de Inca, que cortejaba una novia en

el pueblo de María de la Salud. Ello le obli-gaba desplazarse todas las tardes a casa deella con su coche. Un día que tenía entrena-miento se entretuvo más de la cuenta«pelando la pava» y tuvo que partir corrien-do hacia Inca. Desgraciadamente el utilitariose rompió durante el camino. Se hacía tardey oscurecía. Cansado de esperar ayuda, derepente vio las luces de un automóvil y sepuso a hacer señales para que se parara. Elvehículo se paró ante él y el jugador sequedó sorprendido, era el coche de difun-tos que trasladaba un cadáver sin el acom-pañamiento de sus familiares. El jovenPistola comentó que necesitaba ir urgente-mente al entrenamiento. Como no cabíadelante porque el conductor llevaba a suayudante, le ofrecieron colocarse detrás. Alno quedarle más remedio y dejando de ladoel miedo, se recostó al lado del ataúd. Unoskilómetros más tarde les seguía una señoraque conducía un seiscientos que quiso ade-lantarlos. Como la carretera era algo estre-cha, y ella se empeñaba en pasar comofuera, pidiendo paso con las luces y la boci-na, enfadó a Pistola. El joven se levantó ycon los brazos empezó a hacerle señales:«Ya está bien, señora...» La pobre mujer,aterrorizada, que creía que el muerto habíasalido del ataúd y le chillaba, giró el volantey el seiscientos se pegó la gran bofetadacontra una pared de una finca lindante con

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la carretera. El coche de difuntos se parópara auxiliarla, y la encontraron gritando:«Me ha salido el muerto…»

Un payés de pura cepa, llamado Juan,hacía más de veinte veces que suspendía elexamen de conducir, y a pesar de que élseguía empeñándose en presentarse, suprofesor lo había dejado por imposible.Cada quince días o un mes se repetía lamisma historia, el suspenso en la práctica,pero él se decía «yo sigo». Hasta que la vezque hacía las veinte y cinco sonó la flauta yaprobó, no se sabe si por constancia, com-pasión de los examinadores o para quitár-selo de encima. Su alegría fue desbordante,parecía que le había tocado el gordo deNavidad, exclamando dijo en voz alta antesus compañeros, en la autoescuela: «Por finhe aprobado, ya me puedo morir», peroantes se comprometió a invitar a todos acochinillo asado en su pequeña finca.

En los años setenta un taxista ya madu-ro llamado Cifre, hombre de principios queno le gustaban nada las modas nuevas, viocómo subía a su coche un pasajero que ner-vioso le dijo: «Siga Vd. a este coche», refi-riéndose a un automóvil que se ponía enmarcha delante de ellos. El taxista, enfada-do, le contestó: «Ah no, bájese de mi coche,esto sólo pasa en las películas», y se negóa hacer el viaje.

EELL PPIIJJAAMMAA AA RRAAYYAASS

Cierta vez una madre de familia, quedeseaba poder llevar a sus hijos en el auto-móvil, tenía muy presente los avisos de suprofesor de la autoescuela: «Cuidado, seño-ra, detrás de cada pelota hay un niño.»Hacía poco que tenía el carnet de conducir yquiso llevar a su familia de excursión en sucoche nuevo. Cuando circulaba por la carre-tera cerca de Pórtol se encontró de repentecon un balón y le vino a la cabeza el conse-jo. Para no topar con el inexistente niño,giró de repente el volante sin fijarse en ladirección y se fue a impactar contra losmuros de una finca. El coche quedó destro-zado, pero afortunadamente sus ocupantessólo sufrieron golpes y el enfado de sus

hijos, que no entendían nada del extrañocomportamiento de su madre.

Cada vez nuestra sociedad es más con-sumista, y ello se aprecia también en losniños. Hace unos años que el Sr. Lucini,encargado de preparar y diseñar los temastransversales de la LOGSE, tenía a sus hijosescolarizados, y con frecuencia sus amigosles preguntaban: «¿Tenéis coche?», y ellos,avergonzados, contestaban negativamente,hasta que una vez el mayor se decidió con-társelo a su padre. El Sr. Lucini con toda supaciencia le contestó: «Cuando alguien ospregunte si tenemos coche, tú le dirás mipadre tiene un pijama de rayas.»Efectivamente, su hijo al dar tal respuesta asus amigos éstos preguntaban a su vez asus padres: «Papá tú tienes un pijama derayas», y como no solían tenerlo, quedabanen evidencia de que carecían de algo que eramuy importante. Hasta que en una reunióndel colegio con la asistencia de las familiasde los alumnos uno de los padres de losamigos exclamó en público: «Vd. es elpadre del pijama a rayas.» En la actualidadel Sr. Lucini sigue escribiendo libros, dandoconferencias, asesorando a muchos centroseducativos religiosos y contando esta his-toria. No tiene coche, pero sigue teniendoun pijama a rayas, que le libera de tener quepagar multas, impuesto de circulación,garaje y la gasolina cada vez más cara...

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EN el presente año la Orden de SanAgustín está celebrando el VII Cente-nario de la Muerte de uno de sus hi-

jos más insignes: San Nicolás de Tolentino.Nació nuestro Santo en la pequeña ciudaditaliana de Sant’Ángelo in Pontano, ubicadaen la Marca Anconitana. Nos cuentan susbiógrafos que sus piadosos padres veíanpasar los años sin que llegase el fruto de su

amor, por el que pedían insistentemente alSeñor en sus oraciones. Corría el año 1245cuando finalmente Amada y Compagnonepudieron ver colmadas sus esperanzas conel nacimiento de un niño, al que pusieron elnombre de Nicolás en honra de San Nico-lás de Bari, por haber acudido a él como in-tercesor ante el Señor. Aún más, los añosde sufrida espera se vieron compensadosdespués con el nacimiento de, al menos,dos hijos más.

A la educación cristiana recibida en lacasa paterna siguieron los estudios en laColegiata de los Canónigos Regulares, soli-citando a continuación el ingreso en el con-vento agustiniano de su propia ciudad parainiciar el noviciado, a cuyo término emitiríalos votos el día 4 de marzo de 1261. De losocho años siguientes sólo sabemos quesiguió los estudios de teología que cursa-ban los candidatos al sacerdocio, que, enefecto, recibió en 1269. Su excelente pre-paración teológica hizo que durante los seisaños siguientes fuese destinado por lossuperiores, como predicador, a varios con-ventos de la Orden, sitos en la mismaregión; destinado, finalmente, al conventode Tolentino, en él permanecerá los treintaaños restantes de su vida. De aquí el sobre-nombre con que se le conoce.

Teófilo Viñas RománAgustino

San Nicolás de Tolentino (c. 1245-1305)

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Sus biógrafos tradicionalmente subra-yaron su espíritu de penitencia, haciéndo-se lenguas de sus grandes mortificaciones,de sus ayunos y de su abstinencia en lamesa, alimentándose casi exclusivamentede vegetales; a ello añadía las flagelacionesde su cuerpo con disciplinas y cilicios; dor-mía sobre una yacija de paja, sirviéndole decobertor su propio manto. Ciertamente quehabía un mucho de todo esto en la vida deSan Nicolás de Tolentino, como de tantosotros santos contemporáneos, en un tiem-po en que se daba una importancia espe-cial a la ascesis practicada en el claustro, alos sacrificios y penitencias corporales, porlos que, comúnmente, se medían los quila-tes de la santidad.

No obstante, según los testimonios delproceso de canonización, descubierto mo-dernamente, podemos contemplar en frayNicolás a un santo muy humano y social,en diálogo vivo con el mundo de sus seme-jantes. Efectivamente, en el sumario que sehace en el proceso, resumiendo los nume-rosos testimonios de los testigos, se hace elsiguiente retrato con una lista de elocuentescalificativos: «Nicolás era puro, modesto,sin ambición, afable, comunicativo, tran-quilo, enemigo de la envidia y del escánda-lo, moderado, recto, sabio, prudente, dis-creto, despreciador de la avaricia, diligen-te, atento con todos, hombre de sentidocomún, leal, humilde, cortés y, aunque páli-do, de una belleza angelical, que resplan-decía más encontraste con lo negro delhábito, que llevaba con decoro. Era tenidocomo santo y respetado y venerado.»

Esta atrayente semblanza se parece bas-tante a la que trazó fray Jordán de Sajonia,uno de sus primeros biógrafos, cuandoescribió: «Era alegría para los tristes, con-suelo para los afligidos, paz para los que sehallaban divididos, reposo para los cansa-dos, ayuda para los pobres, remedio sin-gular para los prisioneros y los enfermos.Sentía tanta compasión por los pecadoresque rezaba, ayunaba, celebraba misas y llo-raba delante de Dios por los muchos que seconfesaban con él, para que fueran libera-dos de las tinieblas de los pecados.» «Era–confiesa una testigo– sumamente atra-

yente para los penitentes, a quienes instru-ía y daba consejos para evitar los pecados,ofreciéndose a hacer penitencia por ellos.Lo sé porque muchas veces me confesécon él y me lo han contado otras personasque también se confesaban con él.» El artey la literatura se hicieron eco de estascaracterísticas tan humanas y simpáticasde nuestro Santo; son conocidas las pintu-ras que nos dejaron los artistas de la escue-la de Gioto o Girolamo di Giovanni y, en lite-ratura, la obra que le dedica Lope de Vega.

La predicación y la confesión eran susprincipales actividades apostólicas. Hay enel proceso de canonización un deliciosotestimonio que se refiere al talante humaní-simo del Santo como predicador: un miem-bro de la nobleza cuenta que las jóvenespreferían ir a escuchar los frecuentes ser-mones de fray Nicolás más que asistir a losjuegos que organizaban los jóvenes paraexhibirse ante ellas. En muchas ocasiones–dice– él y sus compañeros iban a inte-

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rrumpir al predicador, obligándole a callarpara conseguir atraerse la atención de lasjóvenes. Sin embargo, el buen fraile nuncase enfadaba ni les regañaba; si reconocíanque habían obrado mal y se acercaban apedirle disculpas, siempre lo encontrabanafable y comprensivo, recibiéndolos conuna sonrisa.

Los frutos de su predicación los recogía,sobre todo, en el confesionario, al que acu-dían casi todos los habitantes de Tolentinoy muchos otros de las ciudades circunve-cinas, por lo que debía pasar en él muchashoras. Cuentan los testigos que las peni-tencias que les imponía eran mínimas; y esque él mismo se encargaba de expiar en supropia persona los pecados de que se habí-an confesado.

El tiempo que le sobraba de sus obliga-ciones dentro de la comunidad, de la pre-dicación y la confesión lo empleaba en la

visita de los enfermos y los pobres. Los tes-tigos del proceso lo recordarán recorrien-do las zonas deprimidas de Tolentino, apo-yado con frecuencia en un bastón oacompañado por un hermano joven.Huérfanos, mendigos, enfermos..., erandestinatarios no sólo de su palabra, sinotambién de las limosnas que le habían dadocon ese fin. Por otra parte, su oraciónalcanzó para muchos de ellos, con frecuen-cia, el remedio para sus males. La faceta detaumaturgo, tanto en vida como después demuerto, aparece en todas las biografías.Nada menos que 300 milagros, debida-mente autenticados, se presentaron para sucanonización, que tuvo lugar el año 1446.Su culto, sin embargo, había comenzado afinales del siglo XIV, cuando, incluso, existíaya una capilla que le estaba dedicada.Sabemos que el Papa Bonifacio IX «conce-dió indulgencias a quienes visitasen la capi-lla de San Nicolás».

La iconografía lo representa de las másvariadas formas: como especial Patronode las almas del purgatorio, aparece alar-gando la correa a quienes se encuentranen medio de las llamas, camino delencuentro definitivo con Dios; la azucena yel libro que sostiene entre sus manosrepresentan el candor de su alma y elevangelio que predicaba; la bandeja conuna perdiz que sostiene en su manorecuerda el milagro del ave que reviviódespués de darle la bendición; la estrellacon que se adorna su hábito alude a laestrella que se le apareció repetidas vecesy con la que el Señor mostraba el esplen-dor de su vida santa. Vale la pena comen-tar un poco más ampliamente el significa-do de algunos de estos símbolos.

La imagen de San Nicolás como valedorde las almas del purgatorio se debe a unaexperiencia mística, durante la cual oyóunas voces lastimeras de un pariente suyoy también religioso, fray Pellegrino deÓsimo, fallecido hacía algún tiempo: «Tepido, por favor –le dijo–, que celebres lamisa de difuntos por mí y por todos estosque estás viendo a fin de que nos veamoslibres de las penas que padecemos.» Sietedías más tarde volvió a aparecérsele fray

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Pallegrino y le comunicó que no sólo él,sino muchas otras almas gozaban de Diosgracias a las misas celebradas por él. Éstees el motivo de su patronazgo especialsobre las almas del purgatorio y el origendel «Septenario de misas de San Nicolás»,privilegio concedido a la Orden de SanAgustín.

Sobre las apariciones de la estrella ensueños durante la noche, fray Nicolás, cier-to día, fue a preguntarle a un venerable reli-gioso de la comunidad qué podía significaraquello. Respondióle éste: «La estrella essímbolo de tu santidad. En el sitio donde sedetiene se abrirá pronto una tumba; es tutumba, que será ensalzada en todo elmundo como manantial de prodigios, gra-cias y favores celestiales.» Ni que decirtiene que estas palabras en absoluto con-movieron los firmes cimientos en que seasentaba su acendrada humildad.

Pues bien, a partir de aquel día del mesde agosto de 1305 la estrella dejó de apa-recerse en el duermevela nocturno parahacerlo a la luz del día; concretamente a lahora de celebrar la Eucaristía, permane-ciendo sobre el altar durante la celebración.Símbolo de su santidad y también de suamor a la misma Eucaristía, era aviso gozo-so de parte del Señor de que estaba llegan-do a la meta. Pasada la fiesta de SanAgustín del citado año, no pudo ya levan-tarse a celebrar la misa. Sabía él que lamuerte estaba cerca. Aún celebraría en ellecho del dolor, el día 8 de septiembre, lafiesta de la Natividad de la Virgen, a la quefray Nicolás invocaba tiernamente como labendita María. Pidió los sacramentos, querecibió con gran fervor. En la madrugadadel día 10 se despidió de la comunidad ypidió perdón a todos. Después suplicó alSuperior le trajera el Lignum crucis, engas-tado en un precioso relicario, hecho por élmismo; con él entre sus manos y conforta-do con la aparición de Jesucristo, acompa-ñado de la Virgen María y San Agustín,expiró ese mismo día 10 de septiembre de1305.

«San Nicolás –acaba de decir Mons.Angelo Comastri, arzobispo de Loreto–,como religioso-sacerdote ha sido todo un

hombre, dotado de grandes virtudes huma-nas que lo han hecho particularmente cer-cano a la gente. Por eso tanto devotos acu-dían y continúan acudiendo a él paraobtener su ayuda, para recibir alivio en eldolor, para conseguir luces en la dificulta-des de la vida.» «Que el Santo de Tolentino,que, durante estos 700 años, ha estado pre-sente en la vida de tantos cristianos en todoel mundo, sea ahora, con la luz de su estre-lla, modelo para cuantos buscan luz y sabi-duría.»

Hoy, en efecto, ante una difusa exigen-cia de espiritualidad, manifestada, sobretodo, en el deseo de abrirse a la trascen-dencia a través de la oración, para encon-trar a quien puede calmar inquietudes yvacíos, San Nicolás, con su hablar conDios y de Dios y con toda la ejemplaridadde vida, se nos revela como un auténticoprofeta que nos indica e ilumina el camino;marchar por él equivale ya encontrar elsosiego aquietador y la felicidad, siemprerelativa en esta vida.

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YA es una tradición que en el mes demayo nos reunamos en San Loren-zo de Escorial gentes venidas de di-

versos lugares de España donde la Pro-vincia Matritense del Sagrado Corazón deJesús atiende algún colegio o parroquia.Se trata de un día de convivencia, el primersábado de mayo, organizado por la Comi-sión Provincial de Pastoral y Vocacionespara acrecentar los lazos de amistad entretoda la familia agustiniana, laicos y religio-sos.

Es la tercera vez en que se celebra esteencuentro festivo. Acuden a él padres,alumnos y profesores de nuestros cole-

gios –Alfonso XII de El Escorial, SanAgustín de Salamanca, Los Olivos deMálaga y Valdeluz de Madrid– junto a lascomunidades parroquiales de Santa Ánge-la de la Cruz y Santa María de la Esperanza.Hemos comprobado que estamos llama-dos a vivir unidos, lo que nos une y sepa-radamente lo que nos separa. Dispuestos,por tanto, a compartir desde la diferencia ya enriquecernos mutuamente desde la pro-pia identidad vocacional. Ha sido un díafamiliar, donde nos hemos encontradopara sentirnos caminantes y seguidores deJesús, un día para animarnos, para man-tener viva nuestra esperanza, para sentirque nos educamos juntos y que comparti-mos unos valores. La vida con frecuenciaestá hecha de pequeños detalles que ani-man, que hacen soñar...

Ha sido una oportunidad para manifes-tar que caminamos unidos y que celebra-mos juntos. Una familia que no celebranada acaba por agostarse. Tienen sus cele-braciones los grupos de amigos, de com-pañeros de trabajo, de sindicatos....Todoel mundo necesita celebrar. Sin celebra-ción la vida no tendría valor ni sentido. Larutina y el trabajo acaban matando todasnuestras ilusiones. Este día celebramos elencuentro de la familia agustiniana y,sobre todo, nuestra fe. Por eso comenza-mos con la Eucaristía en la Ermita de Ntra.Sra. de Gracia en la Herrería. Presidió lacelebración el P. Carlos José Sánchez Díaz,Prior Provincial. En ella nos animó a vivir

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P. José María Martín Sánchez

Día agustinianoUn día para convivir y caminar juntos

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el carisma agustiniano y a sentirnos todosmiembros de una comunidad que nos uneen Cristo.

Después de la Eucaristía iniciamos unaperegrinación hacia el Bosquecillo, dondese encuentran los campos del ColegioAlfonso XII. Experimentamos durante lamarcha el sentido del éxodo, salir alencuentro de Dios y del hermano. La comi-da y la limonada preparada por José Luisde las Heras, de la Parroquia Santa Maríade la Esperanza, nos hicieron sentir quesomos una familia que comparte. Fue unauténtico ágape fraterno. Por la tarde losmás jóvenes participaron en unos anima-dísimos juegos, y otros visitaron la expo-sición filatélica sobre las abejas del P. FélixHerrero, terminando la jornada con unconcierto de la Escolanía del Monasterio.

Se dice que los sueños anticipan unarealidad mejor, y que sólo se acomete loque antes se soñó. El mundo nuevo quequeremos construir será una realidad si lohacemos juntos y sentimos que pertene-cemos a la misma comunidad humana,donde se comparten los gozos y laspenas. Al caminar unidos ponemos enpráctica el consejo de San Agustín:«Preocúpate de aquel que tienes a tu ladomientras caminas por este mundo, y lle-garás a Aquel con quien deseas permane-cer eternamente.»

SE CELEBRÓ EL 7 DE MAYO EN EL ESCORIAL

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TRAS viajar a través del espacio du-rante siete años y recorrer 1.260 mi-llones de kilómetros a bordo de la na-

ve nodriza Cassini, la sonda espacial Huygensha descendido sobre Titán, una de las lunasde Saturno, y ha enviado a la tierra informa-ción y datos sobre dicho satélite. Esta misióncientífica se ha desarrollado conjuntamentepor la Agencia Espacial Europea (ESA) y laAgencia Nacional de la Aeronáutica y el Espa-cio de EE.UU. (NASA), y ha sido todo un éxi-to, según las primeras noticias. Su coste ha

sido cuantioso, pues ha exigido el desembol-so de miles de millones de euros y el esfuer-zo conjunto durante décadas de investigado-res y técnicos norteamericanos y europeos.

Minutos después de su descenso sobre lasuperficie de Titán los sofisticados equiposde la sonda Huygens comenzaron a transmi-tir a los centros de la NASA y la ESA en la tie-rra imágenes de un mundo desconocido.Información que ya está siendo analizada porlos científicos para así poder revelar algunosde los grandes misterios del universo.

En las redacciones de los medios decomunicación de todo el mundo se distribu-yeron varias de estas fotos, y nadie dudó deque se estaba ante uno de los más notablesepisodios de la conquista del espacio. Perotambién seguían llegando a las televisiones,periódicos y portales en internet vídeos e imá-genes de la catástrofe del Índico, el mayordesastre natural conocido en los últimossiglos, que ha afectado a las paradisíacas pla-yas de Indonesia, India, Sri Lanka o Malasia,arrasadas el 26 de diciembre de 2004.

Apenas tres semanas después el marsigue devolviendo cadáveres a las playas,mientras los gobiernos y las autoridadesinternacionales han perdido ya la cuenta del

R E S E Ñ A S D E A C T U A L I D A D

Así en la tierra como en el cielo(LA PARADOJA DE TITÁN Y EL TSUNAMI)

Mención especial como finalista del concurso del RCU María Cristina

Andrea Pérez, 2.º Bachillerato. Valdeluz Neptuno

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número de víctimas que, según el últimobalance, superan los 165.000 muertos, mien-tras que los heridos, huérfanos y damnifica-dos se cuentan por millones. Los dañosmateriales son escalofriantes, pues los efec-tos del desastre son comparables a unaexplosión atómica.

La gran oleada de solidaridad mundial,quizá promovida porque coincidió con lasfechas navideñas, se irá desinflando poco apoco, y no estará lejana la fecha en que algúnorganismo humanitario o alguna ONGdenuncie que se han incumplido las prome-sas sobre la aportación de recursos y que eldinero que se había prometido no aparecepor ninguna parte. Por desgracia, es fre-cuente que conforme pasa el tiempo la gentese vaya desentendiendo. Ocurrió poco des-pués del desastre del Mitch enCentroamérica o en los más recientes terre-motos de Irán o en la región del norte deMarruecos, llamada el Rif.

El impacto de la muerte, las desgarrado-ras imágenes que muestran el llanto de losniños, la desolación sobre los escenarios deldesastre, la desesperanza de los supervi-vientes... conmueven a quienes desde elsalón de su casa siguen las noticias por tele-visión. Pero cuando la actualidad varía y loque ayer era noticia deja de serlo, los ánimossolidarios se relajan y el nivel de compromi-so va disminuyendo progresivamente.

Entre el éxito de la misión espacial a Titány la tragedia del Índico hay una relación inver-sa, que nos invita a reflexionar. En el sigloXXI, época en que la humanidad ha conse-guido los mayores avances tecnológicos ycientíficos, el hombre es capaz de invertirgrandes sumas para hacer llegar un artefac-to a los más alejados rincones del cosmos yobtener información de lo que está ocurrien-do en la superficie de un remoto satélite, perono ha invertido algunos millones de dólaresen un sistema que permita detectar terremo-tos en las profundidades del océano Índico yalertar a los países bañados por éste. Una tec-nología que existe y se aplica en el Pacífico.Eso sí, para prevenir el impacto de maremo-tos en las costas de países desarrolladoscomo Japón, Corea o EE.UU.

Algo falla en la capacidad del ser humanopara afrontar el futuro cuando las prioridadesse ven alteradas tan injusta y egoístamente.

En el mundo desarrollado –el primer mundode la tecnología, la vanguardia y el consu-mismo– los poderosos que controlan su des-tino no parecen ser capaces de intuir que elfuturo es inviable con un planeta donde unospocos disfrutan de todo, mientras que lainmensa mayoría vive en la desesperación, elretraso y el desequilibrio más insoportables.

La conquista del espacio es una misiónnoble que, seguro, puede beneficiarnos entodos los sentidos. Pero antes que conquis-tar el universo hay que asegurar que la vidaes posible en nuestro planeta: garantizandola protección de los ecosistemas, facilitandocondiciones de vida a los países y pueblosmás desfavorecidos, destinando recursos ala investigación en medicinas y remediospara enfermedades mortales, luchando con-tra el hambre que mata diariamente a milesde niños, impulsando el desarrollo en lasnaciones que se ven afectadas por la emi-gración incontrolada.

Hay todo un sinfín de tareas por llevar acabo que deben ser prioritarias, o al menoscompatibles, con las inmensas inversionesque se hacen en proyectos espaciales o endesarrollos tecnológicos que muchas vecesno tienen otra finalidad que el desarrollo demaquinaria industrial y/o satisfacer las nece-sidades del consumo de sus habitantes.

Por una mínima parte de lo que ha costa-do la misión a Titán se habrían podido insta-lar en las aguas del Índico los equipos quehubiesen permitido alertar a los países limí-trofes, y ahora no habría que lamentar tan-tos miles de muertos y tantos millones devivos sin horizonte.

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en una etapa como la Infantil, eljuego y los relatos (espontáneos omás o menos intervenidos) per-miten, a quien sepa verlo, advertirlos estados previos, individuales ycolectivos, pero también los lo-gros tras una determinada accióneducativa. Pero además, los jue-gos son los medios más apropia-dos para implementar las actua-ciones educativas dirigidas a niñosde corta edad.

El texto recoge, además, un va-riado repertorio de juegos, relatosy otras actividades escolares 2, apartir de las cuales los docentespodemos no sólo evaluar, sino in-cidir sobre el proceso de aprendi-zaje en la línea de nuestros propó-sitos educativos. También se su-gieren instrumentos de registro ysistematización de la informaciónrecogida; así como formulariospara transmitir a los padres lasconclusiones derivadas del proce-so evaluador 3.

M.ª PILAR FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ

EVALUACIÓN Y POSTEVALUACIÓN EN EDUCACIÓN INFANTIL. CÓMO EVALUAR Y QUÉ HACER DESPUÉSV. Mir, T. Gómez, Ll. Carreras, M. Valentí y A. Nadal.Ed. Narcea, Col. Primeros Años,Madrid 2005, 262 pp.

Interesante libro, con un acep-table fundamento teórico y conmucha experiencia emergida de laacción en las aulas. Su lectura re-sulta fácil y ligera, gracias a que sucontenido aparece expresado enprosa diáfana y próxima al lector.El texto ofrece suficientes condi-ciones para ser adoptado, poreducadores infantiles, como unútil manual teórico-práctico deevaluación y reacción post-evalua-dora.

Resulta destacable la tesis reco-gida en el subtítulo de la obra: quéhacer después de evaluar. Todavía,para buena parte de la praxis do-cente 1, la evaluación se sigue con-cibiendo como la meta final delproceso didáctico. Sin embargo,los autores confieren a la evalua-ción un papel decisivo como ins-trumento para orientar adecuada-mente la intervención educativa.La evaluación deberá instituirse,pues, como un medio eficaz paradeterminar estados y situaciones;para reunir elementos de juicio ne-cesarios en la selección cabal deestrategias y recursos didácticosóptimos en cada caso, tanto gru-pal como individual. Porque lo queimporta no es conocer, sino actuarapropiadamente sobre lo que seconoce y, así, poder mejorarlo.

Para ello los autores ofrecen alo largo del libro variedad de orien-taciones y recursos utilizables pa-ra obtener la información destina-da a la evaluación: tanto de conte-nidos del ámbito cognitivo(conceptos, hechos y principios),del psicomotor (procedimientos,hábitos), como del socio-afectivo(normas, actitudes y valores; parasí y para los demás). Señalan que,

1 Esta consideración no es sóloextensible a profesores, no obstantelos más autorizados a opinar en lamateria, sino también a teóricos eneducación (o en enseñanza), a lasautoridades educativas y a muchospadres de alumnos. Para buena partede ellos el papel de la evaluación sereduce a un medio de poner nota ycalificar, sentimiento que, lamentable-mente, llegará a ser interiorizado porlos propios discentes a través de lasinfluencias recibidas.

2 Escolares pero también extraes-colares, ya que pueden servir comorecursos para aquellos padres real-mente comprometidos en la educa-ción-aprendizaje de sus hijos.

3 En los informes dirigidos a lospadres sigue primando el otorgar aéstos una postura pasiva, de merosreceptores de resultados. A nuestroentender, se debería incidir más sobrepautas de actuación, con el fin de quelos progenitores (o tutores) tenganmás asideros en su misión comoagentes educativos en consonanciacon la escuela.

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desarrollo y con una aplicación in-mediata. Por eso sólo nos quedafelicitar a los autores por su bri-llante trabajo.

ELISEO DEL OLMO

AUTOESTIMA PARA QUERERSE MÁS Y RELACIONARSEMEJORBeauregard, L.A; Bouffard, R; Duclos, G. Herramientas Narcea, Madrid, 2005.

Es una obra meramente prácti-ca para los niños de 7 a 12 años.En los últimos tiempos hemos te-nido noticias en los medios de co-municación de la violencia que seda en los colegios, como se pue-de sufrir agresiones dentro del au-la. El libro trata de mejorar la au-toestima a la vez que se evitan losconflictos que generan esas acti-tudes violentas.

El libro habla, desde mi puntode vista muy acertadamente, deque la violencia se contagia y quese puede transmitir de generaciónen generación, estás páginas ofre-cen medios concretos y prácticospara crear un sentimiento de au-toestima, relación con los demás

y compromiso para adquirirhabilidades que les permitanresolver estos conflictos.

El libro es muy útil paraeducadores y para cualquierpersona que quiera facilitarla relación entre los niños ytrabaje con niños de estasedades. El libro desarrollalos siguientes capítulos: Co-mienza con un desarrollo dela autoestima, el encuentrode uno mismo, al encuentrodel otro, los sentimientos,gestión y resolución de con-flictos, persiguiendo misobjetivos.

La metodología que sigueen sus exposición es total-mente práctica y destinada atrabajarla dentro o fuera delambiente escolar. Refleja si-tuaciones y posturas que puedendarse y ayuda a resolver esos con-flictos y tomar decisiones.

Es una libro de actualidad comonos tiene acostumbrados esta edi-torial, muy práctico, valiente en su

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Todavía, cada noche, cada segundo del día…pienso en ti,eres la imagen viva de un Ángel…,el Ángel que perdí.

En mi pensamiento aún sigue clavada esa mirada,la mirada que ponías antes y después de besarme, la mirada que más me importaba…la mirada que más me importa.

¿Qué es lo que te pasa?¿Por qué ya no me miras?¿Ya te has olvidado de mí?Yo aún te siento, y echo de menos tus besos;tus «te quiero»… los echo de menos.

Impotencia sentí cuando me dijiste «mejor lo dejamos»,mi corazón entre lágrimasse rompió, y peor cuando me dijiste que no había solución.

Entonces no podía hacerme a la ideade que me habías dejado, me habías olvidado, y aunque no tuviera heridas, aunque no sangrara,aunque no llorara…estaba dañado.

Rompiste mi corazón,yo que te lo había confiado, te lo había dado…aún estoy dispuesto a confiártelo para arreglarlo,con tus besos y caricias, y ojalá algún díavuelvas a ser mi niña.

Otro párrafo...,otro párrafo donde describo lo que sentídespués de que me dejaras,después de que me dejaras tirado…sin ganas de vivir…sin vida.

Y yo aún no te he olvidado,y tras intentarlo varias vecesme he dado cuenta de que el amor siempre ganará a la mentira,porque pensar que no te quiero, es mentir al pensamiento.

Luis A. Cañas Arrones3.º A de Secundaria

Colegio San Agustín - Palma de Mallorca

TTee qquuiieerroo (Dedicado a Lucía)

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Tarjeta postal recibida por López Rubio en Hollywood alrededor del año 1931.En esa Mihura usa los tópicos la vaca y la retórica popular,

para el envío de esa postal que el propio Mihura ya consideraba cursi

Querido Pepe: Te acuerdas de aquella discusión que tuvimos en La Granja sobre lo que podría costar unavaca? ¿Te acuerdas que se lo preguntamos a Criado y Criado tampoco lo sabía?

Pues hoy, por fin, se lo he preguntado a un señor, que sabe mucho de todo porque ha estado muchísimotiempo en Buenos Aires, y me ha dicho que una vaca cuesta ciento veintitrés pesetas. Pero también dice quesi nosotros conocemos a algún señor que tenga alguna vaca de sobra y le decimos: “Ande, hombre, regále-me Vd. Esa vaca” es posible que nos la regale. Pero, claro está, que sin leche.

Así es que ven pronto y le pediremos una vaca a cualquier señor. Aunque yo creo, y mi familia también,que si tú traes dinero de allá, es mejor que la compremos porque, total, 123 pesetas no van a ninguna partey así, después, no pueden echarnos nada en cara y no pueden estarnos todo el día diciendo todo el día “quesi yo una vez te regalé una vaca, y que si esto y que si lo otro”. Tú, de todas maneras, antes de venir entéra-te a cómo están ahí las vacas pues, a lo mejor, están más baratas y en ese caso podrías comprarla y traerlacuando vinieras…

Estoy esperando carta tuya y el regalo ese que prometiste mandarme del Bazar de la Unión de allí. ¿Es queestás enfadado conmigo? Pues, hijo, yo no creo haberte hecho nada porque tú sabes muy bien que yo serétodo lo que tú quieras pero en cuanto a eso, vamos, que tú puedes pregón [texto interrumpido]

Mihura

Ahí detrás va un catálogo de vacas con los precios. Mi nueva casa: Lope de Rueda, 10, 5.º. Madrid

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